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Ayuda a los niños en el manejo de sus emociones

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13 de julio de
2020

En un mundo tecnológico, ajetreado y colapsado, somos cada vez más injustos con nuestra
niñez. Incluso los cristianos, a pesar de tener conocimiento de que todo tiene su tiempo, y
de que todo bajo el cielo está controlado por el Señor, caemos en el trajín cotidiano y en el
estrés de la vida. Esto afecta en gran medida a nuestros niños, por-que pretendemos que
ellos, desde su corta edad, lleven y entiendan nuestro ritmo de vida, y se acoplen
rápidamente a las exigencias del entorno. Y, lo más lamentable, les exigimos también que
reaccionen de una manera “adulta” y coherente.

La mayor parte del tiempo, los adultos perdemos la perspectiva de lo que debemos
modelar, fomentar, e inculcar en los niños. Por ejemplo: Un día regresamos de la escuela
con nuestros dos hijos y de repente estamos atorados en el tráfico. Como adultos, estamos
cansados, y entonces tenemos una mala actitud con el prójimo. No cedemos espacio en la
carretera, nos enojamos por la forma en que el otro conduce, y nos volvemos irritables e
intolerantes. Al llegar a casa, nuestros hijos comienzan a jugar, y al minuto pelean porque
ambos quieren el mismo juguete. Ninguno quiere ceder, y no quieren compartir. Se quejan
y se acusan el uno al otro. ¿Y nosotros qué hacemos? ¡Les damos una reprimenda! Te has
dado cuenta, ¿verdad? Los niños al final están imitando (consciente o inconscientemente)
nuestra propia conducta. Sin embargo, a la hora de evaluar la situación, nos justificamos
diciendo: “Lo que les pasa a ellos es distinto, es más inocente, más ingenuo. No tienen
razones para actuar así.” Los niños, entonces, terminan haciéndose la pregunta: “¿Y cómo
se supone que debo reaccionar?”

El manejo de las emociones


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Voy a decir esto con cuidado. Sé que suena chocante, pero tal vez nos haga reflexionar: ¡Los
adultos probablemente no seamos las personas más indicadas para mostrarle a un niño
cómo reaccionar! ¿Y entonces, quién? Bueno, sí, nosotros. Pero debemos preocuparnos y
ocuparnos de ser buenos modelos en este sentido. El trabajo que tenemos en nuestras
manos es el más importante que puede tener una persona: formar niños para que vivan de
una manera que agrade a Dios. Somos los adultos los responsables de guiar, modelar y
afianzar los comportamientos de los niños y niñas que nos miran. Somos los adultos los
que debemos enseñarles cómo reaccionar y cómo manejar las emociones adecuadamente.

Los niños están en un “entrenamiento intensivo”. Ellos aprenden todos los días. Ellos aún
no saben cómo expresar ni cómo controlar sus emociones. Somos nosotros, los adultos, los
responsables designados por Dios para guiar a cada niño en el conocimiento del bien, ¡y
esto incluye el manejo de sus emociones! Los padres, líderes, maestros, y consejeros,
debemos ayudarlos a que aprendan a lidiar con sus sentimientos y emociones de manera
constructiva. Está bien que los niños tengan sus sentimientos, pero no que se abrumen con
ellos. Un niño debe aprender a sentirse desanimado, pero no rendirse; a sentirse ansioso,
pero no quedarse en casa; a estar emocionado, pero no dejarse llevar por su entusiasmo de
manera que entorpezca su juicio para la toma de decisiones. En esto es importante
destacar que los niños aprenden a regular sus emociones de manera más efectiva cuando
tienen la confianza de que sus sentimientos serán escuchados.

Cuando un niño sabe que sus sentimientos y preocupaciones serán escuchados y


entendidos, sus emociones se hacen menos urgentes. Entonces el niño insistirá menos en
sus demandas, y será más abierto y flexible en la búsqueda de soluciones a los problemas.
También será menos frecuente que se enfrasque en actitudes de culpar, argumentar o
negar. Mejorará en su capacidad de sentir empatía, y en su disposición hacia otros, y se
hará más responsable de sus acciones.

El desarrollo emocional en el ser humano es un tema bastante complejo, pero permíteme


compartirte tres aspectos importantes que pueden ser útiles a la hora de comprender de
forma más específica la competencia emocional de un niño o niña:

La comprensión emocional

Esta se comienza a desarrollar desde edades tempranas. Los niños se desenvuelven, desde
su nacimiento, en situaciones que generan distintas emociones. Así, comienzan a ajustar
sus reacciones para adecuarlas a las diferentes situaciones que enfrentan, y a los propios
deseos de alcanzar metas determinadas. Además, la cultura juega en esto un papel muy
importante, porque influye al definir que hay determinadas reglas para expresar las
emociones. Los niños y niñas adquieren el conocimiento y la comprensión de estas reglas a
través de los modelos y del aprendizaje recíproco.

La regulación emocional
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Las diversas situaciones vividas por los niños y niñas facilitan el desarrollo de
competencias que les permiten regular las emociones generadas por estas situaciones. A
medida que el niño o niña madura, va adquiriendo la habilidad de hacer frente a las
crecientes exigencias sociales. El niño debe ir entendiendo el porqué de lo que siente, y
cuál sería la reacción más adecuada ante esa situación, evaluando así la forma más
apropiada de enfrentarse a las distintas exigencias externas. Los niños que logran hacer
una evaluación de la situación y de la emoción que sintieron, alcanzan niveles de madurez
e introspección que les permiten determinar más adecuadamente qué tipo de reacciones
han de tener con otras personas, y las consecuencias que estas reacciones tendrán.

La empatía

La empatía se define como la capacidad que tiene una persona de entender una situación
emocional de otra, y de emitir respuestas relacionadas con el sentir de esa persona. A
medida que el niño va creciendo va desarrollando la empatía, y se espera que a medida que
los niños tengan más experiencias, también tengan mayor capacidad de entender las
diversas reacciones y comprender el porqué de las mismas, en primera instancia en
relación consigo mismos, y posteriormente en relación a los demás.

¿Qué puedo hacer yo como líder?

Los líderes y maestros podemos ayudar a nuestros niños a desarrollar su inteligencia


emocional a través de la forma en que ejercemos nuestro liderazgo y el modo en que
abordamos las situaciones que se nos presentan. ¡Todo nuestro comportamiento le enseña
algo al niño! Además de esto, algunas otras cosas que podemos hacer por él son:

Ayudarlo a identificar qué emociones está sintiendo y por qué.


Guiarlo para que pueda establecer una conexión entre sus sentimientos, sus
pensamientos, sus palabras y sus acciones.
Fomentar que pueda hacer asociaciones para que tome conciencia del modo en que
sus sentimientos influyen sobre su comportamiento.
Ayudarle a que se responsabilice de sus actos y enfrente apropiadamente las
situaciones que se le presenten.
Ayudarlo a que pueda expresar y canalizar sus emociones de manera saludable

Este artículo fue extraído del libro «Manual de consejería para el trabajo con
niños» de Esteban Obando, Jessica Ibarbalz y Willy Gómez

Adquiere el libro completo aquí

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Esteban Obando
Director nacional de e625 en Costa Rica y pastor de la iglesia Cristo Viene en Cartago. Editor general de
la Serie de libros de Consejería: Manual de consejería para el trabajo con niños y adolescentes.

Willy Gómez
Director de e625 en Guatemala. Fue pastor de niños en la iglesia Vida Real y pastor de jóvenes en la
iglesia El Rey Jesús. Fue vicerrector de la Universidad San Pablo en su país.

Jessica Ibarbalz
Profesora en Ciencias de la Educación y Licenciada en Gestión Educativa. Autora de materiales de
educación cristiana para niños y libros de formación para maestros

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