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RELIGIOSA EN EL CRISTIANISMO1
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Tomado de https://www.opusmisericordiae.org/2017/05/14/reflexion-del-evangelio-segun-san-juan-141-
12/, con algunos ajustes para adaptarlo al espacio académico.
conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy
sabéis el camino.”
Con ello, Jesús pretende animar a cada uno de los discípulos a superar la
perturbación ante las dificultades, las contrariedades y las divergencias diarias
que se presentan en el camino de la vida, especialmente para aquel que ha
optado por Él, toda vez que Jesús profeta anunció las persecuciones a las que
serían sometidos los cristianos y, es allí, donde el discípulo no puede perder de
vista que Jesús no defrauda ya que es la plena y total revelación de Dios
Padre.
Así las cosas, Jesús subió o volvió a la casa del Padre para preparar un lugar
para todos sus discípulos. A pesar de lo anterior, Tomás, le dijo: “Señor, no
sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Responde Jesús:
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo
habéis visto.” Así, Jesús ratifica que es la puerta por donde se entra al cielo, en
la medida que no hay otro Camino para llegar a la casa del Padre, esto es, a la
Gloria Eterna. En otras palabras, la vida Eterna no se puede alcanzar por otro
camino, pues la vida después de la muerte está en Jesús. Luego, es en Jesús
donde se debe depositar la confianza plena, toda vez que en la medida que la
persona se une a Él, Jesús se convierte en el principio fundamento o la opción
fundamental para todo ser humano. Frente a ello, enseña santa Faustina, ojalá
uno comprenda y viva de esa manera: “Me esfuerzo por la santidad ... Hago
continuos esfuerzos en las virtudes, procuro imitar fielmente a Jesús y esta
serie de actos de virtud cotidianos, silenciosos, ocultos, casi imperceptibles,
pero si cumplidos con gran amor, los pongo para el provecho común de las
almas. Siento interiormente como si fuera responsable por todas las almas,
siento claramente que vivo no solamente para mí, sino [para] toda la
Iglesia…” Num. 1505 DSF.
Así las cosas, Dios no es alguien distante y desconocido, pues quien quiere
saber cómo es y quién es Dios Padre, le basta mirar a Jesús, quien lo ha
revelado con sus palabras y sus gestos en vida, mostrando el Rostro
Misericordioso del Padre, pues las obras que realiza Jesús, las hace es Dios
Padre. En otras palabras, Jesús es la imagen y el rostro humano de Dios.
Ahora bien, ese ver o conocer a Jesús no es algo meramente intelectual -él nos
da razones para creer a través de sus obras de antes y de ahora- sino que allí
interviene el querer humano (voluntad), pero además, parte del don de la fe
-porque la fe, a la vez que es una forma de conocimiento, es una gracia de
Dios, por eso, es virtud teologal- que se va acrecentando con la oración, que es
el lenguaje del amor entre Dios y el hombre, que surge del encuentro personal.
Luego, el conocimiento del Padre está “amarrado” al conocimiento que se
tenga de Jesús, de forma tal que, quien ve a Cristo, conoce y ve Dios Padre.