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AUTOESTIMA
MI VALÍA PERSONAL
“Sólo se podrá respetar a MI VALÍA
los demás PERSONAL
cuando se respete uno a sí mismo; sólo
podremos dar cuando nos hemos dado a nosotros mismos, sólo podremos
amar cuando nos amemos a nosotros mismos” (A. Maslow)
I. EL YO INTEGRAL
El ser biopsicosocial es el yo integral, o sea la reunión de todas sus partes – lo que se es y se tiene – que cargadas de energía salen o se
manifiestan en las actuaciones.
El Yo Físico, que es el que más claramente se ve, es el organismo; necesita de atención y cuidado para poder desarrollar sus
capacidades y convertirlas en habilidades. Por ejemplo: si no se ejercita no tiene flexibilidad; si no come no tiene actividad, etc.
El Yo Psíquico, que es la parte interna, se divide en tres para entenderlo mejor: lo emotivo, la mente y el espíritu.
La parte emotiva es la que lleva al hombre a conocerse; es a través de estados de ánimo, sentimientos y emociones, como se da cuenta
que existe, y como decía un maestro: “No es lo mismo el tener el sentimiento en tus manos, que estar en manos del sentimiento”.
La mente tiene todos los talentos; es necesario desarrollarlos y, más aún; estar conscientes de ellos para poder manejarlos
positivamente. Debe recordarse esto a las personas que con frecuencia dicen: “así soy yo”; “me enojo cuando las cosas no salen como
yo quiero”. Esas personas están funcionando sólo en la parte emotiva (grabaciones); no usan sus talentos de la mente y menos utilizan
las capacidades del espíritu; viven reaccionando a las grabaciones que tienen, automáticamente, sin ver que cada situación que se
presenta en la vida tiene diversas soluciones y no ven más opciones; esto las lleva a sentirse mal, frustradas; podría decirse que escogen
el camino erróneo.
El espíritu es el elemento que busca el significado de la vida, es el “yo profundo”, el núcleo de identidad, la parte más interna y
dinámica, se manifiesta a través de lo que se quiere lograr y cómo quiere lograrse.
El yo social puede expresarse a través de los papeles que vive el individuo como hermano, amigo, padre, madre, vecino, alumno,
maestro, empleado, jefe, etc. Al relacionarse el hombre trasciende a través del yo social, pero no de lo que él cree, sino de lo que en
realidad es.
El yo integral como unidad indisoluble tiene que desenvolverse en forma armoniosa y equilibrada, potenciando nuestras habilidades
físicas, psíquicas y sociales. Un modo de lograr esto es a través del consciente desarrollo de nuestra autoestima, la cual pasamos a
explicar.
V. FORMACION DE LA AUTOESTIMA
La autoestima se forma desde el inicio de la vida, desde el momento en que se unen dos células que dan origen a un nuevo ser; desde
este hecho recibimos mensajes de manera energética y luego psicológica.
Cada vez que una mujer embarazada piensa o siente algo con respecto al niño en formación, su cerebro produce sustancias químicas,
que, a través del torrente sanguíneo, se esparcen por todo el cuerpo de la criatura; ésta los recibe grabándose en su incipiente sistema
nervioso sin tener conciencia como para comprender o rechazar lo que recibe, mediante un lenguaje químico intraorgánico.
El considerar la llegada del bebe como un problema es captado por éste emocionalmente y su efecto pasará a formar parte del archivo
inconsciente del niño en formación, lo cual repercutirá más adelante generando conflictos para los cuales él no encontrará explicación.
Cuando el niño nace, los múltiples estímulos de su entorno empiezan a actuar sobre él, creándole una impresión emocional.
Todos los teóricos reconocen que el desarrollo de la autoestima es una de las tareas más interesantes del ser humano, pero al mismo
tiempo, una de las más críticas. Como seres humanos, somos los únicos en tener conciencia de nosotros mismos como individuos. De
nuestras experiencias dentro del ambiente familiar depende grandemente como adquirimos esta conciencia. De la manera como somos
tratados en nuestros años en formación por gente significativa para nosotros dependerá notablemente la estima que tengamos como
adultos.
Erikson nos habla de ocho etapas por las que todos pasamos en el proceso de nuestra vida. Las edades no son rígidas, pueden fluctuar;
por ejemplo, la autonomía puede presentarse al año y medio o a los tres años de vida. Para el paso de una etapa a otra se vive una crisis;
la crisis suele ir acompañada por depresión y ansiedad, ya que es dejar algo seguro, conocido por algo incierto y desconocido.
Es en la etapa de “confianza básica” contra “desconfianza”, donde queda conformada la autoestima. Esta etapa es muy importante
en el desarrollo de la persona, pues según sea ésta, así se llevará la confianza, la fe, la aceptación de sí misma y hacia los demás, ya que
el niño percibe que es importante y valioso para las personas que le son significativas.
La satisfacción de obtener logros le dará la seguridad necesaria para “arriesgarse” a dar el siguiente paso. Entonces las crisis,
depresiones y ansiedades serán constructivas y no destructivas.
Sin tomar en consideración casos enfermizos de padres enajenados que no aman a su hijo, lo normal es que los padres lo quieran y se
demuestran, sin embargo, no basta que le den amor, sino que es preciso que el niño lo sienta, lo perciba, se dé cuenta, tenga confianza,
sepa que está seguro, atendido, amado, “apapachado”. El ser humano tiene tanta necesidad de sentirse amado y acariciado, que aun
cuando los bebés tengas cubiertas todas sus necesidades de comida, limpieza, abrigo, etc., si no hay contacto con su piel, no se les toma
en brazos ni se les habla, no sobreviven. El niño en esta etapa está para recibir, no tiene capacidad para dar.
En la segunda etapa comienza a darse cuenta de que puede dar, empieza a tener autocontrol y fuerza de voluntad. Se atreve y no. Debe
recordarse que hay que alentar lo positivo de cada etapa para que la autoestima se vaya enriqueciendo y afirmando. Este signo
corresponde a lo que Erikson llama el sentimiento de autonomía. El ejemplo de los padres es muy importante, pues es más fácil
desarrollarse en un ambiente de flexibilidad que en uno de rigidez; en uno que le ponga límites, que él tendrá que respetar y cumplir,
pero también que provea el respeto a su persona.
De los 4 a los 6 años, ya dirige su voluntad a un propósito, se le llama a esta etapa lúdica o de juego y es la etapa de la lucha entre los
sentimientos de iniciativa y culpabilidad. Hace y deshace, construye y destruye, compone y descompone, todo esto le va dando
seguridad. Su curiosidad sexual y fantasías no deben ser cortadas, sino encauzadas. Si esta etapa se resuelve bien, pasa a la siguiente:
“industria contra inferioridad”. Aquí su autoestima lo hace ser responsable, cooperar en grupos y se despierta su interés en aprender.
Si el niño fracasa en la adquisición de habilidades esperadas por la sociedad, desarrollará sentimientos de incompetencia, que se
traduce en timidez, aislamiento, obediencia ciega, conducta de observador y no de productor y cuestionamiento de la propia habilidad.
Los signos exteriores de un desarrollo adecuado son: iniciativa para hacer las cosas, finalización de lo iniciado y gozo de la
experimentación.
De los 12 a los 16 años, empezando con la pubertad, se llega a la adolescencia. Es la crisis en donde las etapas anteriores se cuestionan;
se llama de “identidad”. La tarea básica que debe cumplirse para el desarrollo de un adecuado nivel de autoestima es la de tratar de
integrar todas las cosas que el adolescente ha aprendido acerca de él en un todo único; a menos que éste no tenga éxito, no obtendrá un
sentimiento de identidad psicosocial, un sentimiento de quién es, quién ha sido y a donde está yendo. Si el niño llega a la adolescencia
con un sentido de confianza, autonomía, iniciativa y laboriosidad, tiene mayores probabilidades de arribar a un significativo
sentimiento de identidad. Lo contrario ocurre con el niño que entra en la adolescencia con considerable desconfianza, vergüenza, duda,
culpabilidad e inferioridad. El fracaso en el establecimiento de un claro sentimiento de identidad y de valía personal no significa que no
la obtendrá nunca.
El ingreso al mundo del trabajo a veces nos obliga a reevaluar las manifestaciones de nuestra autoestima. En este contexto, se nos mide
por lo que somos capaces de producir y no por lo que somos.
En la pareja y el matrimonio se pone en evidencia mucho de lo que se ha aprendido sobre nosotros en los años precedentes. Estilos,
moldes, tradiciones, que si son incompatibles los traducimos como falta de comprensión, lo cual nos induce a culpar, a atacar, a
comparar, mellando nuestra autoestima.
Clark, Cremes y Vean (1995), refiriéndose a la autoestima de niños y adolescentes, mencionan varios grupos de características
reseñadas en las siguientes líneas.
Responsabilidad: se asumirán obligaciones y tareas importantes para la marcha de la micro-comunidad en que se vive, con seguridad y
diligencia (por ejemplo, comprar el pan o lavar los platos).
Entusiasmo y orgullo: interés por cosas desconocidas, aprendizajes y nuevas actividades, confianza y satisfacción en lo que se
emprende.
Amplitud emocional y sentimental: expresión espontánea y justificada de respuestas asertivas (alegría, tristeza, temor, enfado).
Tolerancia a la frustración: se enfrentan interferencias y obstáculos de manera habilidosa y optimista.
Persuasión: confianza en las impresiones causadas en los demás (amigos, familiares, autoridades), y capacidad de influir en ellos.
PROBLEMAS DE VINCULACION. Los adolescentes que no encuentran satisfactorias sus vinculaciones pueden manifestar
cualquiera de las conductas que vamos a describir, pudiendo aparecer, algunas de éstas de manera continua y con mucha carga
emocional.
Fallan al comunicarse con los demás, se centran sólo en sus puntos de vista y no comprenden los otros.
Evitan activamente las situaciones sociales a causa de su timidez.
Hablan negativamente de su familia, de su raza o grupo étnico.
No son solidarios.
Hacen todo lo posible por captar la atención de los demás.
Les molesta tocar y ser tocados por otros.
Prefieren vincularse más con animales y cosas que con personas.
Presentan dificultades para expresar sus pensamientos y sentimientos.
SINGULARIDAD
Una tarea fundamental del autoconocimiento es llegar a descubrir nuestras cualidades y atributos especiales y, sobre todo, darles la
bienvenida. Si esto es así, una adolescente con un buen sentido de singularidad valorará sus dotes, sus capacidades y sus aficiones
permitiendo que los demás confirmen su peculiaridad, sintiendo orgullo por ello.
La singularidad, que una persona percibe y siente, puede deberse a una o varias de las siguientes razones: Cualidades corporales,
habilidades especiales, orígenes sociales o culturales, intereses vocacionales, actividades preferidas, funciones desempeñadas,
aficiones, etc.
Veamos cómo se desarrolla la singularidad, ésta se desarrolla muy temprano en la vida, el primer esbozo lo encontramos alrededor de
los dos o tres años (Clark y otros, 1995), cuando el niño descubre la sensación de ser alguien distinto de sus padres. En la adolescencia
vuelve a surgir esta sensación del Yo, con bastante persistencia en la lucha del adolescente pro lograr su identidad (Erikson, 1975). El
Yo es el centro de la personalidad total (Jung, 1964); es único e irrepetible y se va estructurando con sus diferencias individuales, como
resultado de la herencia y el medio ambiente.
Una necesidad primordial del adolescente es encontrarse con su Yo, permanecer muy cerca del él, soñar, imaginar; es decir que se
encuentra en periodo de despertar, explorar, de darle vueltas a sus pensamientos. No pocas veces aparece como una persona rara por
sus aficiones, por su manera de vestir, por sus modos de relacionarse y hasta por el vocabulario que emplea. Estos modos de
comportarse – incomprendidos – en la mayoría de los casos, al parecer son necesarios, para que éste logre su verdadera singularidad.
PROBLEMAS DE SINGULARIDAD. Un adolescente que no valora su singularidad actuará de alguna de las siguientes formas:
Se critica mucho y critica a los demás.
No reconoce sus logros.
Casi nunca pone en juego su imaginación para proceder con originalidad.
Muy rara vez expresa ideas y sentimientos diferentes de los de los demás
Se siente incómodo cuando se destaca sus logros.
Es más, un seguidor, que un guía.
No procede con espontaneidad.
Busca aquello que lo asemeje a los demás en lugar de aceptar sus diferencias.
PODER
El poder también es una de las condiciones básicas relacionadas con el desarrollo de una adecuada autoestima. Esto consiste en contar
con recursos, oportunidades y capacidades para INFLUIR SOBRE TU PROPIA VIDA. Generalmente ejercitamos nuestro poder del
modo siguiente:
Aceptando responsabilidades, aprendiendo, poniéndonos límites y poniéndoselos a los demás, controlando su cuerpo y emociones;
tomando decisiones, alcanzando objetivos, demostrando habilidades, entre otras cosas.
Un (a) joven que posea una sensación de poder bien desarrollada probablemente tenderá a actuar como a continuación describimos:
- Se sentirá capaz de resolver la mayor parte de los problemas que se le presenten, tomando decisiones oportunas.
- Se irá haciendo cargo de su vida progresivamente.
- Influirá positivamente en los demás, sin manipulaciones ni presiones.
- Cuando se le presente situaciones difíciles, podrá ejercer control sobre sí mismo para afrontarlas en mejores condiciones.
MODELOS O PAUTAS:
Otras de las condiciones que ayudan a la estructuración de una adecuada autoestima es precisamente, cuando el joven dispone de
modelos, éstos pueden ser filosóficos o prácticos y le sirven de referencia para desarrollar valores, objetivos, ideales, etc. Los modelos
que tienen un mayor impacto son aquellos que merecen el respeto, los que tienen un elevado status, los más competentes, los que son
atractivos entre otras características (Bandura, 1987).
Los adolescentes, por lo general, se identifican con estrellas de cine, cantantes, deportistas, inventores, descubridores. También eligen
como modelos a aquellas personas que por sus características personales les han causado admiración; éstos pueden ser: docentes,
héroes, parientes, compañeros de clase, etc.
PROBLEMAS QUE PUEDEN SURGIR DEBIDO A LA CARENCIA DE MODELOS. Las personas con un sentido inconsistente de
los modelos podrían actuar de la siguiente manera:
- Malgastar el tiempo en actividades que no lo conducen a objetivos de su plan de vida.
- No saber organizarse, manifestar ideas confusas o ser descuidado y desaliñado en su vestimenta.
- Confundir lo bueno y lo malo
- Retar la autoridad, transgredir normas.
- Tener dificultad para iniciar o concluir algo.
- Rehuir reuniones que exigen cierta formalidad.
- Seguir patrones rígidos de actuar.
Relata una experiencia en la que demostraste amor hacia ti mismo(a). Recuerda que hiciste y como te sentiste.
Mi compromiso:
Te invitamos a que propongas compromisos sobre cómo puedes amarte más. Elabora compromisos concretos de cómo vivir el amor
hacia ti mismo(a) dentro de tu familia, en la universidad y en tu entorno social.