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El cuidado del suelo sostiene la

biodiversidad
El suelo es el hábitat donde todos los seres vivos nos desarrollamos. Podríamos decir que
del suelo venimos y al suelo regresaremos. Por ello Ecologistas en Acción desarrolla la
campaña Salva el suelo que por su transversalidad, afecta a la agroecología, el urbanismo,
extracción de recursos, medio natural, residuos, agua, cambio climático y al ecofeminismo
porque las mujeres son las protectoras del mantenimiento de la vida.

El suelo es importante porque en él tienen lugar los ciclos biogeoquímicos más importantes
para la vida. Nos alimentamos indirectamente de él, debido a las relaciones alimentarias de
la cadena trófica. Sin embargo, el cierre del ciclo de la materia, del carbono, se ha perdido
en lugares como tanatorios, vertederos e incineradoras. Estas soluciones político-
económicas proveen a la atmósfera de ingentes cantidades de CO2, en lugar de ponerlas en
el suelo como sumidero de carbono. Se gasta dinero en enseñar a la población a separar
bien los envases para reciclar, pero apenas se invierte en recuperar la fracción orgánica
mediante compostaje.
Cuando las plantas y animales mueren y se degradan en el suelo, ese carbono pasa a
mantenerse allí. Si gestionamos de forma adecuada los suelos, aumentando su fertilidad y
biodiversidad, retendrían el carbono y no lo emitirían a la atmósfera. Además, mejorar la
fertilidad, implica producir mejores alimentos y más sanos, beneficia la estructura y el
hábitat para muchos microorganismos. Evitar liberar esas reservas subterráneas es esencial
para cumplir el objetivos acordado por los países en la Cumbre del Clima de París de
mantener el calentamiento global por debajo de los 2 ºC.

Por ello, la Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) people4soil (salva el suelo) solicita a la
Unión Europea cuantificar correctamente y reducir las emisiones de Gases de efecto
invernadero (GEI) procedentes de agricultura y silvicultura.
Emisiones negativas
El acuerdo de París no propone un tope en las emisiones [1], contempla seguir emitiendo, si
después se recaptura el CO2 emitido en exceso. Pero, ¿cómo se recaptura este gas? A través
del biocarbón (biometano o hidrógeno) o las tecnologías de bioenergía con captura y
almacenamiento de carbono, BECCS [2]. Esta técnica propone cultivar biomasa para
después quemarla en grandes centrales térmicas que, en lugar de dejar escapar el CO2 a la
atmósfera, lo contendría en grandes almacenes soterrados. Proponen tecnologías de
separación del CO2 para posteriormente reutilizar el hidrógeno o separar el oxígeno de
este… Técnicas que no están probadas, son costosas y fomentan el acaparamiento de
tierras. En resumen, proponen emitir más CO2.
Una de las reflexiones en el avance de la campaña Salva el suelo, es que la población no
suele encontrar la relación directa entre la salud y los suelos. Por otro lado, es un tema poco
atractivo, no llega y no se aprecia como una oportunidad para combatir el cambio climático.
Ya sean zonas rurales o urbanas, nos hemos convertido en unos ignorantes del cuidado de
la tierra. No hay tiempo y preferimos vivir en la ignorancia antes que saber cómo se
producen y elaboran esos alimentos envueltos en plásticos, papel y metales. Compramos en
grandes supermercados en la ciudad o en pequeñas tiendas del pueblo, donde podemos
encontrar los mismos alimentos globalizados. La gran parte se produce en masa, en
hectáreas regadas por abonos químicos, herbicidas e insecticidas. Grandes extensiones de
invernaderos y campos infértiles. Mares de plásticos. Almería o Marruecos, ¡qué más da!
En Europa nos quedamos sin suelos fértiles. Comemos frutas y verduras sin madurar en el
campo y sin sabor, pero con un calibre determinado y un buen encerado con parafina para
que sean perfectas. Tomates en invierno, quinoa ecológica de Perú, alimentos kilométricos,
pero con el sello “eco”.

¿Cuánta diversidad cultivamos?


En los supermercados y tiendas sólo se suministran frutas y verduras de determinadas
variedades impuestas en el mercado agroalimentario. Los recursos fitogenéticos están
confiscados en grandes bancos de germoplasma que velan por la pervivencia de estas
semillas. Las técnicas empleadas para reproducirlas suelen ser in vitro, lo que supone que
muchas de estas semillas puedan perderse en el laboratorio. Gracias a las redes de semillas,
podemos conseguir mantener variedades tradicionales que se esfumarían en el tiempo y a
las que les debemos sabor, diferencias de textura, olor, recetas ancestrales y cultura. Las
semillas tradicionales han sido seleccionadas por el campesinado durante miles de años
para adaptarse a diferentes suelos y climatología a lo largo del mundo. Sin embargo se
encuentran en manos de unos pocos. Tenemos un ejemplo en el banco de semillas noruego
Global Svalbard donde la Fundación Bill Gates invierte miles de millones junto con
Fundación Rockefeller, Monsanto Corporation o Syngenta Foundation.

Salva el suelo con tu firma, pero además, consume productos ecológicos locales y de
temporada; apoya la producción agroecológica. Necesitamos alianzas campo-ciudad a
través de los circuitos cortos de comercialización empoderados por la ciudadanía, además
del apoyo de políticas públicas e iniciativas que fomenten la agroecología, como por
ejemplo la red de Municipios Agroecológicos Terrae [3]. Por último, puedes plantearte
mantener tu propia huerta o participar en algún proyecto de huertas comunitarias sin usar
pesticidas. Evita las comidas procesadas e infórmate del origen de lo que comes,
descartando lo más lejano. Apoya la campaña Salva el suelo [4].

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