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¿Por qué las pruebas matemáticas deben ser historicistas? Explicación,


heurística e intuición en la filosofía de Lakatos y Hilbert

Conference Paper · January 2008

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Víctor Andrés Arévalo Cabra


National University of Colombia
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¿POR QUÉ LAS PRUEBAS MATEMÁTICAS DEBEN SER HISTORICISTAS?
EXPLICACIÓN, HEURÍSTICA E INTUICION EN LA FILOSOFIA DE LAKATOS Y
HILBERT

Víctor Andrés Arévalo Cabra


Filósofo
Universidad Nacional de Colombia

La demostración matemática es de suma importancia para el desarrollo de las


matemáticas. Por ello, me interesa trabajar algunos desarrollos matemáticos y algunas
pruebas dados en ellos, con el fin de comprender el papel que una posición historicista,
comúnmente rechazada en ciencias, sea aceptada por su innegable valor epistemológico
y heurístico.

1. La metodología de Hilbert: la teoría formalista de la prueba

La teoría de la prueba en Hilbert consiste de cuatro etapas (cf. Von Neumann 1983: 63):
1. Enumerar todos los símbolos usados en matemáticas y lógica.
2. Caracterizar sin ambigüedad todas las combinaciones de estos símbolos que
representen enunciados “con significado” (meaningful) en matemáticas clásicas.
Estas combinaciones son llamadas fórmulas.
3. Dar un procedimiento de construcción que permita elaborar de manera sucesiva
todas las fórmulas que corresponden a los enunciados probables de las
matemáticas clásicas. Esto debe ser llamado “procedimiento de demostración”.
4. Mostrar, en una forma combinatoria finitista, que aquellas fórmulas que
corresponden a enunciados de las matemáticas clásicas –los cuales pueden ser
revisadas por métodos aritméticos finitistas– pueden ser probados por el proceso
descrito en (3) si y sólo si la revisión del enunciado correspondiente indica que es
verdadero.

La prueba de α es el conjunto de fórmulas Γ tal que α es la última fórmula obtenida en ese


conjunto por medio del esquema
α
α→β
β
aplicado a las fórmulas de dicho conjunto, que son introducidas por ser axiomas, o por ser
deducidas de axiomas o por ser resultado de una deducción previa (cf. Hilbert. 1983:
198). Esta teoría de la prueba implica un desarrollo elevado de la teoría que aplica dicho
mecanismo. Las matemáticas informales, que presentan deducciones no finitistas,
admiten pruebas no formalistas de carácter deductivo que deberán someterse a la
redefinición de términos y a la axiomatización si pretenden un aumento en el rigor (la
redefinición y axiomatización pueden darse también debido a razones epistemológicas).
Esto se debe a la necesidad de las matemáticas por el rigor, que se ve reflejado también
en sistemas formales extremadamente sencillos y libres de contenido pero ajustados a
fuertes parámetros normativos (cf. Hilbert 1902: 3). Por ejemplo, la mayoría de campos de
las matemáticas que se enseñan en el colegio y en los primeros semestres de universidad
de la carrera de matemáticas son campos formalizados al estilo Hilbert (teoría de grupos,
aritmética, lógica clásica, cálculo). Teniendo en cuenta estas definiciones y conceptos, se
puede afirmar que la habilidad demostrativa (en matemáticas informales pero más aun en
matemáticas formales) es habilidad lógica. Así que la etapa de descubrimiento e
innovación halla su razón de ser en la existencia de una intuición lógica por parte del
matemático: “A mathematical proof is a figure which as such must be accesible to our
intuition” (Hilbert 1983: 198). El punto (4) nos exige implícitamente una prueba de
consistencia, ya que una revisión de una proposición falsa podría llevar a encontrar
contradicciones en el sistema. Así que, si bien la intuición lógica justifica una proposición,
sólo una prueba de consistencia en una metamatemática informal e intuitiva podría
permitirnos aceptar que los resultados sintácticamente válidos del sistema son también
semánticamente válidos.

2. La metodología de Lakatos: el método de pruebas y refutaciones

A diferencia de Hilbert, para Lakatos la mayor parte de la labor del matemático se


desarrolla en la matemática informal, siendo la formalidad lo menos común y lo más
estéril dentro de las matemáticas (cf. Lakatos 1978). Es en ella en la que Lakatos sitúa su
método de pruebas y refutaciones, que consta de varias etapas (cf. Lakatos 1978: 149
–150):
1. Surgimiento de la conjetura primitiva.
2. Prueba (experimento mental).
3. Surgimiento de contraejemplo globales.
4. Reexamen de la prueba: el lema culpable del surgimiento de éstos se coloca como
condición de la nueva conjetura. Surgimiento del teorema.
5. Examen de pruebas de otros teoremas en busca de lemas comunes.
6. Comprobación de las consecuencias aceptadas de la conjetura original refutada.
7. Conversión de contraejemplos en ejemplos. Inicio de una nueva etapa
investigativa.

Teniendo en cuenta lo anterior, decimos que una proposición α ha sido demostrada si y


sólo si ha sido producto del método de pruebas y refutaciones. Esto implica que la
proposición debe permanecer falsable dentro del sistema. Lakatos entiende el método
como una reconstrucción racional de un hecho histórico, pero también como la
elaboración de un marco normativo en matemáticas. Sobre lo primero, el desarrollo de un
problema es, en un sentido, un proceso histórico de varias pruebas, refutaciones,
redefiniciones y correcciones ​ad hoc de éstas. Por eso, siendo imposible seguir este
desarrollo, la labor de reconocimiento por parte de cada nuevo matemático que se acerca
al problema consiste en una reconstrucción racional. En este marco, las pruebas se
desempeñan como experimentos mentales que pueden contrastar y probar
provisionalmente la proposición o conjetura, manteniendo el carácter cuasiempírico de las
matemáticas, esto es, manteniendo abierta la posibilidad de refutar los resultados
producto de procedimientos demostrativos. Pero siendo este método un procedimiento
histórico de aumento y perfeccionamiento del conocimiento matemático, ha de ser
aplicado por todo matemático en aras de preservar estas características. De aquí que
este conocimiento para Lakatos ​deba constar de proposiciones mejoradas mediante el
método de pruebas y refutaciones. Al analizar las etapas del método se encuentra una
posición clara respecto a las habilidades propias del matemático frente a la demostración:
más que habilidad lógica, el matemático debe tener habilidades para enfrentarse y
resolver problemas de la mejor manera posible, así ello implique abandonar reglas
estipuladas; es decir, la habilidad demostrativa se convierte en habilidad heurística. Esta
posición plantea la necesidad de basar el valor heurístico de una prueba en la facultad
que tenga de aumentar el contenido epistémico de la teoría, pudiendo ser o no aceptada
como prueba válida. Sin embargo, debido a que dicho incremento no es inmediato,
requiere de varios años de investigaciones sobre el tema descubrir su valor verdadero.
Esto significa que sólo el desarrollo de una teoría podría decir si la prueba es relevante en
términos epistemológicos. Esto significa ni más ni menos defender el historicismo en
matemáticas.

Desde este punto de vista, la justificación en Lakatos se da por medio de la heurística


(justificacionismo heurístico). Se dice que la sentencia α es válida dentro del sistema si y
sólo si puede mostrar históricamente su valor heurístico. Y ya que el descubrimiento en
Lakatos depende de las diferentes etapas del método, que a su vez permitirán justificar el
establecimiento de determinadas proposiciones en la teoría trabajada, podemos aceptar
la unidad entre la lógica del descubrimiento matemático y la lógica de la justificación (cf.
Lakatos 1978: 54).

3. Tres problemas matemáticos

3.1. El Teorema de los cuatro colores

El teorema de los cuatro colores fue planteado por Francis Guthrie en 1853 y conocido de
primera mano por el célebre Augustus De Morgan, que lo difundió en el medio académico.
El problema plantea la posibilidad de pintar un mapa con cuatro colores de tal forma que
ninguna región adyacente tenga el mismo color, esto es, que todo grafo planar (planar
graph) sea 4-coloreable [1]. Esta es la llamada conjetura de Guthrie. La primera prueba
data de 1879, realizada por Alfred Kempe: su prueba se basaba en la idea del cambio de
coloración de aristas en grafos planares. En 1890, P. J. Heawood encuentra un error en
la demostración de Kempe lo que no le impide demostrar, utilizando la metodología de
prueba de Kempe, que todo mapa planar se puede colorear con cinco colores. Durante el
siglo XX la conjetura sufre diversas redefiniciones conceptuales. En Saaty (1972)
aparecen aproximadamente 30 teoremas y conjeturas que implican o son equivalentes a
la conjetura de Guthrie. Entre estos avances vale la pena citar las investigaciones de G.
A. Dirac, y W. T. Tutte., y el trabajo de varios matemáticos en la redefinición analítico –
teórica de la conjetura. Errera dio un nuevo contraejemplo a la prueba de Kempe y probó
que un mapa 5-coloreable tiene al menos 26 regiones, 13 de ellas pentagonales. O. Ore
amplio el número de regiones de un mapa 4-coloreable a 39 y publicó un libro clásico en
teoría de grafos que dio luces importantes sobre la conjetura de Guthrie (cf. Saaty 1972:
6). Hadwiger en los años cincuenta del siglo XX postuló la conjetura de que todo grafo
k​-cromático conectado es contraible a un grafo completo en ​k vértices y mostró que la
conjetura de Guthrie no es más que un caso especial de dicha conjetura [2].
En los años setenta, K. Appel, W. Haken y J. Koch prueban la conjetura recurriendo a la
verificación de 1936 casos de mapas relevantes. La prueba (en adelante prueba AHK) se
basa en la irreducibilidad [3] de grafos: debían probar que no existen grafos irreducibles.
Si probaban esto, probaban la conjetura de Guthrie. La esencia de la prueba consiste en
mostrar que todo grafo planar tiene una configuración reducible [4], lo que negaría que el
más pequeño grafo fuese 5-coloreable. Para ello, debían asegurar la existencia de un
conjunto “inevitable” de configuraciones reducibles (cf. Appel 1984), de tal forma que para
cada grafo existiese al menos una configuración reducible (en ello radica su
“inevitabilidad”). Para ello debían probar que toda configuración del conjunto es
efectivamente reducible y que al menos un grafo contiene alguna de estas
configuraciones. Lo primero requirió la ayuda de un computador. Lo segundo fue
verificado a mano. La primera tarea fue realizar pruebas con un programa ideado por
Haken. Una vez se tenían fuertes indicios de la existencia de dicho conjunto, Koch entró
al equipo investigador suministrando el programa con el que se iba a desarrollar la
prueba. Eliminando configuraciones y haciendo pequeños ajustes, les tomo cerca de seis
meses el desarrollo completo de la prueba, publicándola en 1977 y siendo confirmada en
1980 en su totalidad. Veinte años después, el matemático Robertson y otros más
probaron el teorema, siendo verificado nuevamente por un computador gracias a Gonthier
y al programa Coq (cf. Crespo 2005). La última parada en esta historia es la prueba
concisa de I. Cahit, publicada en 2004 y aún no verificada. Cahit ha sido fuerte crítico de
las pruebas por computador por lo que su trabajo se basó principalmente en la prueba
falaz de Kempe, utilizando cadenas espirales nuevamente con la intención de corregirla.

3.2. La fórmula Euler – Poincaré

La primera prueba de este problema surge con el mismo Euler en 1752 y fue producto de
la elaboración de tablas comparativas de poliedros. Debido a que sus resultados fueron
también alcanzados por Descartes, a la fórmula V – A + C = 2 se le conoce como la
conjetura Euler – Descartes (hoy fórmula poliedral de Euler - Poincaré). La prueba de
Cauchy es una de las primeras en ser aceptada y asimismo refutada. Se supone un
poliedro que está hecho de goma al cual le eliminamos su cara frontal y lo aplanamos,
creando una red poligonal plana. Para esta red se cumple que V – A + C = 1. Esta red se
triangula, exigiendo que cada vértice pueda ser unido a otro por medio de una diagonal.
Esto asegura la existencia de por lo menos dos tríangulos con aristas límite (en la red
poligonal triangulada hay 4) y la no variación de la fórmula. Empezamos a eliminar
triángulos de dos formas: eliminando una arista o eliminando dos aristas y un vértice; la
eliminación debe mantener la existencia de dos triángulos con aristas límite. Al eliminar
una de ellas, reducimos las caras y las aristas, manteniendo la existencia de al menos dos
triángulos fronterizos y, por lo tanto, la igualdad de la ecuación en todo momento. Luego
eliminamos dos aristas y un vértice hasta que sólo nos queda un triángulo para el que se
cumple V – A + C = 1. Y, puesto que a nuestra red le quitamos una cara, tenemos que V –
A + C = 2 para el poliedro completo. La prueba sufre críticas relacionadas con la forma en
que se desarrolló la prueba: puede que no todos los poliedros puedan estirarse en un
plano; no todos los que se puedan estirar en el plano puedan dividirse en triángulos y el
orden de esta eliminación influye en el resultado. Ante el aparente fracaso de la prueba,
en 1794 Legendre traslada su demostración al terreno de la geometría esférica. Se
supone un poliedro –en este caso un tetraedro– que se coloca dentro de una esfera de
radio equivalente a la unidad y se proyecta dentro de ella, formando una red poligonal
esférica susceptible de ser triangulada. Usando las áreas y los ángulos internos de cada
triángulo esférico, logra probar la fórmula. En el siglo XIX surge una nueva prueba que
redefine todos los conceptos utilizados (vértice, arista, polígono, poliedro, conexidad).
Esta prueba se debe a Raschig y Lhuilier.
Con la redefinición conceptual, logran ampliar el concepto de poliedro a varias superficies
consideradas como no-poliedros. De esta forma se llega a dos fórmulas: V – A + C = 2 –
2(​n ​– 1) que se aplica a poliedros convexos y la fórmula

donde ​e es el número de caras anulares o no conexas y la sumatoria total es de las


superficies que no están conectadas. Estas fórmulas muestran que la eulerianidad se
halla subsumida en una fórmula más general, por lo que su validez queda ​probada​.
A pesar de estos resultados, no llega a haber consenso en la prueba sino hasta la llegada
de la demostración topológico – algebraica de Poincaré, que define vértice, arista, cara y
poliedro en términos del álgebra vectorial. Todos ellos son superficies de determinadas
dimensiones (o politopos). Así, un vértice es un 0–politopo, una arista, un 1–politopo, una
cara un 2–politopo y un poliedro un 3–politopo. Además, para caracterizar un poliedro,
se requiere de una matriz de incidencia [6] . Con base en esto, necesitamos las
definiciones de frontera [7], estar cerrado [8] y estar limitado [9], términos que se utilizaron
para relacionar la conexidad simple y la posibilidad de caras anulares y túneles en un
poliedro. Se estipulan, además, varios axiomas: todos los ​poliedros ​tienen caras, todas
las ​caras ​tienen aristas, todas las ​aristas ​tienen ​vértices ​y todos los ​vértices ​limitan con el
vacío que permiten a Poincaré mostrar la validez ​general de la fórmula V – A + C = ​χ que
es conocido hoy como la característica de Euler para espacios topológicos.

3.3. El Último Teorema de Fermat

El problema planteado por Fermat fue una nota marginal a sus comentarios sobre la
Aritmética ​de Diofanto y se puede expresar en la fórmula ​xn​ + ​yn​ = ​zn​ ​que no tiene
soluciones enteras para ​n​>2. Se llamará en adelante a este problema UTF. Se cree que
Fermat, que logró probar la ecuación para ​n = 4, tenía en mente la técnica del descenso
infinito para probar la ecuación en general. En 1729 Euler demuestra UTF para ​n​=3
utilizando números complejos (de la forma ​p + ​q​√-1) y basándose en el estudio de la
ecuación ​x3​ = ​y2​ + 2, que resulta ser un ejemplo de una curva elíptica, a la postre clave en
la prueba de UTF. Sophie Germain, matemática francesa del siglo XVIII, logra mostrar
que si ​p y 2​p + 1 son primos, entonces UTF no tiene solución si ​p no divide al producto
xyz​. Este es el llamado caso I de UTF. El caso II, más difícil, se da cuando ​p divide al
producto ​xyz​. Este resultado permitió un avance en el estudio del problema, porque
Dirichlet y Legendre logran probar el caso II de UTF para ​n​= 5 y el primero lograr probarlo
para ​n​= 14. Lamé, que había probado el caso II de UTF para ​n​= 7, y Cauchy dan pruebas
falsas del teorema. Kummer, intentando probar los teoremas de reciprocidad, en los que
también trabajaba Gauss, hace uso tanto de enteros ciclotómicos [10] y números ideales
así como de la técnica del descenso infinito y de la factorización de la parte derecha de
UTF, como lo hicieran también Euler, Legendre y Lamé (cf. Cox 1994: 5 – 6). Kummer
llega a varios resultados: ya que los enteros ciclotómicos violan el teorema fundamental
de la aritmética, esa violación puede medirse asignándole un número de clase ​h​, que
muestra qué tanto falla esa factorización. De esto logra probar que UTF se mantiene
para ​p si ​p ​divide a ​h y ​p ​es primo. A tales primos los llama ​primos regulares​. También
logra probar que ​p ​es regular si y solo si no divide ciertos números especiales llamados
números de Bernoulli. Esto es útil para UTF porque muestra que éste se cumple para
todo ​p​<100 aunque 37, 59 y 67 son primos irregulares.

Ya en el siglo XX, en la década de los cincuenta, Goro Shimura y Yutaka Taniyama


estudian las simetrías de las formas modulares que cubren un espacio. Estas formas
modulares tienen infinitos elementos básicos que constan de diferentes cantidades. Esa
cantidad de elementos suele ser equivalente al valor que adquieren las soluciones
modulares de ecuaciones de curvas elípticas (cf. Kittl 1999: 4 – 5). Shimura y Taniyama
plantean que todas las curvas elípticas son modulares (esto es conocido como la
conjetura Shimura-Taniyama). En 1982 Gerhard Frey mostró que las soluciones no
triviales para UTF dan surgimiento a curvas elípticas especiales conocidas como curvas
de Frey (cf. Cox 1999: 8). Frey sugirió que las curvas que llevan su nombre no eran
modulares. De allí que afirmara que si la conjetura Shimura – Taniyama fuese verdadera,
las curvas de Frey no existirían y, por lo tanto, UTF quedaría probado (cf, ibidem; cf. Kittl
1999: 5-6; Wiles 1995: 444). Sin embargo sería Ken Ribet el encargado de mostrar la
relación intrínseca entre la conjetura Shimura – Taniyama y UTF mostrando que para todo
primo ​p UTF era una consecuencia de dicha conjetura. Ribet basó sus hallazgos en las
correcciones del argumento de Frey que realizo Jean-Pierre Serre. Wiles, que había
trabajo desde los setentas con curvas elípticas modulares, enfocó sus esfuerzos en
probar lo que Frey y Ribet habían indicado. La prueba es sumamente compleja para
seguir aquí, pero gira en torno a dos ejes: la relación entre representaciones de Galois y
las formas modulares por una parte, y por la otra, la interpretación de valores especiales
de las ​L​-funciones que retoma la fórmula de números de clase analítica de Dirichlet. (cf,
Wiles 1995: 444).

4. Intuición, heurística e historicismo


Las tres pruebas presentan similitudes metodológicas que a primera vista permitirían
defender la visión lakatiana. Sin embargo, los resultados de unos y otros inclinan la
balanza a favor de Hilbert.
En el caso de teorema de los cuatro colores, Appel requirió que el proceso demostrativo
de la conjetura utilizara la pequeña ayuda del computador, pues es gracias a ella que
logró demostrar la existencia del conjunto de configuraciones reducibles. Sin embargo,
recayó en él y sus compañeros la tarea de mostrar que dicho conjunto era inevitable. Así
que, en un sentido amplio, el proceso siguió siendo deductivo. Ante esta posición vale la
pena preguntarse si podemos creer en una prueba que depende de la exactitud de 400
páginas de verificación de detalles (cf. Appel 1984: 35). En la visión formalista el problema
podría encontrarse en la cantidad de premisas que la prueba requeriría en el momento de
formalizarse. Si se estudiaron cerca de 1900 casos, ¿la prueba tendría que tener más de
2000 premisas? Esto pondría en tela de juicio la llamada intuición lógica del matemático
en el formalismo hilbertiano. Y si se aceptase que estas premisas fuesen reducidas al
algoritmo que generó el programa de computador, ¿la habilidad lógica se vería
desplazada por la habilidad algorítmica? ¿Cómo habría de formalizarse este tipo de
pruebas? Pienso que una visión formalista al estilo Hilbert exigiría una prueba que
eliminase la ayuda del computador a pesar del hecho de que la prueba AHK buscó en
todo momento establecerse su veracidad por la fuerza deductiva.

En el caso de la posición de Lakatos, las cosas serían un tanto diferentes en el teorema


de los cuatro colores. La defensa de Appel y Haken de su prueba en su (1981), se
esgrime bajo el argumento de que la utilización de métodos computacionales asistidos no
es metodológicamente inapropiada cuando el caso así lo requiera. Negar esto sería
aceptar una visión retrógrada de las matemáticas similar a la que impidió el avance de la
ciencia durante el medioevo (cf. Appel – Haken 1981: 119). Este surgimiento del
“experimento” en matemáticas, parece apoyar la idea de Lakatos de que las pruebas son
herramientas para aumentar el conocimiento y no para sustentar verdades: la prueba AHK
fue una prueba ​empírica comprobada por un computador de manera asistida que permitió
aceptar la existencia de cierto tipo de grafos. Además de su valor epistemológico tiene un
valor metodológico revolucionario, pues el uso de un programa de computador es
defendido por Appel por razones meramente ​heurísticas: ​“The example of the Four –
Color Theorem may help to clarify the posibilities and limitations of the methods of pure
mathematics” (Appel y Haken 1981: 119).

Ante esta primera reacción positiva deben elevarse algunos cuestionamientos. Primero:
¿qué explicó sobre la naturaleza de los grafos planares y la irreducibilidad el teorema
demostrado caso por caso? Segundo, ¿la prueba AHK sí cumple con los requisitos del
método de pruebas y refutaciones? A simple vista, la prueba viola las consecuencias de
aceptar el método, pues una prueba caso por caso no podría ser refutada, no podría
mantener un valor de verdad falible, pues hay un ​hecho indiscutible​, en este caso, la
existencia de un conjunto de configuraciones reducibles. Refutar la prueba implicaría
refutar cualquiera de los lemas auxiliares menos el que asegura la existencia de ese
conjunto, lo cual parece en primera instancia difícil de realizar. Appel asegura que “this
attitude [la de pensar en la imposibilidad de justificar la existencia del conjunto más
pequeño de configuraciones reducibles por medio de un sistema computacional] appears
justified when the problem is considered with respect to the tools available prior to 1960…
Thus by 1970 it became a problem of discovering whether efficient use of known
techniques and technical… improvements would enable one to find an unavoidable set of
reducible configurations” (Appel 1981: 118). Esta posición resulta falaz, pues aún con la
prueba por casos, sigue siendo posible pensar en su viabilidad no por una imposibilidad
técnica sino por una imposibilidad heurística (¿Cómo se mejora una prueba por casos?
¿Qué partes de la prueba podrían ser útiles en otras demostraciones como por ejemplo
en una posible prueba directa de la conjetura de Hadwiger?).

Nótese, en cambio, que las nuevas investigaciones retoman avances históricos sobre la
conjetura. La prueba de Cahit se basa en una corrección de los resultados de Kempe,
haciendo uso de la cadena espiral (spiral chain), con la que demostró las reducciones de
Tait. Cahit ha defendido la utilidad heurística de la investigación sobre cadenas espirales
en grafos planares: “Our aim from this paper [con su prueba directa] is several fold first is
to convinced the reader that the use of spiral chains would add more visual abstraction to
the proof of the theorem, secondly is the possibility of the use of spirals in the other similar
graph coloring problem and lastly is to show that the spiral-chain technique is powerful
enough to devise a non-computer proofs for the four color map theorem in three different
ways” (Cahit 2005). Robertson, citado por Cahit, también considera que la solución al
problema no radica en las configuraciones reducibles sino en las cadenas de Kempe: “In
recent talk Neil Robertson has said: “The four-color theorem for planar graphs continues to
stimulate the development of chromatic graph theory. Most mathematicians would like to
see the reliance on the computer in the proof reduced. A direct approach would involve
developments in the theory of Kempe chains”” (Cahit 2005). Tanto Cahit como Robinson
estarían de acuerdo en que la prueba AHK evitó partes del descubrimiento matemático
importantes como la aparición de resultados transversales no exclusivamente
metodológicos como los que propone. De esta manera, hay grandes dudas sobre la
utilidad heurística de la prueba e, incluso, del teorema mismo; también podría verse
cuestionado el valor epistémico y justificativo de aquella pues es innegable que la prueba
rechaza la heurística como fundamento epistemológico del método, lo que haría imposible
la distinción entre diversas pruebas y refutaciones de las mismas, así como el
establecimiento de teoremas temporalmente útiles.

En el caso de UTF, podría plantearse de entrada la defensa del historicismo en


matemáticas ya que la prueba de Wiles podría parecer un manual de teoría de números
avanzada, por la cantidad de recursos matemáticos provenientes de esta rama de las
matemáticas y de algunas otras (hay conceptos de geometría algebraica por ejemplo [cf.
Cox 1994]) A pesar de ello, parece que los avances en UTF no fueran propiamente
producto de investigaciones dedicadas con exclusividad al problema (con la excepción de
los trabajos de Euler, Germain y Wiles). La labor de los demás matemáticos se desarrolló
en sus campos de estudio. Gauss, que estuvo en contacto por correo con Germain,
nunca mostró un interés desmedido por el teorema. Frey, Shimura y Taniyama
trabajaban en campos aparentemente lejanos a la teoría de números en el momento de
plantear los resultados de sus investigaciones (de hecho, Shimura y Taniyama nunca
fueron conscientes de la importancia de sus investigaciones en curvas elípticas modulares
para solucionar UTF). Entonces ¿cómo comprender la importancia del historicismo en
UTF? La respuesta se encuentra en que los múltiples avances obtenidos en teoría de
números hubieran hecho impensable una redefinición conceptual ‘a la Poincaré’ ya que
los resultados de la prueba de Wiles son producto de varias investigaciones previas que
permiten hallar fuertes implicaciones de UTF en teoría de números. De hecho, según Cox
con los adelantos evidenciados en los ochenta se veía que “FLT (UTF) was not isolated
oddity, but rather was intimately connected to other parts of number theory” (Cox 1994: 7).
De allí que fuese interesante saber si Wiles –o alguien más– hubiese demostrado UTF
con base en algunas de las otras conjeturas que implicaban UTF y hubiese tenido el
mismo éxito. Por ejemplo, Cox cita al menos cuatro conjeturas: tres en geometría
diofántica (conjetura ABC, conjetura de Szpiro y conjetura de Vojta) y la desigualdad
Bogomolov – Miyaoka – Yau en superficies aritméticas. ¿La historia del problema llevó a
Wiles a enfocar sus esfuerzos en la conjetura Shimura – Taniyama o pudo haber
trabajado en algunas de las otras conjeturas? La respuesta está en la historia del
problema nuevamente. Los avances en curvas elípticas modulares fueron mayores que
en otras ramas ​en relación con UTF​; esto llevaba a cualquier matemático interesado en
solucionar UTF a trabajar en dicho campo, sobre todo después de los resultados de Frey
y Ribet. Sin una revisión de los trabajos en ese campo, Wiles no habría logrado probar
UTF. No requirió una redefinición conceptual ni la ayuda de computadores, sólo tuvo que
recurrir a herramientas heredadas de su trabajo previo. A esto debo agregar que fue esa
utilización, esa conexión de campos matemáticos, la clave para solucionar el problema.
Pero si esto es así, ¿en dónde está la intuición que permite innovar? ¿Dónde esta la
originalidad de Wiles? Una crítica constante a su trabajo es su complejidad y extensión y,
aparentemente, el carácter poco intuitivo de sus resultados. ¿Podría ser la prueba de
Wiles la prueba ​definitiva de Fermat? ¿Explica la prueba de Wiles la naturaleza de las
ecuaciones diofánticas? Ser la primera prueba ​correcta no la hace definitiva debido a su
misma complejidad. Esto contradeciría la visión formalista de la prueba, pues, aunque si
bien Wiles es muy cuidadoso en su desarrollo (ha sido revisada y confirmada varias
veces) y muestra cómo muchas de sus premisas son teoremas o resultados de pruebas
anteriores, la prueba es, básicamente, ​una prueba informal en teoría avanzada de
números​. Pero esto no ha hecho que su valor epistémico disminuya. De hecho, creo que
mantiene su valor heurístico. Siendo una prueba informal, la prueba de Wiles permitió
establecer varios puentes entre diversas teorías aparentemente desconectadas o que
necesitaban de una comprobación para establecer su vínculo. Esto la hace valiosa
porque permitirá adelantar investigaciones en varios campos, teniendo en cuenta ​la
manera en que ​Wiles probó UTF. Esto, en una menor escala, no ocurre con la prueba del
teorema de los cuatro colores, de allí su escaso valor heurístico. Pero nótese que ha de
necesitarse una nueva prueba de UTF para que pueda ​comprenderse su naturaleza en un
nivel más accesible incluso dentro de la comunidad matemática. Esto implica un
desarrollo axiomático – formal de la teoría de números que permita ubicar su importancia
dentro de ella. De allí que necesite una prueba al estilo Hilbert, estéril pero
pedagógicamente útil. En ese marco el papel de la intuición lógica de Hilbert se ve
nuevamente diezmado. Si algo intuyó Wiles desde inicios de los setenta fue la importancia
de las curvas elípticas modulares. O sea, que su intuición estaba mediada por el mismo
conocimiento de los desarrollos relevantes del problema.

En el caso de la fórmula poliedral de Euler, una posición hilbertiana establecería que la


prueba de Poincaré es absolutamente incuestionable debido a que se basó en un campo
matemático de gran nivel de formalización y axiomatización como lo fue el álgebra
vectorial. Aunque es posible cuestionar la prueba, dudo que cualquier matemático lo
haga sin mayores argumentos que los que propone Lakatos: el carácter conjetural que
todo resultado debe mantener. Aquí la demostración es tan poderosa que no hay
inyección falible de valor de verdad en la fórmula: Poincaré la ​demostró indudablemente.
Sin embargo, es interesante, desde la posición de Lakatos, ver cómo se llega a esta
prueba después de muchos intentos fallidos de demostración, de correcciones y de
investigaciones continuas. Con la prueba de Cauchy, la fórmula no fue probada, pero la
utilidad de esta prueba y de las investigaciones en torno a ella es enorme. Lakatos
asegura que la prueba, más que probar, permitió conocer más de cerca la naturaleza de
los poliedros. De hecho, las otras pruebas e investigaciones alrededor de ellas mostraron
que la fórmula no sólo es aplicable a poliedros sino que, de hecho, es aplicable a
cualquier espacio topológico. Esto les aseguraría un valor explicativo superior al de la
misma demostración de Poincaré. Asimismo, estas pruebas han mostrado su valor
justificativo mediante el desarrollo histórico, lo que significa aceptar en cierto punto el
llamado justificacionismo heurístico de Lakatos.

La historia de la prueba de la fórmula de Euler no es solamente de interés metodológico.


En ella se da una importante discusión sobre la naturaleza de los poliedros, así como en
el caso del teorema de los cuatro colores existe una fuerte discusión en torno a la
existencia del conjunto inevitable de configuraciones reducibles, pues la existencia de
éste fue comprobada por medio de un programa de computador. En el caso de Euler, la
discusión sobre la naturaleza de los poliedros llevó a extender la noción de espacio
topológico hasta el punto de abarcarlos y convertirlos en un caso interesante de estos
espacios. Por ello es que la prueba de Poincaré es definitiva porque muestra que la
fórmula de Euler no sólo se aplica a éstos, sino que de hecho es aplicable a cualquier
espacio topológico (todo espacio topológico tiene una característica de Euler), lo que llevó
a que esta fórmula hiciera parte de la teoría formal de la topología algebraica gracias a
dicha prueba. Este caso muestra que no existe inconsistencia entre la adaptación ​ad hoc
de la metodología de Hilbert y el valor explicativo de la solución a un problema.

5. Conclusiones

La posición de Lakatos muestra que el historicismo va ligado a la formulación de


conjeturas y pruebas. Por ejemplo, después de las refutaciones a la demostración de
Cauchy, en adelante nadie intentó realizar pruebas como él con el fin de justificar la
verdad de una conjetura. Asimismo, la investigación de Shimura y Taniyama sobre
simetrías de formas modulares dio paso a la formulación de su conjetura la cual, gracias a
la relación que planteó Frey entre ella y UTF, permitió a Wiles demostrarlo. Esto la hace
válida teniendo en cuenta el desarrollo del problema. Una vez se planteo la conjetura, ella
misma no tenía el valor heurístico que hoy posee. Este historicismo aboga por el papel
heurístico de las pruebas, las redefiniciones conceptuales y los avances en
planteamientos de problemas y soluciones a éstos, y aboga por hacer equivalente dicho
papel con su valor justificativo. Sin embargo, el justificacionismo heurístico, como se le
llama a esta posición, implica un escepticismo pues se debe aceptar cualquier prueba
realizada como provisional por razones heurísticas o de directrices del método de Lakatos
(los teoremas probados deben ser falsables). Esto niega la afirmación tajante de Hilbert
–y aceptada por gran parte de los matemáticos– de que en ellas no hay ​ignorabimus​. Por
ejemplo, la prueba de Wiles es importante porque es la primera prueba de UTF exitosa,
pero ello no hace que su valor heurístico esté garantizado. Sólo el incremento epistémico
de la teoría detrás de UTF puede garantizarlo, y esto sólo ocurrirá con el transcurrir del
tiempo. Lo mismo ocurre con la prueba AHK. Esto evidentemente defiende un marcado
historicismo en matemáticas, pero deja abierta la entrada a cientos de dudas sobre el
resultado de la comprobación de un teorema. Por ello, una prueba debe seguir algunos
lineamientos formalistas, sobre todo en la fortaleza exigida por éste a la deducción y al
rigor. Nótese que no todos los problemas matemáticos resueltos ven soluciones al estilo
AHK o al estilo Cauchy. La prueba de Poincaré sobre la característica de Euler es
absolutamente indiscutible así como también lo es la prueba de Wiles, que es, a pesar de
su dificultad, rigurosa y deductiva. En estos últimos dos factores radica su fortaleza, tal y
como lo exigía Hilbert. Como en matemáticas es preferible que no haya ​ignorabimus
(aunque lo hay p.e., aún hoy no podemos decir si la conjetura de Goldbach es o no
cierta), los matemáticos son entrenados desde el inicio de su vida académica en la
utilización de herramientas lógico-deducivas que les permitan generar pruebas al estilo
Hilbert en el sentido de ser rigurosas y definitivas (aunque no siempre es el caso). La
única forma de garantizar trascendencia histórica con una solución a un problema es
realizando una prueba que sea aceptada como verdadera en su momento pero que en el
futuro logre ser más importante debido al valor heurístico, epistemológico y pedagógico
que prestó. En este sentido, aunque Poincaré demostró la fórmula de Euler, ¿es más
importante en términos heurísticos su prueba o la prueba fallida de Cauchy? En el caso
del teorema de los cuatro colores, ¿qué prueba es más útil heurísticamente hablando,
AHK o la prueba falaz de Kempe, en la que aún hoy se trabaja? Aquí las pruebas falaces
importan, por eso una intuición poderosa, sea heurística o lógica, logra ​descubrir pero
sólo el desarrollo histórico logra ​validar el descubrimiento. Debido a esto, hay avances de
mayor peso que otros. Por ejemplo, en el teorema de los cuatro colores, ¿el
descubrimiento de las cadenas de Kempe es más importante que el descubrimiento de la
implicación que dio paso a la prueba AHK (si no hay grafos irreducibles, la conjetura de
Guthrie es verdadera)? Cahit y Robertson lo aceptan sin dudarlo. Nótese que la
transversalidad del conocimiento matemático tiene sus bases en la lógica del
descubrimiento, la cual está influencia por procesos históricos que generan un
historicismo no tácito. Así, la intuición, sea lógica o heurística o como sea, es la base
epistemológica del saber en matemáticas, incluso para los no-matemáticos. De allí que la
intuición sea como el faro que nos guía a las costas del saber matemático, pero que
resulta inútil sin un mapa adecuado -una posición historicista- que nos diga a dónde mirar
y sin el cual sería imposible encontrarlas.

NOTAS

[1] Un grafo se dice ​k​-coloreable (k-colorable) si tiene una ​k​-coloración, esto es, si se da una asignación de ​k colores a
los vértices del grafo de tal forma que no haya dos vértices adyacentes que tengan el mismo color.
[2] Un grafo es ​k​-cromático si los vértices de ese grafo pueden ser divididos en ​k conjuntos disyuntos tal que en cada
uno de ellos no existan vértices conectados por la misma arista.
[3] Si hay un grafo planar cuyo número cromático es 5, decimos que es irreducible si cualquier otro grafo planar de
menos regiones tiene como número cromático a ​n​ < 5.
[4] Una configuración reducible es un grafo que no puede ser un subgrafo dentro de un grafo irreducible.
[5] Un poliedro se dice ​euleriano​ si cumple con la fórmula V – A + C = 2
[6] Una matriz de incidencia es una tabla que nos indica cuáles vértices pertenecen a cuáles aristas y cuáles aristas
pertenecen a qué cuáles caras (cf. Lakatos 1978: 129).
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[7] La frontera de un ​k​–politopo es la suma de los (​k​-1) politopos que pertenecen a él; esa suma será llamada una
k​–cadena. La frontera de una ​k​–cadena es igual a la suma de los (​k​-1) politopos que pertenecen a la ​k​–cadena. Las
sumas son en módulo 2 (cf. Ibid: 134).
[8] Una ​k​–cadena está cerrada (o es un ​k​–circuito) si y sólo si su frontera es cero (cf. Ibid: 135).
[9] Un ​k​–circuito limita si es la frontera de una (​k​ + 1)–cadena (cf. Ibidem).
[10] Un entero ciclotómico es un entero de la forma ​a​kζ​ donde ζ = ​e2πi/p​ ​ y ζ​n ​= 1, es decir, ζ es una raíz de unidad.

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