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© Marcelo Gatica Bravo, 2019.

© Ilustración de la cubierta realizada por el artista chileno Izak one

Este libro fue seleccionado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes para el Fondo del Libro y la
Lectura del año 2018 en la línea de Creación.
Marcelo Gatica Bravo

HISTORIA UNIVERSAL

DE UNA TRENZA
A mi madre

a mis abuelas
I

LA MEMORIA DEL VIENTO

Duerme larva de ángel


Duerme mientras abro
los ojos, los brazos
para hacerte árbol.

Gloria Fuertes
HISTORIA UNIVERSAL DE UNA TRENZA

La tradición de cultivar trenzas de la abuela era una

estrategia para eludir el llanto: la cárcel silente del cuerpo,

y así posarse en el silencio calmo de un espejo de agua.

Aquel ejercicio fue traspasado hasta mi madre que

quedaba desnuda como esos grises naranjos de un

atardecer desolado. La tradición de hacer trenzas de la

abuela a mi madre y a sus hermanas se fue desplazando en

la piel de las más pequeñas. Cortar la trenza, los años

frente al espejo, y evaporar la cárcel del cuerpo. Cortar

aquel hechizo sanguinario de lo no dicho. Cortar de raíz el

corazón. Cortar y dar a luz un amanecer rompiendo la

tierra, tatuando mis huellas. Fue el inicio de mi cuerpo

desplegándose libremente al viento.

8
Primavera 1957

Inútil definirte con mis primeros balbuceos del silabario.

Lo tenía asumido. Nada de reinas ni princesas ni

personajes secundarios de algún cuento de fantasía

remoto.

Tu sonrisa leve de nube evaporada revelada en un

dialecto, que fue lo más parecido a descubrir la vía láctea

en el iris de tus ojos. O como el hallazgo de una ciudad

arcana colmada de jeroglíficos secretos, tallados en la

palma de tus manos.

Las cosas no son lo que parecen. Hija, el viento,

perfectamente es un ángel en pleno parto. Escucha su

silencio blanco.

(Aquel día Ella abrió un portal en mi cuerpo, un pájaro

de fuego que todavía sigue aleteando en mi tacto)

9
Invierno 1945

Era la época remota de las mujeres bajo la piel de los

objetos: mujer silla mujer taza mujer dame el cuchillo

mujer calienta la cama. Era la época de habitar como una

flácida sombra de un árbol sin tronco ni carne.

Tu rostro de niña tras un velo mustio ocultaba aquella

lámpara del cuerpo. Humillada como un Cristo sin

resurrección en un anillo en una celda.

En altar frente a la Cruz, tus catorce años criatura de leche

deshojada de cuerpo y alma como un trozo de carne

pactado por tu hermano mayor: Esa bestia devoradora de

plata. En la orilla de un cielo apócrifo el sacerdote aquel

hombre de Dios: como un Poncio Pilato mirando de reojo

cargaba una cruz en tu vientre virgen. Y un tercer hombre

nebuloso sellaba la tradición de aquel pacto. Pero no

sospecharon que las aprendices de tierra poseen partículas

y raíces en el corazón que no son de este mundo ni del

otro.

10
Otoño 1960

Te apuntaban tras las cortinas

las miradas las máscaras las bestias. 1957 un amor

bastardo: fuera de la iglesia fuera de la ley.

A pesar del zumbido reptil de la sonrisa daga emerge tu

mirada oceánica tu corazón: pájaro sin jaula tatuó huellas

senderos por los cuales recorrí paisajes aéreos y celestes.

Tus palabras ensancharon el horizonte de las cosas y el ojo

ese animal del cuerpo se elevó bajo la sombra intacta de

mis primeros cuadernos y columpios.

11
Primavera 1978

Caerán a tu lado
mil, Y diez mil a tu
diestra; Mas a ti
no llegarán. No te
sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu
morada. Pues a sus ángeles
mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te
llevarán, Para que tu pie no
tropiece en piedra.
Salmos 91: 7-12

(Mi madre siempre

sospechó el verdadero

oficio de la abuela)

Cada noche antes de ir a la cama tu mirada parecía abarcar

todas las constelaciones del cielo. Descifrabas el siguiente

paso del tiempo con precisión geométrica. Leías como

loba la dirección del vuelo de los pájaros. Como brújula

detectabas nuestras turbulencias cotidianas. Humedecías

con tu saliva la yema de tus dedos para luego alzarlo y

adivinar la trayectoria de los seres que habitan en el

viento. La Santa Biblia siempre desenfundada en el

Salmo 91. Era claro: bebías de las partículas elementales

de la naturaleza, en la otra orilla del ojo, en el borde del

viento. Es decir, en el campo gravitatorio de los ángeles.

12
Primavera 1967

Por años te bautizaron la Muda. Enterraste en el fondo de

tu cuerpo las palabras. Era la táctica para olvidar la

mutilación de tu vientre: aquella postura de carne esclava

aquellas manos de hierro aquella bestia nebulosa de un

hombre sin rostro que rompió tu diminuto mundo. Aquella

yaga abierta en la mejilla por el beso de tu hermano

mayor. Muda, pero de tu espíritu resucitado en tus ojos

negros brotaban soles que envolvían las cosas y las

palabras estallaban al contacto de tu mirada.

Y diminuta ibas absorbiendo todo el sonido de este mundo

y del otro.

13
Otoño 1950

A pesar de tus ojos invernales y de tu silencio gélido

estremecías el aire a tu paso. A una distancia de un metro

el abuelo detectó una señal numinosa: la onda expansiva

del deshielo en tu corazón al vuelo.

A partir de la lectura de tu mano: aquella mariposa solar

tallada levemente en tu mejilla al viento de la montaña. El

abuelo: hombre secretamente geométrico descubrió tu

lenguaje exacto y tradujo aquellos silencios abismales de

un pasado remoto compartido.

Enjugaron juntos aquel océano oscuro evaporado en la

cárcel del Ojo. Lanzando al fondo del mar el peso de una

cruz oxidada.

14
Invierno 1988

El le dijo: No tengas miedo, porque más son los


que están con nosotros que los que están con
ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová,
que abras sus ojos para que vea. Entonces,
Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he
aquí que el monte estaba lleno de gente de a
caballo, y de carros de fuego alrededor de
Eliseo.

2 Reyes 6:16-17 (RVR1960)

Cuando niña el espanto nocturno era lo más parecido a un

abismo oscuro anclado a la pared. Despertar en la

habitación en las fauces de la noche y sentir el rugido de

un minotauro en la nuca en el vientre. Pero permanecía el

murmullo de tu voz en el pasillo desplazándose como un

eco numinoso sobre la horas nocturnas como adivinando

mi tiempo abismal.

Abre los ojos niña, contempla tras el Ojo la textura de la

luz. Y mira de frente el espanto (y juntas contemplamos la

evaporación de aquel océano negro en la pared).

15
Primavera 1963

La muerte del abuelo fue lanza en tu costado, doblemente

marchita doblemente ilegítima con dos crías a cuestas.

Una máquina Singer para las costuras fue la tabla del

naufragio para el resto de la vida. En tu taller de telas el

reloj adquiría dimensiones de ensueño. En aquella

habitación el silencio traspasaba el aire. Entre las paredes

de un cuaderno de caligrafía intentaba inútilmente que las

palabras se fugaran de los límites.

Mientras tu sombra oceánica al ritmo de las costuras era

como un oleaje que cubría la extensión de mi universo

microscópico.

16
Invierno 1977

Las horas se deslizan sobre la piel sobre el cuerpo. Me

traslado al instante preciso del estruendo. Es la rueda de la

carreta de bueyes, música desplegada sobre sordas calles.

Aquella fugacidad de caleidoscopio en la respiración

desnuda de un pretérito no conjugado. Veo a una veterana

de guerra traduciendo fangosas penas en el vientre,

cicatrices invernales, tatuadas en la esquina del ojo,

quejidos acallados por la prisión de ciertas palabras. Pero

a pesar del estruendo se abre un punto ciego, una roca

inerme, una mirada extensa que rasga el cielo.

17
Primavera 1985

Entre la puerta de tu habitación y el huerto agazapada

como gata esperaba el espacio preciso para despegar de

mis deberes. Aparecían las primeras sumas en el cuaderno

de matemáticas:

3 manzanas y 2 peras coloreadas a rayas.

Hay tanta distancia entre las palabras y las cosas, aquel

universo inexacto entre la habitación y el huerto. Luego

del tiempo de las costuras nos lanzábamos a descubrir el

lenguaje vegetal. Tocábamos las palabras (quise decir, la

piel líquida de las flores). Con tu silencio cósmico por

ejemplo traducíamos la fotosíntesis, el lenguaje solar de

las plantas y hierbas. Entre el huerto y la puerta de tu

habitación atrapamos el pulso del agua, la raíz de la luz, la

lengua aborigen del barro, la huella de los días: aquella

época de cuando hablábamos con los árboles.

18
Otoño 1985

Hay palabras que duelen y abren heridas en el tiempo. No

pensaba que ciertos nombres alteraban la realidad como si

fuera mágica. No eras reina ni poeta ni bailarina.

En esos días leíamos en clases El Ruiseñor y la rosa. Un

compañero de curso develó tu nombre en el barrio: Eras

la flor de piedra. Cada frase abrió una herida. Pero eras

mágica y pese a tus silencios de roca traducías mi abismo

mi tacto. Me preguntaste sobre el sacrificio del ruiseñor.

Mientras, yo soñaba en dar la vida para defenderte. (Era

mi diminuta guerra de infancia)

19
Invierno 1985

El jardín era el otro taller de la abuela, un laberinto de

flores por los que paseaba descalza. El barro es para los

niños que sueñan ser árboles murmurabas. Trabajar la

tierra era como pactar el tiempo.

La abuela sabía de mi gusto por las naranjas: aquellos

soles de agua. Un día me dijo que cavara un agujero en

medio de un círculo de tulipanes. Me pasó unas semillas,

me regaló un calendario y pude ver como florecía un

naranjo en mis manos.

20
Otoño 1998

Si la palabra reflejara tu pensamiento, si la palabra

hubiese sido dicha tu cuerpo se hubiera desvanecido o

estallado en mil pedazos. Tradujiste la herida el espanto, y

bautizaste como si fueras un ángel aquella cicatriz muda:

aquel pasaporte sin memoria.

¿Pero qué más da si la palabra hubiese sido dicha? A caso

la palabra no es viento, espíritu sin dirección. En tu caso,

guardaste el soplo vital. Todo para que la palabra no fuese

dicha.

21
23
II

DECÁLOGO SILENTE

Vamos hacia los árboles... el sueño.


Se hará en nosotros por virtud celeste.
Alfonsina Storni

23
I

Hay días en que lo mejor sería convertirse en un

árbol de agua. Congelada en un calendario sin

tiempo. La nostalgia líquida del llanto adquiere

un volumen inverosímil. Entre tu universo de

costuras expandido en la ondulación musical de

tu máquina Singer y mis dibujos de ángeles

extraviados en ciertas horas sin memoria existía

una sincronía cósmica. No había lecciones ni

advertencias ni dogmas salvo el pestañeó de

nuestros ojos absorbiendo todo el sonido del

mundo.

24
II

La cazadora de naranjas siempre posee un

tanque de oxígeno en su corazón de tierra,

luego, va esperando la hora precisa para

segar el tiempo. (Aquel animal líquido que

sigue siendo el mayor misterio

del cuerpo)

25
III

Toca la tierra hija, envuélvete con su humedad

como un gusano en fotosíntesis. Saboréala como

si fuera una fruta. Observa detenidamente el

tiempo vegetal tras el ruido terráqueo, contempla

sus pasos de agua. Recuerda que el ojo es el

corazón apócrifo del cuerpo. Por mucho que

atrapes ciertas imágenes, y recuerdos, flotarán en

la orilla de una nada sin ritmo. Sumérgete en el

barro sideral y sus huellas. Si aprendes a tocar la

tierra no perderás la memoria infante, la

esperanza de desplazarte eternamente por la luz,

es decir, sumergirte sobre las pisadas diáfanas de

ciertos ángeles que fueron mujeres.

26
IV

Percibe la extensión de un silencio. La calma es

lo más parecido a un vaso de leche consumido al

alba: aquel diminuto océano blanco, en cuyas

profundidades permanecía intacta la raíz del

sonido, como un espejismo misterioso tu corazón

indemne frente a la crudeza trémula de los días.

La calma a las seis de la mañana en tu vaso de

leche, el asombro de tu corazón convirtiendo el

dolor en ausencia de sonido.

La calma a las seis de la mañana evaporada bajo

un túnel subterráneo que cae en el centro cósmico

de la pupila de Dios. Es decir, en el fondo

numinoso de tu vaso de leche.

27
V

La táctica era aparentemente simple: Enhebrar la

aguja, cambiar el color del hilo, pulsar la

bombilla, pedalear y pedalear. Domar la máquina

negra, y deslizar el punto zigzag sobre la tela

gruesa.

Mi estrategia infantil fue calcar tus

procedimientos en secreto. Como aprendiz sin

maestra no calibré mis pies ni mis manos y

emergió el vértigo. Apenas a unos centímetros del

suelo la aguja quebró mis diminutos dedos.

Mientras estallaba en agua mi ojo de niña tus

palabras de miel curaban mis yemas en sangre.

28
VI

La tristeza líquida del llanto adquiere un volumen

inverosímil. Como si un elefante de cemento se

posara en la espalda, o mi corazón atrapara la

órbita de un sol muerto.

Imposible articular una palabra, la tristeza

engarzada al cuello como una rueda de molino.

Sólo queda lanzarme al río sin muros en caída

libre, y bucear en lo profundo de un cielo blanco.

En esas diminutas horas invernales. Solo queda el

canto. Canta hasta que las palabras se oscurezcan y

brillen bajo la piel de las cosas.

29
VII

Deslízate a través del éxodo masivo de los ruidos.

Percibe la extensión de su silencio sobre la tarde

en piedra. Es el primer aviso de la desertificación

del asombro infante.

Luego de la emigración de las palabras se

desvanece la monótona estampida del tacto y del

gusto porque el Ojo se lo ha engullido todo. La

traductora del viento lucha sólo hasta la aparición

de los primeros gruñidos.

30
VIII

Cuando aparezcan los predicadores del fin del

mundo, sumérgete en el vientre del sonido y

bucea en el desierto del cuerpo.

Todavía habitamos en pleno vuelo de lo

penúltimo, es decir, en pleno naufragio terráqueo

vuela intacta la esperanza nebulosa hecha eco tras

la primera explosión del tiempo.

Sólo Requieres un territorio de fuga: un entre

paréntesis que abarque todo el sonido blanco

cargado a cuestas.

Es decir, descubre la semilla de naranjo en tu

mano.

31
IX

No te confundas.

Arriba: el ángel de la guarda habita en la lejanía

de un cielo sordo. Y aunque existe un ascensor

hasta sus cosmos, el tiempo es un obstáculo

necesario.

Abajo: ángeles falsos han creado nuevas

estrategias. Caminan a un ritmo ciego. No te

confundas con sus sombras.

Arriba: hay un juego de ajedrez sin tiempo. Y los

ángeles defienden los movimientos de su Rey.

Abajo: Encarcelada la eternidad en uno diminutos

relojes metálicos.

Arriba: Atrapados en burbujas luminosas algunos

animales celestes.

Abajo: Algunos ángeles son lo más parecido a un

abrazo extenso, cuyo poder es calibrar el miedo

en el corazón.

A veces, sólo a veces, en un descuido mi abuela

dejó ver el material celeste de sus alas.

32
X

Una buena cazadora del viento debe tener claro

que el tiempo es un espejismo del cuerpo. ¡No

esperes que se te evapore el agua de los ojos!

(aquel óxido proveniente del corazón

fragmentado) para dar un paso de sal, quise decir,

un paso solar.

No hay espejismo en la huellas de un ojo. No hay

distancia entre sus pisadas y nuestros recorridos

en las mareas del tiempo.

33
35
III

PENÚLTIMOS ATARDECERES

La muerte se escribe sola


una raya negra
es una raya blanca...
aprende a ver en el doblez

Blanca Varela

35
00/00/06

Hay palabras que matan y otras que no tienen remedio.

Pero hay distancias siderales

entre un cuerpo y

un espíritu en vuelo.

Mi madre me reveló la muerte en cámara lenta.

El cáncer se estaba tragando el oxígeno de la abuela.

Sentí una especie de tornado

en las entrañas

el deseo irresoluto de salir corriendo

y un peso en los hombros, tal vez,

equivalente a un piano oxidado.

Se paralizó mi piel por un tiempo. Imposible abrir una puerta

cuando todo era laberinto.

Corrí hasta encontrar algún cerro o parque de atracciones

atestado de ruidos y golosinas.

Quizás una montaña rusa para sentir

el vértigo de la huida.

Y que el llanto se confundiera con el motor de las máquinas

tragamonedas. Pero no. El cáncer ya se había enraizado en mi

vocabulario

cotidiano como una sombra

que no se desvanecía con nada.

36
00/00/05

Dicen que morir es lo más parecido a nacer.

Estallar

desde una oscuridad sin nombre,

cruzar la piel y la sangre materna,

y gemir

al primer contacto de luz.

Pienso en esto cada vez

que me quito las escamas de los ojos.

Y ahora, cuando buceas en la extensión

blanquecina de la

puerta

que ya es una

nebulosa.

37
00/00/04

Pasada la era de los cuentos, las fantasías de los

ángeles,

la rutina mecánica de la nada:

aquel agujero

negro.

El movimiento monótono de la máquina

de coser y su soledad jurada.

La trayectoria del hilo, cuando las ropas no eran

desechables

ni arrojadas por alcantarillas

invisibles a la luz.

Ahora,

queda el espejo testigo de cientos de miradas y

fisonomías tragadas

por su fuerza de atracción,

la belleza del vestido de novia mariposa, quise decir,

mi madre.

Ahora,

queda la manta adornada por una geometría

intransferible de texturas y

colores

que te abrazan porque afuera hace frío

38
y adentro hay temblores oceánicos.

Ahora,

ya nunca será todavía.

39
00/00/03

La edad cruda torna al espejo, aquella niña que se

columpia en el corazón.

El secreto se torna delirio, las

palabras destrozan partes del cuerpo,

la confesión libera el magma de los

días inconclusos.

Escarbas en aquella

arqueología secreta, derritiendo aquellas espinas y

raíces bajo la piel de lo último.

De aquel silencio salta un leopardo

semejante a un árbol que ya es niebla. Mientras la

bestia duerme. Rompes las cadenas y escapas bajo

la noche que nunca fue oscura porque tus ojos

iluminaron todo el laberinto.

40
00/00/02

Las palabras se tornan líquidas.

Hay silencios extensos y rocosos,

otros se hunden en

las horas, en ciertas profundidades exiliadas de

palabras y cifras.

A pesar de las extensiones del sonido se desliza el

ritmo del ojo

como un abecedario

secreto.

Una especie de luz cisne, un latido de tigre.

Traducir ese silencio

germinal era la señal de que ya no eras de este

mundo.

41
00/00/01

A mi madre

Estábamos en lo penúltimo

en la cercanías de la carne abierta.

Estábamos a la espera

de aquel parto numinoso.

Afuera:

un crepúsculo y una bandada de nubes solares

escampaban aguardando tu retorno.

Adentro:

me sumerjo en un diminuto vaso de agua,

intentando ingenuamente retener los segundos.

Afuera:

en tu costado se deslizan las manos de mi madre para

amortiguar el dolor sangriento.

Adentro:

se escucha el eco de un caracol o quizás

un océano cósmico.

Y un paso más adentro tus pies se

humedecen al contacto del mar.

42
00/00/00

Las primeras cosas


pasaron y el
mar ya no es.
Juan de Patmos

Te sumerges en la arena

de espalda a las piedras.

Tus ojos yacen ingrávidos

en un cielo que comienza a rasgar tu nariz

y tus diminutos ojos negros van absorbiendo toda la luz

de la noche.

Tu corazón atrapa todo el viento de las horas.

Mientras tanto,

comienza a florecer

un ángel de luz,

un roble en tu costado.

43
IV

CORTE

En la raíz de todo está mi madre


como un manto de tejido bajo tierra...
Tantas noches que quise cortar mi cuello
aserruchar mis cervicales
descuartizar mis imágenes
pero a cambio me contenté
con restregar plumas
llorar tinta y otros mendrugos
y seguir ese dictado –una vez más–
meticuloso de las venas.

Elvira Hernández

45
CORTE

Mi madre terminó 4 medio en la nocturna


en el Liceo de Niñas

¡Corte!

No fue a la universidad a estudiar pedagogía en inglés.


Su sueño americano del fin
de una orilla del mundo

Aserrada
la Historia con mayúsculas
en diminutas astillas.

¡Corte!

Ahora es escribir
en el margen nuestra travesía
en el desierto.

En sus ojos habitaba


una jaula
de pájaros líquidos
un especie de animal nebuloso
quizás
un aliento de minotauro

¡Corte!

Ojos reflejados en un espejo


que se tragaba todo la sangre
de un latido al vuelo

Aquella tarde
no había
luz. Sólo
unos ojos oscuros donde
no hay posibilidad
de avistamiento de la luz
en ninguna de sus formas.

¡Corte!

46
Y en su reemplazo aparece un lenguaje
silente y áspero
que agita el cuerpo
y cuya onda expansiva

es leída por perros y gatos callejeros


langostas solitarias de la noche
oteada a una distancia
por enjambres de cipreses al viento.

¡Corte!

Éramos sospechosas por haber sonreído


a la primavera chilena

aquellas manos en los murales de un pueblo


colorido y vulgar

¡Corte!

En casa,
dos rituales:

El pan amasado lo cocinamos a fuego lento


con todas sus revistas
y sus libros estivales.

Cada hoja,
cada pétalo
cada palabra
fulminadas por la combustión del miedo.

Sólo mi revista Ramona fue a dar a la azotea


como un acto revolucionario.
¡Corte!

47
Luego frente al espejo
sin decir una palabra
con la dignidad de Juana de Arco.
Nos rapamos el cabello, el corazón y los ojos.
¡Corte!
¡Corte!
¡Corta! ¡ Hija!
¡Corta!¡Mamá!

(A veces
las tijeras rompen la piel
como si fuera tierra
arada
que en su momento florecerá
como roca viva)

48
LA RISA DE UN 4 DE SEPTIEMBRE

Entró aire fresco al país.


Las risas llenaron mi habitación
Por fin un corte
a la monotonía
de los falsos aristócratas del Espíritu, a los
monarcas de Cauquenes.

En el Liceo de niñas, el profesor de Historia


nos hablaba que los patrones de fundo
no siempre serían
los patrones de fundo.

No había rastro del pasado indígena


de los cauques,
indios picunches
que daban nombre al lugar.

Un viejo de la Plaza que siempre contaba historias


no dijo que unos pequeños pececillos daban nombre a la ciudad
Pero al parecer fueron zampados por una especie superior
en la cadena alimenticia.

Cada 9 de Mayo recordábamos


como loros
aquel legado blanco del colonizador

José Manso de Velasco del Tutuvén


del cual sólo sabíamos su nombre
Porque no había monumento
ni casa
que le recordara

Cauquenes siempre ha sido una especie de tierra prometida


del margen de los márgenes.
fundado entre dos ríos.
Dos metáforas
dos líneas sanguíneas
Cauquenes y
el Tutuvén.

49
Por alguna triste razón nos separaban ciertas calles
apócrifas.
Quizás,
el miedo.
Aunque frente a un espejo
en la Plaza de Armas
todos éramos peones.

Lo cierto es que las calles de los dueños


de Cauquenes parecían más un funeral
que una fiesta.

Recuerdo el jeep del profe de Historia


que pasó tocando la bocina
por la diminuta Plaza Vieja
como un loco en medio del desierto.

Ya no estábamos solas, había entrado el aire fresco


por la calles de adoquines
sacados de algún camino prohibido.

Una risa con raíces en la sangre


una risa materna y de aire marino
una risa como una piedra
lanzada
en el centro del río oscuro
en el centro de la Historia
cuya onda
expansiva
no se detendría
con nada.

50
4 DE OCTUBRE

Dedicado a Claudio Lavín Loyola, Pablo Vera


Torres, Miguel Muñoz Flores y Manuel Plaza
Arellano.

Todo siempre pasaba en Santiago. El 11 de septiembre recién nos

despertó el 4 de octubre en Cauquenes, el pequeño pueblo de tejas

rojizas. Aunque muchos prefirieron el sueño y la anestesia. Aquella

jeringa de bebida gaseosa cuya materia oscura y dulce produce aire

desde las entrañas

Un cuervo aéreo rompió la tranquilidad de los silenciosos viñedos que

circundan el pueblo. Aunque era primavera, este cuervo metálico se

tragó todas las flores de Cauquenes. Donde tocaba tierra está se volvía

estéril venía del norte una caravana de muerte,. La primavera chilena

sólo había sido un entre paréntesis un fragmento de sueño. La pesadilla

del 4 de octubre se hizo eco de las ruinas de la Moneda.

Ya en el Liceo de Hombres todos los niños desfilando como militares

victoriosos de una guerra imaginaria. y en el Liceo de Niñas los jumper

debían ser como mortajas como monjas en luto. Aterrizó un tal Arellano

Stark y fue recibido en el Club Social del pueblo por los patrones de

fundo.

51
Aquellos que se persignaban en la trinidad y que no se golpearon el

pecho aquella noche oscura. Mientras el pueblo dormía ciertos

patrones de fundo celebraban la vida. Stark transplantó a 4

muchachos a un poema de sangre a 4 versos despedazados en uno

de los fundos de Cauquenes.

El cuervo se hizo helicóptero fusil granada fuego artificial de una

risa sanguinaria. Stark soltó a los 4 muchachos entre las viñas de

uva semiseca las que dan un vino exquisito para unos hoteles

lejanos La orden fue el que corre rápido encontrará la libertad.

No hay aparato que mida el ritmo cardíaco de los caballos al vuelo

ni de los que miran la muerte con los ojos abiertos. En los

corazones más tiernos se da una paz de estrella de cometa alejado a

la realidad vulgar del ladrido.

Cuando los muchachos corrían bajo la luna del lobo.

Stark soltó al minotuaro metálico que se trago los cuerpos.

Pero el espíritu

es otra cosa.

Hoy. Amanece a 45 años en este poema.

52
EL ÚLTIMO TREN (1974)

A mi abuela Rosa

Había una lluvia de atardeceres


en Cauquenes
colores de otra época
flotando
sobre las viñas
como un sueño de Van Gogh

El ojo
inmóvil
y girando
como un torbellino
y atrapando
todo el horizonte
de la tarde.

El sonido del tren cada día por el Barrio Estación


despertaba
la monotonía de las abejas
y las eternas conversaciones del clima
del fruto
de algún círculo en la luna
de algún círculo en el sol
del agua cero o del temblor.

La abuela leía las mareas de los vientos.


Conocía su historia
su trayecto aéreo
el espíritu de las pisadas
el itinerario silente de las ventanas.

La historia se estaba colores decían los soldados


un auto y un televisor para 1 de cada 5 chilenos.

Los trenes ya no volverían

53
Entre lo efectivo y la eficacia
bajo las armas
los trenes
se iban alejando como esos finales
amarillos
marchitos
de las películas de vaqueros de las 5 de la tarde.

Era el momento del paradójico imperio del tiempo


los buses
eran los nuevos animales metálicos

Por alguna extraña razón


la nostalgia es lo más parecido a una estación de tren,
Sus vagones eran de un pasado arcano
un diminuto paraíso perdido
de un pueblo extraviado en los mapas
de aquellas
mesas donde se juega póker
con las líneas
con los cuerpos
y en cuyas manos
no hay caminos ni veletas
sino túneles que son lo más parecido
a un día
ciego.

Pero todavía la abuela quiso darnos


esa última clase de nostalgia.

Hoy no llevaremos flores al abuelo al cementerio.


Hoy vamos al Barrio Estación

Todo el universo pendía de sus ojos


En la ventanilla
un señor delgado y enjuto
una momia disfrazada
de mimo

sorprendido dijo que era el último tren a Parral.

54
Ya no volverían
los viajes a Chillán donde
bajo la luvia en Parral el abuelo bajo una tarde gris
abrió el corazón
de barro de Rosa
y la abuela por primera vez
pudo descansar sobre un roble
pese
a que hubo día
que bajo una lluvia de navajas
pendió sólo
un diminuto paraguas
de nube
que fue lo más parecido
a un globo de agua.

El roble y la rosa
el agua y el viento
reescribieron juntos un poema
de amor a sangre y a espíritu.

Aquel día la estación inmóvil e infinita


rozaba
la piel
de la abuela
es decir, su memoria
de agua.

En sus ojos
se podía
ver la geometría
de las líneas del tren
como una catarata
transparente.

Todo
cabía el iris de la abuela.

A veces entre la distancia


de una flor y el ojo
caben lejanas constelaciones.

55
Mientras guardaba el boleto
sin viaje
ni tacto.

Mi diminuto
corazón de niña.

Se columpiaba
en el ritmo
cardíaco
de la abuela
Rosa.

En esa esquina
del corazón
nebulosa
que pese
al murmullo metálico
y cierta
lluvia de pájaros oscuros
atrapamos
la hora exacta
de la partida
bajo la piel
fotografiamos
aquel tren que no volvería
ese sonido
del origen.

Ese indescifrable lenguaje


de las flores
en que por ejemplo
una estación de trenes
es un río
o un océano de nuevos sentidos
y que sólo
queda contemplar
inmóvil
su último
oleaje.

56
RELOCA EL CAMPO DE LOS INGENUOS

Éramos tan felices en los campos de


Reloca

éramos tan ingenuamente felices


en plenos ochenta cuando
en los subterráneos
de
la larga
y angosta
faja de tierra
el delirio
sangraba cuerpos.

En Reloca en el patio los tíos


hacían competencias de brisca y escoba.
Primas y primos
como una manada de perros y gatos
volábamos como pollos sin cabeza.

(Mientras un tío nn en un bosque


del abuelo resucitaría por los 90
en Playa Girón de Silvio Rodríguez.)

Éramos tan ingenuamente felices


cabalgando arriba de chanchos y perros
la primera vez que nadé en Reloca
fue arriba del Hippie
un cabello overo
de nubes
blancas y marrones
de esos que cabalgan entre el griterío
de indios
en las películas de vaqueros
de un lejano Oeste cada
vez más cercano a los personajes del campo.

57
Éramos ingenuos en Reloca.
Tontamente
bellamente
ingenuos.

Por años la única señal era la radio


aquel universo sonoro
donde las palabras
erizaban la piel
como las narraciones
de ángeles y fantasmas
de la Tía Julia.
Una mujer que tenía la fuerza de un cometa
y una voz encantadora
para domar sus 8 criaturas.

Ingenuos y bellamente tontos


Sólo un partido de Cazely y el Pato Yañez
o el Festival de Viña eran la señales
de cierta estratosfera más allá
de los cerros de Reloca.

Éramos tontamente ingenuos


Para ver el Festival de Viña
el tío Tato cabalgaba toda una mañana a Chanco
y esperaba en posición
de monja un día o dos
para cargar la batería
que daría energía
vital al televisor Bolocco
y luego el tío Willy
el más joven
se entregaba al azar del viento
rezando a garabato limpio
para sintonizar
la voz de Antonio Vodavonic
o la sapiencia de Julio Martínez.

Éramos ingenuos y tontos


hasta ciegos en los campos de Reloca.

Creíamos en las fantasías del abuelo.


Frente al Faro Carranza
un submarino alemán
una cárcel de agua
extendida por los abismos
de Chile.

58
Reloca multiplicada por cientos
campos
en las coordenadas geográficas
de una memoria
sin raíces
ni donde posar la cabeza

Todo Chile era


una casa de agua
evaporada entre las cordillera de los Andes
y un Pacífico violento.

Es más fácil ser líquido


evaporarse
como ese submarino
fantasma
de una guerra
en el fondo del Pacífico

Éramos tontos
e ingenuos
y felices en los campos de Reloca.

Embarcados
en un naufragio de tierra
y de barro
y de sal
y de sol
y de horizonte
sin saberlo
pero con la sensación
de vivir bajo
los efectos
de un televisor a color.

59
V

MAMÁ Y
EL REINO DE AGUA

Pero mamá,
¿acaso no hay gente también
que solo vive para
ver las cosas hermosas?

María Luisa Bombal ( Casa de Niebla)


MAMÁ Y EL REINO DE AGUA

Mamá, no creo en las palabras


gotas de lluvia bajo
la infamia del Ojo postizo.
Me cansa la geometría
de la trenza, el jumper
pegado al cuerpo
a la sala de clases.
Tatuada. Al control de lectura cotidiano
de unos cuervos sin ojos.
Ser trozo de carne
pasarela y gemido para aquellos bancos
de la plaza atestados
de manadas de ojos erectos
de ladridos.
Me cansa la risa gaseosa, el payaso de turno
el que me ve en la cama
en la cocina limpiando la mierda.
Me cansa que un verso
de amor sea
líquido entre las piernas.

Mamá, vivimos en un reino


de tierra, y sangre.
Prefiero las dimensiones del agua
y que el mundo se evapore
como en un acto de magia
llenar el mundo de magas
que saquen caballos de los sombreros
de las carteras espadas. Descolonizar
el mundo apócrifo. Las plazas, los bancos
las salas de clase.
Arrancar la raíz de los ojos
quedar en posición de esqueleto
para ver el mundo.

En las coordenadas del reino de agua,


las palabras estallan
tan sólidas asoman
como terremotos en las manos.
Es decir, poseen
la fuerza de un golpe de puño
el sonido de un rayo para romper la cárcel
que llevamos dentro.

62
COPIA DEDICADAS A LA TÍA MARÍA

Una copia diaria


en el cuaderno de caligrafía
para afinar la letra y los pensamientos decía la tía María.

En la vieja cocina de Bascuñan nº 464


mientras hacía fuego en un brasero.
La manada de crías escribiendo
como si se nos fuera la vida.

Afinando la semilla,
decías - pensando que luego seríamos árboles.

La tía María tenía un Sagrado Corazón en su cuarto


como símbolo que ella no era de este mundo.

En la soledad del invierno de Cauquenes


bajando a las profundidades
de cualquier pozo
su mano extendida.

Nos vio romper la tierra, lanzado raíces


al aire
es decir, el futuro ese fantasma
moderno y posmoderno.

Se fue cuando ensanchábamos los troncos.


Ninguna respuesta lógica
del Sagrado Corazón
Hay ecuaciones
tras el viento
que despiertan todo tipo de sospechas
y una literatura barata
enumera explicaciones
fórmulas añejas
como si la vida no fuera ya un espejismo matemático.

El día menos pensado abriste la puerta al océano


ese mar misterioso
que se zampa todo.

63
A ciencia cierta
se que un poema no puede contener
la luminosidad
de tu sonrisa
ni la extensión
continental de tus abrazos.

El agua es lo más parecido


al espíritu.

Y el mar se hace más reconocible


cuando te lo has bebido
todo.

Las migraciones del agua


o del espíritu
posado en mi sangre
torna
que aunque todavía no
me acerco a la altura
o a la profundidad
del árbol.

Me recreo
en la memoria
vuelvo al cuaderno
de caligrafía
y la palabra mar se me hace más
ancha
y la palabra María tiene
un sonido
un fuego que no se desvanece
con nada.

64
PINGÜINA

Mi mamá era de cierto


llena de cicatrices
el abuelo
abrió la puerta del mar cuando ella era una cría.

Nada de doncellas
Ni barbies.

Hay que romper el espejo


y si salpica la sangre
bébasela.

Hay que tomar en serio el universo vegetal:


el árbol da fruto sólo cuando muere.

Envuélvete en la tierra
que es lo más parecido a la sangre.

Nos lanzó al mar sin fondo


pero aprendimos a traducir las ventoleras como decía ella

A leer el puelche, ese viento infame


que traía lluvia en los momentos inesperados

Los libros son las armas revolucionarias


cuando apenas teníamos sólo la colección de revista Ercilla
que todos los miércoles traía en su triste bicicleta Don Mañungu

Hijita estudie, Hijita estudie


repetido en un ritmo cansino.
Una y otra vez.
Hijita estudie, Hijita estudie

65
Nada de yugos.

El horizonte
en este pueblo
es cuadrado
y plano
geométricamente
inverso para las mujeres.

¡Hijita estudie!

Las flores en los espejos son embrujos


rómpelo
y si salpica la sangre
bébasela.

66
EL PESCADOR DE COLMENAS

Don Antonio pescador de colmenas está cansado de tanta

acumulación de aire en las palabras, que ya no dicen las palabras de

tanto aire acumuladas. Pero no se cansa del aire, del caminante, del

reposo, del prado intacto.

Dice que le fatiga el aire en los fantasmas. Las antorchas prefiere;

aquel perro lobo luna líquida. No cree en los aplausos: hombres de

aire que te abrazan en sonido muerto. Ríos de tiempo se marcan en

su espalda pero aún sus manos permanecen de pie.

Vive en la panza de sus cacerolas, en el movimiento solar de sus

cucharas. Habita en un tornado diminuto, en las cenizas del carbón

que fue raíz de almendra, transita en la naranja caída del sol, en el

roble consumido por las brasas, en la polilla que sigue surcando

sombreros, en la mirada aceituna de la abuela.

Cree en su caballo: animal devorador de ríos y montañas. Ahora se

contenta con la ventana, la mirada silente de sus pupilas.

67
Cree en la risa del adulto niño: aquel diablillo encarnado, con el

llanto somnífero de la abeja. Ahora se alegra con los riachuelos de

leche en la harina que se desplazan en una tarde que no es una

tarde sino la vida. Si fue poeta, fue el más rico de todos. Nunca le

faltó el pan y el agua. El perro y el caballo.

Don Antonio, pescador de colmenas, goza sentado, contemplando

el transcurrir de sus horas. Ve como se detiene la tarde y con sus

alas al aire es un búho de arroyo, se eleva como águila de aire. Del

fondo de un roble contempla sus días que se expanden por el valle.

La voz de la tórtola se ancla en una nueva estación. Y en un

arpegio de miel se desliza en la extensión de sus palabras: hoy es

tiempo de segar poesía, hoy el tiempo será siempre.

68
A LAS RANAS SE LAS COMIERON LOS
EUCALIPTUS

Era la primera ingeniera de árboles de la generación de


una universidad del sur de Chile. En un mundo de hombre
era la machi. La abuela Rosa había tatuado en mi piel la
capacidad de traducir los olores de las hierbas cuando los
bosque estaban llenos de ranas.
Llantén, Menta, Manzanilla, y Boldo en sincronía con mi
tacto y mis venas.

Cada verano cuando volvía a casa. Mis hermanos


pequeños me informaban de las transformaciones
ecológicas. Cada verano iban desapareciendo las ranas de
todos los ríos de Cauquenes y Chanco. Cada verano del
río Reloca iba desapareciendo el caudal de mi infancia.
Evaporado.
Parecía más un desierto de Marte.

Sólo los Ruiles


árboles únicos iban dando la lucha. Pero el resto iban
desapareciendo como las ranas frente a nuestros ojos.
Sólo quedaban las diminutas lagartijas.

El dios Mammón emerge hasta en los lugares más


insospechados.

69
En los pasillos de las fábricas de papel, en los áticos de
Chile. Alguien toma el control y decide exterminar los
árboles silvestres de los campos de Reloca.

Pero hay ciclos de destrucción masiva


radiaciones que pasan por nuestra orilla.
Inadvertidas, porque estamos engarzados a la
a ciertas imágenes postizas.

No recuerdo bien el año


o el momento. Pero nunca más volvieron las ranas a los
ríos ni a los bosques de la Costa.

La dieta de los insecticidas fue arrasando la infancia, y


nuestra mirada vegetal se la zampó un holograma, una
postal. Los eucaliptos y pinos se engulleron el agua
mezclada con la civilización de las ranas.

En su Apocalipsis se llevaron fragmentos de memoria


territorios líquidos que ya no volverán.
A las ranas
se la comieron los Eucaliptos.

70
EL PATIO DE AGUA

Y el patio se llenará
de un cielo vertical.
Una
llama
de tiempo
donde cabe el color
rojo de mi rubbik

La combinación exacta para


completar la migración

del agua.
En el ojo del patio
la abuela traduce del viento
el lenguaje
de los ángeles.
Y el patio se llenará
de libélulas y abejas
flores al vuelo.
Cabros chicos que
sueñan en ser árboles
frente al peso de las estatuas.
Y el patio se llenará
de sol y fuego

Bajo
la geología
de la trenza
se ancla
como memoria
como ventana
como veleta
de espíritus
un magma oceánico
que refresca
la piel para dar el siguiente paso de agua.

71
ÍNDICE

LA MEMORIA DEL VIENTO

Historia Universal de una trenza 8


Primavera 1957 9
Invierno 1945 10
Otoño 1960 11
Primavera 1978 12
Primavera 1967 13
Otoño 1950 14
Invierno 1988 15
Primavera 1963 16
Invierno 1977 17
Primavera 1985 18
Otoño 1985 19
Invierno 1985 20
Otoño 1998 21

DECÁLOGO SILENTE

I 24
II 25
III 26
IV 27
V 28
VI 29
VII 30
VIII 31
IX 32
X 33

PENÚLTIMOS ATARDECERES

00/00/06 36
00/00/05 37
00/00/04 38
00/00/03 40
00/00/02 41
00/00/01 42
00/00/00 43
CORTE

Corte 46
La risa de un 4 de septiembre 49
4 de octubre 51
El último tren (1974) 53
Reloca el campo de los ingenuos 57

MAMÁ Y EL REINO DE AGUA

Mamá y el reino de agua 62


Copias dedicadas a la tía María 63
Pingüina 64
El pescador de colmenas 67
A las ranas se las comieron los eucaliptos 69
El patio de agua 71

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