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2. SEXUALIDAD HUMANA.

2.1. El ser humano: ser comunitario por naturaleza.

La concepción clásica afirma que el hombre es un ser social por naturaleza. Al referirnos al ser hu-
mano como una persona comunitaria por naturaleza, debemos comprenderlo desde sus elementos
constitutivos, los cuales fueron explicados en el módulo anterior.

El ser humano por su “intersubjetividad” necesita dialogar, es decir, existe en relación a un tú. Y
para relacionarse con un tú es necesaria “la manifestación”, la cual se refiere a la capacidad de
darse, expresarse y mostrase a través del cuerpo, el lenguaje y la acción. Y por su “libertad”, por ser
dueña de sus actos, y tener “capacidad de dar” encuentra su realización como persona entregando
algo de su “intimidad” de una manera singular, única e irrepetible dada por su “identidad, como
elemento definitivo de ser persona.

Es así como el ser humano existe en relación con los demás; la persona toma conciencia de sí mis-
ma y existe, por tanto, plenamente como persona solamente a través de la relación con los otros 1.
El escenario de la existencia humana es una constante apertura a los demás, por el contrario, la so-
ledad que impide relacionarse y darse a los demás significa en la persona una frustración radical. El
individuo, para desarrollar una vida verdaderamente humana, debe vivir en relación con los demás.
Así pues, se puede concluir que el hombre está hecho para con-vivir, ya que la convivencia es un
medio imprescindible para la perfección y la felicidad del ser humano 2.

En su relación con los demás se descubre como varón o mujer. Y en cuanto tales, se hace cons-
ciente de la existencia de dos formas de estar en el mundo.

2.2. Ser varón - ser mujer.

Hablar del ser humano en cuanto a varón y mujer corresponde, en pocas palabras, a referirse a
la sexualidad humana. La naturaleza de la persona humana está encarnada en la realidad de ser
varón y ser mujer, y de esta manera se dan dos formas de estar en el mundo. Son igualmente per-
sonas (intimidades individuales y espirituales) e igualmente humanas (corpóreas). ¿Dónde radica
esta condición diversa? Lo que en rigor se modaliza en forma sexualmente diversa es la corporei-
dad. Sin embargo, como vimos anteriormente, la persona humana es una unidad de cuerpo y alma,
por lo tanto, la totalidad de la persona se modaliza sexualmente.

1 K. Wojtyla, Persona y Acción, BAC, Madrid 1982.


2 Jose Ángel García Cuadrado. Antropología Filosófica. Eunsa. P. 165

1
La existencia de personas masculinas y femeninas son las dos formas de ser persona (varón y
mujer) y abarcan la totalidad del ser humano, no sólo su dimensión física. La sexualidad humana
es un todo y no una parte; reducirla a lo corpóreo exclusivamente es empobrecer a la persona y el
amor sexuado.

Profundizando en la condición sexuada, es evidente que las personas acontecemos como varones
y como mujeres, lo cual nos divide en dos clases y no en dos especies, pues esto llevaría a un
problema gravísimo porque la reproducción se da entre seres de una misma especie. Pero tampo-
co podemos considerar la diferenciación sexual como meramente accidental. Julián Marías es el
primer filósofo que piensa sobre esta diferenciación sexuada y propone el concepto de instalación,
ya que abarca el modo específico de estar cada uno en su propio sexo de una manera estable y
permanente, es decir, en una realidad sexuada.

La vida humana aparece en dos formas, disyuntivamente, ya que no están separadas sino refe-
ridas, vinculadas. “Cada sexo co-implica al otro, lo cual se refleja en el hecho biográfico de cada
uno. Diremos entonces que la condición sexuada no es una ‘cualidad’ o un ‘atributo’ que tenga cada
hombre, ni consiste en los términos de la disyunción, sino en la disyunción misma (...) No puedo
entender la realidad ‘mujer’ sin co-implicar la realidad ‘varón’, y por supuesto, a la inversa”.3

Julián Marías establece la diferencia entre lo sexual y lo sexuado para aclarar la instalación. Al
hablar de la actividad sexual, nos referimos a una porción muy limitada de la actividad humana;
mientras que la actividad sexuada está presente en el ser humano desde su concepción hasta su
muerte, y afecta la integridad de este durante todo el tiempo y en sus distintas actuaciones. Es
realmente una instalación. Dice el profesor Marías: “Yo estoy en mi sexo, es decir, en mi condición
de varón, instalado en ella; es mi manera de estar viviendo, el modo concreto de mi mundanidad,
de mi corporeidad, de todas las demás instalaciones. Desde mi instalación vivo vectorialmente, pro-
yectándome en diversas direcciones, (...) y primariamente me proyecto desde mi sexo hacia el otro.
La condición sexuada, lejos de ser una división o una separación en dos mitades, que escindiese
media humanidad de la otra media, refiere la una a la otra, hace que la vida consista en habérse-
las cada fracción de la humanidad con la otra (fracción, porque la sexualidad ‘rompe’ la totalidad
humana en dos partes que se reclaman, cada una de las cuales presenta su línea de fractura o,
lo que es igual, su intrínseca insuficiencia)”. 4 Es por tanto que la sexualidad humana significa una
clara disposición hacia el otro, y esto nos deja entrever que la plenitud humana reside en el “ser
para otro” y no se alcanza sino en la comunión con un tú.

3 Julián Marías, Antropología Metafísica, Madrid, Editorial Revista de Occidente, 1973, p.146
4 ibid., p-149-150

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Si bien es cierto que varón y mujer tienen en común la libertad y la dignidad humana, están dota-
dos de inteligencia y voluntad, tienen la capacidad de darse, etc., esto quiere decir que en esencia
cuentan con una misma naturaleza que adquiere unos matices diferentes según se expresa en
masculino o femenino, y se manifiesta en unos caracteres diversos entre varones y mujeres que
están inscritos en el conjunto de la persona humana y son como siguen:

a. Configuración cromosómica: La explicación del origen de la diferenciación lo indican las


ciencias biomédicas cuando explican que cada ser humano es varón o mujer por el par del
cromosoma 23 (XX o XY). Sin embargo, en el posterior desarrollo intra y extrauterino es
importante la acción de las hormonas 5 que determinan el desarrollo sexuado e influyen en
el proceso del sistema nervioso, configurando de modo diferencial el cerebro 6.

b. Órganos corporales: Otro de los caracteres diferenciales son los órganos destinados a la
procreación. El sexo es una forma biológica de reproducción de las especies, la cual conlle-
va a unas funciones biológicas diferentes, según los sexos, en la procreación, gestación y
alimentación de las crías 7.

Esta diferenciación corporal se ve reflejada en una morfología anatómica y corporal diferente, que
se complementa con diversos rasgos psicológicos, afectivos y cognitivos.

c. Morfología anatómica: La condición sexuada se manifiesta en una distinta morfología ana-


tómica. Así la mujer tiene la pelvis ancha, los pechos abultados, distinta proporción del tron-
co y las extremidades, menor estatura, aparato esquelético y muscular más pequeño, tejido
adiposo más abundante, aparato fonador más delicado. De igual forma, el desarrollo de la
mujer y del hombre se dan en tiempos diferentes: la pubertad llega unos dos años antes en
las mujeres que en los hombres.

d. Rasgos psicológicos, afectivos y cognitivos: La sexualidad humana modula la psicolo-


gía y la vida intelectual. La diversidad del varón y de la mujer está referida a un comporta-
miento con una mayor o menor frecuencia o intensidad de sus acciones.

Las diferencias psíquicas están dadas en intensidad y tonalidad. La mujer es más afectiva, más
detallista, más sensible, más emotiva; en cambio, el hombre vibra menos. El hombre es monofocal
y la mujer es multifocal.

La educación y el ambiente pueden modificar ciertos rasgos en el varón o la mujer. Sin embargo,
en general se puede diferenciar la vida de modo masculino o femenino.

5 Cita Blanca Castilla. Complementariedad varón-mujer. Instituto Ciencias para la Familia. Ediciones Rialp. 1993, p-14 ibid.
P-16
6 ibid.
7 Yepes, Stork. Fundamentos de Antropología. Sexta Edición. Eunsa 2003

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2.3. Persona masculina - persona femenina.

Por masculinidad y feminidad se entienden aquellos contenidos que la reflexión humana atribuye,
de modo espontáneo, a la realidad perceptible de ser varón y mujer 8. Se es varón frente a la mujer
y viceversa. Cada uno está referido al otro, son dos estructuras recíprocas; existen personas feme-
ninas o masculinas. “El sexo no se reduce a la pura genitalidad, sino que cada persona es sexuada
en todo su cuerpo y, por tanto, en todo su ser. Es sexuada desde su concepción y sexuada se va
desarrollando tanto intrauterinamente como cuando vive en sociedad”. 9

Es un imperativo intentar definir qué es lo femenino y qué es lo masculino para potenciar el hecho
de que cada uno, desde su propia instalación sexuada, se proyecte y enriquezca al otro y a la so-
ciedad; llegando simultáneamente a su propia plenitud.

La doctora Blanca Castilla, al comentar la cita de Julián Marías donde afirma que la condición
sexuada consiste en “una referencia recíproca intrínseca: ser varón es estar referido a la mujer, y
ser mujer significa estar referida al varón” 10, dice: “Son como la mano derecha respecto a la mano
izquierda: si no hubiera más que manos izquierdas, no serían izquierdas”. 11

Se impone un cambio de paradigma, no se trata de plantear la cuestión en términos de igualdad


como reconocimiento de la misma dignidad, y la diferencia como de su negación. Así como cada
ojo tiene la misma naturaleza, también es cierto que cada uno aporta una agudeza y un enfoque
de visión.

2.3.1. Características femeninas y masculinas.

Es evidente que ser mujer y varón evidencia una diversidad complementaria, la cual se puede
comprobar por los avances en el estudio del cerebro humano.12

Feminidad y masculinidad se reclaman permanentemente para complementarse, enriquecién-


dose a todo nivel. Para evidenciar tal complementariedad, podemos referir al profesor Cristián
Conen quien explica:

“Cada hemisferio cerebral (izquierdo y derecho) se subdivide en cuatro lóbulos que se denomi-
nan, según los huesos que los envuelven, en frontal, parietal temporal y occipital”. 13

8 Blanca Castilla. Complementariedad Varón-Mujer. Instituto Ciencias para la Familia. Ediciones Rialp. 1993, p-14
9 ibid. P-15
10 Marías, Julián. La Mujer y su Sombra. Alianza Editorial, Madrid, 1987
11 Blanca Castilla y Cortázar, Op. cit., pp. 12 – 13.
12 Cit. C. Conen. Claves para saber amar. E. Berrueta, Congreso Internacional de Educación Sexual, Guatemala, Febrero 2007
13 Citado por C. Conen. Tortora- Grabowski, Principios de Anatomía y fisiología, Oxford, 2002. P.469

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En el lóbulo frontal radica la base cerebral del razonamiento. Se advierte una maduración an-
terior en la mujer respecto del varón, así como una mayor integración en ella de la afectividad
con la racionalidad, lo que le permite identificar mejor sus emociones y sentimientos, y conocer
las intimidades personales más fácilmente.

En el lóbulo temporal reside la base cerebral de la capacidad de hablar y de escuchar. Se ha


comprobado científicamente que la mujer habla un promedio de 10.000 a 13.000 palabras por
día, mientras que el varón habla solo 4.000 al día. La razón de esta significativa diversidad
radica en que la mujer transmite sus sentimientos hablando y, ante ello, necesita convencer
más. Cuando el varón tiene un problema, a diferencia de la mujer, lo guarda en su intimidad.
Por eso tiene menos necesidad de expresarse y esto incide en su capacidad de escuchar: solo
resiste a dosis de conversación cortas y si esta se prolonga en algún momento, desconecta
su atención.

En el lóbulo occipital se encuentra la base cerebral de la diversidad existente entre el varón


y mujer en el sentido de la vista. La mujer tiene una mirada periférica mientras que el varón
posee una visión focalizada. Por eso, muchas veces el esposo no encuentra objetos que están
cerca pero no exactamente en el mismo lugar indicado por la esposa, lo que puede llegar a
causar enojo.

En el lóbulo parietal radica la base cerebral del sentido del tacto y su diversidad radica en un
mayor desarrollo de este sentido en la mujer. Esto tiene relación con la activación de su impul-
so sexual a través de la forma adecuada como es tocada.

En el hipocampo se encuentra la base cerebral de la memoria y su diversidad explica que la


mujer pueda recordar detalles de la vida ordinaria que, contrariamente, al hombre le resulta
más difícil memorizar (nombres, fechas, etc.).

El análisis de la diversidad masculina y femenina de los ganglios basales permite entender la


mayor conexión entre el pensamiento y la acción en la mujer, que le dificulta, por ejemplo, irse
a acostar a pesar de estar agotada porque el sentimiento de malestar ante el desorden impulsa
a la acción de ordenar.

La mayor conexión entre los dos hemisferios del cerebro permite a la mujer hacer varias acti-
vidades al mismo tiempo. El hombre se focaliza en una actividad y, recién al terminarla, realiza
otra acción. Puede comprobarse esta diversidad advirtiendo el bloqueo de conducta que se
produce en un hijo varón cuando su madre le manda hacer cinco cosas al tiempo.

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2.3.1.1. Características femeninas.

a. Gracilidad:

De la interioridad podríamos desprender su permanente cuidado por lo “íntimo” y lo cercano.


Su cuidado por crear un cálido ambiente de hogar, que se manifiesta en mil detalles mate-
riales y afectivos, son claves para distinguir entre un hogar y un hotel. Dice Julián Marías:
“La mujer es -quiero decir, una vez más, tiene que ser- grata y agradable, y esa gracia es
gratis, un don gratuito -una gracia - inestable e inseguro, casi milagroso. Conviene no pasar
por alto la impresión de ‘inverosimilitud” que produce al hombre el espectáculo de la belleza
femenina, algo sorprendente, asombroso; que parece que se va a volatilizar. Y esa gracia
es algo alado, ligero, opuesto a la gravedad del varón: gracilidad quiere decir delgadez,
esbeltez, gracia y levedad al mismo tiempo. Esa impresión de fugacidad de la mujer, ese
carácter improbable, fugitivo, huidizo, como si fuera a echar a volar, es la versión sensible de
su condición biográfica. ‘La naturaleza del ala es levantar hacia lo alto las cosas pesadas’,
decía Platón. Es decir, lo grave; concretamente la gravedad del varón. Por eso la misión de
la mujer es tirar hacia arriba -de sí misma y del hombre rendido de ella, prendido de ella-.
Por eso, la mujer nunca está enteramente presente: no pesa del todo sobre el suelo, tiene
el pie ligero, frecuentemente parece asustada porque va a salir huyendo -pero no es que
sea cobarde, al contrario, es que se atreve a ir muy lejos y a llevar al hombre, atraído en su
persecución-. Por eso es “interesante”, invita a alcanzarla y a retenerla para “ver cómo es
por dentro”, ya que su realidad, en lugar de manifestarse abiertamente, está oculta, celada,
negada, en forma de interioridad en su grado superlativo: intimidad. El “pudor” de la mujer
es lo que rezuma de su intimidad, lo que descubre y denuncia su interés”.14

b. Cuidado especial por el necesitado:

En primera instancia por el hijo. “La maternidad, ya desde el comienzo mismo, implica una
apertura especial hacia la nueva persona; y este es precisamente el ‘papel’ de la mujer. En
dicha apertura, esto es en el concebir y dar a luz el hijo, la mujer ‘se realiza en plenitud a
través del don sincero de sí’”.15

c. Dulzura y suavidad en el trato:

Son necesarios para cuidar maternal y femeninamente al débil. Es la capacidad especial de


conciliación que se deriva de ese cuidado por el otro, y que se traduce en una permanente
actitud de unir, poniendo las personas por encima de situaciones aun objetivamente compli-
cadas de resolver.

14 J. Marías, Op. cit., p. 177, citado por Ana María Araujo de Vanegas en “Pensamiento antropológico de Julian Marías”, Bogotá́ ,
Universidad de la Sabana, 1992, p. 101.
15 Juan Pablo II, Op.cit., pp. 65 – 66.

6
d. Intuición:

Llamada por algunos sexto sentido y que tantas veces genera en el varón la sensación de
que es ilógica.

e. Afectividad:

El profesor Juan Antonio López Pérez, al considerar las diferencias entre el conocimiento
femenino y masculino, establece que se podría hablar de dos modos fundamentales de
conocer: el abstracto y el afectivo. El primero abrió la puerta a la metodología estricta del
conocimiento que lleva a la ciencia y que llevó, además, al racionalismo y a la sobrevalora-
ción de lo científico y lo experimental. El segundo que podríamos, en el caso más elemental,
llamar memoria, se refiere a las vivencias y a las cosas que nos han ocurrido. Este método
de conocer interpreta las vivencias. “La afectividad de la mujer es más rica que la del hom-
bre, abarca más detalles, es más profunda. En cambio, en el hombre la racionalidad es más
fuerte” 16. No se le niega al uno ni al otro la racionalidad ni la afectividad, se trata de enfatizar
en el predominio de los modos en que cada uno se conoce, lo cual suele otorgar al varón
la sensación de que la mujer es ilógica al pretender acercarse a ella desde la lógica formal.

f. Necesidad de hablar y de ser escuchada:

Recurso a veces utilizado para entender lo que le sucede y que ayuda a buscar caminos de
solución.

2.3.1.2. Características masculinas.

a. Valor o fortaleza:

Dice el profesor Marías que “al varón le pertenece como virtud propia la andria, el valor o
‘fortaleza’; si no la tiene, se siente ‘en falta’ y por debajo de sí mismo... Esta fortaleza no se
reduce a mera fuerza física ni tampoco al potencial sexual, ya que el ‘poder’ humano con-
siste en otras muchas cosas: astucia, inteligencia, prestigio, experiencia, autoridad, aplomo,
capacidad de expresión o la aptitud para revelar -o fingir- esas facultades mediante la pala-
bra y el rostro. Como se puede observar, los ingredientes de la fortaleza son de múltiple ori-
gen: biológico, psicológico, social, religioso, etc.” 17 Esto le otorga una gravedad maravillosa,
un aplomo que la mujer tiende a elevar con su fragilidad.

16 Juan A. Perez López


17 xx

7
b. Espíritu emprendedor:

Tal vez se pudiera decir que el varón suele ser más emprendedor, más conquistador; mientras
que ella es más resistente, una actitud que quizá le venga de esperar al hijo nueve meses.

c. Actividad más cinética (movimientos):

d. Contacto intelectual con el entorno:

Suele ser discursivo, lo que le otorga una gran seguridad en sus conclusiones.

e. Introversión:

Se manifiesta ante estados emocionales de gran intensidad, durante los cuales suele reple-
garse a pensar y a discernir. No le agrada ser interpelado durante ese proceso.

f. Vulnerabilidad a los estados de ira.

g. Constructor, viajero, inventor.

Antonio Vásquez Vega recoge algunas diferencias entre varón y mujer, las cuales resume en el
siguiente cuadro 18:

MUJER VARÓN

• Se le conquista por el oído. • Se le conquista por la vista.


• Le gusta ser conquistada. • Le gusta conquistar.
• Es dependiente. • Es independiente.
• Intuitiva. • Racional.
• Se da una unidad con el cuerpo mucho más fuerte, • Su cuerpo le resulta algo casi externo a él, y en
una vivencia que está dentro de sí misma, y en consecuencia, tiene movimientos mucho más
consecuencia, otorga una elegancia mayor. bruscos y menos armónicos.
• Relaciona toda la información que dispone, • Visión parcial de las cosas que necesita tratar de
consiguiendo así una visión global de las cosas. modo diferente.
• Madurez más precoz que la del hombre. • Madurez más tardía.
• Interés por las personas. • Interés por las cosas.
• Más sensible y humana. • Deseo continuo de transformar el mundo que le
rodea.

18 VÁZQUEZ Vega, Antonio. Noviazgo para un tiempo nuevo. Hacer Familia. 2 Edición. Madrid. 1998. Pág18

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MUJER VARÓN

• Triangula mejor las situaciones. La línea recta es • Convierte cada situación en un reto al que debe
solo uno de los muchos caminos para llegar a un enfrentarse.
sitio. Cuando se rinde es porque ha vencido.
• En lucha consigo mismo en su deseo de cambiar
• Guardiana de valores. él mismo y de transformar el mundo.
• Comunicativa. • Introvertido.
• Mayor voluntad. • Mayor convencimiento intelectual.
• Defecto dominante: la envidia. • Defecto dominante: la soberbia.
• Virtud dominante: la generosidad. • Virtud dominante: la nobleza.
• Se conmueve. • Se emociona.
• Seduce y desarma. • Conquista y lucha.
• Le gusta que se la comprenda. • Quiere que se le convenza.
• Sexualmente: secundaria. • Sexualmente: primario.
• Sexo siempre unido al cariño. • Puede actuar sexualmente sin afecto.

2.4. Igualdad, diversidad y complementariedad.

El hecho de ser varón o mujer, si bien implica una radical igualdad ontológica, también involucra esa
incuestionable realidad de que en la vida no encontramos “seres humanos”, sino mujeres y varones
de cuerpo y alma, personas concretas con modos de ser: persona masculina o persona femeni-
na. Julián Marías habla de ese ser varón porque se está siéndolo frente a la mujer, y se es varón
o mujer íntegramente. Esto no implica en absoluto que existe una subordinación o dependencia,
sino una relación entre iguales. Sería tan grave caer en el igualitarismo como en la subordinación.
El ser diversos conlleva a una reciprocidad que supone dos modos de ser mutuamente referidos y
complementaros.

El profesor Cristián Conen analiza el tema de la sexualidad humana y afirma que entre hombre y
mujer existen dos planos de igualdad y uno de diversidad. “Somos igualmente personas e igual-
mente personas corpóreas, pero la integridad de lo que somos como personas corpóreas esta mo-
dalizado diversamente, masculinamente y femeninamente, y en esta diversidad existe una riqueza
complementaria”. 19

El ideal es que tanto la mujer como el varón lleven a plenitud sus rasgos femeninos y masculinos,
en sí mismos y en la sociedad, con el fin de ir alcanzando la armonía en su igualdad, diversidad y
complementariedad.

19 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Argentina. 2012

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2.5. Sexualidad humana, ¿igual que sexo animal?

La sexualidad humana es una realidad personal que muchas veces es malinterpretada, a tal punto
que, generalmente, al hablar de ella se hace reseña únicamente al aspecto biológico que la compo-
ne. “La sexualidad pertenece al ámbito de la persona y alcanza en el hombre su máxima dignidad.
La sexualidad humana no pertenece solamente al campo de la biología o de la fisiología; la sexua-
lidad humana, sin dejar de serlo, sin perder su componente físico, se espiritualiza”.

Sin embargo, al hablar de sexualidad humana, primero que todo, vale la pena diferenciarla del sexo
animal.

SEXUALIDAD HUMANA SEXUALIDAD ANIMAL

1. Receptividad sexual permanente de la mujer. 1. Receptividad únicamente en épocas de celo.


2. Copulación frontal. 2. Copulación no frontal.
3. El ser humano ama y expresa el amor a su pareja 3. Copulan como respuesta a su instinto de
en la intimidad sexual. Es un acto unitivo. reproducción.
4. Al ser unitivo llama a la procreación. 4. Al ser una respuesta instintiva solo responde a la
reproducción de la especie.
5. El ser humano necesita de cuidados postnatales
prolongados. Es indefenso: si no se le cuida 5. Dan a luz a crías que no requieren cuidados
muere. prolongados.
6. La bipedestación reduce el diámetro de la pelvis 6. Son cuadrúpedos, con amplia pelvis, y el cráneo
de la mujer; sin embargo, la cavidad cerebral del de la cría es menor que el diámetro de la pelvis.
hijo es mucho mayor que en los animales.

Para el animal, el sexo tiene una función puramente reproductiva, interviniendo los niveles que lo
conforman, así:

• El nivel biológico que le permitirá perpetuar la especie. La única razón de la copula animal
es la de reunir los gametos masculino y femenino que le posibiliten reproducir otro animal
idéntico a sus progenitores.

• El nivel psico-afectivo se identifica con los comandos instintivos y bajo los señalamientos
de la naturaleza que determinan épocas especiales de celo, permitiendo para tal proceso los
distintos rituales de apareamiento dispuestos en la genética de cada especie animal única-
mente para el fin reproductivo.

Ser varón y ser mujer no es ser macho o hembra: la sexualidad del hombre no se atañe solo al
cuerpo, sino también al espíritu; puesto que ambos pertenecen a la unidad de la persona. 20

20 Ibid.

10
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos entonces pasar a definir la sexualidad humana haciendo
referencia al conjunto de condiciones que se desligan de las dimensiones del ser humano, caracte-
rizando al varón y a la mujer en toda su unidad.

En la sexualidad humana como acto conyugal, interviene toda la unidad de los esposos determi-
nándose de la siguiente manera:

• Nivel biológico: Genitalidad. La genitalidad es el aspecto corporal de la sexualidad con-


yugal. La sexualidad contiene a la genitalidad, pero la genitalidad no puede contener a la
sexualidad en su totalidad. Aunque una haga parte de la otra, no se pueden equiparar en
sus enunciaciones; nunca podrán ser lo mismo.

• Nivel psico-sexual: Romanticismo. Aquí intervienen los aspectos “estéticos” que dispo-
nen a los esposos a la transmisión y recepción de afectos, sentimientos y emociones de
gozo y de regocijo. Se componen de frases y palabras cálidas, tiernas y amorosas; de una
preparación que despierte el agrado en el otro (perfumes, colores agradables, atuendos es-
peciales, etc.), detalles dulces y encendidos. Este aspecto es indispensable dentro y fuera
del proceso del acto conyugal (durante el día a día de los esposos), pero nunca se debe
confundir con los episodios o palabras de contenido pornográfico y de erotomanía que son
la degradación del romanticismo.

• Nivel espiritual: Amor. Es una característica única de los seres humanos, la cual es indis-
pensable durante todo su actuar y su vivir. Posibilita al ser humano a que alcance la felicidad
y fundamenta las razones de ser de la sexualidad que son la común unión y la procreación.

La realidad de la persona masculina y femenina da a la existencia del varón y la mujer unas pecu-
liaridades diversas en el modo de ser y comportarse; sin embargo, como todo en la naturaleza, la
condición diversa encierra una finalidad específica que da sentido a la condición sexuada.

Podemos hablar de una tendencia natural de atracción entre varón y mujer dada por la naturaleza
humana. Su condición diversa los hace al mismo tiempo complemento el uno del otro. Por tanto, el
fin de la sexualidad humana es convertir al hombre y a la mujer en “comunión de amor”.

2.6. Personalizar la sexualidad.

Hemos ya repetido en varias ocasiones que la persona humana es una unidad de cuerpo y alma.
La persona se expresa a través del cuerpo, pero dicha manifestación para que aporte al crecimiento
como persona requiere de un aprendizaje: aprender a comer, hablar, escribir, etc. Sin educación,
la persona comerá bruscamente como una animal que ante el hambre responde alimentándose de
manera instintiva, y así sucesivamente. Por lo tanto, todo tipo de expresión requiere de un cuerpo
bien entrenado, y dicha educación es la forma de personalizar el cuerpo, de convertirse en expre-
sión de una intimidad libre, única e irrepetible.

11
Lo mismo sucede con la sexualidad humana. Es necesario educarla para que mediante el dominio
del cuerpo, de los instintos y de los impulsos; por medio de sus potencias superiores, la persona
humana se convierta en expresión adecuada de su capacidad de entrega. “Sin la educación, la
sexualidad, como cualquier otro aspecto del cuerpo, actúa a nivel simplemente animal; no es capaz
de expresar la personalidad espiritual.” 21

2. 7. El corazón como centro de afectividad y sexualidad humana.

La condición sexuada que a la persona humana acompaña determina una específica forma de ser
y estar en el mundo. Dicha condición permea todos sus actos, desde los más elementales hasta
los más elaborados.

Sexuada es la manera de sentir de un ser humano, como sexuada es su forma de amar; siendo esta
condición la que configura una afectividad física, psíquica y espiritual, que unidas a la inteligencia y
a la voluntad (asexuadas) constituyen el núcleo mismo de la persona -o corazón- del que emanan
todos los actos personales.

“La sexualidad plenamente humana debe entenderse como la


capacidad de relacionarse la persona entera con las demás de modo
abierto, sereno, gozoso, constructivo” 22

Alfonso López Quintás

21 GOTZON, Mikel, Saber amar con el cuerpo. Ecología Sexual. Sexta edición. Ediciones Palabra. Madrid.2002
22 Alfonso López Quintás. El amor humano. Su sentido y su alcance. Edibesa. Madrid.1994. Pág. 181

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