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CUADRANTE PHI N°28

2015, Bogotá, Colombia

PROPIEDAD E IGUALDAD EN LA TEORÍA


POLÍTICA DE ROUSSEAU

Carlos Mario Portillo Hoyos


Pregrado en filosofía
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia
cmportilloh@unal.edu.co

Resumen:

En este artículo analizamos la forma en la que la teoría política de Rousseau conjuga la


defensa de la propiedad y la exigencia de igualdaden el establecimiento de la
comunidad política. Para ello empezamos caracterizando la forma en la que se introduce
la desigualdad entre los individuos y las formas que asume. Posteriormente exploramos
la importancia de la propiedad en la constitución del pacto social ymostramos cómo la
tensión entre la desigualdad introducida por la propiedad privada y la igualdad que
requiere la comunidad política se resuelve en el modelo republicano.

Palabras clave: Rousseau, propiedad, igualdad, libertad, sociedad, república,


contrato.

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Abstract:

In this paper we analyze the way in which Rousseau’s political theory combines the
protection of property and the requirement of establishing equality in the political
community. To do this we start by characterizing the way in which inequality between
individuals and the forms it takes is introduced. Later we explore the importance of
ownership in the constitution of the social pact and, finally, we show how the tension
between inequality introduced by private property and the equality that requires the
political community is resolved in the republican model.

Keywords: Rousseau, property, equality, freedom, society, republic, social contract.

En este artículo nuestra atención estará dirigida a determinar el lugar que Rousseau le
asigna a la propiedad y a la igualdad en su planteamiento político. Como es sabido, este
aspecto del pensamiento de Rousseau ha dado lugar a numerosas interpretaciones y
señal de ello es la diversidad de posturas políticas que lo reclaman como suyo. Nuestro
interésaquí será dar una interpretación de la forma en la que se funden tanto la defensa
de la propiedad privada como la defensa de la igualdad en la teoría política
rousseauniana, para lo cual partiremosde los que se consideran sus trabajos políticos
fundamentales: El contrato social y los Discursos.Veremos el lugar yla importancia de
tales aspectos dentro de su concepción políticay las diferenciasque lo separan de otros
teóricos modernos. Para ello empezaremos analizando la forma en la que surge la
desigualdad tal como la explica Rousseau y veremos cómo es posible el establecimiento
de las tres desigualdades fundamentales: moral, económica y política.Posteriormente
exploraremos la importancia de la propiedad en la constitución del pacto socialpara
luego mostrar cómo la tensión entre la desigualdad introducida por la propiedad privada
y la igualdad que requiere (y a la que aspira) la comunidad política se resuelve en el
modelo republicano.

1. Igualdad natural y el surgimiento de la desigualdad (I)

La teoría política de Rousseau parte, como la mayoría de las de su tiempo, de una


determinada postura acerca del estado de naturaleza. La importancia del

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establecimiento de este punto de partida era más o menos evidente: si se quiere


establecer un orden político adecuado se debe empezar por conocer la naturaleza
humana. Esta idea se halla presente en muchos de los autores de los siglos XVI y XVII:
en Hobbes, con su detallado análisis de la constitución humana; las famosasdemandas
de Spinoza y Maquiavelo de considerar a los hombres como realmente son; o Locke,
que al principio del Segundo tratado afirmaba que “para entender el poder político
correctamente, y para deducirlo de lo que fue su origen hemos de considerar cuál es el
estado en el que los hombres se hallan por naturaleza” (Locke,1994: 36;secc. 4).

Ahora bien, la concepción del estado de naturaleza enRousseau es significativamente


distinta de las de los autores antes mencionados y basta con sólo leer las primeras
páginas del Discurso sobre el origen de la desigualdad para darse cuenta de ello. La
acusación fundamental, haber trasladado el estado de sociedad al estado de naturaleza:
“los filósofos que han examinado los fundamentos de la sociedad han sentido la
necesidad de remontarse hasta el estado de naturaleza, pero ninguno ha llegado hasta él.
[…] Hablaban del hombre salvaje y pintaban al hombre civil” (Rousseau, 1980: 206-
207). Así, frente a los modelos políticos dicotómicos de sus predecesores, Rousseau
procederá a partir de una perspectiva tricotómica: estado de naturaleza, estado de
sociedad y estado político,donde el estado de naturaleza se ubica en un estadio “previo”
a los que habían planteado autores anteriores, lo cual explica en buena medida que, a
diferencia de estos, para Rousseau el estado de naturaleza no sea un estado de caos sino
que sea considerado como la edad dorada de la humanidad.

En ese estado natural que presenta Rousseau la desigualdad se encuentra muy poco
desarrollada, pues cuando la hay se refiere a meras características físicas sin mayor
relevancia. Además, como el hombre natural no entra en relación con los demás, esas
diferencias que les podrían llegar a poner en ventaja o en desventaja tienen muy poca
importancia. De ahí la idea según la cual “la desigualdad es apenas sensible en el estado
de naturaleza y su influencia es casi nula” (Rousseau, 1980: 247). No obstante, el autor
tiene en mente mucho más que la igualdad física cuando habla sobre el tema, pues su
análisis también implica que todos los hombres son naturalmente igual de ‘valiosos’.
Para Rousseau los hombres participan en la misma medida de la naturaleza humana,
por lo que tambiénse puede hablarde una cierta igualdad ‘moral’ natural.

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Ya en el siglo XVIII afirmar que los seres humanos son biológicamente iguales era un
lugar común, lo verdaderamente interesante de la teoría de Rousseau es su postura
frente a las desigualdades artificiales y la formaen que se crean. Además, característico
de su punto de vista es su introducción de un componente ‘humano’ en su noción de
igualdad. En el estado de naturaleza los hombres valen lo mismo y, aunque la palabra
“valor” en cierto sentido implica una relación social, para Rousseau cada hombre tiene
el mismo valordesde una perspectiva objetiva, independientemente de cualquier
consideración social1. Esta idea es lo que fundamenta la indignación y el desprecio que
siente Rousseau hacia la desigualdad que introduce la sociedad civil y cuya eliminación
será uno de los objetivos fundamentales de la república.

Ahora bien, con el aumento del número de habitantes los individuos se habrían visto
obligados a formar comunidades permanentes para facilitar el desarrollo de sus
actividades. Con esto sería posible el reconocimiento de las diferencias y, con ello, la
comparación entre unos y otros. Es allí cuando las diferencias empiezan a ser
importantes, pues se convertirán en los elementos determinantes para la formación de
conceptos de superioridad, excelencia o preeminencia. Para decirlo con las palabras de
Maurizio Viroli, “cuando el hombre deja la esfera de lo puramente natural entra a un
mundo donde la comparación es norma” (2002:70)2. La identidad individual, que hasta
el momento no existía, se empieza a formar a partir de las opiniones de los demás.

2. El surgimiento de la desigualdad

Los individuos en sociedad empezaron a verse sometidos a una estratificación a partir


de los atributos considerados socialmente más valiosos. Esta es la respuesta a la
cuestión que se plantea desde el inicio del segundo Discurso. Pero para nuestro
propósito lo que hay que retener de todo esto es que el tránsito de la igualdad moral a
la más absoluta desigualdad es natural, si bien no existe por naturaleza. Es decir, la
desigualdad no obedece a artificio alguno, sino que es consecuencia de las pasiones que
el hombre posee naturalmente. Por esta razón no parecería errado decir que, desde una

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Y no podía ser de otro modo, ya que los seres humanos en el estado de naturaleza “no conocían […] ni la vanidad,
ni la consideración, ni la estima, ni el desprecio” (Rousseau, 1980: 240). Esta idea de conferir un elemento moral a
los hombres en el estado de naturaleza, donde sólo son poco más que animales, no deja de ser desconcertante. Al
respecto Bernhard Groethuysen afirma que la peculiaridad de este punto de vista se debe a que el hombre natural de
Rousseau tiene lo que les falta a los otros hombres naturales: un alma (1985: 14).
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Todas las traducciones son mías.
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perspectiva rousseauniana, la desigualdad es inherente a la sociedad humana. Esta


primera forma de desigualdad se produce como consecuencia de un sentimiento que
pertenece a todos los hombres: el deseo de distinguirse de los demás y de ser apreciado
por ellos. Debemos ahora examinar el surgimiento de las desigualdades económica y
política.

La forma en la que Rousseau expone el surgimiento de la desigualdad económica


resulta bastante elemental: algunas personas más hábiles sacaron mayor provecho a su
labor, lo que les permitió ganar más que los demás, que seguían teniendo justo lo
necesario para vivir. De esta manera, las diferencias naturales entre unos individuos y
otros “se vuelven más sensibles, más permanentes en sus efectos, y comienzan a influir
en igual proporción en el destino de los particulares” (Rousseau, 1980: 261). Así las
cosas, la mayoría de individuos empezaron a depender de una pequeña minoría, a los
que tuvieron que someterse para poder obtener su sustento. De ahí en adelante la
riqueza se convertiría en otra característica fundamental dentro de esa estratificación de
la que hablamos anteriormente3.

Ahora bien, la desigualdad que introduce cada uno de estos dos tipos de considerandos
es completamente diferente, pues mientras las características que dan lugar a la
desigualdad moral están, en buena medida, al alcance de todos los individuos,
indudablemente no sucede lo mismo con la riqueza. En este sentido, la desigualdad
moral está más sujeta a modificaciones. Viroli expresa esto de una forma excelente:
“mientras la [desigualdad moral] es fluida y está sujeta a variación, la desigualdad social
toma la forma de una estructura permanente” (2002: 95). Por último, debemos resaltar
que la desigualdad económica a la larga será el fundamento de todas las demás.
Rousseau es claro al señalar que al ser las cualidades personales el origen de todas las
demás desigualdades, “la riqueza es la última a la que se reducen a la postre, porque
siendo la más inmediatamente útil al bienestar y la más fácil de comunicar, se sirven
cómodamente de ella para comprar todo lo demás” (Rousseau, 1980: 281).

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No obstante, con respecto a esta situación Rousseau afirma que el “rango y la suerte de cada hombre” se
establecerían “no sólo con arreglo a la cantidad de bienes y al poder de servir o perjudicar, sino con arreglo al
espíritu, la belleza, la fuerza o la destreza” (Rousseau, 1980: 262).
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De acuerdo con Rousseau, el establecimiento de la desigualdad no podía tener como


resultado sino el surgimiento de la insatisfacción entre la mayor parte de los individuos.
Todo esto trajo como efecto inseguridad y violencia; en suma, “el más horrible estado
de guerra” (Rousseau, 1980: 263). Fue entonces cuando el rico, “acuciado por la
necesidad, concibió finalmente el proyecto más meditado que jamás haya entrado en
mente humana: establecer el gobierno” (Rousseau, 1980: 265). En este acto
encontramos la causa de la tercera forma de desigualdad a la que pone fin la república.

En Rousseau, el pacto mediante el cual se establece el gobierno tiene poco en común


con el de los demás contra actualistas. Para él, dicho pacto no responde a un interés
común ni se lleva a cabo entre iguales. Desde el comienzo su institución estuvo a cargo
de los ricos, quienes se veían más afectados en el estado de guerra. Como afirma John
Plamenatz: “Rousseau está de acuerdo con Locke en que el gobierno se instituyó para
proteger la propiedad privada, pero se aseguró de aclarar: especialmente para proteger
la propiedad de los ricos” (Plamenatz, 1963, p. 369). Por otro lado, al contrario de lo
que sucede en la teoría de Locke, donde el contrato que pone fin al estado de naturaleza
se lleva a cabo entre individuos “libres, iguales e independientes” (Locke, 1994: 111;
secc. 95).Para Rousseau el pacto social por medio del cual se pasa del estado de
naturaleza a la sociedad civil organizada tiene lugar entre individuos desiguales, la
mayoría de ellos dependientes de una minoría de ricos. Así, pues, el contrato no
garantiza ni la vida, ni la libertad ni la propiedad de la totalidad de los individuos como
creía Locke; para Rousseau el pacto social no es más que una artimaña mediante la cual
se sometió, “para provecho de algunos ambiciosos, a todo el género humano al trabajo,
a la servidumbre y la miseria” (Rousseau, 1980: 266).

Cuando se ha establecido el gobierno se observa la tercera forma de desigualdad: la


desigualdad política. La idea se comprende fácilmente a partir de lo que hemos dicho
hasta el momento, por lo que no diremos más que unas pocas palabras sobre ello. Si la
iniciativa de los ricos fue la que dio origen al gobierno y éste se instituyó para
salvaguardar sus intereses, es evidente que serán ellos quienes tendrán mayor influencia
en el campo político. Como el mismo Rousseau afirma en su escrito sobre Córcega,
donde reina la desigualdad económica, si no son los ricos quienes gobiernan desde el
principio, en algún momento comprarán la autoridad de los magistrados. De acuerdo

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con Rousseau, en el momento en que un individuo es sometido por otro que tiene más
poder, la libertad desaparece por completo, pues la libertad es precisamente no estar
sujeto a una voluntad ajena (Viroli, 2002: 178). Si un individuo, a causa de su pobreza,
tiene que seguir los mandatos de alguien únicamente porque este es quien le provee sus
medios de vida, se es sencillamente un esclavo.

3. La propiedad como fin

Hasta este punto nos hemos concentrado en analizar los dos primeros estados en los que
se desarrolla la teoría social de Rousseau y las tres formas de desigualdad que se
introducen allí. Vimos también cómo desde el estado de naturaleza, donde el buen
salvaje vive siendo exactamente igual a los demás, se llega a una sociedad donde los
ricos ejercen su dominio absoluto sobre los desposeídos. El origen de esta situación, así
como de la mayoría de los males de la humanidad, dirá Rousseau, es el establecimiento
de la propiedad: “cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría
ahorrado al género humano quien […] hubiera gritado a sus semejantes: ‘[…] estáis
perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie’” (1980: 248).
Vamos ahora a detenernos en la forma en la que la república se propone remediar esos
problemas.

Desde las primeras líneas de El contrato social Rousseau afirma que su objetivo en el
libro será determinar si hay alguna forma “legítima y segura” de establecer el orden
social tal que tenga como punto de partida “a los hombres como son y a las leyes como
pueden ser” (2010: 57;I, prefacio). ¿Y cómo son los hombres? Desiguales, esclavos los
unos de los otros. La forma en la que Rousseau afirma que se puede solucionar esta
situación, que es el tema de El contrato social, será crear una nueva forma de
asociación que “defienda y proteja de toda la fuerza común a la persona y a los bienes
de cada asociado, y en virtud de la cual, al unirse cada uno a todos, no obedezca más
que a sí mismo y quede tan libre como antes” (Rousseau, 2010: 69; I, 6). En lo que
sigue veremos en qué consiste el pacto que da origen a esa nueva asociación, qué lugar
tiene en ella la propiedad y cómo, si la hubiese, se daría la desigualdad.

La única forma de asociación que puede dar como resultado una sociedad justa será
aquella en la que los individuos participen como iguales. Se observa así, desde el inicio,

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cuán distinto es el acuerdo que da origen al orden ideal de Rousseau, a la república, de


aquel por el que se instituye la sociedad corrupta. Y la primera pregunta inmediata es,
sin duda, cómo hacer que individuos desiguales queden ‘al mismo nivel’. La solución a
esta dificultad se encuentra expresada en la única cláusula del contrato social: “la
enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad”
(Rousseau, 2010: 69; I, 6). Rousseau mismo explica las implicaciones de esta
disposición: “al darse cada uno por entero, la condición es la misma para todos, y al ser
la condición igual para todos, nadie tiene interés en hacerla gravosa a los demás” (ibíd.).
Así, pues, si bien no es posible establecer una igualdad económica, el hecho de que se
establezcan exactamente los mismos derechos y obligaciones, sin importar el rango
social, debería servir como garante de igualdad. Despojándose los individuos de sus
derechos particulares, o aun de los que creen tener, se establece de entrada una cierta
igualdad. Pero esto es sólo lo referente a la igualdad previa al contrato, aún queda el
asunto más importante: ¿cómo entra el asunto de la igualdad-desigualdad en la sociedad
ideal descrita en El contrato social?

Como señala claramente Rousseau, uno de los objetivos fundamentales del pacto social
es la preservación de la propiedad de cada asociado. Y es que Rousseau, al igual que
Locke, cree que los individuos entran en la comunidad política siendo propietarios y
que el Estado debe garantizarles el derecho a disfrutar de sus propiedades. Para Locke,
el objetivo fundamental de la sociedad civil era salvaguardar la propiedad, término bajo
el cual él incluía la vida la libertad y las posesiones (Locke, 1994: 133; secc. 123); la
preservación de esas tres cosas son también el objetivo al que tiende la república en
Rousseau. Naturalmente, no deja de haber en la postura de Rousseau una cierta
contradicción, toda vez que en el Discurso sobre el origen de la desigualdad por poco
llega a maldecir la institución de la propiedad privada; sin embargo, en su planteamiento
el derecho de propiedad será tan sagrado como para Locke. De hecho, en el Discurso
sobre la economía política llega a afirmar que “el derecho de propiedad es el más
sagrado de todos los derechos de los ciudadanos, e incluso más importante en ciertos
aspectos que la libertad misma” (citado en Plamenatz, 1963:204). A partir de esto no
queda sino preguntarnos por qué Rousseau le asignó tanta importancia a la propiedad,
llegando a ponerla por encima de la libertad.

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4. Libertad e igualdad: la propiedad como medio

Rousseau se inscribe en una concepción del Estado que tiene su origen en la cultura
griega y que encuentra en la obra de Aristóteles su formulación teórica más importante.
Lo que nos encontramos en El contrato social es la idea de que la vida en el Estado es la
mejor forma de vida a la que pueden aspirar los individuos:

El Estado como un medio para la buena vida, y la vida del ciudadano como una forma
de esa vida buena: Rousseau revive estas ideas en El contrato social y hacen que el
espíritu de su filosofía política sea bastante diferente del de las filosofías de Hobbes y
Locke, a pesar de su enorme deuda hacia ellos. (Plamenatz, 2012, p. 166)

De ahí la importancia que Rousseau le asigna a la participación en los asuntos públicos.


Nada sería más odioso para él que una forma de organización política donde los asuntos
concernientes al pueblo fueran decididos por una minoría, incluso cuando esta haya sido
elegida por la voluntad de todos. Rousseau enarbola la democracia participativa frente a
la democracia representativa. Y es en este aspecto donde el planteamiento del ginebrino
resulta más alejado de la mayor parte de la teoría política moderna –representada sin
duda por el liberalismo–, que no vio en la vida bajo el Estado ni en la participación
política privilegio u honor alguno. Desde este punto de vista, hacer parte activa de una
comunidad política ni presuponía ni otorgaba una virtud especial. Por tanto, todo lo
relacionado con la esfera pública podía dejarse en manos de cualquiera que cumpliera
adecuadamente con el objetivo del Estado; en últimas, la política sería una obligación
que hay que asumir únicamente en aras de salvaguardar las libertades individuales
(Villaverde, 2008: 108).

El Estado es la mejor forma de vida posible porque es la única forma de vida que hace
posible la libertad. Desde la perspectiva rousseauniana se es verdaderamente libre
cuando se es parte de un Estado, pues sólo dentro de este los individuos no se ven
sometidos a la autoridad despótica de otro, sino que únicamente obedecen la ley: “llamo
[…] República a todo Estado regido por leyes, cualquiera que sea la forma de
administración; porque sólo entonces gobierna el interés público” (Rousseau, 2010:93;
II, 6).Las leyes son actos de la voluntad general y, en cuanto tal, son fruto de la
deliberación pública en la que han participado todos los ciudadanos. Por supuesto, para
que la ley sea expresión de la voluntad general no es necesario que todos los individuos

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hayan estado de acuerdo en cada punto, pues, como es bien sabido, en este caso se
estaría hablando más bien de la voluntad de todos. Lo que hace que una ley sea
expresión de la voluntad general es (1) que todos los ciudadanos hayan participado en
su creación, y (2) que tienda hacia el bien público. De ahí la definición de Rousseau de
la república como un “Estado regido por leyes, cualquiera que sea la forma de
administración; porque sólo entonces gobierna el interés público, y la cosa pública es
algo”; y a esto agrega más adelante que “el pueblo sometido a las leyes debe ser su
autor” (Rousseau, 2010: 93; II, 6).

Ahora bien, cuando existen grandes desigualdades económicas dentro del cuerpo
político, la posibilidad de que sirva para ejercer y garantizar la libertad se va
disminuyendo. A medida que aumenta la desigualdad en la sociedad y se hace mayor la
brecha entre ricos y pobres, las posibilidades de ser independiente desaparecen. A partir
de ese momento se vuelve a caer en la misma situación de la sociedad corrupta: los
pobres tendrán que venderse a los ricos y en la asamblea del pueblo prevalecerán los
intereses de estos; entonces la ley no será ya la expresión de la voluntad general
orientada hacia el bien común sino la expresión de la voluntad de unos pocos que
buscan sus propios intereses. Cuando esto sucede, no puede decirse que haya Estado o
libertad:

Cuando el nudo social empieza a aflojarse y el Estado a debilitarse, cuando


los intereses particulares comienzan a dejarse sentir y las pequeñas
sociedades a influir en la grande, el interés común se altera, y encuentra
quienes se oponen a él; ya no reina unanimidad en las votaciones, la voluntad
general no es ya la voluntad de todos, surgen contradicciones, debates, y la
mejor opinión no se aprueba sin disputas.
Finalmente, cuando el Estado, cerca de su ruina, no subsiste más que de una
forma ilusoria e inútil, cuando el vinculo social se ha roto en todos los
corazones, cuando el más vil interés se ampara descaradamente en el sagrado
nombre del bien público, entonces la voluntad general enmudece y todos,
guiados por motivos secretos, no opinan ya como ciudadanos, como si nunca
hubiera existido el Estado, y se hace pasar falsamente bajo el nombre de ley
decretos inicuos que no tienen otro fin que el interés particular. (Rousseau,
2010: 162; IV, 1)

¿Cuál debe ser, entonces, la relación de igualdad entre los ciudadanos para que la
independencia de cada uno no se vea afectada? “Que ningún ciudadano sea lo bastante
opulento para poder comprar a otro y ninguno lo bastante pobre para tenerse que
vender” (Rousseau, 2010: 107; II, 11).
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De acuerdo con Rousseau, el fin al que debe estar orientado todo sistema de legislación
debe ser preservar la libertad y la igualdad. La elección de la libertad se sigue de lo que
hemos dicho hasta el momento: ella es el fin del Estado. Por su parte, la igualdad se
presenta como la condición necesaria para alcanzar esa libertad. Como vimos, no debe
haber diferencias de riqueza demasiado grandes, pero no por eso cada individuo debe
tener la misma propiedad que los demás. Se trata sólo de que todos tengan lo suficiente
para no perder su independencia. En este sentido, la propiedad es sólo un medio para la
libertad, nunca un fin en sí mismo.

A partir de lo anterior se hace claro el sentido de la citada afirmación de Rousseau


según la cual el derecho a la propiedad llega a ser más importante que la libertad: si es
más importante es sólo porque es una condición necesaria para la libertad, el objetivo
último. Ahora bien, como vimos en la primera parte, la vida en comunidad siempre
tiende a establecer y profundizar la desigualdad; en El contrato social el mismo
Rousseau reconoce esto: “La fuerza de las cosas tiende a destruir la igualdad”
(Rousseau, 2010: 11; II, 11). Por esa razón es tan importante que el Estado tome
medidas políticas y económicas concretas para prevenir que esa desigualdad se vuelva
destructiva.

5. Conclusión

Nada más lejos de Rousseau que la idea marxista según la cual la comunidad verdadera,
la que hace posible el pleno desarrollo de cada individuo, necesariamente prescindirá de
la propiedad individual. La igualdad que propone Rousseau “no excluye la jerarquía ni
requiere que ningún hombre sea más rico o más pobre que otro” (Plamenatz,1963, p.
424). Como hemos mostrado, Rousseau no deja de ser un defensor de la propiedad. El
mismo Marx parece haber sido consciente de estas diferencias, pues cuando se refería a
Rousseau generalmente lo consideraba como un teórico de la pequeña burguesía que no
salió de las “robinsonadas” características del siglo XVIII.

El igualitarismo radical de Rousseau está referido únicamente a la dimensión política y


moral; en el plano económico únicamente se busca asegurar la independencia de cada
individuo y con ello su libertad y sus derechos de participación política. Así, la
republica que nos presenta Rousseau está sustentada en los dos pilares sobre los que

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osciló la mayor parte de la teoría política moderna: igualdad y propiedad, o, si se quiere,


lo común y lo individual. Ambos elementos serán imprescindibles para la consecución
del que hasta hace poco tiempo se consideraba el fin último de todo Estado: la libertad.

Bibliografía:

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