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La participación política de las mujeres en los procesos de paz en

Colombia

Presentado por:

María Camila Pérez Rodríguez

Natalia Montealegre García

Dahiana Melisa Bernal Bonilla

Lina Patricia González Malambo

Presentado a:

Clara Villanueva

Fecha:

17 de Septiembre 2018

FUNDACION DE ESTUDIOS SUPERIORES

MONSEÑOR ABRAHAM ESCUDERO MONTOYA

FUNDES

2018.
La participación política de las mujeres en los procesos de paz en

Colombia

(1982-2016)

Los conflictos entre las elites políticas y los sectores tradicionalmente excluidos de

la esfera pública persistían y salieron a la luz particularmente durante el paro cívico

Nacional del 14 de Septiembre de 1977, los sindicatos desafiaron el modelo bipartidista

tradicional y cuestionaron las políticas que el partido liberal diseñaba para la clase obrera.

Betancourt llego al poder en 1982, y desde su discurso de posesión, la posibilidad de

entablar diálogos de paz con los movimientos guerrilleros fue una bandera central en su

agenda.

La propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente surge en un momento bastante

tenso: Los intentos que realizó Betancourt para dialogar y negociar con los actores

armados fracasaron , porque guerrillas como las FARC Y el M-19 declaraban públicamente

su voluntad política para negociar con el gobierno, pero, al mismo tiempo coordinaban

acciones ofensivas contra del estado y se formalizaron guerrillas con el fin de expender sus

frente, Pero lo que más llama la atención de este periodo es el hecho de que se presenta un

cambio fundamental en la manera de pensar en el conflicto armado y en sus actores:

mientras bajo el gobierno de Turbay se pensaba en el conflicto como un problema de

insurgencia y orden público, Betancur establece la existencia de unos factores objetivos y

estructurales de la violencia, como la pobreza, y la exclusión, que debían ser abordados por

el estado para que el conflicto no continuara reproduciéndose. En el transcurso de este

proceso se realizaron reclamos de paz que estaban acompañados de exigencias para mejorar

la calidad de vida de las mujeres, las cuales incluían reflexiones sobre sus condiciones
laborales, la dificultad para acceder a servicios de salud y el impacto de la pobreza sobre la

vida de las mujeres.

Lo más importante de esta generación de mujeres es esa capacidad de imaginar un mundo

diferente. Capacidad que, a través de diferentes estrategias, se canalizo, entre otros temas,

hacia la incidencia en las negociaciones de paz que se llevaron a cabo de los años ochenta

en adelante en Colombia.

La persecución a líderes sociales, las detenciones, los interrogatorios y las demás torturas,

además de la estigmatización a la protesta fueron algunas de las consecuencias más directas

de esta política y del poder otorgado a las fuerzas armadas como jueces de orden social.

María Emma Wills, sostiene que las feministas de los años setenta realmente estaban

proponiendo otra manera de concebir el buen Gobierno, la buena vida, la vida en

comunidad, la vida en sociedad.

La época de Betancourt se caracterizó por ser una de las épocas con mayor participación

femenina. Se marcó un precedente en la historia de los procesos de paz en Colombia,

porque se incluyeron a las mujeres en las mesas de negociaciones.

Se creó una organización llamada “Colectivo de mujeres” donde se caracterizó por una

propuesta, presentado a la cámara de representantes, donde hubo la participación de 17

grupos de mujeres , se encontraban, sindicalistas, mujeres de partidos y líderes sociales,

con una agenda completa vinculando los derechos sexuales, reproductivos y con derechos

civiles y políticos para las mujeres. El feminismo ha encontrado espacios de negociación

importantes en las instituciones colombianas y, aun así, no ha perdido su posición

profundamente crítica del estado de cosas existente y de los arreglos y pactos sociales

desiguales que se construyen desde el estado.


La época de Samper (1994-1998) es recordado por la creación de la dirección

nacional para la equidad de las mujeres (Dinem) creada en 1995 en virtud para crear una

alianza estratégica entre la entonces senadora Piedad Córdoba y las organizaciones

feministas.

Piedad Córdoba senadora y ponente del Plan Nacional de Desarrollo, quien, como bien lo

indica María Emma Wills, “Logro, gracias a su destreza para manejar el congreso y el

apoyo de una bancada de mujeres parlamentarias, la inclusión de una entidad encargada de

coordinar las políticas de género: La Dinem caracterizándose por el nombramiento de Olga

Amparo Sánchez como directora, quien se centra en un quehacer político, en develar y

remover las situaciones de presión, subordinación e injusticia que viven las mujeres en la

defensas de sus derechos humanos. La fundación de la Dinem marca un cambio y establece

un compromiso de las instituciones con los problemas de género y con la interlocución con

las organizaciones feministas.

En participación femenina en el periodo presidencial de Andrés Pastrana (1998-

2002) se recuerda esta época por la movilización de mujeres y de feministas para incidir en

las negociaciones de paz que se llevaron a cabo, pero, por otro, también se rememora el

cierre de la Dinem, y la creación de la consejería presidencial para la equidad de la mujer,

se genera una ruptura con la institucionalidad y las mujeres feministas

Pastrana llega al poder con el objetivo de una búsqueda de paz, para iniciar un proceso de

negociación con las FARC, se dio la creación de una zona de distención ubicada entre los

departamentos del Meta y el Caquetá conocida como “El Caguan” con el fin de llevar a

cabo las negociaciones entre el Gobierno y la FARC.


A pesar de los acontecimientos Gloria Tobón (2016) “afirma que el proceso de paz de

Pastrana fue un ejercicio de participación, fue como una gran muestra de que las mujeres si

podíamos ser más que montonera, podíamos pensar y podíamos aportar, que las mujeres

podíamos escribir documentos y decir cosas importantes”.

El posicionamiento de esta perspectiva se dio gracias a las diferentes organizaciones

feministas y de mujeres que se movilizaron. Esto tiene unos antecedentes concretos: Gloria

recuerda que la red Nacional de mujeres comenzó a promover unas figuras de participación

llamadas consultas de mujeres, las cuales eran movimientos regionales que hacíamos para

consultar a las mujeres cuales eran los temas de la agenta para el proceso de paz y con esto

el Caguan se mantuvieron las tenciones entre las feministas autónomas y las que

consideraban importantes incidir en el estado: En ese momento la división era muy fuerte,

sobre todo porque ir al Caguan significaba ir a sentarse con los hombres armados .

Durante el Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) se cerró todo dialogo con el

movimiento feminista y la institucionalidad se quedó quieta en la movilización de las

agendas de género. El movimiento feminista inicio a entablar alianzas estratégicas con las

organizaciones de derechos humanos, con el fin de ejercer presión para que el discurso

oficial del gobierno se pusiera en cuestión; Claudia Ramírez hace un balance de esta

incidencia y sostiene que en esa época de Uribe las organizaciones de mujeres jugamos un

papel importante en hacer visible a nivel nacional e internacional la existencia y la

gravedad del conflicto, y las consecuencias de las víctimas, mostrando que hay mujeres

violadas.
Una de las características de este momento de tensión, que va a convertirse en una

herramienta clave de empoderamiento de las feministas es la manera en que ellas

comienzan a apropiarse y a personarse de los instrumentos internacionales para posicionar

sus agendas y presionar al estado en el cumplimiento de sus compromisos con el enfoque

de género, un ejemplo de esto es la expedición de la resolución 1325 en el 2000 por parte

del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esta resolución es particularmente

importante por considerar dentro de su propósito general que las mujeres logren una

participación paritaria y representativa en la prevención y solución de los conflictos y la

consolidación y el mantenimiento de la paz.

En el proceso de paz del gobierno de Santos (2010-2016) Las negociaciones de paz

comenzaron a marchar y la reelección se presentaba como una oportunidad para darle

continuidad al proceso que ya se había iniciado y sobre el que recaían múltiples

expectativas. Este proceso ha contado con testigos internacionales, representantes del

Gobierno, de las FARC, de las víctimas del conflicto y con expertos que han seguido de

cerca todas las etapas de las negociaciones. Con respecto a las mujeres, el recuento que

hace el portal Verdad Abierta del inicio de los diálogos de paz anota que las

conversaciones de la Habana empezaron sin mujeres. A un lado y otro de la mesa había

hombres hablando de terminar la guerra; y tras ellos, unas cuantas mujeres haciendo labores

de apoyo técnico como Elena Ambrosi, por el lado del Gobierno. Este panorama no se

quedó así: la presión de las organizaciones feministas y de los compromisos internacionales

del Estado colombiano en materia de equidad de género y no violencia contra las mujeres

llevo a que, finalmente, en el 2013, el Gobierno nombrara a dos mujeres plenipotenciarias:

Nigeria Rentería, quien en ese momento ocupaba el cargo de Alta consejera para la equidad
de la mujer, y María Paulina Riveros, directora de los derechos humanos del Ministerio del

interior.

Por presión de las organizaciones feministas y de mujeres se decidiera la creación de la

Subcomisión de Genero de la Habana que tendría a su cargo la incorporación del enfoque

de género en el proceso de paz, en todas sus etapas y en todos los acuerdos. Para ello, ha

sido central la participación de las mujeres víctimas, pues su perspectiva muestra la

importancia de pensar el conflicto desde los impactos diferentes que genera en hombres y

mujeres y, sobre todo, lo fundamental que es realizar pactos de paz que den cuenta de esa

diferencia.

Bajo el proceso de paz encabezado por el Gobierno de Santos se firmó oficialmente siete

acuerdos con las FARC, en los que aparece como firmantes 43 hombres y 8 mujeres, es

decir que las mujeres representaron aproximadamente un 15,69% del total de los

signatarios. De igual manera, más de 18 organizaciones de mujeres y feministas han hecho

acompañamiento y presencia en el proceso de paz, exigiendo mínimos y máximos en

justicia; exigen la incorporación de la perspectiva de género en todas las negociaciones y

acuerdos y la prevalencia del enfoque diferenciado como garantía de justicia para las

poblaciones históricamente discriminadas y azotadas por el conflicto armado.

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