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Fantasía cromática, y altercado.

Luego de darse un magnifico baño en el estanque, la Tortuga acaba de salir del agua y se
está sacudiendo para secarse, cuando aparece, quién si no, Aquiles.
Tortuga: Salud, Aquiles. Precisamente pensaba en usted mientras chapoteaba.
Aquiles: ¿No es curioso? También yo pensaba en usted, mientras paseaba por el parque.
Está todo tan verde en esta época del año…
Tortuga: ¿Le parece? Eso me recuerda una reflexión que quería consultar con usted.
¿Quiere conocerla?
Aquiles: Oh, me encantaría. Es decir, me encantaría siempre y cuando no vaya usted a
enredarme en una de sus pérfidas artimañas lógicas, señora T.
Tortuga: ¿Pérfidas artimañas? Me juzga equivocadamente, Aquiles. ¿Cómo podría yo
hacer algo pérfido? Soy un alma mansa, a nadie incomodo, y llevo una apacible y herbívora
existencia. Y mi pensamiento se limita a explorar las curiosidades y recodos del modo de
ser de las cosas (como las veo yo). Soy un humilde observador de fenómenos, que farfulla
trabajosamente sus palabras, de un modo poco espectacular, creo. Y, para tranquilizarlo aun
más acerca de mis intenciones, le diré que hoy no pensaba hablarle sino de mi propio
caparazón: como usted comprenderá, ello no tiene nada que ver - por donde se lo mire –
con la lógica.
Aquiles: Sus palabras me tranquilizan, señora T. Y, francamente, me siento lleno de
curiosidad. Así que me gustaría saber qué planeaba decirme, aun cuando no se trate de algo
espectacular.
Tortuga: Veamos… ¿Cómo empezar? Mmmm… ¿Qué le llama más la atención en mi
caparazón, Aquiles?
Aquiles: ¡Se lo ve maravillosamente limpio!
Tortuga: Gracias. Justamente acabo de bañarme, y de quitarle algunas capas de polvo que
se le habían acumulado durante el último siglo. Ahora puede usted apreciar cuán verde es.
Aquiles: Un excelente caparazón, saludablemente verde; es hermoso ver cómo resplandece
bajo el sol.
Tortuga: ¿Verde? No es verde.
Aquiles: Bueno, ¿no acaba usted de decirme que su caparazón es verde?
Tortuga: Así es.
Aquiles: Entonces, estamos de acuerdo: es verde.
Tortuga: No, no .es verde.
Aquiles: Ah, ya entiendo su intención. Usted está insinuándome que sus palabras no son
necesariamente veraces; que las Tortugas juegan con el lenguaje; que sus afirmaciones y la
realidad no son necesariamente coincidentes; que…
Tortuga: Nada de eso. Las Tortugas manejan las palabras como si fuesen sagradas. Las
Tortugas reverencian la exactitud.
Aquiles: ¿Y porqué, entonces, dice usted que su caparazón es verde, y que no es verde?
Tortuga: Nunca dije tal cosa, pero desearía haberlo hecho.
Aquiles: ¿Querría haber dicho eso?
Tortuga: En absoluto. Lamento decirle que estoy en profundo desacuerdo con usted.
Aquiles: ¡Pero eso contradice lo que dijo antes!
Tortuga: ¿Contradecir? ¿Contradecir? Jamás me contradigo. Eso no forma parte de la
naturaleza de las Tortugas.
Aquiles: Bueno, esta vez la he pescado, evasiva señora mía. La he pescado en una flagrante
contradicción.
Tortuga: Sí, presumo que tiene usted razón.
Aquiles: ¡Otra vez! ¡Ahora está volviendo a contradecirse! ¡Se ha sumergido tanto en la
contradicción que es imposible discutir con usted!
Tortuga: Realmente, no lo veo así. Yo discuto conmigo misma sin ninguna dificultad.
Quizá el problema sea suyo. Aventuraría la conjetura de que a lo mejor es usted el
contradictorio, y como está tan atrapado en su propia maraña, no alcanza a percibir hasta
qué punto se muestra incoherente.
Aquiles: ¡Qué sugerencia tan insultante! Voy a demostrarle que es usted la contradictoria, y
entonces quedará en evidencia que yo no puedo serlo.
Tortuga: Bueno, si es así, su tarea deberá consistir en excluirse de la contradicción. ¿Qué
puede ser más fácil que puntualizar una contradicción? Adelante… haga la prueba.
Aquiles: Mmmm… Ahora soy yo el que no sabe bien por dónde comenzar. Ah… ya sé.
Usted dijo primero que, (1) su caparazón es verde, y luego dijo que, (2) su caparazón no es
verde. ¿Qué más hace falta agregar?
Tortuga: Ahora hágame el favor de puntualizar la contradicción. Deje de andarse por las
ramas.
Aquiles: Pero… pero… pero… Oh, estoy empezando a darme cuenta. (A veces no soy muy
rápido de ingenio). Debe ser que usted y yo tenemos una idea diferente acerca de qué
constituye una contradicción. Ese es el problema. Bien, permítame formular esto muy
claramente: hay contradicción cuando alguien dice una cosa y al mismo tiempo la niega.
Tortuga: Una triquiñuela evidente. Me gustaría ver eso. Los ventrílocuos, probablemente,
sobresalgan en materia de contradicciones, cuando hablan por ambos lados de la boca,
digamos. Pero yo no soy ventrílocua.
Aquiles: Bueno, ¡lo que en realidad quiero decir es sólo que alguien puede decir una cosa,
y negarla, dentro de la misma oración! Esto no tiene por qué ocurrir literalmente en el
mismo instante.
Tortuga: Bien, pero usted no citó UNA oración, sino DOS.
Aquiles: Sí: dos oraciones, cada una de las cuales contradice a la otra.
Tortuga: Me entristece ver tan al desnudo la confusa estructura de sus pensamientos,
Aquiles. Primero me dice usted que una contradicción es algo que sucede en una sola
oración. Luego me dice que encontró una contradicción en una pareja de oraciones que yo
formulé. Francamente, las cosas han sido así, como se lo estoy diciendo. Su sistema de
pensamiento es tan erróneo, que se las arregla usted para no tener que reconocer su
incoherencia. Pero visto desde fuera se lo reconoce con la claridad del día.
Aquiles: ¡A veces llegan a confundirme tanto sus tácticas diversionistas, que ignoro por
completo si está usted discurriendo sobre algo totalmente trivial, o sobre algo significativo
y profundo!
Tortuga: Le aseguro que las Tortugas no emplean su tiempo en trivialidades. En
consecuencia, se trata de lo otro.
Aquiles: Estoy muy seguro de ello. Gracias. Ahora que he tenido un momento para
reflexionar, sé cuál es el procedimiento lógicamente necesario para convencerla de que se
ha contradicho.
Tortuga: Excelente, excelente. Espero que sea un procedimiento sencillo e irrefutable.
Aquiles: Sí que lo es. Inclusive usted estará de acuerdo conmigo. Fíjese: usted enunció
como válida la oración 1 ("Mi caparazón es verde"), y enunció como válida la oración 2
("Mi caparazón no es verde"): luego, usted enunciaría una oración compuesta que reúna las
oraciones simples mencionadas, ¿verdad?
Tortuga: Por supuesto. Es razonable . . . siempre que la forma de reunión sea
universalmente aceptable. Estoy seguro de que coincidirá conmigo en cuanto a esto.
Aquiles: ¡Sí, y así la pescaré de una vez por todas! La forma que propongo es . . .
Tortuga: Momentito; debemos ser cautos al reunir oraciones. Por ejemplo, ¿usted acepta
que "Algunos políticos duermen" es válida, ¿verdad?
Aquiles: ¿Quién podría negar eso?
Tortuga: Perfecto. Del mismo modo, "los ciudadanos se inquietan" también es una
expresión válida, ¿no?
Aquiles: Indudablemente.
Tortuga: Entonces , reuniéndolas tendremos : "Algunos políticos duermen o los
ciudadanos se inquietan"
Aquiles: Espere un momento… "¿Algunos políticos duermen o los ciudadanos se
inquietan?" Bueno, ·no… no me convence mucho.
Tortuga: Como puede comprobar, reunir dos oraciones verdaderas en una sola no siempre
es una política adecuada.
Aquiles: Pero es que usted las ha combinado de un modo . . .
Tortuga: ¿Qué tiene que objetar a mi combinación? ¿De qué otro modo debería haberlo
hecho?
Aquiles: Tendría que haber usado otra conjunción: "y". en lugar de "o".
Tortuga: ¿Yo "tendría"? Querrá decir que, si USTED tiene SU combinación, YO tendría la
mía…
Aquiles: No: es la combinación LOGICA. No tiene nada que ver conmigo personalmente.
Tortuga: Usted siempre consigue desorientarme, cuando recurre a su Lógica y a los
altisonantes Principios de ésta. Pero hoy no tengo· ganas de nada de eso, por favor.
Aquiles: Oh, señora Tortuga, no me haga vivir esta agonía. ¡Usted sabe perfectamente bien
qué es lo que significa "y"! ¡Reunir dos oraciones mediante una "y" es una cosa de lo más
inocente!
Tortuga: ¡Inocente! ¡Caramba, pero qué desfachatez! Ya no me cabe duda de que todo
responde al malvado designio de enredar a una pobre, inofensiva, mortificada Tortuga en
una contradicción fatal. Si eso fuera tan inocente, ¿por qué estaría usted tan
sospechosamente encarnizado en convencerme? ¿Eh?
Aquiles: Me deja usted sin habla. Me hace sentir un canalla, cuando en realidad no me ha
animado sino la mejor de las intenciones.
Tortuga: Eso es lo que todo el mundo piensa de sí mismo . . .
Aquiles: Me avergüenzo . . . de tratar de engañarla . . ., de usar palabras tramposas para
inducirla a contradecirse . . . Me siento una porquería.
Tortuga: Me parece muy bien. Sé lo que se proponía usted. Su plan era hacerme aceptar la
oración 3, a saber: "Mi caparazón es verde y mi caparazón no es verde". Y una falsedad tan
obvia es algo que repugna a la Lengua de una Tortuga.
Aquiles: Oh, lamento enormemente haber provocado todo esto.
Tortuga: No necesita disculparse. No estoy ofendida. Después de todo, estoy acostumbrada
a soportar en torno mío los métodos irracionales de todo el mundo. Su compañía me es
grata, Aquiles, pese a la falta de claridad de su pensamiento.
Aquiles: Sí . . . Bien, temo estar aprisionado por mis métodos, y no poder evitar el seguir
equivocándome una y otra vez, en mi búsqueda de la Verdad.
Tortuga: Este intercambio de ideas puede serie útil para corregir un poco esos métodos.
Buenos días, Aquiles.
Aquiles: Buenos días, señora T.

Tomado de: Douglas Hofstadter: Escher, Bach, Gödel: Un eterno y grácil bucle.

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