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CARTA ABIERTA A NUESTROS PASTORES

Estimados y carísimos Padres, cuyo ministerio sagrado les ha sido otorgado como Don
preciosísimo por parte de Nuestro Señor para su santificación y el servicio de su Santa Iglesia
Católica, configurándose con Él en la cabeza del cuerpo místico de Jesucristo. Les enviamos un
cordial saludo, a la vez que nos atrevemos, con vista en la dignidad conferida por nuestro
bautismo, a expresarles una gran inquietud y necesidad que agobia nuestras almas, abriendo
nuestro corazón les exponemos lo siguiente, esperando ser escuchados, nosotros, lo que no
tenemos voz, los laicos.

Hoy en día, es un hecho, que la tecnología permite un intercambio cuasi instantáneo de


noticias y acontecimientos a lo largo del planeta, por lo que de primera mano nos enteramos de lo
que acontece en la Iglesia en distintas partes del mundo, las decisiones que se toman, las posturas
de nuestros diferentes pastores a lo largo del mundo, así como sus desencuentros, sus
contradicciones, sus posturas contrarias y contradictorias en asuntos de Fe y pastoral, en resumen,
nos damos cuenta de un creciente caos presente y creciente que nos sugiere una verdadera
relativización de la verdad que nos confunde, divide y finalmente nos daña profundamente. Sé
perfectamente que estas situaciones pueden no ser nuevas, en el sentido en que siempre ha
habido diferencias, debates, y posturas, sin embargo, no existía la cobertura mediática con la que
contamos el día de hoy, por lo que ya es virtualmente imposible ocultar estas cosas, ya no es
posible es privacidad o discreción que gozaron otras épocas.

Podemos percibir que la Iglesia se ha dividido en por lo menos dos facciones hegemónicas,
con dos visiones de Fe difícilmente armónicas. Popularmente, son conocidas como facciones
tradicionalistas y progresistas. Donde parece ser que una de ellas busca considerar lo accidental
como substancial, mientras que la segunda busca considerar lo substancial como accidental.

Preguntamos, estimados Padre en la Fe, ¿en alguna de ellas se encuentra al auténtica Fe


Católica, o ambas representan una reducción ideológica de la misma? Debido a que encontramos
obispos, presbíteros, etc., de ambos bandos que, con mucho poder mediático, exponen visiones
de la Fe que no podemos conciliar, dejándonos a nosotros los laicos, en medio de una batalla
ideológica que nos coacciona a tomar un bando, considerando al otro como una especie de
“enemigo” “anticatólico” y dividirnos en lo que percibimos ya como una especie de cisma no
declarado y que se radicaliza a cada instante. Existen hermanos que han optado por alejarse de
ambos, viviendo su Fe sin escuchar a sus pastores, “a su manera” diríamos popularmente,
desencantado por este triste espectáculo, mientras que otros han caído ya en un indiferentismo
lacerante.

Parábola del Reino de los Girasoles


“Había una vez un rey tan bueno, tan bueno, tan bueno, que no se cansaba de
hablar de paz, amor y comprensión.

- Si todos somos hijos del mismo Padre Dios – solía repetir sin descanso –, ¿por
qué no hacemos el esfuerzo por comprendernos, amarnos y ayudarnos entre todos?
Entre nosotros la única ley que tiene que existir, tiene que ser la ley del amor.

Su grande aspiración era construir un reino de paz, amor y comprensión, donde no


hubiera violencia ni atropello alguno, sino puro amor y respeto entre todos.

- Y si alguien intenta hacerme algún daño – preguntó en alguna ocasión un


ciudadano de la calle –, ¿cómo tengo que reaccionar?

- Con amor – contestó el rey –, todo y siempre con amor.

- ¿Y si alguien me amenaza con una espada?

- Entrégale un girasol – volvió a contestar el anciano rey –. Con el amor, todo se


vence.

En realidad, en aquella región había muchos girasoles. Por lo tanto, a nadie le


resultaba difícil conseguir algún girasol, para cumplir con la orden del rey, en caso de
surgir alguna dificultad. Y así poco a poco, en el Reino de los Girasoles fue
desapareciendo el ejército, la guardia nacional y la policía. Hasta los tribunales salieron
sobrando.

- Cosas de otros tiempos – contestaban los funcionarios reales, cuando alguien se


quejaba por algún atropello recibido o algún problema que se presentara.

Pareciera que con la nueva ley todo iba a cambiar en el Reino de los Girasoles,
haciendo revivir la mítica Edad de Oro, cuando en el mundo había solamente gente
buena y no existía ningún tipo de maldad. Pero no fue así. En realidad, las cosas, en lugar
de mejorar, fueron empeorando cada día más. En lugar de haber más paz, armonía y
comprensión entre todos, aumentaron los robos, fraudes, estafas, y asesinatos sin que
ninguna autoridad se percatara de ello, aparentemente, ni tampoco interviniera
mínimamente. Ya nadie se preocupaba por saber si algo era bueno, malo, debido o
indebido. Todo era lo mismo, a la insignia del girasol.

Y así llegó al caos más completo, tanto que, hasta la fecha cuando se habla de
aquellos tiempos, se habla de la época más triste y desastrosa en la historia de aquel
país. Fíjense que en aquellos años por suma desgracia el Reino de los Girasoles sufrió una
grande invasión de parte de los pueblos vecinos y llegó a perder más de la mitad de su
territorio nacional, sin que nadie opusiera resistencia alguna, limitándose todos a ofrecer
girasoles a cualquier invasor armado que se les presentara.

Afortunadamente, el día menos pensado, cuando parecía que ya todo estaba


perdido, en el Reino de los Girasoles surgió alguien que, arriesgando su propia vida, lanzó
el grito: “Girasol con girasol, y espada con espada”. No obstante la apatía general, un
puñado de valientes patriotas siguió su ejemplo, dándose a la ardua tarea de parar a los
invasores, reconquistar los territorios perdidos y devolver el orden al país. Así empezó
una nueva época en la historia del Reino de los Girasoles, llamada la “Época de los
realistas”, en oposición a la época anterior, llamada la “Época de los soñadores”.”

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