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vueltAs 1J revueltAs
ProtestAs SociAles en ~olon1biA
1958-1990
Mauricio Archila Neira
~~clnep
Cra.5a. No. 33A-08
Bogotá, D.C .
. www.cinep.org.co
ISBN: 958-644-089-3
Noviembre de 2003
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
CONTENIDO
AGRADECIMIENTOS ........................................................................................ 7
PRESENTACIÓN................................................................................................. 13
INTRODUCCIÓN................................................................................................. 35
Thorías sobre la acción social colectiva ................. ... .......... .. .... .. ...... ..... .. ...... .... .. 38
¿y AméricaLatinaqué? ...................................................................................... 56
Balance de la producción académica colombiana .. .. ... .. ... .. .. .... .. ... .. ... ... ...... .. .. .. 61
Las categorías de análisis................................................................................... 73
En ese sentido, su libro representa una doble ruptura: la primera tiene que
ver con el significado político de la emergencia de los movimientos socia-
16 Mauricio Archila Neira
Por esta ruptura, algunos buscaron lecturas más híbridas como el neoes-
tructuralismo de Charles Tilly que relacionaba a los movimientos sociales
con el sistema político y el Estado como "estructura de oportunidades" de
la acción social colectiva, que enmarca y limita el repertorio de sus accio-
nes sin determinarlas: esta lectura permite rescatar la actividad del suje-
to y rechazar toda concepción de la acción social como algo constituido
20 Mauricio Archila Neira
Por otra parte, Archila analiza la manera como estas tendencias teóricas
se han expresado en América Latina y Colombia, donde se ha dado mayor
peso a los paradigmas identitarios y a una lectura menos ortodoxa del
marxismo, que llevó a otorgarle más importancia a la sociedad civil a
diferencia del marxismo tradicional, más centrado en el Estado. En el caso
colombiano, entre los años sesenta y noventa aumenta el interés por el
tema de los nuevos actores sociales: en los cincuenta, la temática estaba
centrada en la perspectiva desarrollista de la lucha contra la pobreza y el
atraso de los países del Tercer Mundo En los años sesenta, es muy impor-
tante la penetración del paradigma marxista, que se expresó en un análi-
sis marcado por el reduccionismo economicista y una lectura clasista de
los movimientos sociales que enfatizaba el protagonismo de la clase obre-
ra en ellos. Pero, gradualmente se abrió paso un esquema menos rígida-
mente clasista, basado en el populismo metodológico, que enfatizaba la
actividad del bloque popular, el conjunto de explotados y oprimidos, al
cual se trataba de extender el imaginario de la lucha de clases y el van-
guardismo de la clase obrera. En esos años, el panorama se complicó con
otras tendencias, una campesinista, influida por el maoísmo, y otra, la
teoría de la dependencia, que partía de la crítica cepalina al imperialismo
El acercamiento dependentista se apoyaba en una mirada más histórica
del desarrollo, pero desde la comparación centrada en el progreso mate-
rial según el modelo de los países centrales.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 21
Para el autor, en esta mirada más compleja el conflicto social deja de ser
bipolar, con malos y buenos previamente determinados por el enfrenta-
miento capital-trabajo, para convertirse en un campo caracterizado por un
complejo juego de intereses que pugnan por una sociedad justa. Tampoco
se identifican los movimientos sociales con las categorías de pueblo y lo
popular, que son conceptos polisémicos, que varían en el tiempo según los
actores que se incluyan y excluyan, y que se basan en la suposición de
una falsa homogeneidad de los que los constituyen. Señala Archila la trans-
formación latinoamericana de la categoría "pueblo", cuyo origen en la
Europa del siglo XIX asumía un supuesto actuar unificado del pueblo para
justificar la noción del constituyente primario de la nación y preservar la
tradición romántica contra el avance de las nuevas ideas, pero ahora era
retomado para encarnar la fuerza revolucionaria en América Latina de la
segunda mitad del siglo XX. Esta inversión política, derivada del romanti-
cismo o anarquismo más que del marxismo, se presenta aquí como un
intento de revivir "la búsqueda de un sujeto histórico revolucionario", lo
que distorsiona la comprensión de la acción social.
Pero, ·para el autor, incluso la izquierda legal tuvo dificultades para com-
prender conflictos sociales que no se amoldaran al criterio de la lucha de
clases y representaran a la pequeña burguesía, pues seguía imperando la
idea del vanguardismo obrero, a pesar de que se tenía algún trabajo con
campesinos y urbanos no proletarios. En la década de los setenta se pro-
dujo algún tipo de acercamiento a otros sectores sociales como los campe-
sinos e indígenas y a nuevos enfoques teóricos, pero sin lograr superar el
reto de entender a los movimientos cívicos pluriclasistas. Y la práctica
tradicional de los grupos de izquierda de buscar el control hegemónico de
las organizaciones sociales llevaba lógicamente a subordinar los intere-
ses sociales de ellas a su proyecto político y a instrumentalizar sus orga-
nizaciones y grupos. En teoría, los grupos de izquierda justificaban la lu-
cha por demandas sociales pero en la práctica se las subordinaba a la
línea política o militar: por un lado, privilegiaban la constitución de clases
sociales; pero, por otro, desconfiaban de los actores sociales de carne y
hueso, a los que trataba de "orientar".
Sin embargo, opina Archila, no todo fue negativo en la relación entre los
movimientos sociales y la izquierda, pues ésta proporcionó a los primeros
una orientación más política, con mayor proyección nacional y global, una
mejor formación política de líderes y activistas, que terminó fortaleciendo
la lucha reivindicativa. Lo mismo que le proporcionó una visión ética de la
sociedad y del cambio social en el intento de transformar en "virtuosa" la
política. Pero, esto no era obstáculo para algunas prácticas de corrupción
y cierta doble moral, que justificaba prácticas cotidianas de desprecio a la
24 Mauricio Archila Neira
Por otra parte, Archila recuerda, siguiendo a Jonathan Hartlyn, que una
de las características del Frente Nacional fue la no creación de organiza-
ciones populares que controlaran y canalizaran la movilización social por
medio de mecanismos corporativistas y, consiguientemente, su preferen-
cia por una política de desmovilización -de "divide y reinarás"- de los
sectores populares. Se da así una cierta integración política del sector
popular, pero con una escasa movilización de él por parte de los partidos
tradicionales. En ese sentido, sostiene Archila, este período puede ser ca-
racterizado por el abandono de la movilización de los sectores subalternos
por el Estado y los partidos tradicionales, que contrasta con lo ocurrido
entre los años treinta y cincuenta. Este abandono deja el papel incorpora-
dar de lo social en manos de las disidencias de los partidos, como el MRL
y la Anapo, cuyo carácter efímero los hizo incapaces de una verdadera
mediación.
Otro enfoque utilizado por Archila para acercarse al fenómeno de los mo-
vimientos sociales es el análisis de su contribución a la construcción de
identidades colectivas, ya que ellos permiten tanto el reconocimiento co-
lectivo del grupo como su proyección al futuro en un contexto de fragmen-
tación social y rechazo externo. Esta identidad significa la prioridad otor-
gada a una identificación entre otras múltiples para crear sentido de per- ·
tenencia. Así, los movimientos sociales no surgen como resultados de iden-
tidades esenciales o cuasiesenciales como la del "pueblo" o el "proletaria-
do" sino que son el producto de construcciones colectivas, "comunidades
imaginadas", que parten de referentes históricos ya dados. En esta cons-
trucción de identidades es fundamental la mirada relacional que contras-
ta lo de "adentro" con lo de "afuera", ya que la identificación propia es
alterada, validada o rechazada por actores y circunstancias externas. El
análisis de Archila sobre los movimientos cívicos, comunales, campesi-
nos, obreros, ambientales, culturales, religiosos, pacifistas y estudiantiles
hace evidente que su complejidad, heterogeneidad y evolución desborda
completamente los intentos de entenderlos a partir de identidades tradi-
cionales basadas en análisis de clase o desde una supuesta homogenei-
dad del "campo popular".
ción de nuevos sectores en la escena política. Esto hace que los nuevos
movimientos sociales incluyan nuevas alianzas más allá de las estrechas
demandas clasistas, lo que incide en la politización de la sociedad civil.
En ese sentido, la radicalización de las clases medias puede constituirse
en una estructura de oportunidad social, que terminaría por radicalizar el
conjunto de la sociedad. El problema de esta concepción radica en que
estos sectores medios no son homogéneos sino un subsector de grupos
presentes en la mayoría de los movimientos sociales analizados, cuya co-
hesión es obviamente producto de una lucha por inclusión social. Y el blo-
queo de sus anhelos de inclusión lleva a la radicalización de sus dirigen-
tes, que terminan como voceros autodesignados de intereses de otros sec-
tores excluidos, que expresan y dinamizan, como sucede en los casos del
magisterio y de los grupos estudiantiles. Pero esta dinamización del des-
contento de otros grupos, cuya vocería suplantan, produce resultados per-
versos: la educación pública pierde terreno frente a la privada, la universi-
dad se distancia de la sociedad y la movilización social queda inserta en
el canibalismo de la izquierda, sin poderse proyectar en un discurso plura-
lista de oposición. Esos sectores medios no constituyen pero sí orientan
sustancialmente las luchas sociales y las identidades de otros sectores
excluidos, ya que la frustración de sus expectativas políticas, económi-
cas, sociales y culturales como grupo educado y socializado en imagina-
rios internacionales, como los de la Revolución Cubana y de Mayo del 68,
los hace capaces de proporcionar un marco conceptual más amplio y uni-
versal a las luchas de otros sectores subalternos que buscan la inclusión
en la sociedad. Su heterogeneidad y mayores expectativas hacen posible
su mimetización en esos grupos para incorporar sus demandas con el pe-
ligro evidente de asumirse como vanguardias de la movilización social y
desconocer su autonomía.
Según Archila, el hecho de que las protestas analizadas rara vez rebasen
lo local y el interés particular no las invalida sino que las hace expresión
de la dinámica histórica concreta de los actores. En Colombia no se pre-
sentan las convergencias multitudinarias de otros países, pues nuestros
actores responden históricamente a las condiciones concretas de existen-
cia con las herramientas de las que disponen: pueden coincidir a veces
con la izquierda, pero su capacidad emancipatoria es más gris y cotidiana
de lo que muchos quieren o temen. Para el autor, el problema reside en las
expectativas que la emergencia de los movimientos sociales despertó en
algunos sectores de izquierda, a los cuales recuerda que no hay que espe-
rar la revolución para rebelarse contra la injusticia, ya que las protestas
analizadas son actos profundamente humanos, con connotaciones eman-
cipadoras aunque no necesariamente revolucionarias. En ese sentido, in-
siste en que los movimientos sociales no son el nuevo sujeto revolucionario
esencialmente emancipador: ellos no derrocan gobiernos sino que buscan
satisfacer necesidades en el marco de la sociedad presente, lo que implica
negociar y concertar, no imponerse por las armas.
sos del poder y contrapoder elaborados por los mismos sectores subalter-
nos. Pero ese acercamiento no significa que el investigador deba necesa-
riamente alabarlos ni decirles lo que quieren, sino que es necesario man-
tener o crear distancia crítica por medio de un análisis que sea capaz a la
vez de distinguir los significados de su acción y de dejarse llevar por una
simpatía con ellos que conduzca a descubrir un proyecto donde otros solo -
ven desorden. Así, el papel del investigador debe pronunciarse tanto con-
tra el pesimismo imperante como contra el triunfalismo.
En ese sentido, Archila reconoce el aporte del marxismo que sacó a los
intelectuales de la torre de marfil donde los había encerrado el modelo de
la ciencia positiva para hacerles comprender que su misión no era solo
entender el mundo sino transformarlo. Pero un nuevo problema surgió cuan-
do la versión leninista del marxismo le otorgó el protagonismo exclusivo a
una nueva elite iluminada depositaria de la verdadera ciencia. Las teorías
críticas desecharon el vanguardismo del proletariado y continuaron lata-
rea de descubrir la opresión pero seguían desconfiando de actores huma-
nos inmersos en el mundo de dominación. Habermas trata de romper ese
pesimismo al proponer encuentros entre investigadores y actores en el
mundo de la vida, pero sin cuestionar la capacidad interpretativa de los
primeros. Pero el pesimismo frente a la teoría se ha visto profundizado por
las vertientes postmodernas que llegaron a negar la posibilidad de buscar
la verdad, así se la postulara como relativa.
Fernán E. González G.
Agosto 5 de 2003
REPERTORIOS DE
LA PROTESTA
2
"La ley abre posibilidades, pero nada hay asegurado sin
la movilización de la gente" (Mercedes Balanta, líder
de la Organización de Comunidades Negras). 1
1
Entrevista en Arturo Escobar y Alvaro Pedroza, Pacífico ¿desarrollo o diversidad? ... pág. 282.
2
la forma como se construyó la base de datos y las definiciones operativas se encuentran en el Apéndice Metodológico.
3
Siguiendo aCharles 1illyy SidneyTarrow. por repertorios entendemos formas de luchas heredadas o inventadas que no se modifican
acorto plazo y que tienden areproducirse modulanmente. Ello incluye tanto la fonma en que se expresan como los motivos yproyec-
ciones públicas. En este capítulo nos centramos en la forma, y dejamos los otros aspectos para las siguientes secciones.
132 Mauricio Archila Neira
Gráfico 1
Acciones mensuales promedio
40
35
30
25
20
15
10
o
ENE FEB MAR ABR MAY JUN JUL AGO SEP OCT NOV DIC
La observación del gráfico 1 muestra dos ciclos al año, uno por cada se-
mestre, con sus respectivos puntos altos a mediados de cada semestre, y
bajos al comienzo, en la mitad y al final de año. Salta a la vista que el
ritmo de protesta está muy ligado, como es obvio, al calendario laboral del
país, por lo que enero y diciembre suelen ser bajos en acciones sociales. La
actividad académica también imprime su marca al disminuir relativamente
la conflictividad en el lapso intersemestral.
Aunque a lo largo del periodo estudiado los actores, las formas y los motivos
de las luchas sociales variaron mucho, hubo ciertas situaciones que tendían
a repetirse. Los años analizados se inician por lo común con lo que los go-
biernos llamaban "paz social" o "tranquilidad laboral". Fue muy común que
en los primeros días del año se produjera la agitación de diversos sectores
subalternos contra el costo de vida y en particular las alzas en las tarifas
del transporte, que a su vez eran presionadas por los empresarios del ramo
con la argumentación de que ellos habían sido afectados por los aumentos
de precio de los combustibles. Para los años ochenta, sin que desapareciera
este tire y afloje, también contaron los conflictos represados del año anterior
o el desbordamiento de la violencia, que no tiene horario ni calendario para
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 133
Gráfico2
Total de acciones por años
1000
800
400
200
o
58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90
1958-1970
4
Además de la trayectoria por años realizamos el ejercicio por meses y trimestres, pero los gráficos resultantes son de difícil lectura,
por lo que no los reproducimos. Cuando sea oportuno haremos mención aesos ejercicios.
5 La forma distinta como se construyeron las dos series, 1958-1974 y 1975-1990, puede crear alguna distorsión por la diferencia
en magnitudes, en especial en el año 1975, no así en la tendencia, que es lo que nos interesa destacaren esta parte. Para la explicación
del procedimiento remitimos al Apéndice Metodológico
6 En junio de 1957 se había presentado un movimiento similar en la Universidad Pegagógica de Bogotá contra la rectora Franzisca
Radke (Absalón Jiménez, "Consolidación, auge y crisis del movimiento estudiantil en la Universidad Pedagógica Nacional, 1957-
197 4", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 28, 2001, págs. 57 -66). En Medellín hubo protestas en marzo de
1958 contra el gobernador de filiación laureanista (El Colombiano, 6 de marzo, pág. 1).
El Colombiano, 25 de febrero de 1958, pág. 1.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 135
En mayo también repuntó el movimiento laboral, que tuvo al Valle del Cauca
como epicentro. La marcha de los trabajadores azucareros a Cali el 14 de
agosto cobró dos víctimas fatales. En el segundo semestre disminuyó el
ritmo de la protesta laboral en medio de rumores de unidad orgánica entre
la UTC y la CTC. Los estudiantes y maestros se agitaron bajo la consigna
"Libros sí, armas no". 9 En la Universidad de Cartagena se vivieron varios
conflictos sucesivos en las facultades de Derecho y Medicina. En esta úl-
tima el paro se prolongó hasta enero del siguiente año y terminó en forma
drástica con el desalojo de los estudiantes por parte de los infantes de
marina. Por último, llaman la atención dos movilizaciones de mujeres con
un sentido político hechas en 1959, una en el plano nacional para apoyar
al Frente Nacional, en abril, y otra en Rionegro (Antioquia), para clamar
por la paz, en julio.
El año 1960 arranca con nueva presión de los transportadores y con huel-
gas laborales para revivir la negociación rezagada de los respectivos plie-
gos de peticiones. Se realizaron los primeros paros generales en la Univer-
sidad Nacional, uno de los cuales, el de agosto, provocó la renuncia del
rector Mario Laserna. El movimiento cívico no hizo muchos paros pero en
cambio intensificó las invasiones urbanas, especialmente en Barranquilla.
El sindicalismo, además de los notorios conflictos en la televisión en abril, y
en la industria petrolera en agosto, se vio abocado a la ya mencionada divi-
sión de la CTC en el Congreso a fines de ese año en Cartagena.
8
El Tiempo, 22 de enero de 1959, pág. 9.
9 Voz de la Democracia, 12 de septiembre de 1959, pág. 1.
136 Mauricio Archila Neira
mestre del 61. A principios de año hubo una notable ola de invasiones urba-
nas y algunas rurales; no en vano se estaba discutiendo la ley de Reforma
Agraria. A mediados de año ocurrió la primera toma de los terrenos que
conformarían el barrio Policarpa Salavarrieta, en el centro de Bogotá.
Hacia marzo de 1961 se lanzó una serie de paros universitarios por pro-
blemas presupuestales, dentro de los cuales sobresalió el de la Universi-
dad de Medellín, uno de los planteles privados que más conflictos viviría
en esos años. En abril de nuevo se movilizaron los estudiantes contra la
invasión mercenaria a Cuba en Playa Girón. En mayo ocurrió el primer
paro universitario nacional desde las jornadas que habían derribado la
dictadura en 1957. La diferencia es que ahora se dirigían contra el Frente
Nacional, el antiguo aliado de antes!
1962 principia con una huelga del magisterio, lo que sugiere, además de
las deficiencias del sistema educativo, el nuevo protagonismo de los em-
pleados estatales en el mundo laboral. A mediados del primer semestre se
presentó otra oleada de agitación estudiantil, al principio de secundaria
en la Costa y luego universitaria a lo largo del país, que invocaba reivindi-
caciones propias, aunque coincidió curiosamente con las jornadas electo-
rales. Entrando al segundo semestre, los cementeros lanzaron paros coor-
dinados por la federación del ramo. El 30 de octubre ocurrió la toma de la
fábrica Thbos Moore por los trabajadores de la empresa, con el fin de asu-
mir el control de la producción. Igual sucedería a comienzos de diciembre
en Tejidos Monserrate, pero aquí fueron rápidamente desalojados. Las in-
10
E/ Tiempo, 21 de noviembre de 1961, pág. 4. El mismo periódico había condenado días antes los paros de solidaridad con los
ingenios azucareros, catalogándolos de "ilegales" (31 de octubre, pág. 4).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 137
11
La Nueva Prensa, 23 de febrero de 1963, págs. 20-31. Un análisis ydescripción de los sucesos en el libro del Centro de Investiga-
ciones Mariátegui, La masacre de Santa Bárbara. Medellín: La Pulga, 1977.
12
"La bandera del sindicalismo está de luto; se violó la Constitución ylos derechos humanos", exclamó el órgano de la CTC (liberación
Obrera, No. 16,1963, págs. 1-2).
13
Álvaro Delgado, "El conflicto huelguístico colombiano, 1960-1990" en Mauricio Archila y Álvaro Delgado, "Wónde está la clase
obrera?", Documentos Ocasionales, No. 72, Cinep, 1995, pág. 63.
14
Incluso el PCC criticó el alza de combustibles sin dar total respaldo a la acción de los transportadores (Documentos Políticos, Nos.
36-37, 1964, págs. 87-89).
138 Mauricio Archila Neira
1966 fue un año de agitación social para casi todos los actores, en espe-
cial los laborales. Como fue usual en este subperiodo, se inició con el cír-
culo agitacional en torno a los transportes. Siguieron luego algunas pro-
15 Voz Proletaria, 20 de agosto de 1964, pág. 1. Un análisis del evento en Francisco Leal, "La participación política de la juventud
universitaria como expresión de clase", en Varios, Juventud ypofl1ica en Colombia. Bogotá: Fescol, 1984.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 139
Los dos años que siguen, 1967 y 1968, describen una tendencia a la dis-
minución de registros de las luchas sociales. Ambos se iniciaron con la
habitual discusión por alzas tarifarías del transporte, pero cada uno si-
guió un curso diferente. En 1967 el sector laboral continuó agitado, espe-
cialmente en las áreas de la salud y la educación. 16 En el segundo sefnes-
tre se presentó una huelga en Coltabaco. En julio los distribuidores de
gasolina pararon para presionar un aumento en los precios. En cambio, el
movimiento estudiantil vivió un reflujo en ese año ..
16 Fecode dio la pauta al parar por el atraso en los pagos a los maestros (E/ nempo, 1Ode diciembre de 1967, pág. 6). Curiosamente,
un mes antes la federación había hecho un llamado aevitar los ceses laborales (E/ nempo, 9 de noviembre, pág. 11 ).
140 Mauricio Archila Neira
19
Voz Proletaria, 22 de enero, 1970, pág. 3.
20 Por esa época también estaba en paro la carrera de Sociología de la Universidad de La Salle (El Tiempo, 7de noviembre de 1970,
pág. 1).
142 Mauricio Archila Neira
1971-1979
Este subperiodo incluye el grueso del último mandato del Frente Nacional
(Misael Pastrana) y el primero de su desmonte (Alfonso López Michelsen),
así como la fase inicial del de Julio César Thrbay. La agrupación responde
a que son unos años de contrastes en el comportamiento de las luchas
sociales, con picos pronunciados en 1971 y 1975-1976 -los más destaca-
dos de todos los estudiados-, y descensos notorios en 1973 y 1979. En ese
sentido lo catalogamos de intermedio o de transición de una protesta mo-
derada a altos niveles de demanda social.
A todas luces los eventos más destacados de este año fueron la impresio-
nante oleada de invasiones de predios rurales desatada en febrero, marzo
y octubre, y el conflicto universitario de principios de año. Las invasiones
de tierras fueron coordinadas por las directivas de la Anuc como una for-
ma de presionar la reforma agraria. El gobierno de Pastrana respondió con
una doble táctica de represión y estudio por el Incora de las situaciones
más conflictivas, mientras planeaba medidas menos coyunturales para
frenar la movilización campesina.
Así es como 1972 se inició con una relativa paz social, de la que se apro-
vechó el gobierno para acordar con los terratenientes la contrarreforma
agraria de Chicoral. Sm embargo, persistieron las invasiones de predios
rurales, aunque en menor escala. En contraste, los trabajadores asalaria-
dos volvieron a recurrir a la huelga, tal vez porque la negociación se volvió
más difícil en un contexto político enrarecido. Los estudiantes se movieron
de nuevo en las proximidades de las elecciones de "mitaca". De igual for-
ma procedieron algunos sectores del magisterio, argumentado oposición a
un Estatuto Docente inconsulto.
21
Además de la agitación de casi todos los actores sociales se destaca también la presencia de sectores del clero, que se involucraron
en los conflictos estimulándolos. Era la herencia del movimiento Golconda, conocido ahora como Sacerdotes para América Latina
(SAL). En Pereira, por ejemplo, un cura apoyó el paro obrero yfue reprendido por el obispo, quien asu vez tuvo que soportar la protesta
de seis clérigos que se solidarizaron con el amonestado (El Tiempo, 13 de marzo de 1971, pág. 1). En Huila otro sacerdote alentó
las invasiones agrarias (ibid., 13 de julio, pág. 8). Durante uno de los disturbios en la Universidad Nacional, el capellán fue atacado
por la policía cuando acudía aauxiliar a un estudiante (Voz Proletaria, 11 de marzo de 1971, pág. 4).
presentaron en el Magdalena medio, Sarare-Saravena (Arauca), Caquetá,
Meta, Boyacá y Putumayo. En casi todos la Anuc participó como gestora.
De esta forma el liderazgo campesino se proyectaba sobre amplios secto-
res sociales, incluso urbanos.
22
Según el semaryMio comunista, con estas acciones se rompía «de hecho el estado de sitio" (Voz Prolef1lfia, 22 de noviembre de 1973,
pág. 3).
23 Más con el deseo que con la realidad, la recién fundada revistaAJtemativa predijo: " ... la reacción de protesta que suscita esta nueva
matanza revela el resurgimiento vigoroso de la organización estudiantil" (No. 9, 1974, pág. 8).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 145
Si 1975 fue el año más alto en registros de luchas sociales de los 33 estu-
diados,26 el siguiente marcaría una tendencia al descenso aunque con in-
dicadores todavía muy altos. La pauta la siguió marcando el sector labo-
ral. En 1976 los conflictos más destacados ocurrieron en el Ministerio de
Hacienda (febrero-marzo), Vanitex (febrero-abril), bancarios (febrero-junio)
y médicos del Seguro Social (septiembre-octubre). El primero fue crucial,
. por el impacto en las actividades económicas. El de Vanitex despertó mu-
24 De esa época datan importantes huelgas que acontinuación se mencionan y cuyo análisis recogimos bajo el tftulo de "Las huelgas del
Mandato Claro" (Documentos Ocasionales, Cinep, No. 35, 1985).
25 El Tiempo, 29 de enero de 1975, pág. 1 A.
26 El periódico El Tiempo acertadamente señalaba: "Las estadísticas muestran que 1975 será uno de los años más controvertidos y
agitados en e' campo laboral" (28 de diciembre, pág. 1 A).
146 Mauricio Archila Neira
cha solidaridad, pues se trataba de una fábrica textil con mayoría de mu-
jeres, pero terminó en un rotundo fracaso, ya que la empresa se cerró. El
de los bancos Popular y Central Hipotecario tuvo momentos dramáticos,
como la toma de templos para realizar huelgas de hambre por parte de
algunos sindicalistas con el fin revivir la negociación. A pesar del apoyo
del clero progresista, la protesta no terminó con mayores logros para los
huelguistas. 27
27 El arzobispo de Bogotá, Aníbal Muñoz Duque, condenó la solidaridad clerical. Poco tiempo después el ejército lo ungió como general
honorario y el prelado no tuvo recato en afirmar: "... nosotros los sacerdotes queremos ser como vosotros, hombres de deber, de
disciplina, de sacrificio" (Voz Proletaria, 1Ode mayo de 1976).
28 Algunos análisis en Arturo Alape, Un día de septiembre. Bogotá: Armadillo, 1980 y en el ya citado Medófilo Medina, La Protesta
Urbana ... , cap. 8. De los resultados y alcances de este evento tendremos oportunidad de hablar en posteriores cap~ulos.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 147
Baste decir que fue más una acción cívica que propiamente laboral, aun-
que hubiese sido convocada por las cuatro centrales sindicales. La jorna-
da como tal contó con el apoyo de casi todas las fuerzas de izquierda y del
sector ospino-pastranista del conservatismo, y paralizó a las grandes ciu-
dades y a muchas poblaciones intermedias, a pesar de la militarización
ordenada por el gobierno. En Bogotá se sintió con particular intensidad en
los barrios periféricos. Fue, sin lugar a dudas, el mayor evento de masas
en los 33 años estudiados. Lamentablemente, dejó un saldo de 19 muertos
en Bogotá, para no hablar de los centenares de heridos y de los miles de
detenidos y despedidos de sus sitios de trabajo a lo largo y ancho del
país. 29 Un resultado muy significativo de esa jornada fue la creación del
Consejo Nacional Sindical (CNS), que superaría temporalmente la división
predominante en el mundo laboral.
29
El Tiempo dijo también que hubo $1.200 millones en pérdidas económicas (16 de septiembre de 1977, pág. 1 A).
Además de los transportadores, a principios y a finales de año los lecheros
hicieron presencia pública; en abril y mayo hubo amenazas de paro de los
algodoneros; para julio los paperos se quejaban de falta de estímulo a la
producción, en lo que estuvieron acompañados de los cultivadores de ce-
reales y de los ganaderos.
1980-1990
32
Esa fue la versión de Alternativa, No. 253, 1980, pág. 23.
150 Mauricio Archila Neira
33
Los éxodos o desplazamientos masivos de población los tendremos afines de los ochenta, yaunque no constituyen una forma de
protesta como tal, reflejan el conflicto social y especialmente su expresión violenta. Sobre las marchas aNeiva véase Alfredo Molano
y Alejandro Reyes, Los bombardeos en el Pato. Bogotá: Cinep, 1980.
34 Véase la tesis de grado en Ciencia Política de Milena Espinal Acevedo, alumna de la misma universidad, "Ensambles de memoria:
comunidades estudiantiles en la Universidad de Los Andes", 1998.
35
El Tiempo, 26 de julio de 1981, pág.11 A.
36 El Colombiano, 15 de octubre de 1981, pág. 6.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 151
mayo la Cstc había convocado a un paro de dos horas contra los despidos
masivos y la falta de libertades sindicales. Ya se veía que estos llama-
mientos producían' disminución del transporte mas no parálisis de la pro-
ducción. Para la jornada de octubre la CTC se retiró de los preparativos,
evidenciando que el CNS había dejado de funcionar. Luego lo hizo la UTC,
con lo que quedaron en la liza solamente la Cstc, la CGT y los sindicatos
independientes, aspecto que disminuyó la contundencia de la jornada. El
Estado, por su parte, había aprendido la lección y, además de jugarle a la
división sindical, dictó medidas de contención de la protesta que la hicie-
ron aún más lánguida. 37
37
Aunque los activistas de izquierda tenfan esperanzas de revivir los sucesos de cuatro años antes, hubieron de reconocer que "el paro
cívico (de 1981) demostró la falta de coordinación e iniciativa en la lucha; (por lo) que necesitamos ampliar y renovar nuestras
fuerzas ... "(Colombia Hoy, No. 24, 1981, pág. 1).
38
El Tiempo, 4 de marzo de 1982, pág. 1A. Voz Proletaria adujo que fue una provocación de unos pocos encapuchados (4 de marzo,
págs. 1 y 8).
152 Mauricio Archila Neira
1983 fue otro año de crecimiento lento de las luchas sociales y la figura del
presidente pareció obrar como catalizador de muchas de ellas. De hecho,
algunas marchas cívicas llegaban a la capital desde apartadas ciudades
y provincias con el fin de dialogar directamente con Betancur. Así, por
ejemplo, entre febrero y marzo más de cien mujeres de todas las clases se
desplazaron desde Villavicencio hasta Bogotá con el fin de exigir acueduc-
to para la ciudad acogiéndose a la consigna oficial de "sí se puede". 39
40
El Heraldo, 30 de julio de 1983, pág. 1 A.
41
El Tiempo, 8 de octubre de 1983, pág. 1 A y El Espectador. 28 de octubre de 1983, pág. 17 A.
42
Véase, por ejemplo, El Heraldo, 15 de febrero de 1984, págs. 1 y 5 A.
43
Colombia Hoy, No. 33, 1984, pág. 5.
44
lbid., pág. 3.
154 Mauricio Archila Neira
45 Un editorial de El Tiempo sobre la "recuperación de la Universidad" puntualizaba: "Si el doctor Palacios (nuevo rector) logra el milagro
que toda Colombia esperaba, merece un monumento" (24 de junio de 1985, pág. 4 A). La recuperación en efecto se logró, pero a
costa de un estilo que los estamentos caracterizaron de "despotismo ilustrado".
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 155
Pero definitivamente los sectores más agitados en ese año fueron el cívico
y el rural. Conjuntamente lanzaron paros locales y regionales, siendo los
más destacados el de Antioquia en mayo y el de cinco departamentos del
nororiente colombiano en junio. En el segundo semestre, por su parte, cam-
pesinos e indígenas incrementaron sus marchas, que a veces se confun-
dieron con los éxodos forzados de las zonas de violencia. En octubre, el
asesinato del candidato presidencial de la Unión Patriótica Jaime Pardo
Leal provocó una airada respuesta a lo largo y ancho del país. El año
concluyó con algunas huelgas de cementeros y trabajadores de la Siderúr-
gica del Muña.
46 "Exicraso" la llamó la revista Opción (Nos. 6-7, noviembre-diciembre de 1986, págs. 12-15). Para Julían Vargas fue un paro
apacible en donde "la agresividad oficial fue mayor que la sindical" ("Los coletazos de un paro apacible", Cien Días, No. 4, 1988,
pág. 12). Otros balances del evento en Colombia Hoy, Nos. 62 y 63, 1988, y Marta Hamecker, Entrevista ... , págs. 60-67 y 173-175.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 157
47
Asf lo planteaba el entonces dirigente petrolero Luis Eduardo Garzón para justificar el apoyo ala Constituyente y al mismo tiempo la
convocatoria de un paro cfvico nacional el14 de noviembre de 1990. Esas acciones "pueden convertirse en un elemento dinamizador
hacia ganar (sic) un importante espacio en la Asamblea Nacional Constituyente" (Voz, 25 de octubre de 1990, pág. 5). El paro, sin
embargo, fue lánguido yno parece haber incidido en mayor apoyo para las listas de sus promotores.
48
Colombia Hoy, No. 86, 1990, págs. 6-7.
49
Entrevista a Fabio Villa, agosto de 2000.
158 Mauricio Archila Neira
que anunciaba signos de repolitización, que fueron enterrados por los ava-
tares de la Asamblea Constituyente.
Pero no solo la reforma política y las tres elecciones que tuvieron lugar ese
año captaron la atención de los actores sociales. La "guerra sucia" tam-
bién fue causa de movilización. Además de continuar la racha de asesina-
tos de dirigentes sociales y políticos, se presentaron los magnicidios de
los candidatos presidenciales Bernardo Jaramillo, de la UP, el 22 de mar-
zo, y Carlos Pizarra, del M-19, el27 de abril. En ambos casos hubo espon-
táneas protestas en el país que derivaron en no pocos choques violentos
con las fuerzas del orden.
En síntesis, este subperiodo que cubre once años fue el de mayor actividad
promedio en el terreno de las luchas sociales. La combinación que hizo Thr-
bay de apertura neoliberal, en el inicio de una recesión industrial, y altas dosis
de represión pudo explicar la relativa disminución en los indicadores de pro-
testa social de los sectores más visibles. A su vez, el clima de tibio reformis-
mo de Belisario Betancur, en medio de la crisis económica, explica el desper-
tar de los movimientos sociales, en especial del cívico y del campesino, que
desplazan al movimiento estudiantil en la presencia pública. 50 Las expectati-
vas de una transformación política por la vía de la elección popular de alcal-
des y la descentralización daban nuevo aliento a las demandas de las diver-
sas comarcas y regiones en torno a servicios públicos y sociales y a infraes-
tructura. En el mundo laboral las políticas de reajuste con aumento del des-
empleo impulsaron el incremento de las huelgas en el final del cuatrienio.
°
5 Claro que con relación alos estudiantes hay elementos propios que explican su relativo descenso, que veremos oportunamente en el
siguiente capítulo.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 159
MODALIDADES DE LUCHA
Después del recorrido histórico por las principales acciones durante los 33
años estudiados, conviene detenerse en el análisis de las formas que esas
luchas presentaron.
51 Véanse los análisis de Bernardo Jaramillo y Nelson Berrío en Marta Hamecker, Entrevista... Sobre las relaciones entre las organiza-
ciones de izquierda y los movimientos sociales volveremos en el capítulo 5.
52 En el discurso ante el Congreso el20 de julio de 1989 Barco exclamó que "según estadísticas oficiales( ... ) confimnadas por Cinep", la
protesta social estaba disminuyendo (Colombia Hoy, No. 75, 1989, págs. 4-5). Se refería aun artículo publicado en Cíen Días, No. 6,
junio de 1989, págs. 22-23, en donde Camilo Gonzálezse preguntaba por las razones del aparente descenso de las luchas sociales desde
1987. Lo que el presidente no dijo es que el articulista señalaba la represión y la burocratización como los factores cruciales en esta
tendencia. Posteriomnente se publicó otro ensayo que matizaba las cifras acuñadas con apresuramiento por González yaducía factores
disuasivos de la protesta como la reforma municipal para el caso cívico (Cien Dfas, No. 7, septiembre de 1989, págs. 20-21 ).
53 En agosto de 1988, por ejemplo, el recién electo alcalde de Anzoátegui (Tolima) convocó aun paro cívico, "una acción sin precedentes
en la vida del país", como la catalogó El Siglo (28 de agosto, pág. 3 B).
I c i c i o Acchila Neica
de vías públicas sin que constituyan paro; y disturbios, que son aquellas
confrontaciones sociales con las autoridades, como pedreas, asonadas o
motines, que no corresponden a acciones armadas propiamente dichas. 54
Salta a la vista la distinta "calidad" de estos tipos de acción en términos
de los costos para los actores y para la sociedad, el impacto en la opinión
pública y su misma legitimidad. No es lo mismo una huelga que una pe-
drea, aunque una y otra en últimas terminan generando costos, incluso a
los agentes ajenos al conflicto. Sin embargo, creemos que el privilegio de
una forma de protesta sobre otra por parte de los actores se debe más a la
coyuntura que viven y a la manera como el adversario y las fuerzas estata-
les responden a las demandas, que a una decisión de principio. Que pací-
ficas movilizaciones deriven en confrontaciones directas es más un resul-
tado no esperado de la acción que algo buscado a priori. 55 La fluidez de las
modalidades es una expresión más del carácter de medio que tienen y no
de fin, como a veces se piensa. Con estas precisiones en mente vamos a
dar el paso de considerar las formas de la acción social colectiva en Co-
lombia entre 1958 y 1990, que se condensan en el gráfico 3.
Gráfico3
Modalidades de acción por años
400
300
1
e
o
~Gl
200
"C
eGl
E
'::::1
z
100
11
l~ 11 h h. [JI
11
56 59 60 61 62 63 64 65 66 07 66 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 60 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90
(1!!1Paros ClMOIIiizaciones l!llnvasiones (
54
Con el fin de evitar duplicaciones de información, en el caso de conflictos que acudfan avarias modalidades de lucha asignamos el
registro ala más comprensiva (por lo común, los paros).
55
No sobra reiterar que no incluimos en nuestra base de datos los disturbios sin ningún motivo explícito, ymenos las acciones guerrilleras.
El tropel por el tropel, anuestro juicio, no es una protesta social: ella requiere al menos un motivo público para ser considerada como tal.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 161
Lo primero que salta a la vista es el gran peso de los paros sobre las
otras modalidades de lucha: ellos representan el 49% del total. La ex-
plicación de este fenómeno radica en que el paro fue más visible para
las fuentes consultadas, la gran prensa principalmente. El acto de ce-
sar actividades productivas o improductivas era recogido con mayor
interés por los reporteros y reproducido en los titulares de los periódi-
cos. Ello respondía más al temor de las consecuencias económicas y
políticas de la decisión de un grupo de hombres y mujeres de ir a la
huelga, que a alguna velada simpatía ante tan costosa decisión para
propios y ajenos. Ahí estaba la clave del poder de presión que pueden
encerrar estas acciones, máxime si se proyectan en el tiempo, y por
tanto de su visibilidad. Otro elemento adicional, y nada despreciable,
es que la mayoría de los paros (casi un 60%) fueron contabilizados
para el sector laboral, que dispone de un marco jurídico del conflicto, lo
que lo hace un actor más institucional. Su acción suele ocurrir en ám-
bitos urbanos o de economía extractiva visible. No es de extrañar que
el sector laboral sea el que más registros ocupa en nuestra base de
datos (más de la tercera parte).
56 Un analista del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST) sugiere una distinción entre invasión como tal, esto es, acción para tener
acceso ala tierra, y ocupación, que buscaría objetivos más amplios y negociables (Bernardo Mancano Femandes, "La territorialización
del MSTen Brasil", en Margarita López (compiladora), lllchapopulaJ.. ., pág. 87).
57 El procedimiento metodológico utilizado para los años ochenta de apoyamos en los datos delineara refleja el número de acciones por
año, mas no su ocurrencia puntual.
58 Véanse los ya citados estudios de Gilma Mosquera, "Luchas populares ... "y, para el caso de Bogotá, Alfonso Torres, La ciudad en
la sombra ... , capítulo 3.
59 Además, la diferente cobertura de las fuentes en los dos subperiodos puede explicar parte de la modificación observada apartir de
1975, pues es posible que la prensa regional hubiese recogido con más detalle las movilizaciones ocurridas en sus comarcas.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 163
Por último, los que hemos llamado disturbios registran solo el6,6% de las
modalidades de lucha. Describen una trayectoria gruesa de típico ciclo
con pocos registros al principio, salvo en 1959 (el primer trimestre exacta-
mente, cuando se dio la gran lucha contra el alza de las tarifas de trans-
portes), que sube hasta 1976, para luego descender a los niveles iniciales.
Este tipo de protesta parece ser más común entre los estudiantes, por lo
cual coincide con su trayectoria.
sa juzguen como transgresora del orden, desde una huelga hasta un blo-
queo de vías, pasando por las pedreas, con lo que se las asimila a accio-
nes armadas. 61 En cualquier caso las confrontaciones directas reflejan una
respuesta radical a un conflicto que parece no tener otros canales de ex-
presión. Pero, al contrario de las tomas o bloqueos, que buscan llamar la
atención pública, en este tipo de acción lo que se pretende es expresar el
descontento, cuando no la rabia, sin importar si ganan popularidad, que
por lo general es baja. Su poco uso y su descenso desde la mitad del perio-
do estudiado pueden anticipar que está siendo reemplazada por reperto-
rios que implican menor choque violento entre manifestantes y fuerzas del
orden.
61
Un ejemplo ilustra lo dicho: amediados de los setenla, una reunión pacffica de 319 campesinos en Ovejas (Sucre) fue catalogada de
"asonada" por los organismos de seguridad del Eslado yen consecuencia se procedió aapresarlos I¡VtemaJiva, No. 42, 1975, pág. 20).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 165
disgusto del arzobispo, cardenal Aníbal Muñoz Duque. Más de 500 traba-
jadores bancarios acudieron a una huelga de hambre que duró 394 horas.
El movimiento, sin embargo, terminó en un fracaso, con 520 despedidos,
pérdida de salarios durante tres meses y ninguna reivindicación sensible
conseguida. 62 Tal vez por el dramatismo que implicaba y los pocos resul-
tados que obtenía, la huelga de hambre se reservó para circunstancias
extremas y se acudió a ella con menos frecuencia a medida que pasaron
los años.
66 En este caso, según la información de prensa, "los obreros se hicieron cargo de la producción para sacar de allí sus sueldos" (El
Tiempo, 20 de enero de 1968, pág. 7).
67 El Tiempo, 7 de marzo de 1974, pág. 1 A.
68 El Tiempo, 28 de diciembre de 1975, pág. 6 A.
69 El Tiempo, 11 de octubre de 1980, pág. 6 A.
70 Según la base de luchas laborales del Cinep construida por Álvaro Delgado, las ocupaciones de fábrica se intensificaron en los años
ochenta con estos guarismos: tres en 1981, una al año siguiente, seis en 1983, dos en 1984, la misma suma al año siguiente, una en
el86, tres en 1987, cuatro en 1988 y tres en 1989.
71 "Surgimiento de la Cstc" ... , pág, 17.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 167
72 La protesta urbana ... , págs. 27-28 (la itálica es del autor). Medina insiste en que el carácter de las masas que protagonizaron los
hechos mencionados no era revolucionario; simplemente se identificaban con la necesidad de tumbar aReyes.
73 lbid., pág. 41.
74
El Tiempo, 11 de mayo de 1968, pág. 1.
75
El Tiempo, 25 de octubre de 1969, págs. 1 y 27.
76 El Tiempo, 2 de noviembre de 1969, págs. 1 y 6.
77
El Tiempo, 22 de enero de 1970, pág. 1O.
168 Mauricio Archila Neira
78
El Tiempo, 16 de noviembre, pág. 7 By 18 de noviembre, 1974, pág. 6 C.
79
Alternativa, No. 90, 1976, págs. 12-13.
80 El Espectador, 30 de enero de 1983, pág. 15 A.
81
El Tiempo, 2 de diciembre de 1984, pág. 7 A. Su intención era criticar la elección popular de alcaldes a la que ahora se sumaba el
fantasma de las movilizaciones convocadas por los cabildos abiertos.
82
El Tiempo, 24 de julio de 1966, pág. 8, y Vanguardia Ubera/, 30 de octubre de 1984, pág. 16. En este último caso ia policía les incautó
la carga de yuca.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 169
Por esa época los estudiantes de las universidades públicas se habían lanza-
do a acciones pacíficas de amplia acogida con el fin de denunciar los proble-
mas de sus instituciones. Así, a mediados de 1981, para evitar el cierre de la
Universidad Nacional por asfixia presupuesta!, hubo una toma simbólica de
la plaza central, en donde se armaron carpas. En la madrugada del 6 de junio,
mientras entonaban el Himno Nacional, fueron brutalmente desalojados por
la policía para "evitar alteraciones del orden público", según rezaba el reporte
oficial. 90 No obstante la dura respuesta oficial, los estudiantes de la Nacional
de Bogotá intentaron nuevos diálogos con la ciudadanía tomándose algunos
carriles de la avenida 30 para jugar golosa o echar a volar cometas. Claro que
era un bloqueo de vías, pero a medias y más bien gozón. El recurso a lo lúdico
también fue preocupación constante de los movimientos estudiantiles de las
universidades privadas, donde el control de las directivas dificultaba realizar
acciones públicas que fueran tachadas de políticas. Por eso se acudió a las
peñas folclóricas, en las cuales se cantaba la "canción protesta", muy de
moda en los círculos juveniles del Cono Sur, o se montaban happenings, cuan-
do no obras de teatro abiertamente críticas. 91
El roce continuo con las autoridades, sin la posibilidad de jugar con ellas
para descargar tensiones, fue enemistando cada vez más a las dos partes.
Las formas de lucha pacíficas eran cada vez más golpeadas y por ende
más escasas. La desesperación fue reemplazando a la organización. En
89 El Espectador, 18 de mayo de 1982, pág. 22 A. Esta acción "macondiana" nos recuerda la narración de un partido de basquet entre
estudiantes ypolicías hecha por Héctor Rojas Herazo en la novela En noviembre llega el Arzobispo. También reafirma la hipótesis de
Elias sobre el papel de los deportes como medio para dirimir los conflictos de la sociedad moderna (Norbert Elias y Eric Dunning,
Deporte y ocio en el proceso de civilización. México: Fondo de Cultura Económica, 1995).
90 El Tiempo, 6 y 7 de junio de 1981, pág. 1y Voz Proletaria, 18 de junio, pág. 6.
91
Muchos de esos medios se utilizaron en los años sesenta ysetenta en universidades como Los Andes, Javeriana yla misma del Rosario.
Para la primera véase la ya citada monografía de grado de Milena Espinal, "Ensambles de memoria ... ", capítulos 2y3. En el caso
del Rosario fue lamoso el sainete de estudiantes de Medicina contra la encíclica Humanae Vitae, que le costó el cargo al decano
Guillermo Fergusson, por haberse solidarizado con ellos (véase El Tiempo, 14 a19 de abril de 1969). Para laJaveriana nos apoyamos
en los recuerdos personales de la época.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 171
92
El País, 8 de julio de 1983, pág. 1Ay El Tiempo, 19 de agosto, pág. 3 A. En 19871os trabajadores de la salud de Santander acudieron
alas mismas prácticas para acompañar una huelga de hambre (Colombia Hoy, No. 49, págs. 46-47). Estos ejemplos se reproducirán
en los 90, por fortuna no en forma muy frecuente, como en el caso de unos carniceros que además de coserse la boca se ciñeron coronas
de espinas (El Tiempo, 29 de marzo de 1996, pág. 1 A).
93
Tiempo antes, en la Universidad de Medellín, en medio de un prolongado paro, un grupo de universitarias amenazaron con afeitarse
la cabeza para protestar contra el rector de dicho centro educativo (El Tiempo, 16 de agosto de 1966, pág. 2).
94 A juicio de Barrington Moore, estas prácticas ascéticas, si bien responden aun medio cultural premoderno y poco secularizado,
pueden proyectarse a los movimientos revolucionarios modernos. Otro tanto podría decirse de las huelgas de hambre, que también
eran castigos autoinfligidos parar llamar la atención sobre un conflicto. Claro que Moore analiza el ascetismo en el marco de las
excepciones a la rebelión y como una opción reactiva individual (La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión. México:
Unam, 1989, págs. 60-64).
95
Ejemplos son los campamentos estudiantiles convocados en el83 y el Cabildo Nacional Juvenil por la vida realizado tres años después
(Voz Proletaria, 2 de octubre de 1986, pág. 20); o el encuentro Chucho Peña en la Universidad Nacional en 1987 (Colombia Hoy, No.
50, pp.3-4).
96
Véase El Tiempo, 17 de agosto de 1962, pág. 1 y el testimonio del entonces estudiante Víctor Daniel Bonilla en el artículo" d:uál es
la problemática real de la universidad?", Flash, 15-30 de abril de 1971, págs. 12-26.
172 Mauricio Archila Neira
97 Durante la primera rectoría de Marco Palacios, amediados de los años ochenta, el estudiantado y la comunidad universitaria en general
rechazaron la propuesta de reinstitucionalizar la plaza central con el nombre de Santander. Años después tampoco aceptarían el intento
de los Guardias Rojos de entronizar aAbimael Guzmán -el "presidente Gonzalo" de la guerrilla peruana Sendero Luminoso, detenido
por el gobierno de Fujimori- en otro costado de la explanada. La pintura fue borrada por los mismos estudiantes yel sitio regresó al
nombre con el que se le conoce: Plaza Che.
98 Lo sagrado al acecho. Bogotá: Nueva América, 1990, págs. 72-73.
99 lbid., pág. 73.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 173
En los años ochenta, sin embargo, el sentido del tropel estudiantil fue
variando, de un acto de protesta con motivos explícitos a actos aislados de
unos cuantos encapuchados que ya ni siquiera levantaban una consigna
explícita. La caduca ritualidad en que fueron cayendo en esos años no
solamente los incomunicó de los ciudadanos sino de la misma comunidad
universitaria, que se vio reemplazada por unos pocos que se arrogaban su
vocería.
Utilizar símbolos con arraigo cultural para hacer denuncias no fue prácti-
ca exclusiva del movimiento estudiantil. En los masivos desfiles de los
primeros de mayo de los setenta y comienzos de los ochenta no faltaron
las apelaciones a una señora gorda que era la inflación, a la muerte o a un
Cristo que simbolizaban al pueblo sufrido, como tampoco escasearon las
representaciones del imperialismo o de los militares en figuras grotescas
del Tío Sam o de los chafarotes. El uso de símbolos macabros fue menos
frecuente en las protestas, pero también se presentó. En barrios populares
de Barranquilla, por ejemplo, hubo dos llamativas procesiones de protesta
en los años 80. La primera ocurrió en el 83: seis supuestos ataúdes de
niños muertos por la mala calidad del agua fueron llevados por las calles
junto con bolsas de la basura. 100 Un año después pudo verse otra moviliza-
ción con ataúdes, pero ahora aderezados con ollas vacías. 101 Esto sin
mencionar las protestas violentas que acompañaron a las marchas fúne-
bres durante los magnicidios de los últimos años estudiados.
100
El País, 7 de julio de 1983, pág. 3 A.
1 1
0 El Tiempo, 6 de abril de 1984, pág. 1 A.
02
' Véase Colombia Hoy, Nos. 48, 1987, págs. 45 y 47; No. 62, 1988, pág. 46; No. 71, 1989, pág. 16; Nos. 76 y 82, 1990, págs.
15 y 14. Carlos Salgado y Esmeralda Prada cuentan los éxodos masivos campesinos desde 1980 y anotan el crecimiento tanto en
número de registros como de desplazados en 1986 y 1987, cuando encuentran 18 éxodos cada año, de cuatro que se presentaron
en 1985. El número decrece en 1991. para volver a subir en 1995 (Campesinado .... págs. 25 y 194).
174 1 Mauricio Archila Neira
Es evidente que estamos hablando de países con clases obreras más nu-
merosas y mejor organizadas que la nuestra. 108 Pero si se trata de nacio-
103 En cuanto alas protestas distintas de las laborales la construcción de bases de datos es1á aún en pañales en nuestros países. Las pocas
cifras que se ofrecen adolecen de definiciones precisas y de metodologías rigurosas, y cuando existen se refieren aperiodos muy
contemporáneos. Así ocurre con un estudio sobre el impacto de las políticas neo liberales en varios países de América Latina, en
especial para Argentina yVenezuela. Para el primer país se dice que entre 1989 y 1996 se registraron 1. 734 acciones; mientras para
el segundo se dan datos dispares entre 1989 y 1994: una base de datos arroja !a cifra de 4.237 protestas y otra algo más de 500!
(véanse los ensayos de Adrian Scribano yMargarita López en el ya citado 1ibro compilado por ella, Lucha popular ... , págs. 50 y223-
223, respectivamente). En el ensayo de Luis Salamanca sobre Venezuela entre 1994 y 1997 se señala que hubo 548 protestas por
año en promedio (ibid., pág. 245).
104
Ruth B. Collier y David Collier, Shapin¡¡ the Política/ Arena. Princeton: Princeton University, 1991, pág. 388.
105
En 1971 hubo 2.699 huelgas y en 1973, antes de la caída de Allende, se registraron 2.050 (Alberto Cuevas, Sindicato ypoder en
América Latina. Madrid: Alianza, 1985, pág. 207).
106
En 1979 solo se presentaron 28 huelgas y el promedio hasta el87 fue cercano a40 (Jorge Rojas, "Procesos de modernización, clase
obrera y movimiento sindical en América Latina", en lngo Bultman y otros, Wemocracia sin movimiento social? Caracas: Nueva
Sociedad, 1995, pág. 109).
107
lbid., pág. 97. En México los datos también son oficiales, lo que contrasta con la precariedad estadística de nuestro Ministerio de
Trabajo, hoy de Protección Social.
108
La observación de las tasas de sindicalización así lo ratifica. México tenia el27,45% de la PEA organizada en 1978. En Chile, aunque
hubo un descenso notorio entre el71 y el83, de 32,6% a8,7%, para 1990 se había recuperado, cuando llegó a12,8% (Jorge Rojas,
"Procesos de modernización ... ", págs.128-129). El caso colombiano, hasta donde se ha cuantificado, es inverso: de 16,79% en
1970 se pasa a7,8% en 1990 (Jaime Ten jo, "Aspectos cuantitativos del movimiento sindical colombiano", Cuadernos Colombianos,
No. 5, 1975, pág. 5 y Ministerio de Trabajo, Censo Sindical de 1990).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 175
¿CICLOS DE PROTESTA?
109
Cifras tomadas de Alberto Cuevas, Sindicato y poder ... , págs. 249-251.
110
Álvaro Delgado, "El conflicto huelguístico ... ", pág. 60.
176 Mauricio Archila Neira
111
Particularmente encontramos diffcil de aplicar el modelo de Tarrow, como lo hace Margarita López para el caso venezolano posterior
a1989. Allí tal vez es claro que la imposición de un "paquete" neo liberal generó un ciclo de protesta. Nuestra historia reciente no
presenta esa condensación de condiciones que explique causalmente la acción social colectiva. En ese sentido el caso colombiano
sería más parecido al guatemalteco, signado también por la violencia, como lo indica el ensayo de Carlos Figueroa en el aludido libro
de Margarita López, L1Jcha popular ... , págs. 129-146.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 177
112
Hay aplicaciones interesantes de este modelo, como la de Rafael Cruz para el caso español alo largo del siglo XX. Cruz encuentra que
con el franquismo se enterró el repertorio tradicional ycon el retomo a la democracia se posibilitó una nueva fonna de acción social
y polrtica ("El mitin yel motín: la acción colectiva y los movimientos sociales en la España del siglo XX", Historia Social, No. 31, 1998,
págs. 137-152). Habrá que esperar hasta el análisis de las demandas que realizaremos en el capítulo 4 para dar un juicio definitivo
sobre la modificación de los repertorios de la protesta en Colombia en los años estudiados.
LOS ACTORES SOCIALES 3
'¿Qué pasó con el paro? (. . .) que se venían dando una
serie de acciones importantes: de los trabajadores
bananeros, de los trabajadores del petróleo, del movi-
miento estudiantil, las marchas campesinas, las tomas
de tierras, las acciones del movimiento indígena (. .. )
Pero no tuvimos la capacidad de visualizar que se
estaban dando como pompas de jabón, es decir, cada
una por su lado; salían al aire pero no había enlace
entre ellas, o no tuvimos la capacidad para enlazarlas"
(Bemardo Jaramillo, octubre de 1988). 1
1
Martha Hamecker, Entrevista con la nueva izquierda ... , pág. 63. Bernardo Jaramillo sería asesinado un año y medio después de
aparecida esta entrevista.
2 No sobra recordar que las definiciones más precisas y los criterios para construir estas categorías se amplfan en el Apéndice
Metolodológico.
182 Mauricio Archila Neira
Gráfico4
Actores participantes
Cívicos 22,6 %
Mujeres 0,6 %
Campesinos 20,1 %
Estudiantes 18,3%
Asalariados 33,3 %
No son todos los actores que actúan tras demandas sociales, pero sí los
más perceptibles desde nuestras fuentes de información. Incluso entre
ellos hay diferencias notorias en términos cuantitativos, como se constata
en el gráfico 4. Por ello veremos en primera instancia a los actores que
acuden con más frecuencia a la protesta (asalariados, campesinos, cívi-
cos y estudiantes}, para abordar luego a los que menos luchas públicas
adelantaron (los cinco restantes). Por último haremos alguna considera-
ción sobre otros actores "invisibles", que han mostrado inconformidad
aunque sin dejar muchas huellas en las fuentes consultadas. 3
3 En este capítulo descriptivo le apostamos a la visibilidad construida desde las fuentes consultadas, como explicábamos en la
Introducción. Por tanto, hablaremos de protestas yformas organizativas de los actores sociales. Sin embargo, somos conscientes de
que allí no se agota su visibilidad, puesto que ellos pueden alcanzar figuración pública por otros medios distintos ala protesta y la
organización. Eincluso reconocemos que el mundo académico también visibiliza o invisibiliza, según sea el caso. Estos elementos
serán tenidos en cuenta en el capítulo 7, dedicado a las identidades.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 183
GráficoS
Actores más visibles
Cívicos Campesinos
e,------------------~
:i
Asalariados Estudiantes
4
Tornando solo las huelgas, cada uno de esos momentos tiene un pico. En 1966 hubo 112, en 1975 fueron 213 ypara el último ciclo
tenemos a1985, con 163, y a1989, con 167.
184 Mauricio Archila Neira
5
Al mismo tiempo, esa constatación matiza la apreciación de muchos estudiosos sobre el supuesto desplazamiento del protagonismo de
los movimientos tradicionales (campesino ysindical) hacia el cívico. Las cifras de luchas no ratifican, para los años estudiados, esta
opinión.
6
Según Álvaro Delgado, entre 1961 y 1990 el magisterio "protagonizó el22,3% de todas las huelgas y aportó el59,4% de los
huelguistas y el13,4% de las jornadas no laboradas" ("El conflicto huelguístico ... ", pág. 81 ). Le siguen en número de huelgas el
sector manufacturero, salud pública, transportes y comunicaciones, otros servicios, banca y justicia (págs. 82-92).
7
Jaime Ten jo, "Aspectos cuantitativos ... ", pág. 5.
8
"Las relaciones laborales yel movimiento sindical de los trabajadores del Estado", en libro conjunto con Hemando Gómez y Guillermo
Perry, Sindicalismo y políffca económica. Bogotá: Cerec, 1986, pá~ 175.
9
Datos tomados del censo sindical de 1990 elaborado por el Ministerio de Trabajo.
10
Portafolio, 14 de febrero de 1994, pág. 11. En ese mismo artículo periodístico se decía que sin la Fecode, a la que le calculaban
300.000 afiliados, el sindicalismo tendría escasos 500.000 integrantes. Es evidente que la intención del periodista anónimo era
señalar la crisis de representación en el mundo del trabajo y de ahí el título del ensayo: "Sindicatos en extinción".
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 185
11
Los aspectos históricos en Rocío LDndoño. "Crisis y recomposición del sindicalismo colombiano (1946-1980)", en Álvaro Tirado
Mejía (editor), Nueva Historia de Colombia ... , vol.lll, págs. 271-306.
12
Políticamente. aunque la directiva de la CTC es de mayoría liberal, tendrá un ideario más conservador que la UTC (véase, por ejemplo,
El Tiempo, 18 de junio de 1967, pág. 17).
13
Jaime Tenjo, "Aspectos cuantitativos ... ", pág. 21.
14
El Tiempo, 30 de abril de 1971, pág. 8. Parte de esta historia nos la contó en entrevista Luis Sandoval (abril de 2000).
15
Véase, por ejemplo, El Tiempo, 22 de abril de 1972, pág. 1 A.
16 Alvaro Delgado, "En tomo ala crisis de la UTC", Estudios Marxistas, No. 9, 1975 pág. 63. Véase también "la descomposición del
patronalismo sindical", Estudios Marxistas, No. 13, 1976, págs. 31-67.
86 Mauricio Archila Neira
El otro actor de clase aquí estudiado, los campesinos, ocupa el 20% de las
acciones y es el tercero en términos de visibilidad entre 1958 y 1990. Su
trayectoria está marcada por su principal acción, que son las invasiones
de tierras, y por ende es similar a la de éstas. 26 En ese sentido la actividad
de los campesinos tendrá tres momentos de ascenso con magnitudes dife-
rentes: 1959-61, 1971-1975 y 1979-1990. Entre 1959 y 1961 se vivieron
acciones campesinas, principalmente invasiones, en zonas de reciente vio-
lencia, como las provincias del Tequendama y Sumapaz, en Cundinamar-
ca y Thlima respectivamente. La expedición de la ley de Reforma Agraria
parece aplacar temporalmente la agitación en los campos. En 1962, sin
embargo, en algunos municipios del Atlántico que colindan con el río Mag-
dalena hubo forcejeos en torno a unos playones considerados baldíos. 27
Los campesinos del Atlántico contaron con un apoyo que no esperaban:
Carlos Lleras Restrepo denunció en esos días que en la Costa los campe-
sinos eran pobres, que había pervivencias casi feudales y que las autori-
dades locales eran proclives a los poderosos. 28 Finalmente la tensión cedió
con la creación del Proyecto Atlántico 3 hecho por el Incora a mediados
de los años sesenta. 29 Los anteriores sucesos muestran que aun con indi-
cadores bajos de protestas, el conflicto campesino seguía vivo porque no
se había resuelto el problema central de la tierra. Procesos similares se
vivieron en el Valle y en el norte de Cauca, en donde, a raíz de algunas
invasiones en las riberas del río Cauca, se creó en 1963 un Distrito de
Riego. 30
26 Para los 70 revisamos las cifras de luchas agrarias construidas por León Zamosc, quien aplica criterios distintos, pues incluye acciones
que no son proteslas, como eventos en recinto cerrado. En lo referente ainvasiones, los guarismos de Zamosc son más abultados: para
1971 habla de 645, de 54 para el72, de 51 para el siguiente año y de 123 para 1974 (Los usuarios .. , pág. 53). En general,
muestran tendencias similares a las de nuestra base de datos.
27 El epicentro fue Manatf, en donde el15 de mayo de 1962 hubo una toma de la alcald!a por 400 campesinos para exigir la liberación
de ocho dirigentes del sindicato de agricultores -filial asu vez de la regional de la UTC, la Utral-, que habían liderado la ocupación
de dichos playones. Como el alcalde se negó aliberarlos, la gente procedió por su cuenta, lo que provocó la ira del burgomaestre,
quien apresó aalgunos de la multitud y pidió refuerzos de tropa aBarranquilla. Durante días la situación estuvo tensa y se solucion~
por la intervención de las autoridades regionales con la mediación del entonces párroco, Hugo Vi llegas, ouien de todas fonnas se gano
la reprimenda de su obispo por dar declaraciones aun órgano de prensa de izquierda (narración de Vfctor Daniel Bonilla, coordinador
del Proyecto Atlántico 3, en la revista Tierra., No. 4, abril-junio de 1967, págs. 8-16). Villegas se retiraría del sacerdocio luego y
seguiría vinculado a la comunidad como abogado, aunque ya sin apoyo popular.
28 los campesinos, según el mismo Bonilla, pensaron en amnarse para defenderse (ibid.). El conflicto en el sur del departamento, lejos
de desaparecer, se recrudeció en 1963, cuando ellncora les dio cierto aval a las reclamaciones campesinas. Los terratenientes
acudieron aprocedimientos poco civilizados, desde abrir compuertas de los canales para inundar los terrenos de los colonos hasta
armar matones asueldo.l.os campesinos respondieron aumentando la afiliación al sindicato yafines de 1964 amenazaron con un paro
regional si no se atendfan sus peticiones (El Tiempo, 5 de diciembre de 1964, pág.8).
29 Vfctor D. Bonilla, Tierra. ... , págs. 46-51.
30 Entrevista con Carlos A. Rico, junio de 2000.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 189
31
El Tiempo, 24 de febrero de 1971, pág. 6. Meses antes el gerente delineara había dado declaraciones similares a raíz de unas
invasiones ocurridas en el Guamo, Tolima (El Tiempo, 29 de octubre de 1970, págs. 1 y 6).
32 Según León Zamosc, en 1975 se produjeron 70 invasiones, 16 en 1976, 20 en 1977 y 6 en 1978 ("Transformaciones agrarias y
luchas campesinas en Colombia ... ", pág. 52). En un recuento de "eventos agrarios", que incluye actos tan disímiles como asambleas
y éxodos, el autor describe una tendencia similar a la de nuestro gráfico 5. Los años 78 y 79 muestran los registros más bajos en
Zamosc -15 y 16 respectivamente, sobre una media cercana a 9G- (pág. 56).
190 Mauricio Archila Neira
33 De un lado, León Zamosc plantea que en forma muy autónoma el campesinado adelanta tácticas distintas según el contexto político:
en los sesenta y setenta estarían más centradas en la lucha por la tierra, mientras en los ochenta girarían en torno a la economía
campesina yala presión por inclusión ciudadana ("Transfonnaciones agrarias... ", págs. 35-66). De otro lado, lanto Leopoldo Múnera
(Rupturas y continuidades, págs. 239-308) como Carlos Salgado y Esmeralda Prada (/A protesta campesina ... , capítulo 3) insisten
en que en la acción campesina hay convergencia entre actores sociales yla izquierda para enfrentar el tradicional descuido oficial del
campo o las políticas coyunturales. las opiniones de dirigentes de izquierda parecerían corroborar esta última lectura para lo ocurrido
en la segunda mitad de los ochenta. Por ejemplo, Nelson Berrío, de la dirección de ALuchar, dijo que las marchas y paros agrarios
de 1987 y 1988 buscaban sentar "las bases de una nueva sociedad antes de la conquista del poder central nacional( ... ) para eso
es preciso crear formas orgánicas autónomas de las masas" (Marta Harnecker, Entrevista ... , pág. 114).
34
Entrevista con Orlando Fals Borda, febrero de 2000.
35 Entrevista con Carlos A. Rico, junio de 2000.
36
Algunos no duraron mucho, como el mismo Rico, quien fue expulsado de la Anuc bajo la acusación de doble militancia yde malos
manejos financieros, aunque, de acuerdo con su testimonio, la real causa era una divergencia política (ibid.).
37
Orlando Fals Borda la caracteriza como la gran organización de masas en toda la historia (Resistencia en el San Jorge. Bogotá:
Carlos Valencia, 1986, pág. 170 B). Zamosc, por su parte, dice que la Anuc llegó a recoger el 40% de la PEA agraria (Los
usuarios ... , pág. 32).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 191
38 En medio de las invasiones de febrero de 1971 el comité ejecutivo de la Anuc emitió un comunicado de apoyo que refleja la
radicalización del movimiento campesino. El Tiempo comentaba que el texto justificaba las invasiones por ser "consecuencia del
cansancio por la explotación de la oligarquía, recuerdan asus afiliados que no existen compromisos con los partidos tradicionales
y califican de farsa la actual reforma agraria. Piden alos invasores no desocupar las tierras que les pertenecen porque las han tomado
para ponerlas aproducir. Rechazan la influencia de funcionarios y ex funcionarios del gobierno en la organización ... " (24 de febrero
de 1971, pág 6).
39
Dentro de los innumerables grupos destacamos, además del ejecutivo de la línea Sincelejo, cada vez más aislado, disidencias como
el Secca -sectores consecuentes y clasistas-, el "21 de Febrero" y el CUC (Comité de Unidad Campesina).
40
Archivo de luchas campesinas, Cinep, AA, 012-014. Según Eleonora Castaño, la reunificación por arriba implicó el abandono del
trabajo de base que caracterizó ala línea Sincelejo durante los setenta (entrevista, mayo de 2000).
41
En 19871os principales sectores críticos se reagruparon bajo el rótulo de la Anuc-UR (Unidad y Reconstrucción) (véanse Archivo
Cinep A0.001, Colombia Hoy, Nos. 51, págs. 5-15 y 52, págs. 3-4 y Leopoldo Múnera, Rupturas ... , págs. 466-468). Aprincipios
de 1988 surgió otro polo en tomo de la CUT, que recogió algunos sectores aún no agrupados (Colombia Hoy, No. 54, pág. 6y Leopoldo
Múnera, Rupturas ... , pág. 467).
42
Acomienzos de los noventa se hizo otro intento unitario con el nombre de Conaic (Consejo Nacional de Organizaciones Agrarias e
Indígenas de Colombia) (Carlos Salgado y Esmeralda Prada, Protesta campesina ... , pág. 175).
192 Mauricio Archila Neira
43 Sobre su identidad, que es motivo de debate para académicos y activistas, volveremos en el capítulo 7. Baste por ahora decir que
es policlasista con clara referencia territorial.
44 Las trayectorias descritas por otros especialistas del tema coinciden en líneas gruesas con nuestros hallazgos. Hay diferencias con
las cifras construidas por Medófilo Medina hasta el77 porque él, entre otros factores, no incluyó paros en barrios de las grandes
ciudades ("Los paros cívicos ... " págs 22-23). Lo que no parece cierta es la afirmación, muchas veces asumida sin beneficio de
inventario, de que hubo una "progresión geométrica de la movilización urbana" (véase Luis A. Restrepo, "Movimientos cívicos en la
década de los ochenta", en Leal yZamosc,A/ñ/o de/caos ... , pág., 384).
45 Hipótesis sugerida por Edgar Montenegro (entrevista, junio de 2000).
46 En sus años de auge la Anuc encabezó muchas luchas sociales, no solamente campesinas. Organizó paros cívicos, se solidarizó con
los sindicalistas en huelga, apoyó alos pobladores urbanos en procura de vivienda o servicios públicos, desfiló en los primeros de
mayo y hasta respaldó demandas estudiantiles ymagisteriales. Aguisa de ejemplo citemos el apoyo dado en 1972 a los maestros
en huelga contra uno de los tantos Estatutos Docentes impuestos desde arriba (El Tiempo, 14 de abril, pág. 9 A).
IDAS Y VENIDAS. VUELTAS Y REVUELTAS 193
Ante el ciclo de los ochenta hay varias explicaciones. Una primera brota
de la simple constatación empírica del aumento de luchas cívicas, espe-
cialmente paros, a partir de la posesión de Belisario Betancur. La clave
explicativa parece estar en la combinación de cierta apertura democrática
en el marco de la negociación del conflicto armado con seculares proble-
mas urbanos y regionales. 47 Del mismo modo, si el descuido de las regio-
nes explicaba la protesta, la aplicación de la reforma municipal en el se-
gundo lustro sería la causa del descenso de las acciones cívicas en 1989. 48
Pero esta caída también podría ser explicada no tanto por los efectos de
una reforma política que no se percibió en lo inmediato, cuanto por el re-
crudecimiento de la "guerra sucia".
En cualquier caso, lo paradójico del auge de las luchas cívicas en los años
ochenta es que no se traduce en el fortalecimiento de su papel político. El
divorcio entre mayor presencia pública y débil participación en los proce-
sos electorales persistió. Aunque es un tema que abordaremos en la se-
gunda parte de este libro, este divorcio refleja la distancia que derecha e
izquierda alimentaron entre lo social y lo político, produciendo que los ac-
tores del primer campo desconfiaran del segundo. Así los movimientos
locales y regionales que propiciaron debates públicos sobre sus condicio-
nes a fines de los setenta y comienzos de los ochenta, pocas veces acudie-
ron a las elecciones. La fuerza movilizadora que demostraron grupos como
Comuneros 81, de Santander, Sons of the Soil, de San Andrés y Providen-
cia, y los del Sarare en Arauca, el suroriente antioqueño y el Cima (Comité
de Integración del Macizo Colombiano) del Cauca, a los que se podrían
sumar el Frente Amplio del Magdalena y el movimiento Firmes de Caque-
tá, no se tradujo en gran potencial electoral. La excepción fue Inconfor-
mes, de Nariño. 49 Algunos ni siquiera subsistían cuando se produjo la pri-
mera elección popular de alcaldes. En la votación de 1988 la categoría
"otros", que supuestamente recogía a muchos de estos movimientos cívi-
cos, obtuvo el 12%, mientras las coaliciones -con partidos tradicionales o
de izquierda- alcanzaron un escaso 9%. Lo más grave es que esta preca-
47
Pedro Santana insiste en la explicación estructural, por la explosión de problemas relacionados con el desarrollo desigual ycombinado
en el caso de las regiones, y de la crisis urbana en el caso de las ciudades, sobre todo intermedias (Los movimientos sociales en
Colombia. Bogotá: Foro, 1989).
48
De hecho, la descentralización toma fuerza con la nueva Constitución de 1991 y en casos como Bogotá esperará hasta 1992 (Martha
C. García yVicente Zamudio, Descentralización en Bogotá ... yAlfonso Torres, "Organizaciones y luchas urbanas en América latina:
un balance de su trayectoria", Controversia, No. 175, diciembre de 1999, págs. 175-204).
49 Véase Francisco Reyes, "la convergencia cívica multipartidista", en Varios. La investigación ... , vol.ll, págs. 249-265.
194 Mauricio Archila Neira
Tampoco se puede decir que las juntas de acción comunal fueran la expre-
sión gremial del movimiento cívico, aunque estuvieron presentes en mu-
chas de sus luchas. 54 Las cifras de su cubrimiento no son nada desprecia-
bles. Los datos oficiales indican que para comienzos de los años noventa
5° Cifras tomadas de Pedro Santana, Los movimientos ... , pág. 73 yde la Registradurfa Nacional, Est1dísticas electorales 1990, Bogotá,
1990, págs. 248-249.
51
Voz, 3 de julio de 1986, pág. 9.
52 Véanse Colombia Hoy, No. 86, 1990, págs. 6-7 y 11, y entrevista con Edgar Montenegro, junio de 2000.
53
Entrevista con Orlando Fals Borda (febrero de 2000), quien se refiere a la experiencia política de los movimientos regionales en
Colombia Unida.
54
En el gobierno de Betancur orientaron el11% de las acciones cívicas, mientras en el de Barco lo hicieron en el17% de esas luchas
(Javier Giralda, La reivindicación ... , pág. 48, y Martha Cecilia García, "Las cifras de las luchas cívicas", Documentos Ocasionales,
Cinep, No. 62, 1990, pág. 103).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 195
Tabla 1
Paros cívicos y huelgas
1958 9 11 1974 19 94
1975 34 213
1959 3 56
1976 21 131
1960 5 47
1977 17 130
1961 7 46
1978 28 74
1962 11 47
1979 17 62
1963 10 76
1980 18 63
1964 7 84
1981 15 120
1965 13 93
1982 26 137
1966 4 112
1983 25 113
1967 4 73
1984 23 104
1968 3 45
1985 21 163
1969 11 63
1986 41 131
1970 10 65
1987 49 147
1971 15 55
1988 34 146
1972 15 75
1989 18 167
1973 10 58 1990 27 152
55 Rocío Londoño, "Una visión ... ", págs. 20-25. La mayoría de las Juntas y de sus afiliados estaban en las áreas rurales: 70% y53%,
respectivamente.
56
El Tiempo, 19 de julio de 1990, pág. 11 A. Para la evolución de las acciones comunales véase el ya citado ensayo de Camilo Borrero,
"Acción comunal ypoi ftica estatal ... ". Otra estructura organizativa fue el cooperativismo, que era menos autónomo ymás orientado
al beneficio económico personal que ala acción social. Entre 1981 y 1991 el número de cooperativas pasó de 2.053 a4.464, mientras
los afiliados subieron de 973.704 a1'701.000 (Dane, Las estadísticas sociales. Bogotá: Dane, 1993, pág. 580).
196 Mauricio Archila Neira
Con los dueños del transporte los habitantes urbanos mantienen una rela-
ción tensa: siempre que los primeros presionan por sus inter~ses, los se-
gundos se agitan. Otra cosa es cuando los empresarios locales se suman
a las demandas ciudadanas de carácter amplio en las acciones cívicas.
En ese caso constituyen uno de sus actores sociales y en algunas ocasio-
nes llegan incluso a ser sus voceros.
57 Los de preescolar yprimaria, por obvias razones, poco figuraron. Hubo algunas marchas de padres de familia con infantes, como la
sucedida en Barranquilla en 1967, cuando 200 niños con sus padres desfilaron hasta la Gobernación para pedir un edificio para un
jardfn infantil (El Tiempo, 13 de mayo, pág. 23).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 197
58
EITiempo, 13 de mayo de 1964, pág. 1.
59
Según Jaime Caycedo ello explica en parte también al auge de las luchas laborales, campesinas y cívicas, yen particular el Paro Cívico
del77 (entrevista, diciembre de 1996).
198 Mauricio Archila Neira
60 La identificación de la Unec con el Partido Comunista le restó atractivo en esos años de irrupción de la nueva izquierda. La Unec no
desaparecerá eincluso por momentos logrará cierto protagonismo, como ocurrió en la UPN en los ochenta (Absalón Jiménez y Helwar
Figueroa, Historia de la Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá: UPN, 2002, págs. 202-203). También temporalmente la Unec
se diferenció entre la Uneu, una organización propiamente universitaria, y la Unes, de estudiantes de secundaria.
61 El Tiempo, 6 de mayo de 1963, pág. 7.
62 Libardo Vargas, Expresiones políticas del movimiento estudiantil, Audesa, 1960-1980. Bucaramanga: UIS, 1996.
63 La revistaAJtemativa tocó en varias ocasiones el tema de la crisis de las universidades públicas e insistió en la responsabilidad del
gobiemo en la asfixia presupuesta!, yen la de la izquierda, porque las tomaba como un botín burocrático: "Es la consecuencia de creer
que los intereses de los estudiantes son los mismos que los de las organizaciones pomicas" (No. 115, 1977, pág. 5; véase también
No. 114, pág. 13). Sobre este punto volveremos en el capítulo 5.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 199
64 Entrevista aFabio Villa, agosto de 2000. El reproduce su experiencia de la Universidad Nacional, pues no en todas las universidades
públicas pasaba lo mismo. En la Pedagógica, por ejemplo, siguió existiendo representación estudiantil, que en parte de los ochenta
recayó en militantes de izquierda (Absalón Jiménez y Helwar Figueroa, Historia de la UPN ... , págs. 197-212).
65 Se trataba de Hernando Benítez, antiguo militante de una organización de izquierda, quien apareció más misteriosamente aún en
Zipaquirá tiempo después (Alternativa, Nos. 212, pág. 31, 213, págs. 20-21, y 236, págs. 10-11 ).
66 Véase la información de la gran prensa entre el1 Oyel21 de mayo de ese año. El evento llamó la atención por las formas de organización
interna que debieron adoptar. Por ejemplo, controlaron las actividades nocturnas: "a partir de las 1Ode la noche nadie puede salir
de sus carpas y tampoco se permite ingerir bebidas alcohólicas" (E/ Espectador, 13 de mayo de 1982, pág. 13 A).
200 Mauricio Archila Neira
Tal vez por ello en los años ochenta también notamos una cierta transforma-
ción en las modalidades de la lucha estudiantil. Pasado el gobierno de Turbay
hubo una tendencia a usar menos las protestas de confrontación directa -por
lo común pedreas- y las tomas de instalaciones públicas o bloqueos de vías,
en aras de favorecer la movilización o incluso el paro. Se podría hablar de una
tendencia a recurrir a tácticas de menor choque con las fuerzas del orden.
67 En 1988, por ejemplo, de 2.545 asesinatos con información sobre el sector social contabilizados por el Cinep, apenas 76 (el3%)
correspondían aestudiantes; en igual forma, de 212 desaparecidos con información sobre procedencia social, 14 (el7%) fueron
estudiantes. Para el primer semestre de 19891a tendencia continuaba con 3% y 6%, respectivamente (Cien Días, No. 5, marzo de
1989, pág. 15 yNo. 7, septiembre de 1989, pág. 15). En contraste, en los años setenta los estudiantes habían sido la segunda víctima
de violaciones de derechos humanos (Jaime Torres y colaboradores. Colombia represión, 1970-1981, vol. l. Bogotá, Cinep, 1982,
pág. 34).
68 6 de agosto de 1987, pág. 8 A.
69 El Mundo, 13 de agosto de 1987, pág. 11.
70 El Espectador. 27 de agosto de 1987, pág. 1.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 201
Los actores hasta ahora analizados cubren el 94,3% de las acciones regis-
tradas. Este dato refleja las ventajas y desventajas de nuestra definición
de visibilidadJ2 A partir de este momento consideramos actores que, o
bien no acuden con frecuencia a la protesta para presionar sus demandas
públicas, o cuando lo hacen aparecen ocultos bajo otras identidades. Lo
último parece ser el caso de los indígenas y de las mujeres, para quienes
71
Entrevista con Fabio Villa, agosto de 2000.
72
El bajo número de los acciones adelantadas por los sectores menos visibles impidió la elaboración de gráficas similares ala 5 para
observar su comportamiento en el tiempo.
W2 Mauricio Archila Neira
Tabla2
Actores sociales
lndepen·
Año Cívicos Campesínos Asalariados Estudiantes Indígenas Empresarios Mujeres Presos TOTAL
dientes
1958 9 4 11 14 3 4 45
1959 39 20 57 19 3 138
1960 19 7 47 20 2 3 98
1961 33 14 46 16 2 1 112
1962 20 4 48 22 10 2 106
1963 26 7 77 29 7 2 148
1964 25 3 89 32 3 1 153
1965 29 1 94 28 2 4 158
1966 25 6 113 34 2 4 184
1967 23 8 74 16 6 1 128
1968 14 6 49 39 4 1 113
1969 45 13 64 61 1 6 1 4 195
1970 22 24 67 49 1 6 1 3 173
1971 44 365 56 65 3 3 4 540
1972 28 32 75 52 1 2 1 191
1973 31 20 63 32 4 8 2 2 162
1974 70 52 107 40 3 10 1 4 287
1975 177 75 246 208 11 26 6 5 38 792
1976 114 32 139 194 3 7 4 3 16 512
1977 95 29 158 114 3 10 5 2 18 434
1978 130 23 86 86 1 17 3 2 14 362
1979 96 67 62 75 o 9 1 4 11 325
1980 92 70 72 87 o 5 7 5 13 351
1981 71 73 131 77 o 4 1 20 377
1982 107 82 141 57 o 7 1 1 10 406
1983 119 110 121 52 2 2 2 7 415
1984 114 112 106 74 o 18 4 1 3 432
1985 116 146 168 34 1 3 10 2 3 483
1986 122 146 132 24 3 10 1 1 5 444
1987 140 129 151 59 2 5 2 7 495
1988 117 83 152 47 o 8 2 7 416
1989 54 118 171 31 2 6 2 1 385
1990 85 127 152 38 1 8 1 5 4 421
TOTAL 2.251 2.008 3.325 1.825 42 219 59 42 210 9.981
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 203
73
Censos de población de 1938 y 1985. De los otros censos no obtuvimos datos confiables. Aunque la revista Semana (7 de octubre
de 1958, págs. 33-35) señalaba que en 1951 se contaron 127.980 indígenas, parece que en el departamento del Cauca "no se censó
alos indígenas!" (Dane, Elementos para el estudio de los resguardos indígenas del Cauca. Bogotá: Dane, 1972, pág. 12). El Cauca
albergaba ala mayor etnia del país, la Páez -que pasó de 35.724 personas en 1972 a43.997 en 1985-, y en el concierto nacional
era el departamento de más población nativa (ibid., pág. 20 y Censo de población de 1985). Christian Gros reproduce cifras oficiales
bastante dispares: en 1964 habría 119.180 (menos de los contados en el 51) y 368.000 en 1973 (muchos más que en el censo
de 1985). Ocurre que en los datos de 1973 se contabilizó toda la población de las zonas indígenas, incluyendo alos mestizos que
allí habitaban (Colombia indígena ... , pág. 265).
74 Christian Gros, Colombia indígena ... , parte te~ cera.
7
~ La primera invasión registrada como "recuperación" de resguardos ocurrió en Silvia (Cauca) afines de 1970 (El Tiempo, 27 de
octubre, pág. 34).
76
Cric, Diez años de lucha. Bogotá: Cinep, 1981, pág. 23. De acuerdo con ellncora, en 1986 los indígenas poseían 12'01 0.136
hectáreas del territorio nacional, en su gran mayoría en la Orinoquia y la Amazonia (citado por Gros, Colombia indígena .. ., pág. 282).
204 Mauricio Archila Neira
77
Para este análisis nos apoyamos en el estudio ya citado del Cric (Diez años ... ) y en la consulta de Unidad lndfgena, especialmente
el No. 90, de mayo de 1989, que hace un recuento de las organizaciones que existían en ese momento.
78
El Tiempo, 5 de diciembre, pág. 8.
79
Por esa época, uno de los fundadores del Cric, Gustavo Mejfa, destacado lfder político de izquierda asesinado en 1974, había
organizado en la zona sindicatos agrarios (entrevista con Pablo Tatay, julío de 2000). Mejfa había sido dirigente del MRL en los años
sesenta y como tal fue acusado, sin pruebas, del secuestro y muerte del empresario vallecaucano Harold Eder (Alejo Vargas, Polftica
y armas al inicio del Frente Nacional. Bogotá: Universidad Nacional, 1995, capítulo 2).
80
Según Pablo Tatay, algo que preservó la unidad del Cric fue el hecho de que, si bien tenía una orientación de izquierda, en general sus
dirigentes yasesores se mantuvieron al margen de la militancia en alguna de ellas, salvo fugaces coqueteos con el maoísmo y el M-
19 (entrevista, julio de 2000).
81
Unidad Indígena, No. 90, mayo de 1989, págs. 4-5.
82
Unidad Indígena, No. 97, noviembre de 1990, pág. 16.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 205
Con las mujeres sucedió otro tanto. En el periodo estudiado tuvieron poca
visibilidad como tales, pues contabilizaron menos del 0,6% del total de
luchas sociales. Otra cosa fue su presencia real en las protestas. Sin te-
mor a equivocarnos podríamos decir que ellas salieron frecuentemente a
las calles y los caminos veredales a protestar aunque sus rostros perma-
necieron ocultos entre las multitudes. Por lo demás, en Colombia las muje-
res rara vez acuden a desafíos abiertos en pos de demandas de género. Por
lo común recurren a otras modalidades de acción, como la participación
política por medio de proclamas públicas y el cabildeo, en las que mues-
tran gran habilidad. 84 Este rasgo, más que una debilidad o una fortaleza
intrínseca de los movimientos de mujeres, es resultado de las condiciones
en las que se desarrollan los movimientos sociales en el país.
Las analistas del tema plantean dos fases o momentos de la lucha femeni-
na a lo largo del siglo XX: la primera estaría centrada en la consecución
de derechos económicos y políticos, desde los años treinta hasta los se-
senta, mientras la segunda, de 1975 en adelante, destacaría la reivindi-
cación de derechos reproductivos y de género como tales. Estas fases se
reflejan tanto en la evolución organizativa como en las demandas. Veamos
estos aspectos por separado.
La Unión Femenina de los años cuarenta y principios de los 50, que des-
empeñó un papel destacado en el impulso al sufragio universal, entró en
receso definitivo durante la dictadura. En 1957, por inspiración de la expe-
riencia norteamericana, se gestó en Medellín la Unión de Ciudadanas de
Colombia, que tenía como objetivo el apoyo del Frente Nacional. Aparecie-
ron en forma simultánea grupos de uno y otro partido, como la Acción
Femenina Liberal o su homóloga la Alianza Femenina, y del lado conser-
vador el Comando Nacional Femenino. Por su parte, el Partido Comunista
creo la Unión de Mujeres Demócratas (UMD) para canalizar la solidaridad
83
Entrevista con Pablo Tatay, julio de 2000.
84
Magdalena león justamente nos recuerda: "Reconocer las diferentes prácticas que contiene el Movimiento (de mujeres) nos evita caer
en una simplificación empírica y un reduccionismo político que llevan aenfocar las prácticas más visibles de la protesta( ... ) oa
sobredimensionar el impacto en las políticas del Estado y dejar de lado oen el anonimato prácticas menos visibles que se dan en el
nivel de la vida cotidiana" (Mujeres y participación política ... , pág. 18).
206 Mauricio Archila Neira
8
' 7 de marzo de 1962, pág. 35.
86
Véase Norma Villarreal, "Movimiento de mujeres y participación politica en Colombia ... ", págs. 171-181.
87
Afines de 1978, en Medellín se había realizado un encuentro nacional con más de 300 participantes (Alternativa, No. 196, 1979,
pág. 9).
88
Norma Villarreal, "Movimiento de mujeres y participación política en Colombia ... ", págs. 183-184.
89
!bid., págs. 181-186.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 207
90
Parece que en los años noventa, en contraste con el conjunto del sindicalismo, el sector femenino :1a aumentado en términos de
afiliaciones (Portafolio, 14 de febrero de 1994, pág. 11 ). Según Rocío L.ondoño, acomienzos de los 90 las mujeres eran el42% de
los afiliados de la Acción Comunal y el34% del sindicalismo ("Una visión de las organizaciones populares" ... , pág. 14).
91
El Tiempo, 18 de marzo de 1977, pág. 1OA.
92
Norma Villarreal. "Movimiento de mujeres y participación política en Colombia ... ", págs. 185-186.
93
Unidad Indígena, No. 91, junio de 1989, pág. 13 y No. 95, mayo de 1990, pág. 12.
94
Así ocurrió, por ejemplo. en la movilización que la UMD adelantó en solidaridad con los presos sindicales (Vaz Proletaria, 11 de mayo
de 1967, pág. 12).
208 Mauricio Archila Neira
95 La marcha hacia Bogotá de más de 100 mujeres de todas las edades tuvo como objetivo exigir acueducto para Villavicencio. La
consigna era "agua para alimentar a los niños" (El Tiempo, 25 de febrero, pág. 9 Ay 17 de marzo, pág. 2 B, yLa República, 11 de
marzo, pág. 2 A).
96 Estas últimas pedían servicios públicos domiciliarios, en especial agua. En 19851ograron recoger 200.000 firmas para salvar a las
Empresas Públicas Municipales de Barranquilla y para celebrar el suceso emprendieron una marcha que se convirtió en un nuevo
carnaval (El Tiempo, 5 de agosto, pág. 1OD).
97
Véase, por ejemplo, El Espectador, 4 de agosto de 1975, pág. última A, y 9 de octubre de 1975, 6 B; yEl Tiempo, 1Ode octubre
de 1980, última A.
98 No sin soma en 1969 se mencionaba que 180 estudiantes del Colegio San Martln se enfrentaron alas monjas que diriglan el plantel
en contra de la prohibición de usar minifaldas (El Tiempo, 5 de marzo, pág. 9). En 1970 hubo un corto paro en la empresa Monómeros
de Colombia para rechazar la expulsión de un trabajador que le habla dirigido un piropo auna secretaria {E/ Tiempo, 12 de julio, pág.
7). La información no precisaba el tipo de requiebro que lanzó el trabajador para hacerse merecedor de tamaña sanción. No debió
ser cualquiera, pero en esos tempranos años se restaba importancia aestos asuntos, aun desde los circulas de izquierda.
99 Voz Proletaria, 18 de agosto, pág. 12.
100
El Mundo, 14 y 25 de septiembre de 1987, pág. 12.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 209
101
Este sector, con la ambigüedad de su definición, recoge parte de los trabajadores informales como lo señalamos en el Apéndice
Metodológico.
102
Véanse las reconstrucciones históricas de Carmen Escobar, La revolución liberal y la protesta del artesanado. Bogotá: Fuac-Surame-
ricana, 1990, y David Sowell, The Ear/y Colombian Labor Movement. Philadelphia: Temple University, 1992.
103
Nos referimos a la tesis doctoral de Gary Long en la Universidad de Pittsburgh, "Communists, Radical Artisans, and Workers in
Colombia, 1925-1950", 1992.
104
Ellos lanzaron 26 de los 109 conflictos suscitados en la industria manufacturera y los transportes entre 1919y 1929, y25 de las 87
huelgas de la industria ocurridas entre 1930 y 1945. De 1946 a19571os artesanos libraron 12 de 40 huelgas del sector manufac-
turero (véanse nuestros ya citados trabajos Cultura eidentidad ... , págs. 223 y 277 y "Protestas sociales ... ", pág, 74).
210 Mauricio Archila Neira
Es conocido por los analistas del tema que los gremios empresariales,
soporte muchas veces del Estado, no acuden a la acción directa por la
solución de sus demandas. 106 Ellos prefieren la amenaza pública, el cabil-
deo o la presión privada para conseguir mucho de lo que se proponen y de
esta forma evitar los costos económicos y políticos de la acción directa.
105 Nuestra base de datos muestra que en los tres primeros años del Frente Nacional los artesanos adelantaron solo dos huelgas, mientras
los asalariados de la industria manufacturera acudieron aesa forma de lucha en 48 ocasiones.
106 Luis Alberto Restrepo dice: "Las clases dirigentes de Colombia poseen una sociedad civil propia, autónoma ypoderosa, capaz de
presionar a la sociedad y al Estado desde su propia perspectiva. Están organizadas económicamente en múltiples empresas y
negocios que controlan ydirigen, y en el terreno gremial mediante influyentes asociaciones, como la Andi, Anil, SAC, Fedegán, etc. Esta
red de poder les garantiza la existencia de una democracia para ellas" ("El protagonismo polftico ... ".pág. 33).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 211
La última categoría que cuantificamos son los presos, que apenas reali-
zan el 0,4% de las protestas. Lo sorprendente sería encontrar altos regis-
tros para una población tan reducida, hablando en términos absolutos.
Los 42 conflictos encontrados, sin embargo, muestran que no fueron indi-
ferentes ante situaciones que atentaban contra normas básicas de la exis-
tencia humana, que difícilmente se cumplen en las cárceles colombianas.
La cifra cobra relevancia si se tiene presente que casi la mitad de las
acciones fueron adelantadas por presos políticos vinculados a la izquierda
o a las organizaciones gremiales influidas por ella.
ACTORES "INVISIBLES"
Por último, hay otros sectores que, aunque no tienen figuración en la pren-
sa en relación con las protestas, hacen efectivo su descontento por otras
formas. Nos referimos a grupos étnicos como los afrocolombianos, a las
minorías homosexuales y hasta algunos miembros de los cuerpos arma-
dos del Estado. En los años estudiados no encontramos novedosas movili-
zaciones, que se verán posteriormente, como las de objetores de concien-
cia. En cuanto a los ambientalistas, compartimos con la mayoría de los
analistas la afirmación de que durante el periodo estudiado, más que un
movimiento social como tal, el ambientalismo fue una dimensión de mu-
chos actores sociales que eventualmente puede derivar en movimiento pro-
pio, como parece ocurrir en los años 90. 107 Algo similar se puede decir de
los llamados movimientos por la paz o contra la violencia. 108
107
Véanse Germán Palacios, Se hace camino ... , y la entrevista con Gustavo Wilches, septiembre de 2000. El tema ambiental lo
tocaremos en el siguiente capítulo, por ser un motivo de movilización, pero lo desarrollaremos en el capítulo 7.
108
Que serán tratados en forma similar al ambientalismo.
109
Optamos por clasificarlos con la identidad que la mayoría de los grupos escoge ypor ello no los designamos como "negros", aunque
en las primeras apariciones públicas así se presentaran.
110
Al contrario de los indígenas, que tienen un reconocimiento institucional, es dificil cuantificar alos alrocolombianos. Para activistas como
Juan de Dios Mosquera, son la mayoría de la población, pero eso es discutible porque solo pocos se reconocen así mismos como
tales (entrevista, septiembre de 2000).
212 Mauricio Archila Neira
111
El Tiempo, 23 de junio de 1964, pág. 7.
11
2 El Tiempo, 18 de enero de 1965, pág. 8.
113
E/Trempo, 10 de marzo de 1975, pág.1. Nosotros mismos caemos en !atrampa de lo que criticamos. Estos conflictos, clasificados
como campesinos, laborales o estudiantiles, perfectamente podrfan ser registrados como protestas de afrocolombianos por deman-
das étnicas opor tierras. Esto implica una constante labor de depuración de las bases de datos en las que nos apoyamos.
114
Meses atrás El Tiempo anunció la convocación del "primer encuentro de población negra" (6 de septiembre de 1974, pág. 3 A). La
información de El Pueblo al respecto fue más rica, no solo por ser prensa local, sino porque sus directivas eran más sensibles a los
eventos de los grupos subalternos.
11
5 El Pueblo, 21 de febrero de 1975, pág. 16.
116
ldellonso Gutiérrez, Historia del negro en Colombia. Bogotá: Nueva América, 1986, págs. 88-89.
117
El mismo autor menciona por esos años el origen de grupos designados Panteras Negras y La Olla, en Buenaventura; Cimarrón, en
~payán; yhasta Tabala, en Tunja. Cuenta también que en Buenaventura se gestó un colectivo de "Musulmanes Negros", con mezquita
y todo (ibid., pág. 89).
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 213
118
"Entrevista aJuan de Dios Mosquera", Colombia Hoy, No. 58, 1988, págs. 9-12.
119
Ejemplos en Javier Giralda, La reivindicación ... , págs. 129-135, y Mauricio Pardo, "Escenarios organizativos einiciativas institu-
cionales en tomo al movimiento negro en Colombia", en la obra que compilamos juntos. Movimientos sociales ... , págs. 330-331.
120 El Tiempo, 15 de diciembre de 1973, pág. 3 A.
121 Carlos Eduardo Román, "Movimiento de mujeres, movimiento gay: en lo público por la intimidad", en Ornar Urán, La ciudad en
movimiento ... , pág. 234. Nótese de nuevo el impacto de lo internacional, pues en esa fecha se conmemora la represión a una
movilización de homosexuales realizada en la ciudad de Nueva York, en el sitio de Stonewall, en 1969 (lbid.). Algunas activistas de
estos movimientos en reciente presentación verbal en un ciclo organizado por Planeta Paz dijeron que la primera marcha homosexual
sucedió en 1982 bajo la dirección del intelectual Manuel Velandia.
122
Román afirma que en los noventa se ha ido gestando un movimiento antijerárquico y descentralizado, con proyección nacional y
orientado por profesionales de las clases media yalta. Asimismo insiste en que la Constitución de 1991 les otorga espacio y los hace
más visibles, aunque suelen acudir más ala tutela que ala acción social colectiva (ibid., pág. 243).
214 Mauricio Archila Neira
123
Véase mi ensayo "Los movimientos sociales entre 1920 y 1924", Cuadernos de Alosofíay Letras (Universidad de Los Andes). vol.
111, No. 3, julio-septiembre de 1980, pág. 209.
124
El Tiempo, 20 de diciembre de 1963, pág. 1O.
125
El Tiempo, 30 de septiembre de 1970, pág. 18.
126
El Tiempo, 7 de marzo de 1974, pág. 6 A y 26 de noviembre, pág. 6 A.
127
El Tiempo, 16 de diciembre de 1980, pág. 2 A.
128
las denuncias anónimas fueron más comunes al inicio del Frente Nacional, cuando todavía había fermento golpista en sectores del
Ejército. La Nueva Prensa mencionaba en 1964 un comunicado anónimo de un tal Movimiento de Uberación Nacional, sección Policía,
que señalaba los problemas que se vivían en su seno (29 de febrero, pág. 19). Al contrario de otros países de América Latina, en
Colombia no hubo sectores de las tuerzas armadas que se hubieran acercado alas guerrillas revolucionarias. con la excepción algo
ambigua del teniente Alberto Cendales (Alejo Vargas, Políücay armas ... , cap. 2). En las bases de datos de Cinep hay protestas de
trabajadores vinculados aempresas cercanas a las Fuerzas Armadas. pero figuran como asalariados.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 215
Estos fueron algunos ejemplos, entre otros muchos que reposan en nuestra
base de datos, de sectores que, si bien no protestaron abiertamente, mos-
traron en formas más o menos veladas su descontento. 129
ENCUENTROS YDESENCUENTROS
129
También hubo algunas expresiones de descontento de artistas, deportistas eintelectuales que, cuando se hicieron públicas, fueron
registradas por la prensa. Nosotros, afalta de una mejor categoría, las incluimos según fuese la demanda en los sectores asalariados,
independientes ocívicos.
216 Mauricio Archila Neira
Para decirlo claramente, no hay evidencias de que entre 1958 y 1990 haya
existido lo que muchos intelectuales y activistas de izquierda en sus de-
seos de cambio revolucionario designan como un campo popular que uni-
fique las luchas sociales. Tampoco podemos señalar que hubiera un actor
que fuera siempre la vanguardia de la lucha social. Lo que observarnos a
lo largo del periodo estudiado es la sucesión de diversos protagonismos
que le impusieron su ritmo a la protesta. Así podemos resaltar que los
asalariados, encima de ser los más constantes en las luchas, tuvieron
marcada figuración en los años sesenta y durante el mandato de López
Michelsen. Los campesinos fueron protagonistas de primera línea a prin-
cipios de los setenta, mientras los cívicos lo fueron en el decenio de los
ochenta. Si durante el Frente Nacional los estudiantes, especialmente uni-
versitarios, fueron los más claros impugnadores del orden vigente, cosa
que revivió temporalmente a mediados de los setenta, para cuando avan-
zaban los ochenta fueron ampliamente desplazados por otros actores so-
ciales.130 Pero ninguno fue vanguardia revolucionaria en el sentido que el
marxismo-leninismo le atribuía al proletariado.
130
El declive del movimiento estudiantil ~ser un fen6merto universal, oal menos fue similar en otros ~ses de América latim, como sugiere
el caso guatemalteco, analizado por Carlos Figueroa en el ya citado libro compilado por Margarita López, wcha popular ... , pág. 143.
IDAS Y VENIDAS, VUELTAS Y REVUELTAS 217