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Facultad de Artes
Escuela de Cine y TV
Seminario de Memoria y Cultura
Camilo Antivar Pinto
Código: 360540
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Hacia finales del siglo XVIII, en El Nuevo Reino de Granada, Las políticas de salubridad
pública, presentaron la necesidad de un lugar especial para el entierro de cadáveres en
la periferia de la ciudad, obligando a la sociedad a enterrar sus muertos lejos de iglesias
y conventos, estableciendo así una ruptura entre tradiciones católicas, que destinaban
los cadáveres en catacumbas cercanas o incluso dentro de las iglesias. La creación de
cementerios también establecía una barrera entre la ciudad de los vivos y otra
destinada a los muertos; pero esta última depende de la primera en todos los aspectos,
desde su concepción, mantenimiento, y por supuesto su significación. La residencia de
los muertos se convierte en un lugar de memoria por excelencia, donde el cuerpo
humano, y toda su materialidad, se convierte en objetos de culto, entre la población de
la ciudad en especial su población mas popular. Los cementerios tienen como principal
objetivo la preservación de una memoria tangible a los familiares del difunto, esto, es
representado notablemente por el arte funerario, que presentaría un notable ascenso
al salir de los limitados espacios que podría ofrecer la Iglesia.
Los cuerpos de difuntos que residen en los cementerios, se esconde en la variedad de
elementos propios del arte funerario (lapidas, mausoleos), donde se convierte en el
objetivo mas evidente de los visitantes; Estos les otorgan a tales elementos altísimos
grados de significación, casi al mismo nivel que al del cuerpo de su difunto, ”objetivo de
la visita”, al cual se pretende mantener en un proceso de negación de la muerte. Las
visitas de los habitantes de la ciudad de lo vivos, establece estos lugares destinados a la
conservación de memoria, en lugares antropológicos.
“El lugar común al etnólogo y a aquellos de los que habla es un lugar, precisamente: El
que ocupan los nativos que en le viven, trabajan, lo defienden, marcan sus puntos fuertes,
cuidan las fronteras pero señalan también la huella de las potencias infernales o
terrestres, la de los antepasados o de los espíritus que pueblan y animan la geografía
intima, como si el pequeño trozo de la humanidad que les dirige en eses lugar ofrendas y
sacrificios fuera también la quinta esencia de la humanidad, como si no hubiera
humanidad digna de ese nombre ,mas que el lugar mismo del culto que se les consagra” .1
1
AUGÉ, Marc, Los “No Lugares” Espacios del Anonimato. Editorial Gedisa, Barcelona 1993.Pág. 49
Los cementerios, constituyen lugares de estudio antropológico, donde es posible
encontrar variedad de conductas originadas en torno a la concepción y negación de la
muerte. El cadáver que se deposita en bóvedas o fosas, representa la extensión de la
vida, de lo contrario seria calcinado, y reducido a un puñado de cenizas, siendo esto
último una concepción de la muerte más coherente al final real de la existencia humana,
ósea, de la vida. Los individuos, que han sufrido la muerte de sus parientes o amigos,
activan mecanismos de negación a la muerte, como lo son el recuerdo y la memoria,
expresados de manera tangible en la preservación del cuerpo del difunto, y los
elementos funerarios que puedan evocar su memoria. La concepción de la muerte
como extensión de la vida, facilita una definición real al cementerio como un lugar
relacional y de identidad. Este espacio adquiere una importancia fundamental, en
cuanto es destinado a la praxis de ritos funerarios posteriores, al entierro, que varían
principalmente según la religiosidad, nivel social y económico; Tales prácticas, son
promovidas con razón a la preocupación de bienestar por el difunto, donde de nuevo se
contempla las concepciones anteriormente reseñadas y por supuesto la negación de la
muerte.
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El primer cementerio que se construyó en la ciudad y data del siglo XIX, luego de ser prohibidas
las inhumaciones en los atrios de las iglesias. Fue localizado en un área perimetral del entonces
casco urbano de Bogotá, junto con otros equipamientos tales como el matadero, la cárcel y los
hospitales. La capilla fue realizada en 1839 y la portada del cementerio diseñada en 1910. El
sector oriental del Cementerio Central presenta en su cuerpo central, un trazado elíptico, en cuya
avenida central y sus cercanías están enterrados la mayoría de los personajes ilustres de la
historia de Colombia. Criptas, mausoleos de familias ilustres, ermitas y monumentos conforman
la necrópolis donde se encuentran verdaderas obras de arte de importantes escultores como
Tenerani y Sighinolfi. Alrededor de algunos mausoleos y monumentos se han creado leyendas de
milagros, como en la de Leo S. Kopp, uno de los gestores de la cervecería Bavaria. La forma
elíptica del cementerio simboliza la ascensión de las almas hacia el paraíso. Al cementerio
antiguo se fueron sumando a través del tiempo otros como el Cementerio Civil, el Cementerio de
los Pobres y el Cementerio de los Paupérrimos y todos conforman lo que hoy se llama
Cementerio Central de Bogotá, declarado Monumento Nacional en 1984. Referencia virtual
disponible en http: //www.museodebogota.gov.co/.
ciudad igualmente, y siempre en las proximidades de la iglesia y del ayuntamiento siempre
se ha erigido un monumento a los muertos. De concepción laica, no es verdaderamente un
lugar de culto, sino una monumento de valor histórico.”
“Si un lugar no puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio
que no puede definirse como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico,
definirá un no lugar. La hipótesis aquí defendida es que la sobre modernidad es
productora de los no lugares, es decir, de espacios que no son en si lugares antropológicos
y que, contrariamente, no integran los lugares antiguos: estos, catalogados, clasificados y
promovidos a la categoría de “lugares de memoria” ocupan allí un lugar circunscripto y
especifico.”3
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AUGÉ, Marc, Los “No Lugares” Espacios del Anonimato. Editorial Gedisa, Barcelona 1993.Pág. 83.
remplazado por los parque cementerios, de la periferia de la ciudad y por la practica
moderna de la cremación, que esta desligada de esas ceremonias rituales de cremación
en pilas, hechas a los héroes de ala antigüedad, La cremación obedece a un propósito de
sociedad practica y sin memoria, donde s el lugar de los cementerios puede ser
ocupado por gigantescos hornos, que lograrían convertirse en lugares efímeros de
memoria. De ser mas difundida la practica crematoria, el cementerio dejaría de ser un
lugar de memoria, inclusive podría dejar de existir, ya que lLas cenizas producidas en
la cremación, concentraría concentradas en una pequeña urna,, serian los objetos
significantes de la memoria del cuerpo del difunto, proporcionándole, gran movilidad,
sin dejar de ser una practicaomitiendo el lugar, simplificando las prácticas funerarias
religiosa, ya que podría rendirle honores y homenajes, desde a un lugar probablemente
más la intimio, con menos interacción social que el cementeriodad de su casa, mucho
mas cómodo, que en los cementerios.. Estos procesos de modernidad y practicidad, se
refuerzan en las políticas de sanidad pública, que se olvidan de los cementerios como .
Que se presentan las urbes modernas.
Bibliografia
•AUGÉ, Marc, Los “No Lugares” Espacios del Anonimato. Editorial Gedisa, Barcelona
1993.
•
• CALVO ISAZA Oscar Iván, El Cementerio Central. Bogotá, la vida urbana y la
muerte, Editor Coedición Tercer Mundo Editores e Instituto Distrital de Cultura
y Turismo. Bogotá D.C. 1998.