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INTERCULTURALIDAD

La interculturalidad puede definirse como el proceso de comunicación


e interacción entre personas y grupos con identidades culturales
específicas, donde no se permite que las ideas y acciones de una
persona o grupo cultural esté por encima del otro, favoreciendo en
todo momento el diálogo, la concertación y, con ello, la integración y
convivencia enriquecida entre culturas.

Las relaciones interculturales se basan en el respeto a la diversidad y


el enriquecimiento mutuo; sin embargo, no es un proceso exento de
conflictos. Estos pueden resolverse mediante el respeto, la generación
de contextos de horizontalidad para la comunicación, el diálogo, la
escucha mutua, el acceso equitativo y oportuno a la información
pertinente, la búsqueda de la concertación y la sinergia.

La interculturalidad no se refiere tan solo a la interacción que ocurre a


nivel geográfico sino más bien, en cada una de las situaciones en las
que se presentan diferencias. Hay que tener en cuenta que la
interculturalidad depende de múltiples factores, como las distintas
concepciones de cultura, los obstáculos comunicativos, la carencia de
políticas estatales, las jerarquías sociales y las diferencias
económicas. Además de acuerdo a la perspectiva con la que sea
observada puede entenderse de una u otra forma. Por ejemplo, si se
analiza el concepto desde la ética podemos descubrir que la forma en
la que se involucra en el enraizamiento de los valores sociales es a
través de la promoción del respeto de la diversidad, donde cada
persona tiene derecho a ser como desea y el mismo paradigma vale
para los colectivos. La ética intenta inculcar valores afines para
construir sociedades democráticas, integradas y donde la armonía sea
protagonista de la interacción social.

La interculturalidad está sujeta a muchos conceptos visibles y


variables como: cultura, diversidad, hegemonía cultural, política y
económica de países y regiones, obstáculos comunicativos como el
idioma y la diversidad lingüística, políticas integradoras e
integracionistas de los Estados, jerarquizaciones sociales, sistemas
económicos exclusionistas y que sustentan hegemonías ideológicas
mediante la discriminación y la acción política de menoscabo de las
identidades nacionales, así como diferentes niveles de
desconocimiento entre grupos culturales de los mecanismos sociales y
políticos para el ejercicio de derechos civiles y diferencias en el
ejercicio pleno de las personas, de los derechos humanos y de
género.

El concepto de interculturalidad apunta a describir la interacción entre


dos o más culturas de un modo horizontal y sinérgico. Esto supone
que ninguno de los conjuntos sociales que establecen un contacto
intercultural, se encuentra por encima de otro, en condiciones de
supremacía en relación con el otro, como condición que favorece la
integración y la convivencia armónica de todos los individuos. Cabe
resaltar que este tipo de relaciones interculturales supone el respeto
hacia la diversidad; aunque es inevitable el desarrollo de conflictos,
éstos se resuelven a través del respeto, el diálogo y la concertación.

Pese a que la idea de interculturalidad desde la globalización nació


hace relativamente poco,[¿cuándo?] no fueron pocos los
investigadores de la comunicación, la antropología, la sociología y el
marketing que han trabajado sobre el concepto. La noción se
diferencia del multiculturalismo y del pluralismo por su intención directa
y su accionar propositivo de promover el diálogo y el acercamiento
entre culturas
INTERCULTURALIDAD Y SU INCIDENCIA EN LA PRACTICA
COTIDIANA

“El interés por la interculturalidad como perspectiva de análisis y tema


de discusión se ha ampliado en los últimos tiempos y está cada vez
más presente en espacios de discusión, preocupaciones académicas y
documentos de formulación de políticas públicas. Sin embargo, lo que
percibimos es que muchas veces la apuesta por el diálogo crítico y
horizontal, elemento constitutivo de la interculturalidad, se queda solo
en el plano del discurso y el deber ser. Que la interculturalidad sea
reconocida como deseable y parte de los enfoques de las políticas
sociales nos parece muy importante, pero es insuficiente. Como ya
hemos dicho en otras ocasiones, la interculturalidad como perspectiva
involucra no solo la discusión teórica, ni solo la pretensión del diálogo,
sino también, discusiones y transformaciones de fondo, que incluyen
cambios en nuestras relaciones sociales cotidianas, la búsqueda de la
equidad social y la democracia. Es decir, la interculturalidad implica
varios planos de análisis y acción.

A nivel macro, la interculturalidad involucra abordar, por ejemplo, cómo


las relaciones entre las culturas se vinculan de modo complejo, pero
estrecho, con las relaciones de poder sociales y económicas, y las
formas de hacer política. Queremos en estas líneas, hacer una
reflexión especial sobre el nivel micro, el nivel de lo cotidiano de
nuestras vidas. Aquí, la perspectiva intercultural, como la de género,
nos interpela y nos confronta con nosotros mismos, con la forma en
que nos auto-percibimos, con la manera que nos vemos y
relacionamos con los otros y otras, y establecemos jerarquías sociales
y culturales. Ese es el reto de mayor complejidad que enfrentamos los
que asumimos dichas perspectivas. Eso no es fácil. Eso supone ser
consciente no solo de lo que postulamos y deseamos, sino y sobre
todo, de lo que hacemos. Supone coherencia entre nuestras
propuestas y acciones. A algunos les resulta difícil ser coherentes
intelectualmente, como lo dice Guillermo Rochabrún (ver entrevista
que le hacemos en este número). En otros casos, las promesas,
postulados y propuestas están resentidas con sus acciones. Es en
este terreno en el que también debemos de focalizar, porque
queriéndolo o no, vivimos en un contexto donde las más de las veces
se estereotipa y discrimina a las personas. Quizá hemos formado parte
de una familia, barrio u otro entorno social donde hemos escuchado
desde niños decir, como en la canción de Rubén Blades, “no juegues
con niños de color extraño”, a lo que yo agregaría, de cultura extraña,
de barrio o grupo social distinto. Cuántas veces repetimos, o nos
reímos con las mismas bromas que escuchamos en estos entornos,
chistes racistas, sexistas, machistas u homofóbicas. La
interculturalidad tiene que ver con todo eso. Nos interpela y nos
confronta con todo ese bagaje aprehendido e internalizado por años;
ideas y mensajes que no nos acercan, integran, más bien excluyen o
discriminan. La apuesta por la interculturalidad nos debe de permitir
develar y transformar esas formas excluyentes y jerárquicas de
relacionarnos que se re-producen en el ámbito cotidiano.

El análisis de los procesos educativos debe partir desde el


entendimiento de las condiciones histórico sociales en las que se
producen; en este sentido, la EDUCACIÓN INTERCULTURAL se
encuentra dentro del contexto de los proyectos políticos, sociales,
económicos y culturales de la GLOBALIZACIÓN.

La GLOBALIZACIÓN, con su cara de internacionalización a


fragmentado identidades culturales, a transformado costumbres,
tradiciones y formas de vida. Ante tales procesos de aculturación, nos
encontramos hoy en día en el siglo XXI con una “crisis del progreso”,
en donde se disocian por un lado el universo de las técnicas, los
mercados, las finanzas, y por el otro lado el universo interior, ese que
llamamos de nuestra identidad.

Sabemos que la GLOBALIZACIÓN, tiene un gran influjo en las


conductas personales y colectivas, por la forma de difundir el mensaje
ideológico. A través de: La lengua oral y escrita, o por las imágenes
que están presentes en todas partes y que han logrado penetrar en el
espacio vivencial de los sujetos.
En las sociedades dependientes culturalmente, la dependencia de
tecnología, de conceptos y de formas artísticas, se manifiesta en la
difusión de ideas, de modas, de formas de vida, por el consumo
indiscriminado a gran escala, no solo de productos y objetos, sino
también de mensajes como construcciones elaboradas que pueden
modelar nuestras actitudes, conductas e ideas sobre el mundo,
reforzando con esto estereotipos, roles, actitudes e ideologías.

La escuela a través del tiempo a encubierto un sistema de dominación


cultural, ya que reproduce y conserva las relaciones de dominación y
subordinación que existen entre las culturas.

La EDUCACIÓN INTERCULTURAL, surge como la necesidad de


lograr desde la escuela actitudes transformadoras en un ambiente de
convivencia en la colaboración, la tolerancia y el respeto ante la
diversidad. Actitudes que nos lleven a propiciar nuevas formas de
enseñar y de aprender, promoviendo formas CRÍTICAS Y
CREADORAS de pensar, aumentando la AUTONOMIA del educando
para la construcción de su proyecto de vida personal y comunitario.
Para que pueda tomar decisiones basadas en sus propios juicios y
valores desde el ámbito del propio grupo cultural y del grupo cultural
dominante.

Nuestro país, es una nación pluriétnica, multilingue y pluricultural, en


dónde conviven 62 grupos indígenas y se hablan al menos 80 lenguas
y variantes dialectales; además de otros grupos culturales que hoy
comparten el territorio nacional.

Esta diversidad cultural, con formas de conocimiento diferentes, así


como también diferentes las formas de vestirse y de alimentarse;
producto del intercambio y la influencia de las culturas que la han
conformado, a provocado que la identidad cultural mexicana en
algunas ocasiones no sea tan firme.

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