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Capítulo Valle: comprometido con la problemática de violencia hacia la mujer

Con el objetivo de movilizar a la comunidad en general frente a la problemática de violencia


hacia la mujer, el Capítulo Valle ha venido realizando una serie de foros sobre “Relaciones
de Pareja y Feminicidio”. El primero de ellos, se llevó a cabo el pasado 27 de febrero en la
ciudad de Cali en alianza con el Centro de Estudios e Investigaciones de Género, Mujer y
Sociedad de la Universidad del Valle y con el apoyo del Hospital Universitario del Valle.

El evento contó con la participación de importantes panelistas como Jefferson Ocoró


Montaño, odontólogo con Maestría en Gerencia de Servicios de Salud y Educación Superior
y candidato a doctorado en Ciencias Biomédicas. Actualmente, es el Gerente General
encargado del Hospital Universitario del Valle (H.U.V), quien presentó la estrategia del
Consultorio Rosa.

El Doctor Ocoró comentó que el propósito del H.U.V., es


brindar una atención oportuna y efectiva a las necesidades de
las personas, como las que se derivan de los hechos de
violencia y victimizantes. Para ello, se materializó la estrategia
del Consultorio Rosa, el cual busca reducir la probabilidad de
revictimización brindando una atención integral que incluya
elementos desde lo judicial para la judicialización de quienes
ejercen violencia de género.

Debido al incremento de las cifras que maneja el Ministerio de Salud y el Instituto CISALVA,
el Valle del Cauca ha implementado varias estrategias a nivel municipal y departamental,
pero no siempre esta atención representa una garantía de los derechos de las víctimas si
se circunscribe solo a lo asistencial, o a los aspectos fisiológicos para hacer un proceso de
sensibilización es necesario cambiar el abordaje de la víctima.

En lo referente al maltrato infantil estamos preparados, pero no se prenden igual las


alarmas, en el caso de las mujeres que llegan golpeadas, para decir “aquí hay un fragante
problema de abuso”, que en ocasiones termina en hechos graves, dejando a la persona a
veces en condiciones de discapacidad, y en otras ocasiones, por desatención o falta de
sensibilidad la mujer termina asesinada, mencionó Ocoró.

Defender una víctima no genera ingresos a corto plazo, pero a largo y mediano plazo es
una gran ganancia pues disminuye la morbimortalidad, las enfermedades de la familia, los
intentos de suicidio, contribuye a la felicidad de la sociedad, pues una persona que se siente
protegida tiene mayor calidad de vida.

El Departamento del Valle, a través de la Asamblea creó una ruta para las víctimas de la
violencia. Hay muchos hechos victimizantes, pero algunos están más concentrados en las
mujeres. Se creó el código rosa, así cuando llega un caso de violencia de género, todos
prenden las alarmas y saben qué deben hacer. La interconsulta con psicología o psiquiatría
no es urgente y en virtud de que no lo es, la víctima pasa más y más tiempo atemorizada,
angustiada. Cuando se prende el código rosa se sabe que se debe actuar inmediatamente.
En ese sentido, el Hospital creó esta ruta de atención integral a la víctima de violencias
basadas en género. El objetivo es proporcionar celeridad, eficiencia, eficacia en la atención
integral de las victimas mediante una estrategia interinstitucional que evite la revictimización
e impunidad y permita el restablecimiento de derechos. La persona llega al Hospital, es
atendida por quien debía ser y la ubica en el área que debe estar. La psicóloga es la única
que indaga sobre la historia de la persona y el Hospital hace el enlace con la autoridad
responsable para que garantice su protección. Esto permite que la denuncia se interponga
de manera oportuna y los encargados lleguen donde está la víctima y no al contrario, pues
este recorrido de una entidad a otra desestimula la denuncia.

El Consultorio Rosa se inauguró el 26 de


noviembre de 2018. A corte de febrero de
2019, por servicio urgencias se reportaron
53 casos de violencia de género, por
consulta ambulatoria 11 casos y por revisión
1, lo que da en total 65 casos. Al ingresar,
el paciente se clasifica en un Triage, se
hace la valoración médica inicial para
descartar organicidad, se reporta el caso y
se hace el despliegue de atención
interinstitucional. En el Hospital, hay una
persona encargada de reportar a cada una
de las entidades que pueden contribuir como la Fiscalía y a la Defensoría del Pueblo de ser
necesario. Cuando el paciente ingresa hay unas normas de seguridad para prevenir que el
victimario ingrese y se presente la agresión nuevamente.

Las estadísticas indican que el grupo étnico de afrodescendientes ha registrado 35% de los
casos y otras etnias el 75%. La clasificación grupo etario muestra 4 mujeres gestantes, 3
hombres y 2 personas de la población LGBTI. Otra población que está siendo víctima y no
ha sido identificada debidamente, son los niños, niñas y adolescentes, que en la mayoría
de los casos no tienen la posibilidad de denunciar por sí mismos. El compañero sentimental
ha sido el agresor en 33 de los casos, el ex compañero sentimental en 10 casos y los
padrastros en 4 de los casos. Esta problemática se da en distintos estratos.

Como panelista del Foro también participó la doctora Alba Nubia Rodríguez Pizarro,
antropóloga, magister y doctora en Sociología y directora del Centro de Estudios e
Investigaciones de Género, quién presentó los resultados de una investigación sobre
Violencias Urbanas y Memoria, realizada en 5 ciudades del país: Bogotá Medellín
Buenaventura, Barranquilla y Cali, que tenía como objetivo dar algunas ideas sobre el
análisis y la necesidad de abordar especialmente los feminicidios desde otros lugares de
comprensión. Se propusieron 4 ejes: violencia contra las mujeres o feminicidios, escenarios
de violencia urbana, cifras y casos de violencia hacia las mujeres y los tipos de feminicidios
en Cali. La investigación retomó cifras entre los años 2004 y 2014.

Para comprender los feminicidios debemos ubicarlos en el marco del orden social que se
construye en las ciudades. Con relación al primer aspecto, la violencia de las mujeres y los
feminicidios un escenario de violencia urbana, se revisaron estudios sobre la violencia de
género contra las mujeres en otros países, identificando que hay un riesgo más alto de sufrir
la violencia por razones de género en las ciudades, sin decir que las mujeres de zona rural
no la sufren. Si bien estos hallazgos han dado origen a la construcción de políticas de
seguridad, no han sido asociados al orden social. Las cifras aumentan y esto se explica
porque hay más denuncias y quizás porque hay más casos.

En Cali, las cifras han solido ser altas con relación al resto del país, en el 2016 tuvo la tasa
más alta. Entre los estudios comparativos más recientes de violencia urbana en Colombia,
Brasil y México, se encontró que en ciudades como Medellín y Ciudad Juárez no se asume
la violencia de las mujeres como un problema de violencia urbana, sin embargo, el “Modelo
de protocólo latinoamericano de Investigación de las muertes violentas de mujeres por
razones de género (femicidio/feminicidio)”1 que publicó Naciones Unidas y la ONU, platea
que el feminicidio es un fenómeno global que ha alcanzado proporciones alarmantes en el
mundo y las víctimas son las mujeres en diversas etapas de desarrollo, condiciones y
situaciones de vida. Este planteamiento de Naciones Unidas y de la ONU ha sido
corroborado por las encuestas para medir violencia contra las mujeres hechas en Ecuador,
México y España, donde se evidencia que hay mayor riesgo de ser víctima de la violencia
en las ciudades.

Con relación a Cali, aun cuando hay políticas contra la violencia que padecen las mujeres,
las cifras y los casos se han estudiado y analizado vinculándolos muy débilmente en
relación con la construcción del orden social y a su anclaje en una sociedad patriarcal. Es
necesario entonces, analizar cómo se consolidan, se construyen y transforman los órdenes
sociales, cómo se va anclando y teniendo origen la violencia contra las mujeres y
especialmente el feminicidio, que está anclado tanto en el ámbito privado como en el
público.

Es necesario complejizar los análisis y estudiar, comprender de qué manera esa violencia
contra las mujeres está vinculada y relacionada con otros tipos de violencia. Por ejemplo,
en un caso presentado en Cali “… donde una mujer que iba en transporte público,
desparece. Una persona cercana, una relación que haya precedido ese feminicidio”. Allí se
debe explorar la violencia relacionada con escenarios narcotráfico, crimen organizado y la
violencia entre jóvenes, que también adquieren relevancia al analizar la violencia urbana.

La violencia en Cali sigue siendo más alta en relación a víctimas y victimarios para los
hombres. En lo referente a la violencia intrafamiliar la victimización para las mujeres es 4
veces mayor a la de los hombres: las mujeres corremos más riesgo en nuestras casas. Se
encontró una tasa de 72 para hombres y 270 para las mujeres. En el tiempo, las tasas para
la violencia intrafamiliar hacia los hombres han tenido un ligero aumento, en el caso de las
mujeres decrece, pero sigue siendo superior a la tasa global nacional.

La edad es otro dato importante; del grupo de 0 a 14 años la tasa de victimización es del
52, se triplica entre las edades de 15 a 19 años, se duplica en el grupo de 20 a 24 años y
aumenta a 329 en el grupo de 25 a 29, y decrece en las edades de 30 a 39 años y sigue
disminuyendo. La violencia intrafamiliar se concentra en el grupo de jóvenes entre 15 y 29
años. Las mujeres somos víctimas sobretodo en edades muy productivas. Las cifras
también arrojaron que el alto nivel de escolaridad se convierte en un factor de riesgo, a
mayor nivel de escolaridad alcanzado mayor victimización de las mujeres en el ámbito
intrafamiliar. El estado civil indica que las mujeres separadas, divorciadas o en proceso de
divorcio tienen mayor representación.

1
http://www.unwomen.org/es/digital-library/publications/2014/8/modelo-de-protocolo-latinoamericano
Si bien los feminicidios solo se tipificaron hasta el año 2015, se hizo seguimiento a las
noticias publicadas en los diferentes medios de comunicación. Para la investigación
“Violencia Urbanas y Memoria”, se construyó una base de datos de 107 casos. Estos casos
corroboraron características de las víctimas y se agruparon en dos grandes tipos: los
perpetrados por las parejas de la víctima, es decir, se ha establecido una relación
interpersonal previa al asesinato y ocurren especialmente cuando las mujeres deciden
hacer una vida propia, independiente a la de ellos, para impedirle que lleve a cabo una vida
digna y autónoma. Esto se refleja en el caso de una mujer que fue degollada en el Mío por
su pareja cuando ella le informó que se separaría de él, y los casos de mujeres asesinadas
por sus parejas al interior de moteles. Otro dato importante es que las mujeres asesinadas
habían padecido múltiples violencias, es decir, cuando se llega al feminicidio, se ha
recorrido un largo camino de golpes, maltrato, violencia psicológica, económica, pero
también violencias estructurales como la falta de atención institucional. Por ejemplo, la niña
Melany que fue asesinada a golpes por su padre por obtener malas calificaciones había
sido víctima de maltrato de tiempo atrás, pero las instituciones decidieron que debía vivir
con el padre.

El análisis de los casos mostró entonces, que hay feminicidios que están relacionados con
otros escenarios de violencia como el crimen organizado, bandas, pandillas, tráfico de
estupefacientes, y se vinculan distintos campos de conflicto que ocurren en la ciudad como
el económico político y sociocultural. En estos casos no antecede una relación interpersonal
entre víctima y victimario. Generalmente, los asesinatos obedecen a ajustes de cuentas,
los victimarios agreden a esposas, compañeras, hermanas o simplemente mujeres que son
habitantes de los territorios donde estas bandas operan. Esto nos lleva a mirar cómo se
conforma y se transforma el orden social.

Estudios a nivel global como el de la antropóloga Peggy Reeves Sanday han evidenciado
que entre más altos son los niveles de pauperización de una sociedad, más aumentan los
niveles de violencia contra las mujeres. El trabajo de Rita Segato permite entender que hay
un tipo de violencia de género que se genera y transita por escenarios absolutamente
impersonales, en otras palabras, aunque todos los feminicidios obedecen a un dispositivo
de género y resultan del carácter violentogénico de la estructura patriarcal, el fin de la
impunidad va a depender de una tipificación rigurosa que trascienda en mucho la mera
utilización del nombre de feminicidio y que sea capaz de discriminar por lo menos dos tipos
amplios operantes de esta clasificación general, es decir, la identificación de lo que los
desencadena, aquello referidos de motivaciones de orden personal o interpersonal,
crímenes domésticos y agresores seriales y aquellos de carácter impersonal que no pueden
ser referidos al fuero íntimo como desencadenante y en cuya mira se encuentra la categoría
mujer, o las mujeres de un cierto tipo racial o social, de grupos antagónicos. Estamos frente
a la eliminación sistemática que un grupo humano que no responde a un rol particular.

Lo que nos arroja la investigación realizada es que los homicidios en Cali han obedecido a
un orden social patriarcal y también a un orden mafioso que entra a reforzar el orden
patriarcal y esto se relaciona con nuevas formas de violencia en Cali.

Por otro lado, la panelista Sandra Milena Cabezas, psicóloga, especialista en Desarrollo
Humano y las Organizaciones, referente de Convivencia Social y Prevención de Violencias
del Grupo Salud Mental de la Secretaría de Salud Pública Municipal, presentó dicho grupo
cuya coordinadora es Maritza Isaza, y que aborda la promoción de la convivencia social y
abordaje de las violencias, la promoción de la inclusión social, el abordaje del consumo de
SPA y otras dependencias; la promoción de la vida y abordaje del sufrimiento psicosocial,
el ámbito familiar, escolar/universitario, comunitario/social, laboral e institucional como ejes
misionales

La doctora Cabezas hizo énfasis en los siguientes aspectos: es vital que todos los
profesionales de la salud se comprometan con la realización del procedimiento que permite
detectar casos de violencia de género para intervenir oportunamente y prevenir los
feminicidios, el registro de los testimonios dados en consulta, además de los síntomas
físicos; esto puede hacer la diferencia. Se requiere un manejo ético de las comunicaciones
y los medios deben hacer un cubrimiento responsable y respetuoso de los casos. Los
profesionales también deben cuidar de hablar a título personal, pueden referir lo dicho por
la usuaria y evitar hacer afirmaciones como si hubiesen presenciado el hecho. Expresarse
en términos “la usuaria refiere…”. En los procesos judiciales, quienes asumen la defensa
de los victimarios suelen usar a su favor dichos errores en el manejo del discurso.

El Grupo de Salud Mental visita las comunas, lo territorios, identifican alertas, capacita a
actores comunitarios como el gremio de las peluqueras y tenderos, quienes suelen tener
acceso a los relatos de vida cotidiana de las personas. La intención es vincularlos, darles
herramientas para fortalecer su capacidad de liderazgo, que conozcan la Ley 1257 de 2008
que adopta las normas que permitan garantizar a todas las mujeres una vida libre de
violencia, la Resolución 459 de 2012 que establece el protocólo para la atención integral a
víctimas de violencia sexual y el Decreto 2734 de 2012 por el cual se reglamentan las
medidas de atención a las mujeres víctimas de violencia y la responsabilidad y competencia
de las Entidades Prestadoras de Salud (EPS) que deben garantizar la protección de la mujer
que está en riesgo de feminicidio, bien sea en un hogar de acogida, un hotel, o entregarle
el dinero para que cubra estos gastos. La Secretaría de Salud ha identificado barreras de
acceso para este tipo de atención y ha entrado a regular a las EPS. Hasta 72 horas tiene la
EPS para definir la protección de la mujer. El comisario da la orden de protección por 6
meses, pero puede ser prorrogable.

Cuando una mujer tiene sufrimiento psíquico prolongado, en ocasiones atenta contra su
vida, por eso se debe monitorear permanentemente su estado de salud mental para
identificar señales que pudiesen dar cuenta de una ideación suicida. La estrategia de la
“Red del buen trato”, que hace presencia en las diferentes comunas de Cali, el proyecto “Mi
cuerpo es territorio seguro” y la certificación en atención a víctimas de violencias sexuales
a los profesionales de salud han contribuido a hacer un adecuado abordaje de los casos de
violencia de género.

Cuando las mujeres denuncian reciben el rechazo y ataque de la familia del agresor, suelen
sentirse solas y eso influye en la alta deserción de las mujeres en el proceso de denuncia.
Para prevenir dicha deserción se requiere un adecuado proceso de acompañamiento y
hacer seguimiento a los casos. Por ello la importancia de la articulación interinstitucional
con mesas gubernamentales y entidades como las comisarías de familia y reportar los
casos en SIVIGILA2 donde se hace trazabilidad de éstos. La ruta se activará donde la
persona llegue, bien sea una Comisaría de Familia, Fiscalía, institución de salud, Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Entidades como la Policía Nacional, los hogares
de paso y las organizaciones de mujeres también respaldan el proceso. La persona puede
acceder al centro de salud más cercano y deben atenderla.

2
http://portalsivigila.ins.gov.co/sivigila/index.php
Algunos de los factores de riesgo de feminicidio que se identifican en la relación de
pareja son el control, el ejercicio de poder sobre el otro, en su forma de vestir, en su
economía y en su comportamiento.

La doctora Cabezas cerró su participación señalando que muchos de los casos de femicidio
están en investigación para determinar si son feminicidios, así que la cifra de estos últimos
podría aumentar. De igual forma, invita a los asistentes al Foro a participar en el
Observatorio de Salud Mental que se realiza el segundo jueves de cada mes en la
Universidad Libre, donde participan diversos actores y a hacer uso de la Línea 106 que es
otro recurso para que las personas que estén siendo víctimas puedan pedir ayuda u
orientación.

El Foro en Cali finalizó con la intervención de la Doctora Consuelo Malatesta, socióloga,


consultora en temas de género, educación y diversidad, políticas públicas de género,
construcción de paz y Derechos Humanos, miembro del Centro de Estudios de Género de
Univalle, directora de la Corporación de Atención Integral a Mujeres (CAMI), y coordinadora
del proceso de prevención de violencias en la escuela del Instituto de Educación y
Pedagogía de la Univalle.

La doctora Malesta señaló que el tema propuesto en el Foro debería tener un lugar muy
importante en la agenda de los programas de Psicología, de la investigación y de la
cualificación para la intervención. Los psicólogos y psicólogas tienen un papel muy
importante en la salud de la sociedad; en la dimensión de la salud mental. La influencia que
ha podido tener el trabajo de las organizaciones de mujeres, de las feministas en las
políticas públicas y en la academia, impacta muchos derechos humanos, el principal es el
derecho a la vida. La Psicología es un área de intervención y de saber que tiene mucho que
ver con la construcción de la identidad masculina y femenina y con la intervención de los
factores de riesgo culturales.

Cuando se hace un análisis socio-antropológicos del origen de las violencias contra


mujeres, niñas, niños y hombres, es necesario concluir que es una expresión de relaciones
de poder, y las violencias de género están inmersas en estas relaciones de poder, como
por ejemplo la guerra. En la construcción de esa identidad del niño y de la niña como
hombre y como mujer en los espacios de socialización como la familia, la escuela, la iglesia,
esos procesos contienen un modelo de masculinidad y feminidad que están hechos para
que sean complementarios. Todos y todas pasamos por el mismo modelo, que tiene una
idea central de complementariedad, de naturalizar la debilidad de las mujeres y la fuerza de
los hombres.

Hay un proceso cultural de socialización que se impone a niños y niñas, una masculinidad
violenta y una feminidad pasiva que soporta la violencia, una concepción religiosa donde la
mujer sale de la costilla del hombre. Estos discursos contienen el origen de las violencias
basadas en el género. Dan un lugar de mayor preponderancia al género masculino o de
masculinización, que al género femenino o feminizado. El fundamento de ese proceso de
socialización tiene que ver con unos elementos de jerarquización. Otorgarle mayor valor a
lo masculino o masculinizado, o menor valor social, cultural y económico a lo que la
sociedad feminiza.

Cuando se habla de feminicidio, también entra la población transgénero, hombres en su


morfología física que construyen una identidad femenina. Se ha identificado que
automáticamente esto conlleva que pasen a ubicarse en un lugar inferior en la jerarquía
social. Se deben cuestionar lugares comunes que aparecen no solo en conversaciones
populares, sino también académicos, que tiene que ver con la no comprensión de la
violencia de género como un asunto cultural aprendido en los procesos de socialización y
que además es exigido en términos de un formato de feminidad y masculinidad por las
instituciones sociales: “no se siente así, no se corte el cabello que parece un niño, no llore
que parece una niña…”. Tiene que ver con estereotipos, no solo cómo se comportan los
niños, sino también cómo se visten. De no corresponder con estos estereotipos habrá un
cuestionamiento a su masculinidad. Los temores de los padres y madres los
comprendemos cuando retomamos la perspectiva de género.

Hay subtemas como la violencia de género y feminicidios contra las niñas, entender que a
ellas las violentan por su condición cultural de niñas. A los datos debe hacerse seguimiento,
cómo se comportan, cuál es el origen, lo social se explica por lo social, no por lo divino, que
es respetable, pero se requiere la perspectiva sociocultural a la hora de la intervención. Al
hacer un paneo en las publicaciones de la Fiscalía y Medicina Legal, se evidencia que se
suele tener dificultad para obtener los datos rápidamente. Por ejemplo, en términos de
medir el impacto de las políticas públicas, la demora en los datos de uno o dos años
complejiza la situación.

A nivel general, 150 millones de niñas han sufrido violencia sexual en el mundo, la mitad de
estas niñas han sido menores de 16 años. El 28% de ellas aseguran que no se sienten
seguras de camino a la escuela. En Colombia, se reportaron 18.000 casos de violencia
sexual en el 2015 y en los primeros dos meses del 2016 más de 2.000. El 84% son niñas,
parte del resto del porcentaje son niños feminizados. En el 2017 aumentó el porcentaje de
violencias sexuales 2.974 casos de niñas. Existe un alto nivel de impunidad frente a estas
violencias sexuales. Las regiones donde más se presentan son Valle del Cauca,
principalmente en Cali. Suele haber una cadena de familiaridad, los agresores son cercanos
a la familia, papá, padrastro, amigos, abuelos o vecinos de mucha confianza.

El embarazo infantil es otro tema que debe vincularse, pues muchos son producto de estas
violencias sexuales. En el 2016 una de cada cinco mujeres entre los 15 y los 19 años fue
madre o estaba embarazada. Según el Ministerio de Educación Nacional, 21.500 menores
tienen hijos, 15.000 entre los 14 y los 19 años, 6.500 de ellas son menores de 14 años.
Entre el 20% y el 16% de la deserción escolar está asociada a estos embarazos. Algunas
de las niñas mueren en los partos porque sus cuerpos no están preparados. En Guatemala,
se presentó un parto de una niña de 7 años y murió en el proceso. Otras formas de violencia
contra las niñas, el trabajo doméstico forzado, las violencias psicológicas, acoso sexual en
círculos familiares, comunitarios, escolares.

Debemos estar en sintonía para nutrir los protocólos de identificación de esos casos.
Hay unos indicadores, pero cuando se tiene la mirada, la perspectiva de género,
cuando se enfoca o se tiene un enfoque de esas violencias en la infancia y la
adolescencia, podremos identificar cuando un niño o una niña o adolescente
muestra síntomas de violencia sexual o de otras violencias.

Existen círculos de violencia, en las comunidades indígenas Embera Chamí que se ubican
en el Eje Cafetero. En Risaralda por ejemplo aún se da la mutilación de los genitales sólo
de las niñas. Esta práctica en ocasiones genera la muerte, por el uso de cuchillas o piedras.
También hay casos en nuestro país de matrimonios obligados. La punta del iceberg son los
casos que se conocen en las noticias, hay unas redes muy sofisticadas que trafican con
videos para clientes que disfrutan del sadismo y la tortura de niños, niñas y adolescentes,
esto se conoce por las cifras que maneja la Fiscalía del número páginas que cierra
permanentemente. En catálogos de prostitución, el cuerpo que se comercia a mejor valor
es el de la niña, se sobrevalora la niña como mercancía y esto tiene que ver con las
concepciones de la virginidad.

Hay unas variables que deben cruzarse con el género como pobreza, etnia,
discapacidad, pues, entre más variables de exclusión, más expuestos están los
niños y las niñas a la violencia de género.

Las violencias de género son generalmente sobre las mujeres. Los desarrollos teóricos y
empíricos han hallado dos estructuras sociales comunes que explican la violencia de
género contra los niños y las niñas que aparece desde las sociedades ancestrales, uno es
la segmentación social y tipificación sexual y jerarquizada y otro es la estratificación sexual
jerarquizada. La segmentación social surge de las normas sociales que establecen un
determinado rol de los seres humanos en los colectivos a los que pertenecen y que se
definen en función del parentesco, lugar de nacimiento, distribución social de poder,
representación social asignada a sus rasgos físicos, estatus de la familia y sus condiciones
en la división social del trabajo. Hay una distribución del poder diferenciada, el poder de lo
público y lo económico. La toma de decisiones se le otorgó al hombre y a la mujer el poder
sobre lo privado y lo doméstico, pero en un sistema capitalista ese poder no tiene valor.

La estratificación sexual jerarquizada se reconoce como uno de los sistemas de


organización social más arraigados en la vida social y consiste en la asignación de roles
diferentes para cada sexo, atribuyendo a los hombres una posición de supremacía o
dominación sobre las mujeres, quienes por lo general ostentan los roles sociales con menor
estatus y posición en las pirámides sociopolíticas. Estas estructuras son conocidas como
estructuras patriarcales. Hay modelos de dominación que proponen que los niños y las
niñas están abajo, hay un paradigma relacional muy fuerte. Se suma la condición de género
y de edad, se comprende entonces por qué las niñas son más vulnerables entre las mujeres,
y aún más si se suma que la niña sea indígena, afrodescendiente, en condición de
discapacidad, si vive en situación en pobreza o es víctima de conflicto armado.

Estas variables de realidad se vieron en el caso de la niña Samboní que era desplazada de
la violencia paramilitar y guerrillera en el Cauca, llegó a una zona de asentamientos cercana
a una constructora de edificaciones de estrato alto y se encontraba desescolarizada. Este
es un caso muy doloroso que involucra muchas variables de discriminación; ella no podía
ser más vulnerable. Se debe revisar también cuáles eran las condiciones del agresor que
identificó la situación de la niña, pues está en juego las relaciones de poder. Entre los
profesionales también debemos alertar estas concepciones de jerarquización.

En los contextos de violencia, son los actores armados los que comenten dichas violencias.
Preocupa la presencia de militares estadounidenses en nuestro país pues ya se han
presentado casos de raptos y abusos sexuales por parte de ellos, a niñas y adolescentes,
actos que ellos mismos dejaron registrados en video.

Debemos conocer y revisar qué se está haciendo en las instituciones en las que nos
movemos, qué estamos haciendo para la identificación de las violencias contra los niños,
las niñas y adolescentes, cualificarnos en la atención de esta problemática, saber cómo
podemos movilizar desde diferentes espacios la prevención de las violencias, cómo
empoderar a los niños y niñas con sus derechos, ayudarles a distinguir entre amor y
agresión.
El “Modelo de protocólo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de
mujeres por razones de género”, (femicidio/feminicidio) identifica los tipos de feminicidio
como el infantil, que es la muerte de una niña menor de 14 años de edad convertida por un
hombre en el contexto de una relación de responsabilidad, de confianza o poder que le
otorga su condición adulta.

El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses estima que sólo se denuncia
el 30% de los casos de violencia contra las niñas y adolescentes, y sólo se tipifica el 13%
como violencia de género. Elementos que pueden indicar en el análisis que se trata de
feminicidio, como que, de 396 casos, al menos 19 niñas fueron asesinadas dentro de su
vivienda, en relaciones familiares de poder y convivencia.

La perspectiva de género es una categoría de análisis, al igual que la categoría clase y


etnia. No es un asunto marginal, exclusivo de los movimientos de mujeres, como no solo la
categoría clase es solo para los pobres, o la categoría etnia no es solo para los negros. Son
elementos que han aparecido para desvirtuar una situación de obligatoriedad de un
contexto nacional, latinoamericano y global. No se trata de ser o no de esa línea o de
trabajar con una ley o no. No es si gusta, es un asunto de ética. No podemos seguir
atendiendo a niños, niñas y adolescentes tratando de comprender sus problemáticas sin
entender qué significa ser niño o ser niña de manera diferencial en su contexto familiar,
escolar o comunitario. Esto debe ser un elemento que nutra la comprensión como
profesionales para hacer diagnósticos más acertados, para identificar y prevenir violencias
o posibles feminicidios, porque son evitables.

Hay un protocólo que permite a los funcionarios y funcionarias de las comisarias prender
las alarmas cuando llegan víctimas de feminicidio. La mayoría de mujeres que han sido
víctimas de feminicidio ya habían denunciado o le habían contado a alguien que su pareja
las iba a matar.

Los psicólogos y psicólogos tenemos un rol protagónico con la población de niños y


niñas, que es un trabajo mucho más urgente. Ellos en ocasiones sólo le cuentan a
los psicólogos y psicólogas en los contextos de la escuela.

Los asistentes al foro participaron activamente con sus aportes. Por ejemplo, Gabriel
Loaiza, psicólogo de la Fiscalía del Centro de Atención Integral a Víctimas de Abuso Sexual
- CAIVAS solicitó invitar a los compañeros de esta entidad para aportar sobre las
investigaciones de la parte penal sobre violencia de género, feminicidio y violencia sexual,
a quienes se encuentran en la sección de análisis criminal para que presenten los perfiles
de abusadores sexuales y que ejercen violencia intrafamiliar.

Por su parte Jenny Caro, psicóloga de la Escuela Nacional del Deporte, pidió mostrar cifras
de casos exitosos que evidencien experiencias significativas de intervención. En la medida
que éstas se visibilicen, las personas comenzarán a tener más confianza, pues suelen
comentar que les cambian el psicólogo cada tres meses, se hace la ruta, se hacen
solicitudes del reporte de evolución, pero a veces no se emiten y eso deja maniatados a los
profesionales. Sandra Milena comenta que los procesos de contratación influyen en la
continuidad de la atención. Los equipos psicosociales deben estar todos los días por la
complejidad de la problemática y para evitar que la víctima sea revíctimizada. Funcionará
mejor en la medida que las instituciones trabajen de manera articulada: la víctima no
necesita trámites, necesita soluciones.
Otra de las asistentes, una trabajadora social señala lo valioso de haber tenido posiciones
diversas entre los panelistas, comparte que trabaja con padres y madres orientando talleres
sobre habilidades para la crianza. Ella afirma que nuestra población adulta requiere
formación para ejercer las funciones y los roles parentales. El vacío de orientación está en
todos los estratos. Invita a que estos lugares no sean solo para psicología o trabajo social,
se debe ver al ser humano en su integralidad, tener una mirada compleja.

Sandra, entrenadora de futbol compartió su experiencia en este contexto


predominantemente masculino. Afirma haber sentido la discriminación, descalificación de
sus pares hombres quienes han puesto en duda sus competencias como entrenadora por
el hecho de ser mujer.

Héctor Osorio, psicólogo del Hospital Universitario del Valle invita a mantener el
compromiso para dar continuidad a la ruta de atención y señala que la falta de asignación
de recursos para la atención de casos de violencia de género es otra forma de violencia.
En el Hospital, la ruta de atención funciona de lunes a viernes de 7:00 a.m. a 4:00 p.m.
¿Qué pasa los fines de semana, qué pasa con la víctima que llega en la noche, tiene que
esperar hasta que haya atención, qué pasa con la atención en las EPS?. Él recuerda que
el Hospital es de todos y tiene las puertas abiertas.

Daniel, psicólogo comparte su experiencia y considera que el éxito de la ruta lo determina


el sector justicia, ha identificado las falencias en este ámbito: las mujeres expresan
desesperanza frente a lo que pueda pasar. En salud tiene una ruta que funciona. Hay
desconocimiento de las rutas, se debe reforzar la socialización de éstas, que esta
información llegue a la comunidad.

Consuelo comenta que debe trabajarse aún más en la prevención y es clave la comprensión
del fenómeno social. En ocasiones el problema no es de dinero, sino de competencia de
quienes lideran los proyectos y la evaluación de política de género. Por ejemplo, en Cali se
invirtió mucho dinero, pero los operadores no fueron idóneos, no tenían la perspectiva de
análisis, no hacían cruces de territorio, de edad, no es sólo cuestión de cifras y protocólos,
sino de tener claridad respecto a desde dónde nos paramos para definir el tema.

Desde la Secretaría de Educación, se investigó cómo se da el origen de la violencia en las


escuelas por orientación sexual e identidad de género. Sigue diseñar estrategias de
intervención para prevenir esas violencias. Se está definiendo una guía para trabajo con
familias sobre el tema de identidad de género.

Alba Nubia agradece la invitación al Foro y reitera la preocupación en el orden social, se ha


hablado de víctimas, pero la ley también plantea la necesidad de trabajar con los agresores.
Hay esfuerzos, pero si no nos preguntamos qué está pasando con los agresores, se seguirá
construyendo el mismo orden social que genera estas violencias.

Finalmente, Juliet Salazar, presidente del Capítulo Valle cerró el evento en Cali
agradeciendo la asistencia de los panelistas y participantes y exhortando a no individualizar
situaciones que trascienden al individuo, problemas que surgen de fenómenos que son
sociales, y evitar cargar a la persona con toda la responsabilidad de lidiar con la complejidad
de estas realidades, a no normalizar el chiste, publicidades que legitiman un trato violento
y peyorativo hacia las mujeres.
Foro en Pasto, Nariño
Por otro lado, el 9 de marzo se realizó en Pasto el mismo foro, gracias a una alianza con la
Corporación Universitaria Minuto de Dios. Sandra Rocío Guerrero, docente de dicha
corporación compartió que desde las ciencias sociales y humanas se abordó el fenómeno
de las violencias contra las mujeres. Desde la Psicología se señaló la responsabilidad ética
que tenemos los profesionales de la salud mental en la identificación de casos, intervención
y activación de ruta además de la importancia que amerita la intervención bajo enfoque
diferencia y de género en alianza con el Derecho, el cual desde la intervención de la Dra.
Yanira Vallejo, abogada y Docente investigadora del Grupo Derecho Innovación y
Desarrollo Social se hizo una diferenciación conceptual entre femicidios y feminicidios,
además de enfatizar cómo la Psicología puede aportar con insumos, herramientas,
explicaciones sólidas bajo bases teóricas que acerque al sistema de justicia a la
comprensión de qué es lo que sucede en la vida y entorno de las mujeres que son
expuestas a este tipo de violencia.

Cómo las relaciones afectivas de abuso podrían desencadenar trastornos o síndromes en


las víctimas, cómo puede ser el caso del TEPT, la indefensión adquirida, la disminución de
la capacidad para tomar decisiones e identificar la solución de los problemas. También
reconocer que necesitamos ahondar en el tema bajo ejercicios de investigación que
suministren herramientas adecuadas para facilitar a las victimas superar las secuelas
emocionales y salir del ciclo de violencia, este acercamiento al fenómeno de la violencia
puede dar una explicación clara frente a la dinámica suscrita en una relación de abuso,
como la presencia de malos tratos, condiciones peyorativas, e inseguridad hacia la vida
pese a eso las victimas pueden sentir un vínculo firme afectivo, con su agresor y que este
deberá observarse como un vínculo suscrito en aras de la supervivencia psíquica y física.

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