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Apego

La teoría del apego fue formulada para explicar ciertas pautas de conducta características no
sólo de los bebés y los niños, sino también de los adolescentes y los adultos. Anteriormente fue
caracterizada en términos de dependencia y sobredependencia.

La teoría del apego destaca:


La importancia primaria y la función de los lazos emocionales íntimos entre los individuos,
cuya formación y conservación se supone que están controladas por un sistema especial de
funcionamiento dentro del sistema nervioso central, el cual sería un sistema cibernético.

También subraya la poderosa influencia que ejerce en el desarrollo de un niño el modo en que
es tratado por sus padres, o los adultos que se hacen cargo de él, especialmente por la figura
materna.

Es necesario rever las teorías que recurren a bases específicas del desarrollo diciendo que una
persona puede quedar fijada a una etapa y/o que puede regresar a alguna de ellas.

La teoría del apego considera la tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con
determinadas personas como un componente básico de la naturaleza humana, presente ya en
el recién nacido y que luego prosigue a lo largo de toda la vida hasta la vejez.

Durante la infancia, los lazos se establecen con las figuras paternas a los que se recurre en
busca de protección, consuelo y apoyo. Durante la adolescencia estos lazos persisten, pero son
complementados por nuevos lazos, en la mayoría de los casos con el sexo opuesto.

La relación de apego existe por derecho propio y tiene una función clave para la supervivencia,
por lo tanto, tiene que ver con la protección.

Inicialmente, los medios de comunicación entre el niño y la madre se dan a través de la


expresión emocional y de la conducta que la acompaña. Luego, se complementa con el diálogo,
pero la comunicación mediada por la emoción persiste y continuará como característica
principal de las relaciones íntimas a lo largo de toda la vida.
Por lo tanto, dentro del marco del apego, los lazos emocionales no están subordinados ni
derivados del alimento ni del sexo.

La capacidad de establecer lazos emocionales profundos con otros individuos es considerada


como un rasgo importante de buen funcionamiento de la personalidad y de la salud mental.
Esto hace que el individuo que necesita ser protegido busque establecer un vínculo con alguien
a quien considera más fuerte o más sabio. Pero, también hace que el buscador de protección se
mantenga dentro del alcance de la persona dadora de cuidados, y el grado de proximidad o de
fácil accesibilidad depende de las circunstancias, esto hace de la conducta de apego.

Tanto el acto de proporcionar cuidados, como el de buscar cuidados se consideran


componentes básicos de la conducta humana.

La exploración del entorno, incluyendo el juego y las diversas actividades con los compañeros,
es considerada como el otro componente básico que se relaciona con el apego. Cuando un
individuo se siente seguro, es probable que explore lejos de su figura de apego. Y cuando está
alarmado, ansioso, cansado o enfermo, siente la necesidad de la proximidad. Aquí debemos
considerar la pauta conocida como exploración a partir de una base segura, descripta por
Ainsworth. Siempre que sepa que la figura paterna/materna es accesible y que responderá
cuando recurra a ella, el niño sano se sentirá seguro para explorar. A medida que aumenta en
edad, el niño va aumentando el tiempo y el espacio a explorar. Alrededor de los tres años y
medio, el niño suele sentirse lo suficientemente confiado como para aumentar bastante ese
espacio/tiempo, que de a poco pasará a medio día y luego al día entero. En la adolescencia, sus
excursiones se ampliarán a semanas o meses pero, a pesar de todo, la base de un hogar seguro
sigue siendo indispensable para su óptimo funcionamiento y para la salud mental. Por lo
tanto, el concepto de base segura es fundamental.

Cuando un individuo de cualquier edad se siente seguro, es probable que explore y se arriesgue
lejos de su figura de apego.

La pauta de apego recién se organiza como un modelo operante hasta la segunda mitad del
primer año. Desde el nacimiento muestra una capacidad para establecer una interacción
social y siente placer al hacerlo. En el plazo de unos días es capaz de distinguir entre la figura
de la madre y los otros mediante el olor de ella y su voz. Y también por la forma como lo
sostiene en los brazos. La distinción visual aparece recién durante el segundo trimestre.
Inicialmente, el llanto es el único medio del que dispone para señalar su necesidad de cuidados,
y el contento para señalar que ha quedado satisfecho. Durante el segundo mes, su sonrisa
alienta a la madre a servirle y su repertorio de comunicaciones emocionales se extiende
rápidamente.

El desarrollo de la conducta de apego necesita que el niño desarrolle la capacidad de


conservar a su madre en la mente cuando ella no está presente: esta capacidad se desarrolla
durante los segundos seis meses de vida. Y, a partir de los nueve meses, la mayoría de los bebés
responden con protestas y llantos cuando se los deja con una persona desconocida. Esto
permite que el bebé adquiera la representación mental de su madre para él poder establecer
comparaciones durante su ausencia y reconocerla cuando regresa. También, durante este
período, el niño establece un modelo operante de sí mismo en interacción con ella y hace lo
mismo respecto al padre.

Estas relaciones operantes de apego que elabora el niño en esta etapa son características
centrales del funcionamiento de la personalidad a lo largo de la vida.

Circunstancias que determinan el desarrollo de las pautas de apego

¿Qué papel tienen los padres o las personas que se hacen cargo del niño, en el modo en que éste
se desarrolla?

Ainsworth ha identificado tres pautas que actualmente están bien identificadas junto con las
circunstancias familiares que las favorecen:

La pauta de apego seguro, en la que el individuo confía en que sus padres o figuras
parentales serán accesibles, sensibles y colaboradores si él se encuentra en una situación
adversa, atemorizante o que le produce ansiedad. Con esta seguridad de base, se atreve a
hacer sus exploraciones en el mundo. Esta pauta es favorecida por el progenitor, especialmente
por la madre, cuando se muestra accesible y sensible a las señales de su hijo, y amorosamente
sensible cuando éste busca protección y/o consuelo.

Otra pauta es la del apego ansioso resistente, en la cual el individuo está inseguro de si su
progenitor será accesible o sensible o si le ayudará cuando lo necesite. A causa de esta
incertidumbre, siempre tiene tendencia a la separación ansiosa, es propenso al aferramiento y
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se muestra ansioso ente la exploración del mundo. Esta pauta muestra un conflicto evidente, y
se ve favorecida por el progenitor que se muestra colaborador y sensible en algunas ocasiones
pero no en otras, y por las separaciones y las amenazas de abandono utilizadas como medio de
control.

La tercera pauta es la del apego ansioso elusivo1, en la que el individuo no confía en que
cuando busque cuidados recibirá una respuesta adecuada, sino que por el contrario, espera ser
desairado. Esta pauta empuja al individuo a vivir su vida sin el amor y el apoyo de otras
personas, intenta volverse emocionalmente autosuficiente, se podría decir que se vuelve
narcisista. Esta pauta en la que el conflicto está más oculto, es el resultado del constante
rechazo de la madre cuando el individuo se acerca a ella en busca de consuelo y protección.

Persistencia de las pautas

Cada pauta de apego, una vez desarrollada, tiende a persistir. Es decir, el resultado del modo
como se trata a un niño, sea para bien o para mal, tiende a permanecer invariable como un
modelo operante, es decir, como una forma de reaccionar y resolver los distintos desafíos de la
vida.

Además, cada pauta genera mensajes que ayudan a que tienda a perpetuarse a sí misma. De
esta forma, un niño seguro es un niño más feliz y resulta más agradable cuidarlo, y será menos
exigente que un niño ansioso. En cambio, un niño ansioso ambivalente es propenso a las quejas
y al aferramiento; mientras que un ansioso elusivo mantiene distancia y es propenso a
tiranizar a otros niños. Estos dos últimos tipos de niño, es probable que su conducta provoque
la respuesta negativa por parte de su padre/madre, con lo que es más fácil que se establezca
un círculo vicioso.

Sin embargo, durante los dos o tres primeros años, si los padres cambian su forma de tratar al
niño, la pauta de apego puede cambiar.

A medida que el niño crece, la pauta se convierte cada vez más en una característica del niño y
esa característica va a intentar imponerla en sus relaciones con los demás, por ejemplo con su
maestro, con su madre adoptiva, o con su terapeuta. De esta manera, podemos decir que la
pauta de apego entre madre-hijo a los doce meses de de edad, puede predecir el modo en que el
niño se comportará en un grupo infantil tres años y medio más tarde. Lo mismo podemos decir
acerca de cómo será la pauta de interrelación entre la madre y el hijo cinco años más tarde.

Conductas observadas en niños de acuerdo a los “tres tipos” de apego descriptos:

Los niños que a los doce meses mostraban una pauta segura con sus progenitores o quienes
los crían, fueron descriptos por el personal de la guardería como cooperativos, populares entre
los demás niños, fuertes e ingeniosos.

Los que a los doce meses mostraban una pauta ansiosa elusiva, fueron descriptos como
niños emocionalmente aislados, hostiles y antisociales, pero que buscan excesivamente la
atención de los demás.

1
eludir. (Del lat. eludĕre). tr. Evitar con astucia una dificultad o una obligación. Eludir el problema. Eludir impuestos. || 2. Esquivar el encuentro con alguien o
con algo. Eludió su mirada. U. t. c. prnl. || 3. No tener en cuenta algo, por inadvertencia o intencionadamente. Eludió su reproche.
Mientras que los que a los doce meses mostraban una pauta ansiosa resistente, también
fueron descriptos como niños que buscan excesivamente la atención pero son niños tensos,
impulsivos, que fácilmente se frustran, o también como pasivos e incapaces.

Si hacemos la misma medición a los seis años de estos niños veremos:

Los niños descriptos como seguros tratan a sus padres de una manera relajada y amistosa,
entablan con ellos una intimidad fácil y a menudo sutil, y son capaces de mantener una
conversación fluida.

Los niños clasificados como ansiosos resistentes, muestran una mezcla de inseguridad,
incluyendo tristeza o temor. La intimidad se ve alterada con hostilidad, que a veces puede ser
sutil o a veces manifiesta. Es como si siempre estuvieran anticipando una respuesta negativa
por parte de los padres, intentan congraciarse exhibiéndose tratando de mostrarse astutos o
encantadores.

Los niños clasificados como ansiosos elusivos tienden a mantener a sus progenitores a
distancia, su manera de saludar es formal y breve, los temas de conversación son impersonales
Se mantiene ocupado con sus juguetes o en alguna otra actividad y hace caso omiso o incluso
rechaza las iniciativas de su progenitor. Tienen una tendencia a controlar o a dominar al
progenitor de un modo humillante o rechazante; o a veces parecen ser solícitos y protectores,
produciéndose la inversión del rol de hijo-padre. Es decir, se produce una verdadera inversión
de los roles, las conversaciones entre ellos se vuelven fragmentadas, las frases quedan
interrumpidas y los temas cambian repentinamente.

La experiencia clínica muestra que a esa edad, estas pautas ya están arraigadas en la
personalidad del niño y reflejan la forma en la cual sus padres aún le tratan.

Se supone que, si bien tanto las interacciones con la madre como con el padre, influyen en el
desarrollo de la personalidad, se cree que cada una de esas interacciones influye sobre
diferentes facetas de la personalidad que se manifiestan en situaciones diferentes. Y, por otro
lado, las referidas influencias sobre los varones o sobre las mujeres serán diferentes,

Teoría de la internalización

Durante este período de la infancia, el niño va construyendo el concepto que él tiene de sí


mismo, es decir, construye los modelos operantes de su sí-mismo, se estructuran los modelos
operantes con su madre y con su padre. Estos modelos se establecen como estructuras
cognitivas influyentes.

Posteriormente, el modelo de sí-mismo que construye también refleja las imágenes que sus
padres tienen de él, imágenes que están comunicadas no sólo por el modo en que cada uno lo
trata, sino por lo que cada uno le dice. Estos modelos dominan el modo en que se siente con
respecto a cada progenitor y con respecto a él mismo, el modo en el que espera que cada uno de
ellos lo trate y el modo en que planifica su conducta hacia ellos. Además, dominan los temores
y los deseos expresados en sus ensueños.

Estos modelos tienden a persistir y a operar desde el inconsciente y, por lo tanto, esos modelos
determinarán formas de interacción habituales, incluso cuando el individuo se relacione años
después con personas que lo traten de manera totalmente diferente a la adoptada por sus
padres cuando él era niño.

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El apego y las relaciones interpersonales

Para que una relación entre dos personas cualesquiera se desarrolle armoniosamente, cada
uno debe ser consciente del punto de vista del otro, de sus objetivos, sus sentimientos y sus
intenciones, y cada uno debe ajustar su propia conducta de manera tal que se pueda llegar a
una convergencia de objetivos. Esto requiere que cada uno tenga modelos razonablemente
exactos de él mismo y del otro que se actualizan regularmente mediante la libre comunicación
entre ellos. Aquí es donde aparecen las diferencias entre los con modelo de “niño seguro” y los
con modelo “niño inseguro”.

Cuando tenemos el caso de comunicación fluida entre hijo y progenitor, desde los primeros
días de vida, el grado de comunicación es mucho mayor entre ambos y posibilitará una pauta
de apego también mucho mayor que en las parejas en las que esto no ocurre.

Así, la reacción de niños con pauta segura y las con pauta ansiosa serán diferentes frente a
“situaciones extrañas”.

Se observó que los niños con modelo seguro estaban en comunicación directa con su madre,
no sólo cuando estaban contentos sino también cuando estaban afligidos y que los niños
clasificados como elusivos sólo entablaban comunicación directa cuando estaban contentos.
Esto representa una grave quiebra de la comunicación entre el niño y la madre. Cuando la
madre reconoce sólo unos aspectos de la personalidad del niño y sólo responde a algunos de
ellos, esto determina que el niño deje de reconocerse y de esta forma algunos aspectos de la
personalidad quedan separados o incomunicados. Cuando una madre responde
favorablemente sólo a algunas comunicaciones emocionales de su hijo y desatiende o
desalienta activamente otras, se establece una pauta para que el niño se identifique con las
respuestas favorables y niegue las otras.

De esta forma, la teoría del apego explica el desarrollo diferencial de personalidades


persistente y mentalmente sanas y el de personalidades proclives a la ansiedad y la depresión,
o al desarrollo de un falso sí-mismo y de mala salud mental.

Algunas situaciones y acontecimientos patógenos de la infancia

La amenaza de negar el amor a un niño como medio de control

Es muy fácil decirle a un niño que no se lo querrá más si se comporta de tal o cual manera.
Esto es sentido por el niño como que la madre lo amenaza con no proporcionarle afecto o
consuelo, ni ayuda o aliento cuando él lo necesite. Si tales amenazas son utilizadas
sistemáticamente por uno de los progenitores o por ambos, es inevitable que el niño crezca
intensamente ansioso por agradar y propenso a los sentimientos de culpabilidad.

La amenaza de abandonar al niño

La amenaza de abandono es más atemorizante para un niño que las de no quererlo más. Esto
es más grave cuando después de la amenaza, el progenitor desaparece por algunas horas,
preparando la maleta de su hijo o llevándolo a la calle, lugar donde van los “niños malos”. O la
vieja historia de “te va a llevar el viejo de la bolsa”.
La amenaza de cometer suicidio

En ocasiones, algunas personas que se sienten muy perturbadas por la situación angustiosa
que viven en su casa, amenazan con cometer suicidio. Muchas veces, esto puede ocurrir
durante las peleas entre los padres y el niño los oye por casualidad, pero otras veces esta
amenaza puede estar dirigida hacia el propio niño. En un ataque de furia, los adultos pueden
decirse cosas espantosas, y esto es bastante malo, pero es peor aun que una vez que se calman,
nieguen haber dicho tales cosas.

Rectificaciones y negaciones

Como ejemplo de rectificaciones y negaciones por parte de un progenitor, es el negar lo que ha


dicho o hecho, y los persistentes esfuerzos por negar lo que el niño ha visto u oído. De esta
manera se obliga al niño a saber lo que se supone que no debe saber y sentir lo que se supone
que no debe sentir.

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