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LÍRICA DURANTE LA DICTADURA

IES HERMENEGILDO LANZ

1
POESÍA DE LA GUERRA CIVIL

POESÍA PROPAGANDÍSTICA FRANQUISTA POESÍA PROPAGANDÍSTICA REPUBLICANA

FRANCISCO FRANCO ROMANCE DE LA DEFENSA DE MADRID

Caudillo de la Nueva Reconquista, Madrid, corazón de España,


Señor de España, que en su fe renace late con pulsos de fiebre.
Sabe vencer y sonreír, y hace Si ayer la sangre hervía,
Campo de pan la tierra de conquista. hoy con más calor le hierve.

Sabe vencer y sonreír… su ingenio Ya nunca podrá dormirse,


Militar campa en la guerrera gloria porque si Madrid se duerme,
Seguro y fiel. Y para hacer Historia querrá despertarse un día
Dios quiso darle mucho más: el genio. y el alba no vendrá a verle.
[…]
Inspira fe y amor, doquiera llega Madrid sabe defenderse
El prestigio triunfal que le acompaña con uñas, con pies, con codos,
Mientras la Patria ante su impulso crece con empujones, con dientes,
panza arriba, arisco, recto,
Para un mañana, que el ayer no niega, duro, al pie del agua verde
Para una España más y más España del Tajo, en Navalperal,
La sonrisa de Franco resplandece. en Sigüenza, en donde suenen
balas y balas que busquen
Manuel Machado helar al sangre caliente.

JOSÉ ANTONIO
Madrid, corazón de España,
[…]
que es de tierra, dentro tiene,
Para hacer que la victoria
si se le escarba, un gran hoyo,
sea de todos.
profundo, grande, imponente,
¡Acuérdate de nosotros!
como un barranco que aguarda...
Sólo en él cabe la muerte.
Para llevar a los débiles
sobre el hombro. Rafael Alberti
¡Acuérdate de nosotros!
EL SOLDADO (fragmento)
[…]
Soldado, ¿sabes por qué luchas?
Para que amemos a España
Por la tierra que tú labraste;
sobre todo
y la fábrica en que trabajaste;
¡Acuérdate de nosotros!
por el pan que te regatearon;
y la instrucción que te negaron;
¡Y para ser en la Patria
por una vida mejor para los tuyos
la exactitud y el decoro,
y para ti mismo, ¡Quién sabe!;
para buscar el milagro
porque los hombres cuando nazcan
con los ojos!
tengan un mundo propio, como el ave,
como la estrella y el gusano;
¡Para salvar la esperanza!
por la luz y por la verdad.
José Antonio:
camarada soldado, luchas
¡Acuérdate de nosotros!
por la justicia y por la libertad.
Luis Rosales
Pedro Garfias

2
POESÍA DE LA DERROTA: MIGUEL HERNÁNDEZ

NANAS A LA CEBOLLA (1939) CANCIÓN ÚLTIMA (1939)

La cebolla es escarcha
Pintada, no vacía:
cerrada y pobre.
pintada está mi casa
Escarcha de tus días
del color de las grandes
y de mis noches.
pasiones y desgracias.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
Regresará del llanto
grande y redonda.
adonde fue llevada
con su desierta mesa
En la cuna del hambre
con su ruidosa cama.
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
Florecerán los besos
se amamantaba.
sobre las almohadas.
Pero tu sangre,
Y en torno de los cuerpos
escarchaba de azúcar,
elevará la sábana
cebolla y hambre.
su intensa enredadera
[…]
nocturna, perfumada.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
El odio se amortigua
Soledades me quita,
detrás de la ventana.
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
Será la garra suave.
corazón que en tus labios
relampaguea.
Dejadme la esperanza.
[…]
Desperté de ser niño:
Del libro El hombre acecha
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
[…]
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

Del libro Cancionero y Romancero de


ausencias

3
AÑOS 40: POESÍA ARRAIGADA

CONFESIÓN Soneto XIII


A tu orilla he venido. Tengo un otoño, un pájaro
¿Por qué, Señor, me siento tan densamente vivo,
y una voz desusada. Tú me esperas: un río,
tan placentero y fuerte, sobre la breve tierra,
una pasión y un fruto. Y tiene nuestro encuentro
cuando esgrime la muerte su presencia de hierro
el vuelo, la corriente, seguros, proclamados.
detrás del inminente rumor de la batalla?
He venido a tu orilla con los brazos tendidos
Esta inmortal conciencia que me habita sin duda
y ahora ya soy la hierba que no termina nunca,
es igual que el presente y los cinco sentidos
el barro donde el agua sujeta sus mensajes
tejen su mismo gozo de eternidad soñada,
y la cuna del cauce para mecer tu sueño.
toda de tierra y tiempo, toda imagen y pulso.
[…]
Dime si estoy pendiente de mi diario trabajo,
Miro, Señor, la tarde incendiada de oro:
si basta a tus oídos mi tristísimo verso
nada despide al alma, y aunque todo está lejos,
o si a mi sombra vive mejor mayo tu carne.
siento cómo el ensueño posee sus paisajes
y cobra las caricias del regreso fingido.
De tu orilla me iría si ahora me dijeras
que te amo solamente como los hombres aman
Tu voz también es dulce y el alma confiada,
o que mi voz te suena como todas las voces.
bendiciente, se deja reposar en tus manos.
Señor, corta es el ansia, no son alas mis bienes;
Tú y yo sobre la tierra (1944), de José García
¡oh Dueño de mi vida, despiértame en el alba!
Nieto
Dionisio Ridruejo

LA PARTIDA

Contigo, mano a mano. Y no retiro


la postura, Señor. Jugamos fuerte.
Empeñada partida en que la muerte
será baza final. Apuesto. Miro

tus cartas, y me ganas siempre. Tiro


las mías. Das de nuevo. Quiero hacerte
trampas. Y no es posible. Clara suerte
tienes, contrario en el que tanto admiro.

Pierdo mucho, Señor. Y apenas queda


tiempo para el desquite. Haz Tú que pueda
igualar todavía. Si mi parte

no basta ya por pobre y mal jugada,


si de tanto caudal no queda nada,
ámame más, Señor, para ganarte.

José García Nieto

4
PORQUE TODO ES IGUAL Y TÚ LO SABES,
has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y quién te cuida, ¿dime?; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
Gracias, Señor, la casa está encendida
-sí, todas las ventanas-,
Gracias, Señor, la casa está encendida.

La casa encendida (1949), de Luis Rosales

5
AÑOS 40: POESÍA DESARRAIGADA
INSOMNIO
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche
de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

Hijos de la ira (1944), de Dámaso Alonso

NO BASTA

Pero no basta, no, no basta


la luz del sol, ni su cálido aliento.
No basta el misterio oscuro de una mirada.
Apenas bastó un día el rumoroso fuego de los bosques.
Supe del mar. Pero tampoco basta.

En medio de la vida, al filo de las mismas estrellas,


mordientes, siempre dulces en sus bordes inquietos,
sentí iluminarse mi frente.
No era tristeza, no. Triste es el mundo;
pero la inmensa alegría invasora del universo
reinó también en los pálidos días.
[…]
Así sollocé sobre el mundo.
¿Qué luz lívida, qué espectral vacío velador,
qué ausencia de Dios sobre mi cabeza derribada
vigilaba sin límites mi cuerpo convulso?
¡Oh madre, madre, solo en tus brazos siento
mi miseria! Solo en tu seno martirizado por mi llanto
rindo mi bulto, solo en ti me deshago.
[…]
Así, madre querida,
tú puedes saber bien —lo sabes, siento tu beso secreto de sabiduría—
que el mar no baste, que no basten los bosques,
que una mirada oscura llena de humano misterio,
no baste; que no baste, madre, el amor,
como no baste el mundo.
[…]

Sombra del paraíso (1944), de Vicente Aleixandre

6
El indiferente
Ahora seremos felices,
cuando nada hay que esperar.
Que caigan las hojas secas,
que nazcan las flores blancas,
¡qué más da!

Que brille el sol o que arpegie


la lluvia sobre el cristal,
que todo sea mentira
o sea todo verdad;
que reine sobre la tierra
la primavera inmortal
o que decline la vida,
¡qué más da!

Que haya músicas errantes,


¡qué más da!

Para qué queremos músicas


si no hay nada que cantar.

Alegría (1947), de José Hierro

HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte


despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.


Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.


Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Ángel fieramente humano (1950), de Blas de Otero

7
AÑOS 50: POESÍA SOCIAL

EN LA PLAZA
[…]
No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita
extendido.
[…]
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
[…]
Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

Historia del corazón (1954), de Vicente Aleixandre

CANTO A ESPAÑA
Oh España, qué vieja y qué seca te veo.
Aún brilla tu entraña como una moneda de plata cubierta de polvo.
Clavel encendido de sueños de fuego.
He visto brillar tus estrellas, quebrarse tu luna en las aguas,
andar a tus hombres descalzos, hiriendo sus pies con tus piedras ardientes.

¿En dónde buscar tu latido: en tus ríos


que se llevan al mar, en sus aguas, murallas y torres de muertas ciudades?
¿En tus playas, con nieblas o sol, circundando de luz tu cintura?
¿En tus gentes errantes que pudren sus vidas por darles dulzor a tus frutos?
[…]
Qué tristes he visto a tus hombres.
Los veo pasar a mi lado, mamar en tu pecho la leche,
comer de tus manos el pan, y sentarse después a soñar bajo un álamo,
dorar con el fuego que abrasa sus vidas, tu dura corteza.
Les pides que pongan sus almas de fiesta.
No sabes que visten de duelo, que llevan a cuestas el peso de tu acabamiento,
que ven impasibles llegar a la muerte tocando sus graves guitarras.
[…]
José Hierro

8
Defensa de la poesía social – Gabriel Celaya
"La poesía no es un fin en sí. La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el
mundo. […] Nada de lo que es humano debe quedar fuera de nuestra obra. En el poema debe
haber barro, ideas, calor animal. Y debe haber retórica, descripciones y argumentos, y hasta
política […] La Poesía no es neutral. Ningún hombre puede ser hoy neutral. Y un poeta es por de
pronto un hombre."

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


[…]
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan


decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo


cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
[…]
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.


No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo


como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

AVISO
La ciudad es de goma lisa y negra,
pero con boquetes de olor a vaquería,
y almacenes de grano, y a madera mojada,
y a guarnicionería, y a achicoria, y a esparto.
Hay chirridos que muerden, hay ruidos inhumanos,
hay bruscos bocinazos que deshinchan
mi absurdo corazón hipertrofiado.
Yo me alquilo por horas; río y lloro con todos -
pero escribiría un poema perfecto
si no fuera indecente hacerlo en estos tiempos. Gabriel Celaya

9
A LA INMENSA MAYORÍA EN CASTELLANO

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre Aquí tenéis mi voz


aquel que amó, vivió, murió por dentro alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
y un buen día bajó a la calle: entonces mi voz apedreando las puertas de la muerte
comprendió: y rompió todos su versos. con cantos que son duras verdades como puños.

Así es, así fue. Salió una noche Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
echando espuma por los ojos, ebrio Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
de amor, huyendo sin saber adónde: Adelantando el paso a través de las ruinas,
a donde el aire no apestase a muerto. hermosa como un viaje alrededor del mundo.
[…]
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
en vuelo horizontal cruzan el cielo; hemos sufrido mucho.
horribles peces de metal recorren Yo levanto una copa de alegría en las manos,
las espaldas del mar, de puerto a puerto. en pie contra el crepúsculo.

Yo doy todos mis versos por un hombre Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, a fuerza de caricias, a puñetazos puros.
mi última voluntad. Bilbao, a once Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
de abril, cincuenta y uno. España, no te olvides que hemos sufrido juntos.

FIDELIDAD
Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.

Creo en la paz. He visto


altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.

Creo en ti, patria. Digo


lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay sólo sombra, he visto
y he creído.

Blas de Otero

10
AÑOS 60: POESÍA DEL CONOCIMIENTO

PRIMERA EVOCACIÓN
Recuerdo
bien
a mi madre.
Tenía miedo del viento.
Era pequeña
de estatura,
la asustaban los truenos,
y las guerras
siempre estaba temiéndolas
de lejos,
desde antes,
de la última ruptura
del tratado suscrito
por todos los ministros de asuntos exteriores.
[…]
Llegó también la guerra un mal verano.
Llegó después la paz, tras un invierno todavía peor. Esa vez, sin embargo,
no devolvió lo arrebatado el viento,
ni la lluvia
pudo borrar las huellas de la sangre.
Perdido para siempre lo perdido,
atrás quedó definitivamente
muerto lo que fue muerto.

Por eso (y por más cosas)


recuerdo muchas veces a mi madre:

cuando el viento
se adueña de las calles de la noche,
y golpea las puertas, y huye, y deja un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra desolada y lívida;

cuando el rayo
hiende el aire, y crepita,
y cae en tierra,
trazando surcos de carbón y fuego,
erizando los lomos de los gatos
y trastocando el norte de las brújulas;

y, sobre todo, cuando


la guerra ha comenzado,
lejos -nos dicen- y pequeña
-no hay por qué preocuparse-, cubriendo
de cadáveres mínimos distantes territorios,
de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños...

Tratado de urbanismo (1967), de Ángel González

11
CIUDAD CERO TIEMPO DE GUERRA

Una revolución. Estábamos, señores, en provincias


Luego una guerra. o en la periferia, como dicen,
En aquellos dos años -que eran incomprensibles desnacidos.
la quinta parte de toda mi vida-, Señores escleróticos,
ya había experimentado sensaciones distintas. ancianas tías lúgubres,
Imaginé más tarde guardias municipales y banderas.
lo que es la lucha en calidad de hombre. Los niños con globitos colorados,
Pero como tal niño, pantalones azules
la guerra, para mí, era tan sólo: y viernes sacrosantos
suspensión de las clases escolares, De piadoso susurro.
Isabelita en bragas en el sótano, Andábamos con nuestros
cementerios de coches, pisos papás.
abandonados, hambre indefinible, Pasaban trenes
sangre descubierta cargados de soldados a la guerra.
en la tierra o las losas de la calle, Gritos de excomunión.
un terror que duraba Escapularios.
lo que el frágil rumor de los cristales Enormes moros, asombrosos moros
después de la explosión, llenos de pantalones y de dientes.
y el casi incomprensible Y aquel vertiginoso
dolor de los adultos, color del tiovivo y de los víctores.
sus lágrimas, su miedo, Estábamos remotos
su ira sofocada, chupando caramelos,
que, por algún resquicio, con tantas estampitas y retratos
entraban en mi alma y tanto ir y venir y tan cólera,
para desvanecerse luego, pronto, tanta predicación y tantos muertos
ante uno de los muchos y tanta sorda infancia irremediable.
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente, La memoria y los signos (1965), de José Ángel
el incendio Valente
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo, CUMPLEAÑOS
papeles y retratos Yo lo noto: cómo me voy volviendo
en medio de la calle... menos cierto, confuso,
Todo pasó, disolviéndome en aire
todo es borroso ahora, todo cotidiano, burdo
menos eso que apenas percibía jirón de mí, deshilachado
en aquel tiempo y roto por los puños.
y que, años más tarde, Yo comprendo: he vivido
resurgió en mi interior, ya para siempre: un año más, y eso es muy duro.
este miedo difuso, ¡Mover el corazón todos los días
esta ira repentina, casi cien veces por minuto!
estas imprevisibles Para vivir un año es necesario
y verdaderas ganas de llorar. morirse muchas veces mucho.

Tratado de urbanismo (1967), de Ángel Áspero mundo (1956), de Ángel González


González

12
CONFESIONES CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA
[…] De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
Mi familia dejar atrás un sótano más negro
era bastante rica y yo estudiante. que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
Mi infancia eran recuerdos de una casa y tomar criada,
con escuela y despensa y llave en el ropero, renunciar a la vida de bohemio,
de cuando las familias si vienes luego tú, pelmazo,
acomodadas, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
como su nombre indica, zángano de colemena, inútil, cacaseno,
veraneaban infinitamente con tus manos lavadas,
en Villa Estefanía o en La Torre a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
del Mirador
[…] Te acompañan las barras de los bares
Yo nací (perdonadme) últimos de la noche, los chulos, las floristas,
en la edad de la pérgola y el tenis. las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
La vida, sin embargo, tenía extraños límites cuando llegas, borracho,
y lo que es más extraño: una cierta tendencia y te paras a verte en el espejo
retráctil. la cara destruida,
con ojos todavía violentos
Se contaban historias penosas, que no quieres cerrar. Y si te increpo,
inexplicables sucedidos te ríes, me recuerdas el pasado
dónde no se sabía, caras tristes, y dices que envejezco.
sótanos fríos como templos.
Algo sordo Podría recordarte que ya no tienes gracia.
perduraba a lo lejos Que tu estilo casual y que tu desenfado
y era posible, lo decían en casa, resultan truculentos
quedarse ciego de un escalofrío. cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
De mi pequeño reino afortunado sonrisa de muchacho soñoliento
me quedó esta costumbre de calor —seguro de gustar— es un resto penoso,
y una imposible propensión al mito. un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
NO VOLVERÉ A SER JOVEN de verdadero huérfano, y me lloras
Que la vida iba en serio y me prometes ya no hacerlo.
uno lo empieza a comprender más tarde […]
-como todos los jóvenes, yo vine A duras penas te llevaré a la cama,
a llevarme la vida por delante. como quien va al infierno
para dormir contigo.
Dejar huella quería Muriendo a cada paso de impotencia,
y marcharme entre aplausos tropezando con muebles
-envejecer, morir, eran tan solo a tientas, cruzaremos el piso
las dimensiones del teatro. torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Pero ha pasado el tiempo Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la verdad desagradable asoma: y la más innoble
envejecer, morir, que es amarse a sí mismo!
es el único argumento de la obra.
Poemas póstumos (1968), de Jaime Gil de
Biedma

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TAREA
1. De esta antología escoge tres poemas, uno de cada década (años 40, 50 y 60) y
realiza las siguientes actividades:
a. Identifique las ideas del texto y exponga esquemáticamente su
organización.
b. Explique la intención comunicativa del autor, y comente dos mecanismos
de cohesión distintos que refuercen la coherencia textual.
2. Responde a las siguientes cuestiones:
a. Selecciona el poema de esta antología que más te haya gustado y explica
por qué. Tu respuesta debe ocupar al menos 80 palabras.
b. Escribe un texto argumentativo de entre 150-200 palabras que responda
a esta cuestión: ¿La poesía es útil?

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