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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BUCARAMANGA

LITERATURA VIRTUAL
TERROR, CULTURA Y SOCIEDAD
PROFESOR: NICOLÁS CADAVID CÁCERES
ALEJANDRO CÓRDOBA SPRINGSTÜBE

KARL MARX Y JACK EL DESTRIPADOR


ESTÉTICA DEL HORROR EN LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA

Pareciera que el terror como género responde a una concepción de lugar más que a
criaturas no reconocibles entre la naturaleza. En el apogeo de la novela gótica anglosajona,
durante el siglo XVIII, las obras descansaban en lo arquitectónico, en el castillo, en el
pasadizo, en la celda, en el recinto de torturas de la Inquisición -véase especialmente las
novelas El castillo de Otranto de Horace Walpole, Melmoth el errabundo de Charles Robert
Maturin, El Monje de Mathew Gregory Lewis y las obras de Ann Radcliffe -. El terror
moderno, y particularmente en el cine expresionista alemán, empieza a concebirse desde la
escenografía. Eso es evidente especialmente en películas como El gabinete del doctor
Caligari de Robert Wiene. Se entiende, entonces, que lo que se busca en los lugares, para
producir miedo, es su capacidad de crear sombras, de anular, con la oscuridad y la
acumulación, la capacidad de identificar a los individuos, de reconocerse entre sí. Y nada
más apto que la ciudad contemporánea para producir esa sensación de alienación, de
angustia, tristeza y profundo miedo.
Londres en el siglo XIX sería la ciudad ideal para producir esa sensación aterradora.
Era la más poblada del mundo para la época, y ya empezaba a experimentar los problemas
que acosarían a todas las ciudades en el futuro: el auge de una industrialización y
sobreexplotación del individuo que lo convertiría en una nulidad, en el ser alienado que vio
Karl Marx en el obrero -que a duras penas se le podía llamar ciudadano-; esa acumulación
de viviendas, ese abigarramiento de personas en la ciudad, fue caldo de cultivo para el
surgimiento de uno de los primeros asesinos en serie de la historia: Jack el Destripador -que
actuaba con impunidad en barrios de los bajos fondos-. No en vano varias películas del cine
mudo de terror se inspiraron en este “monstruo”: Waxworks (1924) de Paul Leni, The
Lodger (1927) de Alfred Hitchcock y La caja de pandora (1929) de G.W. Pabst. El
anonimato de las ciudades les brindaba una acogida que no tenían antes. El terror va de la
mano con esta pérdida de identidad: no saber quién mata, quién murió o quién será el
próximo en morir.
Dos películas pueden ilustrar claramente este fenómeno: Los extraños (2008) de
Bryan Bertino y The Purge (2013) de James DeMonaco. En la primera está presente el
misterio de la identidad de los asesinos, mientras que en la segunda es más sobre quién
será la víctima. Pero la película de DeMonaco está excesivamente explicada, hay
demasiada información como para que genere la incomodidad de la primera.
Los extraños es una obra maestra. No hay mucha información y la poca que se da
es parca. Los diálogos son cortos. No hay un motivo para el asesinato -algo clásico en el
asesino en serie: matar por matar o matar por placer-. Nunca vemos la cara de quienes
matan. Saber qué quieren o por qué lo hacen es un reto constante para el espectador, lo
lleva a uno hasta el final. Parece más un barrio a las afueras que una ciudad, pero la
soledad del lugar y su entorno boscoso le dan esa atmósfera sombría necesaria.
The Purge, por el contrario, ya tiene motivación: un día de purga de sentimientos de
odio y deseo de asesinato. Está demasiado explicada. Y aunque el suspenso se da por
saber quién podría ser el próximo en morir, más que algo misterioso, la acción se desarrolla
con forcejeos, peleas, gritos, sangre y momentos de discusión ética. Algunos de los
asesinos no tienen máscara: y uno infiere que son ciudadanos que participan en la purga
los que aún la conservan. No hay interés por descubrir nada. Incluso, el pretendido discurso
social tras la salvación del mendigo no parece tener mucho sentido: los que sobreviven y los
que mueren están estratificados socialmente -aunque hay excepciones-. Pero la película
pareciera tener un discurso moral sobre buenos y malos (los vecinos que envidian la
riqueza del vecino y los pretendientes “abusivos” que no esperan la bendición del padre
para cortejar a su hija). Todo parece una satanización de la clase media, que odia al
hombre sin hogar y que pretende matar a los ricos porque tienen más dinero. Hay misterio,
pero la mitad ya está resuelto. Y la ambientación es tenebrosa más por las noticias y porque
los que asaltan la casa cortan la luz, que porque el ambiente en sí -un barrio de gente
adinerada- produzca sombras y atmósferas misteriosas.

La despersonalización y la pérdida de identidad es clave para infundir terror y


sentimientos incómodos. Ya lo dijo Rodrigo Argüello cuando afirmó que “muchas veces las
grandes ciudades nos vuelven invisibles. El ‘casi no nos vemos’ conjuga la triste interacción
humana que dice que yo no veo al Otro y el Otro no me ve. La ciudad será la de la
fragmentación de la mente, del cuerpo, de la desaparición del sujeto. Todo esto es porque
la ciudad, la megalópolis, la macrociudad, la muchedumbre, que describieron Wordsworth,
Poe, Baudelaire y Benjamin es sin duda sinónimo de vastedad, una característica típica del
gótico moderno, y por eso es el escenario preciso para el suspenso, la sorpresa y el terror
que así ya no sea anónimo se oculta en la clandestinidad o la oficialidad” 1. Los extraños es
terror clandestino, mientras que The Purge es terror oficial (la declaración del día donde es
lícito matarse).

Bibliografía

ARGÜELLO, Rodrigo. Lo gótico en el siglo XX y la ciudad en Ciudad Gótica. Ambrosía


Editores. Bogotá. Páginas 95 - 127.

BAY, Michael (Productor), DEMONACO, James (director). (2013). The Purge. Estados
Unidos: Blumhouse Productions.

KAHANE, Nathan (Productor), BERTINO, Bryan (Director). (2008). Los extraños. Estados
Unidos: Rogue y Mandale Pictures.

1 Argüello, Rodrigo. Lo gótico en el siglo XX y la ciudad. Pág 126.

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