Está en la página 1de 7

COMUNICAR

Grupo Comunicar
Colectivo Andaluz para la Educación en Medios de Comunicación
info@grupocomunicar.com
ISSN 1134-3478
ESPAÑA

1999

Ana Guil
EL PAPEL DE LOS ARQUETIPOS EN LOS ACTUALES
ESTEREOTIPOS SOBRE LA MUJER
Comunicar, marzo, número 12
Grupo Comunicar
Colectivo Andaluz para la Educación en Medios de Comunicación
Andalucía, España
pp. 95-100

http://redalyc.uaemex.mx
COMUNICAR 12, 1999

Temas
COMUNICAR 11, 1998; pp. 95-100

El papel de los arquetipos en los


actuales estereotipos sobre la mujer

Ana Guil Bozal


Sevilla

En el inconsciente colectivo de los individuos de una determinada cultura


perviven una serie de arquetipos y estereotipos que condicionan su manera de ver y vivir
el mundo. Los arquetipos de género han estado especialmente presentes en la cultura
occidental condicionando de forma importante el papel de los hombres y las mujeres.
La autora de este trabajo propone la toma de conciencia reflexiva sobre estos mitos para
recorrer el «difícil camino de salida de sus dominios».

Los arquetipos pueden ser considerados bién en la actualidad en el inconsciente colec-


los ancestros de los actuales estereotipos. De tivo que todos introyectamos simplemente por
alguna manera constituyen su arqueología, al el hecho de nacer en el seno de determinado
ser los vestigios que quedan de los modelos grupo social. Son elementos básicos de lo que
prototípicos que estuvieron vigentes en cultu- consideramos más profundo, más enraizado
ras primitivas y que han llegado hasta nuestros en el interior de nuestro propio ser, algo que
días a través de la mitología. permanece allí mientras no haya un contraste
Al igual que sucede con los personajes con la realidad exterior que nos obligue a
mitológicos, los modelos arquetípicos conju- replanteárnoslo. Y aun así, es difícil deshacer-
gan hechos históricos con fantasías, realida- se de este enorme peso arcaico.
des con deseos, tragedias con miedos y temo- Eso es precisamente lo que sucede con las
res; aglutinado todo ello con creencias religio- creencias estereotipadas sobre las característi-
sas, valores éticos y prescripciones o proscrip- cas de los hombres y las mujeres en la actuali-
ciones morales sobre lo que se debe pensar, dad. Cualquier persona piensa que las mujeres
sentir y hacer. Son, por lo tanto, la base sobre son de tal o cual manera y que eso es un hecho,
la que se construyen nuestros valores. que esas peculiaridades son atributos constitu-
Al formar parte de nuestra herencia cultu- tivos de la esencia femenina que no admiten
ral, los modelos arquetípicos perviven tam- posibilidad alguna de debate.

95
T EMAS

No es de extrañar, pues, que pensadores Ya Freud había observado y comentado


ilustres de la talla, por ejemplo, de Miguel de cómo, con frecuencia, en el sueño surgen as-
Unamuno, hayan realizado alegremente las pectos que no son individuales y que no pue-
siguientes afirmaciones: den derivarse de la experiencia personal del
«Hay un hecho, señores, que distingue soñante. A esos elementos les llama «remanen-
grandemente a los salvajes y los pueblos pri- tes arcaicos, formas mentales cuya presencia
mitivos de los amasados en la cultura y que no puede explicarse con nada de la propia vida
llevan la civilización en las venas. La diferen- del individuo y que parecen ser formas aborí-
cia de la capacidad relativa del cráneo de la genes, innatas y heredadas por la mente huma-
mujer al del hombre es mayor en los pueblos na» (Jung, 1995: 67).
civilizados que en los que no lo están; entre los Continúa Jung argumentando que las
salvajes, la mujer es tan inteligente como el imágenes arquetípicas del inconsciente huma-
hombre; entre los cultos, la diferenciación se no, son tan instintivas como la capacidad de
ha operado, y mientras el hombre llega a la las aves para emigrar y hacerlo en formación,
edad adulta, la mujer apenas pasa de la infan- como la de las hormigas para formar socieda-
cia». Espíritu de la raza vasca, pág. 159 (to- des organizadas, o como la danza de las abejas
mado de Juaristi, J. (1997): El bucle melancó- para comunicar al enjambre la situación exac-
lico. Espasa Calpe, Madrid, pág. 168). ta de una fuente de alimento.
Ante este tipo de creencias huelgan razo-
namientos, porque además aquí se está mane- 2. Los arquetipos de género en la cultura oc-
jando una de las estrategias que –como más cidental
adelante abordaremos– con más fuerza se ha Los pocos vestigios que conocemos de
esgrimido contra las mujeres: el reducirlas a la antiguas culturas prehistóricas matriarcales a
naturaleza, mientras que el hombre, el varón, través de la mitología, si bien les reconocen
se hacía depositario de la cultura. No obstante, importantes avances que contribuyeron a que
la evidencia poco a poco va desmontando estos el género humano saliera de su condición
ancestrales argumentos. También la Psicolo- primitiva; por ejemplo la creación de un calen-
gía Social analiza cómo la mejor manera de dario lunar, una perfecta organización social
cambiar un estereotipo –que es el componente comunitaria, la religión y el culto a los muertos
cognoscitivo de una actitud– es aportar conoci- y a la diosa madre tierra (Gea), origen de la
mientos más acordes con la realidad que tiren agricultura, etc. (Bachofen, 1988), las hicie-
por tierra, que hagan caer por su propio peso, ron, pese a ello, responsables de la mayoría de
las anteriores creencias estereotipadas. los males de la Humanidad. De las amazonas
se cuenta, por ejemplo, que eran temibles gue-
1. ¿Qué son los arquetipos? rreras que devoraban a sus amantes y a sus
Uno de los autores que con más rigor ha enemigos. Las primitivas diosas matriarcales:
profundizado en el estudio de los arquetipos es Perséfone, diosa de las tinieblas y el submundo,
sin duda Carl Gustav Jung. Él llama imágenes Cibeles, de la superficie de la tierra y la agri-
arquetípicas a aquellos contenidos del incons- cultura y Tetis, diosa del mar, fueron en el ini-
ciente del hombre moderno, que se asemejan a cio de los tiempos reemplazadas (perdiendo
los productos de la mente del hombre antiguo. todo su poder efectivo y pasando a un segundo
Al igual que el ser humano ha evolucionado plano), por dioses patriarcales, Apolo y Dio-
físicamente, conservando sin embargo vesti- nisos fundamentalmente. Cambio mucho más
gios del hombre primitivo, también en la profundo que el que efectuaron los romanos al
evolución psíquica siguen coexistiendo restos simplemente sustituir el nombre a los dioses
primitivos, pese a la innegable evolución de la griegos por nombres latinos, cuando alcanza-
Humanidad. ron el poder.

96
COMUNICAR 12, 1999

La transición del sistema matriarcal al intuición, noche, sombra, interioridad, natu-


patriarcal es simbolizada en la cultura griega raleza, tierra, calor, sentimiento, pasión, caos,
por el «mito de Teseo» –patrón de Atenas– que vitalidad, receptividad, suavidad, reposo, con-
vence al minotauro, que representaba para los servación, defensa, etc.
griegos al anterior régimen matriarcal. El Lo masculino era lo apolíneo, luminoso y
hecho de que el minotauro viviera en un dominador de las fuerzas del cosmos.
laberinto es muy significativo de cómo los Lo femenino, lo dionisíaco, irracional e
griegos concebían la mente femenina como instintivo y pese a ello –porque esto no podía
algo fuera de la lógica, un ser negado ya que las mujeres
auténtico laberinto. Teseo ade- dan a luz–, la afirmación de la
más, es ayudado por otra mu- vida.
jer, Ariadna, con lo que de Ciertamente desde En la mayoría de las mi-
paso insinuaban que las muje- Eva y aún antes, a tologías encontramos ejem-
res por amor, son capaces de plos de mujeres que, como
llegar a la mayor de las trai-
excepción de las Eva, Ginebra y Medea, con
ciones. escasas culturas sus «artimañas femeninas»,
Parece que el descubri- matriarcales, lo celos, envidias, lujurias, vani-
miento del papel del varón en femenino siempre ha dades, etc., fueron la causa de
la fecundación de la mujer fue sido asociado al lado la ruina de grandes hombres y
una de las claves para su nece- grandes imperios. Como con-
sidad de control sobre ellas,
oscuro, misterioso de traste, el modelo de virgen y
aprovechando su preponde- la vida; algo com- madre, de esposa fiel que como
rancia física. No sin gran tra- prensible puesto que Penélope aguarda tejiendo
bajo, consiguieron sustituir las son creencias forja- inútilmente el regreso de su
antiguas culturas matriarcales das en culturas marido, ofrecen visiones de la
y, una vez que hubieron toma- mujer como un ser temido que
do las riendas de la historia,
patriarcales, que necesita ser acallado y redimi-
guardaron a buen recaudo en como tales aportan do por la fuerza y el amor de
la «caja de Pandora» todo lo la perspectiva exclu- un varón.
femenino, como un maravi- siva del varón. Ciertamente desde Eva y
lloso regalo inútil, imposible aún antes, a excepción de las
de utilizar, puesto que no po- escasas culturas matriarcales,
día ser abierto sin exponerse a lo femenino siempre ha sido
que reinara nuevamente el caos al resurgir el asociado al lado oscuro, misterioso de la vida;
dominio de la mujer. algo comprensible puesto que son creencias
Los múltiples arquetipos sobre lo femeni- forjadas en culturas patriarcales, que como
no y lo masculino, por su enorme trascenden- tales aportan la perspectiva exclusiva del va-
cia en la formación de la identidad de género, rón. La historia la escriben siempre los vence-
no sólo han propiciado la distancia entre los dores borrando toda huella que pueda poner en
sexos, sino que además han contribuido a ca- duda su credibilidad. Esto es una realidad que
talogar determinados valores o determinadas subyace a las críticas del movimiento feminis-
características como positivas o negativas: ta a la razón patriarcal ya que, al haber estado
Lo masculino fue considerado luz, sol, tiem- durante siglos lo humano totalmente identifi-
po, impulso, orden, exterioridad, frialdad, obje- cado con lo masculino, su sello se plasmó en
tividad, razón, agresividad, combate, violen- todas las manifestaciones culturales, el len-
cia, trascendencia, claridad, etc. guaje que masculiniza la mente, los valores,
Lo femenino representaba profundidad, las leyes, las costumbres, etc.

97
T EMAS

Lógicamente la perspectiva de las mujeres entendemos que el ciudadano griego era va-
es algo distinta. Cuando «las mujeres irrumpen rón. A su imagen y semejanza se construyeron
en la historia» (Ander-Egg, 1980), comienzan las bases de su cultura, lógicamente andro-
a contrastar sus vivencias con lo que teórica- céntrica. Si alguna mujer tenía la osadía de
mente tendrían que pensar, filosofar, podía sucederle co-
sentir y hacer, de acuerdo con mo a Hipatía de Alejandría,
las creencias y expectativas que terminó apedreada hasta
sociales, incluso con lo que la Si alguna mujer la muerte por el pueblo, pre-
ciencia oficial había dicho de tenía la osadía de viamente incitado por unos
ellas a lo largo de siglos. filosofar, podía monjes que no podían aceptar
Mediante «ejercicios de tan sólo la idea de una mujer
lectura no androcéntrica» (Mo-
sucederle como a con pretensiones de científi-
reno Sardá, 1987) se constata Hipatía de ca.
fácilmente como cuando du- Alejandría, que Las mujeres que ejercían
rante milenios se había consi- terminó apedreada la medicina, escapando al con-
derado a la Humanidad, en hasta la muerte trol oficial, eran consideradas
realidad se trataba exclusiva- brujas y quemadas en la ho-
mente de la mitad del género
por el pueblo, guera, mientras que a los va-
humano, de los varones. A previamente incita- rones que tenían dedicaciones
partir de aquí poco a poco, do por unos monjes parecidas se les veneraba como
muy lentamente, se han co- que no podían sabios u hombres de Dios
menzado a desvelar los prejui- aceptar tan sólo la (Bhrenrech y Enqlish, 1986).
cios y las discriminaciones que En la actualidad, las mu-
los estereotipos sobre la mujer
idea de una mujer jeres científicas para poder
estaban encubriendo. con pretensiones de acceder a su trabajo, han teni-
Al iniciar la mujer su in- científica. do que hacer suyos los esque-
corporación al mundo públi- mas viriles con que desde sus
co, desempeñando roles fuera inicios se estructuró toda la
de los arquetípicamente atri- vida académica, pese a que se
buidos a su condición femenina, se ha tenido hayan ocupado inicialmente, en su mayoría,
de alguna manera que masculinizar, viviendo en especialidades asistenciales que reprodu-
terribles luchas internas contra su socializa- cen a escala pública las ocupaciones privadas:
ción tradicional si quería trabajar al mismo educación, salud y administración.
nivel que los hombres en un mundo competi- La peligrosa dicotomización entre natura-
tivo hecho a medida del varón. leza y cultura, es considerada en gran medida
una importante clave para la comprensión del
3. Patriarcado y legitimación «científica» control de un género sobre otro, así como
de las discriminaciones también para la legitimación del uso y abuso
La cultura occidental es heredera directa del hombre sobre los recursos de la naturaleza.
del mundo clásico. Nuestra forma de construc- La cultura, en su más amplio sentido, es la
ción del conocimiento proviene de la filosofía transformación que el ser humano realiza
griega, que es el tronco común de todas las sobre la naturaleza. Con la ciencia y la cultura,
ciencias. Allí surgió y se inició el proceso de el hombre –en sentido restringido, es decir, el
legitimación de desigualdades y posteriores varón, el macho de la especie humana– ha
discriminaciones entre géneros, mediante la controlado y dominado durante siglos a las
ciencia oficial. Si analizamos «la otra política fuerzas naturales y también a la mujer como un
de Aristóteles» (Moreno, 1988) fácilmente elemento más de las mismas.

98
COMUNICAR 12, 1999

4. De los arquetipos a los mitos y estereoti- que siempre han estado allí. Porque, siguiendo
pos a Newmann (1994), el matriarcado no es algo
Sobre amplias bases arquetípicas, a lo exclusivo de la mujer, ni una fase histórica o
largo de la historia se han ido desarrollando un modo de organización sociopolítica en la
teorías explicativas de las consecuencias de las que el poder fuera detentado por ellas. Es una
diferencias biológicas entre hombres y muje- etapa arquetípica –no simplemente histórica–
res, cuya principal función no ha sido otra que en el desarrollo de la conciencia, en la que el
la justificación de las discriminaciones exis- yo se encuentra bajo el influjo del inconsciente
tentes. y no es autónomo. El patriarcado sería un
Los primitivos arquetipos han sido conti- estadio posterior en el que el yo se ha emanci-
nua e históricamente recreados a través de los pado del inconsciente y lo ha dominado.
múltiples mitos transmitidos en los antiguos Como señala Panikkar (1994), en ciertos
relatos, en la literatura y hasta en los cuentos momentos históricos como el presente, los
infantiles, haciéndonos a todos conocedores y mitos dominantes se derrumban. Y si la razón
copartícipes de sus modelos y sus valores. En fue el mito de la Ilustración y de la Moderni-
todas las culturas occidentales aparece una dad, ahora se habla de Postmodernidad. Se
«cenicienta» o una «bella durmiente», espe- pasa del logos al mito y viceversa. Se trata de
rando al «príncipe» que llega- buscar otra posibilidad de ac-
rá para redimirla de todos sus ceso a lo real que no sea aqué-
pesares. Son precisamente es- lla a la que estamos acostum-
tos conocimientos arquetípicos El mito extrae su brados y precisamente la con-
los que sustentan la base de los ciencia simbólica nos abre a la
actuales estereotipos de géne-
fuerza de la partici- realidad sin excluirnos de ella.
ro con que nos manejamos en pación. En cuanto se Porque el mito extrae su fuer-
la actualidad. deja de creer en él se za de la participación: En cuan-
Los arquetipos y los mi- convierte en fábula, to se deja de creer en él se
tos, han cumplido, en definiti- en leyenda, en una convierte en fábula, en leyen-
va, la misión de hacernos lle- da, en una simple cosmovisión.
gar a todos, hombres y muje-
simple cosmovisión. La conciencia de la razón
res, modelos androcéntricos y patriarcal y matriarcal, crea-
patriarcales sobre las caracte- dora de arquetipos y mitos
rísticas de uno y otro sexo, so- –con su consiguiente peso so-
bre lo que deben hacer y lo proscrito para cada bre los estereotipos–, es un paso decisivo en el
uno de ellos. Mientras las mujeres estuvieron análisis del inconsciente colectivo de la Hu-
a la sombra, fuera de la historia que escribían manidad. Sólo reconociendo estas imágenes
los varones, nadie puso en duda que estos ancestrales iniciaremos el camino de salida de
modelos eran sólo construcciones sociales con sus dominios.
una determinada intencionalidad: mantener
el control. A los varones lógicamente nunca 6. Referencias
les molestaron estos estereotipos, puesto que AMOROS, C. (1995): Hacia una crítica de la razón pa-
ellos eran el primer sexo. triarcal. Barcelona, Antrophos.
ÁLVARO, J.L. y GARRIDO (Comps.) (1992): Influencias
sociales y psicológicas en la salud mental. Madrid, Siglo
5. El camino hacia el cambio XXI.
Hoy día el feminismo no sólo denuncia el ANDER-EGG, E. (1980): La mujer irrumpe en la historia .
control al que hemos estado sometidos en la Madrid, Marsiega.
BACHOFEN, J.J. (1988): Mitología arcaica y derecho
cultura patriarcal dominante, sino que reivin- materno. Barcelona, Antrophos.
dica muchos de los valores del matriarcado BARTHES, R. (1986): Mitologías. Madrid, Siglo XXI.

99
T EMAS

BHRENRECH, B. y ENQLISH, D. (1986): Brujas,coma- primitivas. Barcelona, Laia.


dronas y enfermeras: historia de las sanadoras. Dolencias MORENO SARDÁ, A. (1987): El arquetipo viril prota-
y trastornos. Barcelona, La Sal. gonista de la historia: ejercicios de lectura no androcén-
BOFF, L. (1988): El rostro materno de Dios. Madrid, Pau- trica. Barcelona, La Sal.
linas. MORENO SARDÁ, A. (1988): La otra política de Aristó-
DI NICOLA, G.P. (1991): Reciprocidadhombre/mujer. teles. Barcelona, Icaria.
Madrid, Narcea. MIGUEL, A. de (1975): El miedo a la igualdad.Barcelona,
DURAN, M.A. (1986): La jornada interminable. Barcelona, Grijalbo.
Icaria. NEWMANN, E. (1994): «La conciencia matriarcal y la lu-
CARO BAROJA, J. (1991): De los arquetipos y leyendas. na», en ORTIZ-OSÉS, A. (Ed.) (1994): Arquetipos y símbo-
Madrid, Itsmo. los colectivos: Círculo Erano I. Barcelona, Antrophos.
EICHENBAUM, E.L. y ORBACH, S. (1990): Quéquieren NIELSON, L. (1979): «Sexism and the Healing in the Uni-
las mujeres. Madrid, Revolución. versity», en Harvard Educational Review, II; 464-476.
FALCÓ, L. (1989): Cartas a una idiota española. Madrid, OGILVIE, M.B. (1986): Women in Science: A Biographical
Vindicación feminista. Dictionary. The Mit Press, Cambridge, Massachussets.
FIGES, E. (1972): Actitudes patriarcales: las mujeres en ORTIZ-OSÉS, A. y OTROS (1994): Arquetipos y símbolos
la sociedad. Madrid, Alianza. colectivos: Círculo Erano I . Barcelona, Antrophos.
GARCÍA ESTEBANEZ, E. (1992): ¿Es cristiano ser mu- PANIKKAR, R. (1994): «Para una lectura intercultural del
jer? Madrid, Siglo XXI. símbolo», en ORTIZ-OSÉS, A. (Ed.) (1994): Arquetipos y
JUNG, C. (1992): Psicología y simbólica del arquetipo. símboloscolectivos:CírculoEranoI . Barcelona, Antrophos.
Barcelona, Paidós. RICO-GODOY, C. (1990): Cómo ser una mujer y no mo-
JUNG, C. (1994): Arquetipos e inconsciente colectivo. rir en el intento. Madrid, Temas de Hoy.
Barcelona, Paidós. SAU, V. (1986): Ser mujer: fin de una imagen tradicional.
JUNG, C.(1997): El hombre y sus símbolos. Barcelona, Barcelona, Icaria.
Paidós. SECHI MESTIA, G. (1993): Diccionario de mitología
MAYR, F. (1989): La mitología occidental. Barcelona, universal. Madrid, Akal.
Antrophos. SEEMANN, O. (1964): Mitología clásica ilustrada.Bar-
MEAD, M. (1973): Sexo y temperamento en las sociedades celona, Vergara.

• Ana Guil Bozal es profesora del Departamento de Psicología Social de la Universidad


de Sevilla.

Mi sonrisa enigmática fue mode- Nuestra belleza es modelo para


lo de belleza en el Renacimiento. el Renacimiento del siglo XXI.
Se nos veía en los museos. Yo Se nos ve en todas las cadenas
en el Louvre. de la tele.

100

También podría gustarte