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Ojalá yo no tuviera todos los putos miedos que me cargo y pudiera ser una

“magnolia de Acero” con la hermosa fragilidad de las flores y el poder


incuestionable del metal, ojalá nunca me hubieran arrancado los pétalos y
ojalá hubiera aprendido a domar mis inseguridades como la vida me ha
enseñado a domar huracanes.
Ojalá mi madre hubiera tenido el valor de serlo y de abrazarme mientras yo
sufría por no parecerme a ella. Cada vez somos más distintas y cada vez me
siento – ahora – mucho más orgullosa de mí, irme arrancando poco a poco las
costras de ser distinta me ha enseñado que soy hermosa y poderosa más allá de
toda prueba, de las malditas pruebas que yo misma me pongo todo el tiempo.

Uno se levanta de una de esas noches sin fin en las que dormir no es suficiente y amar no es
una opción, con la sensación del alma anestesiada por el encierro vil

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