Está en la página 1de 2

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el
labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;
permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros
los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no
podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca;
luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi
Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor

SARMIENTO : TALLO QUE SOPORTAN LA UVAS

¿Es posible hablar del Dios de la vida en medio de esta pandemia que se sigue
expandiendo en nuestro mundo? No sólo es posible, debemos tener ojos para ver y
agradecer como Jesús sale a nuestro encuentro en esta compleja situación. Es triste
lo que está pasando mundialmente, pero muestras de lo divino podemos apreciarlo
por ejemplo a través de la gente que nos cuida en el área de la salud, del aseo, de las
personas que transportan alimentos y las que siguen trabajando porque no pueden
hacer la cuarentena. En el espacio eclesial son muchas las religiosas, laicas,
religiosos que están dando su vida y cuidando a los más necesitados.

Nos encontramos con niños y jóvenes encerrados en sus humildes viviendas, tratando
de sobrellevar este complejo escenario. No obstante, Dios está en todas estas
realidades y creo que como nunca se nos abrieron los ojos para ver como él nos visita
mediante personas y contextos que no nos esperábamos.

Dios está con nosotros sufriendo, llorando, cuidando, investigando, trabajando y


dándonos esperanza. La fe es seguir aun cuando la noche está oscura pero sabemos
que el Dios de la Vida, de la Resurrección no nos abandona.

Vamos a terminar nuestra reflexión con una oración.


Dios misericordioso, escucha nuestra ferviente oración por todos los que sufren del
coronavirus.

Que las personas infectadas reciban el tratamiento adecuado y la comodidad de tu presencia


sanadora. Que sus cuidadores, familias y vecinos estén protegidos de la embestida del virus.

Dale consuelo a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos. Protege y guía a aquellos
que se esfuerzan por encontrar una cura. Que su trabajo pueda sobrepasar la enfermedad y
restaurar las comunidades en su totalidad y en salud. Ayúdanos a superar el miedo.

Pedimos todo esto a través de la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes, y en el nombre


de tu Hijo Jesús y el Espíritu Santo, ahora y por siempre. Amén.

También podría gustarte