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Ex-que revienten los actores

Gabriel Calderón

Texto comisionado por Le Théâtre des Quartiers d’Ivry- Paris- Francia


Serie de las Obras Fantásticas, v. IV

El actual presidente de mi país, Mujica, es un ser particular. Supongo que todos los presidentes lo
son. Él fue guerrillero tupamaro, participó de una guerrilla urbana en los años previos a la dicta-
dura enfrentándose a aquel gobierno de turno y a los militares. Estos últimos, en coordinación con
otros gobiernos y con participación civil, preparaban en toda Latinoamérica sendas dictaduras para
detener el avance comunista en el continente. El tiempo demostraría quienes tenían la razón, la dic-
tadura llegaría y los hoy documentos desclasificados de los Estados Unidos confirmarían que hubo
una intención promovida desde ese país, de detener, aislar y aniquilar todo brote o manifestación
comunista, marxista o cualquier familia cercana –vamos, toda la izquierda o izquierdas posibles–.
Fue así que la Dictadura se instaló en Uruguay como se instaló en muchos países de la región –Chile,
Argentina, Brasil, entre muchos otros–. La dictadura, en el caso de Uruguay cívico-militar, dejó, al
igual que en las otras dictaduras, muchos muertos, asesinados, torturados, secuestrados y desapa-
recidos. Leyes de amnistía, impunidad, caducidad de voluntad punitiva del Estado, protección, llá-
mesela como se quiera, protegieron en muchos países a los responsables de estos crímenes de lesa
humanidad y, lo que es peor, siquiera han permitido que los familiares de las víctimas, investiguen o
pregunten lo que pasó con sus familiares, si han muerto o no, dónde están sus restos, dónde están
los niños secuestrados, etc. Hasta el día de hoy, nuestros países, padres, hijos y abuelos, siguen
luchando entorno a este tema. Unos para que se deje de revolver el pasado y se piense en los proble-
mas del presente y del futuro. Otros argumentando sobre la importancia de conocer el pasado para
resolver el presente y construir un futuro; y, algunos, pocos, por el derecho inalienable a saber la ver-
dad. Cada cierto tiempo el tema de la dictadura, sus responsables y sus víctimas, toma notoriedad
y embarca a todo el país en las mismas discusiones que, imagino, se preguntó toda la humanidad
desde que hubo guerras, asesinatos e injusticias. No es mi intención, ni la será, ilustrar sobre este
proceso, este pasado, que tanto dolió y DUELE hoy a todos aquellos que vivimos en estos países. Mi
intención es más pequeña, pero no menos ambiciosa.
Reiteradas veces había escuchado al actual presidente Mujica responder, de una manera que me
dejaba sin palabras, cada vez que se le preguntaba cómo se podía solucionar este tema. Cómo hacer
para que la sociedad no siga trancada durante años sobre los mismos temas, sobre qué pasó o no
pasó esos años, de quién es la responsabilidad, cómo hacer para investigar y miles, miles de etcéte-
ras. La respuesta, increíble por donde se la mire, decía algo así: este tema se soluciona cuando todos
los protagonistas estemos muertos y para eso falta poco. La frase me había quedado retumbando en
la cabeza. Si bien en un punto me parecía simpático, pues pensaba que el viejo deseaba la muerte
de todos los protagonistas, incluyéndose –una suerte de suicidio colectivo por el bien de la verdad y
la justicia–, de todos modos me quedaba el resabio amargo en la boca y la mente, pues nos estaba
negando de esta manera la posibilidad de considerarnos como seres humanos capaces de solucio-
nar todos los errores que hemos cometido. Es como si para algunos errores la solución estuviera a
la vuelta de la esquina, pero para otros, no quedara más que esperar a que se mueran los que los
protagonizaron, porque ni los que estuvieron ni los que vendrán después serán lo suficientemente
capaces de superar tal atrocidad.
¡Qué gran robo sería que los protagonistas nos robaran con su muerte y se abogaran para ellos,
las lecciones de los errores cometidos en nombre de todos pero protagonizados por ellos!
Empecé a pensar en una obra, que es la que podrán leer/ver a continuación. Para ello quise bus-
car la frase tal cual la había dicho Mujica, ya que la que les cité anteriormente era la que yo recordaba
en mi mente, la que había quedado resonando, rebotando. Yo desconocía si me faltaba alguna pala-
bra que diera otro sentido y así me fui a buscarla. Vaya sorpresa al encontrar la verdadera frase que
no solo me dio el empujón final para la escritura, sino que definió totalmente su motivación central.
La frase decía:
“Ya lo dije, tienen que reventar Bordaberry,1 yo, todos los actores para que las cosas trascien-
dan en su justa medida. Todavía falta un tiempo pero no mucho”.
Ahora estaba todo claro para mí.
No basta con que se mueran, TIENEN QUE REVENTAR TODOS LOS ACTORES.
Actores y personajes

Antonio. Padre de Graciela, abuelo de Ana, 1940-2001.


Julia. Madre de Jorge, abuela de Ana, 1942.
Jorge. Esposo de Graciela, padre de Ana, 1960-1990.
Graciela. Esposa de Jorge, madre de Ana, 1961- 2011.
Tadeo. Novio de Ana, 1980.
Ana. 1982.
José. Preso político de los 70, hijo de Julia, hermano de Jorge, cuñado de Graciela, tío de Ana.

1. Tiempo futuro
JOSÉ. Hola.
Hola.
Buenas noches.
Bienvenidos. Hola.
Amigas y amigos
Compañeras y compañeros 32
Esta es la historia de una persona alguien que quería dejar de sufrir
Esta es la historia de alguien que había muerto y que volvió
33
O la de alguien que había vivido y murió
¿Quién sabe el orden?
Pero la historia de una persona siempre es la historia de muchas personas
No somos nada solos
La unión hace la fuerza, dirá alguien
Pero esa fuerza
Es tan poderosa en un corazón como en miles
Un solo hombre
Una sola mujer
Puede con multitudes
Esta es la historia del mundo
Y de lo que sabemos de el
Esta es mi historia
Y la de usted
Cuando la cuente
Notará que digo cosas
Que ya fueron dichas por alguien
Tal vez por usted mismo
Mis alegrías y mis dolores
Serán sus alegrías y sus dolores
Porque EN este lugar

1
Juan María Bordaberry Arocena (Montevideo, 17 de junio de 1928-17 de julio de 2011) dictador uruguayo de origen
vasco. Fue presidente constitucional entre 1972 y 1973 y dictador entre 1973 y 1976.
Todos sufrimos y nos alegramos por lo mismo
En este lugar, Esta noche, todos escuchamos la misma historia
Por eso vamos a ir hacia atrás y hacia adelante
rápido y despacio
Fuerte
Leve
Como los recuerdos
Esta es la historia de nosotros mismos
De cómo nos peleamos y nos amamos
De cómo luchamos
¿Para qué?
¿Para qué luchamos todos? Se estarán preguntando
¿Por amor, por poder, por dinero?
No
Todos luchamos, acertada o equivocadamente, por dos cosas
Para ser felices
O para que los otros sean tan infelices como nosotros
Y nuestros gritos, patadas y llantos
Tienen como único objetivo alejar el dolor y acercarse a la felicidad
O compartir el dolor para olvidar que la felicidad existe
La felicidad
Ese país tan lejano
Más allá del continente de las utopías
Más allá, mucho más allá, descansa la tierra de la felicidad
Alguien dirá
Y yo reiré
Y lloraré
Que todos queremos lo mismo
Pero algunos, como yo
Vemos claramente los dos bandos
Hay dos bandos
Los que caminamos a la felicidad
Y los que se sientan en el dolor
Así que ¡Que suenen las campanas!
Porque esto es una guerra
El dolor y el sufrimiento del mundo
Contra la felicidad y el amor
Esto es una guerra y en esta guerra se nos va la vida
El dolor es un gran mundo
Que cargamos sobre las espaldas de los débiles
Y se cae un mundo y se construye otro
Más grande
Más pesado
Más fuerte
Más invisible
Más eterno
Y la única manera de acabar con ese mundo
Es hacer desaparecer a sus albañiles
Y algunos de nosotros como yo
Estamos dispuestos a renunciar al país de la felicidad
Para hacer reventar a esos albañiles
Estén donde estén
(Sale. Vuelve a entrar.)
Ah. Me olvidaba. Vamos a empezar por el pasado. Esto sucedió como hace diez años atrás.

2. Tiempo pasado
Antonio y Ana
ANA. Si tuviese que empezar diciendo algo, si tuviera que terminar diciendo algo, empezaría y
terminaría diciendo lo mismo. Diría que lo hago por necesidad. La necesidad, la gran cómplice
de nuestras acciones. Unos y otros nos justificamos de la misma manera. Incluso para acciones
opuestas, la madre siempre es la necesidad. Y mi necesidad es un dolor que siento, acá, en el
pecho. Un corte real, en el músculo del corazón. Y se me vienen ideas, ¿sabés? Ideas locas, pero
todas las ideas son locas, al menos al principio, ni buenas ni malas, locas. Son las acciones las
que convierten a una idea en buena o mala. Es la potencialidad de la idea lo que ansiamos o
tememos. Pero cuando la idea emana de la necesidad, como me pasa a mí, su motor es la des-
esperación y su único objetivo la concreción. Mala consejera la necesidad. Porque la idea quiere
existir y se hincha dentro del cuerpo y come de nosotros y nos cambia y nos toma por completo.
Y ya no somos nosotros los que tenemos una idea, sino ella la que nos tiene a nosotros. Ya no
vivimos una vida, sino que es la idea la que nos vive. ¿Sentís la desesperación que tengo? ¿Sentís
mi dolor? ¿Sentís cómo y desde dónde te hablo? Bueno, no soy yo, es la idea la que te habla y si
la escuchaste ya es tarde, se te metió en la cabeza, está en tu cuerpo y se va a hinchar como un
bebé. Felicitaciones. Estás embarazado de mi idea.
(Silencio.)
ANTONIO. Hablás como un poeta.
ANA. Soy joven, creo en la poesía.
ANTONIO. Sí, por suerte se te va a ir con el tiempo. 34
(Silencio.)
ANTONIO. ¿Entonces?
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ANA. Eso, no sé qué más decir.
ANTONIO. ¿Te parece suficiente?
ANA. Sí… no sé.
ANTONIO. ¿Ese era todo tu plan?
ANA. No era un plan.
ANTONIO. No, se nota que no era un plan.
ANA. Bueno, abuelo, yo…
ANTONIO. No me digas abuelo.
ANA. Soy tu nieta.
ANTONIO. Vos podes ser lo que quieras ser, pero yo no soy tu abuelo.
ANA. Sos el padre de mi madre.
ANTONIO. Accidentes.
ANA. ¿Y cómo te digo?
ANTONIO. Antonio.
(Silencio.)
ANA. ¿Entonces?
ANTONIO. ¿Qué?
ANA. ¿Vas a venir?
ANTONIO. No veo ninguna razón para hacerlo.
ANA. Te lo estoy pidiendo yo.
ANTONIO. Y sigo sin ver una razón para hacerlo.
ANA. Lo necesito y creo que mi madre también lo necesita.
ANTONIO. Mirá, a mí me importa muy poco lo que vos necesites, y lo que necesite tu madre,
menos.
ANA. Pero…
ANTONIO. Mirá, nena, yo no sé qué te dijo tu madre, qué mentira te contó o qué mierda. Tam-
poco me importa. Yo tuve que aguantarme muchas cosas ¿Sabés? ¡Qué mierda vas a saber vos!
Tuve que soportar mucha porquería, mucha mentira, mucha injusticia, muchos dedos apun-
tando hacia mí, tuve que mudarme muchas veces de casa, tuve que aguantar muchas, muchí-
simas cosas. Y finalmente, no sé ni cómo ni cuándo, me dejaron en paz. Y todo esto, toda esta
mierda de la que vos no tenés ni la más puta idea, sucedió porque tu madre así lo quiso. Y fue
tu madre la que quiso que yo no fuese su padre y fue tu madre la que quiso que yo no fuese tu
abuelo. Así que…
ANA. Abuelo.
ANTONIO. ¡Antonio!
ANA. Antonio.
ANTONIO. ¿Qué?
ANA. Necesito que vengas.
ANTONIO. Y yo necesito no ir.
ANA. Estoy tratando de reunir a la familia.
ANTONIO. ¿Pero qué decís? Esto no se trata de una reunión familiar. No lo pongas como si fuese
una simple reunion familiar. No seas ingenua, yo no soy ingenuo. ¿Qué edad tenés vos?
ANA. Veinte.
ANTONIO. ¡Veinte años! Te demoraste un poco en acordarte de la familia.
ANA. Abuelo.
ANTONIO. ¡Antonio!
ANA. ¡Por favor!
ANTONIO. Podés suplicar, rezar, inmolarte y la respuesta seguirá siendo la misma.
ANA. Me lastimás.
ANTONIO. Te lastimás sola.
ANA. Duele mucho.
ANTONIO. Mejor así, el dolor enseña, el dolor es bueno.
(Silencio.)
ANA. No podés ser tan malo, estoy segura de que no sos así. Estás en un personaje de malo que
no te queda bien, estás actuando.
ANTONIO. ¿Actuando? ¿Vos crees que yo estoy actuando? ¿Que soy un actor? ¿Que tengo un
personaje? No, nena, alguien te explicó muy mal las cosas a vos. Mirá, cuando yo digo que sé
cosas, no es porque me las contaron, no es porque las leí en un libreto o porque alguien me está
pasando letra. No, no, es porque lo viví. Y cuando te hablo con desprecio, ese desprecio, este
desprecio, es real. Está meditado, pensado y construido por mí. Yo no tengo que imaginar como
lo hace un actor. Yo no tengo que evocar en un momento doloroso o un sentimiento de rabia
parecido. Los actores se imaginan gente como yo. Ellos piensan en mí cuando les toca hacer de
malos. Yo soy ese hombre, yo vivo esa vida y todo lo que sale de mi es genuino, verdadero. Yo
soy eso y soy como soy, no parezco lo que soy, no necesito parecer porque me alcanza con ser.
Y si no te gusta lo que ves, mirá para otro lado.
ANA. Yo...
ANTONIO. ¡Vos sos la que actúa! ¡Vos sos la actriz que simula emociones sin conocerlas! Vos
no sabés nada y tenés que inventártelo todo, imaginártelo y tenés una imaginación muy fuerte,
nena, vos. Creés que las cosas se van a solucionar con ideas, y deberías entender y meterte bien
adentro de esa cabecita que las fuerzas de tus ideas se van al carajo cuando se enfrentan con
la verdad, demoledora e inamovible, de cualquier palabra que provenga de mi experiencia. Vos
actuás como si supieras, pero no sabés nada, vos no viviste nada, vos no entendés nada. Caíste
en el medio de un cuento que alguien te contó y no entendés de qué va la historia, y entre que
te contaron mal la historia y vos que no entendés nada, das manotazos de ahogado para tratar
de unir algún hilo, pero haceme caso y date por vencida antes de empezar. Te creíste el cuentito
que te contaron y ahora creés que la vida es un cuento y estás tratando de llegar al final feliz.
Querés ser la heroína de la historia, pero la vida no es un cuento, no hay final feliz y vos no sos
ninguna heroína. Apenas sos una actriz del montón actuando un papel secundario en una obra
de porquería, aburrida y sin rumbo que pasado mañana la gente va a olvidar ¡Porque la gente no
te está escuchando, nena! La gente está viviendo su vida mientras vos les hablás y ellos piensan
en las cosas verdaderamente importantes. Y ahi te vas a quedar vos, eh, creyéndote que la vida
es una historia contada en primera persona cuando en realidad no podés ser protagonista ni de
tu propia vida. Otros están viviendo tu vida y vos te quedás sola y escupiendo tu letra. ¿Me venís
a pedir ayuda? Te ayudo. Borrate de acá, olvidate de mí, olvidate de todo lo que te dijeron que
era como era, borrá el pasado, quemalo, sacalo, escupilo, abortalo, porque no es la idea lo que
crece dentro tuyo, es una mentira y si no la sacás, vas a reventar.
JOSÉ. Ahora sí, vamos al presente.

3. Tiempo presente
Graciela, Ana y Tadeo
(Vemos a Graciela parada y quieta, con la vista perdida, no se mueve. Lleva en las manos varias bol-
sas del supermercado. Se queda varios segundos en silencio y sin moverse. Aparecen Ana y Tadeo. La
miran cuidadosamente y, con cautela, se acercan.)
ANA. ¿Mamá?
(Graciela sale de su letargo lentamente, mira a Ana.)
GRACIELA. ¿Ana?
ANA. Mamá...
(Otro breve silencio hasta que Graciela se mira las bolsas en sus manos.)
GRACIELA. Pero... ¿Me van a ayudar o no, che? No saben lo que pesan estas bolsas, como la
desgracia. Parece que la tomaran de boba a una. Te juro que no entiendo, pueden clonar ovejas 36
pero no pueden hacer las bolsas del supermercado más livianas. Arrastrar estas bolsas que te
cortan las venas y te rompen los músculos. Mientras, una, con la poca humanidad que le queda,
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trata de resistirse y no caer al piso, de esquivar a los peatones que les importa un carajo todo y
que no te atropellen los autos, un camión casi me pasa por arriba recién. ¿Dónde está la mesa?
¡Ah! ¿Qué hace allá? ¿Por qué corrieron la mesa para allá? ¿Por qué está toda tapada?
(Ana y Tadeo no contestan, siguen mirándola detenidamente mientras Graciela busca una manera de
dejar las bolsas sobre la mesa.)
GRACIELA. Bueno, ¿qué pasa? ¡Hablen, che!
TADEO. Yo la ayudo, suegrita.
GRACIELA. Suegrita las pindongas, ya te dije que es de mal gusto y además siempre me decís
Graciela, no entiendo por qué ahora cambiás.
TADEO. Estoy enamorado de su hija.
GRACIELA. Entonces decile suegrita a ella, entonces, a mí no me jodas con apodos. ¡Ay! Mirá
las cosas que me hacés decir. No sé qué me pasa, me siento rara. ¿Ana, qué te pasa que me
miras así vos? ¿Estoy mal yo o es él el desubicado? ¿No estás de acuerdo? ¡Ana!
TADEO. Ana…
ANA. Es verdad…
GRACIELA. ¡Claro que es verdad!
ANA. Es increíble.
GRACIELA. Sí, la juventud esta, se creen que por ser jóvenes tienen más cerebrito.
ANA. No lo puedo creer.
GRACIELA. Maleducado.
ANA. No lo puedo creer.
GRACIELA. Bueno, mi amor, tampoco es para tanto, el pibe está mareado, viste que le resbala
un poco a él, pero ya está, ya se aclaró, no más apodos. ¿Estamos?
(Ana va y abraza a su madre.)
ANA. Te quiero, mamá.
GRACIELA. ¡Uy! Sí, claro, yo también.
(Tadeo, viendo la situación, quiere abrazarlas también.)
TADEO. Yo tamb…
(Es cortado de una por un gesto de Graciela para que no se aleje.)
ANA. Te extrañé, mamá.
GRACIELA. Bueno, no es para tanto, había cola en el super, pero tampoco me morí.
ANA. Mamá…
TADEO. Ana.
ANA. ¿Qué?
TADEO. Ya sabés.
GRACIELA. No entiendo de qué hablan.
TADEO. Es navidad, estamos sensibles.
GRACIELA. ¿Sensibles?… ¿Por la navidad?… Yo también me pongo sensible por la navidad…
una estupidez. La navidad me importa un pito, pero bueno, es navidad, navidad es navidad,
carajo. ¡Ay! Cuánta mala palabra que estoy diciendo, ¿no? Qué raro… bueno, voy a preparar la
cena de navidad si no…
ANA. ¡No mamá!
GRACIELA. ¿Qué?
ANA. Que dejes, que no prepares la cena.
GRACIELA. ¿Por qué no?
TADEO. Queremos darte una sorpresa, mamá.
GRACIELA. Ni mamá ni suegrita ¡Graciela, nene!
ANA. Mamá, queremos que vos te quedes sentada y nosotros te vamos a homenajear.
GRACIELA. ¿Homenajear? ¿Por qué? Es navidad, no mi cumpleaños.
ANA. Da igual.
GRACIELA. Ah, pero ¿qué les pasa a ustedes? ¿Ustedes hicieron alguna cagada? ¿Ustedes están
ocultándome algo?
(Silencio.)
ANA. ¿Algo?
TADEO. ¿Algo como qué?
GRACIELA. Ana… ¿vos estás embarazada?
ANA. ¡Ah mamá, no! ¡Cómo voy a estar embarazada!
GRACIELA. Bueno, como todo el mundo, el tipo es medio nabo, pero para eso debe servir, ¿no?
TADEO. ¿Me dijo nabo?
ANA. No le hagas caso.
GRACIELA. Bueno, voy a cocinar.
ANA. ¡No, mamá!
GRACIELA. ¡Ay! Pero… ¿Por qué no?
ANA. Porque ya te dije que nosotros vamos a cocinar.
GRACIELA. Bueno, pero se pasan diciendo pavadas y no los veo cocinar y alguien tiene que
preparar la cena ¿O la cena se hace sola?
ANA. Mamá, quedate tranquila.
GRACIELA. Pero estoy tranquila, estaba tranquila. Son ustedes que me sacan la tranquilidad.
Me dicen que es navidad, pero no puedo cocinar y ustedes no cocinan y la hora se acerca y me
pongo nerviosa y ¡¡¡¡¡¿querés que me quede tranquila?!!!!! Y siento un calor acá adentro.
TADEO. Tranquila, suegra.
GRACIELA. Se rifa una piña y estás comprando todos los números.
(Suena el timbre.)
GRACIELA. ¿Quién es?
TADEO. Tarde, pero justo a tiempo.
GRACIELA. ¿Ustedes esperan a alguien?
TADEO. Tranquilas, esperen acá.
JOSÉ. Antes de continuar volvamos un segundo a una escena del pasado.

4. Tiempo pasado
Tadeo y Ana
TADEO. Te amo.
ANA. Sí, ya lo dijiste.
TADEO. Hoy no.
ANA. Lo decís siempre.
TADEO. Soy así.
ANA. Yo soy diferente.
TADEO. ¿Qué? ¿No me amás?
ANA. ¡Ay Tadeo, que pesado!
TADEO. ¿Qué? Es una pregunta, es solo para saber. ¿No me amas?
ANA. Yo no gasto tanto la palabra.
TADEO. La palabra no se gasta.
ANA. ¡Claro que sí! ¡Ah, todas las parejas discuten lo mismo! No puedo creer que a vos también
te guste discutirlo. Sos tan regular a veces, sos tan normal.
TADEO. Te amo, te amo, te amo, no creo que se gaste.
ANA. Se gasta con decirlo, me gasto de escucharlo, pierde valor.
TADEO. ¿Pierde valor?
ANA. ¡Me canso, Tadeo!
TADEO. ¡¿Te cansás?!
ANA. Sí, todo el mundo lo sabe, es sentido común. 38
TADEO. Ana.
ANA. ¿Qué?
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TADEO. Si te digo Ana, ¿vos te das cuenta que te llamo a vos?
ANA. Y sí, claro.
TADEO. Mirá qué raro, hace treinta años que te dicen Ana, no solo yo, sino todo el mundo. Ana
esto, Ana lo otro, treinta años, un Ana atrás del otro, varias veces por horas y días y meses y años
y el nombre sigue ahí, y no se gasta, para nada. Es más, parece tener más fuerza, cuanto más se
usa, cuanto más Ana te digo, más sólido es. Cada vez que te decimos Ana es como una confir-
mación de que Ana es tu nombre y que vos sos Ana. No se gasta tu nombre, como no te cansás
de escucharlo, ni que yo lo diga, ni que te llamen mil veces, porque es tuyo. Y así es mi amor,
mío, y no me canso de decirlo. Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te
amo. Y me encantaría que me amaras así. Y que lo dijeras así. Y me gustaría sentir el cansan-
cio en la oreja de escuchar tus “te amo” veinte veces al día. Pero ta, no te lo exijo, yo no te lo
pido, me gustaría, pero no te lo pido. Me conformo solo con amarte. Me conformo solo con el
amor que siento por vos. Es un poco triste, tal vez sí, tal vez no, a mí me basta, a mí me hace
feliz. Dejame decírtelo mil veces, dejame amarte todo lo que te amo.
ANA. Si me amaras de verdad…
TADEO. Te amo mucho más de lo que te digo, te digo una ínfima parte de lo que te amo.
ANA. Deberías hacer más y hablar menos entonces.
TADEO. ¿Qué?
ANA. Nada.
TADEO. ¿Volvés con el tema?
ANA. Es la verdad.
TADEO. La verdad es que me pedís demasiado.
ANA. ¿Demasiado? ¿Demasiado? ¿No es demasiado decirme te amo mil veces pero es dema-
siado que te pida algo?
TADEO. Debería alcanzarte con mi amor.
ANA. ¡Sos un mentiroso! Decís te amo como si fuese un escudo, como si con eso uno ya no
tuviese que pedirte más nada, como si fuese suficiente. ¡No me alcanza, no me es suficiente!
Ojalá fuese feliz escuchando tus te amo todo el día, pero no soy feliz y lo sabés. No era feliz
antes de conocerte y lo sabías, sigo sin ser feliz y lo sabés. Tengo dolores muy grandes Tadeo,
muy antiguos y lo sabés. Te gustaría ser el remedio de todos mis dolores, pero no basta con te
amo.
TADEO. Debería.
ANA. ¡Pero no basta, no alcanza, no me sirve, no sé cómo querés que te lo diga! ¿Querés ayu-
darme? Sabés como hacerlo. ¿Querés ser el remedio de todos mis dolores? ¿Querés hacerme
feliz? Sabés exactamente cómo hacerlo.
(Silencio.)
TADEO. Está bien, está bien... vos decís que decirlo es fácil, pero que el amor se demuestra. Y
que decirlo se gasta y que las demostaciones no alcanzan y que el amor no llega al nivel que
vos querés. Inventás reglas sobre el amor todo el tiempo, Ana. Reglas lógicas, extrañas y razo-
namientos complicados solo para decir que mi amor no es necesario. ¿Esa es tu estrategia?
Mi estrategia es, era, diferente. Te digo te amo, lo dejo caer día a día como cae la gota en la
piedra. Te amo, una gota. Te amo, otra gota. Te amo ¡otra gota! Pero me estoy secando, Ana. y
vos sos difícil de horadar eh… Es como si con cada gota la piedra se hiciese más fuerte y más
sólida. Y yo no puedo más. Y aunque somos jóvenes y dicen que la felicidad se construye, que
algún día va a llegar, yo quiero hacerte y ser feliz ahora ¿No tenemos derecho acaso, mi amor?
¿Y querés que haga algo? ¿Querés que te demuestre mi amor? Y lo que me pedís es enorme Ana.
Yo no sé si es posible. Te lo comenté una vez, te lo dije para sacar un tema, quise hablarte de algo
de lo que yo hacía, quise hacerme el inteligente, que vieras qué importante que era mi trabajo,
qué cosas increíbles estábamos investigando y se me cayó el comentario, no lo solté adrede,
como suelto los te amo, se me cayó, ahí, encima tuyo. Y te interesó y me gustó que te interesara
y me entusiasmé y te lo conté todo. ¿Y cómo iba a saber yo, que mientras sos inmune a mis te
amo, esta historia en cambio, iba a calar tan hondo en vos? Y ahora querés más y querés que lo
haga por vos y yo soy tan estúpido a veces, que creo que si hay una posibilidad y que si eso te
hace feliz, entonces a eso. Y está bien, lo voy a hacer. Es difícil ¿sabés? Otros lo intentaron antes
y fracasaron. Yo tengo todo para llegar más lejos. Cuando yo me pongo algo como objetivo, no
se acaba hasta que se acaba. Y lo voy a hacer, lo voy a hacer por vos. Y quiero que quede bien
claro, entre vos y yo, antes de que todo empiece y no sé dónde termine, quiero que quede bien
claro que lo que voy a hacer, lo voy a hacer por vos. Y cuando tenga éxito, porque voy a tener
éxito, y cuando veas el tamaño y la potencia de mi amor y te des cuenta, se den cuenta, de que
no hay país, planeta, galaxia o universo al que enviarme desde donde se apague mi amor, ahí,
ahí vas a tener que retribuir, eh. Porque va a ser tan fuerte y tan grande todo, que aunque muda,
ciega, con o sin dolor, con o sin amor, me vas a tener que retribuir. Vas a retribuir, sí, sí.
JOSÉ. Ahora volvemos al presente.

5. Tiempo presente
Julia, Graciela, Ana y Tadeo
(Aparece Julia dentro de la habitación.)
GRACIELA. ¿Qué hace ella acá?
ANA. ¿Quién es?
GRACIELA. ¿Qué hace ella acá? ¿Quién la invitó?
ANA. No sé, no sé quién es.
TADEO. Tranquilas.
JULIA. Sabía que no era buena idea.
TADEO. No, sí es una buena idea.
ANA. ¿Qué es esto Tadeo?
GRACIELA. ¿Qué hace esta señora en mi casa?
TADEO. Tranquilas, puedo explicarlo.
JULIA. Yo debería irme.
TADEO. No.
GRACIELA. Sí.
TADEO. Tienen que escucharme.
ANA. Tadeo, ¿quién es ella?
GRACIELA. Ella no es nadie.
TADEO. Vamos a tomarnos unos segundos, sé que es difícil.
GRACIELA. ¿Qué sabes vos? ¿Qué planes tienen ustedes? ¿Qué hace esta señora en mi casa?
TADEO. Por favor, ¿puedo explicar?
GRACIELA. Claro que te tenés que explicar, pero primero esta señora se va a ir de mi casa.
JULIA. Sí, yo no debería.
TADEO. Vos te quedás, abuela.
ANA. ¿Abuela?
GRACIELA. ¿Abuela?
ANA. ¿Por qué le decís abuela? ¿Es tu abuela?
JULIA. No me digas abuela, no sé por qué me dice abuela.
TADEO. Usted es la abuela de Ana y yo la quiero como una abuela.
GRACIELA. Pero qué pelotudo que es este chiquilín.
ANA. ¿Mi abuela?
GRACIELA. Pero, pedazo de descerebrado, ¿quién te crees que sos vos para traer a esta señora
a mi casa?
ANA. ¿Mamá, ella es mi abuela?
GRACIELA. ¡No! ¡Claro que no! Ella es… es… ella no es tu abuela. Una abuela es una persona 40
cariñosa, te cuida cuando te enfermás, te hace los mejores regalos de cumpleaños, te cocina
tortas… esta señora es la madre de tu padre y nada más. Y ahora se va.
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JULIA. Sí, perdonen.
TADEO. Nadie se va a ir, ya está hecho.
ANA. Perdón, perdón, A ver un momento… Tadeo, ¿vos estás loco?
TADEO. Loco por vos.
GRACIELA. Que boludo.
ANA. Tadeo, ella no puede estar acá, yo no la puedo conocer así, no justo hoy ¿Qué hacés?
JULIA. Yo te dije que esto no era una buena idea, me voy.
TADEO. Vos te quedás, basta, ella se queda.
JULIA. No me podés obligar.
GRACIELA. ¡Pero qué basta ni que nada! Ella se va, esta es mi casa y ya mismo se va.
TADEO. Yo te lo prometí.
ANA. ¿Qué me prometiste?
TADEO. Te prometí que iba a reunir a tu familia.
ANA. Pero no esto, Tadeo, yo quería decir otra cosa, ella no era parte de la promesa.
GRACIELA. ¿Pero qué promesas se andan haciendo ustedes? ¿Qué les pasa? ¿No existo yo? ¿Me
morí y no me enteré?
JULIA. ¿No le dijeron?
GRACIELA. ¿Decirme qué? ¿Qué sabés vos que yo no sepa? ¿De qué habla esta señora? ¿De qué
reunión familiar habla este chiquilín?
TADEO. Voy a reunir a toda la familia.
GRACIELA. ¡Las pindongas! ¿Me entendés? ¡Las pindongas! Vos no vas a reunir a nadie porque
no hay familia que reunir, están todos muertos.
TADEO. La abuela está viva.
JULIA. No me digas abuela, nene.
GRACIELA. Yo no lo puedo creer. Hoy tiene que ser un día de paz, de amor, de tranquilidad…
TADEO. De familia.
GRACIELA. ¿¿Pero qué familia?? Es esta la familia. Sí. ¡Es Ana y yo! ¡No hay más familia!
TADEO. Yo soy familia.
GRACIELA. Haciendo esto no, haciendo esto te estás autoexcluyendo. Cuando salga la señora
salís vos atrás con una patada en el culo.
ANA. Basta mamá, lo hizo porque yo le pedí y él entendió mal.
GRACIELA. ¿Vos le pediste que trajera a esta?
ANA. Yo le pedí que reuniese a la familia.
GRACIELA. ¿Qué familia, Ana? Si vos sabés que… Pero, mi amor, si no hay familia que reunir,
están todos muertos, no te entiendo.
JULIA. ¿No le dijeron?
GRACIELA. ¿Decirme qué? ¿¿Decirme qué?? Mirá, ya te dije que te vayas y no quiero que sigas
hablando en mi casa. Vos no tenés derecho a estar acá. Esta familia hace mucho tiempo que no
es la tuya.
Julia. Tiene razón… tiene razón. Graciela, aunque te suene irónico, es bueno verte bien y nue-
vamente reunida con tu familia. Ahora, si me disculpan, me voy.
(Julia se dirige hacia la puerta.)
GRACIELA. ¿Nuevamente reunida con mi familia? ¡Lo que hay que escuchar!
(Julia no logra abrir la puerta.)
JULIA. ¿Me pueden abrir la puerta?
ANA. ¿Está cerrada?
GRACIELA. No recuerdo haber cerrado.
JULIA. Sí.
GRACIELA. Bueno, en realidad no me acuerdo ni siquiera haber entrado. ¿Dónde están mis
llaves?
(Ana va hasta la puerta y comprueba que está cerrada.)
ANA. ¿Por qué está cerrada la puerta?
TADEO. La cerré yo.
ANA. ¿Por?
TADEO. Porque no pueden salir, a partir de ahora nadie puede salir.
GRACIELA. ¿Vos agarraste mis llaves?
JULIA. No podés hacer esto.
ANA. ¿Qué te pasa, Tadeo?
TADEO. Mi amor, suegrita, abuela, sé que les pone incomodas, pero las cosas son así. Nadie
puede salir de acá, esa puerta no se puede abrir, la puerta está cerrada y estará cerrada hasta
que todo esto termine. Amor, vos pediste esto, vos querías esta reunión. Es mi regalo, pero
tengo condiciones, no puede ser a cualquier precio, hay que proteger a los demás, todo lo que
pase acá, tiene que quedar acá. ¿Está claro?
(Pausa.)
GRACIELA. Me volvés a decir suegrita y te cago a trompadas, y ahora dame las llaves de mi casa
hijo de remil putas porque te voy a mandar matar y la puta…
(Graciela se abalanza sobre Tadeo y le busca las llaves, Ana trata de pararla y Julia de separar a
todos.)
TADEO. ¡Soltame!
JOSÉ. Lo que vamos a ver ahora sucedió hace pocos meses.

6. Tiempo pasado
Tadeo y Julia
TADEO. No es novedad pero es bueno recordarlo. Cada uno de nosotros piensa, siente
y vive de manera diferente. Para el carpintero el mundo es un tronco, en donde todo es
encastrable, plausible de ser cortado, encolado y lijado. Su casa será siempre sinónimo de
un taller para él, y el aserrín, los clavos, pegamentos, sierras y serruchos, serán la música,
los colores y el lente a través del cual mirará el universo. De la misma manera, un médico
ve el mundo como una suerte de mecanismo natural compuesto por miles de piezas pro-
vistas por la naturaleza. Y sabe que tras la corteza del mundo, se esconden ínfimas maqui-
narias complejas de venas, arterias, células, músculos, vísceras y líquidos que engranan
y propulsan el motor del mundo. Así, de la misma manera, yo, un científico, un físico, un
investigador nato, joven y con la pasión a flor de piel por mi carrera y por mi vocación, veo
todo a través del filtro de la física. Donde todos ven un horrible choque de un auto escolar
con niños accidentados, yo veo inmediatamente líneas de fuerza oponiéndose, y núme-
ros de inercia y propulsión de átomos dándose unos contra otros, contra la resistencia de
esos cuerpitos y esos huesos jóvenes. Allí va el edificio que se cae, que se desploma bajo el
grito del público que observa y yo solo veo materiales de concreto, resistencias que ceden,
ingeniería articulada con materiales baratos para el ahorro de las economías de los países
emergentes, que se desploman por un fallo de cálculo. La vida y sus problemas son una
pasión para alguien como yo. Amo los problemas, porque amo aun más las soluciones. Nos
cuesta pensar como los demás, nos cuesta tomar distancia de nuestro propio sistema de
pensamiento. Pero yo hago un esfuerzo y me preocupo por la gente que quiero y trato de
ponerme en su lugar y trato de solucionar sus problemas. Porque NO todos somos iguales,
no todos tenemos las mismas capacidades. ¿Entendés? ¿¿Entendés??
JULIA. ¿Te encanta enfrentar los problemas? ¿Te encanta ahogarte en desafíos? Anda ¡Anda!
¡¡Anda!! (Lo empuja.) ¡Qué manía de arrastrar a todos por convicciones individuales! Estoy lejos
de todos ustedes, yo me alejé de ustedes y ustedes se alejaron de mí. No fui yo, no fuiste vos.
Pasó. ¿Quién sos vos me dijiste?
TADEO. Tadeo. 42
JULIA. ¿Y qué tenés que ver vos con la familia?
TADEO. Soy el novio de Ana.
43
JULIA. ¿El novio? ¿Ni siquiera estás casado? Ah, pero lo tuyo es tan arbitrario. ¿Para qué te
metés en este lío? ¡No te metas, che! Mirá que acá nadie entiende nada ¿Sabés? Hay una confu-
sión, siempre la hubo y el tiempo es cómplice y hace que las dudas se transformen en certezas.
Mirá, no me interesa volver. Se murieron las pocas personas de esa familia que a mi me inte-
resaban, para bien o para mal, se murieron. ¿Y qué voy a ir a hacer yo en esa casa? ¿A hablar
con una nieta que apenas me conoce? ¿Qué puedo aportar yo? ¿Soluciones? ¿Respuestas? ¿Vos
te creés que yo tengo respuestas? Estás equivocado, lo siento, no me gusta pincharte el globo
querido, pero no tenés ni idea. Yo no sé nada, no entiendo yo tampoco qué pasó, no entendí en
aquel momento y no lo entiendo ahora. Uno se peleó con el otro y el otro con el otro y la mierda
saltaba para todas partes y yo me fui antes que me tocara. Mi hijo, que en paz descanse, sufrió
mucho y se murió por lo mal que la pasaba. Enfermedad sí, enfermedad. ¡Lo enfermaron a mi
nene! Pasó por todo lo que pasó, dictadura, tortura, milicos, todo, todo lo pasó olímpico, pero
esta familia lo terminó matando. El tiempo y la familia son venenos mortales. Después te das
cuenta de que la tortura o un balazo son simples catalizadores de lo que lenta y agónicamente
te va a terminar pasando igual.
TADEO. No.
JULIA. Sí.
TADEO. ¡No!
JULIA. ¡Sí!
TADEO. ¡¡No!!
JULIA. ¡El dolor, nene! ¡¡El dolor!! Es insoportable. ¿Y vos querés que vuelva ahí? No queda
nadie, queda esa chiquilina, tu novia. ¿Mi nieta? No la conozco, no sé cómo es, no sé si puedo
ayudarla, no tengo ganas de averiguarlo. Y prefiero que mi duda se apague con el tiempo. Al
único que me interesaba ver era a mi hijo y cuando se murió, ya nada importó. Tuve dos hijos,
los dos se murieron. Una parte se murió con el primero, otra parte con el segundo, yo estoy
muerta y solo estoy esperando que me entierren con mis dudas y con lo poco que sé, que las
cosas son así, y punto.
TADEO. Hay muchas cosas que no sabemos, ¿sabe? Todos se llenan la boca hablando sobre lo
que se sabe y lo que no se sabe. Yo sé, me dice usted. ¿Sabe las veces que escuche decir a la
gente “yo sé” y no sabían nada? ¡Cómo nos olvidamos de los griegos! ¿Dónde quedó el “solo sé
que no sé nada”? El tiempo y el olvido, son cómplices del mismo negocio. Con el mayor de los
respetos, pero usted no sabe nada, abuela. ¿Le puedo decir abuela?
JULIA. No.
TADEO. Tiene que venir.
JULIA. ¿Qué querés de mí, pibe?
TADEO. Dice que no le interesan los problemas, que no le interesan las respuestas, pero no
deja de preguntar. Preguntar es desafiar. Si está dispuesta a preguntar cosas, tiene que estar
dispuesta a comprometerse con las respuestas. Cuántas preguntas, abuela. ¡Cuántas preguntas!
Y mire que yo sé cosas… yo sé que si usted quiere y confía en mí, yo puedo hacer que usted y
su hijo se vuelvan a ver. ¿Usted confía en mí?
JULIA. ¿Por qué hacés esto?
TADEO. Por amor.
JOSÉ. Ahora sí, volvemos al presente.

7. Tiempo presente
Tadeo, Graciela, Julia y Ana
GRACIELA. ¡Quiero las putas llaves!
(Ana llevando a la madre a un lado del cuarto y Tadeo llevando a Julia hacia otro lado.)
ANA. Mamá, estas muy agresiva. ¿Qué te pasa?
GRACIELA. ¿Y qué querés que haga, si este hijo de puta no me da mis llaves?
ANA. Mamá basta de putear, jamás te escuche decir tantas malas palabras, no te reconozco.
GRACIELA. La concha de la lora, sí, sí, tenés razón, pendeja, perdóname, chiquita. Ah, tengo un
fuego en el pecho. No sé qué me pasa.
ANA. Sentate. Tranquilizate, mamá.
(Ana le acerca una silla.)
GRACIELA. Sí.
ANA. ¿Mamá, te sentís bien?
GRACIELA. No. Me siento rara.
ANA. ¿Qué le está pasando?
TADEO. No sé.
ANA. ¿Será por el viaje?
TADEO. No sé.
(Tadeo agarra una libreta y chequea apuntes.)
GRACIELA. ¿Qué viaje?
ANA. Nada, mamá, no te preocupes.
JULIA. Se lo tienen que decir.
TADEO. Puede ser algún efecto secundario, es interesante.
GRACIELA. ¿De qué hablan, la puta madre? ¡Explíquenme porque voy a reventar! Si no me
dicen algo, los cago a piñazos ¡Ay, qué ganas que tengo de trompearlos!
ANA. Mamá, por favor, tranquilizate, si no, no te puedo contar.
GRACIELA. Ok, ok, ok, uf, ah, (Respira.) me tranquilizo. Ahora larguen la lengua.
ANA. ¿Tadeo, podés explicarle?
TADEO. ¿Eh? Sí, sí, claro. (Se acerca a Graciela.) Suegrita, escuchame.
GRACIELA. Escuchame vos pajero, me volvés a decir suegrita y te vas a comer un zoñapi de
competencia.
TADEO. Está bien, Graciela, perdón… Graciela, mirá, no tenemos tiempo para muchas explica-
ciones, vas a tener que creer en lo que te digo. ¿Vos te acordás que yo soy científico, no?
GRACIELA. ¡Uy, qué boludo! Sí, bueno. Dale, pibe, evita las vueltas, dale.
TADEO. Está bien, está bien. Bueno, hace un tiempo descubrí algo, algo muy importante. Es
una partícula. Una partícula que todo el mundo busca. Su descubrimiento implica el cambio de
muchos paradigmas de la ciencia. Implica conocer cosas que desconocíamos. Con mi descubri-
miento se puede cambiar, ya no el destino del mundo, sino del universo. ¿Entendés?
GRACIELA. ¿Vos te estás drogando? ¿Vos te crees que yo soy naba? Vos no podés descubrir
nada, si a vos te echaron de tu laburo por ladrón.
TADEO. No, no, no, no me echaron por ladrón. Me echaron porque son unos cagones, porque
son cobardes, y yo no soy cobarde, y si tuve que robar cosas, lo hice para descubrir lo que
descubrí.
GRACIELA. ¡Lo sabía! Ladrón, chorro, punga, amigo de lo ajeno.
TADEO. Graciela, por favor necesito que me escuche. Con mi descubrimiento, todo lo que cono-
cemos, como lo conocemos, va a cambiar.
ANA. Hacela corta, Tadeo, no podés explicarle toda la física universal, decíselo y chau.
GRACIELA. ¿Decirme qué, carajo?
TADEO. Construí una máquina del tiempo.
(Pausa. Graciela le da una cachetada a Tadeo.)
ANA. Mamá.
TADEO. ¿Qué hacés?
GRACIELA. Construí una máquina del tiempo.
TADEO. ¿Qué?
GRACIELA. ¿Querés viajar al pasado?
TADEO. Sí, pero que tiene que ver… 44
(Graciela le da una cachetada igual a la anterior.)
GRACIELA. ¿Querés viajar otra vez?
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ANA. Mamá, no le pegues más.
TADEO. Graciela, con la partícula que descubrí construí una máquina para viajar en el tiempo y
con ella traje a alguien del pasado, en realidad tengo planeado traer del pasado a todos los que
sean necesarios.
JULIA. Muéstrenle la máquina.
TADEO. Callate.
GRACIELA. ¿Qué máquina? ¿Qué máquina? ¿Tienen una máquina en mi casa?
ANA. Mostrale la máquina, Tadeo.
(Pausa.)
JULIA. Cuando yo la vi, me convencí, mostrásela.
GRACIELA. Mostrame la máquina si no querés que te muestre mis cinco dedos.
ANA. ¿Vos estuviste acá ya?
JULIA. Yo vine el otro día, él me invitó. Cuando la vi, me convencí y quise ayudar.
ANA. No entiendo, ¿qué tiene que ayudar ella?
TADEO. A ver, Ana, todo esto lo estoy haciendo por vos. No es fácil traerlos a todos de vuelta.
GRACIELA. ¿Todos? ¿Qué todos?
TADEO. No es lo mismo traer a alguien que murió hace un año que rastrear a alguien que murió
hace diez o veinte años. Necesito la mayor información posible, sobre fechas, nombres, todo.
GRACIELA. ¿Pero qué les pasa a todos? ¿Qué se creen que soy? ¿Qué me están diciendo?
JULIA. ¡Mostrale la máquina, nene!
TADEO. No.
GRACIELA. ¿Pero de qué máquina habla esta? Basta. ¿Cuántas veces tengo que preguntar las
cosas? ¿Qué hay en el cuarto? ¿Qué hicieron?
TADEO. Una máquina del tiempo, Graciela.
GRACIELA. ¡Pero qué máquina del tiempo ni qué máquina del tiempo! ¿Te crees que soy pelo-
tuda? Máquina del tiempo vas a tener cuando te dé una patada en el culo y viajes doscientos
años para adelante, pelotudo.
(Graciela va a abrir la puerta y Tadeo le corta el paso.)
TADEO. No pueden entrar a ese cuarto hasta que esto termine.
GRACIELA. ¿Me cerrás las puertas en mi propia casa?
TADEO. Es por el bien de todos.
ANA. ¿Hasta que no termine qué?
TADEO. Están viniendo, Ana, los estoy trayendo.
GRACIELA. Uy, llegó uno. (Le da una cachetada.) Ahí viene un primo del anterior.
(Graciela le va a dar otra cachetada a Tadeo y la mano se la agarra Ana, antes de que Graciela reac-
cione se escucha una explosión.)
GRACIELA. ¿Qué es eso?
JULIA. ¿Qué fue eso?
TADEO. Llegó uno.
ANA. ¿A quién estás trayendo?
TADEO. A todos, voy a traer a todos.
JOSÉ. Es importante en este momento volver un poquito al pasado, esto sucedió exactamente
diez años atrás.

8. Tiempo pasado
Julia y Graciela

JULIA. Siento mucho lo de tu padre.


GRACIELA. Sí, en fin. Bueno, como te decía, Ana fue a verlo unos días antes de que falleciera.
Creo que está intentando saber cosas. Si Ana fue a verlo, es probable que te venga a ver a vos
también.
JULIA. ¿Está triste por la muerte de su abuelo?
GRACIELA. No era su abuelo, no lo fue nunca ni lo va a ser. Está triste, pero porque quiere saber
cosas y no puede. Es natural. Pero se le va a pasar y espero que me ayudes.
JULIA. ¿Qué quiere saber?
GRACIELA. Cosas, del pasado, como siempre, yo que sé para qué, no sé qué se le metió en la
cabeza, pobrecita.
JULIA. ¿Ella no sabe nada?
GRACIELA. No sabe nada y no va a saber nada nunca. Ya lo superamos, ella está mejor.
JULIA. Si no sabe…
GRACIELA. Mirá, Julia, yo vine a pedirte un favor. Vos no tenés opinión en esto, vos tampoco sos
su abuela, nunca lo fuiste y no lo vas a empezar a ser ahora. Si ella viene a verte, es porque es
joven y no entiende. Te pido que no le digas nada, te pido que por el bien de todos no le digas nada.
JULIA. ¿Por el bien de todos? ¿Quiénes son todos? ¿Vos? No veo que queden muchos más.
GRACIELA. ¿Vos me vas a dar una lección sobre el pasado a mí?
JULIA. No te reconozco, Graciela. No puedo creer lo que escucho.
GRACIELA. ¿Qué?
JULIA. ¿Vos sos la misma que gritaba y reclamaba por justicia y verdad? ¿Vos sos la que acuso
a su padre? Vos entendés muy bien el valor de la verdad y la justicia, no entiendo por qué ahora
se lo negás a tu hija.
GRACIELA. Julia, yo te vine a ver porque quiero que me hagas un favor. No pido un favor para tu
nieta, porque ella no es tu nieta, vos no la viste en tu vida y ella tampoco. Te pido un favor para
mí, creo que me lo debés. Y que yo haya asumido esa pelea como propia, y que haya destruido
a mi familia y que haya amado y perdido y vivido y sufrido, no quiere decir que quiera eso para
mi hija. No lo quiero. El pasado fue algo entre vos y yo y muchos otros que ya están muertos, y
con su muerte, muere la verdad, y lo que queda es una vida nueva. Y si yo peleé y grité y acusé,
fue para que algún día mi hija pudiese vivir en paz y escribir de cero, hacer una historia mucho
más linda que la que nosotros protagonizamos.
JULIA. ¿Pero vos te estás escuchando? Hablás del pasado como si fuese de una manera, como
si solo existiese tu visión. El pasado y su guerra y sus dolores, también estaban constituidos por
cientos de personas con creencias y amor ¡Hubo mucho amor! ¡Por favor! Ponés esta historia
como si fuese solo una cosa terrible que se deba olvidar de pe a pa y con ese olvido borrás a
todos los que luchamos con amor y pasión por ideas y valores en los que creíamos. Esta historia
también es una historia de amor.
GRACIELA. ¿Pero vos me vas a enseñar a mi lo que es la verdad y el pasado y la historia? Ambas
sabemos que el pasado y la verdad son relativos. No niego que no haya una verdad, no niego
que no haya un pasado, lo que digo es que es nuestro.
JULIA. ¿Y quién te crees vos para tener la propiedad sobre la verdad y sobre el pasado?
GRACIELA. Soy su madre y con eso me basta y me sobra.
(Pausa.)
JULIA. No sé si voy a poder seguir mintiendo.
GRACIELA. Nunca te pedí que mintieras.
JULIA. Me pedís que no diga la verdad. Me pedís que me mantenga alejada.
GRACIELA. Vos te alejaste solita, vos te fuiste, huiste de los problemas. Esta familia se caía a
pedazos y preferiste borrarte.
JULIA. No podía más. Estaba cansada, ya había visto morir a un hijo, no me podés…
GRACIELA. ¡Ay Julia! A mí no me tenés que llorar ni explicar nada, lo único que te pido ahora
es que te quedes en ese margen en el que vos misma te pusiste.
JULIA. Algún día se va a enterar de todo. 46
GRACIELA. Si vos no abrís la boca, no.
JULIA. La verdad vuelve, el pasado siempre vuelve, la justicia llega.
47
GRACIELA. ¡Pero haceme el favor de callarte, justiciera de los tiempos! Te lo estoy pidiendo bien,
Julia, y te conozco, y sé que vas a hacer lo que te pido. Si viene, no le abrís. Si te la cruzás en la
calle, no la mirás. No te acerques a nosotras, no vengas a nuestra casa, no te acuerdes de nuestros
cumpleaños, no mandes tarjetas de navidad. Nosotros morimos y vos moriste. Hasta otra vida.
JOSÉ. Volvemos al presente.

9. Tiempo presente
Graciela, Julia, Ana, Tadeo y Antonio
(Antonio está parado en silencio, todos lo miran.)
ANA. ¿Abuelo?
(Antonio la mira, nadie dice nada, nadie se mueve.)
TADEO. El abuelo.
(Antonio mira a todos lados y no entiende, no reacciona.)
GRACIELA. Papá…
(Antonio mira hacia Graciela.)
ANTONIO. ¿Papá?
GRACIELA. ¿Antonio?
ANTONIO. ¿Por qué me decís papa vos? ¿Cómo llegue acá?
GRACIELA. ¿Es mi padre?
TADEO. Sí.
ANTONIO. ¿Ahora soy tu padre? ¿Qué carajo pasa acá? ¿Cómo hicieron para traerme acá? ¿Me
drogaron?
GRACIELA. ¿De dónde lo trajeron? No entiendo.
ANTONIO. ¿Cómo de dónde me trajeron? ¡De mi casa! ¿De dónde más? Estaba durmiendo yo.
¿Qué mierda les pasa a ustedes? ¿Y vos me decís papá ahora? Esta viene y me dice abuelo y vos
me decís papa, ¿y ahora me secuestran y me traen? ¿Pero qué mierda les pasa?
TADEO. Tranquilo, abuelo.
ANTONIO. ¿Y este quién es?
TADEO. Soy Tadeo, el novio de Ana.
ANTONIO. ¿El novio de Ana?
TADEO. Sí.
ANTONIO. ¿Y por qué mierda me decís abuelo?
ANA. Abuelo.
ANTONIO. ¡Pero me caigo y no me levanto!
ANA. Antonio.
ANTONIO. Nena ¿No fui claro el otro día?
ANA. No fue el otro día abuelo.
TADEO. Ana, tranquila.
GRACIELA. Yo no sé si quiero que él esté en mi casa.
ANA. Bueno, vos no querés a nadie en tu casa, no se puede echar a todos.
JULIA. Yo me quiero ir y no me dejan.
ANTONIO. ¿Y ésta quién es?
ANA. Julia, la mamá de papá.
ANTONIO. ¿La madre de Jorge?
Julia. Julia, soy Julia, si me conocés bien.
ANTONIO. ¿Yo te conozco? Yo no te vi en mi vida.
JULIA. ¡Ah, pero qué caradura!
TADEO. ¿Seguro que se conocen?
JULIA. ¡Claro!
GRACIELA. Se conocían, sí.
ANTONIO. ¿Me están llamando mentiroso?
TADEO. ¡Qué interesante!
ANTONIO. ¡Pero qué mierda! A ver, nena, ¿vos ideaste todo esto?
ANA. No, sí, bueno, de cierta forma.
ANTONIO. ¿No fui claro el otro día?
ANA. No fue el otro día.
ANTONIO. ¿Ah, no fue el otro día? Graciela, ¿cuándo nos vimos vos y yo? ¿No fue acaso el otro
día?
GRACIELA. No fue el otro día.
ANTONIO. ¿Y cuándo fue?
GRACIELA. (Dándose cuenta.) Hace diez años… fue hace diez años.
(Pausa.)
ANTONIO. ¿Me están jodiendo? ¿Qué quieren de mi ustedes?
ANA. ¿Entendés que fue hace diez años, abuelo?
ANTONIO. ¡Que no me digas abuelo!
GRACIELA. Sos su abuelo, ¿no?
ANTONIO. ¿Y vos me lo preguntás?
GRACIELA. No seas cruel, ella no tiene nada que ver.
ANA. ¿No tengo que ver con qué?
ANTONIO. ¡Basta, basta! De verdad, si ya estoy acá y están decididas a secuestrarme, tomémonos
unos minutos y ubiquémonos un poco. ¿Qué están haciendo? ¿¿¿Qué ESTÁN HACIENDO??? Me
sacan de mi casa, drogado o vaya a saber cómo, me traen a esta casa, me encierran, me dicen
papá, me dicen abuelo, me arman todo este teatrito, y eso que te dije que la vida no es teatro, te lo
dije, te lo dije, pero igual armás toda esta farsa, todo esta mentira de reunión familiar de pacotilla
y encima me tratan de loco diciéndome que lo que yo sé que fue hace unos días, ¡¡¡¡¡fue hace diez
años!!!!! Pero ¿qué les pasa? ¿Con qué se drogan? ¿Se están volviendo locos todos?
TADEO. Abuelo, yo sé…
(Antonio agarra por el cuello a Tadeo.)
ANTONIO. Volveme a decir abuelo y te corto las bolas.
ANA. Abuelo, soltalo.
(Toda la escena se confunde entre Antonio y Tadeo, que trata de zafarse, y Graciela y Ana que tratan
de ayudar.)
JOSÉ. Vamos a tener que volver al pasado otra vez para ver qué pasó hace más de diez años
atrás.

10. Tiempo pasado


Graciela y Antonio
GRACIELA. ¿Qué hacés vos acá?
ANTONIO. Es un segundo.
GRACIELA. ¿No te dije que no volvieras a esta casa nunca más?
ANTONIO. ¿Y yo no te dije que no quería saber nunca más de ustedes?
GRACIELA. ¿Y quién te fue a buscar a vos?
ANTONIO. Tu hija.
GRACIELA. ¿Ana?
ANTONIO. ¿Tenés otra?
GRACIELA. No, solo tenemos una.
ANTONIO. Entonces esa, sí.
GRACIELA. ¿Estás seguro?
ANTONIO. No, no estoy seguro, dijo que era tu hija, me decía abuelo, yo qué sé. 48
GRACIELA. ¿Y por qué lo hizo?
ANTONIO. No sé, ni me importa.
49
GRACIELA. ¿Estás seguro?
ANTONIO. No estoy seguro y no me importa, dijo que era tu hija así que debe serlo.
GRACIELA. ¿No estás seguro de que era ella?
ANTONIO. ¡Pero yo qué mierda sé! Ya te dije que no le hice un test, no sé.
GRACIELA. ¿Por qué iría a verte? Es imposible.
ANTONIO. No me importa por qué vino, el asunto es que vino.
GRACIELA. Es imposible.
ANTONIO. Pero la santísima trinidad, ¿no me estás escuchando?
GRACIELA. ¿Y cómo sabés que era ella si vos no la conocés?
ANTONIO. ¡No lo sé! A ver… era chiquita, petizona, culona. ¡Yo que sé! Como vos.
GRACIELA. Ana.
ANTONIO. Sí, como se llame.
GRACIELA. ¿Y qué quería?
ANTONIO. Mirá, no vine acá a que me hagas un interrogatorio.
GRACIELA. Decime lo que te dijo.
ANTONIO. Pregúntaselo a ella, yo no vine a...
GRACIELA. ¿Y a qué viniste?
ANTONIO. Si me dejas terminar una frase.
GRACIELA. Perdón, seguí.
ANTONIO. Yo no te vine a pedir nada, te vengo a exigir que cumplas con lo que pactamos.
GRACIELA. Perdón, es que no sabía que ella iba a…
ANTONIO. A ver, tus perdones guardátelos donde guardás los papás y los abuelos.
GRACIELA. Yo no sabía.
ANTONIO. No me importa si no sabías. ¿Hicimos un pacto o no hicimos un pacto?
GRACIELA. Sí.
ANTONIO. Hicimos un pacto hasta la muerte y tenés que respetarlo.
GRACIELA. Sí, hasta la muerte.
ANTONIO. Entonces más vale que respetes ese acuerdo. Ya me jodiste bastante vos.
GRACIELA. Yo me voy a encargar.
ANTONIO. Encargate mejor.
GRACIELA. Ya dije que me voy a encargar.
ANTONIO. Mirá, no digas nada. ¡Hacelo! Porque si vuelve, le voy a contar todo lo que quiere
saber y me importa un carajo todo, vos, ella, el pasado, el futuro. ¡Ya no puedo más con esta
historieta de nunca acabar! ¿Cuándo se van a dejar de romper las pelotas con toda esa mierda,
será posible?
GRACIELA. Esta vez es el fin.
ANTONIO. No me mientas más y hacé lo que te pido. Ya no sé cuantos finales creí ver. Si no lo
acabás vos, entonces yo sí que lo voy a continuar, y vas a implorar para que me calle la boca.
GRACIELA. No te preocupes, Antonio. No lo hago por vos. Si te fue a ver, es un error que no va
a volver a pasar. Ella no tiene idea de lo que hace, es joven. Pero a vos no te importa y está bien.
Yo prometo que no va a volver a suceder y todo va a seguir como antes y toda esta mierda que
está tratando de saber se le va a borrar de la cabeza.
ANTONIO. No digas malas palabras, no queda lindo en una mujer.
GRACIELA. No te importa, es cosa mía. Además, no te importa.
ANTONIO. Está bien… Adiós.
JOSÉ. Volvemos al presente.

11. Tiempo presente


Graciela, Julia, Antonio, Tadeo y Ana
TADEO. No te podés ir.
ANTONIO. Uy, pibe, no me hagas trompearte otra vez.
TADEO. Puede pegarme toda la noche, pero no puedo dejar que ninguno salga de esta casa.
ANA. Abuelo, te trajimos del pasado.
ANTONIO. No me digas abuelo.
GRACIELA. Papá, te trajimos del pasado.
ANTONIO. No me digas papá.
GRACIELA. ¡Papá, te trajimos del PASADO!
ANTONIO. ¡No me digas papá, no me digas papá, no me digas papá! ¿Por qué me decís papá?
GRACIELA. Porque sos mi papá.
ANTONIO. Teníamos un pacto, dijiste que lo ibas a respetar.
GRACIELA. Lo respeté.
ANTONIO. ¡Mentira! Dijimos que era hasta la muerte.
GRACIELA. Y fue hasta la muerte, papá.
ANTONIO. Pero la put… ¡¡¡¡No me digas papá!!!! ¿¿¿Qué les falla a ustedes??? ¡No se murió
nadie, nena! ¿Vos te moriste?
GRACIELA. No.
ANTONIO. ¿Yo me morí?
TODOS. ¡Sí!
(Pausa.)
ANTONIO. Me van a matar ustedes.
TADEO. Eso no es posible, porque ya…
ANTONIO. ¿Quién sos vos?
TADEO. Tadeo.
ANTONIO. ¿Quién?
TADEO. ¿No te acordás quién soy?
ANTONIO. ¿Cómo me voy a acordar si no te conozco?
TADEO. Interesante.
ANTONIO. No puedo más, déjenme salir de acá.
GRACIELA. Sé que es difícil de creer, para mí lo es, pero te moriste, papá.
ANTONIO. Delirante.
GRACIELA. ¿No ves que estoy más vieja? ¿No ves que Ana está más grande?
ANTONIO. Está de la misma altura que hace unos días cuando vino a verme. Ustedes se llenan
la boca hablando de paz, de verdad, de justicia, pero no les importa nada de eso. Lo único que
quieren es volverme loco.
ANA. Antonio, mirá, te digo Antonio, sé que estás confundido y si tuviésemos el tiempo nece-
sario, yo te explicaría todo mucho mejor y te mostraría pruebas, pero no tengo ese tiempo. Es
sobre el tiempo que te quiero hablar. Todos necesitamos tiempo, pero no lo tenemos, entonces
nos lo robamos. Yo ahora les estoy robando su tiempo, no pueden hacer nada, lo estoy haciendo.
Punto. Podés resistirte y hacer todo más difícil o podés ayudarme y colaborar.
ANTONIO. Yo no vivo para ayudarte ni para colaborar. ¿Cómo te tengo que decir que me dejes
en paz?
ANA. Perdón, pero no podés estar en paz, no mientras yo no lo esté.
JULIA. ¡Mostrale la maquinita, nena!
TADEO. Ya dije que no se puede entrar al cuarto hasta que no lleguen todos.
ANTONIO. ¿De qué habla este?
(Explosión detrás de la puerta.)
ANTONIO. ¿Qué fue eso?
GRACIELA. ¿Quién más viene?
TADEO. Esperen un segundo.
50
78
12.Tiempo futuro
JOSÉ. No se puede esperar más
51
El tiempo es ahora
No hay dos tiempos
No hay otra oportunidad
Y sé que ahora ustedes me ven
Y dudan
¿Será capaz de salvarnos?
¿Dirá la verdad?
¿Será un salvador o un asesino?
Yo me estoy sacrificando para que esas preguntas no se vuelvan a formular
Será un sacrificio colectivo
Y nos culparán por un tiempo
Nos señalarán con el dedo
Nos gritarán
Pero nosotros no nos vamos a quejar
Y soportaremos tanto el escrache público como la celda fría
La burla de los niños como el desprecio de los viejos
Porque el tiempo pondrá todo en su lugar
Y estos tiempos de dolor y confusión
pasarán
Volvamos al presente

13. Tiempo presente


Graciela, Julia, Ana, Tadeo, Antonio y Jorge
(Jorge está parado en silencio, todos lo miran.)
ANA. ¿Papá?
(Jorge la mira, nadie dice nada, nadie se mueve.)
JULIA. ¿Hijo?
(Jorge mira a todos lados y no entiende, no reacciona.)
GRACIELA. Jorge…
(Jorge mira hacia Graciela. Mira a Julia.)
JORGE. ¿Mamá?
JULIA. Mi amor.
(Julia se acerca, Jorge se acerca con precaución, ella también.)
JORGE. Mamá, ¿sos vos?
JULIA. Sí, querido.
ANTONIO. ¿Jorge?
JORGE. ¿Antonio?
ANTONIO. ¿Esto es una joda?
JORGE. ¿Me están cachando?
TADEO. ¿Lo qué?
GRACIELA. No es una broma.
TADEO. ¿Cachando?
JORGE. ¿Quién sos vos?
TADEO. Suegro, yo soy…
GRACIELA. ¡Ay, callate un poco, vos, qué pesado!
ANA. ¡Mamá! Es mi novio, papá.
JORGE. ¿Papá?
ANA. Hola, soy tu hija.
JORGE. Imposible… ¿Qué me están… quiénes son ustedes? Mi hija tiene diez años.
ANA. Soy yo, papá.
(Jorge se agarra la cabeza y se sienta. Antonio también.)
JORGE. No entiendo nada.
ANTONIO. Esto es una locura.
TADEO. Es importante que se lo tomen con calma.
GRACIELA. ¿Vos no preparaste ningún discurso mejor? Los traés a todos de la muerte y le decís
que se lo tomen con calma, muchas neuronas para unas cosas pero para otras te digo…
JORGE. ¿De la muerte?
ANTONIO. Yo no estoy muerto.
GRACIELA. Sí, bueno, miren, vamos a meterle gas porque si no, se van a morir de nuevo y van
a seguir sin entender. Ustedes murieron, hace rato, vos hace diez años y vos hace veinte.
JORGE. ¿Veinte años?
GRACIELA. Sí, Jorge, sí, dos-cero, diez más diez. ¡Veinte!
JORGE. Pero si…
GRACIELA. Uhh, bueno, tienen que poner un poco de su parte también sino… Esto es raro
para todos, hay que creer o reventar. Hace horas que estamos acá y ninguno lo puede creer y
no dejan de llegar muertos por esa puerta y los vivos nos estamos asustando un poco también.
TADEO. En realidad, Graciela, usted también está muerta. Igual que ellos.
ANA. ¡Tadeo! No se lo digas así…
TADEO. ¿Y cómo querés que se lo diga?
ANA. Despacio, yo qué sé.
TADEO. No tenemos tiempo, Ana.
GRACIELA. ¿Qué? ¿Qué pavadas decís?
TADEO. La traje del pasado, la traje de hace un año atrás. La máquina la fue a buscar y usted
viajó un año hacia delante.
GRACIELA. ¿Qué?
TADEO. Usted no viene del súper, usted fue hace un año al supermercado.
GRACIELA. ¿Vos estás en pedo? Este pibe se está drogando con pegamento industrial. Yo acabo
de ir al súper. ¿Por qué me miran ustedes así? ¿Qué les pasa? Yo vengo del súper recién, ¡tengo
las marcas de las bolsas en las manos!
ANA. Mamá, mamita, vos nunca volviste del súper.
GRACIELA. Si estoy acá, ¿cómo que no volví?
ANA. Mamá, hace un año, cuando saliste al súper, a la vuelta… a la vuela te atropelló un camión.
Nunca volviste a casa. Te moriste hace un año. (Lloriquea.)
GRACIELA. ¿Me atropelló un camión? ¿Hace un año? ¿Y me morí?
TADEO. Bueno, esa respuesta ya no es tan fácil de responder. Técnicamente usted está muerta.
Pero yo con la máquina viajé hasta un año atrás y la traje cuando aún estaba viva. Lo mismo
hice con Antonio y con Jorge. Los traje del pasado, van a decir que es imposible, pero están acá.
Yo los saqué de un momento y ahora, en pocos minutos, van a tener que empezar a volver, el
viaje no es para siempre. Para ustedes van a haber pasado unos segundos en el pasado, pero
aquí en el presente habrán estado un par de horas.
(Graciela empieza a darse cachetadas.)
GRACIELA. Despertate, tarada, despertate.
ANA. No van a resistir tanta información.
TADEO. Van a resistir, si resistieron el viaje, resisten esto. Vamos a tener nuestra cena navideña,
mi amor.
(Graciela empieza a darse la cabeza contra la mesa.)
GRACIELA. ¡Despertá, carajo!
ANA. ¡Mamá, basta!
GRACIELA. Soltame, qué es esto, los quiero matar, quiero reventar, tengo como una calentura
asesina, uuhhhh. Respirá Graciela, respirá. 52
JORGE. Yo no… yo no…
ANTONIO. ¿Entiendo?
53
JORGE. Eso. Me estoy como trancando, no encuentro… no sé.
ANTONIO. ¿Y este es el futuro?
ANA. Bueno, esta fue mi idea. Los traje para tener una cena en familia, una cena navideña,
una cena que nunca tuvimos. Probablemente no les guste ahora, como no les gustaba antes,
pero ustedes se murieron, y yo necesito saber cosas y por eso están acá. Si están vivos, hoy
por hoy, y si pueden verme más grande o pueden saber qué pasó con el mundo después de
que se murieron, es porque yo los traje. No podemos gastar los pocos minutos que quedan en
explicar las teorías quánticas y la relatividad y años y años de física. Es mejor que hagamos lo
que teníamos planeado y no se preocupen en agradecerme ni en culparme, las cosas son así,
asimílenlas y avancemos.
GRACIELA. ¿Atropellada por un camión?
JORGE. ¿Y yo de qué morí?
TADEO. Complicaciones y enfermedades por las consecuencias de cuando estuvo en la cárcel.
JORGE. De las tor… tor… pah, no sé qué me pasa, no puedo… ¿de los mimos que me hacían los
amigos, decís vos?
TADEO. De las torturas, sí.
JORGE. Eso, ahí va, ¡qué loco!
ANTONIO. ¿Y yo?
TADEO. Eh… bueno…
ANA. De nada, abuelo, no moriste de nada.
GRACIELA. ¿Y por qué me atropella un camión a mí?
JORGE. ¡Así que veinte años! ¡Pah! Qué loco, ¡veinte años! Mirá como estás Gracielita, tas linda
todavía eh, te veo y me dan ganas de llorar de lo linda que estás, estoy emocionalmente frágil,
me siento raro.
GRACIELA. Sos puto, eh.
ANA. Mamá, está un poco agresiva, no sabemos bien por qué.
JORGE. ¡Y mirá lo que sos vos, nena! ¡Qué linda qué estás! ¿Mi hija? Ja, mi hija.
ANA. Hola, papá.
JORGE. Hola, mi amor, hola… sos… sos…
ANA. Te extrañé.
JORGE. Ja, Pero yo no, si yo te vi ayer, te ibas de campamento, despedí a una nena de diez y hoy
¿qué tenés? ¿Cuánto? ¿Treinta?
ANA. Veintinueve.
JORGE. ¡Veintinueve, qué loco! Y qué chiquita que sos. ¿Te pasó algo?
ANA. No, soy así.
GRACIELA. Tiene la misma altura desde los doce.
TADEO. Sale al padre.
GRACIELA. Te dijo enano.
TADEO. No dije enano, dije que…
GRACIELA. Tengo unas ganas de partirte esa cara de buenito que tenés, ¡pero la puta que lo
parió!
JORGE. ¿Y este es tu novio?
ANA. Sí, papá.
JORGE. (Dándole la mano.) Un gusto, pibe.
TADEO. Igual para mi suegro.
JORGE. No me digas suegro.
TADEO. Sí, señor.
JORGE. Y si la haces sufrir, te corto las pelotas, se la doy a los chanchos y te cuelgo para que te
desangres y con la sangre hago un vino y me lo tomo. ¿Está claro?
TADEO. Sí, señor.
JORGE. (Dándole una cachetada.) Era una joda, pibe, que boludín, tranquilo. ¡Qué bueno, qué
lindo, qué emocionado que estoy!
ANA. Papá, mamá, por favor.
JORGE. ¿Qué pasa, chiquita? Mirá lo que sos, mirá lo que soy. ¡Esta es la vida! Es la vida que nos
da esta oportunidad de vernos, de verte, de ver a donde llegaste, mirá a donde llegaste.
ANA. No llegué a ningún lado.
JORGE. ¿Cómo no? Sos una mujer hermosa, creciste…
GRACIELA. De espíritu, porque de altura…
JORGE. Construiste una máquina maravillosa.
ANA. La construyó Tadeo.
JORGE. Y vos lo amas y eso ayuda, seguro que cada vez que le decís te amo, él toma fuerza, valentía.
ANA. Bueno, no creo.
GRACIELA. Pero nena, no ves que tu padre te está tratando de adular. ¡Ayudalo un poco, qué
mierda, vamos!
TADEO. (A Ana.) ¿Viste lo que te dije de decir te amo?
ANTONIO. ¿Qué hacemos acá?
ANA. ¡Ya dije que hay un plan!
TADEO. Ah, sí, tenemos preparada una sorpresa.
ANA. Tadeo y yo cocinamos para ustedes.
TADEO. Queremos que salga todo perfecto.
ANA. Charán… la mesa de navidad.
(Destapan la mesa que estaba cubierta a un lado de la habitación, está llena de comida navideña,
sidra, nueces, budín, ensaladas, etcétera.)
ANA. Y miren esto… ¡charán!
(Se prenden luces navideñas que estaban por toda la pared, la casa se ilumina con luces tintineantes.)
ANA Y TADEO. Y lo último, esperen.
(Sacan un árbol navideño de abajo de la mesa, esta todo arreglado con chirimbolos y guirnaldas. Lo
llevan hacia una esquina y lo conectan, queda el arbolito prendido.)
JORGE. ¿Hoy es navidad?
GRACIELA. Ah, qué hermoso.
ANTONIO. Pero qué reunión familiar ni que ocho cuartos, yo no quiero estar acá, yo a la mitad
de ustedes no los conozco y a la otra mitad no la quiero ver.
GRACIELA. Papá, respetá a la nena que hizo este esfuerzo por nosotros.
ANA. ¿Cómo que no conocés a la mitad?
ANTONIO. Me insultaron, me echaron, me olvidaron. Años de menosprecio y de odio no se
borran con una cena navideña. Acá no hay reconciliación posible, la única reconciliación está
en la muerte.
GRACIELA. Pero si ya nos morimos y no se solucionó nada, papá.
ANTONIO. No me digas más papá.
GRACIELA. Pero si sos papá. ¡Sos papá! ¡Qué pesado! Nos peleamos sí, nos equivocamos sí,
pero bueno, disfrutemos de una cena, che.
JULIA. Que tanto amor ahora, Antonio tiene razón, durante años nos pediste que nos alejára-
mos, que no jodiéramos. ¿Y ahora querés cenar?
GRACIELA. ¡Es navidad, la puta madre que lo parió, es navidad! ¡Es tiempo de amor y de paz!
¡No me caguen la cena navideña! No me hagan pasar una navidad para el orto... Uh, yo voy a
reventar, eh…
TADEO. (A Antonio.) ¿Vos sabés quién soy yo?
ANTONIO. No te conozco.
TADEO. ¿Y a ella? (Señalando a Julia.)
ANTONIO. No sé quién es. 54
TADEO. ¿Hay alguien más que no sepas quién es?
ANTONIO. (Señalando a Ana.) ¿Ella quién es?
55
ANA. (Aparte.) ¿Qué está pasando, Tadeo?
TADEO. Hay que cenar ahora, Ana. Preguntales lo que quieras, preguntales y vamos a terminar
con esto. Todo se está poniendo muy peligroso.
JOSÉ. Tenemos que parar un poco y volver al pasado.

14. Tiempo pasado


Antonio y Jorge
ANTONIO. Mirá, no sé cuánto más te pueda mantener acá, eh. Estos ya se avivaron que estás
mejor, te van a volver a llevar en cualquier momento.
JORGE. ¿Le mandó mi mensaje a Graciela?
ANTONIO. Sí, se lo mandé. Dice que digas algo.
JORGE. ¿Cómo me va a decir eso?
ANTONIO. Escuchame, Jorge, agarraron a tu hermano, ya hace dos años que lo agarraron. Se te
acaba el tiempo. Lo que sabés vos, lo sabe tu hermano. Hace tres años que no sabíamos nada
de vos. Graciela te daba por muerto. ¿Sabés lo que es eso?
JORGE. Ella sabe que la amo.
ANTONIO. Ya no es solo por ustedes dos.
JORGE. Mi hermano no va a hablar.
ANTONIO. No es cuestión de quién habla, es cuestión de a quién le creen. No seas pelotudo.
¿Vos te creés que curo a gente como vos varias veces? ¿Vos te creés que venís, te curo, te dan
otro poquito y te curo y así varias veces? Todos vienen una vez, después no los veo más. Te van
a reventar, ahora sí te van a reventar.
JORGE. Me salvaste la vida y te lo agradezco.
ANTONIO. Metete las gracias en el culo. Te la salvé para que la uses.
JORGE. La estoy usando, estoy salvando a muchos con mi vida.
ANTONIO. ¡Pero dejate de hacer el salvador mundial!
JORGE. ¡Pero qué me venís a dar lecciones a mí de nada! ¡Callate la boca! Yo sé muy bien lo que
hago. La vida es esto. ¡La vida es esta mierda! Muchos como vos prefieren correrse del camino y
quedarse a un costado y dejar que todo pase mientras la mierda no les salpique, pero la mierda
salpica para todos lados y te va a salpicar. Pero está bien, si no querés meterte, no te metas.
¿Querés salvarte, quedarte a un costado? ¿Ocultarte? Hacé lo que quieras. Pero no vengas a
darme lecciones a mí. Mi hermano sabe lo que hacer, yo también sé lo que hacer y Graciela
también lo sabe.
ANTONIO. Dejá a Graciela afuera de esto.
JORGE. A Graciela la estoy cuidando, la estoy protegiendo.
ANTONIO. ¿Me vas a decir que no te amenazan con agarrar a Graciela?
JORGE. ¡Mentiras! Se llenan la boca de mentiras. No hay que creerles nada a estos. Están caga-
dos hasta las patas porque saben que podemos ganar y que vamos a ganar. Si les dijera algo
cada vez que me dicen que tienen a Graciela… me la describen incluso. Todas mentiras. Tam-
bién me dicen que tengo un hijo, precioso, imaginate. ¡Hijos de puta! Se te meten en la cabeza,
¿sabés? Son una duda que se te mete y crece y en mi situación no podemos dudar. Cualquier
brecha se vuelve un océano. No podemos creer en nada. ¿Ellos quieren que diga una palabra?
Pero no voy a decir nada.
ANTONIO. Mirá, yo sé pocas cosas, pero sé algo de la naturaleza de la vida. La vida es redonda,
pibe. La sangre que te arranca limpia y nueva por un lado, llega vieja y usada por el otro. ¿Ahora
te creés que ganás por mantener la boca cerrada? ¿Qué ellos necesitan una palabra tuya y que
aunque te torturen y te caguen a trompadas, mientras no digas nada vas a ganar? Y ahí estás
tan soberbio y arrogante con tu silencio. Seguramente pensás que sos dueño de tus silencios.
Dejame decirte que ellos también tienen silencios. Y el día de mañana vas a necesitar que ellos
hablen y ellos no van a hablar y ahí te vas a dar cuenta de que tu victoria era una porquería. No
querés hablar, nadie va a hablar de ustedes. ¡Perfecto! Entonces el día de mañana ellos tampoco
van a hablar y en el medio de esta guerra de silencios estaremos nosotros, que no pedimos que
se callaran ni que hablaran. ¡Que no queríamos esta guerra de palabras y submarinos! Te creés
muy inteligente con tu silencio y más temprano que tarde te vas a dar cuenta que hablar, hablar
entre ustedes, hablar, era lo mejor que nos podía haber pasado a todos.
JORGE. Yo no elegí cortar el diálogo, no teníamos opción.
ANTONIO. Siempre hay una opción.
JORGE. ¡No me vas a convencer!
ANTONIO. ¿No?
JORGE. No.
(Pausa.)
ANTONIO. Tenés una hija.
(Pausa.)
JORGE. ¿Qué?
ANTONIO. Mirá, nene, yo preferiría que la gente como vos no existiera. Yo no soy parte ni cóm-
plice de esta guerrita que armaron una serie de pelotudos como vos. Pero la suerte hizo que mi
hija se enamorara de vos y ahora me la estás arrastrando. Y te vas a llevar a mi hija y a mi nieta.
No te pido que lo hagas por vos. Hacelo por ellas.
JORGE. Tu hija no se enamoró de mí por suerte, se enamoró porque tiene conciencia y porque
tiene alma. ¿Estás orgulloso de no armar la guerra? Pero es tu ignorancia y la displicencia de
miles como vos que nos obligan a esta guerrita. Son como vacas que están yendo al matadero
todos los días, mansas y tranquilas. Y se creen que la vida es esa paz mientras esperan el garro-
tazo. No te pido que nos apoyes, pero por lo menos no nos culpes por tener los huevos necesa-
rios como para enfrentarnos a los que nos quieren carnear.
ANTONIO. Sabés que no es así.
JORGE. Yo no sé nada. ¡No sé nada! Solo veo y actúo. Evalúo la situación ¿Ahora me pedís que
traicione a mi hermano? ¿Qué abra la boca? ¿Que salve a dos personas cuando estoy tratando
de salvar a miles, a millones?
ANTONIO. ¡Son tu hija y tu mujer, la puta que lo parió!
JORGE. ¡¡Explicaselo vos!! Sé que ellas entenderían si yo les explicara. Pero yo no puedo, no puedo
explicarles. ¿Por qué no se los explicás vos? Anda y explicáselo vos carajo, explicáselo vos.
(Pausa.)
JORGE. ¿Y ahora vos me querés desmoralizar? ¿Para que me derrita pensando en mi hija y que
me caiga como un castillito de arena, que traicione y sienta que hice lo correcto? Ahorrate las
palabras. Soy inmune a la conciencia.
ANTONIO. No te lo estoy pidiendo, te lo estoy avisando. Ya les dije que me habías dado nom-
bres. Ya les dije esos nombres y te van a dejar salir. Y vas a ir a casa y vas a cuidar de mi nieta
y de mi hija. Porque acá me voy a quedar yo, cuidando de tu hermano. Y si no querés que tu
hermano termine en el patio de un cuartel bajo una sabana de cal, te vas a portar bien y te vas
a quedar a un costadito del camino, como decís vos, y ahí vas a hacer una linda casita y van a
ser felices para siempre, y si no, vas a mentir con tu mejor cara.
(Pausa.)
JORGE. ¿Qué hiciste? Van a saber que fui yo, me van acusar de traidor afuera.
ANTONIO. Entonces qué bueno que seas inmune a la conciencia. Nada es en vano, ¿no?
TADEO. Volvemos al presente.

15. Tiempo presente


Graciela, Julia, Ana, Tadeo, Antonio y Jorge.
ANA. Señores, la mesa está servida.
JORGE. ¡Pero qué linda mesa de navidad, che! 56
JULIA. Sí, todo parece muy rico, salud. (Toma un whisky.)
GRACIELA. Sí, yo hubiese hecho algo más pero estos nabos no me dejaron cocinar.
57
ANTONIO. Estás diciendo mucha mala palabra hija, no queda lindo en una mujer.
GRACIELA. No me rompás las bolas, papá.
ANA. ¿Ahora se dicen papá e hija?
GRACIELA. ¿Y qué querés si este hijo de puta es mi padre, eh? ¡Guacho!
ANTONIO. Estás como descontrolada.
GRACIELA. Teníamos un pacto, pero como nos morimos los dos, ¡ja!
ANTONIO. ¿Qué pacto?
GRACIELA. El pacto, papá.
ANA. Ahí va, háblenme de eso, hablemos de aquellos años.
ANTONIO. ¿Qué pacto? Yo nunca hice ningún pacto.
GRACIELA. ¿Y a este qué le pasa?
TADEO. Me parece que está perdiendo la memoria.
ANTONIO. ¿Y vos quién sos?
ANA. Es importante para mí que me cuenten qué pasó en el pasado. Yo los traje para eso.
JORGE. ¿Cómo no, hija? Tenés derecho a saber porque la verdad es tuya.
ANA. Cuéntenme, papá.
JORGE. ¡Qué loco, mi hija eh! Mirá qué grande que estás… ¿de edad, no?
TADEO. Yo les preparé una canción que vamos a escuchar, es por la navidad y los tiempos pasa-
dos. Y es una canción que me gusta y tal vez les guste también.
ANA. Tadeo, callate que me van a contar.
TADEO. ¿Pero y la canción?
ANA. Ahora no.
GRACIELA. ¡Ay, me encanta la música, qué ganas de bailar!
ANA. ¿Mamá, papá, me pueden contar?
GRACIELA. ¡Ay, qué pesada Ana! El pasado pisado, disfrutemos el presente, mirá que linda la
familia reunida.
JORGE. No, Graciela, si nuestra hija quiere saber lo que pasó en el pasado, tiene derecho, hay
que contarle todo.
GRACIELA. No es necesario, Jorge.
JULIA. ¡Salud!
ANA. Necesito saber.
ANTONIO. ¡Bueno, pero qué densa, nena, eh!
ANA. Abuelo, por favor.
ANTONIO. ¿Por favor qué?
ANA. ¡Necesito que me digas la verdad!
ANTONIO. ¿Pero qué querés saber? Yo te lo digo, dale, así no sufrís más nena.
ANA. Bien. ¿Qué pasó con papá y mamá y vos y todos en la dictadura?
ANTONIO. ¿Qué dictadura?
ANA. ¡Abuelo!
ANTONIO. ¿Me dijo abuelo?
ANA. Abuelo, a mí me duele.
ANTONIO. Ah, el dolor, el dolor es bueno, ¿sabés? El dolor es información. Te está diciendo que
algo no está bien, que presten atención. Todos los doctores sabemos eso.
JORGE. Yo te cuento, mirá… hay... en aquel momento… porque… yo era un… con mi her-
mano… ¿Por qué no puedo? No puedo hablar, no sé qué me pasa.
GRACIELA. Ay, qué embole esto. Querés que te contemos una historia, pero no hay historia
nena, comé y callate. ¿Me pasan la sidra?
ANA. No, no me van a convencer. Yo sé que pasaron cosas y necesito saberlas, tengo dudas,
tengo dolores y nadie me dice nada.
JULIA. ¡Ay, qué poeta, che, salud!
GRACIELA. Ay querida, querés que te digamos algo, pero ni nosotros estamos de acuerdo. ¿Por
qué no te inventás una historia? Como te parezca, llená los vacíos como mejor te guste y esa
será la historia oficial para vos.
ANA. Lo intenté, quiero que sepan que lo intenté. Dije “a la mierda, ¿no me quieren decir nada?
¡Pues a la mierda la familia, no tengo familia, soy huérfana!” Pero no funciona así. Todos nece-
sitamos una base. ¿De dónde vengo? ¿Quiénes me criaron? ¿De dónde vienen ellos? Eso es fun-
damental, ¿entienden? Y yo no tengo esa base. Todo lo que vivo lo pongo en una base de humo,
de niebla, en un museo de cera donde todo se derrite. Necesito que me ayuden, eso es lo que
hace la familia. Se ayuda a ser feliz.
GRACIELA. Mi amor, pedacito pequeño de ser humano. Mirá, el dolor y la felicidad no existen.
No hay felicidad. Miranos a nosotros. ¿Vos te creés que alguno de nosotros fue feliz? Nadie fue
feliz en esta cadena de cromosomas, pero igual dimos a luz a un bello ser humano como vos y
todo va a seguir bien.
ANA. Pero…
GRACIELA. ¡Pero la concha de la hermana, callate y dejá de preguntar, la puta que lo parió!
¡Qué naba que sos! Te digo una vez que no, diez, mil veces, no jodas más. Ya nos trajiste a todos.
¿Qué vas a traer, al universo entero? ¿Vas a acabar con todo por tu aspiración a ser feliz? ¿A
dejar de sufrir? ¡Deja de sufrir y chau! ¡Pero qué ganas de llenarte el orto a patadas y perder mi
zapatilla adentro y que vueles a otro planeta!
JULIA. ¡Salud!
GRACIELA. Esta boluda se va a mamar.
JORGE. Mamá, no tomes más.
JULIA. No sabés lo contenta que estoy de verte de nuevo. Yo me morí cuando vos te moriste.
Una parte se fue con tu hermano y otra con vos. Y sé que me enojé en su momento y ¡qué rica
que está esta sidra, che!
JORGE. Hija, vení.
ANA. Papá, ayúdame.
JORGE. Claro, hijita, yo te ayudo. ¿Qué es lo que querés saber?
ANA. ¿Por qué el abuelo y mamá no se hablan, o no se hablaban?
JORGE. Es una historia larga.
ANA. Quiero saber. ¿Qué tenías que ver vos con la dictadura? ¿Qué hacías? ¿Qué hacía el abuelo?
JORGE. ¡Bueno, cuántas preguntas! Yo mira… era… yo… bueno tu abuelo… tu abuelo y yo…
pero… ¡ah! ¿Por qué no puedo hablar?
TADEO. Es impresionante.
JORGE. ¿Qué es impresionante? Me estoy tragando las palabras.
TADEO. Es mejor, es una tensión entre el pasado y el presente.
GRACIELA. ¿Qué dice este?
ANA. ¿Qué pasa, Tadeo?
GRACIELA. Che, pibe, ¿por qué no nos decís todas las noticias de una? ¿Qué nos vas dando data
de a cuenta gotas?
TADEO. Bueno, es que no lo sé, nunca hice esto, es la primera vez en la historia del mundo. Y
está saliendo bien, dentro de todo está saliendo bien. Ustedes no se dan cuenta del tamaño del
experimento que estamos haciendo acá, lo que ustedes y su presencia significa. Es un equilibrio
muy delicado. Ahora el pasado demanda la presencia de ustedes allá. ¿Entienden esto?
GRACIELA. Yo no entiendo una mierda a este pibe.
TADEO. Es increíble pero está sucediendo.
JORGE. ¿Lo qué, pibe? Explicate, por favor, porque me estas haciendo calentar.
TADEO. Mirá, por ejemplo: Jorge, decime ¿dónde conociste a Graciela?
JORGE. Nos conocimos en… en la… uy … l… l… ¡Ah, carajo!
ANA. ¿No te acordás? 58
JORGE. No, sí, me acuerdo perfectamente, pero no lo puedo decir.
GRACIELA. Nos conocimos en el liceo.
59
JORGE. ¡Eso!
TADEO. No puede decir las palabras del pasado, las sabe, pero no las puede decir.
ANA. ¿Está perdiendo la memoria?
TADEO. No, Antonio está perdiendo la memoria, tu padre está perdiendo las palabras y tu
madre está perdiendo el control de sí misma. Es impresionante.
GRACIELA. Yo no estoy perdiendo el control.
ANA. ¿Y por qué justamente eso?
TADEO. No lo sé, tiene que estar relacionado con algo o yo qué sé, todo está pasando muy
rápido, esto se está descontrolando, es peligroso.
GRACIELA. ¡Yo no estoy perdiendo el control de nada!
ANA. Por favor, necesito que me cuenten las cosas.
GRACIELA. ¡¡¡¡Callate, callate, pesada, pesada, pesada!!!!
ANTONIO. ¿Dónde estamos?
TADEO. Ana, es hora de que vuelvan, sabés.
ANA. ¡No! ¡No!
TADEO. Lo máximo serán unos minutos más. Tengo que esperar que lleguen todos para
devolverlos.
GRACIELA. ¿Todos? ¿Qué todos?
ANA. Basta. ¡Basta! ¡No lo entienden, lo repito y no lo entienden, lo explico de otra manera, lo
pido mal, lo pido bien, lo sugiero, lo reclamo y no lo entienden! Ya no sé cómo pedirlo, ya no sé
cómo decirlo. Me duele. Duele… (Respira.) Empezó como una duda, una curiosidad, preguntas
simples e inocentes de cualquier niña. ¿Por qué mi papá estuvo preso? ¿Cómo se conocieron mis
padres? ¿Por qué mamá no se habla con el abuelo? ¿Por qué papá defiende al abuelo? ¿Por qué
la abuela culpa a papá? ¿Por qué están todos peleados? ¿Por qué nadie habla? ¿Por qué nadie me
dice nada? ¿Por qué? ¿Por qué? Y nadie me decía nada, nadie, ni una palabra. Y los fui a buscar,
los fui a buscar a todos y nadie me dijo nada. Y la duda se volvió una necesidad. De repente,
necesitaba saber. ¿Saben lo que es una necesidad, una necesidad de verdad? Y en vez de ayu-
darme, se callaron y se murieron. Ustedes no lo planearon, o sí, no sé, pero un día se murieron,
se fueron muriendo y se fueron llevando con ustedes las respuestas, las verdades, las mentiras.
Y ese día empezó a doler. La necesidad es un dolor real. Empezó como una presión en el pecho
y se transformó en un dolor muscular. Las articulaciones, los huesos, los órganos. Después dolía
respirar, reír, callar. Me duele mirar, oír, hablar. Me duele vivir.
GRACIELA. ¡Qué vida de mierda, mija!
(Hay una nueva explosión detrás de la puerta. Todos hacen silencio.)
ANA. ¿Y ahora quién es?
JULIA. ¡Salud y feliz navidad!
JOSÉ. Por última vez volvemos al pasado.

16. Tiempo pasado


Jorge y Graciela
JORGE. Te extrañé.
GRACIELA. Yo también.
JORGE. Así que tenemos una hija.
GRACIELA. Tenemos una hija.
JORGE. No estaba en los planes.
GRACIELA. Tantas cosas no estaban en los planes. No pensé que te volvería a ver.
JORGE. Tu padre me salvó.
GRACIELA. Mi padre es un hijo de puta.
JORGE. Me salvó, de alguna manera me salvó.
GRACIELA. Salvó a cientos para que los sigan torturando.
JORGE. No tiene opción.
GRACIELA. Todos tenemos opciones.
JORGE. Cuando se termine todo, van a ir contra él.
GRACIELA. Ahora van a ir contra vos si no decís lo que pasó, que él te obligó.
JORGE. ¿Vos vas a ir en contra de él?
GRACIELA. Yo necesito descansar un tiempo, parar.
JORGE. Él tiene a mi hermano. Tenemos que proteger a mi hermano ahora, tenemos que
seguirle el juego.
(Pausa.)
GRACIELA. Tu hermano murió.
JORGE. ¿Cómo? ¿Cuándo?
GRACIELA. La noche que te dejaron salir.
JORGE. Pero… él me dijo… él…
GRACIELA. Mi padre es un hijo de puta.
(Jorge llora un poco.)
JORGE. Pensé que…
GRACIELA. Sí, lo sé…
(Jorge llora porque algo le duele mucho.)
JORGE. Te extrañé.
GRACIELA. Yo también.
JORGE. ¿Te amo, lo sabés?
GRACIELA. Lo sé.
JORGE. No sé si tengo que estar contento o estar triste…
GRACIELA. Espero que todos se olviden de toda esta mierda.
JORGE. Es importante recordar.
GRACIELA. No todo.
JORGE. Hay mucha gente que está buscando a la gente que quiere.
GRACIELA. Nosotros no tenemos nada que ver.
JORGE. Siempre tuvimos que ver.
GRACIELA. Mirá, Jorge, ahora es diferente. Porque está ella.
JORGE. Ella va a estar bien. La vamos a cuidar y la vamos a proteger. Y yo le voy a contar toda
la verdad en su momento y ella lo va a entender. No va a ser fácil, pero lo vamos a hacer juntos.
GRACIELA. ¿Me lo prometés? Mirá que yo sola no podría.
JORGE. Tranquila, siempre voy a estar.
GRACIELA. No prometas eso.
JORGE. Si no estoy, no le contás y punto.
GRACIELA. ¡Qué familia!
JORGE. Una familia que la quiere.
GRACIELA. Tu madre está enojada con nosotros.
JORGE. ¿Por?
GRACIELA. Está enojada conmigo y yo con ella. Me culpa por lo de tu hermano.
JORGE. Se le va a pasar con el tiempo.
GRACIELA. Confiás mucho en el tiempo.
JORGE. El tiempo lo puede todo.
GRACIELA. ¿Y si duele demasiado?
JORGE. El dolor es nuestro aliado, eso me lo enseñó mi hermano.
GRACIELA. No sabés cómo me controlé todo este tiempo. Cómo me aguanté y no dije y no hice
todo lo que quería. Y no es tiempo de hacerlo ahora, ahora es tiempo de descansar, de tener una
familia, de intentar ser felices. Yo no digo renegar del pasado, yo no digo olvidar, yo no digo tirar
todo por la borda. Pero descansar un poquito y tomarnos un tiempo para nosotros, el mundo 60
puede esperar.
JORGE. El mundo no espera, Graciela, el mundo sigue, todo sigue y nosotros tenemos que
61
seguir. Si pensábamos que lo peor pasó, nos engañamos. Ahora hay que vivir, ese es el verda-
dero desafío, ser alguien y hacer algo por los demás en los pequeños espacios que nos deje la
vida diaria. Era más fácil cuando nos disparaban y les disparábamos, era más simple hacer algo
con un arma, era más simple cuando el enemigo era tan obvio y tan fuerte. Pero ahora se diluyó
todo, y está en todos lados, desde el pan que compramos hasta en las respuestas que damos al
vecino. La cosa se puso difícil y va a necesitar de toda nuestra atención, la familia puede esperar.
GRACIELA. No, Jorge, no. No me vengas con más sacrificios. No me vengas con más esfuerzo,
con más luchas, con más peleas. Hay que parar, alguien tiene que parar.
JORGE. ¡Parar! ¿Parar? Esto no va a parar, Graciela. Esto no empezó con nosotros y tampoco
va a terminar con nosotros. ¿Pero qué te creés? ¿Que vinimos a protagonizar la historia del
mundo? ¿Estás cansada? ¿Querés parar? Querés bajarte de este tren, pero te vas a tener que
bajar de la vida. En esta vida no hay descanso, no hay paz. La paz es de los cementerios.
La vida es esto, la vida son estos gritos y peleas. La historia del mundo es la historia de las
peleas por hacer del mundo un mundo mejor. ¿Y vos querés parar? Dejame decirte algo y
que te quede bien claro, Graciela. No vamos a parar. Nos peleamos entre todos siempre. Nos
pasamos la vida gritando y luchando y no vamos a parar. ¡Qué mierda me importa a mí que
tu padre esté enojado, que mi madre no me hable, que mi hija no me entienda! ¿Qué mierda
me importa, carajo? (Pausa.) Mientras yo esté vivo y mientras pueda hablar, en esta casa se va
a saber todo, y todos nos vamos a hacer responsables de nuestras mierdas y vamos a seguir
peleando hasta la muerte y si se puede, incluso después. ¿Parar querés? ¿Parar? Volvamos al
presente.

17. Tiempo presente


José, Jorge, Julia, Antonio, Graciela, Ana y Tadeo.
(Aparece José todo sucio y harapiento, es muy flaco y está peludo. Se queda pegado a la puerta, tiene
miedo de todos.)
TADEO. Ahora sí, estamos todos.
JORGE. José.
ANTONIO. ¿Quién es este?
ANA. ¿Quién es José?
GRACIELA. Es tu tío, José.
ANA. ¿Yo tenía un tío?
JULIA. Mi amor, divino, ah, ¡que flaco que estás!
JORGE. A la pipeta, no lo puedo creer, che.
JULIA. ¡Salud! ¡Toda la familia reunida para navidad! ¡Qué lindo que estamos pasando, che!
JORGE. Dejá de tomar, mamá.
JULIA. Epa, no rezongues, che, que estamos pasándola precioso.
TADEO. Hola, José.
JORGE. A ver, pibe, correte, estás hace horas con estos cuentitos.
JOSÉ. Hola, soy yo, tu hermano. ¿Te acordás? (Pausa.) Yo sé quiénes son todos ustedes.
JORGE. ¿Ah, sí? Qué bueno.
GRACIELA. ¿De dónde lo trajiste qué está así?
TADEO. ¿Y de dónde lo voy a traer? Del mismo lugar que a todos, de un momento antes de su
muerte. Él estaba en un pozo.
ANA. ¿En un pozo?
JORGE. Mi amor, a tu tío le hicieron cosas feas, ¿sabes?
ANA. Ya sé, papá.
JOSÉ. Los mismos perros, pero con diferente collar.
ANA. Lo que quiero saber es porqué estaba en un pozo.
JORGE. Bueno, a ver, mirá, el tío Pepe y papá creían que habían unos señores muy malos que
le estaban haciendo mal a todos sabés y que…
JOSÉ. Yo soy malo, vos sos malo, todos somos malos y buenos. Nada es que no haya sido y no será.
ANTONIO. Este está más loco…
JULIA. Qué flaco que estás, nene.
JORGE. Te hicieron guasca.
JOSÉ. ¿Me hicieron ustedes? ¿Yo? ¿Quién? ¿Vos? ¿Yo? ¿Todos?
JORGE. Te t… t… ah, mierda, me cuesta hablar cada vez más, yo qui… ah… José. Escuchame.
Te hici…
JOSÉ. Me torturaron, un poquito, poquito un tiempito, poquito por aquí un poquito por allá,
unas nalgadas. Je, je je. Pero, acá toy. ¿Quién se siente culpable? ¿Quién prometió cosas y no las
cumplió? Ah, picarón.
ANA. ¿Qué le pasó?
GRACIELA. Ay, Ana, ¿qué querés, que te lo dibuje? Al pobre lo cagaron a trompadas durante
años, yo qué sé. ¿Qué querés, escribir una novela? No jodás más.
TADEO. José, ¿sabés quiénes somos?
JOSÉ. Claro, mijo, nene, pibe, claro, por supuesto que sé, claro que sé. Vos sos Tadeo, aquel
Antonio, ella Ana. (A Ana.) Hola, un gusto, me morí antes de que nacieras o un tiempo después,
no importa, no nos conocíamos, un gusto. Este de acá es Jorge, mi hermano, que me dejó tirado
en el fondo de un pozo.
JORGE. No te dejé so… no…
JOSÉ. Ah, no te dejé, no te dejé… Haceme un pucherito, a ver. ¿Qué pasó? ¿Quién no puede
hablar del pasado? Bueno, sigo, aquella de allá es mi mamá, una cagona de novela que se raja
de cualquier problema. Esta es Graciela, la mujer de mi hermano. Y vos sos el que juega a los
científicos con el universo y se está mandando terribles cagadas y que gracias a vos estoy acá
vivito y coleante y no en el fondo de un pozo torturado y olvidado.
JORGE. Nadie te olvidó.
JOSÉ. Para las consecuencias que hubo, da lo mismo. (A Tadeo.) Gracias, píbe, te debo una, que
Dios te la pague, ah, no existe, jodete.
TADEO. Interesante.
ANA. ¿Cómo sabe todo eso?
TADEO. No lo sé.
ANA. Te trajimos…
JOSÉ. Una cena navideña, sí, veo, qué rico, tengo un hambre de novela, mija.
JORGE. Quiero pedirte… quiero…
JOSÉ. Sí, perdón, está bien, sí, no hay que pedir perdón, no hay perdón, de ahora en adelante
yo tampoco lo voy a decir. Si no, todos tienen que pedir perdón, perdón pa aquí perdón pa allá,
perdón a troche y moche y empezamos pero no sabemos a dónde terminamos y nos morimos
pidiendo perdón. No hay pecado, no hay perdón, todo es un lio y me muero de hambre. Ja. (José
empieza a comer de todo.)
JOSÉ. ¡Pa qué hambre que tengo!
JULIA. Comé hasta reventar si querés, la sidra ta riquísima.
ANTONIO. ¿Quién es este?
JORGE. Yo… me… ma… ufa… yo deberíamos, decirle la verdad, porque hubiéramos, no hubié-
ramos, no pued, puédamos hablarlo bien, no pued, hablar, mijo, tamos locos, yo, no.
GRACIELA. Alguien que le pegue un saque al tartamudo porque me está desesperando.
TADEO. Es tiempo de que vuelvan.
ANA. ¡No! Todavía no, no me queda claro nada, no sé bien qué pasó todavía.
TADEO. Lo siento, Ana, otro día lo intentamos, pero si no vuelven, pueden pasar cosas que
todavía ni siquiera nos imaginamos.
JOSÉ. Perdón, pero queda por ver algo más. 62

18. Tiempo pasado


63
Jorge y José
JORGE. Me alegro que estés bien.
JOSÉ. Yo me alegro que vos estés bien.
JORGE. Bueno, bien…
JOSÉ. Todo depende de la manera con la que se mire, ¿no?
JORGE. ¿Te puedo preguntar algo?
JOSÉ. Sí, claro.
JORGE. ¿Vos creés pero de verdad creés, que estamos haciendo lo correcto?
JOSÉ. No importa, hermanito. No es lo que estamos haciendo, es en lo que creemos. Nosotros
tenemos valores. Nosotros creemos en algo que nos supera.
JORGE. Como un Dios.
JOSÉ. Sí, nuestro Dios es el otro. A él le debemos todo, a él tenemos que entender, a él tenemos
que cuidar, a él tenemos que proteger.
JORGE. ¿Por él tenemos que matar?
JOSÉ. No matamos si no es para defendernos.
JORGE. ¿Siempre?
JOSÉ. Son preguntas difíciles y tienen respuestas difíciles.
JORGE. Lo sé.
(Pausa.)
JOSÉ. ¿Dudás?
JORGE. Todo el tiempo.
JOSÉ. Está bien. Escúchame, te jodieron mucho.
JORGE. Bastante.
JOSÉ. Ahí está el secreto. Te duele y eso es bueno.
JORGE. A veces creo que no voy a aguantar.
JOSÉ. Porque no pensás bien. Temés el dolor, pero el dolor es tu amigo.
JORGE. No, no, ¡no! El dolor no es mi amigo. El dolor es el problema. Luchamos contra el dolor
y contra el sufrimiento. Y si luchamos contra eso es porque sabemos que hay una vida posible
sin ellos. Yo recuerdo cuando era chico y nuestra infancia en la casa de afuera y mamá nos coci-
naba tortas y café con leche y jugábamos en el patio. Esos eran tiempos maravillosos sin dolor.
JOSÉ. Te equivocás. Eran tiempos de dolor. Pero nos olvidamos. El tiempo y el dolor, son ene-
migos y aliados, son cómplices con los mismos intereses. Cuando éramos chicos te pasabas
enfermo, ¿te acordás? Te dolía todo el tiempo el pecho.
JORGE. Tenía asma.
JOSÉ. Tuviste asma toda la infancia, no podías correr, no podías jugar mucho rato, dormías mal.
¿Y dónde están esos recuerdos? Papá abandonó a mamá cuando nos fuimos aquel verano de
vacaciones, ¿te acordás cómo lo extrañamos? Y vos llorabas a la noche, tosías y llorabas y yo te
escuchaba. Y mamá nos hacia café con leche y bizcochuelo porque no tenia plata nunca para
galletitas y chocolatada, que era lo que de verdad nos gustaba. Y todo ese sufrimiento lo olvida-
mos y nos queda la felicidad. Es el dolor el que le da sentido a la vida. La única felicidad posible
es la que atraviesa los campos del dolor.
JORGE. No quiero tener más dolores.
JOSÉ. Cuando te mueras no los vas a tener más, aprovechá ahora. Y cada piña que sea un canto
a la vida, cada patada un empujón de felicidad. Somos afortunados, pasaremos por experiencias
que nos harán únicos, y nuestra felicidad será genuina como el dolor de la que nace. No hay
felicidad que provenga de la nada. Estamos en el mejor momento para ser felices.
JORGE. Es fácil decirlo.
JOSÉ. Es mejor vivirlo.

19. Tiempo presente


Antonio, Tadeo, Graciela, Julia, Jorge, Ana y José
(Todos alrededor de la mesa comiendo y tomando.)
TADEO. Atención a todos, es hora de que vuelvan.
JULIA. Ay, la estamos pasando tan lindo.
GRACIELA. Yo no me quiero ir.
TADEO. Pero tienen que hacerlo.
GRACIELA. ¡Qué vivo, a vos no te espera el parachoques de un camión!
TADEO. Tienen que volver en el mismo orden que los traje.
ANA. Mamá, antes de irte decime algo, por favor.
GRACIELA. A mí no me van a sacar de acá. (Se va a parar y se vuelve a sentar.) Ah, qué raro.
TADEO. ¿Qué pasa?
GRACIELA. No me puedo mover.
ANA. ¿En serio?
GRACIELA. No, me cagué encima y me da vergüenza. ¡Claro que es en serio, la puta que lo
parió!
(Antonio, que sostenía un vaso, se le cae.)
ANA. ¿Abuelo, estás bien?
ANTONIO. ¿Qué?
GRACIELA. ¿Papá, estás bien?
ANTONIO. ¿Quiénes son ustedes?
ANA. ¿Qué pasa, Tadeo?
JOSÉ. Están perdiendo todo, ya perdieron la memoria, la palabra, el control, ahora pierden el
cuerpito. ¡Que bolonqui tremendo, eh!
TADEO. ¿Cómo sabés todo eso?
JOSÉ. No sé, decime vos, dejame mostrarte algo más. Mirá lo que puedo hacer.
(José levanta un brazo y Antonio lo levanta. José se para y Graciela se para.)
GRACIELA. ¡Eh! ¿qué me hacés?
JOSÉ. ¡Pa, no es increíble, che! Tengo como todo lo que ellos están perdiendo.
TADEO. Increíble.
GRACIELA. Tadeo, vení. Otra cosa increíble pa la lista. ¡Vení rápido, Tadeo!
TADEO. (Se acerca.) ¿Qué?
GRACIELA. (Le da una cachetada.) Otra cosa increíble pa tu lista, escribila y metetela en el…
ANA. ¡Mamá!
TADEO. Tengo miedo, Ana.
GRACIELA. Fue una cachetadita de morondanga, no seas maricón.
TADEO. Esto se está saliendo de control, me los tengo que llevar ya. Graciela, me voy a acercar,
no me pegue.
GRACIELA. No ves que ya no puedo mover las manos, no puedo mover nada, me encantaría
pegarte.
(Tadeo la agarra, la levanta y empieza a llevarla a la puerta.)
GRACIELA. No seas hijo de puta, me estás llevando a la muerte.
TADEO. Ya le dije que ya murió, otro día la traigo otro rato.
GRACIELA. ¿Pero que soy yo, un perro chihuahua? ¿Qué es esto de sacarnos a pasear de vez en
cuando? Seguí jugando con fuego y te vas a quemar, pelotudo, eh.
(Graciela trata de soltarse aunque no le funcionan las piernas. José mueve las piernas y las manos y
hace que Graciela le pegue a Tadeo. Tadeo la suelta y Graciela cae al piso.)
TADEO. ¿José, qué haces?
JOSÉ. Yo estoy del lado de ella, no quiero que nos lleves.
TADEO. No se puede. Ustedes pertenecen a otro tiempo, no sé lo que puede pasar si se quedan, 64
es peligroso.
JORGE. ¿Qué sucedería en la chance peculiar del no retorno y sabremos que nos quedaríamos
65
y si puédamos, mijo, lagaratega clac?
TADEO. ¿Qué?
JOSÉ. Pregunta ¿qué pasa si alguno se queda?
TADEO. No sé qué puede pasar, pero no lo queremos averiguar. Tienen que volver antes de que
este mundo, este tiempo, reaccione a su presencia. ¿Entienden?
TODOS. No.
TADEO. Yo los mantengo acá encerrados porque así es un experimento controlado.
ANTONIO. ¿Qué hago acá yo?
GRACIELA. Llevá al boludo este primero que no tiene la menor idea de donde está.
ANA. Mamá, por favor, decime algo.
GRACIELA. Ana, no ves que acá la gente grande está hablando de cosas más importantes. Ya
escuchaste suficiente para un día.
ANA. Pero no entiendo, me dijeron cosas sueltas, casi nada.
GRACIELA. Antes porque no sabías, ahora porque no entendés, siempre tenés una excusa para
no ser feliz, eh.
ANA. Pero…
JORGE. ¡Ya brasuca naba que la paciencia que porongo no seguir porque no hay depende de
ahhhhh!
ANA. ¿Qué dice?
JOSÉ. Que no jodas y que seas feliz.
(Tadeo agarra a upa a Graciela y se la lleva hacia la puerta de atrás.)
GRACIELA. Bueno, chau a todos, manga de hijos de puta, la próxima vez que me traigan dej-
enmé un rato más, la puta que los parió.
20. Tiempo detenido
Antes de que se cierre la puerta
GRACIELA. Algunos me juzgarán por mis acciones
Otros por lo que no dije
Otros por lo que dije
Otras maneras de juzgar y juzgarse
Quién recuerda la primera dictadura de este país
Quién recuerda el primer genocidio del mundo
Dónde están las marchas por verdad y justicia para ellos
Dónde están los abogados y las causas penales de los crímenes de la historia no juzgados
La injusticia es parte de la justicia
Hace tiempo que decidí eso.
(Tadeo la tira para dentro de la puerta y cierra la puerta.)

21. Tiempo presente


Antonio, Tadeo, Julia, Jorge, Ana y José
TADEO. Bien, ya se fue una.
JOSÉ. Mirá lo que hice. Vamos todos.
ANTONIO. ¿Qué me hacen?
(José se levanta y mueve y los otros dos, como unas marionetas, se mueven por el espacio.)
JOSÉ. ¡Ja, es genial, che! Como una coreo esta cosa. ¡La mierda! Increíble. Vamos, cantemos
todos.
(Hacen una minicoreo de dos segundos cantando y bailando.)
JOSÉ, JORGE Y ANTONIO. Ay, qué pesado, qué pesado, siempre pensando en el pasado, no te
lo pienses demasiado que la vida está esperando.
TADEO. Basta, José. Antonio, es su turno.
ANA. Abuelo.
(Antonio no atiende.)
JOSÉ. Se nos fue, se nos fue, Antonio se nos fue.
JULIA. ¿Che, la fiesta se acabó, no? Pero todavía no son las doce.
JOSÉ. Ah, con lo que me gusta abrir regalos.
JULIA. ¿Y yo ya me puedo ir?
TADEO. Espere, Julia, que se tienen que ir todos antes de abrir la puerta.
(Tadeo levanta y arrastra a Antonio.)
ANA. Abuelo, gracias por venir, me gustó verte.
ANTONIO. ¿Quiénes son ustedes?
TADEO. Gracias por hacerlo fácil.
JOSÉ. Agradécemelo después.

22. Tiempo detenido


Antes de que se cierre la puerta
ANTONIO. Mi memoria es como una piedra que se hizo arena
Y se mezcló con las playas del mundo
El mar la fue llevando de costa a costa
Cómo recomponer lo que ahora confundo
Como la mierda como el asco como la bosta
La memoria y el recuerdo se pudren
Y a todo el mundo en su camino confunden
Creyendo que alguna vez fue firme flor
Recordaremos siempre su pestilente olor
La verdad recorre la sangre en cualquier vena
Mi memoria es como una piedra que se hizo arena
(Tadeo lo tira para dentro de la puerta y cierra la puerta.)

23. Tiempo presente


Tadeo, Julia, Ana y José
TADEO. Jorge, nos vamos.
JORGE. (Dándole una cachetadita.) Decime papá, pibe, ¿somos familia o caracoles? Ah, ya
empezó el lavadero, celeste, percusiona mal las cosas, que inhibidor no sea cosa que facilongo
todo pirandurex.
ANA. Pará, por favor, papá, decime algo antes de irte, tratá, con todas tus fuerzas y corazón,
tratá.
JORGE. Caramba, carambiru, carimbiruri, tinquiwinki, cachafaz, ay, Einstein, ayayay.
ANA. Tadeo, ¿no hay forma de que diga algo? ¿No podés arreglarlo antes de llevarlo?
TADEO. No, Ana, no sé qué hacer, solo sé que todo está empeorando.
ANA. ¿Los podemos traer otra vez?
TADEO. Sí, Ana, pero primero tengo que estudiar bien todo lo que pasó.
ANA. ¿Y ellos se van a acordar de esto?
TADEO. No tengo la menor idea.
JOSÉ. No se van a acordar de nada. Nunca vivieron esto, el futuro es el futuro.
JULIA. Che, ¿no queda más sidra, eh?
ANA. ¿Tiene razón él?
TADEO. No sé, no sé, lo único que sé es que nos tenemos que ir, papá.
(Jorge le da un cachetazo y un abrazo, un beso en la frente. Va hasta su hija y le da un beso también
y la abraza. Su mano se mueve y le toca la cola. Eso lo hace José moviendo su mano.)
ANA. Papá… 66
(Jorge va hasta donde está José, le va a pegar pero José con su poder le retiene la mano y Jorge se
queda paralizado sin poder pegarle. Entonces Tadeo va hasta donde ellos y le pega a José un cache-
67
tazo. Jorge se libera.)
JOSÉ. ¿Qué me pegás?
TADEO. No te hagas más el vivo.
JOSÉ. ¿Una cachetada me pegás? ¿Qué, sos una nena? ¿Querés arañarme también? Tirame del
pelo a ver…
TADEO. Vamos Jorge, es hora de irnos.
JORGE. Gr…gr…grrrr.. grrrracias.
TADEO. De nada, suegrito, lo esperamos pronto.
(Van ambos hasta la puerta.)

24. Tiempo detenido


Antes de que se cierre la puerta.
JORGE. Va a estar todo bien, mi amor
Los grandes se van a jugar de nuevo
Y antes de que te des cuenta voy a estar acá otra vez
En casita
Con mamá, con los abuelos
Y todos vamos a comer y a hablar
Y nos vamos a contar las cosas
Y nos vamos a ayudar mutuamente
Y vamos a hacer de este mundo un lugar mejor
Porque eso es lo que hacen las familias
Se quieren, se cuidan y se cuentan todo
Te quiero mucho
Y me hiciste muy feliz.
(Tadeo lo tira para dentro de la puerta y cierra la puerta.)

25. Tiempo presente


Tadeo, Julia, Ana y José
TADEO. José, tu turno, te tenés que ir.
JOSÉ. No me voy a ir.
TADEO. Te tenés que ir, sabés que es peligroso.
JOSÉ. Lo que sabemos y lo que no sabemos. Los griegos, ¿alguna vez no hablaste de esto?
TADEO. Sí, pero la incertidumbre es muy grande y las consecuencias pueden ser terribles.
JOSÉ. O no.
TADEO. No lo sabés.
JOSÉ. Sé más que vos.
ANA. ¿Vos sabés cosas, no?
JOSÉ. Claro.
ANA. ¿Por qué no me contás vos, entonces? Contáme todo lo que siempre quise saber.
JOSÉ. Con gusto, pero entonces no me puedo ir.
TADEO. Se tiene que ir ya, Ana.
ANA. ¿Por qué? Todo parece estar bien ahora, Tadeo.
TADEO. No sabemos.
JOSÉ. No sabemos, solo sé que no sé nada, vamos a morir, tenemos que terminar, se tienen que
volver, los traje, los llevo. ¡Para un poco!
TADEO. ¿Ves que se está poniendo más loco?
ANA. Pero yo no veo por qué no se puede quedar un poquito más.
(Se empiezan a escuchar explosiones afuera.)
TADEO. ¡Mirá! ¿Escuchás? Ana esto es peligroso, los mundos, los tiempos pueden colisionar.
JOSÉ. Es un poco tremendista, ¿no? Y me dice loco a mí…
ANA. Falta poco para las doce, son fuegos artificiales.
TADEO. No sabemos.
ANA. ¡Ah Tadeo, por favor! Andá a mirar, vení.
(Ana va hacia la puerta y Tadeo se pone adelante.)
TADEO. ¡Ana, por favor! Esta puerta no se abre hasta que no se hayan ido todos. Si se abre,
reventamos, ¿entendés?
JULIA. Che, no peleen que es navidad.
ANA. (A José.) Por favor decime lo que quiero saber.
JOSÉ. Ah, pero mija, se necesita tiempo porque no es solo una visión, son tantas verdades como
personas. Los hechos son unos, pero las intenciones, voluntades y reflexiones son muchas y
ojalá puédamos en un futuro decir que la verdad es una.
ANA. Tadeo, por favor.
TADEO. Ana, te amo, te amo tanto y tenés que entenderme, esto lo hago para que estemos bien
y seguros. Todo se puede ir al carajo en seguida. Estamos jugando con… con… vaya a saber uno
qué, no tengo idea. Yo te amo, y si hago esto es porque te amo y si él se va, yo te prometo, te
prometo, te prometo que los vamos a volver a traer, una vez, mil veces, hasta que hablen, hasta
que arreglen los problemas. Si tenemos que repetir mil veces todo de vuelta, lo voy a hacer, si
tenemos que traerlos desde cuando eran niños, si tenemos que traer al mundo entero, lo voy a
hacer. Pero tenés que entenderme.
ANA. Por favor, no te lo lleves.
JOSÉ. ¡Por favor, por favor!
TADEO. Lo siento.
(Tadeo lleva a José hasta la puerta.)
ANA. Tadeo, me estás matando.
TADEO. No, Ana, te estoy amando. Algún día lo vas a entender.

26. Tiempo detenido


Antes de que se cierre la puerta.
JOSÉ. Te lo contaría todo
Qué hacía tu papá
Qué hacía tu mamá
Cómo se conocieron
Quiénes eran los malos y quiénes eran los buenos
Quiénes actuaron bien y quiénes actuaron mal
Te quieren hacer creer que el pasado es una confusión
Pero hay buenos y hay malos
Hay gente que tiene que pedir perdón
Y hay gente que puede estar tranquila
Hay héroes y hay víctimas
Y yo te lo voy a contar todo.
(Tadeo lo va a empujar, pero en un movimiento brusco José empuja a Tadeo adentro del cuarto y
cierra la puerta.)

27. Tiempo presente


Julia, Ana y José
ANA. ¿Qué hiciste?
JOSÉ. Qué pibe pesado, ¿no? Bueno, ya está, asunto arreglado.
(Ana va hasta la puerta la abre y no hay nadie adentro.)
ANA. ¿Dónde está? 68
JOSÉ. Y supongo que viajó al pozo donde yo estaba, lindo julepe se van a llevar mis amigos.
ANA. ¿Qué pozo?
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JOSÉ. Cuánta pregunta, sobrinita.
ANA. ¿Dónde está Tadeo? No podés hacer eso, ¿qué hiciste?
JOSÉ. Parole, parole, parole.
ANA. ¡Contestame!
JOSÉ. Palabras, palabras, palabras, es en italiano.
ANA. ¿Entendés lo que acabas de hacer? Ahora no sabemos qué mierda puede pasar.
JOSÉ. No, y vos tampoco, pero ya lo vamos a averiguar. Por lo pronto si ya armé lío en el pasado,
ahora vamos a armar un poco en el presente.
ANA. ¿Por qué haces esto?
JOSÉ. Porque yo también quiero ser feliz, yo también tengo derechos, y porque estaba en un
pozo y me iban a torturar hasta la muerte y quiero otra oportunidad. ¿Vos querés ser feliz? Yo
también y todo no se puede. La felicidad, el opio de los pueblos.
ANA. Vamos a morir todos, dijo que podíamos reventar, que los mundos pueden chocar y no sé
cuantas cosas más.
JOSÉ. Bueno, sí, precioso, yo me voy.
ANA. Tadeo dijo que no, que no salgamos.
JOSÉ. Bueno no me voy a quedar acá toda mi vida o toda mi, bueno, esto que no sé qué es, ja. Yo
salir voy a salir, si vemos que todo empieza a reventar, vuelvo, y si no, si no vuelvo, no importa,
igual reventaremos todos, ja.
(José va hasta la puerta de salida, la abre por primera vez.)

28. Tiempo futuro


JOSÉ. Y ahora me voy
Como en breve nos iremos todos
Con la cabeza en alto
Con las ganas y la pasión necesaria
Para dar una nueva lucha
Me mirarán por ahí y me señalarán con el dedo
Él es el sobreviviente
Él sobrevivió a la guerra del mundo –dirán–
Él mato a los albañiles del mundo
Unos me amarán y otros me odiarán
Así es y así será
Me voy
Pero volveré
Porque ustedes me lo van a pedir
Ah sí, ustedes me van a traer de nuevo
Desde los escombros del mundo
Me sacarán del pozo en el que estuve y me harán su capitán
Su amigo su enemigo su ideal su todo
Y ustedes me pedirán que me quede
Que los represente
Que le ponga voz a los que no tienen voz
Y yo volveré y seré todo
Me pedirán que calle y que hable
Y yo lo haré
Porque la vida se vive una vez
Y estos tiempos de dolor y de confusión
De confusión y de dolor
Se habrán ido para siempre
Compañeros y compañeras
Ojalá puédamos
Y nos veamos pronto.
José sale por la puerta para afuera.

29. Tiempo presente


Julia y Ana.
JULIA. Bueno, parece que esto se terminó, che.
ANA. ¿Te vas?
JULIA. Sí, ya es retarde, y tengo un pedo de novela.
ANA. Abuela, tengo miedo.
JULIA. ¿Por qué mi amor? ¿Por esto que pasó? Qué cosa eh… yo no entendí nada, pero mirá,
yo en lo que va de mi vida, ya van como cinco veces que creo que se acaba el mundo y nunca
se acabó, así que vos, tranquila.
ANA. Pero ¿y Tadeo?
JULIA. Bueno, tranquila. ¿Sabés cuál es tu problema? Preguntás mucho y te respondes poco.
(Empieza a sonar una música.)
JULIA. Ah. ¿Y esa música?
ANA. Tadeo… (Llora.) Tadeo la había preparado para que sonara a las doce en punto y era la
señal para brindar.
JULIA. ¿Son las doce?
ANA. Sí.
JULIA. ¡Ay, feliz navidad, querida! Tomá, (Le da un vaso de agua.) no se brinda con agua pero ya
nos chupamos todo, ja… ¡Feliz navidad! Y que todos tus deseos su cumplan, querida… ahora, si
podés, deseá cosas más simples, porque viste el bolonqui que se armó…
ANA. Sí.
JULIA. Bueno, me voy, debe haber terrible cueterio afuera.
(Se escuchan, misturadas con la música, muchas explosiones que van subiendo de volumen.)
ANA. Pará. ¿Estás segura de que son fuegos artificiales?
JULIA. Y claro, mi amor, son las doce. Tranquila, tranquila.
ANA. Abuela, no estoy tranquila, no estoy bien, nunca lo estuve, pero creeme si te digo que
tengo un miedo que no sentí nunca. Abuela, se fueron todos, estoy sola y extraño a Tadeo. Si te
vas y me quedo sola y el mundo termina… No quiero quedarme así. No quiero morirme sola.
JULIA. Ay, mi amor, todos estamos solos, todos.
(Julia sale y deja la puerta abierta. La puerta de atrás donde estaba la máquina también ha quedado
abierta. De ambas puertas vienen luces cuando se escuchan las explosiones.
Ana se queda sentadita con su vaso de agua, empieza a llorar cada vez más y el ruedo de la música y
las explosiones cada vez es más fuerte. Mira para todos lados y no entra nadie.)
ANA. Tadeo… te extraño… volvé…perdoname…tenías razón… en todo… Tadeo… te amo… te
amo mucho… mucho… te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te
amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo
te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te
amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo te amo
te amo te amo te amo te amo.
Se acercan las explosiones cada vez más fuertes
Cada vez más cerca
Revienta la escena
Revienta la casa
Revienta el teatro
Reventamos nosotros 70
La ciudad revienta mientras escuchamos la música.
71

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