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Calderon PDF
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Gabriel Calderón
El actual presidente de mi país, Mujica, es un ser particular. Supongo que todos los presidentes lo
son. Él fue guerrillero tupamaro, participó de una guerrilla urbana en los años previos a la dicta-
dura enfrentándose a aquel gobierno de turno y a los militares. Estos últimos, en coordinación con
otros gobiernos y con participación civil, preparaban en toda Latinoamérica sendas dictaduras para
detener el avance comunista en el continente. El tiempo demostraría quienes tenían la razón, la dic-
tadura llegaría y los hoy documentos desclasificados de los Estados Unidos confirmarían que hubo
una intención promovida desde ese país, de detener, aislar y aniquilar todo brote o manifestación
comunista, marxista o cualquier familia cercana –vamos, toda la izquierda o izquierdas posibles–.
Fue así que la Dictadura se instaló en Uruguay como se instaló en muchos países de la región –Chile,
Argentina, Brasil, entre muchos otros–. La dictadura, en el caso de Uruguay cívico-militar, dejó, al
igual que en las otras dictaduras, muchos muertos, asesinados, torturados, secuestrados y desapa-
recidos. Leyes de amnistía, impunidad, caducidad de voluntad punitiva del Estado, protección, llá-
mesela como se quiera, protegieron en muchos países a los responsables de estos crímenes de lesa
humanidad y, lo que es peor, siquiera han permitido que los familiares de las víctimas, investiguen o
pregunten lo que pasó con sus familiares, si han muerto o no, dónde están sus restos, dónde están
los niños secuestrados, etc. Hasta el día de hoy, nuestros países, padres, hijos y abuelos, siguen
luchando entorno a este tema. Unos para que se deje de revolver el pasado y se piense en los proble-
mas del presente y del futuro. Otros argumentando sobre la importancia de conocer el pasado para
resolver el presente y construir un futuro; y, algunos, pocos, por el derecho inalienable a saber la ver-
dad. Cada cierto tiempo el tema de la dictadura, sus responsables y sus víctimas, toma notoriedad
y embarca a todo el país en las mismas discusiones que, imagino, se preguntó toda la humanidad
desde que hubo guerras, asesinatos e injusticias. No es mi intención, ni la será, ilustrar sobre este
proceso, este pasado, que tanto dolió y DUELE hoy a todos aquellos que vivimos en estos países. Mi
intención es más pequeña, pero no menos ambiciosa.
Reiteradas veces había escuchado al actual presidente Mujica responder, de una manera que me
dejaba sin palabras, cada vez que se le preguntaba cómo se podía solucionar este tema. Cómo hacer
para que la sociedad no siga trancada durante años sobre los mismos temas, sobre qué pasó o no
pasó esos años, de quién es la responsabilidad, cómo hacer para investigar y miles, miles de etcéte-
ras. La respuesta, increíble por donde se la mire, decía algo así: este tema se soluciona cuando todos
los protagonistas estemos muertos y para eso falta poco. La frase me había quedado retumbando en
la cabeza. Si bien en un punto me parecía simpático, pues pensaba que el viejo deseaba la muerte
de todos los protagonistas, incluyéndose –una suerte de suicidio colectivo por el bien de la verdad y
la justicia–, de todos modos me quedaba el resabio amargo en la boca y la mente, pues nos estaba
negando de esta manera la posibilidad de considerarnos como seres humanos capaces de solucio-
nar todos los errores que hemos cometido. Es como si para algunos errores la solución estuviera a
la vuelta de la esquina, pero para otros, no quedara más que esperar a que se mueran los que los
protagonizaron, porque ni los que estuvieron ni los que vendrán después serán lo suficientemente
capaces de superar tal atrocidad.
¡Qué gran robo sería que los protagonistas nos robaran con su muerte y se abogaran para ellos,
las lecciones de los errores cometidos en nombre de todos pero protagonizados por ellos!
Empecé a pensar en una obra, que es la que podrán leer/ver a continuación. Para ello quise bus-
car la frase tal cual la había dicho Mujica, ya que la que les cité anteriormente era la que yo recordaba
en mi mente, la que había quedado resonando, rebotando. Yo desconocía si me faltaba alguna pala-
bra que diera otro sentido y así me fui a buscarla. Vaya sorpresa al encontrar la verdadera frase que
no solo me dio el empujón final para la escritura, sino que definió totalmente su motivación central.
La frase decía:
“Ya lo dije, tienen que reventar Bordaberry,1 yo, todos los actores para que las cosas trascien-
dan en su justa medida. Todavía falta un tiempo pero no mucho”.
Ahora estaba todo claro para mí.
No basta con que se mueran, TIENEN QUE REVENTAR TODOS LOS ACTORES.
Actores y personajes
1. Tiempo futuro
JOSÉ. Hola.
Hola.
Buenas noches.
Bienvenidos. Hola.
Amigas y amigos
Compañeras y compañeros 32
Esta es la historia de una persona alguien que quería dejar de sufrir
Esta es la historia de alguien que había muerto y que volvió
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O la de alguien que había vivido y murió
¿Quién sabe el orden?
Pero la historia de una persona siempre es la historia de muchas personas
No somos nada solos
La unión hace la fuerza, dirá alguien
Pero esa fuerza
Es tan poderosa en un corazón como en miles
Un solo hombre
Una sola mujer
Puede con multitudes
Esta es la historia del mundo
Y de lo que sabemos de el
Esta es mi historia
Y la de usted
Cuando la cuente
Notará que digo cosas
Que ya fueron dichas por alguien
Tal vez por usted mismo
Mis alegrías y mis dolores
Serán sus alegrías y sus dolores
Porque EN este lugar
1
Juan María Bordaberry Arocena (Montevideo, 17 de junio de 1928-17 de julio de 2011) dictador uruguayo de origen
vasco. Fue presidente constitucional entre 1972 y 1973 y dictador entre 1973 y 1976.
Todos sufrimos y nos alegramos por lo mismo
En este lugar, Esta noche, todos escuchamos la misma historia
Por eso vamos a ir hacia atrás y hacia adelante
rápido y despacio
Fuerte
Leve
Como los recuerdos
Esta es la historia de nosotros mismos
De cómo nos peleamos y nos amamos
De cómo luchamos
¿Para qué?
¿Para qué luchamos todos? Se estarán preguntando
¿Por amor, por poder, por dinero?
No
Todos luchamos, acertada o equivocadamente, por dos cosas
Para ser felices
O para que los otros sean tan infelices como nosotros
Y nuestros gritos, patadas y llantos
Tienen como único objetivo alejar el dolor y acercarse a la felicidad
O compartir el dolor para olvidar que la felicidad existe
La felicidad
Ese país tan lejano
Más allá del continente de las utopías
Más allá, mucho más allá, descansa la tierra de la felicidad
Alguien dirá
Y yo reiré
Y lloraré
Que todos queremos lo mismo
Pero algunos, como yo
Vemos claramente los dos bandos
Hay dos bandos
Los que caminamos a la felicidad
Y los que se sientan en el dolor
Así que ¡Que suenen las campanas!
Porque esto es una guerra
El dolor y el sufrimiento del mundo
Contra la felicidad y el amor
Esto es una guerra y en esta guerra se nos va la vida
El dolor es un gran mundo
Que cargamos sobre las espaldas de los débiles
Y se cae un mundo y se construye otro
Más grande
Más pesado
Más fuerte
Más invisible
Más eterno
Y la única manera de acabar con ese mundo
Es hacer desaparecer a sus albañiles
Y algunos de nosotros como yo
Estamos dispuestos a renunciar al país de la felicidad
Para hacer reventar a esos albañiles
Estén donde estén
(Sale. Vuelve a entrar.)
Ah. Me olvidaba. Vamos a empezar por el pasado. Esto sucedió como hace diez años atrás.
2. Tiempo pasado
Antonio y Ana
ANA. Si tuviese que empezar diciendo algo, si tuviera que terminar diciendo algo, empezaría y
terminaría diciendo lo mismo. Diría que lo hago por necesidad. La necesidad, la gran cómplice
de nuestras acciones. Unos y otros nos justificamos de la misma manera. Incluso para acciones
opuestas, la madre siempre es la necesidad. Y mi necesidad es un dolor que siento, acá, en el
pecho. Un corte real, en el músculo del corazón. Y se me vienen ideas, ¿sabés? Ideas locas, pero
todas las ideas son locas, al menos al principio, ni buenas ni malas, locas. Son las acciones las
que convierten a una idea en buena o mala. Es la potencialidad de la idea lo que ansiamos o
tememos. Pero cuando la idea emana de la necesidad, como me pasa a mí, su motor es la des-
esperación y su único objetivo la concreción. Mala consejera la necesidad. Porque la idea quiere
existir y se hincha dentro del cuerpo y come de nosotros y nos cambia y nos toma por completo.
Y ya no somos nosotros los que tenemos una idea, sino ella la que nos tiene a nosotros. Ya no
vivimos una vida, sino que es la idea la que nos vive. ¿Sentís la desesperación que tengo? ¿Sentís
mi dolor? ¿Sentís cómo y desde dónde te hablo? Bueno, no soy yo, es la idea la que te habla y si
la escuchaste ya es tarde, se te metió en la cabeza, está en tu cuerpo y se va a hinchar como un
bebé. Felicitaciones. Estás embarazado de mi idea.
(Silencio.)
ANTONIO. Hablás como un poeta.
ANA. Soy joven, creo en la poesía.
ANTONIO. Sí, por suerte se te va a ir con el tiempo. 34
(Silencio.)
ANTONIO. ¿Entonces?
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ANA. Eso, no sé qué más decir.
ANTONIO. ¿Te parece suficiente?
ANA. Sí… no sé.
ANTONIO. ¿Ese era todo tu plan?
ANA. No era un plan.
ANTONIO. No, se nota que no era un plan.
ANA. Bueno, abuelo, yo…
ANTONIO. No me digas abuelo.
ANA. Soy tu nieta.
ANTONIO. Vos podes ser lo que quieras ser, pero yo no soy tu abuelo.
ANA. Sos el padre de mi madre.
ANTONIO. Accidentes.
ANA. ¿Y cómo te digo?
ANTONIO. Antonio.
(Silencio.)
ANA. ¿Entonces?
ANTONIO. ¿Qué?
ANA. ¿Vas a venir?
ANTONIO. No veo ninguna razón para hacerlo.
ANA. Te lo estoy pidiendo yo.
ANTONIO. Y sigo sin ver una razón para hacerlo.
ANA. Lo necesito y creo que mi madre también lo necesita.
ANTONIO. Mirá, a mí me importa muy poco lo que vos necesites, y lo que necesite tu madre,
menos.
ANA. Pero…
ANTONIO. Mirá, nena, yo no sé qué te dijo tu madre, qué mentira te contó o qué mierda. Tam-
poco me importa. Yo tuve que aguantarme muchas cosas ¿Sabés? ¡Qué mierda vas a saber vos!
Tuve que soportar mucha porquería, mucha mentira, mucha injusticia, muchos dedos apun-
tando hacia mí, tuve que mudarme muchas veces de casa, tuve que aguantar muchas, muchí-
simas cosas. Y finalmente, no sé ni cómo ni cuándo, me dejaron en paz. Y todo esto, toda esta
mierda de la que vos no tenés ni la más puta idea, sucedió porque tu madre así lo quiso. Y fue
tu madre la que quiso que yo no fuese su padre y fue tu madre la que quiso que yo no fuese tu
abuelo. Así que…
ANA. Abuelo.
ANTONIO. ¡Antonio!
ANA. Antonio.
ANTONIO. ¿Qué?
ANA. Necesito que vengas.
ANTONIO. Y yo necesito no ir.
ANA. Estoy tratando de reunir a la familia.
ANTONIO. ¿Pero qué decís? Esto no se trata de una reunión familiar. No lo pongas como si fuese
una simple reunion familiar. No seas ingenua, yo no soy ingenuo. ¿Qué edad tenés vos?
ANA. Veinte.
ANTONIO. ¡Veinte años! Te demoraste un poco en acordarte de la familia.
ANA. Abuelo.
ANTONIO. ¡Antonio!
ANA. ¡Por favor!
ANTONIO. Podés suplicar, rezar, inmolarte y la respuesta seguirá siendo la misma.
ANA. Me lastimás.
ANTONIO. Te lastimás sola.
ANA. Duele mucho.
ANTONIO. Mejor así, el dolor enseña, el dolor es bueno.
(Silencio.)
ANA. No podés ser tan malo, estoy segura de que no sos así. Estás en un personaje de malo que
no te queda bien, estás actuando.
ANTONIO. ¿Actuando? ¿Vos crees que yo estoy actuando? ¿Que soy un actor? ¿Que tengo un
personaje? No, nena, alguien te explicó muy mal las cosas a vos. Mirá, cuando yo digo que sé
cosas, no es porque me las contaron, no es porque las leí en un libreto o porque alguien me está
pasando letra. No, no, es porque lo viví. Y cuando te hablo con desprecio, ese desprecio, este
desprecio, es real. Está meditado, pensado y construido por mí. Yo no tengo que imaginar como
lo hace un actor. Yo no tengo que evocar en un momento doloroso o un sentimiento de rabia
parecido. Los actores se imaginan gente como yo. Ellos piensan en mí cuando les toca hacer de
malos. Yo soy ese hombre, yo vivo esa vida y todo lo que sale de mi es genuino, verdadero. Yo
soy eso y soy como soy, no parezco lo que soy, no necesito parecer porque me alcanza con ser.
Y si no te gusta lo que ves, mirá para otro lado.
ANA. Yo...
ANTONIO. ¡Vos sos la que actúa! ¡Vos sos la actriz que simula emociones sin conocerlas! Vos
no sabés nada y tenés que inventártelo todo, imaginártelo y tenés una imaginación muy fuerte,
nena, vos. Creés que las cosas se van a solucionar con ideas, y deberías entender y meterte bien
adentro de esa cabecita que las fuerzas de tus ideas se van al carajo cuando se enfrentan con
la verdad, demoledora e inamovible, de cualquier palabra que provenga de mi experiencia. Vos
actuás como si supieras, pero no sabés nada, vos no viviste nada, vos no entendés nada. Caíste
en el medio de un cuento que alguien te contó y no entendés de qué va la historia, y entre que
te contaron mal la historia y vos que no entendés nada, das manotazos de ahogado para tratar
de unir algún hilo, pero haceme caso y date por vencida antes de empezar. Te creíste el cuentito
que te contaron y ahora creés que la vida es un cuento y estás tratando de llegar al final feliz.
Querés ser la heroína de la historia, pero la vida no es un cuento, no hay final feliz y vos no sos
ninguna heroína. Apenas sos una actriz del montón actuando un papel secundario en una obra
de porquería, aburrida y sin rumbo que pasado mañana la gente va a olvidar ¡Porque la gente no
te está escuchando, nena! La gente está viviendo su vida mientras vos les hablás y ellos piensan
en las cosas verdaderamente importantes. Y ahi te vas a quedar vos, eh, creyéndote que la vida
es una historia contada en primera persona cuando en realidad no podés ser protagonista ni de
tu propia vida. Otros están viviendo tu vida y vos te quedás sola y escupiendo tu letra. ¿Me venís
a pedir ayuda? Te ayudo. Borrate de acá, olvidate de mí, olvidate de todo lo que te dijeron que
era como era, borrá el pasado, quemalo, sacalo, escupilo, abortalo, porque no es la idea lo que
crece dentro tuyo, es una mentira y si no la sacás, vas a reventar.
JOSÉ. Ahora sí, vamos al presente.
3. Tiempo presente
Graciela, Ana y Tadeo
(Vemos a Graciela parada y quieta, con la vista perdida, no se mueve. Lleva en las manos varias bol-
sas del supermercado. Se queda varios segundos en silencio y sin moverse. Aparecen Ana y Tadeo. La
miran cuidadosamente y, con cautela, se acercan.)
ANA. ¿Mamá?
(Graciela sale de su letargo lentamente, mira a Ana.)
GRACIELA. ¿Ana?
ANA. Mamá...
(Otro breve silencio hasta que Graciela se mira las bolsas en sus manos.)
GRACIELA. Pero... ¿Me van a ayudar o no, che? No saben lo que pesan estas bolsas, como la
desgracia. Parece que la tomaran de boba a una. Te juro que no entiendo, pueden clonar ovejas 36
pero no pueden hacer las bolsas del supermercado más livianas. Arrastrar estas bolsas que te
cortan las venas y te rompen los músculos. Mientras, una, con la poca humanidad que le queda,
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trata de resistirse y no caer al piso, de esquivar a los peatones que les importa un carajo todo y
que no te atropellen los autos, un camión casi me pasa por arriba recién. ¿Dónde está la mesa?
¡Ah! ¿Qué hace allá? ¿Por qué corrieron la mesa para allá? ¿Por qué está toda tapada?
(Ana y Tadeo no contestan, siguen mirándola detenidamente mientras Graciela busca una manera de
dejar las bolsas sobre la mesa.)
GRACIELA. Bueno, ¿qué pasa? ¡Hablen, che!
TADEO. Yo la ayudo, suegrita.
GRACIELA. Suegrita las pindongas, ya te dije que es de mal gusto y además siempre me decís
Graciela, no entiendo por qué ahora cambiás.
TADEO. Estoy enamorado de su hija.
GRACIELA. Entonces decile suegrita a ella, entonces, a mí no me jodas con apodos. ¡Ay! Mirá
las cosas que me hacés decir. No sé qué me pasa, me siento rara. ¿Ana, qué te pasa que me
miras así vos? ¿Estoy mal yo o es él el desubicado? ¿No estás de acuerdo? ¡Ana!
TADEO. Ana…
ANA. Es verdad…
GRACIELA. ¡Claro que es verdad!
ANA. Es increíble.
GRACIELA. Sí, la juventud esta, se creen que por ser jóvenes tienen más cerebrito.
ANA. No lo puedo creer.
GRACIELA. Maleducado.
ANA. No lo puedo creer.
GRACIELA. Bueno, mi amor, tampoco es para tanto, el pibe está mareado, viste que le resbala
un poco a él, pero ya está, ya se aclaró, no más apodos. ¿Estamos?
(Ana va y abraza a su madre.)
ANA. Te quiero, mamá.
GRACIELA. ¡Uy! Sí, claro, yo también.
(Tadeo, viendo la situación, quiere abrazarlas también.)
TADEO. Yo tamb…
(Es cortado de una por un gesto de Graciela para que no se aleje.)
ANA. Te extrañé, mamá.
GRACIELA. Bueno, no es para tanto, había cola en el super, pero tampoco me morí.
ANA. Mamá…
TADEO. Ana.
ANA. ¿Qué?
TADEO. Ya sabés.
GRACIELA. No entiendo de qué hablan.
TADEO. Es navidad, estamos sensibles.
GRACIELA. ¿Sensibles?… ¿Por la navidad?… Yo también me pongo sensible por la navidad…
una estupidez. La navidad me importa un pito, pero bueno, es navidad, navidad es navidad,
carajo. ¡Ay! Cuánta mala palabra que estoy diciendo, ¿no? Qué raro… bueno, voy a preparar la
cena de navidad si no…
ANA. ¡No mamá!
GRACIELA. ¿Qué?
ANA. Que dejes, que no prepares la cena.
GRACIELA. ¿Por qué no?
TADEO. Queremos darte una sorpresa, mamá.
GRACIELA. Ni mamá ni suegrita ¡Graciela, nene!
ANA. Mamá, queremos que vos te quedes sentada y nosotros te vamos a homenajear.
GRACIELA. ¿Homenajear? ¿Por qué? Es navidad, no mi cumpleaños.
ANA. Da igual.
GRACIELA. Ah, pero ¿qué les pasa a ustedes? ¿Ustedes hicieron alguna cagada? ¿Ustedes están
ocultándome algo?
(Silencio.)
ANA. ¿Algo?
TADEO. ¿Algo como qué?
GRACIELA. Ana… ¿vos estás embarazada?
ANA. ¡Ah mamá, no! ¡Cómo voy a estar embarazada!
GRACIELA. Bueno, como todo el mundo, el tipo es medio nabo, pero para eso debe servir, ¿no?
TADEO. ¿Me dijo nabo?
ANA. No le hagas caso.
GRACIELA. Bueno, voy a cocinar.
ANA. ¡No, mamá!
GRACIELA. ¡Ay! Pero… ¿Por qué no?
ANA. Porque ya te dije que nosotros vamos a cocinar.
GRACIELA. Bueno, pero se pasan diciendo pavadas y no los veo cocinar y alguien tiene que
preparar la cena ¿O la cena se hace sola?
ANA. Mamá, quedate tranquila.
GRACIELA. Pero estoy tranquila, estaba tranquila. Son ustedes que me sacan la tranquilidad.
Me dicen que es navidad, pero no puedo cocinar y ustedes no cocinan y la hora se acerca y me
pongo nerviosa y ¡¡¡¡¡¿querés que me quede tranquila?!!!!! Y siento un calor acá adentro.
TADEO. Tranquila, suegra.
GRACIELA. Se rifa una piña y estás comprando todos los números.
(Suena el timbre.)
GRACIELA. ¿Quién es?
TADEO. Tarde, pero justo a tiempo.
GRACIELA. ¿Ustedes esperan a alguien?
TADEO. Tranquilas, esperen acá.
JOSÉ. Antes de continuar volvamos un segundo a una escena del pasado.
4. Tiempo pasado
Tadeo y Ana
TADEO. Te amo.
ANA. Sí, ya lo dijiste.
TADEO. Hoy no.
ANA. Lo decís siempre.
TADEO. Soy así.
ANA. Yo soy diferente.
TADEO. ¿Qué? ¿No me amás?
ANA. ¡Ay Tadeo, que pesado!
TADEO. ¿Qué? Es una pregunta, es solo para saber. ¿No me amas?
ANA. Yo no gasto tanto la palabra.
TADEO. La palabra no se gasta.
ANA. ¡Claro que sí! ¡Ah, todas las parejas discuten lo mismo! No puedo creer que a vos también
te guste discutirlo. Sos tan regular a veces, sos tan normal.
TADEO. Te amo, te amo, te amo, no creo que se gaste.
ANA. Se gasta con decirlo, me gasto de escucharlo, pierde valor.
TADEO. ¿Pierde valor?
ANA. ¡Me canso, Tadeo!
TADEO. ¡¿Te cansás?!
ANA. Sí, todo el mundo lo sabe, es sentido común. 38
TADEO. Ana.
ANA. ¿Qué?
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TADEO. Si te digo Ana, ¿vos te das cuenta que te llamo a vos?
ANA. Y sí, claro.
TADEO. Mirá qué raro, hace treinta años que te dicen Ana, no solo yo, sino todo el mundo. Ana
esto, Ana lo otro, treinta años, un Ana atrás del otro, varias veces por horas y días y meses y años
y el nombre sigue ahí, y no se gasta, para nada. Es más, parece tener más fuerza, cuanto más se
usa, cuanto más Ana te digo, más sólido es. Cada vez que te decimos Ana es como una confir-
mación de que Ana es tu nombre y que vos sos Ana. No se gasta tu nombre, como no te cansás
de escucharlo, ni que yo lo diga, ni que te llamen mil veces, porque es tuyo. Y así es mi amor,
mío, y no me canso de decirlo. Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te
amo. Y me encantaría que me amaras así. Y que lo dijeras así. Y me gustaría sentir el cansan-
cio en la oreja de escuchar tus “te amo” veinte veces al día. Pero ta, no te lo exijo, yo no te lo
pido, me gustaría, pero no te lo pido. Me conformo solo con amarte. Me conformo solo con el
amor que siento por vos. Es un poco triste, tal vez sí, tal vez no, a mí me basta, a mí me hace
feliz. Dejame decírtelo mil veces, dejame amarte todo lo que te amo.
ANA. Si me amaras de verdad…
TADEO. Te amo mucho más de lo que te digo, te digo una ínfima parte de lo que te amo.
ANA. Deberías hacer más y hablar menos entonces.
TADEO. ¿Qué?
ANA. Nada.
TADEO. ¿Volvés con el tema?
ANA. Es la verdad.
TADEO. La verdad es que me pedís demasiado.
ANA. ¿Demasiado? ¿Demasiado? ¿No es demasiado decirme te amo mil veces pero es dema-
siado que te pida algo?
TADEO. Debería alcanzarte con mi amor.
ANA. ¡Sos un mentiroso! Decís te amo como si fuese un escudo, como si con eso uno ya no
tuviese que pedirte más nada, como si fuese suficiente. ¡No me alcanza, no me es suficiente!
Ojalá fuese feliz escuchando tus te amo todo el día, pero no soy feliz y lo sabés. No era feliz
antes de conocerte y lo sabías, sigo sin ser feliz y lo sabés. Tengo dolores muy grandes Tadeo,
muy antiguos y lo sabés. Te gustaría ser el remedio de todos mis dolores, pero no basta con te
amo.
TADEO. Debería.
ANA. ¡Pero no basta, no alcanza, no me sirve, no sé cómo querés que te lo diga! ¿Querés ayu-
darme? Sabés como hacerlo. ¿Querés ser el remedio de todos mis dolores? ¿Querés hacerme
feliz? Sabés exactamente cómo hacerlo.
(Silencio.)
TADEO. Está bien, está bien... vos decís que decirlo es fácil, pero que el amor se demuestra. Y
que decirlo se gasta y que las demostaciones no alcanzan y que el amor no llega al nivel que
vos querés. Inventás reglas sobre el amor todo el tiempo, Ana. Reglas lógicas, extrañas y razo-
namientos complicados solo para decir que mi amor no es necesario. ¿Esa es tu estrategia?
Mi estrategia es, era, diferente. Te digo te amo, lo dejo caer día a día como cae la gota en la
piedra. Te amo, una gota. Te amo, otra gota. Te amo ¡otra gota! Pero me estoy secando, Ana. y
vos sos difícil de horadar eh… Es como si con cada gota la piedra se hiciese más fuerte y más
sólida. Y yo no puedo más. Y aunque somos jóvenes y dicen que la felicidad se construye, que
algún día va a llegar, yo quiero hacerte y ser feliz ahora ¿No tenemos derecho acaso, mi amor?
¿Y querés que haga algo? ¿Querés que te demuestre mi amor? Y lo que me pedís es enorme Ana.
Yo no sé si es posible. Te lo comenté una vez, te lo dije para sacar un tema, quise hablarte de algo
de lo que yo hacía, quise hacerme el inteligente, que vieras qué importante que era mi trabajo,
qué cosas increíbles estábamos investigando y se me cayó el comentario, no lo solté adrede,
como suelto los te amo, se me cayó, ahí, encima tuyo. Y te interesó y me gustó que te interesara
y me entusiasmé y te lo conté todo. ¿Y cómo iba a saber yo, que mientras sos inmune a mis te
amo, esta historia en cambio, iba a calar tan hondo en vos? Y ahora querés más y querés que lo
haga por vos y yo soy tan estúpido a veces, que creo que si hay una posibilidad y que si eso te
hace feliz, entonces a eso. Y está bien, lo voy a hacer. Es difícil ¿sabés? Otros lo intentaron antes
y fracasaron. Yo tengo todo para llegar más lejos. Cuando yo me pongo algo como objetivo, no
se acaba hasta que se acaba. Y lo voy a hacer, lo voy a hacer por vos. Y quiero que quede bien
claro, entre vos y yo, antes de que todo empiece y no sé dónde termine, quiero que quede bien
claro que lo que voy a hacer, lo voy a hacer por vos. Y cuando tenga éxito, porque voy a tener
éxito, y cuando veas el tamaño y la potencia de mi amor y te des cuenta, se den cuenta, de que
no hay país, planeta, galaxia o universo al que enviarme desde donde se apague mi amor, ahí,
ahí vas a tener que retribuir, eh. Porque va a ser tan fuerte y tan grande todo, que aunque muda,
ciega, con o sin dolor, con o sin amor, me vas a tener que retribuir. Vas a retribuir, sí, sí.
JOSÉ. Ahora volvemos al presente.
5. Tiempo presente
Julia, Graciela, Ana y Tadeo
(Aparece Julia dentro de la habitación.)
GRACIELA. ¿Qué hace ella acá?
ANA. ¿Quién es?
GRACIELA. ¿Qué hace ella acá? ¿Quién la invitó?
ANA. No sé, no sé quién es.
TADEO. Tranquilas.
JULIA. Sabía que no era buena idea.
TADEO. No, sí es una buena idea.
ANA. ¿Qué es esto Tadeo?
GRACIELA. ¿Qué hace esta señora en mi casa?
TADEO. Tranquilas, puedo explicarlo.
JULIA. Yo debería irme.
TADEO. No.
GRACIELA. Sí.
TADEO. Tienen que escucharme.
ANA. Tadeo, ¿quién es ella?
GRACIELA. Ella no es nadie.
TADEO. Vamos a tomarnos unos segundos, sé que es difícil.
GRACIELA. ¿Qué sabes vos? ¿Qué planes tienen ustedes? ¿Qué hace esta señora en mi casa?
TADEO. Por favor, ¿puedo explicar?
GRACIELA. Claro que te tenés que explicar, pero primero esta señora se va a ir de mi casa.
JULIA. Sí, yo no debería.
TADEO. Vos te quedás, abuela.
ANA. ¿Abuela?
GRACIELA. ¿Abuela?
ANA. ¿Por qué le decís abuela? ¿Es tu abuela?
JULIA. No me digas abuela, no sé por qué me dice abuela.
TADEO. Usted es la abuela de Ana y yo la quiero como una abuela.
GRACIELA. Pero qué pelotudo que es este chiquilín.
ANA. ¿Mi abuela?
GRACIELA. Pero, pedazo de descerebrado, ¿quién te crees que sos vos para traer a esta señora
a mi casa?
ANA. ¿Mamá, ella es mi abuela?
GRACIELA. ¡No! ¡Claro que no! Ella es… es… ella no es tu abuela. Una abuela es una persona 40
cariñosa, te cuida cuando te enfermás, te hace los mejores regalos de cumpleaños, te cocina
tortas… esta señora es la madre de tu padre y nada más. Y ahora se va.
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JULIA. Sí, perdonen.
TADEO. Nadie se va a ir, ya está hecho.
ANA. Perdón, perdón, A ver un momento… Tadeo, ¿vos estás loco?
TADEO. Loco por vos.
GRACIELA. Que boludo.
ANA. Tadeo, ella no puede estar acá, yo no la puedo conocer así, no justo hoy ¿Qué hacés?
JULIA. Yo te dije que esto no era una buena idea, me voy.
TADEO. Vos te quedás, basta, ella se queda.
JULIA. No me podés obligar.
GRACIELA. ¡Pero qué basta ni que nada! Ella se va, esta es mi casa y ya mismo se va.
TADEO. Yo te lo prometí.
ANA. ¿Qué me prometiste?
TADEO. Te prometí que iba a reunir a tu familia.
ANA. Pero no esto, Tadeo, yo quería decir otra cosa, ella no era parte de la promesa.
GRACIELA. ¿Pero qué promesas se andan haciendo ustedes? ¿Qué les pasa? ¿No existo yo? ¿Me
morí y no me enteré?
JULIA. ¿No le dijeron?
GRACIELA. ¿Decirme qué? ¿Qué sabés vos que yo no sepa? ¿De qué habla esta señora? ¿De qué
reunión familiar habla este chiquilín?
TADEO. Voy a reunir a toda la familia.
GRACIELA. ¡Las pindongas! ¿Me entendés? ¡Las pindongas! Vos no vas a reunir a nadie porque
no hay familia que reunir, están todos muertos.
TADEO. La abuela está viva.
JULIA. No me digas abuela, nene.
GRACIELA. Yo no lo puedo creer. Hoy tiene que ser un día de paz, de amor, de tranquilidad…
TADEO. De familia.
GRACIELA. ¿¿Pero qué familia?? Es esta la familia. Sí. ¡Es Ana y yo! ¡No hay más familia!
TADEO. Yo soy familia.
GRACIELA. Haciendo esto no, haciendo esto te estás autoexcluyendo. Cuando salga la señora
salís vos atrás con una patada en el culo.
ANA. Basta mamá, lo hizo porque yo le pedí y él entendió mal.
GRACIELA. ¿Vos le pediste que trajera a esta?
ANA. Yo le pedí que reuniese a la familia.
GRACIELA. ¿Qué familia, Ana? Si vos sabés que… Pero, mi amor, si no hay familia que reunir,
están todos muertos, no te entiendo.
JULIA. ¿No le dijeron?
GRACIELA. ¿Decirme qué? ¿¿Decirme qué?? Mirá, ya te dije que te vayas y no quiero que sigas
hablando en mi casa. Vos no tenés derecho a estar acá. Esta familia hace mucho tiempo que no
es la tuya.
Julia. Tiene razón… tiene razón. Graciela, aunque te suene irónico, es bueno verte bien y nue-
vamente reunida con tu familia. Ahora, si me disculpan, me voy.
(Julia se dirige hacia la puerta.)
GRACIELA. ¿Nuevamente reunida con mi familia? ¡Lo que hay que escuchar!
(Julia no logra abrir la puerta.)
JULIA. ¿Me pueden abrir la puerta?
ANA. ¿Está cerrada?
GRACIELA. No recuerdo haber cerrado.
JULIA. Sí.
GRACIELA. Bueno, en realidad no me acuerdo ni siquiera haber entrado. ¿Dónde están mis
llaves?
(Ana va hasta la puerta y comprueba que está cerrada.)
ANA. ¿Por qué está cerrada la puerta?
TADEO. La cerré yo.
ANA. ¿Por?
TADEO. Porque no pueden salir, a partir de ahora nadie puede salir.
GRACIELA. ¿Vos agarraste mis llaves?
JULIA. No podés hacer esto.
ANA. ¿Qué te pasa, Tadeo?
TADEO. Mi amor, suegrita, abuela, sé que les pone incomodas, pero las cosas son así. Nadie
puede salir de acá, esa puerta no se puede abrir, la puerta está cerrada y estará cerrada hasta
que todo esto termine. Amor, vos pediste esto, vos querías esta reunión. Es mi regalo, pero
tengo condiciones, no puede ser a cualquier precio, hay que proteger a los demás, todo lo que
pase acá, tiene que quedar acá. ¿Está claro?
(Pausa.)
GRACIELA. Me volvés a decir suegrita y te cago a trompadas, y ahora dame las llaves de mi casa
hijo de remil putas porque te voy a mandar matar y la puta…
(Graciela se abalanza sobre Tadeo y le busca las llaves, Ana trata de pararla y Julia de separar a
todos.)
TADEO. ¡Soltame!
JOSÉ. Lo que vamos a ver ahora sucedió hace pocos meses.
6. Tiempo pasado
Tadeo y Julia
TADEO. No es novedad pero es bueno recordarlo. Cada uno de nosotros piensa, siente
y vive de manera diferente. Para el carpintero el mundo es un tronco, en donde todo es
encastrable, plausible de ser cortado, encolado y lijado. Su casa será siempre sinónimo de
un taller para él, y el aserrín, los clavos, pegamentos, sierras y serruchos, serán la música,
los colores y el lente a través del cual mirará el universo. De la misma manera, un médico
ve el mundo como una suerte de mecanismo natural compuesto por miles de piezas pro-
vistas por la naturaleza. Y sabe que tras la corteza del mundo, se esconden ínfimas maqui-
narias complejas de venas, arterias, células, músculos, vísceras y líquidos que engranan
y propulsan el motor del mundo. Así, de la misma manera, yo, un científico, un físico, un
investigador nato, joven y con la pasión a flor de piel por mi carrera y por mi vocación, veo
todo a través del filtro de la física. Donde todos ven un horrible choque de un auto escolar
con niños accidentados, yo veo inmediatamente líneas de fuerza oponiéndose, y núme-
ros de inercia y propulsión de átomos dándose unos contra otros, contra la resistencia de
esos cuerpitos y esos huesos jóvenes. Allí va el edificio que se cae, que se desploma bajo el
grito del público que observa y yo solo veo materiales de concreto, resistencias que ceden,
ingeniería articulada con materiales baratos para el ahorro de las economías de los países
emergentes, que se desploman por un fallo de cálculo. La vida y sus problemas son una
pasión para alguien como yo. Amo los problemas, porque amo aun más las soluciones. Nos
cuesta pensar como los demás, nos cuesta tomar distancia de nuestro propio sistema de
pensamiento. Pero yo hago un esfuerzo y me preocupo por la gente que quiero y trato de
ponerme en su lugar y trato de solucionar sus problemas. Porque NO todos somos iguales,
no todos tenemos las mismas capacidades. ¿Entendés? ¿¿Entendés??
JULIA. ¿Te encanta enfrentar los problemas? ¿Te encanta ahogarte en desafíos? Anda ¡Anda!
¡¡Anda!! (Lo empuja.) ¡Qué manía de arrastrar a todos por convicciones individuales! Estoy lejos
de todos ustedes, yo me alejé de ustedes y ustedes se alejaron de mí. No fui yo, no fuiste vos.
Pasó. ¿Quién sos vos me dijiste?
TADEO. Tadeo. 42
JULIA. ¿Y qué tenés que ver vos con la familia?
TADEO. Soy el novio de Ana.
43
JULIA. ¿El novio? ¿Ni siquiera estás casado? Ah, pero lo tuyo es tan arbitrario. ¿Para qué te
metés en este lío? ¡No te metas, che! Mirá que acá nadie entiende nada ¿Sabés? Hay una confu-
sión, siempre la hubo y el tiempo es cómplice y hace que las dudas se transformen en certezas.
Mirá, no me interesa volver. Se murieron las pocas personas de esa familia que a mi me inte-
resaban, para bien o para mal, se murieron. ¿Y qué voy a ir a hacer yo en esa casa? ¿A hablar
con una nieta que apenas me conoce? ¿Qué puedo aportar yo? ¿Soluciones? ¿Respuestas? ¿Vos
te creés que yo tengo respuestas? Estás equivocado, lo siento, no me gusta pincharte el globo
querido, pero no tenés ni idea. Yo no sé nada, no entiendo yo tampoco qué pasó, no entendí en
aquel momento y no lo entiendo ahora. Uno se peleó con el otro y el otro con el otro y la mierda
saltaba para todas partes y yo me fui antes que me tocara. Mi hijo, que en paz descanse, sufrió
mucho y se murió por lo mal que la pasaba. Enfermedad sí, enfermedad. ¡Lo enfermaron a mi
nene! Pasó por todo lo que pasó, dictadura, tortura, milicos, todo, todo lo pasó olímpico, pero
esta familia lo terminó matando. El tiempo y la familia son venenos mortales. Después te das
cuenta de que la tortura o un balazo son simples catalizadores de lo que lenta y agónicamente
te va a terminar pasando igual.
TADEO. No.
JULIA. Sí.
TADEO. ¡No!
JULIA. ¡Sí!
TADEO. ¡¡No!!
JULIA. ¡El dolor, nene! ¡¡El dolor!! Es insoportable. ¿Y vos querés que vuelva ahí? No queda
nadie, queda esa chiquilina, tu novia. ¿Mi nieta? No la conozco, no sé cómo es, no sé si puedo
ayudarla, no tengo ganas de averiguarlo. Y prefiero que mi duda se apague con el tiempo. Al
único que me interesaba ver era a mi hijo y cuando se murió, ya nada importó. Tuve dos hijos,
los dos se murieron. Una parte se murió con el primero, otra parte con el segundo, yo estoy
muerta y solo estoy esperando que me entierren con mis dudas y con lo poco que sé, que las
cosas son así, y punto.
TADEO. Hay muchas cosas que no sabemos, ¿sabe? Todos se llenan la boca hablando sobre lo
que se sabe y lo que no se sabe. Yo sé, me dice usted. ¿Sabe las veces que escuche decir a la
gente “yo sé” y no sabían nada? ¡Cómo nos olvidamos de los griegos! ¿Dónde quedó el “solo sé
que no sé nada”? El tiempo y el olvido, son cómplices del mismo negocio. Con el mayor de los
respetos, pero usted no sabe nada, abuela. ¿Le puedo decir abuela?
JULIA. No.
TADEO. Tiene que venir.
JULIA. ¿Qué querés de mí, pibe?
TADEO. Dice que no le interesan los problemas, que no le interesan las respuestas, pero no
deja de preguntar. Preguntar es desafiar. Si está dispuesta a preguntar cosas, tiene que estar
dispuesta a comprometerse con las respuestas. Cuántas preguntas, abuela. ¡Cuántas preguntas!
Y mire que yo sé cosas… yo sé que si usted quiere y confía en mí, yo puedo hacer que usted y
su hijo se vuelvan a ver. ¿Usted confía en mí?
JULIA. ¿Por qué hacés esto?
TADEO. Por amor.
JOSÉ. Ahora sí, volvemos al presente.
7. Tiempo presente
Tadeo, Graciela, Julia y Ana
GRACIELA. ¡Quiero las putas llaves!
(Ana llevando a la madre a un lado del cuarto y Tadeo llevando a Julia hacia otro lado.)
ANA. Mamá, estas muy agresiva. ¿Qué te pasa?
GRACIELA. ¿Y qué querés que haga, si este hijo de puta no me da mis llaves?
ANA. Mamá basta de putear, jamás te escuche decir tantas malas palabras, no te reconozco.
GRACIELA. La concha de la lora, sí, sí, tenés razón, pendeja, perdóname, chiquita. Ah, tengo un
fuego en el pecho. No sé qué me pasa.
ANA. Sentate. Tranquilizate, mamá.
(Ana le acerca una silla.)
GRACIELA. Sí.
ANA. ¿Mamá, te sentís bien?
GRACIELA. No. Me siento rara.
ANA. ¿Qué le está pasando?
TADEO. No sé.
ANA. ¿Será por el viaje?
TADEO. No sé.
(Tadeo agarra una libreta y chequea apuntes.)
GRACIELA. ¿Qué viaje?
ANA. Nada, mamá, no te preocupes.
JULIA. Se lo tienen que decir.
TADEO. Puede ser algún efecto secundario, es interesante.
GRACIELA. ¿De qué hablan, la puta madre? ¡Explíquenme porque voy a reventar! Si no me
dicen algo, los cago a piñazos ¡Ay, qué ganas que tengo de trompearlos!
ANA. Mamá, por favor, tranquilizate, si no, no te puedo contar.
GRACIELA. Ok, ok, ok, uf, ah, (Respira.) me tranquilizo. Ahora larguen la lengua.
ANA. ¿Tadeo, podés explicarle?
TADEO. ¿Eh? Sí, sí, claro. (Se acerca a Graciela.) Suegrita, escuchame.
GRACIELA. Escuchame vos pajero, me volvés a decir suegrita y te vas a comer un zoñapi de
competencia.
TADEO. Está bien, Graciela, perdón… Graciela, mirá, no tenemos tiempo para muchas explica-
ciones, vas a tener que creer en lo que te digo. ¿Vos te acordás que yo soy científico, no?
GRACIELA. ¡Uy, qué boludo! Sí, bueno. Dale, pibe, evita las vueltas, dale.
TADEO. Está bien, está bien. Bueno, hace un tiempo descubrí algo, algo muy importante. Es
una partícula. Una partícula que todo el mundo busca. Su descubrimiento implica el cambio de
muchos paradigmas de la ciencia. Implica conocer cosas que desconocíamos. Con mi descubri-
miento se puede cambiar, ya no el destino del mundo, sino del universo. ¿Entendés?
GRACIELA. ¿Vos te estás drogando? ¿Vos te crees que yo soy naba? Vos no podés descubrir
nada, si a vos te echaron de tu laburo por ladrón.
TADEO. No, no, no, no me echaron por ladrón. Me echaron porque son unos cagones, porque
son cobardes, y yo no soy cobarde, y si tuve que robar cosas, lo hice para descubrir lo que
descubrí.
GRACIELA. ¡Lo sabía! Ladrón, chorro, punga, amigo de lo ajeno.
TADEO. Graciela, por favor necesito que me escuche. Con mi descubrimiento, todo lo que cono-
cemos, como lo conocemos, va a cambiar.
ANA. Hacela corta, Tadeo, no podés explicarle toda la física universal, decíselo y chau.
GRACIELA. ¿Decirme qué, carajo?
TADEO. Construí una máquina del tiempo.
(Pausa. Graciela le da una cachetada a Tadeo.)
ANA. Mamá.
TADEO. ¿Qué hacés?
GRACIELA. Construí una máquina del tiempo.
TADEO. ¿Qué?
GRACIELA. ¿Querés viajar al pasado?
TADEO. Sí, pero que tiene que ver… 44
(Graciela le da una cachetada igual a la anterior.)
GRACIELA. ¿Querés viajar otra vez?
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ANA. Mamá, no le pegues más.
TADEO. Graciela, con la partícula que descubrí construí una máquina para viajar en el tiempo y
con ella traje a alguien del pasado, en realidad tengo planeado traer del pasado a todos los que
sean necesarios.
JULIA. Muéstrenle la máquina.
TADEO. Callate.
GRACIELA. ¿Qué máquina? ¿Qué máquina? ¿Tienen una máquina en mi casa?
ANA. Mostrale la máquina, Tadeo.
(Pausa.)
JULIA. Cuando yo la vi, me convencí, mostrásela.
GRACIELA. Mostrame la máquina si no querés que te muestre mis cinco dedos.
ANA. ¿Vos estuviste acá ya?
JULIA. Yo vine el otro día, él me invitó. Cuando la vi, me convencí y quise ayudar.
ANA. No entiendo, ¿qué tiene que ayudar ella?
TADEO. A ver, Ana, todo esto lo estoy haciendo por vos. No es fácil traerlos a todos de vuelta.
GRACIELA. ¿Todos? ¿Qué todos?
TADEO. No es lo mismo traer a alguien que murió hace un año que rastrear a alguien que murió
hace diez o veinte años. Necesito la mayor información posible, sobre fechas, nombres, todo.
GRACIELA. ¿Pero qué les pasa a todos? ¿Qué se creen que soy? ¿Qué me están diciendo?
JULIA. ¡Mostrale la máquina, nene!
TADEO. No.
GRACIELA. ¿Pero de qué máquina habla esta? Basta. ¿Cuántas veces tengo que preguntar las
cosas? ¿Qué hay en el cuarto? ¿Qué hicieron?
TADEO. Una máquina del tiempo, Graciela.
GRACIELA. ¡Pero qué máquina del tiempo ni qué máquina del tiempo! ¿Te crees que soy pelo-
tuda? Máquina del tiempo vas a tener cuando te dé una patada en el culo y viajes doscientos
años para adelante, pelotudo.
(Graciela va a abrir la puerta y Tadeo le corta el paso.)
TADEO. No pueden entrar a ese cuarto hasta que esto termine.
GRACIELA. ¿Me cerrás las puertas en mi propia casa?
TADEO. Es por el bien de todos.
ANA. ¿Hasta que no termine qué?
TADEO. Están viniendo, Ana, los estoy trayendo.
GRACIELA. Uy, llegó uno. (Le da una cachetada.) Ahí viene un primo del anterior.
(Graciela le va a dar otra cachetada a Tadeo y la mano se la agarra Ana, antes de que Graciela reac-
cione se escucha una explosión.)
GRACIELA. ¿Qué es eso?
JULIA. ¿Qué fue eso?
TADEO. Llegó uno.
ANA. ¿A quién estás trayendo?
TADEO. A todos, voy a traer a todos.
JOSÉ. Es importante en este momento volver un poquito al pasado, esto sucedió exactamente
diez años atrás.
8. Tiempo pasado
Julia y Graciela
9. Tiempo presente
Graciela, Julia, Ana, Tadeo y Antonio
(Antonio está parado en silencio, todos lo miran.)
ANA. ¿Abuelo?
(Antonio la mira, nadie dice nada, nadie se mueve.)
TADEO. El abuelo.
(Antonio mira a todos lados y no entiende, no reacciona.)
GRACIELA. Papá…
(Antonio mira hacia Graciela.)
ANTONIO. ¿Papá?
GRACIELA. ¿Antonio?
ANTONIO. ¿Por qué me decís papa vos? ¿Cómo llegue acá?
GRACIELA. ¿Es mi padre?
TADEO. Sí.
ANTONIO. ¿Ahora soy tu padre? ¿Qué carajo pasa acá? ¿Cómo hicieron para traerme acá? ¿Me
drogaron?
GRACIELA. ¿De dónde lo trajeron? No entiendo.
ANTONIO. ¿Cómo de dónde me trajeron? ¡De mi casa! ¿De dónde más? Estaba durmiendo yo.
¿Qué mierda les pasa a ustedes? ¿Y vos me decís papá ahora? Esta viene y me dice abuelo y vos
me decís papa, ¿y ahora me secuestran y me traen? ¿Pero qué mierda les pasa?
TADEO. Tranquilo, abuelo.
ANTONIO. ¿Y este quién es?
TADEO. Soy Tadeo, el novio de Ana.
ANTONIO. ¿El novio de Ana?
TADEO. Sí.
ANTONIO. ¿Y por qué mierda me decís abuelo?
ANA. Abuelo.
ANTONIO. ¡Pero me caigo y no me levanto!
ANA. Antonio.
ANTONIO. Nena ¿No fui claro el otro día?
ANA. No fue el otro día abuelo.
TADEO. Ana, tranquila.
GRACIELA. Yo no sé si quiero que él esté en mi casa.
ANA. Bueno, vos no querés a nadie en tu casa, no se puede echar a todos.
JULIA. Yo me quiero ir y no me dejan.
ANTONIO. ¿Y ésta quién es?
ANA. Julia, la mamá de papá.
ANTONIO. ¿La madre de Jorge?
Julia. Julia, soy Julia, si me conocés bien.
ANTONIO. ¿Yo te conozco? Yo no te vi en mi vida.
JULIA. ¡Ah, pero qué caradura!
TADEO. ¿Seguro que se conocen?
JULIA. ¡Claro!
GRACIELA. Se conocían, sí.
ANTONIO. ¿Me están llamando mentiroso?
TADEO. ¡Qué interesante!
ANTONIO. ¡Pero qué mierda! A ver, nena, ¿vos ideaste todo esto?
ANA. No, sí, bueno, de cierta forma.
ANTONIO. ¿No fui claro el otro día?
ANA. No fue el otro día.
ANTONIO. ¿Ah, no fue el otro día? Graciela, ¿cuándo nos vimos vos y yo? ¿No fue acaso el otro
día?
GRACIELA. No fue el otro día.
ANTONIO. ¿Y cuándo fue?
GRACIELA. (Dándose cuenta.) Hace diez años… fue hace diez años.
(Pausa.)
ANTONIO. ¿Me están jodiendo? ¿Qué quieren de mi ustedes?
ANA. ¿Entendés que fue hace diez años, abuelo?
ANTONIO. ¡Que no me digas abuelo!
GRACIELA. Sos su abuelo, ¿no?
ANTONIO. ¿Y vos me lo preguntás?
GRACIELA. No seas cruel, ella no tiene nada que ver.
ANA. ¿No tengo que ver con qué?
ANTONIO. ¡Basta, basta! De verdad, si ya estoy acá y están decididas a secuestrarme, tomémonos
unos minutos y ubiquémonos un poco. ¿Qué están haciendo? ¿¿¿Qué ESTÁN HACIENDO??? Me
sacan de mi casa, drogado o vaya a saber cómo, me traen a esta casa, me encierran, me dicen
papá, me dicen abuelo, me arman todo este teatrito, y eso que te dije que la vida no es teatro, te lo
dije, te lo dije, pero igual armás toda esta farsa, todo esta mentira de reunión familiar de pacotilla
y encima me tratan de loco diciéndome que lo que yo sé que fue hace unos días, ¡¡¡¡¡fue hace diez
años!!!!! Pero ¿qué les pasa? ¿Con qué se drogan? ¿Se están volviendo locos todos?
TADEO. Abuelo, yo sé…
(Antonio agarra por el cuello a Tadeo.)
ANTONIO. Volveme a decir abuelo y te corto las bolas.
ANA. Abuelo, soltalo.
(Toda la escena se confunde entre Antonio y Tadeo, que trata de zafarse, y Graciela y Ana que tratan
de ayudar.)
JOSÉ. Vamos a tener que volver al pasado otra vez para ver qué pasó hace más de diez años
atrás.