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“la mayoría de los hombres busca el placer con tal apresuramiento, que pasa
de largo por su lado”
(SOREN KIERKEGAARD)
El hombre como un ser persona y ser en el mundo, está inmerso en una sociedad
que se organizan por consenso en torno al establecimiento de unas costumbres,
lengua, ritos y otros elementos que confluyen en lo que se llama cultura, que en
palabras de Dora Fried “se forma en un ecosistema determinado, a partir de
procesos de producción y de adaptación desarrollados por el grupo, y del lenguaje
y del conjunto de creencias que articulan la tradición cultural”, dentro de ella está
el sujeto como componente esencial y dinamizador de los procesos que se
presentan en dicho contexto. Este no solo es la parte de un todo, él es el todo,
integralidad, y dentro de ella está la identidad como un fundamento de su
existencia en relación con los otros que le permite establecer las diferencias que
se presentan en todo su entorno y le permite discernir que la búsqueda de su
identidad como ser, unidad y relación no necesariamente implica que busque una
uniformidad sin razón ni causa; somos iguales pero diferentes, y estos es lo que
edifica la riqueza de toda cultura y sociedad y por ende al sujeto.
Vidas desperdiciadas por un sistema económico que lo que exige es una sociedad
del espectáculo donde el que más muestre una belleza sin la más mínima noción
de estética es el que más vale, y que en palabras de Vicente Verdú terminamos
convirtiéndonos en sobjetos, es decir, sujetos y objetos de lujo donde exhibimos y
se nos ostenta como cosa de una exagera demanda de la burguesía por aparentar
un porvenir de seres humanos que se decide en un sistema de extroversión que
es la cultura de consumo, de la conversación, de la conversión y la traducción;
de una época sin prestigio porque le fue arrebatado al ser humano la capacidad de
sentirse a gusto consigo mismo y con lo que verdaderamente se es.
La amnesia que hace que el sujeto se confunda entre la masa y borre de él todo
rastro de individualidad o lo que le es propio y que le hace diferente de los demás,
confusión que no permite discernir ni clarear acerca de lo que hace al hombre lo
que es y entrar en relación con esa circularidad necesaria de el si mismo, los
otros, el entorno o lo otro y la trascendencia que es lo que construyen identidad
en la persona. Un embrollo que en medio de la ceguera hace que el ser humano
pierda su identidad y la haga uno con la colectividad olvidando sus fundamentos y
actuando bajo la mirada uniforme de una comunidad que busca un supuesto bien
común asfixiando al sujeto en su particularidad y su ser individual.