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La visión que del anarquismo propugna la FAU se constituye en torno a una crítica de las
relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (políticas, económicas,
jurídicas, militares, educacionales, culturales, etc.), crítica que se redefine
permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto en que tiene lugar.
Al mismo tiempo, en su accionar práctico, el anarquismo se destacó especialmente como
parte de las luchas y realizaciones de un sector del movimiento obrero internacional. Fue
activo también en diversas luchas reivindicativas y revolucionarias. Ejemplo de esto son la
participación de militantes anarquistas en los movimientos revolucionarios del siglo
pasado en Europa, su presencia protagónica en la creación del movimiento sindical en el
Río de la Plata y otros países de América Latina y EE.UU., en las luchas por las 8 horas,
en las construcciones revolucionarias en España en los años de la Guerra Civil, en su
participación en la resistencia anti-nazi en países de Europa occidental.
El anarquismo históricamente ha tenido fuerte presencia en actividades sindicales,
estudiantiles y populares.
Y también el anarquismo ha sido propuesta; hoy retomada por distintos grupos y sectores
que se vinculan a la defensa de la naturaleza, el anti militarismo, la defensa del
protagonismo de la mujer, los derechos de las minorías, etc.
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capitalismo para resolver esta crisis sin tener en cuenta los intereses de las grandes
mayorías. Resolver las crisis cediendo algo a los explotados y dominados, cuando estos
cuentan con la suficiente fuerza como para hacer valer sus reclamos, o contra los
explotados y dominados, cuando estos prácticamente carecen de fuerza nos parece es la
historia del capitalismo. En ese sentido, más que la historia de un sistema cerrado, fruto de
la disquisiciones de los economistas burgueses o de una dinámica exclusiva, el capitalismo
es también lo que los explotados y oprimidos le hemos permitido que fuera. Es por ello
que contra las leyes del fatalismo y el determinismo histórico, los anarquistas
reivindicamos el sentido de la voluntad, de la acción, de la conciencia individual y
colectiva de los oprimidos.
El derrumbe de la ex URSS y el bloque que ella dirigía constituyó el final de la política
internacional surgida de la Segunda Guerra Mundial.
Al mismo tiempo que se refuerza el rol político de los Estados Unidos, este se debe
enfrentar a una situación social y económica que cada vez más cuestiona su hegemonía.
Otros centros de desarrollo y expansión capitalistas, especialmente en Asia con Japón y en
Europa con el proyecto de lo que se convertiría en la Europa unificada a través del
Mercado Común y su proyecto político, enfrentan en distintos momentos la hegemonía
económica y financiera de los EE.UU. Un EE.UU. que ha logrado, no obstante, su
recuperación económica después de haber tenido un periodo algo crítico.
El carácter estrechamente interdependiente del sistema internacional refuerza la expresión
de los conflictos locales y la globalidad de la crisis y los enfrentamientos entre distintos
grupos burgueses y entre las clases dominantes y los oprimidos y explotados.
Así por ejemplo se visualiza una reformulación del sistema monetario y financiero
internacional donde nuevos actores económicos y financieros se enfrentan a los hasta
ahora dominantes. Por momentos el debilitamiento del dólar, su cuestionamiento como
casi exclusiva moneda de reserva y el reforzamiento del marco alemán y el yen japonés
sirven como demostración de esa dinámica de enfrentamiento y apoyo en la que se basa el
accionar del capitalismo internacional. Acompaña a esto un rol de primer orden de un
capital financiero volátil que es causante de estabilidad o desestabilidad de países y zonas
enteras de un momento para otro.
Todo esto se concreta en una situación de crisis cuyas expresiones más evidentes son la
recesión, el endeudamiento de los países “en vía de desarrollo”, los efectos “tequila”, el
desempleo, aumento general de la miseria, y en las zonas más empobrecidas del planeta
hambruna crónicas y catástrofes sociales expresadas en guerras locales. No menos graves
son el aumento del ultra nacionalismo y los racismo, respuestas perversas para una
situación de inseguridad y temor .
Básicamente, se observa un reforzamiento y tecnificación de los instrumentos de represión
y control que apuntan ahora hacia lo que llaman “conflictos de baja intensidad”, una
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Dejando de lado complicaciones menores, la Guerra Fría sirvió tanto a los Estados Unidos
como a la URSS para reafirmar su hegemonía en sus respectivas zonas de influencias, y en
el plano interno, para perpetuar un sistema de privilegio y coerción. En ambos casos, la
amenaza de un enemigo externo resultó útil para obtener el apoyo emocional de la
población a una política que no resistía el análisis racional. Ahora uno de los jugadores ha
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Dicha política, en lo social, ha hecho crecer aún más la desocupación y la miseria a nivel
de los desposeídos. Las situaciones extremas generadas han dado lugar a estallidos
populares o al aumento de un intenso descontento.
Parece que para el sistema, viejo gatopardo, ha llegado el momento de cierto recambio
para asegurar que todo continúe como siempre. Muchos teóricos del sistema, también
muchos técnicos de organismos internacionales ya lo reclaman: “Un neoliberalismo de
cara más humana”, piden una mayor atención de la esfera social, de la pobreza en
aumento, ya sea a través del Estado o preferentemente de instituciones tipo ONG.
EL SISTEMA CAPITALISTA
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Por ser este el Continente donde se desenvuelve nuestra acción nos requiere especial
atención. Trataremos de trazar algunos rasgos fundamentales de su situación en este
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momento.
América Latina mantiene su carácter de Continente “subdesarrollado” y ha aumentado su
relación de dependencia con los centros imperiales. En lo económico las estructuras de
dependencia son variadas. En algunos se observa mayor influencia de países como
Alemania y Japón, o Mercado Común Europeo. Igualmente la de empresas europeas
vinculadas a las de EE.UU.. En otros países la hegemonía norteamericana es totalmente
dominante. A nivel político el dominio estadounidense es más parejo.
En los propios bloques regionales, entre países dependientes, Mercosur por ejemplo, se da
entre ellos determinadas relaciones de dependencia.
La mayoría, por no decir todos, de nuestros países latinoamericanos poseen rasgos muy
propios: historia, composición de clase, cultura. Estos rasgos especiales resultan de
fundamental importancia a tener en cuenta a los efectos del trabajo operativo.
Por otra parte ciertas características comunes a la región latinoamericana involucran a los
países del área en procesos aproximadamente similares. Encontramos así, rasgos comunes
que afectan sus posibilidades de cambio.
En tal sentido debemos señalar elementos como:
1) La presencia político-económica del Imperialismo norteamericano, políticas europeas
para el área, empresas multinacionales, políticas económicas a favor de los países
desarrollados.
2) La injerencia decisiva de organismos internacionales y continentales de instrumentación
y coordinación de las fuerzas burguesas en su nueva forma de transnacionales: F.M.I.,
Banco Mundial, OEA, Asociación Latinoamericana de Integración, Mercado del Norte, el
Mercosur, la Junta Interamericana de Defensa, Conferencia de Ejércitos Americanos.
3) La subordinación, cada vez más, de los países del área, en la división internacional del
trabajo capitalista; o también con funciones económicas en relación con los planes
globales del imperio. Tratando de controlar los procesos de regionalización. Una
regionalización que ha avanzado en estos últimos años: Mercado del Norte (Méjico) y
Mercosur.
En este marco hay que señalar que el perfil de América Latina ofrece importantes
variantes con respecto a periodos anteriores. Hay nuevos componentes y faltan otros.
La forma de régimen dictatorial generalizado, propiciada en décadas anteriores por fuerzas
imperiales, es en este momento lo excepcional. No constituye la estrategia general del
imperialismo para este momento. Por el contrario se tiende al achique de los “ejércitos
nacionales” y que su destino prioritario sea una adecuada preparación para una eventual
represión interna.
Son casi inexistentes los movimientos políticos civiles de signo nacionalista y algo
antimperialista. Los populismos son una lejana referencia histórica.
Las estrategias surgidas en el seno de las fuerzas imperiales son hoy de mayor eficacia.
Ha cambiado la ideología justificativa del imperio para sus intervenciones en estos países.
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quedó con incidencia decisiva en el Ejercito y con mucho peso en el movimiento popular.
Después de salir electoralmente exitoso en la consulta realizada en 1984, perdió la
siguiente elección, y en la últimas el triunfo correspondió a la derecha.
Por su lado el FMLN de El Salvador, de 12 años de enfrentamiento armado que arrojan un
saldo de 80 mil muertos, en el marco de negociaciones fue concretando un abandono de su
lucha armada y la entrega de sus armas. A cambio a exigido modificaciones que pretenden
aseguren un funcionamiento democrático burgués con sus clásicas libertades y derechos y
ciertas mejoras para la población. En tal funcionamiento el FMLN planteó inicialmente
que pretendía quedar con decisiva participación en el aparato policial. En lo político, en
adelante, su accionar ha sido en el plano legal. Se ha constituido ya en fuerza electoral.
Por su lado la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) firmó en 1996 un
acuerdo de paz. Esto ocurre después de 36 años de lucha armada en Guatemala. Una lucha
que cuenta con unos 100 mil muertos y 40 mil “desaparecidos”.
La guerrilla de Guatemala es la última que en un corto periodo llega a un “acuerdo de
paz” y se inserta a la vida social ordinaria del sistema. Anteriormente lo fueron: Nicaragua
y El Salvador.
Antes de cerrar este capítulo de movimientos de lucha armada haremos el comentario
sobre el zapatismo que habíamos anunciado.
El EZLN no ha planteado que lucha por la toma del poder. Más bien ha dicho que busca
caminos más colectivos, más participativos. Se plantea un análisis crítico de las prácticas
de lucha armada del periodo anterior. Tiene muy presente desviaciones de poder,
jerarquizaciones y militarismo en el seno de experiencias guerrilleras.
Veamos que es lo que dice Marcos al respecto: “Nosotros apostamos a una premisa
fundamental: no a la toma del poder, no a los cargos gubernamentales, no a los puestos de
elección popular, y vamos a ver que tipo de políticos produce una organización de esta
naturaleza… lo que necesitamos es abrir un espacio de lucha política, donde la ciudadanía,
o la mayoría de la gente, pueda tener participación política y opinar y decidir… pensamos
que lo que está fallando es una forma de hacer política, que hay que encontrar una nueva…
Nosotros pensamos que ésa es una solución más estable y que goza de una mayor riqueza
histórica que el golpe de Estado, que una revolución relampagueante o larga, como se
quiera… lo que nosotros no queremos es que al final hagamos las cuentas y digamos
“bueno, pues ya luchamos tantos años y estamos igual aunque cambiamos, tumbamos al
gobierno y pusimos otro y pasamos tantos años y volvimos a quedar igual…
Este enfoque deja un debate abierto. Nos dice que hay muchas experiencias negativas de la
lucha armada que deben ser sometidas a reflexión.
Tenemos por otro lado que el antimperialismo de la izquierda se destiñe y muchas de sus
clásicas banderas empiezan a ser tomadas por movimientos de derecha: civiles y militares,
tal el caso de Venezuela y Argentina.
Puede decirse que nuestros países se encuentran en peores condiciones que años atrás. Su
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deuda externa, que en muchos lugares creciera brutalmente en los periodos de dictadura,
es enorme y asfixiante. La voracidad neoliberal con las transnacionales a la cabeza han
arrasado. La población pobre ha visto crecer su miseria. La marginación crece en todo el
Continente. Las sociedades latinoamericanas cada vez más se organizan comprendiendo
menos gente, la mitad y hasta 2 tercios de la población queda marginada.
Esta situación, pese a propuestas de modificaciones en el modelo del imperio, en
perspectiva inmediata no parece ofrecer variantes de alguna relevancia. Pese a ello, en
general, los movimientos de transformación revolucionaria, están en descenso. Una vez
más queda demostrada la invalidez de la teoría “tanto peor tanto mejor”. La marginación y
la miseria de la población no creará por sí misma ninguna situación de ruptura. La miseria
y la crisis son variables independientes que no siempre se vinculan en lo político, salvo
cuando logran expresiones movilizadoras concretas.
Pero, hay que recalcar, no se detecta una acabada ideología de desesperanza y
conformismo. Con características distintas a periodos anteriores, por momentos con cierta
confusión, las poblaciones han seguido luchando. Por aquí y por allá surgen
movilizaciones y estallidos populares. Luchas por reivindicaciones inmediatas, en defensa
de Derechos Humanos y libertades, por una mejor calidad de vida, por vivienda, por tierra,
contra represiones, por justicia.
Algunas de estas luchas han sido de particular relevancia: Hace poco el caracazo, la toma
de supermercados, la ocupación de tierras, la movilización popular que determinó la caída
de Collor en Brasil, por ejemplo. Hoy el avance de ocupaciones de ese importante y fuerte
movimiento de los Sin Tierra en Brasil; las luchas en las provincias argentinas. Las
huelgas generales en varios países.
Hay en nuestra América Latina una larga historia de resistencia de nuestras poblaciones
que contiene mucha riqueza. El imaginario social de nuestros pueblos tiene muchos y
hermosos referentes. Por ello en la medida que se organice una ideología de justicia y se
exprese políticamente, está tremenda situación de miseria, de falta de todo, que hoy se
vive puede llegar a ser explosiva. Es más que posible que revista modalidades de acción
diferentes a las del periodo anterior. De ahí la necesidad de estar atentos y abiertos a los
nuevos problemas y respuestas que están surgiendo.
En base a los nuevos problemas emergentes, en función de las realidades presentes,
debemos ir elaborando la estrategia militante que nos permita abordar este nuevo período
histórico.
La explotación del trabajo humano como rasgo del capitalismo es una realidad que el
movimiento obrero internacional viene denunciando desde hace más de un siglo. En los
últimos años otros sectores sociales han comenzado a hacer conciencia de que junto con
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aquel, la depredación de la naturaleza del ser humano y su habitat es otro rasgo del
sistema.
“La producción capitalista implica una creciente contaminación; pone en peligro la
existencia de muchas especies animales y la del hombre mismo, cercado por sobrecargo de
ruidos, por montañas de basura, aguas sucias, humos tóxicos, lavaderos de minerales,
centrales termoeléctricas y nucleares, deshechos de producción químicos y toda una serie
de materias nocivas excretadas por las empresas capitalistas. Si el hombre de nuestra
época no se compromete en la lucha por mejorar sus condiciones de vida, la lucha
ecológica puede ser mas devastadora aún que la crisis económica o que la guerra. Un
modelo de desarrollo económico camina hacia a su auto-destrucción, a menos que sea
instalada una sociedad libertaria donde prevalezca el interés general sobre el egoísmo
personal. Sobre esta base es que planteamos que en el marco de este sistema capitalista no
hay solución para la crisis ecológica”.
Pero no sólo ha sido privativo del capitalismo, una especie de cultura de “chimeneas
humeantes” ha formado parte del pensamiento de un buen sector de la izquierda,
especialmente aquella que veía en el modelo de desarrollo ruso el ejemplo a seguir. La
situación en que la naturaleza, como patrimonio colectivo de la humanidad, se halla en la
ex-URSS y las repúblicas que de ella formaban parte, es simplemente catastrofal.
Hoy nuestra organización reivindica la tradición histórica de nuestro movimiento que
jamás concibió al ser humano como un “animal económico” y que a través de los tiempos
aspiró a condiciones de vida, a una calidad de vida más integrales y armónicas y a un
mayor respeto por nuestro medio natural.
Consideramos que es errónea la concepción de algunas corrientes del movimiento
ecologista que pone el énfasis únicamente en la práctica individual; ya que el problema del
medio ambiente es algo más que “responsabilidad de todos”.
Un medio ambiente contaminado es consecuencia lógica de éste sistema enfermo y el
grado de depredación ecológica no se revierte solamente con lo que podemos aportar
individualmente. Nuestra obligación, nuestro compromiso es organizarnos para presionar
por todos los medios, en pos de un cambio global.
Tampoco nos vamos al otro extremo, de considerar que la práctica individual aporta
estrictamente en el plano moral. Por el contrario reivindicamos una conducta
ecológicamente responsable, como forma de ir construyendo toda una serie de hábitos, que
no es razonable impulsarlos recién cuando se consiga un cambio de fondo, y que en un
plano mas reducido (regional, zonal, barrial) y en múltiples aspectos, tiene afectos
prácticos concretos.
Así planteada, en el aspecto colectivo e individual, la lucha por el medio ambiente, es una
lucha contra el sistema.
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NUESTRO PROYECTO.
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albores del mundo burgués. Para nosotros a lo sumo, lo natural e instintivo es la necesidad
vital de la libertad como condición para el desenvolvimiento de las facultades humanas.
Así, la libertad propia se amplia en la ajena, satisfaciendo una de las más elementales
necesidades humanas, vivir en sociedad.
En este sentido la realización de la libertad solo puede darse en actos, lo cual la convierte
en un hecho histórico y social al que los pensadores clásicos del anarquismo gustaban
designar como la “mentalidad de la libertad”.
Por ello no reducimos la libertad sólo a las libertades políticas formales, sino que la
entendemos y sentimos como el conjunto de condiciones y relaciones sociales que brindan
la posibilidad de un trabajo creador y el ejercicio consciente y responsable de la voluntad.
Una libertad que para ser tal debe recorrer, debe circular, por todo el tejido social.
En el planteo anarquista, la libertad, se hace real y cobra sentido si está apoyada en la mas
completa igualdad de posibilidades en los todos los terrenos del quehacer social. Por eso el
anarquismo es inseparable del socialismo y es por eso que postula que el hombre solo
puede ser libre cuando se le garantiza el acceso a riquezas y a la satisfacción plena de sus
múltiples necesidades vitales. La igualdad debe, entonces, verificarse en el trabajo, en la
salud, en el esparcimiento, en la vivienda, en la alimentación, en la vestimenta, o en
general, en la satisfacción de todas sus necesidades intelectuales y de conocimiento. Y el
anarquismo plantea que el goce pleno de los bienes creados por el trabajo social, sólo es
posible a través de la completa superación de todas las formas de dominación y
explotación del hombre por el hombre.
Pero nuestra concepción de la igualdad no significa adherirnos a una concepción del
igualitarismo cargada de aspectos totalitarios. La igualdad de posibilidades implica
también la posibilidad de elección, es decir, en ese plano, el respeto por la libertad
individual.
En nuestra concepción del anarquismo, la libertad como acto, concebida como realización
colectiva se concreta en la ampliación, desarrollo y concreción de la libertad individual.
No como un límite, sino como un acicate a la posibilidad de crear, que le confiere a la
libertad individual una dimensión más amplia: la creación colectiva como corolario
necesario del esfuerzo individual. El apoyo mutuo, la solidaridad y la colaboración
responsable, que tienen a la creación colectiva como meta, constituyen el elemento básico
de la convivencia libertaria, ubicándose así como condición indispensable del proyecto de
creación y como la única superación genuina del espíritu de competencia y del éxito
individual que anima las distintas formas de convivencia autoritaria.
LA SOCIALIZACION
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EL PODER POLITICO
El elemento distintivo clave del proyecto de sociedad libertaria, que merece una
consideración separada y especial, es nuestra concepción acerca del poder político.
En ese sentido, nuestra Organización reconoce que las propuestas más o menos
tradicionales del anarquismo clásico se han mostrado insuficientes cuando no erróneas.
Reconocemos por lo tanto la necesidad de ir elaborando pacientemente respuestas más
acabadas a esta problemática clave.
Para esta elaboración reivindicamos algunas premisas.
Nuestra propuesta política fundamental consiste en la destrucción del Estado en tanto
especial ámbito institucional de dominación política y en la supresión de las formas
gubernamentales que constituyan un poder separado del conjunto de la población.
Ahora bien, cuando hablábamos de reapropiación por parte de la sociedad, del conjunto de
las mujeres y los hombres, de la posibilidad de ejercer las funciones detentadas por las
clases o grupos dominantes, nos estamos refiriendo en lo medular, precisamente, a la
desaparición del estado y junto con él toda la cultura de poder que lo sustenta y reproduce.
Hay que plantearse la reflexión del Estado desde dos planos: como terminal de un
conjunto de diversas relaciones y como reproductor de ellas.
Para la FAU reintegrar a la sociedad el poder político es substituir al estado y al gobierno
en sus funciones tutelares y habitualmente represivas. Es socializar los mecanismos de
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LA AUTOGESTION
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exclusivos de tal o cual situación. Por ello seguimos creyendo que tienen validez los
tradicionales planteo anarquistas de colectivismo, que cuentan con una relativa experiencia
y pueden mostrar ciertos ejemplos históricos.
Democracia directa, autogestión y federalismo son entonces los tres pilares fundamentales,
complementariamente relacionados, del poder popular, del poder político en su sentido
libertario, antigubernamental y antiestatista.
NUESTRO INTERNACIONALISMO.
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LA METODOLOGIA LIBERTARIA
En nuestra práctica revolucionaria cotidiana los anarquistas no sólo nos distinguimos por
una estrategia singular de poder sino por un estilo militante que implica una particular
forma de hacer política. Esto es natural y lógico en la medida que nuestro quehacer
militante se subordina y se relaciona coherentemente, además de hacerlo con nuestra
estrategia de poder popular, con nuestra crítica de la sociedad y con nuestro específico
proyecto de transformación libertaria. Esta metodología de trabajo revolucionario está
constituida por un conjunto de elementos indisociables que pautan la coherencia y la
unidad de pensamiento y acción.
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lo personal solo puede desarrollarse plenamente en lo social, por eso somos socialistas.
Porque confiamos más en la propia responsabilidad que en la autoridad, más en la
discusión que en la imposición, más en el acuerdo que en la sumisión, por eso nos
llamamos libertarios. Pero el sentido de nuestra acción política nos lo da el
convencimiento que a lo largo y ancho de nuestro país, de nuestro continente, de nuestro
mundo, esos valores no son privativos de los anarquistas. Por el contrario, dándole otro
nombre u otra denominación, en todos lados, hay multitud de hombres y mujeres para
quienes igualdad, justicia, protagonismo, responsabilidad y libertad, son una vocación, una
invitación a ser mejores y al decir de Miguel Bakunin “ir superando nuestra propia
animalidad”
En resumen, uno de los puntos medulares de la práctica política de la FAU quiere ser la
correspondencia, con el mayor alcance históricamente posible, con aquellos principios
fundamentales.
EL PODER DE VIGILAR
LA CARCEL COMO EXPRESIÓN DE UN PODER DE CLASE
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sea el comentario central, como para que sea la preocupación básica, como para que tenga
los minutos de televisión, los metros cuadrados de páginas rojas de los diarios, como para
que en eso se ocupen los políticos, centren sus mensajes los comunicadores sociales.
Obviamente hay otra cosa, hablar de política criminal es hablar de unos de los capítulos
claves de poder”.
La sociedad europea, que había sustituido la Religión por el Estado, ofrecía un primer
ejemplo de una civilización de la vigilancia. “El siglo XIX fundó así la edad del
Panoptismo”.
Es que esto implica “una óptica, órganos de vigilancia generalizado y constante. Todo
debe ser observado, visto, transmitido: organización de la policía, institucionalización de
un sistema de archivo (con fichas individuales)”.
El sistema carcelario tiene un funcionamiento que difiere grandemente con sus
enunciados. “La institución penal, con la prisión en su centro, fabrica una categoría de
individuos que constituyen con ella un círculo: la prisión no corrige, atrae incesantemente
a los mismos, produce poco a poco una población marginalizada que es utilizada para
presionar sobre las “irregularidades” . “ilegalismos” que no se deben tolerar”. De esta
manera canaliza “las infracciones de los delincuentes hacia las poblaciones que se quieren
vigilar especialmente (“siempre es más fácil robar a un pobre que a un rico”). En este
plano de la estructura de dominación del criminal no solo tienen necesidad de policía,
jurados, tribunales, sicólogos, sociólogos, también la prensa y la opinión pública. El será
blanco de todos los odios, polarizará las pasiones; para él se pedirá la pena y el olvido”.
En los efectos del sistema carcelario es donde tenemos fundamentales relaciones de poder
de clase. “El objetivo de la prisión-correccción, de la cárcel como medio para reformar al
individuo, no se ha conseguido; se ha producido más bien el efecto inverso y la cárcel ha
servido sobre todo para intensificar los comportamientos delictivos. Ahora bien, cuando el
efecto no coincide con la finalidad se plantean distintas posibilidades: o bien se utilizan
esos efectos para algo que no estaba previsto con anterioridad pero que puede
perfectamente tener un sentido y una utilidad. Eso es lo que podríamos denominar el uso…
a partir de esos usos en cierta medida imprevistos, nuevos, y pese a todo buscados hasta
cierto punto, se pueden erigir nuevas conductas racionales que sin entrar en el programa
inicial responden también a sus objetivos, usos en los que pueden encontrar acomodo las
relaciones existentes entre los diferentes grupos sociales… usos racionalizados, organizados
en función de nuevos fines”.
El sistema capitalista ha organizado los “ilegalismos” de tal forma que aseguran y
reproducen su dominación. “Los ilegalismos se han reestructurado con el desarrollo de la
sociedad capitalista. Se ha separado el ilegalismo de los bienes del de los derechos.
Separación que cubre una oposición de clases, ya que, de una parte, el ilegalismo más
accesible a las clases populares habrá de ser el de los bienes: transferencia violenta de las
propiedades; y, de otra, la burguesía se reservará el ilegalismo de los derechos: la
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LA PRACTICA POLITICA
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fuerzas en pugna, las líneas fundamentales de agitación en cada etapa y, por lo tanto, los
centros fundamentales de accionar de nuestra organización.
Por último, y aún cuando a esta altura seguramente es redundante señalarlo, la importancia
de la práctica política estriba en que ésta, unida a las razones tácitamente aportadas hasta
ahora, es el elemento que corona, justifica y define a nuestra organización en tanto tal.
LAS ALIANZAS
La FAU pretende ser una expresión política de los intereses de las clases dominadas:
explotadas y oprimidas, y se ubica al servicio de las mismas, aspira a ser un motor de las
luchas sociales.
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Un motor que ni las sustituye ni las representa. Que sí, pretende dinamizarlas y
organizarlas, contribuir a superar su mero aspecto espontáneo, trascender los vaivenes de
la coyuntura y asegurarle continuidad a las rebeldías, las luchas cotidianas, las
expectativas y aspiraciones, etc.
Para nosotros, la Organización política es también el ámbito donde se va acumulando la
experiencia de la lucha popular, tanto a nivel nacional como internacional. Una instancia
que impide que se diluya el saber que los explotados y oprimidos van adquiriendo a través
del tiempo.
La Organización Política actúa también como el escenario de producción de los análisis
coyunturales y de las orientaciones fundamentales pertinentes. Por ello, es la Organización
Política, la instancia adecuada para asumir los distintos y complejos niveles de actividad
que puede exigir la labor revolucionaria, la única instancia capaz de asegurar el conjunto
de recursos técnicos, materiales, políticos, teóricos, etc. que son condición indispensable
de una estrategia de ruptura.
Partiendo en todo momento de la base de lo que el ser humano es, sus grandezas y
miserias, sus debilidades y heroísmos, aspiramos a que la Organización propicie el
surgimiento de valores éticos, de relaciones personales que sean portadores de nuestros
ideales. La organización debe llegar a ser una escuela ética, de acuerdo con los valores que
propugnamos. Es imposible vivir sin contradicciones, sin errores, sin dudas en el seno de
esta sociedad capitalista ya que sus valores son antagónicos, opuestos a los que queremos
privilegiar y ellos están mas internalizados de lo que suponemos. Pero hay situaciones
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gruesas en las que no se puede caer. Por ejemplo, es incompatible con una ética libertaria,
vivir de la mano de obra asalariada de otros, o vivir en el lujo del consumismo si sus hijos,
pareja, compañeros de idea, amigos o viejos a cargo padecen la miseria. Tampoco es
compatible que un militante social, en su condición de tal, obtenga privilegios por encima
de sus iguales. Por ejemplo, no concebimos a un militante gremial, que, abusando de su
licencia gremial, conquista de sus compañeros, se transforme en un rentado con licencia de
por vida. No concebimos a un militante que garronee en el trabajo a sus compañeros, o un
estudiante que vaya al liceo exclusivamente a militar, porque estudiar también es un
trabajo.
Debemos asegurar que prevalezca un clima interno que asegure libertad y respeto para
opinar, discutir, plantear problemas, reflexionar y resolver, iguales entre iguales, sin
jerarquías institucionalizadas, sin privilegios, sin líneas de obediencia a voces de mando.
Entre nosotros, fraternidad y solidaridad no pueden ser palabra vana, deben ser un
esfuerzo y una conducta. Y también deben ser el resultado del trabajo de todos. La FAU
no es una Organización acabada, es más bien un proyecto. En este sentido, también un
proyecto de vida que concita la voluntad de hombres y mujeres de nuestro pueblo
dispuestos a encontrar formas de una mejor y más humana convivencia. Depende de todos
y de cada uno. Nuestro sentido de la libertad sólo es posible con el esfuerzo de nuestra
responsabilidad.
Una forja constante, que no se decreta de una vez y para siempre, sino que se procesa en el
esfuerzo revolucionario constante.
Pretendemos luchar por una utopía realizable. Una utopía que es una forma distinta de
organización social y de convivencia entre los seres humanos.
Se trata de una forma de organización social aún no experimentada. En ese sentido nos
planteamos lo imposible, para hacerlo realidad. Así concebido, lo imposible es lo que
demora un poco más, exige más esfuerzo, tenacidad, imaginación y responsabilidad.
Hay dos exigencias básicas revolución y período de transición.
La transición es un tema que los socialistas revolucionarios del siglo XIX no pudieron
enfrentar por limitaciones históricas. En nuestro siglo la defensa del socialismo real o
diversos modelos leninistas, condicionado por circunstancias de sobrevivencia, limitó,
salvo honrosas y escasas excepciones, el análisis a un nivel panfletario o sumamente
simplista, hoy ante los nuevos hechos históricos hay un retorno al punto de partida para
estas corrientes.
En nuestro movimiento es inexistente la literatura acerca de esta temática. Es más parece
ser un tema que ha sido constantemente soslayado. Si acaso, aparecen, por aquí y por allá,
menciones aisladas y parciales que se corresponden con este problema. Pero un
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tratamiento sistemático de este tema tan trascendente no ha sido realizado. Ni siquiera está
planteado como problema.
Y sin embargo es un tema relevante que tiene efectos sobre el conjunto del trabajo
revolucionario a realizar antes y después de la destructuración del orden capitalista. De
acuerdo a como se interprete esta temática se harán determinados encares y se establecerán
determinadas prioridades.
Hemos designado período de transición a aquel que se sucede a un evento revolucionario y
da comienzo a una nueva forma de organización social. Para nuestro caso específico este
comienzo es orientado hacia una sociedad comunista libertaria.
Ante que nada conviene establecer una premisa que alumbra todo este planteo. La
sociedad socialista y libertaria no puede surgir por “evolución” del seno de la sociedad
capitalista. Este sistema no hace lugar a modificaciones en tal dirección. Combate
firmemente todo intento de modificación de sus estructuras fundamentales. Es enemigo
declarado de este cambio. Un nuevo orden social, correspondiente a otro sistema, derivará
de una ruptura. En el proceso previo los elementos relevantes para esa ruptura serán
fieramente atacados por el sistema que trabaja siempre para su reproducción. Componente
que afecta esa reproducción fundamental será violentamente atacado. Violencia que puede
expresarse en distintos niveles: político, ideológico, económico, social.
De todas maneras, es necesario destacar, que hay un conjunto de actividades que pueden y
deben ser realizadas en el seno de las sociedades capitalistas. Actividades sociales y
políticas que permiten un ejercicio de participación y resolución de problemas a la
población. Ellas generan, al mismo tiempo, nociones y experiencias que hacen al
crecimiento de la conciencia y a la confianza en las propias fuerzas.
Mayores serán las posibilidades de formas de organización hacia lo libertario cuanto más
se haya desarrollado la participación popular en la etapa previa a la revolución.
Antes de abordar directamente el tema transición nos parece necesario sentar otra premisa
para evitar equívocos.
La desestructuración de un sistema abre nuevas posibilidades, surgen combinaciones
nuevas que no estaban en el orden anterior. De ahí que no pueden verse los límites con una
mirada preñada del horizonte que hoy tenemos frente a nuestros ojos. Han de surgir
posibilidades que no podían ser imaginadas en la situación anterior. No sería correcto
entonces ver solo los referentes anteriores sin incorporar el “salto” que habilita la ruptura
para iniciar un proceso hacia lo libertario. De todas maneras el “salto” no produce
posibilidades ilimitadas, posibilidades mágicas. Las posibilidades de un determinado
ordenamiento social después de la revolución guardará cierta relación con la realidad que
le precedió.
No cambiará radicalmente toda una cultura de corte autoritario, individualista, de poca
participación, de sumisión al arriba. Una milenaria cultura que ha echado raíces. Citando a
Bakunin podemos decir que “el ser humano está determinado por las innumerables
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relaciones políticas, religiosas y sociales, por los hábitos, las costumbres, por todo un
mundo de prejuicios o pensamientos elaborados en el correr de los siglos.” Se trata en
suma de educar para la libertad, de elevar a la conciencia de su propia fuerza y de su
capacidad a hombres y mujeres habituados a la obediencia y a la pasividad” tal cual decía
Malatesta.
No debemos olvidar nunca que la transición es un período sumamente conflictivo, en el
que sus protagonistas se encuentran bajo la presión de situaciones limites, de conflicto
entre el deber ser y lo que es, debiendo tomar decisiones que, lamentablemente no se
sienten como correctas en forma pura o cierta, situacion que hay que asumir o renunciar a
participar en la historia. Tampoco debemos olvidarnos que en la historia son innumerables
las transiciones que devienen en situaciones permanentes, mas allá de la voluntad de sus
actores. A as causas interiores señaladas hay que agregar las exteriores, sean desde el
marco internacional o desde el interior de la sociedad, sean los elementos reaccionarios o
sean quienes en discordancia con la sociedad anterior propugnan un modelo de cambio y
de sociedad antagónico al que queremos construir.
Y se trata también de tener en cuenta y valorar los esfuerzos cumplidos por la humanidad a
través de su historia, para mejorar su propia condición. Junto al sometimiento, el ser
humano es también portador de un instinto de libertad, como lo definen Bakunin y
Chomsky. La luchas de los pueblos por justicia, por mejores condiciones de vida, etc.
reflejan ese instinto.
Tenemos entonces, que aún estimando las posibilidades que genera el “salto”, una
revolución no hace espacio para un ordenamiento social libertario inmediato. Aún
tomando como modelo una cierta historia de participación de la población. “Entre el
hombre y la sociedad existe una acción recíproca. Los hombres hacen de la sociedad lo
que esta es y la sociedad hace de ellos lo que son. Para transformar la sociedad hay que
cambiar a los hombres y para transformar a los hombres hay que cambiar a la sociedad”
escribía Malatesta. Es necesario detenernos y examinar las consecuencias prácticas que en
todos los ámbitos conlleva este concepto.
Por de pronto, la revolución no la harán solo los libertarios. Es de suponer que varias
organizaciones políticas y sociales de distintas orientaciones ideológicas estarán presentes;
que fuerzas del orden destruido seguirán operando. Al mismo tiempo los cambios en las
costumbres y formas de pensamiento de la gente no serán tan radicales como para matar
todo un largo pasado. Todo esto establece límites al proceso que se inicia. Importante es el
ubicar esos límites para no proponer inviabilidades que nos dejan fuera de toda incidencia.
Pues como dice Malatesta la vida debe continuar al otro día de la revolución y si no se
puede organizar libertariamente esa vida la gente preferirá el autoritarismo a la ausencia de
funcionamiento social.
Sentado ya el criterio de que no habrá una sociedad libertaria al otro día de la revolución,
es obligatorio plantearse todo lo concerniente a como es este período de transición hacia lo
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que se propone como ordenamiento social mas acabado. Cuales son las propuestas
generales, a adecuar a cada circunstancia histórica concreta, de formas de organización
social para los distintos niveles: económico, política, ideológico-cultural, militar
(organismos regulares de defensa de la revolución) etc.
De acuerdo con el modelo de sociedad anarquista que queremos construir , nuestra acción
en el ahora y en el mañana de la transición se da sobre dos ejes interdependientes e
indivisibles: el poder popular y la organización específica. Sobre el primero tal como ya
dijimos, todo acto de democracia directa, de participación, toda instancia autogestionaria
es un aporte en la construcción de nuestra utopía. Pero simultáneamente es importante
asumir la lección de la historia de que es imposible llegar a una sociedad socialista
libertaria sin una organización anarquista inserta en la realidad y fuerte políticamente, con
una estrategia revolucionaria que contemple los métodos a aplicar en cada coyuntura.
No bastan frases generales y vagas. Hay que pensar el funcionamiento de la economía, las
instancias globales de decisión política, la articulación de las distintas áreas sociales, los
valores a resaltar. etc.
Hay que desalojar las consideraciones que excluyen un conjunto de problemas prácticos
detrás de algunos supuestos que la historia se ha encargado de invalidar. Es común
encontrar en nuestro movimiento y entre los clásicos teóricos del socialismo, el supuesto,
sino expreso si implícito, de que los problemas que impiden una justa y solidaria
organización social son “externos” a la gente. Se trataría de estructuras económicas y
políticas como el Estado las que estarían impidiendo que se expresara una especie de
bondad innata que está pugnando por salir a la superficie social. Se trataría tan solo de
quitar esas estructuras (que así visto, nadie sostiene) y lo demás vendría solo.
De ahí entonces que solo amerita una lucha constante la ruptura del sistema. Lo demás no
revestiría complejidad.
Una parte de esto, obviamente, es verdad. Esas estructuras fundamentales del sistema
tienden a reproducirlo. Solo su destrucción habilita un sistema distinto. Pero, de ahí a la
creencia que la disposición al socialismo libertario es algo casi dado hay un buen trecho.
La gente lleva sobre sus espaldas siglos de nociones y representaciones, de referentes
políticos y de convivencia, de individualismo negativo. Hay practicas sociales y políticas
que tienen raíces profundas. El poder no solo está en el Estado en forma exterior a la
gente. Hay egoísmos que pueden reproducir o producir nuevas formas de explotación u
opresión. El ser humano junto a ese instinto social y de libertad tiene otras cosas.
La complejidad que reviste un proceso de transformación exige un alto nivel de
comprensión de los mecanismos sociales. Caminar con un proyecto finalista con tal
ductilidad que pueda él ser operativo en las más diversas circunstancias coyunturales.
Plantearse y resolver problemas, planificar periodos de acción, estar atento a los cambios,
estimar las fuerzas propias, las del enemigo y de amigos puntuales. Desarrollar una
capacidad de análisis que permita adelantarse a acontecimientos para poder operar con
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mayor eficacia en ellos. Trabajar por un desarrollo técnico y político que permita la
incidencia pertinente.
La construcción de una sociedad socialista y libertaria es tarea voluntaria vinculada a los
procesos reales y no es posible efectivizarla de un día para otro. Es entendamos un
proyecto social voluntario que requiere un proceso, un largo aprendizaje de nuevas formas
de funcionamiento. Requiere el desechar viejos y vigorosos mitos que todo parece indicar
están dispuestos a irse muy lentamente y sin dejar de dar la lucha previa.
La destrucción del Estado (entendiendo por Estado la forma actual jurídico-político de la
sociedad de clases, la legitimación de las relaciones sociales vigentes), no es un acto
puntual, coyuntural, sino una acción continua, permanente de destrucción y
simultáneamente de construcción de un nuevo relacionamiento social, es un proceso que
no necesariamente es uniforme y lineal.
La forma que podría llegar a adquirir esa transición necesaria la designaremos hoy con el
nombre de Poder Popular Democrático. La libertad será una orientación constante y
prioritaria de todo este período. Se conjugará aquí la nueva situación posrevolucionaria,
las fuerzas sociales y políticas en juego, las luchas ideológicas, el estado espiritual de la
población, los avances posibles y la atención de la vida social en todos sus aspectos. Cada
proceso ofrecerá sus posibilidades específicas, pero el modelo de transición parece ser
común a todos ellos.
Los planteos hechos más atrás sobre democracia directa como sistema y acción directa
como orientación guardan estrecha relación con la definición que aquí hacemos de Poder
Popular Democrático.
Otra cosa que históricamente es impensable es que sean los anarquistas solos los que
hagan la revolución. Igualmente impensable que solos hagamos la reconstrucción. Pues
ello implicaría una concepción de dictadura que no permitiría la expresión de la
discrepancia o de distintas propuestas. Aún en el caso de ser mayoría se estaría
confrontando y acordando. Y eso es el principio básico de la política. Está fuera de nuestra
concepción una sociedad de doctrina ideológica única y de organización política única. La
doctrina válida de libertad está en estricta relación con lo que pueda construir cada
sociedad en ese sentido.
Es imposible adivinar cuáles y con que característica serán los actores hegemónicos en una
futura coyuntura revolucionaria. Pero debemos admitir que podemos no ser la fuerza
mayoritaria.
En ese caso podremos llegar a ser, y eso depende de nuestro desarrollo político, una fuerza
de alguna gravitación en algún proceso revolucionario. Lo que implica tener claro todo lo
que hay que confrontar y compartir.
Hay muchas veces un pensamiento deseoso que se sitúa por fuera de las realidades
sociales. Cree posible todo lo que se elabora a nivel de procesos de pensamiento.
Pensamos que algunos discursos libertarios tienen algo de esto. De ahí la subestimación de
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