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Ahora, sin embargo, la primera cosa que hago es clamar en mi corazón. Puedo
notar internamente el peso de la angustia en mi ser, pero no dejo que eso se
quede ahí: me pongo a orar de lo más profundo, e internamente empiezo a
pedir sabiduría al Señor. “Señor, ¿qué quieres que haga en esta situación?
¿Cuál es Tu voluntad? Ayúdame a ver esto con Tus ojos”.
En la medida en la que clamo al Señor por ayuda y por sabiduría, poco a poco
voy recuperando la visión y la paz. Nuevas ideas vienen a mi mente, y ese
problema que parecía tan grande empieza a perder importancia, hasta
desaparecer. Unos minutos más tarde, estoy de nuevo renovado, lleno de gozo
en el Señor, y con la certeza de que saldré adelante de esa situación.
Entrégale hoy todas tus problemas al Señor, y deja que tu clamor se convierta
en oraciones de gratitud y alabanza.
¡Eres un Milagro!