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UNIDAD 3.
OBJETIVO
TEMARIO
3.1. El dogmatismo
3.2. El escepticismo
3.3. El subjetivismo y el relativismo
3.4. El pragmatismo
3.5. El criticismo
INTRODUCCIÓN
3.1. EL DOGMATISMO
Objetivo:
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Para entender al dogmatismo es necesario conocer primeramente lo que significa “dogma”, la cual debe comprenderse
como doctrina fija, una opinión.
WARISATA
EPISTEMOLOGIAS Y EDUCACION 2020
su atención hacia el ser en sí mismo, hacia la naturaleza, sin percibir al conocimiento como
un problema.
Crítica de la razón pura: “El dogmatismo es la conducta dogmática de la razón pura, sin
que suceda la crítica de su propio poder”.
Así, el dogmatismo es para Kant una posición que se cultiva en la metafísica sin
que se examine previamente la capacidad de la razón humana para este producto. En este
sentido, los sistemas prekantianos en la filosofía moderna son, en efecto, dogmáticos; lo
cual no significa carezcan de toda reflexión epistemológica o que aún no se presente en
ellos el problema del conocimiento, lo que se prueba en las discusiones entre Descartes
y Leibniz; por tanto, no puede hablarse de un dogmatismo general y fundamental, sino
de uno especial; no se trata de un dogmatismo lógico, sino metafísico.
WARISATA
EPISTEMOLOGIAS Y EDUCACION 2020
3.2. EL ESCEPTICISMO
Objetivo:
Extrema se targunt (“los extremos se tocan). Esta afirmación tiene validez también en
el terreno epistemológico; el dogmatismo con frecuencia se convierte en su contrario: el
escepticismo2. Mientras el dogmatismo considera la posibilidad de un contacto entre el
sujeto y el objeto, tomando esta relación como un hecho comprensible; el escepticismo
simplemente la niega, pues considera que el sujeto no puede aprehender al objeto.
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Tiene relación directa con el hecho de meditar, examinar.
WARISATA
EPISTEMOLOGIAS Y EDUCACION 2020
“el conocimiento no existe; pero lo que pienso también podría ponerse en duda”. De
cualquier manera, estaría expresando un conocimiento, el de que es dudoso que haya
conocimiento; en consecuencia, el escéptico afirma y duda al mismo tiempo acerca de la
posibilidad del conocimiento, con lo cual se ubica en la misma contradicción.
Como ya habían visto los escépticos antiguos, sólo absteniéndose de juicio puede
el escéptico escapar de la contradicción. Sin embargo, eso no es suficiente; tomando las
cosas con todo rigor, el escéptico no podría realizar ningún acto de pensamiento, pues en
cuanto lo realiza, se supone la posibilidad del conocimiento y se va enmarañando en las
contradicciones antes señaladas (desde el punto de vista de un riguroso escepticismo). La
aspiración al conocimiento de la verdad carece de sentido. Pero nuestra conciencia de los
valores morales se opone a esta concepción. El escepticismo que no se puede refutar
lógicamente mientras se abstenga de todo juicio y de todo acto de pensamiento –cosa
por cierto imposible en la práctica-, sufre su derrota total en el terreno de la ética. Si
rechazamos radicalmente el escepticismo, no es porque pueda ser refutado lógicamente,
sino porque repugna a nuestra conciencia de los valores morales, que tiene en alta estima
la aspiración a la verdad.
podemos afirmar que son probables. Esta forma de escepticismo agrega a la contradicción
inherente, en principio, a la posición escéptica, una nueva contradicción: el concepto de
probabilidad supone al de la verdad. Probable es que se aproxima a lo verdadero. Quien
renuncia al concepto de la verdad, tendría que rechazar también el de probabilidad.
A pesar de sus errores, el escepticismo sin duda tiene cierta importancia para el
desarrollo espiritual del individuo y la humanidad; es en cierto modo un crisol que purifica
de prejuicios y errores, impulsando a las personas a la continua comprobación de los
juicios. Cualquiera que haya experimentado interiormente el principio fáustico: “yo sé
que nada puedo saber”, procederá con la mayor cautela en sus investigaciones. En la
historia de la filosofía, el escepticismo se ha presentado como una reacción en contra del
dogmatismo, éste llena la conciencia de los pensadores de una confianza bienaventurada
y sin duda excesiva en la capacidad de la razón humana, excitando el ánimo ante los
problemas. El escepticismo, por el contrario, clava el aguijón punzante de la duda en el
pecho del filósofo; de manera que éste no se conforma con las soluciones dadas a los
problemas, sino que trabaja y se esfuerza incansablemente para lograr nuevas y más
hondas conclusiones.