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Los centenarios

Martín Trinidad*

Durante los últimos meses se ha discutido mucho en torno a los centenarios, del inicio de la
guerra de independencia y de la revolución, con tonos o propósito evaluativos. ¿Qué hay que
festejar?, es la pregunta recurrente. La respuesta del gobierno de Calderón se reduce a proponer:
“festejemos un cumpleaños”, sin más, vaciando de contenido la conmemoración, de manera que
independencia y revolución no significan nada.
Los priístas, fieles a su tradicional autismo político, dicen que hay que festejar (y de paso
agradecer) todo lo que ellos, el PRI, nos han legado. Autores y correctores de la historia hecha
oficial a fuerza de exclusiones, imposiciones y el cinismo más escandaloso, los priístas asumen
que Hidalgo, Morelos y Juárez fueron o habrían sido, de haber tenido oportunidad, priístas. En
el más modesto de los casos, para ellos, el priísmo es fiel y justo heredero de los héroes que nos
dieron patria; para que ellos pudieran medrar con ella: enriquecerse a costa de ella, estafarla,
venderla, humillarla… y luego proclamar a los cuatro vientos que de no ser por el PRI la patria
sería, con suerte, un conjunto de aldeas de salvajes ignorantes e indignos.
Tal forma de actuar y razonar no sorprende, viniendo del priísmo, sinónimo de vilezas de toda
índole… Conviene recordar que NINGUN héroe patrio perteneció al PRI, esa pandilla de
delincuentes y sinvergüenzas, a pesar de que ellos insisten en afirmarlo e insinuarlo.
Por parte de amplios sectores de las izquierdas, proclives decir no, sobre todo si el gobierno o
cualquier autoridad dice sí, y poco aficionadas al estudio, la respuesta a la pregunta de qué hay
que festejar es negativa. Algunos de plano dicen que nada porque ni somos independientes ni la
revolución resolvió cosa alguna. Otros insisten en que no hay qué festejar, toda vez que los
gobiernos neoliberales han traicionado y malbaratado al país, que en los hechos no hay ya país
para el festejo. Algunos más opinan que los procesos conocidos como la independencia y la
revolución no merecen esos nombres porque la pobreza y la injusticia siguen, dicen, igual o
peor que antes de esas guerras. Los menos aclaran que no debemos confundir al país y los
festejos por los centenarios con el gobierno espurio y la traición de los gobierno neoliberales, y
pasan a continuación a señalar lo que en materia de justicia nos hace falta y lo que nos arrebató
el neoliberalismo.
No obstante, los mexicanos tenemos mucho que festejar y muchas razones de orgullo. Es cierto
que la pobreza es la condición mayoritaria de los mexicanos y que la injusticia y el crimen son
factor común en todo el país y que es una vergüenza que nos hayamos dejado gobernar por el
priísmo por 70 años y que para salir de él hayamos caído en el oscurantismo asesino panista.
Pero, como colectividad, como pueblo (en su sentido histórico) tenemos que enorgullecernos y
festejar que nuestros padres fundadores, hombres muy de izquierda (antes del marxismo),
hicieron de México el primer país del continente (y de los primero del mundo) en el que fue
abolida la esclavitud. Este vituperado país fue el primero en el que un indígena llegó a la
presidencia, luego de presidir la Suprema Corte. Ese mismo indio izquierdista, Benito Juárez, y
sus izquierdistas cuates crearon en México una de las primeras y únicas Repúblicas laicas del
mundo, además de modernizar jurídicamente al país.
En 1906 el Partido Liberal Mexicano (PLM) sistematizó, a partir de una amplia consulta
popular (primera en su tipo en el mundo), una de los primeros programas de lucha del
proletariado en el mundo. Conviene insistir, el PLM no inventó el programa, sólo lo tomó de los
movimientos obreros y campesinos del país, es decir, el programa del proletariado ideado por el
propio proletariado.
Ese programa, hecho por el pueblo de México, se convirtió en la guía política ideológica de
todas las fracciones en pugna durante la revolución y se transformó en pacto social en febrero
de 1917 al quedar plasmado casi completo en la nueva Constitución de los Estados Unidos
Mexicanos.
Otro motivo de orgullo es que con la constitución de 1917 nacieron el derecho agrario y el
derecho laboral y, antes, mucho antes que en la Unión Soviética o en la Organización de las
Naciones Unidas, fueron elevados a rango constitucional derechos que posteriormente fueron
conocidos en conjunto como Derechos Humanos (lo cual no implica que hayan sido respetados;
su creación fue obra del pueblo y violarlos fue labor de los gobiernos priístas).
La Constitución del 17 convirtió en propiedad de la nación el subsuelo (minerales y petróleo) y
en 1938 el General Cárdenas (que no fue priísta) fue el primero en nacionalizar la industria
petrolera, acto que lo convirtió en héroe y ejemplo de toda América Latina y le garantizó un
sitio de honor en la historia universal. El gobierno de Cárdenas apoyó y defendió (la única
ocasión en la que México ha enviado armas a alguna guerra) a la república Española, victima de
un golpe de estado motivado porque los republicanos intentaron en los 30 del siglo XX lo que
Juárez logró aquí en los 50 del siglo XIX.
Si todo esto fura poco, el pueblo de México, no obstante ser gobernado por una costra de
burócratas traidores, viles y corruptos, logró imponerles la masificación de la educación, la
obligatoriedad de la enseñanza primaria y el libro de texto gratuito, antes que la mayoría de las
naciones lo vislumbraran. Este mismo pueblo, burlado y humillado por patrones y gobierno,
tuvo aliento para conseguir la nacionalización de los ferrocarriles, de la minas, de las
telecomunicaciones, de la electricidad, de los fertilizantes y otras actividades estratégicas para el
desarrollo nacional. Al mismo tiempo se consiguió la creación del Instituto Mexicano del
Seguro Social (IMSS) y posteriormente del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado (ISSSTE), que literalmente salvaron y mejoraron la vida de la patria.
En otro orden de cosas por las cuales sentir orgullo recordemos que el 68 mexicano fue por su
fuerza, trascendencia y desenlace uno de los más significativos de aquellos movimientos
estudiantiles.
El primer país latinoamericano en el que se formó un frente de Amplio espectro de las
izquierdas para derrotar a los viejos regimenes autoritarios fue México y el frente de marras se
llamó Frente Democrático Nacional y dio origen al PRD (hoy de capa caída y en plena
putrefacción).
En fin, podríamos seguir hablando de los primeros experimentos socialistas del siglo XX hechos
por los Generales Villa y Zapata, cada uno a su estilo y convicción; de la UNAM y del IPN; de
Lucio y Genaro; de Campa y Vallejo; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y muchos
etcéteras, pero creo que ha quedado claro que hay mucho, mucho que festejar, mucho de que
enorgullecernos y mucho que defender. Toda la herencia histórica: progresista, libertaria y
socializante de nuestro pueblo debe ser defendida y recuperada por la generación de los
centenarios.

* Exactivista en retiro ideológico

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