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El smartphone de las tinieblas

(o los selfies de Coltán)

Todo empezó en la época colonial, la época en que Europa puso las bases en África para poder
explotarla sin control y para siempre. Una de esas zonas la controlaba el rey de Bélgica, Leopoldo
II, que acabó delimitando fronteras y llamando a esa zona el “Estado Libre del Congo”, creando un
país que fue de su propiedad hasta 1908, cuando lo cedió a la propia Bélgica para que siguiera
explotando la región.
Leopoldo II exprimió al país, sobre todo a sus habitantes, que estaban esclavizados y obligados
desde niños a trabajos duros, asesinados por todo el territorio también en un genocidio que acabó
con la mitad de la población durante los 33 años que el rey controló el Congo, dejando la cuenta en
una cifra alrededor de los 10 millones de muertos.
Testigo de aquel holocausto fue Joseph Conrad,el escritor inglés, que fue contratado por la
compañía Belga SGB para capitanear un barco de vapor a través de un río en el congo. Esta
compañía que se hizo belga tras la revolución de 1830, se convirtió en el Banco Nacional Belga,
que financiaba la explotación del congo y suministraba materiales como marfil, diamantes y, sobre
todo, caucho para empresas que tenían sus intereses allí, tales como Dunlop, que empezaba su
vertiginosa andadura en el mundo de los neumáticos de ese material. SGB también invirtió en
carreteras, ferrocarriles y canales unos años antes de la segunda guerra mundial teniendo que
financiar después de la guerra parte de esas reconstrucciones, ya que tras el crack del 29 la
compañía se dividió convirtiéndose en el Generale Bank, que más tarde formaría BNP paribas
Fortis. Actualmente sigue con sus compras y sus ventas, cambiando de nombre, aumentando y
diversificando su negocio, desangrando al mundo más sutílmente.
Joseph Conrad escribió la novela “El corazón de las tinieblas” basándose en lo que vio de primera
mano; la devastación que Leopoldo y la compañía que le había contratado llevaban a cabo en ese
país, llegando a decir que lo que pasaba allí era <<el saqueo más vil que jamás ha desfigurado el
rostro de la conciencia humana>>.
Décadas después, en el año 1960, el Congo consigue la independencia y Patrick Lumumba se
impone en las elecciones como líder y nueva cara esperanzadora de un territorio por fin libre. Pero
Bélgica no estaba dispuesta a dejar escapar a su más preciada gallina de los huevos de oro y los
EEUU no estaban dispuestos a que las ideas y la ideología de izquierdas de Lumumba acabara
desembocando en un control soviético de la zona, ya que era la época más gélida en la guerra fría.
Así que los servicios secretos de Bélgica con ayuda de la CIA conspiraron para que fuera asesinado;
Lumumba acaba descuartizado y sus restos metidos en ácido. Impusieron al dictador Mobutu Sese
Seko, empezando otra época de miseria y explotación, esta vez personal, llegando el dictador a
juntar una riqueza de más 4.000 millones de dolares. EEUU, a través de su embajador Dam
Simmons, consideraba que Mobutu <<Era un bastardo, pero era nuestro bastardo.>>

¿Por qué había ocurrido todo esto? La maldad era intrínseca a las interacciones de Europa con el
resto del planeta, al que consideraba inferior, pero había ocurrido por una fiebre ostentosa y
consumista que recorría el mundo. El marfil, los diamantes y el caucho eran demandados en
cantidades inabarcables para la moral de Europa, que decidió que no importaban los millones de
muertos que conllevara conseguir esos materiales.
Hace un siglo, era el marfil y el caucho, pero si hoy en día aún se puede decir que hay una guerra en
el Congo, es por el Cobalto y, sobre todo, el Coltán.

El Coltán es un mineral metálico compuesto por Colombita y Tantalita, de esta última se extrae el
Tantalio, un metal refractario que resiste muy bien la corrosión. Este Tantalio es usado en la
tecnología móvil, en los televisores, satelites, centrales nucleares, misiles... pero principalmente en
teléfonos a través de los condensadores electrolíticos, que gracias a este metal pueden hacerse más
precisos y, sobre todo, más pequeños que los convencionales. El Coltán, en resumen, es
imprescindible para el desarrollo de la tendencia que sigue la tecnología actual

La crisis en el Congo estalló después del genocidio que la tribu Hutu había llevado a cabo en
Rwanda en 1994. Cuando más tarde la tribu Tutsi tomó el control del país, parte del ejército que
había llevado a cabo la matanza huyó temiendo represalias y se incorporaron a los campamentos de
refugiados ruandeses que se habían formado en el Congo debido al conflicto. No se dejó estar y
milicias de ruandeses entraban más allá de las fronteras del país vecino para llevar a cabo matanzas
en los campamentos de refugiados donde los anteriores opresores se escondían, pero sin hacer
distinciones. El dictador Mobutu dio apoyo a los refugiados de la tribu Hutu y puso el dedo sobre el
gobierno ruandés que permitía esas invasiones de territorio. Ante este apoyo de Mobutu, los
opositores del regimen del dictador, el AFDLC liderado por Kabila, son financiados por los
ruandeses y ugandeses con armas y dinero dando comienzo a la Primera Guerra del Congo en 1996,
guerra que duró dos años y acabó con Mobutu huyendo a Marruecos y con Kabila de presidente.
En ese año de 1998, llegan a la recién nombrada República Democrática del Congo decenas de
empresas mineras de todas partes del mundo: Canada, Francia, EEUU, por supuesto, Bélgica, y
también Finlandia. Estas empresas tienen encargos muy importantes y un territorio perfecto recién
salido de un conflicto con el 80% de las reservas mundiales de Cobalto y Coltán. Ese mismo año
estalla de nuevo la guerra, esta vez llamada la Gran Guerra de Africa, por la cantidad de paises
africanos que acaban interviniendo en forma de milicias que actuan casi de manera autónoma.
Decenas de grupos armados irrumpen en el país sembrando el caos en las poblaciones por las que
pasan, grupos que han sido armados por las empresas extranjeras para que controlen los
yacimientos al Este del país y obtengan ridículos contratos por la extracción. Oficialmente, la guerra
termina en 2003, pero hay varios datos curiosos que ocurren al inicio y durante la guerra en el
Congo que ayudan a entender mejor el conflicto.
En 1998, el mismo año que la guerra estalla de nuevo, la empresa finlandesa Nokia, que firma
varios contratos con empresas mineras triplicando el precio que otras compañías pagan por el
Coltán, lanza al mercado su primer móvil de carcasa intercambiable, el Nokia 3210, y se convierte
en la empresa lider del mercado al vender 160 millones de unidades del mismo, comenzando un
boom en la telefonía móvil que ha sido imparable y cada vez más exigente. Dos años más tarde, en
el 2000, saca al mercado el famoso modelo Nokia 3310, del que vende también 126 millones de
unidades.
En 2001, cuando la demanda de productos electrónicos está por la nubes, algo aún más importante
ocurre para la guerra del Congo, Sony saca al mercado su Playstation 2, vendiendo hasta la fecha
160 millones de unidades de su consola. La locura que supone la venta masiva de este aparato crea
incertidumbre en los mercados ante la perspectiva de escasez de Coltán, que hace que el precio de
éste se dispare de 100 a 300 dólares el kilo, precio que había estado pagando Nokia para acaparar
más mercado hasta ese momento.
La subida del precio del Coltán coincidió “casualmente” con la segunda invasión del ejército de
Ruanda, apoyado por EEUU. Crearon un nuevo grupo, el RCD, en el que juntaron a varios miles de
personas y les obligaron a mantener un movimiento rebelde, un movimiento que no era congoleño y
que se encargó de crear a lo largo de los años una red de contrabando de Coltán. Así, cuando la
guerra supuestamente acabó en 2003 y empezaron a administrar ciertas restricciones en la venta del
coltán ilegal, Ruanda ya era el principal vendedor mundial del mineral, aún cuando este país nunca
ha tenido minas de Coltán.

El Congo aún sigue teniendo el 80 % de las reservas de Coltán y Cobalto, aunque haya una
campaña mundial, sobre todo de marketing interno, para disuadir a las compañías de comprar
Coltán de este país, pero sólo siete paises más tienen minas de este material y entre todas no juntan
el 20% del total estimado. Aún hoy no se puede decir que el conflicto haya acabado, porque siempre
hay milicias aisladas que provocan matanzas en poblaciones y sigue habiendo un auténtico
descontrol, para mi juicio, intencionado, a la hora de distinguir qué minas son ilegales y cuáles no lo
son, cuáles están aún controladas por grupos armados y quién financia a esos grupos armados. Aún
hoy no se puede decir que el conflicto haya acabado porque la sociedad ha creado la necesidad
constante del Coltán, todos los años hay un nuevo iPhone, un nuevo Samsung, un nuevo Nokia, una
nueva Playstation, una nueva Xbox, un nuevo condensador aún más pequeño.

Desde que comenzó la guerra en 1996 se calcula que han muerto unos 6 millones de congoleños,
siendo así el conflicto con más muertos desde la segunda guerra mundial, y unas 500.000 mujeres
han sido violadas, mutiladas, obligadas a abortar o infectadas con SIDA en este tiempo. Hay algo
terrible en este hecho, y es que es una estrategia de occidente, enseñada a las milicias extranjeras y
locales como arma de desestabilización social del territorio a largo plazo. Estrategias enseñadas
entre otros grupos por la CIA, instando a usar violaciones en masa para romper las comunidades
durante décadas, evitando que el país se pueda recomponer.
Aquí un dato para la reflexión: Antes del inicio de la guerra en 1996, ninguno de los idiomas locales
hablados en el congo, ni uno solo de ellos, tenía en su vocabulario una palabra para violación.

El congo se sigue desangrando, vaciándose de Coltán, sin que un sólo dólar parezca quedarse en el
pais, mientras el resto del mundo no es que mire para otro lado, es que no sabe cómo mirar, dónde
mirar... y aplaude los logros mercantiles de las empresas electrónicas sin sentir que aplaude también
el eterno conflicto en el Africa negra. Pero, ¿Qué puede hacer una persona? ¿Cómo puede un
individuo no necesitar algún tipo de dispositivo electrónico hoy en día, al menos uno, incluso
sabiendo que funcionan todos gracias al Coltán? ¿Justificamos con nuestro silencio la matanza o es
que ya no sentimos tener el control sobre nuestras decisiones y caminamos resignados por mares
injustos sin sentir ya nada? Y ya nada nos duele, y vestimos con ropas que hacen niños y mujeres
explotadas por todo el mundo, y llevamos zapatos que cosen en condiciones de semi esclavitud, y
nos rodeamos de tecnología que ha llevado a Africa a la miseria eterna, a la matanza insensible... y
ya nada nos duele, porque el mecanismo capitalista es tan grande que se lleva hasta las conciencias
por delante.
Seguimos siendo espectadores de juegos de gigantes, resignados a mirar...

No creo que haya final más apropiado que escribir un antiguo proverbio que dicen en el Congo y
que resume bien la historia del Coltán y la explotación del Africa:

Cuando los elefantes luchan, es la indefensa hierba la que sufre...

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