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Sociología en combi

ANA MARÍA OLABUENAGA


10.08.2020/03:20

La Sociología es una ciencia social fascinante. Establecer con rigor científico


una teoría que logre explicar el porqué las sociedades se comportan como se
comportan. Tarea compleja siendo que algunas veces ni siquiera uno mismo lo
entiende del comportamiento propio. ¿Por qué dije lo que dije?, ¿por qué hice
lo que hice?, nos preguntamos. Ahora bien, si usted no está de humor para leer
esta mañana a Marx, a Foucault, a Mills o a Bourdieu, no se preocupe, para
eso estamos los mexicanos. Aquí hacemos sociología de esquina, de bolsillo y
esta vez tocó a una de las corrientes más fértiles: la sociología en combi. No,
no se crea, la experiencia no es trivial, guarda una enorme complejidad en su
sencillez bárbara. Le cuento. El viernes 31 de julio pasará a la historia
nacional como uno de los días más felices dentro de este terrible 2020 que,
ahora lo sabemos, jamás terminará. Para el resto de nuestras vidas este año de
pandemia será un recuerdo que buscaremos olvidar, pero, al mismo tiempo,
marcará una referencia inevitable en nuestra historia. Regreso a la felicidad de
almanaque y no porque yo así la clasifique, sino porque las redes sociales así
titularon la exhaustiva amplificación de la “madriza” que cinco personas le
dieron a un ratero que se subió al transporte y al grito de “bueno, pues ya se la
saben” los buscaba despojar de su quincena, de su celular o de lo que se
pudiera. La cámara de seguridad de la combi se quedó ahí, mirando sin
parpadear, mientras el ladrón recibía una descomunal paliza. Lo bajaron a
rastras, le quitaron los pantalones y, en un último y duro golpe a su dignidad,
lo abandonaron desnudo e inconsciente en la banqueta.
“Suprema Combi de Justicia de la Nación. El que entendió, entendió” decía
uno de los posteos que acompañaban el video. Y muchos entendieron. Los
justicieros de la combi demostraban que la rabia contenida podía vencer la
impotencia que uno se traga todos los días: contra la inseguridad, el gobierno,
la falta de chamba… El video se compartió millones de veces y los memes se
multiplicaron. Y es que el hecho de compartir significa que uno pertenece, que
uno puede ser otro de los “héroes” de la México-Texcoco. Si lo comparto es
mío, si le agrego un chiste es mío, si le pongo música es mío: es mi odio, mi
venganza y también, puede ser mi triunfo. Así, lo que vimos fue una
viralización en redes que, como en nuestra otra pandemia, significa contagios.
Uno de los memes hizo teoría sociológica con el acontecimiento. Vemos al
ladrón entrar una y otra vez diciendo cosas distintas: “el América es el mejor
equipo…”, “pinche cubrebocas...” “lleve su cachito del avión presidencial”,
“Gatell es el mejor epidemiólogo del mundo”, “fifís, conservadores,
chayoteros”, “el reguetón es más chingón” y por cada uno, se lleva la golpiza.
El tema es que lo que hoy nos une, es lo que nos separa: la indignación y el
odio, por todo. El contagio ha crecido día a día y, a partir de ese día “feliz”,
los videos de ladrones recibiendo una golpiza se multiplicaron. En uno de
ellos, uno de los justicieros le dice al ladrón “¿quieres cerillo y gasolina?”.
Más allá del acto, la pregunta es desproporcionada. En eso estamos. Todos.
Los videos, los comentarios y la confrontación son la gasolina. ¿Alguien trae
un cerillo? @olabuenaga

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