La Sociología es una ciencia social fascinante. Establecer con rigor científico
una teoría que logre explicar el porqué las sociedades se comportan como se comportan. Tarea compleja siendo que algunas veces ni siquiera uno mismo lo entiende del comportamiento propio. ¿Por qué dije lo que dije?, ¿por qué hice lo que hice?, nos preguntamos. Ahora bien, si usted no está de humor para leer esta mañana a Marx, a Foucault, a Mills o a Bourdieu, no se preocupe, para eso estamos los mexicanos. Aquí hacemos sociología de esquina, de bolsillo y esta vez tocó a una de las corrientes más fértiles: la sociología en combi. No, no se crea, la experiencia no es trivial, guarda una enorme complejidad en su sencillez bárbara. Le cuento. El viernes 31 de julio pasará a la historia nacional como uno de los días más felices dentro de este terrible 2020 que, ahora lo sabemos, jamás terminará. Para el resto de nuestras vidas este año de pandemia será un recuerdo que buscaremos olvidar, pero, al mismo tiempo, marcará una referencia inevitable en nuestra historia. Regreso a la felicidad de almanaque y no porque yo así la clasifique, sino porque las redes sociales así titularon la exhaustiva amplificación de la “madriza” que cinco personas le dieron a un ratero que se subió al transporte y al grito de “bueno, pues ya se la saben” los buscaba despojar de su quincena, de su celular o de lo que se pudiera. La cámara de seguridad de la combi se quedó ahí, mirando sin parpadear, mientras el ladrón recibía una descomunal paliza. Lo bajaron a rastras, le quitaron los pantalones y, en un último y duro golpe a su dignidad, lo abandonaron desnudo e inconsciente en la banqueta. “Suprema Combi de Justicia de la Nación. El que entendió, entendió” decía uno de los posteos que acompañaban el video. Y muchos entendieron. Los justicieros de la combi demostraban que la rabia contenida podía vencer la impotencia que uno se traga todos los días: contra la inseguridad, el gobierno, la falta de chamba… El video se compartió millones de veces y los memes se multiplicaron. Y es que el hecho de compartir significa que uno pertenece, que uno puede ser otro de los “héroes” de la México-Texcoco. Si lo comparto es mío, si le agrego un chiste es mío, si le pongo música es mío: es mi odio, mi venganza y también, puede ser mi triunfo. Así, lo que vimos fue una viralización en redes que, como en nuestra otra pandemia, significa contagios. Uno de los memes hizo teoría sociológica con el acontecimiento. Vemos al ladrón entrar una y otra vez diciendo cosas distintas: “el América es el mejor equipo…”, “pinche cubrebocas...” “lleve su cachito del avión presidencial”, “Gatell es el mejor epidemiólogo del mundo”, “fifís, conservadores, chayoteros”, “el reguetón es más chingón” y por cada uno, se lleva la golpiza. El tema es que lo que hoy nos une, es lo que nos separa: la indignación y el odio, por todo. El contagio ha crecido día a día y, a partir de ese día “feliz”, los videos de ladrones recibiendo una golpiza se multiplicaron. En uno de ellos, uno de los justicieros le dice al ladrón “¿quieres cerillo y gasolina?”. Más allá del acto, la pregunta es desproporcionada. En eso estamos. Todos. Los videos, los comentarios y la confrontación son la gasolina. ¿Alguien trae un cerillo? @olabuenaga