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INTRODUCCIÓN

LA CIVILIZACIÓN griega se extiende desde los siglos XI o X a.C., hasta el siglo I a.


C., o sea un total de aproximadamente 10 siglos o 1 000 años. Lo que se conoce
como la cultura griega antigua ocupa la primera mitad de ese lapso, mientras
que la cultura griega clásica se desarrolló en la segunda mitad, a partir del
siglo V a.C. (el llamado siglo de Pericles), y hasta el siglo I a.C.

Durante la época antigua el pueblo griego integró su identidad étnica y social a


partir de grupos aqueos, jonios, dorios y orientales, incluyendo fenicios y otros
habitantes de las costas del Mediterráneo. Durante ese prolongado lapso los
griegos recibieron múltiples y profundas influencias de culturas más antiguas,
como las mesopotámicas (asiria, caldea, babilónica y persa), las de Medio
Oriente (siria, israelí) y las africanas (libia, egipcia). El llamado "milagro griego", o
sea el surgimiento casi explosivo en Grecia, durante el siglo V a.C., de una cultura
que sentó las bases del pensamiento característico de la civilización occidental,
debe gran parte de su existencia y de su estructura a las tradiciones, a las
experiencias y a las ideas que los pueblos griegos recibieron y adoptaron de sus
antecesores y vecinos. El conocimiento sobre los astros, los principios de la
arquitectura, el manejo de la geometría y de las matemáticas, las artes de la
navegación y de la guerra, los secretos de la medicina, y muchas otras cosas más,
las tomaron los griegos en gran parte de sus contactos con otras culturas y
procedieron a cambiarlas y a mejorarlas por medio de su genio incomparable.
Pero buena parte del trabajo pionero ya estaba hecho.

LA MEDICINA EN LA GRECIA ANTIGUA

La medicina de la Grecia antigua no era diferente de la primitiva descrita en el


capítulo 1. Tenía una sólida base mágico-religiosa, como puede verse en los
poemas épicos La Ilíada y La Odisea, que datan de antes del siglo XI a.C.

En ambos relatos los dioses no sólo están siempre presentes sino que conviven
con los humanos, compiten con ellos en el amor y pelean con ellos en la guerra y
hasta son heridos pero (claro) se curan automáticamente. No así los guerreros
mortales, cuyas heridas requieren los tratamientos de la medicina primitiva,
aunque ocasionalmente también se benefician de la participación de los dioses.

El dios griego de la medicina era Asclepíades. Según la leyenda, Asclepíades fue


hijo de Apolo, quien originalmente era el dios de la medicina, y de Coronis, una
virgen bella pero mortal. Un día, Apolo la sorprendió bañándose en el bosque, se
enamoró de ella y la conquistó, pero cuando Coronis ya estaba embarazada su
padre le exigió que cumpliera su palabra de matrimonio con su primo Isquión. La
noticia de la próxima boda de Coronis se la llevó a Apolo el cuervo, que en esos
tiempos era un pájaro blanco. Enfurecido, Apolo primero maldijo al cuervo, que
desde entonces es negro, y después disparó sus flechas y, con la ayuda de su
hermana Artemisa, mató a Coronis junto con toda su familia, sus amigas y su
prometido Isquión. Sin embargo, al contemplar el cadáver de su amante, Apolo
sintió pena por su hijo aún no nacido y procedió a extraerlo del vientre de su
madre muerta por medio de una operación cesárea. Así nació Asclepíades, a
quien su padre llevó al monte Pelión, en donde vivía el centauro Quirón, quien
era sabio en las artes de la magia antigua, de la música y de la medicina, para que
se encargara de su educación. Asclepíades aprendió todo lo que Quirón sabía y
mucho más, y se fue a ejercer sus artes a las ciudades griegas, con tal éxito que
su fama como médico se difundió por todos lados. La leyenda señala que con el
tiempo Apolo abdicó su papel como dios de la medicina en favor de su hijo
Asclepíades, pero que éste fue víctima de hubris y empezó a abusar de sus
poderes reviviendo muertos, lo que violaba las leyes del universo. Además,
Plutón, el rey del Hades, lo acusó con Zeus de que estaba despoblando su reino,
por lo que el rey del Olimpo destruyó a Asclepíades con un rayo.

Figura 4. Estatua de Asclepíades, copia romana de un original griego. Museo


Capitolino, Roma.

Una parte de la medicina de la Grecia antigua giraba alrededor del culto a


Asclepíades. Entre las ruinas griegas que todavía pueden visitarse hoy, algunas de
las mejor conservadas y más majestuosas se relacionan con este culto. En
Pérgamo, Éfeso, en Epidauro, en Delfos, en Atenas y en otros muchos sitios más,
existen calzadas, recintos y templos así como estatuas, lápidas y museos enteros
que atestiguan la gran importancia de la medicina mágico-religiosa entre los
griegos antiguos. Los pacientes acudían a los centros religiosos dedicados al culto
de Asclepíades, en donde eran recibidos por médicos sacerdotes que aceptaban
las ofrendas y otros obsequios que traían, anticipando su curación o por lo
menos alivio para sus males. En Pérgamo y en otros templos los enfermos
dejaban sus ropas y se vestían con túnicas blancas, para pasar al siguiente
recinto, que era una especie de hotel, con facilidades para que los pacientes
pasaran ahí un tiempo. En Epidauro las paredes estaban decoradas con
esculturas y grabados en piedra, en donde se relataban muchas de las curas
milagrosas que había realizado el dios; los pacientes aumentaban sus
expectativas de recuperar su salud con la ayuda de Asclepíades. Cuando les
llegaba su turno eran conducidos a la parte más sagrada del templo, el abatón,
en donde estaba la estatua del dios, esculpida en mármol y oro. Ahí se hacían las
donaciones y los sacrificios, y llegada la noche los enfermos se dormían, sumidos
en plegarias a Asclepíades en favor de su salud; en otros santuarios los enfermos
llegaban directamente al recinto sagrado y ahí pasaban la noche. En este lapso,
conocido como incubatio por los romanos, se aparecían Asclepíades y sus
colaboradores (sus hermanas divinas, Higiene y Panacea, así como los animales
sagrados, el perro y la serpiente) se acercaban al paciente en su sueño y
procedían a examinarlo y a darle el tratamiento adecuado para su enfermedad.
En los orígenes del culto prevalecían los encantamientos y las curas milagrosas,
pero con el tiempo las medidas terapéuticas se hicieron cada vez más naturales:
las úlceras cutáneas cerraban cuando las lamía el perro, las fracturas óseas se
consolidaban cuando el dios aplicaba férulas y recomendaba reposo, los
reumatismos se aliviaban con baños de aguas termales y sulfurosas, y muchos
casos de esterilidad femenina se resolvieron favorablemente gracias a los
consejos prácticos de Higiene.

En la Grecia antigua, el médico o iatros era un sacerdote del culto al dios


Asclepíades, y su actividad profesional se limitaba a vigilar que en los santuarios
se recogieran las ofrendas y los donativos de los pacientes, se cumplieran los
rituales religiosos prescritos, y quizá a ayudar a algún enfermo incapacitado a
sumergirse en el baño recomendado, o a aconsejar a una madre atribulada sobre
lo que debía hacerse para controlar las crisis convulsivas de su hijo. Aunque
el iatros era el equivalente del brujo o chamán de la medicina primitiva,
del asu asirio, del snw egipcio y del tícitl azteca, sus funciones estaban mucho
más restringidas que las de sus mencionados colegas, porque él pertenecía a una
sociedad mucho más estratificada y a una disciplina profesional mucho más
rigurosa.

En los museos de Éfeso, Pérgamo, Epidauro y Atenas (y en muchos otros museos


griegos), y también en el Museo del Louvre, en París, en el Museo Británico, en
Londres, en el Museo Alemán, en Munich, en el Museo de San Carlos, en México,
y seguramente en muchos otros museos de otros países del hemisferio
occidental, hay hermosas estatuas de Asclepíades, el antiguo dios griego de la
medicina, que se conoció como Esculapio entre los romanos. En mi efigie
favorita aparece como un hombre atlético y maduro, con pelo y barba rizados,
apenas cubierto por su túnica y recargado en un caduceo en el que se enrosca
una gruesa serpiente. Su imagen es claramente primitiva y no hay duda de que
pertenece a un mundo ya desaparecido desde hace muchísimo tiempo. Sin
embargo, su influencia en el ejercicio de la medicina duró más de 1 000 años, en
vista de que se inició en el mundo antiguo y se prolongó en la Grecia clásica, se
mantuvo en la época de Alejandro Magno, siguió durante el Imperio romano y
con él llegó hasta el Medio Oriente, en donde persistió hasta los principios de la
Edad Media, después de la caída del Imperio bizantino y con la conquista de
Constantinopla por los árabes. Durante todo este prolongado lapso las ideas
médicas mágico-religiosas de los asclepíades y las práctica asociadas con ellas
prevalecieron en el mundo occidental, o por lo menos coexistieron con otros
conceptos y manejos diferentes de las enfermedades, que fueron surgiendo con
el tiempo pero que no tuvieron la misma fuerza para sobrevivir. Uno de ellos fue
el sistema médico asociado con el nombre de Hipócrates de Cos, quien vivió a
principios del siglo V a.C.

LA MEDICINA EN LA GRECIA CLÁSICA

Platón se refiere a Hipócrates como un médico perteneciente a los seguidores de


Asclepíades, y aparte de otras breves referencias por otros autores
contemporáneos, eso es todo lo que se sabe de él. Pero aunque su figura es casi
legendaria, su nombre se asocia Con uno de los descubrimientos más
importantes en toda la historia de la medicina: que la enfermedad es un
fenómeno natural. Como hemos mencionado, la medicina primitiva se basa en el
postulado de que la enfermedad es un castigo divino, o una hechicería, o la
posesión del cuerpo del paciente por un espíritu maligno, o la pérdida del alma, o
varias otras cosas mas, que tienen todas un elemento común: se trata de
fenómenos sobrenaturales. De hecho, ésa es la razón por la que 105
antropólogos la conocen como medicina primitiva. Pues bien, la tradición ha
consagradas a Hipócrates como el defensor del concepto de que las
enfermedades no tienen origen divino sino que sus causas se encuentran en el
ámbito de la naturaleza, como por ejemplo el clima, el aire, la dieta, el sitio
geográfico, etc. En el tratado sobre La enfermedad sagrada, o sea la epilepsia,
que data del siglo V a.C., el autor dice:

Voy a discutir la enfermedad llamada "sagrada". En mi opinión, no


es más divina o más sagrada que otras enfermedades, sino que
tiene una causa natural, y su supuesto origen divino se debe a la
inexperiencia de los hombres, y a su asombro ante su carácter
peculiar. Mientras siguen creyendo en su origen divino porque son
incapaces de entenderla, realmente rechazan su divinidad al
emplear el método sencillo para su curación que adoptan, que
consiste en purificaciones y encantamientos. Pero si va a
considerarse divina nada más porque es asombrosa, entonces no
habrá una enfermedad sagrada sino muchas, porque demostraré
que otras enfermedades no son menos asombrosas y portentosas,
y sin embargo nadie las considera sagradas.

La postura de la escuela hipocrática, de renunciar a explicaciones sobrenaturales


sobre las enfermedades y de buscar sus causas en la naturaleza, no ocurrió en el
vacío. Desde un siglo antes algunos filósofos del mundo griego habían empezado
a intentar responder preguntas fundamentales sobre la naturaleza sin tomar
recurso en los dioses; como precedieron a Sócrates se les conoce en su conjunto
como los filósofos presocráticos. Los primeros surgieron en Mileto, un próspero
puerto en el Egeo (hoy en Turquía), que entonces poseía una población
internacional en la que comerciaban e intercambiaban ideas griegos, egipcios,
persas, libios y otros habitantes del Mediterráneo. Los filósofos eran hombres
libres, estudiosos de la astronomía, la geografía y la navegación, e interesados
también en la política. Miraban al mundo que los rodeaba y se preguntaban por
su naturaleza, por sus causas y por su esencia. Las respuestas que formulaban
eran especulativas pero excluían a la mitología, no aceptaban explicaciones
sobrenaturales. El primero de ellos fue Tales, quien predijo el eclipse del año 585
a.C., por lo que sabemos que estaba vivo en el siglo VI a.C. A la pregunta: "¿De
qué está formado el Universo?", Tales respondió: "De agua."

Era una respuesta basada en su experiencia, pues había estado en Egipto y


observado la forma como el ciclo anual del Nilo se asocia con la agricultura y el
florecimiento del desierto. Tales asoció el agua con la vida y le pareció que era el
elemento que podía dar origen a todo lo demás. Una generación más tarde,
Anaximandro contestó a la misma pregunta señalando que el elemento primario
no era el agua sino el apeiron, una sustancia más primitiva y no perceptible por
nuestros sentidos, lo que daba origen tanto al agua como al aire, al fuego y a la
tierra, que son las sustancias que forman el Universo. Otro filósofo
contemporáneo, su discípulo Anaxímenes, opinó que la sustancia que forma
todas las demás del Universo es el aire, y que lo hace a través de los procesos de
condensación y rarefacción.

Había otras muchas teorías para explicar varios fenómenos naturales, como los
truenos y los rayos, los temblores, los cometas, el arco iris, etc., varias
contradictorias entre sí pero todas coincidiendo en buscar las causas y los
mecanismos dentro de la misma naturaleza y sin la participación de los dioses.
De modo que cuando los médicos hipocráticos empezaron a rechazar la
existencia de enfermedades divinas lo hicieron en un ambiente en donde tales
ideas ya no eran extrañas.

Pero hay otro antecedente histórico del concepto natural de las enfermedades,
que probablemente también influyó en la postura opuesta a lo sobrenatural de
los médicos hipocráticos. Se trata de una idea originada en Egipto por lo menos 1
000 años antes para explicar algunas enfermedades; los snw imaginaron que en
el contenido intestinal se generaba un principio patológico, un agente capaz de
pasar al resto del organismo a través de los metu o canales que comunicaban a
los distintos aparatos y sistemas entre sí, y de producir trastornos más o menos
graves en ellos. Este principio se conoció como wdhw y quizá representa el
primer intento en la historia de la cultura occidental de explicar varios síntomas y
hasta ciertas enfermedades sin la ayuda de los dioses o de fuerzas
sobrenaturales. Naturalmente, el whdw era totalmente imaginario, pero en este
caso la imaginación se mantuvo dentro de lo posible en el mundo de la realidad.
La idea del whdw tuvo consecuencias importantes entre los snw, quienes
basaron gran parte de sus medidas profilácticas y terapéuticas en ella:
los snw recomendaban a los sujetos sanos que se hicieran 2 o 3 enemas al mes,
para evitar la aparición de whdw, y desde luego los enfermos eran sometidos a
este tratamiento con mucha mayor frecuencia. El concepto del whdw pasó de
Egipto a la Grecia antigua, y sus resonancias influyeron a los médicos
hipocráticos.

HIPÓCRATES

Tradicionalmente se considera a Hipócrates de Cos el "padre de la medicina" y se


le atribuye la autoría del llamado Juramento hipocrático, de un popular libro
sobre Aforismas, de cierto número de los textos que forman el Corpus
Hipocraticum, así como el hecho de insistir en la observación como base de la
práctica clínica, o sea el método hipocrático. Pero la verdad es que se sabe muy
poco del Hipócrates histórico, excepto que vivió en el siglo V a.C., que era
originario de Cos, que era un médico reconocido y miembro de los asclepíades,
que tomaba alumnos y les enseñaba el arte de la medicina; todo lo demás que se
dice de Hipócrates es leyenda. Desde luego, el Juramento hipocrático es un
documento de origen pitagórico (véase el Apéndice I). Llos Aforismas son una
colección de consejos y observaciones médicas que se han ido acumulando a lo
largo de siglos, y el Corpus Hipocraticum es una colección de cerca de 100 libros
sobre medicina que se escribieron en forma anónima durante los
siglos V y IV a.C., algunos hasta probablemente después. El contenido de estos
textos es muy variable, algunos son teóricos y muy generales, otros tratan de
distintos aspectos especializados de la práctica médica, otros de cirugía, y otros
más son series de casos clínicos breves sin conexión alguna entre sí. Como era de
esperarse en una colección tan heterogénea, hay distintas teorías para explicar
los mismos fenómenos y numerosas contradicciones, no sólo entre distintos
libros sino hasta en un mismo texto. Hasta el siglo pasado se creía que varios de
ellos (los más antiguos) habían sido escritos por el propio Hipócrates o sus
discípulos directos, pero investigaciones más recientes han demostrado que tal
creencia es infundada. Lo que el Corpus Hipocraticum sí representa es un
resumen del ejercicio entre los griegos de un tipo de medicina, que puede
llamarse racional, a partir del siglo V a.C. y hasta el ocaso del helenismo.

Al mismo tiempo que la medicina racional, en la Grecia clásica persistió la


práctica de la medicina primitiva o sobrenatural, ejercida por
los iatros especializados en los templos de Asclepíades, y al mismo tiempo otra
medicina todavía más primitiva, a cargo de magos y charlatanes
itinerantes, demiurgos que iban de ciudad en ciudad anunciando sus pócimas
maravillosas y prometiendo toda clase de curaciones y milagros. De hecho,
algunos de los libros del Corpus Hipocraticum fueron escritos para combatir a los
que practicaban esa forma de medicina, ya que en Grecia no había
reglamentación alguna del ejercicio profesional. Tampoco había escuelas de
medicina, de modo que si un joven deseaba hacerse médico buscaba a un
miembro distinguido de la profesión que lo aceptara como aprendiz; la regla era
que fuera admitido a cambio de una remuneración, con lo que el maestro
quedaba obligado a impartirle su ciencia y su arte al alumno durante el tiempo
que fuera necesario.

Figura 5. Representación de Hipócrates en un manuscrito bizantino; el libro que


sostiene dice: "La vida es corta, el arte es largo ".

EL NACIMIENTO DE UNA CIENCIA

la medicina en la grecia antigua


Fue en Grecia donde, a partir de la actividad de Hipócrates, la medicina comenzó la
búsqueda de una explicación racional de las enfermedades, atendiendo a sus síntomas
para formular un diagnóstico y ofrecer el tratamiento más adecuado
Carlos García Gual.
18 de junio de 2017 · 06:00 Actualizado a 29 de julio de 2020 · 13:17
Lectura: 8 min
Grecia Anti gua
La curación de las heridas de guerra impulsó el desarrollo de la medicina. En la imagen,
Aquiles vendando las heridas de Patroclo durante la guerra de Troya. Copa de Sosias. Siglo
V a.C.
Foto: Bpk / Scala
macaón y Podalirio, que atienden a los heridos griegos en la guerra de Troya, son los dos
primeros médicos griegos cuyo nombre conocemos. La Ilíada los recuerda como «dos
buenos médicos» en el ejército del rey Agamenón. Son hijos del famoso Asclepio (en latín
Esculapio), más tarde venerado como dios de la medicina, y héroes muy apreciados tanto
por su valor guerrero como por su servicial saber quirúrgico. El médico, llamado iatrós en
griego, es, en efecto, según Homero, «un hombre que vale por muchos» (Ilíada, XI, 514),
y está calificado socialmente como demioergós, «servidor público», al igual que el
adivino, el maestro carpintero o el recitador de poemas. Se trata de un oficio acreditado
y sabemos que médicos itinerantes circulaban por la Grecia arcaica.
Ya en pleno siglo VI a.C. conocemos el nombre de un famoso médico viajero, Demócedes
de Crotona, que, según cuenta Heródoto, acabó sus días en la corte del rey persa Darío I.
Pero la figura que marca con su magisterio y sus escritos la etapa que llamamos
«técnica» o «científica» de la medicina griega es la de Hipócrates, que vivió más o
menos entre 440 y 360 a.C. En su isla natal de Cos fundó la escuela profesional que
llevaría su nombre y donde compuso los primeros «tratados hipocráticos», que son el
origen del Corpus hipocrático, una variada colección de casi sesenta textos médicos que
formaron una biblioteca pionera especializada en la teoría y la práctica de la curación.

MEDICINA RACIONAL Y MILAGROSA


El Corpus recoge y examina, con una perspectiva metódica y racional, numerosos datos
sobre enfermedades y aspectos varios del arte médico: anatomía, fisiología, ginecología,
patología, epidemiología y cirugía. En ellos se pone énfasis en la observación minuciosa
de los enfermos y sus dolencias, y se atiende mucho a la dieta y el régimen, lo que no es
sorprendente en una ciencia en la que la farmacología es muy elemental y la cirugía
interna desempeña un papel muy limitado. Es importante la atención a lo que llamaríamos
medicina preventiva y, sobre todo, a la evolución del proceso enfermizo, a los síntomas
que permitan conocer sus crisis, dar un pronóstico y orientar la mejoría.

Higiea, sentada junto a su padre Asclepio, da de comer a una serpiente. Este animal,
emblema del dios, era empleado en los rituales curativos de sus santuarios.
Foto: Erich Lessing / Album

Aquí surge una medicina empírica y racional, sin ningún elemento mágico ni
lastre religioso
Esa concepción de la physis o naturaleza como un conjunto de fenómenos que el estudio
debe explicar mediante razones y experimentos es común a los primeros filósofos, los
sofistas y los discípulos de Hipócrates. Por ello escriben esos textos en prosa clara y
sencilla, contando sus experiencias e interpretando los hechos según una teoría crítica
que los abarca y explica, sujeta a discusión científica. El médico intenta curar tomando
conciencia de las causas de la enfermedad y expone el método efectivo para enfrentarse a
ella. Aquí surge una medicina empírica y racional, sin ningún elemento mágico ni lastre
religioso, en claro contraste con tradiciones médicas mucho más antiguas, como la china
o la egipcia. Si es muy difícil valorar con criterio actual el nivel científico de esta medicina
–que ignora los microbios, la circulación de la sangre o la química moderna–, no deja de
ser ejemplar la orientación metódica y objetiva que caracteriza a esta téchne iatriké, el
oficio de la curación.
Frente a esta terapéutica metódica y racional (la de escuelas médicas como la de la isla de
Cos; la de la costa de Cnido, en Asia Menor, o la de Crotona, en la península
Itálica) aparecen en Grecia otros lugares donde se practica una medicina religiosa en
torno a los santuarios del divinizado Asclepio. Allí se promete a los enfermos un tipo
distinto de curación, que actúa milagrosamente por la intervención del dios sanador.
Impulsados por su fe, los enfermos acudían a los santuarios y se sometían a ciertos
cuidados y ritos purificatorios, que solían incluir baños y rezos, y especialmente la
incubatio, es decir, el dormir de noche sobre el suelo del recinto sagrado, donde les
llegaba, en sueños, la voz divina que los aconsejaba o sanaba.

En la cabecera del lecho de una mujer enferma aparecen Asclepio, que le impone sus
manos, y su hija Higiea. La escena corresponde a un relieve votivo procedente del
santuario de este dios en El Pireo, fechado hacia 400 a.C.
Foto: Bridgeman
Es asombrosa la fama del culto de Asclepio y de sus santuarios –en Cos, Epidauro, Atenas
y otras ciudades– desarrollada a partir del siglo V a.C. y aumentada en época helenística.
Asclepio, hijo de Apolo, era un dios benévolo y de aire compasivo. Las ruinas de algunos
santuarios atestiguan su prestigio y su riqueza, como sucede con el de Epidauro, con su
magnífico teatro. Por otra parte, las inscripciones conservadas en forma de breves exvotos
de los enfermos agradecidos, como los llamados iámata de Epidauro, testimonian
múltiples y pintorescas «curaciones» milagrosas del dios.

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