La existencia del purgatorio es dogma de fe. Es un estado pasajero de pena y
tormento, para purificar las almas de los difuntos que todavía tienen faltas veniales o deben cumplir alguna pena por los pecados pasados. La posibilidad de esa purificación después de la muerte es un don gratuito de la divina misericordia. Aún más: nos enseña con autoridad la Iglesia, que “Las almas detenidas en el purgatorio son ayudadas por los sufragios de los fieles y particularmente por el aceptable SACRIFICIO DEL ALTAR”. (CONC. TRIDENTINO).