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WALTHER L. BERNECKER
Universidad de Nuremberg
ABSTRACT: At the end of the Second World War it seemed that many regimes
in Latin America would undergo a process of democratization. In the political and
the social sphere, there was a clear turn to the left^ furthermore, the workers beca-
me noticeably more militant. But only a few years later, the democratic opening of
different regimes came to a rapid end; Latin America again turned to the right. The
essay analizes the exogenous as well as the endogenous aspects that explain these
changes. It concludes that the years around the end of the Second World War can-
not be interpreted as a starting point towards modernization in Latin America.
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Otro se puede constatar un claro giro hacia la izquierda, tanto en el ámbito políti-
co como social; en tercer y último lugar, se trata de un período de marcada mili-
tancia obrera.
Por aquel entonces, las dictaduras se vinieron abajo, el pueblo se movilizó, se
celebraron elecciones relativamente libres con una alta participación electoral.
Muchos partidos o movimientos reformistas llegaron al poder, las necesidades de
las clases urbanas medias y obreras fueron expresadas con toda claridad. También
la izquierda ortodoxo-marxista se alzó con grandes logros durante esta fase.
¿Cómo se llegó a semejante constelación? Todavía a principios de 1944, de las
veinte repúblicas latinoamericanas, sólo Uruguay y Chile, y de manera algo menos
contundente, Costa Rica y Colombia, podían afirmar ser democracias representati-
vas. Al menos en estos cuatro países, los gobiernos habían sido elegidos "libre-
mente" y estaban compuestos por civiles, existía cierta competencia política y los
derechos civiles estaban garantizados aunque sólo fuera formalmente. La democra-
cia argentina había sido barrida por un golpe militar; el sistema autoritario en Méxi-
co constituía un caso único, consecuencia de la revolución; en los restantes países
latinoamericanos tenían el poder regímenes oligárquicos o represivos, dictaduras
personales o militares. En general, los sistemas tradicionales habían permanecido
intactos durante la guerra en casi toda Latinoamérica. La mayoría de los gobiernos
no reaccionaron con reformas estructurales ante la crisis económica mundial de
1929, y no surgió un clima propicio para un cambio político; los cambios estructu-
rales fueron insignificantes, y los sociales sólo se quedaron en sus comienzos. "La
rebelión de las masas" vaticinada por José Ortega y Gasset no tuvo lugar.
Durante el último año de la guerra y los primeros de la posguerra, la demo-
cracia se estabilizó en aquellos pocos países que habían mostrado ya anterior-
mente una postura a favor de la democracia. En otros se produjeron cambios en
pro de ésta: En Ecuador, un levantamiento popular llevó en 1944 a la disolución
del régimen represor en aquel país; en Cuba, las elecciones de 1944 llevaron al
poder al jefe de la oposición Ramón Grau San Martín; en Panamá, una coalición
formada por grupos de la oposición logró al menos imponer a su candidato como
presidente interino; en Perú, el candidato de la APRA (Alianza Popular Revolucio-
naria Americana) salió en 1945 victorioso de las primeras elecciones libres en este
país; en Venezuela, un golpe militar apoyado por la AD (Acción Democrática) de
Rómulo Betancourt dio pie a un experimento único de democracia.
Esta fase fue testigo de cuatro transiciones de dictaduras militares a formas de
gobierno más democráticas: En Guatemala, un levantamiento popular puso fin a
la dictadura de Jorge Ubico y la elección del "socialista" Juan José Arévalo; en Bra-
sil, Getúlio Vargas tomó a principios de 1945 las medidas necesarias para dar ini-
cio al desmantelamiento del Estado Novo (1937-1945), a finales de año tendrían
lugar las primeras elecciones relativamente libres en la historia de este país; en
Argentina se produjeron (1945-1946) manifestaciones masivas en contra del régi-
men militar, entre ellas la "Marcha por la Constitución y la Libertad", siendo con-
vocadas también elecciones libres; en 1946, una revuelta popular provocó la caída
del gobierno militar. Finalmente en Bolivia, el régimen militar fue derrocado en
1946 por un violento levantamiento popular, en el transcurso del cual fue lincha-
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4. Donald MARQUAND DOZER: Are We Good Neighbors? Three Decades of Inter-American Relations,
1930-1960. Gainesville, 1959, pp. 226s.
5. Arthur P. WHITAKER (ed.): Inter-American Affairs 1940. New York, 1941, p. 47.
6. William EBENSTEIN: «Political and Social Thought in Latin America». En: Arthur P. WHITAKER (ed.):
Inter-American Affairs 1945. New York, 1946, p. 137. Las fuerzas democráticas que surgieron enton-
ces defendían con frecuencia ideas que distaban de las ideas liberal-democráticas de influencia occi-
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A estos efectos exógenos hubo que añadir una gran presión endógena a favor
de sistemas políticos más abiertos; esta presión partía de las clases medias urba-
nas, de los intelectuales y estudiantes, en algunos casos incluso de la clase obre-
ra urbana. La guerra había promovido el auge de la industria, y paralelamente,
había fomentado una acelerada urbanización. De esta manera, las elites agrarias o
mineras hasta el momento dominantes, vieron reducida su influencia. La crisis eco-
nómica mundial de los años 30 había minado en cierto modo los cimientos de las
antiguas oligarquías, ya que, al mismo tiempo que estas regiones se urbanizaban,
surgía una clase media urbana que no podía ser integrada en las elites estableci-
das, sin olvidar que mientras tanto, la clase obrera urbana se fortalecía día a día,
a la vez que pedía a gritos cambios sociales^. Estos círculos reformistas estaban
influenciados por las tradiciones liberales de sus propios estados por una parte,
aunque principalmente por la propaganda bélica estadounidense por otra, la cual
no hacía sino alabar tanto a las instituciones políticas como al modelo económico
de los EEUU.
Así, indirectamente, los EEUU también jugaron un importante papel en la
democratización de Latinoamérica a finales de la Segunda Guerra Mundial. La pre-
sión directa ejercida por Washington no fue tan relevante, ya que el objetivo pri-
mordial de los EEUU no consistía en imponerla democracia en América Latina,
sino en conservar y asegurar sus intereses tanto estratégicos, como económicos.
Washington cooperaba con todos aquellos regímenes que compartiesen sus mis-
mas metas, sin establecer diferencias entre democracias y dictaduras. Un Trujillo
en la República Dominicana y un Somoza en Nicaragua eran considerados tan alia-
dos de los EEUU como lo fuera el dictador brasileño Getúlio Vargas, el mejor cola-
borador de Washington en Latinoamérica.
En el transcurso del año 1945, la política de los EEUU varió ligeramente. El inte-
rés estadounidense iba dirigido a presentar a sus aliados en Latinoamérica como
defensores de la democracia. A partir de entonces, los dictadores no habrían de reci-
bir más ayuda financiera ni económica. En algunos casos, los EEUU ejercerían una
clara influencia a favor de una democracia o del asentamiento de ésta, como ocu-
rriría en Brasil, Paraguay o Bolivia. En aquel momento, partiendo de la concepción
estadounidense, el verdadero enemigo de la democracia en Latinoamérica conti-
nuaba siendo el fascismo, aún no el comunismo. Por el contrario, el que los parti-
dos comunistas participasen en los intentos democratizadores en Brasil o Argentina
por ejemplo, fue acogido por aquel entonces con satisfacción por Washington. La
alianza durante la Segunda Guerra Mundial entre los Aliados del Oeste y la Unión
Soviética se tradujo en América Latina en tolerancia frente a los partidos comunis-
tas. Éstos fueron legalizados o, al menos, tolerados en casi todos los países latinoa-
mericanos; en sólo dos años su número de afiliados se multiplicaría por cinco*^.
dental. Democracia implicaba, en la radical variante latinoamericana, no sólo el derecho de voto sino
la movilización popular y las reformas sociales.
7. R. A. HUMPHREYS: Latin America and the Second World War. Tomo 2. London, 1982, p. 34.
8. Fernando CLAUDÍN: The Communist Movement: From Comintern to Cominform. London, 1975,
p. 309; véase también ROCK (nota 2).
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huelgas. Entre 1945 y 1947, Latinoamérica vivió la fase de mayor militancia obre-
ra desde el fin de la Primera Guerra Mundial.
Considerando la rapidez con la que tuvieron lugar los procesos de urbaniza-
ción e industrialización con sus respectivas consecuencias sociales, mostraron cla-
ramente a los gobiernos que ya no podían seguir apoyándose únicamente en el
ejército, sino que tenían que incorporar a los trabajadores, cada vez más cons-
cientes de su poder político. Las actividades estatales ampliaron su cobertura a raíz
de este vertiginoso cambio social; la integración de las distintas capas sociales en
el Estado se produjo a menudo a través de mecanismos corporativistas, neutrali-
zando así al mismo tiempo los conflictos sociales.
La postura sindicalista frente a la democracia se hallaba condicionada por dis-
tintas lealtades. En términos generales, los trabajadores apoyaban la apertura políti-
ca en la posguerra. En Brasil, sin embargo, el movimiento obrero se pronunciaba a
favor de Vargas, en Argentina a favor de Perón, ya que estos dictadores apostaron
por los trabajadores, mientras que las fuerzas oposicionarias democráticas, por lo
general, eran consideradas oligárquicas y contrarias a los trabajadores. En México,
los sindicatos oficiales se enfrentaban e insultaban a las fuerzas oposicionales deno-
minándolas reaccionarias. Pese a dichas divergencias, por lo general puede decirse
que los tres aspectos principales característicos de la política latinoamericana de la
posguerra —democracia, orientación izquierdista, militancia obrera— se encontra-
ban estrechamente relacionados y se reforzaban mutuamente.
Existían varias razones por las cuales en 1945 los estados latinoamericanos
podían albergar esperanzas de recibir ayuda financiera por parte de los EEUU en
los años venideros: Por una parte, habían luchado en el mismo bando en la gue-
rra; por otra parte, durante 1944 y 1945, cuando los EEUU habían necesitado del
apoyo latinoamericano para realizar SLIS planes respecto a la creación de la ONU,
habían reinado la armonía y la concordancia entre el Norte y el Sur. En febrero de
1945, los estados latinoamericanos prometieron apoyar la iniciativa a favor de la
fundación de la ONU durante la celebración de la Conferencia de Chapultepec
(México). ¡Por aquel entonces los latinoamericanos sumaban 20 de los 51 estados
de la ONU! Además, durante la guerra se había intensificado la fuerte interdepen-
dencia económica entre los EEUU y América Latina. En 1941, el porcentaje esta-
dounidense en el comercio exterior latinoamericano suponía ya un 54% del total,
y en el transcurso de la guerra, éste seguiría aumentando. Cada vez más minera-
les —como el cobre de Chile, zinc de México, manganesio de Brasil— eran envia-
dos a los EEUU. Tras la guerra —así pensaban los latinoamericanos— los EEUU
no podrían dejar en la estacada a los países al sur del Río Bravo.
También es verdad que con anterioridad ya se podían advertir señales de que
las relaciones estadounidenses-latinoamericanas iban a enturbiarse a partir de
1945. Antes de la guerra, Latinoamérica había jugado, sin duda alguna, un impor-
tante papel en la política exterior de los EEUU. En 1933, Franklin D. Roosevelt
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anunció la "política de buena vecindad", según la cual los Estados Unidos se abs-
tendrían de intervenir militarmente en el Sur. A raíz de ello, Roosevelt calificó a
políticos de tan sospechosa orientación democrática como Rafael Tmjillo, de
"grandes y buenos amigos", y elevó a Getúlio Vargas al cargo de co-fundador de
la política del New-Deal". Para los EEUU se trataba entonces de dominar el
comercio latinoamericano; el tan alabado "Panamericanismo", según la cínica for-
mulación de los críticos, no fue sino una gran campaña publicitaria de la econo-
mía estadounidense para lanzar sus productos al mercado.
La ofensiva comercial lanzada por los EEUU en los años 30 fue considerada
por Washington como especialmente necesaria ya que había que impedir que Ale-
mania o Japón se apoderasen del mercado latinoamericano, sobre todo del Brasil.
Además, si se llegase a declarar la guerra, los Estados Unidos necesitarían de la
minería y las zonas agrícolas sudamericanas para su industria bélica. La Segunda
Guerra Mundial se convirtió pues, indirectamente, en una disputa entre las poten-
cias fascistas y los EEUU por la hegemonía en América Latina.
Entre 1936 y 1940 tuvieron lugar una serie de Conferencias interamericanas,
en las que los EEUU impusieron sus mecanismos de consulta en cuestiones de
defensa y seguridad entre las repúblicas americanas^^. Al empezar la guerra, los
EEUU pudieron contar, en un principio, con la neutralidad de los latinoamericanos
y, más tarde, con su apoyo activo. Un inmenso número de oficiales latinoameri-
canos fueron adiestrados en las academias militares estadounidenses, casi todas las
repúblicas latinoamericanas rompieron sus relaciones diplomáticas con el Eje^^
Incluso Getúlio Vargas, tan versado en la retórica y la estilística del fascismo, el
mismo que en junio de 1940 celebraría la caída de Francia calificándola de fin del
liberalismo y comienzo de una "nueva época", se adhirió a la Alianza Interameri-
cana^^. Los lazos entre los Estados Unidos y las instituciones latinoamericanas se
entrecruzaban cada vez más.
Durante la guerra, el principal objetivo de Washington consistía en asegurar
las importaciones bélicas y de importancia vital provenientes de América Latina.
Por ello, los norteamericanos invirtieron principalmente en ferrocarriles, los cuales
comunicarían las regiones mineras con los puertos. Se trataba de garantizar el
aprovisionamiento de minerales y materias primas. No pretendían un desarrollo
industrial de América Latina, sino todo lo contrario. Latinoamérica habría de con-
vertirse en un mercado exclusivo para los productos norteamericanos. Los argen-
tinos, más bien reacios a trabajar con los EEUU, criticarían desde un principio esta
11. Hubert HERRING: Good Neighbors: Argentina, Brazil, Chile, and Seventeen Other Countries. New
Haven, 1941, p. 4.
12. J. LLOYD MECHAM: The United States and Inter-American Security, 1889-1960. Austin, 1961,
pp. 125ss.
13- Michael J. FRANCIS: The Limits of Hegemony: United States Relations with Argentina and Chile
during World War II. Notre Dame, 1977.
14. Finalmente, sólo Argentina se oponía al sistema de alianzas norteamericano. En 1942, la región
del Río de La Plata trató de fundar (sin éxito) un bloque neutral de estados latinoamericanos en opo-
sición a los EEUU. Véase Joseph S. TULCHIN: Argentina and the United States: A Conflicted Relationship.
Boston, 1990.
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15. Cita según Robert BURR: «United Staates Latin American Policy». En; Arthur M. SCHLESINGER (ed.):
The Dynamics of World Power: A Documentary History of United States Foreign Policy. Tomo 3, New
York, 1973, p. 44s.
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16. lan RoxBOROUGH: «Labour Control and the Postwar Growth Model in Latin America». En: ROCK
(nota 2), pp. 248-264.
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17. E.V.K. FiTZ GERALD: «ECLA and the Formation of Latin American Economic Doctrine». En: ROCK
(nota 2), pp. 89-108.
18. Leslie BETHELi/Ian ROXBOROUGH: «Conclusion: The Postwar Conjuncture in Latin America and its
Consequences». En: IDEM (nota 3), pp. 327-334.
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Hay que añadir que CEPAL, bajo la dirección de quien fuera durante muchos
años su director, Raúl Prebisch, emprendió una fuerte crítica contra la teoría clasi-
co-liberal de comercio exterior y su concepto base de las ventajas comparativas.
Tomando como base el modelo de centro-periferia, Prebisch construyó la tesis de
que el intercambio comercial entre los países industriales y aquéllos en vías de
desarrollo era desigual, beneficiándose de ello principalmente los países del cen-
tro. Decisivos fueron los terms of trade, las relaciones de intercambio, que habían
evolucionado a lo largo del tiempo en perjuicio de la periferia. Para poner en mar-
cha el necesario proceso de industrialización en América Latina, el Estado tendría
que jugar un papel determinante en el proceso de desarrollo, siguiendo una polí-
tica proteccionista con el fin de conseguir la sustitución de importaciones^^.
Ideas de este tipo surgieron y se pronunciaron en un momento, en el que la
situación política mundial había dado un enorme giro con respecto a 1945; las con-
secuencias de estos cambios en Latinoamérica abarcarían casi todos los ámbitos.
El primer análisis para el período 1944-46 ha puesto de relieve que durante aque-
llos años, en muchos países de América Latina tuvo lugar un notorio fortalecimiento
de las fuerzas democráticas en detrimento de las conservadoras y/o autoritarias, al
igual que un aumento del poder de los sindicatos. Asimismo los EEUU habían exten-
dido su radio de influencia hasta abarcar todos los países del subcontinente. La expan-
sión económica que acompañó al auge exportador latinoamericano contribuyó, junto
a las distintas conmociones sociales de aquellos tiempos, a fomentar los procesos
democráticos de la posguerra. Esta situación habría de cambiar de inmediato.
En primer lugar hay que apuntar que los Estados Unidos no tenían el propó-
sito de hacer llegar una ayuda económica sustancial a Latinoamérica. Washington
concentraba sus energías financieras y económicas exclusivamente en Europa
Occidental. El presidente Truman hacía referencia a la "responsabilidad colectiva"
de todos los americanos, y por lo tanto también de los latinoamericanos, de ayu-
dar al Viejo Mundo a ponerse de nuevo en pie. Latinoamérica, en opinión de la
mayoría, había salido bien librada de la guerra en el aspecto económico. Además,
la recuperación económica de Europa Occidental también habría de beneficiar al
subcontinente^o. Los EEUU, antes los "Good Neighbors" o buenos vecinos, se con-
virtieron en "good spectators" o buenos contempladores. La política de Washing-
ton frente a América Latina sería caracterizada por un alto funcionario del Minis-
terio del Exterior con las palabras: "Neglect and Ignorance"^^.
19. Nikolaus WERZ: Das neuere politische und sozialwissenschaftliche Denken in Lateinamerika.
Freiburg, 1991, pp. I6l-l67. Entretanto se ha demostrado que en su mayor parte los conceptos utili-
zados por Prebisch no procedían de él, sino que había hecho suyo aquel de Werner Sombart. Véase
al respecto Firz GERALD (nota 17).
20. Robert A. POLLARD: Economic Security and the Origins of the Cold Wax. New York, 1985, p. 213-
21. La expresión procedía de Adolf BERLE; véase Jordan A. SCHWARTZ: Liberal: Adolf A. Berle and
the Vision of an American Era. New York, 1987.
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22. Germán ARCINIEGAS: The State of Latin America. New York, 1952, pp. XI, XIV.
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23- Gordon CONELL-SMITH: The United States and Latin America: An Historical Analysis of Inter-
American Relations. London, 1966, p. 208.
24. Stephen RABE: Eisenhower and Latin America. Chapel Hill, 1988, pp. 16-18; véase también Les-
lie BETHEu/Ian RoxBOROUGH: «Latin America between the Second World War and the Cold War«. In: Jour-
nal of Latin American Studies 20, n°. 1, mayo 1988, pp. 167-189; Leslie BETHELL: «From the Second World
War to the Cold War, 1944-1954». En: Abraham F. LOWENTHAL (ed.): Exporting Democracy. Baltimore,
1991, pp. 41-70.
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