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VACUNACIÓN

Un estudio reitera que la relación


entre las vacunas y el autismo es
falsa
Expertos en Dinamarca hacen una investigación con más de
600.000 niños que concluye, una vez más, que la inmunización
triple vírica no causa este trastorno del neurodesarrollo
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Un médico vacuna a un niño. GETTY
CAROLINA GARCÍA

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Madrid 6 MAR 2019 - 09:08 CET

Enfermedades que estaban erradicadas gracias a las vacunas, ahora han vuelto a
resurgir. Y la causa principal de este aumento no es que no haya suficiente
inmunización para todos, sino la creencia de algunos pocos, conocidos como
movimiento antivacunas, que señalan a estas como causantes de enfermedades y
trastornos, como puede ser, por ejemplo, el autismo (TEA). Y esta creencia es falsa,
así lo concluye un estudio realizado en Dinamarca a más de 600.000 niños. No es el
único que ha echado por tierra esta afirmación, pero sí el último. La investigación se
publicó ayer lunes 4 de marzo en la revista Annals of Internal Medicine.

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La tesis fundamentada de que la vacuna conjunta de la rubéola, varicela y


sarampión, la que se conoce como la triple vírica (MMR, por sus siglas en inglés),
provoca autismo, comenzó hace dos décadas tras la publicación de un artículo
de Andrew Wakefield en 1998 en  The Lancet, en el que sustentaba el hipotético
vínculo entre la vacuna triple vírica y el autismo. Este estudio, que provocó el
pánico y afectó a las tasas de vacunación en toda Europa, ha sido refutado en
muchas ocasiones y, además, el investigador, —quien tuvo que retractarse en la
misma revista por errores metodológicos que algunos expertos definen como
"premeditación por su parte"—, llegó a perder su licencia de trabajo. A pesar de
todo esto, el bulo se mantiene desde entonces a nivel mundial, sobre todo,
alimentado por las redes sociales.

"La gente en las redes sociales sigue a quien quiere seguir o a quien se ajusta a lo
que cree o quiere", explica por teléfono Celso Arango, jefe de psiquiatría infanto-
juvenil del hospital Gregorio Marañón. "Los antivacunas no van a desaparecer.
Gente que cree en el concepto natural a la hora de vivir. Pero hay algo que deben
saber, toda decisión es respetable mientras no dañe a terceros. En el momento en que
estas personas no se vacunan y reaparecen enfermedades, hasta ahora erradicadas,
de forma que afecta a la población, su decisión provoca un problema de salud
pública", añade Arango.

"Los antivacunas basan sus conclusiones en un artículo que se ha desmentido en


varias ocasiones desde su publicación, que no tiene base científica", prosigue.
"Además, la triple vírica coincide en el tiempo con la aparición, o diagnóstico más
claro del autismo. Pero el autismo no surge de repente, no es algo que simplemente
sucede. Se nace con ello. Y se diagnóstica más tarde o más temprano dependiendo
de los síntomas", explica el experto.

Con el fin de averiguar la verdad, los expertos del estudio danés evaluaron si dicha
vacuna incrementaba el riesgo de padecer autismo. Midieron las características de
los pequeños y el tiempo transcurrido desde la vacunación. En total estudiaron a
657.461 nacidos en Dinamarca desde 1999 a 2010, y les siguieron desde el primer
año de vida hasta agosto de 2013.

En todos los casos se evaluó si los pequeños fueron vacunados, si habían sido
diagnosticados con autismo, si tenían algún familiar con este trastorno
neurobiológico o si tenía algún otro factor de riesgo para padecerlo. Se siguieron en
total a más de cinco millones de personas, de los que tan solo 6.517 menores fueron
diagnosticados con autismo, una incidencia, según explican los autores, de 129,7 por
cada 100.000 habitantes. No se observó ninguna diferencia entre los niños
vacunados y los que no, y no se determinó ningún riesgo añadido para padecer TEA
entre los vacunados.

“Nuestra conclusión es que la vacuna trivírica no incrementa el riesgo de padecer


autismo”, escriben los autores en la revista. Además, “no aumenta su diagnóstico
entre los niños más susceptibles a padecerlo y no está relacionado con los casos de
autismo que aparecen tras la vacunación”. Según la Organización Mundial de la
Salud (OMS), uno de cada 160 niños tiene un TEA en el mundo y sus síntomas
suelen comenzar en la infancia y persistir hasta la adolescencia y la edad adulta.
Otras estimaciones hablan de que puede afectar a uno de cada 68 niños en edad
escolar.

"Lo que hay que saber es que la esperanza de vida ha mejorado gracias a las
vacunas, que han hecho que disminuyan las tasas de mortalidad infantil", continúa
Arango. "Y dejar de hacerlo puede tener consecuencias graves", incide.  "En
California, en los colegios públicos del Estado, las autoridades han decidido tomar
cartas en el asunto de los antivacunas y han decidido que no se podrá escolarizar a
ningún niño que no esté inmunizado". A febrero de este año, ya se han
diagnosticado 206 casos de sarampión en ese Estado, según datos del Centro de
Prevención de Enfermedades de EE UU (CDC, por sus siglas en inglés). Es solo un
ejemplo. "Los expertos sanitarios tenemos la obligación de informar a los padres, a
la sociedad, de la evidencia científica, no de nuestras creencias", explica el experto.
En EE UU, todavía en 20 de los 50 Estados más Washington DC proponen no
vacunar por motivos religiosos y personales. Solo tres, California, Mississippi y
Virginia Occidental, no permiten exenciones no médicas.

En este país, la Asociación Médica Americana ha desacreditado, en varias ocasiones


de forma reiterada, a los progenitores que rechazan vacunar a sus hijos por razones
alejadas de la medicina y, al igual que otros organismos como la OMS, hacen
hincapié en su capacidad para erradicar, proteger y prevenir que los más pequeños
padezcan enfermedades como el sarampión, la varicela o las paperas.

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