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Extractivismo

por Andrea Cardoso (UBA-UNAJ)


 

El concepto hace referencia al modelo que supone la explotación de los bienes comunes de la
naturaleza, su apropiación, y su venta en el mercado mundial. El extractivismo cuenta con distintas
modalidades, y de acuerdo a la zona en cuestión, refiere al tipo de recurso que explota. Algunos de
dichos bienes comunes, son recuperables, como los que atañen a la agricultura, y otros, no se
recuperan jamás, como es el caso de los minerales.
Ya desde la conquista y colonización de Nuestra América se han configurado distintas formas de
explotación de nuestros bienes comunes: entre los siglos XV y XVIII hablamos de un extractivismo
minero, de la plata y el oro. Seoane, advierte otro tipo de extractivismo de finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, característico de países oligárquicos inmersos en el modelo agroexportador,
donde desde América Latina se explota guano, salitre, café, caucho, cobre, entre otros. Ya en la
actualidad, desde las últimas décadas, con un proceso de globalización en alza y auge surgen distintos
debates que plantean posicionamientos distintos, a la vez que novedosos respecto a la lógica
extractiva. Seoane refiere a una ofensiva extractiva cuando denuncia un profundo y acelerado ciclo de
expropiación, mercantilización y depredación de los bienes comunes de la naturaleza. Teniendo en
cuenta las políticas neoliberales implementadas durante los años 80 y 90 en América Latina, cabe
introducir a esta variable neoliberal como particularidad fundamental a la hora de comprender cómo
se suceden estas prácticas extractivas en nuestros territorios. Es en esta línea que Giarraca y Teubal
realizan un listado de las principales características de dicho modelo, donde sobresalen que 1. Se
hallan localizadas territorialmente porque dependen de la existencia y la persistencia de determinados
recursos naturales; 2. Fueron impulsadas en el marco del neoliberalismo económico difundido a escala
mundial: 3. Se remiten a escalas de producción mucho mayores que las tradicionales desplazando la
multiplicidad de actividades preexistentes y 4. Desplazan masivamente tanto a trabajadores rurales,
al campesinado, a la agroindustria en general, como a pobladores circundantes.
En esa dirección, es fundamental el desarrollo de Seoane, Taddei y Algranati quienes, teniendo en
cuenta, y también como punto de partida, los conflictos sociales acaecidos durante la década de los 90
en la región, y el cuestionamiento a las políticas neoliberales que los despliegan, el punto es pensar la
dimensión histórica y política de los movimientos sociales frente al extractivismo, tomando como
variable fundamental al neoliberalismo. Es de esta manera, que se intensifica la dominación y la
explotación social y colonial en la actual fase capitalista. Son los llamados países de la periferia, los
que son convertidos en reserva de recursos naturales, a merced de los dueños de los capitales
trasnacionales. Como señala Prada Alcoreza, la mayor parte del excedente no queda en los países
periféricos, sino que se inserta en el curso de los ciclos de inversión y acumulación a escala mundial.
En efecto, desde la perspectiva de los países periféricos, el extractivismo es una condena al círculo
vicioso de la dependencia, pero a la vez, desde una perspectiva ecológica, sostiene el mismo autor,
dicho modelo pone en peligro la vida misma.
Particularmente en las últimas décadas, aquellas políticas neoliberales que implicaron, entre otras
cosas, la indiscriminada penetración de capitales trasnacionales en distintos territorios ya habitados,
cuidados y trabajados por los pueblos indígenas que ya vivían allí, se toparon con reclamos y
resistencias de estos pueblos, quienes se contraponían (y contraponen) a la deliberada exploración y
explotación de los bienes comunes de la naturaleza por parte de dichas empresas trasnacionales. Es
más, dichos capitales, lejos están de respetar el Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) que avala el derecho de consulta previa sobre cualquier medida susceptible de afectar
directamente a nuestros pueblos, como ser cualquier tipo de explotación petrolera, minera o de otra
índole sobre sus territorios; la lucha por el territorio es notoria cuando nuestros pueblos se encuentran
avasallados o incluso desplazados de su hábitat por nuevos inversores, grandes embalses o grandes
proyectos.
Ahora bien, Gudynas, despliega su análisis teniendo en cuenta las características de los gobiernos
latinoamericanos entrado el siglo XXI, y describe entonces dos tipos de extractivismos. Por un lado, un
modo “clásico”, propio de los gobiernos conservadores latinoamericanos, donde las empresas
transnacionales tienen un rol determinante y el Estado es funcional a esa transnacionalización (existen
regulaciones y controles acotados). La apuesta “oficial” es la generación de crecimiento económico,
generando un derrame al resto de la sociedad. Sin embargo, una característica fundamental que
sucede en este tipo de países es la constante represión sobre las protestas, y hasta incluso la
criminalización de ciudadanos. Por otro lado, refiere a los gobiernos llamados progresistas,
característicos de los primeros años del siglo XXI, en países tales como Argentina, Brasil, Uruguay,
Paraguay, Venezuela, Bolivia y Ecuador, en donde el Estado está en manos de agrupamientos político-
partidarios que se definen como progresistas o de la nueva izquierda y si bien varios países
industrializados están sumidos en una grave crisis económico-financiera, el alto precio de las materias
primas y el consumo asiático siguen alimentando una buena performance económica de la región. Es
en estos países donde, en los últimos años, han crecido considerablemente las inversiones y
exportaciones, expandiéndose el extractivismo en actividades mineras y petroleras. Es lo que Gudynas
llama el neoextractivismo progresista, caracterizado por profundizar, la extracción minera y
petrolera.  A propósito, Maristella Svampa sostiene que el progresismo en nuestra región, continúa
visualizando la problemática en términos desarrollistas, ligados al crecimiento económico, la
modernización y la expansión de fuerzas productivas, con el argumento del carácter supuestamente
inagotable de los recursos naturales. Por su parte Gudynas, agrega también que dichos países
defienden el modelo extractivista ya que permite recaudar fondos para combatir la pobreza.

Fuentes: N. Giarraca, “Tres paradojas para repensar la política”, en Renunciar al bien común.
Extractivismo y (pos) desarrollo en América Latina, Mardulce, 2012; E. Gudynas, “Estado
compensador y nuevos extractivismos. Las ambivalencias del progresismo latinoamericano”, en
Revista Nueva Sociedad 237, Buenos Aires, 2012; R. Prada Alcoreza, “El circulo vicioso del
extractivismo”, en Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos) desarrollo en América Latina,
Mardulce, 2012; J. Seoane, “Neoliberalismo y ofensiva extractivista. Actualidad de la acumulación por
despojo, desafíos de Nuestra América”, Theomai 26, 2012; J. Seoane, y E. Taddei, “Recolonización,
bienes comunes de la naturaleza y alternativas desde los pueblos”, Espiral, vol. XIX, núm. 53, enero-
abril, 2012, pp. 235-242 Universidad de Guadalajara Guadalajara, México, 2012; J. Seoane, E. Taddei,
C. Algranati, “El concepto “movimiento social” a la luz de los debates y la experiencia latinoamericana
recientes” en Revista de ALAS. Buenos Aires: ALAS, pp. 169-198, 2011; J. Seoane y E. Taddei, “El
nuevo internacionalismo y los desafíos de los movimientos populares latinoamericanos frente a la
crisis capitalista”, en Viento Sur, Numero 107, 2009; M. Svampa, “Pensar el desarrollo desde América
Latina” en Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos) desarrollo en América Latina, Mardulce,
2012

Fuente: http://www.cecies.org/articulo.asp?id=565

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