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Con 24 años, estuve a punto de morir por el coronavirus”

Los menores de 30 años son ya el principal grupo de edad entre los infectados. Varios de
ellos alzan la voz para pedir que se cumplan las medidas de prevención

Anshy Loaiza, de 24 años, en su casa en Madrid. Tras dar a luz, estuvo dos meses ingresada,
uno de ellos en la UCI, por la covid-19.KIKE PARA

Miguel Ángel Medina

Madrid - 23 ago 2020 - 0:30 CEST

“Los jóvenes deberían pensárselo mil veces antes de no llevar mascarilla. Yo estuve a punto de
morirme por el coronavirus”. Anshy Loaiza se muestra combativa. No es para menos: pasó dos
meses en el hospital —más de un mes en la UCI, gran parte del tiempo en coma inducido—
tras contraer la covid-19 con tan solo 24 años, embarazada y sin enfermedades previas. “Sé un
hombre de bien como tu papá y tu mamá”, le escribió en una carta a su hijo recién nacido, a
quien pensó que no volvería a ver. Aunque la enfermedad se ceba especialmente con los más
mayores, quienes no han cumplido la treintena pueden pasarla con síntomas leves o más
graves, pero también acabar en la UCI o algo peor: 28 menores de 30 años —y dos bebés—
han perdido la vida en España por esta causa desde el inicio de la pandemia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) mostró el pasado martes su preocupación ante el


aumento de casos de covid-19 en este colectivo. “Las personas de 20, 30 y 40 años están
propagando la enfermedad. Muchos no saben que están infectados, lo que aumenta el riesgo
de contagio a los más vulnerables”, dijo el director de la OMS para el Pacífico Occidental,
Takeshi Kasai. Los datos en España apuntan a lo mismo: los infectados de entre 15 y 29 años
eran tan solo el 6% del total hasta el 10 de mayo; desde entonces, han pasado a ser el 25% de
los nuevos contagios, según los datos del Instituto de Salud Carlos III. En cambio, muchos
menos acaban en el hospital: si al inicio eran un 13,4%, ahora son tan solo el 1,7%, lo que
significa que se descubren muchos casos leves que antes no se consideraban. “Se están
haciendo muchos test y ha aumentado la proporción de asintomáticos, lo cual quiere decir que
se está haciendo un mejor trabajo de rastreo”, explica Ildefonso Hernández, catedrático de
Salud Pública en la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante).

Más jóvenes contagiados

En esta segunda ola de contagios hay más casos de jóvenes, pero menor porcentaje de
infectados necesitan hospitalización.

Casos entre 15 y 29 años

Hasta el 10 de mayo

6,04%
Del 10 de mayo al 13 de agosto

25,27%

Porcentaje de hospitalizados, ingresados en UCI y fallecidos del total casos

entre 15 y 29 años

10

15%

Hasta el 10 de mayo

Hospitalizados

UCI

Muertos

11,38

0,68

0,19

Del 10 de mayo al 13 de agosto

1,68

0,09

0,004

Fuente: Instituto de Salud Carlos III.

EL PAÍS

¿A qué puede deberse este aumento? “En la primera época solo veíamos los casos graves, que
tienden a ser mayores, pero ahora se hace PCR al 90% de los sospechosos. Por esos estamos
viendo casos muy leves y asintomáticos. Además, los jóvenes son las personas que más
movilidad tienen y los que más van al ocio nocturno”, dice Pedro Gullón, de la Sociedad
Española de Epidemiología. “La alta capacidad de interacción durante el periodo veraniego por
reuniones de amigos y familiares ha hecho que los jóvenes, que son las personas que más
interacciones tienen, estén en mayor riesgo. Y puede haber también un relajamiento de las
medidas preventivas”, añade Hernández.

El catedrático de Salud Pública pide “adaptar las estrategias de comunicación para las personas
que saben que tienen menos riesgo si adquieren la infección”. Algunas comunidades han
empezado a hacerlo con anuncios cada vez más impactantes —que incluyen pistolas, insultos y
crematorios— para que los adolescentes se pongan la mascarilla. El propio Fernando Simón lo
advirtió el 30 de julio: “Que entre los jóvenes sea menos frecuente no quiere decir que no haya
casos graves. Y tenemos ejemplos de ello, tenemos ahora pacientes jóvenes con cuadros
graves ingresados en UCI”.

Varios jóvenes que han pasado la enfermedad alzan la voz para pedir que se cumplan las
medidas de prevención. “Por mentalidad de comuna deberíamos intentar tener cuidado.
Aunque tú no tengas un riesgo alto de ser intubado, puedes contagiar a tu círculo cercano”,
explica Irene Martínez, majorera de 25 años. La canaria se contagió trabajando como médica
residente en el hospital de Fuenlabrada (Madrid) durante el primer fin de semana del
confinamiento, y tuvo que pasar un mes y una semana sin salir de su cuarto. Solo tuvo
síntomas leves, pero perdió el gusto y el olfato y no los ha recuperado plenamente: “No puedo
diferenciar los malos olores, no sé si es basura, un huevo podrido o una alcantarilla”. Lo que
nadie le quita es el mal rato que pasaron sus padres. “Se asustaron mucho, se pensaban que
un día no iba a poder respirar”.

Irene Martínez, médica de Fuerteventura de 25 años.

El 7 de julio, Melani Correia, camarera de 24 años, supo que estaba contagiada en pleno brote
de Burela (Lugo), que alcanzó casi a 200 personas. Durante los 15 días que vivió confinada en
su piso de aquella localidad no sintió ningún tipo de malestar, pero tuvo que separarse de sus
dos hijos, que quedaron al cargo de su bisabuela, primero, y de la abuela, después. La madre
de la chica contagiada los sacaba a pasear por los alrededores del piso de su hija y le avisaba
por el telefonillo para que se asomase y la vieran. Aunque son muy pequeños, los críos
“estaban bien informados” de lo que ocurría. Ya antes de dar positivo, Correia trataba de
protegerlos “porque el trabajo de camarera, por más que no te saques la protección durante
ocho horas o más al día, es de estar muy expuesta”. A los 15 días de encierro, se volvió a
someter al test. Había superado sin síntomas la enfermedad.

Melani Correia, camarera de 24 años y vecina de Burela (Lugo).ÓSCAR CORRAL

A Guillermo E., guionista de 21 años, el virus le alcanzó mucho antes, en marzo. “Me pude
contagiar el finde anterior al confinamiento, que salí por la noche, pero no hay forma de
saberlo”, dice. Pasó la cuarentena en su casa de Pozuelo de Alarcón (Madrid), que comparte
con su madre, su hermana y una compañera de piso. “Cuando di positivo, tuve ese sentimiento
de culpabilidad y de responsabilidad, a ver cómo lo he pillado, a ver si se lo puedo contagiar a
alguien de mi familia…”. En cuanto a síntomas, perdió el gusto y el olfato, pero ya los ha
recuperado. “Tuve la suerte de que no me pasó nada, pero nunca se sabe”. Lo que le queda es
el miedo: “Salgo mucho menos que antes, intento coger poco el transporte público, y a la
oficina solo voy un día o dos por semana, el resto teletrabajo. A mi abuelo no lo veo desde
febrero. E intento quedar solo con amigos que son responsables”.

Guillermo E., guionista de 21 años, en Pozuelo de Alarcón (Madrid).Andrea Comas

Menos suerte tuvo Marina Siles, enfermera de 27 años que trabaja en un hospital público de
Madrid. El 17 de marzo comenzó con síntomas que fueron en aumento: dolor de cabeza,
pérdida de gusto y de olfato, dolores musculares fuertes, falta de aire (disnea), ansiedad… Por
aquel entonces, reutilizaban las mascarillas hasta cinco veces, porque no había. “Cuando me
contagié era el pico máximo de la epidemia en España. Mi única preocupación era que si mis
padres se ponían malos no había huecos en las UCI”, rememora. Pasó 22 días confinada en su
cuarto, saliendo lo mínimo posible. “Cada vez que iba al baño lo desinfectaba con lejía”. Le
dejaban la comida en una bandeja en la puerta. “Pasé muchas horas de llorar, de meditar, de
incertidumbre. Me sentía muy culpable por llevar el virus a casa”, añade. La quinta PCR que le
hicieron salió negativa. “He dejado de creer en la sociedad, porque no veo concienciación en
las personas jóvenes. Incluso hay grupos de amigos que no se ponen la mascarilla”, denuncia.

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