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Evangelio en Tiempos de Pandemia, Ciclo A, 11 Julio 2020.
Evangelio en Tiempos de Pandemia, Ciclo A, 11 Julio 2020.
Ciclo A.
1. En este evangelio de hoy siguen las recomendaciones del Señor Jesús a sus
discípulos; en primer lugar todo discípulo de Jesús está unido en una comunidad
de destino con su Maestro de tal suerte que lo que le pase al Maestro también lo
va a sufrir su discípulo; se trata de comprender que no se puede ser discípulo del
Señor Jesús sin cargar la cruz del rechazo y el insulto. Sin embargo, la primera
reacción ante la persecución y el rechazo será el miedo; ¿ante qué o quiénes se
sienten atemorizados los discípulos? Ante el escándalo que provoca la verdad
desnuda. Así como Jesús descubrió la hipocresía de los fariseos y los intereses
económicos de la clase sacerdotal y se ganó su odio y rechazo que lo llevó
finalmente a la muerte, los discípulos no han de temer decir la verdad porque, al
igual que su Maestro, deben actuar con la más soberana libertad interior; pero
tampoco han de temer a la misma muerte corporal ya que, finalmente, existe una
vida más allá de la muerte; el verdadero temor proviene entonces de perder la
vida eterna. En la parte final del evangelio Jesús plantea que Dios Padre es
providente, es decir, cuida y protege de toda la creación y, en especial, de los
hombres.
2. En estos tiempos de pandemia, ¿cuál es nuestro mayor temor? ¿Contagiarse
con el coronavirus y contagiar a nuestros familiares? ¿Contagiarse y morir?
¿Inseguridad y temor por la familia al quedar sin trabajo? Ciertamente son temores
reales pero, como puede apreciarse, son temores por aquello que “nos podría
sobrevenir” en un posible futuro; la trampa del temor es siempre la “expectación
anticipada y el presentimiento del peligro”. Ahora bien, en el ámbito de la
experiencia de seguimiento del Señor, Jesús es bastante realista ya que les
advierte a su discípulos de entrada que ante el anuncio del mensaje van a
encontrar rechazo y sufrimiento; es que la fe en Jesucristo no elimina el temor ni la
angustia; al contrario, Jesús nos invita a dar un paso de confianza y a no dejarnos
paralizar por el miedo. Se trata de acoger la invitación del Señor para asumir con
valentía nuestros miedos y así transformarlos en una fuerza que nos termine
liberando; las palabras del evangelio de hoy nos invitan a confiar en un Padre
providente que no nos deja solos ni nos abandona sino que nos cuida y se
preocupa de nosotros; tal vez la pregunta que hoy nos ronda como un grito de
protesta legítimo ante la adversidad y ante esta situación de peligro que estamos
viviendo sea interrogarnos diciendo y diciéndonos: ¿Dónde está Dios? ¿Qué hace
Dios por aliviar el sufrimiento de los que más sufren? Desde luego no somos Dios
para conocer sus pensamientos ni menos sus planes; lo que sí podemos afirmar
es que nuestro Dios ha enviado a su Hijo Jesucristo para colocarse del lado del
débil y para compartir, en carne propia, el sufrimiento y la muerte de todos los
hombres y mujeres. Nuestro Padre Dios se conmueve con nuestro sufrimiento y,
ante él, también actúa desde la impotencia activa del amor y de la misericordia.