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Arquitectura Del Purgatorio
Arquitectura Del Purgatorio
A
sí se titula la exposición de Manuel Marín exhibida a modo de instalación en la Fundación
Sebastián (Patriotismo 304, San Pedro de los Pinos). Es consabido que el maestro Marín se
caracteriza por urdir proyectos que con frecuencia involucran a otros artistas, como el que
realizó hace poco en torno a El Greco o como el muy sonado basado en
las Metamorfosis de Ovidio. También ha sido proclive a celebrar efemérides en las que es
autor único, como Tzompantli, y otras. La Commedia es un gran tema, ver la exposición te
lleva necesariamente a ella y ésta parece ser una de las intenciones que mueven al artista en
sus propósitos de recordar visualmente determinadas obras claves en la historia de la
cultura.
La exposición parte de 100 dibujos a tinta sobre papel, después sometidos a escaneo, a
recortes y doblados, y hay algunos de mayor tamaño recortados sobre placas de acero. Para
calibrar el significado de la muestra hay que tener en cuenta que el purgatorio es temporal
(no es eterno, como el infierno o como el paraíso) y además tiene, por tanto, distancias, más
cerca sin duda del cielo que del infierno, pues quienes allí ingresan están salvados, aunque
no se sabe por cuánto tiempo, sujetos apenas sean ígnicas o glaciales. Su construcción
requiere de conocimientos geométricos y es sabido que Dante fue sapientísimo en
geometría y en matemáticas; de hecho su purgatorio es especular al infierno. Éste tiene una
locación, viene a ser un cilindro invertido, cuyo vértice va al centro del planeta, en tanto
que el purgatorio es una montaña de siete cercos que van en disminución, y antes del
ascenso hay un espacio de admisión, adonde llegan las almas. No las trae Caronte, sino
Catón, quien indica a Virgilio y a Dante la ruta de la purificación.
Lo que Marín representa en este nuevo trabajo, cuyo destino posterior a su presentación
es incógnito (ojalá pueda ser itinerante y por eso escribo esta nota) son las almas. En sí, las
almas, como se sabe de acuerdo con la escatología religiosa cristiana, no tienen cuerpo, por
eso son almas, de modo que no proyectan sombras, pero Manuel Marín las ha considerado
en un vacío porque, salvo las que están colgadas en la pared, todas las demás proyectan
sombras; en algunos casos éstas son fabricadas mediante suajes y en otros son pintadas.
Esta armazón de la contrucción del purgatorio viene a ser terrestre y hay que tener en
cuenta que el purgatorio de Dante lo es. Podemos así deducir que según Dante el purgatorio
empieza en la vida misma.
A propósito de eso tal vez conviene recordar que Dante vio a Beatriz
“gentilmente d’umiltá vestuta” (vestida de humildad y al parecer el color de esta virtud es
rojo siena) sólo dos veces. La primera tuvo lugar cuando Dante tenía nueve años y Beatriz
ocho, y la segunda 10 años después, según anotan los dantistas. El número nueve se
convierte entonces en una cifra simbólica que Marín retoma en las hiladas de almas visibles
en el repositorio rectangular, dividido en tres seccciones, que las soporta. Dante se casa y
tiene hijos; su hija Antonia toma el nombre de Beatriz al ingresar al convento, pero él
genera un auténtico culto a Beatriz, que queda analogada a la sabiduría y a la Iglesia, por
más que Dante era un güelfo blanco que pugnó por la separación de los poderes espirituales
y temporales, a lo que debió su destierro y en parte, gracias a éste, la creación de
la Commedia en lengua toscana. Todo eso viene asociado a las diagramaciones geométricas
y especulares de Manuel Marín, que no son representaciones, sino metáforas.
Para ver todas las almas de frente hay que rodear ese tapanco rectangular, lo que querría
decir (me lo dijo Marín de viva voz) que para subir al paraíso es necesario rodear el
purgatorio. A su vez éste se encuentra flanqueado por otros elementos, más grandes y
significativos que posiblemente estén en el lugar de algunos personajes importantes a los
que alude Dante, entre ellos el pintor Cimabue, cuyas luces se vieron un poco apagadas con
el arribo de Giotto, quien está igualmente mencionado.