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La Sinceridad
La Sinceridad
DE JULIO
Cuentan que un jeque árabe llamó a uno de sus consejeros para pedirle que le contara lo
que de él se decía en el país. Y dicen que el consejero respondió: "Señor, ¿que desea?, ¿una
respuesta que le agrade o la verdad? "La verdad - dijo el jeque - Por dolorosa que sea". "Se la
diré - dijo el consejero - si me prometes, a cambio, el premio que yo le pida" "Está concedido -
dijo el jeque -. Pide lo que desee, porque la verdad no tiene precio". "Me basta - dijo el
consejero - que se me dé un caballo para escaparme apenas termine de decirle la verdad".
Corregir a nuestro hermano que se porta mal es uno de los actos más exquisitos de
amor. ¿Has tenido que corregir alguna vez a una amiga para ayudarla?
Dice un dicho: Habla siempre que lo que vayas a decir sea mejor que tu silencio.
"La verdad engendra el odio" decía S. Agustín, pero hablaba de aquella verdad que no
viene de Jesucristo y es signo de amor, sino de aquella otra verdad que utilizamos como una
espada para herir a nuestros hermanos. La verdad no es el valor supremo; la verdad está en
función de la caridad y tiene que usarse para construir y no destruir la unidad de los hombres.
¿Por qué tenemos miedo a corregir a nuestros hermanos o lo hacemos cuando no están
presentes? Porque, quizá, tenemos miedo a que se nos rebelen, por interpretar nuestra crítica
como odio o maldad o que se desquiten luego hablando mal de nosotros que no somos tan
perfectos que se diga. Pero ayudar a nuestros hermanos a descubrir sus defectos, que quizás
ignoran, es un acto exquisito de caridad.
¿Qué es la sinceridad?
Enemigos de la sinceridad