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Agua y disputas

territoriales en
Chile y Colombia
C O L E CC I Ó N   G E N E R A L
biblioteca abier ta

Astrid Ulloa
Hugo Romero-Toledo
editores

Grupo Cultura y Ambiente


Departamento de Geografía
Facultad de Ciencias Humanas
Sede Bogotá
biblioteca abier ta
colección general perspectivas ambientales
Agua y disputas territoriales en Chile y Colombia
Agua y disputas territoriales
en Chile y Colombia

Astrid Ulloa

Hugo Romero-Toledo Editores

Instituto de Estudios Antropológicos

2018
catalogación en la publicación universidad nacional de colombia

Agua y disputas territoriales en Chile y Colombia / Astrid Ulloa, Hugo Romero-Toledo, editores.
-- Primera edición. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas.
Departamento de Geografía, 2018.
552 páginas : ilustraciones (principalmente a color), mapas. -- (Biblioteca abierta. Serie perspectivas
ambientales ; 476)

Incluye referencias bibliográficas al final de cada capítulo e índice de Materias.


ISBN : 978-958-783-565-6 (rústica). -- ISBN : 978-958-783-566-3 (e-book).

1. Recursos hídricos 2. Derecho de aguas 3. Gobernanza 4. Ecología política 5. Política pública 6.


Geografía humana -- Colombia 7. Geografía humana -- Chile I. Ulloa Cubillos, Elsa Astrid, 1964-, editor
II. Romero-Toledo, Hugo, 1981, editor III. Serie

CDD-23 333.91 / 2018

Agua y disputas territoriales en Chile y Colombia

© Biblioteca Abierta
Colección General, serie perspectivas ambientales

© Universidad Nacional de Colombia,


Sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas,
Departamento de Geografía, 2018

Con la colaboración de la Univeridad Austral de Chile


y el Centro de Conflicto y Cohesión Social (Chile)

Primera edición, octubre de 2018


ISBN impreso: 978-958-783-565-6
ISBN digital: 978-958-783-566-3

© Editores, 2018
Astrid Ulloa
Hugo Romero-Toledo

© Autores varios

Facultad de Ciencias Humanas


Comité editorial
Luz Amparo Fajardo Uribe, Decana
Nohra León Rodríguez, Vicedecana Académica
Jhon Williams Montoya, Vicedecano de Investigación y Extensión
Gerardo Ardila, Director del Centro de Estudios Sociales -CES-
Jorge Aurelio Díaz, Director de la revista Ideas y Valores, representante de las revistas
académicas
Rodolfo Suárez Ortega, Representante de las Unidades Académicas Básicas

Diseño original de la Colección Biblioteca Abierta


Camilo Umaña

Preparación editorial
Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas
Camilo Baquero Castellanos, Director
Laura Morales, Coordinadora editorial
Juan Carlos Villamil Navarro, Coordinador gráfico
Carlos Contreras, Maquetación
Íkaro Valderrama, Corrección de estilo
editorial_fch@unal.edu.co
www.humanas.unal.edu.co

Bogotá, 2018

Impreso en Colombia
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio,
sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Contenido

Presentación.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Prólogo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Introducción

Hugo Rom ero -Toled o & Ast ri d U ll oa


Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

Extractivismos, gobernanza, acaparamientos y derechos

Hugo Rom ero -Toled o, F eli pe Castro & Yerko G a rcía


Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara
y los mapuche en Chile.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

Catalina Caro Galv i s


Las venas de la tierra, la sangre de la vida:
significados y conflictos por el agua en
la zona carbonífera del sur de la Guajira, Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

Maria Is ab el Valderram a Gon z ález


¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada
de Santa Marta, Colombia? Tensiones
y articulaciones alrededor de un recurso de uso común. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

Rob ins on Torres S ali nas & Jorge Rojas Herná ndez
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo:
etnografías de la desposesión hídrica en Chile.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
Patricia S án chez garc ía
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones
a partir del análisis de los casos de Cerrejón (Guajira),
Cerro Matoso (Córdoba) y La Colosa (Tolima), Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177

Hidroeléctricas, represas y control territorial

Martha C orrea-Cas as
Reconfiguración territorial y apropiación del agua:
construcción de la represa Chivor, Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

L orena Torres
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética?
Caso del proyecto hidroeléctrico El Paso
en Cabrera, Cundinamarca, Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261

J ohanna Höhl
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis
del megaproyecto Ralco en la región Bío Bío, Chile. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

Ciudades, acceso, conflictos y desigualdades socioambientales

Marce l a L ópez
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía:
prácticas cotidianas de acceso al agua en zonas
de alto riesgo en Medellín, Colombia.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335

Any i Castelb l an c o mon tañ ez


¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua
en la vereda Buenos Aires Los Pinos, La Calera, Colombia . . . . . . . . . . . . . . . . . 359

Vl adimir S án chez-Calderón
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados
del siglo xx. El caso del río Tunjuelo y sus barrios ribereños . . . . . . . . . . . . . . 391
María Ch ri st i na F ragkou & C l au dia Vásquez
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones
hidrometabólicas, producción de áreas verdes, y justicia
ambiental urbana en el desierto de Atacama, Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429

J enny M arcel a Peñu el a L ópez & A kba r Ro semberg


Vargas S an d oval
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis
de las socionaturalezas que configuran el tercio medio
del humedal Jaboque, Bogotá d. c., Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 459

J enny Patri cia V el o z a Torres


Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso
del humedal Moyano, en la Sabana de Bogotá, Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . 487

Conclusiones

Astrid U ll oa & Hu go Ro m ero -toled o


De aguas “naturales” a aguas politizadas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 527

Sobre los autores y autoras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 539


Índice de materias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 547
Presentación

Este libro hace parte de la serie Perspectivas Ambientales, de


la Facultad de Ciencias Humanas, en su búsqueda por consolidar la
dimensión ambiental en las investigaciones y trabajos aplicados —en
diálogo con especialistas nacionales e internacionales— y centrándose
en la relación social, política, cultural, territorial y ambiental en
Colombia y América latina.
La obra es el resultado de intercambios entre jóvenes investiga-
dores y especialistas que tienen una larga trayectoria en los análisis
sobre el agua en Chile y Colombia. En particular se desarrollaron
varios debates con integrantes del grupo de investigación Cultura y
Ambiente de la Universidad Nacional de Colombia, desde la línea de
investigación agua y territorios, en diferentes encuentros como Agua
y Disputas Territoriales: Aproximaciones desde la Ecología Política
(abril 19 de 2016) y Humedales Capitalinos: Lenguajes de Valoración,
Participación Ciudadana y Conflicto (11 de octubre de 2016). En Chile,
las investigaciones desarrolladas por el Observatorio Regional de la
Universidad Católica de Temuco (2015-2017), con el apoyo del Centro
de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (coes) permitieron estudiar
conflictividades hídricas en el norte y sur de dicho país. Además, la
discusión en torno al agua, que lidera el Centro de Recursos Hídricos

11
Presentación

para la Agricultura y la Minería (crhiam) en Chile y el proyecto


Programa TrAndes de desarrollo sostenible y desigualdades sociales
enfocado en la región andina, han sido claves en el proceso de pre-
paración de este libro.
En este contexto, la Facultad de Ciencias Humanas de la Univer-
sidad Nacional de Colombia en alianza con el Instituto de Estudios
Antropológicos de la Universidad Austral de Chile y el Centro de
Estudios de Conflicto y Cohesión Social (coes) unieron esfuerzos
para abrir un debate sobre las problemáticas en torno al agua, a partir
de casos particulares.
El libro se centra en Colombia y Chile, destacando investigaciones
y análisis liderados por reconocidos especialistas y jóvenes investiga-
dores, quienes examinan tres ejes relacionados con el agua de manera
comparativa entre ambos países: extractivismos, gobernanza, acapa-
ramientos y derechos; hidroeléctricas, represas y control territorial; y
ciudades, acceso, conflictos y desigualdades socioambientales.
Queremos agradecer de manera especial a los autores y autoras
por hacer parte de la discusión y elaboración de los capítulos, y a
Facundo Martín (Universidad Nacional de Cuyo, Argentina), María
Cecilia Roa García (Cider-Universidad de los Andes, Colombia) y
Jérémy Robert (Instituto Francés de Estudios Andinos, Perú) por los
comentarios y sugerencias.

los editores

12
Prólogo

Las actividades de control, gobierno, gestión y cuidado de las


fuentes de agua, así como de la distribución social del agua para sus
diferentes usos —actividades que conceptualizamos como la política
del agua—, revisten máxima prioridad para las sociedades humanas,
debido a las funciones esenciales e irremplazables del agua para la
producción y reproducción de la vida en el planeta. En este sentido,
sería de esperar que la política del agua se inspirara en los avances
alcanzados por el conocimiento científico en décadas recientes y que
estuviera orientada fundamentalmente a garantizar el desarrollo de
formas de organización social fundadas en la solidaridad, la igualdad,
la inclusión, la justicia y el respeto a los derechos de los seres vivos,
al derecho universal a la vida digna y a la diversidad. Sin embargo, a
pesar del máximo grado de prioridad que la política del agua reviste
para la vida, las actividades de control, gobierno, gestión, cuidado y
distribución social del agua se encuentran sistemáticamente subor-
dinadas a la determinación impuesta por los procesos socioeconó-
micos y políticos que configuran y dinamizan el funcionamiento
de nuestras sociedades, los cuales están estructurados en torno a
la primacía de la acumulación privada de ganancia por sobre todo
otro tipo de consideración, incluso por encima de la necesidad de

13
José Esteban Castro

preservar las condiciones necesarias para la vida. En consecuencia,


la relación entre la política del agua y los procesos estructurantes
de las sociedades humanas a nivel planetario se encuentra marcada
por múltiples tensiones y contradicciones, que se expresan en la
profundización del deterioro de la calidad y cantidad del agua dis-
ponible para la vida, en grados crecientes de desigualdad e injusticia
en el acceso al agua, y en la multiplicación y agravamiento de con-
flictos por esta, que revisten altos niveles de complejidad debido a su
carácter multidimensional, no reductible, como algunos pretenden,
a las consideraciones técnicas y económico-mercantiles. Lamentable-
mente, los beneficios de los significativos avances del conocimiento
científico sobre el agua alcanzados en décadas recientes están siendo
apropiados por —y subordinados a— los procesos socioeconómicos y
políticos dinamizados por la acumulación monopólica de la riqueza
planetaria en pocas manos, lo que resulta en la exclusión creciente
de grandes masas de seres humanos, quienes son expropiados de las
condiciones básicas para la vida digna, en un contexto de deterioro
masivo de los ecosistemas que constituyen la base material de la vida
en el planeta.
En América Latina, una de las regiones con la mayor disponi-
bilidad de agua dulce, estas tensiones y contradicciones se han visto
exacerbadas en décadas recientes, ya que la mayoría de los países de
la región se han convertido en verdaderos campos de expansión de los
procesos de acumulación privada de ganancia a partir de actividades
extractivistas fundadas en la explotación intensiva y el deterioro sis-
temático de las fuentes de agua y de los ecosistemas, como la minería
a gran escala, los agronegocios, la extracción de hidrocarburos, las
grandes obras de infraestructura conectadas con la producción de
hidroenergía y con la expansión de las redes de comunicación y trans-
porte —tal es el caso de la conversión masiva de ríos en hidrovías—,
o la expansión de la especulación inmobiliaria, sobre todo conectada
con la industria turística que invade y causa la destrucción extensiva
de hábitats frágiles como las tierras bajas o los manglares, entre otros
numerosos efectos.
Las razones para preocuparnos por el impacto de estos procesos
sobre los sistemas físico-naturales son evidentes, ya que se trata de

14
Prólogo

la destrucción sistemática de la base de la vida en el planeta. Sin em-


bargo, desde la perspectiva de la ecología política que inspira nuestro
trabajo, se le da primacía epistémica y metodológica al impacto de
estos procesos sobre las poblaciones humanas y sobre sus formas
de organización social. Por esta razón damos énfasis al estudio de
las luchas sociales que expresan en múltiples formas la resistencia
de los sectores sociales afectados por los procesos de expropiación
de sus condiciones básicas de vida y la persistencia y emergencia de
formas alternativas de organización social, opuestas al modelo domi-
nante centrado en garantizar la acumulación privada de ganancia a
cualquier costo, sin límites y sin control. En este sentido, las múltiples
formas de resistencia al modelo de organización social dominante
a escala planetaria, el cual continúa produciendo niveles extremos
de exclusión, desigualdad e injusticia estructurales sin precedentes,
­expresan una de las formas más radicales de lucha, pues si ser radical es
ir a la raíz de los problemas, no hay nada más radical que la lucha por
las condiciones que hacen posible la vida misma. No es coincidencia,
por lo tanto, que la conflictividad social y las formas más extremas de
violencia desatada desde los estados, en connivencia con empresas trans-
nacionales y con otros actores que detentan el poder socioeconómico
y político, se hayan incrementado extraordinariamente en décadas
recientes, a tal punto que América Latina se ha convertido en una de
las regiones del planeta más peligrosas para la defensa de las fuentes
de agua y de la naturaleza en general. Ciertamente, la represión y el
asesinato sistemáticos se han consolidado como componentes integrales
del avance del modelo extractivista de acumulación de capital en la
región, constituyendo el aspecto más extremo de la profundización
de las desigualdades e injusticias socioecológicas que proliferan en
los territorios latinoamericanos, las cuales son uno de los obstáculos
más desafiantes que enfrentan los procesos de democratización de las
sociedades y la propia persistencia de la vida humana.
En este contexto altamente conflictivo, los casos de Colombia
y Chile revisten una importancia fundamental. Ambos países son
territorios privilegiados en la mira de la expansión extractivista que
caracteriza a la región latinoamericana. Colombia, particularmente
a partir de los acuerdos de paz firmados en 2017, se ha constituido

15
José Esteban Castro

en una de las fronteras más codiciadas para dicha expansión, una de


cuyas consecuencias más notables ha sido el rápido crecimiento de la
violencia y del asesinato sistemático contra las poblaciones que resisten
el avance de la expropiación y la expoliación extractivista. Chile, por su
parte, continúa siendo un ejemplo paradigmático de implementación
del ideal neoliberal de política del agua, prácticamente inigualado a
nivel global, debido al carácter extremo que asume la privatización
de las fuentes de agua en el país.
Por todo lo anterior, considero que este libro, compuesto por
catorce capítulos de distintos especialistas y editado por Astrid Ulloa
y Hugo Romero-Toledo, constituye una excelente contribución a
un debate urgente que debe ser ampliado y profundizado, dadas
las consecuencias de estos procesos para el futuro de las sociedades
latinoamericanas y, por extensión, para el futuro de las sociedades
humanas. La colección nos presenta una riqueza de ejemplos empíricos
procedentes de los medios urbanos y rurales de Chile y Colombia,
que fundamentan los argumentos ecológico-políticos desplegados por
los autores y que confirman la gravedad de los desafíos que enfrentan
las comunidades ubicadas en los territorios de frontera del avance
extractivista. Su lectura resultará de gran provecho para un amplio
público interesado y comprometido con el estudio y el debate sobre
la política del agua y sus consecuencias para el futuro de nuestras
sociedades y de la vida misma.

Les deseo una agradable y fructífera lectura.

José Esteban Castro


Coordinador de la Red waterlat-gobacit
Investigador Principal, Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (conicet), Argentina

16
Introducción
Hidro-poderes globales-nacionales
y resistencias locales

Hugo Romero-Toledo
Universidad Austral de Chile

Centro de Estudios del Conflicto y Cohesión Social (coes)

Astrid Ulloa
Universidad Nacional de Colombia

El agotamiento, l a contaminación y el acaparamiento


del agua son factores que han contribuido a la crisis socioambiental
a nivel planetario (Shiva, 2004). Las posibles soluciones a esta crisis
se han gestado desde las perspectivas de los distintos actores impli-
cados, quienes se disputan entre paradigmas que tienden a la privati-
zación, a incluir a los no humanos, y a la gestión comunal del líquido
vital. En esta vía, factores como el poder, la legitimidad científica, los
intereses económicos y el discurso del desarrollo favorecen o excluyen
personas, grupos sociales, étnicos y ambientales de las discusiones
sobre la gobernabilidad, la gestión y la conservación del agua.
Por lo tanto, es necesario evidenciar los debates que se gestan
tanto en los territorios como en algunos sectores académicos frente
a las posibles soluciones a la crisis socioambiental resultante del
acaparamiento del agua y de la priorización de sistemas productivos
intensivos que utilizan tierras y aguas comunales.
A partir de casos particulares sobre la apropiación de los eco-
sistemas que posibilitan el nacimiento o la gestión del líquido, la
privatización de manantiales, la desviación de cuerpos de agua para
proyectos mineros, el acaparamiento para proyectos hidroeléctricos o
extractivos, el relleno de humedales para adelantar planes de vivienda,
entre otros; se evidencia la necesidad de democratizar y plantear un
acceso justo al precioso líquido.

19
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

En este sentido, es preciso plantear herramientas teóricas y me-


todológicas críticas a partir de las cuales se reconozcan las disputas
que diversos agentes como el Estado, multinacionales y comunidades
locales gestan alrededor el agua, considerada como un elemento
clave en el escenario geopolítico actual. Con base en los análisis de
caso abordados se plantea que, como resultado de la expansión del
capitalismo y del creciente proceso de globalización en un escenario
de neoliberalismo, se han acrecentado los conflictos ecológico-dis-
tributivos en territorios rurales y urbanos, dentro de un proceso de
mercantilización de la naturaleza que afecta directamente las formas
tradicionales o locales de relacionarse con el agua.
Hoy, desde los territorios urbanos, se están gestando importantes
movimientos socioambientales que emergen en gran medida a partir
de una nostalgia por lo verde, frente a las configuraciones urbanas
específicas que responden a un claro proceso de mercantilización de la
naturaleza, el cual, al igual que en los sectores rurales, pone de manifiesto
formas desiguales en torno al acceso, control y uso del recurso hídrico,
sustentadas en relaciones entre humanos y no humanos que deben ser
develadas para entender la naturaleza como un agente político.
Las actuales dinámicas de acaparamiento de agua y de control
de acceso, uso, y toma de decisiones en procesos relacionados con
la mercantilización del agua y los consecuentes proyectos asociados
—como hidroeléctricas y apropiaciones de espacios de vida en los
ríos, para procesos relacionados con cadenas de valoración del agua—,
han exacerbado las desigualdades sociales, políticas, económicas,
ambientales y de género.
En estos contextos nos aproximamos, de una manera comparativa
entre Colombia y Chile, a los estudios sociales del agua, en los cuales
esta es mucho más que h2o.

Más que h 2o

En los estudios sociales, se puede trazar la discusión sobre la


relación entre agua y sociedad, desde los análisis sobre el cambio
socioambiental en las culturas de la antigüedad, como Egipto,
Mesopotamia, China, así como en los imperios Azteca e Inca. La tesis
de la sociedad hidráulica (Steward, 1955; Wittfogel, 1955), sirvió para

20
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

ilustrar la estrecha relación entre el poder y el gobierno del agua, lo cual


requirió la emergencia del Estado como gran ente coordinador de la
sociedad y sus fuerzas, la especialización del territorio, de estructuras
sociales e instituciones que definieron cómo, con quién y sobre quienes
se gobierna a la naturaleza y a la sociedad. Desde la reorganización
de la tierra y de los asentamientos, pasando por la reorganización y
especialización del trabajo, la generación de burocracias y el estable-
cimiento de un sistema de creencias que sustentó dichas transforma-
ciones, la tesis de la sociedad hidráulica plantea cómo el control del
agua sobrepasa los límites materiales del “recurso”, para transformarse
en un proyecto político y ambiental de grandes dimensiones, donde
el control del agua es a su vez el control de la sociedad y la irrigación
significa civilización. Los acueductos, canales y sistemas de regadíos,
y las ciudades construidas del mundo antiguo aún permanecen, como
testimonio de un salto civilizatorio que transformó para siempre la
relación de la humanidad con el medioambiente.
La tesis de la sociedad hidráulica ha recibido diferentes crí-
ticas que señalan, por ejemplo, que no solamente el Estado es el me-
diador entre el agua y la sociedad, sino que también pequeños grupos
tienen la agencia de gobernar el agua de acuerdo con sus propios
sistemas de creencias, instituciones e identidades, sin necesitar un ente
coordinador jerárquico y estructurado (Leach, 1959; Stanish, 1994).
Pero también la tesis de la sociedad hidráulica ha sido revisitada para
ilustrar procesos de grandes transformaciones socioambientales en la
modernidad, donde, por ejemplo, paisajes semiáridos de California
han sido transformados en tierra agrícola, para solventar procesos
de producción a escala industrial (Worster, 1992). Esta conceptuali-
zación se encuentra en la base de muchas de las interpretaciones que
actualmente hace la ecología política sobre el agua, su rol central en
la producción de los espacios, territorios y paisajes, el desarrollo de
conflictos socioambientales, y la construcción de alternativas a las
formas hegemónicas en las cuales esta se gobierna.
El argumento de producción de naturaleza, desarrollado por la
geografía anglosajona de raigambre marxista a partir del legado de
Lefebvre (Smith, 1984; Braun y Castree, 1998; Castree, 2005; Swyn-
gedouw, 2005, 2007), ha aportado abundante material para entender

21
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

cómo los proyectos políticos son eminentemente proyectos ecológicos.


Por ejemplo, el trabajo de Swyngedouw, centrado principalmente en
España desde la época del dictador Francisco Franco hasta la actualidad
(Swyngedouw, 2015), nos habla de la hidro-política y la maquinaria
fascista trabajando en conjunto para la producción de un territorio
español moderno, a través de la transformación de los ríos, la cons-
trucción de represas, y de una red socio-hídrica que contribuyeron a que
se consolidara un tipo de socio-naturaleza que contiene un complejo
embrollo material y simbólico. Esto representa un proyecto político
ecológico donde la disponibilidad de agua para la agricultura, el tu-
rismo y la generación eléctrica, tiene que ver también con el proceso
de construcción de una identidad nacional unificada, que pretendía
anular las identidades regionales y las aspiraciones autonomistas, a
través de una homogenización física y cultural basada en la promesa
de modernidad (Swyngedouw, 2007).
En Nüsser (2003) el control de agua, por ejemplo, a través de
grandes represas, representa también el proyecto ecológico político
de la Unión Soviética, ilustrando un proceso complejo entre ideo-
logía y transformación material. Tanto Lenin, como Stalin, habrían
sostenido que la transformación de la naturaleza, y principalmente el
proyecto de la intervención masiva de ríos con represas para abastecer
de electricidad y de agua para irrigación, eran parte constitutiva de
la “maquinaria del Estado comunista”. Las asociaciones entre agua,
poder y modernidad, también aparecen en el trabajo sobre Grecia
de María Kaika (2006a), quien plantea que mediante la captura del
agua y la construcción de represas, los científicos y los ingenieros
se transforman en “prometeos modernos”, que prometen dominar
a la naturaleza, apoyados en ideas de emancipación, imaginación,
creatividad e ingenuidad, sobre la capacidad del hombre (en cuanto
sujeto masculino) de transformar el mundo.
En el libro de ecología política urbana, In the Nature of Cities,
editado por Heynen, Kaika y Swyngedouw (2006), se plantea direc-
tamente cómo el agua forma parte central del metabolismo de las
ciudades, apoyado en relaciones desiguales de poder, que través de
flujos, redes, configuraciones y dinámicas humanas, físicas, discur-
sivas, culturales, materiales y orgánicas, benefician a algunos a costa

22
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

de deteriorar a otros, humanos y no humanos. Para estos autores, los


cambios socioecológicos, no son social, ni políticamente neutros, y
dada la naturaleza contradictoria del proceso metabólico, los conflictos
socioambientales son inevitables. En dicho libro, Kaika (2006b) analiza
desde la ecología política la escasez de agua en Atenas, centrándose
en cómo el abastecimiento hídrico no tiene que ver con la disponibi-
lidad real del recurso, sino con las relaciones sociales de producción
de agua potable que transformaron al agua de ser bien público a una
mercancía, a través de una sequía inducida y una retórica de crisis
que facilitó el proceso de privatización.
En el mismo volumen, Gandy (2006) expone desde una perspectiva
influenciada por la noción de Foucault sobre “gubernamentalidad”, las
formas en las cuales el metabolismo hídrico de la ciudad moderna está
asociado a ideas de higiene y sanidad desarrolladas desde mediados
del siglo xix para enfrentar la crisis sanitaria derivada del aumento de
población en las ciudades. En conjunto con la evolución de la ciencia
y de los estudios sobre bacterias, este discurso sobre el agua termina
no solo por modificar el espacio donde viven los individuos, sino
también las conductas cotidianas. La ciudad “bacteriológica” es una
idea fuerte de Matthew Gandy (2004), quien señala que el agua es
clave para mantener el metabolismo humano y social, a través de
infraestructura que interconecta espacios de flujo, y que fusionó el
interés de la biología con la economía política, generando que ciertas
élites planificaran el espacio urbano. De esta manera, la ciudad bac-
teriológica se transforma en un socio-espacio donde, por un lado,
se asegura un grado de cohesión social, y por otro, se protegen las
funciones políticas y económicas de la ciudad moderna.
Como vemos, para la ecología política el agua juega un rol
central en el metabolismo de la sociedad moderna, ya sea a través de
grandes planes de infraestructura que encarnan proyectos político-
ecológicos (Swyngedouw, 2007; Swyngedouw, et al., 2002) o prácticas
cotidianas amparadas en discursos científico-técnicos propios de la
modernidad (Gandy, 2004). De esta forma, la vinculación entre agua,
sociedad, conocimientos y poder, está en interrelación con una serie de
materialidades, como las represas, las cañerías, los sistemas de agua
potable, los canales urbanos y rurales, sistemas de irrigación, lugares

23
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

de recreación donde el agua juega un papel central, y donde es posible


identificar la conformación de un “ciclo hidrosocial” característico de
la relación actual entre sociedad y naturaleza, que le da forma a los
espacios que habitamos (Linton y Budds, 2013; Swyngedouw, 2005).
El agua, entonces, comienza a f luir con tensiones entre su ciclo
hídrico y el ciclo económico, generándose desigualdades sociales
sobre el control, acceso y uso del agua, fuertemente relacionadas
con la clase, el género, la etnia y la localización geográfica de ciertos
grupos sociales que se expresan a través de conflictos socioambien-
tales (Swyngedouw, 2009).
Desde el Instituto de Ciencia y Tecnología del Ambiente (icta)
de la Universidad Autónoma de Barcelona, Rodríguez-Labajos y
Martínez-Alier (2015) han argumentado desde la justicia ambiental,
que los conflictos hídricos corresponden a conflictos de distribución
ecológica, provocados por el crecimiento del metabolismo social.
En numerosos estudios, la escuela del icta ha centrado su atención
en aquellos conflictos que surgen por la construcción de gran infraes-
tructura, como es el caso de las represas, la imposición de servicios de
agua potable centralizados y privatizados, y la extracción de recursos
(biomasa, minería y combustibles fósiles). Básicamente, los conflictos
ocurren a lo largo de la cadena de producción (extracción, trans-
porte, consumo y desperdicios) y en diferentes escalas geográficas,
afectando principalmente a comunidades locales, tanto en términos
ambientales como socio-económicos, pero escalando incluso hacia
relaciones entre países y estados.
Uno de los trabajos pioneros en ecología política del agua es el de
Karen Bakker. En su análisis, un punto central en los procesos globales
del agua es el fin del “paradigma del Estado hidráulico” (Bakker, 2003),
que hace referencia a cómo el Estado desarrolló, ­durante gran parte
del siglo xx, la lógica de entender al agua como un recurso estratégico
para la modernización, que le permitía al Estado contar con legitimidad
social, mientras cumplía un rol primordial en acumulación de capital.
En la lógica del “Estado hidráulico”, existía un “contrato hidrosocial”,
donde el agua era concebida como un bien público, y su manejo tenía un
enorme impacto en sanidad, cobertura social y protección medioam-
biental a través de la construcción de infraestructura de captación

24
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

y abastecimiento. Los “fallos del Estado”, la falta de inversión pública,


y la falta de eficiencia fueron minando la idea de que el Estado debía
abastecer de agua a la sociedad como derecho primordial, de modo que
los discursos sobre el agua comenzaron a girar en torno a la crisis y la
“escasez hídrica”. El agua dejó de ser un servicio público y comenzó a
ser tratada como un negocio. Los usuarios fueron transformados en
consumidores, y el principal objetivo del manejo del agua se transformó
en maximizar su eficiencia económica más que la equidad social. De
esta forma se modificó el “contrato hidrosocial” entre los usuarios y sus
medioambientes, y en su reemplazo se instauró un sistema de precios
y derechos privados, donde se pagan unidades de agua, haciendo un
uso más eficiente del recurso.
Para Bakker (2003), el agua se ha mantenido en la frontera entre
el Estado y el mercado, esto debido a que es un recurso que fluye, y que
está fuertemente afectado por externalidades o efectos territoriales.
Además, si bien es un recurso cuya forma de almacenar es barata, su
transporte es caro. Al mismo tiempo, sus características biofísicas y
las prácticas de uso del agua por parte de los humanos, lo vuelven un
recurso difícil de commodificar. De esta forma, el agua es un commodity
“no cooperador”, que, dadas sus características, es difícil de privatizar,
y requiere de una importante inversión pública, sujeta a monopolios
naturales. Dada sus características biofísicas y sociales, es posible
identificar el h2o que circula por el ciclo hidrológico, y el “agua”, que
circula por el “ciclo hidrosocial”: una compleja red de cañerías, leyes,
instituciones, metros, estándares de calidad, consumidores, al igual
que lluvias, evapotranspiración y corrientes (Bakker, 2003, p. 49).
El agua es simultáneamente un flujo físico y una cosa medida —social
y discursivamente— que fluye y circula por relaciones sociales, y
por diversas escalas, que se caracteriza por su rol central en la salud
pública y por ser fuertemente afectada por externalidades negativas
(cuyo valor no puede ser fácilmente calculado).
Para Bakker (2007, 2012), el agua es en parte un recurso no susti-
tuible, esencial para la vida, y que cumple funciones estéticas, simbólicas,
espirituales y ecológicas, además de tener un carácter inevitablemente
público. En cuanto recurso se puede privatizar, pero no puede ser
totalmente commodificado, de manera que el Estado siempre está

25
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

involucrado de alguna forma. El problema se agrava cuando el agua


no solamente puede ser privatizada, sino que también es convertida
en un recurso escaso, el cual comienza a alcanzar un alto precio o se
orienta a aquellas actividades donde puede obtener su mayor valor de
mercado. La literatura llama a este proceso la neoliberalización de la
naturaleza (Castree, 2005): a través de instituciones, leyes, normas y
reglas, se generan organizaciones que gobiernan el uso de recursos
y administran su explotación. Sin embargo, como señala Bakker (2012),
la neoliberalización de la naturaleza en el mundo no ha sido un proceso
unívoco, sino que, como evidencian algunos casos —como los de Ingla-
terra y Gales—, existe privatización sin que el recurso privatizado sea
necesariamente colapsado por las reglas del mercado. Mientras que, en
otros casos, como el de Chile, la creación de derechos de agua permitió
la privatización y la distribución a través de un mercado de agua, por lo
cual esta puede ser libremente tranzada, heredada o transferida, incluso
por sobre su disponibilidad material o sus usos históricos (Budds, 2004,
2009; Prieto y Bauer, 2012; Romero-Toledo, 2014).
La campaña internacional de anti-privatización del agua co-
múnmente se ha construido desde el argumento de que el agua es un
derecho humano. Los que están a favor de la privatización del agua
sostienen que, sin embargo, el abastecimiento del agua como derecho
humano no tiene por qué ser gratis, y que puede existir regulación para
su precio y calidad. Por tanto, para Bakker (2012) la privatización y el
derecho humano al agua no son irreconciliables para el mercado, ya
que básicamente están enraizadas en el individualismo económico y
político (Bakker, 2007). Para contrarrestar la neoliberalización del
agua, habría que pensar en “economías comunitarias del agua”.
Activistas a favor de una alter-globalización han introducido la idea del
agua como un “bien común”, conceptualización que se opone a conceptua-
lizar al agua como un commodity. Para Bakker (2012), los actores que ven al
agua como un recurso “común” han apuntado al manejo colectivo por co-
munidades, basándose principalmente en tres razones: 1) el abastecimiento
de agua es afectado por las fallas del mercado y del Estado, mientras que el
manejo comunitario se basa en la sabiduría sobre el agua; 2) el agua tiene
dimensiones culturales y espirituales que están cercanamente articuladas
a prácticas asociadas a determinados lugares, por lo cual, la provisión de

26
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

agua no puede quedar en manos del Estado ni del mercado; y 3) el agua


es un recurso que fluye localmente, y su uso y conservación tienen un
impacto ­directo en la comunidad. Estos actores ven que la crisis hídrica ha
sido socialmente producida por una visión cortoplacista de crecimiento
económico, a través de compañías multinacionales, que transformaron
la abundancia en escasez.
Para otros autores, como Linton (2010), el agua no es una cosa,
sino que es un proceso. Desde esta perspectiva, el h2o no constituye
la realidad fundamental del agua, sino que es un significado fijado
de manera provisoria y contingente, a través de procesos del agua y
procesos sociales, producidos y representados a través del conocimiento
científico. Durante el siglo xx, en Occidente se generó un discurso
dominante o hegemónico sobre conocer, entender y relacionarse con
el agua: “el agua moderna”, construida a partir de una abstracción que
no tomaba en consideración el contexto ambiental, social y cultural.
El agua moderna era fácil de manejar, era universal, y estaba natu-
ralizada: representaba la emancipación humana a través del control
de la naturaleza (Kaika, 2006a). Su objetivo era uno solo: ayudar a
mejorar la salud y los estándares de calidad de vida de las personas.
Para ello, era central el desarrollo de la ingeniería y la infraestructura
que materializaran la realización hidrosocial en diferentes lugares y
momentos. De esta manera, ideas, significados, leyes, infraestructura de
concreto y técnicas de manejo han hecho que la hegemonía se naturalice.
El “agua moderna”, en cuanto abstracción, ha sido construida desde
la hidrología y la ingeniería hidráulica, las cuales, a través de procesos
matemáticos sobre el h2o, han naturalizando una forma de entender
el agua, desacoplándola de los conocimientos locales. En cuanto
recurso, el agua pudo ser separada del medioambiente, del territorio
y de las personas. Pudo ser deslocalizada, canalizada, acumulada,
embotellada y transportada en diferentes cantidades. Tal vez el caso
más patente del discurso del “agua moderna” fue la construcción de
grandes represas hidroeléctricas en todo el mundo. La identidad del
agua era la producción de energía, y la represa hidroeléctrica, en cuanto
proceso del agua y proceso social, realizaba un trabajo político que
fortalecía ciertas relaciones de poder haciendo casi imposible pensar
en otros usos o en otras relaciones.

27
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

Sin embargo, diferentes contradicciones empezaron a desmantelar


la red que sostenía el discurso y la práctica del “agua moderna”. En la
actualidad, no podemos pensar el agua sin sus componentes ecológicos
(ecosistemas terrestres y acuáticos), culturales (los significados y relaciones
que existen entre los grupos humanos y el agua) y políticos (la distribución
de los beneficios económicos asociados a ciertas gobernanzas del agua).
En estos términos, nos encontramos en una dialéctica relacional del
agua: el agua no es una cosa sino un proceso de integración, el cual es
identificable por las propiedades emergentes del agua, pero que siempre
toma forma en la relación con las entidades a las cuales está integrada
(Linton, 2010). Es decir, el agua de una represa, por ejemplo, no sola-
mente es h2o, sino que también es las decisiones del Estado, el código
de agua, los protocolos de manejo de recursos hídricos, los usuarios
del río, las empresas de construcción y distribución, los consumidores,
los discursos políticos, las prácticas materiales, creencias, entre otros.
Todos estos elementos “fijan” el recurso, transcendiendo el lugar y el
tiempo del agua en sí misma. Hablar de la “naturaleza social del agua”
no significa que la sociedad haya producido al agua per se, sino que
en todas las instancias del agua que tienen significado para nosotros,
está saturada de ideas, significados, valores y potenciales que nosotros
le hemos conferido.
Sin embargo, el agua también puede ser entendida como un no
humano. Más allá del poder que ha tenido el capitalismo para producir
hidro-territorios o la cultura occidental para generar determinadas
prácticas materiales y discusivas, el agua en sí no puede ser totalmente
controlada por la sociedad. El agua transita por diferentes estados y
depende de numerosos elementos que actúan en conjunto para tomar la
forma y el volumen que requiere la sociedad. Aun cuando se canalizan
los ríos y se construye infraestructura, aun cuando se transforma en
litros por segundo y se le otorga propiedad y precio, el agua se escapa.
Esto es más evidente en las lluvias torrenciales, sequías prolongadas,
deshielos, evaporización, corrientes subterráneas, afloramientos e
inundaciones. El agua afecta y actúa sobre los deseos y diseños de
la sociedad, incluso llegando a modificarla. En cuanto actante fluye,
desarticula o conecta, y se relaciona con los humanos de diferentes
maneras. El agua tiene una “materialidad vibrante”, es una “cosa” que

28
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

posee vitalidad y agencia, así como la capacidad de cambiar trayectorias.


Se trata de un poder material que puede ayudar o destruir, enriquecer
o deshabilitar, ennoblecer o degradarnos (Bennet, 2010). Es decir, en la
propia materialidad y naturaleza del agua —líquida, acumulable, gratis,
pesada, muy susceptible a externalidades, y desigualmente localizada
en el territorio—, reside la forma en la cual se articula la ecología
­política. Es precisamente su naturaleza y extrema necesidad para la
vida y la reproducción del ser humano, lo que configuró el poder social.
Es precisamente su composición, que nosotros identificamos como
“pura” o “contaminada” en función de si sirve para beber, para cultivar,
o para interactuar en otras formas no económicas, lo que permitió la
acumulación, sistemas de irrigación, ritualidades y la organización
del poder. Es justamente el agua “potable” una de las promesas de la
modernidad y del Estado del siglo xx. Es finalmente su capacidad de
ser dividida, por ejemplo, a través de la medida litros por segundo, lo
que determina la forma en la cual puede privatizarse, y su localización
y cantidad lo que orienta al mercado y crea “derechos” sobre una ma-
terialidad líquida que, como tempranamente lo vio Heráclito, fluye y
cambia constantemente.

Otras corrientes para el análisis del agua


Hasta acá se han expuestos las formas modernas, occidentales
y capitalistas que le dan cierta forma a la relación entre agua y
sociedad. Sin embargo, el agua se relaciona con sobrevivencias,
derechos, reconocimientos, autodeterminaciones y autogobierno,
que escapan a la comprensión hegemónica de lo que es el agua. La
defensa del río por parte de los emberá katío frente a la hidroeléc-
trica Urra i, fue un punto de partida para analizar los significados
y valoraciones culturales del agua, como eje articulador de una
cultura. En las culturas andinas, quechuas y aymaras se realizan
los “llamados de lluvia”, y durante el mes de octubre se celebran
festividades de lluvia, que deben ser entendidas en conjunto con
otras actividades como la limpia de canales y la confección de es-
tanques de riego, evidenciando una red de interacciones entre las
comunidades andinas, el agua en sus diferentes formas a través de
su ciclo y un mundo no humano y cosmológico (Boelens, 2013).

29
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

Lo mismo ocurre con los mapuches en el sur de Chile, y su geografía


sagrada sobre cuerpos de agua como los trayenko y los menoko, y
con el ritual nguillatún cuya práctica, mantención y conservación
es central en los procesos actuales de articulación etno-política.
Pero la relación con el agua también está presente la tradición sincrética:
los santos Andrés, Lucas, Isidro Labrador, Santiago, Santa Bárbara, o
las Vírgenes del Carmen y de la Candelaria están estrechamente
­relacionados con el agua y el clima. El agua, para los pueblos en cuestión,
es vital para la supervivencia económica, social y cultural de sus comu-
nidades, es esencial en su configuración identitaria y tiene una signifi-
cación simbólica ligada a labores agro-ganaderas, y a la cosmovisión.
Así, la relación de estas comunidades con el agua es totalmente
­distinta a aquella relación mediada por la economía política capitalista.
Sin embargo, dichas comunidades, hoy enfrentan la radicalización
de procesos de desposesión, principalmente por la introducción de
normativas neoliberales para el manejo de recursos hídricos, la
transformación de territorios para la monoproducción en el con-
texto del extractivismo, y el acelerado crecimiento urbano. Es decir,
existe un conflicto entre metabolismos y ciclos hidrosociales, entre
la cultura dominante y las culturas locales.
En América Latina, la Red de Agua waterlat-gobacit, liderada
por José Esteban Castro, ha sido muy activa desde el 2009, conectando
a académicos, estudiantes de posgrado y activistas que trabajan temas
relacionados con conflictos hídricos en la región. Esta red tiene un im-
portante número de publicaciones en español y portugués, que abordan
temáticas cómo conflictos socioambientales, políticas públicas, de-
recho al agua y democracia en América Latina. Castro, et al. (2017),
han argumentado sobre la paradoja de la región donde, por un lado, se
ha registrado un avance en las condiciones materiales de la población
—principalmente mediante la expansión del acceso al consumo de
bienes y servicios, en un proceso de creciente democratización y
ciudadanía más activa, con ampliación de derechos para sectores
que habían sido históricamente excluidos y su fortalecimiento en
procesos políticos—, pero, por otro lado, este avance se ha basado
en el crecimiento mediante la presión extractivista sobre el medioam-
biente para financiar políticas sociales, que terminó por aumentar las

30
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

injusticias y generando que los movimientos sociales se enfrentaran


a los gobiernos progresistas. Precisamente, estas tensiones entre
justicia social y justicia ambiental, hacen patente la continuidad de
procesos de intercambio ecológico desigual y la deuda ecológica
histórica y acumulada que tienen los países desarrollados con el
resto del mundo.
En Agua y democracia en América Latina, Juan Esteban
Castro (2016) ha sostenido que desde la década de 1970 es posible
identificar dos grandes tipos de luchas sociales por el agua: a) eco-
céntricas, centradas en la protección de ecosistemas acuáticos, y
b) antropocéntricas, orientadas a la defensa de los derechos de los seres
­humanos a un ambiente acuático limpio y el acceso a servicios de agua.
En América Latina, la construcción de grandes infraestructuras hí-
dricas ha causado el desplazamiento forzado de población indígena y
afrodescendiente, así como la expropiación autoritaria de derechos de
agua sin compensación y con daños irreversibles. Además de los daños
generados directamente por el extractivismo, que afectan la gobernanza
del recurso y la gobernabilidad de las sociedades, Castro menciona la
posibilidad de confrontaciones militares por el control de acuíferos,
como el caso de Acuífero Guaraní (Castro, 2016, p. 16).
El número de la Revista Europea de Estudios Latinoamericanos
y del Caribe, coordinado por Alex Latta y Anahí Gómez (2014), per-
tenecientes a waterlat-gobacit, también se concentra en el neo-
extractivismo y sus oleadas de inversión en los sectores minero,
hidroeléctrico e hidrocarburífero; en la expansión de plantaciones
de monocultivos agrícolas y agroforestales; y en la construcción de
nuevos puertos, carreteras e hidrovías, para canalizar los productos
primarios hacia los mercados de exportación, afectando las formas
tradicionales de subsistencia y las relaciones simbólicas y culturales
entre los pueblos y su entorno natural (Latta y Gómez, 2014, p. 51).
Otro dossier de waterlat, coordinado por Latta y Poma, en la revista
Agua y Territorio (2014), insiste en los impactos de los grandes pro-
yectos de infraestructura hídrica desarrollados por el poder político
y el poder económico en el marco del extractivismo neoliberal, y las
resistencias de las comunidades afectadas por dichos proyectos y su
lucha de justicia socioambiental (Latta y Poma, 2014, p. 10).

31
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

Precisamente, los miembros de esta red han avanzado en distintos


análisis sobre el agua que abren la puerta a nuevas lecturas críticas sobre
la relación entre sociedad y naturaleza. Poma (2014) ha avanzado sobre
las experiencias de resistencia frente a grandes proyectos hídricos, el rol
de las emociones y simbolismos en la motivación de la acción política
de las comunidades locales, y los apegos al lugar desde donde surgen
nuevas prácticas y subjetividades. Los lugares son parte de la propia
vida, identidad, historia, cotidianidad de las comunidades; además, los
sentimientos de indignación, injusticia y victimización por vulneración
que estos proyectos generan, han sido importantes motivaciones para la
acción política. Estas experiencias constituyen laboratorios culturales y
procesos de aprendizaje, donde se producen redefiniciones de valores,
creencias e identidad, y el empoderamiento de nuevos sujetos políticos.
Otros, como Gómez (2009), han centrado su atención en la lucha
de las mujeres mazahuas en México, y la conformación del Ejército
Zapatista de Mujeres en Defensa del Agua, donde la politización de
identidades indígenas, el esencialismo estratégico, la articulación con
el zapatismo y la utilización del sentimiento materno, que busca el
bienestar físico, económico y social de las familias, fueron las vías que
lograron visibilizar su demanda por protección frente a la crecida del
caudal del río como consecuencia de una represa, la necesidad de contar
con agua potable, y la exigencia de planes de desarrollo sustentable.
El texto de Gómez muestra cómo la imagen de vulnerabilidad de la
mujer, en cuanto género, clase y etnia, se subvirtió para ser agente de
cambio, y significó un cambio de roles de género dentro de la comunidad.
Un segundo grupo muy activo en América Latina es la Red de
Justicia Hídrica, también fundada en 2009, y liderada por Rutgerd
Boelens, entre otros; esta analiza los países andinos, desde una pers-
pectiva que incorpora el pluralismo legal, la política cultural y la
ecología política. Este grupo también ha tenido una alta producti-
vidad en términos de publicaciones, destacando libros como Agua
y ecología política: el extractivismo en la agroexportación, la minería
y las hidroeléctricas en América Latina (2015); Justicia hídrica:
acumulación, conflicto y acción social (2011); Agua e inequidad. Discursos,
políticas y medios de vida en la región Andina (2013), entre otros; así
como la revista (In)Justicia Hídrica. Estos estudios ilustran diferentes

32
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

casos donde el extractivismo y el crecimiento urbano presionan por


el acaparamiento de recursos hídricos por parte de diferentes actores,
conectados en diversas escalas, a través de procesos de acumulación,
desposesión y contaminación, explotando territorios hidrosociales
bajo la bandera del progreso y la modernidad.
Boelens, et al. (2012) señalan que los pueblos indígenas tienen
conexiones especiales entre fuentes de agua, personas, lugares, pro-
ducción e identidad, las cuales son cruciales y están profundamente
relacionadas con la forma particular que tienen de percibir, crear y
recrear el territorio. De esta manera, emergen conflictos entre culturas,
formas divergentes de economías, y estructuras socio-políticas que dis-
putan el derecho al agua. Los autores ilustran el caso del pueblo emberá
katío en Colombia, del pueblo oyachi en Ecuador, y las comunidades
tuti en Perú. En estos acasos, autoridades de agua, organizaciones de
irrigación, rituales, tradiciones, y normas de manejo del agua juegan
un rol preponderante en las dinámicas de las comunidades. Boelens
(2013) plantea la persistencia de “ciclos hidro-cosmológicos” que están
en la intersección entre relaciones humanas, no humanas y divinas,
donde interactúan culturas de agua, derechos y cosmovisiones, que
van más allá de lo “social” o lo “natural”. Duarte-Abadía y Boelens
(2016) avanzan en los “lenguajes de valoración” y regímenes de repre-
sentación sobre las fuentes de agua, que son localmente específicos, con
características históricas, éticas, económicas y culturales, construidos
de manera colectiva. Esto ha generado la existencia de materialidades
e imaginarios territoriales divergentes, que se enfrentan e interactúan
con imaginarios y lenguajes dominantes.
Paralelamente, en Colombia, Censat-Agua Viva ha generado una
serie de discusiones en torno al agua, centrándose en una propuesta de
justicia hídrica. Censat “concibe las aguas como elemento esencial para
la garantía de la vida en el planeta y la posibilidad de comunión entre los
seres humanos y demás entidades que nos acompañan” (Censat, 2013).
A partir de este planteamiento ha generado diversas publicaciones y
debates relacionados con los efectos extractivistas en el agua, la de-
fensa del agua como derecho y el posicionamiento de concepciones
y derechos culturales en relación con el agua. Asimismo, lideró la
compilación de textos en torno a justicia hídrica (Vélez et al., 2010),

33
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

al igual que diversas publicaciones sobre el estado del agua en


Colombia, los despojos y resistencias (Urrea y Cárdenas, 2016; Urrea
y Camacho, 2007). Finalmente, Censat tiene una escuela de agua
(Martínez y Pinzón, 2014), la cual va recorriendo territorios con un
proceso metodológico participativo en la búsqueda de la formación en
torno al agua y las problemáticas actuales. En este proceso retoman
experiencias de los acueductos comunitarios.
Es en este contexto de radicalización del despojo que ha ocu-
rrido mediante el extractivismo y el quiebre del contrato hidrosocial
con el Estado inversor del siglo xx, y en el marco de reconoci-
mientos globales sobre los derechos de campesinos, mujeres, in-
dígenas, y del derecho humano al agua, así como a tener acceso
y control sobre bienes comunes por parte de comunidades, que
el “agua moderna” comienza a ser desestabilizada por prácticas
ecológico-culturales locales, que tienen la potencia de reconectar
o conectar de distinta forma las relaciones entre lo humano, lo no
humano y el agua. Es en aquellos lugares, como el norte minero
de Chile, en el desierto más árido del mundo, donde el agua es
vital y se subvierten las formas en las cuales el neoliberalismo ha
estructurado el recurso hídrico (Prieto, 2014, 2016), y comienzan a
emerger, desde contradicciones territoriales, procesos de irrigación
del desierto que revitalizan viejas prácticas ecológico-culturales y
proyectos etno-políticos (Romero-Toledo y Gutiérrez, 2016; Yáñez
y Molina, 2011). Los grandes proyectos de inversión van perdiendo
legitimidad social, en conjunto se avanza en entender la trama de
redes políticas y económicas, a diferentes escalas, que está detrás de
la construcción de infraestructura hídrica. Proyectos que eran deseables
hace unos años —como la instalación de represas h ­ idroeléctricas—,
hoy en día constituyen agresiones socioambientales que son con-
testadas por diferentes actores sociales, rechazando las formas en
las cuales los territorios son designados para realizar cierto tipo
de actividad (Romero-Toledo, 2014). Un “recurso” moderno se
transforma en un “bien común” altamente sensible para el futuro
de la sociedad, lo cual parece subvertir la gubernamentalidad que
nos traspasó a los ciudadanos el cuidado del agua. Cuidar el agua
hoy puede significar cuestionar la arquitectura que separó al agua

34
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

de los usuarios, y centrar de nuevo la preocupación por conocer de


dónde viene y de quién es el agua que ocupamos, y a dónde y en qué
condiciones va el agua después de que la utilizamos.
El agua es entonces mucho más que h2o, es un proceso entre lo
humano y lo no humano, donde la sociedad produce y modifica sus
condiciones de existencia, y donde la economía política, la cultura y las
creencias son generadas y producen una relación íntima con el agua.
Pero también, el agua en sí es un proyecto, que fluye con su propia
lógica y agencia, independiente de la sociedad, transita por diferentes
estados, y en cada etapa de su ciclo hidrosocial enfrenta una serie de
interacciones y contradicciones. En estos diversos estados circula por
espacios, estructuras, clases sociales, etnias, géneros. Sale y entra de
corrientes, para finalmente seguir fluyendo hasta alcanzar el mar,
para comenzar una vez más.

Aguas desiguales: Chile y Colombia


En estos contextos se propone analizar dos miradas sobre el agua
en dinámicas nacionales diferentes: Colombia y Chile.
Colombia es un país de abundancia hídrica con cinco grandes áreas
hidrográficas (Magdalena-Cauca, Caribe, Pacífico, Orinoco y Amazonas),
6 nevados y 36 complejos de páramos. El agua es un bien público:
[…] el Estado tiene la potestad de administrarlo. En términos de
su uso, puede ser tanto público como privado, pero el Estado tiene el
control y la vigilancia sobre ambos tipos de empleos del agua. Según
la Constitución, nadie tiene aguas privadas, por ejemplo, cuando
alguien tiene cursos de aguas como quebradas, manantiales que se
sitúan en un predio privado, el propietario no es libre de hacer lo que
quiera con el bien natural, ya que el Estado es quien lo administra,
y debe respetar el uso y los derechos de aguas de otras personas.
(Martínez, 2016, p. 33)

Se presentan tanto sequias como lluvias extremas, ligadas no solo


a la variabilidad climática, sino también a procesos relacionados con las
dinámicas extractivistas (Martínez, 2016). Paralelamente, el aumento
de la población urbana ha generado diversas dinámicas en torno al
acceso a lugares, medios de vida y recursos vitales como el agua.

35
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

Dichos procesos no son iguales para todos los habitantes y por


el contrario, cada vez son más diferenciados en contextos de mer-
cantilización, despojos cotidianos y privatización. De acuerdo con
Martínez (2016): “Es posible caracterizar esta privatización bajo dos
procesos: el de las fuentes y el de la gestión. Y la privatización de
las fuentes puede entenderse también en dos subcategorías: privati-
zación por apropiación y privatización por contaminación” (p. 19).
Estas privatizaciones generan conflictos, tanto con pobladores urbanos
como rurales, que demandan justicia espacial y ambiental.
En Colombia los paisajes hídricos, como parte de un ambiente
neoliberal, politizado y crecientemente privatizado, están articulados
tanto a nociones y valorizaciones del agua, como a políticas públicas e
infraestructura. También están entretejidos con los movimientos sociales
que emergen planteando estrategias alternativas de acceso, control y
uso del recurso hídrico, considerado como un derecho fundamental,
mediante el ejercicio de estrategias diversas, incluidas las de resistencia
cotidiana que involucran redes y actores diversos.
Simultáneamente se dan procesos de mercantilización del agua,
contestados por iniciativas de desmercantilización de la misma en
ejercicios de hidropoder -hidropolíticos-, en los cuales diversos
actores sociales con dinámicas históricas y en diferentes escalas
entran en contradicción, negociación o conflicto.
Las actuales discusiones en torno al agua están asociadas a su
control privado a través de hidroeléctricas y a la apropiación por
particulares de espacios de vida en los ríos y otros cuerpos de agua,
también en escenarios urbanos, mediante procedimientos relacio-
nados con cadenas de valorización de esta. Quienes confrontan estos
procesos cuyos planteamientos surgen de visiones del agua como
espacio de vida y bien común, con otras lógicas no mercantiles de
uso, control, acceso, toma de decisiones y ejercicio de derechos que
escapen a la valorización económica y se centren más en la noción
de lugar atravesado por el agua como espacio de vida. Las propuestas
se han articulado en el Referendo por el agua, que sintetizó y articuló
las demandas colectivas por la defensa del agua desde inicios del
siglo xx (Gómez, 2014) , y que se articuló en el 2009 en las siguientes
demandas: “i) el agua como un derecho fundamental; ii) la garantía

36
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

de un mínimo vital gratuito subsidiado por el Estado; iii) la gestión


del agua únicamente en manos del Estado y las comunidades organi-
zadas; y, iv) la protección especial de los ecosistemas esenciales que
regulan el ciclo hidrológico” (Martínez, 2016, p. 38). R­ ecientemente,
las consultas populares demandan la defensa del agua y han logrado
posicionar políticamente la protección del territorio y de los modos
de vida; como ejemplos tenemos las consultas de Piedras (2013),
Cajamarca (2017), y Tauramena (2017), entre otras.
En Chile, durante la dictadura de Pinochet (1973-1989) se reali-
zaron profundas reformas que favorecieron grandes transformaciones
socioambientales a través de la privatización y concentración de re-
cursos, y de la privatización de la industria e infraestructura estatal.
Dentro de una serie de legislaciones que constituyeron una arquitectura
neoliberal completa, los derechos de agua quedaron protegidos como
propiedad privada por el artículo n.° 19 de la Constitución de 1980.
En 1981, se instauró el Código de Agua, donde se consagran los derechos
de agua como separados de la propiedad de la tierra, y susceptibles de
ser libremente comprados, vendidos, heredados o transferidos, como
cualquier tipo de derecho de propiedad. Esta normativa limitó la
acción del gobierno en el manejo del agua y creó incentivos para
la inversión privada, así como un mercado de agua que ha per-
mitido localizar y utilizar el recurso buscando su más alto valor de
mercado y eficiencia, a través de decisiones individuales. De esta
manera se entregaron derechos de agua de manera gratuita y a per-
petuidad a privados (en la actualidad se plantea una revisión cada
treinta años), los cuales pueden ser libremente transados, sin importar
los usos históricos y tradicionales, sin establecer usos prioritarios.
Los derechos de agua no pagan impuestos al Estado y, hasta 2005, los
dueños de derechos de agua no tenían la obligación de ocuparlos para
actividades productivas (Bauer 2009, 2002; Budds, 2009, 2004; Prieto y
Bauer, 2012; Romero-Toledo et al., 2009). En la actualidad se encuentra
en debate en el Senado las reformas al Código de Agua, para lo cual se
requieren mayorías parlamentarias que en el Chile neoliberal no existen.
En 1993, la Ley Indígena chilena reconoció que los pueblos indígenas
tienen propiedad sobre las aguas, tierra, recursos y territorios que han
ocupado ancestralmente. Esta normativa pone especial énfasis en los

37
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

pueblos indígenas del norte de Chile, quienes habitan el desierto más


árido del mundo, y han sido afectados por la demanda hídrica de la gran
explotación minera del cobre, la expansión urbana y el crecimiento del
sector de servicios. En la zona central del país, el crecimiento urbano
acelerado, los cultivos de palta o aguacate, y la expansión forestal
con pinos y eucaliptos, han presionado enormemente a las comuni-
dades locales rurales. En el sur, los mapuches le disputan el agua a las
forestales, a las hidroeléctricas y a las pisciculturas, mientras que en
la Patagonia los habitantes locales han rechazado la instalación de
centrales hidroeléctricas, los efectos de las granjas salmoneras y
de la explotación minera.
Siendo contextos con procesos diferentes, hemos centrado nuestro
análisis en dinámicas relacionadas con extractivismos, hidroeléctricas,
luchas y demandas por el agua en las ciudades, las cuales resaltaremos
a continuación.

Ejes analíticos sobre el agua


Los debates en torno al agua dan cuenta de múltiples interac-
ciones globales y locales, entre diversos actores e intereses, al igual
que valoraciones sobre la misma que van desde relaciones espirituales
y de reciprocidad, hasta relaciones con procesos extractivistas cuyos
resultados son acaparamientos y despojos. De manera paralela, en
las ciudades los procesos de acceso generan desigualdades, al igual
que confrontaciones debido a demandas por derecho al agua y de-
rechos del agua. Por lo tanto, cada vez más emergen movimientos
sociales que demandan derechos al agua como bien común. A partir
de estas dinámicas, consideramos que hay tres ejes para los análisis,
los cuales se mirarán de manera comparativa entre Chile y Colombia:
extractivismos, gobernanza, acaparamientos y derechos; hidroeléc-
tricas, represas y control territorial; y ciudades, acceso, conflictos y
desigualdades socioambientales.

Extractivismos, gobernanza, acaparamientos y derechos


Los procesos extractivos se han enmarcado en las dinámicas
de la gobernanza como un mecanismo de participación para
­“administrar” los recursos, en este caso agua. Sin embargo, los procesos

38
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

extractivos también implican acaparamientos y controles territo-


riales que afectan el acceso al agua como un derecho. Por lo tanto,
surgen movimientos sociales que confrontan dichos procesos. Este
eje pretende dar cuenta de las implicaciones de los extractivismos
en la escasez y despojo del agua.
En contextos del neoliberalismo en Chile y sus consecuentes
reestructuraciones políticas, institucionales, productivas y culturales,
Romero-Toledo, Castro y García, resaltan los procesos de reemer-
gencia indígena desde la década de 1980, principalmente en aquellas
regiones que estaban sufriendo los efectos de la transformación so-
cioambiental, y en el contexto de la reorganización social para poner
fin a la dictadura militar, cuando se firmaron acuerdos entre indí-
genas y Estado que se vienen implementando desde ese entonces.
Sin embargo, dichos acuerdos comenzaron a chocar con los procesos
etno-territoriales locales y la expansión extractivista minera, forestal,
hidroeléctrica y pesquera, y sus efectos sobre los recursos hídricos.
El Estado ha reaccionado a través de subsidios, transferencias y capaci-
taciones, y mediante la compra de tierras y aguas para las comunidades.
Las empresas han actuado, a través de políticas de responsabilidad
social y esquemas de negociación/conflicto. En estos contextos, se
analiza el caso de los aymaras, la existencia de conflictividad asociada
a la minería, donde la captura de agua y los residuos industriales son
un tema fundamental, pero que se ha manejado a través de acciones
legales, compra de derechos de agua por parte del Estado, acuerdos
entre las comunidades y las empresas, y la presencia constante de las
mineras como subsidiadoras de los poblados cordilleranos. En el caso
de los mapuches, los autores resaltan la existencia de un conflicto
abierto, que está asociado a la expansión de la actividad forestal sobre
tierras mapuches usurpadas, y otras tierras no reconocidas por el
Estado en el proceso de reducción indígena, y por el deterioro socio-
ecológico de los territorios que han quedado, literalmente, atrapados
entre las plantaciones de pino y eucalipto, presentando una limitada
disponibilidad de agua, y siendo especialmente sensibles frente a los
episodios de sequía.
En una perspectiva similar, Caro-Galvis analiza la extracción de
carbón en Colombia, su largo protagonismo en la economía nacional,

39
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

y los efectos de su “comoditización” en la transformación del lugar que


ocupaba este mineral en el imaginario económico nacional, al punto de
construir no solo una sobrevaloración de las reservas en Colombia y su
aprovechamiento, sino también de adecuar política, jurídica, económica
y territorialmente al país para sostener durante 35 años una expoliación
“legalizada”, en detrimento de otros bienes comunes como el agua y
la cultura de poblaciones campesinas, indígenas y afrodescendientes.
Se trata de un modelo que produce geografías desiguales, en donde
algunas zonas del planeta son áreas destinadas a la explotación o “zonas
de sacrificio” que reciben todos los impactos sociales, ambientales y
territoriales que la extracción de materias primas produce de manera
intensiva. A su vez produce afectaciones culturales, dado que el agua
para las comunidades locales ha estado directamente relacionada con
la producción y por lo tanto con el alimento, de modo que su acceso y
distribución han sido regulados según arreglos comunitarios.
Como plantea Caro, “para las comunidades rurales el agua también
está vinculada simbólicamente con la recreación, con espacios de en-
cuentro comunitario y un lugar en el sentido de la reproducción de la
cultura campesina y sus prácticas”. La minería de carbón, tanto en la
Guajira como en otras zonas de Colombia, ha roto estos sentidos durante
sus años de “convivencia” con las comunidades, no solo por el acapara-
miento de fuentes de agua vinculado al despojo territorial, sino porque
las empresas comportan concepciones del agua que se contraponen a
los sentidos y significados que esta tiene para las comunidades étnicas
y campesinas. Esta superposición contradictoria de cosmovisiones,
cruzada por relaciones desiguales de poder, es una de las principales
causas de conflicto por este elemento en las zonas mineras.
Una salida a los conflictos socioambientales se ha pensado en
torno a la gobernanza del agua; sin embargo, Valderrama evidencia
cómo también hay tensiones y articulaciones alrededor de un recurso
de uso común. Por lo tanto, expone un punto de vista crítico sobre
la manera en que ha sido entendida e implementada la gobernanza
en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia; esto es, desde una
retórica multiculturalista de reconocimiento y desconocimiento
de derechos. Dicho punto de vista ha sido formulado a través de
situaciones concretas que han tenido lugar en el macizo, relativas a

40
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

posibilidades —aún incipientes— de lograr espacios policéntricos de


relacionamiento alrededor de la gestión del agua. No obstante, la opor-
tunidad de lograr espacios de coordinación que busquen responder de
manera real e incluyente a las características específicas de una unidad
biogeográfica dada —como lo es la cuenca hidrográfica—, la elabo-
ración de planes de ordenación y manejo de cuencas, no está exenta
de los límites impuestos por las divisiones político-administrativas
y jurídico-ambientales del territorio, así como de las tensiones sobre
lo público, lo común y lo general.
Situaciones similares se viven en Chile. Torres y Rojas abordan
los procesos de cambio y degradación socioambiental asociados al
neoliberalismo hídrico en Chile, desde la noción de fractura metabólica
(metabolic rift) propuesta por Marx y reelaborada por el sociólogo
ambiental John Bellamy Foster, para indicar que, en la modernidad
capitalista, hay una creciente separación de los seres humanos de sus
ambientes naturales. Torres y Rojas aplican esta conceptualización
al mundo hídrico-social, analizando dicha fractura como la cre-
ciente separación y desposesión de personas, grupos y comunidades
humanas con respecto al acceso y control de sus recursos hídricos.
El capítulo argumenta que la formación y expansión geográfica de esta
fractura hidro-metabólica coincide con la actual hidro-modernidad
neoliberal y privatización del agua operada en Chile desde la dictadura
militar de Pinochet hasta el presente (1981-2018). Para ello se centra
en tres casos: el Complejo Forestal Nueva Aldea; el desarrollo de un
embalse para generación hidroeléctrica y riego en la cuenca del Itata
en el centro-sur de Chile; y los agro-negocios de cerdos y olivos en la
Región Metropolitana de Santiago.
Para el contexto colombiano, Sánchez desarrolla un análisis de
los conflictos socioambientales relacionados con la actividad minera
a gran escala y el agua, a partir de tres proyectos mineros asociados
a la explotación de diferentes tipos de minerales: carbón, ferroníquel
y oro; espacios geográficos diferenciados correspondientes a distintos
departamentos: La Guajira, Córdoba y Tolima; y a diferentes mo-
mentos del proceso de explotación: extracción en los dos primeros
casos y exploración en La Colosa. Sánchez plantea que pese a lo disí-
miles que puedan parecer los casos en cuestión, el marco conceptual

41
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

y ­metodológico de la ecología política, a través del cual se realiza


el análisis, hace posible tanto el reconocimiento de las particulari-
dades de los conflictos socioambientales relacionados con cada uno
de los proyectos mineros, como una propuesta de análisis global de
los mismos, en relación con la actividad económica que los genera.

Hidroeléctricas, represas y control territorial


Otro de los ejes de disputas territoriales ha sido el control través
del hidropoder y la mercantilización del agua —fenómeno ligado a
otros procesos productivos y de rentas para los estados—, tornándola
en mercancía energética. Este eje temático articula tres textos que
muestran tanto los procesos históricos y políticos de la emergencia
de las hidroeléctricas, como los de lucha y resistencia a las mismas en
contextos de privatización del agua.
Para el contexto colombiano, Correa resalta la reconfiguración
territorial y apropiación del agua en torno a la represa de Chivor,
evidenciando la transformación hidrosocial de la región del Valle de
Tenza en el departamento de Boyacá, enmarcada en la planeación y
construcción de la represa, así como en la historia propia de la electrifi-
cación nacional. De esta manera, la autora resalta cómo con los procesos
relacionados con la consolidación de la hidroeléctrica se llevó a cabo
una conquista hidrosocial de la región, en la cual se transformaron
los flujos materiales y significados del agua, así como las relaciones y
prácticas locales con este elemento socionatural. Es necesario resaltar
de qué manera la construcción de represas se torna en un instrumento
simbólico de modernización, pero atravesado por los intereses y rela-
ciones de poder entre diversos actores y su influencia en la transfor-
mación hidrosocial a nivel local. Las hidroeléctricas implican procesos
materiales y simbólicos que conllevan a la transformación de flujos
hídricos, y relaciones de acceso y control sobre ellos.
Por otro lado, Torres esboza un análisis sobre la transformación
del agua en una mercancía en el municipio de Cabrera, Cundinamarca,
como consecuencia del creciente impulso de proyectos hidroeléctricos
debido al aumento de la demanda energética a nivel nacional. La pro-
blemática es abordada desde una perspectiva ambiental, considerando
los impactos sociales y territoriales de la posible implementación del

42
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

Proyecto Hidroeléctrico El Paso sobre la cuenca media del río Su-


mapaz. Asimismo, se consideran las disputas, conflictos y resistencias
generados en el periodo 2008-2016 entre las comunidades campesinas
de Cabrera y la multinacional emgesa. Con este propósito, la autora
hace un análisis desde perspectivas teóricas como la ecología política,
que permitan comprender la manera en que las relaciones sociales y de
poder determinan las dinámicas de transformación de la naturaleza.
Particularmente esta problemática es entendida desde el concepto de ciclo
hidrosocial, a partir del cual el agua se comprende como un concepto
político en el que confluyen diversos intereses; en este caso, los de la
multinacional emgesa —que considera el agua como una mercancía
para generar energía—, y los de las comunidades campesinas locales
—para quienes es un elemento vital para la reproducción de la vida
social—. Igualmente, dicho capítulo indaga sobre cómo los paradigmas
del progreso, el desarrollo y el capitalismo verde han sido mecanismos
fundamentales para justificar este tipo de proyectos en territorios
rurales, generando procesos de descampesinización, urbanización y
ruptura del tejido social bajo preceptos supuestamente ecológicos y
ambientalmente amigables centrados en la implementación de nuevas
tecnologías, como por ejemplo la generación de energía hidroeléctrica
a filo de agua.
Algo similar ha ocurrido en Chile con los megaproyectos
­hidroeléctricos, como el de Ralco en la región Bío Bío. Sin embargo,
Höhl plantea que para el análisis de estos procesos es necesario dar
cuenta de la heterogeneidad inherente a las posiciones de los pueblos
indígenas, y de su expresión dentro de las diferentes escalas geo-
gráficas que implican estos proyectos. Desde esta noción, analiza
las dinámicas de conflicto en la construcción de la represa Ralco
en la zona precordillerana del sur de Chile, habitada por comu-
nidades pewenche. Dicho proyecto, no solo causó conflictos entre
las comunidades indígenas, el Estado y la empresa que ejecutaba
el proyecto, sino que también produjo claras divisiones dentro de
los grupos indígenas. En efecto, mientras que algunos pewenche
llegaron a acuerdos directamente con la empresa, otros se oponían
fervientemente a esta, buscando defender su patrimonio material y
cultural que se perdería a raíz de la inundación de las cuencas serranas.

43
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

Por esta razón, los opositores tomaron distancia de quienes aceptaron


la permuta de tierras, renunciando desde su perspectiva a sus raíces y
territorios. En definitiva, el análisis ilustra cómo se define la diversidad
de posiciones dentro y entre los actores en las diferentes escalas, y cuán
complejas pueden ser las interacciones de las comunidades indígenas
al interior de los procesos y estructuras de gobernanza impulsados
por entidades públicas o privadas.

Ciudades, acceso, conflictos y


desigualdades socioambientales
En las ciudades están cada vez más presentes diversas demandas
de movimientos sociales: por el acceso al agua; en defensa de lugares en
los cuales hay hibridez entre el asfalto y esta; por el reconocimiento del
agua como un derecho, y también de los ríos como sujetos de derecho.
Asimismo están las demandas ciudadanas por la defensa de los hume-
dales ante su transformación, que se invisibiliza bajo las dinámicas de
crecimiento urbano. Estos procesos de transformación urbana responden
a formas específicas de pensar la ciudad y su relación con la naturaleza.
La consideración del agua como un servicio muchas veces oculta las
lógicas de apropiación y control que llevaron al encubrimiento del agua
como líquido vital.
López, analizando las luchas por el acceso a un mínimo vital de
agua en zonas de alto riesgo en Medellín, Colombia, plantea cómo
las formas concretas de dicho acceso son importantes, no solo en
cuanto sostén de la vida humana, sino en el plano político, puesto
que son una herramienta valiosa para el reconocimiento de la
ciudadanía. Partiendo de un estudio en dos barrios ubicados en las
periferias catalogadas como zonas de alto riesgo, esta investigación
revela cómo los habitantes de estos barrios —excluidos del servicio
formal— luchan por asegurar el acceso al agua, mientras que la em-
presa pública de la ciudad se consolida exitosamente como multilatina.
Aunque el acceso al agua ha sido, cada vez más, objeto de reformas
orientadas al mercado, a dicha compañía le ha resultado difícil con-
trolar y domesticar por completo este recurso esencial. La naturaleza
(el agua) desempeña un papel fundamental en las formas en que estos
habitantes reivindican lo que es “realmente” público y subvierten las

44
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

visiones neoliberales de la compañía de agua. Al explorar la relación


existente entre redes de infraestructura, ciudadanía y acceso al agua,
el capítulo argumenta que las prácticas cotidianas ejercidas por los
habitantes que viven en zonas de alto riesgo se ven conformadas en
gran medida no sólo por el carácter espacial y biofísico del agua misma,
sino también por cómo el agua es diferenciada técnica y legalmente
por la empresa de agua.
Esto nos lleva a plantear las preguntas: ¿El agua tiene dueño?
¿Quiénes pueden acceder al agua potable y por qué? Estos son los in-
terrogantes que orientaron los análisis de Castelblanco, en el contexto
colombiano, a partir del caso de la vereda Buenos Aires Los Pinos, del
municipio de La Calera. Esta es una zona de gran importancia para
el municipio y la ciudad de Bogotá, por lo que confluyen distintos
actores con sus respectivos intereses: acueductos rurales; empresas
de servicios públicos; empresas privadas; y el proyecto Chingaza.
Castelblanco expone las conclusiones que arrojó esta indagación, las
cuales evidencian cómo el discurso mercantilizador ha llevado al
acaparamiento y la privatización de la gestión del agua, lo que genera
transformaciones en la vida cotidiana del campesinado, y cambios
tanto en su relación con el líquido, como en el paisaje.
De manera similar, Sánchez-Calderón analiza las desigualdades
socioecológicas relacionadas con la urbanización del río Tunjuelo,
localizado al sur de Bogotá, a mediados del siglo xx, un periodo de
expansión urbana que llevó tanto al aumento de la demanda de agua
potable en toda la capital colombiana, como al crecimiento de la
ciudad hasta las riberas mismas del río. Al hacerlo, se busca ilustrar
las contradicciones que la urbanización del Tunjuelo tuvo sobre sobre
la dinámica del curso de agua mismo y sobre los pobladores de sus
riberas, quienes eran los principales afectados tanto por recurrentes
inundaciones como por el mal estado físico-químico del río. Para ello se
analizan dos tipos de desigualdades. Por una parte, la relacionada con
la construcción y funcionamiento de varios embalses en la parte alta
del río, los cuales representaban un factor de riesgo para los habitantes
de Meissen, San Benito y Tunjuelito, barrios ribereños del Tunjuelo
en la parte baja. Por otra, la desigualdad en cuanto a la prestación del
acueducto y el alcantarillado en esos barrios. Para finales de los años

45
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

sesenta, los habitantes de dichos asentamientos ya estaban conectados


al acueducto oficial de la ciudad, mientras que el río y sus afluentes
habían empeorado sus cualidades, siendo considerados una cloaca.
Esta situación material de un entorno deteriorado contribuyó a legi-
timar la imagen socio-espacial dominante de la ciudad, que oponía
el “sur pobre” con el “norte rico”.
Las dinámicas de las ciudades en desiertos implican otros procesos
de manejo y control del agua. Para Chile, Fragkou y Vásquez analizan la
creación de áreas verdes municipales como resultado de los procesos de
producción de espacios urbanos, desde el lente de la justicia ambiental
distributiva. Utilizando el concepto del metabolismo hídrico a partir
de la ecología política urbana, se estudia de qué manera se manipulan
socialmente los flujos hídricos urbanos para beneficiar a determinados
sectores y estratos sociales de la ciudad mediante la creación de estos
espacios verdes. El caso de estudio es la ciudad desértica de Antofagasta
en Chile, capital de la homónima región minera, y sede de la mayor
planta desalinizadora de América Latina para consumo humano.
El análisis de Fragkou y Vázquez evalúa la creación y distribución
socio-espacial de las áreas verdes municipales de la ciudad en un
periodo de treinta años, teniendo como hito la construcción de la
planta en el 2003. Los resultados no solo indican un acceso social
diferencial a las áreas verdes municipales, con los estratos más bajos
siendo desfavorecidos. La inclusión de las especies vegetales de estas
áreas en el análisis revela, por un lado, que el consumo hídrico mu-
nicipal para la mantención de estas también está influenciado por la
clase social que las disfruta, mientras se demuestra, por el otro lado,
que la distribución equitativa de las áreas verdes urbanas no es garante
de condiciones ambientales iguales entre los ciudadanos.
En contextos urbanos bogotanos el problema no es la escasez del
agua, sino los procesos asociados a la expansión urbana que amenaza
importantes ecosistemas vitales para la estructura ecológica de la ciudad,
como son los humedales. Peñuela y Vargas centran su análisis en uno
de los márgenes menos intervenidos hasta hace pocos años (zona alta) de
uno de los humedales más extensos de Bogotá, el humedal Jaboque.
Este ha permanecido inmerso en un contexto de expansión urbana
asociada a procesos de segregación (informalidad) y elitización de la

46
Hidro-poderes globales-nacionales y resistencias locales

naturaleza (formalidad), los cuales continúan ejerciendo mayor presión en


un área específica del humedal: el tercio medio, en su costado occidental.
Los autores desarrollan varias dimensiones de análisis que resultan
fundamentales para entender el surgimiento de las socionaturalezas que
hoy configuran la zona media del humedal. Para ello, hacen un acerca-
miento a los cambios geomorfológicos, históricos y culturales asociados
a los patrones de crecimiento de Bogotá, haciendo énfasis en el humedal
Jaboque, con lo cual se hace evidente la transformación de un modelo de
naturaleza orgánica a uno capitalista dinamizado por la urbanización.
Asimismo, estos autores analizan las configuraciones socionaturales
construidas en torno al humedal desde el barrio Unir ii y el sector Hugo
Chávez, enmarcadas en una lógica de segregación e ilegalidad. Además,
se develan algunos elementos clave para entender una socionaturaleza
idealizada por las dinámicas inmobiliarias de legalidad y elitización
de la naturaleza. A partir de este escenario se busca orientar futuras
discusiones hacia un ordenamiento territorial y ambiental.
Finalmente, Veloza analiza el proceso que se ha desencadenado
en torno al humedal Moyano, ecosistema ubicado entre los municipios
de Madrid y Facatativá, Cundinamarca. Dada la creciente lógica de
urbanización e implementación de proyectos de desarrollo en estos
municipios y en general en la Sabana de Bogotá, ecosistemas como
los humedales se han visto afectados por el interés de convertir sus
terrenos en áreas cultivables o lugares desecados donde se pueda
construir algún tipo de infraestructura. Así, se busca analizar cómo
se configura un conflicto socioambiental en torno al uso del agua y
el suelo, en donde interactúan actores económicos, de defensa terri-
torial y entidades estatales con distintos intereses. La autora parte de
la noción de “paisaje hídrico urbano-rural” para analizar, a través
de este caso, desde la perspectiva teórica de la ecología política, los
cambios en los ecosistemas hídricos de la Sabana de Bogotá. Una de
sus principales conclusiones es que la prevalencia de la concepción
de la naturaleza como recurso y el establecimiento de una relación
funcional con esta son principios claves para la configuración de un
conflicto socioambiental; en el caso específico del agua, se configura
una mirada particular sobre estos principios por tratarse de un bien
fundamental y necesario para todos los seres vivos.

47
Hugo Romero-Toledo & Astrid Ulloa

Los capítulos de este libro buscan abrir debates en torno a nuevas


temáticas sobre conflictos socioambientales y luchas por el agua en
territorios indígenas, campesinos y urbanos. Asimismo, los casos
presentados nos hablan de resistencias y demandas de derechos, bús-
queda de reconocimientos; de concepciones, significados y relaciones
con el agua que responden a procesos históricos y culturales. De igual
manera, en varios de los textos se posiciona el agua como un actor
político. Estas investigaciones permiten un diálogo entre experiencias
diversas de Chile y Colombia, y ayudan a consolidar los análisis
comparativos desde perspectivas no solo de la ecología política, sino
desde la historia ambiental, la antropología y la geografía en torno a
los procesos hidrosociales.

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Extractivismos, gobernanza,
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Agua, extractivismo y etno-territorialidades:
los aymara y los mapuche en Chile1

Hugo Romero-Toledo
Universidad Austral de Chile

Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (coes)

Felipe Castro
Universidad Católica de Temuco

Yerko García
Universidad Católica de Temuco

Introducción
La imposición del neoliberalismo en Chile, a partir de la dictadura
militar de Pinochet (1973-1989) y afianzada durante los gobiernos
democráticos que la siguieron, ha significado una transformación
socioambiental radical de diferentes territorios de Chile, para sustentar
un modelo exportador de materias primas. A través de una legislación
ad hoc que permitió la privatización de recursos naturales e industrias
y la apertura a capital transnacional, la gran minería del cobre en el
denominado Norte Grande, y la industria forestal e hidroeléctrica
en el sur, tuvieron un crecimiento sin precedentes, concentrando en
pocas manos, una gran cantidad de tierra y agua. Al mismo tiempo
que las reformas neoliberales empezaron a transformar el territorio,

1 El capítulo expone parte de los hallazgos del proyecto fondecyt 11140265,


del cual el Dr. Hugo Romero-Toledo es investigador responsable. El
capítulo recoge parte de los trabajos “La producción de territorialidades
indígenas en Chile: los aymaras en el Norte Grande y los mapuche en La
Araucanía” presentado al Congreso egal 2017.También se presenta una
sección del borrador de Romero y Martínez, “De La Frontera al Wallmapu:
la construcción del territorio de La Araucanía y las geografías del
extractivismo forestal e hidroeléctrico”.

57
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

diferentes tipos de resistencias comenzaron a emerger. Dentro de estas


resistencias, los pueblos indígenas han venido desarrollando desde
la década de 1980 dinámicas de negociación/conflicto, en el marco
de políticas interculturales de corte neoliberal. De esta manera, el
neoliberalismo en Chile, al igual que en otras partes del mundo, ha
generado una suerte de destrucción creativa a partir de contradic-
ciones, que, por un lado, generan desposesión de recursos y, por otro,
oportunidades de reconocimiento y de mejoras relativas al bienestar
social de las comunidades. Las medidas de reconocimiento y compen-
sación a los pueblos indígenas, por parte del Estado y de las compañías
privadas, y el establecimiento de negociaciones con las comunidades,
han traído consigo conflictividades de largo aliento, con episodios de
mayor actividad, y otros de latencia. En este escenario los territorios
han sido politizados por los pueblos indígenas, articulándose como
parte de proyectos etno-territoriales.
Este capítulo discute los efectos de las reformas neoliberales,
principalmente el Código de Agua, sobre los territorios indígenas de
aymaras y mapuches en Chile, en el marco de la actividad minera,
forestal e hidroeléctrica, con la finalidad de comprender los actuales
escenarios de conflictividad que existen en el Norte Grande y La
Araucanía. Para ello, el capítulo se estructura de la siguiente forma:
en la primera sección se analiza la neoliberalización del agua en Chile
y sus efectos sobre los pueblos indígenas. En la segunda sección se
aborda el proceso de articulación identitaria indígena en los casos de
los aymaras en el Norte Grande y los mapuches en el Sur. En la tercera
parte se analizan las territorialidades en disputa en las regiones de
estudio. Finalmente, se presentan algunas reflexiones sobre agua,
extractivismo y pueblos indígenas desde el caso chileno.

La conflictividad hídrica de los indígenas en Chile


En Chile, al igual que en otras partes del mundo, se ha venido
desarrollando un proceso de politización de las identidades indígenas,
donde prácticas históricas, representaciones, y significados que han
estado en conflicto latente se articulan cultural y políticamente con
discursos y fuerzas sociales para contestar regímenes dominantes
(Hall y Du Gay, 1996; Li, 2000; García, 2005). En nuestra teorización,

58
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

tanto la identidad como el territorio son elementos que no pueden


permanecer estáticos, ya que son el resultado de procesos históricos
y políticos, donde diferentes actores y escalas, a menudo de manera
contradictoria, generan diversas territorialidades. En este sentido, los
territorios están co-producidos a través de discursos y prácticas que
estabilizan de manera provisora ciertas características materiales e
inmateriales de determinados lugares y poblaciones, los cuales actúan
de forma relacional de acuerdo a contextos específicos (Romero-Toledo
y Gutiérrez, 2016; Romero-Toledo, et al., 2017). La politización de
identidades y territorios en Chile en la actualidad debe ser entendida
en el contexto del extractivismo minero, forestal e hidroeléctrico,
pero también, desde el reconocimiento mundial a los pueblos indí-
genas, y los procesos políticos de movimientos sociales indígenas en
América Latina. Además, es importante considerar las consecuencias
que ha tenido la rápida urbanización y las políticas multiculturales
neoliberales, las cuales han terminado por producir a un indígena
que es sujeto de políticas públicas con prácticas ecológico-culturales
determinadas, arquetipo que muchas veces es contestado por los
movimientos sociales indígenas (Hale y Millamán, 2005),
La articulación de la identidad indígena tiene implicaciones
territoriales de importancia en el caso chileno, principalmente en
lo que se refiere a la reivindicación de prácticas ecológico-culturales
que cuestionan la forma en la cual el Estado, históricamente, ha
destinado territorios para indígenas, y dónde y cómo las empresas
extraen recursos. Como formas activas y cotidianas de resistencia,
existe una performance de narrativas territoriales previas a la llegada
de los geomensores estatales, de creencias anteriores al arribo de los
misioneros cristianos, e idiomas y lenguas precedentes a la llegada
de la escuela (Niezen, 2002). También es posible observar una esen-
cialización estratégica, enmarcada dentro de luchas políticas por
reconocimiento y autonomía, pero también como formas de aspirar
a una mejor calidad de vida en áreas rurales y urbanas.
Este proceso etno-político mundial ocurre, en parte, como re-
acción a las masivas transformaciones socioambientales de escala
global. En Chile, la dictadura militar (1973-1989) realizó cambios ra-
dicales sobre las legislaciones anteriores, constituyéndose en un caso

59
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

­ aradigmático de ecología política neoliberal en el mundo. Durante


p
el siglo xx, y luego de un largo proceso social y político de diferentes
escalas, p
­ rofundamente conectado a procesos mundiales, la producción
del país estaba fuertemente influenciada por la acción del Estado, en
un marco teórico de productividad minera, agrícola e industrial del
modelo de sustitución de importaciones, y de mecanismos de distri-
bución mediante aumento del gasto social. Los pueblos indígenas, en
general, fueron marginados de dichos procesos. El pueblo aymara en el
Norte Grande subsistía en poblados cordilleranos y precordilleranos,
en medio de transformaciones mineras y una creciente urbanización.
En el sur, el pueblo mapuche enfrentaba la marginación socioambiental,
producto de su confinamiento en los denominados “títulos de merced”,
y una creciente migración hacia ciudades como Temuco y Santiago.
El agua, en este período, se encontraba regulada por el Estado, y su
uso se concentraba en el abastecimiento de las ciudades, la producción
agrícola en el marco de la reforma agraria, y en solventar las políticas
de electrificación e industrialización.
La situación del agua cambió radicalmente a partir de 1980, a
través de la creación de los derechos de agua, los cuales pasaron
a estar protegidos como propiedad privada por el artículo n.° 19 de la
Constitución. Con la creación del Código de Agua de 1981, los derechos
de agua fueron separados de la propiedad de la tierra, pudiendo ser
libremente comprados, vendidos, heredados o transferidos, como
cualquier tipo de derecho de propiedad. La normativa impulsada en
el marco de la dictadura militar limitó la acción del gobierno en el
manejo del agua y creó incentivos para la inversión privada (Bauer,
2002, 2009; Budds, 2004). De esta manera, el agua se trasformó en un
commodity, susceptible de ser localizado y utilizado buscando su más
alto valor de mercado y eficiencia, a través de decisiones individuales,
adoptadas dentro de mercados auto-regulados, que se suponía eran
políticamente más neutros que aquel régimen donde intervenía el
Estado (Prieto y Bauer, 2012; Bauer 2009, 2002; Budds, 2009, 2007,
2004). A través de esta regulación, se entregaron derechos de agua
de manera gratuita y a perpetuidad a privados, libremente transados,
sin importar los usos históricos y tradicionales y no estableciendo
usos prioritarios. Los derechos de agua no pagan impuestos al Estado

60
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

y hasta 2005, los dueños de derechos de agua no tenían la obligación


de ocuparlos para actividades productivas.
El Código de Agua operó en conjunto con otras normativas de
corte neoliberal —como el Decreto de Desarrollo Forestal (1974), el
Decreto de Tierras Indígenas (1979), la Ley Eléctrica (1982) y la Ley
Minera (1983)—, las cuales permitieron que el agua superficial y
subterránea fuera puesta al servicio del desarrollo del extractivismo.
La transformación del agua en commodity, permitió separar la tierra
del agua, y al mismo tiempo, rompió los usos históricos de los recursos,
generando que los derechos de agua se transaran en mercados ad hoc,
y que pudiesen cambiar sus usos, por ejemplo, de agrícola a forestal.
Al mismo tiempo, permitió la concentración de derechos de agua,
ya sea a través de la privatización de industrias que tenían derechos
de agua, como es el caso de las hidroeléctricas y las mineras (Prieto,
2014; Prieto y Bauer, 2012; Romero-Toledo, 2014).
Las transformaciones socioambientales generadas por el extrac-
tivismo impusieron un nuevo ciclo hidrosocial en Chile. Un ciclo
hidrosocial es la transformación del ciclo hidrológico que ha estado
relacionado con la economía política, y que se sustenta en la relación
entre agua —como recurso material y construcción social—, sociedad,
conocimientos y poder, que conlleva una serie de materialidades, como
lo son las represas, las cañerías, los sistemas de agua potable, los canales
urbanos y rurales, sistemas de irrigación, lugares de recreación, entre
otros (Linton y Budds, 2014; Swyngedouw, 2005). Como veremos, en
el caso de Chile, el ciclo hidrológico que se desarrolla de Este a Oeste,
desde la Cordillera de Los Andes hacia el Océano Pacífico, tiene una
serie de interrelaciones con las formas históricas y actuales en las cuales
el capitalismo opera en el territorio, principalmente la radicalización
del extractivismo minero en el Norte, y forestal e hidroeléctrico en
el sur. Sin embargo, dichas transformaciones son resistidas por las
comunidades locales, entre ellos los indígenas, quienes desarrollan
una serie de estrategias que les permiten incluso subvertir la relación
con el recurso y producir nuevas territorialidades.
Al mismo tiempo que se producían estas transformaciones legales y
físicas, el proceso mundial de reconocimiento de los Pueblos Indígenas,
impulsado por la onu y la oit, además de la propia capacidad de las

61
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

organizaciones indígenas que operaban en Chile, y las promesas del


nuevo gobierno democrático de solucionar el “problema indígena”,
contribuyeron a que se entendiera que los pueblos indígenas tienen
propiedad sobre las aguas, tierra, recursos y territorios ocupados
ancestralmente. Según la Ley Indígena (1993), el Estado debe proteger
las tierras indígenas, velar por la adecuada explotación de recursos
y el equilibrio ecológico. Esta normativa puso especial énfasis en
los pueblos indígenas del Norte de Chile, que habitan el Desierto de
Atacama, la precordillera y el altiplano, y que es considerado el desierto
más árido del mundo, donde el recurso hídrico es valioso y crítico
para la reproducción de la vida material y espiritual de los pueblos
indígenas. De esta manera, se reconoció la propiedad indígena sobre
las aguas, es decir lagos, ríos, canales, charcos, acequias y vertientes
que se encuentren en los terrenos de la comunidad —sin perjuicio
de los derechos ya entregados— y la imposibilidad de otorgar nuevos
derechos de agua sobre los acuíferos localizados en terrenos comu-
nitarios (Ley 19.253, art. 64). Así, se reconoció el “derecho ancestral”
de las comunidades andinas sobre sus tierras de carácter individual,
comunitario y patrimonial, y la propiedad sobre las aguas y su pro-
tección (Aylwin, Meza-Lopenhandía y Yáñez, 2013).
En el caso de Chile, en el norte la gran minería del cobre ha
impactado de manera significativa a la población aymara que vive
ancestralmente en la precordillera y el altiplano (Yáñez y Molina,
2008, 2011), mientras que, en el sur, la expansión forestal del pino y
el eucaliptus, y las hidroeléctricas, han afectado fuertemente a los
mapuches (Pinto, 2016). Como resultado de largos procesos de orga-
nización política, principalmente de aymaras (Gunderman y Vergara,
2009; Gundermann, 2000; Van Kessel, 2003) y mapuche (Foerster y
Montecinos, 1988; Correa y Mella, 2010; Pairican, 2014), y a partir de
la década de 1990, como consecuencia de la “emergencia indígena”
(Bengoa, 2000), se ha generado una dinámica de negociación/conflicto
con las políticas neoliberales multiculturales, materializadas en la
creación de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (conadi).
A partir de estas dinámicas de negociación/conflicto han emergido una
serie de territorialidades que desafían el proyecto político-ecológico
del neoliberalismo chileno. Miles de comunidades y asociaciones

62
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

aymaras y mapuches, entre otros pueblos indígenas, se han inscrito


legalmente, reconstruyendo territorialidades ancestrales en el marco
de luchas actuales de carácter ambiental, político y cultural. En las
regiones norteñas y sureñas la población que se auto-identifica como
indígenas sobrepasa el veinte por ciento, presentando un repertorio de
acciones colectivas y demandas territoriales que abren posibilidades
para nuevas geografías, algunas veces negociando con empresas y al
alero del gobierno, y otras de manera autónoma y en conflicto abierto.

Los aymaras: los impactos de la minería


y la irrigación del desierto
En el Norte Grande, el sistema orográfico está conformado de
Oeste a Este por el farellón costero, la cordillera de la costa, la pampa
desértica, los planos inclinados, la precordillera (con alturas sobre
los 6 mil m s. n. m.) y el altiplano (4 mil m s. n. m.). Es un territorio
hiper árido, donde las precipitaciones solo se concentran en la sección
altiplánica durante la temporada estival, debido a la influencia ama-
zónica, y donde las cuencas exorreicas (como los río Lluta, quebradas
de Azapa y San José, Codpa, Camarones y Camiña) y endorreicas
(como los salares Coipasa, Tara en Bolivia, Surire, Coposa, Ascotán,
Atacama, entre otros), condicionan la disponibilidad de agua, la cual
además tiene un alto contenido en sales (Toledo y Zapater, 1991).
Cómo bien los ha explicado Manuel Prieto (2014, 2016), el Código
de Agua de 1981 alteró de manera significativa el acceso y control del
agua en el Norte, lo cual, junto a la radicalización de la política neo-
liberal minera, permitió la expansión de la explotación de minerales
(Romero-Toledo y Gutiérrez, 2016). La creación de los derechos de
agua hace parte de un largo proceso de desposesión de recursos
de las comunidades indígenas, y su orientación hacia la minería, y
no hacia otras actividades como la agricultura, es un hecho funda-
mental de la producción del territorio minero —por parte del Estado
y de las compañías estatales y privadas—, que también forma parte
de un proceso de largo aliento. Manuel Prieto va un paso más allá:
él argumenta que el control y acceso del agua pertenecía a las com-
pañías estatales posteriormente privatizadas, al igual que el agua
de las hidroeléctricas en el sur y que, por tanto, el funcionamiento

63
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

de un mercado de agua donde competidores de manera libre pueden


tranzar derechos de agua, en casos de extractivismo cuprífero e
­hidroeléctrico, sería más bien un discurso que una realidad (Prieto y
Bauer, 2012; Romero-Toledo, 2014). Lo anterior, sin perjuicio de que
efectivamente existan transacciones de derechos.
El trabajo que hemos realizado se ha centrado, principalmente,
en la zona de conflicto minero de la región de Tarapacá, donde existe
captura de agua por parte de las mineras (figura 1) que estaría causando
impacto en el abastecimiento de agua del resto del territorio. El caso que
más hemos estudiado es la extracción de agua de la Compañía Minera
Cerro Colorado (bhp Billiton) en el humedal de Lagunillas, pero también
nuestros entrevistados mencionan los casos de la extracción de agua de
las compañías mineras Doña Inés de Collahuasi y Quebrada Blancas,
que extraen agua de los acuíferos de Michincha y Coposa y que los han
afectado severamente (Larraín y Poo, 2010). Sin embargo, la extracción
de agua para procesos mineros por parte del capital transnacional tiene
una larga historia desde inicios del siglo xx, vinculada a la especialización
de Chile primero en la extracción de salitre, y posteriormente de cobre.
La captura y desvío de las aguas, el daño ambiental generado por relaves
y polvo en suspensión, los impactos de las vías y flujos de transporte
de material, y la demanda de mano de obra para actividades mineras
y del sector servicios en espacios urbanos, principalmente costeros,
han contribuido a la desestructuración del territorio de las comuni-
dades indígenas andinas, lo que se hace evidente por la emigración,
la disminución dramática de la población que vive en el altiplano y la
precordillera, y la disminución de la agricultura.
En este escenario ocurrió el conflicto de Cerro Colorado, que
inició durante los primeros años de implementación del Código de
Aguas, y los acuerdos de arrendamiento de agua de 300 l/s a la comu-
nidad aymara de Cancosa sobre el humedal de Lagunillas a inicios de
la década de 1980, y la posterior construcción de un acueducto de 76
km hasta la faena minera que afectó a la quebrada de Parca. En 2002
se registró la reducción de acuíferos y del espejo de agua, y en 2006
la comunidad de Cancosa demandó a la minera por daño psicosocial,
patrimonial, daño moral colectivo y daño futuro a raíz del desecamiento
del humedal, consiguiendo un acuerdo ­extrajudicial. En el marco

64
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

de la implementación de la política indígena y de los procesos etno-


políticos de los aymaras, esto significó un hito en la reestructuración
territorial de los pueblos indígenas en el norte: por un lado, se invocó
la ancestralidad de las prácticas territoriales e hídricas aymaras que
persistían en los Andes. Por otro lado, se mostró la articulación de
la identidad indígena aymara urbana con los espacios tradicionales
andinos. En tercer lugar, se implementó una forma de relación entre las
compañías mineras y las comunidades indígenas en base a d ­ inámicas
de negociación/conflicto altamente creativas (Romero-Toledo, et
al. 2017; Romero-Toledo y Gutiérrez, 2016). También es importante
destacar el conflicto ontológico que existe, por un lado, entre los
hidrogeólogos que han descartado el impacto sobre las aguas abajo,
y, por otro lado, los aymaras, quienes señalan que todo el sistema
hídrico está conectado en términos materiales y espirituales, lo que
incluye desde las precipitaciones, aguas superficiales, afloramientos
y napas subterráneas.
Los conflictos hídricos asociados a la minería han hecho patente
la persistencia de una geografía aymara que tiene como eje al poblado
andino de altiplano y precordillera, el cual es central para la resig-
nificación cultural, aun cuando en ellos solo vive escasa población,
especialmente en el altiplano (figura 1, círculos azules a amarillo, mapa
del lado izquierdo). El poblado andino actúa como territorio de origen
con una serie de compromisos y contradicciones entre los que viven en
dichos poblados y el grueso de la población que emigró y creció
en número en las ciudades puerto. Estas relaciones de compromiso
y contradicción pueden llegar a agravarse por la presencia de las mi-
neras y las relaciones de negociación/resistencia que han desarrollado
las comunidades, donde las decisiones entre “los que se quedaron” y
“los que se fueron” pueden ser disimiles frente a la negociación con
una minera. Aun así, el poblado andino tiene la capacidad de unir a la
diáspora, y vibrar con la fiesta a los santos patronales y las actividades
ecológico-culturales y ritualísticas que aún persisten, y que al reali-
zarse fortalecen los vínculos entre la población aymara rural y urbana.
De esta manera, el poblado andino aymara se transforma en el escenario
de la contradicción territorial entre el desarrollo de la inversión minera
y el proceso de organización de las comunidades indígenas.

65
Leyenda Leyenda

66
Población rural aymara Proyectos Mineros
0 - 30 Abastecimiento Natural
30 - 80 Abastecimiento Camión Aljibe
80 - 160 Abastecimiento Pozo
160 - 310 Abastecimiento Red Pública
310 - 580
Proyectos Mineros
Agua Asociaciones Indígenas
Agua Comunidades Indígenas
Agua Mineras
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

Figura 1. Distribución de la población aymara, derechos de agua y abastecimiento de agua de centros de poblados.
Fuente: elaboración propia con base en Censo, 2012, y base de datos de la Dirección General de Agua.
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

Sin embargo, la población aymara urbana, que a su vez es el


grueso de la población aymara según las cifras, vive en la a­ ctualidad
principalmente en las ciudades de Arica y su periurbano, y el Gran
Iquique (figura 1, círculos rojos, mapa del lado izquierdo), y en las
unidades urbanas intermedias, como Putre, Pozo Almonte, la Tirana
y Pica (figura 1, círculos anaranjados, mapa del lado izquierdo).
Esta población aymara urbana ha generado, vía negociación/resistencia
con la política indígena del gobierno, y las políticas de responsabi-
lidad social de las empresas mineras, tener acceso al agua, a través
de organizaciones propiamente indígenas. De esta forma, aparece un
nuevo escenario, donde la organización comunitaria —ya sea a través
de comunidades indígenas, asociaciones indígenas de productores,
artesanos, transportistas, culturales, religiosas, deportivas, entre
otras—, les permite levantar demandas de tierra, agua, lengua y re-
conocimiento desde espacios urbanos.
Entre estos grupos, existen organizaciones aymaras de agricul-
tores que, en los oasis y valles cercanos a espacios urbanos, mezclando
técnicas ancestrales y modernas, abastecen a la región, y al resto
de Chile, de frutas y verduras. En este proceso es central la estrategia de
regularizar y conseguir derechos de agua a través de conadi, y de
tener organizaciones ad hoc de “usuarios de agua” de acuerdo al
Código de Agua, para la gestión del recurso. Esta estrategia, por un
lado, debilita las formas de organizaciones tradicionales que aun
persisten, pero a la vez, fortalece el poder de los aymaras en el te-
rritorio y sus reivindicaciones territoriales dentro de las lógicas del
neoliberalismo multicultural. Su vinculación con el poblado andino
también se hace más fuerte, por ejemplo, a través de las demostra-
ciones de ­agradecimiento a los santos patronales y los rituales que
vuelven a practicarse, principalmente aquellos asociados al agua y
su importancia para sobrevivir en el desierto.
Un análisis hidro-social nos muestra que es posible identificar
los derechos de agua de las comunidades aymaras (figura 1, lado su-
perior izquierdo, triángulos verdes), principalmente en el altiplano,
orientados a actividades ganaderas en humedales altoandinos, y
que dependen de las lluvias altiplánicas y de los cuerpos de aguas,
entre ellos lagunas y humedales. Al mismo tiempo, los poblados

67
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

andinos se abastecen de manera natural a través del agua de lluvia y


red pública (figura 1, círculos verdes y azules, mapa del lado derecho).
Justamente es en el altiplano de la sección central y sur del Norte Grande,
donde se emplazan los derechos de agua de las compañías mineras
(figura 1, triángulos de color rojo, mapa del lado izquierdo).
En el caso de la sección norte del mapa, en las cercanías de Arica,
es posible identificar los derechos de las comunidades aymaras de
valle (no existentes en la literatura tradicional especializada sobre
aymaras en Chile), un híbrido ecológico-cultural importante, que es
resultado de la migración de aymaras andinos y de diferentes políticas
indigenistas por parte del Estado. Son precisamente estos derechos de
agua, especialmente en el valle de Azapa, los que les permiten irrigar
y mantener producción de hortalizas. La producción de hortalizas
también se desarrolla en las comunidades aymaras de las quebradas,
donde se produce alfalfa, orégano y ajo, entre otros. En la zona de Pica,
los derechos de agua de las comunidades, y sobre todo de asociaciones
(triángulos de color morado), les permiten tener plantaciones frutales,
entre ellos naranjas, mangos y limones. Mientras que, en la zona de
la Pampa del Tamarugal y la Tirana (figura 2), los derechos de las
asociaciones indígenas también permiten el desarrollo de producción
frutícola. Finalmente, en el altiplano, las asociaciones tienen derechos
en el Salar del Huasco, donde se desarrolla una precaria ganadería,
y que tiene una rica biodiversidad. Recientemente, el salar fue desti-
tulado de su condición de Parque Nacional, existiendo la amenaza,
según algunos entrevistados, de que las compañías mineras extraigan
agua desde este espacio.
En términos de abastecimiento de agua, es posible identificar
claramente su relación con los pisos ecológicos (figura 1, mapa del
lado izquierdo): en el altiplano, el abastecimiento predominante
es de origen natural (círculos verdes), a excepción de los poblados
fronterizos (círculos de color azul). En el caso de la precordillera,
en la parte norte el abastecimiento predominante es natural y red
pública, a excepción de los poblados de Pachica y Guavina que se
abastecen mediante camiones aljibe. Como hemos dicho, estos lugares
se caracterizan por tener una baja población, pero también por jugar
un rol central en el proceso de resignificación cultual. En la pampa

68
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

predomina el abastecimiento a través de red pública y pozo. Es decir,


los derechos de agua de las asociaciones indígenas en la Pampa no
corresponderían a cuerpos de agua, sino a pozos, ubicados, en el caso
de Pozo Almonte y Pica, más o menos a cincuenta kilómetros al oeste de
los yacimientos mineros (figura 2). El área con mayor presencia
aymara rural, localizada cercana a la ciudad de Arica, se abastece, en
el caso del valle del Lluta, a través de la red pública, mientras que
en el valle de Azapa el abastecimiento es mediante pozos.
Al reconocer en la Ley Indígena que el recurso hídrico es crítico
para las comunidades indígenas andinas del árido Norte Grande, y al
constituirse derechos de agua de comunidades y asociaciones indígenas,
la lucha se traslada del acceso y control actual de agua, al abastecimiento
futuro del recurso. Es decir, los derechos de agua ya adquiridos, y los
que se encuentran en trámite de adquisición, no deben ser afectados
por la minería, tanto en la disposición de caudales, como en la calidad
del agua. De esta forma, un nuevo ciclo de conflictividad emerge, sobre
todo a raíz del posible desarrollo de proyectos mineros, como es el caso
de Los Pumas y Paguanta, los cuales fueron paralizados, ya que eran una
amenaza para las dinámicas socio-hídricas aymaras que se han venido
consolidando en el desierto. La resistencia de los aymaras, articulando
elementos de ancestralidad, organizaciones derivadas de la normativa
de agua, los espacios abiertos por la Ley Indígena, y la confluencia de
población rural y urbana, han sido clave para politizar el recurso hídrico
y asegurar su fortalecimiento como pueblo indígena.
Más aún, los derechos de agua de comunidades indígenas, inscritos
en la década de 1980 en procesos irregulares, comprados a través de la
política indígena del gobierno, o como resultado de la agencia de las
propias comunidades, no estarían siendo vendidos a las mineras, sino
a otros indígenas en el marco de las ordenanzas. Es decir, el derecho
de agua, o, en otros términos, la comodificación del recurso hídrico,
les permite a las comunidades “recuperar agua” e incluso subvertir,
desde la propia lógica del neoliberalismo, el control y el acceso al agua,
mediante la colectivización de derechos que originalmente fueron
pensados para actores individuales (Prieto, 2014, 2016). En este sentido,
las prácticas socio-hídricas indígenas en Chile, resisten, negocian y
transforman la manera en la cual las políticas neoliberales sobre el

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70
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

Leyenda
Proyectos Mineros
Agua Asociaciones Indígenas

Figura 2. Derechos de agua de asociaciones indígenas y plantaciones frutícolas en la Pampa del Tamarugal. Fuente: elaboración propia
con base en datos de la Dirección General de Agua.
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

agua han organizado la distribución y uso del recurso para favorecer a


la minería, al mismo tiempo que gracias a la constitución de derechos
de agua y a través de los fondos especiales de conadi para comprar
derechos de agua, los aymaras pueden volver a tener acceso al agua y
persistir en actividades colectivas (Prieto, 2014; Molina, 2014).
Estás dinámicas de negociación/resistencia, altamente creativas
y subvertidas, les permiten a los aymaras coproducir territorios más
allá de los espacios que tradicionalmente ocupaban, y donde ances-
tralmente están ancladas sus prácticas ecológico-culturales, como
el altiplano y la precordillera. En efecto, es en los valles y los oasis,
espacios no tradicionalmente aymaras, donde hoy existe apropiación
material y simbólica, y los cuales están conectados a espacios urbanos
costeros y pertenecientes a redes de comercialización que llevan los
productos a los mercados metropolitanos localizados en el centro de
Chile. Creemos que estas dinámicas territoriales corresponden a una
nueva geografía de los aymaras, y han contribuido a la etno-política
de este pueblo indígena del Norte Grande.
La figura 2 muestra los cultivos frutícolas de las asociaciones
indígenas aymaras en una de las zonas de mayor aridez en el mundo.

Los mapuches: disputando tierra y agua en


un escenario de múltiples contradicciones
La población que se auto-identifica como perteneciente al pueblo
mapuche se distribuye, en términos numéricos, en el Gran Santiago y
desde la cuenca del Bío Bío al Sur hasta la Patagonia chilena, con una
concentración más densa en las cercanías del área metropolitana de
Temuco. Esta última aglomeración se encuentra en el corazón de la
región de La Araucanía, en los 37° 40ʹ Sur. El sistema orográfico de La
Araucanía está conformado de Oeste a Este por el farellón costero, la
cordillera de la costa (nombrada cordillera de Nahuelbuta desde el Río
Imperial hacia el norte y cordillera de Mahuidanche desde el río Tolten
hacia el sur), la depresión central y la cordillera de los Andes con una
altura máxima de 3.747 metros sobre el nivel del mar en el Volcán Lanín.
Es allí donde precipita en mayor cantidad y donde también nacen sus
dos cuencas principales: la cuenca del río Imperial y la cuenca del río
Toltén, además de la naciente del río Biobío en la comuna de Lonquimay.

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Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

La Araucanía, anteriormente denominada región de La Frontera,


fue incorporada a Chile a través de un proceso de invasión por parte
del Estado chileno, finalizado en 1883, que anexó por la fuerza las
tierras de los mapuches, y cuyas consecuencias se experimentan hasta
la actualidad. Desde fines del siglo xix, el Estado impuso un nuevo
orden territorial, caracterizado por la creación de unidades rurales,
denominadas Títulos de Merced o reducciones indígenas, que según
Correa, Yáñez y Molina (2005), solo favorecieron a cerca del 50%
de la población mapuche de la época. Los mapuches rurales de La
Araucanía quedaron literalmente encapsulados en comunidades a
los cuales se les otorgaron, en promedio, ocho hectáreas por persona
(Molina, 2013). Este hecho transformó sus ecologías-culturales en
economías de subsistencia, las cuales se realizan en tierra cada vez
más escasa y degradada ambientalmente, que se ha subdivido patrili-
nealmente conforme ha crecido la población, hasta alcanzar espacios
mínimos de subsistencia familiar. En nuestra conceptualización,
el título de merced es el símil territorial del poblado andino que
vimos en la sección anterior. Nuestra tesis, en ambos casos, es que
estas son formas de territorialidad impuesta, derivadas del período
colonial en el caso de los aymaras, y del período postcolonial en el
caso de los mapuches, y que es necesario prestar especial atención
a las nuevas formas en las cuales los espacios urbanos, el extracti-
vismo y la política multicultural neoliberal han contribuido a que los
pueblos indígenas subviertan dichas territorialidades, y comiencen
a emerger nuevos sujetos etno-políticos.
Desde fines del siglo xix, el pueblo mapuche ha enfrentado la
transformación de su territorio. Las tierras comunitarias, muchas de
gran calidad, que no fueron reconocidas por el Estado como título
de merced, fueron rematadas permitiendo la creación de la gran pro-
piedad agrícola y ganadera del Sur de Chile. Además, durante el siglo
xx existieron una serie de procesos de usurpación, ventas fraudulentas
e irregularidades que los despojaron de tierras, a través de una serie
de políticas contradictorias, algunas privatizadoras y otras de carácter
indigenista. La reducción de la población mapuche a títulos de merced y

72
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

el despojo de tierra, han significado una pérdida de soberanía territorial


y ambiental, material y simbólica, de enormes consecuencias que se
manifiestan en la actualidad. La d ­ esestructuración de las economías
morales y las ecologías-culturales, enajenó relaciones de lo humano
con lo no humano, rompiendo dinámicas de adaptación, alterando
los ciclos hidro-sociales, y sometiendo a injusticias socioambientales
a la población, dejándola en una posición altamente dependiente
de las precipitaciones, y vulnerable frente a la sequía estacional y al
fenómeno de la Niña.
Los títulos de merced que han logrado persistir han sido sometidos
a la constante división por parte de las familias, a través de pequeñas
parcelas o hijuelas, hasta alcanzar espacios mínimos de economía de
subsistencia (figura 3). En este esquema de subdivisión, el acceso y
control del recurso hídrico es fundamental. Una categorización de los
títulos de merced, es decir, de la territorialidad impuesta por el Estado
chileno al pueblo mapuche, y el análisis hidro-social de los mismos, nos
permiten identificar diferencias de acuerdo con los pisos ecológicos,
que a su vez configuran su relación con el agua (figura 3):
1. Los Títulos de Merced de mayor tamaño se encuentran hacia la
zona de los Andes, en el territorio conocido como Alto Biobío,
que corresponde a la identidad territorial mapuche-pewenche,
cuya principal forma de abastecimiento es a través de precipita-
ciones, y donde se concentra un número importante de derechos
de agua para la producción de hidroelectricidad. Los conflictos
hidroeléctricos surgen a raíz de proyectos que se emplazan en las
cabeceras de los ríos colindantes con títulos de merced y territorio
demandado por las comunidades por su significación cultural
y económica, al ser zonas de contacto con Argentina (figura 4).
El mayor conflicto en la zona pehuenche fue la construcción de
las centrales hidroeléctricas de Ralco y Pangue de la transnacional
endesa/enel, de gran complejidad en las décadas de 1990 y
2000. En la actualidad, una serie de proyectos hidroeléctricos de
pequeña y mediana escala se encuentran en proceso de discusión
y evaluación en territorios de reivindicación mapuche.

73
Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

Leyenda
Títulos de Merced

Leyenda

Títulos de Merced
Hijuelas

Figura 3. Títulos de merced mapuche en La Araucanía y el hinterland del


Gran Temuco. Fuente: elaboración propia.

2. En la falda occidental de la cordillera de la costa o Nahuelbuta,


los títulos de merced están fuertemente presionados por la
expansión forestal con especies de rápido crecimiento y con-
sumidoras de grandes cantidades de agua. El principal con-
flicto que enfrenta la población mapuche en el sur de Chile

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Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

Leyenda
MAPUCHES
1 - 40
41 - 90
91 - 160
161 - 290
291 - 750
Agua Comunidades Indígenas
Agua Hidroeléctricas
Agua Pisciculturas
Agua Forestales
Plantaciones Forestales

Leyenda
Abastecimiento Camión Aljibe
Abastecimiento Red Pública
Abastecimiento Natural
Abastecimiento Pozo

Figura 4. Distribución de la población mapuche, derechos de agua y


abastecimiento de agua de títulos de merced. Fuente: elaboración propia según
datos del Censo 2012 y la base de datos de la Dirección General de Agua.

es el crecimiento de las plantaciones forestales, que cubren en


la actualidad cerca del 25% de la superficie de La Araucanía.
El crecimiento forestal se ha basado en la redefinición del uso
del suelo: por un lado, el suelo degradado como consecuencia
de la monoproducción triguera del siglo xx, y de la condición

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Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

de sotavento, y por otro, por la trasformación de praderas en


plantaciones, debido a los altos rendimientos de las especies
forestales introducidas. De esta manera, las precipitaciones, la
humedad, y los cauces naturales, comenzaron a ser capturados
por la industria forestal. Este hecho ha sido interpretado por las
comunidades mapuches como una alteración significativa al ciclo
hidro-social, y es considerado por ellos como la principal causa de
escasez hídrica que afecta a amplios sectores de esta parte de
la región, principalmente durante el verano. Pero, además, la
especialización forestal ha afectado al bosque nativo, y ha in-
terrumpido la reproducción cultural de la medicina mapuche.
En la zona de impacto de la industria forestal es donde la con-
flictividad se manifiesta en episodios de violencia política, como
la quema de camiones y maquinaria forestal.
3. Un número importante de títulos de merced fueron constituidos en
lo que hoy es el periurbano del Gran Temuco, en la cuenca del río
Imperial, y están presionados por el crecimiento urbano, la trans-
formación de tierras agrícolas en zonas residenciales de i­ngresos
medios-altos y altos, la localización de industrias y basurales, y
el emplazamiento de infraestructura pública y privada, como
carreteras y aeropuertos. La figura 3 muestra la concentración de
tierra mapuche en el hinterland del Gran Temuco y la subdivisión
de la misma en “hijuelas”. El confinamiento de la población ma-
puche en los títulos de merced, también se ha visto agravado por
el crecimiento de la población, la cual actualmente alcanza cerca
de cincuenta mil personas, y la subdivisión de los predios. Estos
terrenos de subsistencia, dependen fuertemente del abastecimiento
a través de pozos, de camiones aljibe, y de la inversión del Estado en
canales de regadío. Estos títulos de merced abastecen a la ciudad de
Temuco de frutas y verduras frescas, que son el resultado de las di-
námicas de negociación/conflicto entre las comunidades, algunas de
ellas configuradas como Lof en resistencia, y la política indígena
de fomento de los pequeños propietarios a través de proyectos
productivos, capacitaciones y turismo rural. La población de los
títulos de merced, además, se emplea principalmente en Temuco,
en trabajos precarios de baja remuneración.

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Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

4. Los títulos de merced en la zona sur de la región siguen los cursos de


los ríos Allipén y Toltén, donde se localizan los derechos de agua de
particulares y empresas privadas para la producción de hidroelectri-
cidad, a través de proyectos de pequeña y mediana escala, que han
generado conflictos que están en pleno desarrollo. Al mismo tiempo,
en dichos ríos se desarrolla la industria de crianza de salmones.
El caso que más hemos estudiado es el Proyecto Añihuerraqui en
el sector andino, que cuenta con calificación ambiental, y que es
fuertemente rechazado por comunidades mapuche, habitantes
locales y grupos ambientalistas. El rechazo a Añihuerraqui ha
permitido el despliegue de organizaciones y redefiniciones etno-
políticas de importancia, como el surgimiento del Lof Trankura
y el Consejo de Lonkos, que reúne a las autoridades tradicionales
del pueblo mapuche. Al mismo tiempo, ha levantado al turismo
como una actividad pertinente territorial y culturalmente. Este
caso es importante porque muestra cómo desde la confrontación
al extractivismo hidroeléctrico van emergiendo territorialidades
donde convergen lo ancestral con lo moderno, lo urbano con lo
rural y lo indígena con lo ambiental, fortaleciendo procesos iden-
tidatitarios, revitalizando prácticas culturales, y redefiniciones
territoriales de carácter productivo.
5. En la zona costera, los títulos de merced se concentran alrededor
de la zona del lago Budi, y en las desembocaduras de los ríos. Esta
zona fue designada por la política multicultural neoliberal como
un Área de Desarrollo Indígena, y ha supuesto la implementación
de una serie de tecnologías de producción de identidades, donde
han confluido instituciones estatales de fomento productivo, como
también ong internacionales, y universidades, que han realizado
programas, planes, zonificaciones, entre otros, para solventar
una política de desarrollo local. Producto de todo lo anterior,
la zona del Budi ha sido un territorio fuertemente intervenido
para la producción de etno-turismo asociado a la identidad
mapuche-lafkenche. Junto con la reorganización de los lof como
formas de oponerse a la expansión forestal e impulsar un proceso
etno-territorial propio y autónomo, los lafkenche también han
desarrollado un proyecto etno-territorial por el derecho ancestral

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Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

al mar que va desde el Golfo de Arauco hasta Aysén, en La Pa-


tagonia, y que busca recuperar el derecho consuetudinario a las
doce millas náuticas que les garantizaría el acceso colectivo a los
recursos pesqueros, oponiéndose a la pesca extractiva. Es así cómo
se han apropiado del concepto de “maritorio” como un espacio
ancestral dónde se ejerce soberanía y autodeterminación, para
conservar y manejar de manera colectiva los recursos, en cuanto
bienes comunes, influenciados por posturas de buen vivir y sobe-
ranía alimentaria, que se contraponen a la pesca indiscriminada.

Como se aprecia, la lucha por el agua es una lucha compleja, tanto


por la materialidad misma del agua en cuanto h2o, como por su signi-
ficación para diferentes culturas y en diferentes pisos ecológicos. Estas
luchas indígenas por el agua muestran que los conflictos surgen con la
imposición del ciclo hidrosocial del extractivismo que captura el agua
desde su fuente en el caso de las hidroeléctricas del Sur y el caso de la
minería, o la extrae de la corriente de los ríos como es el caso de las
salmoneras y los caminos aljibe en La Araucanía, antes de que toque
el suelo —como es el caso los territorios donde se emplaza la industria
forestal—, y hasta del mar como lo ilustra la lucha de los lafkenche.
Es precisamente la misma composición y ciclo del recurso, el cual se
está politizando, en el agua superficial y subterránea, dulce o salada,
en la cordillera o en el océano, y que cuestiona una serie de derechos,
entre ellos los consuetudinarios, los que plantean las leyes, y los que han
favorecido a ciertos grupos económicos y ciertas actividades extractivas.
Precisamente, estas luchas están redefiniendo qué entendemos por
“indígena” y qué entendemos por “territorio”.

Reflexiones finales
La imposición del neoliberalismo en Chile ha significado una
transformación socioambiental radical de diferentes territorios como
consecuencia del extractivismo. A través de una destrucción creativa
del territorio, las comunidades, por un lado, son despojadas de recursos
para solventar el crecimiento de la industria minera y forestal, entre
otras, en procesos de desposesión de larga duración, y por otro, los
pueblos indígenas son reconocidos y convertidos en sujetos de políticas

78
Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

de reparación por parte del Estado y las compañías. En el territorio


empieza el establecimiento de dinámicas de negociación/conflicto que
generan un terreno fértil para la articulación de identidades indígenas,
que pugnan por un espacio en el sistema político, basándose en el
reconocimiento y la diferencia. Los repertorios de acción indígena
integran elementos de ancestralidad, patrones históricos de localización
y formas actuales de organización y lucha, desde donde responden a
las transformaciones territoriales.
Los recursos hídricos se constituyen en un elemento central de
estas luchas. Su transformación en un commodity durante la dictadura,
permitió la separación de la tierra y el agua, su privatización y locali-
zación en manos de los sectores más competitivos dentro de la economía
global: la minería y la hidroelectricidad. Además, la política indígena
—en un contexto donde se ha registrado un rápido proceso de auto-
identificación—, creó derechos de agua para indígenas, colapsando de
economía política la relación entre comunidades y recursos hídricos.
Los derechos de agua indígena van generando una nueva geografía que
en parte contesta la forma en la cual las cuencas han sido planificadas
por el neoliberalismo, a la vez que se especializan zonas de agua in-
dígena. Esta situación es extremadamente crítica en el Norte Grande,
una de las zonas más áridas del mundo, y donde la expansión minera
ha afectado la disponibilidad de recursos hídricos. Sin embargo, la
población que se auto-identifica como aymara ha generado un proceso
de persistencia rural que les permite mantener como referencia cul-
tural a los poblados andinos, fortaleciendo los procesos identitarios
de la población aymara que ha nacido y crecido en espacios urbanos.
Es posible encontrar expresiones productivas aymaras en medio del
desierto, en la pampa y los valles, ocupando los derechos de agua que
han sido conseguidos mediante la política pública indígena, y a partir
de la propia agencia de las comunidades traslocalizadas, o que han
emergido desde la diáspora directamente.
Por su parte, los mapuches en el Sur están fuertemente afectados por la
expansión forestal, la captura de agua directamente desde las lluvias, napas
y humedad ambiente, generando, según el movimiento social mapuche,
una crisis hídrica en la población mapuche rural. Nuestra investigación
muestra cómo la población mapuche que habita en los títulos de merced

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Hugo Romero-Toledo, Felipe Castro & Yerko García

está presionada por la expansión forestal, hidroeléctrica y urbana, y que,


pese a estar en un territorio donde llueve bastante, es altamente sensible
dado que se abastece de fuentes naturales y pozos. Esto ha generado que
un número importante de comunidades esté actualmente abastecido por
camiones aljibes, y que durante la sequía estacional se agraven la situación
social y ambiental de los mapuches que habitan en los títulos de merced.
En el sector andino, es posible observar claramente la localización de
derechos de agua para la producción hidroeléctrica, los cuales se en-
cuentran en manos de particulares y empresas medianas y pequeñas.
Esta ­especulación hídrica, que aguarda por un poder comprador, tensiona
la ecología cultural y los procesos políticos de las comunidades mapuches
andinas que se encuentran en medio de la lucha por recuperación terri-
torial. También hemos mostrado la emergencia del “maritorio” de los
lafkenches, donde las luchas por el agua se trasladan al mar contra la
privatización de los espacios y la extracción indiscriminada de recursos
pesqueros por parte de grandes empresas.
Este texto es una invitación a pensar la complejidad que existe entre
la expansión del extractivismo, la especialización de territorios para
monoproducción y los proyectos territoriales de los pueblos indígenas,
en este caso aymaras y mapuche. En ambos casos ha sido central la
capacidad de subvertir la transformación del agua en un objeto y bien
privado, como también la capacidad del mundo indígena para persistir
en la ruralidad, y la importancia de los indígenas urbanos para sustentar
un proyecto etno-territorial que incluye la reapropiación productiva del
desierto en el caso de los aymaras, y de tierras degradadas en el caso
de los mapuches. La emergencia de distintos tipos de organizaciones, y
la especialización de ellas en diferentes actividades, incluidas aquellas
derivadas del Código de Agua, forman al final del día, una red de
actores, intereses, territorios y significados que le desafía espacios al
neoliberalmismo. A través de los conflictos, donde las luchas por recursos
hídricos han sido centrales, los pueblos indígenas han forzado el hecho
de ser visibilizados, y se han movido activamente en una dialéctica de
negociación/conflicto. Ad portas de un nuevo censo de población, se
espera que la población que se auto-identifica como aymara y mapuche
alcance cifras históricas, obligando a pensar el país en términos inter-
culturales. En este contexto, pensar a la identidad y el territorio como

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Agua, extractivismo y etno-territorialidades: los aymara y los mapuche en Chile

íntimamente ligados y contingentes, con capacidad para desafiar la


herencia dictatorial neoliberal y los desequilibrios territoriales que se
han profundizado, es absolutamente necesario.

Agradecimientos
Hugo Romero-Toledo agradece el financiamiento recibido a
través del proyecto fondecyt de Iniciación n.° 11140265, y el apoyo
del Proyecto fondap Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión
Social (coes).

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83
Las venas de la tierra, la sangre
de la vida: significados y conflictos
por el agua en la zona carbonífera
del sur de la Guajira, Colombia

Catalina Caro Galvis1


Censat Agua Viva

La industria carbonífera en Colombia y


los derechos de las comunidades
La extracción de carbón en Colombia ha tenido un largo protago-
nismo en la economía. Desde finales del siglo xix y principios del xx,
la producción de carbón movilizó las locomotoras a vapor y los buques
que permitieron la conectividad terrestre y fluvial del país. Luego, en
las primeras fábricas, los hornos de sal y las ladrilleras se sirvieron del
calor del carbón térmico y metalúrgico para su funcionamiento, así
como las ferrerías, en donde se produjeron maquinaria agrícola, rieles
de ferrocarril, tuberías de acueducto, etc. (Arias, 2014).
Ya hacia principios de la década de 1980, el modelo de aprovecha-
miento del carbón sufrió una transformación de enfoque y de destino,
asociada a la incorporación de las materias primas como el carbón, el
oro y otros minerales a una geopolítica global de extracción, destinada
al crecimiento de las economías de países emergentes. Colombia, en
este contexto, pasó de una producción orientada a la generación de
energía y acero para el mercado nacional a un esquema exclusivamente
exportador y de extracción intensiva (Arias, 2014).

1 Este artículo hace parte de una investigación comunitaria desarrollada por


Censat Agua Viva en el sur de la Guajira.

85
Catalina Caro Galvis

Este cambio significó una nueva administración del negocio del


carbón, que pasó del sector público al privado (trasnacional), y además
la relocalización de su explotación que se ubicó principalmente en la
zona caribe colombiana, específicamente en los departamentos de
la Guajira y el Cesar. Esta zona permitió la construcción de infraes-
tructura de gran envergadura y además la extracción a gran escala de
los dos yacimientos de carbón térmico más prometedores en el país,
que correspondían al Cerrejón Zona Norte en la Guajira y a la mina
Pribbenow en el Cesar (Rudas, 2014).
El carbón, como un mineral importante en la mayoría de las historias
de los estados nacionales, por su uso estratégico en la industria ha sido
clave en los procesos de modernización de infraestructura, producción
de energía e impulso a otros sectores, como el siderúrgico. Sin embargo,
la extracción de carbón a gran escala se ha constituido en una actividad
productora de conflictos, ya que los enormes impactos de la minería se han
profundizado durante más de treinta años de explotación, convirtiendo
a estas zonas del país en territorios de sacrificio, en donde las personas,
los animales, el agua y la tierra han sido las principales víctimas.
Si revisamos algunas de las cifras entregadas por la instituciona-
lidad colombiana, la industria del carbón ha crecido continuamente.
Como se ilustra en la figura 1, la exportación de carbón desde 1992
ha sufrido un crecimiento continuo con algunas caídas anuales, pero
en general con una tendencia al alza, teniendo para 2017 la mayor
producción de carbón en la historia colombiana, con más de noventa
millones de toneladas.
100.000.000 90.498.688
Toneladas métricas

90.000.000
80.000.000
70.000.000
60.000.000
50.000.000
40.000.000
30.000.000
20.000.000
10.000.000
0
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017

Año
Figura 1. Exportación de carbón colombiano, 1992 -2017. Fuente:
elaboración propia a partir de los datos de anm (2017).

86
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

Este crecimiento en el total de carbón exportado ha signi-


ficado que la frontera extractiva del carbón crezca también, y con
ello los impactos que tiene esta explotación a gran escala sobre los
territorios y las personas que los habitan. Para el caso de la Guajira,
la expansión minera ha producido desplazamientos forzados en
los cuales once comunidades han sido desplazadas (Cinep, 2016).
Así mismo, la expansión ha requerido la intervención a flujos de
agua para la ampliación de tajos mineros y con ello la destrucción
de enormes extensiones de acuíferos, así como la tala de bosque seco
tropical, un ecosistema en extinción.
Estas implicaciones del crecimiento minero, vienen acompañadas
por un empobrecimiento estructural de las zonas asociadas a la mi-
nería del carbón. Al respecto, los indicadores sociales relacionados
con medición de necesidades básicas insatisfechas (pobreza, acceso a
salud y a educación, vivienda y otros) muestran valores negativos en
municipios asociados con explotación minera a gran escala (Rudas, 2014.
Al compararlos con los promedios nacionales o con los de municipios
que tienen presencia petrolera o minera de menor envergadura, las
cifras son conclusivas. En el censo general de 2005, el 28% de la po-
blación del país se encontraba en condición de necesidades básicas
insatisfechas. Mientras tanto, los municipios mineros de carbón en
los departamentos de Cesar y Guajira, esa población ascendía al 45%
y al 61%, respectivamente.2
Este desajuste en las expectativas sociales del modelo extractivo
era previsible, ya que el extractivismo supone una distribución desigual
tanto de los beneficios como de las afectaciones sociales y ambientales
de la extracción. Dicho de otra manera, se sostiene por relaciones de
injusticia ambiental (Vélez, 2005).
Esa desigualdad se manifiesta fundamentalmente en la imposi-
bilidad que tienen las comunidades en las zonas mineras de gozar de
sus derechos fundamentales, pues van en contravía de los intereses
de quienes manejan más poder en los territorios —es decir, las indus-
trias mineras—, y de la expansión de la frontera extractiva, basada

2 Para mayores detalles, consultar de Rudas (2013).

87
Catalina Caro Galvis

cada vez más necesidades de tierra, agua y otros beneficios naturales


para su sostenimiento.
El caso más ilustrativo de esta incompatibilidad se da alrededor del
agua. El acceso al agua potable se considera un derecho fundamental,
pues necesariamente está conectado con la vida. La industria extractiva,
en especial la minera, también necesita mucha agua para procesar los
minerales, la supresión de polvo y para abastecer a los trabajadores
y trabajadoras en las instalaciones mineras. En Colombia, las zonas
mineras de carbón a gran escala coinciden con lugares de cierta escasez
hídrica, los cuales han tenido una desatención estructural de parte
del Estado (traducida en la nula inversión en infraestructura para la
distribución del agua, su potabilización y gestión), para satisfacer este
derecho, desde antes de la llegada de la minería.
Cuando las mineras se instalan y empiezan a crecer, aumenta la
demanda de agua en estas zonas, de modo que se configura una fuerte
y desigual competencia por el agua entre las empresas y las comuni-
dades rurales, en favor de las primeras, lo que agrava las posibilidades
y condiciones de acceso de la población al líquido. Las mineras, en su
voracidad extractiva pero también con sus ventajas técnicas, acaparan
y agotan fuentes de agua y en esta dinámica cuentan con el apoyo
de los gobiernos nacionales y locales que justifican todo esto con el
discurso de la productividad y del desarrollo de la región.
Es decir, a los impactos por la naturaleza de las actividades mi-
neras, que reciben las comunidades y que afectan algunos derechos,
se agrega la vulneración de otros como el derecho a la alimentación
y a la salud, por la vía de la imposibilidad de acceder al agua.
El caso del agua es una —quizá la más importante y aterradora—
de las falacias del desarrollo encarnadas en la industria minera a gran
escala. Las promesas de progreso y cambio, propias de las bonanzas
extractivas, se entierran en la misma arquitectura del modelo di-
señado para la ganancia de pocas personas y ciertos lugares; para un
aprovechamiento intensivo que empobrece territorios, para producir
espacios “sin futuro”, lugares que solamente se entienden y se ocupan
en la lógica de la acumulación del capital.
En este artículo exploro las formas en que la extracción de carbón
a gran escala en el sur de la Guajira, han transformado los territorios

88
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

del agua y con ello los usos, significados y prácticas del pueblo wayuu
con este elemento de la naturaleza. Desde las narraciones orales y la
cosmología wayuu se exploran los impactos de la minería de carbón a
gran escala, que sin duda ha causado innumerables transformaciones
ambientales y sociales, pero que fundamentalmente ha amenazado el
pensamiento y la pervivencia de una forma de producir y sentir
el territorio.
Utilizo el agua como eje articulador del análisis, profundizando
en las formas de apropiación del agua que ha producido la minería de
carbón a gran escala, resaltando el carácter simbólico y material del
agua y las disputas que en estos dos órdenes se han librado durante
más de treinta años de explotación de carbón en la Guajira.
En tres secciones argumento cómo el agua ha sido una de las
principales víctimas de la extracción de carbón a gran escala y
cómo esa victimización se ha materializado en las formas en que el
pueblo wayuu vive su territorio, pero también en la manera en que
las empresas multinacionales han refinado diversas estrategias de
privatización de las fuentes hídricas. Finalmente, analizo cómo los
conflictos por el agua y el paisaje minero, producidos por la explo-
tación del carbón, han ubicado a la Guajira como un territorio para
la explotación y el sacrificio, reforzando imaginarios territoriales
que ubican esta zona como un lugar sin gente y para la inversión
trasnacional.
Es importante señalar que este artículo busca explorar otras
de las dimensiones respecto a la afectación al agua a partir de la
minería de carbón a gran escala, específicamente las que se refieren
al daño cultural. Existen diversos estudios que muestran con cifras
y mediciones las afectaciones ambientales y ecosistémicas que la
minería de carbón ha causado a las fuentes hídricas. Aquí pretendo
abordar desde otra mirada los impactos, haciendo énfasis en cómo
la minería de carbón ha afectado profundamente la vida cultural
del pueblo wayuu en los ámbitos simbólicos, políticos y materiales.
Por lo tanto, el abordaje incluye datos etnográficos y referencias etno-
históricas que permiten ampliar la mirada de los impactos y proyectar
nuevos horizontes para la reparación integral de los territorios del
departamento de la Guajira.

89
Catalina Caro Galvis

El agua: la principal víctima de la


actividad extractiva del carbón
El agua es uno de los principales elementos vitales que está direc-
tamente implicado en los procesos de extracción del carbón a cualquier
escala. En efecto, el agua es el elemento más importante para la vida
humana y no humana y, además, cumple un papel muy importante
en el ordenamiento social y cultural del territorio, siendo una de las
principales víctimas de la expansión del modelo extractivo minero
en Colombia y en Latinoamérica.
Para la industria extractiva minera, el agua es uno de los bienes
más codiciados. La minería de oro y de carbón utiliza agua no solo para
el proceso de explotación, sino que esta también debe ser obtenida y
potabilizada para el sostenimiento de los trabajadores y trabajadoras
de la instalación minera en todas las fases.
Para el caso de la minería de carbón, el agua se ve afectada de
diversas maneras y en distintas fases del proceso extractivo, por
ejemplo: en las fases de instalación y exploración, las aguas de los
territorios se encuentran expuestas a la contaminación de residuos
sólidos domésticos, así como a la deforestación que genera pérdida
de la vegetación protectora en muchos nacimientos y cauces de ríos
y arroyos. Luego en las fases de explotación, las aguas superficiales
y subterráneas sufren un notable deterioro, producto de los drenajes
mineros, la acidificación resultado del contacto con estériles de la
explotación, contaminación de acuíferos, lixiviación, contaminación
por sólidos en suspensión, agotamiento, etc. Así mismo, en los procesos
de cierre de mina o tajo, las escombreras de estériles no contribuyen
a la restauración hídrica del paisaje, presentándose lixiviación de
sustancias nocivas de la escombrera a las fuentes de agua, así como
altos riesgos de deslizamientos y erosión en masa que sedimentan las
aguas superficiales (García, 1998).
Como es analizado por Budds (2010) la extracción y el procesa-
miento de los minerales requieren volúmenes significativos de agua y,
por tanto, la expansión de la minería crea competencia sobre los bienes
hídricos en los territorios, así como cambios en los paisajes hídricos
(Buds y Hinojosa, 2012). Estos cambios se expresan de distintas ma-
neras, físicamente a través de transformaciones en los flujos de agua,

90
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

agotamiento y desaparición de fuentes, cambios en la vegetación


y ecosistemas productores de agua, etc; pero también los cambios
suceden en otros ámbitos, ya que el agua no solo es un elemento
material, sino también un elemento simbólico, ligado a relaciones de
poder, relaciones comunitarias, espacialidades simbólicas y culturales;
por ende, las geografías mineras transforman el uso, acceso, control
y gobernabilidad del agua.
La expansión de la frontera extractiva de carbón en Colombia
ha generado una gran conflictividad alrededor del agua en la región
caribe y central del país, entendiendo el agua, no solo como un “recurso
material” sino como “un elemento ‘híbrido’ que captura y encarna
procesos que son a la vez materiales, discursivos y simbólicos” (Swyn-
gedouw, 2004, p. 28). En este sentido, y como es argumentado por
varios autores (Budds e Hinojosa, 2012; Castree, 2001; Blaikie, 1995)
el agua es socionatural, en el sentido en que las acciones humanas la
forman, así, en tanto es formada también es conceptualizada de distintas
maneras. El agua entonces no es un elemento universal u objetivo,
sino que está atravesado por las relaciones y acuerdos culturales que
producen su concepción, uso y significado.
Para el caso de pueblos étnicos, el agua se entiende como un ser
con vida propia con el cual se interactúa y se establecen una serie de
gramáticas de uso —muchas veces rituales—, que garantizan que este
elemento permanezca en su espacio y esté siempre disponible para
las comunidades. En la mayoría de las culturas, el agua hace parte
del mito de origen y también hay seres de diversa naturaleza que son
considerados como cuidadores del agua; para los indígenas estos seres
deben ser alimentados ritual y materialmente, por lo que los paga-
mentos y rituales en los sitios sagrados son prácticas indispensables
para garantizar el equilibrio.
En el caso de las comunidades campesinas y rurales, el agua
ha sido durante mucho tiempo entendida y reconocida como un
elemento común; común en tanto que les pertenece a todos, pero
común también como indicador de comunidad. Así mismo, el agua
ha estado directamente relacionada con la producción, y por lo
tanto con el alimento, por lo que su acceso y distribución ha sido re-
gulado comunitariamente para garantizar el abastecimiento integral.

91
Catalina Caro Galvis

Además, para las comunidades rurales el agua también está vinculada


simbólicamente con la recreación, con un espacio de encuentro comu-
nitario y un “lugar” (Escobar, 2003) en el sentido de la reproducción
de la cultura campesina y sus prácticas.
La minería de carbón, tanto en la Guajira como en otras zonas
del país, ha roto estos sentidos durante sus años de “convivencia”
con las comunidades. No solo por los intensos acaparamientos
de fuentes de agua que están vinculadas también con procesos de
acaparamiento territorial, sino también porque las empresas repro-
ducen otra mirada o visión del agua que se contrapone a los sentidos
y significados que el agua reviste para las comunidades étnicas y
campesinas. Esta sobreposición de cosmovisiones alrededor del agua
es una de las principales causas que motivan los conflictos por este
elemento en las zonas mineras.
Otro de los motores de la conflictividad alrededor del agua en
las zonas de extracción de carbón es el control y el gobierno del agua.
Las empresas mineras, principalmente en la Guajira y en el Cesar,
han privatizado muchas de las fuentes de agua de las que dependían
las comunidades, esta privatización se ha realizado mediante la
compra de terrenos en donde existen nacimientos, por desviación
de cauces de ríos y arroyos y militarización de zonas, restringiendo
el acceso y aprovechamiento de las comunidades. Este control de la
fuente, puede decirse que es la principal estrategia de ampliación
de la frontera extractiva minera en los territorios; mientras las
comunidades pierdan el acceso a su fuente primaria de agua, sus
opciones se reducen al desplazamiento, a la venta y abandono de
sus tierras ancestrales.
El control de la fuente deriva por supuesto en una exacerbada
apropiación del agua por parte de las empresas, quienes utilizan el
agua como un insumo y no como un elemento vivo que tiene un ciclo
y unas dinámicas propias, esto causa una inmensa contaminación
irreparable en términos ambientales y culturales. Precisamente, la
contaminación es el tercer factor productor de conflictos por el agua
en zonas de extracción minera. Esta contaminación que se realiza por
distintas vías —vertimientos directos, polvillo de carbón en las aguas,
depósito de residuos sólidos de escuadrones que prestan seguridad

92
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

a los complejos mineros, drenajes ácidos, lixiviación de basuras, se-


dimentación por las escombreras, etc.—, tiene efectos de resonancia
intergeneracional que resultan determinantes en los procesos de
resistencia que emprenden las comunidades en sus territorios.
Teniendo en cuenta estas formas materiales y simbólicas de
afectación de las aguas en contextos mineros de carbón, analizaré las
implicaciones culturales que la minería de carbón —realizada en el sur
de la Guajira— ha tenido para las comunidades wayuu y afroguajiras,
quienes han sido las principales afectadas por el crecimiento de la mina
a cielo abierto Cerrejón, que por más de 34 años ha desarrollado su
operación en este departamento.

Bitácora del daño cultural producido por


la explotación minera de carbón a gran
escala en la Guajira colombiana
Muchas veces al analizar la situación de violación de derechos
humanos que la minería de carbón a gran escala ha producido, se
suelen exaltar las afectaciones asociadas con lo ambiental y lo social,
pero difícilmente se realizan inventarios estrictos acerca de cómo
una actividad extractiva afecta culturalmente la vida de poblaciones
étnicas en un territorio. Para el caso de la Guajira, el pueblo indígena
wayuu ha sido el principal receptor de los impactos de minería de
carbón y quienes han estado más expuestos culturalmente a cambios
en sus costumbres cotidianas de habitar el territorio, emergencia de
nuevas expectativas individuales asociadas a la minería y sobre todo
esguinces en su relación con la cultura y la naturaleza.
Este aparte, pretende analizar cómo la relación entre los wayuu
y el agua ha sido transformada de manera directa por la minería de
carbón. No solo por las implicaciones que esto trae respecto a la ca-
lidad y la disponibilidad del líquido vital, sino también referida a otras
dimensiones culturales que el agua tiene para este pueblo indígena.
La minería, además de desaparecer el agua, ha significado la extinción
de indicadores socioambientales para la reproducción de la vida en la
Guajira, y con ello ha puesto en peligro la vida de un pueblo.
Los conflictos alrededor del agua en contextos de extracción de
carbón, como lo hemos señalado, no solo aparecen por la ­competencia

93
Catalina Caro Galvis

entre actores por los usos diferentes que se quiere dar al agua, de hecho,
la raíz de la conflictividad reside en una sobreposición de cosmologías
y conceptualizaciones respecto al agua.
“El agua no es solamente un recurso material que satisface las
necesidades básicas y las actividades económicas de poblaciones
locales, sino también es un recurso cultural que incorpora signi-
ficados diferentes” (Bakker 2003; Strang 2004). Esta variedad de
­significados influye en la manera como los pueblos y las comunidades
—dependiendo de su territorialidad— manejan, usan, administran y
gobiernan el agua. Además, como sostiene Budds (2010) la naturaleza
misma del agua, sus características biofísicas y culturales ejercen
influencia sobre las formas en que las personas y las comunidades la
gobiernan y administran, lo que implica que el agua no es simplemente
el objeto de los procesos sociales, sino también el sujeto.
En este sentido, el agua produce territorios teniendo como pers-
pectiva dos grandes rasgos que caracterizan la noción de territorio
en todas sus acepciones: el territorio es un “espacio representado y
apropiado” (Segato, 2006). Esto significa que el territorio siempre se
define en función de una apropiación política del espacio, política
en tanto que se ejerce un dominio, un poder material y simbólico.
El agua produce sus territorios en una interacción con el ecosistema
y los seres humanos, estableciendo fronteras, rutas, espacios de uso;
así mismo, es territorio en el sentido identitario, porque se establecen
adentros y afueras, es decir pertenencias y posiciones que producen
otros. Esto significa que en la interacción las comunidades, los bosques
y los animales establecen sentidos de pertenencia con el agua que
configuran territorialidades.
Estos territorios del agua o, en palabras de Budds (2010) y Swyn-
gedouw (2004), paisajes hídricos, se configuran en una trama de
relaciones de poder en donde la minería ha jugado un papel muy
importante, ya que esta ha transformado los modos propios de terri-
torialidad y ha intervenido de manera desigual en las relaciones de
poder que configuran los paisajes hídricos.
Para el caso de la región atlántica colombiana, la minería ha
significado una fractura en las gramáticas y lógicas étnicas de con-
cepción del agua, no solo por la intervención física de este elemento,

94
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

sino porque la minería ha invisibilizado durante treinta años las di-


námicas simbólicas que determinaban la territorialidad del agua en
la Guajira, transformando concepciones y formas de uso propias que
determinaban los modos de acceso, flujo y administración del agua en
los territorios. A continuación, analizaremos los principales choques
entre dos concepciones del agua que durante los últimos años han
configurado el paisaje hídrico del sur de la Guajira.

Concepciones del paisaje hídrico


en el sur de la Guajira

La pérdida del agua trae muchas consecuencias para nosotros en


el sur de la Guajira, aquí se hacen muchos velorios y los velorios
son muy importantes para la cultura wayuu, en este año se han
muerto muchos jóvenes en moto y los viejos decían que estamos en
una era difícil donde la misma tierra se está vengando de nuestro
pueblo, estas vidas que se están cobrando las pagamos los wayuu
[…] nosotros antes teníamos agua, ahora nos toca almacenar el agua
y no hay agua. Desde la llegada de Cerrejón, nuestras aguas no las
han desaparecido… eso no es que se ha desaparecido porque si.
Lideresa Wayuu – Fuerza de mujeres Wayuu.

El pueblo wayuu es una comunidad étnica binacional que habita


la península de la Guajira y se constituye como el pueblo indígena
más numeroso de Colombia. Según los datos censales del 2005, en
Colombia 270.413 personas son reconocidas como wayuu, repre-
sentado el 19.42% de la población indígena del país. Además de su
gran población, el pueblo wayuu cuenta con un territorio ancestral
de gran envergadura, que ha sido reconocido en parte por el Estado
colombiano bajo la figura del Resguardo de la Alta y Media Guajira,
que tiene una extensión de 1.000.000 ha.
Los wayuu tienen una organización social, ambiental y política
característica asociada con su manera especial de entender y concebir
la naturaleza. Este pueblo construye y ocupa el espacio teniendo como

95
Catalina Caro Galvis

premisa que “los mundos natural y social se entrelazan y anudan


sus propios componentes a la manera de una pareja prototípica: Juya
(el que llueve, móvil) y Mna (la tierra, inmóvil)” (Correa, 1995, 237).
Esto significa que para los wayuu, la tierra y el agua se constituyen
en el equilibrio primario de su organización social y cultural y, por lo
tanto, la interacción entre estos dos espacios de vida es fundamental.
De hecho, el concepto de bienestar wayuu, Anaaakua’ ipa, depende
del equilibrio entre estos dos espacios. La tierra espera la lluvia para
ser fecundada y renovar los ciclos naturales y culturales, estos ciclos
determinan la espacialidad wayuu y su forma de ocupación y pro-
ducción del territorio. Por ejemplo, los wayuu conforman vecindarios
o “rancherías” teniendo como referente su tipo de organización social
matrilineal, así como “un cementerio, una red estrecha de cooperación
y el derecho de acceso a una fuente de agua local” (Correa, 1995). Estos
cuatro elementos determinan la relación entre la organización social y
los espacios de vida que provee el territorio para la subsistencia wayuu;
sin agua, sin una red de cooperación filial o Apüshi y sin un sitio sa-
grado (“cementerio”), el mundo wayuu es impensable. Pese al carácter
poliresidencial del pueblo wayuu, el arraigo se adscribe a una localidad
específica y las territorialidades asociadas a estos cuatro elementos son
las que conforman “la comunidad”. Así mismo, el rasgo referido a la
filiación o grupo clanil es de gran importancia para entender cómo
la naturaleza se ubica en la cosmovisión wayuu.
Según las investigaciones etnográficas (Perrin, 1989; Correa, 1995;
Ardila, 1990), el pueblo wayuu está conformado por aproximadamente
treinta clanes o sibs que poseen vínculos totémicos con distintos ani-
males que habitan la península. El totemismo, como una ontología
que describe una relación monista entre la sociedad y la naturaleza
(Descola, 2002), muestra cómo las culturas referencian lo no humano
como signo y, además, las interacciones de estos signos como una
forma de organización en el territorio. Para los antiguos wayuu, los
clanes y sus referentes no humanos tenían gran importancia en el
ordenamiento territorial; aunque actualmente esto ha cambiado, es
necesario tener presente este rasgo cultural, ya que ejemplifica la re-
lación interdependiente y continua entre la naturaleza y el ser wayuu.
En contraste con la concepción dualista del mundo occidental, en

96
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

donde la naturaleza está por fuera del ser humano, para los wayuu la
naturaleza hace parte de su ser individual y colectivo, determina los
vínculos filiales y de alianza, su lugar y su movilidad en el territorio,
“sus usos, tiempos, reciprocidades, prestaciones e intercambios entre
los seres vivos y los muertos” (Correa, 1995).
Precisamente, esta cosmovisión y manera específica de relacionarse
con el mundo viviente y el mundo de los muertos tiene un correlato
en la manera como el pueblo wayuu construye su territorialidad.
El cementerio, como se mencionó anteriormente, es uno de los lugares
más determinantes para la vida wayuu, “el cementerio es familiar y
es el principal patrón de residencia en tanto define la adscripción
territorial del grupo: se es de donde es el propio cementerio; el wayuu
es de donde va a ser enterrado” (Vásquez, 1985).
Las y los wayuu marcan su pertenencia al territorio con el en-
tierro de los ombligos en el cementerio materno como una forma de
conectarse con los espíritus de los parientes fallecidos y además para
ser reconocidos y aceptados en las redes parentales. Este lugar, se
constituye en el primer sitio sagrado, en donde yacen los restos de sus
ancestros en su viaje hacia Jeipira —sitio en el fondo marino para el
reencuentro con los ancestros. (Fuerza de mujeres wayuu, 2015, p. 45)

El cementerio materno, el agua en donde está jeipira —sitio final


del destino de los espíritus wayuu—, el agua que representa juya y que
significa la fecundidad de la tierra, todos estos significados culturales
se conjugan para el manejo que durante siglos el pueblo wayuu ha
realizado de su territorio. Así mismo, prácticas asociadas al agua y a
los arroyos, así como historias y personajes míticos se imprimen en
la vida wayuu y son el motor de su cultura.
[…] los animales representan todo, porque nosotros imitamos
a nuestros animales en nuestras danzas, en nuestras alegrías están
presentes, los burros por ejemplo se encuentran allí, se enamoran en
el arroyo, eso es una cosa que no se ve pero es un elemento impor-
tante de vida para los wayuu. El encontrarnos nosotros, el charlar con
otro clan que esporádicamente y que en el arroyo nos vemos y char-
lamos eso es muy relevante y otra cosa, fíjate la labor de los sapos en
el agua, para el wayuu, el sapo es un ser wayuu, es el wayuu vigilante

97
Catalina Caro Galvis

del agua, el que vigila el agua, el que dice ahí vine fulanita, ahí viene.
Además de ser vigilante está vinculado con las “lágrimas del agua”, es
decir que si el sapo se va el agua se seca. Los sapos deben estar perma-
nentemente en el agua. [...] el canto y cuando ellos empiezan a llorar
eso es las lágrimas del agua, ellos le dan vida al agua. (Entrevista a
lideresa wayuu, junio de 2015)

Tanto el primer entierro de los muertos, que significa materialmente


un ingreso a la tierra, como el segundo entierro que es el ingreso al
agua, a jeipira, ejemplifican también la importancia de esta interacción
entre tierra y agua, la cual es el fundamento ancestral de la supervi-
vencia de este pueblo, junto con el sueño (laapüt) que es mediador
y conecta el mundo de los vivos con el de los muertos y ancestros.
El sueño es importante al hablar del territorio y del agua, ya que
por medio de los sueños se organiza la vida social y ambiental wayuu.
Ciertamente, el sueño revela acontecimientos y mensajes de infortunio
y de esperanza, pero también manejos ambientales del territorio,
respecto a lugares para visitar, buenas o malas cosechas, animales
para sacrificar, pestes por venir, momentos de grandes sequías, etc.
“Los sueños son para los wayuu una presencia cotidiana. Ordenan el
pasado, deciden el futuro”. (Goulet, 1981, p. 51).
Además de los significados y asociaciones culturales del agua en
el territorio material, este pueblo realiza en sus narraciones una extra-
polación del cuerpo wayuu al territorio wayuu, teniendo como base la
importancia de la sangre y la carne en sus vínculos genealógicos y sociales.
En el tema del agua, cuando se habla que son venas, yo pienso
que la relación de los impactos se deriva a lo de la sangre, porque la
sangre para nosotros es una cuestión bien sagrada y que la relación
es muy estrecha con todo el tema del agua. La interpretación se dice
que los ríos son las venas pero que las venas corren el agua, es decir la
sangre. Lo que uno le entiende a los viejos, es la relación entre la sangre
y el agua, yo le pregunté pero por qué el agua, por qué es la vena […]
Nos metemos con el dios Juya, que es el fecundador, el agua que fe-
cunda la tierra y que si se mira la interpretación, Juya fecunda los
arroyos, los acuíferos, fecunda el territorio, si la lluvia no llega entonces
no se fecunda la tierra. (Entrevista a lideresa wayuu, mayo de 2015)

98
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

Para el pueblo wayuu, la carne (eirükuu) se trasmite por vía


materna exclusivamente, este parentesco uterino es el principio de
reclutamiento en las retaliaciones, así como en otras reciprocidades
de obligación entre parientes uterinos, junto con la adscripción a
un mismo territorio, sobre el cual se tiene titularidad de derechos
(Mancuso, 2006). La sangre, por su parte, es la herencia del padre
pero, aunque no tiene mucha importancia en la organización social,
la sangre es sagrada y los derramamientos de sangre son una de las
mayores ofensas que se castigan en los sistemas tradicionales de
control social wayuu.
Estas dos dimensiones de la organización y de la genealogía de
este pueblo, explican también la manera en que construyen un con-
cepto del territorio y del agua y evidencian su inseparable relación.
Carne a tierra y sangre al agua, son entonces los más íntimos significados
culturales que se operan y producen la realidad material de los wayuu,
son estos los que se juegan en la disputa ambiental por el territorio
frente a la extracción intensiva del carbón. De hecho, el mismo carbón,
en cuanto mineral de la tierra, interviene en esta disputa simbólica y
material; el carbón es entendido como “un órgano de Mna (tierra)
y representa un equilibrio en el territorio” (Fuerza de mujeres wayuu,
2015, p. 9), cuando el carbón es extraído se extrae un órgano de la tierra,
entonces, ¿un cuerpo sin órganos cómo puede funcionar?
La noción de cuerpo como territorio y territorio como cuerpo está
muy extendida en las cosmovisiones indígenas andinas y amazónicas;
Echeverry (2004) destaca que entre los indígenas existe una noción no
areolar del territorio y que por el contrario se concibe en un modelo
relacional: como tejido, como cuerpo viviente que se alimenta, se
reproduce y teje relaciones con otros cuerpos. Esta noción cultural
del territorio es el escenario del conflicto que tiene lugar en el sur de
la Guajira por la extracción de carbón a gran escala, una noción
de cuerpo que es antagónica a las nociones occidentales del territorio
y específicamente a la mirada mercantilista que las empresas multi-
nacionales carboníferas han instaurado como un orden.
Durante los últimos treinta años, este sistema de equilibrio y
compensación, de ensoñación, de interacción entre la vida, la muerte, la
tierra y el agua, se ha visto interrumpido por la llegada de la extracción

99
Catalina Caro Galvis

minera a gran escala. Esta actividad extractiva ha transformado los


ciclos naturales y culturales asociados con la permanencia del pueblo
wayuu en el territorio, restringiendo el tránsito de las comunidades
para el pastoreo, privatizando tierras, secando aguas, cambiando
las prácticas de sobrevivencia, destruyendo sitios sagrados para las
comunidades, imposibilitando el sueño, el saber tradicional y la re-
producción cultural del pueblo wayuu.
[…] soy mujer juchon Mna, hija de la tierra, aquí llevo muchos
años en estas tierras que heredé de mis viejos, vivo por la tierra, por
todo lo que he comido que sale de ella. Soy outsü, sabedora espi-
ritual, pero ya no tengo ni tierra, ni sueño, mis plantas medicinales
me dejaron de hablar, porque ya soy una mujer perdida en mi propia
cultura […], estamos perdidos en nuestra tierra propia. (Testimonio
de mujer sabedora wayuu, outsü, recogido por Fuerza de Mujeres
wayuu, 2015, p. 10)

Este testimonio resume la disputa simbólica y material que la


minería ha significado para los wayuu. Como ya se mencionó, además
de la disputa física por el agua y el territorio, en las geografías de la
minería se escenifica una lucha cosmológica por formas distintas de
entender los elementos naturales y las maneras de su control y uso.
Para el caso del sur de la Guajira, la afectación que la minería de carbón
ha causado en sus fuentes de agua y lo que significó la desaparición de
un cerro sagrado en donde convivían los espíritus y donde existían
varios cementerios, se traduce directamente en las maneras propias
que el pueblo wayuu utilizaba para regular y ordenar el territorio.
[…] el cerro significa equilibrio, allí estaban muchos cemen-
terios, los primeros cementerios estaban allí, por eso es que muchos
trabajadores de la mina, que han visto que sale un misterio, ellos les
ha salido Purowi ahí, que es una mujer bella de cabello largo y ella
se ha comido muchos trabajadores, eso no lo dicen a la luz pública.
Cerrejón encontró unos fósiles y eso tiene que ver con lo que había
allí anteriormente, quién eran esos, eso tiene que ver con Purowi y los
misterios, eso no es cualquier cosa, porque ese era un cerro de mis-
terios, era misterioso porque se perdía la gente. (Entrevista a lideresa
wayuu, junio de 2015)

100
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

El sueño, que como ya fue presentado, es el mecanismo de or-


denamiento social y de la vida, ha sido interrumpido por la mina;
además, las constantes explosiones y la imposibilidad de vivir en el
lugar de nacimiento, han significado la eliminación de un mecanismo
de reproducción cultural. Si el pueblo ya no sueña y las sabedoras ya
no pueden soñar, significa que el pueblo wayuu ya no puede pervivir.
En el caso del sueño, también hay sueños que indican que va a
llover, que va a ver buena cosecha, que va a haber buena lluvia, para
nosotros el agua tiene una gran relevancia porque con eso se cultiva,
ya nadie sueña eso. Nosotros hacemos el ejercicio de llamar la lluvia
con la tambora, la kasha, lo hacemos, pero no funciona. Las outsü,
dicen que como hay un interruptor del sueño que es la mina, eso no
permite porque la relación del agua, del sueño y la tierra, es impor-
tante. Todo está conectado y eso indica el tiempo y las prácticas con la
tierra. (Entrevista a lideresa wayuu, mayo de 2015)

Así mismo, sucede con el arraigo, la instalación de la mina en


el cerrejón y la compra de tierras significaron el desplazamiento de
muchas comunidades que tuvieron que reasentarse junto con sus
cementerios, porque como ya vimos la vida wayuu se desarrolla
alrededor de los cementerios maternos. Este “reasentamiento”, en
el lenguaje de la empresa multinacional, ha significado una trasfor-
mación en los patrones culturales de poblamiento y en las formas
culturales de arraigo que utilizaban los clanes con el territorio.
El traslado de los cementerios y la deslocalización del Apüshi han
roto las dinámicas comunales y familiares y, por lo tanto, las maneras
propias de utilizar y gobernar el territorio y el agua; así mismo, las
memorias territoriales se han perdido, lo cual ha tenido gran impacto
en las nuevas generaciones de wayuu quienes difícilmente construyen
lazos sólidos con el territorio.
Otra de las disputas frente a la visión y significado del agua tiene
que ver directamente con la integralidad del papel del agua en la vida
wayuu. Las fuentes de agua, insistimos también, hacen parte de las
condiciones que garantizan la vida en comunidad; con la expansión
de la frontera extractiva y sus consecuentes desplazamientos, el agua
también ha sido constantemente desplazada, transformando los paisajes

101
Catalina Caro Galvis

hídricos y muchas veces agotando las fuentes mediante la privatización


o el desvío. Aunque para la empresa, los desvíos no significan una
intervención radical a los cursos de las fuentes hídricas, el pueblo
wayuu ha insistido en que estos cambios y trasformaciones a los flujos
naturales del agua atentan contra el cuerpo-territorio, rompiendo la
conectividad corporal del agua, las relaciones y prácticas asociadas a
estas fuentes y trasformando ecosistemas que además de su equilibrio
físico se conectan espiritualmente con la vida wayuu:
[…] en los arroyitos, los niños se bañaban, las niñas, los mu-
chachos después de pastorear y hacer sus actividades se iban a bañar o
se iban también a descansar, es un sitio de descanso. En el caso de las
médicas tradicionales ellas buscan el agua del arroyo porque esa agua
que fluye es mejor para hacer rituales y ahora donde lo van a buscar,
han recurrido otras aguas, pero por eso el tema de la espiritualidad
se ha visto impactado por la minería. (Entrevista a lideresa wayuu,
mayo de 2015)

Todos estos cambios traídos por la minería al sur de la Guajira


han sido reiterados insistentemente por muchas voces y sectores que
luego de años de convivencia con la minería han podido constatar las
enormes consecuencias que esta produce a nivel cultural. Pese a ello,
proyectos como el p40 que contemplan el desvío del arroyo Bruno
en dos tramos, y de otros afluentes como el río palomino, resulta un
desafío y una nueva estocada a lo que queda de vida cerca a los tajos
que la mina ha realizado durante años.
El arroyo Bruno es un arroyo vivo, en donde muchas de las prác-
ticas aquí retomadas son realizadas por las comunidades y constituyen
su única forma de supervivencia. De hecho, comunidades como La
Horqueta —una de las más afectadas por el desvío—, fueron previa-
mente desplazadas de su lugar de origen, trasladando su cementerio
y con ello abandonando su memoria territorial. En la expedición al
arroyo, realizada en septiembre de 2015, varios viejos de la comunidad
recorrieron junto a los jóvenes estos lugares y recordaron la vida que
había allí y cómo todo había cambiado desde la llegada de la empresa.
La constante militarización de sus comunidades y el constreñimiento
territorial al que han sido sometidos, resultan en complicados conflictos

102
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

comunitarios y en una fuerte competencia por el acceso al agua, en


una zona con posibilidades productivas reducidas y con un acoso
constante para la ampliación de la mina.

Otros motores de la conflictividad: apropiación


y privatización de las aguas en la Guajira
Como se ha mencionado, una de las arenas de conflicto que se
juega en las geografías de la minería de carbón creadas en la Guajira
es la contraposición de visiones y concepciones acerca del agua.
Estas luchas cosmológicas y filosóficas continúan entonces en disputas
materiales por el agua en los territorios. Estas disputas materiales se
caracterizan porque el agua se convierte en un “activo” o capital, lo
que significa que el acceso y control de los activos naturales pasa a ser
un factor que configura el territorio (Hinojosa et al., 2010).
El agua, convertida en mercancía, termina entonces en una lógica
de competencia que admite diversas estrategias asociadas con su privati-
zación, acaparamiento y uso de la fuerza para su control. Este cambio de
valoración social, material y simbólica del agua, es característico en las
formas de control territorial del extractivismo, que como es anotado por
Swyngedouw (citado por Budds e Hinojosa, 2012, p. 13 produce paisajes
hídricos específicos con patrones de acceso e inclusión, formas físicas
de recorridos de las fuentes hídricas, presencia de obras hidráulicas, así
como discursos y marcos regulatorios característicos.
Para el caso de la Guajira y en general del panorama colombiano,
las relaciones de poder implicadas en el control del agua en territorios
con explotación de carbón, están atravesadas por los intereses de
grandes empresas trasnacionales con enormes músculos financieros,
así como por marcos regulatorios, autoridades ambientales débiles y
comunidades estructuralmente empobrecidas, en algunos casos con
pocas fortalezas organizativas y dificultades de acceso a mecanismos de
protección de sus derechos. Esta diversidad de actores, en condiciones
evidentemente desiguales, pugna por el acceso y aprovechamiento del
agua, unos para su sobrevivencia material y cultural y otros para su
ganancia económica.
En este apartado analizaré los mecanismos que las empresas
han utilizado para garantizar el control del agua en la región de la

103
Catalina Caro Galvis

Guajira, estas estrategias se repiten en muchos lugares de explotación


de carbón mostrando cómo
[…] existe un nexo entre el agua, el capital y el poder, en el cual
el agua funciona como un lubricante de procesos de acumulación de
capital, esto significa que controlar el agua en un contexto extractivo
es sumamente importante para garantizar la producción de una espa-
cialidad diseñada para el capital. (Swyngedouw, 2004)

Precisamente, las empresas y los gobiernos entienden este carácter


“lubricante” del agua y han diseñado tanto políticas como estrategias
para lograr la apropiación de este líquido vital en favor de los intereses
privados; entre estas estrategias se cuentan desde la incidencia en la
formulación de políticas públicas asociadas al sector minero y de agua,
pasando por la intromisión en autoridades ambientales vía “puerta
giratoria” —es decir funcionarios que pasan de las empresas mineras
a las instituciones o viceversa—, compra de líderes, militarización de
cuencas, construcción de obras hidráulicas y, como es señalado por
Urrea (2014), privatización del agua.
Al respecto, el Estado colombiano, convertido en un Estado
corporativo a favor de las empresas multinacionales, ha sido uno de
los mayores responsables de la desigualdad jurídica y material
de estos conflictos por el agua. La complicidad del Estado con el
capital trasnacional se concreta en la expedición de leyes que han
disminuido las competencias ambientales de algunos entes muni-
cipales y departamentales para el ordenamiento del territorio, así
como en otras disposiciones respecto a la consulta previa, la gestión
del agua, entre otras. También por medio de la corporativización de
la institucionalidad ambiental, el Estado colombiano ha favorecido
los intereses sectoriales de la minería en detrimento de la protección
de los derechos humanos de los pobladores en los territorios.

Captura corporativa de la institucionalidad ambiental


Las empresas han utilizado variados mecanismos para acceder al
agua, algunos de ellos jurídicos, es decir a través de los instrumentos
de política pública dispuestos por el Estado colombiano para el uso de

104
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

aguas en emprendimientos industriales y mineros, los cuáles se resumen


en permisos y concesiones para la utilización de las aguas.
Otra de las formas de captura corporativa del Estado en la Guajira
se concreta en la institucionalidad “alterna” creada por la empresa
multinacional para suministrar el agua a las comunidades. Cerrejón
dispone de un sistema de fundaciones para la gestión social, que
según la empresa: “busca promover y apoyar proyectos dirigidos al
fortalecimiento y al desarrollo sostenible, con recursos propios y de
otros aliados —nacionales e internacionales—, que se puedan aplicar
a los ambiciosos proyectos de desarrollo regional” (Cerrejón, 2016).
Entre estas se encuentra la Fundación Cerrejón-Agua, quienes im-
pulsan iniciativas alrededor de soluciones de abastecimiento de agua,
saneamiento e higiene y gestión integral de fuentes hídricas.
Estas fundaciones ejecutan recursos en el marco de los prin-
cipios de responsabilidad social corporativa (rsc) que se define
según la Comisión de Comunidades Europeas (2001 p. 4) “como
un concepto a través del cual las compañías integran las preocu-
paciones sociales y ambientales en su operación comercial y en
su interacción con sus grupos de interés de forma voluntaria”.
Esto significa que las empresas establecen mecanismos para rela-
cionarse con lo que en rsc se conoce como los stakeholders, grupo
o individuo que puede afectar o ser afectado en el cumplimiento
de los objetivos de la compañía.
Esta concepción de “disminución de daños o relacionamientos”,
en el caso de la Guajira ha estado atravesada por una construcción de
un espacio minero; en donde la empresa se incrusta en la vida cotidiana
de las comunidades en el territorio, mediando casi completamente
todas las relaciones que allí ocurren. Cerrejón ha utilizado las fun-
daciones como estrategia para crear el espacio minero y convertirse
en una institucionalidad alterna al Estado que, por su corrupción e
ineficiencia, ha permitido dicha captura.

Discurso de la escasez
Otro de los dispositivos institucionales usados para esconder y
maquillar los grandes procesos de acaparamiento y privatización del

105
Catalina Caro Galvis

agua, efectuados por las empresas multinacionales de carbón, fue la


producción simbólica y técnica del discurso de la escasez.
Como es señalado por Swyngedouw (2004):
[…] la producción discursiva de la “escasez” sirve para manufac-
turar una crisis social en el terreno político de discusión de la gestión
del agua y, en última instancia, para apoyar la especulación, que se
equipara a un “terrorismo del agua”.

La escasez del agua como hecho material es indiscutible, no obs-


tante, la escasez no se produce tan solo como una fatalidad natural, por
el contrario hay varios factores que influyen en esta condición en un
lugar determinado. De hecho, la escasez puede ser producida y repro-
ducida mediante una serie de interrelaciones económicas y políticas
ventajosas para agentes con intereses mercantiles sobre este elemento.
En la Guajira, durante 2014 y 2015 se presentó una de las mayores se-
quías de los últimos años, que agudizó las condiciones de acceso y aprove-
chamiento del agua de las comunidades wayuu y afroguajiras. Esta sequía
causó un aumento de muertes de infantes por desnutrición, situación que
se había venido denunciando, pero que durante este periodo se agudizó
notablemente. Según los informes entregados por las comunidades y
asesores a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (cidh),
en los últimos ocho años habrían muerto 4.770 niños de esa comunidad
debido a situaciones relacionadas con alimentación y falta de agua potable.
Por su parte, el dane reporta entre el 2008 y el 2013 la muerte de 4151
niños: 278 por desnutrición, 2671 por enfermedades que pudieron ha-
berse tratado y 1202 que no alcanzaron a nacer.
Estos alarmantes indicadores coincidieron en su momento con
un fenómeno climático conocido El Niño, que azotó al país durante
el 2015 y que enrareció las condiciones climáticas en la Guajira;
este fenómeno entonces terminó siendo señalado como el prin-
cipal causante de la situación de escasez hídrica del departamento.
De hecho, durante todo el 2015 se visibilizó en la opinión pública la
difícil situación de la población wayuu respecto al acceso al agua,
atribuyendo la responsabilidad al cambio climático y a la fatalidad
natural incontrolable; en ese discurso parece no haber responsables,

106
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

pero lo que nunca se visibilizó fueron los impactos de la industria


minera del carbón en el departamento.
Esta falacia informativa, convertida en un discurso de la escasez,
resultó diluyendo las verdaderas y estructurales causas de la “sed de la
Guajira”, que como fue denunciada por Urrea (2014) tiene una relación
directa con los más de treinta años de extractivismo minero de carbón
en la zona. Al respecto, los intensos acaparamientos de agua super-
ficial y subterránea que ha realizado la mina durante varios años, han
tenido una consecuencia directa en la posibilidad de las comunidades
de mantener un sistema agroalimentario sustentable.
En este orden de ideas, se conectan dos situaciones que reflejan
grandes niveles de injusticia hídrica, la primera tiene que ver con la
imposibilidad de la realización del derecho a la alimentación de las
poblaciones en la Guajira, la cual está asociada al déficit hídrico para
la agricultura; la segunda situación está conectada directamente con
el derecho a la salud, ya que la dificultad de acceso y disfrute del agua
significa para los seres humanos y no humanos la imposibilidad de
gozar de un estado físico, emocional y social óptimo para la vida.
En resumen, el extractivismo minero, que insiste en su expansión,
ha producido una situación de vulnerabilidad de derechos para todas
las poblaciones en la Guajira —principalmente las comunidades
indígenas y afro—, ya que el déficit hídrico que hoy vive esta región
se traduce en la imposibilidad material de sostener la vida y, con
ello, todas las funciones orgánicas asociadas. Aunque la Guajira no
posee la riqueza hídrica de otros departamentos del país, la dispo-
nibilidad hídrica después de la llegada de la minería a gran escala
se ha reducido continuamente, en un proceso de vulneración de los
derechos de toda la población.

La apropiación de las aguas y su privatización minera


Como es señalado por Isch (2010, p. 108) “la acumulación del
agua no tiene que ver solo con la forma en la cual alguien se apropia
de un bien natural transformándolo en recurso, sino que también se
refiere a la forma de esta apropiación, es decir que es selectiva y se
dirige a las aguas de mejor calidad”.

107
Catalina Caro Galvis

En este sentido, unas personas o grupos de personas se quedan


sin cantidad y calidad suficiente de agua para el desarrollo de sus
actividades cotidianas, mientras que otras, además de acumular agua
de mejor calidad, también terminan apropiándose de su manejo y de
la toma de decisiones frente a su distribución.
Esta relación de apropiación, que puede ser agenciada por una
persona, un sector o una clase social, se efectúa como un proceso de
acumulación no solo de un bien natural sino también de un poder.
Precisamente, el proceso de acaparamiento de agua tiene, según
Isch (2010),
[…] una doble forma de expresarse: la primera tiene que ver con
que un actor del mundo productivo utiliza cantidades de agua inmen-
samente superiores a las de otros actores, logrando así acaparar para
sí el recurso que es negado a la mayoría de la sociedad; la segunda
corresponde a que este gran actor o usuario del agua devuelva el agua
inutilizable hacia el esto de la comunidad que lo requiere. (p. 113)

Precisamente, esta mención de los actores del mundo productivo


o corporativo nos lleva a incorporar otro concepto clave para entender
las modalidades de la apropiación del agua en los territorios: la pri-
vatización. La privatización ha sido un enfoque construido desde la
economía, que se refiere a una transferencia del patrimonio público al
sector privado; esta transferencia no solo se reduce a la propiedad sino
también al manejo, gestión y uso de lo público. La privatización ha
sido concebida también como una estrategia, por medio de la cual los
sectores privados, quienes son los grandes propietarios de los medios
de producción y de los circuitos de intercambio del capital, lo ofrecen
y optimizan los procesos de administración de lo público frente a la
ineficiente gestión estatal.
Para el caso de los bienes comunes y específicamente del agua y de
los minerales, hablar de privatización implica el lamentable hecho
de incorporar estos elementos naturales a los regímenes de propiedad del
capitalismo moderno. Es decir, que siendo el agua “para el mercado”
un recurso transable con una propiedad transferible, también es
entonces un recurso privatizable. De hecho, existen planteamientos
como el desarrollado por Hardin (1968), que sugiere la importancia

108
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

de la privatización de los bienes comunes como una estrategia para


evitar su agotamiento. No obstante, como es argumentado por Shiva
(2004), el supuesto de Harding, acerca de que los bienes comunes son
un sistema de libre acceso sin regulaciones sociales para su manejo,
es equivocado. Más allá de una concepción de propiedad existen usos
y formas ancestrales de gestión de los bienes comunes, que además
tienen gramáticas y regulaciones las cuales han permitido su aprove-
chamiento y protección; por lo que la privatización como estrategia
de optimización resulta innecesaria.
De hecho, las concepciones más colectivistas y comunitarias
de la propiedad, uso y gestión de los bienes comunes han sido fun-
damentales para la conservación integral de ecosistemas con gran
fragilidad; en cambio, la privatización, que se configura como una
acción de privación, cercamiento y acaparamiento de las aguas y el
territorio agenciada por empresas de gran poder económico, se ha
convertido en una amenaza urgente para la naturaleza. Se estima que
los procesos de acumulación de bienes naturales conducen a mayores
daños ambientales, ya que como es señalado por varios autores el uso de
la naturaleza está directamente ligado a la forma de organización
de la sociedad (Godelier, 1984).
En el caso de los contextos mineros, como la Guajira, los pro-
cesos de apropiación, acaparamiento y privatización del agua se han
dado en diversas escalas y por diferentes agentes, pero todos ellos
asociados a la adecuación territorial de una economía de enclave que
durante treinta años ha impuesto relaciones desiguales de propiedad,
acceso, gestión y uso del agua y de los minerales. Ahora analiza-
remos, siguiendo a Ribeiro (2006), algunas de las modalidades de
privatización del agua que la minería ha producido en esta región y
que leemos también en clave de estrategias de control desarrolladas
por las multinacionales mineras.

Privatización de los territorios y de las fuentes:


encerrados en nuestra propia tierra
La expansión de la frontera extractiva en la Guajira ha signi-
ficado la necesidad de encontrar nuevos territorios donde haya naci-
mientos de aguas superficiales y fuentes subterráneas. Durante años,

109
Catalina Caro Galvis

las empresas mineras han realizado compras de tierras que, como ha


sido documentado en varios informes (Cinep, 2016), han implicado
procedimientos inadecuados y transacciones espurias. De hecho, la
compra de tierras ha estado acompañada de procesos de desposesión
obligada, ya que las comunidades adyacentes a los bordes de la mina,
presionadas por los altos niveles de contaminación del aire y sobre
todo del agua que les dificulta su pervivencia en el territorio, terminan
vendiendo sus predios.
No podíamos acceder al río Ranchería para ir a pescar, porque
era propiedad de la empresa. No podíamos acercarnos a los terrenos
que dan hacia la Serranía del Perijá para cazar, porque también era
propiedad de la empresa. Antes podíamos movernos de un lugar a
otro sin problema, luego quedamos encerrados en 10 hectáreas, ya ni
podíamos colgar nuestro chinchorro en cualquier parte, porque todo
se volvió propiedad privada. (Testimonio de Jairo Fuentes Epiayú,
Tamaquito, citado en Osorio, 2011)

La empresa con la propiedad de los predios también reclama la


propiedad del agua y la incorpora como uno de sus activos. Esto ha
sucedido, por ejemplo, en el caso del arroyo Bruno, en donde uno
de sus tramos se ubica en tierras con título de propiedad de la mina.
Arguyendo este derecho de propiedad, se planearon las obras de
desviación del cauce en esta zona, con el fin de “blindar” la obra de
posibles litigios asociados al beneficio común que las aguas del arroyo
prestan a las comunidades rurales y urbanas. No obstante, la empresa
tuvo que responder por los perjuicios que esta desviación podía traer,
tanto en la desembocadura como en el nacimiento y en el tramo medio
del arroyo, zonas por fuera de su “propiedad privada”. En este caso,
las comunidades wayuu que vivían en las riberas del Bruno fueron
desplazadas de dichos predios por medio una transacción desventajosa
en los años noventa y perdieron el acceso directo que tenían a la fuente;
ahora, más distantes, vuelven a enfrentarse a una nueva avanzada de
la mina que posiblemente los lleve a un nuevo desplazamiento y a un
abandono tanto de la tierra como del agua.
Esto ha sucedido una y otra vez en la Guajira y se evidencia en
los reasentamientos involuntarios que ha producido la expansión de

110
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

la mina, los cuáles han generado la pérdida de las fuentes de agua


de las cuáles dependían las comunidades afroguajiras y wayuu. Con
el acaparamiento territorial, las comunidades se separan de sus com-
plejos de vida construidos alrededor del agua y la empresa logra el
control de la fuente, con lo que obliga a estas comunidades a establecer
nuevas relaciones —lamentablemente mercantiles— con el agua.
En los reasentamientos que han sido construidos en clave de hábitat
suburbano (Chancleta y Patilla, por ejemplo), las comunidades afro-
guajiras deben pagar por el servicio del agua, el cual es intermitente
y distribuye agua de mala calidad.
En esta privatización del territorio también se acaparan las re-
servas de agua subterránea que son de gran valor en la Guajira, los
acuíferos confinados y no confinados que alimentan el ciclo del agua
y que son cruciales en estas regiones de estrés hídrico, también se
privatizan en la expansión de la mina. Esta situación genera nuevas
preguntas y desafíos acerca del lugar del subsuelo en la legislación
colombiana y frente a la protección de los acuíferos en los contextos
de actividad minera.

Privatización por desviación de cauces: la


fractura de la integralidad ecosistémica
Una de las estrategias más usadas en la Guajira para la apropiación
del agua es la desviación de cauces de grandes ríos y pequeños arroyos.
Este tipo de apropiación resulta altamente efectiva en términos del
control del agua en una zona que, como ya hemos señalado, se carac-
teriza por un estado de estrés hídrico. Insistimos en que el río más
importante en el sur de la Guajira es el río Ranchería —la mayoría
de los arroyos hacen parte de su microcuenca—, por lo que cualquier
intervención afectaría un ecosistema que soporta la mayor parte de la
demanda hídrica humana y no humana del departamento.
Como es señalado por Isch (2010), los actores privados que se
acercan al agua solo la ven como un recurso transable y desdeñan
su importancia ecológica, ritual y social. Esto es precisamente lo
que ha sucedido con los proyectos de expansión de la mina que han
contemplado la desviación de cauces de río y arroyos en la Guajira.
En el año 2012, las comunidades wayuu y afroguajiras, en compañía

111
Catalina Caro Galvis

de organizaciones ambientalistas y de derechos humanos, libraron


una ardua pelea contra las empresas mineras que pretendían desviar
un tramo del río Ranchería, la más abundante fuente hídrica del de-
partamento. Esto tenía como propósito ampliar la producción de la
mina, que en su momento alcanzaba 32 millones de toneladas anuales,
a 40 millones de toneladas anuales. El proyecto p500 sostenía que
bajo el lecho de un tramo del río Ranchería habría 500 millones de
toneladas de carbón, y que sería necesaria la desviación de un tramo
de aproximadamente 26.2 kilómetros para su extracción. Después
de grandes movilizaciones, ante un rechazo generalizado de las co-
munidades y presión nacional e internacional, el proyecto se detuvo.
No obstante, en el 2014, la empresa minera presentó otro nuevo pro-
yecto denominado p40, que ya no disputaba las aguas del Ranchería
sino las de uno de sus principales tributarios: el arroyo Bruno.
Este nuevo proyecto prendió las alarmas de las comunidades,
quienes ya habían demostrado la inconveniencia de la desviación de
fuentes hídricas en el departamento y quienes han sostenido que esta
es la estrategia de la empresa para secar el Ranchería por el camino
largo: secando sus arroyos. El p40 despertó la indignación de las
comunidades guajiras, así como la de la opinión pública nacional,
que durante los años 2014 y 2015 tuvo noticia, a través de los medios
de comunicación y las redes sociales, de la muerte de más de 5000
niños wayuu por desnutrición en este departamento. Dicha situación,
causada por el desabastecimiento hídrico, suscitó una pregunta de
naturaleza ecológica y política: ¿cómo es posible permitir el desvió
de fuentes hídricas en un departamento en donde las personas mueren de
sed y por deficiencias nutricionales?
Esta pregunta, que dirigió durante varios meses el debate y
presionó a varias instancias para hacer una moratoria al proyecto,
nos muestra una de las principales ref lexiones que este tipo de
apropiación y privatización suscita, la cual tiene que ver con la inte-
gralidad ecológica de los territorios. Las empresas mineras arguyen
repetidamente que las intervenciones a tramos de ríos, arroyos y
quebradas no causan un impacto de gran escala y que, por medio
de procedimientos técnicos de simulación de cauce, traslado de
fauna, reforestación etc., se restauran las fuentes desviadas y sus

112
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

ecosistemas asociados; no obstante, varios ejemplos, como el desvío


del arroyo Aguas Blancas o el arroyo La Puente han demostrado
que a largo plazo los efectos en la disminución de caudales, la sedi-
mentación y la pérdida de biodiversidad son evidentes. Sin contar
con la fragmentación del ciclo hídrico, es decir que arroyos, pozos
subterráneos, jagüeyes, la lluvia y los ríos guardan una relación que
no puede ser vista de manera fracturada, ya que el sistema hídrico
es integral, se interconecta y se alimenta, lo cual significa que una
modificación en ese ciclo repercute en estos espacios y procesos
amenazando integralmente la disponibilidad hídrica.
Los desvíos de fuentes hídricas, además de significar un atentado
ecológico, normalmente se hacen para ampliar los tajos de explotación
minera, lo que implica que el arroyo no queda exento de las afecta-
ciones de su vecindad con el tajo; por el contrario, las desviaciones
significan más vulnerabilidad frente a la contaminación y además una
pérdida definitiva del territorio del agua, ya que estos desplazamientos
resultan temporales frente a los apetitos de ampliación minera que
siempre presuponen la expansión.
Es importante señalar que este tipo de apropiaciones implican
no solo la privatización del agua sino también del territorio, ya que
en el caso de la Guajira la compra de predios y la realización de obras
de desviación han producido la restricción de movilidad de las comu-
nidades adyacentes a la obra, la militarización de sus territorios y su
copamiento industrial, así como nuevos relacionamientos de género
propiciados por la presencia de trabajadores hombres y soldados cerca
a las comunidades.
También existe otra modalidad de privatización por desviación
o intervención de las fuentes hídricas, asociada con la realización
de obras hidráulicas como represas o distritos de riego. Para el caso de
la Guajira y el Cesar, en el 2010 se finalizó la represa el Cercado y el
distrito de riego del río Ranchería, después de casi cinco años de cons-
trucción. Esta gran obra de infraestructura tenía varios propósitos,
entre los que estaba surtir los acueductos de nueve municipios del
sur de la Guajira, producir energía y alimentar los distritos de riego
del Ranchería y San Juan del Cesar. La construcción tuvo grandes
demoras y sobrecostos, así como procedimientos inadecuados de

113
Catalina Caro Galvis

consulta previa a las comunidades indígenas que habitaban la zona


de construcción; actualmente, esta no ha significado ninguna mejora
para el abastecimiento de agua en los departamentos. Por el contrario,
y como ha sido ampliamente denunciado por el movimiento Ríos
Vivos y las comunidades indígenas wiwas y wayuu, esta obra significó
el desplazamiento y la pérdida de los medios y los significados de vida
de muchas comunidades indígenas de la zona, así como problemas de
salud y nuevos desplazamientos después del llenado, que fue irregular
y por fuera de los parámetros establecidos.
Para los habitantes de la Guajira, el represamiento del río Ran-
chería no ha significado ningún beneficio para el mejoramiento de
la distribución del agua y el abastecimiento a los municipios, por el
contrario, esta apropiación y privatización de sus aguas ahora solo
sirven a los intereses privados tanto de la minería como del agrone-
gocio (cultivos de arroz). Es claro que la represa el Cercado, aunque
fue promocionada entre la población como una obra que pretendía
contribuir a la solución de los problemas de agua del departamento,
desde el principio estaba pensada como una estrategia de acapara-
miento y privatización del agua con fines industriales.
Frente a esta situación, el silencio de la institucionalidad am-
biental ha sido absoluto, sólo hasta el 7 de enero de 2015, debido a la
fuerte temporada de sequía, Corpoguajira expidió la Resolución 035,
que restringe el uso de las aguas de la represa para el sector arrocero.
Sin embargo, el seguimiento y la realización de las interconexiones
con los acueductos municipales sigue en espera, mientras que los
problemas de abastecimiento, distribución y uso del agua continúan
y se agudizan en las zonas urbanas y rurales de municipios como
Barrancas, Hatonuevo y Albania.

Privatización por contaminación


Junto a estos procesos de apropiación y privatización mediante
desvíos, represamiento o confinamiento de aguas, encontramos
también una de las formas más aterradoras de la privatización: la
contaminación. Como hemos insistido, los procesos de privatización y
apropiación del agua parten de una visión mercantil de este elemento
vital, la cual supone que controlar y acumular el agua es sinónimo

114
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

de poder. En este sentido, las consecuencias de la apropiación y uso


desmedido del agua resultan insignificantes para las personas, gremios
o empresas que se la apropian.
Siguiendo a Isch (2010, p. 114) “la contaminación se define como
el cambio de la naturaleza de un recurso o de las condiciones en las
cuales se desarrolla la existencia de las relaciones al interior de un
ecosistema”. Esta contaminación es agenciada de manera diferenciada
por varios actores en el territorio, pero los intereses privados e indus-
triales han sido especialmente uno de los mayores responsables de
entregar aguas inservibles a comunidades y personas que dependen
de ellas y que se juegan su posibilidad de pervivencia, ya que sin
agua para el consumo y para la agricultura familiar los humanos y
no humanos están destinados a la muerte.
Los procesos de privatización de agua por contaminación traen
consigo una concepción inmediatista y a corto plazo, “ya que en esta
apropiación sólo se valora todo aquello que pueda tener una utilidad
económica” (Isch, 2010, p. 114), lo que convierte al agua en un producto
casi desechable, sin tener en cuenta su carácter complejo e inseparable
del sostenimiento de la vida en el planeta.
La industria minera requiere grandes cantidades de agua, tanto
para el proceso de extracción como para la operación y el sostenimiento
de los complejos asociados al funcionamiento de la mina. Pero más allá
del agua que se consume, las cantidades de agua que se contaminan son
mucho mayores: en los procesos de perforación en donde se contaminan
los acuíferos, reservorios de agua subterránea; en los procesos de dis-
posición de materiales estériles en donde por lixiviación se acidifican
las fuentes superficiales de agua; en los procesos de transporte, etc.
La contaminación se desarrolla como una estrategia en la cual
los sectores industriales y extractivos le quitan a las poblaciones el
agua útil y sana y, en muchos casos, las obligan a desplazarse o a pagar
en sus cuerpos el precio de un consumo de agua de mala calidad.
Enfermedades, desnutrición e insalubridad se conciben como muertes
lentas que garantizan la expulsión y el sacrificio humano y natural
para el extractivismo. La estrategia es “quitar el recurso a los demás,
de manera tal que, en última instancia, la cantidad y calidad de agua
queda en pocas manos” (Isch, 2010, p. 116).

115
Catalina Caro Galvis

Otra de las mayores consecuencias de la contaminación de las


aguas por la minería de carbón en la Guajira son las enfermedades
a las que se enfrentan las comunidades, así como la incertidumbre
alimentaria que se vive. Como ha sido narrado por los líderes y las
comunidades afectadas, las aguas contaminadas y la desaparición
de fuentes de agua han significado la pérdida del buen vivir, de las
prácticas y de su autonomía alimentaria
Con los cambios en el territorio ha habido un exterminio cultural,
porque realmente, primero a la orilla del río y los arroyos en las partes
bajas donde nosotros llamábamos calceta, sembrábamos, plátano,
yuca, fríjoles, ahuyama, guineo en verano, porque la fertilidad de la
tierra estaba allá, porque esto en invierno se inundaba y en verano
podíamos sembrar y aguantaba y se cultivaba, ya no se puede hacer,
entonces ahí hemos perdido el buen vivir, ese buen vivir que teníamos
antes de la llegada de la minería ya no lo tenemos, ya lo que hemos
tenido es un desplazamiento forzado, un desarraigo total, pero con ese
desarraigo llegó la pobreza extrema, ahora nosotros llevamos del bulto,
estamos sumidos en la pobreza. (Entrevista a líder afro guajiro)

La contaminación de las aguas también se ha convertido en una


estrategia de corporativización de la vida cotidiana de las comunidades.
En la Guajira, la empresa minera acumula y contamina el agua para
luego —mediante responsabilidad social empresarial— distribuir
aguas sanas e infraestructura que tiene como objetivo esconder
y maquillar una estrategia de dependencia y de control de la vida
de los indígenas y afroguajiros. En esta vía, la empresa ha ofrecido
soluciones temporales e ineficientes que no garantizan el suministro
y la disponibilidad de agua para todas las poblaciones afectadas;
por ejemplo, proyectos como los reservorios de agua lluvia resultan
irrisorios en una zona del país que tiene bajas precipitaciones y que
ha estado fuertemente afectada por la variabilidad climática durante
los últimos tres años.
Finalmente, la contaminación, que no solo se realiza sobre las
aguas sino que afecta todas las partes que componen los ecosistemas
adyacentes a la explotación minera (el aire, los bosques y el subsuelo)
termina por convertirse en un factor de expulsión de las comunidades.

116
Las venas de la tierra, la sangre de la vida: significados y conflictos por el agua...

El cercamiento ambiental y de subsistencia que el extractivismo


agencia es uno de los vectores de desplazamiento forzado que ha re-
producido nuevas victimizaciones. Las “víctimas del desarrollo” han
sido reasentadas en espacios diferentes, con otro tipo de viviendas,
otras formas de relacionamiento con el agua y maneras distintas de
comunicación comunitaria, etc.
Estas víctimas, invisibilizadas en los marcos de política pública,
son ahora los nuevos sujetos de la lucha ambiental, que no solo pugnan
por la expulsión del modelo extractivo trasnacional, sino que ahora
resisten la llegada de las diversas formas de economía verde, que en los
actuales momentos de posacuerdo, parecen ser la apuesta de paz del
gobierno actual. En la Guajira, la incertidumbre frente al crecimiento
minero continúa signando la vida de las mujeres y hombres wayuu y
afroguajiros quienes, con poco, siguen sobreviviendo y reinventando
sus luchas después de treinta años de expoliación. El agua, otra víctima,
agoniza ante el silencio del gobierno nacional y los gobiernos locales.

Conclusiones
El agua de la Guajira no solamente ha sido sistemáticamente
vulnerada por las actividades asociadas al carbón; en efecto, otras
formas de extractivismo como la agroindustria, las represas, la explo-
tación de gas, se expanden por el departamento como un cáncer que
privatiza el agua, desplaza y despoja a las comunidades y continúa
territorializando el extractivismo en este departamento, configu-
rándolo como una “zona de sacrificio”; este concepto desarrollado
para varias zonas de copamiento extractivo en Chile, ha mostrado
cómo los gobiernos eligen estratégicamente territorios con grandes
riquezas asociadas a los minerales y el agua para entregarlos inte-
gralmente al capital trasnacional.
La Guajira es un departamento que ejemplifica dicha situación,
proyectos energéticos de toda índole han sumido al departamento en
una crisis social, cultural y ambiental. Esta crisis ha llegado a extremos
deplorables, asociados al sistemático exterminio material y cultural
de las comunidades indígenas wayuu y afroguajiras, así como a la
muerte de arroyos, manantiales y ecosistemas estratégicos como el
bosque seco tropical.

117
Catalina Caro Galvis

Sin duda, la Guajira es mucho más que carbón y energía, es un


territorio con una riqueza cultural, cosmológica y social de gran im-
portancia para el patrimonio y la memoria de Colombia. Sus playas,
pescadores, indígenas y negros son parte de la memoria viva que se ha
resistido al exterminio, a las invasiones, a las bonanzas, a la sequía y
ahora al extractivismo. Urge que la Guajira sea reubicada en el ­proyecto
político y económico del país, revalorando sus potencialidades más
allá del extractivismo y sobre todo retornándole a este territorio las
condiciones necesarias para que los derechos sean realizados y prote-
gidos por un Estado a favor de sus ciudadanos y no de las e­ mpresas.
El momento es propicio, gracias a los grandes pasos que los movi-
mientos sociales han dado para garantizar su participación en los
destinos de sus regiones y a los nuevos aires de construcción de paz
que recorren a Colombia y que se constituyen en un momento histórico
para emprender nuevos rumbos.

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121
¿Gobernanza del agua en la Sierra
Nevada de Santa Marta, Colombia?
Tensiones y articulaciones alrededor
de un recurso de uso común1

Maria Isabel Valderrama González


Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales

ehess – París, Francia

Introducción
Además de las diferentes mallas político-administrativas y jurídico-
ambientales que se superponen en la Sierra Nevada de Santa Marta2
(dieciséis municipios, tres departamentos, tres resguardos indígenas,
dos parques nacionales naturales, reserva forestal, reserva de biosfera, y
un parque arqueológico), cada una con sus instrumentos respectivos de
gestión y ordenamiento (planes de ordenamiento territorial, planes
de desarrollo municipal y departamental, planes de gestión ambiental,
plan propio indígena y planes de manejo), existen otras unidades
territoriales en las que se ha dividido el macizo para su planificación:
las cuencas hidrográficas. Consideradas por ley como las unidades
biogeográficas más adecuadas para el ordenamiento ambiental del
territorio, en cuanto son las que mejor permiten comprender el flujo

1 Este capítulo hace parte de una tesis doctoral titulada Límites de la


gobernanza en territorio indígena. Representaciones y discursos alrededor del
ordenamiento territorial en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia),
presentada y defendida en julio de 2016 en la Escuela de Altos Estudios en
Ciencias Sociales (ehess) en París, Francia.
2 La Sierra Nevada de Santa Marta es un macizo montañoso de 17.000 km2
y 5.775 m de altura, localizado en inmediaciones de la Costa Caribe
colombiana.

123
Maria Isabel Valderrama González

y la regulación del agua (Palacio, 2015, p. 16), las cuencas son objeto
de planificación, ordenación y manejo.
Los planes de ordenación y manejo de cuencas hidrográficas
(pomca) son, en este sentido, el instrumento a través del cual se realiza
la planeación del uso del suelo y el manejo de cuencas por medio de la
ejecución de obras y tratamientos, esto con el fin de mantener el equi-
librio entre el aprovechamiento social y económico de los recursos, así
como la conservación físico-biótica de las cuencas y del recurso hídrico.3
Los pomca constituirían asimismo un sistema de gobernanza territorial
y ambiental4, en cuanto la ordenación y manejo del suelo se entiende
como “[…] el proceso de planificación, permanente, sistemático, previsivo
e integral adelantado por el conjunto de actores que interactúan en y
con el territorio de una cuenca” (Ministerio de Ambiente, 2014, p. 11).
El Ministerio de Ambiente incluso considera que la formulación e im-
plementación de los pomca constituyen escenarios de relacionamiento
propicios para el desarrollo de una gobernanza del agua, “donde se
reflejen los acuerdos y compromisos entre el poder público, la sociedad
civil, las comunidades étnicas y los sectores económicos” (p. 14).
Aunque no hay acuerdo alguno acerca de una definición única
de la gobernanza del agua, esta es entendida en Colombia como “[…]
los procesos de coordinación y cooperación de distintos y diversos
actores sociales, sectoriales e institucionales que participan en su
gestión integrada”.5 En el marco de los pomca, estos procesos deben

3 Véase Ministerio de Ambiente. Planes de Ordenación y Manejo de Cuencas


Hidrográficas (pomca). En línea: https://www.minambiente.gov.co/index.
php/component/content/article?id=536:plantilla-gestion-integral-del-
recurso-hidrico-23 [consultado el 18 de marzo de 2016].
4 Mientras que la gobernanza territorial hace referencia a un proceso de
organización de las múltiples relaciones que caracterizan las interacciones
entre actores e intereses diversos presentes en el territorio, la gobernanza
ambiental remite a la administración del medio ambiente, entendido desde
los recursos comunes, donde las reglas de su uso y gestión se producen en
la deliberación entre actores heterogéneos en un territorio descentralizado
(Palacio, 2015, pp. 13, 14).
5 Véase Ministerio de Ambiente. “Gobernanza del agua”. En línea:
https://www.minambiente.gov.co/index.php/component/content/
article?id=1957:gobernanza-del-agua [consultado el 18 de marzo de 2016].

124
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

—idealmente— llevarse a cabo teniendo en cuenta que los intereses de


los diversos actores son relevantes, considerando justa y equitativamente
las necesidades y responsabilidades existentes en la cuenca, y estable-
ciendo procedimientos transparentes, los cuales constituyen la base de
confianza de las interacciones (Ministerio de Ambiente, 2014, p. 14).
Pero si bien los pomca representan la oportunidad de lograr una
coordinación institucional más efectiva, real e incluyente, su for-
mulación no está exenta de relaciones de fuerza entre los actores
del territorio.
Como veremos a continuación, en lo que respecta a la Sierra Nevada
de Santa Marta, la implementación de estos mecanismos de gobernanza
ha tenido dificultades relacionadas con: los intereses políticos de los
que son susceptibles las Corporaciones Autónomas Regionales6; la
gestión ambiental desarticulada a causa de las tensiones entre estas y
los Parques Nacionales Naturales7; la normatividad que ha restringido
la participación de estos últimos en las comisiones conjuntas encar-
gadas de concertar y definir las políticas para la ordenación y manejo
de cuencas compartidas entre dos o más autoridades ambientales8; las
diferentes prioridades en materia de usos del suelo —tendientes tanto
a la conservación a largo plazo, como a la disponibilidad inmediata,
por medio de embalses, del recurso hídrico—, las diferentes visiones
del agua (en cuanto recurso, bien y servicio), y las reivindicaciones de
los pueblos indígenas del macizo, no solo como actores legítimos de su

6 Autoridades ambientales del orden regional. En el caso de la Sierra Nevada


de Santa Marta, tres corporaciones tienen allí jurisdicción, una por cada
departamento.
7 Los Parques Nacionales Naturales son autoridades ambientales dentro de
los límites de las áreas protegidas que administran. Dos tienen presencia en
el macizo: el Parque Nacional Natural Tayrona, y el Parque Nacional Natural
Sierra Nevada de Santa Marta.
8 El decreto 1640 de agosto de 2012, “por medio del cual se reglamentan los
instrumentos para la planificación, ordenación y manejo de las cuencas
hidrográficas y acuíferos, y se dictan otras disposiciones”, estableció
en su artículo 44 que, cuando hubiere lugar, los Parques Nacionales
participarían en las comisiones conjuntas solo en calidad de invitados; es
decir, con voz pero sin voto.

125
Maria Isabel Valderrama González

propio territorio9, sino en cuanto autoridades ambientales con capa-


cidad técnica y organizativa para liderar los procesos de formulación
de los pomca que les atañe.
A ello se suma el incumplimiento, por parte del Estado, de
los compromisos adquiridos previamente con estos pueblos en
materia de ordenamiento territorial, así como el desconocimiento
de derechos territoriales a causa de la construcción inconsulta de
infraestructuras de desarrollo. Todas estas dificultades han afectado
a su vez las condiciones necesarias para la concreción de dichos ins-
trumentos de planificación territorial, en cuanto escenarios exitosos
de acción colectiva.

Los pomca: de instrumentos de planificación


a escenarios de gobernanza
Según la normatividad vigente, es competencia de las Corpo-
raciones Autónomas Regionales la elaboración de los pomca de su
jurisdicción, así como la coordinación de la ejecución, seguimiento
y evaluación de los mismos (artículo 18, decreto 1640 de 2012).
El proceso de ordenación de una cuenca hidrográfica se inicia mediante
un acto administrativo de declaratoria por parte de la corporación
competente, o de la comisión conjunta en caso de que la cuenca sea
compartida entre dos o más corporaciones autónomas regionales.
Luego, en la fase de aprestamiento se conforma el equipo técnico para
realizar el proceso de ordenación, se identifican los actores del terri-
torio que han de constituir un Consejo de Cuenca y, si a ello hubiere
lugar, se desarrolla el proceso de pre-consulta con las comunidades
indígenas.10 La consulta como tal debe llevarse a cabo durante la fase

9 La Sierra Nevada de Santa Marta es el territorio ancestral de koguis,


arhuacos, wiwas y kankuamos, pueblos indígenas que se consideran
descendientes de la antigua civilización Tayrona.
10 Las fases que comprende todo el proceso son: 1) aprestamiento, 2)
diagnóstico, 3) prospectiva y zonificación ambiental, 4) formulación,
5) ejecución, 6) seguimiento y evaluación (artículo 26, decreto 1640 de
2012). Por su parte, el Consejo de Cuenca es la instancia consultiva de
todos los actores que viven y desarrollan actividades dentro de la cuenca
hidrográfica (artículo 48), está integrado por los representantes de cada una
de las personas jurídicas públicas o privadas asentadas y que desarrollen

126
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

de formulación, con el fin de formalizar los acuerdos a los que se haya


llegado con los indígenas en el marco del Consejo de Cuenca.
Aunque la elaboración de los pomca sea responsabilidad de las
Corporaciones Autónomas Regionales, estas muchas veces no cuentan
con el personal ni las capacidades requeridas para realizar los estudios
técnicos, de manera que contratan a otras entidades para que los
lleven a cabo. Si bien esto despierta recelos entre los pueblos indígenas
de la Sierra Nevada de Santa Marta ante la presencia de agentes ex-
ternos a su territorio, también ha dado pie a experiencias exitosas de
trabajo intercultural, como la que se llevó a cabo en la cuenca del río
Santa Clara-Cañas, cuyo pomca fue objeto de un convenio entre la
Corporación Autónoma Regional de la Guajira (Corpoguajira) y
la Organización Gonawindúa Tayrona (ogt)11. Mientras que para la
formulación de otros pomca se ha recurrido a la capacidad técnica de
instituciones como la Universidad de Cartagena (para los pomca del
Magdalena), la ong Conservación Internacional (para los pomca de
la Guajira) y la Fundación Pro-Sierra Nevada de Santa Marta12 (para
algunos pomca del Magdalena, la Guajira y Cesar), en este caso fueron
los mismos indígenas quienes elaboraron los diagnósticos técnicos y
propusieron las categorías y programas de manejo de la cuenca del
río Santa Clara-Cañas13, teniendo en cuenta la participación de los
campesinos localizados en la zona media y baja de la misma.

actividades en la cuenca, así como de las comunidades campesinas,


indígenas, negras, y asociaciones de usuarios y gremios, según el caso
(artículo 49).
11 Organización indígena del pueblo Kogui.
12 ong ambientalista de carácter regional.
13 Las categorías de manejo para la cuenca propuestas por la ogt
responden a relaciones entre los aspectos físicos y espirituales del
territorio. Con base en ello, los kogui han construido una serie de
normas que regulan la intervención humana en dichas áreas: prohibición
de la cacería, cultivos, ganadería y tala de árboles en ciertas zonas;
realización de pagamentos en todas ellas; autorización de quema
restringida en ciertas épocas y solo para algunas categorías de manejo;
autorización para sacar madera para la construcción y la leña en ciertas
áreas; y restricción de uso de algunas de ellas, el cual es exclusivo de los
mamos, sus autoridades tradicionales (ogt, 2005, p. 49).

127
Maria Isabel Valderrama González

Experiencias piloto como la de la formulación del pomca de


este río por parte de la ogt se enfrentan, sin embargo, a dificultades
para su implementación y réplica. Por un lado, las modificaciones
a la normatividad introducidas con el decreto 1640 de 2012 esta-
blecieron que la ordenación de cuencas pequeñas —como la del
río Cañas— se haría en conjunto con las de otros ríos con las que
conforman una subzona hidrográfica. De manera que para el caso
de la Sierra Nevada de Santa Marta fueron agrupados en una misma
subzona las cuencas de los ríos Ancho, San Salvador, Jerez, Lagarto,
Maluisa y Cañas, lo cual implica un nuevo proceso de concertación
y formulación. Y si bien esto significaría la participación directa de
los indígenas en el ordenamiento de un bloque de territorio mucho
más amplio, para uno de los funcionarios de la Corporación Au-
tónoma Regional del Magdalena (Corpamag) la formulación del
pomca del río Santa Clara-Cañas por parte de la ogt fue posible
por el mismo hecho de que se trataba de una cuenca pequeña, que
se encuentra además dentro del resguardo kogui-malayo-arhuaco.
Según dicho funcionario, en el departamento de Magdalena, por su
parte, no se ha pensado en la posibilidad de que se lleve a cabo este
tipo de experiencias con los indígenas, ya que las cuencas objeto
de ordenación son muy extensas y presentan problemas críticos de
uso del suelo, sobre todo en las zonas bajas del macizo, debido a la
presencia de campesinos y agroindustrias (entrevista a funcionario
de Corpamag, 8 de octubre de 2012).
Igualmente ocurre en el departamento del Cesar, donde el choque
de intereses llevó a suspender, por cerca de once años, la formulación
del pomca del río Guatapurí. Priorizado para ordenación por la
Corporación Autónoma del Cesar (Corpocesar) en agosto de 2003,
el proceso de formulación del pomca de este río no pudo llevarse a
cabo en su momento debido a dificultades en la ejecución de la fase de
aprestamiento. Tensiones entre los indígenas —quienes reivindicaban
que este proceso se llevara a cabo de acuerdo con su visión ancestral
del ordenamiento territorial— y la alcaldía de Valledupar, que desde
el principio insistió en la construcción de la represa de Los Besotes,
con la cual los indígenas nunca han estado de acuerdo, dieron al traste
con el proceso.

128
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

El caso del río Guatapurí:


conservación vs. abastecimiento
La cuenca del río Guatapurí es una de las más conflictivas de la
Sierra Nevada de Santa Marta (Parriche, 2011, p. 4). Con un área total
de 86.315 hectáreas y una población estimada en 384.000 personas
aproximadamente (de las cuales 86% corresponden a la población
urbana, 12% a la población campesina y 2% a la población indígena),
esta cuenca es una de las más grandes y pobladas del macizo (Aja, 2010,
p. 167). De acuerdo con Aja, en ella viven de manera permanente varias
comunidades de los pueblos indígenas arhuaco, kogui y kankuamo,
mientras que para el wiwa constituye una ruta de paso y de inter-
cambio político y cultural con los otros tres pueblos. La parte baja de
la cuenca la ocupan, por su parte, decenas de familias de campesinos
y colonos de origen caribeño (en su mayoría), así como terratenientes
dedicados a la ganadería y al cultivo de palma de aceite. En la última
etapa de los cerca de 72 kilómetros de recorrido del río Guatapurí,
antes de desembocar en el río Cesar, se localiza finalmente la ciudad
de Valledupar, capital de departamento (p. 167).
En cuanto a las mallas político-administrativas y jurídico-am-
bientales que se superponen en este territorio, las 86.315 hectáreas que
comprende la cuenca del río Guatapurí se encuentran distribuidas
entre los municipios de Valledupar (el cual ocupa 12.564 hectáreas
correspondientes al 14.5% del área total de la cuenca) y Pueblo Bello
(con 73.750 hectáreas equivalentes al 84.5%). Asimismo, aproximada-
mente 36.176 hectáreas de esta cuenca se encuentran en jurisdicción
del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, y 41.719
hectáreas son ocupadas por los indígenas de los resguardos arhuaco,
kogui-malayo-arhuaco y kankuamo.14 La totalidad de la cuenca del
río Guatapurí está igualmente en jurisdicción del territorio ancestral
delimitado por la Línea Negra15 (Aja, 2010, p. 185).

14 Información contenida en la resolución 1339 de 2014 de Corpocesar,


por medio de la cual se declara nuevamente en ordenación la cuenca
hidrográfica del río Guatapurí.
15 Límite simbólico del territorio ancestral de los cuatro pueblos indígenas de
la Sierra Nevada de Santa Marta, el cual cuenta con un área aproximada de
2.124.000 hectáreas (uaespnn–Territorial Costa Atlántica, 2005, p. 53).

129
Maria Isabel Valderrama González

Si bien se acordó formular el pomca del río Guatapurí teniendo


en cuenta la visión ancestral de los pueblos indígenas de la Sierra como
principio orientador —en cumplimiento de los acuerdos políticos lo-
grados en 2002 y 2003 entre las organizaciones indígenas y el gobierno
nacional, relativos a la planificación y gestión ambiental del macizo16—,
ello suponía aceptar un nuevo paradigma de ordenación de cuencas,
fundamentado en prácticas tradicionales de conservación a largo plazo
tendientes a mantener la regulación natural del caudal (Aja, 2010, p. 205).
Esto no era compatible con las prioridades de la clase dirigente de Valle-
dupar, la cual promovía la construcción del embalse de Besotes como la
única solución para el abastecimiento de agua de la ciudad (amenazada
por la disminución de la oferta hídrica), inundando con ello parte del
territorio ancestral indígena. Según Aja (p. 183):
[…] el pomca del Guatapurí se percibía por los diferentes actores
como un escenario para el consenso político, técnico, intercultural e
interdisciplinario y de diálogo de visiones diferentes del mundo alre-
dedor de un espacio común.

Ahora bien, este diálogo se vio dificultado no solo por priori-


dades incompatibles en materia de conservación y disponibilidad
del recurso hídrico, sino por las dinámicas internas de las organiza-
ciones indígenas, así como por los tiempos limitados de dedicación
efectiva por parte de las autoridades ambientales y los lentos procesos
administrativos a los que estas están sujetas (Aja, 2010, pp. 205, 206).
Uno de los funcionarios de Corpocesar señala al respecto que:
El de los indígenas es un proceso que no satisface los tiempos insti-
tucionales, porque los tiempos de los indígenas son muy diferentes a los

16 Dichos acuerdos fueron logrados durante las sesiones del Comité Directivo
del Consejo Ambiental Regional de la Sierra Nevada de Santa Marta (car),
llevadas a cabo el 10 de diciembre de 2001, y los días 7 y 8 de marzo de
2002. Dicho consejo fue creado en 1996 como mecanismo de coordinación
institucional cuyo fin era la implementación de un plan de desarrollo
sostenible para la Sierra. No obstante, dejó de ser operacional en 2009
debido a las dificultades para conciliar los puntos de vista de los diferentes
actores allí presentes, entre estos los indígenas, quienes consideraban que no
existían las garantías suficientes para su participación real y efectiva en tal
espacio de negociación.

130
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

tiempos nuestros. Nosotros necesitamos cumplir unas metas en un año.


Para ellos un año es una hora. Entonces un proceso puede durar para
ellos diez años; pero ellos no están pensando en esos diez años, sino que
el proceso se da cuando se dé. Y las instituciones no hemos entendido eso.
(Entrevista a funcionario de Corpocesar, 4 de mayo de 2010)

Las dificultades que llevaron a la suspensión de la formulación


del pomca del río Guatapurí generaron una ruptura en las relaciones
entre los indígenas, la Alcaldía de Valledupar y Corpocesar. Objeto de
críticas por parte de la opinión pública por no haber adelantado gestiones
en los últimos años para la ordenación de los recursos hídricos del
departamento, Corpocesar ha venido descargando su responsabilidad
sobre los indígenas, argumentando en los medios de comunicación
regional que, pese a la voluntad de la corporación, el principal “freno”
para avanzar en dichos procesos está relacionado con la aprobación de
dichas comunidades (A poner en orden…, 2014). Estas, por su parte,
acusan a la corporación de no ejercer control alguno sobre las cerca
de 164 concesiones de agua que ha otorgado al sector agropecuario,
y las cuales han repercutido en la disminución del caudal del río
(El árido futuro…, 2014)17. Por otro lado, y en lo que respecta a la
represa de Los Besotes, Corpocesar había cofinanciado el estudio de
prefactibilidad del mismo, lo cual desvirtuaba, para los indígenas, el
proceso de formulación del pomca del río Guatapurí.
Ahora bien, la cuenca de este río fue declarada nuevamente en
ordenación a través de la resolución 1339 de octubre de 2014 emitida
por Corpocesar, luego de que la misma fuera priorizada por el Mi-
nisterio de Ambiente como una de las cuencas afectadas por la ola
invernal que azotó al país entre 2010 y 2011 (fenómeno conocido como

17 Estas concesiones corresponden a permisos otorgados por Corpocesar


a agricultores, ganaderos, arroceros y cultivadores de palma para captar
agua del afluente, y por las cuales la entidad recibe cerca de 557 millones de
pesos anuales que deberían invertirse en la recuperación de las cuencas. Se
tendrían concesionados 6.109 litros de agua de los 11 mil que presenta el río
actualmente. Véase al respecto el artículo de prensa titulado “Corpocesar
vende el agua del Guatapurí a los ricos del Valle” (Corpocesar vende el
agua…, 2016).

131
Maria Isabel Valderrama González

La Niña y que produjo el desbordamiento de quebradas y ríos). A ello


se suma la grave situación de sequía que presenta esta cuenca durante
el verano, debido a la pérdida de cobertura vegetal a causa de la presión
demográfica y las diferentes actividades antrópicas que tienen lugar
en el territorio (véase resolución 1339 de 2014).
Pero si bien la formulación de este pomca inició en agosto de 2015,
con una duración estimada de once meses18, solo ha sido llevada a cabo
la fase de aprestamiento. Por su parte, se prevé dar inicio al proceso
de consulta previa con los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de
Santa Marta en julio de 201719. No obstante, y como lo señalara un
reporte técnico:
[…] a pesar de que los pueblos indígenas son bastante escépticos
en cuanto al desarrollo del pomca de la cuenca del río Guatapurí
debido a varios intentos fallidos para la realización del mismo, en el
presente proceso ven compromiso y seriedad por parte del Estado.
(Consorcio Guatapurí-Cesar, 2016, p. 25)

Queda por ver si en esta ocasión, en la que finalmente se ha optado


por un enfoque diferencial, es posible la construcción conjunta del
pomca del río Guatapurí, conciliando puntos de vista históricamente
antagónicos como lo han sido la conservación a largo plazo y la dis-
ponibilidad inmediata de su caudal.

La gobernanza frente a las tensiones entre


lo público, lo común y lo general
Las dificultades ligadas a la formulación de los pomca —entre
ellas la relativa a la consulta previa— ponen en evidencia las tensiones
existentes entre las diferentes visiones que tienen los actores del terri-
torio respecto al agua. Si bien la normatividad exige la realización de la

18 Según boletín de prensa de la entidad, publicado el 8 de octubre de 2015 y


disponible en línea: www.corpocesar.gov.co/files/noticia109.pdf [consultado
el 18 de marzo de 2016].
19 Según el acta de reunión de pre-consulta realizada el 2 de marzo de 2017,
y disponible en línea: http://www.corpocesar.gov.co/Acta%20reunion%20
de%20Preconsulta%20POMCA%20Rio%20Guatapuri.pdf [consultado el 2
de abril de 2017].

132
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

consulta previa cuando la formulación de un pomca incida de manera


directa y específica sobre comunidades étnicas (artículo 33, decreto
1640 de 2012), dos conceptos emanados de la Dirección de Consulta
Previa en 2012 señalaron, para dos casos específicos de formulación de
pomca en otras regiones del país, que no era necesario llevar a cabo
dicho proceso. Esto no solo despertó inquietudes entre las Corpora-
ciones Autónomas Regionales con injerencia en la Sierra Nevada de
Santa Marta, algunas de las cuales se preguntaban en ese entonces si
lo mismo podría pasar con sus pomca, sino que pone sobre la mesa los
elementos de un debate geopolítico que tiene que ver con las diferentes
escalas de interpretación de lo común, lo público y lo general.
Los conceptos mencionados, que datan de julio y agosto de 201220,
señalan: primero, que el agua es un derecho humano así declarado por
la onu; segundo, que dentro de los fines esenciales del Estado está el de
garantizar el derecho de los administrados a gozar del servicio público
de agua potable y saneamiento básico; y tercero, que la ausencia de
planes de ordenación y manejo de cuencas repercute en inundaciones
de las mismas en invierno y su consecuente sequía durante el verano.
Habida cuenta de estas razones, la Dirección de Consulta Previa no
consideraba indispensable surtir el trámite de consulta previa con las
comunidades étnicas concernidas.
Las consideraciones de la Dirección de Consulta Previa tienen
que ver con el hecho de que la Constitución Política de Colombia
señala, en su primer artículo, que el interés general prevalece sobre
cualquier otro interés. Para Rodríguez (2014, p. 147), esto genera
confrontaciones entre el derecho al desarrollo y los derechos de los
pueblos indígenas, entre los que se encuentra el de la consulta previa.
Y es que si bien las comunidades indígenas reivindican su derecho a
ser consultadas sobre las medidas susceptibles de afectarlas (teniendo
en cuenta que los pomca implican obras y zonificaciones para uso y

20 Se trata de las respuestas dadas por escrito a dos oficios allegados a la


Dirección de Consulta Previa, en los cuales las Corporaciones Autónomas
Regionales de Nariño y del Valle del Cauca preguntaban sobre la
necesidad de realizar el procedimiento de consulta previa en el marco de la
formulación del pomca del río Guaitara (en el caso de Corponariño), y en
general de los pomca del departamento (para el caso de la segunda).

133
Maria Isabel Valderrama González

manejo del agua), las poblaciones urbanas reclaman el suyo sobre el


acceso y disponibilidad inmediata de servicios públicos que, como el
agua, garantizan su desarrollo económico y social.
Pero más allá de las contradicciones que generaron los dos con-
ceptos elaborados por la Dirección de Consulta Previa respecto a la
ley —y que por lo mismo quedarían sin efecto luego de haber creado
confusión por parte de las entidades involucradas en la formulación
de los pomca—, nos interesaremos en las representaciones relativas al
agua y cuyo antagonismo constituye un obstáculo para su gestión, esto
teniendo en cuenta que los conflictos ligados a su utilización, manejo
y conservación hacen de ella un objeto de representación social por
excelencia (Navarro Carrascal, 2009, p. 68). El carácter estratégico
que el agua presenta en la Sierra Nevada de Santa Marta genera en
ese sentido una tensión alrededor de nociones como bien común,
servicio público e interés general. Estas tensiones son el resultado de la
multiplicidad de demandas, pretensiones y aspiraciones que confluyen
sobre un recurso limitado, y que se vinculan a su aprovechamiento
real o potencial (Martín y Justo, 2015, pp. 11, 13).
Si bien Martín y Justo señalan que uno de los principales factores
de generación de conflictos por agua es la competencia entre los usos
agrícolas, industrial y doméstico (p. 15), en el caso de la Sierra Nevada
de Santa Marta el conflicto tiene que ver con la disponibilidad inme-
diata del agua para el desarrollo socioeconómico regional. Pese a que
su aprovechamiento minero y agroindustrial impacta la cantidad de
agua disponible para el consumo doméstico de ciudades como Valle-
dupar, la clase política de este municipio ha alimentado la idea de que
el problema del desabastecimiento de agua lo constituye, no su sobre-
explotación agroindustrial, sino la posición indígena de no permitir
la construcción de infraestructuras en sus territorios con el fin de
garantizar la disponibilidad de agua para todos los usos requeridos.21

21 Estos usos son: abastecimiento de agua potable para quinientas mil


personas aproximadamente, suministro de energía para el departamento de
Cesar y construcción de un distrito de riego que garantice la irrigación para
más de diez mil hectáreas de suelos. Según un diagnóstico elaborado en
2009 por el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos
y dih (citado por el pnud, 2010, p. 14).

134
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

Pero más allá de los argumentos técnicos que insisten en su


necesidad y aseguran la viabilidad de la construcción de la represa
de Los Besotes, la suerte de este tipo de proyectos de infraestructura
se juega en el terreno de las representaciones (Subra, 2012, p. 67).
Al respecto, dos representaciones sociales alrededor del agua han
sido identificadas por Navarro Carrascal en la Sierra Nevada de
Santa Marta22: una utilitarista y otra ecológica, “la primera marcada
por elementos que hacen referencia a los usos o a la utilidad del agua
(servicios), la segunda caracterizada por la ausencia de sus usos y por
la presencia de elementos que indican una preocupación acerca de su
gestión (sostenibilidad)” (2009, p. 84, traducción propia).
La visión utilitarista del agua estaría así asociada a campesinos
y habitantes urbanos, cuyas representaciones sociales contienen ele-
mentos funcionales relativos a su utilidad y uso. Por su parte, la visión
ecológica del agua que tienen los indígenas se explica por el elemento
de orden normativo contenido en sus representaciones y el cual está
asociado a la noción de “equilibrio”23, así como por la ausencia de
elementos funcionales y valores económicos relacionados con su uso
y beneficios (p. 83).24 Esta diferencia en las representaciones sociales

22 Este psicólogo social llevó a cabo un análisis prototípico y categorial con


201 personas pertenecientes a tres grandes categorías de usuarios del agua
en la Sierra: indígenas (localizados en la parte alta y media del macizo),
campesinos (ubicados en la parte media de la montaña) o aquellos
terratenientes, productores agrícolas e industriales situados en los grandes
complejos agroindustriales y turísticos, y habitantes urbanos. Por medio
de una técnica de asociación libre a partir del vocablo “agua”, se le solicitó
a los entrevistados referir las palabras o expresiones que de manera
espontánea les venían a la mente, ello con el fin de acceder a los elementos
que hacen parte del universo semántico del objeto de estudio (Navarro
Carrascal, 2009, p. 72).
23 Para los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta el agua
expresa la relación permanente entre las partes altas y bajas del macizo,
entre los picos nevados y el mar. Asimismo, no la conciben de manera
aislada, sino como parte integrante de un todo.
24 Vale la pena señalar la existencia de un tercer grado de representación
situado en la mitad de esta escala de análisis, el cual corresponde a
campesinos con una visión utilitarista del agua pero que presentan a su
vez valores ecológicos. Esto lleva a considerar dos posibilidades: o se trata

135
Maria Isabel Valderrama González

del agua por parte de sus usuarios se explicaría a partir de dos dimen-
siones: el entorno ambiental, el cual determina la proximidad física
con el objeto, y el entorno sociocultural, el cual hace referencia al
contexto socioeconómico e ideológico relativo a los valores culturales,
condiciones de vida y prácticas ligadas al agua (pp. 66, 84).
Estas dos representaciones del agua, ecológica y utilitarista,
guardan una relación con las ideas de servicio público, interés general
y bien común que movilizan los actores de su gestión en el macizo.
Por un lado, la noción de servicio público remite a la satisfacción de
una necesidad de interés general25, el cual ha sido vehiculado por las
élites de Valledupar como la expresión de la voluntad de cerca de
quinientos mil habitantes, para quienes los daños ambientales y cul-
turales causados por un embalse serían el precio necesario a pagar por
el bienestar de la población urbana. Un artículo de la prensa regional
dice, respecto a la represa de Los Besotes, que
[…] desde hace años estas comunidades ancestrales [refi-
riéndose a los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta]
han dicho no al proyecto, debido a los daños que le pueden causar
al medio ambiente, pero según Muvdi26 se debe luchar porque hoy
Valledupar tiene muchos problemas precisamente porque no cuenta
con un reservorio dónde almacenar agua y el embalse sería una so-
lución definitiva. (Los Besotes, un embalse que…, 2013)

de una representación en evolución, o los campesinos no constituyen un


grupo homogéneo desde el punto de vista ideológico (Navarro Carrascal,
2009, p. 83).
25 Así lo define la sentencia c-378 de 2010 de la Corte Constitucional. Por su
parte, aquí se hace referencia al interés general tal y como es vehiculado por
la clase política regional (discurso evidenciado en el marco de entrevistas
realizadas y en la revisión de la prensa regional), teniendo en cuenta que
se trata de una noción estratégica movilizada por los actores desde su
propia lectura para justificar sus posiciones en los conflictos relativos al
ordenamiento y al emplazamiento de infraestructuras (Subra, 2012, p. 69).
Para Denis (2008, pp. 9, 10), en un contexto democrático de fuerte
pluralismo emerge una definición cacofónica, contingente e inestable del
interés general, sujeta a los intereses mejor organizados, y diluida en una
miríada de intereses generales a menudo contradictorios.
26 Ex representante a la Cámara por el departamento del Cesar.

136
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

Las nociones de servicio público e interés general implican, desde


este punto de vista, la idea de sacrificio de los intereses colectivos,
en cuanto la disponibilidad del servicio de agua para la población
urbana necesita de un ordenamiento del territorio, el cual lleva
implícita la posibilidad de expropiación bajo la premisa de utilidad
pública (Subra, 2012, p. 68).
Por otro lado, los indígenas no ven en el agua un recurso natural
sino un bien común (Comisión mixta de cooperación amazónica
colombo-brasileña, 1989), entendiendo por ello no un objeto físico
ajeno a los sujetos, sino un evento social que forma parte de la iden-
tidad colectiva de una comunidad (Telleria Herrera, 2014, p. 39, quien
cita a su vez a Gudeman, 2001). En esa medida, el agua es concebida
por ellos como fuente de vida y no uno de los componentes de una
cadena de producción27, defendiendo la idea de que los bienes comunes
como este no pertenecen a nadie, sino a la tierra, y que es deber de
todos su conservación.
Para Navarro Carrascal (2009, p. 67), la diferencia semántica
alrededor del agua, desde la cual esta es vehiculada como derecho o ne-
cesidad, tiene un efecto sobre las acciones institucionales de los agentes
involucrados en su gestión. Así, mientras que la sociedad no indígena
busca inundar parte del territorio indígena bajo la premisa del interés
general —expresión compatible con la visión dominante según la cual
la economía de mercado es el alfa y omega de las sociedades humanas
(Flahault, 2013)—, los pueblos indígenas del macizo justifican, bajo la
idea del bien común, la recuperación de sus tierras ancestrales como
garantía de regeneración natural y preservación del recurso hídrico.
La ampliación de sus resguardos permitiría, según ellos, reducir
la presión humana sobre las partes altas de las cuencas, en donde

27 Tal y como es entendido bajo la denominación de recurso, entidad que para


Lévy y Lussault (2003, p. 798) hace parte de un proceso de producción y de
su resultado final. Desde esta perspectiva y según Lévy, un recurso natural
es “[…] el resultado del tratamiento particular que consiste en encontrarle
un lugar en un conjunto de acciones finalizadas. Por lo tanto, los recursos
son siempre inventados, a veces mucho después de haber sido ‘descubiertos’,
como el petróleo en tanto fuente de energía o la alta montaña en cuanto
‘yacimiento turístico’” (p. 798, traducción propia).

137
Maria Isabel Valderrama González

los indígenas debieron refugiarse ante las sucesivas olas de coloni-


zación. No obstante, la propuesta de sostenibilidad de los indígenas
constituye un obstáculo a la necesidad de inmediatez de los pobla-
dores urbanos.
Por otra parte, la clase política pone en duda la visión ecológica de
los indígenas debido a comportamientos que no son consecuentes con
la conservación de los recursos naturales. El concejal de Valledupar
Felipe Meza Araújo, por ejemplo, asevera que el abastecimiento de
agua para la región depende de lo que pase en la cuenca alta del río
Guatapurí, jurisdicción del territorio indígena. Según este funcionario,
la zona —inaccesible a la tutela del gobierno local— constituye un
punto crítico en la problemática de la escasez de agua, ya que, como
él mismo lo señala:
[…] hay tala, quema y contaminación por aguas servidas.
También prácticas ancestrales donde no se respeta ningún espacio.
Los indígenas tienen a la orilla del río cultivos. Allí también practican
la ganadería o queman para poder sembrar. (El árido futuro…, 2014).

A ello se suman las afirmaciones de Ernesto Altahona, director


ejecutivo del Centro de Pensamiento Cesarense28, para quien “los
indígenas no son ningunos santos. Son los que les enseñaron a los
europeos a quemar, su costumbre ancestral es quemar” (El árido
futuro…, 2014).
A las autoridades indígenas les preocupa la imagen negativa que el
comportamiento de unos cuantos de sus miembros ocasiona hacia
el exterior, y son conscientes de la necesidad de ejercer gobernabilidad
sobre sus territorios para evitar este tipo de conductas. De ahí también
su insistencia en la recuperación de tierras en la franja media y baja
del macizo, en donde puedan garantizar su seguridad alimentaria sin
ejercer presión sobre los páramos y nacederos de los ríos. No obstante,
también acusan a los actores privados y pobladores ubicados en las
estribaciones de la Sierra por la destrucción de cuerpos de agua, la
deforestación de los bosques y la contaminación de las corrientes,

28 Fundación sin ánimo de lucro, promotora de la iniciativa privada y del


desarrollo de la región.

138
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

así como a las Corporaciones Autónomas Regionales por la proliferación


de títulos de concesión bajo criterios económicos, lo cual repercute
en la disminución del caudal29, impidiendo que el agua desemboque en
el mar en cumplimiento de su ciclo natural. De manera que la ­actuación
de instituciones gubernamentales susceptibles de intereses políticos y
económicos como las corporaciones, así como la falta de participación
de la población urbana en la sostenibilidad del recurso hídrico mediante
su uso moderado, conducen igualmente a una tragedia de los comunes30.

La gestión del agua como oportunidad de articulación


Pese a las representaciones antagonistas sobre el agua y a las
rivalidades que estas generan entre sus diferentes usuarios, Martín
y Justo afirman que
[…] el agua tiene el potencial —derivado de sus propias nece-
sidades de manejo y de lo vital de sus servicios— de generar formas
propias de coordinación, aún dentro de contextos caracterizados por
grandes problemas de gobernabilidad. (Martín y Justo, 2015, p. 10,
quienes citan a su vez a Solanes y Jouravlev, 2005)

Los pomca siguen presentándose entonces como la posibilidad de


crear mecanismos de gobernanza más eficientes y estructurados, con la
particularidad de que este instrumento de planificación se fundamenta
en una lógica de proximidad geográfica donde la gestión de los recursos
comunes31 se concibe desde los territorios ambientales y no desde las
divisiones político-administrativas, impulsando la confluencia de
esfuerzos anteriormente fragmentados para la conservación y manejo

29 Al respecto, investigadores reseñados por Coriat (2013) han demostrado


que es la atribución de derechos privativos lo que genera un desequilibrio
general sobre los sistemas ecológicos, conduciendo a la degradación de los
recursos de uso común.
30 Retomando la expresión con la que Garret Hardin titulara en 1968 su
polémico texto, en el que alertaba sobre la destrucción de recursos
compartidos debido al acceso y uso irrestricto de los mismos.
31 El término de recursos comunes (common-pool resources) hace referencia
a sistemas naturales o hechos por los humanos en los que el uso de una
persona acarrea la disminución del uso por otras, y en los cuales es difícil
excluir usuarios (Hess y Ostrom, 2007, p. 349).

139
Maria Isabel Valderrama González

de los ecosistemas (Hernández et al., 2011, p. 91). En este sentido, la


descentralización del sistema permite la organización de subsistemas
policéntricos que responden a las características específicas de una
situación dada (p. 23).
Frente a la degradación constatada de los ecosistemas en zonas
tropicales (Coriat, 2013), la tesis de Ostrom sugiere que no existe nadie
mejor para gestionar sosteniblemente un recurso de uso común que
los propios implicados (Ramis Olivos, 2013, p. 116, citando a Ostrom,
1995, p. 40). De manera que Ostrom se pregunta “[…] cómo mejorar
las capacidades de aquellos involucrados con el fin de cambiar las
reglas restrictivas del juego para conducir a resultados distintos a
las implacables tragedias” (Ostrom, 1990, p. 7, traducción propia).
Se trata entonces de adecuar el manejo de los recursos comunes a las
relaciones sociales y ecosistémicas que se dan en un contexto específico,
por medio de la configuración de sistemas de gobernanza —basados
en la construcción de arreglos institucionales locales alrededor del
uso y manejo de esos recursos— que incluyan a los diversos actores
involucrados en la solución de los problemas ligados a su gestión
(Hernández et al., 2011, pp. 9, 21; Ostrom 2007, p. 15181). No obstante,
la configuración de sistemas de gobernanza óptimos necesita, como
en el caso que presenta el manejo de cuencas en la Sierra Nevada de
Santa Marta, de un capital social fundamentado en las relaciones de
confianza entre los usuarios —y reguladores— de un recurso de uso
común como el agua, garantía de una gestión colectiva de los ecosis-
temas (Bourg et al., 2015, pp. 725-727).

Conclusión
Si bien la literatura gris alrededor de los pomca enfatiza en la
necesidad de la acción colectiva y la participación —en tanto que
la gobernabilidad sobre las cuencas abarca todo el sistema político,
social y administrativo para asignar, aprovechar y gestionar recursos
naturales y suministrar servicios ambientales a diferentes niveles
de la sociedad (ideam, 2008, p. 15)—, varios informes de la cepal
señalan que en los países andinos son muy pocos los casos en que se
han concretizado verdaderas plataformas de gestión democrática y
multisectorial, y mucho menos niveles que integren las experiencias

140
¿Gobernanza del agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia?

de las comunidades indígenas en la gestión del recurso hídrico


(cepal, 2002, p. 7).
El caso de la Sierra Nevada de Santa Marta demuestra que ello
se debe, por un lado, a los intereses que en materia de desarrollo
económico inciden en una falta de voluntad política para considerar
formas alternativas —y tradicionales— de concebir las relaciones con
el territorio y la naturaleza. Por otro lado, la capacidad de gestión de
los pueblos indígenas se ve afectada por su acaparamiento en procesos
multisituados de negociación de su territorialidad, a causa de los
numerosos procesos de consulta previa que deben enfrentar debido
a las diversas intervenciones que se proyectan en su territorio. A esto
se suma la invisibilidad de las comunidades campesinas, las cuales
no cuentan con estructuras organizativas sólidas.
Asimismo, la confianza necesaria para la implementación de
sistemas de gobernanza funcionales en la Sierra Nevada de Santa
Marta depende de la construcción de compromisos entre diferentes
órdenes de legitimidad, como única manera de articular derechos,
intereses y necesidades.32 En este sentido, un compromiso es un acuerdo
tendiente a encontrar un punto medio, y si bien la situación continúa
siendo heteróclita, el diferendo es evitado en tanto que la presencia de
figuras provenientes de diferentes órdenes de legitimidad no es causa
de disputa (Boltanski y Thévenot, 1991, p. 337).
De este modo, el agua se presenta como una figura a partir de la
cual articular acciones y establecer compromisos de orden cultural,
cívico e industrial, integrando las prácticas ecológicas tradicionales de
los indígenas a la gestión durable de los recursos necesarios al bienestar
social, sin olvidar el rol de la población urbana en tanto consumidora

32 Según Boltanski y Thévenot (1991), un orden de legitimidad reenvía a


una expresión particular del bien común. Luego de elaborar un marco
de análisis con el objetivo de identificar los valores de referencia que los
actores movilizan cuando quieren expresar su desacuerdo, estos autores
identificaron seis formas de generalidad —o registros de justificación que
los mismos llaman mundos— regidos por un principio superior común:
el estado de gracia en el mundo de la inspiración, el engendramiento desde
la tradición en el mundo doméstico, la realidad de la opinión en el mundo
del renombre, la preeminencia de los colectivos en el mundo cívico, la
competencia en el mundo mercantil y la eficiencia en el mundo industrial.

141
Maria Isabel Valderrama González

de servicios públicos. En ese sentido, los trabajos de Ostrom (1990,


1995, 2007) llevan a pensar en la pertinencia de considerar la gestión
de los recursos en términos de construcción conjunta del bien común,
superando la visión del interés general bajo la cual este no es el fruto de
una construcción sino de una constatación llevada a cabo por un tercero
(un juez, por ejemplo) en caso de litigio (Blanc, 2013, p. 54).
Sin embargo, dicha construcción difícilmente es posible en el
marco de un multiculturalismo neoliberal, basado en una retórica
participativa e intercultural (Boccara y Bolados, 2010, p. 657) desde la
cual se reconocen y a la vez se desconocen derechos, ello mediante
la desinformación y la instrumentalización de una participación limitada
(Ulloa, 2014, p. 435) para conseguir, como fuere, la aceptación social de
planes y proyectos gestados de manera vertical. Esa es la razón por la
cual el movimiento transnacional por los derechos indígenas plantea
una visión de multiculturalismo contra-hegemónico en el que se admita
una manera de relacionarse con los bienes comunes teniendo en cuenta
epistemologías diversas (Lopera y Dover, 2013, pp. 85, 86).

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145
La fractura hidro-metabólica del
neoliberalismo: etnografías de la
desposesión hídrica en Chile1

Robinson Torres Salinas2


Universidad de Concepción, Chile

Jorge Rojas Hernández


Universidad de Concepción, Chile

Introducción
Después de casi cuatro décadas de neoliberalismo hídrico (1981-2017),
uno de los resultados macro-estructurales de la privatización de las
aguas en Chile es una problemática configuración socio-ecológica.
Por un lado, se observa desigualdad social en el reparto y asignación
de derechos de agua, que se expresa en una acumulación corporativa y
global de la propiedad de las aguas, en desmedro de la gradual despo-
sesión de personas, campesinos y productores locales. Por otro lado, se
observa una expansión socio-espacial de la degradación ambiental de
cuerpos de agua, es decir, la contaminación y agotamiento de glaciares,
ríos, lagos, acuíferos y humedales. Las causas de estas problemáticas
socioambientales son variadas, entre ellas, una demanda creciente
de agua por parte de diversos proyectos de desarrollo distribuidos a
lo largo y ancho de Chile (forestales, hidroeléctricos, agro-negocios,

1 El presente trabajo es resultado de nuestra colaboración en el Cluster


Agua & Sociedad, grupo de investigación interdisciplinario del Centro de
Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (crhiam), conicyt/
fondap/15130015, Universidad de Concepción, Chile. Agradecemos a Jorge
Félez la elaboración de las figuras para este trabajo.
2 Proyecto fondecyt Postdoctorado 3170694.

147
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

minería, urbanización, entre otros), y también debido a una menor


disponibilidad de agua en las cuencas debido a la mega-sequía y
al cambio climático. En este trabajo, abordamos estos procesos de
cambio y degradación socioambiental desde la noción de fractura
metabólica (metabolic rift) propuesta por Marx y reelaborada por el
sociólogo ambiental John Bellamy Foster (1999, 2004). En términos
simples, este concepto viene a indicar que, en la modernidad capita-
lista, los seres humanos experimentan una creciente separación de sus
ambientes naturales (Foster, 2004). Aplicado al mundo socio-hídrico,
analizamos dicha fractura como la creciente separación y alienación
de personas, grupos y comunidades humanas con respecto al control
y acceso a sus recursos hídricos. Argumentamos que la formación y
expansión geográfica de esta fractura hidro-metabólica coincide
con la actual hidro-modernidad neoliberal y privatización del agua
(desde 1981 en adelante). A su vez, esta expansión socio-espacial de la
fractura hidro-metabólica ha gatillado el surgimiento de un creciente
malestar social frente a la desposesión hídrica (Swyngedouw, 2005;
Arroyo y Boelens, 2013), que en el contexto de un mercado neoliberal
del agua como el chileno (cf. Budds, 2009; Bauer, 2015), ha generado
la aparición de nuevos sujetos que resisten y proponen alternativas
al régimen de des-gobernanza neoliberal del agua (Larraín, 2012;
Mundaca, 2014; Orrego y Urtubia, 2016). Bajo una aproximación
metodológica etnográfica y multi-situada (cf. Marcus, 1995), basada en
entrevistas biográficas (Bertaux, 1998; Plummer, 2001), observaciones
de campo (Bernard, 2011), y datos socio-espaciales recogidos durante
un trabajo de campo entre julio y diciembre de 2014 (Torres, 2016), nos
proponemos analizar cualitativamente cómo se han ido configurando
procesos de producción socio-espacial de fracturas hidro-metabólicas
y la emergencia de nuevos sujetos ambientalistas (cf. Agrawal, 2005;
Torres et al., 2017). La emergente movilización social por el agua
responde de diversos modos a la embestida neoliberal-corporativa,
que en diversos territorios hidrosociales (cf. Boelens, et al., 2016) de
Chile y América Latina, se apropia, sobreexplota, depreda y agota
recursos hídricos. En el caso chileno y durante la última década, este
avance del neoliberalismo hídrico viene dejando poblaciones rurales
sin agua —tanto en el norte como en el Chile centro-sur— que tienen

148
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

que ser abastecidas por camiones aljibe financiados por el gobierno


central pero gestionados por los municipios (Delegación Presidencial
para los Recursos Hídricos, 2015; Azócar et al., 2018). En particular,
nos proponemos delinear un análisis etnográfico y socio-espacial
sobre procesos de desposesión hídrica en tres casos de estudio locali-
zados en las regiones del Biobío y Santiago, en el centro-sur de Chile.
Se enfatiza cómo dichos procesos han ido co-produciendo fracturas
hidro-metabólicas y nuevas subjetividades orientadas a defender los
territorios y sus aguas del agotamiento, contaminación y apropiación
por parte de mega-proyectos geográficos (cf. Harvey, 1996) basados
en capital global y local.

Hidro-modernidades y privatización del agua en Chile


Durante su historia colonial y republicana, Chile ha experimentado
diversos regímenes de gobierno del agua. En términos amplios, estos
pueden ser caracterizados como la hidro-modernidad liberal (desde la
Conquista hasta 1888), la hidro-modernidad keynesiana (1888-1970),
la hidro-modernidad socialista (1970-1973), y la hidro-modernidad
neoliberal (1981 en adelante) (Torres, 2016). La hidro-modernidad liberal
se caracterizó, principalmente, por la indiferenciación entre el agua
para riego y el agua para consumo humano, que eran lo mismo, y se
extendió hasta la segunda mitad de siglo xix. La hidro-modernidad
keynesiana comienza en Santiago con la creación de la primera empresa
pública de agua potable en 1861 (Piwonka, 1999), y la canalización del
río Mapocho a partir de 1888 (Castillo, 2014). Estas obras fueron el
inicio de trabajos hídricos que luego crearon los primeros sistemas
de alcantarillado y saneamiento, generando la gradual diferenciación
entre el agua de riego y la de consumo humano (Castillo, 2014).
La hidro-modernización keynesiana se despliega durante el siglo xx,
por ejemplo, a través del desarrollo hidroeléctrico y la creación de
endesa en 1943 (cf. Bauer, 2009; Susskind et al., 2014; Torres et al., 2017),
y tomó mayor fuerza durante el período de reforma agraria emprendido
por Eduardo Frei Montalva (1964-1970), cuando se nacionalizó el agua
(1967), se creó la Dirección General de Aguas (dga) (1969), y el Estado
tomó mayor control en la economía, sociedad, y bienes ambientales.
La hidro-modernidad socialista de Salvador Allende (1970-1973)

149
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

se diferencia de la hidro-modernidad keynesiana en que el control


estatal y comunitario se profundizó; por ejemplo, adquiriendo mayor
velocidad el proceso de reforma agraria mediante la transferencia
masiva de tierras y aguas a los campesinos que hasta entonces habían
permanecido excluidos de su acceso y control.3 Luego, en la hidro-
modernidad neoliberal de Pinochet, el proceso de reforma agraria se
revirtió, y el sector privado tomó el control general de las tierras y
aguas (Torres, 2016).4
Esta panorámica general muestra cómo los diversos regímenes
de gobierno del agua se relacionan dialécticamente con la historia
política y social de un país (Worster, 1993; Swyngedouw, 2015). En este
sentido, se entiende por hidro-modernidad las diversas formas mate-
riales e institucionales en que el Estado (central y municipal) ha buscado
suministrar agua a sus ciudadanos, ya sea para consumo humano,
riego agrícola, usos industriales, entre otros (Swyngedouw, 2005, 2015).
La hidro-modernidad como suministro público de agua equivale a
decir que el acceso al agua se transforma en un emblema material de
ciudadanía, un símbolo de inclusión política (Bakker, 2010, p. 218).
En Chile, hasta 1973, la participación pública estatal en la construcción de
infraestructuras e instituciones de gestión del agua fue marcada, espe-
cialmente en cuanto a riego, agua potable y saneamiento (Torres, 2016).
No obstante, y con el advenimiento de la privatización del agua
operada desde 1981, esta participación estatal ha sido gradualmente

3 Entre 1964 y 1973, 9.965.868 ha de tierra fueron expropiadas. De estas, un


35.8% (3.564.243 ha) fueron expropiadas por Frei (1964-1970), y un 64.2%
(6.401.625 ha) por Allende (1970-1973) (Bellisario, 2007, p. 15).
4 Entre 1973 y 1980, 3.182.225 ha (258.990 de riego) fueron restituidas a
sus antiguos propietarios (o grandes terratenientes). 1.560.452 ha fueron
rematadas (65.127 de riego), mientras que 869.221 ha (36.278 de riego)
fueron transferidas a instituciones públicas. Solo 3.946.106 ha (508.073 de
riego) fueron retenidas por campesinos (Bellisario, 2007, p. 19). Es decir,
alrededor de dos tercios de las tierras y casi un tercio de las aguas fueron
despojadas por la dictadura militar. Posteriormente, desde la década de
1980 ha venido operando una compleja articulación de mecanismos,
legales y extra-legales (Harvey, 2003), que han perpetuado la desposesión
de tierras y aguas a campesinos mapuche y no mapuche (cf. Kay, 2002;
Torres et al., 2015, 2016).

150
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

desplazada hacia el sector privado-corporativo (Bauer, 2009). Así, la


hidro-modernidad neoliberal se entiende como el proceso mediante
el cual el suministro público de agua se ha privatizado, gradualmente,
desde la década de 1980, siendo cada vez más controlado por élites
corporativas locales y globales (Swyngedouw, 2005; Bakker, 2010).
En Chile, entre las consecuencias de la hidro-modernidad neoliberal está
la creación de nuevas reglas de gobernanza y transferencia de la propiedad
del agua desde el Estado al sector privado, lo que ha reconfigurado las
relaciones de poder social en la arena de la gestión y gobernanza hídrica
en el país (Budds, 2009; Bauer, 2015). El fundamento es la Constitución
de 1980, que sienta las bases del Código de Aguas de 1981. En particular,
el artículo 19 (numeral 24) de la Constitución, donde se establece que el
agua es propiedad privada y protege a sus propietarios de eventuales
expropiaciones (Bauer, 2004, pp. 35-36; Mundaca, 2014, p. 24). A su vez,
las concesiones de derechos de aprovechamiento de agua a entes privados
por parte del Estado se hacen, según el Código de 1981, gratuitamente y
en perpetuidad (Bauer, 2004, 2015). Después de casi cuatro décadas, el
resultado de la privatización de las aguas chilenas es una problemática
configuración socio-ecológica. Por un lado, se observa desigualdad
social en la asignación de derechos de agua (acumulación corporativa
de la propiedad de las aguas), y por otro, expansión socio-espacial de
la degradación ambiental de cuerpos de agua (contaminación y ago-
tamiento de glaciares, ríos, lagos, acuíferos y humedales). Esto a causa
de la demanda creciente de agua por parte de proyectos de desarrollo
(forestal, hidroeléctricos, agro-negocios, minería, urbanización, entre
otros), y una menor disponibilidad de agua en los ecosistemas de cuencas
debido al cambio climático y sequía (Bauer, 2004, 2015; Budds, 2009;
Larraín, 2012; Mundaca, 2014; Torres et al., 2015; Centro de Ciencias
del Clima y Resiliencia (cr2), 2015; Rojas, 2016; Orrego y Urtubia, 2016).

Hidro-modernidad neoliberal y la fractura


metabólica de la privatización
De acuerdo con Karen Bakker, la privatización del agua trae serias
consecuencias en la calidad ambiental (Bakker, 2010, p. 196). Es decir,
los diversos proyectos de desarrollo desplegados bajo condiciones de
producción capitalista neoliberal, degradan ecosistemas, lo cual no es

151
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

exclusivo del sector privado, sino que compromete también al estado


corporativo (Bakker, 2010; Robbins, 2012, p. 159). En otras palabras,
proyectos de desarrollo, estatales y privados, producen degradación
de ecosistemas socioambientales. Como ya indicamos, en este trabajo
abordamos estos procesos de degradación socioambiental desde la
noción teórica de fractura metabólica (metabolic rift) propuesta por
Marx y retomada por Foster (1999, 2004). En términos simples, este
concepto indica que en la modernidad capitalista hay una creciente
separación de los seres humanos de sus ambientes naturales. Para Marx:
No es la unidad de la humanidad viviente y activa con las condi-
ciones naturales, inorgánicas del intercambio metabólico con la natu-
raleza, y por tanto de la apropiación humana de esta, lo que requiere
explicación, o es el resultado de un proceso histórico, sino, antes bien,
la separación que se produce entre estas condiciones inorgánicas de
la existencia humana y esta existencia activa, una separación que se
postula completamente tan solo en la relación del trabajo asalariado
y el capital. (Citado por Foster, 2004, pp. 245-246)

En otras palabras, la fractura metabólica es una metáfora teórica


para explicar la separación de comunidades humanas de su medio
ambiente natural a causa de las relaciones de producción capitalistas.
O como lo dijo también Marx, es la alienación del ser humano respecto
de la naturaleza (Foster, 2004).
Siguiendo esta idea, un estudio político-ecológico de nuevas
configuraciones de territorios hidro-sociales (Boelens et al., 2016) en
Chile y América Latina, podría ciertamente focalizar la mirada en
cómo esta separación o fractura metabólica es producida socialmente
en diferentes escalas socio-espaciales. El presente trabajo analiza la
fractura hidro-metabólica con tres casos de estudio que muestran
cómo diversos proyectos de desarrollo forestal, hidroeléctrico, y de
agro-negocios, han producido —en diversas formas e intensidad—
esta separación de las comunidades de sus recursos hídricos. Para ello
proponemos el concepto de fractura hidro-metabólica, que se define
como una creciente separación de personas, grupos y comunidades
(principalmente rurales) del acceso y control de sus recursos hídricos,
en parte a causa de diversos proyectos de desarrollo, y en parte debido

152
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

al cambio climático, que se manifiesta en una considerable reducción


del recurso hídrico y en la mega-sequía que ha afectado al país en los
últimos años. En Chile, la producción y expansión socio-espacial de
esta fractura hidro-metabólica coincide con la actual hidro-modernidad
neoliberal y privatización del agua (1981-2017). En consecuencia, se
postula que el neoliberalismo hídrico sería una de las principales causas
de la formación y desarrollo de nuevos movimientos hidrosociales en
el país (Torres, 2016, p. 53).

Etnografías de la fractura
hidro-metabólica en el centro-sur de Chile

Caso 1. Complejo Forestal Industrial (cfi) Nueva Aldea


en la cuenca del río Itata, región del Biobío
El 1 de septiembre de 2006 comenzó a operar el nuevo Complejo
Forestal Industrial Nueva Aldea en la región del Biobío, sección media
de la cuenca del río Itata (figura 1). La planta industrial fue anunciada
durante los años noventa, pero su Estudio de Impacto Ambiental
(eia) se aprobó en enero de 2001. Desde dicha aprobación y hasta
septiembre de 2006, se construyó la planta industrial en la intersección
estratégica de los ríos Itata y Ñuble (figura 1), área rica en disponibi-
lidad de agua y esencial para alimentar los procesos productivos del
complejo industrial (Romero y Fuentes, 2007). Tiene capacidad para
producir 1.027.000 toneladas métricas de celulosa kraft blanqueada
de pino y eucalipto por año.5 Evidentemente, para ello se necesitan
monocultivos forestales de pinos y eucaliptus, que han sido plantados
desde principios del siglo xx, pero cuyo desarrollo se disparó desde
1974 con los nuevos subsidios estatales a la industria (Clapp, 1995;
Klubock, 2014). Dichos monocultivos forestales alcanzan casi un
millón de hectáreas en la región del Biobío (figura 1), que representan
casi un 40% del total de 2.447.591 hectáreas de plantaciones forestales
existentes a nivel nacional (Torres et al., 2016, p. 129).

5 Información extraída del sitio web de la empresa: http://www.arauco.cl/


informacion.asp?idq=647&parent=642&ca_submenu=642&idioma=21
[consultado en junio 2017]

153
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

Perú 0 10 20 40
N
QDUHV N

Bolivia
Km
Cauquenes

Océano Pacífico Río Itata

Río Ñuble
Chillán

Concepción
Río Polcura
C

Río Laja
Argentina

Río Biobío

Los Ángeles
Lebu

Angol Poblado
Comuna
CFI Nueva Aldea
Ducto Industrial
Emisario Submarino
Monocultivo Forestal

0 10 20 40 0 10 20 40 60
QDUHV Km
N
Km

Ninhue

Río Ñuble Treguaco


lán

ío Polcura
Coelemu Río Itata

aja

Portezuelo

Poblado
Comuna
CFI Nueva Aldea
Ducto Industrial
Emisario Submarino
Ranquil
Monocultivo Forestal

Figura 1. Complejo Forestal Industrial (cfi) Nueva Aldea, región del Biobío,
Chile. Fuente: elaboración propia.

Durante la construcción de la planta Nueva Aldea, la Comisión


Regional del Medioambiente (corema Biobío) detectó una serie de
irregularidades. En particular en la etapa 1 (fase 1) de su construcción,

154
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

durante la cual se edificaron un aserradero y una planta de lami-


nación de madera. Muchas de las irregularidades se asociaron con
problemas ambientales causados ​​por las nuevas instalaciones indus-
triales, como el ruido, tala ilegal de bosque nativo, desarmonización
del paisaje y falta de un plan de tratamiento de aguas residuales.
Por estas razones, Forestal Arauco tuvo que presentar un nuevo eia
en agosto de 2004, el cual finalmente fue aprobado en marzo de 2005.
Esto permitió la construcción de la planta de celulosa, etapa final (fase 2)
que completó este complejo industrial de 19 hectáreas localizado en
el municipio de Ránquil.
Ante este nuevo proyecto de desarrollo forestal en Biobío, entre
2005 y 2007 miles de personas protestaron en pueblos y ciudades como
Cobquecura, Trehuaco, Coelemu, Chillán y Concepción contra este
megaproyecto industrial forestal. Los manifestantes argumentaban que
el nuevo complejo industrial forestal iba a interrumpir sus vidas tran-
quilas, destruir el medio ambiente, contaminar el río Itata y también la
costa de la región, donde desemboca el río. Los grupos de manifestantes
se componían principalmente de pequeños productores de vinos tra-
dicionales (como el vino pipeño), campesinos, pequeños agricultores,
estudiantes, activistas, funcionarios públicos, surfistas y pescadores
artesanales de la zona costera. Les preocupaban los peligros potenciales
que traería Nueva Aldea, ya que ponía en riesgo la calidad del agua del
río Itata. Los opositores a Nueva Aldea argumentaban que las aguas
continentales (superficiales y subterráneas), y las aguas marinas de la
costa estaban siendo amenazadas por las aguas industriales residuales
que Nueva Aldea iba a descargar en el río Itata. En efecto, durante más
de tres años (desde su inauguración el 1 de septiembre de 2006 hasta
diciembre de 2009), la planta Nueva Aldea descargó aguas residuales
industriales directamente en dicho río, lo cual fue aprobado por la auto-
ridad ambiental regional (corema Biobío), bajo la condición de que esas
aguas residuales fueran tratadas adecuadamente dentro de los límites y
parámetros legales. En el intertanto, Nueva Aldea construyó una tubería
(ducto) para conducir directamente las aguas residuales industriales
desde la planta al mar. El ducto quedó compuesto por un acueducto
industrial (50 km) y un acueducto submarino industrial (2,5 km),
para dirigir los residuos industriales líquidos (riles) directamente

155
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

al mar (figura 1). Este acueducto comenzó a operar el 5 de diciembre de


2009. Al tener como objetivo la descarga de las aguas residuales indus-
triales en el mar, se explica por qué muchos agricultores, pescadores
artesanales y surfistas de la comuna costera de Cobquecura estuvieron
involucrados en protestas contra Nueva Aldea, ya sea contra la planta
de celulosa como contra su acueducto. Argumentaban que este com-
plejo industrial iba a contaminar y destruir sus cultivos y medios de
vida, incluyendo cultivos de uvas destinados a la producción de vino
artesanal, y también recursos marinos de los que dependen pescadores
artesanales del área.
Todas estas preocupaciones se hicieron realidad. Sólo un año
después de la inauguración del acueducto de aguas residuales, en
diciembre de 2010, la nueva tubería de 52 km sufrió su primera fisura
y con ello la fuga de residuos industriales líquidos, contaminando el
Estero Velenunque, ubicado a un costado de la Planta Nueva Aldea,
frente a la cual se encuentra también localizado el pueblo de Nueva
Aldea, habitado por alrededor de 300 personas. El hecho se volvió
a repetir en 2011. En 2013, la tubería volvió a fallar y nuevamente
derramó aguas residuales cerca de la costa. Esta vez, las aguas re-
siduales industriales contaminaron el río Itata y los acuíferos en la
zona del estuario, que está ocupada por campesinos, agricultores y
pescadores artesanales. Los campesinos y pescadores de Cobquecura,
Trehuaco y Coelemu fueron particularmente afectados. Estos agri-
cultores, dedicados principalmente al cultivo de papas, porotos, y
otros cultivos de subsistencia, perdieron sus fuentes de agua, que eran
utilizadas para uso doméstico y agricultura de riego a pequeña escala.
Esto ocurrió porque sus pozos fueron contaminados por los desechos de
Riles industriales, que se infiltraron desde la superficie, a través de los
canales subterráneos de agua, alcanzando a sus acuíferos desde
los cuáles extraían agua a través de sistemas de bombeo, conocidos
popularmente como “punteras”.6 Con este hecho, muchos agricultores
que vivían en la zona del estuario perdieron el acceso directo a sus
fuentes de agua potable, siendo desposeídos de la condición natural

6 Sobre la relación entre aguas superficiales y subterráneas, véase Arumi


et al. (2014).

156
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

más elemental para su existencia: agua limpia para su consumo per-


sonal. Por esta razón, comenzaron a ser atendidos por camiones
municipales de reparto de agua potable —también conocidos como
camiones aljibe— una o dos veces por semana. Matías y Nancy son
una de las familias afectadas en esta zona.7 En la entrevista con Matías,
su nueva condición de agricultor y pescador desposeído de su acceso
directo al agua, le hizo recordar que su padre nunca recibió tierras
durante la reforma agraria (1964-1973), no obstante, trabajó toda su
vida en un fundo en la zona de Trehuaco. Matías también trabajó para
el patrón de su padre como parte del intercambio de fuerza de trabajo
del sistema de inquilinaje, que operaba desde la época del sistema de
hacienda colonial y que duró hasta la reforma agraria iniciada en 1964
(cf. Bengoa, 1988). Este fundo nunca fue expropiado durante la reforma
agraria, y Matías siempre trabajó para su propietaria, una anciana de
más de ochenta años. A cambio de casi una vida de servicio, un día
esta anciana terrateniente decidió venderle una hectárea a Matías,
justamente aquella donde vive con su esposa Nancy, y que se localiza
en la ribera norte de la intersección del río Itata con el Océano Pacífico.
En esta hectárea Matías se dedica a cultivar papas, lechugas, lentejas,
entre otros cultivos. Nancy se ocupa de criar pollos, gallinas y de
gestionar un pequeño invernadero. Matías también tiene un pequeño
bote con el que pesca artesanalmente en el área donde el río Itata se
encuentra con el Océano Pacífico.
Esas dos actividades, la agricultura de subsistencia y la pesca
artesanal, fueron destruidas a causa de la contaminación del río Itata
con riles de Nueva Aldea. De modo que Matías ya no puede pescar,
pues hubo una reducción significativa de los recursos marinos en la
zona, precisamente después de que el acueducto filtrara nuevamente
con riles las aguas del río Itata y con ello las aguas marinas, en oc-
tubre y noviembre de 2013.
La empresa nos está contaminando, pero no lo reconocen, pero
sí estamos contaminados [...] Hace años, cuando [Forestal] Arauco
estaba vertiendo [aguas residuales] en el río, aquí tuvimos una gran

7 Matias y Nacy, entrevista grupal realizada en su hogar en la comuna de


Trehuaco, 24 de septiembre de 2014.

157
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

lluvia. Hubo una semana de lluvia, cinco días sin parar, luego llovió
y se detuvo, llovió y se detuvo, y así sucesivamente, y el río [Itata]
desbordó. Durante unos tres días aquí, los animales no tenían nada
que comer, el agua entró aquí [a tierra] y luego salió por las playas.
Por entonces había agua pura, pero [los Riles] que Forestal Arauco
estaba vertiendo en el río, esa contaminación se mantuvo aquí en las
vegas [humedales]. ¡La contaminación todavía está aquí! Y no hay un
estudio en profundidad, sobre todo para saber qué son los productos
químicos. Ellos [autoridades, empresa] han hecho estudios, pero los
resultados solo muestran heces, que provienen de las heces de los ani-
males y nuestros propios residuos [...] Por eso dicen que el agua no es
apta para beber, pero nunca han estudiado los riles. Esos estudios
nunca lo han hecho, y si lo hacen, no lo sabemos, porque los estudios
son pagados por Forestal Arauco. (Matías, habitante de la comuna de
Trehuaco, entrevista, 24 de septiembre de 2014)

Matías ya no puede cultivar porque el agua subterránea que


bombeaba para regar sus cultivos fue contaminada —vía infiltración
subterránea de los acuíferos— con las aguas residuales industriales
de Nueva Aldea. Matías y Nancy tampoco pueden beber el agua
directamente desde su pozo. Han sido desposeídos de su agua y
sus medios de subsistencia como resultado de la negligencia cor-
porativa de Forestal Arauco; al igual que las casi 50 mil personas
sin agua que tiene la región del Biobío (Delegación Presidencial de
Recursos Hídricos, 2015, p. 44), han estado sufriendo —sin saberlo—
la alienación de las condiciones hidro-naturales de su existencia a
causa del desarrollo forestal, tanto a través de las plantaciones de
monocultivos como con las plantas de celulosa. En consecuencia, la
condición material elemental para tener una vida sostenible —acceso
directo al recurso hídrico no contaminado— les ha sido expropiada.
Este caso es un ejemplo de otras múltiples fracturas metabólicas que
se están produciendo a medida que se expande el desarrollo forestal
en la región del Biobío y otros territorios del sur de Chile. El desarrollo
forestal neoliberal se está convirtiendo en sinónimo de destrucción
ambiental y nuevas oleadas de desposesión hídrica (Klubock, 2014;
Torres et al., 2016; Azócar et al., 2018)

158
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

Caso 2. Desarrollo de un embalse para riego


y producción hidroeléctrica en la cuenca del
río Itata, ¿sueño o pesadilla hídrica?
En la misma cuenca del río Itata pero en la zona cordillerana,
desde mediados del siglo xx existe un sueño hídrico, expresado en
un proyecto de embalse destinado a aumentar la seguridad de riego
en la zona media-baja del río Ñuble, en los alrededores de la ciudad
de Chillán, donde históricamente se ha desarrollado la agricultura
de riego (figura 2).
Perú 0 10 20 40
N
QDUHV San Fabian de Alico
Bolivia

Km
Cauquenes
Océano Pacífico

Río Itata

Río Ñuble
Chillán

Concepción Río Ñuble


Río Polcura

Río Laja
Argentina

Río Biobío

Los Ángeles
Lebu

Angol

Volcán
Chillán

Área agrícola

0 10 20 40 0 10 20 40 60
QDUHV Km
San Fabian de Alico
Km
Cauquenes
N

Río Itata

Río Ñuble
Chillán

ción Río Ñuble


Río Polcura

Río Laja
Río Biobío

Los Ángeles

Angol Poblado
Comuna
Caminos
Volcán
Chillán Área Proyecto
Muro Embalse Punilla
Área agrícola Planta Ñuble

Figura 2. Proyecto Represa/Embalse Punilla y Planta Hidroeléctrica Ñuble.


Fuente: elaboración propia.

159
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

Como los grandes beneficiados, los casi cinco mil regantes agrupados
en la Junta de Vigilancia del río Ñuble son los principales proponentes de
este mega-proyecto hídrico, que fue aprobado el 15 de noviembre de 2010,
y ratificado como pieza prioritaria de infraestructura hídrica por parte
de la administración de Michelle Bachelet (2014-2018), en el contexto de
la Reforma Hídrica iniciada por su gobierno en 2014 (Bachelet, 2014).
El proyecto Punilla propone construir una mega-represa que even-
tualmente tendrá un muro de 136 metros de altura, cuya capacidad de
almacenamiento sería de unos 600 millones de metros cúbicos de agua
(Ministerio de Obras Públicas, 2015b). Para ello, 1.752 ha serían inun-
dadas en la cordillera de los Andes en las cercanías del volcán Chillán
(figura 2, zona roja). La otra pequeña área roja corresponde a la central
hidroeléctrica de pasada Ñuble, aprobada en 2011 y que eventualmente
producirá 136 mw que serán distribuidos a través del Sistema Interco-
nectado Central (sic). En su dimensión de riego, el embalse de Punilla
pretende aumentar la superficie de riego a 10.000 ha para llegar a las
70.000 ha con una “seguridad de riego del 85%” (Ministerio de Obras
Públicas, 2015a). Estas tierras agrícolas se ubican principalmente en el
valle central, hacia el lado norte del río Ñuble (figura 2, área verde), para
lo cual el Estado asignará derechos de agua a esas 10.000 ha adicionales
(Ministerio de Obras Públicas, 2015a).
El diseño e implementación del proyecto Punilla ya ha generado
opositores, representados por la población local y el movimiento
ambiental anti-represas denominado Ñuble Libre. Este movimiento
sostiene que el Embalse Punilla y la planta hidroeléctrica Ñuble des-
truirán el medio ambiente y desplazarán a las poblaciones locales de
sus parcelas, privándolas de sus formas tradicionales de vida asociadas
con la agricultura, el turismo de montaña, turismo de naturaleza, y
otras prácticas culturales desarrolladas tras décadas (incluso siglos)
de vivir en la zona. En la sub-cuenca del río Nuble, en su zona de
montaña no existen comunidades indígenas (mapuche) como en
la zona cordillerana de la cuenca del río Biobío, sino que son prin-
cipalmente familias campesinas tradicionales las que viven allí.
No obstante, durante las últimas décadas se ha observado la llegada
de personas chilenas y extranjeras que han comprado terrenos a
campesinos locales, destinándolos como parcelas residenciales o

160
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

pequeñas empresas turísticas. Muchos de estos nuevos residentes


buscan sacar dividendos económicos por la venta de sus tierras, ya
que algunos deben ser desplazados por encontrarse en el área de
inundación del Embalse Punilla. En efecto, el proyecto Punilla con-
templa la expropiación de 1.105 hectáreas, desplazando 72 familias que
viven en el área de inundación (Ministerio de Obras Públicas, 2015c).
Durante el trabajo de campo de 2014, se entrevistó a Alejo8, uno de
los campesinos cuya tierra estaba localizada en el área de inundación,
por lo cual iba a ser expropiada por el Estado. Por ende, era inminente
que Alejo sería obligado a abandonar su hogar y el de sus ancestros
por causa del Embalse Punilla. Para él, este desplazamiento estuvo
siempre en sus pensamientos porque el proyecto Punilla, como un
sueño hídrico histórico de los regantes que viven aguas abajo del
río Nuble, siempre ha estado en las conversaciones e imaginarios de
las personas que habitan la zona. Lo que ha sido un sueño para los
agricultores del valle central del río de Ñuble, para Alejo y su gente
ha representado una larga pesadilla, que ahora se ha convertido fi-
nalmente en una realidad: su tierra fue expropiada por el Ministerio
de Obras Públicas en 2014, ya que su parcela se encuentra en medio de
la zona de inundación del embalse de Punilla. Cuando se visitó a Alejo
para entrevistarlo, quedamos fascinados por el hermoso paisaje de la
zona, casi virgen, con densos bosques nativos y ríos salvajes, donde
también habitan especies de fauna nativa como el huemul y el puma,
también conocido como león andino. Ello fue relevante para que en
el 2011 gran parte de esa zona fuera declarada Reserva de la Biósfera
por la unesco (Reserva de la Biósfera Nevados de Chillán – Laguna
del Laja). Toda la rica biodiversidad de la zona está acompañada de
una tranquilidad ideal para vivir una vida sostenible al lado de la
naturaleza. La paz de esas montañas andinas es lo que Alejo dijo que
iba a extrañar una vez que fuera desplazado definitivamente. Alejo
definió su relación con el embalse Punilla con la palabra ‘violencia’, que
para él describe el acto de ser desplazado. Alejo refería ser parte de la
tercera o cuarta generación de su familia en habitar dicha área, cuyos

8 Entrevista realizada en el hogar de Alejo, sector El Sauce, comuna de San


Fabián de Alico, octubre 11 de 2014.

161
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

antepasados llegaron a estas montañas a finales del siglo xix. Desde


entonces, esta familia campesina ha basado su economía doméstica
principalmente en la cría de animales (vacas, cabras y pollos, entre
otros), complementando con cultivos de subsistencia, principalmente
porotos, trigo y otros granos. Durante las últimas dos décadas también
han trabajado prestando servicios turísticos a los visitantes, como ca-
balgatas a caballo, senderismo y otras actividades en el río Nuble. En las
montañas andinas, el agua no es solo para el riego e hidroelectricidad,
sino también para el turismo de naturaleza.
Según Alejo, el gobierno les ofreció “reubicarlos” en casas que
eventualmente serían construidas por el Estado para las familias
desplazadas, las cuáles se localizarían en el pueblo de San Fabián de
Alico. Ante esto, Alejo indicó que “este lugar en el que vivo no se puede
comparar con ningún otro lugar”, porque tiene toda una historia fa-
miliar inscrita en su parcela, en el río, en la montaña, en el bosque, con
los animales, con el aire fresco, con la libertad y el privilegio de vivir
en un ambiente limpio y exuberante como estas montañas andinas.
En la entrevista realizada en su casa en medio de la montaña,
Alejo protestaba diciendo que “el gobierno no tiene idea del valor que
tiene este ambiente para nosotros”. Por supuesto, él no está hablando
del medio ambiente como valor de cambio, sino que se refiere al valor de
uso de este entorno natural, cuasi prístino y brillante. Sin embargo,
el neoliberalismo llegó a esta zona para transformar estas montañas
naturales y los flujos de agua en flujos de ganancias para el capital
hidroeléctrico y para la agricultura de riego que se desarrolla aguas
abajo. La situación para Alejo y su familia es que su parcela es tan
pequeña (casi 3 ha), que el dinero que recibirían por la expropiación
no servirá para comprar otro lugar con las mismas características.
Argumentos similares tenían las hermanas Quintraman, pertenecientes
a la etnia mapuche-pehuenche, que a fines de los noventa y principios
de la década del 2000 lucharon contra la corporación endesa a causa de
la construcción de las mega-represas Ralco y Pangue en la zona del
Alto Biobío. Para ellas y sus comunidades, esas montañas andinas
eran lugares sagrados, pero para el gobierno y la hidro-corporación
solo eran tierras para ser inundadas y explotadas con el fin de extraer
ganancias monetarias (cf. Susskind et al., 2014). En el caso de Alejo,

162
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

el Estado expropió sus tierras, llevando a tasadores oficiales del gobierno,


quienes establecieron el “valor” de sus parcelas pero solo considerando
su valor fiscal de mercado, no los valores históricos, culturales y subje-
tivos, que Alejo y su pueblo les han asignado —legítimamente— a este
asombroso lugar andino: “Porque el verdadero daño es que tengo que
dejar este lugar. Eso no lo pueden pagar con efectivo” (Alejo, entrevista
realizada en octubre 11 de 2014).
Durante la entrevista, Alejo también enfatizó que él y otros
campesinos desplazados de esta área han organizado un grupo para
presentar sus demandas al gobierno. Este pequeño grupo de alrededor
de veinte familias fue organizado para diferenciarse de quienes Alejo
describió como “gente extranjera”, en referencia a algunos ambien-
talistas, propietarios de parcelas residenciales, y empresarios del tu-
rismo que viven principalmente en el pueblo de San Fabián de Alico.
Para Alejo, estas personas “de afuera” han llegado durante la última
década desde ciudades como Santiago, Chillán, San Carlos e incluso
de países extranjeros. Para Alejo, lo que el gobierno ha tratado de
hacer es “dividir nuestra comunidad”, ofreciendo diferentes precios de
tierras de forma individual en lugar de negociar con todos ellos como
un grupo. Alejo definió su grupo “local” como aquel compuesto por
la veintena de familias que, como él, viven “aguas arriba del futuro
muro”, es decir, desde el punto donde se construiría el muro del embalse
Punilla, en dirección hacia la frontera con Argentina. Según Alejo,
son las personas como él, que viven río arriba del futuro embalse, las
que “sufren el verdadero dolor” y la amenaza real de ser desplazadas.
En cambio, muchas —aunque no todas las personas— que viven “aguas
abajo” del futuro muro, intentan obtener beneficios económicos del
otro proyecto hidroeléctrico (Central Hidroeléctrica Ñuble), vendiendo
sus tierras a los precios más altos posibles. Para Alejo, ni él ni su grupo
quieren vender sus tierras, porque no quieren dejar el modo de vida
tranquilo, apacible y sostenible que llevan en este lugar.
No queremos el embalse porque el daño no es pagadero.
Este daño no es sólo para nosotros: ¿puedes imaginar todo el daño a
la naturaleza? [...] Pero tal vez la naturaleza reaccionará a todos estos
proyectos porque aquí cerca tenemos el volcán Chillán. (Alejo, entre-
vista realizada el 11 de octubre de 2014)

163
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

En este punto, el “ambientalismo campesino” de Alejo coincide con


el “ambientalismo activista” propuesto por los miembros de Ñuble Libre
sin represas. Este movimiento por el agua y el medioambiente se compone
de personas locales y foráneas, la mayoría de ellos jóvenes trabajadores
rurales, empresarios de turismo, estudiantes y profesionales. Antes de
viajar a San Fabián en octubre de 2014, se consiguió una entrevista tele-
fónica con una importante informante clave, Alicia. Una vez arribados al
lugar, fue precisamente ella quien nos presentó a Alejo y al movimiento
social que se ha formado y desarrollado contra los proyectos hidroeléc-
tricos en el río Ñuble. Alicia fue importante para facilitar penetrar las
redes de la gente local contra las centrales hidroeléctricas de Punilla y
Ñuble, ya que como retrata la historia relatada por Alejo, hay fuertes
sospechas entre los locales hacia las personas foráneas que llegan al área
preguntando sobre su activismo, sean estas del Estado, corporaciones,
o con intereses científicos. En efecto, el entramado de poder político
y corporativo es el que típicamente intenta dividir y fragmentar las
comunidades; lo cual se hace a través de incentivos materiales (becas,
canastas familiares, apoyos monetarios varios) para así ganar simpatía
local y apoyo para los mega-proyectos hidroeléctricos y otros proyectos
geográficos de envergadura, como los forestales y de agro-negocios.
De este modo, lo que Alejo describió como el intento del gobierno de
dividir a su comunidad (negociando individualmente con cada uno
de ellos), desde la perspectiva de los lugareños es visto como una estrategia
deliberada para generar desconfianza y fragmentar a las comunidades,
ofreciendo más dinero por la compra de tierras a los unos, y menos a
los otros. Esta situación es similar a otras experiencias de lucha y resis-
tencia local contra mega-proyectos hidroeléctricos en otras regiones del
país. Por ejemplo, en el marco de nuestra experiencia de investigación
sobre el proyecto HidroAysén en la Patagonia, observamos procesos
similares por parte de las empresas proponentes (endesa/colbun): se
repartió dinero en efectivo y otros incentivos a algunos miembros de
las comunidades para obtener apoyo para el proyecto, lo que a su vez
generó profundas divisiones internas en las familias y miembros de las
comunidades (Torres et al., 2017). Sin embargo, los campesinos como
Alejo están siendo fuertemente apoyados y defendidos por miembros
de Ñuble Libre y sin represas. Para los miembros de este movimiento

164
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

socio-hídrico, los proyectos de represas en el río Ñuble son un crimen


contra la naturaleza, porque bloquean los flujos naturales de las aguas
de los ríos, y ese bloqueo se representa como una destrucción del río, de
la cuenca y su entorno natural. Lito, nacido en el pueblo de San Carlos
pero quien vive desde principios del 2000 en el pueblo de San Fabián
de Alico, relató de la siguiente manera esta filosofía activista:
Utilizamos siempre una metáfora aquí o lo vemos así: los ríos
son las venas de la tierra. Si construyes una muralla [represa], estás
formando un coágulo. Lo mismo sucede en el organismo o cuerpo
humano. Cuando tienes un coágulo, puedes tener un ataque al co-
razón y te duele. Incluso puede producir trombosis. En estos mo-
mentos, la tierra está sufriendo esta trombosis porque ¿cuántos ríos
del planeta no están siendo bloqueados? (Lito, entrevista personal, 17
de octubre de 2014)

La defensa ambientalista frente a proyectos hidroeléctricos busca


evitar que Alejo y otros campesinos y campesinas sigan siendo des-
plazados por el Proyecto Punilla y otros proyectos de desarrollo
hidroeléctrico. Esta realidad de conflicto hidrosocial en el valle del
río Ñuble pone de relieve el modo en que ciertos grupos de personas,
particularmente aquellos que habitan áreas rurales, están siendo des-
poseídos de sus formas de vida tradicionales y de su acceso y control
de bienes naturales como tierras, aguas, y paisajes de montañas.
Una migración y desplazamiento que, como en otros lugares del Chile y
América Latina, son ejemplos de la fractura y separación forzada de los
seres humanos de su medio ambiente natural y sus recursos hídricos.

Caso 3. Agro-negocios de cerdos y olivos en la comuna


de San Pedro, región metropolitana de Santiago
El desarrollo de la mega-industria de cerdos en la cuenca del río
Maipo es también ilustrativa de este proceso multiescala de fractura
hidro-metabólica en los territorios hidrosociales chilenos. La industria
y su principal corporación, Agrosuper, es originaria de la Región
O’Higgins (sur de Santiago), y comenzó a invertir en la comuna de San
Pedro a fines de los años ochenta. San Pedro se ubica en las tierras de
secano cercanas a la cordillera de la costa, localizándose aguas abajo

165
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

de la cuenca del río Maipo (figura 3). En esta zona, las principales
fuentes de agua son los acuíferos. Según Alexis —abogado y activista
fundador del Movimiento Juntos por el Agua9— cuando Agrosuper
llegó a San Pedro no tenían derechos de agua. Por lo tanto, comenzaron
a solicitar los derechos a la Dirección General de Aguas (dga): “Todo
comenzó después del proceso de reforma agraria. [Cuando] Agrosuper
se instaló en la zona, creo que con algunos estudios hidrogeológicos,
comenzaron a solicitar grandes cantidades de derechos de agua”. En
efecto, de acuerdo con el Catastro Público de Aguas de la dga10, la
empresa Agrosuper comenzó a solicitar derechos de aguas subterráneas
a partir de 1995, siendo su última solicitud de 2011. Tienen un total de
nueve solicitudes de derechos de agua en el catastro, que suman un
total de 454 litros por segundo en la comuna de San Pedro (dga, 2016).
Según campesinos de San Pedro, dedicados principalmente al cultivo
de frutillas, crianza de pollos, producción de huevos y ganado (vacas,
ovejas), la extracción de estas grandes cantidades de agua en aquellas
tierras de secano les ha afectado, porque sus pozos se han secado.
Esto ocurre de la siguiente manera. Los pozos profundos operados por
Agrosuper —que según los habitantes locales sustentan la producción
de alrededor de dos millones de cerdos en diversas plantas de crianza y
procesamiento situadas en el municipio— son más profundos que los
pequeños pozos operados por los productores de frutillas, quienes a
través de sus pequeños pozos noria solían extraer agua para consumo
humano y riego de sus cultivos. Una vez que Agrosuper comenzó a
construir pozos profundos industriales de más de 100 metros, para
así bombear grandes cantidades de agua desde los acuíferos de la
comuna, las personas que viven en el área han presenciado cómo sus
pozos noria familiares se han secado gradualmente. Como lo indican
otras integrantes del Movimiento Juntos por el Agua:
Lo que sucede es que los grandes pozos extraen agua en de-
trimento de los pequeños. Todos nuestros pozos se están haciendo
inútiles. Nuestros pequeños pozos se secan y por lo tanto la gente

9 Entrevista realizada en la comuna de Melipilla, 26 de noviembre de 2014.


10 Esta información puede ser encontrada en el sitio web de la dga: http://
www.dga.cl/productosyservicios/derechos_historicos/Paginas/default.aspx
[consultado el 4 de enero de 2016].

166
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

se queda sin agua... Este problema no solo nos daña a nosotros, los
pequeños productores, sino también a ellos [los grandes produc-
tores], porque llegará un momento en que no tendrán agua tampoco.
(Constanza y otros campesinos, entrevista grupal realizada en la
comuna de San Pedro, 27 de noviembre de 2014)

Perú N 0 5 10 20 30 N
Chacabuco
Bolivia

Km

Tiltil
Chacabuco Huechuraba
Océano Pacífico

Quilicura
Colina
Pudahuel Hu
Conchalí
Lampa Lo Barnechea Renca
Vitacura Renca Recol
Curacaví
Quilicura Cerro Navia Independ
Renca
Pudahuel Santiago Quinta Normal
María Pinto Santiago Las Condes Pudahuel Lo Prado
Maipú
La Florida Peñalolén Santiago Santiago
Peñaflor
Puente Alto Estación Central
Melipilla El Monte Talagante San Bernardo
Argentina

Pedro Aguirre Cerda


Calera de Tango
Buin Cerrillos San Miguel
Melipilla Pirque
Maipo Cordillera Maipú Lo Espejo
La Cisterna La Gr
Paine
San Pedro San José de Maipo

El Bosque San R
Talagante
Alhué
La Pinta

La Pinta
Maipo

Comuna Provincia

0 5 10 20 30 N
Chacabuco
Km

til
hacabuco Huechuraba
Quilicura Lo Barnechea
Colina
Pudahuel Huechuraba
Conchalí
mpa Lo Barnechea Renca Vitacura
Vitacura Renca Recoleta
Quilicura Cerro Navia Independencia Las Condes
Renca
huel Santiago Quinta Normal
Providencia
Santiago Las Condes Pudahuel Lo Prado
aipú
La Florida Peñalolén Santiago Santiago La Reina
aflor Ñuñoa
Puente Alto Estación Central
gante San Bernardo Peñalolén
Pedro Aguirre Cerda
Calera de Tango
Buin Cerrillos Macul
Pirque San Miguel
Cordillera San Joaquín
Maipo Maipú Lo Espejo
La Cisterna La Granja
Paine
San José de Maipo La Florida

El Bosque San Ramón


Talagante
La Pintana
Cordillera
La Pintana
Maipo
0 5 10 20 30
Km

Figura 3. Región Metropolitana de Santiago de Chile, según Provincias y


comunas. Fuente: elaboración propia.

167
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

La fractura hidro-metabólica en la comuna de San Pedro no solo


está influenciada y hasta cierto punto gatillada por la industria porcina.
En 2010, una compañía estadounidense proveniente desde Utah llegó a la
zona para comenzar a cultivar aceitunas, destinadas a la producción de
aceite de oliva para exportación.11 De acuerdo con información entregada
por algunos entrevistados del área, la empresa compró alrededor de
3.500 ha de tierra en la comuna a un terrateniente local llamado Ricardo
Aristía, quien tenía derechos de propiedad de tierras y aguas desde 1974
en las comunas de Talagante, Melipilla y San Pedro.12 Aristía es un reco-
nocido empresario en el sector agrícola e hídrico, ya que fue presidente
durante casi cuatro décadas de la Asociación de Canalistas Canal Las
Mercedes, un importante canal de riego en la cuenca del río Maipo que
data del siglo xix (Torres, 2016). En 2010 fue nombrado Director Nacional
del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (indap) por el nuevo
gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014). Según campesinas de San
Pedro, Ariztía tuvo que vender (o transferir) sus tierras, derechos de
agua y empresas para asumir esta importante posición. Así, en 2011
esta empresa estadounidense, con el nombre local de Agroreservas
de Chile s. a., compró tierras y derechos de agua de propiedad de
Ariztía en la comuna de San Pedro. Desde entonces, cultivan olivos
para la producción de aceite de oliva para los mercados globales, para
lo cual hacen uso de las tierras y derechos de agua subterráneas que le
compraron a Aristía. De acuerdo con el Catastro Público de Agua de
dga (dga, 2016), en junio de 2011 Agroreservas de Chile s. a. realizó
25 inscripciones de derechos de agua subterránea en el municipio, por
un total de 991 litros por segundo. Eso es una gran cantidad de agua
bombeada desde los acuíferos de San Pedro, que sumados a los 454
litros por segundo extraídos por Agrosuper, explican en parte por
qué casi toda la población de la comuna (8.485 personas) está siendo
atendida por camiones de agua municipales desde 2011 (Areli, admi-
nistradora municipal de los camiones aljibe de la Municipalidad de
San Pedro, entrevista personal, realizada el 26 de noviembre de 2014).

11 Véase el sitio web de la empresa: http://www.chileoliveoil.cl/


12 Véase una biografía en https://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_
Arizt%C3%ADa_de_Castro

168
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

Las 25 inscripciones significan 25 pozos profundos. Sin embargo, según


los campesinos locales, “si se le pregunta a la dga dicen que hay 25 pozos,
pero la gente que trabaja allí dice que hay mucho más de 100 [pozos]”
(Constanza y otros campesinos, entrevista grupal, noviembre 27 de 2014).
Quienes trabajan en las plantaciones de olivos son precisamente las
familias de estas campesinas y campesinos, que también son la principal
fuerza de trabajo rural en las plantas de la industria porcina. Por lo tanto,
estas personas son conscientes de que los derechos de agua (subterráneos
y consuntivos) acumulados por esta gran empresa transnacional son
solo estadísticas oficiales, porque en la práctica están extrayendo mucha
más agua que la declarada en el Catastro Público de Aguas. Lo oficial
no tiene nada que ver con lo real. Los registros gubernamentales no
tienen relación con lo que realmente se extrae desde los ríos, acuíferos
y sus caudales ecológicos. Estos ecosistemas socio-hídricos están siendo
afectados por la falta de precipitaciones durante la última década debido
a la mega-sequía (Centro de Ciencias del Clima y Resiliencia cr2, 2015),
cuyos efectos son exacerbados por la sobreexplotación capitalista de los
pocos recursos hídricos que existen a través de mega-proyectos geo-
gráficos que están, literalmente, secando el territorio. Como lo expresó
Abigail, ingeniera y Sub-Delegada Presidencial de Recursos Hídricos
para la Región Metropolitana de Santiago13:
La gran lucha que la gente tiene aquí en la región metropolitana es
que se preguntan: ¿Por qué? El vecino—que no es ni siquiera nacional
sino transnacional—viene y compra predios completos, hacen pozos
profundos de 100 o 200 metros, tienen agua para regar muchos árboles
de olivo. Y sin embargo, los campesinos no tienen agua para regar
sus frutillas. [Hay] un montón de pozos, muchos olivos creciendo,
pero estas personas no tienen agua para beber ni agua para trabajar
[sus tierras]. (Abigail, entrevista personal, 3 de diciembre de 2014)

13 En 2014, la presidenta Michelle Bachelet nombró un Delegado Presidencial


para los Recursos Hídricos, para así abordar de forma focalizada el
problema de escasez hídrica que afecta al país. La persona designada
fue Reinaldo Ruiz, profesor de la Universidad de Talca, quién a su vez
nombró sub-delegados regionales. Durante el trabajo de campo de esta
investigación, se entrevistó a Abigail, la sub-delegada para la Región
Metropolitana de Santiago.

169
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

Este es otro ejemplo de cómo las interacciones metabólicas del


mercado del agua, la sequía y el poder económico de las grandes
corporaciones están produciendo nuevas fracturas hidro-metabólicas
y un proceso de intensificación de la desigualdad socio-espacial en la
cuenca del río Maipo, despojando a la población local de sus recursos
hídricos. Pero las grandes corporaciones no solo están dejando a la
población local sin agua, sino también agotando los acuíferos y creando
problemas de depredación ambiental que probablemente serán difí-
ciles de restaurar socio-ecológicamente. Esta situación también está
eliminando la posibilidad de que la dga distribuya más derechos de
agua en el futuro, porque en la Región Metropolitana de Santiago
de Chile existe sobre-explotación de los acuíferos en un contexto de
mega-sequía. Lo anterior ha llevado a la autoridad hídrica a declarar
áreas de restricción —lo cual significa que la dga no puede asignar
más derechos de agua— ya que en la cuenca del río Maipo “no hay
más agua para asignar” (Patricia Macaya, directora dga Región Me-
tropolitana, entrevista personal, 14 de noviembre de 2014).

Conclusiones
Los tres casos de estudio descritos en este trabajo ilustran los
diversos modos en que el neoliberalismo hídrico (expresado en el
mercado de aguas) y el cambio climático (expresado en la mega-
sequía) están contribuyendo conjuntamente a producir fracturas
hidro-metabólicas en diversas cuencas y territorios de Chile. A medida
que esta fractura hidro-metabólica se expande social y espacialmente,
está produciendo una doble situación: personas sin agua y ecosistemas
degradados. Las personas sin agua, desposeídas del acceso y control
de sus recursos hídricos, ya han comenzado a articular estrategias
colectivas para hacer frente a esta nueva situación de vivir sin agua.
Por un lado, han tenido que adaptarse gradualmente a la cotidianidad
de ser abastecidos de agua potable por camiones aljibe. Por otro lado,
también han empezado a organizarse para protestar y generar espacios
de discusión que permitan comenzar a disputar la noción del agua
como propiedad privada y mercantilizada impuesta por la dictadura
militar de Pinochet, que instauró la hidro-modernidad neoliberal
como una estructura hegemónica de des-gobernanza hídrica en el país.

170
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo: etnografías de la desposesión...

La etnografía multi-situada de la desposesión hídrica en las regiones


del Biobío y Santiago nos muestra que hay un malestar social ante
el neoliberalismo hídrico, y por ello se han comenzado a generar
articulaciones de estos movimientos locales con miras a generar un
movimiento de escala nacional por el agua, cuyo propósito principal es
recuperarla como un bien público (Larraín, 2015; Torres et al., 2017)14.
Los casos de estudio de Punilla, Nueva Aldea, y Agrosuper demuestran
que la acumulación corporativa de agua es relevante para entender
la desposesión hídrica y la reacción social contra esta desposesión.
El cambio climático y la sequía influyen, pero no son el principal
factor de la escasez de agua. Los resultados de nuestra investigación
demuestran que el mercado hídrico es un factor decisivo en la pro-
ducción socio-espacial de fracturas hidro-metabólicas en los territorios
hidrosociales de Chile. Al respecto, las cifras son elocuentes: a enero

14 En Chile, la noción del agua como un “bien público” puede rastrearse,


históricamente, cuando inició la provisión de agua potable por parte del
Estado a los ciudadanos, que ocurrió desde la creación de la primera
empresa pública de agua en Santiago en 1861 (Piwonka, 1999). Este hito dará
vida, durante gran parte del siglo xx, a una suerte de hidro-keynesianismo,
donde el Estado tuvo un fuerte rol en la construcción de infraestructuras
hídricas (alcantarillado, represas, canales de riego, embalses, etc.). Este
hidro-keynesianismo llegaría a su punto más alto cuando, en el contexto
de la reforma agraria (1964-1973), el presidente Eduardo Frei Montalva
nacionalizó el agua en 1967, la cual sería re-privatizada con el Código de
Aguas de 1981, dando vida a la hidro-modernidad neoliberal.
Es precisamente a partir de esa noción de agua como bien público, muy
marcada en el período de 1967-1973, que el Estado asume un rol conductor
en la provisión de agua a sus ciudadanos; dicha noción está siendo, de un
modo u otro, recogida y resignificada por los actuales movimientos sociales
por el agua en el país. No obstante, esta resignificación sería acorde al actual
momento histórico de (post) neoliberalismo y cambio climático, y también
considerando que hoy existe una creciente desconfianza por parte de los
movimientos sociales con el aparato de estado. Es por ello que la noción de
agua como bien público también se entrelaza con la noción del agua como
un bien comunitario y no exclusivamente estatal, procesos que están dando
vida, gradualmente, a la transición hacia la hidro-modernidad de lo común.
De cualquier modo, tanto el agua como bien público, como el agua como
bien común, son nociones en proceso de (re)construcción (Mundaca, 2014;
Bauer, 2015; Torres, 2016; Torres et al., 2017).

171
Robinson Torres Salinas & Jorge Rojas Hernández

de 2015, aproximadamente 400 mil personas están sufriendo la escasez


absoluta de agua, teniendo que ser atendidas por camiones aljibe mu-
nicipales (Delegación Presidencial para los Recursos Hídricos, 2015).
Estas cifras son la contabilidad oficial, pero probablemente son muchas
más las personas sin agua en el país. La desposesión hídrica es de
escala nacional.
La fractura hidro-metabólica del neoliberalismo es una fractura
socioambiental cuya escala sigue creciendo, al igual que el malestar
social. Ñuble Libre sin represas y el Movimiento Juntos por el Agua son
ejemplos tomados entre decenas de otros movimientos que emergen
en diversos territorios del país como respuesta a la desposesión hídrica
del capital global sobre las comunidades locales. Irónicamente, ante
la creciente separación de las comunidades de su acceso y control de
sus recursos hídricos, se viene generando una creciente unión de estas
mismas personas y comunidades siendo desposeídas. Así, emergen
nuevas subjetividades ante esta destrucción multiescala de los ecosis-
temas hídricos. Se vislumbra una alternativa, un proyecto político-
ecológico y socio-espacial que busca declarar el agua como un bien
común (commons), pero también restaurar ecosistemas socio-hídricos
altamente contaminados (río Itata), sobre-explotados (acuíferos de San
Pedro), e intervenidos a gran escala (río Ñuble). La hidro-modernidad
neoliberal comienza su retirada, emergiendo la alternativa de la hidro-
modernidad de lo común (cf. McCarthy, 2005; Carroza y Fantini,
2016; Infante, 2016; Torres, 2016), que abre un universo de nuevas
posibilidades para crear modos más democráticos y sustentables de
habitar los territorios. Nuestras preguntas de investigación y trabajo
colaborativo comienzan también a dirigirse en esa dirección.

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176
Agua y gran minería en Colombia:
reflexiones a partir del análisis de los
casos de Cerrejón (Guajira), Cerro Matoso
(Córdoba) y La Colosa (Tolima), Colombia

Patricia Sánchez García


Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo

Universidad de Los Andes

Introducción
El presente artículo desarrolla un análisis de los conflictos socio-
ambientales asociados a la relación entre actividad minera a gran
escala y agua, a partir de tres proyectos mineros en los que se extraen
o pretenden explotarse diferentes tipos de minerales: carbón, ferro-
níquel y oro; en espacios geográficos diferenciados correspondientes a
distintos departamentos: La Guajira, Córdoba y Tolima; y a diferentes
momentos del proceso de explotación: extracción en los dos primeros
casos y exploración en La Colosa.
Pese a lo disímiles que puedan parecer los casos en cuestión, en
términos del conflicto socioambiental planteado, el marco conceptual
de la ecología política, a través del cual se realiza el análisis, posibilita
tanto el reconocimiento de las particularidades que dicho conflicto
adquiere para cada uno de los proyectos mineros, como una propuesta
de análisis global de los mismos, desde la cual se realiza una reflexión
sobre esta actividad económica como generadora de injusticia ambiental
e hídrica, así como de desarrollos geográficos desiguales.
En un primer momento se presentará cada uno de los casos en
cuestión, desde una perspectiva que procura reconocer, no solo la
mirada de las compañías mineras frente a esta actividad, sino las

177
Patricia Sánchez García

voces disidentes que existen sobre la misma, para luego proponer los
principales ejes de conflicto en torno al agua encontrados en cada
uno de los proyectos mineros escogidos. Por último, y a manera
de conclusión, se presentará una reflexión general sobre los ejes
­comunes encontrados en torno a los conflictos por el agua, los cuales
se encuentran relacionados con procesos como la contaminación de
fuentes hídricas, cambios de prioridad del uso del agua en favor
de la minería y en detrimento de actividades económicas diferentes
a esta, empobrecimiento de las comunidades, desarrollos geográficos
desiguales e injusticia ambiental, hídrica y social.

Gran minería en Colombia: una


historia contada a dos voces
La minería de gran escala en Colombia, como en el resto de América
Latina, es una actividad que se remonta al período colonial, en el cual
las potencias europeas ocupantes del territorio americano desarrollaron
una intensiva campaña de explotación de metales preciosos, como la
plata y el oro, en el contexto de las políticas económicas mercantilistas
predominantes para ese momento en los países europeos, a través de las
cuales se sentaron las bases del proceso de acumulación originaria de
capital, el cuál terminaría dando origen al modo de producción capitalista.
La extracción de minerales preciosos en América, en condiciones de
colonialidad, está ligada a los cimientos mismos del capitalismo mundial,
y se encuentra atada también a su continuidad.
La actividad minera constituye uno de los motores de la producción
de desarrollos geográficos desiguales, los cuales han sido caracterizados
por Harvey (2003) y Smith (2008) como componentes esenciales de la
geografía desequilibrada del capitalismo, la cual se asocia a la generación
de configuraciones espaciales diferenciadas y opuestas, derivadas de
sus contradicciones inherentes, produciendo tendencias opuestas pero
simultáneas hacia la homogeneización y la diferenciación espacial.
La minería en el período colonial fue un motor esencial en la producción
de la diferencia espacial en el país, la cual se caracterizó por la generación
de espacios articulados al desarrollo y espacios excluidos del mismo,
desde una perspectiva del desarrollo ligada básicamente al crecimiento
económico de las potencias coloniales.

178
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

En el caso colombiano, las principales explotaciones de minerales


preciosos durante la Colonia se adelantaron en los departamentos de
Antioquia, Chocó y Cauca, los cuales han continuado con el legado
de extracción hasta nuestros días. Sin embargo, estas no son las únicas
áreas en las que actualmente se adelantan proyectos extractivos, estos
se asocian, hoy por hoy, no solo a la explotación de minerales preciosos
sino a la de combustibles fósiles como el petróleo y el carbón. Si bien
no se ha dejado de hacer minería en Colombia desde la época colonial,
esta actividad ha sido denodadamente promovida por los gobiernos
nacionales de las dos últimas décadas, a tal punto de que el gobierno
de Juan Manuel Santos definió el sector minero-energético como
una de las locomotoras del crecimiento económico1, pretendiendo
convertirlo en un país minero con base en el estímulo de la inversión
extranjera. Para dicho propósito se han realizado profundos ajustes
institucionales, jurídicos y espaciales, los cuales han derivado en la
iniciación de múltiples proyectos de exploración y explotación minera
en diversas localidades del país.
El mapa actual de la minería en Colombia se caracteriza por
las múltiples conflictividades generadas ante el estímulo de esta ac-
tividad, ya que no existe unanimidad frente a su realización: si bien
hay perspectivas de defensa a ultranza de la ejecución de los proyectos
mineros iniciados, así como de los que en un futuro se emprendan
sobre nuevos hallazgos, desde otras visiones, esta actividad debe li-
mitarse e incluso suspenderse en razón de los impactos negativos que
comporta en términos ambientales y sociales. La minería en Colombia
no puede ser interpretada entonces desde una postura hegemónica
frente a la misma, sino desde la diversidad de perspectivas que existen

1 Las “locomotoras” del crecimiento económico propuestas por el gobierno


Santos son definidas como sectores convocados a liderar el crecimiento y
la generación de empleo en el país, además del sector minero-energético,
son definidos como “locomotoras” los sectores de vivienda, infraestructura,
agropecuario y los nuevos sectores basados en la innovación. Son concebidos
como sectores que avanzan más rápido que el resto de la economía; dentro
de las cinco locomotoras, el sector minero-energético se caracteriza como
uno de los que mayor avance presenta, junto con la infraestructura y la
vivienda; lo que fue posible gracias al impulso del sector estimulado desde
los gobiernos anteriores, en particular el de Álvaro Uribe Vélez.

179
Patricia Sánchez García

en torno suyo, por lo que se propone contar su historia con al menos


dos voces: las que concuerdan con la ejecución de proyectos mineros
a gran escala y las que disienten de tal propósito.
En los tres casos en cuestión (figura 1), existen y se contraponen
tales perspectivas disímiles, las cuales se expresan también en el debate
sobre las consecuencias de este tipo de proyectos en torno al agua.
En las páginas que vienen a continuación se expondrán las líneas
generales de debate frente a cada uno de estos casos, finalizando con
una reflexión en torno a los conflictos socioambientales por el agua
que se libran en cada uno de estos.

Guajira N

complejo
Atlántico carbonífero
el cerrejón
Magdalena

Cesar

Sucre
Córdoba
No
r te

Bolivar
de
S an
t an

mina cerro
matoso
der

Antioquia Santander
Arauca

Boyacá Casanare
Choco proyecto
aurífero la
colosa
Cundinamarca

colombia
Tolima
Valle del Cauca

Cauca Huila

Figura 1. Localización de los casos de estudio en el mapa de Colombia.


Fuente: elaboración propia.

180
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

Cerrejón: el lado oscuro del carbón


Cerrejón es un complejo integrado de minería y transporte
ferroviario y naval de carbón térmico que se encuentra localizado al
sureste del departamento de La Guajira (Colombia), específicamente
en el valle del río Ranchería. Está conformado por una mina a cielo
abierto, un ferrocarril que transporta el carbón desde la mina hasta
el nororiente de la península de La Guajira —más exactamente hasta
Bahía Portete—, y un puerto marítimo de carga llamado Puerto Bolívar.
Su extensión es de 69.000 hectáreas y sus reservas recuperables as-
cienden a los 760 millones de toneladas. La mayor parte del carbón
producido y exportado por Cerrejón se utiliza para la generación de
energía eléctrica, una proporción menor se destina a usos industriales
y a la provisión de calefacción doméstica (Cerrejón, 2017).
La mina propiamente dicha está localizada entre los municipios de
Albania, Barrancas y Hatonuevo (La Guajira), posee recursos estimados
de 1.961 millones de toneladas y su producción asciende a 32 millones
de toneladas anuales. El descubrimiento de la mina de carbón que hoy
hace parte del complejo Cerrejón se remonta a mediados del siglo xix,
produciéndose tras dicho hallazgo pequeñas explotaciones artesanales;
sin embargo, la explotación a gran escala de dicho yacimiento inicia ya
en el siglo xx, cuando en 1975 el Gobierno de Alfonso López Michelsen
abrió una la licitación para participar en el 50% de la explotación de 32.000
hectáreas, las cuales en la a­ ctualidad hacen parte de Cerrejón Zona Norte.
La empresa International Colombia Resources (Intercor)2 fue la ganadora
de dicho proceso al que se presentaron cuatro empresas más, por lo que un
año después dicha compañía firmó con Carbones de Colombia (Carbocol)3

2 Intercor es una compañía filial de la Exxon Mobil Corporation, empresa


petrolera estadounidense fundada en 1870 bajo el nombre de Standard Oil
Company.
3 Carbocol fue la empresa estatal colombiana de producción hasta el año
2000, cuando fue vendida por el gobierno de Andrés Pastrana por 384
millones de dólares; esta privatización se produjo en el contexto de la
política de reestructuración neoliberal, de la mano de un acuerdo firmado
con el Fondo Monetario Internacional en 1999, el cual estuvo atado a un
crédito de 2.700 millones de dólares; con la venta de esta empresa se cerró
la posibilidad de realizar la explotación de este mineral bajo criterios de
soberanía nacional.

181
Patricia Sánchez García

un contrato de asociación por 33 años para la exploración, construcción


y producción de carbón en la zona. Suscrito dicho contrato, el gobierno
de Belisario Betancur autorizó la construcción e inicio de operación de
un puerto privado para la exportación del mineral, para lo cual otorgó
en concesión a Carbocol zonas de playa y terrenos de bajamar en Bahía
Portete; el puerto construido por esos años recibe el nombre de Puerto
Bolívar y su primer embarque se produjo en 1986. Entre 1996 y 1997
se inician operaciones en nuevas áreas mineras, ya que las hechas
hasta el momento se adelantaban en lo que hoy corresponde a la Zona
Norte; esto lleva a que se amplíe la infraestructura del complejo. En
2000, Carbocol vendió su participación en Cerrejón Zona Norte a
las compañías bhp Billiton, Anglo American y Glencore, las cuales
se hicieron con el 50% del complejo carbonífero con esta operación
y con la totalidad de este tras la venta del 50% restante por parte de
Intercor, tan solo dos años después. En 2006, la Glencore vendió su
participación en la compañía a la Xtrata, por lo que actualmente el
complejo carbonífero es propiedad de bhp Billiton, Anglo American y
Xtrata. En 2009, tras la finalización del contrato de asociación suscrito,
este fue extendido por 25 años más, quedando vigente hasta el 2034.
Actualmente, las exportaciones de carbón hechas por Cerrejón
corresponden al 44,4% del total de las exportaciones nacionales de
este mineral.4
La forma como Cerrejón se representa a sí misma dista de cómo la
conciben las comunidades de la región, lo que constituye evidencia de
la existencia de múltiples conflictos en torno a la explotación minera en la
región, actividad económica que, lejos de representar un consenso, cons-
tituye una fuente de conflictividad tanto socioambiental como territorial.
Cerrejón se presenta como una empresa que se caracteriza por
los que considera exitosos programas de Responsabilidad Social Em-
presarial (rse)5, en el marco de los cuales adelantan proyectos como

4 Colombia es el cuarto exportador mundial de carbón térmico después de


Australia, Indonesia y Rusia.
5 La Responsabilidad Social Empresarial es entendida como la capacidad
de las empresas de minimizar el impacto negativo de sus acciones hacia el
ambiente y la sociedad, además de anticipar y dar solución a las exigencias
de las partes interesadas en sus procesos de gestión (Rivera, 2011).

182
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

el Plan de ayuda integral a Comunidades Indígenas (paici), del cual


hacen parte acciones de etnoeducación, de fomento de la producción
y comercialización de artesanías, de agricultura, de mejoramiento de
caprinos y de hogares comunitarios; el Programa Intercultural Bilingüe
para la Preservación de la Lengua Wayuu; el Centro Etnoeducativo
Kamusuchiwo´ y el Programa Becas Excelencia Cerrejón, entre otros.
Considera que con la realización de estos programas, Cerrejón se pro-
yecta como un «aliado clave para el progreso y el desarrollo sostenible
de La Guajira» (Cerrejón, 2017). En el año 2008 creó el Sistema de
Fundaciones Cerrejón, con el cual, desde su perspectiva, se pretende
garantizar la efectividad y cobertura de las acciones de gestión social,
promover el desarrollo sostenible y el desarrollo regional, permitiendo
que las comunidades de La Guajira aprovechen los recursos generados
por el carbón y se preparen para cuando estos desaparezcan; de este
Sistema hacen parte la Fundación Cerrejón para el Progreso de La
Guajira, la Fundación Cerrejón Guajira Indígena, la Fundación Cerrejón
para el Fortalecimiento Institucional de La Guajira y la Fundación
Cerrejón para el Agua en La Guajira.
Aunque Cerrejón se asuma como ejemplo en términos de rse y haya
recibido distinciones y reconocimientos por ello (Agencia efe, 2014),
esta no es una opinión unánime y existen perspectivas críticas tanto
sobre las reales intenciones de este tipo de programas como de las con-
secuencias generadas por los mismos, los cuales constituyen auténticos
mecanismos a través de los cuales las empresas propietarias del complejo
minero pretenden lograr injerencia sobre los territorios, así como el
apoyo o aquiescencia de las comunidades locales, generando hondas
transformaciones en los territorios. En el marco de estas políticas de
rse el Estado colombiano cede en términos de su papel como garante
de derechos para trasferir dicha responsabilidad a las mineras, lo que
pone en cuestión la noción de soberanía que defiende y guía su accionar,
y genera transformaciones en la identidad de las comunidades étnicas
y demás habitantes de la región (Iguarán, 2013).
La rse se convierte en un mecanismo de legitimación de la presencia y
accionar de las empresas mineras en los territorios, que, si bien se presenta
como parte de una intención filantrópica, termina constituyendo una
forma de enjuagar su imagen ante las críticas hechas por sus acciones.

183
Patricia Sánchez García

Tal como es planteado por Svampa y Antonelli (2009), la Responsabilidad


Social Empresarial (rse) forma parte del dispositivo de legitimación e
instalación del nuevo modelo extractivista, el cual es utilizado por las
empresas mineras para «ampliar su esfera de acción, convirtiéndose
en agentes de socialización directa, mediante una batería múltiple
de acciones sociales, educativas y comunitarias» (Svampa, 2011, p. 1),
consagrándose como agentes de la producción y reproducción de la
vida de las poblaciones o actores sociales totales.
En el caso Cerrejón, la política de rse sin duda ha constituido
uno de los dispositivos de legitimación de las empresas mineras
propietarias del complejo, en particular, en términos de su relación
con la comunidad Wayuu, principal afectada por cuenta del proceso
de explotación del mineral, de esto dan cuenta los programas men-
cionados, la mayoría de los cuales se dirigen a esta población; otro
de los ejes de los programas de rse se desarrolla en torno al tema
ambiental, lo que da cuenta de un interés de las empresas por po-
sicionar la idea de que la explotación, transporte y embarque de
mineral genera impactos ambientales mínimos; su origen responde
a las múltiples críticas a lo largo de la historia de este proyecto minero
por sus impactos ambientales, así como por el tratamiento dado a
poblaciones indígenas y afrocolombianas, por ejemplo, la asentada
en la población de Tabaco.
En términos de los impactos ambientales de su operación, esta
compañía reconoce su existencia, no obstante se precian de generar
procesos de prevención, mitigación y compensación de los mismos,
así como de promover la conservación de la biodiversidad y aplicar
los más altos estándares operacionales de la industria, de generar
programas de control de calidad y manejo del agua, de preservación
de la biodiversidad, de control y calidad del aire, de manejo de residuos
sólidos, de rehabilitación y gestión de tierras, así como de educación
ambiental; estas acciones son consideradas por la compañía como
minería ambientalmente responsable (Cerrejón, 2017).
Como resultado de estas acciones, la compañía en cuestión se
precia de que su operación genera bajos niveles de ceniza y azufre
en los procesos de producción, transporte y embarque del mineral,
con bajos impactos sobre el ambiente y la salud de las personas.

184
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

Para Cerrejón, el medio ambiente es asumido como “uno de los fac-


tores más importantes en un modelo de negocio exitoso”. (Cerrejón,
2017), por lo que incorpora una estrategia ambiental caracterizada por
asegurar el cumplimiento de las regulaciones legales y por promover
las mejores prácticas ambientales en la industria minera del país.
Considera que hacen minería ambientalmente responsable, previ-
niendo, mitigando y compensando los impactos generados y presume
de contar con múltiples reconocimientos en términos de sus procesos
de gestión ambiental, en lo relacionado con salud, seguridad y trabajo
social con las comunidades de su área de influencia; e incluso valora
como positiva la actividad extractiva en tanto que ha permitido hacer
hallazgos de fósiles.
En contraposición a esta perspectiva, existen profundas críticas
de las comunidades, así como de sectores académicos, en términos de
los impactos ambientales de la explotación carbonífera. Dentro de las
principales se señala que, pese a que Cerrejón pregone cumplir con los
niveles máximos permitidos legalmente para la generación de material
particulado, el material que en todo caso se emite tiene consecuencias
para la salud humana, generando afectaciones especialmente a las co-
munidades de los resguardos indígenas de Provincia y San Francisco
y a la población de Media Luna en Puerto Bolívar (Rodríguez, s.f.).
Otro de los impactos ambientales de la mina se asocia con la emisión
de gases de combustión, los cuales generan óxido de azufre, nitrógeno y
gas carbónico por cuenta de la ignición de los tajos de carbón abiertos,
problema que se incrementa cuando hay lluvias. Así mismo, el ruido
asociado a la operación de equipos afecta especialmente a la población
de los resguardos de Provincial y Albania; además, la generación de
vibraciones por la utilización de explosivos para la fracturación y
remoción de roca y tierra ha afectado por años a comunidades como
las de Papayal, Patilla, Chancleta y Tabaco.
Cerrejón ha transformado completamente el uso del suelo, no
solo en las zonas de excavación correspondientes a la mina, sino en
la totalidad de la región, ya que se han intervenido cerca de 7.800
hectáreas, con sus consecuentes transformaciones sobre el paisaje,
modificación de las dinámicas y poblaciones de la flora y fauna de
la zona, cambios en los procesos de escorrentía —ya que al remover

185
Patricia Sánchez García

gran cantidad de cobertura vegetal las aguas llegan más rápido al río
sin regulación de caudales— (Salas, 2004), generando alteraciones en
el ciclo hidrológico de la región.
Todos estos impactos han hecho que se cuestione la gestión am-
biental de Cerrejón, así como la posibilidad real de existencia de una
minería ambientalmente responsable, la cual este complejo se precia
de realizar. Tal es el caso de Julio Fierro, quien al respecto comenta:
La minería responsable es un embeleco que se han inventado
las empresas y los gobiernos que las secundan, de eso no dan, no es
posible hacer minería responsable, yo creo que también hay que ser
honestos y es lo que le pedimos algunos al Gobierno colombiano y
es si se van a sacrificar zonas, si se van a sacrificar comunidades, si
se va a sacrificar la base natural de todos, pues que nos digan que
efectivamente en aras del desarrollo, en aras del progreso se nece-
sitan sacrificios y que hay unas comunidades que al parecer valen
menos que otras, que pueden ser sacrificadas, pero minería respon-
sable no existe. (Julio Fierro, en Agencia Ecologista de Investigación
Tegantai, 2016)

En el mismo sentido se pronuncian Zorrilla, Sacher y Acosta


(2014) quienes, desde una posición crítica frente al discurso de la
minería responsable, plantean que esta actividad es contradictoria
con la construcción de una perspectiva de buen vivir. Una auténtica
minería responsable, en su opinión, pasa por respetar las decisiones
de gobiernos y comunidades frente a la ejecución de actividades que
representen riegos para su bienestar, y reconocería que en ciertas si-
tuaciones o áreas no constituye la mejor forma de uso del suelo ni la
mejor actividad económica, lo que está lejos de ocurrir en el contexto
actual de la explotación minera que se desarrolla en América Latina.
El debate acerca de la factibilidad de existencia de una minería res-
ponsable continúa abierto y con seguridad constituirá uno de los ejes
centrales de los debates venideros sobre esta actividad.
Otro de los aspectos de los que Cerrejón se ufana es de ser una
empresa de la que depende el empleo en la región, contando con 12.780
puestos de trabajo, de los cuales 6.163 corresponden a empleados
directos; también valora de su propio proceso de gestión la cantidad de

186
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

contratos que ha suscrito con proveedores de La Guajira (124 contratos)


y del resto del país (446 contratos). Asimismo, resalta que su respon-
sabilidad con las comunidades va más allá de la generación de empleo
y de regalías, destacando su gestión social y relación con las pobla-
ciones a través del apoyo de proyectos dirigidos al fortalecimiento y
desarrollo sostenible regional.
En este aspecto también existen perspectivas disidentes que
caracterizan la minería, en general, como una actividad en la cual se
generan pocos encadenamientos productivos en las zonas donde
se desarrolla, lo que no repercute en términos de la generación de
procesos de desarrollo territorial de largo plazo. La capacidad de ge-
neración de empleo por parte de Cerrejón también es cuestionada ya
que, aunque esta actividad representa el 54,4% del Producto Interno
Bruto (pib) del departamento de La Guajira, tan solo representa un
2,9% del empleo que se genera en el departamento (Suárez, 2013).
El hecho de asociar generación de empleo con desarrollo o pro-
greso, también ha sido ampliamente rebatido en este tipo de proyectos,
ya que la priorización de un sistema productivo minero por encima
de los asociados a actividades como la agricultura genera hondas
transformaciones económicas en las áreas de explotación, las cuales
derivan en la construcción de lógicas económicas tipo enclave que
profundizan la dependencia económica de los territorios con respecto a
la actividad extractiva. Claramente, el desarrollo del proyecto Cerrejón
representó un recambio en términos de la economía del departamento
y de la región, el cual se produjo en detrimento de actividades como
la agricultura, que pasó de representar el 20% del pib departamental
en los años sesenta al 6,1% en 2013 (Suárez, 2013).
El desarrollo es visto por complejos mineros como Cerrejón
como una moneda de cambio con la que se paga a las regiones donde
se hacen procesos de explotación, en dicho sentido, son dicientes las
palabras de Roberto Junguito Pombo, actual presidente de Cerrejón,
quien plantea:
Tenemos el interés genuino por llevarle desarrollo a La Guajira.
No lo podemos hacer solos, y nos toca hacerlo en asociación entre el
Gobierno Nacional y los gobiernos locales, fundaciones y otras personas
del sector privado. (Cerrejón evalúa plan de obras por impuestos, 2017).

187
Patricia Sánchez García

En esta declaración puede apreciarse el anterior planteamiento,


así como el carácter mesiánico con el que asocian a la minería, la cual
constituye, desde su mirada, una actividad providencial con la que las
empresas mineras “recompensan” ciertos territorios.
Otro de los ejes de debate está relacionado con las regalías produ-
cidas por el Cerrejón, las cuales representan el 44,4% del total de las
regalías carboníferas del país; el monto de estas corresponde al 10% del
valor de la producción en boca de mina6, porcentaje que para el caso
de este complejo ha representado alrededor de 5,3 billones de pesos en
sus primeros treinta años de operación (Cerrejón cerraría el año…,
2016), esta contraprestación es vista por las compañías propietarias
del complejo como un importante aporte en términos del desarrollo
de la región y del país (Cerrejón, 2017).
Esta controversia se ha profundizado debido a la adopción, por
parte de Cerrejón, del plan de obras por impuestos, el cual fue avalado
por la reforma tributaria del año 2016, según el cual hasta el 50% de
los tributos que le corresponde pagar a este tipo de compañía puede
ser reemplazado por obras de impacto regional y de beneficio para las
comunidades; por cuenta de esto, la minera podría dejar de pagar 100
millones de dólares en impuestos, invirtiendo dicha suma en obras
con las que a la vez mejora su imagen corporativa.
Desde una mirada crítica a lo anterior, las regalías carboníferas
en particular y las mineras en general, tal como se encuentran defi-
nidas, no constituyen una compensación aceptable por la explotación
minera hecha, en tanto que se trata de la extracción de bienes mine-
rales considerados como no renovables, dados los tiempos geológicos
de sus procesos de renovación; estas tampoco subsanan los enormes
pasivos ambientales y sociales generados a lo largo de más de treinta
años de explotación. No obstante, quizás el aspecto más polémico en
relación con las regalías tiene que ver con el hecho de que estas no
han representado un cambio sustancial en términos de las condiciones
de vida de las comunidades del departamento y por el contrario, la
minería ha incidido negativamente en la economía regional, al generar

6 En explotaciones carboníferas de menos de 3 toneladas anuales el porcentaje


es del 5%.

188
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

el debilitamiento de otros sectores económicos, como el agropecuario


(Suarez, 2013). Pese a que La Guajira es uno de los departamentos
que recibe mayor cantidad de regalías por cuenta de la minería, sus
niveles de pobreza son lamentables, al punto de que es el segundo
departamento con mayor porcentaje de personas en condición de
pobreza monetaria (53,3%), después del Chocó (dane, 2016); y el 65%
de la población del departamento tiene al menos una carencia en sus
Necesidades Básicas. La situación es más agobiante aun en las zonas
rurales del departamento, donde la población en pobreza y miseria
asciende al 91% y al 80% respectivamente (pnud, s.f.).7
Otro de los aspectos polémicos está relacionado con los procesos
de reasentamiento generados por el complejo Cerrejón en el trans-
curso de la historia de su operación, esos son considerados por la
empresa como un recurso último para la prevención y mitigación de
los impactos en las comunidades y son presentados como procesos
de carácter participativo en sus diversas etapas.
Esta es la representación que Cerrejón hace de este tipo de procesos;
sin embargo, desde una posición menos autocomplaciente y crítica,
este tipo de acciones incluso contradicen la perspectiva del complejo,
que se concibe a sí mismo como mitigador de los daños ambientales
generados por su operación. Si bien Cerrejón denomina a estos pro-
cesos con el eufemismo de reasentamientos, estos corresponden más
bien a auténticos procesos de desterritorialización de población, de
los cuales las comunidades étnicas indígenas y afrocolombianas han
sido los principales afectados.
Quizás el caso de desterritorialización más infausto que se ha
vivido en el marco de las operaciones de Cerrejón es el de la población
de Tabaco, por encontrarse localizada en el área de expansión del
complejo donde residían 700 familias afrocolombianas que fueron
desalojadas violentamente, el día 9 de agosto de 2001, tras decretarse

7 En este contexto, el departamento de La Guajira vive en años recientes una


situación de crisis humanitaria, que incluso llevó a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos a dictar medidas cautelares sobre este departamento
con el fin de que el Estado atendiera problemáticas como las muertes por
desnutrición del pueblo originario wayuu, en particular de la población
infantil; además de la falta de acceso a agua potable de las comunidades.

189
Patricia Sánchez García

la expropiación de los predios en los que residían, por ser considerados


de utilidad pública e interés social por parte del Estado colombiano.
Estos son tan solo algunos de los ejes en torno a los cuales ha
girado la conflictividad en el caso Cerrejón; múltiples son los sujetos
sociales que se han distanciado y han resistido a la perspectiva de las
compañías carboníferas frente a la minería y su promocionada rse,
convirtiéndose la incursión de la gran minería en La Guajira en una
fuente de profundas disrupciones en la zona norte del país, las cuales
se han expresado en el surgimiento de múltiples movimientos sociales
que han desarrollado diversas acciones de movilización desde la llegada
de Cerrejón. Algunas de las organizaciones que conforman tal movi-
miento corresponden a asociaciones de afrodescendientes que fueron
desplazados de sus poblaciones por Cerrejón para la implantación de
infraestructura para la actividad extractiva; dentro de estas se destacan:
la Asociación de Negros Cimarrones Nativos Descendientes de Patilla,
la Junta Pre-reubicación de Tabaco, la Asociación de Negros Cimarrones
de la comunidad de Las Casitas, la Asociación Pro-Defensa Nativos
y Descendientes Desplazados del Caserío de Roche (Asorocheros);
organizaciones indígenas como los resguardos indígenas Wayuu de
Provincial y El Zahino; organizaciones campesinas como la Asociación
de Usuarios Campesinos; sindicatos como el Sindicato Nacional de
trabajadores de la Industria del Carbón (Sintracarbón); y organizaciones
de mujeres como Fuerza Mujeres Wayuu. Las formas de movilización
adoptadas por este conjunto de organizaciones han sido diversas, dentro
de las acciones desarrolladas más recientemente se destaca el Tribunal
Popular contra las Transnacionales en La Guajira, realizado el 3 y 4 de
octubre de 2015 en Riohacha, que fue organizado por el Comité Guajira
Resiste y los paros cívicos departamentales convocados por el Comité
Cívico por Dignidad de La Guajira.
Las disputas en torno a las condiciones laborales en El Cerrejón,
constituyen otra fuente relevante de conflicto. Los conflictos socioam-
bientales, asociados a la relación entre minería y agua, también han
tenido una gran importancia en el caso en cuestión, de hecho, reciente-
mente han ganado relevancia de la mano de los procesos de expansión
emprendidos por las compañías propietarias. Estos conflictos serán
analizados con mayor detalle en páginas venideras.

190
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

Cerro Matoso: peligro mortal


El complejo minero-industrial de Cerro Matoso se localiza en
el departamento de Córdoba, más exactamente en la región del alto
San Jorge, conformada por los municipios de Montelíbano, Puerto
Libertador, La Apartada y San José de Uré; la mina propiamente
dicha se localiza en el primero de estos municipios. La explotación
es hecha por la minera del mismo nombre, de propiedad del grupo
South32.8
Este complejo produce ferroníquel desde el año 1982, cuando el
Estado colombiano suscribió con la bhp Billiton el contrato de concesión
sobre este mineral por treinta años; en 2012, fecha de vencimiento
del mismo, el contrato fue renovado por 15 años más, en un proceso
que no estuvo exento de debate, y en el que incluso se llegó a discutir
la legalidad del contrato inicial y la posibilidad de que una empresa
nacional asumiera la explotación del níquel en la zona.
Tal como en el caso de Cerrejón existen profundas controversias
en torno a la actividad minera ejercida por la bhp Billiton en la zona,
varias de estas son similares a las de otros proyectos mineros en
ejecución. Como en el caso anterior, en términos de responsabilidad
social9 de la empresa, existe un profundo debate, ya que esta com-
pañía se precia de adelantar proyectos de desarrollo comunitario a
través de la Fundación Cerro Matoso, los cuales desde su perspectiva,
pretenden maximizar su contribución al área de influencia, así como
aportar al desarrollo de la región a través de la ejecución de programas
de salud, educación, agua y saneamiento, vías, desarrollo económico
y sostenibilidad, desde un discurso que, como puede evidenciarse,
resulta calco y copia del de Cerrejón.

8 El grupo South32 es una escisión de la minera bhp Billiton, una de las


propietarias de Cerrejón, la cual fue creada ante el interés de la bhp Billiton
de centrarse en sus operaciones en torno al hierro, carbón, cobre y petróleo.
9 Los montos que Cerro Matoso invierte en rse, según esta empresa están
definidos por el contrato 051, donde se establece que el monto mínimo para
la inversión en este rubro es del 1% de la Utilidad Anual antes de Impuestos
e Intereses, o el equivalente a 2.5 millones de dólares, como promedio anual
para períodos de 5 años, para los casos en donde el 1% del ebit no supere
esta cifra (Cerro Matoso, 2017).

191
Patricia Sánchez García

La Fundación Cerro Matoso, instancia a través de la cual esta


compañía desarrolla su política de rse, fue creada en octubre de
1981, sus áreas de intervención son cuatro: desarrollo económico,
educación, fortalecimiento institucional y salud y ambiente
(Fundación Cerro Matoso, 2017). Algunos de sus principales pro-
gramas son: el Plan de Apoyo Educativo (pae), a través del cual se
brindan auxilios educativos a niños y jóvenes de escasos recursos
económicos; el Programa Labio y Paladar fisurado, por medio del
cual se practican cirugías plásticas y reconstructivas a niños afectados
por esta condición médica; el programa Granja Petrona, a través
del cual se crían, acopian y mejoran genéticamente razas caprinas
y ovinas; el parque ecológico de Montelíbano y el programa anda,
a través del cual se propicia la conformación de comités de gestión
comunitaria para mejorar la participación de las comunidades en su
propio ­desarrollo. En suma, como en el caso Cerrejón, Cerro Matoso
desarrolla una política de rse que termina convirtiéndolo en actor
social total (Svampa, 2011), que incluso llega a remplazar al Estado
colombiano en su zona de influencia a la par que intenta legitimar su
presencia y accionar en el territorio.
La representación altruista que Cerro Matoso hace de sí misma
se contrapone a la de las comunidades indígenas de la región y a la de
académicos críticos de las consecuencias de la minería, para quienes la
extracción de níquel ha representado enfermedades, contaminación de
las fuentes hídricas y aumento de los niveles de pobreza; en palabras
de Álvaro Pardo sobre este complejo minero: “La responsabilidad social
empresarial no existe, y mucho menos cuando estas participaciones
surgen de donaciones recogidas de los impuestos y las regalías, es
decir, de una transferencia de los colombianos” (Agencia de Noticias
un, 2012, p. 1).
Los efectos de la extracción de níquel sobre la salud de las personas
del área de influjo de la mina también ha sido otro de los ejes centrales
del debate; las principales afecciones que han sido señaladas por las
comunidades que habitan en la zona, se relacionan con irritaciones en
la vía aérea superior, en la conjuntiva ocular y enfermedades cutáneas.
Ante esta situación, se han interpuesto a lo largo de la historia de la
mina varias acciones de tutela en procura del amparo de derechos

192
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

fundamentales, como el derecho a la salud y a un medio ambiente sano;


en una de las más recientes decisiones de la Corte Constitucional al
respecto, esta ordenó practicar exámenes médicos a por lo menos dos
mil habitantes de la zona de influencia del complejo minero-industrial,
con el fin de determinar si las enfermedades que padecen son resultado
de la actividad minera (Serrano 2017); en 2016 Medicina Legal practicó
los exámenes ordenados por la Corte, concluyendo que el 24,4% de la
población sufre de afecciones respiratorias y el 41,3% parece de enferme-
dades dermatológicas, y señalando la existencia de mayor prevalencia
de estas en las zonas más cercanas a la mina. Cerro Matoso ha argüido
que dichas afectaciones médicas no se deben a su actividad, ya que
cumplen con las normas de calidad del aire y del agua (Rojas, 2013); así
mismo, ha desestimado las conclusiones del informe de Medicina Legal
por considerar que no es concluyente en términos del establecimiento
de una relación causal entre la actividad minera y las afectaciones de
salud de la población (Guesguán, 2017).
La discusión sobre las afectaciones de Cerro Matoso sobre la salud
humana de los habitantes de la región no es reciente, ya desde los inicios
de su operación las comunidades indígenas advertían sobre la ema-
nación de gases con partículas tóxicas por parte del complejo, las cuales
generan problemas en la piel, afecciones respiratorias graves, e incluso
abortos, deformaciones en recién nacidos y cáncer10 (Escobar, 2014).
Esta situación llevó a que el 15 de agosto de 2014 las comunidades
afectadas entablaran una denuncia penal contra Cerro Matoso s. a.
por los delitos de contaminación ambiental, lesiones personales, daños
a los recursos naturales, perturbación funcional del sistema respira-
torio de carácter permanente y deformidad física. El debate frente a
los daños a la salud humana ocasionados por la mina continúa, ya que
Cerro Matoso ha desestimado las denuncias y ha negado que dichas
afectaciones sean atribuibles a la extracción minera.
Como en Cerrejón, otro de los grandes temas de discusión es el
de la paradoja del ingreso de una importante cantidad de recursos

10 En el año 2001, la Agencia Internacional para la Investigación sobre


el Cáncer (iarc) clasificó al níquel dentro del grupo a1 de los agentes
cancerígenos para el ser humano, lo que da soporte a las denuncias hechas
por las comunidades de la zona.

193
Patricia Sánchez García

económicos para el Estado por cuenta de su explotación, versus la po-


breza y desprotección rampante de las poblaciones donde se extrae el
mineral. Tal es el caso de Unión Matoso, población ubicada en cercanías
del lugar de explotación, la cual es considerada la de mayor índice de
miseria del país, al no contar con alcantarillado, puesto de salud ni
agua potable, aparte de recibir directamente los impactos ambientales
producidos por la mina. Las condiciones de este pequeño pueblo son
solo el reflejo de lo que viven cientos de poblaciones en las que se de-
sarrollan actividades extractivas mineras y petroleras, a quienes por
décadas se les ha incumplido la promesa de “desarrollo” con la que
se han iniciado los respectivos proyectos extractivos. Las compañías
mineras y petroleras se escudan en que han atendido cabalmente sus
obligaciones en términos del pago de regalías, además de resaltar sus
programas de rse y atribuir la continuidad de la pobreza en estas zonas
a la corrupción; lo cierto para estas comunidades es que la minería no
ha representado una opción para el mejoramiento de su calidad de
vida, más allá de lo que diga la publicidad de las compañías extractivas
o la de los gobiernos promotores de esta actividad económica.
Los conflictos ambientales asociados con el agua también tienen
un lugar en el caso Cerro Matoso, estos serán abordados tras la pre-
sentación del tercer caso propuesto para el análisis: el del proyecto
aurífero La Colosa.

La Colosa: el desinfle de la locomotora minera


En comparación con los dos casos anteriores, en los cuales se viene
explotando el mineral desde hace más de treinta años, la selección del
caso La Colosa parece extraña, ya que se trata de un proyecto minero
que aún se encuentra en fase de exploración y no de explotación; no
obstante, aunque en este caso los conflictos no giran en torno a los
impactos ya generados por la explotación minera, no son menos
importantes, sino que gozan de relevancia en razón de que las fases
iniciales de este tipo de proyectos también resultan ser escenarios
de disputa, en donde los actores sociales involucrados evalúan las
posibles consecuencias del proyecto, tomando como referentes otras
experiencias extractivas y sus consecuencias en las diferentes dimen-
siones de la vida social de los habitantes de los territorios en los que

194
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

estas tienen lugar. La Colosa constituye un proyecto emblemático


tanto para los defensores del paradigma de la gran minería como
motor de desarrollo y progreso, como para sus contradictores, siendo
los conflictos actuales y potenciales en torno al agua uno de los ejes
fundamentales en este debate.
La Colosa es un proyecto de exploración aurífera ejecutado
por la compañía minera AngloGold Ashanti (aga) en jurisdicción
del municipio de Cajamarca (Tolima), se desarrolla a partir del
hallazgo aurífero del mismo nombre, el cual fue dado a conocer
públicamente a finales de 2007 por el presidente de ese momento,
Álvaro Uribe Vélez.
Es considerado uno de los mayores descubrimientos auríferos del
planeta, con reservas estimadas de 24 millones de onzas (Agencia efe, 2012),
las cuales, de ser explotadas, harían que la empresa ejecutora duplicase
su nivel de producción en América. Se estima que su período de ex-
plotación oscilaría entre los 15 y 25 años.
El oro encontrado en La Colosa está diseminado en un área
de 515,75 ha (aga, 2011), ubicadas entre los 2.650 y los 3.400 m s. n.
m. (Cortolima, Corpoica, Sena y Universidad del Tolima, 2006), las
cuales se localizan más exactamente en el cerro La Guala, entre las
veredas La Luisa, La Paloma y El Diamante, que se encuentran 14 ki-
lómetros al occidente del centro urbano del municipio de Cajamarca.
Sin embargo, el área donde se localiza el mineral no es la única que
formaría parte de dicho proyecto, ya que la AngloGold Ashanti tenía
prevista la localización del dique de colas del proyecto en uno de los
municipios cercanos a Cajamarca, más exactamente en el municipio
de Piedras, hecho que generó un importante proceso de resistencia
que será considerado más adelante.
En los inicios del proceso de exploración, uno de los ejes centrales
de la discusión en el caso La Colosa fue el de su ubicación, ya que las
tres veredas asociadas al hallazgo minero se localizan en la Zona de
Reserva Forestal Central, la cual fue creada por la Ley 2 de 1959, y com-
prende un área de 15 km hacia el occidente y 15 km hacia el oriente de
la divisoria de aguas de la cordillera central, el 79,31% del municipio de
Cajamarca hace parte de dicha zrf. Esta localización resultaba y con-
tinúa siendo controversial, puesto que estas Zonas constituyen figuras

195
Patricia Sánchez García

de o­ rdenamiento territorial con fines de desarrollo de la economía


forestal, de protección de los suelos, las aguas y la vida silvestre, por lo
que la ley 685 de 2001 las define como excluibles de la minería, a menos
que previo acto administrativo se autorice la sustracción de áreas dentro
de estas Zonas para la realización de dicha actividad.
La AngloGold Ashanti inició sus operaciones en el área del
hallazgo minero sin haber solicitado previamente la sustracción
del área de exploración, por lo que el Ministerio de Ambiente, Vivienda
y Desarrollo Territorial, en 2010, le impuso una sanción económica por
la que tuvo que pagar 270,4 salarios mínimos mensuales legales vigentes.
Sin embargo, tras pagar la sanción impuesta, la aga obtuvo la sustracción
parcial y temporal de 6,39 ha de la zrfc, en las cuales continúa actual-
mente adelantando las actividades de la fase de exploración. Si bien a la
aga le fue autorizada una porción mínima con respecto a la solicitada,
ya que se le otorgó el permiso sobre el 1,24% del área requerida, lo que
se encuentra en cuestión en términos de la localización de La Colosa
en una de las zrf del país es el conjunto del ordenamiento territorial
y ambiental colombiano, ya que aunque existan estas figuras de pro-
tección ambiental, son susceptibles de ser afectadas por actividades de
alto impacto, como las asociadas a la minería en sus diversas etapas, lo
cual desdice el real cumplimiento de los objetivos con los que fueron
creadas estas figuras de ordenamiento espacial.
Otro de los aspectos de debate en el caso en cuestión, así como
en los dos anteriores, es el del papel que ha jugado el desarrollo de
programas y proyectos por parte de la compañía minera en el marco
de sus políticas de rse. Aunque en el caso La Colosa, la mina aún no
se encuentra en fase de explotación, los programas ejecutados por la
AngloGold Ashanti son numerosos, dentro de estos se cuentan: el
programa de fortalecimiento a organizaciones de base, en el marco
del cual se realizan escuelas de mujeres, jóvenes y líderes de las jac;
el programa de educación ambiental, a través del cual se promueven
acciones para el fomento del reciclaje y se ofrece capacitación sobre
temas ambientales a docentes y demás miembros de la comunidad;
el programa de protección y recuperación ambiental, en el que se eje-
cutan proyectos de saneamiento básico rural urbano, de construcción
de viveros y de reforestación; el programa de mejoramiento de la

196
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

infraestructura social, en el marco del cual se adelantaron obras de


mejoramiento de la plaza de mercado, del estadio de futbol y de la
infraestructura de las veredas de influjo del proyecto, adecuación de
la planta de sacrificio animal, y construcción de obras como el aula
múltiple del jardín infantil y un gimnasio público (Sánchez, 2013)
entre muchos otros programas, formulados como parte de lo que
consideran su responsabilidad social corporativa.
Si bien en este caso, la rse no se centra en los impactos del proyecto,
sus programas han cumplido un papel fundamental en términos de la
justificación de la presencia de la compañía minera en el territorio, así
como en la generación de un ambiente propicio para la continuidad de
sus actividades de exploración y posteriormente de explotación, con-
virtiéndose en un dispositivo de legitimación ex ante con respecto a la
fase de extracción del mineral. El papel central de los programas de rse
desarrollados por la AngloGold Ashanti en La Colosa, a diferencia de
los casos de Cerrejón y Cerro Matoso, no consiste en ser un mecanismo
de contención frente a la quebrantada imagen de la empresa por cuenta
de los impactos socioambientales de su accionar en el territorio, sino
más bien un dispositivo de seducción de la población con respecto a
una actividad económica muy diferente de las que tradicionalmente
han ejercido y quieren seguir desarrollando.
En este punto, vale la pena resaltar, como uno de los nodos cen-
trales de la disputa territorial en el caso La Colosa, el relacionado con el
conflicto entre dos actividades económicas como lo son la agricultura
y la minería. Ciertamente, la agricultura y la ganadería a pequeña
escala han sido las actividades económicas preponderantes en el área
de ejecución de La Colosa (Marín, s.f.); en el caso de Cajamarca, los
principales productos agrícolas que han dado sustento a la economía
de la zona, hasta antes del proyecto minero, son la arracacha, el fríjol,
la arveja, la papa, el maíz y frutales como la mora, la curuba, la gra-
nadilla, el tomate de árbol y el lulo; su relación con la agricultura es
tan fuerte que el municipio incluso es reconocido como la despensa
agrícola de Colombia (Presentación Bienvenidos a la Despensa… 2013);
la ganadería a pequeña escala y la minería de aluvión son otras de las
actividades de las cuales algunas de las familias cajamarcunas derivan
su sustento, no obstante, el peso de estas actividades con respecto a

197
Patricia Sánchez García

la agricultura es mínimo. En el caso de los municipios de Ibagué y


Piedras, los cuales también se encuentran en el área de procesamiento
de la roca para la obtención del oro, la agricultura también es una
actividad esencial en su economía, la cual complementan con otras
como la ganadería bovina, la pesca, el turismo y, en menor medida, la
explotación de hidrocarburos, efectuada en el municipio de Piedras
por la compañía noruega Interoil.
La minería de oro es entonces una actividad económica foránea
para los municipios del Tolima vinculados a La Colosa, al punto de
que no se encuentra proyectada en sus Esquemas de Ordenamiento
Territorial y se contrapone con la proyección económica que estos
han hecho de sus correspondientes territorios. Ante dicha situación,
el municipio de Piedras adelantó, el 28 de julio de 2013, una consulta
popular en la que el 99,20% de los 3007 votantes manifestó su des-
acuerdo con que en la jurisdicción del municipio se realicen actividades
relacionadas con la minería aurífera que afecten o limiten la vocación
tradicional y agrícola del municipio.
Esta consulta popular sentó un precedente fundamental, tanto
para el departamento como para otros procesos de disputa existentes
en torno a proyectos extractivos, ya que convirtió este mecanismo
en una herramienta —tanto política como jurídica— de oposición y
resistencia a este tipo de emprendimientos. En el caso en cuestión, a
la consulta de Piedras le siguió la realizada en el municipio de Caja-
marca el 26 de marzo de 2017, en la cual también ganó r­ otundamente
el no a la realización de actividades extractivas en el municipio, con
el 97,92 de los 9296 votantes. El alcalde de Ibagué, Guillermo Alfonso
Jaramillo, ha encabezado la iniciativa de realizar una consulta en la
capital departamental, la cual, aunque cuenta con aval del Consejo
de Estado para su realización, ha sido suspendida y aplazada en
varias ocasiones en razón de una intensa disputa que se ha abierto
en torno a la pregunta con base en la cual se realizaría; sin embargo,
más allá de esto, lo que se encuentra en disputa es quién decide si
se realizan o no proyectos mineros de gran envergadura: los muni-
cipios o la nación.
Las consultas mineras realizadas en Cajamarca y Piedras, las
cuales han sido suscitadas por el proyecto La Colosa, han abierto

198
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

un significativo debate acerca de los mecanismos e instancias de la


toma de decisiones frente a la realización de proyectos extractivos,
convirtiéndose en un golpe político —al menos de momento— a la
locomotora minera de los gobiernos neoliberales de las tres últimas
décadas. Estas han sido posibles por el surgimiento de un nutrido
conjunto de organizaciones sociales que han hecho de la movilización
una forma de ejercicio de la territorialidad, a través de la cual se
han hecho escuchar, fundamentalmente, las voces disonantes con el
proyecto minero; además de las consultas, se han realizado marchas,
carnavales, foros, eventos de socialización y salidas ecológicas, que
han trascendido la escala local, para convertirse en un asunto de-
partamental e incluso regional, ampliando así la escala geográfica
de acción del movimiento social, lo que corrobora el planteamiento
de Bebbington (2007), acerca de la multiescalaridad de las formas de
acción colectiva en torno a conflictos mineros:
Los conflictos alrededor de la minería y del desarrollo rural
también han envuelto nuevas formas, generalmente más visibles,
de movilización social y de acción colectiva que se dan a diferentes
escalas (comunal, intercomunal, microrregional, nacional e interna-
cional) de acuerdo con las circunstancias (p. 282).

Dentro de las organizaciones sociales que se destacan por adoptar


la movilización social como forma esencial de su oposición a la reali-
zación de proyectos de gran minería en el Tolima se encuentran: Con-
ciencia Campesina, la Asociación de Productores Agroecológicos de
la cuenca del Río Anaime (Apacra), la Asociación de Usuarios del
Acueducto del Corregimiento de Anaime, la Unión Campesina
por la Defensa del Medio Ambiente y del Territorio (ucat), Agrotu
Anaime, el Colectivo Socioambiental Juvenil de Cajamarca (Cosajuca),
la Fundación Vida Libre (fvl), el Comité de Acción Ciudadana para la
Conservación y Protección de la Cuenca del Río Coello y sus afluentes,
Emprendedores por la ecología y la Tierra (Ecotierra), las Organi-
zaciones Socioambientales en Defensa del Cañón del Río Anaime
(Osada), la Asociación de Usuarios del Distrito de Riego del río Coello
(Usocoello), el Comité Ambiental en Defensa de la Vida y la ong
Colombian Solidarity Campaign (Sánchez, 2013).

199
Patricia Sánchez García

Megaminería y agua en Colombia: un


análisis de los casos en cuestión
Los conflictos socioambientales asociados a las contradicciones
existentes entre agua y minería a gran escala se encuentran presentes
tanto en los tres casos seleccionados, como en el conjunto de los pro-
yectos mineros en ejecución en el país. A continuación, se procederá
a presentar los principales ejes de conflicto en torno al agua que se
presentan en cada uno.

Cerrejón: agua para la minería a costa


del bienestar de la población
En el caso de Cerrejón, los principales los conflictos en torno
al agua se relacionan con los procesos de deterioro y contaminación
de fuentes hídricas superficiales y subsuperficiales generados por la
explotación de carbón, modificación de los cauces de ríos y arroyos
y, en general, con la poca proporcionalidad existente en términos del
derecho al uso y consumo de este bien; todos estos conflictos dan
cuenta de la existencia de una problemática de injusticia en torno a
la distribución del agua, así como de diferentes valoraciones y prio-
ridades frente a su manejo, uso y control.

Contaminación y deterioro de fuentes hídricas


superficiales y subsuperficiales
Uno de los principales impactos ambientales de Cerrejón se
relaciona con la contaminación de las fuentes hídricas en las áreas
de influjo del proyecto, en buena medida generada por la emisión de
polvillo de carbón en las zonas de explotación y por su diseminación
a causa del transporte del mineral en volquetas; este proceso también
es generado por el vertimiento de grasas, aceites, combustibles, carbón
mineral y nitrato de amonio tanto en el río Ranchería como en las
demás fuentes hídricas superficiales (Urrea y Calvo, 2014).
Este impacto socioambiental de la explotación de carbón es
reconocido por la Corte Constitucional, la cual, en mayo del 2015
emitió un fallo a favor de 40 familias afrodescendientes, pertene-
cientes al Consejo Comunitario Negros Ancestrales, localizado en
los corregimientos de Patilla y Chancleta del municipio de Barrancas,

200
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

a través del cual se ordenó al Gobierno Nacional, a Cerrejón, a la


Empresa Aguas del Sur de La Guajira s. a., a la Alcaldía y a la Go-
bernación departamental garantizar el acceso, la calidad y la dispo-
nibilidad de agua potable a dichos habitantes. Esta decisión revocó
dos sentencias contrarias a la acción de tutela presentada por la
comunidad, las cuales habían sido proferidas con anterioridad por
dos juzgados promiscuos locales.
Para tomar su decisión, la Corte realizó diversas entrevistas
en los corregimientos donde tiene asiento el Consejo Comunitario,
al preguntar por las condiciones del servicio de agua en cuanto a
calidad, disponibilidad y accesibilidad, las comunidades de la zona
dieron cuenta en sus testimonios de que la poca cantidad de agua a
la que lograban acceder se encontraba altamente contaminada por
los procesos de tala y extracción de mineral en zonas más altas de la
cuenca de los ríos, lo que genera plagas transmisoras de enfermedades,
como los zancudos transmisores de dengue y leishmaniasis.
La contaminación generada por esta explotación no es nueva,
sino que se remonta en el tiempo hasta los inicios del proceso de
explotación; ha generado empobrecimiento de los suelos, menoscabo
de las actividades agrícolas de los habitantes, desaparición de po-
blados, desplazamiento masivo de pobladores y empobrecimiento
de la pesca por muerte de especies acuáticas, afectación de la fauna
y flora, lo que en últimas ha puesto en riesgo la salud, los medios de
subsistencia y la permanencia en la zona de la población del área
de influencia de Cerrejón. Esta no se limita a las aguas superficiales,
sino que además afecta las fuentes de agua subterráneas, existiendo,
según Rodríguez (s.f.), efluentes con trazos de nitrato de amonio
procedentes de los explosivos utilizados para la voladura de tierra y
roca; esta situación es extremadamente problemática, pues los pozos
son la principal fuente de abastecimiento de agua para la mayor parte
de las poblaciones del departamento.
Producto de la elevada contaminación producida por el complejo
minero, en el año 2006, la Corporación Autónoma Regional de La
Guajira (Corpoguajira), suspendió a través de una medida preventiva,
las operaciones de cargue y descargue hechas por Cerrejón en Puerto
Bolívar en el municipio de Uribia, esto tras constatar la contaminación

201
Patricia Sánchez García

sobre las aguas y el aire ocasionada por el polvillo de carbón en zonas


aledañas al puerto. Dicha suspensión fue levantada cuatro días después
de su emisión, tras la validación por parte de Corpoguajira de un plan de
medidas adicionales elaborado por Cerrejón, con el cual, según su
perspectiva, logró bajar la emisión de partículas hasta ubicarse un 36%
por debajo de los límites máximos permitidos por la ley (Cerrejón, 2017);
no obstante, la contaminación de las fuentes hídricas y del aire por
cuenta del polvillo sigue siendo resaltada por las comunidades como
uno de los conflictos socioambientales más importantes del departa-
mento, por lo que la problemática va más allá del cumplimiento de los
límites legales por parte del Complejo.
Además de la contaminación, otra de las grandes afectaciones oca-
sionadas por Cerrejón está asociada al deterioro e incluso desaparición
de fuentes hídricas en el departamento, siendo el río Ranchería y su
cuenca el más afectado por la continua deforestación e intervención
del área. Como producto de la explotación minera, se han secado o
están en proceso de desecamiento arroyos y cañadas tributarias del
Ranchería, como el arroyo Oscuro, el Bartolico, la cañada la Reserva,
arroyo San Vicente, Araña de Gato, la Pobrecita, la Latica y Bejucalito
(Rodríguez, s.f.).
En el caso de las fuentes hídricas que por fortuna no se han secado,
la calidad de sus aguas se ha visto diezmada (Urrea y Calvo, 2014)
haciendo que no sean aptas para el consumo humano y agravando las
extremas dificultades de la población para acceder a este bien funda-
mental para la vida, esto se traduce en incremento de los índices de
pobreza y de miseria, así como en la profundización de los procesos
de segregación socio-espacial de las poblaciones más empobrecidas
por cuenta de la explotación minera

Modificación de cauces de arroyos y ríos


La introducción de cambios en los cauces de los arroyos y ríos del
departamento de La Guajira es otro de los focos de conflicto socio-
ambiental generados por la explotación carbonífera; aunque quizás el
caso más reciente y sonado es el del arroyo Bruno, dichas desviaciones
se vienen realizando desde hace décadas, tal es el caso del arroyo Aguas
Blancas, el cual fue desviado a comienzos de los años noventa, con

202
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

consecuencias ambientales lesivas, ya que este terminó por secarse,


generando procesos de desertificación en la zona (Censat, 2016a).
La propuesta de modificación del cauce del río Ranchería hecha por
Cerrejón, surge en el contexto de la ejecución del Proyecto de Expansión
Iiwo’uyaa, formulado por la minera, el cual pretende explotar nuevas
reservas de carbón que se encuentran ubicadas bajo el cauce actual del
río, con lo que el Complejo duplicaría el volumen de su producción.
Según Cerrejón (2011), esta ampliación generaría 4.300 nuevos empleos
directos durante el período de construcción y 5.000 durante el tiempo
de explotación. Este proyecto contempla, además, la construcción de
nueva infraestructura portuaria y de transporte, así como la apertura
de dos tajos más11 y de dos zonas nuevas para la disposición de material
estéril, las cuales se proyectan en Palmito Sur y Palmito Norte.
La modificación del cauce del río Ranchería, principal fuente de
agua dulce de la región, es para Cerrejón el cambio más importante a
realizar en el marco de su proyecto de expansión, por cuenta suya se
desviarían 26 kilómetros del cauce del río hacia el sureste, lo que les
permitiría acceder a los nuevos hallazgos, para cuya explotación se
necesitaría, además, la construcción de un reservorio de agua y de una
presa, aguas arriba de la mina, más exactamente en la convergencia
de los ríos Mapurito y Palomino en el municipio de Barrancas.
La excavación de los nuevos tajos, tal como es reconocido por el
mismo Cerrejón (2011), generaría importantes impactos ambientales,
ya que con estos se “penetraría el acuífero aluvial del río Ranchería,
causando una reducción del agua subterránea en las proximidades
inmediatas” (p. 20). El proceso mismo de desviación del río gene-
raría afectaciones sobre la calidad del agua, dada la duplicación de
la carga sedimentaria del mismo, produciendo impactos sobre los
ecosistemas; no obstante, Cerrejón asume que dichos impactos son
temporales en razón de que desarrollarían planes de mitigación
para su contención.
La propuesta de desviación del río fue vehementemente rechazada
por las comunidades de La Guajira, en particular por las directamente

11 Estos implicarían remover 3.700 millones de metros cúbicos de tierra y roca


y cubrirían un área de 27.430 hectáreas.

203
Patricia Sánchez García

afectadas, por sectores académicos, sindicales y sectores políticos, los


cuales dieron origen a la iniciativa de articulación intersectorial deno-
minada Comité Cívico en Defensa del Rio Ranchería y el Manantial de
Cañaverales y las Regalías, el cual desarrolló una intensa campaña de
denuncia frente a las consecuencias que traería para el departamento y la
región el desarrollo de dicho proyecto en favor de la industria extractiva.
Aunque Cerrejón abandonó temporalmente la iniciativa de desviar
el río Ranchería bajo el argumento de la caída de los precios inter-
nacionales del carbón, continúa con la idea de mantener su nivel de
producción carbonífera a través del acceso a lugares no explotados
dentro de sus tajos activos, como lo es el tajo La Puente, área a la que
según la minera no es posible acceder sin generar el desvío del arroyo
Bruno 700 metros al norte con respecto a su cauce actual, esta fuente
hídrica transcurre entre los municipios de Albania y Maicao y es uno
de los principales afluentes del río Ranchería. Cerrejón caracteriza esta
como una obra necesaria para evitar que la extracción de carbón caiga
en tres millones de toneladas al año, advirtiendo las implicaciones
que tendría este hecho en términos de reducción del empleo, de las
regalías y de la contratación (Cerrejón, 2017).
La postura de los sectores congregados en torno al Comité Cívico
es contraria a la realización de esta modificación del cauce del arroyo,
dadas sus consecuencias a mediano y largo plazo en términos de la
disponibilidad del agua en la región, dadas las transformaciones que
generaría sobre el régimen hídrico de la zona y sus consecuentes im-
pactos sobre la disminución de los caudales de las fuentes hídricas. Esto
afectaría las dinámicas naturales del bosque seco tropical de la zona,
así como la dinámica geomorfológica del arroyo y acciones ingentes y
permanentes de operación, manejo y remplazo, sobre cuya continuidad
existen dudas tras la terminación del proyecto. Los tres permisos otorgados
por Corpoguajira a Cerrejón para la modificación del cauce del arroyo
Bruno constituyen, a criterio de Censat (2016b), auténticos avales para
fragmentar la conectividad ecosistémica de la Serranía del Perijá, el río
Ranchería y los Montes de Oca, para exponer a la superficie las aguas
subsuperficiales de la zona —las cuales justamente se han mantenido
por dicha c­ ondición—, así como para deforestar el bosque seco tropical,
uno de los ecosistemas más amenazados del país.

204
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

La desviación del arroyo Bruno fue aprobada por Corpoguajira y


la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (anla), mas hoy por hoy
se encuentra detenida debido un fallo del Consejo de Estado, proferido
a finales de 2016, el cual ordenó al Ministerio de Interior y a Cerrejón
realizar un proceso de consulta previa con 27 comunidades étnicas que
no fueron tenidas en cuenta para emprender el proceso de desvío del
arroyo, dando para esto un mes de plazo; la única comunidad con la que
inicialmente Cerrejón adelantó consulta es la de Campo Herrera, la cual
fue hecha en 2015. Esta situación ha dado un respiro a las comunidades
y demás sectores que se oponen al cambio en el cauce de esta fuente
hídrica, no obstante, estos se mantienen en alerta ya que Cerrejón no
ha renunciado a dicha apuesta y de hecho la desviación propuesta hace
parte de su plan integral de expansión minera, el cual contempla una
segunda modificación de 9,3 kilómetros que sería realizada en 2020,
además de cambios en el cauce de otras fuentes hídricas como los
arroyos Cerrejón y Tabaco, y del mismo río Palomino (Censat, 2016b).

Acaparamiento de agua: injusticia hídrica e injusticia social


El acaparamiento es una de las principales problemáticas asociadas
con este proyecto, y se encuentra relacionado no solo con procesos de
concentración de tierras sino de aguas, generando lógicas de distri-
bución desigual del derecho al uso, consumo y aprovisionamiento de
este bien común, lo que redunda en el acrecentamiento de la injusticia
social estructural de dicha región del país.
Este proceso se caracteriza por la prioridad y los privilegios
que se han otorgado a la actividad extractiva y con ella al complejo
minero Cerrejón, en términos del acceso a las aguas —ya de por
sí escasas en el departamento—, lo que ha ido en detrimento de la
garantía del derecho de las comunidades a acceder, utilizar y usu-
fructuar dicho bien.
Este acaparamiento de aguas, así como de los demás cambios
introducidos por Cerrejón, en función de garantizar el manteni-
miento o expansión de sus niveles de producción, han transformado
­territorialmente el departamento de La Guajira, convirtiéndose incluso
en factores que agudizan los procesos de sequía que cada vez se hacen
más intensos y frecuentes, afectando otras actividades económicas

205
Patricia Sánchez García

como la pesca, la agricultura, la ganadería y, con ello, la seguridad y


soberanía alimentaria de las comunidades; dichos cambios han sido
puestos de manifiesto por Urrea (s.f.) al comentar que:
En los pueblos guajiros, como lo manifiestan tanto los cabildos
gobernadores indígenas como los líderes y lideresas afrodescen-
dientes, y de acuerdo a la transmisión de conocimiento de los ma-
yores, las tierras eran fértiles y productivas, se cultivaba teniendo en
cuenta la seguridad de la llegada de las lluvias y la provisión de aguas
del Río Ranchería, del que incluso recuerdan sus aguas cristalinas.
Otra de las actividades comunes era la pesca en los arroyos cercanos
y en el Ranchería, y el pastoreo asociado a las bondades de las zonas
ribereñas de los ríos y arroyos.

La injusta distribución del uso de las aguas, la mayoría de ellas


enfocadas en la actividad minera, se evidencia en la desproporción
existente entre las descomunales cantidades de agua usadas por Cerrejón
y la cantidad a la que efectivamente acceden las comunidades: en tanto
Cerrejón utiliza 17 millones de litros diarios para intentar controlar el
polvillo de carbón —tanto en la mina como en su proceso de transporte
y embarque—, el consumo promedio de una persona al día en la alta
Guajira es de 0,7 litros de agua sin tratar, cantidad que está muy por
debajo de los estándares para una vida digna, correspondientes a los
cincuenta litros de agua diarios, establecidos por la Organización
Mundial de la Salud (Urrea, s.f.). La gravedad de dicha situación se
hace mucho más acuciante, dado que el contexto geográfico donde
se realiza la explotación carbonífera corresponde al departamento
de La Guajira, el cual registra los promedios anuales más bajos de
precipitación del país, con tan solo 300 mm/año, presenta el menor
rendimiento hídrico del país con 127 l/s/km212 y es considerada como
una zona altamente deficitaria de agua (Asociación Mundial del Agua
y Comisión Económica para América Latina, 2000).
A esta grave situación de acaparamiento se suma la contaminación
y el desecamiento de fuentes hídricas, configurando en su conjunto un
panorama de injusticia hídrica en el departamento, ya que la mayor

12 Litros por segundo por kilómetro cuadrado.

206
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

cantidad de agua es aprovechada para uso minero por parte de Cerrejón,


mientras que la mayoría de la población se encuentra privada de este
bien, situación que pone en riesgo la vida de miles de personas.
Cerrejón se presenta a sí mismo como un actor preocupado por la
seguridad, en términos del abastecimiento y cuidado del agua, por lo que
en el contexto de sus políticas de rse creó la Fundación Cerrejón para
el Agua, la cual representa el problema del agua de La Guajira como un
asunto natural, asociado con condiciones de aridez del departamento,
con el Fenómeno del Niño y con el avance del cambio climático, a
la vez que intenta posicionarse como un actor que genera soluciones
ante la escasez de este bien. No obstante, Fundación Cerrejón para
el Agua no reconoce en ningún momento la existencia de lógicas de
acaparamiento e injusticia en torno a este bien, por lo que tampoco se
considera un actor responsable de dicha escasez. Al contrario, destaca
el uso eficiente y racional que dicen hacer de esta, recalca que el 90% del
agua que emplean es de baja calidad y mencionan que tan solo captan
el 16% del volumen total que les ha sido autorizado (Cerrejón, 2017);
así mismo, publicita iniciativas propias como el Tren del agua, con-
sistente en la incorporación de algunos vagones cargados con agua
en el tren donde se transporta el carbón, con el objetivo de abastecer
con este líquido vital a la alta Guajira (El “Tren del agua” que recorre
la Guajira, 2016). Todos estos son auténticos intentos de Cerrejón por
zanjar el debate frente a su responsabilidad por la falta de disponibi-
lidad de agua en la región para usos diferentes al minero. Nuevamente,
como en el caso de la contaminación por polvillo de carbón, el debate
trasciende los límites legales permitidos, pues aunque incluso cumpla
con las condiciones de legalidad establecidas por el marco jurídico
colombiano, este mismo ordenamiento legal está siendo cuestionado,
ya que claramente favorece el extractivismo minero aún por encima
de los derechos fundamentales de la población.

Cerro Matoso: cuando el agua se transforma en veneno


En el caso Cerro Matoso, los conflictos socioambientales ligados
al agua se encuentran asociados fundamentalmente con la contami-
nación de las fuentes hídricas de la región del alto San Jorge y sus
efectos sobre las diversas formas de vida, así como con las dificultades

207
Patricia Sánchez García

para el acceso al líquido vital que tiene la mayoría de las poblaciones


de la zona.

Contaminación de las fuentes hídricas


En el caso Cerro Matoso, la contaminación es uno de los principales
conflictos socioambientales generados por la explotación minera. Esta se
ve reflejada tanto en los suelos, como en el aire y las aguas de la región.
La principal fuente de contaminación de las aguas superficiales y sub-
superficiales es la escoria o polvo sobrante del proceso de purificación
del ferroníquel, la cual llega a ríos, arroyos y quebradas por efecto de
las lluvias y de los procesos de escorrentía que se producen desde las
laderas del Cerro, lugar donde la minera arroja diariamente cientos de
toneladas de este material. Esta situación trajo como consecuencia la
imposibilidad de consumo de sus aguas por parte de los habitantes
de la región; en palabras de Escobar (2014), desde mediados de la década
del noventa prácticamente les fue prohibido bañarse en las aguas de
los ríos y de sus afluentes puesto que de hacerlo sufrían consecuencias
de salud inmediatas, como reacciones alérgicas en la piel.
Además de estas afectaciones, en la zona se han presentado otras
afectaciones de salud —por ejemplo, incremento en el número de
abortos y de los casos de cáncer—, las cuales, en criterio del cacique
mayor del Resguardo Zenú, Israel Aguilar, se encuentran relacionadas
con el consumo de aguas con altos niveles de elementos tóxicos.
Para el cacique, la bhp Billiton no fue clara desde un inicio al explicar
las consecuencias de la producción de ferroníquel, por lo que ha soli-
citado los estudios técnicos de las fuentes hídricas de la zona para ver
el alcance de la contaminación de las aguas; ante dicha solicitud, «un
funcionario me dijo que el único elemento de concentración elevada
en el agua era el zinc y que era normal. Sin embargo, nosotros sabemos
que eso no es así» (Zuluaga, 2013).
Ante esta situación, los habitantes de poblaciones como Pueblo
Flecha, Puente de Uré y Boca de Uré tuvieron que empezar a cavar
pozos para extraer agua apta para el consumo humano y para su
aseo personal. No obstante, el material tóxico también se ha infil-
trado en el subsuelo, contaminando los únicos afluentes de agua de
la que se proveen los locales: los pozos subterráneos (Escobar, 2014).

208
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

Adicionalmente, con la lluvia, la escoria que Cerro Matoso arroja de


la mina escurre a las canaletas y a los tanques de agua de consumo,
lo que también contamina los reservorios de agua de la población.
Cerro Matoso niega la producción de escoria y recalca que «en sus
treinta años de operaciones, no ha recibido nunca una sanción por
incumplir la legislación ambiental colombiana» (Cerro Matoso: mina
rica, pueblo pobre, 2012); tal como en La Guajira, en este caso el argu-
mento del complejo minero es contraevidente y acude al pretendido
cumplimiento de los mínimos legales como forma de legitimación de
sus actuaciones en términos ambientales.
Al igual que en el caso Cerrejón, Cerro Matoso se presenta como
un complejo minero al que no le es ajena la problemática del agua en
la región, de hecho, se precia de desarrollar acciones para favorecer su
abastecimiento, como la Alianza por lo Social para el Alto San Jorge,
suscrita con el Departamento para la Prosperidad Social y las alcaldías
de Puerto Libertador y San José de Uré. Según Cerro Matoso (2017),
en el marco de esta se mejoraron los sistemas de abastecimiento del
agua potable de 13 comunidades, con el fin de que no dependan de
los pozos; se destacan testimonios como el del Gobernador Indígena
Eluvin Camargo, según el cual:
Tras muchas gestiones con las administraciones municipales y
departamentales sin tener respuesta positiva, encontramos en Cerro
Matoso un socio comprometido para sacar adelante esta ilusión de la
comunidad. Hoy, gracias a Dios, tenemos abundancia de agua y una
súper calidad de vida. Los beneficios fueron todos y ya la gente no
tiene que cargar el agua con pimpinas o botellas. (Cerro Matoso, 2017)

Sin embargo, este no es el sentir general de las comunidades de


Montelíbano, quienes identifican a Cerro Matoso como el actor que
ha contaminado las fuentes hídricas de la región, convirtiéndose
incluso en un motor de desplazamiento de población por cuenta de
la filtración de elementos tóxicos a través de la escoria.

Falta de acceso a agua potable


Pese a que la explotación de níquel lleva más de treinta años
en la zona, la mayor parte de las comunidades del alto San Jorge no

209
Patricia Sánchez García

cuentan con servicio de alcantarillado ni con agua potable, hecho


que cuestiona los argumentos de quienes defienden esta actividad en
razón del desarrollo al que dice estar asociada. Así, adquiere sentido el
conocido proverbio de los mineros chilenos, “pueblo de mina, pueblo
de ruina”, ya que los réditos económicos de esta actividad represen-
tados en las regalías no se han traducido en el mejoramiento de las
condiciones de vida de la población. Ni siquiera los trabajadores de
la mina cuentan con agua potable, ya que el agua de consumo en la
planta es extraída del Cerro, por lo que contiene minerales tóxicos
como hierro, cobalto, níquel, saprolita verde y café y azufre (Cerro
Matoso: mina rica, pueblo pobre, 2012).
Esta situación contradice el carácter de derecho fundamental del
agua en la región, ya que el Estado no ha sido garante del mismo para los
habitantes de la zona, ni antes de la llegada del proyecto Cerro Matoso
ni después de esta. Como en el caso Cerrejón, aquí también se abre el
interrogante sobre cuál es el destino real que se da a las regalías que
obtienen los departamentos y municipios productores de mineral, ya
que en los dos casos las condiciones socioeconómicas de los pobladores
de la zona son de completa vulnerabilidad y la minería no ha sido, en
ninguno de los casos, un motor en términos de su superación, sino al
contrario un factor de empobrecimiento.

La Colosa: ¿agua para la minería o agua para la agricultura?


El caso La Colosa es particular con respecto a los dos anteriores
puesto que aún no ha iniciado su fase de explotación del mineral; no
obstante, los posibles conflictos socioambientales en torno al agua
que se generen por cuenta de la extracción aurífera han sido uno
de los principales ejes del debate que se libra en torno suyo y a su
­continuidad. De hecho, algunos de los principales argumentos a favor
de la interrupción de este proyecto minero se relacionan con los im-
pactos que la etapa de exploración tiene sobre la calidad de las aguas,
con la posible contaminación de las mismas por el uso de sustancias
como el cianuro en el periodo de extracción y con la transformación
del uso del agua en favor de la minería y en perjuicio de las actividades
agrícola y pecuaria, realizadas tradicionalmente en los municipios de
influjo del proyecto minero.

210
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

Alcance de los impactos de la etapa de exploración sobre las aguas


En el caso La Colosa, a diferencia de Cerrejón y Cerro Matoso,
el debate sobre los impactos del proyecto inició mucho antes de em-
pezar a extraer el mineral. Las organizaciones sociales de la región,
así como los demás actores críticos del proyecto, no solo han posi-
cionado la discusión acerca de los impactos de la explotación, sino
sobre los efectos que tienen lugar incluso en el marco de la ejecución
de actividades propias de la fase de exploración, en la cual aún se
encuentra La Colosa.
Aunque la mayor parte de los actores sociales relacionados con el
proyecto reconocen la existencia de impactos incluso en esta etapa, al-
gunos como la AngloGold Ashanti matizan su importancia, su escala de
ocurrencia, y el nivel de afectación que generan. Esta compañía considera
que durante el desarrollo de las perforaciones en la vereda La Luisa se
prevé la generación de impactos ambientales pero en magnitudes muy
pequeñas, estos se relacionan con el aumento de la sedimentación en
los cuerpos de agua, cambios en la calidad físico-química de las aguas,
afectación de la dinámica de cuerpos de agua subterráneos y superficiales,
procesos de colmatación, disminución del caudal, modificación del
drenaje natural y variación de los niveles freáticos (aga, 2010); de modo
que, aunque reconoce la existencia de impactos sobre las aguas, aun en
la fase de exploración, tiende a disminuir su importancia, al afirmar
que es posible su plena mitigación, e incluso llega a poner en duda la
ocurrencia de algunos de estos; así mismo, asume que dichos efectos se
circunscriben a áreas muy específicas, por lo que son de fácil manejo.
En contraposición a esta perspectiva de la minera, las organiza-
ciones sociales de Cajamarca, Piedras e Ibagué, además de la autoridad
ambiental regional Cortolima han planteado que los impactos de las
actividades de exploración sobre las aguas son mucho mayores de lo
que reconoce la AngloGold.
Lo cierto es que, aunque existen discusiones acerca de la dimensión
de los impactos de la fase de exploración sobre las aguas de la zona,
la totalidad de los actores reconocen su existencia. Este es un hecho
relevante puesto que contribuye a las actuales y futuras discusiones en
torno a la minería como una actividad que menoscaba ambientalmente
los territorios, incluso desde sus fases iniciales.

211
Patricia Sánchez García

Contaminación de las fuentes hídricas


La posible contaminación de las fuentes hídricas de los municipios
de Cajamarca, Ibagué y Piedras por cuenta de la extracción aurífera
es una de las principales preocupaciones frente a la continuidad de
La Colosa. La contaminación se produce puesto que en el proceso
de separación de la roca del mineral se utiliza cianuro, compuesto
químico que incluso en pequeñas proporciones llega a ser letal para
los seres humanos, esta inquietud se agudiza dada la localización del
proyecto en una zona de gran importancia hídrica para la región, tal
como lo plantea García (2010):
El marco geográfico de La Colosa es la llamada estrella hídrica
del Tolima, una zona de 160 nacientes de agua, y la cuenca del río
Coello, así como los ecosistemas que los sustentan: páramos, bosques
de niebla y zonas forestales protectoras y productoras (p. 60).

Teniendo en cuenta que la mina se localizaría en la cuenca del


río Bermellón, de la cual toman sus aguas múltiples acueductos arte-
sanales que proveen del líquido a los pobladores de las zonas rurales
de Cajamarca, existe inquietud sobre la posible disminución de los
caudales de las quebradas y ríos conformantes de esta cuenca, así
como por el probable aumento de sus niveles de contaminación, lo
que pondría en riesgo la calidad del agua para consumo humano en
la zona, e incluso la posibilidad de la continuidad de dicho uso.
La cuenca del río Bermellón cuenta con la mayor producción y
oferta hídrica de la cuenca del río Coello y de esta depende el cultivo
de 257,99 hectáreas de café, de 250,84 hectáreas de hortalizas y de
39,93 hectáreas de frutales; así como el consumo hídrico de más de
10.000 cabezas de ganado bovino, de 9.327 pobladores de los centros
urbanos y de 7.154 habitantes de zonas rurales (Cortolima, Corpoica,
Sena y Universidad del Tolima, 2006).
Así mismo, considerando que la cuenca del Bermellón hace
parte de la cuenca mayor del río Coello, la intranquilidad frente
a la posible contaminación de las aguas aumenta, ya que de las
aguas de este último se abastecen 538.378 habitantes de la ciudad de
Ibagué y de los municipios de Coello, Espinal y Cajamarca. Ante
esta situación, la Asociación de Usuarios del Distrito de Riego del

212
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

Río Coello (Usocoello)13 ha manifestado su inquietud por la posible


afectación del caudal del río Coello por cuenta de la ejecución de
La Colosa, debido a la remoción de la cobertura vegetal existente,
a la afectación de los nacimientos y afluentes que hacen parte de la
cuenca y a la utilización de químicos como cianuro, los cuales, por
percolación y lixiviación, pueden afectar el ambiente y las personas
(Cardoso, 2009).
La preocupación por la posible contaminación del agua, aunque
se originó en el municipio de Cajamarca —por ser el lugar donde
se localiza la mina—, se ha trasladado a múltiples municipios
que captan sus aguas del río Coello o de alguno de sus afluentes.
Uno de los municipios que ha manifestado mayor inquietud es Piedras,
ya que, como se mencionó anteriormente, la AngloGold Ashanti ha
proyectado allí la construcción de los diques de colas de La Colosa.
La inquietud, en este caso, además de la contaminación directa de las
fuentes hídricas, se relaciona con los riesgos que revisten este tipo de
construcciones, al ser su función almacenar los residuos tóxicos
de la extracción del mineral. La preocupación de los habitantes de
Piedras sobre la localización de las presas de relaves o diques
de colas de La Colosa en su territorio tiene fundamento, ya que en otras
explotaciones mineras, las sustancias químicas que estos contienen, en
condiciones de normal funcionamiento han generado contaminación
de las aguas y de los alimentos por infiltración de sustancias químicas
en los suelos, así como serias afectaciones para la salud humana; los
daños causados se incrementan exponencialmente en casos de desborde
o colapso de este tipo de infraestructura, tal como se demostró con
el desbordamiento del dique de colas de la mina de oro de Baia Mare
en Rumania en el 2000, con la ruptura del de la mina de oro y cobre
de Mount Polley en Canadá en 2014 o con el colapso de la piscina de
relaves de la minera Samarco en Minas Gerais (Brasil) en 2015, todas
ellas con nefastas consecuencias ambientales (Segura, 2017).

13 Usocoello es una asociación constituida con el fin de administrar, operar y


conservar el distrito de riego del río Coello. Este distrito tiene una extensión
total de 63.200 hectáreas y abastece de agua a los municipios de Espinal,
Guamo, Flandes y San Luis, de sus aguas depende una importante porción
de la producción arrocera del departamento del Tolima (Usocoello, 2013).

213
Patricia Sánchez García

La AngloGold Ashanti niega que vayan a existir afectaciones de


calidad o cantidad en el recurso hídrico, mientras responsabiliza a
los habitantes de Cajamarca de la existencia de
[…] desperdicios por parte de la comunidad, que utiliza el agua
del acueducto para lavar carros, regar grandes jardines y lavar la ropa
sin que se cierre el grifo durante horas, ya que el cobro de la tarifa
depende de un costo fijo, debido a que no hay contador para medir el
consumo. (aga, 2010)

De la mano de lo anterior, AngloGold Ashanti ha argumentado


que debe mejorarse el manejo de este recurso, por lo que impulsó la
creación de la Mesa del Agua del departamento: al igual que en el
caso de Cerrejón y en el de Cerro Matoso, la empresa minera intenta
deslindarse de cualquier responsabilidad que se le endilgue en tér-
minos de las afectaciones sobre las aguas generadas por su actividad
extractiva, presentándose a su vez como un actor comprometido con
el cuidado de los cuerpos hídricos de la región.

Cambio de uso del agua en favor de la minería


En este caso, un importante eje de la discusión es el de los cambios
que, por cuenta de la ejecución de La Colosa, se introducirán en las
prioridades de uso del agua en la región, las cuales se desplazarán de
la agricultura y la actividad pecuaria hacia la minería.
La minería a gran escala, tal como lo comentan Svampa y Anto-
nelli (2009) no solo requiere la utilización de sustancias tóxicas que
afectan el medio ambiente y generan enormes pasivos ambientales, sino
que también implica un uso desmesurado de recursos como el agua
y la energía. Se estima que, durante su vida útil, La Colosa requerirá
entre 9 y 24 billones de metros cúbicos de agua para la separación del
mineral de la roca, de modo que, como es previsto por Moran (2009):
“inevitablemente para el proyecto se utilizará una cantidad enorme
de agua y puesto que la región se caracteriza por la cosecha de granos,
existe un conflicto potencial”.
Este conflicto entre la minería a cielo abierto y las actividades
económicas que, hasta el momento, han constituido la base de la es-
tructura económica y social del departamento del Tolima constituye

214
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

el núcleo central del conflicto por la producción del territorio en el


área asociada al proyecto La Colosa (Sánchez, 2013). En este contexto,
el agua es un bien claramente contendido por estos dos modelos de
desarrollo territorial, es un bien en disputa, frente al cual existen
intereses que pretenden su uso en función de la minería aurífera o,
de otro lado, en función de la continuidad de su uso para actividades
agrícolas y pecuarias.
Si bien actores como la AngloGold Ashanti consideran que no
existe una contradicción entre agricultura y megaminería y que el
agua no se encuentra sujeta a disputa; de otro lado, se resalta que el
uso intensivo del agua que requiere la minería a gran escala tendrá
impactos negativos en la agricultura de los municipios asociados a la
cuenca del río Coello. La operación de La Colosa requerirá más agua
que la demandada para fines de consumo doméstico en todo el de-
partamento del Tolima (Colombia Solidarity Campaign, 2013), hecho
que representa la desproporción —implícita en este tipo de proyectos
extractivos—, en el uso de este bien.
La preocupación por el posible acaparamiento de agua en función
de la minería, tiene su fundamento en otras experiencias de minería a
gran escala, incluso como las del Cerrejón y Cerro Matoso, las cuales
evidencian las aciagas consecuencias que tiene el privilegio del uso de
este bien vital en función de la minería y en menoscabo de la garantía
de su uso para consumo de los seres vivos.

Conclusiones
Pese a lo disímiles que puedan parecer los proyectos mineros
analizados, existen considerables similitudes entre ellos en términos de
los conflictos en torno al agua que se producen durante su ejecución: la
contaminación de fuentes hídricas, tanto superficiales como subsuperfi-
ciales; los cambios de prioridad en términos de su uso en detrimento de
actividades económicas diferentes a la megaminería; el empobrecimiento
de las comunidades en las cuales se desarrollan proyectos extractivos;
la injusticia, ambiental, hídrica y social, constituyen rasgos comunes a
la lógica extractiva que subyace a todos ellos.
Así mismo, en todos los casos se evidencia la existencia y con-
traposición de valoraciones diferentes frente al agua: de un lado,

215
Patricia Sánchez García

las asociadas a una perspectiva fundamentalmente económica, desde


las cuales se prioriza la utilización del agua en favor de la realización
de actividades extractivas —aún a costa de que en razón de su acapara-
miento los pobladores de las respectivas regiones ven considerablemente
disminuida su cantidad y calidad, e incluso se les prive del acceso a
este bien—; desde otras perspectivas, el agua es considerada como un
bien asociado a la vida, cuyo manejo no puede ser sometido al mercado
como cualquier mercancía, y por lo tanto el acceso a esta, en cuantía
suficiente y calidad adecuada, es un derecho que debe ser garantizado
por el Estado. Lo anterior da cuenta de que el agua no es un elemento
de la naturaleza despojado de valor o frente al cual existen posiciones o
intereses neutrales, sino un elemento politizado que cada vez adquiere
mayor importancia en razón de las disputas que en torno suyo tienden
a proliferar, tal como lo señala Bordalo (2008). En el contexto del de-
sarrollo de proyectos extractivos, la disputa por el agua hace parte de
los conflictos territoriales que estos generan, ya que las desproporcio-
nadas cantidades de agua que requiere la extracción y procesamiento
de los diversos minerales hace de su acaparamiento un tema nodal.
Tal como es planteado por Swyngedouw (2004), «los mecanismos de
acceso y exclusión del agua establecen relaciones patentes de poder
económico político y posiciones de poder social y cultural» (p. 2),
por lo que el acaparamiento de la misma por parte de las mineras,
se convierte en un factor de poder crucial que inclina la balanza a su
favor, lo que acompañado de los programas de rse en torno al agua
refuerza las lógicas y las relaciones de dependencia en torno a las
industrias extractivas.
Así mismo, las evidencias de que existen procesos de conta-
minación que no logran ser mitigados por las empresas mineras
son vivenciados por las comunidades de las regiones extractivas
como conflictos socioambientales de primer orden, ya que afectan
sus posibilidades de pervivencia en el territorio, su salud e incluso
sus vidas, además de constituir auténticas amenazas para su sos-
tenimiento al acabar con otras formas de economía diferentes a la
representada por la minería. Al respecto, el discurso de las diversas
compañías mineras es el mismo: su objetivo es el cumplimiento de los
límites legales de contaminación y en este discurso legitimador de su

216
Agua y gran minería en Colombia: reflexiones a partir del análisis de los casos...

a­ ccionar se e­ scudan para no asumir mayores responsabilidades frente


al deterioro ambiental que en todo caso causan. El debate frente a la
contaminación de las aguas, del aire y de los suelos va más allá de la
dicotomía legal-ilegal, este es tan evidente en casos como Cerrejón y
Cerro Matoso que incluso conmina a discutir si el hecho de que no
se superen los límites definidos por la ley es garantía de un ambiente
sano para las comunidades que habitan y construyen las zonas de
influencia de la megaminería.
Los paisajes hídricos (Swyngedouw, 2004) propios del extracti-
vismo minero develan las relaciones de poder desiguales que existen
en los territorios donde se desarrolla esta actividad, los desequilibrios
en términos del aprovisionamiento, control, acceso y uso del agua son
evidencia de la existencia de niveles diferenciados de apropiación del
territorio, en el contexto de los cuales las compañías mineras —al
lograr mayor poder económico y político ante el aprovechamiento de
los marcos jurídicos e institucionales que les son favorables—, han
logrado una transformación sustancial, tanto de la geografía física
como de la geografía humana de las zonas mineras, y no precisamente
en favor de lógicas de justicia socioespacial, sino profundizando
claramente los desarrollos geográficos desiguales que de antemano
existían en dichas regiones.

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221
Hidroeléctricas, represas y control territorial
Reconfiguración territorial
y apropiación del agua: construcción
de la represa Chivor, Colombia

Martha Correa-Casas
Grupo Cultura y Ambiente

Universidad Nacional de Colombia

Tal vez el único paisaje que nunca he encontrado ni


demasiado elocuente, ni demasiado mezquino, sino hecho a
la medida de mi imaginación, es este del Valle de Tenza.
Mendoza (1964, p. 169)

Introducción
El Valle de Tenza fue una de las regiones elegidas a mediados del
siglo xx por la proyección ingenieril en Colombia, para la consoli-
dación de la oferta de energía eléctrica en el país. Allí se proyectó lo
que sería una de las obras más grandes e importantes para la época,
una hidroeléctrica que pretendía cubrir una parte significativa de las
crecientes demandas de energía, representadas tanto por el sector
industrial como por el domiciliario, en el marco del denominado
proceso de “desarrollo” de Colombia.
Esta región de carácter histórico y cultural (Silva, 2010), que en
realidad es valle solo nominalmente (Mendoza, 1964), se ubica sobre
la vertiente oriental de la Cordillera Oriental, abriendo surcos para el
paso del agua hacia los llanos por medio de la cuenca del río Orinoco;
cuenta con diecisiete municipios ubicados entre las montañas de los
departamentos de Boyacá1 y Cundinamarca2. La figura 1 ubica geo-
gráficamente los municipios de Boyacá que forman parte del Valle de

1 Catorce municipios de Boyacá: Tenza, Sutatenza, La Capilla, Guateque,


Somondoco, Chivor, Guayatá, Almeida, Chinavita, Pachavita, Santa María,
San Luís de Gaceno, Macanal y Garagoa (Silva, 2010).
2 Municipios cundinamarqueses de Tibirita, Machetá y Manta.

225
Martha Correa-Casas

Tenza, los cuales constituyen la zona de acción directa en el proceso


de construcción de la represa de Chivor.

Chinavita

Pachavita
La Capilla
Río Garagoa
Río Guaya
Q. Quigua
Tenza Garagoa
Sutatenza
Guateque Q. El Datil
Río Sunuba
Macanal
Somondoco
Embalse La
Guayatá Almeida Esmeralda
Río Bata
Q. Chivor
Chivor

Santa María San Luis de


Gaceno

Boyacá

0 5 10 20
Km

Figura 1. Contextualización geográfica región del Valle de Tenza.


Fuente: elaboración propia.

Con los intereses de algunos actores en el agua como recurso


hidroeléctrico, se comenzó a forjar un proceso, que basado en las
tensiones causadas por la planeación, construcción y operación de la
represa de Chivor, generó una división temporal a nivel local, entre
un “antes” y un “después” del establecimiento de este cuerpo hídrico.
El agua cobra así una profunda relevancia en la historia de la región,
convirtiéndose en un elemento central en el flujo de conocimientos,
tecnologías, actores e imaginarios desde y hacia ella.
Teniendo en cuenta las múltiples implicaciones que relata la po-
blación de la zona en relación con la apropiación de espacios y cuerpos
hídricos, así como con las dinámicas socioculturales, se realizó un
análisis de las transformaciones hidrosociales de la región asociadas
al desarrollo de dicho proyecto ingenieril. En este marco se indagó
sobre la participación de actores y los contextos (nacional y local) en

226
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

los que se inscribió la planeación y construcción de la represa, también


se analizaron los procesos materiales y simbólicos que conllevaron a
la consolidación del embalse en este territorio.
Este texto argumenta que con la planeación y construcción de la
represa de Chivor, se dieron transformaciones locales asociadas con
las características de cuerpos hídricos y con las relaciones de control
y acceso al agua, las cuales condujeron a una conquista hidrosocial
de la región, sustentada tanto en los procesos de consolidación de la
represa a nivel nacional y regional, como en las experiencias de
la población local con este nuevo cuerpo de agua.

Represas: instrumentos y símbolos de modernización


El agua ha tenido un rol central en la historia social, cultural,
económica y política de las poblaciones, influyendo en el desarrollo
de asentamientos humanos, de actividades económicas y de prácticas
culturales (Aja, 2010; Geertz, 1972; March y Saurí, 2010; Orlove y Caton
2010; Oslender, 1999).
A través de la construcción de estructuras como canales, pozos
y acueductos para el aprovechamiento productivo, el ser humano ha
fortalecido vínculos económicos con el agua, con base en la difusión
y materialización de ideas sobre el control social de la misma (Swyn-
gedouw, 1999; Kaika, 2006). Frente a ello se resalta el diseño y cons-
trucción de represas, las cuales han sido centrales en las dinámicas
socioeconómicas, tanto de los territorios en los que son establecidas
como de otros que pueden ser beneficiados o afectados por ellas.
Las represas, en cuanto son grandes obras de ingeniería, han sido
consideradas centrales en los procesos económicos de las naciones.
Su magnitud, proyección de uso y exuberancia han reforzado los imagi-
narios de una fuerte relación entre grandes obras y las ideas de moder-
nización y progreso (Cummings, 1990; Kaika, 2006; McCormick, 2007).
Esto debido principalmente a su papel en la producción de energía
eléctrica, el establecimiento de sistemas de riego, el abastecimiento
de agua a nivel urbano, la gestión de inundaciones, la recreación y el
turismo (McCully, 2004; Scudder, 2012).
La construcción de represas ha sido sustentada por su papel como
parte del proyecto moderno de las naciones (véase Swyngedouw, 2004;

227
Martha Correa-Casas

Kaika, 2006), el cual se ha caracterizado por formas específicas de


aproximación a la naturaleza, asociadas a la búsqueda de un orden
social particular que involucra dimensiones económicas, ecológicas
y culturales (Escobar, 2004).
Este es así un “proyecto geográfico” que repercute en transforma-
ciones socionaturales profundas (Swyngedouw, 2004) al vincularse
con la imaginación geográfica y la materialización de prácticas en el
proceso de modernización (Kaika, 2006). Como lo plantea Héctor
Alimonda, el proyecto moderno se vincula con el ejercicio de un
biopoder sobre la naturaleza, lo que involucra un accionar sobre los
espacios físicogeográficos, los recursos naturales, las condiciones
climáticas y los humanos (Alimonda, 2011).
En este marco, la energía eléctrica llega a ser considerada el
elemento más importante para el desarrollo económico de Colombia
al ser central para proporcionar, entre otros, la principal fuente
motriz para la industria (birf, 1951). Así, la construcción de represas
se inscribe como un proceso central en las ideas de modernización
y desarrollo del país.
La misión del Banco Mundial (bm)3, realizada en 1949 en nuestro
país, fue central en esto al hacer hincapié en que la “dotación” de
recursos naturales de Colombia, que incluye la “topografía y el clima
[…]” constituían una considerable potencialidad hidroeléctrica (birf,
1951, p. 17). De tal manera, las recomendaciones del banco se orientaron
al impulso inmediato de la construcción de hidroeléctricas, a su com-
binación con plantas termoeléctricas, a dar prelación a la ampliación
de las redes en las ciudades mayores como polos de crecimiento in-
dustrial y a la electrificación rural de algunas zonas promisorias para
un rápido desarrollo agrícola (Argandoña, 2006).
Junto con estos antecedentes, se fortalecen discursos que plantean
la construcción de represas como solución social y económica a la
situación nacional.
“[…] mientras más gente se dedique a la construcción de re-
presas, carreteras, plantas eléctricas, fábricas, etc., menos gente se
dedicará ordinariamente a producir artículos de consumo corriente”

3 En ese momento Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (birf).

228
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

lo que se considera fundamental para elevar el nivel de vida de la


población. (birf, 1951, p. 22)

Como se puede observar, las sugerencias del birf frente a la cons-


trucción de hidroeléctricas, contienen implícita una propuesta de
transformación geográfica, que a su vez implica una transformación
de personas, lugares, espacios, territorios y paisajes, debido —entre otros
factores—, a la magnitud socioespacial propia de este tipo de obras.
Así, las represas se constituyen tanto en instrumentos como en
símbolos de modernización que responden a objetivos concretos,
entre los cuales, el desarrollo industrial y los actores promotores del
mismo tienen amplia influencia.

Proceso de consolidación de Chivor: más allá de


la materialización de una gran obra ingenieril
Como los demás proyectos hidroeléctricos desarrollados en la
segunda mitad del siglo xx en Colombia4, la construcción de la represa
de Chivor se basó en la apreciación de criterios biofísicos que evidencian
la permanencia de la idea de la naturaleza como entidad explotable y
controlable por el ser humano, y dan paso a la intervención material
sobre los territorios. Con base en ello se adelantaron la planeación y
construcción de la represa, procesos que dieron lugar a la configuración
de un nuevo panorama hidrosocial en la región del Valle de Tenza.
De esta manera, la transformación del Valle de Tenza enmarcada
en la construcción de la represa de Chivor, se sustenta en dos procesos
fundamentales que han consolidado el panorama hidrosocial de la
región. En primer lugar, un “descubrimiento” de Chivor, visto este
como un proceso liderado por la institucionalidad estatal, el cual
marca el comienzo de un nuevo momento histórico para la región.
En segundo lugar, se llevó a cabo la conquista hidrosocial del Valle de
Tenza, la cual constituye el proceso que consolidó la transformación
territorial y marcó la división definitiva de la historia regional.

4 Entre ellos se encuentran la Central Hidroeléctrica del Guavio en


Cundinamarca (1992), la Represa de Salvajina en el Cauca (1985) y el
Embalse Peñol-Guatape en Antioquía (1979).

229
Martha Correa-Casas

El “descubrimiento” de Chivor
La construcción de la represa de Chivor fue establecida como
elemento clave del proyecto moderno, por razones como el plantea-
miento de la electricidad como eje central para el desarrollo industrial
y para la consolidación de las urbes como centros de desarrollo5;
igualmente, debido a la importancia dada a la interconexión de redes
eléctricas a nivel nacional y al papel cardinal que representó la represa
de Chivor en ello.
Partiendo de esto, la represa en cuestión comienza su historia
en la década del cuarenta, momento en el que se inicia una profunda
transformación del Valle de Tenza. Actores hasta entonces inexistentes
o marginales en la región comenzaron a abrirse historia a través de su
incursión con ideas, discursos, decisiones y acciones que conllevan a
inscribir en el paisaje lo que para la población sería un nuevo capítulo
de la historia regional.
En 1954 ocurrió en la región del Valle de Tenza un evento que puede
ser entendido como el “descubrimiento hidrográfico” de Chivor. En
dicho año, un topógrafo del Instituto Nacional de Aprovechamiento
de Aguas y Fomento Eléctrico (Electraguas) identificó un desnivel
entre los ríos Bata y Lengupá, proyectando con ello transforma-
ciones en la región con base en la potencialidad de uso de sus carac-
terísticas topográficas e hidrológicas para la producción de energía
eléctrica. Esto se hizo en el marco de un capitalismo dependiente del
acceso a recursos geográficamente localizados en espacios específicos
(Damonte y Castillo, 2010).
Teniendo como criterios la existencia de caudales suficientes y
de desniveles topográficos aprovechables (Ingetec, 1970), la represa
de Chivor se convirtió en un proyecto de gran interés con miras al
cubrimiento de parte de las crecientes demandas de energía eléctrica
en el país, a través de la producción de un millón de kilovatios (Ochoa
et al., 2002). Así, el paisaje quebrado de la región del Valle de Tenza, la
cantidad de fuentes hídricas y la presencia de pronunciados desniveles

5 En los procesos de urbanización, la movilización de recursos hídricos para


alimentar el metabolismo de las ciudades ha sido fundamental a lo largo de
la historia (Bakker, 2005; March y Saurí, 2010; Swyngedouw, 1999).

230
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

entre dos de sus principales ríos fueron cruciales para la consolidación


del proyecto Chivor.
De esta manera, el reconocimiento de las “ventajas” topográficas
e hídricas del Valle de Tenza puede ser entendido como parte de
un hallazgo en donde se visualizan las pendientes y caudales de la
región como un otro descubierto, una socio-naturaleza convertida
en externalidad y recurso (Bakker, 1999; Budds, 2010, 2012; Perreault
et al., 2012; Swyngedown, 1997, 1999) a través de la construcción
de ideas sobre su utilidad y la producción de información técnica
sobre la misma.
En este contexto, en 1958 Electraguas inició las primeras investiga-
ciones de carácter hidrológico, topográfico y geológico a nivel regional
para la proyección de lo que sería la represa de Chivor (Sanclemente, 1999),
comenzando así un proceso de ocupación del territorio a través de la
presencia de nuevos actores en el mismo y de la circulación de discursos
y tecnologías para la apropiación de espacios y recursos.
Con base en los estudios adelantados, Electraguas planteó la
construcción de la represa en el Valle de Tenza como un proyecto de
gran magnitud, el cual rebasaba sus posibilidades. Al considerar
que podía ser clave ubicarlo en la proyección del futuro desarrollo
de la energía de Bogotá, su posición determinó la transferencia
de la documentación a la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá
(Sanclemente, 1999).
Así, el proyecto Chivor fue consolidándose como una gran obra, un
megaproyecto a través del cual se llevó a cabo la conquista hidrosocial
de la región a partir de una mirada del agua, su flujo, las montañas
y las pendientes a través de las cuales circula, como recursos para la
producción de energía destinada al fortalecimiento de la oferta eléc-
trica para la capital de Colombia.
De esta forma, la historia del Valle de Tenza se ve signada por los
dos rasgos que, según Guillermo Castro, son característicos de la his-
toria ambiental de América Latina desde el siglo xvi: uno de naturaleza
económica y otro de naturaleza tecnológica (Castro, 2005). El primer
rasgo, de naturaleza económica, que cuenta con enormes implica-
ciones demográficas, sociales, políticas y culturales, hace referencia a
la redistribución y revalorización de los llamados recursos naturales

231
Martha Correa-Casas

en función de las demandas generadas desde metrópolis sucesivas, lo


que explica el carácter especializado, discontinuo y predatorio de la
explotación de los recursos. El segundo rasgo, de naturaleza tecnológica,
tiene que ver con la imposibilidad de las regiones para establecer por
sí mismas el financiamiento, los medios, los métodos, las fuentes de
energía, y, sobre todo, los propósitos asociados a esa explotación de los
que se denominan “sus recursos naturales” (Castro, 2005).
En este marco, la construcción de la represa de Chivor se esta-
bleció como un proyecto que buscó dar respuesta a necesidades de
territorios distanciados geográficamente de la región. Se podría pensar
en él como proyecto transterritorial, a través del cual se planeó el
uso de las condiciones hidrográficas del Valle de Tenza, con el fin de
producir la energía proyectada para suplir de electricidad a Bogotá,
territorio espacialmente distante.
Esto se funda en el hecho de que desde la institucional se buscó
que el principal producto de esta represa, la energía eléctrica, trascen-
diera la frontera regional del Valle de Tenza para la consolidación del
servicio eléctrico en Bogotá (demanda objetivo inicial) como apoyo
al desarrollo industrial y urbano. Así, con el proyecto Chivor se da
el rompimiento —a nivel nacional— de las barreras espaciales que
representaba para el sector eléctrico la distancia entre las fuentes y
los centros de consumo de la energía.
Tras la transferencia del proyecto a la empresa de Energía Eléctrica
de Bogotá, se realizaron investigaciones por parte de consultores na-
cionales y expertos extranjeros (Sanclemente, 1999), a través de análisis
de tipo técnico enfocados en la caracterización geomorfológica e hi-
drológica. Al respecto, es fundamental tener en cuenta que el papel del
conocimiento técnico-científico se hace clave no solo en la orientación
técnica de los proyectos de este tipo, sino también en el suministro
de una aparente racionalidad científica (Ribeiro, 1987; Kaika, 2006).
Posteriormente, se realizaron estudios financieros que, junto con las
investigaciones mencionadas, culminaron en un estudio de factibilidad
que fue presentado a consideración del Banco Mundial (Sanclemente, 1999),
institución que para entonces ya tenía un importante rol en la toma de
decisiones de este tipo a nivel nacional (Escobar, 2007).

232
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

Para el caso de la represa de Chivor, este banco, su personal y


sus lineamientos tuvieron una amplia influencia: en primer lugar, en
la planeación, particularmente por medio de las recomendaciones
realizadas en el marco de la propuesta “Bases de un programa de fo-
mento para Colombia” (birf, 1951), basada en el discurso desarrollista
promovido por dicha institución; en segundo lugar, en la decisión final
de su factibilidad, al ser esta la institución a través de la cual se realizó
la aprobación de la propuesta; y en tercer lugar, en su construcción, al
ser este el proveedor de los principales recursos financieros, a través
de préstamos al Estado colombiano que hicieron posible el desarrollo
de un proyecto de la magnitud de Chivor.
Frente a las fuertes necesidades demandadas por el sector eléctrico
en el país, cuya expansión se vio empujada por el acelerado proceso de
urbanización (Cuervo, 1992), en el año 1967 se dio un evento que sería
clave en la historia de esta represa que hasta entonces seguía siendo
un proyecto. Las cuatro instituciones de mayor poder en el sector
—buscando terminar con el aislamiento regional característico del
sector eléctrico colombiano hasta mediados de la década del sesenta—,
en el cual cada empresa se encargaba de su oferta y demanda regional
(Ochoa et al., 2002), decidieron dar pasos hacia lo que sería un con-
venio que les permitiría la ampliación de la oferta a nivel nacional y
el cubrimiento de demandas a nivel regional.
Es así como en 1966, la empresa de Energía Eléctrica de Bogotá
(eeb), las Empresas Públicas de Medellín (epm), la Corporación Au-
tónoma Regional del Cauca (cvc) y el Instituto Nacional de Aprove-
chamiento de Aguas y Fomento Eléctrico (Electraguas) firmaron un
convenio sobre la interconexión de sus sistemas eléctricos y el ensanche
de la capacidad de generación, lo que concluyó el 14 de septiembre de
1967 con la creación de Interconexión Eléctrica s.a. (isa) (Cuervo,
1992; Manrique y Granda, 2004; Ochoa et al., 2002).
La consolidación de isa y el planteamiento de sus objetivos se
dieron en respuesta a una demanda de territorios y recursos para la
producción energética destinada a las urbes, al desarrollo agrícola de
zonas como el Valle del Cauca y al desarrollo industrial, elementos
que para entonces cobraban gran relevancia.

233
Martha Correa-Casas

La represa Chivor fue precisamente un gran proyecto para la


naciente institución que congregaba influyentes intereses económicos,
lo que llevó a su aprobación por parte de la asamblea general de
isa dentro del primer plan de expansión y generación de la misma.
Chivor i fue aprobada en 1968 junto con Guatapé ii a cargo de epm
y Alto Anchicayá a cargo de cvc (Ochoa et al., 2002). Así, Chivor se
convirtió en la primera represa en Colombia promovida por isa y
destinada a la interconexión del sistema eléctrico nacional.
Pese al planteado interés de electrificación nacional, en el proceso
de consolidación de isa y de sus relaciones con los diferentes territorios,
se resalta la predominancia de las tres grandes regiones representadas
por las empresas que la integraban. Al respecto, hacia 1982 el Depar-
tamento Nacional de Planeación (dnp) relaciona algunos problemas
que para entonces había tenido la operación de isa:
[…] uno de los problemas claves en la operación de isa consiste
en el predominio de los intereses de las tres regiones cuyas empresas
han dominado el panorama financiero del sector, que ha llevado en
ocasiones a que decisiones de la sociedad constituyan transacciones
de compromiso entre los intereses individuales de estas tres em-
presas, en detrimento de la eficiencia y la equidad en la operación del
sistema integrado. (dnp-ene, 1982, p. 629, citado por Cuervo, 1992)

Como se ha explorado, en el “descubrimiento hidrográfico” de


este territorio, tuvo relevancia la participación de variados actores e
intereses, a través de los cuales se proyectó la región como generadora
de energía eléctrica para el cubrimiento de demandas de lugares que,
si bien estaban distanciados espacialmente, revestían especial interés
por su papel en el desarrollo industrial y urbano a nivel nacional.
De tal manera que este descubrimiento se convirtió en un primer
paso en la transformación de la región. Seguido a ello, se dio todo un
proceso de apropiación discursiva y material del territorio, el cual
tuvo como eje el agua y sus espacios de circulación.

Conquista hidrosocial en el Valle de Tenza


Como se planteó en el acápite anterior, la proyección de la re-
presa de Chivor —entendida como parte de un “descubrimiento” del

234
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

agua y la topografía del Valle de Tenza—, marca un punto clave en


los procesos de apropiación y control de los recursos naturales que,
discursivamente, se consolidaban como de interés nacional.
Partiendo del “descubrimiento” del agua y las pendientes de la
región, en la zona se experimentó una conquista socio-ecológica del
territorio, fundada en la apropiación del agua (Swyngedouw, 2004).
Esta se convirtió en parte fundamental de la transformación del paisaje
hídrico de la región al conducir a la apropiación de espacios por parte
de isa, la reconfiguración de relaciones frente al uso y acceso al agua
circulante y la reestructuración de dinámicas socioculturales con el
agua y las tierras circundantes a los cuerpos hídricos.
La conquista socio-ecológica o conquista ecológica del agua
(Swyngedown, 2004) experimentada en esta región, puede ser en-
tendida como conquista hidrosocial, en la medida en que se encuentra
circunscrita a las dinámicas hidrográficas de la zona y conllevó a la
apropiación y transformación, tanto de flujos materiales del agua,
como de prácticas y relaciones simbólicas establecidas con ella.
Esta conquista parte de la idea del agua como recurso hidroeléc-
trico, y encuentra anclaje en la importancia que esta reviste en un
proceso marcado por la relación de dependencia entre la producción de
energía en el Valle de Tenza y el control de los caudales de los cuerpos
hídricos de la región. En este sentido, la conquista hidrosocial es ante
todo una conquista material y simbólica de espacios, cuerpos (hídricos
y biológicos), flujos, caudales, relaciones y prácticas socioculturales
vinculadas al agua como elemento socio-natural.
Fundamentalmente, esta conquista hidrosocial se llevó a cabo a
través de procesos que fueron reconfigurando —material y simbólica-
mente— los cuerpos y flujos de agua, así como las relaciones de poder
asociadas a los mismos. Dentro de los procesos que se establecieron
como pasos fundamentales de esta conquista se resaltan: la instalación
de instrumentos de registro hídrico (caudales y precipitación); la cons-
trucción y refuerzo de distintos imaginarios: la represa como eje para el
desarrollo y la modernización; el campesino de la región como pobre,
subdesarrollado y atrasado; el gobierno como ente de control nacional
con poder sobre la toma de decisiones en los territorios; el arribo a la
región de ingenieros y técnicos; la apropiación de espacios a través de

235
Martha Correa-Casas

la institucionalización de lo comunal (como el río), y del despojo y el


acaparamiento; la materialización de las obras que condujeron a la
transformación de flujos de agua en cuanto a tipo, dirección y tiempos;
y el desarrollo de un proceso de legitimación normativa.
En las siguientes páginas, se abordan estos procesos, buscando con
ello brindar un panorama que amplíe la comprensión sobre los actores
involucrados en la configuración de un nuevo panorama hidrosocial
en la región, las relaciones de poder asociadas, los imaginarios y dis-
cursos que fundamentaron las intervenciones, así como las prácticas
materiales que estructuraron la conquista hidrosocial de la región.

Registro hídrico
La conquista hidrosocial en la región tuvo como eje central el
acceso y control de los espacios de circulación del agua, particular-
mente de aquellos cuerpos hídricos que mayor volumen de la misma
transportaban y que se constituían en espacios claves para el monitoreo
y control. En este orden de ideas, la instalación de instrumentos y el
registro hídrico se establecieron a mediados de los años cincuenta
alrededor de los cuerpos de agua que Electraguas, eeb y posterior-
mente isa identificaron como claves en función del caudal de agua
desplazado hacia el río Bata.
De este modo, frente al interés por el agua en circulación que se
dirigía desde el Valle de Tenza hacia la cuenca del río Orinoco, fueron
instaladas estaciones en puntos geoestratégicos, ubicados tanto en la
región como en algunas zonas circundantes consideradas posibles
aportantes de agua —a través de desviaciones— al río Bata.
Dentro de este proceso se resalta la instalación de once esta-
ciones entre 1955 y 1977, ubicadas en jurisdicción de los municipios
de Garagoa, Somondoco, Santa María, Ubalá, Almeida, Chivor y
Chinavita. A través de estas se hacía seguimiento a los ríos Garagoa,
Somondoco, Tunjita, Rucio, Negro, Lengupá y Bata (Ingetec, 1970).
Las mencionadas estaciones se enfocaron en el registro cuantitativo
de volúmenes de agua, tomando datos de precipitación y caudales;
sin embargo, no abordaron el registro de datos fundamentales para
el análisis de los efectos ambientales de este tipo de obras, como lo
son la humedad relativa y la temperatura.

236
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

Así como a través de los registros se brindó información central


para la proyección de los volúmenes de agua que se podrían alma-
cenar y de la producción de energía eléctrica que sería posible generar,
también se consolidaron las primeras prácticas materiales asociadas
a la toma de control de los cuerpos de agua.
De esta forma, el registro hídrico configura prácticas simbólicas
y materiales que soportan los primeros procesos de toma de control
de los cuerpos de agua, y por ende del agua en sí misma, en la región
del Valle de Tenza. Además, de manera complementaria, se presentó
la difusión de imaginarios sobre la represa, la población local y el
gobierno, lo que aportó a la consolidación de relaciones de poder y a
la reconfiguración del acceso al agua.

Imaginarios sobre la represa, la población local y el gobierno


Uno de los elementos más relevantes en la conquista hidrosocial
de la región fue la construcción y refuerzo de imaginarios sobre la
represa, la población y el gobierno. Esto fundamentándose en la idea
de que las represas son instrumentos idóneos para el desarrollo de los
recursos locales y nacionales (Barabas y Bartolomé, 1992; Kaika, 2006).
Desde la institucionalidad se llevó a cabo la difusión de ideas
sobre la construcción de la represa como proceso clave en el desarrollo
y la modernización local, regional y nacional. Según lo recuerda la
población local, las ideas que circulaban sobre la represa, posicionaban
a la misma como generadora de cambios que llevarían a un desarrollo
regional y nacional, al plantearse en ella grandes potencialidades frente
al suministro de energía.
La caracterización que realizó isa hacia 1981, en cuanto a los
beneficios multiescalares de la construcción de esta represa, ilustra la
relación establecida entre la misma y el desarrollo. A nivel nacional,
isa suponía el papel clave de la Central Hidroeléctrica de Chivor en
la reducción de tensiones entre la oferta y la demanda de energía para
disminuir las dificultades presentadas para entonces en el comercio
y la industria (isa, 1981).
A nivel regional, hacía referencia al mejoramiento de infraes-
tructura vial, al empleo de mano de obra, al aumento en la oferta de
servicios como hoteles y restaurantes y a la proporción de un mercado

237
Martha Correa-Casas

para la producción agrícola regional. Según los planteamientos de


isa, para 1981 se habían logrado beneficios como: el mejoramiento
del nivel de vida a partir del aumento del ingreso familiar y el des-
cubrimiento de nuevos horizontes para la población joven; aportes
al desarrollo regional, a partir del aumento en la oferta de servicios
como restaurantes y hoteles; y finalmente la construcción de las
obras de la central había permitido que “la producción agrícola
regional tuviera por fin, aunque temporalmente, una salida segura,
lo que seguramente pudo haber incidido en el mejoramiento de la
agricultura…” (isa, 1981, p. 22).
A nivel local, los beneficios planteados se manifestaban en el
mejoramiento de las “condiciones concretas” de las gentes en materia
de vivienda, en la mejora de instalaciones públicas en los municipios
del área de influencia, en las facilidades de desplazamiento alrededor del
embalse, en el desarrollo de programas de control de erosión y en
la posibilidad dada a la población local para la venta de tierras que
suponía improductivas. Al respecto, para 1981 isa planteaba:
[…] Si bien es cierto que el Embalse de La Esmeralda inundó,
por necesidad imperiosa, algunas de las mejores tierras agrícolas del
área, no es menos cierto que también inundó tierras totalmente im-
productivas o de potencial agropecuario nulo, cuyos propietarios tu-
vieron así la oportunidad de venderlas. (isa, 1981, p. 17)

Pero estas conexiones entre la represa y el desarrollo, se soportaron


así mismo en la construcción de imaginarios sobre la población del Valle
de Tenza, que sirvieron de justificación para la construcción de una obra
de la magnitud de Chivor. Como parte del discurso del desarrollo —que
construye y reproduce la fábula de las poblaciones necesitadas del mismo
(Escobar, 2007)— el proyecto Chivor se estableció sobre la construcción
de un otro atrasado, siendo este el campesino de la región, al cual llega
la modernidad como opción emancipadora. Al respecto, el informe de
caracterización de la zona, por parte de la entidad consultora contratada
por isa, establece que la región cuenta con habitantes:
[…] con un nivel de vida bajo, ajeno a la mayor parte de las como-
didades modernas y reducido, en lo general, a las estrictas necesidades
de la subsistencia. En las clases pobres la alimentación es insuficiente y

238
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

nociva, porque la chicha hace parte esencial de ella, vive en deficientes


condiciones higiénicas, en casas mal favorecidas contra la humedad del
terreno y contra las inclemencias del tiempo, desprovistas de agua y de
servicios sanitarios, sin suficientes habitaciones para sus moradores, por
lo cual estos hacen vida común en uno o dos cuartos desprovistos de
muebles, en los que se cocina, se come y se duerme, y en donde no es raro
que se alojen también los animales domésticos… Estas inferiores con-
diciones de vida conducen a una restricción de la actividad del hombre
y a un menor rendimiento en su trabajo, con que su salud se quebranta
y sus energías se agotan; de otro lado, no son menos perjudiciales los
efectos de esa alimentación defectuosa y de esa ignorancia de los más
imperiosos mandatos de la higiene, sobre los nuevos retoños de la vida,
quienes nacen con el signo del vencimiento impreso en su contextura
física y que en la época de su desarrollo no hacen sino acumular nuevos
factores de degeneración y debilitamiento. (Consultécnicos, 1971, p. 26)

A través de afirmaciones como la anterior, se construye la imagen


del habitante de la zona como un otro atrasado y opuesto a los desarrollos
modernos, pero, ante todo, un otro condenado mientras p ­ erduren
su estilo de vida y sus prácticas sociales. Esto contiene algunas de
las características de lo que Enrique Dussel denomina el “mito de la
modernidad” en el cual una parte de la sociedad se auto comprende
como más desarrollada, planteando en sí misma una superioridad a
través de la cual se justifica la intervención del otro bárbaro y primitivo
como exigencia moral (Dussel, 1992).
Las ideas sobre la población local estuvieron signadas tanto por
las caracterizaciones realizadas en términos sociales como por aquellas
hechas en términos productivos, lo que no solo consolidaba un imagi-
nario de lo local como atrasado, sino que también establecía las bases
para los procesos de apropiación de espacios que se llevarían a cabo.
Aproximadamente el 40% del área de la zona del embalse está cons-
tituida por tierras improductivas, hablando en términos de agricultura
y ganadería […] La ocupación tradicional es la agricultura de tipo ru-
dimentario, para la que se usan herramientas de viejo ancestro como
son el arado de chuzo, movido por yunta de bueyes y la arada como
herramienta complementaria para desherbar y aporcar […] la gran

239
Martha Correa-Casas

mayoría de campesinos no incluye en sus prácticas agrícolas el abono


de sus tierras […] Los rendimientos de los cultivos son muy bajos.
(Consultécnicos, 1971, p. 29)

Estas ideas se complementaron así mismo con los imaginarios del


gobierno como actor determinante en la toma de decisiones. Frente a
esto, de acuerdo con los relatos locales se resalta el hecho de que estas
ideas ya tenían acogida entre muchos pobladores antes de la planeación
del proyecto Chivor. Sin embargo, cabe resaltar que había habitantes
de la zona que reclamaban la decisión sobre la ejecución de la obra, o
en relación con el qué hacer o no con sus tierras.
Frente a la visión del gobierno como ente que toma las decisiones
definitivas, pobladores locales mencionan que “[…] como el gobierno
ya había aceptado, ya había dado permiso para la represa, entonces ya
no había nada que hacer” (Doroteo Bernal, entrevista personal, 10 de
noviembre de 2011).
Así mismo, frente a la resistencia a la idea del gobierno como
ente que toma decisiones y a la ratificación de este en su ejercicio de
poder, don Marco Antonio Arévalo, campesino del municipio de
Miraflores menciona:
Mi tío Ignacio Arévalo que vivía en Puente Bata, frente a
Macanal, tenía un finconón muy lindo y tenia de todo de todo, y a él
se le dio de caprichoso por no vender, le dijeron se le paga pero si la re-
presa le cubre y no acepta lo que se le va a dar toca que pierda, y así le
tocó. Cuando se dio de cuenta fue que el agua ya iba cogiendo la casa.
Se le inundó porque como atajaron abajo […] todo perdió. Cuando
se dio de cuenta [el agua] cubrió un poco de ganado y lo ahogo y a
perder todo el pobre, pero por bruto. Como le dijimos varios que ya
que le daban algo por qué no cogía cualquier centavo. Viendo que
ya estaba aprobada esa vaina. Eso no hay que uno oponerse porque
eso es duro y parte el alma. (Marco Antonio Arévalo, entrevista per-
sonal, 26 de agosto de 2011)

Con estos ejemplos se hace evidente que la construcción y refuerzo


de imaginarios asociados, tanto a la represa, como a la población y
el gobierno, fueron centrales en la conquista hidrosocial. Pero junto

240
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

a estos imaginarios, las ideas sobre la tecnología y la ciencia también


tuvieron gran influencia en la materialización de las obras.

Arribo técnico y científico a la región


La estrecha relación establecida entre tecnología, ciencia, moderni-
zación y desarrollo (Escobar, 2007; Swyngedouw, 1999, 2004; Ribeiro, 1987)
ha conducido a la difusión y apropiación de ideas asociadas a este
vínculo en los contextos locales (Escobar, 2007). Esto se ha visto par-
ticularmente signado por el carácter universalista dado a la ciencia
(Wallerstein, 2001) y a la tecnología, así como por el planteamiento de
las mismas como neutrales y válidas per se (Escobar, 2007), a cambio
de ser entendidas como instrumentos para la creación de órdenes
sociales, culturales (Morandé, 1984; García de la Huerta, 1992; citados
por Escobar, 2007) y ecológicos particulares.
En este marco, los científicos, técnicos e ingenieros han llegado a
ser considerados el Prometeo moderno, configurándose como héroes
de la modernidad comprometidos con el dominio de la naturaleza a
través de su imaginación, creatividad e ingenio (Kaika, 2006). Estos
imaginarios han permeado los diferentes contextos y con ello han
influido en la manera en la cual se perciben y evalúan socialmente su
presencia e intervenciones discursivas y materiales.
Así, partiendo del hecho de que entre la población de la región del
Valle de Tenza ya prevalecían unas ideas que ubicaban a los técnicos e
ingenieros como conocedores y gestores de cambio, la llegada de este
tipo de profesionales a la zona para la ejecución de acciones iníciales
—como el registro hídrico, el desarrollo de estudios topográficos y
geológicos y la planeación general de las obras— tuvo un papel rele-
vante en la consolidación del proyecto.
Con la llegada de técnicos e ingenieros nacionales y extranjeros
se apoyó un proceso de legitimación social de la represa, a partir del
fortalecimiento de ideas sobre la superioridad, tanto del conocimiento
científico como de la población ajena al contexto nacional. Dicha legi-
timación se basó en gran medida en la construcción y fortalecimiento
de imaginarios que confrontan lo local con lo externo, particularmente
con lo extranjero, y que establecen el saber científico y técnico como
justificador de la intervención.

241
Martha Correa-Casas

El discurso de lo externo como depositario de conocimiento y


como sujetos e instituciones legítimas en la toma de decisiones, ad-
quirió forma incluso desde el interior de la misma población local:
“Vino mucha gente de lejos. Eso esa represa la formó fue mucha gente
gringa. Esa gente si es inteligente, esa gente italiana” (Blanca Barreto,
entrevista personal, 25 de agosto de 2011).
El fortalecimiento a nivel local de este tipo de ideas, se apoyó en la
posición de instituciones como Consultécnicos, desde donde se justificó
la obra con elementos como la subvaloración de los conocimientos,
las prácticas y la población local, en comparación con modos de vida
externos al territorio. Esto con una mirada de lo local, su organización,
sus viviendas, sus hábitos alimenticios y sus prácticas agrícolas como
no concernientes a una población moderna y desarrollada, sino por
el contrario relativos a una población que actúa bajo la ignorancia y el
desconocimiento, a diferencia de quienes posiblemente migrarían
hacia la zona para el desarrollo de obras (Consultécnicos, 1971).

Apropiación de espacios
La apropiación de los espacios circundantes a los principales ríos,
entre ellos el área inundable y las zonas circundantes, fue tan relevante
para la conquista hidrosocial como la toma de control de cuerpos hídricos.
Al ser el objetivo de la presa6, establecer un cuerpo hídrico “aguas arriba”
de la misma, para los actores que para entonces tenían injerencia en el
territorio (población local, administración local, isa, Consultécnicos,
Impregilo) la inundación de más de 1200 hectáreas al interrumpir el flujo
del agua en el sitio de la presa, era un hecho predecible e incontrolable.
A partir de la justificación realizada por diferentes vías, se llevó
a cabo un proceso de apropiación del espacio y despojo de la tierra
y del agua, en el cual el diálogo con la población local fue reducido.
Según los habitantes locales, ellos tuvieron conocimiento de la obra
porque empezaron a ver gente haciendo estudios en la región, a ver
carros circulando frecuentemente y a escuchar rumores sobre la posible
construcción de una represa en la zona. Pero solo fueron informados
directamente cuando una comisión iba a sus viviendas como preámbulo

6 Estructura en forma de muro de contención.

242
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

a la visita de un “pagador”, quien acudía a los predios a inundar y de-


cidía los precios que debían pagar a sus propietarios por los mismos.
Dicha visita y los discursos enunciados en ella se establecían sobre el
hecho de que, al ser la región una zona de minifundio, la producción
era mínima y por ende lo que hacía isa al comprarle “esas tierras
improductivas” a los campesinos era beneficiarlos.
Esto responde a la idea de la institucionalidad en la que el espacio
aparece como mercancía. Como lo menciona Gaspar Mairal: para la
administración, el espacio es un objeto que se puede comprar y vender,
lo que desconoce que para las poblaciones el espacio es “substrato de
su propia cultura y, más aún, en sí mismo es cultura. De ahí que le
otorguen capacidad para evocar sentimientos y emociones, memorias
e identidades” (Mairal, 1998, p. 520).
Basados en los criterios de los ingenieros, los pagadores fueron
actores claves al tener un rol central en la delimitación de predios
destinados a la apropiación espacial por parte de isa. El pagador tuvo
el papel de ser puente entre la institucionalidad y la población local.
Su objetivo fue informar y acordar precios con la población.
Había un “pagador”, él era el que iba y negociaba los terrenos. Él les
pagaba lo que él quisiera, los estafaba. Había comisiones que i­ nformaban
[…] luego el pagador llevaba un mapa que decía hasta donde iba a pagar.
(Jorge Bejarano, entrevista personal, 3 de abril de 2012)

Con el uso de un mapa, el pagador delimitaba espacialmente la


superficie a apropiar por isa. La definición de los espacios a anegar
respondía a los cálculos realizados en función de: la precipitación,
los caudales hídricos y el espacio necesario —de acuerdo a las
­pendientes de la zona— para el almacenamiento máximo de agua
a ocurrir durante los meses más lluviosos del año. Estos cálculos
de almacenamiento se realizaban teniendo en cuenta la necesidad
de agua para suplir la producción de energía eléctrica durante la
temporada seca.7

7 La región presenta un régimen de lluvias monomodal, caracterizado por


una época de lluvia que se extiende aproximadamente entre abril y octubre,
y una época seca entre noviembre y marzo.

243
Martha Correa-Casas

De acuerdo con el informe de Consultécnicos, entre las opciones


planteadas para la apropiación estaba la reubicación de la población
y la compra de predios. Después de los análisis realizados por la con-
sultora, isa decidió adelantar procesos de compra al considerar esta
opción la más adecuada, ya que le libraba, por una parte, de los costos
económicos y esfuerzos logísticos que requería una reubicación, y por
otra, de los grandes problemas que esto podía conllevar, desplazando
la problemática a los pobladores que serían despojados. Al respecto
el informe menciona:
La solución es obtener dominio de los predios mediante com-
praventa con todas las características comerciales, inclusive el pago
de moneda corriente. Así isa adquirirá las parcelas, el vendedor
recibirá el dinero y así culminará la negociación. […] en esta alter-
nativa no habría problema de reubicación propiamente dicho, ya
que éste vendría a ser absorbido por el vendedor o actual poseedor.
(Consultécnicos, 1971, p. 36)

De acuerdo con los datos de Consultécnicos, en la zona que cu-


brirían las aguas del embalse había un total de 558 predios, en los cuales
habitaban 249 familias que serían desplazadas (Consultécnicos, 1971).
Según los relatos de la población local, muy pocos querían vender,
y al final la mayoría accedió debido a que sabían que “ya no había
nada que hacer”.
Según se expresa a nivel local, aunque algunos pobladores se
resistieron, “llevaron la de perder” (Sildana, entrevista personal,
27 de septiembre de 2012); sin importar si tenían o no dinero e in-
fluencia a nivel local. De acuerdo con la población, la expropiación
fue el camino que tomó isa en esos casos. Como lo relata el señor
Jorge Bejarano, quien para entonces era alcalde del municipio de
Santa María:
Cachipay, donde queda casa de máquinas fue expropiada a don
Chepe Morales al no llegar a un acuerdo con isa porque él no quería
vender. Luego le tocó entregar pues le ponía un precio a lo suyo [su
finca] que isa no quiso pagar. Eso era una finca grandota donde tenía
varios cultivos y ganadería. (Jorge Bejarano, entrevista personal, 3 de
abril de 2012)

244
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

Este proceso de apropiación del espacio se llevó a cabo princi-


palmente a través de tres eventos que aportaron a la construcción
de imaginarios sobre lo que pasaría con la región tan pronto el agua
comenzara a ascender, y con ello se llevara a cabo la inundación de
algunos terrenos. Dentro de los eventos mencionados se encuentra
el arribo de comisiones informativas, la visita del pagador y el desa-
rrollo de obras.
Las comisiones y el pagador difundían entre la población la idea
de que la presa, cuya construcción ya estaba aprobada, iba a cerrar el
paso del agua y, por ende, la inundación sería un hecho. Se entendía
una ausencia de alternativas ya que, ante la materialidad innegable
del agua y las dimensiones de los caudales que se iban a represar,
entonces: ¿cómo podía la población local impedir la subida del agua
por entre las sementeras y casas?
Con la apropiación del espacio por parte de isa se lleva a cabo un
proceso de desposesión de medios materiales, de tierras, de cultivos,
de cuerpos hídricos, de agua y de relaciones socionaturales. Como
parte de un proceso de “acumulación por desposesión” (Harvey,
2003), se despoja a la población a partir del desarrollo de prácticas
en donde cobran relevancia la construcción de narrativas sobre el
ascenso de aguas, la subvaloración de la población y las prácticas
locales, y la construcción de grandes obras ingenieriles con amplio
impacto visual.
Pero la apropiación del espacio por parte de isa fue un proceso
que tuvo resistencia en el contexto local. En tal sentido, el proceso de
despojo y la toma de control por parte de isa estuvieron definidos por
el ascenso de las aguas, más que por el desarrollo de procesos legales
referentes a la compra de predios. Esto principalmente debido a dos
eventos: por un lado, el retraso en la culminación de los procesos de
compraventa y, por otro, a los problemas de dominio de isa sobre los
predios adquiridos.
Según Consultécnicos, la dilación en la culminación de los procesos
de compraventa se debió a que los gastos relacionados con requisitos
legales eran compartidos entre isa y el vendedor, quien por lo general
tenía poco interés en realizar los trámites. Por otro lado, se daba el
“problema de mantener el dominio indiscutido” sobre los predios debido

245
Martha Correa-Casas

a que los procesos de compraventa se desarrollaban progresivamente


y a que estos no aseguraban el desalojo de los predios, cuestión por
la cual la legalización de la compra no conducía necesariamente al
control total de isa sobre los terrenos (Consultécnicos, 1971).
Consultécnicos llegó a plantear como opción obtener el desalojo
inmediato de los predios y mantener las tierras adquiridas libres de
ocupantes, por medio de un cuerpo oficial de vigilantes. Sin embargo,
el desarrollo de esta propuesta no se llevó cabo y la práctica que cla-
ramente materializó el desalojo espacial de la zona inundable fue el
ascenso de las aguas.
Según los datos levantados para el desarrollo del proyecto, con
el ascenso de las aguas se desplazaron 249 familias (Consultécnicos,
1971) que, de acuerdo con el reporte que realiza Patrick McCully en el
libro Ríos silenciados, correspondieron a alrededor de 1500 personas
(McCully, 2004).

Desarrollo de las obras


En la planeación y construcción de esta represa intervinieron
diversas instituciones y empresas con roles claves en la ejecución
del proyecto. Dentro de ellas se destacan Electraguas (proyección
y estudios de factibilidad); Empresa de Energía de Bogotá (estudios
de factibilidad); isa (ejecutor); Ingetec (consultor nacional); Banco
Mundial (evaluador, fuente de recursos); Impregilo (contratista isa:
obras) y Consultécnicos (contratista isa: caracterización).
Partiendo de las necesidades técnicas del proyecto formuladas en
los estudios de factibilidad, la represa de Chivor se consolidó en dos
etapas. En una primera —desarrollada entre 1970 y 19778—, se llevó
a cabo la construcción de la presa La Esmeralda, en inmediaciones
de la quebrada que lleva el mismo nombre, la cual se ubica entre los
municipios de Macanal y Santa María. Esta presa cuenta con una
altura total de 237 m, una corona de 12 m de ancho, 310 m de longitud
y un ancho de la base de 820 m9 (Ingetec, 1970).

8 Cuyo costo ascendió a la suma de 200 millones de dólares (aes, 2013).


9 Con la participación de población local y de algunas personas provenientes
de otras regiones del país, se construyeron así mismo las siguientes
estructuras: un rebosadero con una capacidad de 8800 m3/s, precedido de

246
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

Así mismo, en esta etapa se creó sobre el río Bata el embalse La


Esmeralda, 22 km arriba de la presa. Este embalse contaba con un
área inundada de 1260 hectáreas y con una capacidad total de 758
millones de m3, de los cuales 124,4 eran de embalse muerto10 (Ingetec,
1970; Consultécnicos, 1971).
En esta primera etapa también se llevó a cabo la construcción
de la nueva carretera vía Las Juntas-Santa María, lo cual estableció
numerosos retos topográficos, ya que era necesaria su planeación y
construcción a través de las numerosas montañas que se establecían
como barreras físicas ante la obra. Ante esta situación, el papel de
topógrafos e ingenieros como reconfiguradores del espacio (Swyn-
gedouw, 2004) fue central, y a partir de sus proyecciones se cimentó
una nueva carretera que requirió la construcción de dieciséis túneles
que comunican el lugar conocido como Las Juntas con el Municipio
de Santa María.11
Durante la segunda etapa —desarrollada entre 1976 y 1982 12— se
llevó a cabo la captación de los ríos Tunjita, Negro y Rucio, y la con-
ducción y entrega de sus caudales desviados al embalse La Esmeralda.
Así, en 1982, una vez terminada la segunda etapa, la Central de Chivor
contó con 8 unidades de generación instaladas con una potencia de
125.000 kw cada una, para una capacidad total de generación de 1
millón de kw (Ingetec, 1970).

tres compuertas; un túnel de carga con destino a las turbinas y generadores


de 5.4 m de diámetro, 5850 m de longitud, 80 m3/s de capacidad y 768
m de desnivel entre la bocatoma y los generadores; la casa de máquinas
sobre la margen derecha del río Lengupá, dentro de la cual se instalaron
las oficinas de control, cuatro generadores trifásicos de 125.000 kw cada
uno; tres líneas de conducción de doble circuito a 230 kw: Chivor-Paipa,
de 120 Km; Chivor-Torca-La Mesa, de 158 km y Chivor-Torca de 100 km; y
finalmente un canal de fuga revestido en concreto, para la conducción de
aguas de generación desde la casa de máquinas hasta el río Lengupá, con
una longitud de 600 m (Ingetec, 1970).
10 Corresponde al volumen de agua mínimo del embalse, el cual no puede ser
aprovechado en la producción de energía eléctrica.
11 Esto forma parte de la vía alterna al llano.
12 Cuyo costo ascendió a la suma de 195 millones de dólares (aes, 2013).

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Martha Correa-Casas

En total, el proyecto Chivor contempló la construcción de tres


líneas de transmisión. En 1977 entró en funcionamiento Chivor i,
con las líneas de transmisión Torca y Paipa que tienen una longitud
de 104 km y 119 km respectivamente. Por su parte, en 1982 entró en
funcionamiento Chivor ii, con otra línea de transmisión Torca cuya
longitud es de 105 km (Ochoa et al., 2002).
En la tabla 1 se exponen las características generales de la obra
de acuerdo con los datos de Consultécnicos.

Tabla 1. Características generales de la presa, el embalse


y la zona de inundación.

Variable Característica
Altura presa 237 m
Ancho presa 12 m
Longitud presa 310 m
Longitud embalse/arriba presa 22 km
Área inundada 1260 ha
Capacidad volumen 758 millones de m3
Capacidad eléctrica 1.000.000 kw
Predios inundados 558
Familias desplazadas por la inundación 249

Así, a través de la construcción de esta represa se llevó a cabo la


transformación de flujos hídricos más relevante en el Valle de Tenza
durante el siglo xx. Con la presa La Esmeralda se interrumpió el pasó
del agua a través del río Bata, reconfigurando el mismo y transfor-
mando la percepción local del río en las dinámicas socioculturales
relacionadas con él. “[…] ahí bien abajo era el río y junto a él estaba la
carretera, luego ya hicieron fue ese charco” (Samuel Barreto, entrevista
personal, 30 de marzo de 2012).
El desarrollo de obras como la construcción de la casa de má-
quinas, de los túneles de vertimiento desde ella hasta el río Lengupá,
y de las captaciones de los ríos Tunjita, Rucio y Negro, tuvieron gran
influencia en la conquista hidrosocial, al ratificar materialmente el
poder económico y la posesión de herramientas tecnológicas por parte
de isa para el desarrollo de obras de tan amplia magnitud, como la que

248
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

implicaba cruzar ríos a través de imponentes montañas para lograr


el arribo del agua al sitio de represamiento.
Con el desarrollo de las obras, los ríos se convirtieron en cuerpos
de agua de amplio volumen y mínima movilidad, tal es el caso del
río Bata, así como en conductos que transportan agua a través de las
montañas, por ejemplo en los ríos Tunjita, Negro y Rucio. El paisaje se
transformó radicalmente ante la modificación del río y la construcción
de un nuevo cuerpo de agua que implicó múltiples consecuencias a
nivel local, como lo son la transformación de prácticas socioculturales
con el río, de los cultivos agrícolas y del clima por la elevación de la
humedad relativa del ambiente.
Pero las acciones expuestas hasta ahora, que sin duda transformaron
profundamente el panorama hidrosocial de la zona, se vieron fortale-
cidas por procesos de legitimación normativa a través de los cuales se
autorizó la intervención y se brindaron concesiones para la producción
de energía eléctrica, y con ello, para el uso del agua con este fin.

Legitimación normativa
Esta conquista hidrosocial se sustentó y reforzó asimismo con el
desarrollo de documentos públicos que conllevaron a la legitimación
normativa de las intervenciones realizadas durante la construcción
de la represa. Al respecto, se puede referenciar como principal hecho
normativo la Resolución n.º 0294 del 27 de marzo de 1984, a través
de la cual el Instituto Nacional de Recursos Naturales (inderena)
otorgó a isa concesiones para la generación de energía eléctrica por
un término de cincuenta años y autorizó la desviación al embalse La
Esmeralda de los ríos Tunjita, Negro y Rucio.
Esta resolución brindó elementos que legitimaron normativa-
mente el control hidrosocial por parte de isa durante un periodo
de cincuenta años, siendo este un tiempo adicional al que ya llevaba
dicha institución tomando decisiones sobre los caudales y cursos de
los grandes cuerpos de agua de la región. Dicha resolución legitimó
normativamente el control sobre la producción de energía y con ello
sobre los cuerpos de agua involucrados, legalizando por esta vía el
acaparamiento que ya se había dado en la zona para el desarrollo de
procesos como la desviación de ríos.

249
Martha Correa-Casas

En la mencionada resolución, cobra relevancia la autorización


de la intervención y desviación de los ríos Tunjita, Negro y Rucio,
ello debido principalmente a la apreciable incoherencia temporal
que se presenta en el proceso, lo que es particularmente visible con
la emisión en 1984 de la autorización de una desviación que ya había
culminado hacia 1982.
A continuación, a manera de síntesis se presentan algunos ele-
mentos relacionados con los tiempos de construcción y operación
inicial de la hidroeléctrica, los cuales aportan a la comprensión de
la conquista hidrosocial de la región. Particularmente se enfatiza en
procesos asociados a los tiempos de construcción y a épocas poste-
riores, considerados fundamentales en la conquista hidrosocial del
territorio, debido a los vínculos que establece con la experiencia de
los pobladores.

En tiempos de construcción y primeros años de operación


Entre las décadas de 1970 y 1980, correspondientes al tiempo de
construcción y operación inicial de la hidroeléctrica de Chivor, las
empresas e instituciones involucradas vincularon al desarrollo de
las obras a una parte de la población local, principalmente hombres,
empleándolos en actividades como la excavación de túneles y la re-
moción de masas de tierra.
Cabe resaltar que, según cuentan los pobladores, la mano de obra
local empleada para el desarrollo de las obras fue mínima comparada
con la necesaria para el proyecto. Esto debido a dos razones principales,
primero, por la inexperiencia y falta de conocimiento técnico de la
mayoría de la población local en torno a la realización de actividades
específicas y, segundo, debido a la considerable emigración de población
de diferentes partes del territorio nacional hacia esta región.
Pero a pesar de estos eventos, muchos pobladores locales en-
contraron en el desarrollo de las obras un ingreso de dinero con
el cual consideran que pudieron acceder a algunas comodidades.
Muchos piensan, como don Doroteo Bernal, campesino oriundo del
municipio de Macanal pero habitante de Garagoa desde los años de
construcción de la obra:

250
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

[…] en esa represa mucha gente levanto vida, levanto plata […]
Yo por mi ahorré, de ahí saque pa muchas cosas. El que ahorró ahorró
e hizo plata. A mí me dejaron trabajar ocho años. Yo trabajé, abrí una
cuenta hasta en la caja Agraria. Antes de eso en el campo trabajando
(Doroteo Bernal, entrevista personal, 10 de noviembre de 2011).

Aunque en su mayoría los vinculados a las obras fueron hombres,


algunas mujeres encontraron posibilidades a través de la venta de ali-
mentos a los trabajadores, la lavada de ropa, el apoyo en la enfermería,
entre otros. Así, en algunas familias de la zona se dieron transforma-
ciones en las dinámicas de división social del trabajo. Mientras que
antes los hombres se encargaban de gran parte de la labor agrícola,
con el inicio de las obras muchas mujeres tuvieron que liderar esta
actividad mientras ellos trabajaban en la hidroeléctrica por largos
periodos de tiempo.
Los hombres salieron a las obras a trabajar; de la vida en las fincas
y el trabajo en las sementeras muchos pasaron al trabajo en medio de
fríos materiales, en el interior de túneles, y bajo todo el peligro que re-
presentaban, por ejemplo, los procesos de remoción en masa. Muchos
sobrevivieron y continuaron su camino laboral en este tipo de obras,
otros se retiraron o fueron despedidos a lo largo del tiempo de cons-
trucción de la represa, pero algunos sucumbieron en medio del riesgo
que implicaba el desarrollo de las obras.
[…] a lo que se acabó el trabajo de la represa de aquí ya hubo […]
habían apurado el otro proyecto abajo en el Guavio. Me fui pa allá. Allá
hubo mucha gente accidentada, muerta allá. Eso allá [en el trabajo con
las represas] es aventurando la vida. Más la gente que trabaja debajo de
tierra. (Doroteo Bernal, entrevista personal, 10 de noviembre de 2011)

Y aunque algunos pobladores dicen haber obtenido beneficios


del desarrollo de estas obras, la mayoría de personas coinciden en
que obtuvieron menos de lo prometido, e incluso que llegaron a tener
pérdidas en múltiples sentidos. Entre esto, se resalta el hecho de que la
producción de energía en la zona no implicó la electrificación local, como
había llegado a ser explícito en los documentos de planeación de la obra.

251
Martha Correa-Casas

Según los reportes de aes Chivor, la energía eléctrica producida


en la zona alimenta el sistema interconectado nacional y genera ex-
cedentes para la venta en el mercado internacional. Por su parte, la
electrificación de la zona depende de la producción en Termopaipa
y su transmisión hasta la región. Esto incluso para la iluminación de
los túneles dispuestos a lo largo de la carretera como producto de las
obras realizadas en los años setenta.
Por otro lado, según recuerda Jorge Bejarano, cuando era alcalde
del municipio de Santa María la gente organizó un paro contra Im-
pregilo y lograron detener las obras por siete días. En este proceso
hubo negociación y la empresa se comprometió con la comunidad
a implementar acciones como la pavimentación de algunas vías, el
mejoramiento de la plaza de mercado y del centro de salud. Sin em-
bargo, a pesar del acuerdo establecido, al parecer no se cumplieron a
cabalidad dichos compromisos (Jorge Bejarano, entrevista personal,
3 de abril de 2012).
A continuación, se presenta un contexto general de la represa en
los años noventa, lo cual tiene un papel relevante en la transformación
de las relaciones de propiedad y en la consolidación de las relaciones
de poder en torno a los cuerpos de agua en el territorio.

Chivor en la década de 1990:


tiempos de privatización
Con el marco legislativo proporcionado por la Constitución
Política de 1991 se disparó el mayor proceso de privatización en la
historia del país, en el cual el modelo de desarrollo neoliberal se
instauró como eje conductor de la política económica de Colombia
(Escobar, 2007; Vélez, 2012). En este contexto, la privatización del sector
energético se justificó por la necesidad de aumentar su capacidad de
generación de energía para compensar la escasa oferta durante los
períodos de sequía, y se basó en la idea de la incapacidad intrínseca
del sector público para cumplir con sus funciones (Lobina y Hall,
2007, citados por Vélez, 2012).
Este tipo de justificación se puede evidenciar en el Conpes 2763 de
1995, “Estrategias para el desarrollo y la expansión del sector eléctrico
1995-2007” (dnp, 1995), donde se plantea la incapacidad del sector

252
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

público para el cubrimiento de las demandas y las dificultades que


esto podría representar a la luz de eventos como las temporadas secas
proyectadas para el periodo 1996-1998.13
La privatización de hidroeléctricas se convirtió en una prioridad
en el marco de la política económica nacional, para lo cual fue clave
la transformación institucional a cargo del sector eléctrico. Frente a
este panorama, a través del Conpes 2763, se planteó la división formal
de isa como un proceso de apoyo a la consolidación del marco ins-
titucional para impulsar la competencia en un mercado abierto de
electricidad (dnp, 1995).
Siguiendo dichos fines de privatización, se dio la división de isa
en dos empresas de carácter mixto, una encargada de la generación
y otra de la transmisión, siendo ellas isagen (isa-gen) e isa (isa-t)
respectivamente. A partir de la división de isa, se establecieron los
activos de isagen14, entre los que se incluyó Chivor. Asimismo, se
planteó proceder a la venta de participaciones accionarias, con el
principio de mantener a isagen como una empresa matriz.
Bajo la ley de privatizaciones o Ley 226 de 1995 y el Conpes 2763
de 1995, la Central Hidroeléctrica de Chivor estaba al frente de isagen
como empresa encargada de la generación. Ya en 1996 se formalizó el
primer programa de privatización del sector en el que se contempló
la venta de Chivor15 (Ochoa et al., 2002), proceso que tomó forma con
la emisión del Decreto número 1740 de 1996, el cual da un paso con-
tundente hacia lo que sería la privatización definitiva de esta central.

13 Frente a esto se puede pensar en los vínculos temporales entre el


planteamiento de las crisis y las medidas propuestas para contrarrestarlas.
Al respecto, cabe resaltar la relación entre la corriente de privatizaciones
a nivel nacional y el inicio de la profunda crisis planteada para el sector
eléctrico a comienzos de los años noventa.
14 “En este proceso se incluyen las siguientes plantas: San Carlos,
Jaguas, Calderas, Chivor, Termozipa iv y v, Betania, Termocartagena,
Termotasajero, Paipa iii, Prado, Termogualanday, Ocoa y Termoyumbo-Gas
(estas tres últimas son propiedad de Ecopetrol). También se incluyen las
participaciones de isa en Guavio, Miel I y Urrá” (dnp, 1995, p. 29).
15 Junto con Betania, Termocartagena, Termotasajero, Ocoa, Yumbo, Gualanday
y de la propiedad accionaria de la Nación en epsa (Ochoa et al., 2002).

253
Martha Correa-Casas

En efecto, con la emisión del decreto 1740 del 20 de septiembre


de 1996, se aprobó el programa de enajenación y se estableció el precio
base de la Central Hidroeléctrica de Chivor mediante la constitución
de la sociedad Chivor s.a., esp, que adquiriría y “explotaría” la Central
Hidroeléctrica de Chivor. Así, la represa estuvo bajo el control de isa
como entidad estatal desde 1970 a 1995, entre 1995 y 1996 fue propiedad
de isagen como entidad mixta y, finalmente, de 1996 en adelante se
consolidó como propiedad privada de la compañia Gener S. A. que
constituye la sociedad Chivor S. A. ESP.
Estos procesos de privatización se han entendido como la fase
final de un proceso de acumulación por desposesión (Vélez, 2012),
en donde se pasa del control estatal al control privado de territorios y
elementos como el agua, los cursos y flujos hídricos y las pendientes.
Así, se hacen tangibles problemáticas que radican en cuestiones de
control y apropiación de elementos, espacios y lugares que histórica-
mente han estado ligados a formas de vida y prácticas socioeconómicas
y culturales de las comunidades.
Estas problemáticas, que también se traducen en aspectos relacio-
nados con el acceso y manejo de elementos socionaturales, se acompañan
de discrepancias por los intereses en torno a los recursos económicos que
surgen en procesos como la privatización. De tal manera, se visualizan
conflictos de tipo distributivo (Martínez, 2010; Escobar, 2005) entre la
población local, el Estado y la empresa aes Chivor, en torno a procesos
como la escrituración asociada a la venta de la represa.
Sin embargo, a pesar de la importancia que tiene el proceso de
privatización de la represa al constituirse en una fase medular de la
desposesión del agua, los ríos y demás elementos asociados, es funda-
mental tener en cuenta que a nivel local este proceso no tuvo amplia
relevancia entre la población. Esto debido a que en la región prevalece la
percepción de que ya se había dado este despojo por parte del Estado, y
aunque se hubiese presentado un cambio sobre la figura de propiedad,
las transformaciones locales en cuanto al control, acceso, uso y manejo
de las aguas de la represa no fueron considerablemente diferentes a las
ya presentadas de manera previa.
La privatización de la represa se hace fundamental en la com-
prensión de la conquista hidrosocial de la región. Para la población

254
Reconfiguración territorial y apropiación del agua: construcción de la represa...

local, esta privatización se hace clave principalmente por el recono-


cimiento de un nuevo actor en el territorio y de su papel en la gestión
de la distribución —tanto al territorio nacional como al extranjero—
de la energía producida, más no por su influencia directa sobre las
relaciones de la comunidad con el agua.

Reflexiones finales
Desde mediados del siglo xx, la región del Valle de Tenza fue in-
serta en un proceso de apropiación y desposesión de recursos, espacios
y, con ello, formas de vida. Mediante la planeación y construcción de la
represa de Chivor se presentaron amplias transformaciones territoriales
que pueden ser entendidas y enmarcadas como un proceso de conquista
hidrosocial, el cual se ha fundamentado, entre otros, en las limitaciones
geográficas y biofísicas de los centros de desarrollo industrial.
Dicha conquista evidencia la conexión de los intereses de diferentes
regiones de Colombia, así como del sector industrial, por la apropiación
y control de recursos hídricos y el papel facilitador del Estado para la
ejecución de dichos procesos. Esto tiene una estrecha relación con las
ideas sobre la construcción de represas y el desarrollo, así como con el
contexto nacional de fomento de la producción de energía eléctrica y
de la interconexión de los sistemas, en lo cual se hizo clave la proble-
matización hecha sobre la escasez de caídas de agua.
De tal forma, esta conquista fue signada tanto por los procesos de
electrificación nacional como por los procesos locales de apropiación
de recursos y de significación del evento de construcción de la represa,
del agua y de sus espacios de circulación. Dentro de los elementos
claves en la conquista hidrosocial, se destacan la construcción de
imaginarios sobre la zona, su gente y las necesidades “comunes” a un
país; la apropiación de espacios; la legitimación normativa y el desa-
rrollo de obras de alto impacto, como la transformación de cursos de
agua, la construcción de nuevas vías, el establecimiento de la presa y
el represamiento de las aguas. Todo ello enmarcado en procesos de
despojo que involucran directamente el agua y las relaciones que ella
encarna para las comunidades locales.
Así, la construcción de esta represa se establece como un pro-
yecto circunscrito a sistemas socioeconómicos y geopolíticos amplios

255
Martha Correa-Casas

(Guerrero, 2010), el cual responde a la demanda de unos territorios


e intereses particulares a partir de la intervención y transformación
material de otro territorio —el Valle de Tenza— que se establece como
banco de recursos. Esta cuestión no es ajena a la historia reciente del
país, en donde a través de proyectos de gran impacto como centrales
hidroeléctricas y explotaciones mineras, se han venido generando
profundas transformaciones en territorios aislados espacialmente de
las zonas a ser impactadas con los bienes o servicios generados.
En la transformación de las relaciones hidrosociales que genera
este tipo de proyectos, tiene un rol central la apropiación discursiva y
material del agua, realizada a través de procesos en los cuales cobran
relevancia las tendencias de exclusión y desarrollo de acciones dis-
criminatorias que favorecen intereses externos al contexto local.
Así, el establecimiento de Chivor se respaldó ampliamente en la forma
de operación del discurso del desarrollo con el fortalecimiento de rela-
ciones de poder a través de: la construcción de ideas sobre un otro —los
campesinos— pre-moderno y subdesarrollado; el posicionamiento de
una superioridad del conocimiento “científico” sobre el conocimiento
y desarrollo de prácticas locales; la apropiación de espacios comunales
a través de su privatización y la legitimación normativa.
La conquista hidrosocial del Valle de Tenza evidencia así cuestiones
referidas a los conflictos por el agua, los cuales surgen en medio de
intereses que conducen a la desposesión del agua y a la transformación
de los significados que esta encarna en grupos poblacionales, para
quienes el agua representa mucho más que un derecho.

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260
Hidropoder: ¿agua para la vida
o mercancía hidroenergética? Caso
del Proyecto Hidroeléctrico El Paso en
Cabrera, Cundinamarca, Colombia

Lorena Torres
Universidad Nacional de Colombia

Introducción
En la última década se ha dado un notable aumento en la
­ lanificación de proyectos hidroeléctricos en buena parte del territorio
p
nacional, sobre todo en la región centro-andina, estipulada como la
tercera con mayor potencial hidroeléctrico a nivel nacional, luego de las
regiones del Amazonas y el Caribe (colciencias; ideam; igac, 2015).
Los casos más controversiales, como la Represa de Urrá I en el alto
Sinú en el departamento de Córdoba, Hidroituango en Antioquia,
Hidrosogamoso en Santander y El Quimbo en el sur del Huila, se
destacan por los graves impactos sociales y ambientales generados en
el proceso de construcción de la infraestructura hidroeléctrica y en la
puesta en funcionamiento de la generación de energía.
En estos casos resaltan desfavorables impactos, como la intensi-
ficación de conflictos territoriales; desplazamiento de comunidades
rurales y etnocidio (especialmente en el caso de Urrá, con el pueblo
Embera-katio); además de afectaciones ambientales de carácter irre-
versible como la inundación de terrenos, cambios en el uso de la tierra,
erosión ambiental y alteraciones al flujo hídrico, entre otros (Orduz y
Rodríguez, 2012). En consecuencia, se han replanteado las estrategias
para generar energía hidroeléctrica, cuestionando la forma convencional

261
Lorena Torres

(con represa) por las afectaciones sociales y ambientales, posicionando


así nuevas maneras, como por ejemplo a filo de agua.
El caso del Proyecto Hidroeléctrico El Paso sobre el río Sumapaz
evidencia la implementación de tecnologías y argumentos supuesta-
mente ecológicos y “verdes” para justificar la generación de energía
hidroeléctrica a filo de agua, es decir, sin inundar vastas extensiones
de terreno. Sin embargo, no puede olvidarse que la construcción de
proyectos hidroeléctricos bajo esta modalidad también produce graves
impactos sociales y ambientales —que, si bien son menos graves
que los de los proyectos hidroeléctricos convencionales, no dejan de
ser preocupantes—. A lo largo del presente artículo se expondrán
otros casos similares, partiendo de la experiencia del municipio de
Cabrera, Cundinamarca.
Desde hace décadas, varias empresas generadoras de energía
como la firma hmv Ingenieros, la Empresa de Energía de Bogotá
(eeb) y la multinacional emgesa (anla, nda 0271) han tenido interés
en aprovechar el potencial hidroeléctrico de la región del Sumapaz,
caracterizado por la accidentada orografía de la zona —que potencia
la caída hidráulica de agua—, el nacimiento de agua en el páramo
y el caudal hídrico abundante del río Sumapaz. En 2008, emgesa
solicitó una licencia ambiental para ejecutar el Proyecto Integrado
de Minicentrales en la Cuenca del Río Sumapaz, planificado para
tener una capacidad de generación de 245 mw distribuidos en 14
minicentrales de generación a filo de agua.
A pesar de que el proyecto era a filo de agua, en la primera cadena
de generación contaría con un embalse de 126 m de altura, ubicado
en el municipio de La Unión, a 2700 m s. n. m., a tan solo 300 m de la
cota del páramo de Sumapaz. Este hecho generó descontento en las
comunidades locales del municipio y del alto Sumapaz, quienes bajo
argumentos de carácter político, ambiental y social se movilizaron en
contra de la construcción del proyecto hidroeléctrico en su territorio.
En 2012 se registraron modificaciones en la planificación de la
generación de hidroenergía en la región. emgesa cambió algunos
detalles técnicos y el nombre del proyecto, ahora llamado Proyecto
Hidroeléctrico Sumapaz. A diferencia del anterior, excluyó algunas
áreas de influencia como Arbeláez y Villarrica en el departamento

262
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

del Tolima, se eliminó el embalse de la primera cadena de generación


y fue dividido en dos fases (anla, nda 0271).
La primera fase contemplaba tres cadenas de generación con
ocho casas de máquinas o “minicentrales” a filo de agua, con una
capacidad de generación instalada de 160 mw, lo que equivale a un
modelo de Centrales Hidroeléctricas (ch) debido a que supera los
20 mw y se encuentra en una zona interconectada con el Sistema
Interconectado Nacional (sin) (colciencias; ideam; igac, 2015).
La segunda correspondería a las seis casas de máquinas restantes de
las catorce establecidas en el proyecto anterior.
Un año después, en 2013, emgesa cambió de nuevo el nombre
del proyecto, ahora denominado Proyecto Hidroeléctrico El Paso.
El diseño se mantenía sobre la misma base que el anterior, con la
única diferencia de que el área total del proyecto se redujo a la fase
uno del Proyecto Hidroeléctrico Sumapaz, es decir, a tres cadenas de
generación con ocho casas de máquinas, cada una con una capacidad
instalada de 20 mw, para un total de 160 mw en total.
De acuerdo con lo anterior, es posible afirmar que los intereses
en generar energía hidroeléctrica con base en el aprovechamiento y
alteración del flujo hídrico del río Sumapaz son de larga data y di-
versas iniciativas de generación han sido modificadas por múltiples
razones, sobre todo por la negativa de las comunidades locales ante
la construcción de proyectos hidroeléctricos en la región.
En este sentido, en el presente artículo se problematiza la po-
sible implementación del Proyecto Hidroeléctrico El Paso en el
municipio de Cabrera, Cundinamarca, considerando los impactos
sociales y ambientales generados por el mismo. El agua será el eje
central del análisis, de manera que se comprenderán las diversas
concepciones e intereses que conf luyen sobre ella en este caso.
Para tal fin, se desarrollará el concepto de ciclo hidrosocial, con el
que se busca entender que la disponibilidad, generación y apro-
piación del agua no depende solamente de los ciclos hidrológicos1

1 Entendido como la generación y transformación de las aguas como


resultado de los procesos de precipitación, interceptación, infiltración,
escorrentía, transpiración y evaporación (colciencias; ideam; igac, 2015).

263
Lorena Torres

sino también de las diversas relaciones de poder que se entretejen


en torno al agua y la naturaleza.
En primer lugar, se analizará la expansión de proyectos hidroeléc-
tricos en buena parte del territorio nacional, como consecuencia del
aumento de la demanda energética en los últimos diez años y de la
necesidad de explotar fuentes de energías no renovables, alternativas
a los combustibles fósiles (como el carbón y el petróleo) que producen
gases de efecto invernadero y profundizan el cambio climático. Al
respecto, se considerarán dos momentos críticos, la crisis energética de
1992 y la de los años 2015-2016, que evidenciaron el interés del gobierno
nacional en aumentar la producción de energía a través de centrales
hidroeléctricas de mediana capacidad de generación.
En un segundo apartado se entenderá el creciente interés en pro-
ducir energías “limpias” en el marco de un modelo de desarrollo basado
en la explotación de la naturaleza y desde paradigmas centrados en
el progreso, la modernización y el crecimiento económico ilimitado.
Además, se tiene en cuenta que este modelo de desarrollo (evidenciado
en la locomotora minero-energética propuesta en el primer gobierno
de Juan Manuel Santos 2010-2014) profundiza lógicas extractivas y de
dependencia del país ante los vaivenes del mercado mundial.
En la tercera parte, se explicarán detalles técnicos del Pro-
yecto Hidroeléctrico El Paso, la trayectoria de influencia de emgesa
-además de otras empresas generadoras de energía- en el municipio
de Cabrera, Cundinamarca, y se evidenciarán las diferencias más
importantes entre los impactos sociales y ambientales de proyectos
hidroeléctricos convencionales (con represa) y no convencionales
(a filo de agua) como El Paso.
En el cuarto apartado se desarrollará un contexto sociopolítico
y ambiental de la región del Sumapaz, específicamente del municipio
de Cabrera, resaltando las condiciones geográficas y ambientales del
territorio afectado por la posible construcción de la hidroeléctrica.
Asimismo, se analizará la trayectoria histórica y política de las pobla-
ciones campesinas del municipio, que derivó en la consolidación de
la Zona de Reserva Campesina de Cabrera en el año 2000.
En el quinto apartado se plantearán concretamente los posibles im-
pactos sociales y ambientales de la construcción del Proyecto H
­ idroeléctrico

264
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

El Paso en el municipio de Cabrera. Uno de los argumentos con mayor


fuerza en este apartado es que —contrario a como lo plantea emgesa
y pese a la implementación de mitigación de impactos— los proyectos
hidroeléctricos a filo de agua generan importantes impactos sociales y
ambientales que afectan de manera preocupante las condiciones de vida
de las poblaciones locales y campesinas.
Por último, se plantearán las relaciones de poder que se des-
pliegan sobre el agua, en este caso específicamente las disputas entre
la multinacional emgesa y las comunidades rurales del municipio de
Cabrera. Para la primera, el agua es una mercancía hidroenergética,
según lo cual su gestión y uso deben orientarse a aprovechar al máximo
la potencialidad de generación para suplir la demanda energética
nacional. Para las segundas, el agua es un bien común indispensable
no solo para la vida, las prácticas y las actividades económicas de
las comunidades campesinas, sino también para otros seres vivos y
territorios vitales, como el Páramo de Sumapaz.
Además, se considerarán múltiples estrategias de resistencia
ante la construcción de la hidroeléctrica por parte de las comuni-
dades campesinas de Cabrera, que derivaron en la consulta popular
realizada el 26 de febrero de 2017, en la cual el 97% de las personas
participantes votaron no ante la pregunta: ¿Está usted de acuerdo,
sí o no, que en el municipio de Cabrera como Zona de Reserva
Campesina, se ejecuten proyectos minero y/o hidroeléctricos que
transformen o afecten el uso del suelo, el agua y la vocación agro-
pecuaria del municipio?
Ante la movilización social y la convocatoria de consulta popular
en Cabrera, emgesa ha acudido a nuevas estrategias que les permitan
ejecutar el proyecto en la cuenca del Sumapaz y desviar la atención
de quienes se oponen a la ejecución de la hidroeléctrica. Una de las
más recientes fue cambiar nuevamente el nombre del proyecto y
hacer algunas modificaciones, como excluir a Cabrera como zona de
influencia directa del proyecto. El “nuevo” proyecto se llama Proyecto
Hidroeléctrico Aguaclara y mantiene buena parte del diseño y plani-
ficación de El Paso, con la única diferencia de que excluye a Cabrera,
único municipio de impacto directo donde las comunidades locales
se opusieron a la ejecución del proyecto.

265
Lorena Torres

Demanda hidroeléctrica y crisis energética (2015-2016)


La discusión en torno a la generación de energía eléctrica ha
estado latente en la política nacional desde inicios de la década de 1990,
particularmente a partir de la crisis energética de 1992 —atribuida al
fenómeno de El Niño— que condujo a un plan de racionamiento que
implicó la modificación del horario diurno, además del racionamiento
de energía durante nueve horas al día durante trece meses (Orduz y
Rodríguez, 2012). Este episodio dimensionó el impacto y el alcance que
puede tener una crisis energética, tanto en la vida cotidiana como en
la economía nacional, lo que aumentó las preocupaciones del gobierno
nacional en garantizar el abastecimiento permanente de energía.
En los últimos diez años, la demanda energética nacional aumentó
en un 24%, pues pasó de 48,8 gwh en 2005 a 63,671 gwh en 2014, este
incremento se debe principalmente al aumento en el consumo de
energía del sector residencial, considerado junto con la industria y
el comercio como uno de los sectores de mayor demanda energética.
Además, hay que tener en cuenta que el 64% de generación de energía
eléctrica que solventa esta demanda se produce con base en recursos
hidráulicos (colciencias; ideam; igac, 2015).
En contraste, el potencial hidroeléctrico nacional, calculado en 2013
por la Unidad de Planificación Minero Energética (upme), fue de más
de 70 gwh potencialmente explotables a través de la implementación
de proyectos hidroeléctricos convencionales (con embalse o represa)
y no-convencionales, específicamente a filo de agua. En este sentido,
desde la lectura de planificadores y el gobierno nacional, la generación
de energía hidroeléctrica resulta ser la solución más expedita para
suplir la creciente demanda energética a nivel nacional.
El aumento en la demanda de energía y el alto potencial hi-
droeléctrico condujeron a la planificación y ejecución de proyectos
hidroeléctricos de gran importancia a nivel nacional, como Hidroi-
tuango (2.400 mw), Hidrosogamoso (820 mw) y El Quimbo (400 mw)2.
Estos proyectos se destacan por su alta capacidad de generación de

2 En estos proyectos están involucradas empresas como la multinacional


emgesa, el Grupo de Empresas Públicas de Medellín epm y la recién
privatizada isagen.

266
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

energía y por graves impactos sociales y ambientales como la pérdida


de biodiversidad, la inundación de terrenos, el desplazamiento de
poblaciones rurales y la reconfiguración territorial en detrimento de las
comunidades locales, además de sistemáticas violaciones a los de-
rechos humanos (Censat, 2014).
Sin embargo, las expectativas sobre el aprovechamiento de cau-
dales de agua y la construcción de grandes represas para garantizar
la generación hidroeléctrica encontraron grandes obstáculos entre los
años 2015 y 2016 como consecuencia del fenómeno de El Niño, que
generó un escenario de sequía y escasez de agua debido a una reducción
entre el 30 y 40% de las precipitaciones y el aumento de la temperatura.
Los efectos del fenómeno de El Niño fueron evidentes en múltiples
ámbitos, incluyendo el sector energético, pues como consecuencia de la
reducción del caudal hídrico de los ríos y de los embalses, la generación
de energía hidroeléctrica tan solo alcanzó el 20% de la capacidad total
de generación en condiciones climáticas normales.
Ante este escenario y el inminente aumento en la planificación y
puesta en marcha de proyectos hidroeléctricos, surgen varias cuestiones
que serán desarrolladas a lo largo del texto como: ¿cuál es el uso priori-
tario que debe darse al agua?; ¿este elemento vital debe ser protegido y
conservado para sostener la vida de todo ser vivo o para generar energía?;
¿existe una concepción ecosistémica y territorial del agua por parte de
entidades gubernamentales y empresas generadoras de energía?
Uno de los casos más importantes que evidenció las disputas
entre diversas concepciones sobre el agua en este escenario de crisis
energética fue la Hidroeléctrica El Quimbo, impulsada por la mul-
tinacional emgesa en el sur del departamento del Huila. En primer
lugar, es necesario considerar que, desde el inicio de la construcción
de las obras de infraestructura, ha sido un proyecto emblemático por
los graves impactos ambientales generados, además del detrimento a
las economías campesinas y piscícolas locales, el desplazamiento de
comunidades, la criminalización de la protesta social y la violación de
derechos humanos por parte de la multinacional y el gobierno nacional
a través del accionar del Escuadrón Móvil Antidisturbios (esmad).
Desde hace varios años, las comunidades locales afectadas por
la construcción de esta represa se organizaron y dirigieron múltiples

267
Lorena Torres

movilizaciones en contra del proyecto hidroeléctrico, señalando


no solo las afectaciones territoriales y ambientales, sino también
varias irregularidades en el proceso de licenciamiento ambiental.
En contravía con lo ordenado por la autoridad ambiental, a mediados
de 2015 emgesa inició el llenado de la represa sin remover la biomasa
que se encontraba en el área de inundación, lo que a la larga condujo
a la contaminación de miles de metros cúbicos de agua y a una crisis
ambiental sin precedentes en la región.
En este caso han estado involucradas diversas fuerzas p ­ olíticas;
por un lado, el Tribunal Administrativo del Huila suspendió el
proceso de llenado de la represa en febrero de 2015 ante una acción
popular y solicitó el retiro de la biomasa en la zona que sería inundada.
Sin embargo, a través del Decreto Presidencial 1979 de 2015 se ordenó
la entrada en operación de la hidroeléctrica a mediados de 2015. Por su
parte, la Corte Constitucional ordenó el cierre de las compuertas de la
represa y la suspensión de la generación de energía en diciembre de 2015,
como consecuencia de las irregularidades en el decreto presidencial
anteriormente mencionado (Mundo Minero, 2016).
No obstante, a inicios de 2016 el Tribunal Administrativo del
Huila ordenó la reapertura de las compuertas de la represa ante una
tutela interpuesta por el Ministerio de Minas y Energía arguyendo el
derecho al debido proceso, al trabajo, a la salud y a un medio ambiente
sano. Además de aportar el 5% de la energía que el país demandaba
en aquel momento, ante lo cual se argumentaba un “perjuicio eco-
nómico de la Nación”, por la no generación de energía hidroeléctrica
(El Espectador, 2016).
Este caso permite evidenciar que a pesar de las múltiples irregulari-
dades e incumplimientos de emgesa, además de los graves impactos terri-
toriales, ambientales y económicos que ha generado la entrada en operación
de este proyecto; se optó por privilegiar la producción hidroenergética,
desconociendo la función ecosistémica y territorial del agua para las comu-
nidades locales, para así “darle mayor confiabilidad al Sistema Energético
Nacional, al poder atender este 5% de la demanda de energía del sistema”
(El Espectador, 2016, párr. 5).
La crisis energética que tuvo lugar entre 2015 y 2016 permite re-
conocer una concepción específica sobre el agua, considerada como

268
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

un recurso estratégico esencial para abastecer la creciente demanda


energética nacional; aunque no necesariamente la seguridad y sobe-
ranía energética, tal como fue evidente con la venta y privatización
de los activos del Estado de la generadora isagen a inicios de 2016.3

Hidroenergía y desarrollo
La energía hidroeléctrica es considerada un mecanismo de pro-
ducción de energía “limpia” porque no requiere el uso de químicos
ni contaminantes que alteren la calidad de las aguas, ni se basan en
la explotación de recursos no-renovables (como hidrocarburos) que
emiten contaminantes y gases de efecto invernadero que profundizan
el cambio climático (emgesa, 2014; isagen, 2013). Sin embargo, la
producción de energía hidroeléctrica demanda alteraciones físicas
del caudal hídrico que —contrario a como es mostrado por las em-
presas impulsoras— alteran la calidad y la cantidad de las aguas y los
ecosistemas acuáticos y fluviales.
Por un lado, las hidroeléctricas convencionales (como El Quimbo)
tienen graves e irreversibles impactos ambientales a causa de la inun-
dación de vastas extensiones de terreno, que modifican seriamente
el caudal hídrico de los ríos aguas abajo de la represa o embalse.
Además, las zonas de inundación son generadoras de gases de efecto
invernadero debido a la degradación de la biomasa inundada (Ayala
y Tenthoff, 2012). En términos sociales, este proceso demanda el
desplazamiento de las comunidades rurales y cambios drásticos en
actividades económicas tradicionales como la pesca y la agricultura
(como se mencionó en el caso de El Quimbo).
Si bien las centrales hidroeléctricas no convencionales, especial-
mente a filo de agua, no requieren la inundación de terrenos, sí tienen
otro tipo de impactos sobre el caudal de los ríos, pues las alteraciones
en términos de volumen, profundidad, anchura y velocidad del caudal
hídrico pueden tener serias afectaciones sobre los ecosistemas acuáticos.
Además de impactos sociales similares a los generados por proyectos

3 Hecho que se evidenció un mes después de la venta de isagen, cuando el


gobierno nacional anunció que como medida ante la crisis energética se
importaría energía eléctrica desde Ecuador (Cárdenas; Isaza, 2016).

269
Lorena Torres

hidroeléctricos de mayor envergadura, como será evidenciado más


adelante con el caso del Proyecto ­Hidroeléctrico El Paso.
Para entender el escenario sociopolítico en el que se enmarca el
impulso de este tipo de proyectos es necesario comprender que, desde
hace varias décadas —especialmente desde la instauración del neoli-
beralismo a inicios de la década de 1990—, Colombia está sufriendo
un proceso de desindustrialización debido a la apertura comercial que
ha abierto las puertas del mercado nacional a productos e industrias
extranjeras más competitivas y a menor precio que las manufacturas
nacionales. Conjuntamente con la implementación de políticas de ajuste
estructural (pae) basadas en la privatización de activos públicos, la des-
regulación laboral y el libre comercio profundizaron las condiciones de
dependencia evidenciadas en la división geopolítica de países centrales
(industrializados y avanzados científica y tecnológicamente) y países
periféricos (explotadores y exportadores de materias primas).
Al igual que la mayoría de países latinoamericanos, Colombia es
una nación periférica y dependiente ante las demandas de la economía
centralizada en Estados Unidos, Europa y recientemente China, pues
su vinculación al sistema-mundo se da fundamentalmente a través de
la exportación de materias primas y recursos energéticos necesarios
para jalonar el proceso industrial en los países y regiones anteriormente
mencionados. Este hecho se ha profundizado en los últimos Planes
Nacionales de Desarrollo (2010-2014 y 2014-2018) del gobierno de Juan
Manuel Santos, especialmente en las denominadas “locomotoras del
desarrollo”, particularmente en la “locomotora minero-energética”.
En el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 se estipula que el
sector minero-energético es uno de los motores de desarrollo del país,
ya que su participación en el pib pasó de 9.7% en 2006 a 11,2% en 2013.
En este escenario, la lógica del crecimiento económico y el progreso
en Colombia está fuertemente enraizada en actividades económicas
extractivas como la minería, los hidrocarburos y la generación de
energía hidroeléctrica.
El impulso de proyectos hidroeléctricos puede entenderse desde
el concepto de capitalismo verde o capitalismo benévolo (Gudynas,
2010) que ha sido repensado como

270
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

Una etapa del capital en la que se considera el mercado como el


principal medio para responder a la crisis ambiental global. ¿De qué
manera? Integrando consideraciones ambientales en la economía
y los procesos de producción creando nuevos mercados, denomi-
nados verdes y limpios, ello para permitir la reproducción de capital
y una salida a la crisis económica y energética sin alterar las rela-
ciones sociales de producción del sistema capitalista. (Rodríguez,
2011, p. 3)

En otros términos, el capitalismo verde es un “ajuste ecológico o


verde” del capitalismo, en el que la cuestión ambiental se concentra en
dos aspectos fundamentalmente: el cambio climático global y la profun-
dización de la inclusión de la naturaleza en el mercado (Gudynas, 2010).
En este caso, la naturaleza es convertida en capital natural que debe
ser “administrado” de manera efectiva para garantizar el proceso de
acumulación, ocultando las contradicciones internas del sistema y las
causas estructurales de la crisis ambiental.
En este sentido, el “ajuste verde” es efectuado a favor de garantizar
el proceso ilimitado de acumulación, no para asegurar condiciones
de vida dignas para todo ser vivo y de las futuras generaciones. Bajo
esta lógica, “los componentes de los ecosistemas, sean especies de
fauna o flora o, incluso, sus genes o ciclos ecológicos, se convierten en
mercancías sujetas a las reglas del comercio, que pueden tener dueños
y valor económico” (Gudynas, 2010, p. 10).
En el caso de los proyectos hidroeléctricos a filo de agua, la
“reducción” de impactos ambientales a través de la implementación
de ciencia y tecnología de punta pueden entenderse como
[la generación] de transformaciones físicas del entorno natural,
basados en el conocimiento científico, prácticas ambientales fun-
dadas en la racionalidad instrumental, y acuerdos legales interna-
cionales de manejo ambiental, cuyas implicaciones tienen lugar en
los ámbitos social, cultural, económico y político especialmente de
grupos locales, los cuales inician procesos colectivos de resistencia.
(McCully 2001; Rosenberg, Bodaly y Usher 1995; Navarro 2012; ci-
tados en Romero y Sasso, 2014, p. 57)

271
Lorena Torres

Además es necesario considerar que este tipo de proyectos gene-


ralmente se ubican en territorios históricamente excluidos, caracteri-
zados por el abandono estatal, donde —desde una lógica hegemónica
moderna— sus poblaciones son consideradas como inferiores social,
política y económicamente, razón por la cual se justifica la “lógica
del sacrificio” es decir, el sacrificio y el deterioro del ambiente y de la
vida social, cultural y económica de unos pocos para, supuestamente,
beneficiar a las mayorías y a la nación.
La lógica del desarrollo y del “crecimiento verde” está sustentada
en la idea del sacrificio, donde los pasivos ambientales, los impactos
ecológicos y sociales se concentran a nivel local y regional, mientras
los beneficios económicos se hacen manifiestos a nivel transnacional.
En estos casos, el mercado mundial y las demandas transnacionales son
de gran importancia, en tanto que la naturaleza no solo es convertida
en una mercancía o servicio “real” (llámese energía hidroeléctrica),
sino que también es incorporada en el sistema financiero mundial a
través de lo que se ha denominado financierización de la naturaleza.
Esta última puede entenderse como un mecanismo propio del
capitalismo verde contemporáneo, caracterizado por la centralidad
del capital ficticio y de la especulación financiera sobre la economía
real (Censat, 2014). En este proceso los activos del capital natural son
articulados al sistema bursátil y especulativo de tierras y mercados a
futuro, razón por la cual la inversión en capital natural no solo im-
plica una oportunidad de acumulación en la generación de valor real
(por ejemplo, a través de la producción y comercialización de energía
hidroeléctrica), sino también financiero, con base en la generación de
valor resultante de la especulación sobre mercados a futuro.
Sumado a lo anterior y como una propuesta centrada en el análisis
de conflictos ecológico-distributivos generados por proyectos hidroeléc-
tricos, Romero y Sasso (2014) sugieren entenderlos desde tres lógicas
interdependientes que son transversales en la implementación de este
tipo de proyectos: desarrollo, modernización y urbanización.
Por un lado, es necesario aterrizar este análisis en un escenario
geopolítico donde los países del sur global tienen un rol específico
en el desarrollo, es decir, como proveedores de materias primas y
como “concentradores” de pasivos ambientales, daños ecológicos

272
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

y sociales. La modernización y urbanización pueden entenderse


como correlatos del desarrollo, pues estas lógicas son impuestas
con el fin de aumentar la productividad, el antropocentrismo,
racionalizar el control sobre la naturaleza y urbanizar los territorios
rurales aumentando la concentración de la población, la circulación
de mercancías y la producción de capital.
Desde la perspectiva de Leff (2003) una lectura de estas lógicas y
conflictos ecológico-distributivos desde la ecología política permite
[Poner al descubierto la deuda ecológica] más grande y hasta
ahora sumergida del iceberg del intercambio desigual entre países
ricos y pobres, es decir, la destrucción de la base de recursos naturales
de los países llamados subdesarrollados, cuyo estado de pobreza no
es consustancial a una esencia natural o limitación de recursos, sino
que resulta de su inserción en una racionalidad económica global que
ha sobreexplotado a su naturaleza, degradado a su ambiente y empo-
brecido a sus pueblos. (Leff, 2003, p. 2)

Por otra parte, es necesario resaltar que, en el caso de la generación


de energía hidroeléctrica, la relación agua-desarrollo está determinada
por lógicas antropocentristas que orientan las potencialidades del agua
para suplir las necesidades del ser humano, obviando el hecho de que
también es un líquido vital para otros seres vivos. Sin embargo, es pre-
ocupante que en este caso ni siquiera es orientada a suplir necesidades
básicas vitales que garanticen condiciones de vida humana dignas, sino
que su uso, administración y distribución son pensadas de manera tal
que aseguren las bases materiales que sustentan la acumulación de
grandes capitalistas, quienes invierten cuantiosas sumas de dinero en
“bienes y servicios naturales” o capital natural para generar energía.
En este escenario, el discurso del capitalismo verde que media
en la justificación de proyectos hidroeléctricos a filo de agua tiene un
fin meramente instrumental para solventar una crisis de legitimación
en la cual “las protestas sociales por impactos ambientales ponen en
riesgo la producción y los entramados políticos que amparan dicha
legitimación” (Gudynas, 2010, p. 11). Esto sugiere un manejo tec-
nocrático del ambiente, reduciendo los impactos ambientales a un
“mínimo aceptable” que haga sustentable la reproducción de capital.

273
Lorena Torres

Proyecto Hidroeléctrico El Paso


Uno de los proyectos impulsados con base en las lógicas del
desarrollo y capitalismo verde es el Proyecto Hidroeléctrico El Paso
propuesto por la multinacional emgesa sobre la cuenca del río Sumapaz
al sur del departamento de Cundinamarca. El Paso ha sido diseñado
como una central hidroeléctrica a filo de agua, lo que quiere decir que
no requiere la inundación de terrenos y generará energía mediante
la captación de una parte del caudal del río que será transportada a
través de túneles y tuberías subterráneas a las casas de máquinas,
donde será turbinada, aprovechada para generar energía eléctrica por
los generadores y, posteriormente, devuelta al río.
El área de impacto directo de este proyecto será en los municipios
de Cabrera, Pandi y Venecia, al sur del departamento de Cundina-
marca, e Icononzo en el Tolima; específicamente en la cuenca media
y alta del río Sumapaz. El Paso tendrá una capacidad instalada de 160
mw, una producción media de 1.050 gw/año y un caudal medio de
generación que oscila entre los 10.7 y 20.9 m3/s, razón por la cual puede
catalogarse como una central hidroeléctrica de mediana capacidad
de generación (emgesa, 2014; ilsa, 2014).
El proyecto constaría de tres cadenas de generación o bocatomas,
de las cuales dos estarían ubicadas en Icononzo, Tolima y una en
­Cabrera, Cundinamarca. Además de ocho casas de máquinas, cada una
con una capacidad de 20 mw de generación de energía. Si bien estas
son las obras más importantes dentro del proceso de construcción de
la hidroeléctrica, hay otro tipo de infraestructura necesaria para su
funcionamiento sobre la cual es preciso llamar la atención.
En primer lugar, para movilizar el agua con suficiente velo-
cidad y presión es necesario filtrarla para evitar el paso de materias
y sólidos que puedan obstruir las turbinas y, por ende, el proceso
de generación. En razón, el agua destinada para la generación, es
decir, el caudal de generación debe pasar sobre un vertedero o azud
que se construye sobre el caudal natural del río. Durante la etapa
de construcción de esta obra es necesario desviar parcialmente el
río, lo que tendría fuertes impactos ecológicos en tanto implica la
alteración parcial de un caudal natural y de las funciones de este
ecosistema hídrico.

274
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

Luego de pasar por este primer filtro, el agua sería conducida a


un desgravador donde se filtran minerales y nutrientes, además de
peces y otras especies propias del río que encontrarían un obstáculo
para continuar su ciclo biológico. Posteriormente, el agua es conducida
a un desarenador compuesto por tres módulos, donde nuevamente
pasaría por un proceso de filtración para remover sedimentos, rocas
u otro tipo de materiales del río que puedan obstruir o desgastar las
turbinas de generación.
Después de pasar por esta serie de filtros, el agua se encauzaría a
la casa de máquinas a través de un túnel de carga (que en el caso de El
Paso sería subterráneo), aproximadamente a 300 m de profundidad y
3 m de diámetro. Desde la primera bocatoma hasta la primera casa de
máquinas habría un trayecto de 2.5 km, que serían intervenidos para
la construcción y operación del túnel en que el que se movilizará el
72% de las aguas destinadas a la generación de energía.4
Según emgesa (2014), la energía generada por el Proyecto
Hidroeléctrico El Paso estaría destinada a surtir el Sistema Interco-
nectado Nacional (sin), desde el cual se acopia y distribuye buena parte
de la energía en el territorio nacional. Vale la pena resaltar que el sin
cubre aproximadamente el 48% del país y provee el 98% de energía
eléctrica a nivel nacional. Con base en datos de la upme, en el Atlas
de Potencial Hidroeléctrico Nacional se establece que la cobertura del
sin se concentra en la región Andina y la Costa Atlántica, así que las
zonas donde no tiene cobertura se reconocen como zonas no interco-
nectadas, razón por la cual el abastecimiento de energía en estos casos es
mucho más local y a pequeña escala (colciencias; ideam; igac, 2015).
Tal como se planteó en un principio, este ejercicio analítico se
concentrará en los posibles impactos y transformaciones socioambien-
tales derivados de la implementación de este proyecto en el municipio
de Cabrera, de manera que en un primer momento es preciso señalar
que este municipio hace parte del área de cobertura del Sistema
­Interconectado Nacional. Aunque no es posible afirmar con certeza que
la energía generada sea destinada a abastecer la demanda ­energética

4 Los datos técnicos sobre el funcionamiento del proyecto fueron obtenidos


del expediente del caso en la anla, nda 0271. Consultado en enero de 2015.

275
Lorena Torres

local o regional, lo que resulta improbable, puesto que es una zona


que ya tiene cobertura y distribución de energía, además de ser un
área de baja demanda energética.
En el municipio de Cabrera estarían ubicadas la primera bo-
catoma (a una altura de 2450 m s. n. m.) y las dos primeras casas de
máquinas o centrales de generación, a una altura de 2221 m s. n. m.
y 2001 m s. n. m. respectivamente. Allí está prevista la construcción
de aproximadamente siete kilómetros (7 km), de los cuales 5.2 km
corresponderían a túneles subterráneos, es decir, un 75.8% del total
de las obras de conducción (nda 0271). Lo que conjuntamente con
el resto de obras de infraestructura sugiere un considerable nivel de
intervención y afectación sobre el territorio.

Cabrera: luchas entre río y páramo


El municipio de Cabrera se encuentra ubicado al sur de Cun-
dinamarca, sobre el flanco occidental de la cordillera oriental de los
Andes, limita con los municipios de Venecia, la localidad veinte de
Bogotá (Sumapaz) y Villarrica en el Tolima. El municipio tiene una
extensión total de 449 km2, de los cuales el 99% corresponden al área
rural y el 1% restante al casco urbano.
Por razones ecosistémicas, geopolíticas y sociales Cabrera puede
considerarse como una zona estratégica, pues, en primer lugar, ­colinda
con el Páramo de Sumapaz, que hace parte del complejo de páramos
más grande del mundo, el complejo Sumapaz-Cruz Verde. Por lo tanto,
esta área es fundamental en el nacimiento y regulación del flujo hídrico
de cuencas hidrográficas como la del Sumapaz, el Orinoco y el Ariari,
entre otros. Precisamente este hecho puede evidenciarse en la figura
jurídica de protección de Parques Nacionales Naturales (pnn) que jus-
tamente cobija el páramo de Sumapaz en el pnn Sumapaz (ilsa, 2012).
Si bien no puede decirse que Cabrera hace parte del pnn, sí tiene
un rol fundamental dentro de su funcionamiento ecosistémico, pues
ha sido catalogado como zona de amortiguación, lo que quiere decir
que allí debe regirse una jurisdicción de protección ambiental menos
estricta que la del Parque Nacional Natural, al ser un área de tran-
sición imprescindible para garantizar el óptimo funcionamiento del
ecosistema de páramo (ilsa, 2012).

276
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

En segundo lugar, la región del Sumapaz y especialmente Cabrera,


han sido reconocidos como zonas de gran importancia en términos
sociopolíticos, ya que históricamente han sido el destino de importantes
olas de colonización campesina, y por eso mismo allí han tenido lugar
arduas luchas agrarias en contra del modelo tradicional y latifundista
de propiedad y tenencia de la tierra.
En este sentido, en la región puede reconocerse un crisol
sociopolítico que incluyó la predominancia del régimen de hacienda a
inicios del siglo xx, la apertura de la frontera agrícola y la apropiación
de baldíos por parte de grandes propietarios. La conjunción de estos
múltiples aspectos dio paso a la organización social de campesinos
aparceros contra este régimen de tenencia y posesión de la tierra, lo
que condujo al derrocamiento del régimen de hacienda en la región
por parte de los agrarios del Sumapaz:
Cabrera es la cuna donde nacieron las ideas de las luchas agrarias,
pero venía así atado con el Partido Comunista, entonces ahí es donde se
hacen esas guerrillas con esas ideas de luchar por la tierra, porque cada
uno tuviera su terruño, que no fueran dependientes del patrón, que
no fueran arrendatarios, que no siempre fueran los mismos agregados,
sino que cada uno tuviera su pedazo de terreno para cultivar lo que
quisiera cada uno. (Adela Ríos, entrevista personal, 1 de marzo de 2015)

Estos ideales han marcado trascendentalmente la formación


política del campesinado de la región del Sumapaz, especialmente de
Cabrera; la organización, la lucha por la tierra y por los derechos
de campesinos y campesinas se han convertido en una constante en
la trayectoria política del municipio, más allá de las luchas contra los
hacendados, se ha dado históricamente una lucha contra la concen-
tración de la tierra y la desigualdad social.
De la resistencia sociopolítica en el municipio cabe destacar, además,
la consolidación de líderes agrarios de la talla de Juan de la Cruz Varela
y Erasmo Valencia, que conjuntamente con el apoyo del Partido Comu-
nista fueron de gran importancia en el afianzamiento del movimiento
campesino colono en otras zonas del país consideradas “repúblicas in-
dependientes”, como Marquetalia, Riochiquito, El Duda y el ­Guayabero,
entre otras (Marulanda, 1991; Londoño, 2011).

277
Lorena Torres

Sin embargo, uno de los logros más importantes del movimiento


campesino de Cabrera tuvo lugar en el año 2000, cuando el Instituto
Colombiano de Reforma Agraria (incora) declaró el municipio
como Zona de Reserva Campesina (zrc), figura mediante la cual se
procura regular y limitar la propiedad de la tierra, fomentar la pequeña
propiedad y prevenir la descomposición de la economía campesina,
entre otros fines (ilsa, 2013).
No obstante, de acuerdo con las transformaciones económicas,
políticas y culturales contemporáneas —además de la inminente
construcción del Proyecto Hidroeléctrico El Paso—, la organización
campesina ahora se enfrenta a nuevas amenazas, ya no luchan solo
por la propiedad de la tierra, sino también para defender la vida cam-
pesina, la cual se sustenta material y simbólicamente en el territorio,
específicamente en el agua como elemento vital e imprescindible
dentro de sus vidas.
Ahora bien, en términos de ubicación y localidad5 es necesario
precisar que el municipio de Cabrera está conformado por die-
ciséis veredas que oscilan entre los 2.500 y 3.000 m s. n. m., donde
predominan ecosistemas como el bosque alto andino y el páramo.
Concretamente el primero corresponde al 64% del municipio, de manera
que la mayoría de los asentamientos campesinos están ubicados allí,
razón por la cual es un ecosistema alterado por acciones antrópicas
como la apertura de frontera agrícola y la tala extensiva de bosques.
Como ya se ha mencionado, históricamente el municipio ha tenido
una tradición agrícola en la que se reconocen tres etapas: la explotación
maderera hasta mediados del siglo xx; la producción agrícola tradicional
(trigo, cebada, papa, maíz); y la producción de frutales y productos
como el fríjol, la arveja y el tomate, etapa en la que se encuentra ac-
tualmente (ilsa, 2014). Además, en estas etapas ha sido constante la
producción pecuaria con ganado lechero y de engorde, por lo que

5 Desde la perspectiva propuesta por el geógrafo Ulrich Oslender, quien


entiende por ubicación las particularidades históricas, políticas, económicas,
geográficas y sociales que determinan el territorio. Por localidad, el mismo
autor comprende las relaciones sociales y los procesos de socialización que se
establecen en un determinado territorio (Oslender, 2008).

278
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

la actividad ganadera a pequeña escala ocupa un importante lugar


dentro de economía campesina familiar del municipio.
En cuanto a las condiciones ambientales y climáticas hay que
señalar que el flujo de las aguas está determinado por un régimen
bimodal de lluvias en el que los meses de enero, febrero, junio y
diciembre corresponden a la época de sequía, mientras marzo, abril,
mayo, agosto, septiembre, octubre y noviembre son la época de lluvias.
Por otra parte, hay que decir que el cambio climático —especialmente
el fenómeno de El Niño— ha disminuido sustancialmente el flujo
de agua, tanto en el río Sumapaz como en sus afluentes, lo que en
la actualidad implica situaciones críticas ante las cuales la idea de
construir una hidroeléctrica no resulta ser una opción alentadora
que mejore el escenario.

A filo de agua: ¿destrucción del territorio campesino?


Dado que el Proyecto Hidroeléctrico El Paso no ha sido cons-
truido aún, y con el fin de dimensionar los impactos socioambien-
tales que este podría acarrear en un municipio como Cabrera, es
preciso analizar casos ya implementados en territorios campesinos
como el caso de la Central Hidroeléctrica del río Amoyá de Isagén
en Chaparral, Tolima.
La Central Hidroeléctrica del río Amoyá entró en operación en
2013, sin embargo desde las etapas de construcción e instalación de las
obras hubo impactos ambientales como la disminución en la cobertura
vegetal, la remoción y extracción de materiales del suelo y contaminación
atmosférica e hídrica debido a la emisión de gases contaminantes y el
mal manejo de vertimientos descargados en ríos y quebradas, lo que se
ha visto reflejado en afectaciones en la diversidad biótica del río Amoyá
y sus alrededores, incluso se han reconocido impactos en el adecuado
funcionamiento de la cuenca del río Amoyá (ilsa, 2014a).
A nivel social se han reconocido impactos como la estigmati-
zación, persecución política y violación de derechos humanos contra
quienes se han declarado abiertamente en desacuerdo con el proyecto.
Asimismo, esto se encuentra estrechamente ligado a la militarización
del territorio para proteger la infraestructura y capital de la empresa
(ilsa, 2014a).

279
Lorena Torres

Este último hecho, en relación con el caso de Cabrera particu-


larmente, genera serias preocupaciones debido a la historia política
de la región, pues a pesar de que la violencia y persecución política
han disminuido paulatinamente, muchos consideran que la imple-
mentación de El Paso acarrearía un aumento en el pie de fuerza del
ejército, hecho que podría recrudecer el conflicto armado y generar
una percepción de inseguridad en el territorio.
En cierta forma, esto sería una ruptura y un retroceso en el proceso
de transformación social que desde hace años se dio en el municipio,
en el cual las comunidades locales se han esforzado en construir
un entorno de paz, dejando la violencia y el conflicto en el pasado.
No obstante, la llegada de este tipo de proyectos extractivos a las re-
giones no implica solamente una potencial amenaza ante conflictos y
violencia con actores armados. Muestra de ello, es el caso de Chaparral,
donde se han desatado conflictos entre las mismas comunidades
debido a la llegada de la empresa a la región (ilsa, 2014). Si bien El
Paso no se ha implementado aún en Cabrera, este es un hecho que
ya ha sido evidente, pues en los últimos dos años han aumentado
considerablemente los conflictos y peleas entre las mismas comuni-
dades (particularmente involucrando a líderes locales) en razón de
la implementación del proyecto hidroeléctrico.
De acuerdo con los cambios evidenciados en Chaparral, una de
las cuestiones que más preocupa a las comunidades de Cabrera es la
descomposición social que llega a las regiones con este tipo de proyectos.
Desde las primeras etapas de construcción de la Central Hidroeléctrica
del río Amoyá, las relaciones sociales cambiaron drásticamente, ya
que fenómenos como la prostitución, drogadicción y robo empezaron
a ser cotidianos debido a la llegada de miles de personas foráneas que
se vincularon como trabajadores y obreros en las obras.
Asimismo, la explosión demográfica que esto generó acarreó
un aumento en el costo de vida, lo que se evidenció en el aumento de
precios de productos de la canasta familiar, arriendos, impuestos y
mano de obra (jornal). Cabe resaltar que en el caso de Chaparral este
fenómeno se mantuvo luego de concluir las obras, lo que ha hecho más
adversas las condiciones socioeconómicas del municipio (ilsa, 2014).

280
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

A su vez, dado que los impactos ambientales han deteriorado las


condiciones ecosistémicas de la cuenca, los sistemas productivos se
han visto afectados debido a la disminución en la calidad de los suelos.
Esto ha aumentado la erosión e inestabilidad y generó derrumbes que
disminuyeron la productividad de los cultivos en un 40%, haciendo
necesario aumentar la aplicación de insumos agrícolas como abonos
y fertilizantes (ilsa, 2014).
Sin duda alguna, uno de los impactos que más preocupa a las
comunidades locales son las afectaciones sobre los cuerpos de agua; en
el caso de Chaparral hubo serias afectaciones en nacimientos de agua
o aljibes como consecuencia de la construcción de obras de infraes-
tructura, por ejemplo los túneles de conducción, proceso en el que se
requiere el uso de explosivos. En efecto, esto generó una alteración en
las dinámicas de infiltración de las rocas constitutivas de las montañas,
razón por la cual se han reportado disminuciones parciales o totales
entre un 40% y el 100% de los nacederos de agua, condición que empeora
en épocas de sequía (ilsa, 2014). Así, se generó una alteración en el
ciclo hidrológico que también ha afectado a poblaciones no humanas,
en este municipio se ha reportado una preocupante disminución en
la biodiversidad; se ha registrado la desaparición de siete especies de
peces aguas abajo del proyecto, mientras que dieciséis especies entre
aves y mamíferos migraron a otras zonas desde que se implementó
la hidroeléctrica (ilsa, 2014).
Respecto a las afectaciones en los nacederos y cuerpos de agua
surge una cuestión problemática en torno a las indemnizaciones
económicas que proponen las empresas como compensación ante los
daños ecológicos generados —que generalmente son irreversibles—.
En el caso concreto de la Central Hidroeléctrica del río Amoyá, la
empresa ofreció compensaciones solo para los predios de impacto e
intervención directa, ante lo cual pueden plantearse varias preguntas:
¿acaso es posible recuperar con dinero los nacederos destruidos?, ¿qué
pasa con las poblaciones no humanas y humanas que se abastecían
de ellos aguas abajo? Estas y otras cuestiones evidencian la visión
reduccionista y conveniente de este tipo de empresas acerca de los
procesos ecológicos que se desarrollan en torno a los cuerpos de agua.

281
Lorena Torres

Por otra parte, en el proceso de captación de aguas se reco-


nocen problemáticas alteraciones en términos de volumen, anchura,
velocidad y profundidad del caudal del río. La reducción del vo-
lumen del agua circulante restringiría la capacidad de disolución,
asimilación de ­nutrientes, materia orgánica y sustancias tóxicas,
lo que podría generar un aumento en la actividad microbiana,
cercenando el suministro de oxígeno disuelto en el agua requerido
por invertebrados y peces (Díez y Olmeda, 2008).
Las afectaciones en la velocidad y profundidad del caudal
pueden perturbar los mecanismos de alimentación y movilidad
de las especies acuáticas, además de estabilizar el lecho del río
facilitando la proliferación de plantas acuáticas que disminuyen
la diversidad ecológica (Díez y Olmeda, 2008). Además, los ciclos
migratorios de los peces podrían ser afectados al tener un f lujo
de agua insuficientemente profundo, lo que conjuntamente con la
construcción del azud del proyecto hidroeléctrico representaría
un obstáculo físico para la libre ejecución de los procesos repro-
ductivos de los peces.
Hasta el momento se han considerado los impactos y afec-
taciones ambientales en el territorio campesino y para quienes
permanezcan allí, pero también es necesario contemplar el caso
de quienes tengan que abandonar su tierra, bien sea porque la
empresa les obligue a vender sus fincas o porque las condiciones
en que quede el territorio sean tan graves que la vida campesina
se haga insostenible.
Como muestra de ello quisiera traer a colación la experiencia de
varias personas de Cabrera que tuvieron la posibilidad de visitar Cha-
parral y compartir con las comunidades afectadas y obligadas a migrar
por la implementación de la Central Hidroeléctrica del río Amoyá.
En estas experiencias se encontró una constante y es que, en muchos
casos, las familias campesinas migraron a las ciudades en busca de
una mejor calidad de vida, sin embargo, aspectos no-económicos
han sido de gran importancia dado que se trata de un proceso de
desterritorialización y de ruptura del tejido social que se basa en
lazos de confianza y reciprocidad que difícilmente tienen cabida
en un espacio urbano (ilsa, 2014).

282
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

Hidropoder: disputas en torno al agua


Una lectura desde la perspectiva de ecólogos políticos como
Romero y Sasso (2014), Swyngedouw (2009) y Loftus (2009) permite
reconocer el entramado de relaciones de poder que se entretejen en
torno al agua, el cual en un contexto de crisis ambiental se considera
como un elemento estratégico para la generación de capital a través
de la energía hidroeléctrica y la consolidación en el poder de aquellos
que la controlan.
Dado que las disputas entre la multinacional emgesa y las co-
munidades campesinas de Cabrera a partir de la implementación
del Proyecto Hidroeléctrico El Paso se reconocen como un conflicto
ecológico-distributivo, en el que claramente existe una distribución
desigual de la naturaleza, de los pasivos ambientales y de sus conse-
cuencias en términos sociales, vale la pena llamar la atención sobre
el concepto de naturaleza social.
En un primer momento, este concepto resulta ser útil para com-
prender este tipo de conflictos ecológico-distributivos en la medida
en que plantea una visión crítica ante las nociones universalistas y
monolíticas que comprenden la naturaleza como un elemento neutral,
objetivo y externo a los grupos sociales. Desde esta perspectiva, la
naturaleza se comprende como un concepto social y político en el
que confluyen material y discursivamente los intereses de diferentes
grupos sociales, que a través de mecanismos de dominación consolidan
relaciones de poder que determinan quién, cómo y bajo qué regímenes
se controla la naturaleza (Budds, 2010).
Concretamente en lo que concierne a los conflictos en torno
al agua, autores como Budds (2012) y Swyngedouw (2009) han de-
sarrollado el concepto de ciclo hidrosocial, que permite indagar los
aspectos sociopolíticos sobre el uso, gestión, distribución y apro-
piación del agua. En otros términos, el ciclo hidrosocial se contrapone
críticamente al concepto de ciclo hidrológico, que incorpora procesos
meramente físicos del agua como la precipitación, interceptación,
infiltración y escorrentía (entre otros) para comprender y definir su
distribución, gestión y apropiación. El concepto de ciclo hidrosocial
permite comprender el agua no solo como un elemento físico, sino
fundamentalmente político:

283
Lorena Torres

Construido en oposición al uso convencional del ciclo hidrológico


que “prosigue eternamente con o sin actividad humana”, el ciclo hi-
drosocial “representa y analiza la naturaleza socio-ecológica del agua,
reconociendo que los procesos hidrológicos son moldeados por las ac-
tividades e instituciones humanas [y] que los datos y conocimientos
hidrológicos son construidos de manera subjetiva”. De esta manera,
además de examinar cómo el agua fluye dentro del ambiente físico, el
ciclo hidrosocial también considera cómo el agua es manipulada a través
de factores tales como obras hidráulicas, legislaciones, instituciones,
prácticas culturales y significados simbólicos. (Larsimont, 2014, p. 4)

Los aspectos sociales, políticos, económicos, históricos y am-


bientales en torno a la construcción del Proyecto Hidroeléctrico El
Paso desarrollados en el presente documento, son considerados partes
esenciales del ciclo hidrosocial de las aguas del río Sumapaz, que
determinan su uso, gestión, administración y distribución.
En primer lugar, es necesario reconocer que la crisis y constante
preocupación que se ha gestado desde los años noventa sobre el abas-
tecimiento de energía eléctrica en el país ha consolidado el escenario
actual, donde el agua ha sido posicionada como un elemento estratégico
y esencial para la generación de energía hidroeléctrica que permita
suplir la demanda de este servicio público. En este sentido, varios
actores (fundamentalmente multinacionales) han invertido grandes
capitales con el fin de gestionar proyectos de generación hidroeléctrica
a mediana y grande escala que permitan alterar los flujos de las aguas
de los ríos para generar energía y eventualmente capital, aprovechando
así un escenario de crisis para materializar sus intereses (tal como se
evidenció con el caso de la represa El Quimbo).
Otro aspecto fundamental que ha determinado esta crisis ener-
gética es el cambio climático y los argumentos que se ­construyen
en torno a este. Muestra de ello son los discursos que se han
consolidado acerca del fenómeno de El Niño, como uno de los
principales responsables de la crisis energética, al reducir sustan-
cialmente el nivel de los embalses construidos para generar energía.
Si bien este es un hecho innegable, resulta ser una lectura reduccionista
concentrar la atención en esta justificación de carácter ambiental,

284
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

desconociendo que existe una problemática de trasfondo que incluye


múltiples aspectos, como cuestionar un modelo de “seguridad ener-
gética” que se concentra en la generación de energía hidroeléctrica
sin considerar otras alternativas que no impliquen tales impactos
ambientales ni relaciones de poder tan desiguales.
Además, puede plantearse otra lectura que cuestiona el creciente
aumento del consumo de energía eléctrica en grandes metrópolis, consi-
derando que generalmente esta energía se produce en territorios rurales
caracterizados por el abandono estatal, donde la demanda energética es
baja y, por el contrario, se concentran los impactos sociales, políticos,
económicos y ecológicos de este tipo de proyectos. Desde esta perspectiva,
es posible comprender una relación claramente desigual, en la cual se
privilegian y se orientan los beneficios hacia la esfera urbana, mientras
que los impactos desfavorables se concentran en lo rural.
En este sentido, es posible establecer una relación de lo anterior
con lo que Gudynas (2010) comprende como capitalismo benévolo,
considerando que —con el auge de las tecnologías de la información
(tic)— la energía eléctrica es el motor del capitalismo contemporáneo,
el cual se sustenta en la especulación y virtualización de la economía
y las relaciones financieras. De manera que resulta casi inimaginable
el desarrollo y expansión de este sistema económico, político, social
e incluso cultural, tal como se ha pensado y materializado en grandes
metrópolis sin la energía eléctrica. Precisamente este es un hecho que
se evidenció en una coyuntura de posibles apagones y racionamientos
de energía, tal como se vivió en 1992 y entre los años 2015 y 2016.
Por otra parte, una lectura de este caso partiendo de la categoría
de capitalismo benévolo, resulta pertinente al considerar cómo ciertas
lógicas supuestamente ecológicas resultan ser útiles para la justifi-
cación de este tipo de proyectos, mediante los cuales se mantienen
estructuras geopolíticas de dominación y relaciones de poder abier-
tamente desiguales. En el caso de El Paso y otros tantos mencionados
en este documento es evidente cómo el discurso de “lo sostenible” y
“lo ecológico” legitima la implementación de este tipo de proyectos,
que si bien no tienen los impactos a gran escala que acarrean otro tipo
de proyectos, sí conllevan otras serias afectaciones sociales, políticas,
culturales y ecológicas que es esencial considerar.

285
Lorena Torres

En cuanto a la producción de energía hidroeléctrica, es preciso


mencionar que ha sido impulsada por empresas multinacionales
generadoras de energía, tales como el grupo enel, una de las transna-
cionales más grandes en este ámbito a nivel mundial. Como parte de
una estrategia corporativa, ha creado filiales en Latinoamérica como
enersis y endesa, grupos que concentran capital chileno, y como
emgesa en el caso colombiano, que tiene el 56% de sus beneficiarios
a nivel transnacional y el 44% restante a nivel nacional en la Empresa
de Energía de Bogotá (emgesa, s.f).
En otro sentido, dado que en los procesos de globalización y
consolidación del neoliberalismo el papel regulador y soberano del
Estado es cada vez más difuso, vale la pena resaltar su función e
importancia en este caso en tanto Estado neoliberal, es decir, como
una estructura política y gubernamental cada vez menos soberana,
concordante con las demandas y lineamientos de la geopolítica
mundial y el mercado internacional.
Con base en este planteamiento, puede entenderse que los Planes
Nacionales de Desarrollo de los últimos años hayan y sigan siendo
planteados de cara a las demandas del mercado mundial y el sistema-
mundo, a partir de lo cual puede entenderse la reprimarización de la
economía y la consolidación de un modelo económico extractivista,
basado en la explotación de materias primas, que concentra los ­impactos
sociopolíticos y ecológicos en lo local mientras los beneficios econó-
micos se orientan mayoritariamente a nivel transnacional.
En cuanto a los regímenes que determinan la transformación
de la naturaleza, son de gran importancia los paradigmas del pro-
greso y el desarrollo, que postulan una lectura evolutiva del bienestar
social entendido como crecimiento económico. De manera que estos
paradigmas se fundamentan en lógicas antropocentristas, que hacen
operativa la escisión entre hombre y naturaleza considerando al primero
como agente externo y dominante ante el segundo (Escobar, 2010).
Además de valores modernos como la urbanización, la explotación
de la naturaleza y el positivismo, a partir de los cuales se pretende dar
soluciones a las crisis ambientales (generadas por el mismo modelo)
mediante la implementación de ciencia y tecnología.

286
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

Particularmente en el caso del incentivo a la generación de energía


hidroeléctrica hay que comprender tres argumentos esenciales, por un
lado, el posicionamiento de este tipo de proyectos como “de interés
nacional” —en tanto que se considera a la energía eléctrica como un
recurso imprescindible para el sostenimiento y expansión del sistema
actual—, además de la incapacidad de pensar alternativas que cues-
tionen la producción energética con impactos tan importantes en los
territorios locales y regionales.
En segundo lugar, la consolidación del agua como un recurso
estratégico para la producción de energía en un país como Colombia,
considerado como un territorio de alto potencial hidroenergético
dada la vasta existencia de “cunas del agua” como los páramos, lo que
implica una amplia gama de fuentes generadoras de agua. Además de
sus condiciones orográficas que facilitan la implementación de este
tipo de proyectos extractivos.
En tercer lugar, y en concreto en lo concerniente a la implemen-
tación de proyectos hidroeléctricos a filo de agua, es necesario consi-
derar el discurso ecológico como estrategia ante el cambio climático,
pues permite posicionar estos proyectos como si fueran de producción
“limpia” de energía, en la medida en que mitigan los impactos respecto
a la emisión de gases de efecto invernadero (gei) en comparación con
la generación de energía basada en el carbón o el petróleo. Lo que
de ninguna manera quiere decir que no tengan impactos ecológicos
graves, los cuales igualmente es preciso dimensionar y posicionar ante
las comunidades afectadas.
Respecto a los cambios en las estructuras sociales y los territorios,
es preciso mencionar que con base en el análisis del caso de El Paso es
posible afirmar que dichas transformaciones implican la consolidación
de una estructura social desigual, en la cual los territorios rurales
afectados son subordinados de acuerdo a las necesidades de las grandes
urbes con base en la lógica del sacrificio, es decir, el supuesto bienestar
de la mayoría a costa del sacrificio y afectación de “unos pocos”.
Esto resulta cuestionable en un territorio que históricamente ha
sido rural, indígena y campesino; de allí que pueda ponerse en tela
de juicio la noción de “la mayoría” para ponderar una lectura desde

287
Lorena Torres

la noción de ciudadanía, estrechamente ligada a valores modernos,


positivistas, individualistas y urbanos, a partir de la cual resulta más
claro comprender la subordinación de los territorios rurales, sus ha-
bitantes y los valores que estos pregonan, lo que evidencia una lógica
colonial y racial de exclusión social.
Entre los cambios en los territorios afectados pueden compren-
derse afectaciones como desposesión de territorios y formas de vida;
ruptura del tejido social; descomposición de las economías campesinas;
urbanización de espacios rurales y, en últimas, un reposicionamiento
de territorios y poblaciones históricamente excluidos como bases
materiales del desarrollo.
Ahora bien, desde la perspectiva analítica propuesta para com-
prender el conflicto ecológico-distributivo suscitado por la posible im-
plementación del Proyecto Hidroeléctrico El Paso, es posible reconocer
la confluencia de intereses de dos actores fundamentalmente, la multi-
nacional emgesa y las comunidades locales del municipio de Cabrera,
Cundinamarca. Por un lado, la multinacional propone un proyecto
que puede comprenderse desde múltiples variables: los flujos del agua
deben ser alterados, movilizados y privatizados para generar energía y
capital, de manera tal que el uso del agua se privilegia como mercancía
hidroenergética. Las lógicas técnico-científicas son fundamentales como
argumentos que legitiman el desarrollo, el crecimiento económico y la
expansión del capitalismo, considerando que estos aspectos encuentran
sus beneficiarios a nivel transnacional.
Por otro lado, las comunidades locales del municipio de Cabrera
tienen una concepción totalmente distinta sobre las implicaciones que
podría tener la implementación de El Paso, pues para estas el agua es
un elemento vital e imprescindible para todo ser vivo, además de ser
junto con la tierra la base material y simbólica de la vida y la economía
campesina, de modo que estas comunidades consideran que sin agua
no hay vida ni territorio campesino.
Teniendo en cuenta varios de los aspectos hasta aquí señalados,
la puesta en marcha de El Paso conllevaría a una ruptura del proceso
histórico de resistencia y organización social del municipio, donde se ha
trabajado arduamente por fortalecer y reposicionar la vida campesina
como una forma de vida legítima y dignificante para estas poblaciones.

288
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

Disputas sociales por el agua y


estrategias de resistencia
El hidropoder o poder hídrico ha sido comprendido como “la
relación simbiótica entre el control de las fuentes de agua y la posición
dominante de determinados actores sociales, a través del ejercicio de tres
dimensiones interrelacionadas de poder: la capacidad económica, el co-
nocimiento técnico y la capacidad coercitiva” (Damonte, et al. 2016, p. 4).
En cierto sentido, muchas de las iniciativas de resistencia presentadas
a continuación han estado encaminadas a contrarrestar el poder hí-
drico que, hasta el año 2016, emgesa fue consolidando en la región
del Sumapaz, en tanto es un agente político de gran importancia en
la determinación sobre el uso y gestión de las aguas.
Desde una posición autonómica y dignificante para las comu-
nidades campesinas de Cabrera, estas estrategias de diversa índole
fueron grandes aportes al proceso de resistencia, que en general se
nutrió de iniciativas de carácter político, jurídico, artístico y cultural
que fortalecieron la defensa de la vida y de los territorios campesinos.
Además, dichas iniciativas permitieron contrarrestar la triada de poder
anteriormente mencionada, poniendo en vilo la legitimidad de los
intereses y acciones de emgesa no solo en el municipio de Cabrera,
sino en la región del Sumapaz.
La posible construcción del Proyecto Hidroeléctrico El Paso
evidencia un escenario de disputas en torno al agua, ante las cuales
las comunidades campesinas de Cabrera han sido bastante activas en
la defensa de sus derechos y de sus territorios. La figura de Zona de
Reserva Campesina (zrc), y especialmente el Comité de Impulso
de la zrc creado en el año 2012, han sido de gran importancia para
potenciar diversas estrategias de resistencia ante la llegada de emgesa
al municipio y la construcción del proyecto hidroeléctrico.
Entre las estrategias más importantes se destacan la realización
del documental En defensa del río Sumapaz, realizado de manera
conjunta con estudiantes de la Universidad Minuto de Dios y la
Universidad de Los Andes en 2014.6 En el documental se evidencia

6 Para profundizar en estrategias implementadas antes del año 2014 consultar


ilsa (2014).

289
Lorena Torres

la problemática en torno a la construcción de la hidroeléctrica y las


percepciones de varias personas del municipio sobre el tema, además
de datos técnicos sobre el proyecto. El formato audiovisual facilitó la
difusión del documental en muchas veredas del municipio, ampliando
la expansión de datos importantes sobre el proyecto, de los cuales la
mayoría de las comunidades veredales no tenían conocimiento.
Las estrategias de resistencia se concentraron en las veredas de
impacto directo (Peñas Blancas, Pueblo Viejo y La Cascada, funda-
mentalmente) quienes junto con el Comité de Impulso llevaron a cabo
diversas iniciativas para impedir la construcción de la hidroeléctrica.
Una de las primeras fue no acceder al censo socioeconómico y predial
hecho por emgesa y la firma consultora ingetec, como parte de los
procedimientos requeridos para el licenciamiento ambiental que
se encontraba en proceso ante la Autoridad Nacional de Licencias
Ambientales (anla).
Entre 2014 y 2015 las comunidades campesinas plantearon como
propuesta hacer un memorial en el que, a través de la recolección de
firmas, dejaran clara su negativa frente a la construcción del proyecto.
Esta iniciativa se planteó para sentar un precedente ante información
falsa difundida por emgesa, según la cual se afirmaba que la mayoría
de las comunidades estaban de acuerdo con la construcción de la
hidroeléctrica.
A inicios del 2015, en el marco del trabajo de campo realizado
para esta investigación, específicamente en una reunión de la Junta de
Acción Comunal (jac) de la vereda Peñas Blancas, las comunidades
locales solicitaron acompañamiento ante la necesidad de tener estudios
y registros propios de sus predios y fuentes de agua. Esto con el fin de
contrastar estos datos con los presentados por emgesa e ingetec en
el Estudio de Impacto Ambiental y el censo socioeconómico y predial,
que son determinantes para el otorgamiento de la licencia ambiental.
Así, se adelantaron varias visitas a fincas y algunos registros impor-
tantes, sin embargo, no llegó a consolidarse a cabalidad esta iniciativa
por dificultades logísticas.
El 27 de febrero de 2016, el Comité de Impulso de la zrc y el Concejo
Municipal de Cabrera convocaron a un Cabildo Abierto para hacer
manifiesta la oposición de las comunidades locales a la construcción

290
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

de la hidroeléctrica El Paso. Algunas entidades ­g ubernamentales,


como la Alcaldía del municipio, también hicieron público su rechazo
a la ejecución del proyecto hidroeléctrico, en tanto que este afectaría
los ecosistemas y la vocación agrícola de la mayoría de poblaciones
de Cabrera.
De hecho, el alcalde Carlos Cárdenas hizo pública una carta
enviada a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (anla)
en la que se solicitó negar la licencia ambiental que posibilitaría el
inicio de las obras. Asimismo, se abogó por respetar la autonomía
de los pobladores y autoridades municipales, ya que en el Plan de
Desarrollo Municipal 2016-2019 no están contemplados proyectos
minero-energéticos que afecten las condiciones ambientales del terri-
torio campesino. Incluso en el pdm se estipula claramente la oposición
a la ejecución del Proyecto Hidroeléctrico El Paso. En este escenario,
empezó a tomar fuerza la idea de convocar una Consulta Popular
(Colectivo Agrario Abya Ayala, 2016).
Sin lugar a dudas, la iniciativa más importante y determinante
en el proceso de resistencia de las comunidades de Cabrera fue la
Consulta Popular gestionada por el Comité de Impulso de la zrc
desde 2015. Este mecanismo de participación popular está cobijado
en la Constitución Política Nacional, a través de la Ley 134 de 1994,
donde se estipula que:
La consulta popular es una institución mediante la cual una
pregunta de carácter general sobre un asunto de trascendencia na-
cional, departamental, municipal, distrital o local, es sometido por el
Presidente de la República, el gobernador o alcalde, según el caso, a
consideración del pueblo para que este se pronuncie formalmente al
respecto. En todos los casos, la decisión del pueblo es obligatoria. (Art. 8)

La Consulta Popular convocada por el alcalde municipal y el


Comité de Impulso de la zrc ante la Registraduría Nacional del
Estado Civil se llevó a cabo el 26 de febrero de 2017. La consulta se
realizó mediante la pregunta: ¿Está usted de acuerdo, sí o no, que
en el municipio de Cabrera como Zona de Reserva Campesina, se
ejecuten proyectos mineros y/o hidroeléctricos que transformen
o afecten el uso del suelo, el agua y la vocación agropecuaria del

291
Lorena Torres

municipio? La consulta contó con la participación de 1506 personas,


de los cuales el 97,28% votó no, el 1,53% sí, hubo 0,33% votos nulos y
0,87% no marcados (ilsa, 2017).
Esta consulta sentó un precedente importante en términos de
autonomía y autodeterminación a nivel regional y nacional, pues fue
la primera consulta popular realizada en contra de la construcción de
proyectos hidroeléctricos sobre territorios campesinos. Sin embargo,
ante los mecanismos de resistencia efectuados por las comunidades
rurales de Cabrera, emgesa también tomó medidas para mitigarlos.
En efecto, frente a la negativa y la movilización de las comunidades
en contra del proyecto hidroeléctrico, a finales de 2016 la empresa
retomó una estrategia que ya había implementado algunos años atrás:
hizo algunas modificaciones al diseño del proyecto (como excluir al
municipio de Cabrera del área de impacto del proyecto) y le cambió
el nombre a Proyecto Hidroeléctrico Aguaclara.
Al igual que como sucedió con las modificaciones del Proyecto
Hidroeléctrico Sumapaz a El Paso y de este a Aguaclara, se hicieron
cambios estratégicos para aplacar las iniciativas de resistencia, que
en el primer caso se concentraron en el municipio de La Unión
(excluido en el área de impacto de El Paso) y en el segundo en el
municipio de Cabrera (ahora excluido del proyecto Aguaclara).
Sin embargo, la iniciativa de construir un proyecto hidroeléctrico
sobre la cuenca del río Sumapaz sigue vigente, solo que el área de
impacto fue reducida a los municipios de Pandi y Venecia en Cundi-
namarca, e Icononzo en el Tolima, donde hasta el momento no se han
registrado oposiciones y resistencias por parte de las comunidades
locales (El Espectador, 2017).
Por ahora quedan dos perspectivas ante la situación de la cuenca
del río Sumapaz, por un lado, es gratificante el proceso de resistencia
llevado a cabo en Cabrera en contra del Proyecto Hidroeléctrico
El Paso; aunque paralelamente hay una total incertidumbre sobre lo
que pasará en un futuro cercano en las etapas de socialización y apro-
bación de la licencia ambiental del Proyecto Hidroeléctrico Aguaclara
en los municipios anteriormente mencionados.

292
Hidropoder: ¿agua para la vida o mercancía hidroenergética? Caso del Proyecto...

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296
Hidroelectricidad y pueblos indígenas:
un análisis del megaproyecto Ralco
en la región Bío Bío, Chile

Johanna Höhl
Heidelberg Center para América Latina

Centro de Excelencia en Investigación y Docencia, Chile

Introducción
Desde la ecología política, la construcción de represas se con-
sidera una transformación socioambiental al intervenir los flujos de
agua, y así su disponibilidad y distribución (Romero y Sasso, 2014).
En este contexto, el agua adopta diferentes roles: por una parte, como
recurso usado para la generación de energía limpia —enmarcado
en las políticas del cambio climático— y, por otra, como recurso
vastamente disponible para garantizar la independencia y seguridad
energética nacional. Por lo tanto, proyectos hidroeléctricos crean
tensiones entre los que se benefician y quienes son despojados del
uso del recurso (Prieto y Bauer, 2012). Al mismo tiempo, la decisión
de construir una represa demuestra el poder de acceso y control
del agua, por lo que representa el poder normativo inscrito en la
naturaleza por la hegemonía (Swyngedouw, 2011). Esto también
se evidencia en las fuentes de financiamiento de los proyectos hi-
droeléctricos, ya que requieren altas inversiones que involucran
capitales transnacionales de compañías o instituciones extranjeras,
tales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desa-
rrollo (bid). Por consiguiente, la construcción de una represa tras-
ciende los impactos de la obra en una determinada localidad, siendo

297
Johanna Höhl

“un proceso cultural, político, judicial, social, económico y ambiental”


(Romero Toledo, 2014, p. 162).
La hidroelectricidad ha sido un componente principal de la matriz
energética de Chile desde finales del siglo xix (Susskind et al., 2014)
y su implementación ha provocado distintas reacciones a lo largo de
la historia. Mientras que en los años cuarenta la inauguración de una
central hidroeléctrica constituía un motivo para celebrar el progreso
y el aporte a la facilitación de la vida (Archivo Nacional, 1942), la
planificación y construcción de la Central Hidroeléctrica Ralco a
inicios de los años noventa es considerada una de las disputas más
relevantes entre ambientalistas, comunidades mapuche-pehuenche, el
Estado chileno y Endesa Chile1 (Moraga, 2001). Susskind et al. (2014)
califican a Ralco como un punto de inflexión en la historia del sector
hidroeléctrico, ya que corresponde a uno de los primeros conflictos
con alto perfil sobre el desarrollo hidroeléctrico en Chile. Según Bauer
(2009), la construcción de la represa Ralco causó controversias a nivel
internacional acerca de derechos ambientales e indígenas en Chile.
Los movimientos de resistencia que se formaron contra Ralco sen-
taron un precedente frente al rápido proceso de aprobación de nuevos
proyectos, ya que dichos movimientos cuestionaron si los impactos
sociales y ambientales negativos causados por este tipo de desarrollo
eran justificables. Por lo tanto, el movimiento sentó las bases para
la oposición frente a otros proyectos extractivistas. Las transfor-
maciones de poder mediante la relación con el agua pueden ser
entonces iniciadas a través de un proyecto, como lo fue Ralco, im-
pidiendo la implementación de otros proyectos, como HidroAysén,2

1 El 4 de octubre de 2016, Endesa Chile, la empresa de generación


eléctrica más importante de Chile en cuanto a capacidad instalada,
cambió su nombre a Enel Generación Chile, como parte de un proceso
de reestructuración y renovación de imagen. Debido a las resistencias
formadas, primero contra Ralco y luego contra HidroAysén, las cuales
incluso impidieron la ejecución del proyecto, la empresa busca establecer
“un nuevo relacionamiento con las comunidades, basado en el diálogo y
la transparencia, para desbloquear conflictos, cumplir los compromisos y
generar una relación sustentable en el tiempo” (Enel, s.f.).
2 El proyecto HidroAysén contempla la construcción de cinco centrales
hidroeléctricas en la Patagonia Occidental en el sur de Chile. A pesar de

298
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

y transformando no solo las relaciones sociales sino también el recurso


en sí (Linton y Budds, 2014).
La construcción de una represa no solo involucra diferentes ámbitos
sino también distintas escalas geográficas: los proyectos a nivel local se
emplazan en estrategias de desarrollo y políticas globales. Asimismo,
la energía generada no se queda en el ámbito local, sino que es usada
a nivel regional y nacional; además, los beneficios generados se dis-
tribuyen entre los accionistas internacionales (Susskind et al. 2014).
Por lo tanto, los conflictos asociados son de carácter socioambiental
“glocal”, debido a la intervención de la naturaleza a escala local, pero
basada en políticas extractivistas definidas por organismos globales
(Rodríguez-Labajos y Martínez-Alier, 2015). Según Budds (2009), las
desigualdades sociales en el acceso y la gestión del agua constituyen el
punto central de las luchas causadas por la construcción de represas.
Sin embargo, estos conflictos en torno al uso y el control del agua
en territorios indígenas abarcan diferentes conexiones con el agua
y el territorio, así como con la construcción asociada de identidades
étnicas. Esto lleva a la fusión de la lucha en torno al control de los
recursos y en cuanto a quien define culturalmente y organiza a nivel
político dichos recursos, concebidos como sistemas socio-naturales
(Leff, 2015; Boelens, 2014). A pesar de que el giro neoliberal modificó
la percepción de los recursos y los transformó en materia prima
(Perreault, 2006), este giro conceptual no penetra todos los discursos
y percepciones, lo que demuestra este artículo mediante un análisis
cross-scale (Coombes et al., 2012, p. 812) que combina identidad,
­desarrollo y medio ambiente en torno a la construcción de la represa
Ralco en el Alto Bío Bío en el sur de Chile. El objetivo central consiste
en evidenciar cómo los mapuche-pehuenche mantienen una noción y
trato diferente, pero heterogéneo de lo “no humano” (Ulloa, 2014, p. 119),
lo que provoca conflictos no solo entre el grupo indígena, la empresa
ejecutora del proyecto —Endesa— y el Estado, sino también al interior
de los mismos pehuenche.

haber sido aprobado en mayo de 2011 por la Comisión de Evaluación


Ambiental de Aysén, el proyecto aún no ha iniciado su fase de construcción
debido al debate en torno al traslado de la energía a la zona central del país
y al alto rechazo ciudadano (Romero Toledo, 2014).

299
Johanna Höhl

Para tales efectos, primero se desmantela el término gobernanza,


que sirve como concepto para analizar la falta de incorporación de
visiones indígenas dentro de la institucionalidad, y también para
poder demostrar la insuficiente integración de los organismos encar-
gados respecto a temas energéticos, hídricos e indígenas. Dado que la
institucionalidad refleja y produce relaciones de poder a posteriori, se
indaga cómo ciertas socio-naturalezas se imponen sobre otras y con
qué efectos, así como el rol del conocimiento local e indígena en los
procesos y estructuras de gobernanza. A continuación, se hace referencia
al sistema de gobernanza en Chile en torno a agua, energía y pueblos
indígenas para pasar al análisis del caso de estudio seleccionado: la
aprobación y construcción de la represa Ralco en el Alto Bío Bío en el
sur de Chile. El estudio de caso enfoca dos líneas concretas, por un lado,
busca revelar cómo la fragmentación de la institucionalidad indígena
contribuye al agravamiento del conflicto socioambiental, y por otro
lado, permite entender cómo las diferentes posturas socioambientales
se articulan y qué consecuencias trae la heterogeneidad de posiciones
para la articulación de resistencias frente al proyecto hidroeléctrico.

Gobernanza como lente teórico


El término gobernanza comenzó a ser usado por geógrafos, soció-
logos, cientistas políticos y antropólogos a mediados de la década de
1990 (Baud et al., 2016; Bridge y Perreault, 2009; Pierre y Peters, 2000).
Según Pierre y Peters (2000) el concepto ganó importancia dado que
considera las instituciones y relaciones que forman parte de un proceso
de gobernanza en todo su alcance. Sin embargo, Bridge y Perreault
(2009) atribuyen el auge del concepto a un “giro cualitativo” en las
investigaciones acerca de la toma de decisiones, es decir, a un enfoque
más amplio del rol de grupos no tradicionales en la coordinación
económica y política. De acuerdo con Berkes (2010), la gobernanza
considera la interacción entre esferas públicas y privadas, es decir, el
Estado, el mercado y la sociedad civil, por lo que fija las reglas usadas.
En este orden de ideas, la gobernanza puede ser entendida como una
serie de procesos vinculados a la interacción entre los actores men-
cionados, y las estructuras que condicionan dichas relaciones (Pierre
y Peters, 2000).

300
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

La gobernanza comprende la política, los derechos y responsa-


bilidades, y fija al mismo tiempo sus objetivos y la agenda política.
Las reglas, convenciones y los códigos de comportamiento —tanto
formales como informales (Bridge y Perreault, 2009)— son vinculados
de forma horizontal a través del espacio geográfico, y de forma vertical
mediante diferentes niveles de organización (Armitage, 2008). Esto
permite describir tales sistemas institucionales (Bridge y Perreault, 2009)
y evidenciar transformaciones en los procesos de toma de decisiones
(Berkes, 2010). La gobernanza ambiental aborda decisiones en torno
a la gestión y los diferentes usos de recursos naturales. Esta pers-
pectiva de la gobernanza permite identificar y analizar relaciones de
poder entre los que deciden y los que no son escuchados, así como
los mecanismos con los que cuentan para articularse. De este modo,
es posible trazar una nítida imagen de las transformaciones de poder
sobre —y a través— de la naturaleza a nivel local, nacional y global,
al tomar en consideración un amplio espectro de actores (Baud et al.,
2016; Bridge y Perreault, 2009).

El nexo de agua y energía a través de


la perspectiva de gobernanza
Proyectos hidroeléctricos utilizan el agua como combustible libre
de costo para la generación de energía eléctrica (Prieto y Bauer, 2012).
Por lo tanto, este tipo de iniciativas dependen de decisiones vincu-
ladas tanto a la energía como al agua. Sin embargo, generalmente los
organismos privados y públicos tratan a la energía y al agua como
recursos independientes, y no consideran la importancia del nexo
entre ambos, que se evidencia en situaciones tales como la demanda
de energía para transportar agua o la necesidad de agua para generar
energía. Por lo tanto, la gestión de estos recursos se caracteriza por
sistemas institucionales fragmentados (Perreault, 2014). Políticas y
leyes son desarrolladas escasamente en conjunto, es decir, conside-
rando las interdependencias entre ambos recursos (Scott et al., 2011;
Bauer, 2009). Además, al planificar proyectos hidroeléctricos, no se
toman en consideración ni los impactos para los residentes locales e
indígenas ni para el medio ambiente, lo que genera conflictos entre los
diferentes actores involucrados en las distintas escalas (Scott et al., 2011).

301
Johanna Höhl

En términos generales, la gestión del agua y de la energía está enfocada


en asuntos técnicos y operacionales, así como en la distribución de los
recursos. A pesar de que las políticas energéticas cruzan diferentes
dominios, los organismos privados y públicos que abordan asuntos
energéticos escasamente dialogan con aquellos que fijan políticas
hídricas y en torno al medio ambiente, ni tampoco conversan con
representantes de los pueblos indígenas.
Por lo tanto, asuntos energéticos, tales como el desarrollo de
proyectos hidroeléctricos, son resueltos de forma fragmentada, a pesar
de que comprometen un amplio espectro de organismos (Florini y
Sovacool, 2009). Mientras que el agua ha sido identificada como un re-
curso cuyo control y acceso es disputado entre diferentes actores en dis-
tintas escalas (Prieto y Bauer, 2012; Romero Toledo, 2009; Budds, 2004),
la energía ha sido más bien analizada en torno a políticas energéticas
y aspectos económicos y tecnológicos, así como en relación a los
mercados de energía y decisiones políticas (Florini y Sovacool, 2009).
Por lo tanto, este artículo intenta cerrar tal brecha, al considerar el nexo
entre agua y energía mediante un análisis holístico de la construcción
de la represa Ralco y evidenciando las relaciones entre los diferentes
organismos involucrados, para así dar cuenta de las transformaciones
de poder en las diferentes escalas y entre los distintos actores, con
especial énfasis en los pueblos indígenas.

Gobernanza ambiental y pueblos indígenas


Los pueblos indígenas en América Latina demandan cada vez
más reconocimiento y representación política. Las luchas en torno al
uso y el control de recursos naturales en sus territorios visibilizan sus
demandas étnicas. A pesar de que estos conflictos parecen centrarse
en el control de tierra y los recursos, sus reclamos están fuertemente
entrelazados con sus luchas para el reconocimiento y la autonomía
(Coombes et al., 2012) y vinculados a su autopercepción como otros.
Dado que sus objetivos consisten en ganar más poder y autodetermi-
nación, tres intereses principales se solapan en sus discursos: tierra,
sustento de vida e identidad (Latta y Wittman, 2010). Esto ha pro-
vocado que la gobernanza ambiental le preste cada vez más atención
al rol de los pueblos indígenas en los conflictos socioambientales.

302
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

Particularmente, los investigadores se han centrado en el análisis


de su rol en las luchas para acceder y controlar recursos (Cronin y
Ostergren, 2007), así como en torno a la gobernanza del agua (Bark
et al., 2012). Sin embargo, a pesar de que los pueblos indígenas y sus
intereses han ganado importancia, este grupo se ha considerado más
bien como un actor homogéneo a nivel local (Coombes et al., 2012),
de modo que sus aspiraciones en torno a la autodeterminación y a
los derechos reclamados sobre su territorio prácticamente no son
apreciados (von der Porten et al., 2015).
La heterogeneidad y las diferencias internas de los pueblos in-
dígenas, así como la construcción de indigeneidad en sus d ­ iscursos,
no han sido analizadas a cabalidad. Tampoco se ha profundizado
en el rol de los pueblos indígenas en procesos de gobernanza.
Por lo tanto, es necesario considerarlos como un grupo particular,
tomando en cuenta, además, sus aspiraciones a gozar de autodeter-
minación y autonomía. Es esencial entender las reglas y legislaciones
de este grupo (von der Porten et al., 2015), así como sus relaciones con
lo no humano y el territorio, que son influenciadas por legados de
poder y valores históricos (Armitage, 2008), para poder dar cuenta
de sus posiciones en los procesos de toma de decisiones, tales como
la construcción de centrales hidroeléctricas. Estas transformaciones
socio-naturales crean cambios en las políticas y “nuevas geografías
de identidad, pertenencia y espacio” (Coombes et al., 2013, p. 694).
Los procesos de construcción de indigeneidad asociados son diversos
y complejos, lo que representa desafíos para su incorporación a
la institucionalidad. Además, las falencias en el reconocimiento
­indígena en diferentes escalas y organismos causan conflictos, tales
como la lucha de los pehuenche en contra de la construcción de la
represa Ralco.

Gobernanza y ecología política: pueblos indígenas,


hidroelectricidad y relaciones de poder
Los conflictos por recursos evidencian la necesidad de pro-
puestas de gobernanza multinivel, partiendo desde abajo. Es decir,
es imprescindible entender el funcionamiento y la relevancia de los
procesos y estructuras a nivel local antes de imponer propuestas y

303
Johanna Höhl

conceptos normativos desde arriba. La importancia de la gestión local


de recursos para poder crear un control más justo de los mismos ha
sido enfatizada por varios investigadores, quienes argumentan que es
necesario considerar los diferentes intereses, percepciones y conoci-
mientos (Barton, 2013; Ostrom, 2005). Esto ha provocado la creación
de procesos emergentes de descentralización y cogestión (Berkes,
2010), los cuales también toman en cuenta sistemas de conocimientos
indígenas sobre cambios ambientales (Armitage, 2008). A raíz de esto,
ecologistas políticos han propuesto acercamientos desde la gobernanza
ambiental para abordar los múltiples sitios y escalas donde se toman
decisiones en torno a recursos (Perreault, 2006). Estas perspectivas
permiten cambiar de un sistema de gestión basado en el mercado a uno
que integra visiones de distintas escalas y diferentes concepciones de
recursos, lo cual, por un lado, permite entender cómo desigualdades
entre humanos son creadas mediante cambios ambientales (Rodríguez-
Labajos y Martínez-Alier, 2015; Bridge y Perreault, 2009). Por otro lado,
este cambio de enfoque permite analizar relaciones de poder entre la
naturaleza y la sociedad (Budds, 2004), concentrándose en entender
cómo las relaciones son transformadas en diferentes niveles a través
de intereses particulares.
Las posiciones y el actuar de los organismos y grupos involu-
crados en reorganizaciones socioambientales están acompañados de
diferentes relaciones socio-naturales que se caracterizan tanto por
factores económicos y ecológicos, como por diferentes prácticas de
apropiación y uso de la naturaleza (Swyngedouw, 2011). Por lo tanto,
también tienen significados culturales. Esta visión desafía las aproxi-
maciones económicas y tecnocráticas que acompañan el proceso de
desarrollo, ya que anima a grupos sociales y comunidades a activar
otros tipos de acercamientos al desarrollo y la economía (Escobar, 2006).
Así, los conflictos se forman al atribuirles a las diferentes posiciones
los calificativos de ‘bueno’ y ‘malo’ con el fin de imponer una opción
sobre la otra para justificar un modelo y uso del recurso frente al otro
(Peluso, 2012), impregnándole un valor hegemónico (Escobar, 2006).
Estas disputas se agudizan cuando las relaciones socio-naturales van
acompañadas de la construcción de identidades étnicas, así como de
las aspiraciones a tener autodeterminación y autonomía.

304
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

Los pueblos indígenas se caracterizan por un entendimiento


diferente de la naturaleza: para ellos es una fuente de sustento, pero
también es sagrada, lo que no se puede traducir en valores económicos
inherentes al neoliberalismo, que desde la década de 1970 impulsa
procesos de privatización y desregulación con el fin de aumentar la pre-
sencia del mercado y disminuir la influencia del Estado (Harvey, 2007).
Al mismo tiempo, la mayoría de los pueblos indígenas se caracte-
rizan por tener un concepto de propiedad comunitario, entendiendo
el territorio como “eje central en torno al cual giran sus vidas”
(Ulloa, 2014, p. 133). Por lo tanto, sus perspectivas de desarrollo se
diferencian del modelo hegemónico, dándole otra dimensión a los
conflictos socioambientales, aumentando su complejidad debido a
la inclusión del componente de construcción de identidades étnicas.
Los ejes centrales de estas disputas son identidades, medio ambiente
y desarrollo (Escobar, 2006). Con base en lo planteado es posible
preguntarse: ¿cómo han respondido los mapuche a los discursos
transnacionales y nacionales que apuntan al desarrollo, haciendo
necesario un aumento de generación eléctrica? ¿Cuáles han sido los
mecanismos de gobernanza que han acompañado la articulación de
identidades indígenas, resguardando sus intereses y sus relaciones
socio-naturales?

El rol de conocimiento indígena


en conflictos socioambientales
Los proyectos hidroeléctricos pueden ser interpretados como
una “modernización del agua” (Bakker 2012, p. 618); son eventos que
perturban sistemas ecológicos (Bridge y Perreault, 2009), y por ende
alteran las relaciones socio-naturales existentes. Asimismo, modifican
los discursos asociados y pueden estallar procesos de construcción de
indigeneidad, así como demandas de autodeterminación y autonomía.
Para entender estas transformaciones es imprescindible considerar
el conocimiento local y de grupos indígenas en torno al agua y el
territorio, ya que dichos saberes pueden empoderar a estos grupos y
permitirles influenciar la toma de decisiones. Es por esto que la apre-
ciación de conocimiento “alternativo” es cada vez más importante en
la ecología política (Barber y Jackson, 2015; Leff, 2000).

305
Johanna Höhl

De acuerdo con Wilson (2014), el análisis de las posiciones lo-


cales e indígenas debe ser complementado tomando en consideración
las relaciones de poder desiguales que privilegian ciertas relaciones
socio-culturales, pues se puede argumentar que diferentes grupos
usan elementos similares en torno a visiones y prácticas acerca del
agua, pero con un interés estratégico diferente. Por ende, los pueblos
indígenas pueden usar argumentos metafísicos como elementos de
su construcción de identidades y también como armas para atacar
políticas hegemónicas de desarrollo y visiones predominantes de la
naturaleza (Boelens, 2014). Por lo mismo, es relevante incorporar
conocimiento local e indígena en el análisis de procesos de toma de
decisiones, ya que los grupos indígenas reinventan prácticas tradicio-
nales de gobernanza, las cuales incorporan su conocimiento ecológico
heredado para oponerse a las percepciones comunes del recurso y a
los proyectos asociados (Latta y Wittman, 2010). Sin embargo, las
posiciones indígenas no son claramente definidas ni homogéneas.
Sus estrategias son diversas y antagónicas, lo que aumenta la com-
plejidad de las disputas entre los diferentes actores y desafía procesos
y estructuras de gobernanza existentes.

Agua, energía y pueblos indígenas en Chile


La estructura actual del Estado chileno se caracteriza por su cons-
trucción vertical que concentra, por un lado, los procesos de toma de
decisiones en el nivel central con poco espacio para la participación
ciudadana y, por el otro, por tener poca influencia en áreas tales como
educación, salud y previsión debido a los altos grados de privatización de
estos servicios (Mascareño, 2010). En términos espaciales se concentra
el poder político y económico en la capital chilena, Santiago, ya que
los ministerios y las oficinas centrales de las empresas se ubican allí.
Además, la mayoría de las decisiones públicas y privadas respecto a las
inversiones en el país se toman en dicha ciudad, lo que provoca que un
gran número de proyectos de desarrollo se implementen en regiones sin
que ellos los hayan requerido o solicitado (Barton, 2013). A pesar de que
cada uno de los ministerios posee un representante a nivel regional —las
Secretarías Regionales Ministeriales (seremi)—, las políticas marco
se definen a nivel central. Por lo tanto, decisiones públicas y privadas

306
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

tomadas en Santiago determinan los impactos sociales y ambientales


del desarrollo en las diferentes zonas del país, lo que convierte a la
población local y a los pueblos indígenas en meros espectadores de las
incidencias causadas en sus territorios. Sin embargo, para velar por la
ejecución de las normativas existentes, el Estado creó en el año 1994
la Comisión Nacional de Medio Ambiente (conama), organismo que
debe controlar el cumplimiento de los proyectos con fines de desarrollo
económico e impactos ambientales con la legislación correspondiente,
mediante la evaluación de impacto ambiental (eia).
El desarrollo energético también se determina en Santiago, a
pesar de que la mayoría de los proyectos se realizan fuera de la urbe.
Asimismo, la generación y distribución de energía en Chile están
sujetas al neoliberalismo y las reglas del mercado, es decir, operan
bajo la lógica de generar un mayor crecimiento económico (Prieto y
Bauer, 2012). Sin embargo, no solo las políticas energéticas son acor-
dadas a nivel central, sino que el mercado energético también opera
a esta escala, sin considerar asuntos regionales en cuanto a demanda
y oferta energética. El valor de cada unidad de energía determina si
es inyectada al sistema interconectado, independientemente de cómo
sea producida (Barton, 2013; Prieto y Bauer, 2012).
Susskind et al. (2014) así como Prieto y Bauer (2012) han detallado
el funcionamiento del sector energético en Chile. Los principales
organismos gubernamentales involucrados en el sector energético
chileno son los siguientes: la Comisión Nacional de Energía (cne), la
Superintendencia de Electricidad y Combustibles (sec) y el Ministerio
de Energía. Mientras que el Ministerio de Energía, creado en 2010,
asume funciones políticas, la sec corresponde al ente fiscalizador.
La cne, que hasta 2010 fue el actor principal en torno a estrategias y
asesorías energéticas, sigue fijando los precios de nudo según la ley, los
cuales son claves para establecer el precio que paga la mayoría de los
consumidores. La generación de energía es realizada principalmente
por el oligopolio conformado por las empresas transnacionales Endesa
y aes Gener, así como por la compañía nacional Colbún, quienes en
conjunto mantienen una participación del mercado de más del 70%
(La Tercera, 3 de febrero de 2017). El cumplimiento de la satisfacción
de la demanda en el país es controlado por los Centros de Despacho

307
Johanna Höhl

Económico de Carga (cdec). Los dos principales Centros —el sing


y el sic3— determinan qué plantas de producción energética entran
en operación para satisfacer la demanda en un momento preciso, lo
que tiene como objetivo generar competitividad entre los diferentes
generadores de energía (Prieto y Bauer, 2012).
La lógica neoliberal también se aplica en la gestión del agua en
Chile. A pesar de que el Código de Aguas define el agua como un
bien público, los derechos de uso son privados y otorgados por parte
del Estado. Al otorgarle derechos de propiedad sobre el agua, el re-
curso es, además, separado de las tierras en el nivel administrativo
(Prieto y Bauer, 2012; Bauer, 2009), lo que ha generado reclamos por parte
de los pueblos indígenas, ya que esto se contradice con su percepción
socio-natural que vincula tierra y agua intrínsecamente (Molina, 2012).
Al mismo tiempo, la mercantilización del agua ha llevado a una con-
centración de derechos de agua en manos de grandes compañías
mineras y el sector hidroeléctrico (Budds, 2004), lo cual ha provocado
numerosos conflictos por el control y el acceso al agua entre mineras y
empresas de generación eléctrica y las comunidades locales e indígenas
afectadas (Prieto, 2016; Romero Toledo, 2009).
La articulación indígena que acompaña estas disputas ha vivido
un auge en América Latina y en Chile 4 a inicios de los noventa.
El Quinto Centenario en 1992, marca un punto culmen e inédito para los
pueblos indígenas y sus inquietudes a nivel latinoamericano y mundial.
Las actividades realizadas durante este año crean una plataforma
para la articulación y el posicionamiento de los pueblos indígenas
como “otros”, y Chile no queda fuera de este proceso (Höhl, 2015).
El gobierno chileno responde a estos sucesos adelantando la

3 El sing (Sistema Interconectado Norte Grande) que opera desde Arica hasta
Antofagasta, y el sic (Sistema Interconectado Central), que opera entre la
Región de Atacama y la Región de los Lagos, son los sistemas de distribución
eléctrica más importantes de Chile (www.coordinadorelectrico.cl/).
4 Chile es muchas veces presentado como un país en el cual la población indígena
ha sido asimilada o integrada debido al bajo porcentaje que constituye, en
relación con la población total. De esto dan cuenta antologías que no incluyen
a Chile —junto con Argentina y Uruguay— en sus recopilaciones en torno a
tensiones entre los pueblos indígenas y actores públicos y privados, así como
con la sociedad civil (véase Maybury-Lewis, 2002).

308
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

proclamación de la Ley Indígena, cuyo proyecto de ley fue elaborado


en conjunto con representantes de los diferentes pueblos indígenas
presentes en el país. Con la incorporación de grupos no tradicionales
en este proceso de gobernanza, el gobierno de turno buscó consolidar
una nueva relación con los pueblos indígenas del país. Sin embargo, al
promulgarse la nueva Ley, con un texto legal modificado el 5 de octubre
de 1993 que no toma en consideración aspectos claves reiterados por los
pueblos indígenas —tales como el reconocimiento constitucional—,
se evidencia la imposición de un marco para el trato de los pueblos
indígenas por parte del Estado y por ende una perspectiva jerárquica
(de arriba hacia abajo).
Mediante la proclamación de la Ley Indígena, también se da inicio
a la fundación de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena
(conadi), que fue ubicada en Temuco —es decir no centralizándola
en Santiago—, y sus funciones comprenden la canalización de las de-
mandas indígenas en torno a más autodeterminación, pero también la
protección de sus derechos e intereses (Levil, 2006). Para tales efectos,
el organismo cuenta con diferentes fondos para dirigirse a asuntos
relacionados con agua y tierras, cultura y educación, así como con
el desarrollo económico. Sin embargo, tanto la Ley como la conadi
están subordinadas a la lógica neoliberal, a los intereses del Estado y del
sector privado (Höhl, 2015). En efecto, no dan cuenta de las relaciones
socio-naturales dinámicas y complejas de los pueblos indígenas, que
se adaptan a —y surgen en— diferentes contextos (Wilson, 2014).
La construcción de la empresa Ralco da cuenta de la articulación in-
dígena y los desafíos que enfrenta la heterogeneidad de los pehuenche
en los procesos y estructuras de gobernanza multi-escalares vinculados
a temas de agua, energía e indígenas.

Metodología
Para la comprensión holística de las diferentes posturas y poder
detallar los efectos causados por transformaciones socio-naturales
mediante proyectos hidroeléctricos, se estudia un caso concreto, lo
que permite entender procesos y contextos, así como razones de un
fenómeno determinado (Flyvbjerg, 2011). Esto permite, al mismo
tiempo, analizar procesos de gobernanza en diferentes contextos

309
Johanna Höhl

y en torno a distintos actores (Armitage, 2008). Debido a que se busca


responder a fenómenos basados en preguntas de ‘por qué’ y ‘cómo’,
el análisis de casos concretos es lo adecuado. Del mismo modo, esta
aproximación permite entender acontecimientos contemporáneos
sobre los cuales el investigador no tiene —o casi no tiene— el control
(Yin, 2009). Por lo tanto, esta investigación se basa en una lógica
inductiva (De Vaus, 2001), ya que apunta a construir teoría con base
en observaciones de ciertos casos.
Concretamente, para estudiar el caso del proceso de aprobación
y construcción de la central hidroeléctrica Ralco se han revisado
fuentes secundarias, principalmente artículos de diferentes diarios
(La Época, Diario Austral de Temuco, La Nación, El Mercurio); trabajos
­académicos e informes realizados por parte de entidades internacionales;
y documentos del proceso de evaluación de impacto ambiental y la
resolución de calificación ambiental. La información obtenida ha sido
analizada de forma cualitativa para identificar las constelaciones de
los actores, sus conocimientos y relaciones socio-naturales. Mediante
la triangulación de datos de diferentes fuentes es posible determinar
la complejidad de las relaciones entre los actores, así como validar la
información obtenida (Creswell, 2014). Esto no solo permite describir
cómo ciertas relaciones socio-naturales son validadas y legitimadas
por identidades colectivas, sino también entender cómo se movilizan
los límites entre los diferentes grupos para defender estrategias par-
ticulares y ejercer poder.

El proyecto Ralco
La primera prueba de resistencia para la nueva legislación indígena
y la conadi fue el proyecto Ralco, construido por Endesa Chile con
una inversión de 474 millones de dólares y otros 12 millones de dólares
para la conexión con la red eléctrica (Namuncura, 1999), ubicada a 120
km al sureste de Los Ángeles en el borde de las regiones viii (Bío Bío)
y ix (La Araucanía) (figura 1). Ralco represa agua del río Biobio, del
afluente Lomin, así como de afluentes más pequeños. El proyecto no
contaba con el apoyo financiero por parte del Banco Mundial, debido
a irregularidades en la ejecución de su par Pangue, particularmente
en cuanto al trato de las poblaciones indígenas afectadas (fidh, 2003).

310
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

El embalse tiene en la actualidad una capacidad de 1.222 millones m3


que cubren 3.467 hectáreas. La potencia instalada corresponde a dos
turbinas que pueden generar 390 y 300 mw respectivamente. Con esto
es la planta de producción energética más grande del país (Bauer, 2009).
250000 300000

75∞0'W 70∞0'W

Perú
N
Bolivia

Región del
20∞0'S
20∞0'S

Océano Pacífico

Concepción Bío-Bío
Océano Pacífico

Argentina
República
Chile

Los Ángeles
Santa Bárbara
Mulchen
30∞0'S
30∞0'S

Angol
Alto Bío-Bío #
^#
Argentina

Vn. Callaquí
Vn. Copahue

Región de la
40∞0'S

Araucanía
40∞0'S

Temuco Trapatapa

Luisa
50∞0'S
50∞0'S

Loncopangue
80∞0'W 70∞0'W

Los Chanques
Región del
Callaquí Bío-Bío
Alto Bío-Bío
Ralco
Simbología
^l .
5800000

5800000
^ Central Hidroeléctrica
Central #
Ciudad Vn. Callaqui
Hidroeléctrica
Pueblo Pangue
# Volcán
Río Biobío
División regional
Central ^ Lepoy
Hidroeléctrica
Ralco
Villicura

Región de la 0 4 8 16 Km Región de la
Araucanía Araucanía
Source: Esri, DigitalGlobe, GeoEye, i-cubed, USDA, USGS, AEX,
Getmapping, Aerogrid, IGN, IGP, Swisstopo, and the GIS User Community
250000 300000

Figura 1. Localización de la central hidroeléctrica Ralco.


Fuente: elaboración propia.

En 1994 Endesa sometió voluntariamente el proyecto Ralco al


proceso de eia. Esto demuestra que pese a que el Estado mantiene un
rol preponderante de velar por el medio ambiente (Liverman, 2004),
el sector privado se auto-impone ciertos estándares ambientales
—sobre todo las empresas transnacionales que operan a nivel global.

311
Johanna Höhl

Sin embargo, estos patrones resultan ser demasiado bajos, sobre todo
desde la perspectiva de los pueblos indígenas. Por esto, y por tratarse
de uno de los primeros procesos de eia en Chile, la aprobación del
proyecto tomó varios años. Sin embargo, la empresa buscó acelerar el
inicio de las obras y la aprobación del proyecto. Con esto se enfrenta
primero a la cne, que en el año 1995 critica abiertamente la decisión uni-
lateral de Endesa de declarar en construcción la central hidroeléctrica.
Esto debido a que en dicho momento el desarrollo de otras fuentes de
energía, tales como el gas natural, era más económico, por lo que la
incorporación del proyecto Ralco en el cálculo de las tarifas aumentó
los precios de la energía (Grupo de Acción por el Alto Bío Bío, 2000).
En marzo de 1996, la eia elaborada por Endesa fue presentada a diversos
organismos públicos, tales como la sec, la conadi, la cne, la conama,
la Municipalidad de Santa Bárbara y la Gobernación Provincial de Bío
Bío para su revisión (conama, 1997). Particularmente, la conadi juega
un rol clave en el rechazo del proyecto. Para hacer frente a las críticas
de los pehuenche, conama autorizó la presentación de un anexo.
Posterior a la presentación del mismo, la entidad ambiental aprobó
el proyecto a inicios de junio de 1997 (La Época, 5 de junio de 1997),
decisión que fue ratificada el 23 de septiembre de 1997 por su junta
directiva. En vez de velar por el cumplimiento de las normas reciente-
mente establecidas, la aprobación del proyecto por parte de conama
corresponde a una decisión política que demuestra el apoyo estatal
al desarrollo de esta índole de proyectos (Kaltmeier, 2004), los cuales
son al mismo tiempo una demostración del “discurso hegemónico de
represas y desarrollo” (Romero Toledo 2014, p. 171) presente en Chile.
Asimismo, esta resolución califica el sistema de eia como proceso para
facilitar la legitimación y la realización de proyectos hidroeléctricos
(Prieto y Bauer, 2012).
Sin embargo, conadi, acorde a la Ley Indígena, se opuso a
las propuestas de Endesa por diferentes razones, tales como la se-
paración de familias, la pérdida de territorio ancestral y cambios
en la vida cultural pehuenche. La resistencia del organismo estatal
provocó la destitución de su segundo director y la designación de un
tercero por parte del Estado, debido a la importancia del proyecto
para el desarrollo del país. Este cambio posibilitó la mayoría de las

312
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

permutas de tierras a inicios de 1999, lo que le permitió a Endesa


continuar con las obras (Namuncura, 1999). Sin embargo, un grupo
de seis mujeres siguió resistiéndose al proyecto, presentando recursos
de protección frente a diferentes tribunales nacionales. Cuando la
justicia chilena falló a favor del proyecto, presentaron una denuncia
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (cidh) en
2002 (cidh, 2002). Entretanto, la cne cambió su postura frente al
proyecto: en 2003 clamó por la puesta en marcha de la Central, ya que
cualquier demora significaba la amenaza de un aumento de precios
de la energía, así como de racionamiento energético —medida para
presionar las últimas resistencias indígenas. Asimismo, mediante su
discurso, al no haber nada en cartelera posterior a Ralco, la cne dio
señales positivas a los inversionistas para que presentaran nuevos
proyectos energéticos (Emol, 27 de septiembre de 2004; Emol, 17 de
abril de 2001). En el mismo año las mujeres indígenas en resistencia
llegaron a un acuerdo amistoso con el Estado chileno, de modo que
la Central pudo entrar en marcha (Urquieta, 2013). Diez años después
del ingreso del proyecto al proceso de eia, la Central finalmente
inició sus operaciones en 2004 después de que 675 personas fueran
reasentadas, de las cuales aproximadamente 500 pertenecen a la
etnia pehuenche (Susskind et al. 2014).
Es por esto que el proceso de aprobación y construcción de la
central hidroeléctrica Ralco representa un caso emblemático, tanto
para el Estado y la empresa ejecutora del proyecto, como para los
movimientos de resistencia. La construcción de la represa ha sido
clave para la articulación de una oposición, ya que en el marco de
la discusión sobre la implementación del proyecto se evidenciaron
las consecuencias negativas ambientales y los impactos sociales: por
ejemplo, la reubicación de los pehuenche y las falencias institucionales
en torno a la protección del medioambiente y los derechos indígenas.
Por lo tanto, se trata de un caso emblemático para el análisis de posi-
ciones, no solo entre los actores en las diferentes escalas, sino también
dentro de los pueblos indígenas; además, evidencia la complejidad
de las interacciones de las comunidades indígenas al interior de los
procesos y estructuras de gobernanza impulsados por entidades
públicas o privadas.

313
Johanna Höhl

La fragmentación de la institucionalidad indígena


La planificación y construcción de Ralco puso a prueba la capa-
cidad de respuesta del “nuevo trato de los pueblos indígenas” —pro-
metido por el pacto de centro izquierda Concertación de Partidos por
la Democracia al finalizar la dictadura en 1990 (Kaltmeier, 2004)—,
así como la institucionalidad ambiental recientemente fundada. Según
Bauer (2009), estos marcos legales no consideran las múltiples con-
secuencias externas causadas por los proyectos hidroeléctricos, tales
como los impactos para otros usos del agua, así como los daños al
medio ambiente, y tampoco las consecuencias para las comunidades
indígenas (Susskind et al., 2014; Namuncura, 1999). El proceso de eia
demuestra claramente estas falencias: desprotege los puntos de vista y
modos de vida de las comunidades indígenas y privilegia los intereses
nacionales basados en el modelo neoliberal (Correa y Mella, 2010;
Levil, 2006). Los pehuenche y la población local no son solamente
excluidos de la toma de decisiones, sino también del territorio, del
cual se apoderan los intereses transnacionales que imponen lógicas
de relación con el entorno a partir del mercado (Ulloa, 2014). La Ley
Indígena y la conadi permiten visibilizar el sobreseimiento de los
derechos de los pueblos indígenas (Höhl, 2015), pero son deslegiti-
mados al subordinarse al desarrollo y las inversiones (Levil, 2006).
Las entidades gubernamentales encargadas del desarrollo energético
presentan la Central como un “aporte fundamental al sistema eléctrico
chileno y al crecimiento económico y social de este país” (Campos, 2004),
lo que está en línea con la visión de Endesa, según la cual
[…] la puesta en marcha de Ralco, la quinta represa más alta del
mundo, [es] prioritaria para asegurar el abastecimiento eléctrico de
Chile y responder a su fuerte demanda energética, que año a año va
creciendo fuertemente. (Campos, 2004)

Siguiendo este orden de ideas, Ralco responde a un proyecto


de país que busca imponer la visión hegemónica de la élite política
y económica en torno al desarrollo y las relaciones socio-naturales.
Sin embargo, conadi critica abiertamente estas posturas que presentan
el proyecto como la única opción para permitir más generación ener-
gética en el país, y así su desarrollo, dejando por fuera pensar en otras

314
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

alternativas: “Se parte con una afirmación descontextualizada sobre


las necesidades del desarrollo y la imposición de los intereses de las
mayorías sobre los particulares” (conadi, 1997). Por lo tanto, conadi
busca incidir en los procesos de toma de decisiones.
Esto también rige en cierta medida para conama, quien presenta
reparos al proyecto, vinculados principalmente a la reubicación de los
pehuenche afectados. Sin embargo, la presión ejercida por el poder
hegemónico provoca que la entidad ambiental resuelva a favor del
proyecto, y presiona a la conadi, indicando que los planes de Endesa
en torno a la reubicación de la población indígena son adecuados,
ya que la calidad de vida se mantiene e incluso podría mejorar
en algunos casos (Diario Austral de Temuco, 6 de junio de 1997).
Estas declaraciones por parte de conama evidencian la baja inci-
dencia política del conocimiento indígena y local del territorio, el
cual la conadi sí toma en consideración en su postura frente a las
permutas de tierras:
En resumen, por los antecedentes que se manejan, la conadi
hace presente que las tierras que son ofrecidas a cambio son debida-
mente comparadas, ni económica ni funcionalmente, lo cual resulta
en una sobreestimación de la eficiencia de las compensaciones y más
grave aún, pone en peligro la integridad física de las familias que se
pretenden reasentar. (conadi, 1997)

Las tierras alternativas están ubicadas en zonas que no permiten


una agricultura de subsistencia durante los inviernos fuertes, lo que
modifica el sistema cultural pehuenche y, además, fragmenta aún
más las comunidades indígenas (Diario Austral de Temuco, 24 de
junio de 1997). La aprobación del proyecto y de la permuta de tierras
a nivel nacional altera el ordenamiento ancestral del territorio y omite
la importancia del territorio colectivo (Ulloa, 2014). Asimismo, la
resistencia indígena al proyecto, así como la oposición de la conadi,
no modifican los procesos de toma de decisiones para lograr mayor
autodeterminación y autonomía de los pueblos indígenas en sus te-
rritorios. Por lo tanto, frente a los modos de vida bajo las lógicas del
neoliberalismo, las visiones y formas de vida indígenas no adquieren
una posición más equitativa y respetada mediante la Ley Indígena.

315
Johanna Höhl

Por el contrario, se deben adaptar a las reglas de mercado para man-


tener su calificación “indígena” por la hegemonía.
La Ley Indígena no trasciende más allá de la conadi, con lo que se
reafirma la limitación de la incidencia política de los pueblos indígenas
en diferentes escalas. La consideración de la Ley por parte de otros orga-
nismos estatales es acotada, lo que demuestra la debilidad del mecanismo
recientemente creado para defender los derechos indígenas frente a las
aspiraciones del sector energético. Con el giro de la posición de la cne
frente a Ralco, esta entidad vela por evitar una subida de las tarifas sin
considerar los costos ambientales y sociales asociados:
Si la central hidroeléctrica Ralco que se construye en el Alto Bío
Bío atrasa su entrada en operaciones prevista para mediados de 2004,
el país deberá enfrentar un severo racionamiento eléctrico y un au-
mento del precio de la electricidad de hasta un 40%. (Diario El Sur, 12
de junio de 2003)

En relación con el cambio de postura, también es importante


mencionar que la secretaria ejecutiva de la cne, en los años anteriores
a la puesta en marcha de Ralco, es la ex secretaria ejecutiva de conama
durante el proceso de eia, quien aprobó el proyecto. Esto evidencia
la politización de la aprobación y construcción de la represa, impo-
niéndose intereses transnacionales y nacionales frente a impactos
ambientales y sociales en territorio indígena, los cuales impactan
su forma de vida, obligando a muchas familias a buscar una nueva
existencia (Susskind et al., 2014).
Los discursos de la élite económica y política imponen claramente
una hegemonía socio-natural. El gobierno de turno enfatizaba que la
oposición de los pehuenche a las permutas propuestas por parte de
endesa impedía el desarrollo económico del país (Kaltmeier, 2004).
Los trasfondos de la resistencia indígena no son considerados. Con
esto, el Estado reivindica el discurso con el cual ha justificado el
trato violento hacia los pueblos indígenas desde la Independencia:
los mapuche y su cosmovisión han impedido y siguen estorbando el
desarrollo del país, por lo que deben ser obligados a adaptar la visión
hegemónica o trasladados a territorios en los que no impidan el
progreso de la sociedad (Höhl, 2015). El objetivo de imponer su

316
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

­ erspectiva en torno al desarrollo también se refleja en la idea de


p
“desarrollo con identidad” presente en la Ley Indígena (Diario Austral
de Temuco, 28 de septiembre de 1993). Aunque la conadi entiende este
planteamiento más bien como la “respuesta del Estado y la sociedad
chilena a los ‘efectos del desarrollo’ y, en tal modo, ha[n] establecido
el interés general de la nación sobre el privado” (conadi, 1997).
Sin embargo, este pacto entre la sociedad y el Estado se quiebra
con el proceso de aprobación del proyecto Ralco, ya que, en vez de optar
por alternativas socialmente más eficientes, el Estado decidió apoyar
los intereses transnacionales y económicos, para lo cual presionó a
los organismos que forman parte del proceso de toma de decisiones,
e hizo los ajustes necesarios, tales como la destitución de directores
de la conadi (Namuncura, 1999). Así, desde su punto de vista y el de
Endesa, Ralco se convierte en
[…] un suceso histórico que acontece en el momento más
oportuno, una obra de miles de personas que supieron superar las ad-
versidades del clima, pero también los problemas sociales, de acuerdo
a la legislación chilena. (Campos, 2004)

La hegemonía económica y política no reconoce visiones diferentes


de la economía, naturaleza y cultura, ni tampoco busca una participación
efectiva de la población local e indígena en cuanto a la intervención
del territorio, a pesar de que tanto conadi como conama pusieron
en evidencia los reclamos hechos por grupos ambientales e indígenas.
Esta falta de consideración provocó finalmente la ­radicalización y
fuertes protestas de los movimientos de resistencia con base en posturas
socio-naturales distintas (Carruthers y Rodríguez, 2009).

Las diferentes posiciones


socio-naturales frente a Ralco
Frente a los procesos de aprobación y construcción de la central
hidroeléctrica Ralco se evidencian diferentes relaciones socio-naturales
que se articulan de forma distinta. Es importante destacar que los
discursos no representan grupos homogéneos que pueden categori-
zarse en los ejes centrales —organismos públicos y privados, sociedad
civil y pueblos indígenas—. Por el contrario, los actores centrales se

317
Johanna Höhl

caracterizan por posiciones heterogéneas frente al proyecto, creando


alianzas entrelazadas, así como presentando profundos quiebres.
Una de las principales fracturas consiste en las divisiones que provocó
el proyecto entre los pehuenche afectados. Sin embargo, los diferentes
grupos generalmente se identifican y categorizan en tres tipos: los que se
benefician de la construcción de la represa y son satisfechos; los que
se benefician, pero no son satisfechos; y los que no quieren abandonar
sus tierras (fidh, 2003); dicha categorización debe ser rectificada al
tomar en cuenta procesos de construcción de identidades, así como
las diferentes socio-naturalezas asociadas. Bajo este marco de análisis
se pueden identificar los siguientes grupos: los que resisten a la cons-
trucción de la Central defendiendo sus significados culturales; los que
negocian con la empresa, provocando que sean excluidos del grupo
indígena por sus pares, pero quienes tampoco quieren pertenecer a
la sociedad chilena subordinada al neoliberalismo, ya que buscan
mantener de alguna manera relaciones socio-naturales fundamentadas
en el conocimiento local e indígena; y, por último, está el grupo de
los que adoptan las visiones hegemónicas del mundo chileno y neo-
liberal habiendo ya anteriormente renunciado a su herencia cultural.
Bajo este esquema, las resistencias y aprobaciones por parte de los
pueblos indígenas adquieren otra dimensión.
Las hermanas Quintreman —las caras visibles de la resistencia in-
dígena frente a Ralco— ya no representan solo la oposición a la Central,
sino que también, evidenciando las socio-naturalezas profundamente
ligadas a sus identidades indígenas, buscan demarcarse del mundo
chileno neoliberal y de los miembros de su grupo étnico que se han
sometido a las reglas del mercado. Ellas viajan no solo a Santiago, sino
también fuera de Chile para luchar por sus derechos y en contra de la
central hidroeléctrica; de este modo, han llevado de un nivel local a uno
global la resistencia frente a la construcción de la represa, y también la
lucha indígena por más control sobre sus territorios.5 Así, su discurso

5 Para su resistencia son galardonadas con el premio Petra Kelly entregado


por la Fundación Heinrich Böll en el año 2000 (véase Ecología Política
(2000). Desde Chile, contra endesa. Ecología Política 19, 165-166).

318
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

se basa en sus relaciones con el territorio, la tierra y la naturaleza que


difiere de la visión hegemónica:
Nos han prometido una fortuna, pero no queremos el dinero.
Tenemos otra visión del mundo. […] Amamos la madre tierra y la
vida aquí. […] El río, la cordillera, nuestro idioma, nuestra cultura,
por todo eso nos quedamos. Soy una persona de principios, aquí en
mi tierra están mis raíces, resistiré para siempre en mi tierra. (fidh
2003, pp. 36-37)

La tierra no tiene precio (Toro, 2013). Sin embargo, esta visión no


es compartida por todos los miembros de su comunidad. El proyecto
hidroeléctrico provoca la separación de familias y de las comunidades
indígenas en la zona: “Una rivalidad profunda se apreciaba, por ejemplo,
entre los linajes Levi y Curriao” (Moraga, 2001, pp. 95-96). Mientras
que unos defienden la iniciativa de Endesa, otros se oponen fervien-
temente al proyecto. Los pehuenche que apoyan el proyecto y aceptan
las ofertas realizadas por la empresa transnacional están convencidos
de que las medidas mejorarán su situación económica y social:
Nosotros antes teníamos una o dos hectáreas de tierra allá abajo
en Lepoy. Apenas nos alcanzaba para criar algunas aves, animalitos y
hacer huerta. Acá Endesa nos pasó veinte hectáreas promedio. Todos
lo vimos como un avance. (Cayuqueo, 2007)

Para ellos el proyecto representa una transformación socio-natural


positiva, y la ven como una oportunidad:
La situación estaba mala, no había trabajo, no teníamos tierra,
animales y Endesa nos prometió ayudarnos. […] Nosotros veíamos
que era favorable para nuestra gente permutar las tierras. Había
mucha pobreza, casi ningún futuro para nuestros hijos en esas tierras
y el ofrecimiento de Endesa lo encontramos bueno, todos lo encon-
tramos bueno. (Cayuqueo, 2007)

Al mismo tiempo, las faenas habían creado empleos y muchos de


los que apoyaban el proyecto trabajaban en ellas (Toro, 2013).
Los discursos antagónicos de los grupos mencionados también
reflejan diferentes visiones de desarrollo y, por lo tanto, lazos con

319
Johanna Höhl

distintos grupos de interés. Mientras que unos comparten la necesidad


del crecimiento económico del país bajo el paradigma del neolibera-
lismo para el cual Ralco es importante, otros mantienen una visión
de desarrollo diferente, basada en relaciones socio-naturales distintas:
“Están matando una identidad, una cultura. Hay un cementerio en
estas tierras que será inundado, algo a lo que no se puede dar un valor
económico” (fidh, 2003, p. 36). Esto resulta en una fuerte polarización
y demarcación de unos y otros. Los defensores del territorio ancestral
tildan de ‘otro’ a los que apoyan el proyecto y los denominan como
“vendido[s], ahuincado[s]” (Moraga, 2001, p. 53), es decir, desde su
punto de vista renuncian a sus identidades étnicas al abandonar sus
tierras y al aceptar el traslado a otra localidad: “A los que se fueron
les interesa el dinero” (fidh 2003, p. 37). De este modo, ellos dejan
sus tierras ancestrales y su herencia cultural, y se unen a la cultura
hegemónica, en este caso chilena.
La construcción de la represa evidencia, por lo tanto, las líneas
de demarcación que existen dentro del grupo étnico en cuanto a la
pertenencia al grupo indígena (Höhl, 2015), basadas en las diferentes
visiones en torno a desarrollo, la naturaleza y el territorio. Estas di-
visiones dentro del grupo indígena le han permitido tanto a Endesa
como al Estado chileno ejercer presión sobre la minoría que se opone,
desarrollando un discurso que busca demostrar que no hay incom-
patibilidad entre la cosmovisión indígena y el proyecto hidroeléc-
trico, dado que parte del grupo indígena apoya la iniciativa: “las
familias que se oponen a Ralco son la minoría” (fidh, 2003, p. 34).
Este es un punto clave que impide un mayor impacto e integración de los
conocimientos locales e indígenas en los procesos de toma de decisiones.
Sin embargo, el proyecto Ralco no solo lleva a la resistencia por
parte del grupo indígena. También un grupo de ambientalistas se opone
a la construcción de la Central. El Grupo de Acción por el Alto Bío Bío
(gabb)6 impulsa la oposición ambientalista frente al proyecto, debido

6 El gabb es una de las primeras organizaciones medioambientalistas que


se forman con el regreso a la democracia en 1990. Durante la dictadura de
Pinochet no existían políticas ambientales y no se constituían movimientos
ambientales, ya que eran perseguidos al ser considerados potenciales
opositores al regimen (Sabatini, 1997).

320
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

a que presenta “impactos ecológicos y étnicos imposibles a mitigar”


(gabb, 1999). Ellos apoyan a las hermanas Quintreman en su lucha contra
Endesa. Sin embargo, por parte de los pehuenche también hay descon-
fianza frente a los ambientalistas. Mientras que los indígenas defienden
su territorio y sus sitios sagrados basándose en los procesos de cons-
trucción como grupo étnico, los ambientalistas privilegian la protección
de la flora y la fauna (Diario Austral de Temuco, 11 de junio de 1997).
Los pehuenche quieren evitar una mezcla de objetivos, así como un
aprovechamiento de su cosmovisión y de sus conocimientos, lo que
está directamente vinculado a su lucha por mayor autodeterminación
y autonomía, por lo cual se demarcan de los activistas usando con-
ceptos en mapuzungun —idioma mapuche— como Itrofil Mongen,
en sus discursos:
We, the Mapuche-Pehuenche are the keepers of knowledge
about Itrofil Mongen [biodiversity], which allows the preservation of
ecosystems, and which is the source of ideological and cultural inspi-
ration for us… (Agua Latina, 2001)

Pero, los pehuenche que se oponen a la aprobación y construcción


de la central Ralco no solo reciben apoyo por parte del gabb. Una parte
de la sociedad chilena también respalda la resistencia pehuenche frente
a la construcción de la central hidroeléctrica. La aprobación de la Ley
Indígena, así como la inauguración de la conadi han creado, por un
lado, consciencia en torno a los derechos de los pueblos indígenas y
sus conocimientos ancestrales acerca de lo no humano. Los impactos
de los proyectos planteados como fuentes de “desarrollo” ya no son
aceptados a cualquier costo, sino que también han sido cuestionados
y reprochados:
Estoy en contra de la construcción de la represa en Ralco porque
pienso que el territorio que se va a ocupar es territorio mapuche.
(Diario Austral de Temuco, 16 de junio de 1997)
El Gobierno y la Conama no deberían autorizar la construcción
de la represa, para garantizar el bienestar de nuestros indígenas.
(Diario Austral de Temuco, 11 de junio de 1997)
[…] mi más profundo descontento y desacuerdo por la reciente
aprobación […] de la central hidroeléctrica Ralco en el Alto Bío Bío.

321
Johanna Höhl

[…] A pesar de la existencia de una nueva Ley Indígena y de la ne-


gativa por parte de los pehuenches a la construcción de esa represa, el
gobierno y Endesa han pasado por encima de todo eso. Es un engaño
el que estas familias tendrán mejores condiciones de vida. (La Época,
20 de junio de 1997)

Por otro lado, se manifiesta la transformación de las relaciones


socio-naturales a raíz de la aprobación de la construcción de la central
Ralco. Se inician procesos para repensar el territorio y las naturalezas
ancladas en las resistencias indígenas, así como las posturas hege-
mónicas de desarrollo: “No permitamos que se destruya el Alto Bío
Bío en favor de Endesa. Es una prioridad defender nuestra riqueza
nacional” (La Época, 19 de junio de 1997).
Asimismo, se inicia una revalorización de lo indígena en función
de la protección del medio ambiente y la resistencia a la hegemonía
neoliberal y transnacional, lo que, sin embargo, al mismo tiempo
provoca una cierta glorificación de los indígenas como defensores de
lo no humano (Ulloa, 2014).
No obstante, también se muestran las limitaciones del proceso
transformador. El discurso contra-hegemónico no logra derrumbar
visiones prevalecientes. Aún el neoliberalismo asociado al desarrollo
sin considerar las externalidades que afectan el medio ambiente y
los pueblos indígenas es respaldado y legitimado dentro de la so-
ciedad chilena:
Ralco es desarrollo para el país. Ralco es importante por el
avance que significa para la región. Antes que nada, tenemos que
estar con el progreso. Si la construcción de la central es para bien,
entonces hay que darle visto bueno. (Diario Austral de Temuco (a), 11
de junio de 1997)

Estas visiones están sintonizadas con las relaciones socio-


naturales hegemónicas que privilegian la mercantilización de la
naturaleza en función del desarrollo: “el país tiene el privilegio de
tener la[s fuentes de] energía más limpias y baratas en el mundo”
(fidh 2003, p. 33), es decir, la hidroelectricidad debe ser explotada
para que todos los chilenos puedan acceder al progreso. Esto impide

322
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

repensar la incorporación y el fortalecimiento de asuntos ambien-


tales e indígenas en el proceso de aprobación y construcción de la
represa Ralco. Sin embargo, al tener graves impactos, el proyecto
sienta precedentes: no solo se inundan tierras que los pehuenche
usaban tradicionalmente para la agricultura y la ganadería; tierras
sagradas, incluyendo un cementerio; sino que también la flora y fauna
se dañan de forma irreversible (Susskind et al., 2014). Al contrario
de lo anunciado por la empresa, que propagaba el progreso para la
zona, en 2009 el área donde se emplaza la represa pertenece a uno
de los territorios más pobres de Chile, con el 44,5% de la población
—en su mayoría pehuenche— viviendo bajo la línea de pobreza
(Susskind et al. 2014) y recibiendo, paradójicamente, las cuentas de
luz más elevadas de Chile (Figueroa, 2011).
Esta situación en la que se encuentra la población afectada y
reubicada por la central hidroeléctrica, a varios años de su puesta en
marcha, evidencia las consecuencias de la imposición de las visiones
culturales, políticas, judiciales, sociales, económicas y ambientales
hegemónicas por sobre las respectivas perspectivas basadas en el
conocimiento local e indígena. Esto ha llevado a implementar ciertas
medidas para incorporar a los grupos no tradicionales en los procesos
de toma de decisiones en cuanto a proyectos de la magnitud de Ralco,
tales como el fortalecimiento de la participación ciudadana en la
eia. Sin embargo, estos cambios no consideran las aspiraciones a la
­autodeterminación y autonomía de los pueblos indígenas.

Conclusiones
Este artículo se ha propuesto identificar las transformaciones de
poder sobre, y a través, de la naturaleza en diferentes escalas, conside-
rando diferentes actores involucrados. Para esto se han analizado los
mecanismos a través de los cuales el Estado, la empresa generadora
de hidroelectricidad, la sociedad civil y los pueblos indígenas se
han articulado frente al proceso de aprobación y construcción de la
central hidroeléctrica Ralco. El estudio ha evidenciado la fragmen-
tación de la gestión de los recursos agua y energía, así como la falta de
diálogo con los pueblos indígenas sobre temas ambientales durante
los procesos de toma de decisión. La Ley Indígena y la conadi no

323
Johanna Höhl

logran hacer justicia a la heterogeneidad que caracteriza al mundo


indígena, ni tampoco a la complejidad que implican diferentes per-
cepciones socio-naturales y aspiraciones de autodeterminación y auto-
nomía, dado que no logran transversalizar las visiones indígenas para
­empoderar sus conocimientos, de modo que no se legitiman frente a
los pueblos indígenas. Esto se comprueba mediante la judicialización
de la aprobación del proyecto Ralco a nivel nacional e internacional.
La falta de respaldo por parte de la sociedad también rige para la
conama y la nueva legislación ambiental que opera en función de las
prácticas socio-naturales hegemónicas que se mantienen.
Sin embargo, a pesar de la falta de penetración de los organismos
gubernamentales, las visiones económicas, ambientales, sociales,
culturales, políticas y judiciales predominantes son alteradas por
la resistencia local frente a la central hidroeléctrica, no solo a nivel
nacional, sino también internacional. La oposición de las hermanas
Quintreman a la Central forma parte de la glocalización de las
resistencias indígenas, visibilizando sus perspectivas de desarrollo
vinculadas a su conocimiento local y ancestral. Esto lleva a una valo-
rización de lo indígena a escala global. El conocimiento local indígena
se vuelve clave para la formulación de alternativas al desarrollo y
para la resistencia a intereses económicos globales. El caso de Ralco
y las resistencias pehuenche han contribuido de forma significativa a
marcar estas tendencias.
Sin embargo, las visiones indígenas generalmente han sido presen-
tadas como homogéneas y vinculadas a alternativas para el desarrollo
y la protección de los territorios. Este artículo evidencia que los con-
flictos socioambientales en territorios ancestrales y con participación
indígena son muy complejos, por la diversidad de las posiciones in-
dígenas frente a los proyectos extractivistas. El análisis del proyecto
Ralco ha demostrado no solo la heterogeneidad de los pehuenche, sino
también que existen hegemonías dentro del grupo étnico vinculadas a
ciertas relaciones socio-naturales que responden a diferentes construc-
ciones de etnicidad y aspiraciones de autodeterminación y autonomía.
Esto permite identificar nuevos subgrupos dentro de la resistencia
indígena vinculados a los elementos de sus construcciones étnicas
más que a su posición frente al proyecto hidroeléctrico.

324
Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

Esta diversidad de posturas y representaciones indígenas hace


necesario repensar el análisis de relaciones entre los diferentes actores,
así como abrir espacio al estudio de los conflictos socioambientales
con participación indígena, considerando sus hegemonías internas.
Esto requiere, al mismo tiempo, profundizar en los procesos de cons-
trucción étnica en los que se basan las diferentes posiciones, así como
ahondar en los significados que los distintos grupos le asignan a lo no
humano. Tal como ha ocurrido en el presente análisis del caso Ralco,
este tipo de investigaciones permitirán visibilizar la complejidad que
viven los pueblos indígenas no solo frente a las transformaciones
socio-naturales en sus territorios, sino también ante los desafíos
que enfrenta la institucionalidad al buscar darle representatividad y
soluciones de forma homogénea a un grupo tan diverso, con intereses
y perspectivas distintas.

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Hidroelectricidad y pueblos indígenas: un análisis del megaproyecto Ralco...

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331
Ciudades, acceso, conflictos
y desigualdades socioambientales
Luchando por lo público, reivindicando
la ciudadanía: prácticas cotidianas
de acceso al agua en zonas de alto
riesgo en Medellín, Colombia

Marcela López
Rachel Carson Center for Environment and Society, Munich, Alemania

Introducción
Definir “lo público” se ha convertido en un aspecto bastante
controversial en los recientes debates relacionados con el acceso al
agua en Medellín, la segunda ciudad más poblada de Colombia.
Estos debates han cobrado un impulso significativo desde la emer-
gencia y consolidación de la empresa pública de multiservicios de la
ciudad, Empresas Públicas de Medellín (epm), como una multilatina,
es decir, una compañía multinacional de origen latinoamericano.
Si bien la exitosa expansión de epm en el sector de servicios públicos
domiciliarios en América Latina ha sido para muchos un motivo
de orgullo y admiración, la aplicación de principios orientados al
mercado plantea dudas sobre el carácter público de la compañía y su
responsabilidad en la prestación de servicios públicos básicos. epm
sostiene que, como compañía pública, ha contribuido al desarrollo
de la ciudad ya que esta debe por ley transferir anualmente el 30% de
sus excedentes financieros al Municipio de Medellín, para que este
lo invierta en los programas contemplados en su Plan de Desarrollo
(Acuerdo Municipal 69 de 1997, art. 13). Por lo tanto, la mercantilización
del agua se presenta como una estrategia fundamental que garantiza
a la vez la eficiencia económica y la equidad social. Sin embargo, son

335
Marcela López

miles las viviendas a las que se les niega el acceso al agua por atrasarse
en el pago de las facturas o por encontrarse ubicadas en zonas de alto
riesgo. Las voces críticas afirman que el acceso al agua no se le debería
negar a nadie, sino que se debería concebir como un bien público ya
que es suministrado por una empresa pública.
Para intentar dar sentido a estas posiciones divergentes, este
capítulo se centra en las prácticas cotidianas empleadas por los habi-
tantes de las periferias de Medellín para asegurar el acceso al agua.
Actualmente, 29.696 viviendas de la ciudad están excluidas de la red
formal de infraestructura de agua, en gran medida porque sus demandas
de titularidad de la tierra se mantienen ilegítimas, al estar ubicadas en
las llamadas zonas de alto riesgo (Alcaldía de Medellín, 2012a). Ante
esta situación, muchos habitantes se ven obligados a emplear arreglos
socio-técnicos muy particulares basados en prácticas informales —y
a menudo ilegales— que se caracterizan por la movilización, no solo
de tuberías, grifos, válvulas, y medidores; sino también de vecinos,
familiares, amigos y fontaneros. Estas prácticas socio-técnicas, sostengo,
están influenciadas en gran medida no solo por el carácter espacial y
biofísico del agua en sí, sino también por cómo el agua es oficialmente
diferenciada por la compañía de agua. Por sorpresa, no existe un solo
tipo de agua que fluye por el paisaje hídrico de Medellín (la llamada
agua de epm). En su lugar, hay diferentes tipos de agua circulando a
través de una compleja red artesanal de tuberías y tanques antes de
que estos se distribuyan a cada una de las viviendas ubicadas en las
periferias de la ciudad. Teniendo en cuenta si el agua es cruda o po-
table, abundante o escasa, segura o insalubre, legal o ilegal, la forma
en que los habitantes ubicados en las zonas de alto riesgo subvierten
las visiones neoliberales de epm y aseguran (o no) el acceso diario al
agua puede llegar a jugar un papel fundamental.
Para la compañía, el agua utilizada por los habitantes de las
periferias ha contribuido significativamente al aumento de pérdidas,
las cuales son registradas como Agua no Contabilizada (anc), es
decir, el agua que ingresa al sistema de distribución y no se cobra a
los usuarios. Entre más bajo sea el índice de anc más eficiente es el
sistema de distribución. Técnicamente, epm clasifica dichas pérdidas
en dos categorías: pérdidas por fugas en las redes de distribución o

336
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

reboses en los tanques (pérdidas físicas), o por imprecisiones en los


medidores y conexiones ilegales (pérdidas comerciales). La manera
como epm diferencia técnicamente las pérdidas de agua también
tiende a influir en las prácticas cotidianas de los habitantes de las
zonas periféricas para asegurar (o no) el acceso al agua. Del mismo
modo, la forma en que la compañía interviene en estas zonas y la
infraestructura autoconstruida dependen de la clasificación técnica
del anc, según la cual: las pérdidas físicas son toleradas, mientras
que las pérdidas comerciales sí se intervienen a través de soluciones
técnicas y educativas.
En este sentido, el agua no se considera simplemente como una
materia prima, mercancía u objeto pasivo que carece de agencia, sino
más bien como un recurso que es heterogéneo, ya que difiere en sus ca-
racterísticas biofísicas y espaciales, así como también adquiere múltiples
y poderosos significados sociales, culturales, espirituales y simbólicos
(Lahiri-Dutt, 2006; Swyngedouw, 2004). Por otro lado, el carácter di-
námico del agua plantea una serie de retos, oportunidades y potenciales
barreras a distintos tipos de neoliberalismo (Bakker, 2010; Castree, 2010).
Adoptando esta perspectiva, en este capítulo demuestro que la materia-
lidad de la naturaleza (Bakker y Bridge, 2006; Castree, 2005; Sultana, 2013)
puede influir en las prácticas cotidianas de acceso al agua y enriquecer
los actuales debates sobre alternativas a la privatización y la comercia-
lización (McDonald y Ruiters, 2012).
La estrategia analítica desarrollada en esta investigación se
fundamenta en la relación entre redes de infraestructura, ciuda-
danía y acceso al agua, con el fin de revelar cómo los habitantes de
las zonas de alto riesgo reivindican lo que es “realmente” público y
cuestionan la lógica neoliberal establecida por la compañía de agua.
El capítulo está basado en entrevistas en profundidad con miembros
y líderes de la comunidad, fontaneros, empleados de la compañía de
agua y funcionarios municipales, el examen de noticias de prensa,
la participación en reuniones comunitarias y observaciones directas
a las prácticas cotidianas para asegurar el acceso diario al agua.
Se toman como caso de estudio dos barrios situados fuera del perímetro
urbano: Bello Oriente y Pinares de Oriente. Ambos barrios se ubican
en el noroeste de Medellín, una zona de la ciudad caracterizada por

337
Marcela López

laderas empinadas e inestables, y por una alta disponibilidad de agua


debido a su proximidad a un sistema de infraestructura muy denso
de provisión de agua, propiedad de epm. Estos barrios están predo-
minantemente poblados por campesinos desplazados por la guerra
civil, que luchan por ser reconocidos como ciudadanos asegurando,
ante todo, el acceso físico al agua.
Lo que llama la atención sobre estos dos estudios de caso es que,
a pesar de compartir condiciones geográficas y socio-económicas
similares, los habitantes de ambos barrios emplean diferentes prác-
ticas para asegurarse el acceso según los tipos de agua que utilizan.
Tener en cuenta la materialidad del agua (cruda/potable, abun-
dante/escasa, segura/insalubre, legal/ilegal, pérdida física/pérdida
comercial) nos permite entender mejor cómo se construyen, movi-
lizan y consolidan las diferentes prácticas para garantizar el acceso
diario al agua fuera de los marcos neoliberales, y cómo se generan
las diferentes nociones de lo público.
Así, el texto está organizado de la siguiente forma: empieza con
una breve descripción de epm para contextualizar las condiciones
bajo las que se provee y se controlan los flujos de agua en Medellín.
A continuación, presenta las llamadas zonas de alto riesgo, las cuales
están excluidas de la red de infraestructura formal. Seguidamente,
se debaten dos estudios de caso ubicados en dichas zonas con el fin
de demostrar que las prácticas cotidianas para garantizar (o no) el
acceso al agua están fuertemente influenciadas por la heterogeneidad
del agua, así como por las diferentes percepciones de lo público.
Finalmente, concluye que una mayor atención a la materialidad de la
naturaleza puede aportar perspectivas valiosas a los debates actuales
sobre alternativas a las reformas de servicios de corte neoliberal.

El carácter público de epm

Una de las particularidades más destacadas de la ciudad de


­Medellín es epm, una compañía pública multiservicios creada en 1955,
propiedad exclusiva del Municipio de Medellín. La compañía no solo
suministra servicios públicos básicos como agua potable y alcanta-
rillado, sino también energía, gas natural, servicios de telecomuni-
caciones y recolección de residuos sólidos a una población estimada

338
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

de 3,3 millones de habitantes en Medellín y su Área Metropolitana


(Alcaldía de Medellín, 2011). epm ha sido elogiada tanto en el plano
nacional como internacional por su eficiencia y por la calidad de sus
servicios, y como un modelo a seguir en otros países latinoameri-
canos (bid, 2012; Satterthwaite, 2014). Una de las características más
prominentes de la compañía es la asociación que ha creado con el
Municipio. Según un artículo publicado por la Revista Forbes (2014),
esta asociación “ha generado oportunidades en barrios marginados,
promovido comunidades inclusivas y atraído reconocimiento e in-
versión internacional”.
El Municipio ha utilizado las transferencias anuales de epm, en
gran medida para financiar proyectos de transformación urbana,
como una red de escuelas y bibliotecas públicas en zonas de bajos in-
gresos, nuevos parques y museos, y un sistema de transporte público
masivo que integra líneas de metro, cables aéreos, autobuses y ciclovías
(Alcaldía de Medellín, 2012b; Coupé et al., 2012). Como resultado, epm
se ha convertido en un actor estratégico, no solo en el suministro de
servicios públicos básicos, sino también en los procesos de transfor-
mación urbana, lo cual ha llevado a Medellín a ser una ciudad pionera
en lo que se ha denominado “urbanismo social” (Brand y Dávila, 2012;
Echeverri Restrepo y Orsini, 2010).
Durante las últimas dos décadas, epm ha estado operando cada
vez más de manera comparable a los operadores de propiedad privada,
adoptando una lógica competitiva y motivada por el lucro; un tipo de
conducta empresarial conocida como “corporatización” (McDonald,
2014; 2016). Desde 2010, la compañía ha implementado nuevas estra-
tegias para expandirse en el mercado, no solo doméstico sino también
internacional, lo que la ha convertido en el principal distribuidor de
energía en Centroamérica, después de hacerse con el control de las
empresas de energía eléctrica de Panamá, El Salvador y Guatemala
(epm, 2013). epm también ha obtenido contratos de operación de tres
plantas de tratamiento de agua en México y un parque eólico en Chile,
y ha emprendido una controvertida fusión con la compañía sueca de
telecomunicaciones Millicom (El Colombiano, 18 de julio de 2013).
Fuera del país, la compañía se comporta como una multinacional
privada, operando en un entorno muy competitivo y con una estructura

339
Marcela López

de capital cada vez más transnacionalizada. Esta expansión geográfica


ha constituido un punto de inflexión importante para consolidar a
epm como una de las multilatinas más “exitosas” en el ámbito de los
servicios públicos domiciliarios.
Paradójicamente, mientras epm registra un incremento importante
en sus ingresos totales, que para 2013 ascendieron a 12,5 billones de
pesos (4,1 millones de dolares) (El Colombiano, 26 de febrero de 2014)
y reporta un 94,77% de cobertura en la conexión al suministro de
agua (epm, 2016), los informes oficiales de la compañía estiman que,
en 2015, 52.343 viviendas se encuentran desconectadas por el retraso en
el pago de las facturas (epm, 2015), además de las 29.696 viviendas que
siguen excluidas del servicio por encontrarse ubicadas en zonas de
alto riesgo. La compañía de agua ha desplegado una narrativa sobre
la “propiedad pública” para defender y legitimar las políticas de des-
conexión del servicio, tal como expresa Mónica Ruíz, directora del
área de mercadeo, transmisión y distribución de energía de epm en
relación con la falta de pago:
Cuando empiezas a hacer condonaciones de deuda, lo que le
estás diciendo al usuario es que no importa pagar o no pagar. Y ese
usuario, que es muy juicioso y que toda la vida ha tratado de pagar,
pues se verá desmotivado ante una política de “mi vecino nunca ha
pagado y miren que no pasa nada” […] Primero, son dineros públicos
[…] en el esquema de Empresas Públicas de Medellín, cuando per-
donamos deudas, estamos decidiendo sobre el dinero de toda la co-
munidad de Medellín […] No podemos jugar con dineros públicos.
(Ruiz, Mónica, en Samudio y Cuevas, 2013, énfasis añadido)

Como respuesta a la creciente presión social, el municipio y la


compañía han puesto en marcha diferentes programas para reducir los
índices de desconexión por no pago y evitar las reconexiones ilegales.
En primer lugar, en 2009 el municipio introdujo el programa Litros
de Amor o Mínimo Vital de Agua Potable, consistente en una asig-
nación volumétrica básica y gratuita de 2,5 m3/persona/mes (Acuerdo
Municipal 06 de 2011). Si bien se ha reconocido que esta iniciativa re-
presenta un esfuerzo importante para la materialización progresiva del
derecho humano al agua, se ha cuestionado por sus efectos paradójicos,

340
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

ya que esta cantidad mínima de agua suministrada sin costo puede


convertirse en el máximo de supervivencia para muchas viviendas de
bajos ingresos. En segundo lugar, en junio de 2015 epm implementó el
programa de agua prepago en viviendas de bajos ingresos, como un
instrumento innovador para reducir las desigualdades en la ciudad.
Actualmente, 16.000 viviendas en Medellín ubicadas en los es-
tratos 1, 2 y 3 acceden a los servicios de agua a través de la tecnología
prepago (epm, 2016). Los sistemas prepago implementados por epm
consisten en recargar una tarjeta “inteligente” en sitios autorizados
en denominaciones que se consiguen desde 5 mil pesos (1,7 dólares)
hasta 100 mil pesos (35 dólares) (epm, 2015). Esta tarjeta permite
monitorear con exactitud el consumo de agua, detectar conexiones
ilegales y manipulación de medidores. Otra ventaja técnica es que el
medidor se bloquea en cuanto se intenta manipular. Esta función tiene
especial importancia para detectar y controlar las conexiones ilegales
al sistema formal. Los medidores prepago se entregan en comodato a
los usuarios, por los altos costos que acarrea la instalación. Mientras un
medidor convencional cuesta entre 80 mil y 120 mil pesos, la e­ mpresa
estima que los costos de instalación de cada medidor prepago están
alrededor de los 640 mil pesos, un precio relativamente alto para
cargarlo a las viviendas que ya registran deudas.
La empresa afirma que los sistemas prepago representan una so-
lución técnica idónea que se adapta a las necesidades de las viviendas
de bajos ingresos. Los medidores prepago les permiten a los usuarios
no gastar más de lo que pueden pagar, mientras que van pagando sus
deudas en forma sistemática, ya que el 10% de cada compra de agua
se redirecciona al pago de las deudas. En este sentido, la tecnología
prepago se convierte así no sólo en un mecanismo de recuperación
de deudas, sino también de control del consumo, según la capacidad de
pago y flujo de ingresos. Al respecto, von Schnitzler (2008) afirma que los
medidores prepago se pueden entender como un dispositivo pedagógico
que les facilita a los usuarios calcular y economizar su consumo de agua.
Dados los efectos positivos obtenidos durante una fase de imple-
mentación, la empresa está a favor de ampliar los sistemas prepago a
todas las nuevas unidades de vivienda de interés social, así como en
zonas rurales. El Municipio de Medellín apoya los medidores prepago,

341
Marcela López

por ser una política “progresista” en términos sociales y ecológicos


(Semana Sostenible, 2014), sin embargo, sus efectos a largo plazo
son cuestionables, pues epm evita las implicaciones políticas de la
desconexión de viviendas que son demasiado pobres para pagar las
facturas, dándoles la “libertad” de autodesconectarse de la red cuando
se quedan sin dinero. Por ejemplo, el exalcalde de Medellín, Aníbal
Gaviria (2012-2015), ha mostrado su apoyo a la tecnología prepago,
señalando que esta iniciativa representa un buen ejemplo de cómo la
innovación puede solventar la desigualdad social y la violencia que
afectan a la ciudad (El Colombiano, 8 de marzo de 2013).
El programa Litros de Amor y los sistemas prepago no solo han
movilizado tecnologías diferenciadas y discursos particulares sobre
eficiencia y uso responsable para educar a los usuarios en la “cultura
del uso racional del agua”, sino que también han reforzado los d ­ istintos
niveles de ciudadanía al establecer un acceso diferenciado a los servicios
de agua. Por ejemplo, mientras los usuarios que acceden al servicio
de agua por medio de la tecnología prepago registran un consumo
promedio de 8.6 m3/mes, el consumo promedio mensual en Medellín
es de aproximadamente 12 m3/mes para una vivienda que accede al
agua a través del medidor pospago (epm, 2016).
La reciente transformación de epm en una multilatina y las cre-
cientes desigualdades en el acceso suscitan algunas cuestiones clave
relacionadas con el carácter público de la empresa y su responsabilidad
en la provisión de servicios básicos: ¿Por qué epm, una empresa pública
que pertenece no solo a al Municipio, sino también a los ciudadanos
y las ciudadanas de Medellín, viola derechos fundamentales al desco-
nectar a las viviendas por falta de pago y excluye de la red formal a las
viviendas ubicadas en zonas de alto riesgo? ¿Por qué epm no respeta
las acciones de tutela que prohíben la desconexión por falta de pago?1

1 La acción de tutela es un mecanismo legal que permite presentar


peticiones ante cualquier juzgado de Colombia para la protección de
derechos fundamentales en caso de que estos hayan sido violados. La
Corte Constitucional prohíbe que el proveedor de servicios desconecte a
una vivienda si en esta viven niños, madres cabezas de familia, personas
mayores y desplazados (véase, por ejemplo, las sentencias t-546 de 2009,
t-717 de 2010 y t-092 de 2011).

342
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

¿Por qué las tarifas de agua son cada vez más inasequibles para las
viviendas de bajos ingresos y, en cambio, se implementa el sistema de
agua prepago como la única solución para reducir la desconexión, en
especial cuando han sido objeto de fuertes críticas e incluso han sido
vetados en otras partes del mundo (Barnes, 2009; Loftus, 2006)? ¿Por
qué epm tiene un enfoque centrado en la competitividad y sostenibi-
lidad, y presta escasa atención a aspectos como la equidad?
Estas preguntas se ponen en el centro de los debates que surgen en
torno al carácter público de las empresas que adoptan un modelo de
corporatización como epm y se exploran mejor a través de las prácticas
cotidianas empleadas por los habitantes de las zonas de alto riesgo
para asegurar el derecho a la ciudadanía por medio del acceso al agua.

Las llamadas zonas de alto riesgo


En Medellín, las viviendas que están situadas en las llamadas
zonas de alto riesgo según el Plan de Ordenamiento Territorial (pot)
no pueden acceder formalmente a los servicios públicos domiciliarios.
Por lo general, epm utiliza argumentos técnicos y de tenencia de la
tierra para justificar la no prestación de los servicios de agua a esta
población.2 La prestación de acceso al agua a las viviendas que carecen
de derechos de propiedad ha sido objeto de polémicos debates durante
los últimos años en Colombia (Arias Mejía, 2009; Bernal Pulido,
2012; Ramírez Grisales, 2010). Algunos actores sostienen que no es
apropiado invertir recursos públicos en asentamientos informales, ya
que ello puede contribuir a un crecimiento urbano caótico y desor-
ganizado. Los detractores, sin embargo, afirman que es inaceptable
prohibir las inversiones para mejorar los servicios básicos en estos
asentamientos, porque constituye una violación de los derechos fun-
damentales ­consagrados en la Constitución Nacional.3
Los habitantes ubicados en estas zonas son en su mayoría cam-
pesinos que se han visto forzados violentamente a emigrar a la ciudad
como consecuencia de los más de cincuenta años de conflicto armado

2 Para más información, véase República de Colombia, Corte Constitucional,


Sentencia T-1104 de 2005 [m. p. Jaime Araújo Rentería].
3 Para más información, véase: República de Colombia, Corte Constitucional,
Sentencia c-1189 de 2008 [m. p. Manuel José Cepeda Espinosa].

343
Marcela López

entre el Estado y grupos de izquierda y de derecha. Desde la década


de 1990, y debido a la intensificación del conflicto, miles de personas
han sido desplazadas de otros municipios y departamentos, y han
encontrado refugio en las laderas inestables que rodean la ciudad.
Estas personas están obligadas a competir en un mercado laboral ya
saturado, lo cual ha influenciado significativamente el crecimiento de
la economía informal (Personería de Medellín, 2015). Las viviendas en
estas zonas están construidas principalmente con cartones, madera y
materiales reciclados. La accesibilidad es muy reducida, ya que solo
se puede llegar a ellas a pie, siguiendo unos senderos muy empinados
y estrechos. Los sistemas de drenaje son inadecuados y el suministro
de energía es escaso. Los asentamientos sin servicios están constan-
temente expuestos a tragedias extremas, desencadenadas por eventos
como inundaciones, sequías, fuegos y deslizamientos de tierra, por
lo que viven en un estado permanente de incertidumbre, abandono y
desesperanza. Como se encuentran en una situación de tenencia ilegal,
viven bajo la constante amenaza de desalojo por parte del municipio y
de extorsión por parte de grupos paramilitares locales. Por ese motivo,
la falta de derechos de propiedad y las luchas por la legalización de la
tierra y el disfrute de unas condiciones mínimas que garanticen una
vida digna constituyen las realidades diarias de estas periferias.
Estas zonas han pasado de ser una solución temporal a una ocu-
pación permanente, en la cual los habitantes se han visto forzados cada
vez más a asegurar el acceso al agua a través de prácticas informales o
ilegales. Los dos estudios de caso que siguen a continuación ilustran
diferentes prácticas utilizadas por los habitantes que viven en zonas
de alto riesgo para asegurar su acceso diario al agua, dependiendo
de los tipos de agua que utilizan. Para epm, estas prácticas se han
convertido en una gran amenaza, no solo para la “cultura del pago”,
sino también para los ingresos de la compañía, ya que contribuyen
de forma significativa a la problemática de anc. Según los datos de
la propia compañía, alrededor del 35% del agua potable en Medellín
se registra como anc (epm, 2013), valor muy por encima del 30% que
permite la legislación en Colombiana. Una de las razones que difi-
culta el control de anc es el creciente número de conexiones ilegales
en las zonas de alto riesgo, lo que demuestra que epm se enfrenta a

344
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

retos importantes para mercantilizar totalmente el agua, mientras sus


iniciativas para formar ciudadanos “obedientes”, que respondan mejor
a las necesidades del mercado, se ven subvertidas constantemente.

Bello Oriente: luchas colectivas para ser


reconocido como ciudadano
Los habitantes del barrio Bello Oriente se han asegurado el acceso
al agua durante casi cinco décadas mediante la construcción de infraes-
tructuras alternativas que operan sobre un modelo de base comunitaria.
Debido a su proximidad a uno de los tanques de almacenamiento de
agua de epm, esta comunidad ha construido con sus propios recursos
una estructura parasitaria para captar el agua cruda que rebosa a diario
de este tanque y la canaliza mediante un sistema de tuberías a lo largo de
varios kilómetros, hasta que alcanza cada una de las viviendas a las que
abastece. La infraestructura se compone de un aireador de cascada,
que hace bajar el agua cruda en una fina capa por varios escalones, un
tanque y un complejo laberinto de tuberías.
Aunque este sistema de infraestructura parece muy caótico
e ineficiente, se basa en una sólida lógica organizativa. La gestión
de la infraestructura depende de un fontanero, quien recibe un
pago mensual de la comunidad. Entre sus tareas está reparar las
tuberías en caso de fisuras y grietas, solventar los taponamientos y
limpiar el tanque de objetos en suspensión después de fuertes lluvias.
El fontanero también garantiza que cada vivienda disponga de
acceso a una cantidad de agua suficiente. Actualmente, el sistema
abastece a unas 150 viviendas y ofrece el servicio durante casi las 24
horas. Cuando en el barrio se instala una nueva vivienda, el acceso
al agua se organiza a través del fontanero, que cobra una pequeña
cuota por la instalación y el mantenimiento del sistema, pero no por
la cantidad de agua que se consume. El fontanero, sin embargo, no
recibe un salario fijo, ya que depende de la capacidad de pago de los
habitantes a los que sirve.
Para muchos habitantes de Bello Oriente, el agua que llega
del tanque de epm es un bien público, más que un bien económico.
Esta visión se basa en la idea de que un sistema de pago estricto puede
profundizar las condiciones ya existentes de exclusión y marginalidad

345
Marcela López

en las que las personas se ven obligadas a vivir. En palabras de un


líder comunitario:
La mayoría de las personas que se instalan en esta zona han sido
desplazadas por paramilitares y grupos guerrilleros. Se vieron obli-
gados a abandonar sus tierras y a buscar refugio en una ciudad que
les ha negado todo tipo de derechos. Nosotros tratamos de ayudar
a estas familias tanto como podemos. El acceso al agua es el prin-
cipal derecho que se garantiza a los habitantes de este barrio. Todo el
mundo en Bello Oriente dispone de acceso al agua, sin importar su
capacidad de pago […] Además, a las personas no les debería faltar
el agua mientras esta fluye en abundancia por la zona y es desperdi-
ciada por la compañía. (Líder comunitario, entrevista personal, 18 de
noviembre de 2011)

Este sistema de base comunitaria no solo sirve para asegurar el


acceso al agua, sino que también se considera una herramienta de
poder para el reconocimiento de la ciudadanía. En una conversación
que mantuve con un grupo de líderes, estos explicaban cómo el esta-
blecimiento de un sistema de agua que no excluye a nadie ha generado
una fuerte cohesión en la comunidad y ha facilitado la demanda
de otros servicios esenciales (como vivienda, educación y salud).
Uno de los líderes agregó: “Tener una posición unificada nos ha ayudado
a expresar nuestras preocupaciones y a ganar legitimidad social y
política, lo cual ha facilitado las negociaciones con las autoridades
municipales y el personal de la compañía de agua” (Líder comunitario,
entrevista personal, 18 de noviembre de 2011).
Sin embargo, epm se ha mostrado bastante reticente a intervenir
esta infraestructura autoconstruida. Uno de los principales motivos
es que el agua obtenida del tanque ha sido técnicamente catalogada
por la propia compañía como una pérdida física, lo cual significa
que el agua rebosa del tanque de epm debido a una falla técnica, y
no porque la comunidad esté involucrada en prácticas fraudulentas.
Esto explica por qué un líder comunitario defiende el funcionamiento
del sistema señalando que “esta conexión no es ilegal, es legítima”.
A esto, añadió que si la gente no recolectara el agua que rebosa del tanque,
esta se desviaría al río Medellín a través del sistema de alcantarillado

346
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

(entrevista personal, 18, de noviembre de 2011). Para muchos, esta es


una de las principales razones por las que epm, a pesar de ser consciente
de esta práctica, no ha impuesto ninguna sanción punitiva.
Aunque los líderes comunitarios se han puesto en contacto varias
veces con epm para solicitar apoyo técnico, no han recibido ninguna
respuesta concreta. La comunidad, en particular, ha pedido una mejor
calidad del agua, ya que esta se ha deteriorado en los últimos años.
En una entrevista que mantuve con Don Segundo, el fontanero
de Bello Oriente, este comentaba:
A veces, el agua baja del tanque muy sucia, sobre todo después
de que llueve. Esta agua no es potable; la gente suele ponerse muy
enferma, sobre todo los niños. Yo les digo que no se tomen el agua
porque no es segura, pero tienen sed y no les queda otra opción que
tomársela […] epm nos dijo que debemos mejorar esta agua porque
no es apta para el consumo. Hemos propuesto la construcción de una
planta de tratamiento de agua, pero nos dijeron que es muy caro.
Yo la puedo construir, tengo los conocimientos para hacerlo, pero
necesito el apoyo de epm. Queremos que nuestra agua tenga unos ni-
veles de calidad parecidos al agua de epm. (Entrevista personal, 13 de
febrero de 2013)

Aunque epm reconoce la importancia de proporcionar agua


potable, un líder comunitario cuestionó la posición pasiva adoptada
por la compañía en relación con las solicitudes de la comunidad. En su
opinión, la compañía solo actúa cuando puede conseguir ganancias.
Otro líder comunitario entrevistado consideraba que la decisión de
epm de tolerar el uso de agua cruda que rebosa del tanque se debe
principalmente a preocupaciones ambientales, como reducir las pér-
didas de agua (las pérdidas físicas), y no tanto a inquietudes sociales,
como mejorar las condiciones de vida de la población marginada.

Pinares de Oriente: luchas individuales para


ser reconocido como ciudadano
Como estrategia de supervivencia, los habitantes del barrio Pinares
de Oriente se aseguran el acceso al agua mediante la conexión ilegal
a las redes de infraestructura de epm que abastecen de agua potable

347
Marcela López

a las zonas regularizadas. Estas prácticas ilegales se caracterizan


por conexiones individuales —más que colectivas— al sistema de la
compañía, lo cual lleva a la perforación “indiscriminada” de la red
formal. Una multitud de tuberías de distintos materiales, longitudes y
diámetros se han conectado al sistema principal de distribución para
suministrar agua a cada una de las viviendas. El mayor problema de
las perforaciones es la abundante fuga de agua potable, que no solo
contribuye a la problemática de anc, sino que también aumenta la
probabilidad de deslizamientos de tierra debido a las condiciones
topográficas del terreno. Además, la construcción ilegal de sistemas
paralelos de suministro de agua ha impedido el funcionamiento efi-
ciente del servicio formal. Como las conexiones ilegales son difíciles
de controlar para epm, estas suelen ser detectadas por los usuarios
formales, que se quejan a la compañía acerca de la mala calidad del
agua y de la falta de presión, lo cual provoca la interrupción regular
del flujo de agua. En consecuencia, las zonas de alto riesgo se han
convertido en una fuente de tensión con los barrios formales colin-
dantes, que experimentan un suministro de agua precario debido a
la proliferación de conexiones ilegales.
Con el fin de reducir los índices de anc, las conexiones ilegales en
las zonas de alto riesgo se han convertido en un objetivo importante
para la compañía, ya que contribuyen significativamente a las pérdidas
comerciales. En 2008, epm puso en marcha el programa Brigadas
Comunitarias de Mitigación del Riesgo, en el marco de su política de
responsabilidad social empresarial, como una estrategia para la reducción
de pérdidas. El programa, en el cual participan voluntariamente los
empleados de la compañía, comprende la extensión y reparación de
redes, sustitución de conexiones ilegales por tuberías de mejor calidad
con el fin de garantizar cero fugas. Además, la compañía instala un
medidor comunitario para controlar los niveles de consumo de agua.
Estos servicios se proporcionan de forma gratuita. Las intervenciones
técnicas se complementan con programas de educación y capacitación
dirigidos a introducir nuevos valores, como el uso “inteligente” del agua,
el liderazgo, la cultura cívica y la valoración de lo que constituye un
bien público y escaso. Según una entrevista realizada a un empleado
de epm, este programa genera una situación beneficiosa para ambas

348
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

partes: la compañía recupera sus pérdidas comerciales y, a la vez,


las viviendas de bajos ingresos se aseguran el acceso al agua potable
(entrevista personal, 14 de marzo de 2013).
En 2012, la compañía invirtió 2.200 millones de pesos (1,1 millones
de dolares) para conectar a 1.886 viviendas situadas en zonas de alto
riesgo e instaló 12 medidores comunitarios de acueducto (epm, 2013).
Actualmente, epm está trabajando para llamar la atención de los do-
nantes, ya que es necesario replicar el programa a una escala mayor
en otras zonas periféricas y ello requiere una inversión financiera
considerable. Las posibilidades de obtener apoyo internacional son
muy altas, dado que el programa se presenta como una estrategia para
hacer efectivo el derecho humano al agua y como un instrumento para
alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ods)
establecidos en 2015 y los principios estipulados en el Pacto Mundial
de las Naciones Unidas.4
El programa de Brigadas Comunitarias ha sido bien aceptado por
los habitantes de Pinares de Oriente, a pesar de que se presenta como
una solución temporal para mitigar las deficiencias en el ­suministro
de agua. El deseo de estar conectado al agua de epm en este barrio
está fuertemente vinculado con las nociones de ciudadanía y la
situación de tenencia de la tierra. Tal como manifestó una mujer
de edad: “Creemos que el acceso al agua de epm nos dará el reco-
nocimiento de ciudadanos, y así podremos dejar de temer que nos
desalojen”. Esta posición muestra claramente que epm se convierte en
un actor influyente a la hora de definir y hacer valer los derechos de
ciudadanía. Por otro lado, las preferencias por el agua de epm están
estrechamente asociadas con determinadas nociones de lo público.
Esta perspectiva queda bien ilustrada por un líder de la comunidad,
que señaló: “Queremos tener acceso al agua de epm como cual-
quier otra área regularizada de la ciudad porque es un agua pública;

4 epm participa desde 2006 en el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, una
plataforma que promueve la participación de empresas y organizaciones no
comerciales en las áreas de los derechos humanos, los estándares laborales,
el medio ambiente y la lucha contra la corrupción. Para más información,
véase www.unglobalcompact.org.

349
Marcela López

no queremos recurrir más a la ilegalidad para obtener agua” (entrevista


personal, 20 de marzo de 2013).
Además, la mayoría de los entrevistados expresó el deseo de
disponer de medidores individuales, en lugar de uno colectivo.
Esta preferencia se atribuye a la fuerte interrelación entre los de-
rechos de agua y los derechos de propiedad. Cuando se le preguntó
a una mujer de edad por qué prefería un medidor individual a
uno colectivo, esta respondió: “Nos da la esperanza de que algún
día podamos reclamar derechos sobre nuestra propiedad, así epm
nunca nos desconectará del servicio de agua” (entrevista personal,
5 de abril de 2014). Esta declaración ilustra claramente que tener
acceso al agua de epm fortalece las demandas de las viviendas para
asegurar la tenencia de la tierra. Según Nikhil Anand (2011, p. 545),
la garantía de un medidor individual en Medellín puede denotar
una “ciudadanía hidráulica” (hydraulic citizenship), “una forma de
pertenencia a la ciudad habilitada por demandas sociales y materiales
que se hace a la infraestructura del agua en la ciudad”.
Otro problema que surgió en las entrevistas fueron los precios
desproporcionalmente altos para los más pobres. Muchos habitantes
expresaron colectivamente su temor acerca de los medidores de agua
prepago. Según comentó una mujer: “Hemos oído decir que epm está
instalando medidores de agua prepago. Nosotros no queremos me-
didores prepago en nuestras casas, ya que no podemos permitirnos
los costos asociados con este servicio”.
Los altos niveles de consumo de agua en las zonas de alto riesgo
son uno de los principales retos que enfrenta epm, ya que los há-
bitos de consumo de agua se derivan en gran parte de referencias
ajenas a Medellín. En este caso, de las zonas rurales, donde el agua
fluye abundantemente y el servicio no es suministrado por sistemas
de acueducto municipales centralizados. Las personas desplazadas
de zonas rurales que se establecen en las periferias de Medellín no
están acostumbradas a tratar el agua como un bien escaso. Los habi-
tantes rurales tienden a consumir agua sin ningún tipo de limitación
porque consideran, simplemente, que esta es un “don de la naturaleza”.
Por este motivo, el consumo de agua per cápita en estas viviendas es
mayor en comparación con el consumo doméstico promedio de un

350
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

usuario regularizado. Según una entrevista realizada a un empleado


de la compañía de agua, los asentamientos en zonas de alto riesgo re-
portan un consumo promedio de 40 m3 por vivienda al mes, mientras
que los usuarios formales reportan 20 m3 mensuales por vivienda
(entrevista personal, 21 de marzo de 2013).
Los beneficiarios del programa expresaron que es muy difícil man-
tener los niveles de consumo establecidos por epm, ya que el número de
habitantes aumenta continuamente. En una visita de campo a Pinares
de Oriente con un equipo de epm, se observó que el medidor comuni-
tario del acueducto registraba un alto incremento del consumo de agua.
Cuando uno de los empleados de la compañía preguntó por los motivos
de este aumento, un miembro de la comunidad explicó:
Sabemos que epm fijó un límite para el consumo de agua. Pero
hace dos semanas llegaron tres familias desplazadas de otros muni-
cipios por parte de grupos armados. No pudimos negarnos a conec-
tarlos al sistema de epm; nadie puede vivir sin agua […] Además, mi
hijo se casó. No podemos vivir juntos; no tengo suficiente espacio
para más gente. La semana pasada se construyó una casa junto a la
mía y también se conectó al sistema de epm. Las familias son cada vez
más grandes y necesitan más agua. Es difícil mantener estos límites
de consumo.

Diferentes interpretaciones de lo público con respecto al agua


pueden suponer un importante desafío para epm si, en el largo plazo, la
compañía espera cobrar por el servicio. Por ley, epm no está autorizada
a realizar cobros individuales por los servicios de agua en zonas de
alto riesgo. Sin embargo, la compañía está trabajando con la Comisión
de Regulación de Agua Potable y Saneamiento (cra) para poner en
marcha en estas zonas un sistema de pago denominado “venta en
bloque”. En lugar de hacer cobros individuales a cada vivienda, este
mecanismo consiste en emitir una factura colectiva con el consumo
registrado en el medidor comunitario de acueducto. epm espera
transferir a las Juntas de Acción Comunal (jac) la responsabilidad
por la gestión de los medidores y el cobro de las cuotas. Sin embargo,
uno de los principales retos para la compañía es cómo aplicar una
política de mercado que no excluya a la población de bajos ingresos.

351
Marcela López

No hacerlo podría dar lugar a más desconexiones por la falta de pago,


un problema que ya persiste en las áreas regularizadas de Medellín.

Conclusión
En este capítulo se ha intentado ilustrar cómo los habitantes ubi-
cados en las llamadas zonas de algo riesgo reivindican su condición
de ciudadanía mediante el despliegue de prácticas cotidianas para
asegurarse el acceso al agua en Medellín. Los resultados ponen de
manifiesto que la forma y la estructura de estas prácticas están muy
influenciadas no solo por las características espaciales y biofísicas
del agua en sí misma, sino también por cómo el agua es técnica y
legalmente diferenciada por la compañía. Si el agua es cruda o po-
table, segura o insalubre, abundante o escasa, legal o ilegal; o si es
clasificada como pérdida física o comercial, puede llegar a influir en
la manera en que los habitantes de las zonas de alto riesgo se aseguran
(o no) el acceso al agua y determinar el grado en que epm interviene
en las infraestructuras y los modos de organización comunitaria.
Prestar atención a la materialidad del agua contribuye a los debates
actuales sobre alternativas a la privatización y la comercialización,
al identificar cómo los habitantes en zonas de alto riesgo consolidan
y desafían los sistemas particulares de acceso al agua, las redes de
infraestructura y las nociones de ciudadanía en función de los tipos
de agua que utilizan.
En Bello Oriente, el acceso a un agua cruda, abundante, insa-
lubre y legal ha facilitado una mayor cooperación entre los miembros
de la comunidad y una menor dependencia de epm, creando más
conciencia sobre las fugas de agua y su desperdicio. La exclusión del
sistema de infraestructura formal, la situación de tenencia ilegal y
las precarias condiciones de vida han contribuido a la aparición de
organizaciones y redes sociales que cada vez son más importantes
para exigir el acceso a servicios públicos domiciliarios. Para los
habitantes, su exclusión de los proyectos de desarrollo urbano de la
ciudad se ha convertido en un terreno importante de la lucha para
visibilizar sus derechos. La ayuda, la cooperación y la solidaridad
mutuas se han convertido en estrategias importantes para reivindicar
el reconocimiento de la ciudadanía.

352
Luchando por lo público, reivindicando la ciudadanía: prácticas cotidianas...

El caso de Pinares de Oriente demuestra que el acceso a agua


potable, escasa, segura e ilegal ha forzado a epm a cooperar con los
habitantes de este barrio a través del programa de Brigadas Comu-
nitarias de Mitigación del Riesgo. Esto pone en evidencia que los
enfoques neoliberales en materia de servicios de agua —en este caso,
la reducción de las pérdidas comerciales— han facilitado la aplicación
de nuevas estrategias que permiten la integración temporal de los asen-
tamientos en zonas de alto riesgo en el sistema formal de acueducto.
A pesar de su intención de reducir el índice de anc, la compañía ha
encontrado muy difícil controlar por completo los flujos de agua en
estas zonas. Las iniciativas de epm para formar ciudadanos obedientes
que respondan mejor a las necesidades del mercado y a la “cultura de
uso racional del agua” se ven cuestionadas constantemente, mientras
que las pérdidas comerciales siguen constituyendo una parte signi-
ficativa a la problemática de anc. Esto puede atribuirse en parte a
los diferentes valores y significados que los habitantes de este barrio
articulan en torno al agua. Para ellos, disponer de acceso al agua de
epm constituye un paso fundamental para lograr el reconocimiento de
la ciudadanía. Debido a la fuerte articulación entre derechos de agua y
derechos de propiedad, la lucha para ser reconocidos como ciudadanos
se caracteriza por ser individual más que colectiva. Muchos habitantes
afirmaron que la instalación de un medidor comunitario de acueducto
ha generado la esperanza de que algún día estarán conectados a la red
de epm de forma permanente; sin embargo, prefieren tener acceso a
medidores individuales. En el contexto de Medellín, este mecanismo
técnico representa un símbolo material que reconoce a las personas
como ciudadanos.
En su lucha para asegurarse el acceso al agua, los habitantes de
las zonas de alto riesgo también articulan percepciones particulares
de lo público, según el tipo de agua que utilizan. En Bello Oriente,
por ejemplo, las actitudes hacia lo que significa “realmente” público
se construyen en torno a la necesidad de abastecer de agua a una co-
munidad que ha sido excluida históricamente. Para los habitantes de
este barrio, el término ‘público’ está estrechamente relacionado con
inclusión, alta calidad y eficiencia. En Pinares de Oriente, la noción de
lo público está inextricablemente vinculada con el hecho de asegurar el

353
Marcela López

acceso al agua de epm. Sin embargo, para que esta agua sea realmente
pública debería ser asequible, suficiente en cantidad y de acceso legal.
Estos distintos significados de lo público representan una poderosa
herramienta, no solo para defender derechos fundamentales, sino
también para subvertir las nociones de lo público que se ajustan a la
ideología corporatizada de la compañía de agua.
En suma, las prácticas diarias para asegurar el acceso al agua
se basan en extensos conocimientos individuales y colectivos sobre
cómo remediar las desigualdades y cómo abordar las deficiencias en
la prestación del suministro. Es importante reconocer estas formas
dinámicas de asegurar el acceso al agua, en especial aquellas basadas
en nuevas formas de solidaridad, para garantizar que el agua se su-
ministre de manera justa y equitativa.

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programa mínimo vital de agua potable.

357
¿A quién le pertenece el agua?
Apropiación del agua en la vereda Buenos
Aires Los Pinos, La Calera, Colombia

Anyi Viviana Castelblanco Montañez


Grupo Cultura y Ambiente

Universidad Nacional de Colombia

Introducción
En el mundo se han planteado diferentes formas de dar sentido
al agua, el territorio, la vida y la naturaleza; dichas formas, aunque
a veces confluyen, también presentan divergencias entre ellas, par-
ticularmente por la imposición de posturas que pretenden ser hege-
mónicas y universalistas. El agua ha posibilitado la vida en la Tierra
porque alimenta, conecta, limpia y comunica a los seres vivos. Somos
en gran parte agua y ella, a su manera, es nosotros. De ahí que la
contaminación y la escasez del agua potable hayan generado sequías,
enfermedades, inundaciones, guerras por su control, discursos para
ejercer dominio sobre ella, entre tantas otras situaciones críticas.
Así pues, existen preocupaciones respecto a cómo se ha empleado y
se han gestado las distintas dinámicas de apropiación y uso de este
bien vital por parte del ser humano.
Este texto parte del interés por entender las formas en que se ha
administrado el agua en contextos rurales vitales para el desarrollo de
la ciudad de Bogotá, con el fin de comprender quiénes tienen acceso
al agua potable y por qué. Siguiendo este objetivo, se analizaron las
tensiones por la apropiación del agua en la vereda Buenos Aires Los
Pinos, del municipio La Calera, las cuales han generado disputas por

359
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

su acceso, control y uso entre los actores e intereses que orientan su


acción. Esto porque sus habitantes no comparten los mismos intereses,
ya que entienden el agua, la vida, la “naturaleza” y el desarrollo desde
distintas perspectivas.
La vereda Buenos Aires Los Pinos, del municipio La Calera es
una zona de amortiguamiento de agua para el municipio y la ciudad
de Bogotá, por lo que confluyen distintos actores con sus respectivos
intereses por el líquido: Acueductos Rurales, Empresas de Servicios
Públicos, la empresa Manantial (propiedad de Coca Cola – Femsa), y
el Proyecto Chingaza, que abastece de agua a la ciudad. Este artículo
expone las conclusiones que arrojó la investigación, a través de un
análisis sobre el discurso de mercantilización del agua, que ha llevado
al acaparamiento y la privatización de la gestión del líquido vital en
Colombia, lo que genera afectaciones considerables en la vida cotidiana
del campesinado de la vereda, cambios significativos en el paisaje del
lugar y en las relaciones con el agua entre quienes la usan.

La mercantilización del agua:


privatización de la gestión
El capitalismo ha buscado expandir su lógica mercantil a la
naturaleza para empezar a producir ganancias económicas con las
funciones de los bienes vitales para la vida, los cuales no se habían
contemplado dentro del mercado puesto que todos los seres del planeta
(humanos y no humanos) los requerimos para existir. Frente al cuidado
del agua, la lógica mercantilizadora planteó como solución la gober-
nanza del agua. Esta noción es bastante imprecisa y está “dotada de
una doble pretensión: describir ‘lo que es’ y prescribir ‘lo que debería
ser’” (Terán, 2005, p. 204).
La gobernanza del agua se entiende como la interacción de los
sistemas políticos, sociales, económicos y administrativos para re-
gular el desarrollo y la gestión de los recursos hídricos y la provisión
de los servicios de agua a distintos niveles de la sociedad. Para ello,
la autoridad debe jugar un papel menos protagónico y permitir que
otros actores más eficientes ejerzan el liderazgo o control en la gestión
del agua; sumado a esto, las decisiones respecto a la política pública

360
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

del líquido vital, deben establecerse por consenso con la intervención


de todos los actores (Colmenares, s.f.).
Las palabras ‘eficiencia’, ‘servicio’ y ‘recurso’ son conceptos de
la lógica mercantilizadora que buscan definir el agua como un bien
mercantil, de modo que se puede contabilizar, tranzar, darle un valor
económico y buscar la forma de administrarla de tal modo que genere
ganancias significativas. En esta vía, la gestión del agua se vuelve uno
de los pilares para los protagonistas del poder económico mundial; de
ahí que el Banco Mundial y el sector industrial tengan un fuerte interés
en el tema. Además, la perspectiva de reducir el papel de la autoridad
da cuenta de la privatización que plantea el neoliberalismo, puesto
que su cuidado pasaría a actores privados en nombre de la eficiencia
y bajo el argumento de frenar la escasez.
Tal vez la participación de los actores se vería como un punto
consensuado y fundamental, de no ser porque el mayor consumo del
agua en el mundo se realiza por parte de sectores agroindustriales,
que no permitirían un uso menos acaparador del líquido vital, pues
esto afectaría sus ganancias. Es más, el consumo doméstico del agua es
bastante menor, lo que implica menos participación de la ciudadanía.
En esta vía, los no humanos se verían afectados pues no pueden entablar
procesos de negociación y participación dentro de las decisiones por
el líquido. Por lo tanto, es indispensable hablar en términos de justicia
y de acceso equitativo al agua.
Lo anterior, para Budds (2010) evidencia que el agua, por su ca-
rácter esencial, es un sujeto socio-natural; es decir, un recurso material
pero también social que encarna distintos significados (Budds, 2010).
Además, “el agua es flujo, movimiento, circulación. Por tanto, por ella
y en ella fluye la vida y, así, el ser vivo no se relaciona con el agua: él
es agua” (Porto-Gonzales, 2006, p. 4).
La gestión del ambiente no es solo una cuestión técnica, “sino
que se forma por las perspectivas de los gestionadores y conforme a
los intereses y las demandas de los grupos sociales poderosos (como
los políticos, los tecnócratas y los capitalistas)” (Foucault, 2002, citado
en Budds, 2010, p. 58). Además, “el mundo del agua privatizada está
siendo dominado ampliamente por grandes corporaciones que vienen

361
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

actuando en el sentido de que un nuevo modelo de regulación sea


confirmado a escala global” (Porto-Gonzales 2006, p. 11). Esto ha
generado unas afectaciones en la vida cotidiana de las comunidades
de todo el mundo, pues el agua debe “ser pensada en cuanto territorio”
(Porto-Gonzales 2006), como elemento integrador de la vida, que está
enmarcada por relaciones de poder y dominación.
La neoliberalización de la economía ha llevado a que la acumu-
lación del capital y del poder de las corporaciones sobre los territorios
sea un fenómeno cada vez más fuerte y frecuente en el mundo. Esto
ha tenido consecuencias directas en la vida de las personas, porque ha
exacerbado el individualismo, el consumismo y la privatización de la
vida; los efectos son evidentes en el caso del agua, que no ha sido ajena
a estas lógicas y cuya mercantilización se gesta de diferentes maneras,
ya sea vendiéndola embotellada o como servicio, financiarizándola y
tranzando directamente sobre los ecosistemas que la producen.
La financierización presupone la segregación de los elementos
de la naturaleza —como el agua, el aire, la biodiversidad, el paisaje,
incluso su valor cultural y espiritual—, para convertirlos en nuevos
títulos de propiedad que pueden desvincularse de la propiedad de la
tierra, de los derechos colectivos sobre el territorio o de la función
social de la tierra, y permitir así la creación de nuevas fuentes de re-
producción del capital y de apropiación y concentración de los medios
de producción, que son también de reproducción de la vida. (Ortiz y
Urrea, 2013, p. 5)

En esta vía, la “naturaleza” empieza a contemplarse como recurso


para el capital, por lo que —como afirma Hildebrando Vélez— las aguas
empiezan a entrar a nuestra existencia como un elemento aislado de la
totalidad del universo, pues se les arrebata la esfera espiritual y estética
que contienen. Para la concepción mercantil “[e]l agua es un objeto de
conocimiento, de producción, materia prima, pero no un componente
fundamental de la trama de la vida” (Vélez, 2010, p. 27).
La apropiación del agua empieza entonces a profundizar los con-
flictos sociales y ambientales, pues se generan estrategias legales e ilegales
para que esta tenga lugar: “Arrebatarles el agua a las gentes era y es una
estrategia para arrebatarles el territorio y el poder” (Vélez, 2010, p. 18).

362
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

De esta forma, los bienes comunes empiezan a ser despojados bajo el


discurso de la escasez, por lo que el Estado y los saberes expertos se
plantean formas de conservación donde los ecosistemas que la pro-
ducen, entre otras cosas, deben estar aislados y sin población humana,
como se pretende en la vereda Buenos Aires Los Pinos.
Entonces, la inequidad en el acceso al agua pone de manifiesto la
primacía de lo económico y la distribución de la riqueza para acceder
a la misma, ligada totalmente a la relación global y local. El agua es
un bien que requiere, dentro de la lógica moderna, poseerse, sobre
todo cuando escasea, ya que “quien controla el agua, controla la vida.
Quien controla la vida, tiene el poder” (Vega, 2010, p. 334).
La concepción del agua como mercancía ha generado un “mercado
global del agua”, que no apunta a detener las causas estructurales del
deterioro de las fuentes hídricas, sino a introducir en la lógica de la
oferta y la demanda, el uso, la calidad, la distribución y la cantidad del
preciado líquido. Además, algunos gobiernos buscan promover políticas,
leyes y mecanismos que transfieren a los mercados y a las corporaciones
la gestión del ambiente y del agua; entre ellos está Colombia.

Colombia y la privatización de la gestión del agua


En el caso de Colombia, república donde la ley de leyes es la
Carta Magna que rige la nación desde 1991, cuando se refiere a las
políticas ambientales, establece que es deber del Estado proteger las
riquezas culturales y naturales de la nación, además de “planificar el
manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar
su desarrollo sostenible, conservación, restauración o sustitución”
(Congreso de Colombia, 1991). También contempla el derecho a gozar
de un ambiente sano y consultar a la población si se verá afectada por
cambios en la definición ambiental.
Para los municipios, la constitución establece que los concejos
municipales deben reglamentar la función de los usos del suelo y las
disposiciones necesarias para el control, la preservación y defensa de su
patrimonio ecológico y cultural. De ahí que, para el caso de La Calera,
el Consejo municipal y las Corporaciones Autónomas Regionales (car)
son las autoridades que establecen una serie de resoluciones para la
protección de los ecosistemas, según lo dispone el Estado colombiano.

363
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

En el caso específico del agua, la norma dice que el Estado debe


garantizar el uso que sea necesario del líquido y además la calidad
en su consumo para los humanos. Por lo tanto, regula la clasifi-
cación de las aguas, señala las que deben protegerse y ser controladas
especialmente, y fija cómo se destinará y se aprovechará su uso.
El Estado también debe controlar los vertimientos que se hagan en
aguas superficiales, subterráneas, marinas e interiores, para evitar
la contaminación de los ciclos biológicos, proteger el desarrollo de
especies y mantener la capacidad oxigenante y reguladora de los
cuerpos de agua. Además, el acceso al agua potable y saneamiento
básico se contemplan como un derecho que tiene conexión con otros:
la vida, la dignidad humana y la salud.
En esta perspectiva, el paradigma moderno ha emprendido un
esfuerzo por adecuar los sistemas jurídicos al modelo económico
mercantilizador del agua, afectando la salud y la calidad de vida de
las personas, pues priva de esta a quienes no pueden pagar por ella.
Es así como el marco jurídico colombiano se ha ido acoplando en
los últimos años a alcanzar la privatización de bienes vitales, lla-
mándolos servicios ecosistémicos y adaptando normativas globales
que le demandan al Estado insertar sus lineamientos y políticas
en todos los ámbitos, especialmente en los rurales, lo que implica
la transformación de los acueductos veredales y comunitarios en
pequeñas empresas.
Los servicios ecosistémicos, según el Instituto Humboldt, fueron
definidos en La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio y son “los
beneficios que los seres humanos obtienen de los ecosistemas sean
económicos o culturales” (Instituto de Investigación de Recursos
Biológicos Alexander von Humboldt Colombia, 2015). Estos pueden
ser: de apoyo, como la formación del suelo o la producción primaria;
de aprovisionamiento como los alimentos, el agua potable, la leña, los
recursos genéticos, entre otros.
El caso más emblemático en Colombia es probablemente el de
los páramos, ecosistemas que representan menos del 2% del territorio
colombiano pero que aportan agua al 70% de la población. (Instituto
de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt
Colombia, 2015)

364
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

Por ello la necesidad de conservarlos, pues de no hacerlo se pone


en riesgo el agua de la mayoría del país. Además, están los servicios
de regulación que normalizan el clima, las enfermedades, la oferta
­hídrica, la purificación y los servicios culturales (los más relevantes son:
espirituales, de recreación, ecoturismo, estéticos, herencia cultural).
Por tal razón, en materia de agua, el artículo 25 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, de diciembre
de 1948 —ratificado en la Asamblea General de las Naciones Unidas
en el año 2010—, considera al agua potable y al saneamiento básico
como elementos fundamentales para el desarrollo y la dignidad de
las personas (Consejo Nacional de Política Económica y Social, 2014).
De ahí que los acueductos y las plantas potabilizadoras se conviertan
en la respuesta a estos modelos de desarrollo sostenible que se plantean
para el país.
Entonces, el problema se agudiza con los costos que implica la
potabilización del agua y la creciente tendencia a la privatización
de las fuentes hídricas y los ecosistemas que las posibilitan, lo que
conlleva a que algunos acueductos, sobre todo los comunitarios,
que no pueden acceder a estos implementos (químicos, plantas po-
tabilizadoras) tiendan a desaparecer, o que el campesinado sea ex-
pulsado de los territorios considerados estratégicos, como los páramos.
De igual forma, cabe cuestionar si todos los acueductos necesitan planta
potabilizadora, cuando el agua que captan proviene de manantiales o
de ecosistemas rivereños bastante libres de contaminación, o algunos
han ideado formas de filtrar las aguas que no requieren químicos y
emplean minerales y rocas que son más accesibles.
Así mismo, los Objetivos de desarrollo sostenible argumentan
traer progreso a las naciones “en vía de desarrollo” para transformar
los problemas que el mismo modelo económico ha generado, eso sí,
sin cambiarlo. Dichos objetivos se instauraron como metas para el
país que se consolidaron en el documento del Consejo Nacional de
Planeación Económica y Social (Conpes) 3810 de 2014, en el cual se
inscriben las políticas para el suministro de agua potable y saneamiento
básico en la zona rural. Teniendo como fundamento que para el año
2015 se planteó “garantizar la sostenibilidad del medio ambiente”, el
Departamento de Planeación Nacional propuso como meta incorporar

365
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas


nacionales, y propender por
[…] la reducción del agotamiento de los recursos naturales […]
En particular, […] la proporción del país cubierta por bosques na-
turales, la proporción y el estado de las áreas del país destinadas a
la conservación de ecosistemas a través de un Sistema de Parques
Nacionales Naturales y la eliminación del consumo de Sustancias
Agotadoras de la Capa de Ozono (sao). (Lara, 2016, p. 58)

Estas políticas internacionales, al igual que la Constitución


Política de Colombia, están enmarcadas en el concepto de desarrollo
sostenible, definido en la Comisión Brundtlad y que plantea hacer
frente a las necesidades ambientales del presente para no poner en
peligro la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus ne-
cesidades. Ello porque el capitalismo encontró un freno en el modelo
de crecimiento al reconocer que los bienes vitales del planeta están
en peligro de agotamiento, de modo que se planteó “reconciliar” el
desarrollo económico y social con lo ambiental.
El problema de este modelo es que no ataca de raíz la concepción
dual del mundo que escinde la naturaleza de la cultura, y la explo-
tación a gran escala de los ecosistemas, sino que plantea conservar
para poder explotar después de forma más eficiente. Por tal razón, la
tecnología juega un papel fundamental, pues permite salvaguardar
y hacer más efectivo el uso de los mal llamados “recursos naturales”,
pero no establece cambios sustanciales en los modelos de desarrollo
ni en las energías que se utilizan, como es el caso de los combustibles
fósiles, o los desechos tóxicos que se producen y las problemáticas
que estos generan.
Las políticas ambientales globales se evidencian en el campo
jurídico colombiano más específico; por ejemplo, la Ley 99 de 1993
crea el Ministerio de Ambiente, que está encargado de impulsar una
relación de respeto y armonía del hombre con la naturaleza, y de de-
finir las políticas y regulaciones de los recursos naturales renovables
y el medio ambiente. Esta norma también reordenó el Estado para
disponer la gestión y conservación del medio ambiente y los recursos
naturales renovables, regulando el Sistema Nacional Ambiental (sina).

366
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

Dispone también principios generales ambientales para la política


ambiental colombiana, que se orientan a su vez según los principios de
desarrollo sostenible estipulados en la Declaración de Río de Janeiro
de junio de 1992 sobre Medio Ambiente y Desarrollo.
Adicionalmente, plantea proteger la biodiversidad del país, lo
cual debe ser una prioridad para que esta pueda ser aprovechada en
forma sostenible (Congreso de Colombia, 1993). Por ello define zonas
de protección especial, entre las que se consideran los páramos, sub-
páramos, los nacimientos de agua y las zonas de recarga de acuíferos.
Algo bastante significativo es que, en la utilización de los recursos
hídricos, el consumo humano tendrá prioridad sobre cualquier otro
uso (Congreso de Colombia, 1993).
Pero como ya se ha venido planteando, la lógica de desarrollo
sostenible tiene marcados tintes de mercantilización del agua.
En otras palabras, el país está protegiendo sus ecosistemas para
tranzarlos más adelante y mantener el paradigma de consumo y
desarrollo que plantea el sistema capitalista. También el discurso
experto contempla la conservación como eje para formular políticas
ambientales, pero en caso de daños graves e irreversibles no se puede
apelar a la falta de certeza científica para impedir la degradación
del medio ambiente. Es decir, la materialización de esas políticas y
normas en los paisajes del país ha dejado como consecuencia suelos
erosionados, contaminación de fuentes y nacimientos de agua, pérdida
de flora y fauna nativa e intervenciones irresponsables por parte de
empresas en ecosistemas vitales.
Durante la década de los noventa, la mayoría de países con eco-
nomías de mercado redefinieron el papel del Estado en la prestación
de los servicios públicos a la población. Colombia no fue la excepción,
por lo que algunos monopolios de servicios públicos estatales fueron
reemplazados por estructuras de mercado donde participan capitales
privados y se entra en un ambiente de competencia. Al igual que la
mayoría de empresas, los prestadores de servicios públicos dentro del
modelo neoliberal dan al Estado un papel de regulador y vigilante.
La nueva estructura de servicios plantea entonces modernizar y am-
pliar las infraestructuras, donde el agua —vista como recurso hídrico—
adquiere un papel fundamental a la hora de hablar de estos procesos.

367
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

Esto se reglamentó y definió con la Ley 142 de 1994, que redefine el


esquema institucional y de prestación de los servicios en el país, le-
gitimando y facilitando el accionar a estos nuevos actores privados;
así pues, como se afirma en el artículo 3 la intervención Estatal da
“estímulo a la inversión de los particulares en los servicios públicos”
(Congreso de Colombia, 1994).
Frente al agua potable, la Ley 373 de 1997 “establece el programa
para el uso eficiente y ahorro del agua” (Congreso de Colombia, 1997).
Este se refiere al conjunto de proyectos y acciones que deben realizar
las entidades que prestan servicios de acueducto, alcantarillado, riego,
drenaje, producción de hidroeléctricas y cualquier uso del recurso
hídrico; lo que implica que las autoridades ambientales deben en-
cargarse de la protección, manejo y control del agua. Esta Ley define
los requisitos que deben tener los prestadores de servicios para su
funcionamiento, los cuales implican la transformación de los mismos
en empresas porque deben medir el consumo, plantear tarifas según
las tablas de la Comisión Reguladora del Agua Potable (cra), realizar
estudios hidrogeológicos; con los costos que ello implica para los pe-
queños acueductos. Adicionalmente, los acueductos deben reportar sus
acciones al Ministerio de Desarrollo Económico y no al Ministerio de
Ambiente “con el fin de mantener actualizado el inventario sanitario
nacional” (Congreso de Colombia, 1997).
En lo jurídico, las Corporaciones Autónomas Regionales (car)
se contemplan como aquellas instituciones encargadas de la ejecución
de las políticas, planes, programas y proyectos sobre medio ambiente
y recursos naturales renovables, así como de dar cumplimiento y
oportuna aplicación a las disposiciones legales vigentes sobre su
disposición, administración, manejo y aprovechamiento, conforme
a las regulaciones, pautas y directrices expedidas por el Ministerio.
Son las encargadas de fijar, en el área de su jurisdicción, los límites
permisibles de descarga, transporte o depósito de sustancias, productos,
compuestos o cualquier otra materia que pueda afectar el ambiente
o los recursos naturales renovables; así como prohibir, restringir o
regular la fabricación, distribución, uso, disposición o vertimiento
de sustancias causantes de degradación ambiental, entre las que se
contempla el agua.

368
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

Pero los límites, restricciones y regulaciones que la ley afirma


no pueden ser menos estrictos que los definidos por el Ministerio del
Medio Ambiente (hoy Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible)
lo cual es puesto en el debate público. Aunque están amparados por
un marco referencial común, muchos de los proyectos del Ministerio
de Ambiente entran en disputa con los proyectos de la car, incluso
con los proyectos del Ministerio de Agricultura y del Ministerio de
Minas y Energía. Además, la corrupción y el clientelismo han jugado
un papel relevante en la degradación de lo público en Colombia, por lo
que dichos populares como “la ley es únicamente para los de ruana”
se contemplan también en materia ambiental, como se evidencia en el
caso de Buenos Aires Los Pinos, donde la car otorga concesiones de
agua a personas externas a la vereda y le dificulta a los habitantes
de la misma acceder a ciertos beneficios por vivir en un ecosistema que
posibilita la formación de agua; o cuando el Ministerio de Ambiente
privilegia megaproyectos energéticos o mineros a costa de la vida y
el acceso a la tierra de las comunidades del país.
Dentro del marco jurídico que se viene enunciando, la Obser-
vación General n.° 15 plantea la accesibilidad al agua, definiendo las
relaciones usuario-consumidor, cliente versus el servicio y el prestador,
lo que da lugar a interesantes discusiones acerca del bien público,
el bien esencial y el derecho fundamental, según sea el modelo de
prestación del servicio que el Estado decida. La aspiración social y
estatal debe ser universal en materia de cobertura del servicio, como
quiera que el agua potable es un bien esencial, esto es, un bien de
cuyo uso nadie puede ser excluido. Debe cubrir tanto el sector urbano
como el rural. Las condiciones de pobreza no pueden ser limitantes o
excluyentes del acceso, por cuanto se trata de factores no negociables
para la materialización de un derecho humano reconocido en 2010
por la Asamblea General de las Naciones Unidas (Sampedro Torres,
2011, p. 268).
Si bien refieren a un acceso universal, los términos de usuario,
consumidor, cliente nuevamente se enmarcan en la lógica mercantil.
De igual forma, en Colombia la normatividad dista de la realidad del
país, porque aún es posible encontrar zonas, incluso urbanas, donde
no se cuenta con acceso al agua potable. Además, como lo plantea

369
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

la resolución 1508 de 2010 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y


Desarrollo Territorial, es indispensable establecer los procedimientos
de recaudo para desestimular el uso excesivo del agua (Ministerio de
Medio Ambiente Vivienda y Desarrollo Territorial, 2010); es decir,
conservar el agua implica desmotivar su uso a través del costo que se
le da a la misma. Esta normatividad se vincula a la resolución 493 de
2010 de la cra, la cual establece las diferencias en el nivel de consumo
excesivo, pues estas dependen del clima. Cuando se superan los límites
establecidos, los suscriptores residenciales deberán asumir un valor
adicional al cobro del servicio (Comisión de Regulación de Agua
Potable y Saneamiento Básico, 2010).
Para conservar el líquido vital y evitar los excesos de consumo,
en noviembre de 2011, el entonces Ministerio de Ambiente, Vivienda y
Desarrollo Territorial anunciaba la desaparición de los Planes Depar-
tamentales del Agua que durante el gobierno de Álvaro Uribe habían
sido definidos en el Plan de Desarrollo Nacional para “solucionar” la
falta de acceso de la población al agua potable. Estos privilegiaban el
endeudamiento con la banca privada y las instituciones financieras
internacionales, y llevaban a escala departamental el modelo de
privatización inaugurado en 1994, principalmente en la costa Caribe
colombiana. No obstante, desaparecen porque contenían un proceso
burocrático extenso que generó más problemas que soluciones.
El problema de los Planes Departamentales de Agua consiste en
que fueron construidos sin perspectiva territorial y sin tener en cuenta
las necesidades específicas de las poblaciones, además con una nula
participación de la comunidad. La respuesta del gobierno de Juan
Manuel Santos fue el anuncio de una nueva política: “Aguas para la
prosperidad”, que no se diferenciaba de los Planes Departamentales
pues mantenía los mismos esquemas de financiación, las mismas
estructuras en las que se reconocía la burocratización, agregándole la
masiva entrada de operadores privados (nacionales e internacionales)
al país bajo el argumento de su eficacia y eficiencia en la gestión del
agua (Urrea, 2003).
De igual forma, la construcción de la política rural de aguas que rige
actualmente fue concebida como la gran variación respecto del programa
anterior y se presentó —mediante el documento Conpes 3715 de 2011—,

370
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

como intento de respuesta a la problemática del agua en el campo


colombiano, aunque sin cambios profundos en la misma. Este do-
cumento se crea con el fin de obtener un concepto favorable para
contratar por parte de la Nación un empréstito externo con la Banca
Multilateral de hasta por sesenta millones de dólares o su equivalente
en otras monedas, para financiar parcialmente el Programa de Abas-
tecimiento de Agua y Manejo de Aguas Residuales en zonas Rurales
en el marco del Plan Nacional de Desarrollo Prosperidad para Todos.
En otras palabras, y, como acontece con la mayoría de deudas que
adquiere el país, la banca multilateral es protagonista en la creación
de una propuesta de política del agua para garantizar el control del
agua y el pago con intereses del empréstito.
Según el documento Conpes 3715, se elige a la banca multilateral
por el valor técnico que permite
[…] fortalecer los esfuerzos nacionales de inversión social y
­financiera, evidenciado lo anterior en la asistencia técnica brindada en
la preparación, ejecución y evaluación de los proyectos con base
en su experiencia tanto en Colombia como en otros países de la
Región. (Consejo Nacional de Política Económica y Social, 2011)

Los países en los que la Banca apoya programas de aguas son


Argentina, Honduras, México y Perú, quienes también tienen procesos
extractivos, de monocultivo y de privatización del agua.
Todo el documento tiene un fuerte enfoque empresarial, para
convertir a los acueductos rurales en empresas que presten servicios
de manera eficiente. Por lo tanto, a través del Ministerio de Vivienda
y de Hacienda, la intervención de los entes municipales que son los
directos responsables del agua potable y el saneamiento básico en
las regiones, y la descentralización administrativa de los ochenta, el
documento busca financiar inversiones de infraestructura, tecnología
y sistemas de acueducto con soluciones individuales en las zonas
rurales dispersas. Es decir, la privatización paulatina de cada uno de
los acueductos.
Por otro lado, histórica y actualmente las comunidades organizadas
para la prestación del servicio del agua en Colombia han trabajado
sin el apoyo del Estado. Sin embargo, las comunidades y sus sistemas

371
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

de agua han garantizado el acceso de la población al líquido vital y se


calcula que en el país existen alrededor de 12.000 pequeños prestadores,
muchos de ellos en zonas rurales (Urrea,2003). Posterior al proceso
de Referendo por el Agua, y como correlato de dicha iniciativa, la
organización de los sistemas comunitarios ha emergido bajo la figura
de Red Nacional de Acueductos Comunitarios, con una propuesta de
construcción del modelo público-comunitario para la gestión del agua
y el territorio, que incluso está proponiendo una ley para consagrar
los derechos a la autogestión comunitaria del agua.
Contrario a lo anterior, las políticas que plantea el Estado para
la formación de acueductos rurales tienden a la privatización de los
mismos, y se articulan al afán de garantizar la trilogía endeudamiento-
inversión-cooperación, generalmente desde la intervención extranjera,
lo que reduce la posibilidad de pensar un país distinto, porque las di-
námicas urbanas siguen reconfigurando día a día el futuro del campo
colombiano, y en este la posibilidad de agua para la población urbana
depende de la lógica de ocupación territorial producto de esa reconfi-
guración (Urrea, 2003). Esto se debe a la concepción que se tiene desde
el centralismo político que formula las normas, donde el campo es un
territorio “degradado”, pues supuestamente no puede producir aguas
de calidad y en cantidad suficientes para los humanos.
En el caso del documento Conpes 3810 de 2014, construido con
base en el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 “Prosperidad para
Todos”, se proponen metas nacionales para cumplir el objetivo de
desarrollo sostenible. En el marco de esta investigación, se resaltan
aquellas que vislumbran el manejo del agua. Por ejemplo, se plantea:
incorporar a la infraestructura de acueducto a por lo menos 7,7 mi-
llones de nuevos habitantes urbanos, e incorporar 9,2 millones de
habitantes a una solución de alcantarillado urbano; b) incorporar 2,3
millones de habitantes a una solución de abastecimiento de agua y 1,9
millones de habitantes a una solución de saneamiento básico, inclu-
yendo soluciones alternativas para las zonas rurales, con proporciones
estimadas del 50% de la población rural dispersa (Consejo Nacional
de Política Económica y Social, 2014).
Es decir, las políticas y principios que se plantea a lo largo del
documento Conpes 3810 para cumplir con el aumento de la cobertura

372
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

de acueductos en el país, facilitan la inserción de los principios cor-


porativos globales en torno a la privatización del agua en Colombia.
Se plantea, tanto para el sector rural como para el urbano, la promoción
de sistemas eficientes de gestión a través de esquemas empresariales.
En otras palabras, el agua se vislumbra como mercancía que debe ser
capitalizada, sostenida, eficiente y rentable.
Una de las argumentaciones del documento 3810 es la dispersión de
prestadores de servicios en el área rural, lo que dificulta la generación
de esquemas que puedan aprovecharse para generar sistemas econó-
micos de escala y alcance. Según el Conpes, esta situación genera altos
costos e ineficiencia en la prestación del servicio (Consejo Nacional
de Política Económica y Social, 2014). Por lo tanto, arguyen que existe
la necesidad de otorgar estos servicios a prestadores con experiencia
para fortalecer el uso del recurso, pues ellos son quienes facilitan la
asistencia técnica y el Estado solamente debe realizar acciones de vi-
gilancia y control. Es decir, se plantea la neoliberalización del servicio
del acueducto, pues el agua se vuelve un servicio administrado por
empresas que pretenden monopolizar el recurso y se rigen bajo las
lógicas del paradigma mundial de desarrollo.
Por lo tanto, la defensa y cuidado del territorio son condiciones
necesarias para la gestión del agua, no solamente para garantizar el
consumo de la población rural, sino para asegurar el cuidado de las
fuentes de las que dependen poblaciones urbanas, como en el caso
de Buenos Aires Los Pinos, en La Calera. Además, la desterritoriali-
zación conlleva a las pérdidas de formas de subsistencia de quienes
se ven arrebatados de sus parcelas, lo que conlleva a la desaparición
de saberes ancestrales y culturales del país. Esta situación se analizó
en la vereda Buenos Aires Los Pinos, del municipio de La Calera.

La “pequeña Suiza” de Cundinamarca y


la vereda abastecedora de agua
La Calera, llamada así por la explotación de cal que existía desde
tiempos coloniales y que se ha mantenido hasta hoy, se ubica al oriente
del departamento de Cundinamarca. El municipio es de topografía
montañosa y está distribuido entre dos sistemas hidrográficos: el sector
occidental pertenece a la cuenca del río Teusacá, que hace parte de la

373
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

cuenca alta del río Bogotá; el sector oriental pertenece a la cuenca del
río Blanco, que es afluente del río Negro; y este último del río Humea
que desemboca en el río Meta y pertenece a la cuenca del río Orinoco
(Alcaldia de La Calera, 2014).
El municipio empezó a generar fuertes dependencias con la
ciudad de Bogotá, a partir de su consolidación como pueblo en el siglo
xix. Asimismo, se arraigó la visión de ser abastecedora de materiales
para la ciudad (carbón vegetal y cemento), pero también de ser una
reserva forestal por los páramos que rodean su cabecera municipal y
su cercanía al Parque Nacional Natural (pnn) Chingaza. Esta última
imagen fue mutando hasta el punto en que, hace 30 años, La Calera
se convirtió en el lugar de construcción de viviendas cercanas a una
visión “natural y de tranquilidad”. Al haber sido dotada de cualidades
que materializan esas nociones de paisaje armónico y de descanso,
las mansiones de La Calera consolidan imaginarios sobre lo rural
marcados por lo estético y no por el trabajo, generando procesos de
gentrificación1 rural. Este proceso agudizó después de que el muni-
cipio dejó de ser zona roja por el repliegue de la guerrilla de las farc
en la sabana bogotana.
De allí que se conciba el municipio como una “pequeña Suiza”, un
lugar de descanso y de protección para garantizar la vida urbana, a costa
de la ruptura de las relaciones sociales que se gestan entre los habitantes
históricos de estas tierras y su relación con el paisaje y el territorio.
La vereda Buenos Aires Los Pinos, ubicada en la parte oriental del
municipio La Calera, limita al sur con la vereda el Volcán, al oriente
con la vereda el Manzano, al nororiente con el municipio de Guasca
(pnn Chingaza), al noroccidente con la vereda Santa Helena y por
el occidente con la vereda Buenos Aires La Epifanía. En esta fluyen
la quebrada Simaya y la quebrada San Lorenzo, que son los límites
físicos de la vereda y pertenecen a la cuenca del río Teusacá, afluente
del río Bogotá.

1 Desde la perspectiva de Beatriz Nates Cruz, la gentrificación refiere


a procesos de elitización de territorios que han sido habitados por
poblaciones con poder adquisitivo bajo o medio en lugares urbanos, rurales
y rurales-urbanos, que fueron adquiridos por poblaciones de sectores
medios y altos (Nates Cruz, 2008).

374
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

Las quebradas son vitales para el abastecimiento de agua de las dis-


tintas veredas del municipio y la ciudad de Bogotá, pues el acueducto rural
más grande de La Calera, Tres Quebradas, tiene sus dos bocatomas en este
lugar, además hacen presencia los acueductos: El Volcán, Buenos Aires La
Epifanía, Buenos Aires Los Pinos y San Andrés, estos dos últimos abastecen
a los habitantes de la vereda, y la Empresa de Servicios Públicos Aguas de
los Andes que surte a los condominios Macadamia. Los nacimientos de
agua cercanos a la quebrada San Lorenzo están dados en concesión por
parte de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (car) a
Coca Cola – Femsa, quien embotella la famosa Agua Manantial; y el
túnel del sistema Chingaza de la Empresa de Acueducto de Bogotá
(eaab) atraviesa y afecta gran parte de la zona de recarga de agua de la
vereda. En otras palabras, confluyen distintos actores con sus propios
intereses para acceder al líquido.
Desafortunadamente, las políticas nacionales y el accionar del
Estado colombiano han llevado a plantear la conservación de los eco-
sistemas en el marco del desarrollo sostenible y la mercantilización
del agua como los ejes que determinan la interacción con el entorno.
La racionalidad estatal define que los usos del agua deben entenderse
desde la prestación de servicios públicos y de servicios ecosistémicos,
lo que implica la expansión ilimitada del paradigma mercantilizador.
La visión del agua como mercancía afecta las relaciones comunales
para la administración del líquido vital y lleva a la pérdida del sentido
estético y sagrado del agua y sus ecosistemas. Las tensiones que esto
genera se hacen visibles en Buenos Aires Los Pinos porque llevan a
que los actores que confluyen en este territorio no se enmarquen en
un solo discurso para apropiarse del agua, sino que emplean varios
argumentos de acuerdo a sus necesidades.
Por ejemplo, Coca Cola – Femsa con la marca Manantial habla de
la necesidad de mercantilizar agua potable de calidad con sus botellas
de plástico y de vidrio; además, argumenta su presencia en la zona
porque conserva los nacimientos y el bosque que permite la existencia
de su negocio, cercándola y limitando el acceso de la población a la
misma, la cual se ve afectada porque los manantiales que deberían
surtir a las quebradas terminan limitados para el funcionamiento
de la embotelladora.

375
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

De igual forma acontece con el Proyecto Chingaza, puesto que la


eaab mercantiliza el agua para Bogotá y justifica la importancia de
su proyecto para abastecer a más de ocho millones de personas, les
exige a los habitantes de la vereda conservar las quebradas que tienen
incidencia directa en el proyecto, cercándolas y limitando el acceso
de los pobladores a las mismas. Los acueductos rurales hablan de
conservación y siembran árboles para mantener las bocatomas, pero
transan con el agua porque es indispensable para la vida campesina;
aunque con distintos matices, pues en algunos casos ya están planteando
insertarse en las dinámicas empresariales al proyectarse administrar
otros acueductos o embotellar el líquido.
Entonces, en la vereda se manifiestan distintas tensiones, lo que ha
generado alteraciones en el paisaje hídrico. Este concepto se establece
desde la perspectiva de Jessica Budds (Budds, 2010), quien lo define como
las relaciones de poder que se ocultan a través de tecnologías específicas
que producen paisajes físicos y elementos discursivos particulares para
controlar el agua. Es decir, el conjunto de temas relacionados con los
usos, el acceso y la exclusión, la presencia de infraestructura hidráulica,
la administración y los debates sobre cómo la gobernanza del agua en
un contexto determinado produce efectos sobre el paisaje.

Transformaciones en el paisaje hídrico:


acaparamiento en la vereda Buenos Aires Los Pinos
Las distintas relaciones con el líquido vital que se gestan en la
vereda, permiten afirmar que el agua sí tiene dueño, porque existen tres
formas de acapararla: a través de la captación legal, con las concesiones
que otorga la car para los acueductos, empresas de servicios públicos y
la embotelladora de Coca Cola – Femsa; a través de la propiedad terri-
torial, que lleva a las personas o multinacionales a acaparar los bienes
que existen en sus predios; y a través del argumento del beneficio de
zonas vitales para el desarrollo y un número significativo de población,
como el proyecto Chingaza con el abastecimiento de agua para Bogotá.

Apropiación por captación legal


Las apropiaciones por captación legal han llevado a que el modelo
de administración del agua colombiano, que pretende privatizar el uso

376
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

del líquido, Coca Cola – Femsa y los usuarios de los acueductos afirmen
que tienen derecho sobre el agua. La legitimidad que da la car y el
accionar jurídico permiten a Tres Quebradas, La Epifanía, El Volcán,
Aguas de los Andes, Los Pinos y Coca Cola – Femsa declararse dueños
del agua de las bocatomas donde se surten, aunque con diferencias
significativas en sus formas de intervención y distribución.
La car y la Alcaldía Municipal son las instituciones que más se
aproximan a los acueductos veredales y que tiene incidencia directa en
ellos. Como se ha evidenciado, la ley es bastante clara en la lógica de
mercantilización del líquido vital. En el caso de Buenos Aires Los Pinos
se ha materializado el discurso jurídico en la relación, acceso y uso coti-
diano del agua de quienes habitan en la vereda cerca de los nacimientos;
lo que ha transformando el paisaje material e hídrico en la zona.
La car, como responsable directa de las concesiones de agua y
garante de las denuncias por la apropiación de la misma, ha iniciado
concertaciones para capacitar a las juntas de los acueductos veredales
con el fin de transformarlos en empresas prestadoras de servicio.
Para ello, junto con la Superintendencia de Servicios Públicos y la
Comisión Reguladora del Agua (cra) les exige a los acueductos
adaptarse a tablas tarifarias establecidas desde el discurso experto,
el uso de paquetes contables, equipos de medición, potabilización y
desarenadores del agua; pero como muchas apropiaciones del líquido
en el sector rural son el resultado de relaciones comunales e históricas,
algunos acueductos ni siquiera tienen un computador o los recursos
para comprar infraestructura nueva.
“La ley es clara” afirmaba una funcionaria de la car, por lo tanto,
las personas se ven obligadas a cumplir con la norma porque “están
prestando un servicio”: el de abastecer agua a las comunidades. Como
muchos acueductos no tienen el dinero para constituirse en empresa,
se está viviendo una inminente privatización de estos. Quien puede
asumir los costos de infraestructura termina absorbiendo a los pe-
queños acueductos, lo cual tiene una implicación directa en el servicio.
Los usuarios estaban acostumbrados a pagar un costo mínimo por
el acceso al agua, la cual ahora se mide con contadores, según lo de-
manda la norma y: “si consumes más, pagas más, si consumes menos,
pagas menos, como funciona aquí en Bogotá y como se establecen en

377
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

las tarifas de consumo” (Funcionaria de la car, entrevista personal,


12 de febrero de 2015).
De igual forma y, para el caso de los nacimientos de agua o las
quebradas, se empiezan a hacer intervenciones en el paisaje con el fin
de conservar —desde el punto de vista ambiental— la zona cercana
a la bocatoma. El acceso al agua de quienes pidieron la concesión y
la garantía de un servicio con agua limpia conlleva a que se realicen
cercados para proteger los nacimientos, ya sea con árboles “llamadores
de agua”, árboles nativos o con alambre y madera; transformando
radicalmente el paisaje del lugar. Sin importar si son para cercar,
la car exige la siembra de árboles como medida de compensación,
cuyo número es determinado por la cantidad de caudal de agua que
se da en concesión. De igual forma, se prohíbe el cultivo cerca a la
bocatoma y la presencia de ganado, por lo que se ha vuelto necesario
hacer bebederos para que los animales accedan al líquido.
En Buenos Aires Los Pinos algunos acueductos han comprado
los predios para generar procesos de conservación de sus bocatomas,
pero muchos de los árboles que siembran no son nativos, limitan el
acceso a los territorios y han afectado el caudal de las quebradas.
Así mismo, se presentan disputas entre los dueños de los predios y los
acueductos ajenos a la vereda, puesto que muchos mantienen ganado
en las zonas altas y afectan la infraestructura de los mismos, creando
tensiones constantes entre los implicados.
En otras palabras, la mercantilización del agua se hace evidente
en la cotidianidad de las personas, que “deben” cumplir los requisitos
para vivir conforme la ley lo demanda, así sean de difícil realización.
Por ejemplo, cuando se exigen análisis químicos del agua periódica-
mente, esto implica que los precios se empiecen a elevar para solventar
dichos costos, especialmente en aquellos acueductos pequeños y con
pocas ganancias. Una de las grandes dificultades que manifestaron
los habitantes de Buenos Aires Los Pinos respecto a la car es que
las visitas acostumbran realizarlas en tiempo de invierno, cuando
los cauces son elevados y “abunda” el agua; pero en tiempos como el
verano, donde se presenta escasez, “por aquí no se ven” (Habitante
de Buenos Aires Los Pinos, entrevista personal), evidenciando que,

378
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

a pesar de ser el discurso experto y legitimador, no contempla los


límites geográficos y temporales de los cuerpos de agua.
Los acueductos rurales y las empresas prestadoras buscan garan-
tizar el acceso al agua como un servicio, por lo cual su administración
tiende a monopolizarla, rigiéndose por las lógicas del paradigma
mundial mercantilizador. Es el caso de los acueductos que buscan
aumentar su número de usuarios para generar más ganancias, lo que
implica pedir aumento de caudal. Además, dentro de las adminis-
traciones de los acueductos rurales se presentan casos de presidentes
de las juntas que llevan más de veinte años en sus cargos, y se con-
sideran los dueños de los mismos, en ocasiones son legitimados por
las personas que reciben el servicio. Así mismo, muchos acueductos
condenan a aquellas personas que tienen captaciones ilegales o que
no se afilian a los acueductos porque procuran mantener sus propias
bocatomas o acueductos veredales. En ocasiones los acueductos más
grandes pretenden convertirse en los administradores de aquellos
acueductos que no pueden adaptarse a la normatividad colombiana y
a las exigencias de la car. Por lo tanto, se plantean como los grandes
administradores del líquido vital.
Respecto a la Empresa de Servicios Públicos Aguas de los Andes,
aunque no puede aumentar el caudal por el límite habitacional que
tiene el proyecto; la concesión legitima su inserción en una vereda
lejana al sitio donde se ubican las viviendas. Incluso ha sido pro-
blemática su presencia en la vereda, puesto que algunos habitantes
de Los Pinos afirman que Macadamia está robando el agua que les
pertenece. El hecho de tener la aprobación de la car le permite a
la empresa de servicios públicos mantener su presencia en Buenos
Aires. Incluso para la construcción de su infraestructura, la mayor
parte de la tubería va por la carretera principal, pese a la negativa de
los habitantes de Buenos Aires, quienes afirman que no los dejaron
pasar por sus lotes, para evitar que se llevaran el agua y entraran a
sus predios sin permiso. Según Aguas de los Andes, la tubería se pasó
por la carretera para ahorrar costos de servidumbre y porque la vía
principal es “de todos” (Trabajador Aguas de los Andes, entrevista
personal, 24 de febrero de 2015).

379
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

Por el contrario, el no tener la concesión sí implica que peligre


la propiedad del agua, como ocurre con el acueducto San Andrés.
Aunque actualmente está vencido el trámite con la car, haber
tenido el permiso de captación legitima su existencia, pero no te-
nerlo vigente implica correr el riesgo de perder el dominio sobre la
administración del líquido.
En el caso de la empresa multinacional Coca Cola – Femsa, el permiso
de la car legitima su negocio de embotellamiento de agua e incluso
les evita posibles altercados por tener un respaldo jurídico, por lo cual
el único que puede interlocultar y reclamarle su accionar es el mismo
Estado. Aunque con poco éxito, porque se han generado tensiones entre
Femsa y la car, puesto que la institucionalidad plantea que la captación
se hace sobre aguas superficiales. Los requisitos para captar agua difieren
cuando se plantea un sistema superficial y un sistema subterráneo.
Los nuevos requerimientos que plantea la car al considerar que se capta
de aguas superficiales demandan que Femsa haga planos y diseños que
no afecten la rotonda hidráulica de los manantiales. Pero las obras que
tiene la compañía están construidas desde 1997 y el adaptarse a la norma
le implicaría asumir otros costos y tratamientos para el líquido, entre
ellos la inversión estructural sobre la planta.
El problema con la car llevó a que la compañía contratara a la
consultora ambiental Golder Associates para hacer su propio estudio
y determinar sí es un manantial superficial, o como ellos lo llamaron:
actualización del estudio hidroecológico, que realizaron antes de la
renovación de la concesión de aguas, con el fin de evaluarla. Uno de
los argumentos de Coca Cola – Femsa para mantener la concesión
de aguas subterráneas es que la car no puede afectar sus ganancias,
puesto que tendría que asumir la indemnización por pérdida de
las mismas, ya que en un principio aprobó la concesión como agua
subterránea. Además, su alegato es que violentan el principio de con-
fianza legítima planteado en la sentencia t-204 de 2004 de la Corte
Constitucional (Coca Cola – Femsa, s.f.).
La captación legal tiene sus implicaciones directas en el paisaje del
lugar y en la vida de las personas, pues construyen paisajes hídricos: la
bocatoma cercada con árboles o alambre, sin presencia de personas o
ganado; la construcción en cemento de infraestructuras que permiten

380
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

captar más eficientemente el agua; carteles que prohíben el paso, tu-


berías y tanques o, en el más radical de los casos, cercas electrificadas
que impiden el tránsito en propiedad privada.
El respaldo del discurso experto permite que ante las autoridades
se pueda defender la apropiación del recurso, por eso pueden ampa-
rarse bajo el argumento legal quienes tienen la captación frente a los
dueños de los predios. Aunque el clientelismo y la corrupción del
Estado hacen latente la debilidad de la política ambiental colombiana,
como lo evidenció el problema entre el acueducto rural La Epifanía y
el finquero dueño del predio aledaño a la bocatoma.
La llegada de personas ajenas a la zona ha alterado fuertemente
las dinámicas de la comunidad, pues los “finqueros” tienen sus propias
definiciones de propiedad y naturaleza, que difieren de quienes han
habitado la vereda desde hace bastante tiempo. En otras palabras, crear
un lago artificial captando aguas arriba de la bocatoma de la vereda es
posible porque la quebrada fluye por el territorio que se ha adquirido
por contrato, así se disminuya el cauce de la quebrada y se afecte la
captación del líquido en las zonas bajas. Esta situación evidencia las
relaciones de poder entre quien se ubica arriba de la bocatoma y los
que están aguas abajo: “el señor es mala gente. Ha sido citado cinco
veces a la inspección de policía y no se ha presentado para negociar
la servidumbre” (Habitante de Buenos Aires La Epifanía, entrevista
personal, 11 de abril de 2015).
El crecimiento demográfico también se ha convertido en la excusa
para pedir ampliación del caudal y por lo tanto generar nuevas d
­ emandas
del agua y más impactos en la zona. No se puede desconocer que
los nuevos pobladores necesitan acceder al líquido, por lo tanto es
impensable impedirles su uso. Pero el acaparamiento que se está
dando por parte de los acueductos conlleva a cuestionar si en realidad
obedece únicamente a prestar el servicio o a empezar a lucrarse de
este, como ocurre con Tres Quebradas. Incluso inquietan los costos
elevados para quienes son ajenos a las veredas, pues se asume que ser
foráneos les permite pagar más. Algunos argumentan que los cobros
elevados se hacen con el propósito de desmotivar la compra de más
puntos de agua; pero esta respuesta se inserta en la visión mercantil
de conservar limitando el consumo a partir del aumento del costo

381
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

del agua, y no evidenciando la importancia de la misma en la trama


de la vida. En otras palabras, este discurso ya hace parte de la vida
cotidiana de la vereda.
En algunos acueductos se trata de mantener las relaciones co-
munales, pero la ley está obligándolos a transformarse en empresas.
Además, se presentan —como en los acueductos de El Volcán,
La Epifanía y Tres Quebradas—, situaciones en las que los presidentes
parecen dueños de los mismos. O en el más extremo de los casos, como
ocurre en El Volcán, esto dificulta la compra de predios que podrían
beneficiar a la asociación, como los de la bocatoma. Los trámites legales
para mantener el acueducto consumen mucho tiempo, razón por la
cual los usuarios no quieren hacer parte de la junta, como aconteció
en Buenos Aires Los Pinos, recargando las responsabilidades que
denota ser socio del acueducto a un grupo determinado de personas
que se están cansando de mantener la administración del mismo.

Apropiación territorial
Uno de los debates que he enfrentado en la elaboración de la
investigación es el vínculo que existe entre apropiación territorial
con la apropiación del agua. Desde la perspectiva de Juliana Millán
(Millán Guzmán, 2010), a partir de su trabajo de campo en los acue-
ductos rurales de los Cerros Orientales de Bogotá, el territorio es un
elemento relacionado con los bienes públicos o comunes, por lo tanto
el agua como bien común se imbrica en el territorio. De esta forma
[…] cuando el entorno es una construcción social, tiene un sello
cultural y político particular que se refleja en el control político sobre
el espacio, que en ese momento se convierte en territorio, es decir te-
rritorialización del espacio. (Sabatini y Mena, 1995, citados en Millán
Guzmán, 2010)

Por eso hay tensiones entre los propietarios de los predios por donde
corre el agua y quienes tienen concesiones sin propiedad territorial.
En el caso de Tres Quebradas, Aguas de los Andes, La Epifanía
y Coca Cola – Femsa existe otra forma mucho más efectiva de garan-
tizar la propiedad del agua; y es a través de la apropiación territorial
para el acceso de los bienes. Al ser propietario del predio donde está la

382
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

bocatoma, ya sea del acueducto o del agua a embotellar, se facilita


la no intromisión de las personas de la vereda y por tanto una pri-
vacidad sobre el uso y acceso que se hace del líquido. Pero cuando
se interviene en los territorios de los otros o se afecta la quebrada,
causando impactos negativos entre quienes comparten la fluidez del
cauce, sí existen intervenciones directas de los afectados.
Para las personas en la vereda, Coca Cola – Femsa no se vis-
lumbra como una amenaza, situación que es preocupante puesto
que evidencia la efectividad de las estrategias de división comunitaria que
ha empleado la empresa para establecerse en la zona. La embotelladora
otorga trabajo en su planta a algunos habitantes de Los Pinos, regala
jugos a los niños y niñas de la escuela, dona parques en el municipio,
entre otras actividades que buscan mantener una relación “cercana”
con algunas personas de la comunidad. Al tener la legitimidad con la
concesión que otorga la car y comprar los predios de los nacimientos
y sus alrededores, la empresa Agua Manantial evita intervenciones
directas en la comunidad que está en contra de su presencia.
Además, a pesar de que la empresa acapara el agua, los problemas
con la multinacional se enfocan en la afectación de la carretera por el
paso diario de los camiones con las botellas empacadas, pues la vía
está sin pavimentar y como espacio público se ven huecos y atascos
en época de invierno por el tránsito constante, pero no existe una
discusión por la apropiación de los nacimientos de agua que podrían
alimentar y aumentar el caudal de la quebrada San Lorenzo, que
disminuye significativamente en tiempo de verano.
Por el contrario, con la empresa Aguas de los Andes existen
reclamos por las afectaciones que generó en el lote vecino, el cual fue
talado para la ampliación de la infraestructura de la empresa, con la
instalación de un tanque y una planta potabilizadora. Si esta empresa
solo hubiese intervenido su propiedad y no hubiese perjudicado la
fluidez de la quebrada, es muy probable que la comunidad no inter-
viniera frente a la tala del bosque alto andino nativo.
De igual forma, los acueductos de Tres Quebradas y La Epifanía
presentan la misma situación, pero con distintos matices. El primer
acueducto, al estar en la parte más alta de San Lorenzo, se libra de
problemas con la vecindad porque Aguas de los Andes tiene una

383
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

connotación más negativa y están captando aguas más abajo; por lo


tanto, se responsabiliza más a los segundos cuando hay sequías por
la ausencia del líquido. En el caso de La Epifanía, su infraestructura
está diseñada para captar muchísima agua de la vereda y, al afectar la
quebrada, existen quejas de las personas implicadas por su presencia.
Situación que contrasta con los acueductos de El Volcán e incluso
Los Pinos y San Andrés, pues al no ser dueños de los predios de la
bocatoma, sí enfrentan tensiones por servidumbres con los propie-
tarios de los terrenos.

Apropiación por beneficio a zonas vitales para el


desarrollo y un número significativo de población
La apropiación bajo el argumento del beneficio de zonas vitales
para el desarrollo y un número significativo de población es el que
corresponde al proyecto Chingaza e incluso aplica al acueducto rural
Tres Quebradas. Mantener y preservar el agua para la ciudad de Bogotá
implica un cambio fuerte en el paisaje hídrico de la vereda. Pese a ser
un túnel subterráneo, el proyecto Chingaza transformó radicalmente
la zona en términos físicos y las relaciones del campesinado con su
entorno, pues les arrebató y les sigue arrebatando el agua.
Además, la violencia con la que la eaab ha tratado a la comunidad,
ya sea en términos físicos o simbólicos, ha llevado a que el deterioro de
la relación entre la empresa y los calerunos sea cada vez más profundo.
Las personas de la zona se sienten ofendidas, vulneradas y robadas,
porque no hay retribución por las afectaciones generadas por el pro-
yecto, que se hizo sin consultar a quienes habitaban los territorios;
porque las compensaciones que se han dado no devuelven el caudal
de las aguas que son absorbidas por el túnel; y porque al campesinado
se le trata como si no supiera de conservación; “es que ellos creen
que somos brutos” (Habitante de Buenos Aires Los Pinos, entrevista
personal, 24 de mayo de 2015).
A Bogotá le dan agua potable que la sacan de nuestras montañas,
y nosotros no tenemos acceso a agua potable. Para tenerla, nos están
exigiendo plantas de tratamiento que son bastante costosas y nuestro
acueducto, que es comunitario, no puede sostenerse. Tendríamos
que subirle muchísimo el precio al agua, pero toda la gente que lo

384
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

usamos somos humildes, campesinos, no tenemos los medios para


pagar esa cantidad de agua. Es preferible no tener acueducto y sacarla
de las zanjitas o donde pueda tomar uno el agua. Hasta ahora lo de
Corpohuina sirve, [proyectos de reconversión productiva], pero no
devuelven lo importante que es el agua. A mí me pueden dar una
cerca, unos postes, unos árboles, eso puede servir para atajar los ani-
males, pero no me sirve para vivir, no me devuelve el agua. Hace diez
años se dijo que ellos tenían que retribuir el agua a las veredas. Y en
la reunión que hicieron ahorita en la umata dijeron muy clarito que
hasta ahora iban a empezar a hacer las retribuciones, pero que era
dentro de diez años que se harían las cosas. O sea que uno no va a
alcanzar a beneficiarse, si es que cumplen. (Habitante Buenos Aires
Los Pinos, entrevista personal, 28 de mayo de 2015)

La eaab, respaldada por la demanda de agua de gran parte


de la población del centro del país, puede organizar reforesta-
ciones, consolidar proyectos para modificar las prácticas y la
vida del campesinado de la zona y lanzar discursos que pretenden
la conservación de la zona de protección ambiental para su beneficio.
Cabe recordar que el pnn Chingaza fue creado para garantizar el acceso
de agua de la ciudad, que modificó radicalmente el páramo, transvasó
agua de la cuenca del río Orinoco a la cuenca del Magdalena y afectó
a los municipios aledaños al mismo; incluso en La Calera se creó el
embalse de San Rafael que transformó el clima de la zona.
En el caso de Tres Quebradas y su importancia en La Calera, este
acueducto adquiere una connotación similar, ya que garantiza el acceso
del líquido a veredas distantes y que tienen serios problemas por el
acceso al agua, haciendo de este último su argumento principal para
plantearse aumentar el caudal de la concesión, mantener la bocatoma
cercada y limitado el acceso de los territorios aledaños a la misma.

Conclusión: la gestión del agua debe ser


desde la realidad de los territorios
Las tres formas de apropiación del líquido en la vereda de Buenos
Aires Los Pinos muestran cómo en un solo lugar pueden desembocar
distintas relaciones con el entorno, más aún cuando se habla de un

385
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

ecosistema único que posibilita el acceso a agua limpia, potable,


pura y cristalina. Cada visión y sentido del agua produce territorios
y ­territorialidades; además, los discursos sobre ella crean materia-
lidades en la vida cotidiana de las personas. Y como en Colombia
las políticas públicas se hacen desde un escritorio y no a partir de la
realidad de las comunidades, se generan choques, que muchas veces
son violentos, entre las instituciones del Estado con sus habitantes, y
los cuales deterioran la relación de los mismos.
A partir de lo expuesto, se puede concluir que lentamente se
adueñan del agua porque las vías legales están limitando el acceso a
un bien que es vital, común y que en realidad no le pertenece a nadie,
pues somos agua. A este problema se adjunta la política minero-
energética para financiar el postconflicto. Esto porque el gobierno
colombiano, enmarcado en la lógica extractiva —donde el petróleo,
las hidroeléctricas, la agroindustria, los monocultivos forestales y la
minería son la solución para generar inversión y empleo—, niega las
consecuencias nefastas para los ecosistemas y a su vez para el agua, que
termina totalmente contaminada. En este momento, en el mundo se
están mercantilizando y financierizando las apropiaciones al acceso al
agua, que pasan desapercibidas y se normalizan. Además, en la esfera
pública colombiana el agua tiene un papel reducido porque se maneja
como un tipo de extractivismo; razón por la cual Coca Cola – Femsa
puede comerciar con el agua sin tener que asumir las consecuencias
e impactos que ello implica.
Los habitantes de la vereda afirman que para ellos el agua de-
bería tener regalías. Si esta propuesta tuviera acogida y funcionara, es
probable que aconteciera como ocurre con el petróleo o la minería: el
agua se volvería la supuesta solución para garantizar dineros al erario.
Aunque el problema de corrupción del Estado colombiano llevaría a
que, como acontece en las zonas mineras y petroleras —y como ocurre
en este momento en Buenos Aires Los Pinos—, no se invierta en los
territorios donde hay injerencias, impactos y afectaciones directas por
la explotación del bien y únicamente se lucren unos pequeños sectores
sociales; desconociendo los impactos socioambientales que esto genera.
La Constitución plantea que debe primar el consumo humano del
agua potable, situación cuestionable porque la política minero-energética

386
¿A quién le pertenece el agua? Apropiación del agua en la vereda Buenos Aires...

de los últimos gobiernos emplea el agua para la extracción, lo que termina


contaminándola y privatizándola; pero también se han establecido zonas
que deben estar protegidas en una lógica de conservación sin personas,
para garantizar el agua a quienes pueden pagar por ella.
Del término “consumo humano” pueden derivar muchas situa-
ciones, como el uso del agua para procesos agropecuarios o energéticos,
pero no se contempla al homo sapiens dentro de los ecosistemas que le
permiten habitar y garantizar su vida en el planeta. Por ello es urgente la
reforma de la ley y la educación en torno a la importancia del ambiente
y el agua, porque debe contemplar el abastecimiento de esta para los
ecosistemas, su flora y su fauna. No se puede pretender que el agua nazca
en el páramo y en el bosque alto andino cuando se impide que el ciclo
ecológico se desarrolle con éxito al destruir estos ecosistemas y romper
con las interacciones y conexiones de los diferentes ambientes, pues se
niega la complejidad de la montaña andina en su totalidad.
De ahí que la política pública ambiental en el país debería partir
de la realidad de los territorios, buscar una conservación que respete
la vida de los humanos y no humanos en sus distintos sitios de habi-
tación y dividir la nación en cuencas, porque el agua, al igual que el
suelo, son los bienes que permiten y agrupan la vida. En este sentido, y
comprendiendo el territorio como cuenca, se evitarían inconvenientes
como la definición de quién administra un río o el margen de una
quebrada, pues la nueva forma de distribución permitiría cuidar más
fácil las zonas, delimitarlas y responsabilizar a quien cometa daños en
las mismas. A su vez, con la transformación de la noción de cauce como
frontera que existe en la zona andina, se evitarían conflictos como los
que tienen lugar en la vereda con la apropiación de la quebrada San
Lorenzo por parte de Coca Cola, Aguas de los Andes, Tres Quebradas,
La Epifanía, La Siberia, y en la quebrada Simaya con Chingaza.
Como se evidenció en la investigación, la racionalidad ecológica
que plantea Víctor Toledo es una realidad en Buenos Aires Los Pinos;
esta plantea que el productor rural tradicional posee una racionalidad
ecológica propia y su conocimiento debe interpretarse como parte
de las actividades necesarias para la reproducción de la vida social
(Toledo, 1990). Es decir, la forma en que el campesino se relaciona
con su entorno está ligada al contexto, pues son el espacio y el agua

387
Anyi Viviana Castelblanco Montañez

quienes terminan limitando y determinando las relaciones ambientales


y sociales. Pero, así como la conservación que se ha dado en la vereda
puede ligarse a la cercanía con el pnn Chingaza, a que Buenos Aires
Los Pinos sea zona de amortiguamiento de agua y a la apropiación
que tienen sus habitantes del territorio; no se puede desconocer la
incidencia del discurso moderno en la normalización de prácticas,
usos ambientales y usos del agua en la vereda. Porque, así como los
productores hablan del “cultivo normal” cuando se usan químicos en
la papa para favorecer la cosecha, en la vereda se está planteando que
debe mercantilizarse el agua para favorecer su preservación.
La investigación evidenció cómo las distintas relaciones que se dan
entre los actores que confluyen en un mismo espacio, se transforman y
significan desde sus visiones y prácticas de vida. En el caso del campe-
sinado son la relación productiva, su entorno y su consumo restringido
lo que les permite tener una relación más armónica con “la naturaleza”,
por eso en sus prácticas cotidianas “reciclan” y cuidan el agua, ya que
ella hace parte del ciclo de la vida. Aunque las nuevas ruralidades han
generado cambios en la visión de consumo y de calidad de vida, aún se
mantiene esa necesidad de cuidar y conservar el líquido vital.
Es necesario que la política pública ambiental se contextualice
de acuerdo a las particularidades de cada zona, teniendo en cuenta,
consultando y conversando con aquellas personas que conocen y viven
los lugares. Como se observó en Buenos Aires, son los pobladores
nativos quienes tienen una fuerte apropiación territorial y del agua,
la cual es producto de las relaciones históricas, sociales, ambientales y
culturales que les han permitido vivir, fluir y convivir con el páramo,
con el bosque, con la flora, la fauna y el agua. Y aunque cada vez
hay menos nativos, para quienes somos ajenos a la zona resulta vital
aprender de sus prácticas y relaciones con el entorno.

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390
Agua y desigualdades socio-ecológicas
en Bogotá a mediados del siglo xx. El caso
del río Tunjuelo y sus barrios ribereños

Vladimir Sánchez-Calderón
Universidad Industrial de Santander, Colombia

Introducción
El río Tunjuelo, ubicado al sur de Bogotá (figura 1), hizo parte del
proceso de urbanización que la ciudad experimentó en el siglo xx.
Su cercanía relativa —más o menos diez kilómetros en línea recta—
al centro de la ciudad, y sus condiciones físicas, fueron evaluadas
de forma positiva para que sobre él se construyeran tres embalses
que abastecieran mayoritariamente a la capital entre la tercera y
la quinta década del siglo. Estos embalses supusieron la conexión
física, aunque invisible, con la ciudad, pues se conectaban a través
de tubos que no se veían a simple vista. Sin embargo, el crecimiento
físico y demográfico de Bogotá llevó a que la capital progresivamente
llegara a las riberas del río mismo, y luego, desde los años sesenta, las
sobrepasara. Su ubicación, al sur de la ciudad, determinó la manera
en que se urbanizaría el Tunjuelo. Un patrón socio-espacial desigual,
estructurado desde la segunda década del siglo xx y resultado de la
progresiva localización de los grupos de mayores ingresos e influencia
política al norte del centro histórico, condicionó que muchos de los
asentamientos del sur de la ciudad fuesen destinados a grupos de
ingresos medios y bajos. En sus inicios, la mayoría de estos barrios
fue considerada “clandestina” por las autoridades bogotanas, debido

391
Vladimir Sánchez-Calderón

a que no cumplían con los requisitos de planeación. En tal sentido, el


río Tunjuelo, sus afluentes, riberas y áreas cercanas fueron ocupados
por habitantes pobres que construían sus viviendas a lo largo de un
periodo de varios años.

L. Los Tunjos N

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Río Chisacá
L. Bocagrande
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5 Km.
Río M u gros
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Colombia
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Represa
Chisacá
Represa Bogotá
La Regadera
0 40 Km

Departamento de
Cundinamarca

Área de Estudio
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Río Tun
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Cantarrana Sibaté (2008)

Vías urbanas principales


Vías rurales principales

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2.5 3.0 3.5 4.0
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Av. Aut Fuente: Cartografía IGAC, 2008.
Av Río Tun Escala original 1:100.000 (Plancha 246)
BOGOTÁ, D.C. .1
El mapa original está orientado hacia el norte.
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En este caso se presenta la cuenca orientada
30

K. al sur, pues las partes más altas están en esa


Av. Américas otá dirección
Elaboró: FVSC (2014)
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Bo

ío
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Figura 1. Cuenca del río Tunjuelo y área de estudio. Fuente: elaboración


propia con base en cartografía del Instituto Geográfico Agustín Codazzi.

En tres de los barrios construidos en la parte baja de la cuenca del


Tunjuelo, hasta mediados del siglo se condensaron las desigualdades
socio-ecológicas ligadas a la urbanización del río Tunjuelo. De una parte,

392
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

Tunjuelito, Meissen y San Benito, los tres barrios mencionados, eran


ribereños del río y estaban ubicados sobre un terreno particularmente
bajo, lo que los hacía más vulnerables a los desbordes del Tunjuelo y sus
afluentes —eventos característicos de esta parte de la cuenca, aún antes
de la urbanización—. Sin embargo, esta vulnerabilidad se incrementó
con el funcionamiento de los embalses La Regadera (1938), Chisacá
(1951) y Los Tunjos (1959), ya que estos no regulaban el volumen de agua
en las épocas de lluvia y desviaban el exceso al río. Los embalses solo
surtían de agua a algunas partes de Bogotá, y los barrios considerados
en el estudio no hicieron parte de la ciudad sino hasta 1955. Al ser con-
siderados “clandestinos”, sólo pudieron ser conectados al acueducto de
la ciudad, que tomaba agua del Tunjuelo a finales de la década de 1950.
No obstante, siguieron soportando el impacto de los embalses.
Por otra parte, el papel que jugaron el río Tunjuelo y sus afluentes
en la prestación del acueducto y el alcantarillado en los barrios ribereños
también conllevó a la configuración de desigualdades socio-ecológicas.
Así, al comienzo de los barrios, las corrientes de agua aledañas fueron
importantes para el consumo, la recreación e incluso la alimentación de
los habitantes. Pero al mismo tiempo fueron el vertedero de los desechos.
Con la anexión a Bogotá, la conexión al acueducto de la ciudad supuso
un alejamiento del Tunjuelo que se reforzó con la continuación de su
función de vertedero. Paulatinamente, el río, al igual que el resto de
las corrientes de agua de la ciudad, sufrió un sensible deterioro de sus
cualidades físico-químicas. Sin embargo, a diferencia del Salitre y el
Fucha, los otros dos grandes ríos de la ciudad, no fue canalizado ni
revestido en concreto, con lo cual se reforzó la imagen de una cloaca,
fea y descontrolada. Como estaba localizado en la parte más al sur de
la ciudad, el estado estético y fisiológico del Tunjuelo terminaría por
reforzar la imagen del sur como el área pobre de la ciudad, contribu-
yendo con ello a fortalecer el patrón socio-espacial desigual de la capital.
El texto está organizado en tres secciones además de esta in-
troducción. En la primera se realiza una ubicación del estudio en el
marco de las investigaciones sobre urbanización popular o informal,
historia ambiental urbana y ecología política urbana, campos con los
que se propone dialogar. En la segunda parte, se estudia la desigualdad
relacionada con la construcción y funcionamiento de los embalses;

393
Vladimir Sánchez-Calderón

mientras que en la tercera se aborda el tema de la desigualdad en


torno a la prestación del acueducto y el alcantarillado en los barrios
ribereños del río. El capítulo está basado en información de archivo,
historias barriales publicadas e inéditas; entrevistas a los pobladores
de los barrios y análisis documental de informes oficiales de la época.
Con este caso se busca contribuir a una ecología política histórica de la
urbanización latinoamericana, al hacer una relación explícita entre las
desigualdades socio-económicas y las ambientales en la construcción
de la capital colombiana, durante el periodo de mayor crecimiento
físico y demográfico de las urbes de la región.

Las desigualdades socio-ecológicas de


la urbanización latinoamericana
Este trabajo se inscribe en los análisis que plantean que las di-
námicas urbanas en general, y la urbanización, en particular, son
a la vez procesos históricos, políticos y ambientales (Harvey, 1996).
Es decir, las ciudades son resultados socio-espaciales siempre cam-
biantes, producto de la manera en que los diversos elementos y
actores políticos, económicos, sociales, culturales y naturales esta-
blecen relaciones de poder en torno al acceso, uso, transformación
y representación de la ciudad, incluyendo sus “atributos naturales”.
Lo anterior significa reconocer de entrada dos características.
La primera es que la urbanización es un proceso ambiental, esto
es, integrado por asociaciones socio-naturales o socio-ecológicas
o humanas/no-humanas. La segunda, que ese proceso es desigual,
es decir, que las diferentes asociaciones socio-ecológicas existentes
(y cambiantes cada una de ellas en su interior) participan de manera
distinta en la producción del espacio y el ambiente urbanos. Unos grupos
sociales, unos elementos del entorno y unas secciones de la ciudad se
ven más beneficiados que otros del cambio urbano. La urbanización
no es un proceso ambientalmente —es decir, socio-ecológico o socio-
natural— neutro (Swyngedouw, 2004; Heynen, Kaika, y Swyngedouw,
2006; Kaika, 2005; Vitz, 2010).1

1 Parto de la consideración de que el ambiente es un término para superar


la dicotomía entre sociedad y naturaleza, que ha caracterizado la mayor

394
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

Esta es la posición central de la ecología política urbana (epu), un


campo de investigación interdisciplinario que está en consolidación
en otros contextos académicos, pero que apenas está despuntando
en América Latina (Villar Navascués, 2017; Domene Gómez, 2006;
Quimbayo y Vásquez Rodríguez, 2016). En este, caso, como señalan
estos estudios, el enfoque histórico ha estado presente de una manera
muy desigual, ante el énfasis por entender y proponer soluciones a
conflictos ambientales urbanos contemporáneos. En este sentido, el
presente trabajo busca ofrecer una vía metodológica basada en el “análisis
histórico crítico” como un componente clave del estudio del cambio
urbano (Davis, 2015). Los conflictos ambientales existentes hoy en la
cuenca del río Tunjuelo (Quimbayo y Vásquez Rodríguez, 2016; Vargas
Mariño, 2014; Cañón Guerrero, 2011) pueden ser analizados mejor desde
una aproximación histórica que permita comprender los procesos que
los han configurado. De esa manera, este trabajo se enfoca en analizar
los inicios del cambio urbano que supuso la construcción de barrios
destinados y construidos por grupos de bajos ingresos en la cuenca del
río, en el contexto de una estructura urbana desigual.
Este trabajo también busca dialogar con otros dos tipos de investi-
gaciones interdisciplinarias: los estudios sobre la urbanización “popular
informal”, y aquellos que se agrupan bajo la historia ambiental urbana.
Los primeros son de larga data, al menos de la década de 1950, y han
mostrado una gran diversidad de enfoques teóricos y metodológicos
(Jaramillo, 2012), pero en todo caso han mostrado las particularidades
de América Latina, región en donde gran parte de la urbanización sigue
corriendo por cuenta de lo que hoy se denominan barrios “populares in-
formales”, esto es, asentamientos caracterizados por la autoconstrucción
de las viviendas y de las redes domiciliarias de los servicios básicos y
que no son reconocidos por las autoridades de la ciudad, generando
grandes desigualdades socio-económicas a sus habitantes (Gilbert, 1997;
Jaramillo y Cuervo, 1993; Torres T., 2009; Hernández y Kellett, 2010).

parte de abordajes académicos en el siglo xx. En ese sentido, lo considero


homónimo de otros términos que han surgido en las últimas décadas con el
mismo propósito, como por ejemplo, socio-ecosistema, socio-naturaleza o
ensamblajes humanos/no humanos. De allí, que no hable de desigualdades
socioambientales, pues lo social (humano) ya está incluido en el ambiente.

395
Vladimir Sánchez-Calderón

Su énfasis ha sido puesto en los elementos “sociales” de la urbanización.


En esa medida, este trabajo busca integrar la dimensión ambiental al
análisis de la urbanización popular informal, al estudiar precisamente
el periodo en el que esta forma de producir ciudad fue identificada
como característica de América Latina.
Con respecto a la historia ambiental urbana, un campo académico
reciente que se interesa por pensar la relación entre ciudad y entorno
con un énfasis histórico, resalta el hecho de que sus principales con-
tribuciones en América Latina han tenido que ver con los procesos de
abastecimiento urbano de agua, espacios verdes y parques, desastres
y degradación ambiental (Molano, 2016; Sedrez, 2013). No obstante,
la urbanización popular informal aún no constituye una línea de
investigación consolidada. Existen algunos ejemplos para comienzos
del siglo xx (Folchi, 2007; Meade, 1999), pero la mitad del siglo xx
permanece inexplorada desde esta perspectiva. Este es un vacío que
este trabajo pretende comenzar a llenar.

El agua del río: solución para Bogotá,


problema para los barrios ribereños
En julio de 1938, en el marco de la celebración del iv Centenario
de la fundación de Bogotá, se inauguró la represa La Regadera, cons-
truida sobre el río Tunjuelo a 3.000 metros sobre el nivel del mar y a
unos quince kilómetros del centro de la capital. La obra, que era capaz
de almacenar hasta cuatro millones de metros cúbicos, fue celebrada
como demostración de la transformación de la ciudad bajo las adminis-
traciones liberales, quienes se catalogaban a sí mismas como las “porta-
doras del progreso” (Muñoz, 2010; Rodríguez, 2005; El Tiempo, 1938a).
Así, en el periódico de mayor tiraje de Colombia, La Regadera
fue promocionada como “uno de los más completos y arriesgados
trabajos de ingeniería que se hayan emprendido últimamente en el
país” y “una de las más grandes que se han verificado en América”
(El Tiempo, 1938b).2

2 Sin embargo Evans (2006) y Tortolero (2000) muestran que para ese
momento, en México, se adelantaban obras que superaban con creces la
capacidad de La Regadera.

396
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

De esta manera, parecía terminar uno de los más arduos retos


que enfrentaba la ciudad en el siglo xx: el acceso a una fuente de agua
potable, confiable y permanente. Su logro, que no había estado exento
de controversias técnicas y políticas (Rodríguez Gómez, 2003a, p. 468;
Pérez, Gómez Tanco, y Acosta V., 1929; Sociedad Colombiana de Inge-
nieros, 1933), era fruto del compromiso del gobierno nacional y municipal
por construir una ciudad moderna; así como de los avances técnicos en
el control de los elementos del entorno, facilitado por la emergencia y
consolidación de la ingeniería, especialmente en el ámbito internacional,
pero también de forma creciente en Colombia (Poveda Ramos, 1993a).
A pesar del júbilo, los siguientes años serían muy secos, como
consecuencia de varios periodos del fenómeno de El Niño que experi-
mentó el país en la década de 1940 (Montealegre, 1996; Osorio, 2007).
Estos eventos climatológicos generaron un déficit hídrico en la Ori-
noquia y la región Andina, por lo que afectaron sensiblemente la
capacidad de almacenamiento de La Regadera. Así, la conjunción
de la dinámica climática con el crecimiento demográfico hizo que la
ciudad se viera enfrentada a la escasez de agua. La solución propuesta
entonces fue la construcción de otro embalse, localizado aguas arriba
de La Regadera. Esto significó la entrada a la “era de las represas”,
pues en las décadas siguientes, la respuesta a las continuas épocas
de escasez del líquido fue siempre la de construir más y más grandes
embalses (Gallini et al. 2014).3
La represa de Chisacá, como se llamó al segundo embalse en el Tun-
juelo, se inauguró el 6 de agosto de 1951 y fue celebrado nuevamente como un
logro técnico que representaba el progreso social en cabeza del partido po-
lítico en el poder, que para ese momento era el conservador (El Tiempo, 1951).

3 El tema de los embalses no solo se relaciona con el acueducto sino


también con la generación de energía eléctrica. Desde comienzos de siglo,
la cuenca del río Bogotá comenzó a ser intervenida para la producción
energética de la capital. Como con el agua, el crecimiento demográfico y la
industrialización demandaban mayores cantidades de energía (Rodríguez
Gómez, 2009). De allí que junto con la construcción de embalses destinados
al consumo de agua, también se construyeran y proyectaran embalses para
la producción de energía, o como en el caso del Neusa, que sirvieran para
ambos propósitos.

397
Vladimir Sánchez-Calderón

A pesar del júbilo por la inauguración de Chisacá, las autoridades del


acueducto ya habían definido que el Tunjuelo era insuficiente para
atender la demanda de la ciudad. Por lo tanto, a la par que se construía
la represa de Chisacá, se evaluaban otras alternativas. Las fuentes no
se localizaban al sur ni al oriente, sino al norte de la Sabana. En los
siguientes años serían intervenidos los ríos Neusa y Bogotá (Osorio
2007, p. 69; Poveda Ramos 1993b, p. 217; Rodríguez Gómez, 2009). Con
estas obras, al finalizar la década de los cincuenta, la ciudad contaba con
casi 50 millones de metros cúbicos para abastecerse permanentemente
(Rodríguez Gómez, 2003b).
No obstante, el río Tunjuelo volvió a ser objeto de intervención a
finales de la década de 1950, pues siguió siendo la principal fuente de
alimentación de la parte alta de la ciudad, es decir, aquella que se encon-
traba a una altura superior a la Plaza de Bolívar (aprox. 2600 m s. n. m.).
Así, en 1959 el Acueducto decidió intervenir la laguna de Los Tunjos,
conocida también como Chisacá, que es donde nace el río del mismo
nombre, para incrementar su capacidad de almacenamiento en 2 mi-
llones de metros cúbicos. Con ello, el sistema del Alto Tunjuelo, como
se denominó a los tres embalses construidos sobre el río, aportaba 13,21
millones de metros cúbicos al total de agua que se consumía en Bogotá
(Osorio, 2007, p. 67; Departamento Administrativo de Planificación
Distrital, 1964, p. 115).
Para la década de 1960, continuó la ampliación de las fuentes
de abastecimiento para la capital y así, para mediados de esa década
la ciudad estaba en capacidad de producir cerca de 386.000 metros
cúbicos diarios, de los cuales el sistema del Tunjuelo aportaba casi
50.000, aproximadamente el 13% (Departamento Administrativo de
Planificación Distrital 1964, p. 117). En suma, en cerca de tres décadas,
el río había pasado de ser el principal abastecedor de toda la ciudad
a una fuente menor, aunque representativa sobre todo para aquella
parte localizada en el centro de la ciudad y al sur de este, en especial
en las zonas más cercanas a los cerros.
La insaciable búsqueda por tener un acceso permanente de
agua potable para la ciudad se debía a la combinación de factores
sociales, económicos y físicos. De un lado, entre 1938 y 1973, la ciudad

398
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

pasó de 355.502 habitantes a 2.855.062 habitantes, una expansión de


casi siete veces en treinta y cinco años (Gouëset, 1998). Igualmente,
Bogotá experimentó un cambio en su base económica que la llevó a
convertirse en el principal centro industrial del país (Ocampo et al.,
1996; Gouëset, 1998). Adicionalmente, su ubicación en el altiplano
cundiboyacense hacía que la oferta de agua fuese limitada, debido
al efecto de “sombra hídrica” que se genera por estar limitado por
cadenas montañosas (Guhl, 1982; Flórez, 2003; ideam y Alcaldía
Mayor de Bogotá 2007).
La conjunción de los tres elementos mencionados: población,
industria y localización en un altiplano, hicieron que la ilusión que
se vivía con la inauguración de cada represa, se rompiera al llegar las
temporadas secas (Rodríguez Gómez, 2003b, pp. 141-142; del Castillo,
2008, pp. 14-15). Las épocas de escasez ponían de relieve una situación
estructural que, sin embargo, no era mencionada en los momentos de
celebración en la inauguración de los embalses. Para la época en que
el Tunjuelo era la fuente principal de agua de la ciudad (entre finales
de la tercera década y mediados de la quinta) solo abastecía a una parte de
la población de Bogotá, en especial aquella localizada en el centro
y el norte de la capital, que era la que poseía las redes de acueducto
conectadas al sistema principal.
De otro lado, la mayoría de los barrios periféricos debían seguir
satisfaciendo sus requerimientos con otras fuentes de agua más lo-
cales y de dudosa calidad. Así, el gerente del acueducto, Francisco
Wiesner, mencionaba en 1949 que a pesar de que La Regadera llegaba
a producir hasta 111.000 metros cúbicos por día, la demanda se había
incrementado mucho más, especialmente en el norte y el occidente.
Al tiempo, reconocía que gran parte de los barrios periféricos de la
ciudad no tenían acceso al agua
[…] quienes se quejan —y desde luego, con razón— del mal
servicio de agua, son los abonados del Acueducto… pero qué dirán
los habitantes de numerosísimos barrios de la periferia de la ciudad
que no conocen otros acueductos que el tradicional de las “Tres Bes”
[Burro, Bobo y Balde] o el del caño de aguas negras o a veces, el del
barreno o el aljibe contaminados. (Consejo de Bogotá, 1949)

399
Vladimir Sánchez-Calderón

La inmensa mayoría de los barrios periféricos mencionados por


Wiesner eran llamados barrios “obreros”, la denominación genérica
para referirse a los asentamientos ocupados por los grupos más pobres
de la ciudad (Martínez Ruiz, 2010, pp. 188-190; Montoya, 2013, p. 80;
Mejía P., 1998, cap. 3 y 6; Archila, 1989). Adicionalmente, muchos
de estos barrios no cumplían con todos los requisitos exigidos por
las autoridades de planeación de la ciudad, por lo que también eran
llamados “clandestinos” (Martínez, 1956). Este mismo autor señalaba
en 1936 que dichos barrios se hallaban dispersos por todos los alre-
dedores de la ciudad:
[…] al occidente, el barrio Ricaurte, el Cundinamarca, el
Samper Mendoza, el Acevedo Tejada; al norte el gran conjunto de
los Barrios Unidos de Chapinero…; al nordeste, La Perseverancia;
al oriente, el gran sector de Egipto y millares de casitas…; al sur,
San Francisco Javier, 20 de Julio, Primero de Mayo, Olaya Herrera,
Restrepo, Santander, Bravo Páez e innumerables barrios clandestinos
que se bautizan cada día con el nombre del personaje importante del
momento. ( Martínez 1956, p. 16)

En suma, el Acueducto Nuevo, como se conoció al que se cons-


truyó con La Regadera, generó una desigualdad urbana entre aquellas
personas que podían disfrutarlo —localizadas sobre todo en el centro
y el occidente de la ciudad—, de aquellas que no, que eran las más
pobres y se ubicaban en toda la periferia de Bogotá. Es decir, el agua
potable fue un elemento que permitió y fomentó la distinción entre
aquellas personas que podían disponer de ella y aquellos que no,
tal y como ha sido señalado para otros casos (Kaika, 2005; Swyngedouw,
2004; Brailovski, 2012).
Desde mediados de los años cuarenta, en los municipios de Bosa
y Usme, ubicados al sur de Bogotá, se fueron configurando barrios
“clandestinos”, siguiendo la denominación de las autoridades de la
época. El surgimiento de estos asentamientos obedeció a la forma en
que venía creciendo la ciudad desde las primeras décadas del siglo xx,
cuando se definió el eje norte-sur como la dirección principal del
crecimiento físico de Bogotá (Saldarriaga, 2000, p. 87). Un elemento
central que explica el comienzo de estos barrios, por fuera de la juris-

400
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

dicción de la capital, fue la ampliación del perímetro de la ciudad en


1945. Este significó la incorporación legal de los barrios que llegaban
hasta los límites de la ciudad sobre el camino de Usme, como Bravo
Paéz, Santa Lucía e Inglés (Concejo de Bogotá, 1945).
Se suponía que el establecimiento del perímetro urbano buscaba
fijar el “límite de la zona urbanizable”, es decir, del área permitida
para construir nuevos desarrollos urbanos, estableciendo así un
mecanismo de control, pues los asentamientos que quedaran por
fuera de ese límite no podían contar con la prestación legal de ser-
vicios públicos (Concejo de Bogotá, 1940). Sin embargo, la continua
ampliación del perímetro (primero en 1940 y después en 1945) para
incluir asentamientos ya construidos, antes que frenar su aparición
constituyó un estímulo a la creación de nuevos barrios, normalmente
“clandestinos”, a sabiendas de que luego serían incorporados (Losada
Lora y Gómez Buendía, 1976, p. 33).
Así, antes de finalizar la década de los cuarenta ya existían varios
barrios en los municipios de Bosa y Usme. Estos se ubicaban muy cerca
de los límites con Bogotá, sobre los caminos que comunicaban con la
ciudad y aún tenían una ocupación incipiente. Así, entre el camino de
Usme y Bosa, en la Hacienda La Laguna, habían aparecido los barrios
de El Carmen, Fátima y San Vicente. A su vez, entre los caminos de
Usme y Tunjuelo, al sur de los anteriores pero sin colindar con ellos,
aparecieron los barrios de San Carlos y Tunjuelito, y luego Meissen
y San Benito (figura 2). Estos últimos, con excepción de San Carlos,
eran ribereños del río Tunjuelo y estaban parcialmente construidos
sobre un área particularmente baja, siendo por lo tanto susceptibles
a experimentar inundaciones. De hecho, en una revisión sistemática
del periódico El Espectador, el segundo más importante en ese mo-
mento en Bogotá, de un total de 95 inundaciones registradas en la
ciudad entre 1950 y 1969, veinte (21%), tuvieron como centro a estos
tres barrios, lo que contribuyó a que se creara una asociación entre río,
pobreza, tragedia y el sur de la capital (Sánchez-Calderón, 2016, cap. 4).
La interpretación dominante de esos desastres, expresada en la prensa
de la época y en algunos informes técnicos, asignaba toda la culpa
al río, por violento y voluble, y a los pobladores de los barrios, por
ignorantes y pobres.

401
Vladimir Sánchez-Calderón

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BOGOTÁ

Fuente: Mapa Base: Carrasquilla, Juan. (1987) Mapa anexo:


«Tenencia de tierras - Santafe Bogotá y aledaños, 1900-1925»
Km (escala1:25000). División barrial: Zambrano, Fabio. (2004).
0 1 2 3 4 Historia de la Localidad de Tunjuelito

Figura 2. Barrios ribereños del río Tunjuelo surgidos a mediados de los


años cuarenta del siglo xx. Fuente: Zambrano (2004); Expedientes barriales
del Archivo de Manzanas y Urbanismo de la Secretaría Distrital
de Planeación de Bogotá.

Sin embargo, lo que dejan ver tanto las mismas fuentes oficiales
como entrevistas realizadas a algunos de los primeros pobladores de
los barrios es que también hubo otros elementos que contribuían a la
ocurrencia de los desastres. Por un lado, varias minas de explotación
de agregados —materiales de construcción utilizados para la fabri-
cación de concreto reforzado— ubicadas inmediatamente aguas arriba
de los barrios (Sánchez-Calderón, 2016, cap. 1). Por otro, las represas

402
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

construidas en la parte alta de la cuenca del río. Es decir, además de


que estos barrios no podían contar, al menos en sus primeros años,
con el agua potable producida a partir de la que era extraída del
mismo río Tunjuelo —pues hacían parte de los barrios “clandestinos”
que rodeaban la ciudad—, sí se podían ver afectados por la operación
misma de las represas. En este caso, la desigualdad ambiental en
torno a la producción de agua potable hallaba su máxima expresión.
Veamos en detalle los impactos de las represas sobre la dinámica del
río aguas abajo.
Las represas construidas a lo largo del siglo xx han sido uno de
los íconos del progreso y el desarrollo nacional en muchos países del
mundo. De hecho, se suele asociar estas obras de infraestructura con
una “era de la ingeniería”, que se habría posicionado desde finales del
siglo xix en Europa y Estados Unidos y que luego, paulatina y selec-
tivamente, se habría diseminado por el resto del mundo (Billington
y Jackson, 2006; Klingensmith, 2007; Evans, 2006; Headrick, 1988).
En los últimos años hay estudios, desde campos como la ecología
política y la justicia ambiental, que han venido demostrando que este
tipo de proyectos causan unos impactos negativos socioambientales
severos, tanto aguas arriba como aguas abajo de las presas (Khagram,
2004; McCully, 2004; Madera Arteaga, 2014).
En el caso de las represas construidas sobre el Tunjuelo no se
han realizado estudios tendientes a estimar las implicaciones socio-
ambientales de los mismos. Un estudio elaborado en la década de los
setenta señalaba que el área donde se construyeron los dos primeros
embalses fue una zona reconocida por la producción de papa para el
mercado bogotano hasta las primeras décadas del siglo xx (Fajardo
et al., 1975). Aunque, al parecer para el momento de construir La
­Regadera, la producción agrícola de la hacienda El Hato ya no era tan
alta, se puede señalar el cambio de uso de la tierra en la región como un
efecto de la construcción de las represas (Osorio, 2007, pp. 36-38, 46).
Sin embargo, para el caso que atañe a la presente investigación, el prin-
cipal impacto que han tenido los embalses construidos en la cuenca
alta del Tunjuelo —al menos para el periodo y la zona de estudio—,
es la acentuación de las condiciones hídricas del río. Es decir, en la
medida en que las represas sobre el río fueron construidas solo con el

403
Vladimir Sánchez-Calderón

objetivo de almacenar agua, y puesto que su capacidad es relativamente


pequeña, no pueden servir como reguladores del caudal.4
Así, en épocas de poca lluvia en la parte alta las represas almacenan
la poca agua que cae y es distribuida inmediatamente al acueducto.
De esa manera, el caudal del río aguas abajo es aún inferior al que sería
sin las represas. Eso puede ocasionar efectos negativos sobre los hume-
dales que dependen del intercambio estacional de aguas, de manera que
en los periodos secos, estos cuerpos someros de agua se ven desecados
por un tiempo más largo que el normal (van der Hammen, 2003).
De otro lado, en la época de lluvias, los embalses sobrepasaban rá-
pidamente su capacidad de almacenamiento. Ese exceso no se podía
distribuir ni almacenar en otra parte, pues el tanque de Vitelma, a
donde llegaba el agua de La Regadera, tenía una capacidad aún menor
que la de los embalses, apenas 112.000 m³. En esos casos, las compuertas
de las represas debían abrirse para evitar un posible colapso, porque
el peso acumulado podía ser mayor al que estaban diseñadas para
soportar. Lo anterior hacía que el río llevara incluso más agua, pues
debía transportar el exceso acumulado en los embalses.
Este comportamiento de los embalses se comenzó a registrar incluso
antes de la urbanización. Así, en una nota de prensa de mayo de 1944 se
informaba que las fuertes lluvias habían llevado a que el nivel máximo
de la represa se sobrepasara en más de metro y medio. La Empresa de
Acueducto le había avisado a la Gobernación para que tomara las medidas
preventivas “pues el desbordamiento puede producir serios percances
en las vegas del río Tunjuelo” (El Tiempo, 1944). Después, en la década
de 1960, cuando ya estaban los barrios ribereños, en dos ocasiones se
registró la probable apertura de las compuertas ante los altos niveles de
lluvia en la parte alta. De una parte, en la nota de prensa de la inundación
del 24 de octubre de 1961 se reportó que: “En un momento se llegó a
temer que el asunto revestiría caracteres de mayor gravedad, en vista

4 Muchas de las represas más grandes se conocen como multipropósito,


pues pueden ser usadas con varios fines. Además de almacenar agua para
acueductos, sirven para generar energía eléctrica, desarrollar actividades de
turismo y acuicultura. También pueden servir para regular el caudal de los
ríos, almacenando el exceso en ápocas de lluvia y distribuyéndolo en épocas
secas (Billington y Jackson, 2006, pp. 1-2; Klingensmith, 2007, pp. 8-9).

404
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

de que se rumoró que la represa de La Regadera podía desbordarse”.


No obstante, inmediatamente se aclaraba que “Afortunadamente solo
fue una falsa alarma y a las 10 de la noche había pasado todo peligro”
(Palomino, 1961, p. 3). Posteriormente, el 4 de junio de 1962, se registró
que La Regadera “estaba llena hasta los bordes e igualmente daba señales
de desbordarse, agravando aún más la situación del extremo sur de la
capital” (El Espectador, 1962). En ese caso, la nota de prensa no aseveró
que efectivamente se hubiesen abierto las compuertas.
Esta aparición esporádica de las represas en las notas de prensa
sobre las inundaciones contrasta con su presencia en los testimonios
de los pobladores, para quienes el peligro de las represas era más
constante. Por ejemplo, una de las primeras habitantes del barrio
Tunjuelito menciona que: “Sabía uno que estaba lloviendo mucho
y que se represaba la Regadera entonces la soltaban y eso venía ese
caudal de agua terrible” (entrevista personal 1).
Aparentemente había un sistema de aviso que era coordinado
por miembros de las Juntas de Acción Comunal, quienes a veces re-
cibían los reportes de la Empresa de Acueducto. Sin embargo, dicho
sistema no siempre ocurría, ni era totalmente confiable, como señala
otra habitante del barrio Meissen: “[A veces] avisaban y ese día no
pasaba nada, [pero] a los ocho días no [avisaban] y ahí sí nos cogía
desprevenidos” (entrevista personal 2).
Ante la imposibilidad de hacer una relación sistemática entre
ocurrencia de inundaciones y operación de las represas, pues no se
han hallado los informes técnicos de las mismas en las fuentes de
archivo consultadas, lo que sí parece quedar claro es que, en todo
caso, la alteración de la dinámica del río por las represas construidas
para abastecer de agua a Bogotá, fue un factor que aumentó la po-
sibilidad de que se generaran desbordes en los barrios ribereños.
De esta manera, los habitantes de Meissen, Tunjuelito y San Benito,
en los primeros años de su fundación no recibían el agua potable que
era extraída del río Tunjuelo a partir de los embalses construidos.
Sin embargo, sí vivían con la posibilidad de que les llegara el exceso de
agua y sus casas se inundaran, producto de la modificación que esos
embalses generaron sobre el Tunjuelo. Como se verá en el siguiente
apartado, los barrios fueron incluidos progresivamente dentro del

405
Vladimir Sánchez-Calderón

perímetro de la ciudad y comenzaron a recibir el agua potable


del acueducto de la ciudad. No obstante, las represas seguirían
siendo un motivo de preocupación cada vez que empezaba a llover
en la parte alta del Tunjuelo, como lo refleja su permanencia en las
notas de prensa sobre desbordes del río en las décadas siguientes
(El Espectador, 1972; El Espectador, 1986; El Siglo, 1989).

Acueducto y alcantarillado en los barrios ribereños


Las desigualdades socio-ecológicas derivadas de la urbanización
del río Tunjuelo a mediados del siglo xx se manifestaron también en
el cambio en las cualidades físicas y químicas del río y sus afluentes,
así como en las modificaciones de sus riberas y cursos. Como se
expone a continuación, un río que fue valorado positivamente por
sus primeros pobladores, pasó a ser considerado como una cloaca
peligrosa e incontrolada. Al estar localizado en la parte más al sur
de la ciudad, el aspecto físico del Tunjuelo en la década de los sesenta
reforzaría la imagen socio-espacial de esa parte de la ciudad que se
venía forjando desde las primeras décadas del siglo. Así, además de ser
la parte “pobre” de la ciudad, el sur, del que hacían parte el Tunjuelo
y sus barrios ribereños, eran los espacios privilegiados del desorden,
la marginalidad y la tragedia.
En esta sección se analiza cómo la desigualdad en cuanto a la
satisfacción de los servicios de acueducto y alcantarillado en los
barrios ribereños del Tunjuelo, fue el motor para la progresiva trans-
formación del río en el principal vertedero de desechos de los barrios
que continuaban apareciendo en ambas márgenes del río. Ello implicó
el progresivo alejamiento de los habitantes de las fuentes de agua
superficiales, lo que se complementó con la decisión, por parte de la
Empresa de Acueducto de Bogotá, de no incorporar al Tunjuelo dentro
de las primeras fases del Plan Maestro de Alcantarillado, a finales de
los años cincuenta y comienzos de los sesenta.

Acueducto y alcantarillado antes de la anexión


Como se dijo antes, los barrios ribereños del río Tunjuelo tu-
vieron sus inicios entre mediados y finales de la década de 1940 y
por su ubicación —fuera de la jurisdicción de Bogotá—, no podían

406
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

acceder al servicio de acueducto de la capital. En todos los casos se


trató de “parcelaciones”, término usado en la época para referirse al
loteo de espacios rurales con fines residenciales, pero que tenían un
tamaño mayor a aquellos barrios ubicados en las partes más centrales.5
A pesar de que eran considerados como “clandestinos” por parte de
las autoridades bogotanas, su carácter ilegal resultaba ambiguo, pues
todos los barrios contaban con algún tipo de permiso oficial, lo que le
daba mayor confianza a los eventuales compradores (Zambrano, 2004;
Losada Lora y Gómez Buendía, 1976), amu-sdp, Expediente Barrio
San Carlos, Carpeta 1, f. 11; amu-sdp, Expediente Barrio Tunjuelito,
Carpeta 1, f. 301 r y v).
Se suponía que los urbanizadores de las parcelaciones debían
cumplir unos requisitos que garantizaran que los pobladores iban
a disponer de agua potable para el consumo y de algún mecanismo
para desechar las aguas una vez utilizadas en las casas (Asamblea
de Cundinamarca, 1935). En algunos casos, como en San Carlos y
Tunjuelito, los urbanizadores construyeron pozos y tanques para
almacenar y distribuir el agua subterránea, que era la principal
fuente de agua para estos asentamientos en los primeros años de los
mismos (amu-sdp, Expediente Barrio San Carlos, Carpeta 1, f. 10;
amu-sdp, Expediente Barrio Tunjuelito, Carpeta 1, f. 301r). Sin em-
bargo, ninguno de los dos servicios se prestaba satisfactoriamente
durante los primeros años de los barrios (Zambrano, 2004; Jiménez
de Quesada (seud.), 1998; Mob y Jak (seud.), 1998; Sembradoras de
Esperanza (seud.), 1997; Mahe (seud.), 1997).6 Además de la creciente
demanda, pues la población crecía cada día, se sumaba la deficiente
calidad de las fuentes utilizadas. Varios informes geológicos y ­sanitarios

5 De acuerdo con información de archivo, para mediados de los cincuenta,


se consideraba parcelación cuando los lotes medían más de 1.500 varas
cuadradas. Archivo de Manzanas y Urbanismo – Secretaría Distrital de
Planeación (en adelante, amu-sdp), Expediente Barrio Meissen, Carpeta 2,
f. 3-4. 1.500 varas cuadradas equivalen aproximadamente a 960 m².
6 A excepción del trabajo de Zambrano, las demás historias barriales
corresponden a manuscritos presentados pero no seleccionados para el
concurso de historias barriales y veredales, Departamento Administrativo
de Acción Comunal Distrital (daacd). Bogotá, 1997-1999.

407
Vladimir Sánchez-Calderón

daban cuenta del exceso de hierro en el caso de las aguas subterráneas


(Diezemann, 1955; Diezemann, 1949).
Como no había conexiones domiciliarias, los habitantes debían
acercarse a pilas o tanques donde se almacenaba el líquido extraído
y hacer filas para poder acceder a él. El exceso de demanda causaba
una competencia por el acceso al recurso y, a menudo se generaban
conflictos porque se hacían largas colas, incluso desde la madrugada,
cerca de dichos depósitos de agua (Zambrano, 2004; Mahe (seud.),
1997; Jiménez de Quesada (seud.), 1998). Cabe aclarar que esa com-
petencia por el agua era una situación compartida por la mayor
parte de barrios “clandestinos” de la ciudad por ese entonces, e in-
cluso ha sido una de las constantes de los primeros años en la mayor
parte de barrios “informales” del país y aún de América Latina
(Talleres de Crónicas del Agua, 2011; Swyngedouw, 2004; Brailovski,
2012; Gilbert, 1997; Torres Carrillo, 1993)
La competencia por el líquido llevó a que los habitantes que
vivían más cerca de las fuentes superficiales las utilizaran para el aseo
corporal, el lavado de ropas e incluso para el consumo y la recreación.
De acuerdo con la información recogida, al menos hasta finales de
los años cincuenta, había tres fuentes disponibles para los habitantes
de Tunjuelito, Meissen y San Benito: el río Tunjuelo, utilizado sobre
todo por habitantes de Meissen, la quebrada Chiguaza, recurso de
los habitantes del barrio Tunjuelito y una pequeña quebrada afluente
de esta última, utilizada por algunos habitantes del actual Abraham
Lincoln. No obstante, el crecimiento urbano, tanto hacia el sur como
hacia el occidente de estos barrios, incidió para que el uso de estas
fuentes superficiales, como agua de consumo, fuera disminuyendo
paulatinamente en la década de los años cincuenta, aunque sin des-
aparecer del todo (entrevistas personales 1, 3 y 4).7 En todo caso,
la ubicación de estos barrios en un entorno que ofrecía varias op-
ciones para satisfacer la demanda de agua, así fuese de manera espo-
rádica, y a veces inadecuada, constituyó una particularidad frente a
muchos otros asentamientos de la ciudad que no tenían tal diversidad

7 El barrio Abraham Lincoln hizo parte hasta finales de los años sesenta del
barrio Tunjuelito, pero luego se separó.

408
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

(véase por ejemplo: Chaparro V., Mendoza, y Pulido, 1997; Felacio


Jiménez, 2011b; Santafe, 1998).
La urgencia por garantizar el acceso al agua contrasta con la
solución adoptada para la evacuación del líquido una vez usado.
En la reglamentación sobre barrios obreros, el tema de la eliminación
de las aguas usadas parecía ser muy importante, pues era uno de los
puntos críticos en cuanto a la higiene de este tipo de asentamientos
(Asamblea de Cundinamarca, 1935). Lo cierto es que las medidas que
preveía eran bastante más genéricas, y aún menos rigurosas que en el
caso del agua potable.8 Lo que más llama la atención era la posibilidad
de que las urbanizaciones fuesen aprobadas sin que fuera necesaria
la construcción de alcantarillado (amu-sdp, Expediente Barrio Tun-
juelito, Carpeta 1, f. 301r ). El siguiente testimonio da cuenta de cómo
se solucionó el tema en los barrios estudiados:
Se compró el lote a parcelaciones Tunjuelito —pero solo el
lote—. No había alcantarillado, las calles estaban sin pavimentar, las
aguas negras corrían por unos caños de lado a lado de la calle. Había
un caño y ahí salían todos los desechos de las casas y llegaban a la
Chiguaza, ahí empezó a dañarse la quebrada. (Entrevista personal 5)

En 1952, la Gobernación de Cundinamarca estableció que sí era


necesario contar con algún tipo de sistema de evacuación de las aguas
domésticas, llamado acueducto sanitario, para lo cual se establecían
dos posibilidades. Una, la construcción de un colector final que reci-
biera todas las aguas del barrio, y dos, otros mecanismos como pozos
sépticos individuales y barriales (Gobernación de Cundinamarca, 1952).
Las condiciones impermeables de los terrenos sobre los que estaban
construidos los barrios estudiados hacían inviable la construcción
de pozos sépticos, por lo que las autoridades de Higiene solicitaron

8 El contraste entre la premura por garantizar el servicio de acueducto y la


despreocupación por el alcantarillado dista de ser única en el contexto
bogotano. La disposición de los residuos y aguas servidas en ríos ha sido
referida desde el siglo xvi y, de hecho, varias de las crisis higiénicas que la
ciudad afrontó en el siglo xix tuvieron que ver con la mala disposición de los
residuos en ríos, arroyos y acequias. Véase por ejemplo Rodríguez Gómez
(2003a); Felacio Jiménez (2011a); Gutiérrez Cely (2007, pp. 33-37, 58-62).

409
Vladimir Sánchez-Calderón

a los urbanizadores construir sistemas de alcantarillado (amu-sdp,


Expediente Barrio San Carlos, Carpeta 1, f.14).
En el caso del barrio San Carlos, colindante aguas abajo con
los barrios analizados, los urbanizadores contrataron en 1953 a dos
ingenieros para que elaboraran un proyecto de alcantarillado sani-
tario que desaguaba directamente en el río (amu-sdp, Expediente
Barrio San Carlos, Carpeta 1, f. 9). Allí también se aclaraba que dicho
proyecto no incluía el diseño de una planta de tratamiento de aguas
negras, “en vista de la alta contaminación que tiene ya el río Tunjuelo
en la desembocadura del alcantarillado de San Carlos y de que ahora
las aguas de esa fuente no están siendo utilizadas para el consumo”
(amu-sdp, Expediente Barrio San Carlos, Carpeta 1, f. 9; pp. 26-28).
Infortunadamente, no se anexan cifras que demuestren el alto nivel
de contaminación, pero si se tiene en cuenta la cita anterior sobre
el desagüe de las aguas negras del barrio Tunjuelito directamente a
la quebrada Chiguaza, efectivamente es posible afirmar que había
desagües aguas arriba del barrio San Carlos y que sus aguas estaban
contaminadas. Igualmente, informes sanitarios confirmaban la pre-
sencia de coliformes en las aguas (Diezemann, 1954; Diezemann,
1949). Estos dos hechos muestran que los cuerpos superficiales solo
fueron una fuente de consumo de agua significativa hasta la década
de los años cincuenta, y que el uso que los habitantes les daban como
alcantarilla empezaría a remplazarlos.

Acueducto y alcantarillado después de la anexión


En 1955, bajo el gobierno militar de Rojas Pinilla, se tomó la de-
cisión de anexar los seis municipios más cercanos a Bogotá, con lo cual
se constituyó el Distrito Especial, una figura político-administrativa
que le daba más poder a la ciudad para disponer y generar sus recursos
(Cortés Díaz, 2006). Para esa fecha de los años cincuenta, los barrios
ribereños del Tunjuelo seguían creciendo en términos poblacionales,
pero su “éxito demográfico” contrastaba con su situación material.
La mayor presión demográfica disminuía la calidad de los servicios
públicos existentes, especialmente el acueducto y el alcantarillado,
pues la cantidad de agua demandada no se compensaba con la ex-
traída, y el incremento de residuos contaminaba aún más las fuentes

410
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

de agua (Mahe (seud.), 1997; Jiménez de Quesada (seud.), 1998; y


entrevistas personales 1 a 5).
Esta tensión entre una población creciente y la disminución de la
calidad de los servicios públicos, no se solucionó fácilmente, ni en el
corto plazo. Esta situación era generalizada para muchos de los barrios
“obreros” o “clandestinos” incorporados a la jurisdicción de la ciudad.
Así, a mediados de 1955, cuando se iniciaron las obras de Tibitó, se
calculaba que cerca del 40% de la población de la ciudad no estaba
conectada al sistema de acueducto, situación que era particularmente
crítica en los “municipios anexados” (El Tiempo, 1955). Para los barrios
de los municipios anexados, como los ubicados sobre el camino de
Tunjuelo, la situación de ser parte de la capital significó un cambio
importante en su vida cotidiana. Por un lado, la anexión representó la
oportunidad de ser reconocidos formalmente como parte de una ciudad
a la que ya estaban vinculados como obreros y trabajadores de diversos
oficios. Por otro, representó el establecimiento de las relaciones con las
autoridades de planeación del Distrito, que eran las que garantizaban
la regularización de los barrios, e indirectamente de sus habitantes.
El marco formal de estas relaciones fue el Plan Piloto, herramienta
adoptada en 1951 con la intención de orientar y controlar el crecimiento
de la ciudad bajo unos principios “racionales y modernos” de la pla-
neación urbana (Alcaldía de Bogotá, 1951; Cortés, 2007; Hernández
R., 2004). Aunque sus aplicaciones efectivas fueron muy limitadas
para contener el crecimiento de la ciudad y orientar las acciones de
los grupos de poder político y económico, el Plan Piloto fue utilizado
como el principal mecanismo para evaluar la manera en que debían
incorporarse a la ciudad la multitud de barrios obreros construidos
en los municipios anexados (Cortés, 2007, p. 176). El proceso de regu-
larización, como se conocía, establecía inicialmente una mayor carga
económica para los urbanizadores. No obstante, el cumplimiento
de estos requerimientos normalmente involucraba a los habitantes,
quienes debían terminar sufragando, por lo menos, una parte de los
costos económicos del proceso (amu-sdp, Expediente Barrio Tunjuelito,
Carpeta 2, f. 33-34, 50, 52, pp. 57-58).
En el caso del acueducto, la regularización de los barrios estudiados
significó la búsqueda porque estos fueran conectados ­progresivamente

411
Vladimir Sánchez-Calderón

a la red de la ciudad, lo que implicaba la constitución de un sistema


centralizado y controlado por la Empresa de Acueducto de Bogotá
(eaab). Esta situación era diferente a la que existía antes de la anexión,
pues como se detalló antes, cada barrio contaba con una o varias
fuentes de agua disponibles. La decisión de establecer una red única
de acueducto obedecía, en principio, a razones técnicas como que
la potabilización del agua era mucho más económica, en términos
unitarios, si se hacía en plantas de tratamiento grandes (Rodríguez
Gómez, 2003b).9
Este proceso de conexión al acueducto de Bogotá implicaba no
solo la extensión de la tubería principal del acueducto de la ciudad
al barrio, sino la construcción de una nueva red domiciliaria que le
permitiría a cada lote contar con el servicio de agua. De hecho, la
conexión domiciliaria con el acueducto de Bogotá se convirtió en
uno de los motores de las demandas sociales de los barrios en los años
posteriores a la anexión, pues era una demostración palpable, tanto
del compromiso estatal por mejorar las condiciones de vida, como
una cuestión de prestigio familiar (Zambrano, 2004, p. 121). Pero ese
proceso tomaba varios años e incluía la coordinación de varias entidades
distritales, especialmente la Oficina del Plan Regulador de Bogotá
(oprb) con la eaab, y de estas con los urbanizadores y los habitantes.
En unos casos, la demora implicó que se autorizara la permanencia
del uso de aguas subterráneas mientras se hacía la conexión con el
acueducto de Bogotá. Este fue el caso del barrio San Carlos, donde
la Oficina del Plan Regulador conceptuó en noviembre de 1955 que
el barrio mencionado podía seguir su desarrollo, siempre y cuando
construyera un nuevo pozo con conexiones domiciliarias (amu-sdp,
Expediente Barrio San Carlos, Carpeta 1, f. 43-44).
La construcción de la nueva infraestructura para el acueducto en
los barrios demandó la elaboración de estudios técnicos y económicos
que seguían, de acuerdo a las entidades oficiales, “un lógico criterio
de prelación de necesidades, de la densidad de población que iba a
ser afectada y como es obvio, dentro de las posibilidades fiscales del

9 Swyngedouw (2004) también menciona esta característica para el caso de


Guayaquil en Ecuador (p. 36).

412
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

Distrito y de la Empresa” (El Tiempo, 1958). Así, el control y dirección


del proceso de regularización por parte de las entidades distritales,
conjugaba otras razones con las puramente técnicas. El imperativo
por conectarse con la red central del acueducto, se derivaba de una
necesidad de legitimar la intervención estatal en los barrios de la po-
blación de menores ingresos, pero también de consolidar la autoridad
del conocimiento técnico sobre el manejo y control del entorno, en este
caso del agua. En todo caso, este proceso no fue simple. La autoridad
técnica se vio debatida y contestada por los habitantes que no eran
vinculados rápidamente a la red oficial, como ha sido detallado en
varios casos (Zambrano, 2004, p. 106; Sánchez-Calderón, 2016, pp.
132-134; Mob y Jak (seud.), 1998; L. H. Martínez y Pazos, 1998).
En contraste con el acueducto, donde la administración distrital,
la Empresa de Acueducto y los habitantes de los barrios se preocuparon
por hacer una conexión que garantizara el acceso al agua potable, la
anexión a la ciudad no trajo ninguna modificación en cuanto a
la eliminación de las aguas usadas, en los primeros años de hacer parte
formal de la ciudad. Con el crecimiento de Bogotá en la década de
1960, nuevos barrios surgieron en la margen izquierda del Tunjuelo
y los barrios ribereños se siguieron consolidando. Así, para 1964, en
los tres barrios considerados acá vivían aproximadamente 17.000
personas, y para comienzos de la década de los setenta, se estimaban
más de 31.000 habitantes, cifra que llegaba a las 43.000, si se tienen en
cuenta los nuevos barrios (Borrero y Sánchez, 1973, anexo a-3 y a -4).
La eaab era responsable de supervisar que los barrios cumplieran con
la normatividad acerca de la disposición de las aguas usadas como
un requisito para la regularización de los asentamientos (amu-sdp,
Expediente Barrio Tunjuelito, Carpeta 2, f. 33-34; 49-50, 51-52, 59-60).
Sin embargo, los desechos de los barrios nuevos y antiguos seguían
llegando al río y sus afluentes.
La diferencia entre el acueducto y el alcantarillado se acentuaría en
la década de los años sesenta. La implementación de la acción comunal
fue una estrategia estatal para relacionarse con las comunidades de los
barrios, especialmente de los que estaban por fuera de la reglamentación
urbana (Peña Rodríguez, 2010; Torres Carrillo, 1993). Ello significó una
actitud más tolerante hacia los barrios clandestinos que llevó a que los

413
Vladimir Sánchez-Calderón

nuevos barrios fuesen incorporados más rápidamente en los planes de


ensanche del acueducto. Así, para 1969, el 92% del área urbanizada de
Bogotá estaba abastecida por la red principal del acueducto y, según
datos oficiales, había más de doscientas pilas públicas de la eaab “que
abastecían la demanda de los barrios más necesitados de la ciudad”
(Distrito Especial de Bogotá, 1969, p. 29).
Solo a comienzos de los años sesenta, esa empresa decidió im-
plantar el Plan Maestro de Alcantarillado (pma), con el cual buscaba
construir un sistema controlado para el vertimiento y tratamiento de
las aguas usadas (Rodríguez Gómez, 2003b, p. 120). En 1960, la eaab
contrató a las firmas Camp Dresse & McKee de Boston y la Compañía
de Ingeniería Sanitaria de Bogotá para el diseño y estimativo de costos
del pma, los cuales fueron entregados en 1962 (Empresa de Acueducto
y Alcantarillado de Bogotá, Compañía de Ingeniería Sanitaria, y
Consulting Engineers Camp Dresser & McKee 1962, pp. 1-3). Si bien,
la eaab ya había empezado a construir obras de intercepción y con-
ducción de aguas lluvias y negras en diferentes sectores de la ciudad
desde unos años antes, el pma se constituyó en la hoja de ruta de la
ciudad para el manejo de las aguas (El Espectador, 1961, p. 3; Rodríguez
Gómez, 2003b, pp. 168, 196).
Un concepto central que introdujo el pma fue el de distrito sani-
tario, definido como el área servida por la red central de alcantarillado.
De acuerdo con la documentación oficial, se dividía “en dos cuencas
correspondientes al sistema hidrográfico de la región capitalina: una
al norte, formada por el río Salitre y sus corrientes tributarias…; la
otra al Sur, formada por el río San Cristóbal o Fucha y sus corrientes
tributarias” (eaab et al. 1962, p. 27). Como lo señala la cita anterior,
el límite sanitario de la ciudad dejó fuera al río Tunjuelo, aunque in-
corporaba a algunos barrios de la margen derecha, como Tunjuelito
y San Carlos, pero excluyó a San Benito, Meissen y los barrios nuevos
de la margen izquierda (eaab et al., 1962, p. 15).
La segunda fase del pma fue ejecutada entre 1969 y 1971 y en ella
se incluyó la construcción del interceptor de aguas lluvias de San
Carlos y el recolector de aguas negras para San Benito, San Carlos y
otros barrios localizados en las laderas de la margen derecha del río.
Sin embargo, no se contempló la intervención directa sobre el río

414
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

Tunjuelo, pese a que la margen izquierda del río estaba cada vez más
poblada y las aguas de los barrios drenaban hacia este (Distrito Especial
de Bogotá, 1969, p. 88; Rodríguez Gómez, 2003b, p. 202). En el informe
técnico del pma no es clara la decisión de excluir al Tunjuelo de las
dos primeras fases. No obstante, esta decisión implicó el deterioro de
las cualidades físico-químicas y paisajísticas del Tunjuelo en un grado
mayor que en los ríos Salitre y Fucha. De una parte, la columna vertebral
del pma fue la conducción separada de aguas usadas y lluvias para las
secciones nuevas de la ciudad que contaran con los permisos de las
entidades de planeación y de la eaab (Rodríguez Gómez, 2003b, p. 195).
En esa medida, aunque la calidad de todos los ríos y quebradas de
Bogotá se continuaba deteriorando pues recibían las aguas combinadas
(lluvias y usadas) de la ciudad pre-existente al pma, las del Tunjuelo se
deteriorarían aún más al no separarse los vertimientos.
Por otra parte, las intervenciones sobre quebradas y ríos se ba-
saron en la rectificación y revestimiento de los cauces en canales de
concreto, con lo cual se creó una imagen de cuerpos de agua contro-
lados, higiénicos y funcionales a las necesidades de la ciudad, tal y
como se había hecho, entre otros casos, a principios de siglo con el
río San Francisco en el centro de la ciudad, y con el río Medellín en
Antioquia en la primera mitad del siglo (Atuesta, 2011; Preciado, 2015).
En esa medida, el deterioro de la calidad del agua del Tunjuelo se
sumaría a la valoración negativa de su cauce, no intervenido bajo los
parámetros técnicos y estéticos del pma. La conjunción de ambos
factores llevó a que la imagen del río se transformara progresivamente
de un paisaje ameno y agradable a una cloaca, fea y pestilente (Osorio,
2007, pp. 55-56).
Esta imagen habría de fundirse con la derivada de los desastres
producidos por las periódicas inundaciones, referidos en la primera
parte, y sobre todo, con la representación socio-espacial dominante en
la ciudad, para ese entonces sobre el sur de Bogotá. Desde las primeras
décadas del siglo xx, pero con mayor claridad desde los años cuarenta se
fue configurando una imagen simplificada pero poderosa de la organi-
zación socio-espacial de la capital bogotana: el norte era rico, mientras
el sur era pobre (Amato, 1968; Suárez M. 2006; Zambrano 2007).
Aunque en realidad el sur era muy diverso y los grupos pobres se

415
Vladimir Sánchez-Calderón

podían encontrar en todos los puntos cardinales de la ciudad, lo cierto


es que los grupos de mayores ingresos, las oficinas principales de las
empresas y las instituciones gubernamentales de orden nacional se
localizaban en el centro y norte de Bogotá.
Esta imagen dicotómica, que de hecho era compartida por
todas las grandes ciudades de América Latina de mitad del siglo xx
(Sabatini, 2003; Jaramillo, 1999; Romero, 1999, cap. 7), más allá de
su correspondencia con la “ciudad real”, tenía dos efectos prácticos.
Por un lado, crear un sentido de distinción y separación socio-espacial
para las élites en unas ciudades que se masificaban, especialmente por
la llegada continua de contingentes campesinos y por el crecimiento
demográfico de los sectores populares. Por otro, legitimar las inten-
ciones de control e integración de esos grupos populares mediante
instrumentos y entidades de planeación, al oponer precisamente la
noción de ciudad moderna, que se localizaba en el norte y centro de
la ciudad, con las áreas “marginales” ubicadas preferiblemente en el
sur (Sánchez-Calderón, 2016, cap. 4).
En este orden de ideas, la imagen del Tunjuelo como cloaca re-
forzaba la asociación del sur con la pobreza en las representaciones
dominantes de la ciudad. Así, el paulatino mejoramiento físico de
las viviendas y los barrios construidos en los alrededores del sector
de Tunjuelo, contrastó con el empeoramiento paulatino y constante
del río y sus quebradas y la valoración negativa de los principales
elementos del entorno de los barrios. En suma, la desigualdad entre
la prestación del acueducto y la del alcantarillado en los barrios ribe-
reños del río Tunjuelo contribuyó a reforzar la desigualdad urbana
existente en la capital, cuya imagen dominante se basaba en oponer
el norte y el sur de la ciudad.

Conclusión
La urbanización es un proceso ambiental desigual. El caso es-
tudiado, que relaciona el cambio urbano que experimentó Bogotá
a mediados del siglo xx con las transformaciones del río Tunjuelo,
ubicado al sur de la ciudad, y los habitantes ribereños de este curso
de agua, muestra que la construcción de la desigualdad ambiental
urbana debe ser analizada en tanto proceso histórico que vincula

416
Agua y desigualdades socio-ecológicas en Bogotá a mediados del siglo xx ...

elementos y actores sociales y del entorno. Así, las condiciones físicas


del río fueron interpretadas para justificar la construcción de varios
embalses, destinados a satisfacer de agua potable a la ciudad formal,
“moderna”. Por su parte, los habitantes ribereños de Meissen, San
Benito y Tunjuelito, los tres barrios estudiados, no podían acceder a
ese recurso pues estaban por fuera de la administración de la ciudad,
al menos hasta mediados de la década de 1950, pero sí aprovecharon
las ventajas que ofrecían las fuentes superficiales y subterráneas de
las que disponían. Adicionalmente, desde sus inicios estos barrios
fueron vulnerables a recurrentes inundaciones del río. Aunque dichos
eventos hacían parte de la dinámica del Tunjuelo en esa sección de
la cuenca, los embalses construidos para abastecer de agua a Bogotá
incrementaron la vulnerabilidad a este tipo de amenazas. Después
de 1955, dichos barrios fueron anexados, junto con muchos otros,
a la capital, pero la conexión a la red de agua potable de la ciudad
se demoró varios años, a pesar de que el enlace al acueducto de
Bogotá se convirtió en el elemento central de relación entre habi-
tantes y funcionarios públicos. Mientras que para los primeros era
una necesidad y un signo de distinción, para los segundos fue un
mecanismo de legitimación y orden ante una población considerada
potencialmente peligrosa.
Este artículo también muestra que el análisis histórico de las
desigualdades debe incluir la consideración de aspectos materiales y
simbólicos asociados a la apropiación y transformación del entorno.
Esto se evidenció al estudiar el tratamiento desigual dado a los ser-
vicios de acueducto y alcantarillado en los barrios que desaguaban
sobre el Tunjuelo. Por una parte, los barrios fueron conectados, así
fuese lentamente, a la red centralizada de la empresa de acueducto en
los años cincuenta y sesenta. Por otra, los desechos de los habitantes
nuevos y antiguos tuvieron siempre como destino final el río y sus
afluentes. Aunque esa no era una condición única del Tunjuelo, la
decisión de no incluirlo en las dos primeras fases del Plan Maestro
de Alcantarillado de la ciudad, llevó a que además de su deterioro
físico-químico, su paisaje no se asociara con el control y el orden del
entorno urbano. De esta manera, la situación material y simbólica
del río contribuyó a reforzar la imagen dominante de la estructura

417
Vladimir Sánchez-Calderón

socio-espacial de la ciudad, que caracterizaba al sur de la ciudad


como el área pobre, desordenada y marginal de la capital, imagen que
todavía hoy predomina en la capital colombiana. En este sentido, este
trabajo ilustra una de las muchas formas en que se puede hacer un
análisis histórico de la producción de las desigualdades ambientales
de la urbanización latinoamericana.

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El pasto es siempre más verde que el cactus:
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en el desierto de Atacama, Chile

María Christina Fragkou


Universidad de Chile

Claudia Vásquez
Universidad de Chile

Introducción
En un contexto de aumento poblacional, y bajo los esperados y
actuales impactos del cambio climático en la cantidad y calidad de los
recursos hídricos disponibles (McDonald et al., 2011), la desalinización
del agua de mar se ha establecido como una de las fuentes hídricas
alternativas para consumo humano más prometedoras, principalmente
en las zonas litorales áridas y semi-áridas del planeta (nrc, 2008).
El proceso de la desalinización consiste en eliminar las sales del agua
del mar —principalmente mediante el proceso de osmosis inversa—,
generando un agua prácticamente desmineralizada, la cual se remine-
raliza para que sea apta para el consumo humano. Dada la avanzada
tecnología implicada, y el alto control de calidad en la producción
del agua desalinizada, se considera ideal para el consumo humano,
ya que su calidad y sabor son altamente controlados, además de ser
la fuente hídrica alternativa de mayor aceptabilidad por parte de la
población (Rygaard et al., 2011).
Así, la desalinización es una práctica común, y exitosa, para
asegurar la provisión de agua en ciudades desérticas, garantizar su
desarrollo, y el bienestar de sus habitantes (Delyannis y Belessiotis, 2010).
Sin embargo, la introducción del agua desalinizada en el metabolismo

429
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

hídrico de las ciudades está asociada con impactos directos e indirectos.


Los primeros hacen alusión a los impactos ambientales relacionados
con el funcionamiento de las plantas, como la extracción del agua
marina, y la disposición del concentrado de sales de vuelta al mar
(Lattemann y Höpner, 2008; Roberts et al., 2010). Otros impactos in-
cluyen el alto consumo energético del proceso (Mezher et al., 2011), y las
consecuentes emisiones atmosféricas contribuyentes al calentamiento
global, que han caracterizado la desalinización como una medida de
maladaptación al cambio climático (McEvoy y Wilder, 2012).
Entre los impactos indirectos están los efectos sociales de las alzas
del precio del agua (March y Saurí Pujo, 2009; Renwick y Archibald, 1998)
y la promoción de usos hídricos no adecuados para ciudades desérticas.
Estos hacen referencia principalmente a usos de lujo y no tradicio-
nales para climas áridos, por ejemplo, la expansión urbana de baja
densidad, las piscinas, el turismo de lujo, y el uso de especies vegetales
exóticas en las áreas verdes que requieren de intensa irrigación, como
es el césped (Meerganz von Medeazza, 2005). En otras palabras, la
mayor parte de la literatura que estudia los impactos indirectos del
uso de agua desalinizada en ámbitos urbanos se enfoca en cómo
el aumento de la oferta hídrica por parte de estas plantas intensifica el
metabolismo hídrico de las ciudades, y provoca un círculo vicioso
de consumo aumentado, generando una escasez hídrica socialmente
construida (Mehta, 2001).
Basadas en la tesis de la ecología política urbana que sostiene que
los flujos de agua reflejan —y son formados por— relaciones de poder
(Swyngedouw y Heynen, 2003), en este artículo expandimos el alcance
de dicha literatura para estudiar de qué manera se distribuyen en la
ciudad estos flujos hídricos aumentados, y los beneficios asociados a
ellos. Nuestro argumento es que el “exceso” de agua desalinizada se
reparte de manera desigual dentro de las ciudades para servir a los
intereses de los actores poderosos, creando de esta manera espacios
ambientalmente desiguales, y generando injusticia ambiental distributiva
(Schlosberg, 2004). Para ejemplificar nuestro argumento tomamos el
caso del consumo hídrico municipal destinado a la creación y riego
de áreas verdes municipales en una ciudad desértica y altamente
desagregada socialmente. En nuestro análisis, más que analizar las

430
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

fuerzas económicas, políticas, y culturales que están detrás de la


producción de las áreas verdes como paisajes urbanos (Swyngedouw
y Heynen, 2003), nos interesa ver cómo se distribuyen los flujos de un
metabolismo acelerado, manipulados por dichas fuerzas, y así transpa-
rentar sus intereses detrás de la creación, distribución socio-espacial,
y composición vegetal de estos lugares. Puesto que las áreas verdes se
consideran bienes ambientales a los cuales todos los ciudadanos deben
tener acceso (Bickerstaff et al., 2009), complementamos la teoría de la
ecología política urbana con la de la justicia ambiental, para interpretar
nuestros resultados y evaluar si hay acceso diferencial a ellas, con base
en las condiciones económicas de los distintos grupos sociales.
Nuestro caso de estudio es la ciudad de Antofagasta, capital de
la homónima región, reconocida como la región minera de Chile por
excelencia (Arias et al., 2014). La ciudad está ubicada en el desierto de
Atacama, la zona más árida del planeta, y su fuente hídrica principal es
la planta desalinizadora más grande de América Latina para consumo
humano. El carácter minero de la Región donde está inserta la ciudad ha
condicionado su situación hídrica de dos maneras; primero, debido a la
constante competencia por los recursos hídricos disponibles para usos
mineros, agrícolas y urbanos, está previsto que la ciudad se abastezca
exclusivamente con agua desalinizada dentro de los próximos cinco
años, como estrategia para liberar agua fresca para el sector minero;
en segundo lugar, el crecimiento económico atribuido directamente a
la minería regional, ha conllevado el crecimiento poblacional y la ex-
pansión urbana de Antofagasta, la cual ya se ve inserta en los mercados
globales y cuenta con el mayor pib per cápita nacional, superando a
la Región Metropolitana, lo cual ha generado nuevos usos de agua y
crecientes necesidades hídricas.
Nuestros resultados demuestran que, aunque el consumo hídrico
destinado al riego de las áreas verdes municipales y la superficie total
de ellas aumentaron significativamente entre 1981 y 2014, su análisis en
términos socio-espaciales no solo revela una distribución inequitativa
de estas áreas, sino la existencia de zonas de interés de desarrollo urbano
que concentran las nuevas áreas producidas durante este periodo.
Lo mismo indica el análisis de las especies vegetales que estas áreas
contienen; las áreas verdes asociadas a clases altas tienden a incluir más

431
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

árboles y pasto, especies exóticas con altos requerimientos hídricos y


mayores servicios ecosistémicos, mientras en las áreas de clases bajas
predominan las cactáceas, especies con características opuestas.
A continuación, se presenta el marco teórico utilizado, enfocado
en el metabolismo urbano y la justicia ambiental. Después se analiza el
caso de estudio, donde se demuestra la influencia que tiene la minería
en la disponibilidad y calidad hídrica de la urbe. Siguen los resultados
del estudio, y las conclusiones, donde se resumen las principales tesis
y hallazgos de la investigación.

Metabolismo hídrico, producción de


espacios urbanos, y justicia ambiental
Para poder analizar de qué manera se distribuyen las áreas
verdes municipales, como beneficios de la aumentada disponibilidad
hídrica que ofrece la desalinización, entre los habitantes urbanos,
nos apoyamos en los marcos teóricos de la ecología política urbana
y de la justicia ambiental. Desde la primera, se utiliza el concepto
del metabolismo hídrico urbano para comprender las implicaciones
de la aumentada oferta de agua en una ciudad, y la producción de
espacios urbanos ambientalmente desiguales, mientras la segunda
aporta herramientas para poder evaluar la distribución equitativa
de estos espacios entre los habitantes del caso de estudio, según sus
condiciones económicas.
El concepto de metabolismo urbano representa el flujo constante
de materiales y energía en las ciudades, como una analogía con el
proceso metabólico de los ecosistemas y organismos naturales (Barles,
2010; Fischer-Kowalski, 1998). Esta metáfora se ha demostrado útil
para el estudio de problemas ambientales urbanos, relacionados con
la extracción y el uso de recursos naturales, y se ha establecido como
un concepto clave en la ciencia de la sustentabilidad (Ehrenfeld, 2004).
El metabolismo urbano se identifica como una herramienta funda-
mental en el campo interdisciplinario de la ecología industrial (Harper
y Graedel, 2004; Martínez-Alier, 2003), donde se ha empleado prin-
cipalmente para la realización de ejercicios de contabilidad sobre los
flujos de materiales y energía urbanos (Kennedy et al., 2011) y, más
recientemente, como una herramienta para el análisis de las políticas

432
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

urbanas y el diseño urbano (Chrysoulakis et al., 2013; Codoban y


Kennedy, 2008).
No obstante, este enfoque cuantitativo generalmente omite las
implicaciones de la introducción de flujos de calidad diferenciada o
conceptualmente cargadas, como es el caso del agua de mar, prove-
niente de una fuente ilimitada. Es más —y como consecuencia de su
naturaleza descriptiva—, los estudios del metabolismo urbano se han
criticado por omitir los cambios políticos en el área de estudio, sin
considerar los factores sociales y simplemente registrar los cambios
económicos (Heynen et al., 2006a). Sin embargo, esta tendencia está
cambiando, ya que la evolución y popularización del enfoque del
metabolismo urbano ha llevado a su inserción en los debates de más
disciplinas, incluyendo la ecología política, la economía ecológica, y
la economía política, lo cual se refleja en la creciente literatura de los
últimos años (Castán Broto et al., 2012; Pincetl, 2012).
En la ecología política urbana, el significado del metabolismo se
extiende más allá del simple intercambio de flujos entre la naturaleza y
la sociedad, solo para incluir factores sociales, entre otras d
­ imensiones
(Zimmer, 2010). Los investigadores de este campo argumentan que los
flujos metabólicos urbanos están modelados por, y reflejan, relaciones
de poder (Swyngedouw y Heynen, 2003), y que esta organización social
de los flujos metabólicos urbanos crea condiciones socio-ecológicas
desiguales para los habitantes urbanos (Heynen et al., 2006a). Nuestro
análisis se basa en estas dos tesis de la ecología política urbana, anali-
zadas con mayor detalle a continuación, que nos ayudan interpretar
la distribución socio-espacial de los flujos hídricos en la ciudad de
Antofagasta, y de las áreas verdes producidas gracias a ellos, desde la
justicia ambiental.

Flujos hídricos y justicia ambiental urbana


Los ecólogos políticos sostienen que el control de los flujos urbanos
es esencial para la reproducción de las estructuras de poder (Castán
Broto et al., 2012); la forma en que los caudales de agua son contro-
lados es principalmente a través de la tecnología y la infraestructura,
como una interfaz entre la naturaleza y la sociedad (Monstadt, 2009),
y un medio de acceso a —y transformación de— los recursos n ­ aturales,

433
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

como es el caso de las plantas desalinizadoras. Partiendo de esta


tesis, sostenemos que la planta desalinizadora y el destino del agua
producida sirven a intereses asociados al desarrollo de ciertas partes
de la ciudad, y que este hecho tiene expresiones tanto políticas como
físicas (Heynen et al., 2006b). En otras palabras, un análisis de la
evolución de la producción y la distribución socio-espacial de las áreas
verdes municipales, como producto de la manipulación de los flujos
hídricos urbanos, puede revelar a qué intereses ha servido la planta
en el desarrollo urbano del caso de estudio.
La segunda tesis de interés de la ecología política urbana es
que esta organización social del metabolismo de la naturaleza crea
condiciones socio-ecológicas desiguales para los habitantes urbanos
(Heynen et al., 2006). Este enfoque hace referencia principalmente
al acceso desigual de los habitantes urbanos a la infraestructura rela-
cionada con el agua (Allen et al., 2006; Bakker, 2003; Kooy y Bakker,
2008; Monstadt, 2009), cuya expansión y cobertura selectiva implica
la creación de metabolismos paralelos del agua en la ciudad, por un
lado, y de prácticas diarias diferenciadas y economías políticas locales
por otro (Bulkeley et al., 2011; Monstadt, 2007). Nosotras sostenemos
que la desigualdad en las ciudades no se crea solamente mediante el
control del acceso a la infraestructura hídrica, y por ende al mismo
recurso, sino también a través de la distribución geográfica y social
del agua, y los impactos positivos asociados a su uso, por parte de las
autoridades, como es el caso del agua para el riego y la consecuente
producción de áreas verdes municipales.
Por consiguiente, consideramos útil complementar estas visiones
de la ecología política urbana con la literatura de la justicia ambiental,
ya que nos permite ver cómo se manifiestan espacialmente los procesos
metabólicos hídricos urbanos, y por ende los intereses detrás de ellos. Para
lograr el objetivo de espacializar y asociar las áreas verdes municipales
con la clase social de los habitantes urbanos, elegimos la distribución por
encima de los otros dos componentes de análisis de la justicia ambiental, la
participación y el reconocimiento (Schlosberg, 2007). Los estudios sobre la
justicia ambiental distributiva examinan la distribución espacial y social de
las instalaciones contaminantes en los territorios de grupos minoritarios
y de bajos ingresos, así como el escaso acceso de ellos a servicios y buenas

434
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

condiciones ambientales, como son las áreas verdes, en comparación con las
comunidades de clase alta. En cuanto a sus fundamentos teóricos, esta línea
de investigación se basa en la teoría de la justicia distributiva (Rawls, 1971)
de Schlosberg (2007) y busca dar una idea de la cuestión de la equidad
y la distribución de los bienes y cargas sociales en la sociedad.
La cuestión de la distribución ha sido central en el recién iniciado mo-
vimiento por la justicia ambiental y sus demandas, desde la década de
1980 (Bullard, 2005).
En lo que respecta a las áreas verdes urbanas, la justicia ambiental
actúa como un parámetro para demostrar que se necesita generar
procesos equitativos en el territorio, y en este sentido, sus beneficios
ambientales solo son equitativos y realmente eficientes cuando incluyen
a todos los grupos sociales presentes en las localidades urbanas (Flores y
González, 2007). En este sentido, las áreas verdes en esta investigación son
consideradas como beneficios de carácter ambiental, dado que mejoran
la calidad de la vida urbana (Nowak et al., 1997). Aquellos beneficios,
no solo están dirigidos al habitante urbano, quien recibe la mayoría
de estos, sino que también se favorece a otras especies y a la calidad
del medioambiente en general, ya que dichos beneficios son bastante
amplios y diversos, y pueden mejorar ámbitos que van desde lo social,
político y psicológico hasta aspectos tan físicos como la temperatura
urbana, hidrología y ventilación, entre muchos más.
La vegetación de las áreas verdes es un elemento fundamental
para los beneficios que ellas pueden brindar a la población, como
mitigar las temperaturas en la ciudad, ser un centro de recreación
y encuentro social, además de otorgar plusvalía a los barrios, entre
muchos otros (Nowak et al., 1997; Sorensen et al., 1998). Pero aquellos
beneficios no son efectivos sin un adecuado mantenimiento, ya que,
de lo contrario, pueden causar efectos negativos en las comunidades
(Ibarra, 1997). En ciudades desérticas, los beneficios son cruciales
para soportar las extremas condiciones de temperatura y para generar
sombra en el tramo urbano. Sin embargo, estos efectos dependen del
tamaño de las áreas dotadas de vegetación, de su distribución y de
cómo estén diseñadas (Sorensen et al., 1998). Por lo que nuestra in-
vestigación complementa el aspecto de la distribución socio-espacial
con la diversidad y tipología de especies vegetales de las áreas verdes

435
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

municipales; un análisis de este tipo provee información cualitativa


acerca de los servicios que realmente ofrecen estas áreas, además de
dar índices del agua necesaria para su mantención.

La ciudad de Antofagasta: entre el mar y el desierto


La desértica ciudad de Antofagasta es la capital de la homónima
región, en el norte de Chile, y actualmente una de las ciudades más
importantes del país, en términos poblacionales y económicos. Es una
ciudad marcada por la actividad minera de extracción de cobre, ya que
la Región de Antofagasta es históricamente la región extractiva más
importante de Chile, representando el 50% de la producción minera
nacional (Arias et al., 2014). Esto gana más relevancia teniendo en
cuenta que las reservas de cobre del país son las más grandes del mundo,
alcanzando el 28% para 2012, y con una participación de 35% en los
mercados mundiales (cochilco, 2010), colocando a Chile en la cima
de la lista de países productores de cobre a nivel mundial.
La actividad minera regional ha impactado de manera significativa
el crecimiento demográfico de la ciudad de Antofagasta. El atractivo
laboral ha generado que la ciudad presente una tasa de migración
positiva (Aroca y Atienza, 2008) de población flotante (Yurac, 1984) y
de inmigrantes de países fronterizos que buscan mejores condiciones
económicas y laborales (Lobos, 2014). Según estimaciones del censo
de 2012, la ciudad incrementó su población en un 20% con respecto al
año 2002, lo que la ubica en el primer lugar del ranking de las ciudades
con mayor crecimiento poblacional dentro de esa década (Plataforma
Urbana, 2013). Para 2016 la ciudad tenía un total estimado de 384.065
habitantes (ine, 2015). Si bien los grupos socio-económicos predomi-
nantes en la ciudad son los de las clases media alta, media, y media baja
(grupos c2, c3, y d, respectivamente, según la clasificación chilena),
representando el 86% de la población, su distribución denota una
fuerte segregación socio-espacial de los hogares de la ciudad (pladeco,
2013). Con respecto a las clases alta y baja (abc1 y e, respectivamente),
estas representan el 14% restante, en partes iguales. Las viviendas de
clase alta y media se tienden a concentrar hacia el sur y la costa de la
ciudad, mientras que el nivel socio-económico baja a medida que se
sube la cordillera, al este de la ciudad (figura 1).

436
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

DISTRIBUCIÓN
DE LOS GRUPOS
SOCIOECONÓMICOS A
NIVEL DE MANZANA
EN LA CIUDAD DE
ANTOFAGASTA

Leyenda
Grupos socioeconómicos

ABC1
C2
C3
D
E
Área de estudio
Red vial

Figura 1. Mapa de la distribución socio-económica de la ciudad de


Antofagasta. Fuente: elaboración propia, 2016.

En parte, este aumento poblacional y de ingresos per cápita,


debido a la minería, tuvo una serie de repercusiones que impactaron
en la forma, expansión y carácter de la ciudad. En primer lugar, se hizo
necesario el aumento de la oferta inmobiliaria para las nuevas clases
medias y media altas, que se logró tanto densificando y construyendo

437
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

en altura en el centro de la ciudad, como expandiendo los límites


de la ciudad hacia el norte desde 2003, para incluir a la zona de La
Chimba, que desde entonces se ha ido urbanizando intensivamente.
En segundo lugar, la ciudad se ha hecho más amena para sus nuevos
habitantes y población flotante, con la creación de tres nuevos centros
comerciales, la instalación de hoteles de lujo, la remodelación completa
de la costanera, y su enverdecimiento. Este último no se ha manifestado
solamente con el aumento de las áreas verdes municipales, también
con la introducción de nuevas especies que no corresponden tradi-
cionalmente a ciudades áridas por sus altas exigencias en cuanto al
riego, como especies exóticas y césped.
Estas transformaciones urbanas implicaron nuevas exigencias
hídricas para una de las ciudades con menor cantidad de precipita-
ciones del país, igual a 1,7 mm (Meteo Chile, 2015). El clima desértico
costero de la ciudad, y su inserción dentro de ecosistemas de carácter
xérico, aumentan el desafío de abastecimiento hídrico, que se ha hecho
tradicionalmente desde captaciones del río Loa, a 200 kilómetros de
distancia. En este contexto, y en el marco de las necesidades hídricas
regionales por el rápido crecimiento del sector minero desde el inicio
de la década de 1990, la empresa sanitaria regional essan inauguró en
2003 la planta desalinizadora La Chimba, como estrategia para asegurar
las provisiones de agua para el futuro desarrollo socio-económico de
la ciudad y la región.
Actualmente, La Chimba es la mayor planta de producción de
agua desalinizada para consumo humano de América Latina, produ-
ciendo 850 l/s. Desde 2003, el agua desalinizada ha ido sustituyendo
gradualmente el agua de la cordillera en el suministro hídrico de la
ciudad, y hoy en día abastece al 70% de los hogares de Antofagasta,
sola o mezclada con el agua de cordillera. El caso de estudio es de
suma relevancia, dado que Antofagasta es un emblema del uso de
agua desalinizada a nivel global, siendo una de las diez ciudades en
el mundo que proyecta abastecerse en un 100% con agua desalinizada
hasta el año 2020.
Si bien las autoridades y la empresa sanitaria no reconocen una
vinculación directa entre la planta y el consumo hídrico en la ciudad, las
necesidades hídricas urbanas han aumentado drásticamente desde su

438
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

funcionamiento. Entre 2000 y 2014, el consumo hídrico en Antofagasta


ha aumentado por sobre el 50%, pasando de 15,5 hm3 a 24 hm3 anuales.
En valores de consumo per cápita esto se traduce en un aumento de
30%, subiendo de 51 a 65 m3 hab/año. Con respecto al consumo hídrico
para el riego de áreas verdes municipales, esto entra en la categoría
de usos hídricos “no asociados a inmuebles” (siss, 2015); según la
siss este sigue la misma tendencia, con un consumo anual de 0,55
hm3 para el año 2000, que aumenta a los 0,82 hm3 el 2015 (siss, 2015),
indicando un mayor uso hídrico para el riego de áreas verdes, que
se expresa territorialmente con el aumento de dichas áreas, como se
demuestra en los resultados a continuación.

Metodología
Los resultados del estudio se enmarcan en un proyecto de investi-
gación que se desarrolló durante tres años en la ciudad de Antofagasta;
más concretamente, para la identificación cuantitativa y cualitativa
de las áreas verdes municipales y su entorno socio-económico, se
elaboraron tres fases metodológicas.
Durante la primera fase se calculó y analizó la evolución de las
áreas verdes municipales de la ciudad de Antofagasta desde 1981 hasta
2014; dado que la planta desalinizadora entró en funcionamiento en
2003, se consideró un marco temporal que abarcara el período de 20
años antes de esta fecha hasta la fecha más reciente.
En este primer objetivo específico se utilizaron Sistemas de
Información Geográfica (sig) y se trabajó con imágenes satelitales
y fotografías aéreas en conjunto con datos obtenidos por la i Muni-
cipalidad de Antofagasta. A cada una de las imágenes satelitales se
le efectuó, con la herramienta idrisi, una composición de Índice de
Vegetación de Diferencia Normalizada (ndvi), y una clasificación su-
pervisada en Arcgis 10.1, para reconocer la cobertura de la vegetación.
Este proceso se utilizó a modo de referencia para estimar la vegetación
en la ciudad, debido a la baja resolución de las imágenes satelitales
de la época. El análisis de las fotografías aéreas se generó mediante
fotointerpretación, con la creación de polígonos en Arcgis. Este
proceso se utilizó para los años 1981 y 1997. Mientras que, para los
años más recientes, desde 2004 hasta 2014, la cobertura vegetal fue

439
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

corroborada a través de fotointerpretación en Google Earth. Luego


se identificaron las áreas verdes inscritas en el Plan de Desarrollo
Comunal (pladeco) de la ciudad, y la información de superficie
recopilada dentro de los años 2008 y 2014 fue otorgada por la Mu-
nicipalidad de Antofagasta por proceso de Ley de Transparencia.
En la segunda etapa del estudio, se asociaron las áreas verdes
municipales con las clases sociales incluidas en un radio de 200 m,
que corresponde a un desplazamiento a pie de carácter cotidiano.
Este radio de influencia se determinó a partir del Plan Especial de
Indicadores de Sostenibilidad Ambiental de Sevilla (bcnecología,
2007) (tabla 1), y se contabiliza a partir del centro del polígono del área
verde hasta el límite del radio. Las áreas verdes municipales se clasi-
ficaron en tres categorías según su superficie, de acuerdo al pladeco
de la ciudad de 2013; las “Plazuelas” y “Retazos” fueron analizados en
conjunto debido a que estos últimos tienen una superficie demasiado
pequeña. La información de los grupos socio-económicos a nivel de
manzana, se obtuvo a través de la empresa consultora Adimark Gfk
correspondientes al 2013 (comunicación personal).

Tabla 1. Radios de influencia por tipología, acceso


y superficie en las áreas verdes de Antofagasta.

Tipo de área verde Radio de influencia (m)


Superficie
(pladeco, 2013) (bcnecología, 2007)
Retazos y Plazuelas 0–199 m 2 y 200 – 2.499 m 2 200
Plaza 2.500 – 10. 000 m 2 200
Parque Sobre 10.000 m 2
200

Fuente: elaboración propia, 2016; a partir de las clasificaciones de pladeco, 2013;


y los indicadores de bcnecología, 2007.

En la tercera fase metodológica se identificaron las especies


vegetales de doce áreas verdes, seleccionando aquellas que presentaran
una o dos clases sociales similares en sus manzanas inmediatamente
contiguas, con el fin de observar diferencias en cuanto a las especies
vegetales de cada área verde, de acuerdo con el grupo que la representa
en su entorno más cercano.

440
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

En esta fase se elaboró trabajo en terreno que consistió en medir


la altura a 2 metros (en el caso de las especies arbóreas y arbustivas),
tomar descripciones, fotografías y fijar la ubicación de cada especie con
puntos gps. Posteriormente, se generó un reconocimiento de la especie
de acuerdo con su nombre común y científico, mediante conocimiento
previo, y apoyo de información otorgada por el personal profesional
del Vivero Municipal de la I Municipalidad de Antofagasta.
Luego de reconocer las especies, estas fueron clasificadas, mediante
revisión bibliográfica y datos web del catastro de especies del Ministerio
del Medioambiente (mma, 2015) y del catastro de la Enciclopedia de
Flora Chilena de la Fundación Flora Chilena, Darian Stark, quienes
realizan este trabajo utilizando un sistema de clasificación vegetacional
apg iii, basándose en datos moleculares y secuencias biológicas (Flora
Chilena, 2015). Adicionalmente, se identificó la superficie de césped,
mediante trabajo en terreno y utilización de Google Earth, ya que
en zonas áridas el riego de esta especie representa un alto costo de
mantención, debido al alto requerimiento hídrico para su desarrollo
(Ibarra, 1997). También se consideró importante identificar la presencia
de cactáceas, porque son una familia de plantas suculentas asociadas
al bajo requerimiento hídrico (Nobel, 2002; Señoret y Acosta, 2013).
Con los datos obtenidos se estableció la diversidad estructural que
consiste en clasificar las especies en árboles, arbustos y herbáceos,
estableciéndose como árbol, a todo individuo que supere los 2 metros
de altura (Rozzi, et al., 2003). A su vez, se reconoció la riqueza de las
especies de cada área verde, que consiste en cuantificar el número de
especies que contengan (De la Maza, et al., 2002).

Resultados
Para poder analizar de qué manera se distribuyen socio-espacialmente
los flujos hídricos destinados al riego de las áreas verdes municipales
en la ciudad, analizamos la evolución y distribución espacial de estas
para el periodo comprendido entre 1981 y 2014. Después, se asociaron
con los grupos socio-económicos aledaños y se analizó su composición
vegetal en términos de riqueza y abundancia de especies vegetales; esto
nos permitió tener otro índice de asociación de consumo hídrico con

441
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

grupos sociales, ya que el agua requerida para el mantenimiento de las


áreas verdes varía según el tipo y número de especies que las componen.
Finalmente, dimos especial énfasis a la presencia de césped, como una
especie que no es tradicional de la ciudad y tiene altos requerimientos de
riego, asociados a un uso hídrico de lujo (Meerganz von Medeazza, 2005).

Evolución y distribución espacial de áreas verdes 1981-2014


Con respecto a la superficie de las áreas verdes municipales en
Antofagasta, esta ha ido en aumento a lo largo de los años anali-
zados, pasando de 20,2 hectáreas en 1981, a 96,9 hectáreas para 2014
(tabla 2), lo que refleja un aumento de cinco veces en las últimas
tres décadas. Los mismos datos indican que el 37% de la superficie
actual de áreas verdes se produjo después de la creación de la planta
desalinizadora en 2003.

Tabla 2. Evolución de la superficie de las áreas verdes municipales en la


ciudad de Antofagasta.

1981 1987 1994 2000 2004 2007 2010 2011 2013 2014
Superficie
20,2 35,9 42,0 57,5 61,4 75,1 81,1 91,7 95,4 96,9
total (ha)
Aumento
anual
- 2,6 0,9 2,6 1,0 4,6 2,0 10,6 1,9 1,6
promedio
(ha/año)

Fuente: elaboración propia, 2016.

Al analizar estos resultados de las tres décadas que componen el


tiempo de estudio, se observa que en un primer periodo (1981-1994)
la tasa de crecimiento anual de superficie de áreas verdes fue de 1,7
hectáreas por año; en el segundo periodo (1994-2004) se incorporaron
en promedio 1,9 hectáreas por año; mientras que en el tercer periodo
(2004-2014), que corresponde al periodo posterior del funcionamiento
de la planta desalinizadora, se incorporó un promedio anual de 3,6
hectáreas de áreas verdes municipales en la ciudad, cifra que iguala a
la suma del aumento anual promedio de los dos periodos anteriores.
Este periodo coincide con dos hechos importantes que ocurrieron

442
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

en 2003: la inauguración de la planta desalinizadora, y la incorporación


de los sectores de La Chimba y La Portada al área urbana del sector
norte de la ciudad, producto de la modificación del Plan Regulador
Sector Norte (Municipalidad de Antofagasta, 2002), que permitió
liberar dichos suelos de las restricciones que presentaban, por la alta
demanda inmobiliaria.
Este hecho se confirma con el análisis de la distribución espacial
de estas áreas, que acompaña la expansión urbana de la ciudad al
norte (figura 2), generando un alto dinamismo en la evolución de su
superficie, que para el 2014 tenía 2,7 m2/hab. Por otro lado, el centro
de la ciudad se ha ido densificando durante el periodo de estudio,
principalmente con edificaciones en altura, por lo que no existe un
significativo aumento de áreas verdes; este hecho repercute negativa-
mente en la presencia de áreas verdes municipales que son iguales a
1,5 m2/hab. La zona sur de la ciudad (que se caracteriza por viviendas
unifamiliares de clases sociales medias y altas), es la que ha tenido
históricamente la mayor cantidad de superficie de áreas verdes mu-
nicipales, y mantiene el indicador más alto en superficie per cápita,
con 3,5 m2/hab.
La distribución latitudinal de las áreas verdes municipales a lo
largo del periodo de estudio revela otra tendencia interesante: las
áreas verdes se concentran en la costanera de la ciudad y se dismi-
nuyen drásticamente alejándose de ella, hacia los cerros. Este hecho
condice con los esfuerzos municipales de mejorar la imagen de la
ciudad; la costanera ha pasado por un extenso proceso de renovación,
donde se ha impulsado la creación de negocios, zonas de deporte, y
la habilitación de nuevas playas artificiales. Además, es una zona que
concentra locales de ocio, hoteles de lujo, y viviendas de clases sociales
medias altas y altas. Esta tendencia de enverdecimiento de la costanera
se ve abruptamente disminuida hacia las zonas interiores y altas de
la ciudad, donde residen las clases medias y bajas, respectivamente.
Se puede observar entonces, que la presencia de áreas verdes muni-
cipales está fuertemente correlacionada con las clases sociales en la
ciudad, dando indicios de injusticia ambiental, en lo cual profun-
dizaremos a continuación.

443
444
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

EVOLUCIÓN DE LA
Leyenda
SUPERFICIE DE ÁREAS
VERDES MUNICIPALES Áreas verdes Red vial
EN LA CIUDAD DE
Área de estudio
ANTOFAGASTA

Figura 2. Distribución de las áreas verdes municipales en la ciudad de Antofagasta, en los años 1981 y 2014.
Fuente: elaboración propia, 2016.
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

Justicia ambiental distributiva y acceso


a áreas verdes municipales
Los siguientes resultados muestran el análisis socioeconómico
de las áreas verdes municipales calculadas para el año 2014. Para
este año se identificaron un total de 370 áreas verdes, de las cuales
18 corresponden a Parques (5%), 63 a Plazas (17%), y 289 a Plazuelas
y Retazos (78%).
En la tabla 3 se presenta el acceso que tienen los ciudadanos
de Antofagasta a áreas verdes municipales, según su clase social
(el grupo socio-económico usado en la clasificación nacional). Los
datos indican el porcentaje de las manzanas correspondientes a cada
clase al interior de un radio de influencia de 200 metros, que alude
a una caminata de carácter cotidiano, para cada tipo de área verde.
Los resultados revelan una clara tendencia de aumento del porcentaje
de acceso, subiendo de clase social.
Las Plazuelas y Retazos son las áreas verdes que tienen menor su-
perficie, pero que se presentan en mayor número en la ciudad, abarcando
el 73,2% de las manzanas totales de la ciudad. Este tipo de áreas verdes
presentan los mayores porcentajes de acceso, aunque siguen la tendencia
de menor acceso para las clases sociales bajas. Las Plazas abarcan un
total de 832 manzanas, que representan el 24,8% de las manzanas
totales de la ciudad, mientras los parques incluyen a 553 manzanas, que
corresponden al 16,5% de las manzanas totales.
A pesar de que los porcentajes de acceso varían según el tipo de
área verde, las clases alta y media alta son claramente las que disfrutan
de mayor acceso a ellas. Si bien las clases c3 y d son las predominantes
en la ciudad, su acceso a las áreas verdes no armoniza con este hecho,
ya que su acceso es menor que el de la clase alta, la cual representa
aproximadamente el 7% de la población.

Tabla 3. Porcentaje de manzanas abarcadas por áreas verdes municipales


según clase social.

Plazuelas y
Clase social Plazas Parques
retazos
Alta (abc1) 88 % 26 % 15 %
Media alta (c2) 83 % 26 % 21 %

445
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

Plazuelas y
Clase social Plazas Parques
retazos
Media (c3) 80 % 29 % 16 %
Media baja (d) 65 % 23 % 15 %
Baja (e) 39 % 8% 12 %

Fuente: elaboración propia, 2016.

En términos generales, el grupo que se encuentra menos abarcado


dentro del radio de influencia a nivel de toda la ciudad, independiente
del tamaño del área verde, es el perteneciente a la clase baja. Los re-
sultados indican una clara injusticia ambiental distributiva, entendida
como el acceso de los ciudadanos a infraestructuras verdes (Bickerstaff
et al., 2009). Estas marcadas diferencias entre los grupos socioeconómicos
de la ciudad también se ven reflejadas en la composición vegetal que
tienen las áreas verdes, que se analiza a continuación. En este sentido,
el siguiente análisis hace relación directa al requerimiento hídrico para
el desarrollo y mantención de estas áreas, por lo que se puede verificar
una diferenciada distribución del agua destinada al riego por parte de
la Municipalidad de Antofagasta.

Clase social y áreas verdes: diversidad y estructura vegetal


Para poder analizar el tipo y cantidad de especies vegetales en las
áreas verdes municipales de la ciudad de Antofagasta, se seleccionaron
doce áreas verdes, las cuales garantizan representatividad de todos los
sectores urbanos y sociales. Por esto, se seleccionaron áreas del norte,
centro y sur de la ciudad, las cuales representaran un grupo socioeco-
nómico en sus manzanas inmediatamente contiguas. Las especies que se
encuentran en la muestra otorgan una riqueza de 54 especies vegetales.
Las especies con mayor abundancia son Myoporum laetum (Mioporos)
con 92 individuos, Crinum asiaticum (Botánica) con 81 unidades,
Nerium oleander (Laurel en flor) con 69 unidades, Phoenix cana-
riensis (Palmera común) con 66 unidades. Los resultados indican
que la mayoría de las especies de las áreas verdes seleccionadas son
especies exóticas. Al comparar la totalidad de las muestras (tabla 4),
se observa mayor riqueza en las áreas verdes que tienen un entorno
socioeconómico asociado a las clases alta, media alta, y media, a

446
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

excepción de las áreas verdes Del Alto y José Santos Ossa. Por otro
lado, las áreas verdes que están rodeadas por las clases media baja y
baja tienen menor riqueza de especies.
Con respecto a la abundancia de los individuos vegetales que
presentan las áreas verdes seleccionadas, se observa mayor abundancia
en la Plaza Colón. Al igual que la riqueza, las muestras con mayor
abundancia tienen entornos socioeconómicos caracterizados por las
clases alta y media alta, a excepción de la plaza Del Alto que presenta
baja abundancia (tabla 4).

Tabla 4. Riqueza de especies y abundancia de individuos vegetales en las


áreas verdes municipales de Antofagasta.

Cantidad Abundancia de
Área verde Clase social
de especies individuos
Plaza Colón Alta y media alta 28 240
Maquehue Alta y media alta 19 69
Gerardo Claps Gallo Media 14 58
Bernardo O’Higgins Alta 14 77
Séptimo de línea Media 13 60
Sargento Candelaria Media baja y baja 12 61
Padre Hurtado Media baja 12 42
Sierra Nevada Media baja 11 47
Del Alto Alta 11 31
José Santos Ossa Media alta y media 11 45
Elqui Media baja 10 57
Nicolás González Media, media baja y baja 7 9

Fuente: elaboración propia, 2016.

Al profundizar nuestro análisis con respecto a la diversidad


estructural de las áreas verdes muestreadas, se observa una mayor
cantidad de árboles en las áreas verdes rodeadas por manzanas en
donde predominan las clases sociales alta, media alta, y media (tabla 5).
Además, a medida que disminuyen los árboles en cada área verde, se
encuentra un mayor número de arbustos. Los arbustos predominan
en las áreas verdes municipales que se encuentran rodeadas princi-
palmente por la clase media baja, mientras que se encuentra un mayor

447
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

número de cactáceas en las áreas verdes rodeadas por las clases media
baja y baja. La presencia de césped tiene una tendencia similar con la
abundancia de individuos y diversidad estructural; las tres áreas verdes
con mayor cantidad de césped se encuentran rodeadas por manzanas
en donde predominan las clases alta, media alta y media, mientras
que casi la totalidad de las áreas verdes que se encuentran rodeadas
por manzanas en donde predominan las clases sociales media baja y
media no tienen césped (tabla 5).

Tabla 5. Diversidad estructural y superficie de césped


en las áreas verdes municipales de Antofagasta.

Área Clase césped


árboles arbustos herbáceas trepadoras cactáceas
verde social (ha)
Alta y
Plaza
media 126 81 1 32 0 0,32
Colón
alta

Alta y
Maquehue media 11 46 12 0 0 0,03
alta

Gerardo
Claps Media 29 20 6 0 3 0,09
Gallo

Bernardo
Alta 49 25 3 0 0 0,33
O’Higgins

Séptimo
Media 15 43 2 0 0 0,02
de línea

Media
Sargento
baja y 11 17 23 1 9 0
Candelaria
baja

Padre Media
13 24 5 0 0 0,02
Hurtado baja

Sierra Media
22 23 2 0 0 0,17
Nevada baja

Del Alto Alta 9 16 6 0 0 0,05


Media
José Santos
alta y 28 12 5 0 0 0,19
Ossa
media

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El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

Área Clase césped


árboles arbustos herbáceas trepadoras cactáceas
verde social (ha)
Media
Elqui 5 46 6 0 0 0
baja
Media,
Nicolás media
0 7 1 0 1 0
González baja y
baja

Fuente: elaboración propia, 2016.

La presencia de césped en Antofagasta (23,71 ha en total) refleja la


tendencia de las últimas décadas de imponer una visión de jardín de
modelo “anglosajón” que tiene como uso fundamental la plantación
de especies de clima atlántico (Pujol y Gómez, 2003). Dado que nuestro
estudio apunta a revelar diferencias de necesidades hídricas entre las áreas
verdes municipales de Antofagasta sin entrar en cálculos cuantitativos,
la presencia de césped en estas áreas es relevante, dado que los céspedes
tienen altos requerimientos hídricos para su mantención, situación que
se torna crítica en ciudades desérticas (Ibarra, 1997).
Con respecto al consumo hídrico de las áreas verdes municipales
de Antofagasta, podríamos deducir entonces que, con base en las
doce muestras que analizamos, las áreas asociadas a clases medias y
altas requieren de más agua, dado que tienden a tener especies con
necesidades intensivas en término de riego, como árboles exóticos
o césped, y además mayor número de individuos, en contraste con
las áreas verdes asociadas a clases medias y bajas que tienen menor
abundancia de individuos y es más probable que presenten especies
endémicas como cactáceas.
Finalmente, es necesario recalcar que se hacen evidentes las dife-
rencias en la dotación de los elementos analizados en las áreas verdes
municipales. Se observó que las áreas verdes con manzanas caracterizadas
por grupos socioeconómicos que presentan mayores ingresos presentan
una mejor calidad, presencia de juegos infantiles, infraestructura para
descansar, generar sombra y máquinas para hacer ejercicios deportivos
(este último sólo en las áreas verdes del sector sur).
Las imágenes capturadas en terreno (figura 3), permiten ver los
resultados de nuestra investigación. Mediante las fotos es posible dar

449
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

cuenta de un mayor “verdor”, cantidad de vegetación, calidad paisajística


y de infraestructura en aquellas áreas verdes municipales que corres-
ponden a clases más altas, y sobre todo en el sector sur de la ciudad.
Por otro lado, en áreas verdes que se encuentran rodeadas por man-
zanas correspondientes a las clases bajas, no se observan árboles ni
césped, en cambio se advierten micro basurales con la deposición de
escombros y desechos, una infraestructura deficiente y deteriorada.
Esto confirma nuestra decisión de ver más allá del acceso a las áreas
verdes, para incluir elementos cualitativos de ellas, no solo porque se
evidencian requerimientos hídricos diferenciados entre estas áreas, sino
porque también se demuestra que la distribución equitativa de ellas no
es garante de condiciones ambientales iguales entre los ciudadanos,
revelando otros aspectos de la producción desigual de espacios urbanos.

Figura 3. Imágenes de áreas verdes municipales en cada sector de la ciudad,


de acuerdo con los grupos socioeconómicos de su entorno: a) Plaza Sargento
Candelaria (clases media baja y baja); b) Plaza Gerardo Claps Gallo (clase
media); c) Plaza del Alto (clases alta y media alta); d) Plaza Nicolás González
(clases media baja y baja). Fuente: elaboración propia, 2016. Fotografías
tomadas en junio de 2015.

Conclusiones
El hábitat urbano, caracterizado por su diversidad y consti-
tución heterogénea, ha dado lugar a un auge en las investigaciones
urbanas, que tienen relación con la calidad de la vida en las ciudades
­contemporáneas. Los estudios en torno a las áreas verdes se hacen

450
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

presentes para constituir, principalmente, parámetros que incorporen


los alcances que estas tienen en la vida de las personas, sus beneficios,
distribución y accesibilidad (Ibarra, 1997; Walker et al., 2007). Si bien
en Chile las principales investigaciones se han realizado en Santiago,
ha existido un interés por las ciudades intermedias de otras regiones
del país que presentan condiciones climáticas que dificultan la man-
tención y prolongación de estos espacios a largo plazo.
La ciudad de Antofagasta responde a lo que Harvey (2013) ha de-
nominado la “conexión íntima entre el desarrollo del capitalismo y el
proceso de urbanización” (Harvey, 2013, p. 22) entendiéndose a la ciudad
como un espacio artificial humanamente producido (Irarrázaval, 2012),
y que forma parte fundamental de las actividades del sistema económico
imperante, debido a que funciona como escenario de concentración
de producción. La ciudad trata de expandirse bajo cualquier tipo de
obstáculo, aunque este sea parte de sus características más profundas e
irrefutables, como su carácter desértico, y utilizando tecnologías como
las plantas desalinizadoras que actúan en forma de mecanismos que
permiten su expansión y desarrollo socio-económico.
Los resultados de la presente investigación indican que en la ciudad
de Antofagasta ha existido un aumento de las áreas verdes municipales
en los últimos treinta años, pero que actualmente no todos los grupos
socioeconómicos son incluidos en su accesibilidad, y que también existen
diferencias en cuanto a la abundancia y riqueza de especies vegetales
que las componen. Ambos hechos dan lugar a injusticias de carácter
ambiental, en donde los grupos socioeconómicos con menores niveles
de ingreso no han sido beneficiados de la misma forma con respecto
a los de mayores ingresos dentro de la misma ciudad, bajo la misma
gestión, de un mismo municipio.
En este trabajo seguimos la tendencia de avanzar el estudio del
metabolismo urbano desde ejercicios cuantitativos hacía una interpre-
tación de su modificación y sus impactos socio-territoriales, con el fin de
hacer análisis hídricos urbanos más comprensivos. Nuestra proposición
teórica se basó en la articulación de la literatura de la ecología política
urbana y de la justicia ambiental, con el fin de interpretar mediante el
lente analítico de la justicia ambiental distributiva la producción selectiva
de espacios urbanos. Aunque según Swyngedouw y Heynen (2003)

451
María Christina Fragkou & Claudia Vásquez

la literatura de la justicia ambiental está limitada en su alcance y visión,


su uso en el presente estudio permitió comprender mejor la creación
de condiciones socio-ecológicamente desiguales.
La orientación de los flujos hídricos destinados a la creación y
mantención de las áreas verdes municipales hacía ciertos sectores de la
ciudad viene a confirmar la tesis de la ecología política urbana, según
la cual los flujos hídricos están organizados por relaciones de poder
(Swyngedouw y Heynen, 2003). Las expresiones físicas y políticas de
esta organización social del agua urbana (Heynen et al., 2006a) se
manifiestan mediante el enverdecimiento del sector norte y costero de
la ciudad, contribuyendo a su desarrollo urbano y económico, parte
fundamental de la agenda de la Municipalidad de Antofagasta y los
agentes inmobiliarios locales.
Por otro lado, demostramos que la desigualdad hídrica urbana
va más allá de la dimensión del acceso de los habitantes a la in-
fraestructura hídrica, que es el predominante enfoque en estudios
relevantes hasta ahora (Allen et al., 2006; Monstandt, 2009).
La distribución de las áreas verdes municipales, como resultado
directo de la distribución del agua gestionada por la municipalidad,
demuestra que hay una clara priorización de su ubicación y fácil
acceso en zonas habitadas por las clases altas, en contraste con las
habitadas por la clase media baja y baja. Esta situación resulta en la
producción desigual de espacios urbanos con beneficios ambientales,
y finalmente en la creación de espacios ambientalmente desiguales
en una misma ciudad (Heynen et al., 2006b).
La adicional profundización en el análisis de las especies vegetales
incluidas en estas áreas verdes expone otro tipo de injusticia, debido
a los diferentes beneficios ambientales y sociales que pueden brindar
estos espacios según su composición vegetal, y su mantención por
parte de la municipalidad. Este resultado también contribuye a es-
clarecer que la distribución social y geográfica de áreas denominadas
como verdes no es suficiente para un análisis de justicia ambiental,
y que la distribución equitativa de ellas no es garante de condiciones
ambientales iguales entre los ciudadanos.
Finalmente, es posible concluir que las injusticias ambientales
identificadas en cuanto a los elementos analizados de las áreas verdes

452
El pasto es siempre más verde que el cactus: modificaciones hidrometabólicas...

municipales, con respecto a la heterogeneidad socio-económica de la


ciudad, son efectos de leyes, normativas y aspiraciones a estándares
que no toman en cuenta las realidades climáticas locales, ni mucho
menos las características propias de las ciudades. Es necesario
replantear las normativas que regulan los espacios públicos urbanos
en Chile, con el fin de considerar aspectos tan relevantes como las
condiciones geográficas, y la configuración socio-económica de las
ciudades, para beneficiar y no perjudicar la calidad de vida urbana
de sus habitantes.

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458
Camellones, monolitos y lógicas
urbanizadoras: un análisis de las
socionaturalezas que configuran
el tercio medio del humedal
Jaboque, Bogotá d. c., Colombia

Jenny Marcela Peñuela López


Grupo Cultura y Ambiente

Universidad Nacional de Colombia

Akbar Rosemberg Vargas Sandoval


Grupo Cultura y Ambiente

Universidad Nacional de Colombia

Introducción
Históricamente la ciudad ha ido construyéndose sobre los cursos
medios de los tributarios del río Bogotá que corresponden a Salitre
– Juan Amarillo, Fucha – San Cristóbal y Tunjuelo, provocando
vertimientos de origen doméstico e industrial en los cuerpos de
agua. Además, la minería en los cerros orientales y en otras zonas de
la región ha aumentado la carga de sedimentos de los ríos, manan-
tiales, quebradas y demás fuentes hídricas, lo que se relaciona con
la disminución del agua superficial a causa del manejo inadecuado
de las aguas subterráneas, que en toda la Sabana han disminuido
considerablemente; afectando diversos cuerpos de agua, como los
humedales (Van der Hammen, 2000).
Estos ecosistemas, desde la Política Distrital de Humedales, son
definidos como zonas de gran valor natural y cultural que ofrecen
una serie de beneficios para toda la ciudadanía, entre los que están:
regular los ciclos hídricos, actuar como sumideros de co2, contribuir
en la regulación de la temperatura, retener sedimentos y nutrientes,
entre otros. Además, son pieza clave en la carga y descarga de los
acuíferos, refugio de varias especies endémicas y migratorias —como
una amplia diversidad de aves—; así, se constituyen en importantes

459
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

bancos de germoplasma de la flora capitalina y en espacios para la


recreación y la educación.
A nivel internacional se encuentra la Convención Ramsar, celebrada
en Irán en 1971, que entró en vigor a partir de 1975 y la cual Colombia
ratificó a través de la Ley 357 del 21 de enero de 1997. Esta surge de
la creciente preocupación ante la desaparición de los humedales, los
cuales sustentan el proceso migratorio de las aves alrededor del mundo
y hoy continúan siendo objeto de una transformación tan acelerada y
nociva que amenaza a muchas especies que dependen directamente
de la permanencia de dichos ecosistemas (Ramsar, 2015).
La Convención Ramsar define los humedales como:
Extensiones de marismas, pantanos o turberas cubiertas de
agua, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes o tem-
porales, estancadas o corrientes, dulces, salubres o saladas, incluidas
las de extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja
no exceda seis metros. (Guzmán, 2012, p. 13)

Es un concepto bastante amplío que pone de manifiesto un


punto de origen: el agua. Los humedales no solo son importantes para
las aves migratorias, sino que estos también ofrecen otros servicios
ecosistémicos en beneficio de toda la biodiversidad, de la cual somos
parte; son fuente de agua dulce, contribuyen a la depuración de las
aguas, el control de las crecidas y aguas subterráneas; constituyen
unos de los entornos más productivos del mundo y son vitales para
la mitigación del cambio climático (Ramsar, 2015).
Dentro de la política distrital, los humedales hacen parte del
Sistema de Áreas Protegidas del Distrito Capital. A través del acuerdo
19 de 1994, el Concejo de Bogotá reconoce los humedales como áreas
de reserva ambiental de origen natural, de interés público y parte del
patrimonio ecológico de Bogotá.
Su permanencia contribuye a garantizar el derecho que tenemos
todos los colombianos de gozar de un ambiente sano, consagrado en la
Constitución de 1991, obligando al Estado a velar por la conservación
de estos ecosistemas (dama, 2006). Por lo tanto, cuando tienen lugar
situaciones como el relleno de los humedales, claramente se está
vulnerando este derecho colectivo.

460
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

Los humedales son ecosistemas estratégicos para Bogotá y hacen


parte de su Estructura Ecológica Principal1, constituida a partir de
una red de espacios que sustentan los procesos ecológicos de la ciudad.
Estos ecosistemas, desde la normativa internacional, nacional y dis-
trital son espacios de conservación biológica que deben ser protegidos
y sobre los cuales debe hacerse un uso racional.
Sin embargo, a pesar de su importancia, los humedales bogotanos
han ido transformándose tan rápidamente que es preciso preguntarse:
¿acaso no estamos en un punto en el cual es necesario poner un
alto a la desmedida expansión de la ciudad, que continúa con
un crecimiento hacia las periferias, profundizando en la mayoría de
los casos las brechas de desigualdad?¿Cuáles han sido los condicio-
nantes sociales, políticos, económicos y culturales que configuran el
actual escenario socioambiental de los humedales capitalinos?¿Qué
relaciones específicas emergen entre las comunidades aledañas y
espacios naturales como los humedales?
Estos cuestionamientos son fundamentales para entender los
procesos de construcción social en torno a los humedales, a partir de
los cuales consideramos necesario debe iniciarse la discusión frente a
las políticas que orientan el accionar de las instituciones distritales,
encargadas o asociadas con la gestión de los humedales capitalinos.
Dicha discusión debe partir de un conocimiento de las diversas formas
de materialización simbólica y espacial de estas relaciones en un mismo
territorio: las socionaturalezas.
El concepto de socionaturaleza, según Domene (2006), hace
alusión a prácticas materiales y discursivas sustentadas en la com-
binación de aspectos sociales, culturales, físicos y biológicos, bajo
contextos históricos y geográficos específicos, dando como resultado
“socionaturalezas producidas” o “naturalezas históricas”.
Con el fin de realizar una aproximación a la complejidad que
subyace en la construcción de socionaturalezas en los escenarios
­urbanos, nace este trabajo de investigación, el cual fue desarrollado
en un sector del tercio medio del humedal Jaboque.

1 Red de espacios y corredores que sostienen los procesos ecológicos. Se


compone del Sistema de Áreas Protegidas del Distrito Capital, el Área de
Manejo Especial del Río Bogotá y los parques urbanos.

461
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

Esta chucua2 se encuentra localizada en la localidad de Engativá,


es una subcuenca del río Bogotá y el segundo humedal más grande
de la ciudad, con aproximadamente 152 hectáreas (Guzmán, 2012),
cifra que debe ser revisada debido a la rápida transformación que ha
sufrido durante los últimos años.
El Jaboque va desde una pequeña cuenca del Juan Amarillo hasta
la terraza donde está localizado el aeropuerto El Dorado, colindando
con varios barrios entre los que están: Villas de Granada, Álamos Norte,
Villa del mar, Engativá pueblo, Bolivia y Villa Amalia (Guzmán, 2012).
La zona media3 del humedal, en su costado oriental, corresponde
al área de estudio particular de esta investigación, caracterizada por
procesos de fragmentación espacial y territorial, asociados a morfo-
logías urbanas diferentes entre sí, respondiendo a un interés común:
la vivienda; pero bajo lógicas opuestas de ocupación atravesadas por
lo legal y lo clandestino, las cuales son analizadas desde dos actores
principales que responden a socionaturalezas particulares: los habi-
tantes del sector Hugo Chávez del barrio unir ii y las constructoras.
Los antecedentes de la conformación de este ecosistema y las
relaciones que establecen los primeros habitantes de la zona, denotan
prácticas vinculadas a la gestión del agua como componente vital, las
cuales difieren del modelo de naturaleza implantado posteriormente,
el cual va en detrimento de este recurso y cuyo resultado ha sido la
superposición de lo urbano sobre lo natural.
La historia de los humedales, así como de la naturaleza en general,
está ligada a las relaciones emergentes entre biología e historia, que como
afirma Escobar (1999), configuran diversos regímenes o modelos cultu-
rales de naturaleza que corresponden a estructuras sociales construidas
históricamente, obedeciendo a acoplamientos entre lo biológico, lo social
y cultural. Esto no quiere decir que a cada época le corresponda un
régimen, sino que por el contrario, coexisten entre sí y se co-producen.

2 En dialecto muisca, hace referencia a un ecosistema de humedal propio de


la Sabana de Bogotá.
3 Algunos textos hacen referencia a una zonificación del humedal según:
tercio alto, medio y bajo. Sin embargo, para efectos de este documento se
denominará en términos generales como tercio medio o zona media, ya que
se convierte en una zona de transición entre el cuerpo de agua canalizado
con paredes de concreto y el no canalizado.

462
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

4°44'0"N 74°8'0"W 74°7'0"W

4°44'0"N
N
COTA Canal Cortijo SUBA

Humedal Juan Amarillo


Río Bogotá
Canal

Humedal Jaboque Canal Bolivia


4°43'0"N

4°43'0"N
ENGATIVA

BOGOTÁ D.C.

Canal Jaboque

Canal Carmelo
4°42'0"N

4°42'0"N
FONTIBÓN

1:50.000 Canal Los Ángeles (Jaboque)


0 0,2 0,4 0,8 1,2 1,6
Kilometers

74°8'0"W 74°7'0"W
HUMEDAL JABOQUE
Autores:
Leyenda Jenny Marcela Peñuela López
Cuerpos de Agua Akbar Rosemberg Vargas Sandoval
Localidad

Manzana Fuente: Elaboración propia a partir de datos


Municipio
del IDECA

Figura 1. Localización del Humedal Jaboque.


Fuente: elaboración propia, con base en datos del ideca.

En el régimen de naturaleza orgánico, la sociedad y la naturaleza


están relacionados espiritualmente, y es a partir de esta convergencia
que el ser humano actúa sobre el mundo natural en consonancia con
los ciclos naturales desde los saberes locales. La naturaleza capitalista
está sustentada por el pensamiento heredado de la Modernidad, basado
en el imperativo de transformar y dominar la naturaleza vista como
mercancía, implicando que su valoración esté dada por las dinámicas
del mercado. El régimen de tecnonaturaleza vincula conocimiento y

463
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

artificialidad, en la medida en la que la técnica y la tecnología permiten


reproducir, mejorar y reemplazar el mundo natural.
Este trabajo está dado por una articulación teórica entre el
concepto de regímenes o modelos de naturaleza elaborado por
Escobar, y el de socionaturaleza de Domene, los cuales, para efectos
de la investigación se relacionan a diferente escala. Dentro de cada
modelo o régimen subyacen distintas construcciones sociales, cul-
turales e históricas en torno a la naturaleza, correspondiendo a
socionaturalezas particulares.
En este sentido, el texto desarrolla varias dimensiones que resultan
fundamentales para entender el surgimiento de esas socionaturalezas
que hoy configuran la zona media del humedal Jaboque. En un primer
momento, se hace un acercamiento a los cambios geomorfológicos,
históricos y culturales asociados a los patrones de crecimiento de
Bogotá —haciendo énfasis en el humedal Jaboque—, con lo cual se
hace evidente la transformación de un modelo de naturaleza orgánica
a uno capitalista condicionado por la urbanización.
Posteriormente, se analizan las configuraciones socionaturales
construidas en torno al Jaboque desde la comunidad del sector
Hugo Chávez, en el barrio UNIR II, las cuales están enmarcadas en
lógicas de segregación e ilegalidad. En seguida, se develan algunos
elementos clave para entender una socionaturaleza idealizada por
las dinámicas inmobiliarias de las constructoras, a partir de la
legalidad y de una “elitización” de la naturaleza. Por último, se
presentan unas c­ onsideraciones finales, con el ánimo de orientar
futuras discusiones con miras a un ordenamiento territorial y am-
biental en la ciudad, siendo el agua el eje fundamental, desde una
articulación institucional y ciudadana.
Este trabajo es el resultado de más de un año de investigación en el
área de estudio, a través de una metodología cualitativa basada en his-
torias de vida, observación participante y entrevistas semiestructuradas.

Tierra de abundancia: socionaturalezas emergentes


La morfodinámica de la Sabana nos remite a un gran lago, el lago
de Humboldt, producto de una serie de procesos geológicos que con
el último gran plegamiento provocaron la modificación del sector

464
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

suroriental, conocido hoy en día como el Salto del Tequendama;


permitiendo un drenado relativamente rápido de este cuerpo de agua
en un período interglaciar, durante el cual, se produjo un aumento
de la temperatura global, acompañado de procesos de sedimentación,
erosión y colmatación, los cuales formaron la actual cuenca del río
Bogotá y desecaron parcialmente el lago de Humboldt, también co-
nocido como lago Funzé4, quedando visibles unos remanentes que
hoy corresponden a los humedales bogotanos (eaab, 2016).
Así como las condiciones geológicas y biológicas son dinámicas,
también lo son las condiciones históricas y sociales existentes en torno a
los ecosistemas, produciendo unos regímenes o modelos de naturaleza
y socionaturalezas que deben ser develados para entender cómo se
han configurado espacial y territorialmente los humedales bogotanos.
El humedal Jaboque, en muisca “tierra de abundancia” o “la tierra
de los leños de Dios” (eaab, 2016), es un humedal artificial, formado
por la construcción de camellones5 y canales en la desembocadura de la
antigua quebrada La Ruda, por parte de nativos hacia el año 800 a. C.
(Villada, 2013 citado por Observatorio Local de Bogotá, 2015); práctica
que fue continuada por los muiscas, quienes generaron un desarrollo
en torno al agua, elemento fundamental en su cosmogonía.
Este desarrollo se dio a partir de su actividad agrícola en las riberas
del río Bogotá y sus prácticas culturales en torno a los astros; rema-
nentes en la actualidad, con la observación de camellones en diferentes
patrones y veinte monolitos o menhires, encontrados principalmente
sobre un jarillón, hacia los límites del costado de la parte oriental de
la zona más conservada del humedal6 (López, 2008).
Según estudios de diferentes investigadores como Marriner y Jhon
Meyer Muñoz, dichos monolitos se encuentran alineados con Scorpius
(la constelación escorpión) y a través de la observación astronómica
de agujeros presentes en algunos de estos, los muiscas eran capaces

4 Denominación en lengua muisca del lago de Humboldt.


5 Áreas elevadas en los cuerpos de agua en forma de camas alargadas,
dispuestas para el cultivo en zonas inundables.
6 Hace referencia al tercio medio y bajo del humedal, los menos intervenidos
antrópicamente.

465
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

de reconocer en el ciclo climático anual los tiempos propicios para la


siembra, la pesca y la cosecha (López, 2008).
De acuerdo con lo anterior, un individuo localizado en la zona
conservada que mirase a través del agujero del monolito 1, habría
observado la puesta de la estrella Shaula (perteneciente a Scorpius),
alrededor de las 4 a. m. del 21 de junio (solsticio) entre los años 965-
1794 d. C. (López, 2008). Además, a través del agujero del monolito 9,
un observador habría visto la estrella Antares (la más grande de
Scorpius), asimilada como la cabeza de una gigante serpiente que evo-
caría el mito de Bachué, sumergiéndose en el horizonte, traspasando
el espejo de agua y resurgiendo al atardecer (López, 2008), lo que para
muchas culturas —como los yukuna-matapí de la cuenca amazónica
en Colombia—, rememora un ser mítico que señala el inicio de las
lluvias en el mes de abril (Reichel, 1987, citado por López, 2008).

Figura 2. Localización de menhires en el Jaboque. Fuente: imagen


proporcionada por Jhon Meyer Muñoz, geólogo.

En este sentido, el humedal Jaboque rememora los usos y sig-


nificados asociados a una naturaleza orgánica, siendo el agua el eje
articulador de la cultura y la vida prehispánica, que tras la llegada
de los españoles dio un giro que cambiaría las relaciones entre
sociedad y naturaleza, abriendo paso a un nuevo sistema social,
político y cultural, basado en el dominio, control y transformación
de la naturaleza.
Para los pueblos indígenas de la sabana, como los muiscas, el
agua era objeto de culto; sus creencias religiosas estaban basadas en
deidades provenientes o relacionadas con el agua y, tras, el proceso

466
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

de evangelización al que fueron sometidos por la Corona de España,


el agua religiosamente empezó a ser vista como algo demoniaco, y
por lo tanto, era preciso alejar a los indígenas de aquellas creencias,
hasta el punto que les fue prohibido bañarse (Triana, 1997). En el caso
del humedal Jaboque existen relatos de la Colonia que dan cuenta
de cómo los indígenas fueron alejados del agua, viéndose forzados a
buscar nuevos asentamientos (López, 2008).
Por otra parte, cuando llegaron los conquistadores la prioridad
fue el desecamiento de los humedales, debido a la necesidad de tierras
disponibles para pastos que alimentaran al ganado importado, entre los
que se destacaban cabras, ovejas, caballos, burros y vacas. Para tal fin,
se plantaron especies foráneas como eucaliptos que secaron la tierra y,
además, se construyeron jarillones a la orilla de los ríos para que durante
la época de lluvia se evitaran las inundaciones (eaab, 2016).
Inicialmente, Bogotá fue construida en torno a los ríos y otras
fuentes hídricas; su trazo inició desde la Plaza de Bolívar a lo largo
de las quebradas y arroyos que descendían desde los cerros orientales
a las zonas que, según se sabía, no se inundaban; las calles estaban
alineadas hacia el occidente con el fin de permitir el drenaje de las
aguas lluvia (eaab, 2016).
Durante la colonia, los humedales se encontraban en la periferia
de la ciudad, siendo fuente de recursos para la creciente población, ya
que de allí se obtenía leña, peces y otros elementos necesarios para
vivir en la naciente ciudad (eaab, 2016).
La transformación de una naturaleza colonizada continuó inten-
sificándose con la incorporación de abonos y pesticidas en los cultivos,
lo cual aumentó la tasa de eutrofización7 y contaminación del agua a
comienzos del siglo xx, siendo la segunda mitad del mismo, el momento
en que se dio inicio al relleno de varios humedales como El Lago, La
Laguna, El Tintal y San Cristóbal, entre otros (eaab, 2016).
A inicios del siglo xx, el crecimiento urbano de Bogotá se dio
principalmente en el norte de la ciudad y, para entonces, el humedal
Jaboque era predominantemente un espacio rural donde se desarrollaba
el cultivo de hortalizas, papa, maíz y algunas frutas, como la fresa.

7 Excesiva acumulación de material orgánico en el agua.

467
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

Las pocas viviendas que se encontraban hacían parte del incipiente


poblado de Engativá y fincas aledañas (eaab, 2016).
Hacia 1958, un brazo del humedal fue transformado por las
obras del aeropuerto y la avenida El Dorado, sitio donde empezaron
a aparecer las primeras urbanizaciones lejos del humedal, puesto que
los terrenos en cercanías a este se inundaban (eaab, 2016), situación
que hoy en día no es tan distinta, como lo dejan ver las graves inun-
daciones del 2011.
La expansión urbana no planificada siguió acelerando la trans-
formación de estos ecosistemas; refugio histórico de poblaciones
migrantes, como miles de campesinos que llegaron a causa de la
pobreza y el conflicto social y político, propios de la época de La
Violencia8, quienes se asentaron en las periferias, en cercanías a ríos
y humedales en busca de terrenos libres y de poco valor para poder
vivir (eaab, 2016).
Es tal la magnitud del deterioro de los humedales bogotanos que
la sabana, en tan solo cuarenta años, ha perdido entre 50.000 y 80.000
hectáreas aproximadamente de estos ecosistemas (dama, 2003), a causa
de asentamientos formales e informales y el avance de la industria.
Los humedales han sido escenarios de un cambio cultural frente
a los espacios del agua en la ciudad, donde diversos lenguajes de
valoración han confluido, emergiendo como “articulaciones discursivas
con acoplamientos biológicos, sociales y culturales” (Escobar, 1999, p. 286)
sustentadas desde relaciones de poder, estableciendo lo que Escobar
(1999) ha denominado modelos culturales de naturaleza.
Bajo ésta lógica, el humedal Jaboque es una ventana al pasado
para comprender otras socionaturalezas, capaces de borrar las
fronteras entre sociedad, cultura y naturaleza dibujadas por la
modernidad. Escobar (1999) nos habla de una naturaleza orgánica,

8 Fue un período histórico muy violento en la historia de Colombia


entre la década de 1940 y finales de la década de 1950, aunque algunos
autores afirman que fue hasta inicios de los años sesenta. Dicho período
se caracterizó por una profunda disputa partidista, entre liberales y
conservadores, ocasionando miles de muertos y desaparecidos, así como
millones de desplazados que en gran parte llegaron a las grandes ciudades
como Bogotá.

468
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

producto de una construcción cultural en torno al mundo natural,


donde ser humano y naturaleza se complementan e interactúan en
una imbricada red de relaciones, estableciendo vínculos entre mundos
biológicos, espirituales y humanos; entre cuerpos, objetos y almas.
Desde la tradición y cosmogonía indígena, los espacios del agua
tenían un carácter religioso y mítico, en el marco de un modelo de
naturaleza orgánica que con la llegada de la Colonia, desapareció casi
por completo, implantándose un modelo de naturaleza capitalista,
promesa de la modernidad y garante de la manipulación y control
de la naturaleza que hoy define muchas de las dinámicas que condi-
cionan el crecimiento y expansión urbana en Latinoamérica y que, en
el caso del humedal Jaboque, se materializan a través de dos lógicas
de urbanización ancladas a lo ilegal y lo legal.

El problema de la vivienda: la historia del


sector Hugo Chávez en el barrio unir ii

Desde 1977 existen reportes que dan cuenta de la creciente ten-


dencia hacia el relleno del humedal Jaboque, en buena parte motivado
por el aumento de urbanizaciones en la zona (eaab, 2016), muchas de
tipo clandestino o de invasión, como el sector Hugo Chávez del barrio
unir ii (Unión Nacional Independiente y Renovadora), un sector
que ha sido centro de disputa debido a la presencia de una comunidad que
históricamente ha sido estigmatizada por su oficio. Esta comunidad de
recicladores hoy es reconocida como el principal actor culpable de la
disposición de escombros en el humedal, según diversas fuentes como
prensa, trabajos académicos e informes institucionales; incluso esta es
la percepción de buena parte de los habitantes aledaños al sector.
Esta realidad ha provocado la emergencia de diferentes proyectos
en aras de evitar tal situación, implicando grandes inversiones mo-
netarias que al final resultan insulsas, en la medida en que dichos
proyectos tienden a invisibilizar las necesidades inmediatas de las
comunidades, así como las razones de sus formas de actuar, comprender
y ­relacionarse con el humedal. Dichas formas tienen su origen en
relaciones históricas con el humedal, las cuales deben ser develadas y
así tal vez, lograr construir verdaderos escenarios urbanos preparados
ante el cambio climático.

469
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

Las ciudades latinoamericanas experimentan un fuerte aumento


en la expansión y dilatación metropolitana, con tendencias al poli-
centrismo, suburbanización y periferización, fenómenos asociados
a un nuevo período de modernización capitalista (De Mattos, 2002,
citado por Cuervo, 2003, citado por Pulido, 2009).
Los patrones de crecimiento periférico en Latinoamérica han
estado relacionados con la migración inicial de poblaciones de bajos
recursos que encuentran en estas áreas la posibilidad de obtener una
vivienda (Pinta de Cunha, 2002, citado por Pulido, 2009). Áreas ge-
neralmente cercanas o colindantes a ríos, quebradas y humedales, que
prácticamente nadie pretende habitar debido a los riesgos asociados
a inundaciones. Sin embargo, en algunos casos se convirtieron en la
única posibilidad para quienes han estado sometidos a los embates
de la violencia y la pobreza en países como Colombia.
El caso de unir ii se dio con la apropiación de un gran terreno en
inmediaciones al humedal Jaboque, por parte del exconcejal y excon-
gresista Mariano Porras, quien por loteo irregular y posterior venta,
posibilitó el acceso a esta zona con miras a ser urbanizada (Cruz, 2016).
Para algunos habitantes del barrio, Mariano Porras buscaba propiciar
un modelo de acceso a la vivienda que no estuviese atado al sistema
bancario y otros habitantes desmienten la aparente benevolencia con la
que actuó Mariano Porras, refiriendo que fue acusado de urbanización
ilegal y estafa, por lo que terminó en la cárcel (Cruz, 2016).
unir ii es un barrio subnormal informal que se encuentra dividido
en dos o tres zonas, según habitantes del barrio, debido a la presencia del
autodenominado sector Hugo Chávez, donde viven los recicladores que
empezaron a invadir la ronda hidráulica9 del humedal hace varios años.
Todo esto fue posible en la clandestinidad, como dejan entrever
estos testimonios de habitantes del sector Hugo Chávez:

9 Según la Alcaldía mayor de Bogotá, a través del decreto 1106 de 1986


“Es la zona de reserva ecológica no edificable de uso público, constituida
por una franja paralela a lado y lado de la línea del borde del cauce
permanente de los ríos, embalses, lagunas, quebradas y canales, hasta
30 metros de ancho, que contempla las áreas inundables  para el paso
de crecientes no ordinarias  y las necesarias para la rectificación,
amortiguación, protección y equilibrio ecológico”.

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Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

Cuando llegué y me reuní con Mariano Porras, él me dijo que


estas tierras eran de él, pero yo sabía que no era así. Él me propuso
que trajera gente y que él tenía varios lotes para nosotros, que nos
quería ayudar y fue así que me dijo que nos regalaría 10 lotes y 50
no los vendía. Entonces, pues yo traje a la gente, gente con la que
uno sabe que puede contar y de los 10 lotes que Mariano Porras nos
regalaba, yo puse en esos a la gente que yo sabía que eran jodidos,
porque cuando él nos propuso hacer esto, yo sabía que eso estaba
mal, que era ilegal, pero pues se hizo. Así que puse a los más jo-
didos en esos 10 lotes, que estaban dispuestos a defender el barrio,
nadie entraba sin permiso, sin un control, porque sabíamos que en
cualquier momento podían venir y sacarnos. (Habitante 1, entrevista
personal, 30 de marzo de 2015)
En la noche se utilizaban unas lámparas y con esas construían
ladrillo por ladrillo y apenas oían a alguien, a la policía, salían co-
rriendo, les tocaba hacer guardia y amenazar a la gente que entraba
allá. (Habitante 2, entrevista personal, 1 de abril de 2015)

Fue así como unir ii, especialmente el sector Hugo Chávez,


empezó a constituirse, producto de un barrio de autoconstrucción
que en algunas zonas invadió la ronda hidráulica del humedal, frente
a lo que la administración del barrio afirma:
unir ii estuvo planificado, pero hoy hay zona planificada y otra no
planificada, la no planificada es el sector de Hugo Chávez, que está allá
al ladito del humedal, donde están los recicladores, aunque ya muchos
han vendido y se han ido y han sido otros los que están construyendo.
Esa parte no la vendió Mariano Porras, sino que fueron otros que lle-
garon y vendieron sin que nos diéramos cuenta y ya luego sacarlos fue
difícil. (Administración, entrevista personal, 2 de marzo de 2016)

Tal situación ha involucrado una grave problemática ambiental


y social, atravesada por un imaginario que concibe el humedal como
fuente de vivienda y territorio, y el cual ha sido defendido a toda costa
en el sector Hugo Chávez, donde según testimonios de los residentes,
se habla de cómo en ocasiones la policía trató de sacarlos por la fuerza,
pero ante esto, defendieron su territorio de la misma forma.

471
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

Es así como la tierra, un producto transable en la sociedad mo-


derna, se convierte en centro de disputa por su control bajo una lógica
neoliberal, denotando relaciones de poder desiguales, otorgando validez
a ciertas lógicas sobre los territorios y la naturaleza, que incurren en
acciones violentas para defender su propiedad.
El proceso de autoconstrucción del sector Hugo Chávez res-
ponde a un abandono por parte del Estado, que no ha sido capaz de
garantizarle la vivienda a una comunidad marginada históricamente.
Ante dicho abandono, es claro cómo las comunidades buscan alter-
nativas para hacer valer su derecho a la vivienda y así la autoconstrucción
se convierte en una solución, que en términos de Horowitz (2015) se
relaciona con un proceso de marginalización política y económica que
obliga a las comunidades a incurrir en prácticas que muchas veces son
tildadas de ignorantes, como en este caso, dadas las acciones negativas
sobre el humedal involucrando la proliferación de agentes patógenos
y riesgo de inundación por la disposición de residuos sólidos sobre el
humedal en el sector Hugo Chávez. Sin embargo, más que a la ignorancia,
dichas prácticas responden a condicionamientos sociales, económicos
y culturales, producto del actual modelo de desarrollo capitalista que
profundiza las brechas de desigualdad en los entornos urbanos y rurales.
La llegada de recicladores a unir ii no es el punto de origen de la
relación histórica y social que ha sido entablada entre los recicladores y
el humedal Jaboque. Antes de su llegada, ellos conocían la zona, debido
a que paralelo a lo que sería el barrio unir ii se ­encontraba la escom-
brera o relleno El Porvenir, el cual según documentos del idu (2015), le
pertenecía a Urdeco s.a. y fue aprobado a través de la resolución 2235 del
13 de septiembre del 2005 por la Secretaría Distrital de Ambiente (2011).
Este relleno tenía como destino final la disposición de suelo a ser
urbanizado y, como manifiesta el líder de sacre (una organización
de recicladores del barrio constituida legalmente), era la fuente de
trabajo de muchos recicladores de Engativá:
Imagínese que usted es un tipo que se gana 10 mil pesos o 15 mil
pesos al día para su familia, pero cuando cumple 20 viajes ya tiene su
mercado, usted ya cuenta con esa comida para sus hijos y su mujer, y
eso lo hizo el relleno El Porvenir. (Fidel C., entrevista personal, 7 de
abril de 2015)

472
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

Una vez el relleno fue cerrado para dar inicio a las obras de
construcción de conjuntos habitacionales, quienes se beneficiaban de
este, los escombreros, se vieron en la necesidad de buscar otras fuentes
de trabajo, y por lo tanto, otro lugar donde arrojar los escombros y
obtener ganancias, lo que convirtió en buena parte a unir ii en un
punto de depósito de escombros y otros materiales sobre el humedal:
Después de que cerraron el relleno de El Porvenir no nos dieron
ninguna alternativa, ni nada y entonces nosotros pensábamos que
dónde se iba a echar, ¿a unir?, ¿allá en el humedal? y no ve que usted
necesitaba conseguir la comida, ya no le daban mercado, pero conseguía
para comprar algo. (Fidel C., entrevista personal, 7 de abril de 2015)

Los elementos hasta aquí expuestos resultan fundamentales


para entender las socionaturalezas allí localizadas y los conflictos
socioambientales que deben ser desentrañados para comprender los
procesos sociales, culturales y ecológicos que hoy configuran el paisaje
del tercio medio de la chucua del Jaboque.
Hacia el sector Hugo Chávez y unir ii las calles están sin pavimentar,
hay casas de un piso o más, la basura se encuentra dispersa en las calles
debido a que el camión recolector no ingresa al barrio, por lo que se ha
dispuesto un punto en el mismo para la disposición de los residuos al
aire libre, implicando la aparición de roedores y malos olores.
Pero si uno se aleja un poco del sector Hugo Chávez hacia el
costado oriental, se encuentra con una calle pavimentada, punto de
inicio de los proyectos urbanísticos legales adelantados en la zona,
consolidando una morfología urbana claramente marginal.
En las inmediaciones de las torres de apartamentos el panorama
es radicalmente diferente, las calles están totalmente pavimentadas,
el camión de la basura llega a cada calle; en cuanto a la movilidad,
se encuentra el sistema integrado de transporte público (sitp) y ­vehículos
particulares como vans y mototaxis10 que ofrecen el servicio de trans-
porte desde barrios aledaños como Villas de Granada.

10 Medio de transporte no regulado que emplea ciclomotores para la


realización de viajes cortos.

473
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

74°8'30"W 74°8'0"W

N
COTA

Río Bogotá

Ronda del Río Bogotá


4°43'30"N

4°43'30"N
Zona baja
Plan Parcial Expansión
El Porvenir urbana
Humedal Jaboque reciente

BOGOTÁ D.C.
ENGATIVA
Zona media
4°43'0"N

4°43'0"N
Canal Maranta

1:20.000
0 0,1 0,2 0,4 0,6
Canal Jaboque
Kilometros

74°8'30"W 74°8'0"W
TERCIO MEDIO DEL HUMEDAL JABOQUE
Leyenda Autores:
Cuerpos de Agua Conjuntos Residenciales Municipio Jenny Peñuela
Akbar Vargas
Manzana Zona de relleno
Sector Hugo Chávez Comunidad Antigua Fuente: Elaboración propia
Barrio Unir II Zonas verdes a partir de datos del IDECA

Figura 3. Dinámicas y actores. Fuente: elaboración propia, con base en


datos del ideca.

La aparición de “ciudades de cristal” en los alrededores del sector,


remiten a un nuevo imaginario urbano que se sustenta en el deseo
de residencia en torres habitacionales dotadas de todos los servicios,
con altísimos niveles de protección y seguridad, ubicadas en extensas
áreas verdes (Hiernaux, 2012, p. 191).
Esta morfología urbana es legitimada por los vecinos, quienes ven
en este tipo de representación urbana la posibilidad de contrarrestar

474
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

los efectos de una comunidad que muchos consideran poco grata y


peligrosa. Lo que en efecto es percibido espacialmente a través de
una estigmatización generalizada sobre los recicladores que habitan
el barrio, quienes pensaron que la llegada de los grandes proyectos
urbanos traería la posibilidad de trabajo, lo cual al final les fue negado
por su condición social.
Estas ciudades de cristal generan procesos sociales que profundizan
una segregación espacial, pues lo que busca este tipo de morfologías
urbanas es insertarse en la ciudad como unidades autónomas que
limitan el contacto con personas de otros estratos socioeconómicos.
Esta situación se evidencia claramente en el humedal Jaboque, hacia
el barrio unir ii, convirtiéndose, a su vez, en una limitante para que
sus habitantes puedan actuar sobre el humedal de forma distinta,
cuando se les continúa segregando social y espacialmente.
Es claro que situaciones de aislamiento y desigualdad en cuanto
al acceso a equipamientos y servicios sociales básicos, conllevan una
segregación espacial que contribuye a la concentración de desventajas
y aislamiento social, causando menores oportunidades de progreso e
implicando que residentes de barrios marginados recurran a diversas
alternativas —generalmente asociadas al desarrollo de actividades
ilegales— para responder al problema (Secretaría Distrital de Pla-
neación Bogotá, 2013).
Entre dichas actividades está la disposición de escombros sobre
el humedal, hecho ante el cual las instituciones distritales concentran
esfuerzos en programas de concientización, los cuales no resuelven el
problema de fondo, cuando lo primordial sería encaminar esfuerzos
hacia la reivindicación de la labor del reciclador, a partir de programas
integrales que realmente involucren a la comunidad.
Ante la disposición de escombros en el humedal por parte de
recicladores del sector, estos mismos han propuesto en administra-
ciones locales anteriores:
La localización de contenedores en el barrio para los escombros
que llevan los recicladores. Estos escombros provienen de las cons-
trucciones aledañas y de los arreglos de las casas cercanas, donde los
dueños le pagan a los recicladores para deshacerse de los escombros.
(Fidel C., entrevista personal, 8 de abril de 2015)

475
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

El hecho de que los recicladores no cuenten con garantías para


continuar con la importante labor que hacen en la ciudad, refleja la
ineficiencia de las instituciones a la hora de encontrar soluciones a
problemáticas socioambientales de este tipo, ya que según la misma
comunidad tienen dos opciones: arrojan los escombros al humedal o
los llevan hasta la trituradora que se ubica en cercanías a este y el río
Bogotá; teniendo que pagar un valor por la transformación del material
que luego será vendido por la trituradora. Esto significa una desventaja
para el reciclador, quien debe asumir los costos de transporte de los
escombros, así como su trituración.
Tales acciones son el resultado de una institucionalidad que
termina invisibilizando las particularidades de comunidades como
estas, conllevando a la ejecución de proyectos desarticulados del con-
texto social, económico y cultural local, reproduciendo un modelo
de ciudad incapaz de garantizar las dinámicas precisas para lograr
escenarios sustentables social y ambientalmente.
Son esos contextos y socionaturalezas particulares, construc-
ciones históricas respecto a los ambientes urbanos, que deben ser
atendidos y llamados para entender los futuros cambios socioam-
bientales de las urbes.
La relación histórica del sector Hugo Chávez con el humedal
responde a una socionaturaleza atravesada por diversos imaginarios
frente al Jaboque, donde este ha representado una fuente de sustento
económico, así como la posibilidad de tener un territorio y vivienda
para una población históricamente marginada. En la actualidad,
la demanda de vivienda es el discurso principal que configura los
humedales capitalinos, como escenarios de avance para el creciente
sector inmobiliario en Bogotá, movilizando espacios de consumo y
producción de una naturaleza mercantilizada.

Constructoras en el Jaboque
Durante períodos de invierno el humedal se encarga de amortiguar
los desbordamientos del río Bogotá; a pesar de este importante papel
ecológico, ha pasado de ser un regulador de aguas lluvia a un canal de
aguas residuales, provocando graves problemas ambientales que están

476
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

contribuyendo a su desaparición, en parte, debido a una pérdida de


su valoración ecológica, asociada a la necesidad de encontrar nuevas
tierras para urbanización. De este modo, se ha favorecido su relleno
ante la perspectiva general de los habitantes del sector, quienes lo per-
ciben como un espacio de miedo y basura, aunque otros lo describen
como un lugar mágico donde es posible un encuentro con el pasado
muisca y la naturaleza.
Paralelo al barrio unir ii, y más específicamente al sector Hugo
Chávez, se encuentra en desarrollo una ciudadela de apartamentos
que va desde pequeños y modestos conjuntos habitacionales que no
exceden los tres pisos de alto, hasta conjuntos cerrados de torres de
apartamentos de más de veinte pisos protegidos por circuitos de
seguridad privada.
Habitantes aledaños perciben que con la llegada de las grandes
urbanizaciones se le pone freno a la inseguridad de varias zonas del
humedal, que por su configuración física, son propicias para actos
relacionados con el consumo de drogas, alcohol y hurto, principal-
mente, afectando la tranquilidad de la comunidad.
Otra razón por la que se apoya el avance de las urbanizaciones
sobre el humedal, es que con estas se ha dado un mejoramiento de las
condiciones de vida en el sector; con la llegada de servicios públicos
como agua, luz, teléfono, Internet, y la mejora en los servicios de trans-
porte y aseo.
Los proyectos urbanísticos que se vienen adelantando en la zona
promueven, a través de los conjuntos habitacionales o ciudades de
cristal, “cierto ideal de regreso a la naturaleza” (Hiernaux, 2012, p. 191);
representando una contradicción, puesto que para la construcción de
estas ciudades de cristal, el humedal se ha visto fuerte y rápidamente
impactado ya que están siendo construidas sobre la zona mejor con-
servada hasta hoy de este ecosistema.
El impacto se profundiza con la aprobación, vía decreto 027 de
2004 del Plan Parcial El Porvenir, como modificación del decreto 619 de
2000; con el cual se busca desarrollar vivienda dentro de la estructura
urbana y ecológica del predio (ar Construcciones, 2017). Este plan
parcial corresponde a una zona de expansión urbana destinada al

477
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

desarrollo inmobiliario, donde se propone la construcción de cerca


de 1000 viviendas (vis-vip)11, en inmediaciones del humedal Jaboque,
y una zona colindante con la madre vieja del río Bogotá.
Allí tendrá lugar un proyecto de vivienda conformado por cuatro
torres de veinte pisos, incluyendo piscina cubierta y climatizada, salón
de yoga, gimnasio, cancha de squash, espacio para bussiness center,
salón de juegos, terrazas panorámicas con bbq, salón de lectura y
de estimulación temprana, salón lúdico y zona de juegos infantiles
con round basket (ar Construcciones, 2017). Además, las viviendas
corresponderán a apartamentos con un área construida de 60.55 m2 y
un área privada de 52.60 m2, con un precio de 220 millones de pesos
aproximadamente (ar Construcciones, 2017).
El anterior ejemplo es una clara muestra de la forma en que se
expresa una socionaturaleza legal y segregadora, que contribuye a la
mercantilización de una naturaleza reservada para los sectores sociales
más favorecidos, quienes tienen la capacidad económica para acceder
a esta; escenario bajo el cual se construye una idealización del lugar
vivido, a partir de la elitización de la naturaleza.
No se puede desconocer que estas dinámicas urbanísticas obe-
decen a lógicas locales ancladas a lógicas globales, encontrando en las
ciudades las unidades geográficas fundamentales para el desarrollo
de una nueva geografía global, permitiendo reproducir espacialmente
las formas necesarias para que el capitalismo siga operando (Brenner,
2003 citado por Mattos, 2010).
Las ciudades en el mundo están sufriendo una metamorfosis a
causa de las dinámicas propias de la globalización, y Bogotá no es la
excepción. Esto explica en buena medida una ciudad en expansión
que ofrece oportunidades de vivienda en escenarios ambiental y
socialmente insustentables que continuará profundizando la actual
crisis socioambiental.
Los humedales al ser sumideros de co2, son ecosistemas clave para
la mitigación del cambio climático; una de las tareas fundamentales
que deben asumir las ciudades en el mundo. Sin embargo, es evidente
cómo en Bogotá se están dando las respectivas licencias ambientales

11 Vivienda de Interés Social (vis) y Vivienda de Interés Prioritario (vip).

478
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

para el desarrollo de proyectos urbanísticos que rellenan los cuerpos


de agua, a pesar de lo dispuesto en la ley; como en el acuerdo legislativo
02 de 1993 que hace referencia a la prohibición del relleno de pantanos
y lagunas, así como del espejo de agua de los humedales.
Esta norma se encuentra en la página de la Alcaldía Mayor
de Bogotá y presenta una fecha de expedición, más no una fecha de
entrada en vigencia, por lo cual se podría suponer que no se le ha dado
cumplimiento a cabalidad.
Adicionalmente, en la página web del idu (Instituto de Desarrollo
Urbano) se encuentra cierta ambigüedad en los documentos institu-
cionales. Por un lado, establecen que el humedal Jaboque es un Parque
Ecológico Distrital, que funciona como un Área Generadora de Trans-
ferencia de Derechos de Construcción y Desarrollo —dispuesta en el
Plano 25 del Decreto 619 del 2000—, a excepción de la ronda hidráulica
y el espejo de agua. Esta situación resulta contradictoria ya que dichos
parámetros no están siendo cumplidos.
El humedal Jaboque al ser un Parque Ecológico Distrital, com-
prende un área de alto valor escénico y biológico que debe ser destinada
para la preservación, restauración y aprovechamiento sostenible de
sus elementos biofísicos, así como para la educación ambiental y
recreación pasiva (dama12, 2006).
Esta serie de inconsistencias responden a lógicas de control, gestión
y apropiación de los territorios y la naturaleza, garantes de la repro-
ducción de los espacios precisos para el avance capitalista, implantándose
en los modelos de naturaleza de los diversos actores que tienen lugar
en espacios como los humedales, los cuales empiezan a ser parte del
circuito del mercado.
La lógica keynesiana prevalente en el país hasta la década de
1970, permitió en buena parte la producción de vivienda para las
clases sociales más bajas, a través de un Estado de Bienestar garante
de unas condiciones de vida dignas, por ejemplo, con el otorgamiento

12 El dama o Departamento Administrativo del Medio Ambiente se creó tras


el acuerdo 09 de 1990, aprobado por el Concejo de Bogotá, sin embargo,
tras un proceso de reestructuración administrativa del Distrito Capital, se
creó la Secretaria Distrital de Ambiente, que reemplazó al dama tras un
acto legislativo en el 2006.

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Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

de viviendas acordes a las características de las poblaciones, cuyo


tamaño dependía del número de integrantes de la estructura familiar
(Cruz, 2016; Roa, 2012).
Sin embargo, con la entrada de la liberalización del mercado al
país, empezó a consolidarse un modelo basado en la libertad individual
por encima de lo colectivo, que motivó la desregulación del mercado a
través de la obsolescencia de las medidas proteccionistas promovidas
desde el Gobierno, induciendo la aparición de la propiedad privada
bajo las garantías necesarias para ello y dejando en manos del mercado
la producción de vivienda (Cruz, 2016; Roa, 2012).
Este modelo de desarrollo y progreso ha promovido que sean las
dinámicas del mercado las que otorguen un valor a la naturaleza, la
cual es entendida como una mercancía y, por lo tanto, transada bajo
las lógicas del mercado que están en constante cambio.
De este modo, el precio del suelo se convierte en un factor clave
para entender el valor que se le otorga a la naturaleza que, en términos
de un modelo de naturaleza capitalista, denota socionaturalezas
construidas desde la necesidad de expansión y crecimiento urbano
que pueden resultar del trabajo consolidado entre especulación in-
mobiliaria, precarización en la disponibilidad de suelo urbanizable
en la ciudad y una mercantilización de la naturaleza.
Las constructoras presentes en la zona de estudio venden a través
de sus proyectos de vivienda la idea de vivir en el nuevo norte de
Bogotá, así como el disfrute de un paisaje único en una ciudad que
está acaparando cada espacio con cemento, y a cambio ofrece parques
lineales con especies arbóreas y otras que cada cierto tiempo deben
ser reemplazadas, pues su biología termina yendo en contra de un
modelo de ciudad que no es acorde a los ciclos naturales.
El avance urbanístico en la zona denota una socionaturaleza
ligada al valor del suelo, articulado al valor de la naturaleza desde una
mirada paisajística donde prevalece lo estético sobre lo ecológico y
que se convierte en la posibilidad de un mercado que no solo ofrece
vivienda, sino que permite el disfrute de esta, involucrando una
secuencial privatización y elitización de los cada vez más reducidos
espacios naturales urbanos.

480
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

Esta socionaturaleza construida desde la "legalidad" con el mercado


formal de vivienda y una socionaturaleza construida desde la clandes-
tinidad con el mercado informal de vivienda (barrio UNIR II, sector
Hugo Chávez), constituyen un escenario en el cual el ordenamiento
territorial es una herramienta para la transformación y generación de
otros tipos de valoración de la naturaleza —a partir del cambio en el
uso del suelo—, transformando un área de conservación en un espacio
para la urbanización.
El Jaboque se resignifica, ya no como un lugar para vivir y vis-
lumbrar oportunidades que surgen desde la marginalidad, sino como
un escenario contemplativo y recreativo mediado por el mercado,
olvidando lo que alguna vez fue: un espacio vivo, un actor que merece
respeto y al que se le debe dar cabida en la ciudad por sus funciones
ecosistémicas, mas no limitarlo a ser urbanizado o un espacio para
contemplar por su belleza paisajística.

Reflexiones finales
Las socionaturalezas modernas, enmarcadas en un régimen
de naturaleza capitalista, denotan una visión de naturaleza sub-
yugada que es necesario cambiar hacia otros tipos de relaciones
sociedad-naturaleza, que rememoren esas socionaturalezas orgánicas
pasadas y den cabida a las comunidades que las generaron. Si bien
en el marco del régimen capitalista de naturaleza, la urbanización
se impuso como principal motor de transformación y degradación
ambiental, son los urbanitas quienes tienen que tomar decisiones
futuras, orientadas a una nueva forma de organización del territorio,
donde el eje de ordenamiento sea ese recurso vital que resiste y sigue
fluyendo: el agua.
El Jaboque es un espacio que evidencia esas transformaciones,
evocando una historia de contrastes que refiere a los usos y significados
que caracterizan a los humedales capitalinos; contando una historia
de deterioro ambiental, resignificación del agua y luchas por subsistir.
El palimpsesto de socionaturalezas que se observan materializadas
a través de camellones y monolitos muiscas, espacios de relleno y vi-
viendas de autoconstrucción, conjuntos residenciales y equipamientos

481
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

recreativos; da cuenta de la diversidad de relaciones que se tejen en un


espacio con diferentes formas de territorialización, las cuales moldean
un escenario de encuentros y desencuentros que poco a poco fueron
dejando a un lado esa base ambiental, actualmente confinada.
El modelo de ordenamiento privilegia los espacios de vivienda
en la ciudad, cimentando la base en la que se apoyan los dos actores
principales que configuran las dinámicas socionaturales actuales en
el tercio medio del Jaboque. El argumento de la vivienda prevalece y
fortalece la reproducción de esa visión utilitarista de los ecosistemas
urbanos como espacios de expansión de la ciudad, sin configurar uni-
dades habitacionales incluyentes, permitiendo la máxima expresión de
la mercantilización de la naturaleza, a través de la producción de lógicas
segregacionistas sobre las poblaciones iniciales e informales.
De este modo, hoy los espacios del agua donde llegaban las po-
blaciones de menores ingresos económicos, terminan siendo espacios
privilegiados para quienes cuentan con la capacidad adquisitiva ne-
cesaria para pagar por el disfrute de la naturaleza.
Es preciso reordenar la ciudad desde una base socioambiental en
términos de justicia espacial y ambiental, donde sea posible pensar
el agua como matriz territorial en torno a la cual la ciudad debe or-
ganizarse, involucrando diversas socionaturalezas emergentes que
son territorializadas en los espacios urbanos y que nos hablan de una
historia particular con estos.
El mayor fracaso de la ciudad es olvidar esas socionaturalezas que
han sido construidas desde relaciones sociales, culturales, económicas
e históricas con la naturaleza basadas en la justicia. Las comunidades
tienen una historia con el humedal que ha sido olvidada o menos-
preciada desde las acciones institucionales. Estas últimas, implantan
cerramientos y otros proyectos que privilegian una visión ingenieril
y paisajística sobre los ecosistemas, conduciendo finalmente, a la
ejecución de proyectos desligados de las comunidades aledañas. Por
esto, son las comunidades quienes deben ser guardianas de la historia
ecológica y cultural que atesoran los ecosistemas urbanos.
La búsqueda de ciudades sustentables es ante todo una de-
cisión política que debe propender por un ordenamiento ambiental
y territorial, ya no desde la construcción institucional ajena a la

482
Camellones, monolitos y lógicas urbanizadoras: un análisis de las socionaturalezas...

­ articipación ciudadana real —en una era en la que, como afirma


p
Zygmunt Bauman, la crisis de la democracia contemporánea es
una crisis de las instituciones—; sino desde una construcción local,
garante de la participación ciudadana, dispuesta a construir otros
mundos, otras socionaturalezas desde un verdadero conocimiento
de los territorios y su relación con el entorno.
Bogotá, en su calidad de capital y mayor aglomeración urbana
del país, debe tener en cuenta las desigualdades socioambientales
que se presentan dentro de la ciudad y en las relaciones regionales.
La forma como se desarrolla actualmente el crecimiento urbano debe
ser replanteada, ya que no se debe basar en permitir por medio de la
expansión urbana, la configuración de espacios de borde degradados
que actúan como enclaves marginales, sino que estos podrían estable-
cerse como espacios de transición urbana y natural, permitiendo el
­desarrollo de otro tipo de relaciones socionaturales que trasciendan
la escala local, hacia una perspectiva regional.
Incentivar una desconcentración de la población y reordenar
el territorio, en consonancia con esa naturaleza que hace parte de
la ciudad, son alternativas que deberán contemplar las administra-
ciones futuras, para repensar un espacio de por sí denso, donde las
posibilidades de reorganización se están viendo restringidas al cre-
cimiento vertical difuso y la densificación de las zonas céntricas de
la ciudad. Esta nueva forma de ordenar el territorio, que involucra la
construcción de nuevas socionaturalezas, no debe validar la aparición
de espacios urbanos en torno a una naturaleza privilegiada, y mucho
menos propender por la elitización de la ciudad.
Las nuevas socionaturalezas, basadas en otras formas de planear
y organizar el territorio, deben ser capaces de poner en discusión el
papel de la institucionalidad, frente a la verdadera protección del patri-
monio cultural y natural de la ciudad; y por supuesto, la participación
de las comunidades en la forma como se piensa la ciudad y su crecimiento
y expansión, desde la necesidad inminente de construir y reconstruir
ciudades sustentables, donde el agua sea el eje estructurante desde la
normativa frente al ordenamiento territorial y ambiental.
Hoy en el Jaboque, una naturaleza orgánica es reconstruida desde
la apuesta de organizaciones comunales como la Mesa Socioambiental

483
Jenny Marcela Peñuela López & Akbar Rosemberg Vargas Sandoval

de Occidente y el Colectivo Caicas, que a través de su accionar buscan


lograr que el humedal Jaboque sea declarado Área Arqueológica Pro-
tegida, tesoro de otras realidades socioecológicas posibles.
Estamos en un momento contestatario donde cada vez es más
fuerte la visibilización de otras voces, otras socionaturalezas que re-
claman su participación en el ordenamiento territorial y ambiental de la
ciudad desde una articulación urbano-rural, asentada en la emergencia
de iniciativas populares sociales y ambientales que con su accionar
están socavando la pálida y empobrecida injerencia institucional, que
ha perdido legitimidad frente a una ciudadanía escéptica. Este es el
momento de las masas, es el momento de la ciudadanía construyendo
ciudad, producto del avance comunitario hacia la reivindicación por
el derecho a la ciudad y la democratización de su construcción.

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486
Conflictos socioambientales alrededor
del agua: el caso del humedal Moyano,
en la Sabana de Bogotá, Colombia

Jenny Patricia Veloza Torres


Grupo Cultura y Ambiente

Universidad Nacional de Colombia

Introducción
El concepto de conflicto socioambiental indaga por las tensiones en
las que distintos actores (incluyendo públicos y privados) con intereses
contrapuestos entran en confrontación o disputa por las formas de con-
cebir el desarrollo y relacionarse con la naturaleza. Para Toledo (2011, p. 158)
“cuando el conflicto es generado por la forma de uso de los recursos
naturales o cuando las comunidades se ven directamente afectadas por
los impactos derivados de un determinado proyecto (Orellana, 1999,
citado por Walter, 2009) o actividad territorial se denomina conflicto
socioambiental” (Sabattini, 1997; Sosa, 2005; Novo, 2012).
Así, un conflicto ambiental se origina cuando la territorialidad
de un actor niega o constriñe el uso, la apropiación o el significado
atribuido a la naturaleza por parte de otro actor, generando una lucha
por valores, estatus, poder o acceso a recursos escasos.
En este sentido, la presente investigación analiza desde la ecología
política la dimensión material y simbólica de un conflicto socioam-
biental basado en la afectación a un ecosistema hídrico y los intereses de
diferentes actores institucionales, de protección, económicos y de control
que entran en disputa por su uso, valoración y formas de apropiación
territorial; en donde discusiones y tensiones entre lo público y lo privado,

487
Jenny Patricia Veloza Torres

la concepción de un espacio como humedal o como inundación, su


uso para fines agropecuarios, la prevalencia de intereses económicos
sobre el bienestar ambiental, el papel y alcance del Estado para su
conservación, el proceso y los criterios de delimitación de zonas de
protección y la movilización social en defensa de estos ecosistemas,
son puntos nodales para su comprensión.
Calderón, R. (2013 p. 561) afirma que
[…] la ecología política se ha convertido en uno de los marcos
analíticos más utilizados para el análisis de los problemas socio-terri-
toriales. […] debido a la amplia gama de postulados teóricos y meto-
dológicos que enmarca, la ecología política se ha consolidado como
una herramienta teórica analítica que busca una mejor comprensión
de los problemas dicotómicos entre hombre y ambiente.

Para Enrique Leff la ecología política


[…] se establece en ese campo, que es el del conflicto por la re-
apropiación de la naturaleza y de la cultura, allí donde la naturaleza
y la cultura se resisten a la homologación de valores y procesos (sim-
bólicos, ecológicos, epistemológicos, políticos) inconmensurables y a
ser absorbidos en términos de valores de mercado. (2003, p. 23)

Siguiendo a Vélez (2010) vemos que en el caso del agua existe una
mirada particular de configuración de los conflictos, por ser este un
recurso fundamental y necesario para todos los seres vivos: “Es me-
diante el reconocimiento de esta relación entre sociedad y naturaleza
y de las formas de causación de fenómenos destructivos-productivos
que agencia el capital como puede fundamentarse el sentido de la
lucha por la justicia hídrica” (p. 16).
Para el caso del agua, específicamente de los humedales, la ecología
política plantea que su contaminación y relleno es una estrategia que
impide la concentración natural de agua y, por ende, su formación;
pero también responde a un proceso de ocupación y transformación
de la vocación del suelo; en palabras de Cruz y Hernández (2010, p. 7)
“esta estrategia ha sido utilizada por los propietarios de suelos de
humedales como una herramienta para ocupar y fraccionar estas
zonas, y así cubrir la creciente demanda de suelos aptos para los

488
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

asentamientos humanos”, que para el caso del humedal Moyano, se


expresa en su desecación y relleno para la expansión de terrenos para
la producción agrícola y agroindustria de flores, y próximamente,
posiblemente para la construcción del aeropuerto Dorado ii entre los
municipios de Madrid y Facatativá, Cundinamarca.
Metodológicamente, la investigación adoptó el enfoque cualitativo y
crítico social de la investigación acción participativa, teniendo en cuenta
que el interés por trabajar esta temática surge al pertenecer a la comu-
nidad donde se desarrolla este conflicto, la participación como investi-
gadora y parte de uno de los actores que demanda su transformación.
Según Balcazar (2003), el enfoque de la iap pretende promover la
participación de los miembros de comunidades en la búsqueda de
soluciones a sus propios problemas y ayudarlos a incrementar el grado
de control sobre aspectos relevantes en sus vidas (incremento de poder
o empoderamiento). De esta manera, se utilizaron herramientas como
diarios de campo, entrevistas semiestructuradas, revisión bibliográfica,
la observación participante, recorridos territoriales con organizaciones
sociales, entidades estatales y un análisis multitemporal de los cambios
en el paisaje a partir de imágenes satelitales.

La importancia socioambiental del humedal Moyano


Desde la ecología política, se plantea la necesidad de conocer la
materialidad de los conflictos socioambientales para su comprensión,
lo cual implica la comprensión de las formas de relacionamiento del
ser humano con la naturaleza, así como las afectaciones sociales y
ambientales producidas en el marco del conflicto y los actores que en
el interactúan.
Según el Instituto Humboldt (2016), el 24,2% de las áreas de hu-
medal de Colombia se encuentran alteradas por ganadería y agricultura.
En la Sabana occidente (conformada por 8 municipios: Mosquera,
Funza, Madrid, Facatativá, Zipacón, Bojacá, el Rosal y Subachoque) se
concentra el 28,4% de los humedales de Cundinamarca (Corporación
Autónoma Regional-car, 2011). Esto nos indica cómo el paisaje de la
Sabana de Bogotá ha estado influenciado por el agua desde tiempos
inmemoriales, dado que sus ríos, lagos, lagunas y humedales son hoy
el resultado del lago Humboldt que cubría gran parte de este territorio

489
Jenny Patricia Veloza Torres

hace aproximadamente 60.000 años (Fjeldsa, 1985; Van der Hammen,


1998, citados en Andrade y Benítez, 2010).
Para el caso de los municipios de Madrid y Facatativá existe un
gran número de humedales. Según la Alcaldía de Facatativá (2016),
en este municipio existen más de veinte humedales y según la car
(2018), el municipio de Madrid cuenta con 456 humedales, de los
cuales 93 son naturales y 363 son artificiales. Esto queda ratificado por
el Instituto Humboldt (2016), según el cual Madrid es el municipio
de Cundinamarca con mayor proporción de su territorio cubierto de
humedales (85,87%), siendo 13,17% el promedio departamental.

Figura 1. Humedal Moyano. Fuente: Grupo de Estudio de Aves de Facatativá


y la Sabana Occidente (geaf), febrero 17 de 2015.

Esta riqueza hídrica está asociada a la geomorfología de la Sabana


de Bogotá, clasificada en su gran mayoría como una llanura de ­relleno
fluviolacustre, la cual tuvo su formación entre el terciario y el cua-
ternario reciente (Pérez, 2000). En cuanto al clima, vemos que esta
zona está regida por un régimen bimodal (lluvias, inundaciones;
sequía o aguas altas-bajas), lo cual ha signado los pulsos constantes

490
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

de inundación y las dinámicas propias de los ecosistemas de humedal


en este paisaje de altiplanicie.

Facatativá

Leyenda Madrid
Río Subachoque
Humedales Madrid- car Sistema de coordenadas
Moyano 3 (3,2 ha) planas magna Colombia,
Moyano 2 (0,2 ha) Bogotá

Moyano 1 (16,8 ha) 1:6.000

Figura 2. Delimitación preliminar del complejo del humedal Moyano


realizada por la car (2015) y humedales asociados (car, 2014).
Fuente: elaboración propia.

El origen de la mayoría de estos humedales está asociado a los


movimientos meándricos del río Subachoque, el cual atraviesa tanto
la parte rural como urbana de Madrid y hace parte de la cuenca media
del río Bogotá. Como se observa en la figura 2, al lado izquierdo del
río Subachoque —límite administrativo entre Madrid y Facatativá
en este sector—, las fincas donde se ubica este humedal son: Santa
Cecilia, Goyescas y Fraijobos i y ii del municipio de Facatativá, en
donde este cuerpo hídrico se reconoce también como humedal Santa
Cecilia. Al lado derecho del río, en el municipio de Madrid, este hu-
medal se encuentra entre las fincas La Realidad y Las Acacias, donde
también ha sido denominado como humedal Loyola, Oyola o los
Árboles, sin embargo, a pesar de las distintas denominaciones, tanto
en un municipio como el otro este se reconoce indistintamente como
humedal Moyano.

491
Jenny Patricia Veloza Torres

Según la car en el informe técnico 486 del 13 de noviembre de 2015,


se identifica en el área un complejo de tres humedales denominados
Moyano 1 (humedal natural), el cual contaba para la fecha de la visita
técnica por parte de esta entidad con 16,8 ha; Moyano 2 (humedal
natural), con 0,2 ha; y Moyano 3 (posible humedal artificializado)
con 3,2 ha, para un total de 20,2 ha. Según la figura 2, en 2014 la car
identificó 331 humedales en el municipio de Madrid, reconociendo
para esta época solo una parte del Moyano 2, clasificándolo como
un humedal artificial.
Por la altura en la que se encuentran Madrid y Facatativá, el
humedal Moyano es considerado como un humedal altoandino
(entre los 2.000 y 2.700 m s. n. m.). En cuanto a su biodiversidad,
según el inventario de línea base de flora y fauna realizado por la
Fundación Logística de Proyectos Sociales y Ambientales1, en oc-
tubre de 2015 se registraron ochenta especies de aves, de las cuales
cuarenta y siete son residentes, treinta y tres son migratorias, vein-
tiséis acuáticas, dos son endémicas del altiplano Cundiboyacense
y dos son especies migratorias boreales en la categoría “Cerca de
estar amenazado”, según la Lista Roja de especies amenazadas de
la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza-UICN
(2015), lo cual reafirma el valor de la declaración de la Sabana de
Bogotá como un Área importante para la conservación de las aves
(aicas) en Colombia.
Según este estudio, en el humedal Moyano se registró una especie
casi-endémica de Colombia, el Picocono Rufo (Conirostrum rufum)
y una especie endémica del altiplano Cundiboyacense, el Chamicero
Cundiboyacense (Synallaxis subpudica). Según la iucn (2015), cuatro
especies se encuentran en tres categorías de amenaza: el Vencejo de
Chimenea (Chaetura pelagica) y el Pibí Boreal (Contopus cooperi)
se encuentran en la categoría “Cerca de estar amenazado (nt)”, la
Tingua Bogotana (Rallus semiplumbeus) es una “Especie en peligro
(en)” y la Tingua Moteada (Gallinula melanops) se encuentra en
“Peligro crítico”.

1 Convenio 016 de 2015 realizado con la Alcaldía de Madrid Cundinamarca.

492
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

Según ejecutores del inventario de flora y fauna realizado en el


humedal (comunicación personal, 10 de junio de 2016), el Grupo de
Aves de Facatativá y la Sabana Occidente (geaf) y el informe técnico
486 de 2015 (car), en este ecosistema se ha avistado al águila pescadora
(Pandion haliaetus) en varias ocasiones en temporadas migratorias.
Del mismo modo, se han encontrado mamíferos como el curí (Cavia
anolaimae) y algunos murciélagos. En cuanto a anfibios y reptiles, se
registró la presencia de la rana andina (Dendropsophus labialis), la
serpiente sabanera (Liophis epinephelus bimaculatus) y la serpiente
tierrera (Atractus crassicaudatu).
En términos de flora, según el informe técnico en mención, se
encuentran en este ecosistema:
[…] formaciones de macrofitas acuáticas y palustres, se destacan
las especies Juncus effusus (junco), Carex luridiformis (cortadera) y
la especie helofita Typha latifolia (Enea). De igual manera también
se evidencian parches muy grandes de la especie exótica Pennisetum
clandestinum (pasto Kikuyo).

Tabla 1. Especies encontradas en el humedal Moyano.

Nombre común Nombre científico


Avifauna endémica 
Tingua Bogotana (especie en peligro de Rallus semiplumbeus
extinción)
Pato Turrio (especie en peligro de Oxyura jamaicensis andina
extinción)
Tingua moteada (especie en peligro de Gallinula melanops bogotensis
extinción)
Monjita Chrysomus icterocephalus bogotensis
Tingua pico rojo Gallinula galeata
Garza real Ardea alba
Tingua pico amarillo Fulica americana
Copetón Zonotrichia capensis
Avifauna migratoria
Patiamarillo mayor Tringa melanoleuca
Patiamarillo menor Tringa flavipes

493
Jenny Patricia Veloza Torres

Nombre común Nombre científico


Aves rapaces
Águila pescadora Pandion haliaetus
Aves nocturnas pescadoras
Guaco Nycticorax nycticorax
Aves migratorias que se han vuelto residentes
en la Sabana del río Bogotá
Garza del ganado Bubulcus ibis
Alcaraván Vanellus chilensis
Peces 
Pez baboso Trichomycterus sp Cf

Fuente: Informe técnico 486 (car, 2015).

En este sentido, vemos que el humedal Moyano, como parte del


paisaje hídrico de la Sabana de Bogotá posee gran importancia, ya
que cumple un papel estratégico en la regulación hídrica —prevención
de inundaciones— entre otras funciones, por ejemplo, ser un lugar
altamente potencial para la biodiversidad y albergue de aves endémicas
y migratorias, ranas, serpientes y mamíferos, así como de vegetación
nativa y propia del ecosistema de humedal.
Del mismo modo, la riqueza ambiental de este ecosistema es
reconocida por varios habitantes del sector, veedores ambientales,
organizaciones ambientales e instituciones académicas como la Uni-
versidad de los Andes y la Universidad Nacional, la cual, desde el
Departamento de Física desarrolló con la Fundación Amparo de
niños ubicada sobre la vía Madrid-Facatativá, el proyecto llamado:
Estación de monitoreo ambiental “Los Árboles” para la restauración
y conservación del río Subachoque y la apropiación social del cono-
cimiento científico; realizado entre el 2014 y principios de 2015, y a
partir del cual, con el apoyo de la veeduría ambiental de Madrid, se
pudo evidenciar y dar a conocer que este ecosistema estaba siendo
afectado con acciones como la desecación, dragado y relleno para la
producción agrícola y la ganadería.
Metodológicamente, luego de la fase de reconocimiento de la pro-
blemática alrededor de este humedal y la participación en el proceso
de conformación de la Red por la Defensa del Agua y la Vida Sabana

494
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

Occidente Zihita Sie (que en lengua muisca significa Rana-agua),


integrada por organizaciones sociales y ambientales del municipio de
Madrid —Proceso comunitario La Semilla, Asociación Herrera, Fun-
dación Biotejido, Veeduría Ambiental, e investigadores e investigadoras
independientes—, conformada a principios de 2016 para la defensa de
este ecosistema, se decide adoptar el enfoque de la investigación acción
participativa (iap), pues este, al involucrarse activamente no solo en
el conocimiento de la realidad sino también en su transformación,
se adaptaba a los fines de la investigación y el enfoque crítico de la
ecología política adoptado. En este sentido la iap:
Constituye un conjunto de procedimientos operacionales y
técnicos para adquirir un conocimiento “útil” para la población,
con el propósito de que pueda actuar transformadoramente sobre
la realidad social en la que está inserta. La forma de investigar im-
plica a la población estudiada como agente activo del conocimiento
de su propia realidad. La relación investigadora no es la de sujeto-
objeto (como en la investigación clásica), sino la de sujeto-sujeto:
de objeto de estudio, la gente pasa a ser sujeto protagonista de todo
un proceso.
Facilita a la población involucrada los conocimientos ne-
cesarios para actuar con el propósito de resolver algunos de sus
problemas o satisfacer algunas necesidades. Es una forma de in-
vestigación aplicada y orientada a cambiar una situación-pro-
blema, como son todos los métodos de intervención social; pero,
en el caso de la iap, caracterizada por democratizar y socializar
el c­ onocimiento con el propósito de producir cambios sociales.
(Ander-Egg, 2003, p. 33)

Si bien la iap no propone un modelo acabado de pasos a seguir en


una investigación, su orientación política y ética hace que las técnicas
utilizadas en sus proyectos no se limiten a la recolección de información,
ni que sean utilizadas únicamente por los investigadores, sino que estas
pueden ser aprendidas y utilizadas también por los participantes para
el conocimiento crítico de su realidad. Paloma López (1989) propone
los modelos de inserción de los investigadores e investigadoras que
trabajan con iap en las comunidades (figura 3).

495
Jenny Patricia Veloza Torres

a)
Ni exteriores al grupo, en la posición
directiva del experto.

b)
Ni totalmente fundidos en el grupo, porque
esto no haría más que reforzarlo de una
manera no crítica.

c)
Sino entrando y saliendo para catalizar de
una manera dinámica el distanciamiento
crítico y ayudando a avanzar
metodológicamente.

Figura 3. Modelo de iap. Fuente: López, P. (1989, p. 38).

Siguiendo a Martí (2002) en la etapa de pre-investigación se


analizaron los síntomas de la problemática, las demandas de la co-
munidad (habitantes cercanos al humedal y de las organizaciones
ambientales y sociales del municipio de Madrid, inicialmente) y
se elaboró el proyecto investigativo. En la primera etapa se realizó
un acercamiento a la problemática a partir de la documentación
existente y de entrevistas a los diferentes actores involucrados en
el conflicto socioambiental estudiado, obteniendo así un conoci-
miento contextual del territorio. En la segunda etapa se dio inició
a un proceso de apertura a los conocimientos y puntos de vista
existentes, utilizando métodos cualitativos y participativos, entre
ellos la realización de talleres y recorridos ­territoriales, del mismo
modo, se hizo el análisis de textos y discursos, así como un análisis
multitemporal de la zona a partir de los sistemas de información
geográfica-sig y visitas de campo —registro de los cambios en el
paisaje—. En la tercera etapa se realizaron conclusiones, propuestas
y la elaboración y entrega del informe final.
Así, vemos que desde su conformación, la red ha sido el espacio
desde donde se articuló la presente investigación para el estudio del
caso y de los demás actores, ya que a través de esta se ha promovido

496
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

espacios de diálogo con la comunidad aledaña a este ecosistema, con


otras organizaciones ambientales y sociales de Madrid y la Sabana,
Universidades e instituciones estatales -alcaldías y autoridades am-
bientales-, al tiempo que ha emprendido diferentes acciones a favor de
la conservación y cuidado del humedal. Sus principales acciones han
sido el seguimiento a los cambios en el paisaje, el análisis y difusión
del caso e interacción con diferentes actores, como la comunidad
aledaña al humedal, entidades gubernamentales como alcaldías y
autoridades ambientales, otras organizaciones sociales y ambientales,
universidades y medios de comunicación.
Dichas interacciones han puesto de manifiesto la importancia del
humedal no solo en términos físicos, sino también culturales, para lo
cual el concepto de paisaje nos permite entender estas dimensiones.
Siguiendo a Santos (1996), vemos que el paisaje tiene que ver con el
dominio de lo visible y lo que llega a los sentidos, y, dependiendo de la
experiencia particular de la persona o grupo social, este será percibido
de manera diferente, creando significados y percepciones con los
­espacios e influyendo en las maneras de relacionarse y ejercer prácticas
de cuidado y defensa de los mismos. Este tipo de ­relacionamiento que
se construye en la interacción con el humedal Moyano es visible en
el relato de una habitante de la vereda Los Árboles, donde se resaltan
elementos como la posibilidad de disfrutar el paisaje y la fauna típica
de este tipo de ecosistemas, así como el respeto con el que se debe
interactuar con estos:
Desde que yo llegue hace 14 años siempre ha sido humedal, yo
que lo conozco para mi toda una vida ha sido humedal, con sus es-
pecies, sus patos, curíes… mi primera vez en conocer un pájaro car-
pintero fue acá, era rojo… aquí conocí muchas especies, he podido
disfrutar de cuando hay migraciones, yo aquí la verdad me lo gozo
porque me fascina, entonces para mí siempre ha sido humedal, para
mí no ha sido de otra manera […] Yo siempre he tenido una con-
cepción, sea por Biblia, sea por ciencia, y es que la tierra no es de los
hombres, primero fueron los animales, para mí eso es algo que uno
debe de respetar en la vida y uno debe aprender a convivir, y pedirle a
la madre tierra y los animales y a todo ser viviente como permiso para

497
Jenny Patricia Veloza Torres

poder hacer algo, porque es que a uno le prestan el terreno, le ceden


un pedacito de tierra para hacer, es una convivencia. (L. Rubiano,
comunicación personal, 3 de abril de 2016)

En uno de los recorridos territoriales realizado por la red


Zihita Sie en abril de 2016, se invitó a habitantes del municipio
de Madrid y se desarrolló una jornada de reconocimiento de la
importancia ecosistémica del humedal, las diversas transforma-
ciones que ha tenido y los distintos proyectos agroindustriales y
de infraestructura que amenazan su existencia; a partir de esto,
cada participante realizó un dibujo y una frase alusiva a cómo
quisiera ver de nuevo el humedal, para darla a conocer en redes;
en dicho ejercicio, se resalta cómo esta experiencia de interacción
con el paisaje y el reconocimiento de su transformación, logró
motivar distintos elementos que vinculaban a los participantes
con su defensa, apropiación y cuidado.
Algunas de las frases construidas entre la comunidad asis-
tente y la red fueron: “Que la integridad de las personas recupere
la integridad ecológica del humedal Moyano”; “Que la transfor-
mación no sea para contaminar, el agua se debe salvar, es tu trabajo
ayudar, deja de ignorar”; “Humedal se escribe con h de humanos”;
“Lucharemos por preservar los humedales de la Sabana”; “Déjanos
cuidarte y tú nos cuidarás”; “Por la defensa del territorio, el agua,
el humedal Moyano, presente”; “Déjala para la sed del que va a
nacer, humedal Moyano”; “Me movilizo por el humedal Moyano”;
“El suelo y el agua son derecho de todos, proclámalo y decláralo”.
En este sentido, vemos que las luchas ambientales se anclan en
valores, ideas, sentimientos y visiones de justicia, y que se relacionan
directamente con un territorio, específicamente con los lugares,
generando un conocimiento y un accionar situado. Según Budds
(2009, p. 40, citando a Bakker, 2003; Strang, 2004):
El agua es socio-natural: un recurso que es al mismo tiempo
material y social, porque si bien es claramente un recurso físico
que existe y cumple con muchas necesidades diferentes, es también
un recurso cultural que encarna significados.

498
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

Dichas demandas por la protección de estos ecosistemas y, en


sí, por la protección de todo un paisaje hídrico que comprende un
complejo sistema de humedales de la zona, pone de manifiesto la
valoración social de estos espacios, los cuales, históricamente han
permitido el desarrollo de culturas a su alrededor, la comunicación de
tradiciones y el desarrollo de actividades de esparcimiento, aprendizaje
y contemplación, lo cual es claro en el relacionamiento que en esta
zona construyó la cultura muisca con el agua, y la cual hoy se mantiene
en diversas prácticas de los habitantes del territorio cundiboyacense.

Transformaciones al paisaje hídrico urbano-rural


y la configuración del conflicto socioambiental
Al referirnos al concepto de paisaje vemos que este nos permite
integrar la comprensión, tanto de las dinámicas naturales, como
de los procesos socioculturales que subyacen en la interacción ser
humano-naturaleza, entendiendo que, según Delgado (2010) el paisaje
va más allá de una asociación de morfologías físicas y culturales o
de un simple modelo, para constituirse en un complejo producto
socio-cultural. Según Cosgrove (2002, p. 70) el paisaje: “es cultu-
ralmente construido, y en buena medida responde a los intereses de
un grupo social hegemónico”. En este sentido, el paisaje retomado
desde la ecología política, ha aportado valiosas discusiones para
complejizar la relación ser humano-naturaleza y las dimensiones
políticas y económicas que subyacen en esta relación desde un en-
foque interdisciplinar.
Un gran avance dentro de la tradición de la ecología política ha
sido la reconceptualización de la relación entre la sociedad y la na-
turaleza para impugnar la noción convencional occidental de que la
naturaleza está separada de la sociedad […] De acuerdo con esta pers-
pectiva, la naturaleza es social de dos maneras: tanto material como
discursivamente. (Budds, 2009, p. 36)

Así, cuando agregamos el componente hídrico al concepto de


paisaje, nos estamos refiriendo específicamente a las relaciones que el
ser humano teje con el agua en un tiempo y en un lugar d­ eterminados,

499
Jenny Patricia Veloza Torres

en donde confluyen actores con diferentes visiones y formas de rela-


cionamiento: “el concepto de paisaje hídrico, que se refiere al conjunto
de temas relacionados con los temas, flujos y prácticas de agua en un
contexto determinado” (Budds, 2009, p. 34).
De este modo, cuando nos referimos a un paisaje hídrico urbano-
rural, nos referimos a las dinámicas por medio de las cuales un paisaje
hídrico se encuentra en constante tensión entre las lógicas socioeconó-
micas rurales y urbanas, que para el caso de la Sabana ­occidente —un
territorio próximo a la capital que cada vez más transita de lo rural a lo
urbano—, dicha tensión se manifiesta en la acelerada pérdida o conta-
minación del recurso hídrico, como en el caso del humedal Moyano.
Así, para el análisis de las transformaciones a este paisaje hídrico,
las cuales dieron origen al conflicto socioambiental, se realizaron
distintas entrevistas semiestructuradas a habitantes del sector y un
análisis multitemporal a partir de imágenes satelitales de Google
Earth para distintos años, apoyado por visitas de campo. Del mismo
modo, se realizó un análisis sobre estos cambios en la documentación
producida por distintas entidades gubernamentales sobre el humedal
Moyano, tales como respuestas a derechos de petición, informes
técnicos y resoluciones.
Según el informe técnico 486 de 2015 de la car, el cual utilizó
fotografías aéreas de los años 1940 y 1977 del igag para el análisis de
la zona, vemos que:
Para el año 1940, en el área de interés, denominada humedal
natural 1, se puede observar la estructura de una zona con amplias
áreas inundadas y dentro de estas formaciones meándricas, las cuales
pueden ser viejos cursos del río Subachoque, que atraviesa totalmente
el área de estudio, de igual manera se identifican varias zonas ane-
gadas en la zona. Con respecto al humedal denominado 3, se observa
al parecer que es de origen natural.

Según la car, para 1977 en el humedal natural 1 (figura 2) se


mantiene el área inundada, así como los meandros y un área inundada
que formaría el Moyano 2. En cuanto al Moyano 3, ya existían áreas
­inundables. En 2004 hay un aumento considerable del área de inundación

500
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

del humedal natural 1, casi el doble o triple que la registrada en 1977.


Del mismo modo, según la car, este humedal muestra posibles modifi-
caciones antrópicas. En cuanto al humedal 2 se mantiene el área inun-
dable, mientras que en el humedal 3 hubo una modificación antrópica.
Durante esta época, el principal uso de los predios aledaños es agrícola,
con presencia de diversas empresas de flores, las cuales llegaron al
municipio de Madrid a principios de 1970.
presentadas por su desborde, muchas de las cuales fueron reco-
gidas en los predios del humedal Moyano.
Según J. Talero (entrevista personal, 3 de abril de 2016) a principios
de la década de los noventa —cuando sus padres llegaron a trabajar a
la hacienda que queda frente al humedal—, gran parte de estos predios
no funcionaban como humedal, ya que en ellos se desarrollaban
actividades relacionadas con la siembra y la recreación, en donde se
presentaban inundaciones frecuentes, las cuales aumentaron desde
principios del 2000.
Cuando nosotros llegamos acá eso era finca, allí había unas
canchas, nosotros jugábamos futbol […] Hace como 15 años, con las
inundaciones, allá se empezó a inundar y ellos [los dueños de la finca
Santa Cecilia en Facatativá] no le pararon bolas. (J. Talero, entrevista
personal, 3 de abril de 2016)

Para 2007 en el humedal natural 1 hay una inundación total del


área; según cálculos propios mediante herramientas sig, esta inun-
dación cubrió 17,48 ha. Según la car, se mantiene el área del mismo
humedal que fue modificada antrópicamente. En cuanto al humedal 2,
este se mantiene, pero presenta colmatación, mientras que el humedal
3 se mantiene con sus modificaciones.
Según la car (2015), entre 2009 y 2013 se mantienen las diferentes
áreas y se consolida la zona de inundación registrada en 2007. Es de
resaltar que en 2011 se presentó un fuerte fenómeno de La Niña a nivel
nacional, evento muy recordado por los habitantes de la vereda por el
aumento del caudal del río Subachoque y las inundaciones presentadas
por su desborde, muchas de las cuales fueron recogidas en los predios
del humedal Moyano.

501
Jenny Patricia Veloza Torres

1:10.000
0 120 240 480 720
Meters

Figura 4. Humedal Moyano en 2015.


Fuente: elaboración propia a partir de Google Earth.

Como se puede observar, el área correspondiente al humedal 1 (línea


azul clara) se consolida permanentemente. El humedal 2 (línea roja)
no presenta cambios significativos; sin embargo, evidencia una mayor
colmatación. En visita de campo, se observa la disposición de lodos en el
sector. El humedal 3 (línea amarilla) se ve afectado por un relleno (según
cálculos propios mediante análisis sig este relleno cubre 11,62 ha), lo cual
según la car (2015) ocasionó afectaciones directas e impactos ambien-
tales negativos, en algunos casos, graves y posiblemente irreversibles
sobre elementos como el suelo y su topografía, el agua, el aire, la flora,
la fauna y el paisaje asociado al humedal, ya que, según el informe de la
visita técnica que hizo la Contraloría delegada para el Medio Ambiente
al humedal (abril de 2016), se evidenció que este relleno se hizo no solo
con tierra negra sino también con lodos y escombros (residuos de cons-
trucción y demolición), mezclados con residuos ordinarios, especiales y
peligrosos sin la implementación de medidas de manejo ambiental ni las
especificaciones técnicas básicas para este tipo de adecuaciones.
Según habitantes del sector y la veeduría del río Bogotá, los es-
combros depositados en estos predios provinieron del proyecto de mo-
dernización del Aeropuerto Internacional El Dorado. Cabe señalar que
este relleno se realizó con el conocimiento y autorización ­institucional,

502
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

ya que la car autorizó mediante el opso-346 de junio de 2011 la dis-


posición de 5000 viajes (un viaje equivale a entre 9 y 32 toneladas, lo
cual no estaba especificado en la autorización) de tierra negra para la
nivelación de dicho terreno, y por su parte, el secretario de Desarrollo
Urbanístico del municipio de Madrid autorizó, mediante el sduvot-0092
del 17 de febrero de 2014, la disposición de escombros sobre las cotas
más bajas de inundación de dicho terreno. Adicionalmente, sobre
dichos predios fue construida a principios de 2016 la infraestructura
de una empresa de flores (figura 5, línea morada).

1:10.000
0 120 240 480 720
Meters

Figura 5. Humedal Moyano en 2016.


Fuente: elaboración propia a partir de Google Earth.

Según L. Rubiano (comunicación personal, 3 de abril de 2016),


habitante de una de las fincas cercanas al humedal, es comprensible la
nivelación de una parte del terreno en función de la tenencia de animales,
pero, por otro lado, esto no justifica la presencia de una nueva empresa
de flores en los predios rellenados, dadas las afectaciones al ambiente y
específicamente al agua, que dichas empresas han generado en varios
municipios de la Sabana de Bogotá desde la década de 1970.
Listo que hagan el relleno, pues digamos hasta cierta manera,
porque incluso nosotros hace muchos años íbamos por huevos allá y
eso dejó de funcionar precisamente porque se les inundó el terreno,
entonces yo dije bueno, estarán rellenando porque necesitan salvar

503
Jenny Patricia Veloza Torres

el pedazo de tierra para tener los animales, cuando ya después yo


vi los parales... y dije, no me vayan a decir que eso es una flora que
están construyendo ahí... ¿cómo así?... yo peleo acá porque aquí
vienen y tiran basura de la flora, de todo, tarros, y a mí eso me enerva,
lo mismo cuando viene a lavar los buses de la flora (con el agua del
humedal), eso me enerva porque me dejan jabón, me dejan los plás-
ticos, y a mí no me gusta, porque es que yo soy consciente que hay
unos animales, y que cuando se inunda eso se va para allá… entonces
cuando yo vi eso yo dije, ¿cómo es posible, no les basta con las floras
que hay, cómo dañan el agua, como todo, ¿y ahora también aquí?… y
eso... sí, la pararon y está funcionando… y me imagino que debe tener
permiso… (L. Rubiano, entrevista personal, 3 de abril de 2016)

En el humedal 1, entre finales de 2015 y principios de 2016, se


realizaron distintas acciones para volver sus tierras cultivables, como
eran antaño. Este proceso comenzó con la apertura de una compuerta
(figura 5, punto lila) para drenar el agua del humedal mediante un
canal que desemboca en el río Subachoque, la succión de agua restante
con una motobomba, el corte y quema de la flora del humedal y el
uso de maquinaria pesada dentro de sus predios. De esta manera, es
revelador el siguiente relato:
Estamos hablando de cinco meses por mucho, aquí había
juncos y había agua, ellos de un momento a otro dragaron, parece
que todo se uniera, como cuando consiguieron el permiso del re-
lleno, después vinieron, se supone que los de la misma car, dra-
garon el río hasta el puente, yo estuve en una reunión con la car
donde un señor dijo: se van a dragar 500 metros hacia allá, 500
metros del puente para acá, […] entonces cuando ellos vinieron le
abrieron como un boquete con la máquina al humedal para que el
agua se fuera al río, y esto se secó, como a los veinte días de se-
carse, acá se metió gente con guadañas y guadañaron los juncos,
como a los quince días de estar haciendo eso había gente con ma-
chetes y le metieron candela a todo eso... yo pensé que se le había
prendido la casa a alguien… y no… a mí me gusta la naturaleza,
digamos yo no soy como tan dramático, pero eso sí me pareció
descarado, se veía como una fanegada y media ardiendo, con

504
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

llamas de por lo menos de seis metros... se veía desde muy lejos.


(J. Talero, comunicación personal, 3 de abril de 2016)

Las afectaciones en los predios del humedal se realizaron en


un corto periodo de tiempo, (entre octubre de 2015 y enero de 2016),
durante el que se evidenció un alto índice de muertes del pez capitán,
especie en vía de extinción, la perdida de vegetación nativa y la dis-
minución de la población de fauna, en especial de aves, algunas de
las cuales se trasladaron a reservorios cercanos donde se encuentra
vegetación nativa.
Esas son las únicas que quedaron, que día vino una señora de la
umata y dijo que mucha pingua (tingua) se acabó, muchas se vinieron
para acá, porque como allá que lado secaron todo eso... la humedad y
todo eso [...] por aquí se veía muchos conejos, curis... pero ahorita con
eso que hicieron allá eso prácticamente se murieron o desaparecieron,
uno pasa al lado de los novillos y usted topa la huesamenta de aves y
roedores. (Anónimo, comunicación personal, 3 de abril de 2016)

Según habitantes de estas veredas y la veeduría del río Bogotá esto


se relaciona con un dragado del río Subachoque que la car realizó
en la zona por la época en que se empezó a desecar el humedal 1; en
efecto, esta obra le dio mayor capacidad al río de recibir las aguas
drenadas del humedal. Del mismo modo, la comunidad plantea que
al parecer algunos de los materiales dragados sirvieron como parte
de material de relleno en el humedal 3.
En este sentido, vemos cómo el paisaje ha cambiado en función
de los impactos realizados en un corto periodo de tiempo.
El impacto ambiental de un proyecto productivo sobre el medio
ambiente puede definirse como la diferencia entre la situación natural
del ambiente presente y la situación evolutiva normal del ambiente
futuro, sin tal impacto. Ahora bien, los impactos pueden producirse
a corto o a largo plazo, ser de corta o larga duración, bioacumulativo,
irreversible e inevitable. (Aguilar, 1994, citado por Vargas, 2008, p. 1)

Para el caso del agua, específicamente de humedales, la ecología po-


lítica plantea que su contaminación y relleno es una estrategia que impide

505
Jenny Patricia Veloza Torres

la concentración natural de agua y por ende su formación, respondiendo a


un proceso de ocupación y transformación de la vocación del suelo. Estas
transformaciones y afectaciones al paisaje hídrico en el humedal Moyano
han implicado una rápida pérdida del ecosistema y la inconformidad de
habitantes de las veredas y las organizaciones ambientales del municipio
de Madrid y Facatativá, por la prevalencia que han tenido los intereses
económicos y las lógicas de desarrollo y progreso implícitas en la forma
de actuar sobre dicho ecosistema por parte de actores económicos y de
control del humedal. A propósito de este tipo de proyectos, Baptiste (en
Mosquera, Nieto y Tapia, 2015, p. 7) plantea que:
Desde hace décadas es notable la proliferación de proyectos de
intervención construidos sobre un imaginario de progreso que con-
sidera a los ecosistemas de humedales como áreas “mal drenadas” y
obstáculos para el desarrollo económico […]. En la perspectiva de
las clases medias urbanas, de gamonales y dirigentes regionales, de
poderosos que mantienen sus privilegios consolidando la gran pro-
piedad territorial, de dirigentes políticos y de otros actores sociales
legales e ilegales, se ha planteado que estas zonas acuáticas deben ser
desecadas, embalsadas, desviadas, canalizadas, alteradas por obras
de infraestructura vial, sembradas, reforestadas, simplemente trans-
formadas, loteadas y convertidas en bienes privados.

Según Jesica Budds (2009, p. 42): “La captación y el metabolismo


del agua por parte del capitalismo producen, por lo tanto, paisajes hí-
dricos geográficamente desiguales y socialmente injustos que reflejan
esa acumulación”.
Así, a pesar de la inconformidad de la misma comunidad de las
veredas, las denuncias hechas por la veeduría del río Bogotá, la Univer-
sidad Nacional, la red ambiental Zihita Sie ante distintas autoridades
ambientales y la expedición de las medidas preventivas impuestas por la
car —mediante la Resolución opso n.° 0014 del 15 de enero de 2016, donde
se requiere la suspensión inmediata de la desecación del humedal—, estas
afectaciones no pararon durante 2016, ya que cada vez más se avanzaba
el proceso de desecación y transformación de dichos suelos en terrenos
cultivables, los cuales fueron dados en arriendo por los propietarios para
el cultivo de hortalizas, papá, maíz y zanahoria. Todas estas acciones se

506
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

realizaron en una época de sequía, donde las condiciones propiciaron


que dichas afectaciones tuvieran un mayor impacto.
De esta manera, algunas de las medidas preventivas impuestas
por la car en la Resolución opso n.° 226 del 11 de julio del 2014 fueron
cumplidas por los propietarios de los predios, como por ejemplo el
cierre del jarillón a causa del cual se estaba desecando el humedal.
Sin embargo, medidas como la reconformación participativa de dicho
ecosistema, la remoción total de los escombros y la garantía de su
conservación y mantenimiento a largo plazo aún están por conside-
rarse, dado que aún no se realiza su declaración, ni se desarrolla un
plan de manejo ambiental.
A finales de 2017 y durante abril y mayo de 2018, se presentaron
altos niveles de precipitación en la zona, lo cual generó una gran inun-
dación y el desbordamiento de este humedal sobre el Puente Moyano y
la carretera que comunica los dos municipios. A partir de estos eventos,
el humedal recuperó de manera aparente los terrenos que se habían
desecado, dado que aún no se tiene certeza del nivel de resiliencia o el
tiempo que le lleve a este ecosistema recuperarse de dichos impactos.
Otro aspecto es el señalado por algunos habitantes del sector, respecto
a si considerar el humedal —o específicamente el Puente Moyano—,
como un punto para la gestión del riesgo municipal:
[…] ahí mucho tiene que ver ese puente que construyeron prác-
ticamente sobre el río (Puente Moyano), pues cada vez que se inunda
quedamos incomunicados, y eso aquí ya han venido de la Alcaldía,
Bomberos, diciendo que eso es un punto de riesgo, pero nosotros
no hemos querido insistir con ese tema, porque ahí la solución que
darían sería desecar el humedal para que ya no se siga inundando la
carretera. (Habitante de la vereda Los Árboles, comunicación per-
sonal 10 de diciembre de 2017)

Así, dichas afectaciones se comprenden en un contexto mucho


más amplio, donde procesos como el acelerado cambio de uso del
suelo para la urbanización, alta presencia de la agroindustria de las
flores, creación de zonas francas, bodegas y parques industriales, la
pérdida de suelo fértil para el cultivo de alimentos y la instalación de
megaproyectos de infraestructura —como el aeropuerto Dorado ii y

507
Jenny Patricia Veloza Torres

proyectos de tendidos eléctricos como Nueva Esperanza —, reconfi-


guran el paisaje hídrico urbano-rural de la Sabana de Bogotá.
En el caso del proyecto Nueva Esperanza, operado por la Empresa
Pública de Medellín (epm) y Chivor ii de la Empresa de Energía de
Bogotá (eeb), vemos que este ha sido controvertido por los impactos
ambientales que generaría al realizar sus trazados cerca a importantes
ecosistemas estratégicos de gran valor hídrico, además de generar
un impacto social negativo al afectar las zonas de cultivo y vivienda
de la población rural, sin contar las posibles afectaciones en la salud
humana, animal y vegetal por las emisiones electromagnéticas que
se generan, algunas de las cuales son reconocidas por la epm (2016).
Según la epm (comunicación personal, septiembre de 2016) en
la socialización que se realizó para la Junta de acción comunal de
la vereda Los Árboles, en esta vereda se construyeron seis torres en
predios aledaños al humedal Moyano.

Facatativá

Madrid

Leyenda
Polígono Dorado II
Río Subachoque
Sistema de coordenadas planas
Moyano 3 (3,2 ha)
magna Colombia, Bogotá
Moyano 2 (0,2 ha)
1:65.000 Moyano 1 (16,8 ha)

Figura 6. Polígono final del Aeropuerto y su intersección con el humedal


Moyano. Fuente: elaboración propia con base en la Resolución 2176 de 2015-
anla e informe técnico 486 (car, 2015).

En cuanto a la construcción del Aeropuerto el Dorado ii entre


el municipio de Madrid y Facatativá, vemos que (figura 6, línea roja)

508
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

estaría dispuesto sobre el Moyano 1, tal como lo enuncia la Aso-


ciación Ambiente y Sociedad (2016) en su artículo “¿El Aeropuerto
El Dorado ii se construirá sobre un humedal?”. Este proyecto de
infraestructura de asociación público-privada-APP, que se construirá
entre los municipios de Madrid y Facatativá Cundinamarca, afectaría
directamente a las veredas Santa Cruz, Los Árboles, Laguna Larga, el
Corzo y Moyano de Madrid y las veredas Paso Ancho y Moyano de
Facatativá, veredas principalmente agrícolas y floricultoras. Dicho
proyecto tendría un área total aproximada de 1.350 ha, para el cual
se proyecta modificar el uso del suelo rural del área en los dos pot
municipales para su construcción.
Según el análisis de viabilidad ambiental de la Aerocivil, la ubi-
cación del proyecto afectaría diferentes cuerpos de agua, entre ellos
el río Subachoque y cuatro quebradas, entre las cuales se encuentra El
Chircal y Bermeo. Por esto se prevé la necesidad de realizar un cruce,
un desvío o una canalización del río, generando impactos en el medio
biótico, en el medio físico y en el medio socioeconómico.
Del mismo modo, se evidencia en este proceso cómo el polígono
del Aeropuerto el Dorado ii se entrecruza con un tramo de la línea de
transmisión Bacatá–Nueva Esperanza 500 kv, un tramo del poliducto,
y un tramo del propanoducto. Según la Aerocivil, estas son restric-
ciones del medio físico para las cuales se deberán buscar las medidas
adecuadas, como el traslado o la generación de pasos subterráneos
de esta línea de transmisión.
Para distintos actores, la construcción de este proyecto causaría
impactos irreversibles en el paisaje hídrico de la Sabana occidente,
lo cual significa un conflicto socioambiental de mayor escala, dada
la ampliación de actores, intereses y territorios involucrados, en
donde la preservación de ecosistemas estratégicos se vuelve un
aspecto clave y central. Según J. Talero (comunicación personal,
3 de abril de 2016):
Vinieron acá se supone que del aeropuerto y le dijeron al señor en-
cargado en esa finca, (humedal 1) que iban a rellenar todo esto de tierra
que, porque eso era parte de lo del aeropuerto, y a la señora (dueñas de
los predios) le habían dicho que no podían tocar eso porque estaban
metidas en un problema con la car por lo que había pasado.

509
Jenny Patricia Veloza Torres

Para Henri Ascelrad (2004, citado por Toledo, 2011, p. 158):


La conflictividad ambiental se origina cuando un grupo social
siente amenazado el uso, la apropiación o el significado que da al te-
rritorio, por los impactos indeseables en las prácticas de otro grupo.
De ello se deriva además que la mera presencia de una problemática am-
biental no implica per se la concurrencia de un conflicto. Sino que para
que este ocurra es necesaria la existencia de una d­ inámica de oposición
entre dos o más grupos, una disputa; por ello, los problemas ambientales
se originan tanto cuando los bienes de la naturaleza son consumidos a
un ritmo mayor que su capacidad de regeneración, como cuando los de-
sechos son mayores que la capacidad del ambiente para absorberlos.

En este sentido, Edgar Isch (2010) plantea que la contaminación del


agua puede ser vista como un proceso de acumulación del recurso en
pocas manos; por ejemplo, en casos en donde se hace una apropiación
para actividades productivas y que, tras su utilización, contaminan
el recurso, así como en los casos en donde el agua contaminada en
procesos no necesariamente industriales implica que otros actores o
comunidades puedan utilizarla. Para el caso del humedal, vemos cómo
esta contaminación ocurre por ejemplo cuando las empresas de flores
utilizan el agua para lavar sus buses o captan agua de los humedales
para su funcionamiento.
Estas formas de relacionamiento con el agua tienen que ver con las
visiones de naturaleza que tiene cada actor que se relaciona con ella.
Winner Langdon (citado por Jaramillo, 2008), plantea que la naturaleza
se ha construido en tanto reserva de bienes económicos, ecosistema
en peligro y fuente de bien intrínseco, mostrando que la primera es
abordada por la economía ambiental, la segunda por la ecología po-
lítica y la última por la ecología profunda, y cómo cada una de estas
concepciones marca unas maneras de actuar y relacionar los sistemas
naturales con los sistemas políticos y económicos. Jaramillo (2008)
expone que la naturaleza como recurso es la idea dominante en
nuestros tiempos, la cual plantea una relación funcional que se pro-
fundiza en el capitalismo.
Particularmente, al concebir la naturaleza como un ecosistema
en peligro por las dinámicas socioeconómicas, la ecología política

510
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

permite indagar las relaciones, los actores e intereses que confluyen


en torno al cuidado, utilización o explotación de un elemento natural,
preguntándose también por las acciones de protección ambiental que
realizan los actores y movimientos sociales frente a ecosistemas en
peligro, como el caso de los humedales en la Sabana de Bogotá.

Disputas por el agua: actores, intereses


y tensiones existentes
A partir de lo analizado anteriormente, vemos que existen di-
versos actores e intereses de acuerdo a las formas de relacionamiento
con este ecosistema y con este paisaje hídrico, a partir de sus con-
cepciones y de las acciones emprendidas para su uso, degradación,
mantenimiento o protección.
Bru (1997, p. 19, citado por Galfioni, A., et al., (2013, p. 473) define
a los agentes ambientales involucrados en el conflicto como
todos aquellos sujetos, públicos y privados, individuales y colec-
tivos, cuyas decisiones y acciones inciden, cualitativa y/o cuantitativa-
mente, sobre el medio ambiente y que, a su vez, son influenciados por
los cambios inducidos en él.

En tal sentido, esta autora reconoce cuatro tipos de agentes: el


sector privado, que agrupa a las formas y estructuras de producción;
el sector público, que actúa como productor directo, suministrador
de servicios y encargado de emitir las normativas y controlar su
cumplimiento; las instancias técnicas-científicas ofrecidas por or-
ganismos de investigación aplicada; y la ciudadanía, que incluye
actores individuales y grupales.
Se señala aquí la importancia de entender que los actores involu-
crados en estos conflictos se movilizan tanto por intereses materiales,
como simbólicos (de supervivencia, identidad, autonomía, calidad de
vida, empleo, religión, etc.), utilizando distintos lenguajes de valoración.
Ello se vincula directamente con la forma en que los grupos sociales
materializan su existencia y consecuentemente crean sus territorios
(funcionales y simbólicos) que a su vez deben ser distinguidos en re-
lación con los sujetos que los construyen, haciendo particular hincapié
en los actores que ejercen poder y controlan ese espacio.

511
Jenny Patricia Veloza Torres

En cuanto a los propietarios de los predios, expresaron en la visita


técnica de la Contraloría delegada para el Medio Ambiente al humedal
Moyano (27 de abril de 2016), que los terrenos del humedal en Facatativá
fueron siempre de cultivo familiar y que con dichas intervenciones
los estaban recuperando para el cultivo de una tierra que estaba im-
productiva e inundada y por la cual tienen que pagar altos impuestos.
Del mismo modo, comentaron que creían que el ­municipio u otros
actores están interesados en declararlo como humedal para quitárselo,
secarlo y venderlo a un altísimo costo al proyecto de construcción del
Aeropuerto El Dorado ii. Por otra parte, los dueños de las fincas La
Realidad y Las Acacias argumentaron que todas las acciones de relleno
que realizaron tienen autorización de la car y la Alcaldía Municipal
de Madrid, por lo cual no reconocen el lugar como un humedal ni las
afectaciones realizadas.
En cuanto a los habitantes, también existe un relacionamiento
distinto con el humedal, dependiendo de su cercanía y grado de cono-
cimiento sobre este. Estas veredas están conformadas mayoritariamente
por haciendas que contratan a familias para que las administren, y existen
pocos minifundios. Así, pese a esto, algunos propietarios y habitantes
cercanos al humedal valoran positivamente los ecosistemas de humedal
que se han venido formando con el tiempo en sus reservorios, realizado
distintas prácticas para mantener este paisaje hídrico, por ejemplo,
siembra de árboles alrededor de los reservorios, la toma de medidas
para no sobreexplotar el agua para sus cultivos ni sus animales y el
cuidado del hábitat de la fauna presente, entre otras.
En cuanto al accionar de los entes gubernamentales, vemos
que, dependiendo de la entidad, existe una diferenciación en cuanto
a su accionar frente a la protección de humedal, en algunos casos
contradictoria como en el caso de la car, que por un lado expide
un concepto técnico de viabilidad para la nivelación del terreno, y
por otro lado expide medidas preventivas y resoluciones para frenar
dichos daños (tabla 2). La Contraloría General de la Nación, el 30
de noviembre de 2016, a través de su oficina delegada para el sector
medio ambiente, expidió la respuesta de fondo 2016 ee01 52033, en
donde se nombran seis hallazgos con presunta incidencia penal y
disciplinaria para la car por los hechos sucedidos en el humedal.

512
Tabla 2. Análisis de actores.

Tipo de actor Nombre Significación del humedal Acciones, usos y apropiación territorial
Económico y de control Dueños y dueñas de los predios *Inundación Usos y aprovechamiento de los bienes
(actores con intereses donde se encuentra el humedal. *Espacio privado, reservorios ambientales ofrecidos por el humedal
de uso, dominio y privados con fines productivos (cultivo, ganadería,
aprovechamiento de los *Espacio a domesticar (rellenar, tenencia de especies menores, cultivo de
terrenos y los bienes secar) flores) sin cuidado del mantenimiento del
ambientales ofrecidos *Terrenos productivos y ecosistema (relleno con escombros y lodos,
por el humedal con cultivables secamiento del humedal, corte y quema de
fines productivos, *Naturaleza como recurso. la vegetación nativa) Afectaciones directas a
comerciales, o corto, mediano y largo plazo.
extractivistas).

Empresas de flores.
Ejecutores del proyecto Nueva
Esperanza: epm.
Ejecutores del proyecto
Aeropuerto el Dorado ii. Unión
Temporal Dorado ii (conformada
por la firma colombiana c&m
Consultores s. a.; la británica Mott
Macdonald y la española Aertec

513
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

Solutions s.l.
514
Tipo de actor Nombre Significación del humedal Acciones, usos y apropiación territorial
De protección y/o Red ambiental Zihita Sie, Eje de *Humedal, Elaboración de estudios, seguimiento,
cultural (actores que medios de vida del Encuentro *Bien común difusión, interacción con las entidades
propenden por la social y popular Sabana, Veeduría *Zona de vida a proteger y gubernamentales y denuncias sobre el
salvaguarda del humedal del río Bogotá, investigadores conservar caso del relleno y secamiento del humedal.
y su integridad ecológica y profesores de la Universidad *Ecosistema en peligro Generación de procesos de identidad
como un bien común. Nacional, Asociación Ambiente y apropiación territorial. Uso con fines
Jenny Patricia Veloza Torres

Uso del humedal con y sociedad, Clínica de Medio paisajísticos, la recreación y el ocio.
fines paisajísticos, la Ambiente y Salud Pública (masp) Movilización social a favor de su cuidado.
recreación, generación de la Universidad de los Andes.
de procesos de identidad Habitantes de las veredas y * Divergencias en su Uso y aprovechamiento con fines
y apropiación territorial) habitantes en general reconocimiento, unos habitantes paisajísticos, la recreación y el ocio.
de la vereda lo reconocen como Generación de procesos de identidad y
humedal, otros como inundación apropiación territorial. Uso de los terrenos
—un espacio que cuando se cercanos al complejo de humedales para
desborda por la carretera los cultivos a pequeña escala y ganado.
deja incomunicados con los
centros urbanos—. *Lugar donde
habitan gran cantidad de especies.
*Desconocimiento del humedal
por parte de pobladores de otras
veredas y de los centros urbanos
de Madrid y Facatativá.
Tipo de actor Nombre Significación del humedal Acciones, usos y apropiación territorial
Institucional (Actores Alcaldía de Madrid (2012-2015) *Predios privados inundados. Autorización de relleno con escombros en
encargados de la predios de Madrid. Humedal no reconocido
declaración y protección en el pot.
del humedal) Alcaldía de Madrid (2016-2019) * Espacio no declarado ni Humedal no reconocido en el pot.
caracterizado como humedal, Acompañamiento a visitas técnicas
*Predios privados. realizadas por la car y la Contraloría
General.
Alcaldía de Facatativá (2016-2019) Conocimiento de los hechos ocurridos,
silencio administrativo frente al humedal.
Humedal no reconocido en el pot.
Corporación Autónoma Regional- * Inundación, espacio a nivelar Se da viabilidad para la nivelación de los
car (2011). predios del humedal en Madrid con 5000
*Humedal delimitado viajes de tierra. Elaboración de informes
preliminarmente pero no técnicos sobre las afectaciones realizadas
declarado. en el humedal, realiza una delimitación
preliminar del mismo y expide resoluciones
para su protección. Dilatación del proceso
de declaración.
Contraloría delegada para el *Humedal desprotegido Elabora una respuesta de fondo ante las
Medio Ambiente denuncias interpuestas y en su investigación
nombra seis hallazgos con presunta
incidencia penal y disciplinaria para la car
por los hechos ocurridos en el humedal.

515
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

Fuente: elaboración propia.


Jenny Patricia Veloza Torres

Así, a partir de este análisis de actores vemos que el conflicto


socioambiental generado incluye también una disputa por el reconoci-
miento del humedal en términos formales y su protección en términos
fácticos, ya que en este caso, al igual que en muchos otros en materia
ambiental, las afectaciones realizadas ocurren a mayor velocidad con
que las autoridades ambientales y los entes territoriales se dan cuenta
de ellas, las prioricen y se realicen los estudios técnicos que caractericen
el ecosistema, los daños causados y se lleve a cabo su declaratoria —lo
cual tampoco implica su protección real, pero sí brinda un marco en
el que los entes territoriales y las autoridades ambientales tienen una
mayor responsabilidad en su cuidado y gestión—. Del mismo modo,
se evidencia una tensión entre lo que se concibe como los usos de lo
público y lo privado, en este caso del agua y el suelo, aplicándose lo que
Puente (2012, p. 281) plantea: “Existe una compleja tensión entre el eje
de lo privado y lo público en que se produce toda forma de contacto
con el paisaje […]”.
En este sentido, vemos cómo a la fecha no se ha llevado a cabo un
proceso de declaración y elaboración de un Plan de Manejo Ambiental
y de recuperación del humedal, a pesar de todos los antecedentes
existentes, incluso los hallazgos emitidos por la Contraloría sobre la
no designación y declaratoria de este ecosistema, ante lo cual surgen
preguntas por la posible influencia que tiene un proyecto de interés
nacional (El Dorado ii) sobre este caso y las implicaciones de declarar
un humedal en sus inmediaciones, y la pregunta sobre la real autonomía
y alcances de las car en el ejercicio de sus competencias.
Así, vemos cómo a pesar de que desde distintas instancias se
exija su reconocimiento formal y real como humedal, en la práctica
se sigue tratando como una inundación existente en predios privados.
Evidentemente, estas categorías definen en gran medida las formas
en que los distintos actores se relacionan con el humedal y los usos
que hacen del agua. Pensar en el humedal como una inundación que
imposibilita la capacidad productiva de terrenos privados y que deja
incomunicadas a estas veredas en épocas de invierno, aumentando los
costos y tiempos de desplazamiento, ha justificado sus afectaciones,
además de los permisos otorgados por la car y la Alcaldía de Madrid
para dichas intervenciones.

516
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

En este sentido, vemos que el relacionamiento con el paisaje


hídrico, el reconocimiento de sus atributos, el disfrute que haya en
su cuidado y conservación, va más allá del valor económico que
puedan tener los predios donde se encuentran —bien sea por la va-
lorización del suelo por los nuevos proyectos o por su alto potencial
cultivable—, e incluso, va más allá del hecho de ser propietarios, con
lo cual se quiere señalar que las categorías y los intereses asociados a
ellas son móviles, ya que ser propietario no es solamente tener interés
económico por los predios.
Del mismo modo, se hacen evidentes distintas formas de ejercer
el poder de decisión sobre los destinos de dicho ecosistema, dado que
“La actividad espacial de los actores es diferencial y por lo tanto su
capacidad real y potencial de crear, recrear y apropiar territorio es
desigual” (Montañez y Delgado, 1998, p. 123), pues son diferentes los
alcances, las formas de incidir y las herramientas para hacerlo que
tienen los habitantes de las veredas, las organizaciones ambientales y
las universidades, los propietarios de estos predios y las autoridades
ambientales estatales.
Desde el enfoque de la iap adoptado, se buscó que habitantes
de este territorio, a través de distintas actividades impulsadas por
las organizaciones ambientales, reconocieran y se apropiaran más
de estos ecosistemas, para así, tener un mayor conocimiento y poder de
proponer u oponerse a las intervenciones que se realicen, lo cual,
continua siendo un reto, ya que ha quedado demostrado a través de
distintos casos donde se presenta un conflicto socioambiental, que el
reconocimiento y apropiación territorial que tenga la comunidad es
fundamental para la protección de los ecosistemas o bienes de interés.
Por ello, las acciones colectivas, de reconocimiento social y ambiental
de este humedal, la difusión de sus problemáticas, la educación am-
biental realizada en torno a este, son acciones que van haciendo un
tejido social necesario para su protección y para la exigencia de su
recuperación.
Según Galfioni et al. (2013, p. 472) los conflictos se reconocen
en tres estadios o etapas: de latencia, definido por la existencia de
un problema o tema contencioso, que plantea la atención de algún
sector del Estado; activo, que se inicia con la formulación de una

517
Jenny Patricia Veloza Torres

demanda por algún actor social a través acciones de protesta para


solicitar una respuesta por parte de alguna autoridad estatal; y por
último, el estadio de resolución del conflicto. Así, podríamos ver que
el presente conflicto no ha llegado aún a una etapa de resolución,
dado que la afectación al ecosistema causó daños irreversibles y aún
no se tiene una delimitación final ni una declaración del mismo que
—a nivel jurídico, por ejemplo—, concrete una herramienta para su
protección ante los impactos de proyectos de infraestructura como
el Aeropuerto Dorado ii.

Conclusiones y recomendaciones
Existe un conflicto socioambiental activo marcado por las ten-
siones y confrontaciones por el uso, apropiación y significados que le
dan distintos actores al humedal Moyano. Este conflicto se enmarca
en un contexto más amplio, donde existe una estrategia sistemática
de ocupación, fraccionamiento y transformación del paisaje hídrico
urbano-rural y la vocación del suelo de humedales en la Sabana de
Bogotá, la cual busca cubrir la creciente demanda de suelos aptos
para los asentamientos humanos, la industria, empresas de flores,
cultivos productivos y megaproyectos de infraestructura, generando
un proceso de contaminación y acaparamiento hídrico, así como una
reapropiación desigual de la naturaleza.
La apropiación territorial ejercida por los diferentes actores
de protección o culturales se ha reflejado en el emprendimiento de
diferentes acciones, entre ellas la vía jurídica y de interacción con las
entidades gubernamentales, en donde la declaratoria del humedal ha
sido uno de los principales requerimientos por parte de los actores de
protección. Sin embargo, la dilatación de este proceso de declaratoria
ha permitido vislumbrar los intereses que diferentes actores han tejido
alrededor de este paisaje hídrico, así como la desarticulación entre
las entidades cuya función es garantizar la protección del humedal,
ya que muchas veces sus acciones u omisiones se acercan más a los
intereses de los actores económicos y de control. Del mismo modo, el
hecho de concebirlos como inundaciones y que estos se encuentren en
terrenos privados ha hecho que la situación de muchos humedales
en la Sabana de Bogotá sea cada vez más crítica.

518
Conflictos socioambientales alrededor del agua: el caso del humedal Moyano...

Se plantea aquí que uno de los aspectos más influyentes para la


transformación de este paisaje —y sus dinámicas—, de rurales a ur-
banas es la próxima construcción del Aeropuerto El Dorado ii, el cual
tendrá un alto impacto tanto en los ecosistemas como en la vida diaria
de los habitantes de toda la Sabana de occidente. Específicamente, se
plantea que una de las principales causas de la degradación del humedal
Moyano es probablemente la proyección de dicho proyecto.
En este sentido, el humedal Moyano se convierte en un caso
representativo de los humedales tanto en predios públicos como
privados que aún hacen falta por declarar, inventariar, caracterizar y
proteger en la Sabana de Bogotá. Esto plantea el reto de transformar
con urgencia las formas de relacionamiento, uso, acceso y apropiación
del agua que se han hecho desde la Colonia en este territorio, pues aún
persiste una visión domesticadora del territorio y la naturaleza. Otro
de los retos es avanzar en la comprensión de las dinámicas naturales
de este territorio, ya que aún no se reconocen las inundaciones como
un proceso hidrológico natural, sin el cual muchas de las civilizaciones
no hubiesen sido posibles.
Se demuestra que también existe un alto desconocimiento del
funcionamiento e importancia de los ecosistemas de humedal en
este territorio y, sobre todo, de los planes y proyectos que se pueden
hacer alrededor de estos ecosistemas, pues las opciones van desde la
creación de aulas ambientales, centros de investigación, observación
de aves y fauna en general, hasta la gestión de proyectos de conser-
vación con entidades municipales, departamentales, nacionales e
internacionales, entre otros, los cuales no compiten con los sistemas
productivos colindantes.
Así, en un sentido amplio se hace necesario repensar si el futuro
de la Sabana de Bogotá está en función de las dinámicas urbanas y de
crecimiento económico de la ciudad. De acuerdo con la planeación
que se ha hecho históricamente de este territorio, y que hoy se mate-
rializa en diversos proyectos, vemos que se configura un escenario
con muchos retos en materia socioambiental, en vista de la acelerada
pérdida de su paisaje hídrico urbano rural.
De este modo, un escenario deseable para la Sabana tendría que
priorizar y garantizar la protección de sus ecosistemas estratégicos y

519
Jenny Patricia Veloza Torres

garantizar su conectividad. Se destaca la inminente necesidad de proteger


los nacederos de agua, dar prioridad a la conservación del suelo rural y
agrícola en la planeación territorial y hacer un mayor control a los sitios
de disposición de escombros y de explotación de aguas subterráneas de
la Sabana, recalcando en la necesidad de restringir de una manera
más contundente los permisos de perforación de pozos y la captación
de agua en las cuencas que ya presentan déficit, así como un control
regular a las concesiones ya dadas. Igualmente, es importante pensar
en las distintas formas de manejo comunitario del agua, en donde se
puedan promover otras lógicas de uso y distribución.
En este contexto, el agua entra en una nueva valoración y los
distintos actores sociales (organizaciones ambientales, ong, pobla-
dores locales, activistas, investigadores independientes, universidades
públicas y privadas, medios de comunicación) se movilizan a favor
de la salvaguardia del territorio, de los significados y usos que le han
dado a estos, por los bienes comunes y en contra de los impactos in-
deseables que traen al ambiente las prácticas de otros grupos y actores
sociales. Finalmente, se propone que el agua debe ser vista como un
bien común, un derecho humano y un líquido vital que garantiza la
supervivencia de todo cuanto existe en la tierra; sin embargo, mientras
se mantengan los distintos procesos de acaparamiento, privatización
y contaminación que en la actualidad se ejercen sobre la hidrografía
de la Sabana de Bogotá, seguirán existiendo tensiones y conflictos
socioambientales entre distintos actores que promueven visiones y
formas contrarias de relacionarse con el agua.

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523
Conclusiones
De aguas “naturales” a aguas politizadas

Astrid Ulloa
Universidad Nacional de Colombia

Hugo Romero-Toledo
Universidad Austral de Chile

Centro de Estudios del Conflicto y Cohesión Social (coes)

Los debates contemporáneos sobre el agua han permitido


situarla como un eje articulador de la vida y como un símbolo de
la resistencia de movimientos socioterritoriales en América latina.
En particular para Colombia y Chile el agua se ha tornado central en la
defensa de los territorios y en contra de los procesos de acaparamiento
y despojo de los mismos. El recorrido por los conflictos y resistencias
en contextos urbanos, frente a las hidroeléctricas y en procesos de
extractivismo, desarrollados en este libro, permiten contextualizar
las dimensiones históricas de los procesos hidro-sociales, al igual
que establecer tendencias para la continuidad de las investigaciones
en torno al agua.

La consolidación de un análisis hidro-social


Los artículos presentados en esta obra buscan desestabilizar
la concepción de agua como cosa o recurso, para conceptualizarla a la
manera de un proceso socio-natural de reproducción del poder en
diferentes escalas dentro del paradigma de la modernidad capita-
lista. En este sentido, viene a sumarse al trabajo que hacen las redes
waterlat, Justicia Hídrica y Ríos Vivos Colombia por problematizar las
formas en las cuales los gobiernos de Colombia y Chile y las empresas

527
Astrid Ulloa & Hugo Romero-Toledo

transforman socioambientalmente los territorios rurales y urbanos


en el marco del neoliberalismo, y cómo dichas transformaciones son
aceptadas o resistidas por comunidades locales.
Los trabajos aquí presentados han expuesto una serie de procesos
metabólicos íntimamente ligados, que en su conjunto hacen impor-
tantes aportes teóricos:
• El agua es una entidad socio-natural. A partir de esta noción se
entiende su naturaleza social y las relaciones -sociales- que
desde ella fluyen. Esta apertura teórica no solo permite analizar
los mecanismos mediante los cuales el poder informa y actúa en
las relaciones entre el agua y la sociedad, sino que permite releer a
aquella en claves distintas a la de mercancía. Diferentes capítulos
han esbozado al agua como un ente no humano, analizando las
múltiples formas de relacionamiento entre las comunidades lo-
cales -indígenas y campesinas- y esta. Precisamente, este libro
ha sostenido que la raíz de la conflictividad se encontraría en la
superposición, cruzada por relaciones de poder, de cosmologías
y conceptualizaciones respecto al agua y los territorios, que
transforman no solo los ciclos naturales, sino todas las conexiones
entre lo natural y lo social.
• La modernidad capitalista ha generado una fractura metabólica,
que separa crecientemente a los seres humanos de los ambientes
naturales donde estos viven. En su reemplazo se instalan las
relaciones de producción capitalista, alienando al ser humano
respecto de la naturaleza y de su propia naturaleza social.
En el caso del agua, las personas, grupos y comunidades pierden
el acceso y control de las fuentes, cuerpos y corrientes, lo cual va
generando, en su conjunto, una tremenda pérdida de soberanía
sobre el medioambiente y las prácticas ecológico-culturales.
La falta de agua para las personas, y la producción de medioam-
bientes degradados, se cristalizan en injusticias socioambientales,
las cuales son especialmente graves para comunidades rurales,
indígenas y mujeres.
• El agua ha sido transformada en un bien o una mercancía.
En el marco de relaciones de intercambio desigual generadas en la
modernidad capitalista, los diferentes artículos muestran cómo se

528
De aguas “naturales” a aguas politizadas

lleva a cabo una compleja producción de territorios hidro-sociales


para extraer recursos y así mantener la demanda de crecimiento
económico y la promesa de bienestar social. El agua ha sido ele-
mento esencial para la producción de energía y para la extracción
de minerales e hidrocarburos, lo que aumenta la presión sobre
ecosistemas ya intervenidos y crea nuevas fronteras extractivas
mediante el desarrollo tecnológico. El crecimiento de las ciudades se
sustenta en su abastecimiento; para ello, ha sido necesario generar
un ciclo hidrosocial, que bajo la lógica de la economía política
capitalista reemplaza al ciclo hidrológico. De esta manera, el agua
es capturada, embalsada, procesada, transportada, consumida y
desperdiciada, rompiendo con las ecologías culturales, economías
morales, y otras prácticas y discursos de grupos subalternos.
Como producto de lo anterior, se genera una desestructuración de
las relaciones hidro-sociales en territorios ancestrales indígenas
y en territorios campesinos, al mismo tiempo que narrativas,
leyes e infraestructura modifican la relación de la sociedad con
el agua, toda vez que trastocan su aprovisionamiento, control,
acceso, uso o significados. La radicalización de la producción de
territorios hidro-sociales ha terminado por consolidar áreas
de sacrificio en América Latina.
• La extracción de recursos, como estrategia de crecimiento eco-
nómico, se ha radicalizado con la implementación del neolibe-
ralismo. Nuevas leyes e instituciones han buscado la separación
efectiva entre tierra, agua y comunidades. La alianza entre los
gobiernos y empresas extractivas ha generado enormes des-
equilibrios territoriales, dado que anula la capacidad política
de decisión de los gobiernos locales, al mismo tiempo que des-
plaza actividades como la agricultura y la ganadería de pequeña
escala, que son intensivas en mano de obra y que permiten la
subsistencia de las comunidades.
• Las empresas, actores claves en la producción de territorios hidro-
sociales, aparecen desplegando una serie de procesos que instauran
dinámicas de negociación/resistencia. La inversión social de las
empresas en las comunidades, en el marco de su responsabi-
lidad social, es la búsqueda de legitimidad social en el territorio,

529
Astrid Ulloa & Hugo Romero-Toledo

la cual es contestada de manera estratégica por las comunidades,


generándose una red de conflictividades abiertas y latentes, en
torno no solamente a los impactos ambientales que genera la
captura de agua para procesos extractivos, sino también a los
impactos políticos y a la verdadera capacidad de generar empleo
y encadenamientos productivos, que se traduzcan en desarrollo
para los territorios intervenidos. Se generan ejes centrales de
disputas en los territorios, donde se desestabilizan prácticas y
discursos hegemónicos sobre el medioambiente, el desarrollo
y las identidades.
• Pese a las enormes transformaciones generadas por el paradigma de
Estado hidráulico del siglo xx, y el neoliberalismo hídrico, existe la
persistencia y emergencia de “alter” territorios hidro-sociales y una
disputa política por el ciclo hidrosocial. Esto demuestra que, frente
al despojo cultural y material de los pueblos indígenas y grupos
campesinos, derivado de la pérdida de control, acceso y capacidad
de representación del agua, existen iniciativas parar recuperar
valoraciones espirituales, culturales y ambientales de las aguas.
El agua se conceptualiza como bien común y fuente de vida,
nociones que cuestionan la reutilización y politización de ríos,
ciénagas y humedales, poniendo en práctica conocimientos an-
cestrales y fortaleciendo estrategias políticas. Precisamente en
los sectores donde el extractivismo controla recursos hídricos, la
capacidad creativa de las comunidades realiza contra-territoria-
lizaciones que, desarrolladas por movimientos sociales, pueden
llegar a cuestionar usos y significados y reconectar lo humano
con lo no humano.
• El establecimiento del ciclo hidrosocial genera una relación
claramente desigual entre lo urbano —donde se concentran los
beneficios—, y lo rural —donde se concentran los impactos—.
Sin embargo, el agua que es capturada y transportada para sol-
ventar el crecimiento urbano, y que es esencial para la repro-
ducción de las estructuras de poder, entra ahora en un régimen de
desigualdad hídrica urbana, que es patente en la producción
de espacios urbanos desiguales. En ciertos sectores, la captura de
humedales, o el desvío de agua para producir áreas verdes, aportan

530
De aguas “naturales” a aguas politizadas

beneficios ambientales a los sectores sociales de altos ingresos.


De este modo, emergen espacios socio-naturales urbanos que
intentan imitar los territorios rurales en las ciudades, generando
una cadena de desigualdades.
• Pese a que el agua, en cuanto proceso socio-natural, es esencial
para el mantenimiento del poder, es altamente vulnerable a la
sequía estacional, a los efectos de los fenómenos del Niño y de la
Niña, y a los efectos del cambio climático. Por esta razón, asegurar
el abastecimiento del recurso, ya sea mediante privatización y
creación de derechos y mercados de agua, como a través de la
ampliación de la frontera en cuanto recurso (por ejemplo, a través
de la desalinización del agua de mar en el desierto más árido
del mundo), es absolutamente crítico. La distribución del poder
de acaparamiento de agua, la forma en la cual se producen los
territorios hidro-sociales, la alteración a los ciclos hidro-sociales
de grupos subalternos, y la incertidumbre generada por el cambio
climático, están presentando enormes desafíos para la gobernanza
hídrica, y la posibilidad de las comunidades locales de politizar
fuentes de agua, cuerpos de agua, ecosistemas y territorios.

Tendencias y perspectivas de análisis


Las discusiones, reflexiones y defensas en torno al agua no se
agotan, siguen fluyendo, y por eso queremos destacar los siguientes
temas como nuevos ejes para continuar analizando las interrelaciones
con el agua.

Las relaciones de género


En diversos contextos las relaciones con el agua responden a valo-
raciones culturales, dentro de las cuales esta es un eje vital con diversas
connotaciones simbólicas. Sin embargo, las nociones que la identifican
como mercancía han generado dinámicas de acaparamiento y de control
del acceso, uso y toma de decisiones, y de exclusión en los procesos
políticos (hidropolíticos) y de control (hidropoder) que afectan los
procesos sociales y las relaciones de hombres y mujeres con el agua
(Olca 2012, Ulloa 2017). Por lo tanto, entender las dinámicas sociales en

531
Astrid Ulloa & Hugo Romero-Toledo

relación con esta, requiere una mirada crítica sobre cómo se configuran
socialmente las representaciones y relaciones de género en contextos
situados. Como plantea Ulloa (2017):
El agua como espacio de vida y bien colectivo ha permitido di-
námicas de uso que se escapan a los procesos de valorización eco-
nómica. Sin embargo, su acaparamiento ha generado controles y
ordenamientos globales-locales que transforman las dinámicas lo-
cales y generan nuevas relaciones y valoraciones del agua, de manera
diferenciada para hombres y mujeres. Los procesos extractivos mi-
neros, las plantaciones de monocultivos para agronegocios o la
creación de hidroeléctricas afectan de manera más intensa las prác-
ticas cotidianas de las mujeres y los procesos económicos, alimen-
tarios y simbólicos asociados con el agua. (2017, p. 100).

Estas dinámicas han generado procesos de apropiación y despo-


sesión del agua, que se manifiestan también en procesos cotidianos. Por
lo tanto, se han incrementado las desigualdades de género en el acceso,
uso, control, toma de decisiones y derechos entre hombres y mujeres.
Como plantean Boelens, Damonte, Seemann, Duarte y Yacoub
(2015):
La gran brecha de género sobre los poderes de decisión y acceso
al recurso hídrico apunta hacia una mayor atención empírica y
nuevos conceptos teóricos que expliquen las desigualdades más allá
del problema de distribución, para involucrar interrogantes sobre la
participación, el reconocimiento y la normalización. (2015, p. 23)

Paralelamente, es necesario entender los contextos culturales


y la manera como se configuran las relaciones en torno al agua.
Como plantean Miranda-Manrique y Fletscher-Fernández (2017) en
el análisis que realizaron sobre las mujeres y el agua en la comunidad
de San Isidro de Chicón en Cusco “se han instaurado restricciones
[culturales] a las mujeres para visitar algunos lugares del territorio
que están relacionados con el origen del agua. Por lo tanto, involucran
los escenarios en donde se generan o se negocian los conflictos por
el agua” (2017, p. 2).

532
De aguas “naturales” a aguas politizadas

Por lo tanto, en algunos contextos hay desigualdades de género


en relación con el agua, las cuales se exacerban con la implementación
de nuevas relaciones y nociones de esta como mercancía. No obstante,
en estos contextos, han surgido movimientos de mujeres los cuales
buscan el reconocimiento del agua como espacio de vida (Ávila 2016,
Yacoub 2015).
Estas situaciones requieren de miradas no solo con perspectiva
de género sino feministas que den cuenta tanto de las desigualdades de
las mujeres en procesos relacionados con el agua, cómo de los meca-
nismos sociales que no les permiten su acceso, uso, control y toma
de decisiones sobre esta.

Las perspectivas culturales del agua: conocimientos situados


Las perspectivas indígenas también requieren una mirada di-
ferente para entender cómo el agua, en cuanto ser no humano, es
concebido como fuente de vida que tiene una agencia que la posiciona
como un actor político. En un encuentro latinoamericano sobre agua
y mujeres indígenas realizado en 2011, se resaltaron elementos co-
munes entre los pueblos indígenas en relación con el agua. Si bien es
muy difícil generalizar, se pueden destacar los siguientes elementos a
considerar: los lugares que ocupa el agua y los seres que la conforman
se tornan en sitios sagrados, en los cuales se entra en negociación y
reciprocidad con ellos. La dimensión espiritual se vuelve importante
en la comprensión de las relaciones con lo no humano y su incidencia
en la vida de los pueblos indígenas, a través de prácticas cotidianas
de relacionamiento con el agua. Dichas prácticas, están atravesadas
por los sentimientos, emociones y pensamientos de cada pueblo. De
esta manera, el agua se relaciona con el cuerpo, el territorio, la vida
y la espiritualidad en los diversos mundos en los que fluye. Como
plantea Carmen Juajibioy, camëntšá: “Las aguas de nuestras fuentes
son como la sangre que corre por nuestras venas”. Pero también el agua
se vuelve lugar de origen —como para el pueblo misak en Colombia,
que se denomina “hijos del agua” — lo cual también implica ejercer
una autoridad relacionada con la misma, al igual que unos conoci-
mientos para su autonomía (unal, Fundación Natura y uicn, 2011).

533
Astrid Ulloa & Hugo Romero-Toledo

En estos contextos, abordar otras formas de conocimiento en


torno al agua implica reconocerla como un no humano con capacidad
de acción, que está en permanente relación con los humanos.
Los pueblos indígenas mantienen relaciones con lo no humano,
las cuales articulan territorios y prácticas culturales que responden a
nociones de naturaleza específicas y localizadas. Las relaciones que
se establecen pueden ser de reciprocidad entre lo humano y lo no-
humano (este último entendido como una categoría que puede in-
cluir diversos seres como afines), mediadas por el uso, acceso, control,
derechos (de todos los seres) y toma de decisiones colectivas o indivi-
duales que articulan diversas dimensiones culturales y territoriales.
Estos procesos se evidencian en representaciones, clasificaciones y
prácticas diferenciadas de acuerdo al género en lugares específicos.
(Ulloa, 2016, p. 129)

Por ejemplo, para los embera el agua es articuladora del territorio.


Inicialmente el acceso de los humanos al agua estuvo mediado por los
animales, en particular por la hormiga conga. Los embera establecen
relaciones con diversos mundos a través del agua, y en cada lugar
vuelven a requerir conocimientos específicos. Así, se sabe cuándo se
va a desbordar o cuándo va a haber escasez a través de indicadores
culturales. Las ondas que se forman en el agua, así como su sonido,
transmiten mensajes.
Estos conocimientos están articulados a territorios específicos;
por lo tanto procesos como el etnocidio, o la implementación de
procesos económicos —no solo extractivos—, y de políticas públicas,
que afecten diferentes lugares de los territorios y en este caso al agua,
generan transformaciones y reconfiguraciones territoriales, culturales
e identitarias que deben ser analizadas en contextos específicos y de
manera históricamente situada. Estas perspectivas indígenas requieren
de una mirada ontológica y metodológica diferente para comprender
las interacciones, conexiones y conflictos entre diversos seres vivos,
y de estos con otros actores que están en permanente superposición
territorial. Bajo otras ontologías, las relaciones de los humanos como
entes separados de los no humanos no son adecuadas.

534
De aguas “naturales” a aguas politizadas

El agua y sus derechos


Los derechos de la naturaleza se han reconocido en las Constitu-
ciones políticas de Ecuador (2008) y Bolivia (2011) al mismo nivel de
los derechos humanos. Recientemente, los ríos Whanganui en Nueva
Zelanda (2017); Yamuna y Ganghes en la India (2017, posteriormente
revocada); y los ríos Atrato y Amazonas (2018) en Colombia, son
reconocidos como sujetos de derechos.
Estos procesos han generado una agudización de los debates actuales
en torno a los derechos de los no humanos, para plantear si este reco-
nocimiento ha implicado repensar las nociones jurídicas que sustentan
los derechos humanos, o si se trata únicamente de derechos extensibles
a lo no humano. Asimismo, han permitido repensar las limitaciones de
incluir a lo no humano bajo una visión antropocéntrica.
Estos debates nos llevan a replantear las nociones mismas de
naturaleza. Las nociones de lo humano y lo no humano varían de
acuerdo con cada cultura, desde perspectivas individuales o colec-
tivas hasta nociones híbridas, lo cual plantea la necesidad de abordar
otras ontologías y otros derechos. El agua como no humano requiere
ser pensada desde una ontología relacional entendida como aquella
en la que “humanos y no humanos (lo orgánico, lo no-orgánico, y lo
sobrenatural o espiritual) forman parte integral de estos mundos en
sus múltiples interrelaciones” (Escobar, 2015, p. 98).
En este contexto, la coexistencia de seres vivos en tiempos y espacios
determinados, invita a repensar el ámbito de lo jurídico ya no bajo la
noción del individuo moderno como sujeto por excelencia del derecho,
sino de reconocer la existencia de relaciones entre diversos seres, tanto
humanos como no humanos, que interactúan y se afectan entre sí.

De justicia hídrica a justicia ambiental relacional


Si bien las demandas por el acceso al agua y las defensas de
la misma frente a la privatización se han articulado en torno a la
justicia hídrica, los procesos presentados en los diversos ejes en
torno a las implicaciones que tiene el agua en los distintos contextos
sociales y culturales, requieren repensar el concepto y los alcances
de la justicia hídrica.

535
Astrid Ulloa & Hugo Romero-Toledo

Retomando las perspectivas culturales en torno al agua y su


relación con el sentido mismo de la vida, la justicia hídrica se debe
entender “como un proceso ético político, territorial y de reconoci-
miento de las interacciones reciprocas entre humanos y no humanos
[…] lo que conlleva a lo que llamo una justicia ambiental relacional”
(Ulloa, 2017, p. 178).
De acuerdo con esta perspectiva, el agua, el territorio y todos los
seres vivos son parte de interacciones permanentes entre humanos
y no humanos, con derecho a existir y ser actores políticos. Una
perspectiva relacional nos permite replantear las interacciones con
el territorio y abrir la puerta a nuevos proyectos políticos, en donde
primen el cuidado y la defensa de la vida.

Bienes comunes
Hay múltiples debates sobre si el agua debe entenderse como
bien común, bien colectivo, bien comunitario o bien público. Dichas
discusiones se centran en el agua asimilada a una red que permite la
vida, y que es compartida en igualdad de condiciones tanto de manera
simultanea como sucesiva para generaciones futuras. Sin embargo, el
sentido de los comunes varía de acuerdo con diferencias culturales,
al igual que con clase, etnia y género, dado que no todas las personas
están en igualdad de condiciones. Por lo tanto, es necesario continuar
con los debates que repiensen los bienes comunes desde una pers-
pectiva intercultural y diferencial que incluya lo no humano. Como
plantea Singh (2018):
[…] debemos pensar en los comunes en términos relacionales y
reconocer que los bienes comunes no son simplemente re­cursos na-
turales o sociales compartidos, sino más bien un lugar para reunir las
energías creativas de los seres humanos y de lo más-que-humano que
puede fomentar las relaciones socionaturales afectivas y las subjetivi-
dades de estar en común con los demás. (Singh, 2018: 9)

Los diversos procesos, conflictos, acercamientos y perspectivas


en torno al agua tratados en este libro, permiten apreciar que las
demandas de derechos y acciones de resistencia frente a la mercan-
tilización y la imposición de intereses de algunos actores, asumen

536
De aguas “naturales” a aguas politizadas

diferentes manifestaciones. El recorrido por los distintos temas es


una invitación a profundizar sobre los mismos y a explorar otros,
así como a complejizar las discusiones sobre el acceso, control, uso,
toma de decisiones y derechos en torno a los territorios y el agua,
para posicionarla como el centro de la vida.

Referencias
Ávila, A. 2016. Paisajes hídricos en disputa: género y movilización social en
Cabrera, Cundinamarca (tesis inédita especialización en Geografía).
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Escobar, A. (2015). Territorios de diferencia: la ontología política de los
“derechos al territorio”. Desenvolvimento e Meio Ambiente, 35, 89-
100, diciembre.
Boelens, R., Damonte G., Seemann, M., Duarte, B. y Yacoub, C.
(2015). Despojo del agua en Latinoamérica: introducción a la
ecología
política del agua en los agronegocios, la minería y las
hidroeléctricas. En C. Yacoub, B. Duarte y R. Boelens (eds.), Agua
y ecología política. El extractivismo en la agroexportación, la
minería y las hidroeléctricas en Latinoamérica (pp. 11-29). Quito:
Abya-Yala, Justicia Hídrica, (Serie Agua y Sociedad, Sección
Justicia Hídrica, 22).
olca. (Noviembre de 2012). Agua y extractivismo: una mirada desde las
comunidades. Memorias del encuentro Aguante la vida, Santiago de
Chile.
Miranda Manrique V, C. del R. Fletscher-Fernández. (En prensa). La
Pachamama se enoja. Contribuciones respecto a la relación mujeres y
agua en la comunidad de San Isidro de Chicón.
Singh, N. (2018). Convertirse en un comunero: los comunes como lugares
de encuentro y co-existencia socionatural y afectiva. Ecología
Política, 55, 8-12.
Universidad Nacional de Colombia, Fundación Natura y uicn.
2011. Mujeres indígenas y Agua. Memorias Quito Seminario
Internacional. Bogotá. (sin publicar).
Ulloa, A. (2017). Perspectives of Environmental Justice from Indigenous
Peoples of Latin America: a relational indigenous environmental
justice. Environmental Justice, 10(6), 175-18.

537
Astrid Ulloa & Hugo Romero-Toledo

Ulloa, A. 2017. Extractivismos y desigualdades de género. Voces en el Fénix,


60, 97-105.
Ulloa, A. (2016). Cuidado y defensa de los territorios-naturalezas: mujeres
indígenas y soberanía alimentaria en Colombia. En M. Rauchecker,
J. Chan (eds.), Sustentabilidad desde abajo: luchas desde el género y
la etnicidad (pp. 123-142). Berlin: Lateinamerika-Institut der Freien
Universität Berlin-clacso.
Yacoub, C. (2015). Los guardianes del agua frente a las lógicas mineras en el
Perú: El caso Conga. En C. Yacoub, C. Duarte y R. Boelens (eds.), Agua
y ecología política. El extractivismo en la agroexportación, la minería
y las hidroeléctricas en Latinoamérica (pp. 157-174). Quito: Abya-Yala,
Justicia Hídrica, (Serie Agua y Sociedad, Sección Justicia Hídrica, 22).

538
Sobre los autores y autoras

Catalina Caro Galvis: antropóloga con estudios de maestría en Geografía de la


Universidad Nacional de Colombia. Forma parte del grupo de investi-
gación Cultura y Ambiente. Ha trabajado acompañando comunidades
indígenas, afrocolombianas y campesinas en varios lugares del país,
específicamente en temas relacionados con derechos humanos, conflicto
socioambiental, educación propia e intercultural y educación popular
ambiental. Ha sido docente ocasional en la Universidad Nacional de
Colombia y en la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente es
Investigadora de Censat Agua Viva, donde trabaja como coordinadora del
área de conflictos mineros acompañando a comunidades afectadas por
el extractivismo minero en el Cauca, el suroeste antioqueño y la Guajira.
catakaroun@gmail.com

Anyi Viviana Castelblanco Montañez: licenciada en Educación Básica con


énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José
de Caldas y antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia.
Es integrante del grupo de investigación Cultura y Ambiente. Ha trabajado
acompañando comunidades para la formulación de procesos educativos
propios, comunitarios y con población en condición de vulnerabilidad, y
ha investigado temas socioambientales y de epidemiología. Actualmente
trabaja en Censat Agua Viva apoyando los procesos investigativos y de
acompañamiento de las comunidades afectadas por el extractivismo en
los departamentos de La Guajira, Suroeste de Antioquia y Cauca.
avcastelblancom@unal.edu.co

539
Sobre los autores y autoras

Martha Correa Casas: profesional en el área de antropología y medio ambiente,


con estudios de maestría en Antropología Social y licenciada en Biología.
Ha centrado su trabajo en la aproximación a conflictos socioambientales
vinculados con la conservación y restauración de ecosistemas estratégicos,
así como en el fortalecimiento de procesos de apropiación territorial.
Tiene un interés especial en procesos asociados con la gestión ambiental,
el ordenamiento territorial y la gobernanza del agua.
maracua@gmail.com

Felipe Castro: geógrafo y magíster en Planificación Territorial de la Universidad


Católica de Temuco, e investigador del Observatorio Regional uct. Su área
de especialización son los sistemas de información geográfica aplicados
a las ciencias sociales, así como los análisis y diagnósticos territoriales.
fgutierrezgeo@gmail.com

María Christina Fragkou: profesora asistente en el Departamento de Geografía


de la Universidad de Chile. Tiene un doctorado en Ciencias Ambientales de
la Universidad Autónoma de Barcelona, España, y una maestría en
Tecnología Ambiental del Imperial College, Reino Unido. Es una de
las profesoras a cargo del Laboratorio de Ecología Política y Conflictos
Socioambientales del Departamento de Geografía. Su investigación se
centra en los impactos sociales de la gestión de los recursos naturales y
su escasez en Chile.
mariac.fragkou@uchilefau.cl

Yerko García: sociólogo de la Universidad Católica de Temuco. Realizó su


práctica en el Observatorio Regional uct, sobre la expansión forestal
en Chile, y ha trabajado el tema de la autoidentificación indígena en
aymaras y mapuches.
yerko.garciam@gmail.com

540
Sobre los autores y autoras

Johanna Höhl: tiene un doctorado en Historia Contemporánea del Instituto


de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín, y es
magíster en Ciencias Regionales de América Latina de la Universidad
de Colonia, Alemania. Docente de la maestría Governance of Risk and
Resources, organizada por la Universidad de Heidelberg en colaboración
con la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Sus áreas de interés son la gobernanza de recursos, específicamente
el nexo entre agua y energía. Asimismo, estudia el rol de los pueblos
indígenas en los procesos y estructuras de gobernanza en torno al uso
y control de los recursos.
j.hoehl@heidelbergcenter.cl

Marcela López: geógrafa con una formación interdisciplinaria en estudios urbanos


y ambientales. Su investigación se enfoca en desigualdades sociales, con-
flictos ambientales y políticas de agua. Es la fundadora de la plataforma
Paisajes Hídricos Urbanos en Disputa (contestedurbanwaterscapes.
net), la cual promueve el diálogo e intercambio interdisciplinario entre
académicos, movimientos sociales y proveedores de servicios públicos
para la búsqueda de alternativas que permitan reducir las desigualdades
en el acceso al agua. Actualmente es investigadora del Rachel Carson
Center for Environment and Society en Munich, Alemania.
ml@contestedurbanwaterscapes.net

Jenny Marcela Peñuela López: estudiante de geografía de la Universidad Nacional


de Colombia y estudiante de licenciatura en biología de la Universidad
Pedagógica Nacional. Miembro del grupo de investigación Cultura y
Ambiente del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional
de Colombia. Miembro de las organizaciones Colectivo Caicas y Mesa
Socioambiental de Occidente. Sus temas de interés son ecología política
urbana, movimientos ambientales, desarrollo y sociedad, gestión del re-
curso hídrico, entomología y educación ambiental para la biodiversidad
y la sustentabilidad.
jmpenuelal@unal.edu.co

541
Sobre los autores y autoras

Jorge Rojas Hernández: doctor en Sociología por la Universidad de Hannover,


Alemania. Sus líneas de investigación incluyen procesos de desarrollo
regional, trabajo, transformaciones globales, instituciones, movimientos
sociales y ambientales, sustentabilidad y cambio climático. Fue di-
rector del Proyecto anillos soc-28: Impactos Socioambientales del
Cambio climático en la Región del Biobío, y actualmente es investigador
asociado del Proyecto conicyt/fondap 15130015: Centro de Recursos
Hídricos para la Agricultura y la Minería (crhiam). Investigador de la
red temática Cambio Transnacional, Desigualdad Social, Intercambio
Intercultural y Manifestaciones Estéticas en La Patagonia, Universidad
Friedrich Schiller, Alemania y financiada por el daad. Investigador del
grupo clacso: Pensamiento Crítico y Prácticas Emancipatorias. Ha sido
director del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad
de Concepción decano de la Facultad de Ciencias Sociales y sub-director
del Centro de Ciencias Ambientales (eula) de Chile. Actualmente es
profesor titular del Departamento de Sociología (Facultad de Ciencias
Sociales) y vicerrector de Relaciones Institucionales y Vinculación con
el Medio (vrim), Universidad de Concepción, Chile.
jrojas@udec.cl

Vladimir Sánchez Calderón: geógrafo y magíster en Ciencias Económicas de la


Universidad Nacional de Colombia; Magíster y doctor en Historia de la
Universidad de los Andes. Miembro de la línea de Historia Ambiental del
grupo de investigación Historia, Ambiente y Política de las universidades
Nacional y Los Andes; miembro de la línea de Historia Urbana del grupo
de investigación PSORHE de la Universidad Industrial de Santander (UIS).
Profesor asistente de la Escuela de Historia, UIS. Sus áreas de interés son
historia ambiental urbana, ecología política, ambiente urbano, historia y
geografía de ciudades latinoamericanas, desastres y riesgos, antropoceno.
fabiosac@uis.edu.co

542
Sobre los autores y autoras

Patricia Sánchez García: socióloga (2005) y magister en Geografía de la Universidad


Nacional de Colombia (2014), posgraduada en Cultura de Paz de la Uni-
versidad Autónoma de Barcelona (2015). Actualmente cursa el Doctorado
en Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo de la Universidad de Los
Andes. Ha sido partícipe o coordinadora de procesos de investigación
sobre conflictos socioambientales, extractivismo, minería, territoriali-
dades campesinas, Zonas de Reserva Campesina e inundaciones. Ha sido
consultora en organizaciones no gubernamentales y docente en diversas
universidades públicas y privadas de Bogotá, en donde ha dictado cursos
relacionados con ecología política, cartografía social, investigación cuan-
titativa y cualitativa, así como con conflicto social y armado colombiano.
dp.sanchezg1@uniandes.edu.co

Lorena Andrea Torres Higuera: antropóloga y socióloga de la Universidad


Nacional de Colombia, estudiante de maestría en Geografía en la Uni-
versidad Federal de Espirito Santo, Brasil. Ha trabajado problemáticas
asociadas a conflictos ambientales generados por la implementación de
proyectos extractivos en territorios campesinos en el departamento de
Cundinamarca; multiculturalismo y conflictos interculturales entre
pueblos indígenas y campesinos del departamento del Cauca. Ha acom-
pañado investigaciones sobre derecho, justicia propia y autonomía de
comunidades indígenas de la región del Putumayo y la Sierra Nevada
de Santa Marta.
latorresh@unal.edu.co

Robinson Torres Salinas: sociólogo y doctor en Environmental Social Science


por la Arizona State University, ee. uu. Su línea principal de inves-
tigación es la ecología política, en particular la relación entre agua
y poder social. Profesor asistente, Departamento de Sociología
(Facultad de Ciencias Sociales) y Departamento de Planificación Territorial
(Facultad de Ciencias Ambientales), Universidad de Concepción, Chile.
Es investigador del Cluster Agua & Sociedad del Proyecto fondap 15130015:
Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (crhiam);
e investigador principal del Proyecto fondecyt Postdoctorado 3170694:

543
Sobre los autores y autoras

La Hidro-Modernidad de lo Común: una Ecología Política de los Nuevos


Movimientos Sociales por el Agua en Chile (2017-2019). Miembro de la Red
waterlat-gobacit, dedicada a la docencia e investigación acción en
problemáticas sociohídricas y ambientales (véase, http://waterlat.org/es/).
torres.robinson@gmail.com

Akbar Rosemberg Vargas Sandoval: geógrafo y estudiante de Ingeniería


Mecatrónica de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del grupo
de investigación Cultura y Ambiente del Departamento de Geografía de
la Universidad Nacional de Colombia y miembro del grupo estudiantil
Laboratorios Sociales de Ciencia y Tecnología (LabSCyT) de la misma
universidad. Sus temas de interés son ecología política urbana, ciencia,
tecnología y género, planeación urbano-regional, historiografía urbana
y cartografía social y participativa.
arvargass@unal.edu.co

Claudia Vásquez Baeza: creció en la comuna de Pudahuel ubicada en la periferia


de la ciudad, este hecho la llevó a interesarse por las problemáticas urbanas
en su comuna, las diferencias en el espacio público y el trabajo voluntario
para mejorarlo. Estudió Geografía en la Universidad de Chile y elaboró
su trabajo de grado sobre áreas verdes urbanas en zonas desérticas, con
un marcado interés por el acceso desigual a ellas y sus diferencias de
acuerdo con las clases sociales. Ha ejercido en el Instituto Nacional de
Estadísticas, y en la Ilustre Municipalidad de Pudahuel.
claudia.eulogia@gmail.com

Maria Isabel Valderrama González: comunicadora social y periodista de la


Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, magíster en Ciencias
Sociales (especialidad Territorios, Espacios, Sociedades) y doctora
en Antropología Social y Etnología de la École des Hautes Études en
Sciences Sociales de París. Sus temas de interés se centran principalmente
en cuestiones relativas al territorio, gobernanza, pueblos indígenas,
geopolítica interna, geografías del poder y de la resistencia, análisis

544
Sobre los autores y autoras

­institucional y de discursos. Su tesis doctoral aborda, desde una mirada


crítica, los obstáculos para la implementación de sistemas de gobernanza
en un territorio indígena como la Sierra Nevada de Santa Marta, donde
confluyen diferentes actores con sus intereses, representaciones y pro-
yectos de territorio. Además cuenta con experiencia profesional en
ordenamiento territorial, fortalecimiento organizativo, gestión social
institucional, comunicación pública, trabajo de campo y concertación
con comunidades.
mariaivalderrama@gmail.com

Patricia Veloza Torres: geógrafa de la Universidad Nacional de Colombia,


licenciada en Educación Comunitaria con énfasis en Derechos Humanos
y especialista en Sistemas de Información Geográfica. Hace parte del
grupo de Investigación Cultura y Ambiente de la Universidad Nacional
de Colombia. Sus campos de investigación son los conflictos socioam-
bientales y territoriales, la ecología política, la geografía feminista y los
movimientos sociales. Ha trabajado en diversas organizaciones y ong,
desarrollando proyectos sociales y ambientales en torno a la defensa
territorial y el empoderamiento comunitario.
jpvelozat@unal.edu.co

Hugo Romero-Toledo: sociólogo, doctor en Geografía Humana por la Universidad


de Manchester y profesor asociado del Instituto de Estudios Antropoló-
gicos de la Universidad Austral de Chile. Sus áreas de investigación son
transformaciones socioambientales, geografías interculturales y geografía
histórica. Fue director del Observatorio Regional de la uct, y miembro
de los claustros del magíster en Planificación Territorial y del doctorado
en Estudios Interculturales. Investigador de la línea Geografía del Con-
flicto del Centro de Estudios del Conflicto y Cohesión Social (coes) y ha
colaborado con el Centro de Estudios Interculturales Indígenas (ciir).
hugo.romero@uach.cl

545
Sobre los autores y autoras

Astrid Ulloa: profesora titular del Departamento de Geografía de la Univer-


sidad Nacional de Colombia y directora del grupo de investigación
Cultura y Ambiente. Tiene una maestría y doctorado en Antropología
de la Universidad de California, Irvine, ee. uu. Hace parte del consejo
asesor de la Asociación Ambiente y Sociedad Colombia. Sus principales
temas de investigación son: movimientos indígenas, autonomía, género,
territorialidad, problemáticas ambientales, extractivismos, cambio cli-
mático, al igual que alternativas y propuestas locales. Investigadora de
las redes Gesma y TrAndes. Actualmente su proyecto de investigación,
financiado por la Universidad Nacional de Colombia-grade, se enfoca
en gobernanza hídrica en escenarios de minería a gran escala.
eaulloac@unal.edu.co

546
Índice de materias

A B
Acueducto: 21, 46, 64, 85, 155-157, 199, Bien común: 26, 34, 36, 38, 134, 136, 137,
214, 349-351, 353, 368, 371-373, 375, 141, 142, 171, 172, 205, 265, 382, 514,
380-385, 393, 394, 397-400, 404-407, 520, 530, 536
409-414, 416 Bien público: 23, 24, 35, 171, 308, 336,
Agrosuper: 165, 166, 168, 171 345, 348, 369, 536
Agua Bienes comunes: 34, 40, 78, 108, 137,
no contabilizada: 336 142, 363, 520, 536
potable: 23, 24, 32, 45, 61, 88, 106, Bogotá: 45-47, 231-233, 246, 262, 276,
133, 134, 149, 150, 156, 157, 170, 171, 286, 359, 360, 374-377, 382, 384, 391-
189, 194, 201, 209, 210, 338, 340, 344, 393, 396-400, 402, 405, 406, 410, 412-
347-349, 353, 357, 359, 364, 365, 368- 414, 416, 460-465, 467, 468, 474, 476,
371, 375, 384, 386, 389, 397, 398, 400, 478-480, 483, 489, 490-492, 503, 508,
403, 405-407, 409, 413, 417 518-520
prepago: 341, 343, 350 Buenos Aires Los Pinos: 45, 359, 360,
Apropiación: 19, 36, 42, 44, 71, 89, 92, 363, 369, 373-378, 382, 384-388
94, 103, 104, 107-109, 111, 112, 114,
115, 149, 152, 217, 225, 231, 234, 235, C
239, 241-245, 254-256, 253, 277, 283, Cabrera: 42, 43, 48, 261-265, 274, 275,
304, 359, 362, 376, 377, 381-385, 387, 280, 282, 283, 288, 289-292
388, 417, 470, 479, 487, 494, 498, 510, Cmëntšá: 533
513-515, 517-519, 532 Camiones aljibe: 68, 76, 149, 157, 168,
Araucanía: 57, 58, 71, 72, 74, 75, 78, 170, 172
310, 311 Carbón: 39-41, 85-93, 99, 100, 103, 104,
Áreas verdes: 46, 429, 435, 438-452, 106, 107, 112, 116-118, 177, 179-183, 185,
530 188, 190, 191, 200, 202, 204, 206, 207,
Asentamientos informales: 343 264, 287, 374
Aymaras: 29, 39, 57, 58, 62, 63, 65, Cerrejón: 86, 93, 95, 100, 101, 105, 177, 180-
67-69, 71, 72, 79, 80, 83 193, 197, 200-207, 209-211, 214, 215, 217

547
Índice de materias y nombres

Chile: 11,12, 15, 16, 19, 20, 26, 30, 34, 35, 158, 165, 178, 183, 186, 187, 191, 192, 194-
37-39, 41, 43, 46, 48, 57-59, 61, 62, 64, 196, 199, 210, 215, 225, 229-239, 241,
67-69, 71, 72, 74, 78, 117, 147-153, 158, 252, 255, 256, 264, 269, 270, 272-274,
165, 167, 168, 170, 171, 297, 298-300, 285, 286, 288, 298, 299, 304, 307, 309,
306-308, 310, 311, 312, 314, 318, 323, 312, 314-317, 319-322, 324, 352, 360,
339, 429, 431, 436, 438, 451, 453, 527 363, 364-367, 372, 373, 376, 384, 403,
Ciclo hidrosocial: 24, 25, 35, 43, 61, 78, 431, 461, 62, 465, 472, 475, 478-480,
263, 283, 284, 529, 530 487, 506, 530
Ciudad: 44-46, 69, 76, 343, 344, 346, Desarrollos geográficos desiguales:
394-396, 397, 416, 451, 480-484 177, 178, 217
bacteriológica: 23 Desastres: 396, 401, 402, 415
desértica: 46, 430 Desconexión: 340, 342, 343, 352
moderna: 23, 397, 416 Desierto de Atacama: 62, 429, 431
Ciudadania: 30, 44, 45, 150, 288, 335, Desigualdades: 12, 15, 20, 24, 38, 44, 45,
337, 342, 343, 346, 349, 350, 352, 353, 299, 304, 333, 341, 342, 354, 391-395,
361, 459, 484, 511 406, 417, 418, 483, 531-533
Conflicto(s) Dinámicas de negociación/resistencia:
ambiental(es): 194, 395 487 71, 529
hídrico(s): 24, 30, 65 Dirección General de Aguas (DGA):
socioambiental(es): 21, 23, 24, 30, 149, 166
40-42, 47, 48, 177, 180, 190, 200, 202,
207, 208, 210, 216, 300, 302, 305, 324, E
325, 473, 487, 489, 496, 499, 500, 509, Ecología política: 11, 15, 21, 23, 24, 29,
516-518, 520 32, 42, 43, 47, 48, 60, 177, 273, 297, 303,
Conquista hidrosocial: 42, 227, 229, 231, 305, 394, 403, 430, 433, 487, 488, 495,
234-237. 240, 242, 248-250, 254-256 499, 505, 510
Corporatización: 339, 343 Ecología política urbana: 22, 46, 393,
Cosmovisión: 30, 33, 40, 92, 96, 97, 99, 395, 431, 432, 433, 434, 451, 452
316, 320, 321 Elitización: 46, 47, 374, 464, 478, 480,
Cuencas hidrográficas: 123-125, 276 483
Embalse de La Esmeralda: 238
D Energía hidroeléctrica: 43, 261-263,
Derechos de la naturaleza: 535 266,-270, 272, 273, 283-287
Desalinización: 429, 430, 432, 531 Especies vegetales: 46, 431, 435, 440,
Desarrollo: 12, 13, 19, 32, 43, 77, 88, 105, 441, 446, 451, 452
117, 123, 126, 130, 133, 147, 149, 151, 155, Estructura Ecológica Principal: 461

548
Índice de materias y nombres

Etno-territorialidades: 57 I
Extractivismo: 12, 30-34, 38, 39, 57-59, Identidad indígena: 59, 65
61, 64, 72, 77, 78, 80, 87, 103, 107, 115, Identidades étnicas: 299, 304, 305, 320
117, 118, 207, 217, 386, 527, 530 Indígenas: 33, 34, 37-40, 43, 44, 48, 57-72,
75, 78-80, 91, 99, 107, 114, 116-118, 123,
F 125-133, 135-138, 141, 142, 160, 183-185,
Forestal Arauco: 155, 157, 158 189, 190, 192, 193, 206, 297-310, 312-325,
Fractura hidro-metabólica: 41, 147, 148, 466, 467, 528-530, 533, 534
152, 153, 165, 168, 170, 172 Infraestructura: 14, 23, 24, 27, 28, 31,
34, 36, 37, 45, 47, 76, 86, 88, 113, 116,
G 126, 134-136, 150, 160, 171, 179, 190, 197,
Gestión del agua: 37, 41, 104, 106, 139, 203, 213, 237, 261, 267, 274, 276, 279,
150, 299, 302, 308, 360, 361, 363, 370, 281, 336-338, 345-347, 350, 352, 367,
372, 373, 385, 462 371, 372, 376-380, 383, 384, 403, 412,
Gobernanza: 12, 28, 31, 38, 40, 44, 55, 433, 434, 446, 449, 450, 452, 498, 503,
123-126, 132, 139-141, 148, 151, 170, 300- 506, 507, 509, 518, 529
306, 309, 313, 360, 376, 531 Injusticia ambiental: 87, 177, 178, 215,
Gobernanza ambiental: 124, 301, 302, 430, 443, 446
304 Interés general: 133, 134, 136, 137, 142, 317
Investigación Acción Participativa:
H 489, 495
Humano: 23, 26, 29, 34, 35, 73, 530,
534, 535 J
Hidroeléctricas: 12, 20, 27, 32, 34, 36, Justicia ambiental: 24, 31, 46, 403, 429,
38, 42, 61-63, 73, 75, 78, 164, , 228, 229, 431-435, 445, 451, 452, 535, 536
253, 256, 263, 264, 269, 298, 303, 368, Justicia ambiental relacional: 535, 536
386, 527, 532 Justicia hídrica: 32, 33, 488, 527, 535, 536
Hidroelectricidad: 73, 77, 79, 162, 297,
298, 303, 322, 323 L
Hidropoder: 36, 42, 261, 283, 289, 531 La Calera: 45, 359, 360, 363, 373-375, 385
Historia ambiental urbana: 393, 395, 396 La Colosa: 41, 177, 180, 194-198, 210,
Humedal: 11, 19, 44, 46, 47, 64, 67, 147, 211, 213-215
151, 158, 404, 459, 460-479, 481, 482,
487, 488-519 M
Humedal Jaboque: 46, 47, 459, 461, 463- Mapuche: 57, 60, 62, 71-77, 79, 80, 150,
469, 474, 45, 478, 479, 484 160, 162, 298, 299, 305, 316, 321

549
Índice de materias y nombres

Maritorio: 78, 80 P
Materialidad del agua: 338, 352 Paisaje(s) hídrico(s): 36, 90, 94, 95, 103,
Mega-sequía: 148, 153, 169, 169 217, 235, 336, 376, 380, 384, 494, 499,
Mercantilización: 20, 36, 42, 308, 322, 500, 506, 508, 509, 511, 512, 517-519
335, 360, 362, 367, 365, 377, 378, 478, Paisaje hídrico urbano-rural: 47
480, 482, 536 Planes de Ordenación y Manejo de
Metabolismo hídrico: 23, 46, 430, 432 Cuencas Hidrográficas (POMCA):
Minería: 14, 24, 32, 39, 40, 57, 52, 63, 65, 124-128, 130-134, 139, 140
69, 71, 78, 86-90, 92-95, 100, 102-104, Poder: 15, 19, 21-23, 27, 28, 29, 31, 40, 42,
107, 109, 114, 116, 148, 151, 177-179, 181, 43, 61, 67, 80, 87, 91, 94, 103, 104, 108,
184-190, 192, 194-201, 210, 211, 214-216, 109, 115, 124, 138, 151, 164, 170, 216, 217,
270, 386, 431, 432, 437, 459 233, 235-237, 240, 248, 252, 256, 264,
Movimientos sociales por el agua: 171 265, 283, 285, 289, 297, 298, 300-304,
306, 310, 315, 323, 346, 361-353, 366,
N 374, 376, 381, 394, 397, 410, 411, 430,
Naturaleza: 15, 20-23, 26, 28, 29, 32, 43, 433, 452, 468, 472, 487, 489, 511, 517,
44, 47, 89, 91, 93-97, 109, 112, 115, 141, 527, 528, 530, 531
152, 160-163, 165, 216, 228, 229, 231, Privatización: 16, 19, 23, 26, 36, 37, 41, 42,
232, 241, 264, 271-273, 283, 286, 297, 45, 57, 61, 79, 80, 89, 92, 102-105, 107-
299, 301, 304-306, 317, 319, 320, 322, 109, 111-115, 147-151, 153, 181, 252-256,
323, 337, 338, 350, 359, 360, 362, 366, 269, 270, 305, 306, 337, 352, 360-365,
381, 388, 394, 395, 433, 434, 462-466, 370-373, 377, 480, 520, 531, 535
468, 469, 476-483, 487-489, 492, 499, Proyecto Hidroeléctrico El Paso: 43,
504, 510, 513, 518, 519, 528, 534, 535 261-264, 270, 274, 275, 278, 279, 283,
capitalista: 463, 469, 480, 481 284, 288, 289, 291, 292
orgánica: 47, 464, 466, 468, 483 Público: 25, 35, 41, 44, 86, 108, 124, 132,
Norte Grande: 57, 58, 60, 63, 68, 69, 133, 136, 150, 151, 166, 252, 253, 335, 337,
71, 79, 308 338, 342, 343, 349, 351, 353, 354, 369,
No humano: 28, 29, 34, 35, 73, 96, 299, 383, 470, 487, 509, 511, 516
303, 321, 322, 325, 528, 530, 533-536 Pueblos indígenas: 33, 37, 38, 43, 58-63,
65, 72, 78, 80, 125-127, 129, 132, 133,
O 135-137, 141, 297, 300, 302, 303, 305-
Organizaciones ambientales: 494, 496, 309, 312-318, 321-325, 466, 530, 533, 534
497, 506, 517, 520 Punilla: 159-161, 163-165, 171

550
Índice de materias y nombres

R 92-105, 108-111, 113, 115-118, 124-130,


Ralco: 43, 73, 162, 297-300, 302, 303, 132, 134, 137, 138, 139, 141, 148, 149, 152,
309-314, 316-318, 320-325 158, 165, 169-172, 178, 183, 187, 188, 192,
Recurso natural: 137 194, 197-199, 211, 213, 215-217, 227, 229,
Represa de Chivor: 42, 226, 227, 229- 231, 232-235, 242, 250, 252, 254-256,
234, 246, 255 261, 262, 264, 265, 272, 273, 275, 276,
Represas: 12, 22-24, 27, 34, 38, 42, 61, 278-280, 282, 285, 287, 288, 289, 291,
113, 117, 160, 162, 164, 165, 171, 172, 227- 292, 299, 302, 303, 305, 307, 312, 314-
229, 237, 251, 255, 267, 297, 299, 312, 325, 359, 362, 364, 365, 372-375, 378,
397, 402-406 381-388, 434, 435, 461, 471, 472, 476,
Río Tunjuelo: 45, 391-393, 395, 396, 398, 479, 481, 483, 489, 490, 496, 498-500,
401-406, 408, 410, 414, 416 509-511, 517, 519, 520, 529, 532-534, 536

S U
Sabana de Bogotá: 47, 462, 487, 489, Urbanización: 43, 45, 47, 59, 60, 148, 151,
490, 492, 494, 503, 508, 511, 518-520 230, 233, 272, 273, 286, 288, 391-396,
Sector Hugo Chávez: 47, 462, 464, 469- 404, 406, 416, 418, 451, 464, 469, 470,
474, 476, 477, 481 477, 481, 507
Segregación espacial: 475 Urbanización popular: 393, 396
Servicio público: 25, 133, 134, 136, 137, 284
Sierra Nevada de Santa Marta: 40, 123, V
125-130, 132-136, 140, 141 Valle de Tenza: 42, 225, 226, 229-232,
Siglo XX: 24, 27, 29, 34, 36, 45, 60, 64, 234-238, 241, 248, 255, 256
72, 75, 149, 153, 159, 171, 181, 225, 229,
248, 255, 277, 278, 391, 395-397, 400, W
402, 403, 406, 415, 416, 467, 530 Wayuu: 89, 93, 95-102, 106, 110-112, 114,
Significación: 30, 73, 78, 255, 513-515 117, 183, 184, 189, 190
Socionaturaleza: 47, 461, 464, 476, 478,
480, 481

T
Territorio(s): 11, 15, 16, 19, 20, 21, 22,
27-31, 33, 34, 37, 39, 41, 43, 44, 48,
57-59, 61-65, 67, 71-73, 77-80, 87, 89-90,

551
Agua y disputas territoriales
en Chile y Colombia
e di ta d o p or e l C e n t ro E di t or i a l
de l a Fac u lta d de c i e n c i a s
h u m a n a s de l a u n i v e r s i da d
n ac io n a l de c ol om bi a , F or m a
pa rt e de l a bi bl io t e c a a bi e rta ,
c ol e c c ió n g e n e r a l , s e r i e
p e r s p e c t i va s a m bi e n ta l e s .
e l t e x t o f u e c om p u e s t o e n
c a r ac t e r e s m i n io n y f ru t ig e r .
s e u t i l i z ó pa p e l H ol m e n b o ok
de 70 g r a m o s y, e n l a c a r át u l a ,
C l a s s ic L i n e n N at u r a l W h i t e DE
2 16 g r a m o s . e l l i bro s e t e r m i n ó
de i m p r i m i r e n b o g o tá , e n d g p
e di t or e s s a s , e n o c t u br e de 2 01 8.
La relación entre la Política del agua y los procesos que estructuran
a las sociedades humanas a nivel planetario se encuentra marcada
por múltiples tensiones y contradicciones, que se expresan en
la profundización del deterioro de la calidad y cantidad del agua
disponible para la vida, en grados crecientes de desigualdad
e injusticia en el acceso al agua, y en la multiplicación y
agravamiento de conflictos por esta, que revisten altos niveles de
complejidad debido a su carácter multidimensional, no reductible a
consideraciones técnicas y económico-mercantiles. ISBN 978-958-783-565-6

En este contexto altamente conflictivo, los casos de Colombia y


Chile revisten una importancia fundamental. Ambos países son
9 789587 835656
territorios privilegiados en la mira de la expansión extractivista
que caracteriza a la región latinoamericana. Colombia,
particularmente a partir de los acuerdos de paz firmados en
2017, se ha constituido en una de las fronteras más codiciadas
para dicha expansión, una de cuyas consecuencias más notables
ha sido el rápido crecimiento de la violencia y el asesinato
sistemático de las poblaciones que resisten el avance de la
expropiación y la expoliación extractivista. Chile, por su parte,
continúa siendo un ejemplo paradigmático de implementación del
ideal neoliberal de política del agua, prácticamente inigualado a
nivel global, debido al carácter extremo que asume la privatización
de las fuentes de agua en el país.

Este libro, compuesto por catorce capítulos de distintos especialistas,


constituye una excelente contribución a un debate urgente que debe
ser ampliado y profundizado, dadas las consecuencias de estos
procesos para el futuro de las sociedades latinoamericanas y, por
extensión, para el futuro de las sociedades humanas. La compilación
nos presenta una riqueza de ejemplos empíricos procedentes de los
medios urbanos y rurales de Chile y Colombia, que fundamentan
los argumentos ecológico-políticos desplegados por los autores
y confirman la gravedad de los desafíos que enfrentan las
comunidades ubicadas en los territorios de frontera del avance
extractivista. Su lectura resultará de gran provecho para un amplio
público interesado y comprometido con el estudio y el debate sobre
la política del agua y sus consecuencias para el futuro de nuestras
sociedades y de la vida misma.

José Esteban Castro


Coordinador de la Red waterlat-gobacit

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