La alfabetización se construye desde el diálogo: diálogo que recupera las
historias personales y grupales, que afianza las identidades históricas, que indaga críticamente los valores de la cultura, de la civilización, de la sociedad donde se vive y se trabaja, que aborda temáticas socialmente significativas, que estimula el crecimiento en el manejo de la oralidad e introduce en el universo de la cultura escrita. El diálogo es también la herramienta para favorecer la autoconfianza. La oralidad, la palabra hablada, el diálogo son un sostén de las estrategias didácticas, ya que el intercambio oral es una de las primeras maneras de la interacción entre los seres humanos. “El lenguaje se adquiere a través del diálogo”. El lenguaje nos permite desarrollar el pensamiento, nos humaniza. Cuando se investiga acerca de los conocimientos previos de los alumnos, se trabaja desde la oralidad. No hay alfabetización posible si no conocemos las historias de vida de nuestros alumnos y esto es irrealizable sin un diálogo abierto y consensuado con los mismos. En este intercambio es donde se encuentra la riqueza de la educación. Resulta imprescindible el conocimiento por parte del docente de aquellos factores, cuestiones y aristas que conforman el perfil individual y el entorno cultural y vital de sus alumnos como resortes insustituibles para una comunicación cada vez más comprometida en el desarrollo de los complejos aprendizajes implicados en un proceso de Alfabetización inicial de personas adultas. Se trata de construir la mayor fluidez posible en la producción oral que posibilite la conformación de marcos propicios para el aprendizaje de la lectura y la escritura como nuevas formas de representación simbólica. Sujetos adultos que comienzan a alfabetizarse y lo hacen desde una tradición centrada en la palabra hablada, deberán llevar adelante un proceso que acompañe el tránsito desde la pura oralidad hacia la cultura de la escritura.