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Biblioteca Taller No.

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U3S QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS
Viriato Sención

Premio Nacional de Novela 1992.


según el veredicto unánime del jurado
compuesto por.
Dlógenes Céspedes
Juan Tomás Tavárez K.
Roberto Marcallé Abreu

Cuarta edición

O, 1992. Ropiedad del autor


Tercera edición. pmpiedad de Taiier
F'rimera edición: julio de 1992
~2,000 ejemplares)
Segun& edíción: septiembre de 1992
(lO.ooO ejempiares)
Tercera edición: mayo de 1993
(I0,ooo elempkres)
Cuarta cdidái: octubre de 1993
~10.ooo ejemplares
Portada de Taiier
ilustración de la portada: Pedro C&.
Foto de la cruz lumíníca del Fara a a l ó n
Edición al cuidado de:
Juan Bautista Castillo y GuiIlemo Sención

Wnted in Dominican Republic


T&. Evbd h Cddlica 309. SmtoDanUig~,RepiMifo Daninicana
VIRIATO SENCION
nació en San Jose de
Ocoa. República Domi-
nicana, en 1941. Cursó
sus estudios secuilda-
rios en el seminario
Santo Tomás de Aqui-
no. en Santo Domingo.
Luego, en 1961, viajó a
Costa Rica. como parte
de una brigada de
jóvenes politicos. donde
estudió Ciencias
Politicas en el Instituto de Educación Política de Coronado.
Desde hace doce aíios reside en la ciudad de New York. donde
estudió Literatura Hispana en Lehman College.
Sus primeras publicaciones. una serie de cuentos
cortos. aparecieron en las páginas de la revista "Punto
Siete". que se editaba en New York en la década de los
ochenta. Los que JalsiJcaron la firma de Dios. es s u
primera novela y su primer libro publicado.
Agotada su primera edición (julio de 1992) en el
primer mes de su lanzamiento. Editora Taller la acogió en
su Bibliotecacon iina reimpresión corregida de 10,000
ejemplares. que apxeció en septiembre del mismo ano.
agotándose en abril de 1993 cuando se conoció que el
jurado del Premio Nacional de Novela que organiza cada
ano la Secretaria (:e Estado de Educación, Bellas Artes y
Cultos, formado por Diógenes Céspedes. Juan Tomás To-
rrez K. y Roberto Marcallé Abreu, por unanimidad. le
habia otorgado el galardón y la Secretaria de Estado des-
conoció el veredicto declarándolo desierto. con el respaldo
público del presidente Balaguer quien. al hacerlo. admitió
que se sentía agraviado por el contenido de esta obra.
En mayo de 1993. aparece la tercera edición
dominicana de LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE
DIOS. ya en proceso de traducción al ingles.
Para mi esposa Milagros,
mi hija Aida
Para Ercira, mí madre,
mi hermana Niove.
Para Lorenzo Castillo.
Luis de León,
Ledia de Arce.
AGRADECIMIENTOS:

Para

Juan Torres, cuyafe en el éxito de mi novela iba más allá


de la razón (eso creo).

Juan Bautista Castillo (Blancoj, Gerardo Piña Rosales.


Silvio Torres-Saillant, manos rigurosas y certeras, sin
cuyo concurso quizás anduviera todavía la obra al garete.

Mi primo Guillermo Sención. implacable cazador de


mores del lenguaje y la ortografi

Mis ob-as primas. Veronica y Monalisa. quienes. como la


Beab-iz del Dante, eran portadoras de la Fe. Alexis Gómez
Rosa, acreditada pluma de presentación. Pedro Guzmán,
Melvin Matthews, Mateo Morrison.

Dejo para elfinal a quienes muy bien podrían ser los


primeros: Aurora Fernández de Castillo. Mabel Castillo
Fernández, Féliz Brito Lajara. mis otros ojos desde los
primeros dias de la novela, desde la primera página

Otros amigos a quienes debo tanto agradecimiento.


PRIMERA PARTE

Después d e eso vio Dios que la luz era


buena, y efectuó Dios una división
entre la luz y la claridad.
Génesis.
Las paredes de la Casa de Gobierno se están
cocinando en plomo derretido y Antonio Bell. un
imberbe de apenas catorce años, u n carita de niño,
que lo único que hace es crujir las coyunturas de
los dedos. hierve metido en una sotana negra.
Desde hace un mes está preso y no sabe por qué
motivo lo han trasladado de la cárcel al mismo
Palacio Presidencial; le han dicho: ponte esta
sotana, comunista de mierda, siéntate ahí y no te
muevas. que tus minutos están contados.
Los que así lo conminaban eran dos guardias
annados de fusiles, brasas en los ojos y con los
pescuezos como de toro. Antonio tiene una hora en
aquella pieza, en la que no hay u n solo mueble,
salvo la silla a la que está artic~ludoconio si fueran
una misma cosa: cegado por el río de sudor que le
baja desde la frente, por el endiablado sol de agosto
que penetra con rabia por los cristales sellados de
las ventanas. por la brutal iluminación de una
lámpara que cuelga del techo.
-¿Qué tienen ustedes que decir con relación a
este enemigo de mi gobierno, que fue instruido por
los propios curas del Seminario en la confección de
bombas y en actos de sabotaje para llevar el terror
al país?
Ahora hay otras personas en la sala: en un rincón,
1O ViRiATO SENCION

agrupados como pollos ante la presencia del


guaraguao. se encuentran: el obispo. el Nuncio
Papal. el Rector del Seminario y dos curas más:
uno de éstos es el Prefecto del Seminario. En el
centro está Tirano, quien se hace acompañar de un
hombre bajito, de carnes fofas, y que, con unos ojos
fingidamente cansados. observa la escena desde
detrás de unos finos espejuelos que le aumentan
sus reconocidas cualidades intelectuales. Es el
renombrado doctor Mario Ramos. funcionario de
rostro triste, de apariencia t í í d a y apendejada.
Momentos antes. los religiosos habían sido
introducidos al cuarto por los mismos guardias que
habían traído a Antonio. "Quédense aquí y esperen".
ordenaron con voz ronca y agresiva mientras salían
de prisa. El muchacho sintió cierto alivio cuando
vio entrar a los sacerdotes. y por primera vez tuvo
ánimo para incorporarse: pero cuando intentó
hablarles a los curas. recibió de éstos como
respuesta cinco miradas ametrallantes que lo
empujaron estrepitosamente hasta la silla. Con tal
alboroto sentóse Antonio. que los guardias que
vigilaban afuera abrieron la puerta, volviéndola a
cerrar enseguida al no ver nada anormal. Los curas
le dieron la espalda a Antonio y todos quedaron
envueltos en la parálisis de un completo silencio.
Entonces, por la puerta: rígido, soberbio,
deslumbrante, entró Tirano. Se puso de un solo
tranco en medio de la habitación. Llegó ataviado
con su uniforme de Generalísimo, con cada una de
sus medallas.
Los reverendos padres, como si hubieran
ensayado bien las respuestas desde el instante
mismo en que el doctor Mario Ramos les comunicó
que debían presentarse a Palacio: tal di.a tal hora
;05QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 11

v por tal motivo, respondieron en u n coro de viva


FOZa la interrogación envenenada de Tirano, que
d o s desconocían todo, que cómo iba a dudar ¡por
Dios! Su excelencia, de la adhesión de la Iglesia a s u
magna obra de gobierno; que ese infeliz no era más
que u n loco, si. u n verdadero loco, lleno de
alucinaciones, que ha estado desde hace tiempo
bajo el piadoso cuidado de las autoridades del
Seminario. Atropelladamente, siguieron diciendo
que era un loco y lo hubieran seguido diciendo
hasta el fin de s u s días. si Tirano no los hubiera
parado sin contemplaciones. diciéndoles, mientras
uemolaba u n dedo que parecía u n a estaca:
Zlévenselo. pero no podrá salir del área del
Seminario hasta que se ordene de cura: ustedes
serán los responsables". Y agregó, serialando a s u
acompañante: "El doctor Ramos me informará del
caso con la debida regularidad".
El doctor Ramos, satisfecho al ver que los
sacerdotes habían seguido s u s consejos:
("Declárenlo loco frente al Generalísimo. y a su
tiempo hagan realidad esa demencia"), s e volteó
lentamente hacia los expectantes curas y.
extremando s u cara de tonto. con un movimiento
casi imperceptible de su mano derecha. les indicó
que podían llwárselo. Todavía, cuando iba ya bien
lejos por el pasillo, Tirano seguía oyendo, cual
interminable letanía, el "¡Si Excelencia!". Mientras,
Antonio Bell, en el colmo de s u desamparo.
interpretaba los gestos de s u s nuevos guardianes,
pesarosamente, como si le dijeran: "No te apures,
que lo tuyo comienza ahora".
Tirano y el doctor Mario Ramos se dirigieron al
despacho del primero. Tirano tomó asiento, pero el
doctor Ramos permaneció de pie, con las manos
12 VIRIATO SENCION

entrelazadas sobre el vientre y con la cabeza


ligeramente inclinada hacia la derecha.
-Siéntese. doctor Ramos- ordenó Tirano. Su voz
mostraba satisfacción-. Creo que estuvieron muy
atinados sus consejos: era lo mejor que se podía
hacer. ¡Pero dizque llamarle loco a ese terrorista!
¿Eh? ¡Qué buen argumento! ¡LOS que están locos
son ellos! Vamos a ver cómo se las arreglan esos
malagradecidos con s u loco. ¿Los vio, Doctor?
Pusieron u n a s caras como s i les estuviera
entregando al mismisimo demonio.
El doctor Ramos cruzó y descruzó las piernas: al
cabo. con una voz lenta. que pugnaba por zafarse de
la boca casi cerrada. masculló:
-Son peligrosos. Jefe, peligrosos. Hay que
manejarlos con mucho tacto.
Tirano miró al doctor Ramos detenidamente. y
en sus labios apareció una mueca de desdén. Si se
hubiera tratado de otra persona. de seguro se
hubiera llevado las manos a los testículos para
indicar que el único peiigroso era éi: pero frente al
enigmático doctor Ramos. Tirano guardaba cierta
distancia. Hablaron después, de otras cosas, y
cuando el Doctor calculó que los temas del JEFE se
habían agotado. se puso de pie y solicitó permiso
para retirarse. despidiéndose acto seguido con una
prolongada venia.
Tirano lo siguió con la vista: observó esos pasos
de muñecote cansado: lentos e invariables. no
importa cuales fueran las circunstancias. Lo siguió
con el pensamiento todavía cuando lo representaba
atravesando la antesala, después por los dilatados
corredores ... Sabía perfectamente que no s e
detendría hasta llegar a s u despacho. ubicado en el
mismo piso; que: frío e indiferente, saludana quizás
LíS QUE FALSIFICARON LA FlRMA DE DIOS 13

a alguien... Desde hacía veintiocho arios lo tenia a s u


servicio y nunca habia abrigado la menor duda
acerca de s u fidelidad. Era eminentemente
efectivo... en fin... s u mejor consejero. Además.
había ido escalando las posiciones, hasta llegar a lo
que era en esos momentos. sin chocar con nadie,
mmo si procediera con la sutileza y fluidez de una
sombra. Era u n ser solitario; y eso convenía a
Tirano, ya que así. siguiendo ambiciones de
terceros. no sería empujado a la comisión de actos
de deslealtad. Sin embargo, habia algo e n este
hombre que se le escapaba ... una suerte de misterio
que no alcanzaba a comprender. No le conocía
amigos: ni siquiera él, EL JEFE, podía considerarse
tal. Nunca. por otra parte, habían compartido un
momento íntimo. u n momento distinto al de las
cosas oficiales ¡Qué tipo más extrmol Lo imaginó,
ñnalmente, frente al escritorio. organizando, con la
misma parsimonia de siempre, los asuntos del día.
El doctor Ramos se detuvo en el pasillo sólo unos
segundos para atender la solicitud de u n Sargento:
algún pequeílo favor: una carta de recomendación,
un empleíto público para u n familiar: algo por el
estilo. Se metió el papel que le extendió el militar
en u n bolsillo y siguió s u camino. La gatita. s u
eterna compañera. lo recibió en la puerta de s u
despacho: la recogió del suelo y se entretuvo
pasándole los dedos por la cabeza, meditando, con
el pensamiento en algún recodo del porvenir. Trató
de sonreírle a s u secretaria, pero lo que le salió fue
una mueca.

Antonio Bell había ingresado en el Seminario dos


meses después de haber cumplido los trece años.
Tenía a ú n toda la leche en los labios cuando fue
14 VlRiATO SENCION

recibido por el padre Sáez, Prefecto de Disciplina,


quien había estado esa tarde dándoles la bienvenida
a los novicios. Su madre y s u hermana Única.
Aurimaría. creyendo cumplir con una misión
divina. lo entregaron con solemnidad. Mientras
hacían el traspaso sagrado. la madre se paró frente
al hijo. lo agarró por ambas manos y se extasió
mirándolo a los ojos. al tanto que Aurimaria tejía
sus dedos con los cabellos de Antonio, que le caían
en cascada sobre las cejas. En el instante en que se
lo entregaban al Prefecto. se le atravesó a la madre
un pensamiento que no pudo detener, y balbuceó:
"Pierde si quieres". El dicho le había brotado
mecánicamente, como una cosa de sus adentros
que saliera sin pedir permiso. Pero se arrepintió
inmediatamente de haber dejado escapar tales
palabras de s u boca. debido a la asociación entre la
sentencia. un misterioso hecho de sangre y el abuelo
de Antonio, un viejo terco. que habia vivido siempre
separado de la Iglesia.
El "Pierde si quieres" correspondía a una
expresión que el abuelo habia patentizado en el
reriidero del pueblo. un domingo pavoroso. Se había
quedado flotando en la conciencia de todos los que
la oyeron. y, después. se estacionó para siempre en
el ambito espeso del poblado, como si ailí las cosas
estuvieran estáticas. inmutables.
Pero Alfonsina Reyes. que así se Uamaba la madre
de Antonio- doña Fonsa. para todos- se retractó
enseguida de su arrepentimiento inicial y volvió a
repetir. esta vez para que todo el mundo la oyera:
"Pierde si quieres". Y el Prefecto la miró con ojos
de lagarto. en el instante en que las manos del
muchacho se deslizaban en despedida de las manos
de la madre.
L E 5 QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 15

En el pueblo se había quedado Santiago de la


Caridad Bell. el abuelo. que en la madrugada de ese
día se había despedido del nieto, del hijo de su
difunto hijo. con el mismo ritual con que había
tirado el gallo al ruedo, siete años atrás.
Doña Fonsa lo había estado siguiendo de cerca
desde la noche anterior y no le permitió hablar a
colas con Antonio. El abuelo había pasado los
ültimos dias de muy mal humor por la vaina esa de
llevarse al nieto para meterlo a cura. y doña Fonsa
temía que en cualquier momento saliera con una de
sus pendejadas. Cuando el abuelo se estaba
despidiendo de Antonio, ella se quedó pendiente
de las palabras que iban a salir de su boca, pero el
viejo se quedó mudo, acariciando el pelo, besando
h fkente y. al final. abrazado fuertemente a su nieto.
Se fueron en la "pisicorre" de alquiler hacia la
Capital. y si algo le preocupó a doña Fonsa durante
el trayecto. fue la despedida sin palabras de su
suegro: ella se quedó esperando que soltara la
afamada frase de la gallera. que aunque le traía a la
memoria recuerdos muy confusos. era preferible a
cualquier expresión de condena al hecho de
ilwarse a Antonio para el Seminario. Fue esa la
razón por la cual se retractó, segundos después de
haberse arrepentido de emitir la sentencia. como
si con ello neutralizara la posibilidad de que el
abuelo hubiera querido decir, por ejemplo: "Ay,
Antonio. no sabes hasta dónde te han jodido con
eso de mandarte al Seminario a meterte a cura".

Arturo Gonzalo entró por la portena con aire de


veterano. Iniciaba su tercer año de latín. Cuando
observó a los nuevos, se sintió acosado por una
16 VIiUA'iW SENCION

repentina e inevitable sensación de nostalgia,


experimentando, en s u espíritu. una mezcla de
añoranza y pena frente a la candidez de esos cuasi
niños que se asomaban confiados o temerosos al
umbral de u n espejismo. y que. al verlos. se
c o n v e r t í en el reflejo mismo de su antiguo estado
de inocencia. 'Ya no soy igual-pensó-, han
cambiado tantas cosas. A ellos les pasará lo mismo.
Es ineludible. A todos nos pasa tarde o temprano".
El vestíbulo estaba repleto de madres, tías,
hennanas y curas de parroquias que habían llegado
desde los pueblos del interior y de la Capital
acompanando a los iniciantes. Constituían u n a
ayuda. un estimulo, algo así como un empujón final
para que los niños no se extrañaran ante la grave
decisión que habíín tomado o, más bien, habíín
sido inducidos a tomar. Los del segundo año en
adelante llegaban solos, cargaban sus maletas y se
metían en un salón donde estaban los maestrillos
con las listas, indicando el pabellón. el dormitorio y
la clave del timbre que a cada quien le
correspondía. Después se iban, s e instalaban. y al
rato se les veía por los corredores. por el patio, en
grupos de tres o cuatro, en parejas o solos.
hablando quedo. Se irían enterando poco a poco.
con el paso de las horas, del aspecto más intrigante
del nuevo año: qué estudiantes no habian regresado
de las vacaciones. Se murmuraban los nombres con
una expresión de temor, nunca los posibles
motivos. que era un misterio. Hubieran deseado.
desde luego, hurgar en todos los detalles, pero
carecian de confianza mutua, situación que mutilaba
el desarrollo de un verdadero afecto entre ellos. Las
autoridades del Seminario desaconsejaban la
intimidad. y. ante su asomo. hacían uso de la más
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 17

rigurosa disciplina para destruirla. ¿Como penetrar.


entonces, en s u interior para encontrar s u s
palabras, s u s reales emociones. las cosas que
sentían y celosamente guardaban?
Comenzaba el aiio escolar y había que exorcizar al
seminarista de la contaminación del mundo. Al otro
día. con el alba. se iniciaba una semana de retiro:
silencio riguroso, sermones, ayuno penitente.
meditación profunda para encontrar en los abismos
de la conciencia la estelaridad de Dios. La mayoría
de los estudiantes del primer ano, muchos de los
del segundo, algunos de los del tercero. todavía
alguien del cuarto y quizás del quinto. al terminar
el retiro. hasta se arrepentían de los pecados que
habían cometido sus bisabuelos. Tanto santificaban
s u caminar y s u compostura: así. con los ojos
cerrados, ese silabear con las manos tejidas sobre
la barriga y la cabeza tirada hacia abajo-a lo
Jesucristo en la cruz de la agonía- que parecían
deidades de humo sobre el tinglado. representando
el artificio de la vida. Tan lejos llegaba el
arrepentimiento. que hasta s e recriminaban. como
si de ellos fuera la culpa. el haber sido el producto
de las relaciones mundanas de s u s progenitores. Se
mortificaban la carne y apenas ingenan alimentos
para expiar s u ominoso pasado. Pero el estado de
éxtasis no les duraba mucho. pues a los pocos días
volvían en si y. entonces. la naturaleza humana
regresaba a su lugar.

Vista desde arriba, desde los aviones, que


pasaban constantemente rasando sobre el edificio,
obligando al silencio durante las horas de clase
hasta cuando las ruedas se deslizaban en la pista del
18 VIRIATO SENCION

aeropuerto "General Andrews", la estructura del


Seminario parecía una cruz tendida sobre el suelo.
En la parte izquierda estaba ubicado el Seminario
Mayor. compuesto por estudiantes de Filosofia y
Teologia. cuyas edades fluctuaban entre los
dieciocho y veinticinco años: la parte derecha, así
como el tercer piso central, correspondían al
Seminario Menor. En este vivia el grueso del
estudiantado. que iba desde nulos de doce años
hasta barbilampiños de diecisiete. cuyos estudios
llegaban al quinto &o de latíí. La planta baja estaba
destinada a las capillas. salones de estudio,
comedores y a las oficinas del Prefecto y del Padre
Espiritual. mientras que en la segunda y tercera
plantas estaban los dormitorios. La máxima
autoridad del Seminario era el Rector, cuyo
despacho. en el segundo piso. daba al jardín frontal.
Traspasar fraudulentamente los umbrales entre el
Seminario Menor y el Seminario Mayor estaba
prohibido. Las autoridades no permitían bajo
ningún concepto las relaciones directas entre unos
y otros. Había que recurrir a la imaginación para
interpretar unos reglamentos que nunca eran
explicados. Los domingos, sin embargo. todos s e
reunían en la capilla del Seminario Mayor para oír
la misa solemne. Aunque era u n secreto muy bien
guardado por los estudiantes, éste era el acto más
esperado, pues a la misa asistían algunas bellas
muchachas del vecindario. acompañadas de s u s
padres. El templo se llenaba de u n aire seductor,
que estremecía oscuramente los neMos eróticos
de los seminaristas.
Ribeteado de árboles umbrosos, el patio, e n
ambos lados, era de una extensión considerable.
diseminado de canchas de juego y, más allá. la
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 19

desmesurada y misteriosa manigua. Hacia el sur.


donde estaba ubicado el Seminatio Menor, recién
habían construido la primera vivienda que
penetrara la zona boscosa. Sus ocupantes tenían
que meter s u coche a saltos de mula por u n camino
de barro que iba desde la avenida Cordell Hull hasta
la casa. La trocha corría paralelamente con una
larga pared de cemento que llegaba hasta la misma
construcción. Hacia el lado del recinto, se extendía
una ininternimpida franja de pinos. Sobre éstos s e
abna una espléndida vista, contemplada desde la
azotea del Seminario. Con el Mar Caribe de fondo.
se elevaba, como un animal prehistórico, el hotel El
Embajador. y detrás de este, los altos edificios de
La Feria. Por entre los arboles del patio s e
dispersaban pequeiias grutas de santos y santas.
siendo la más popular, quizás por lo retirada. la de
la Virgen del Carmen, que tenía unos banquitos
alrededor.

Estaba por culminar septiembre, pero a ú n el


sopor de agosto se evidenciaba en la tristeza de los
arboles. En el recreo de las cuatro, Arturo Gonzalo
no estaba de buen humor. No sintió ánimo para irse
a corretear. a tirar pelotas, a sudar; de manera que
optó por ducharse y estar fresco para bajar luego a
los pinares. Al rato estaba en el corredor apacible y
de sombras perennes. El baño lo había remozado.
Se pegó a la pared y notó que ésta le llegaba a la
barbilla. Satisfecho, al comprobar que estaba más
alto que el año anterior, sonrió. Generalmente
a c u d í a ese lugar para evadir. hasta donde pudiera.
la dura realidad del Seminario. Se acordó de s u
pueblo y empezó a remover las cenizas de los
20 ViRIATO SENCION

recuerdos. Su pensamiento vagaba lejos, cuando, de


modo inesperado, experimentó la sensación de que
la presencia de otro mundo flotaba por los
alrededores; le liegó a través del olfato, y en el acto
advirtió que era diferente a los otros olores a que
estaba acostumbrado en el contorno; después lo
percibió en la sutileza de u n caminar. Atraído por
extraño sortilegio, alzó la cabeza por encima del
muro y quedó maravillado: al otro lado descubrió a
la chica más bella de la creación. Iba vestida con el
conocido uniforme del colegio Santo Domingo y se
desplazaba con aire cándido y los pasos seguros y
f m e s que suelen dar las señoritas de sociedad. Su
perfil era perfecto. La holgura del uniforme no
podía ocultar el poder de sus pechines emergentes.
Dos trenzas negrísimas bailaban sobre s u cuello.
Arturo hizo u n esfuerzo para ser más alto, s e
empinó, pero no quedó conforme. Levantó e n
seguida una pesa de hacer ejercicios que estaba por
el suelo, la arrimó a la pared y con s u ayuda creció
u n palmo. Fue entonces cuando pudo contemplar a
sus anchas y con plena libertad visual a la mayor
tentación que ojos humanos pudieran ver. Con los
ojos expandidos. siguió a la belia criatura hasta
cuando la vio entrar en la casa. Todavía se quedó
allí u n buen rato. embelesado. con la mirada
perdida en la terminal del mundo. s e apeó luego y.
temeroso de haber sido observado, ojeó para todos
los ánguios.

A la tarde siguiente, Gonzalo estaba en el mismo


lugar, la mirada puesta sobre la vereda, con la
esperanza de volver a ver a la niña de sus sueños.
&abría sido una ilusión? Era sábado, y al menos no
la vería venir del colegio. Determinó entonces
22 VíRIATO SENCION

con los recuerdos que había dejado guardados en su


pueblo. Podía estar padeciendo el síndrome del
principiante: el corazón taladrado por la nostalgia.
-Buenas tardes. me llamo Arturo Gonzalo- se
presentó. acercandosele con cautela-. ¿Cómo te
llamas?
-Antonio Beil- contestó el muchacho. esbozando
una sonrisa ümida.
Desde los árboles les llegaban las voces tiernas
de los pajaritos que jugaban en las ramas.
-¿.De dónde eres?- inquirió Gonzalo, devolvién-
dole una sonrisa más ampiía.
-De Jarabacoa- dijo, dándole la espalda a la
imagen.
-Cuéntame. ¿cómo te has sentido en el Semina-
rio?- preguntó con voz dulce.
Una cigüita se posó sobre la nariz de la Virgen,
tiró tres brinquitos y se fue en vuelo corto hasta
una rama cercana..
La respuesta de Antonio se circunscribió a otra
sonrisa tímida: levantó los hombros e hizo un
movimiento ligero con la cabeza hacia su derecha.
En ese momento llegaban otros seminaristas.
Gonzalo se despidió, invitándole a conversar otro
día.
-Yo siempre estoy por la barra de hacer
ejercicios. en el recreo de las cuatro: por allá, por
debajo de los pinos- dijo. señalando con un dedo.
Fue el comienzo de lo que con el tiempo se
convertina en amistad cerrada. Un mundo en el
que lograr tal cosa era poco menos que un milagro:
en el que, desde el primer día. se divide al
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 23

estudiante en dos pedazos: la parte interna, natural,


cercada por mallas invisibles. donde secretamente
se refugia a rendirle cuenta a sus pasiones: y la
otra. la aparencial. la de la imagen. Dos fuerzas en
perpetuo coníiicto. cuya guerra, cruel y prolongada,
es de un final impredecible.
Por un lado y otro. cerca y distantes, iban los
seminaristas consumiendo sus dos horas de recreo.
vigilados por maestrillos de silbato amarrado al
cueilo. Gonzalo regresó a la verja, extendió la vista a
lo largo de la vereda por si acaso se originaba un
prodigio y, estando aiií, dejó vagar sus pensarnien-
tos. que. espontáneamente, se remontaron a los
recuerdos de aquel lejano día en que se despidió
de su pueblo para irse al Seminario:
"Allá encontrarás la perfección junto a Dios. al
que habrás de consagrarte para siempre. mi hijo...
Si. mamá... y mis ojos se iban corriendo tras los
amigos que marchaban por la calle rumbo al no ...
Pórtate bien y estudia mucho. que con la ayuda de
la Virgen nada te faltará... Los muchachos llevaban
varas y cordeles para pescar; deben estar ahora en
el parque; Laly y sus amigas se irán más tarde para
el Salto... Ven a comer. mi hijo. que el padre
Santiago dijo que vendría por nosotros a las doce...
Le regalé mi tirapiedras a Leonel: le dije: me lo
prestaras cuando vuelva de vacaciones. De seguro
hoy trae rolones. es buen tirador. el me ensefió.
También me enseñó a tarzanear en los bejucos del
Salto: regresará contento por el camino exhibiendo
las sartas de ciguas y rolitas: en la orilla del rio hay
muchas... Cuando estés en el Seminario acuérdate
siempre de mí. yo rezaré todos los dias para que la
Virgen te ayude... Sí. mamá; ¿y me puedo llevar los
iibros de mufiequitos? ¿Que te dijo el padre
24 ViiUATO SENCION

Santiago?... Que allá te dirán las cosas que debes de


leer; déjalos aquí, yo te los guardo ... A las doce en
punto llegó el bueno del padre Santiago y en
seguida todas las mujeres del coro y doña Casilda y
dona Josefa y otras más, que siempre me habían
mimado con caricias de abuela. y... ¡Qué clarito reza
este muchacho el rosario! y... ¡Vamos Arturito,
échate un sermón, que para todo eres inteligente! Y
se monan de risa con sus boquitas de viejas, dentro
de sus lutos eternos y s u olor a sacristía. Fueron a
despedirme, pero no estaban despidiendo a u n
niño de trece años, sino a un cura hecho y derecho;
y mientras el padre Santiago, con s u s manos
suaves, siempre olorosas a vino consagrado. me
daba palmaditas en la espalda, las mujeres echaban
vivas al que iba a ser el primer cura del pueblo, s u
primer cura. y ¡Qué dichosa es usted, comadre! Y
mi madre sonreía llena de orgullo".

E n marzo, Gonzalo cumplió dieciséis afios y, con


tal motivo, s u madre le mandó, dentro de la bolsa
con la ropa limpia, pastas de dulce de leche de s u
propia factura y una cartita muy cariñosa. Su
hermana también le escribió, pero a diferencia de
la madre, le contaba cosas del mundo: que ya tenía
de novio a u n forastero. cuyo apellido. según él
mismo decía. era el remedo de dioses paganos en
bacanal: Cronosvino. Era un joven de rostro
flameado. quien s e había aparecido en el pueblo
montado sobre una mula de fuego. con la firme
determinación de llevarse a la más bella de las
doncellas. Le confesaba. además. en la carta, que no
pudo resistir los encantos de u n hombre que, con
u n par de frases. vencio a los innumerables
LDS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DICE 25

pretendientes de ella. Estos lo cercaron en la plaza.


armados de escopetas de cartucho y con la mala
intención de borrarlo del planeta. Constituían una
turba desaforada que, las armas en alto, le exigían al
alcalde que el Cabildo emitiera u n edicto que
prohibiera, de una buena vez, la entrada al pueblo
de todos esos intrusos. que lo único que hacían era
venir a arrebatarles s u s muchachas, con sortilegios
de hechiceros. Cronosvino. hecho una brasa, s e
puso de pie sobre el lomo de la bestia y los contuvo
desatando una verba de barricada: "¡Váyanse al
mismo carajo, partida de pendejos! ¡LO que ustedes
tienen que hacer es usar esas escopetas para abrir a
cartuchazos los muros donde tienen encerradas a
las muchachas de este pueblo!"
Arturo quedó tan intrigado con las nuevas que le
relataba s u hermana. que apenas le prestó atención
a la noticia que en realidad esperaba: "Laly está loca
porque lleguen las vacaciones, para verte". También
le llegó carta de s u s amigos, en la cual le
pormenorizaban sus últimas andanzas: le agregaron,
además, la transcripción de un bolero muy en boga:
*Amémonas".que cantaba Lucho Gatica.
Durante sus casi tres años en el Seminario había
esperado el bulto de los lunes con disimulaba
ansiedad: invariablemente lo recogía a la una de la
tarde y s e escondía en s u dormitorio, ojo avizor,
con una suerte de misterio, para desentrañar las
cartas que le llegaban escondidas dentro de algún
bolsillo de pantalón o muy ocultas en el interior de
las camisas almidonadas. Lo descubna t o d ~con
picardía. retozándole la maldad, porque era la
única forma de burlar la censura del Prefecto; ese
inquisidor, quien desmantelaba la correspondencia
que llegaba por correo oficial y , después de leerla,
26 ViRIATO SENCION

la entregaba abierta, así, como si nada: y a quien


también, para colmo, tenía uno que entregarle
abiertas las cartas que se enviaban.
Gonzalo rompió las cartas y se deshizo de los
pedacitos de papel. echándolos por el inodoro.
pero s e guardó la canción de Lucho para
aprendérsela de memoria. La escondió en el
interior de una de las puntas de la colchoneta. con
tan mala fortuna, que a los pocos días el padre
S á a . en uno de s u s acostumbrados allanamientos.
la encontró. Fue éste. al rato, y lo sacó del salón de
estudio. con una silenciosa sefia de dedo: lo
condujo a la Prefectura y, balanceándole el papelito
sobre la cara. le dijo:
-Es usted un buen poeta. Gonzalo. Romántico y
meloso poeta.- Y con acento mordiente y cínico.
comenzó a leerle: "Amémonos mi bien en este
mundo, donde lágrimas tantas se derraman. las que
vierten quizás los que se aman, tienen un no sé qué
de bendición...". -Y remachó: -¿Es posible que
todo un seminarista. un estudiante con verdadera
vocación para el sacerdocio. sea capaz de inspirarse
en cosas de esta índole?.
-Yo no la escribí, padre: esa es una canción.-
Una sombra le poblaba la zona sobre el labio
superior y s u voz era ronca, de hombrecito-. La
t n j e de las vacaciones y la guardé sin ninguna mala
intención. No la hahabía vuelto a ver. se me olvidó. se
lo juro, padre.
- Retírese, y que cosas como éstas no se vuelvan
a repetir: de lo contrario, recoja usted mismo sus
pertenencias y váyase para su casa.- La composi-
ción se fue convirtiendo en una bolita en la mano
huesuda del Prefecto. quien. entre tanto. no le
quitaba los ojos de encima a Gonzalo. hasta cuando
LOSQUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 27

la tiró al cesto-. Otra cosa, vaya ahora mismo donde


el Padre Espiritual, converse con él y confiésese.
-Sí. padre- contestó.
El Padre Espiritual estaba ya enterado. Era éste
un hombre bajito, de labios sensuales, macizo, sin
un pelo en el cráneo y con los ojos saltones y
grandes como de sapo. Era el terror de los
estudiantes. una especie de trapiche, en cuyos
molinos se trituraba al seminarista hasta dejarlo
convertido en u n animalito manso y temeroso.
Gonzalo abandonó el despacho sabiendo que ese
no era su día de suerte. Menos de un minuto de
trayecto separaba la Prefectura de la habitación-
oficina del Padre Espiritual. Para ganar tiempo.
caminó despacio por el corredor. y no tuvo que
mirar hacia atrás para darse cuenta de que el padre
Sáez lo estaba siguiendo con una pistola en los ojos.
Necesitaba recuperarse de la sorpresa y ordenar las
ideas. pero. al no lograr ni una cosa ni la otra. s e
metió de cabeza en u n urinario. Pero cada segundo
que ganaba era peor. Iba derechamente hacia el
verdugo. y ese pensamiento lo dominaba.
Sus relaciones con el Padre Espiritual se habían
deteriorado mucho en las ultimas semanas. El
padre le había hecho una amonestación muy severa
cuando él, en el mes de febrero. y por segunda
vez. le confesó que se había masturbado. "Si vuelve
a ocurrir. antes de venir aquí, le exijo que vaya
donde el Rector y le diga que usted no tiene
vocación". Gonzalo le prometió que jamás volvería a
suceder. que había sido una terrible debilidad y
que estaba rogando mucho para no ceder a las
tentaciones. El muchacho tuvo confianza. en aquel
momento, en que el asunto no saldría del
confesionario. pero después de ello se sintió más
28 VIRIATO SENCION

vigilado. tanto por el padre Sáez como por el


maestrillo Ordóñez, quien hacía la ronda nocturna
por los dormitorios.
Mientras tocaba a la puerta del aposento del
Padre Espiritual, extendió la mirada por el corre-
dor y se encontró con la figura enteca del Prefecto,
que permanecía aún vigilando. parado en la puerta
de su oficina. Gonzalo se sintió acorralado.
En febrero. antes de ir a confesarle al Padre
Espiritual su segunda masturbación, pasó muchas
horas sumido en la más penosa inquietud. Aquello
había ocumdo por la noche y a la mañana siguiente,
Gonzalo. al no hallarse en estado de gracia, no
comulgó. Todos los seminaristas estaban obligados
a asistir a la capilla y participar de la misa diana. Se
colocaban, desde el primer banco hasta el último.
por estatura, según venían ya en la fila. Para tomar
la comunión, se dirigían en el mismo orden hacia
el altar, y los que no comulgaban tenían que
permanecer en sus lugares. estorbando con ello el
paso de los demás. "Los pecadores", para que esto
fuera menos molestoso. se incorporaban y pegaban
a los asientos, recibiendo de soslayo miradas
interrogantes. Mientras, s e quedaban aislados e n
medio del vacío. hasta que los otros terminaban la
comunión y regresaban a sus respectivos asientos.
El más mínimo detalle era observado por el Padre
Espiritual, que permanecía todo el tiempo dando
paseítos por el pasillo. Aquel día, Gonzalo se sintió
desbaratado. en la angustiante soledad de la capiiia,
con el mundo dando vueltas a su alrededor.
deseoso de que la tierra se lo tragara. Sabía que no
tenía más alternativa. para tener derecho a la
comunión, que ir urgentemente a donde s u
Confesor; pero acosado por el temor a enfrentarlo.
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 29

todavía se quedó sin recibir el sacramento una


segunda vez. ;Eso era llegar demasiado lejos! Al
finalizar el oficio religioso de aquel segundo día.
Gonzalo, como un autómata. se dirigió hacia el con-
fesionario. Lo prometió todo. con tal de liberarse de
la tortura que significaba la insoportable humiila-
ción del aislamiento en la misa, y aunque el padre
se mostró extremadamente áspero y amenazante.
él salió de allí como si s e hubiera quitado una
montaña de encima.
Todos estos pensamientos lo atormentaban
mientras arrimaba los nudillos a la puerta de la
alcoba del Padre Espiritual. Confiaba en que el
padre no mezclara el asunto de la canción con las
masturbaciones. que no lo tomara como algo muy
grave, aunque, conociéndolo bien, de él se podía
esperar cualquier cosa. incluso que lo mandara ahí
mismo para la caile, y. por supuesto, no tenía
esperanza de encontrarlo de buen humor. eso era
imposible. ¿Qué podía esperar de un hombre al que
nunca había visto sonreír y con esa cara redonda.
de piel estirada. a punto de estaliar: presta siempre
al reproche? Gonzalo titubeó cuando vio que la
puerta se abna. pero acabó por entrar. Al penetrar
en la habitación, lo sorprendió el advertir que el
padre no estaba ni detrás de la puerta ni sentado,
como presumía. detrás de su pequeño escritorio.
Era como si allí no hubiera nadie en aquel
momento. Todo estaba en silencio en aquel cuarto:
ni u n murmullo, ni u n movimiento ... jnada!
Transcurrieron así unos segundos. los cuales
parecieron a Gonzalo una eternidad: y, ya, cuando
intentaba escaparse de ese ambiente de suspenso.
al que lamentaba haber penetrado sin pedir
permiso. y en el cual comenzaba a sentir los prime-
ros fríos del terror, notó cómo un crucifijo, colgado
30 VIRIATO SENCION

de un clavo en la pared del frente, convulsionóse,


aparatosamente. El miedo experimentado por Gon-
zalo al ver esto fue, sencillamente. paralizante, y.
como si en una pesadilla. trató de huir. pero, no lo
logró. En eso vio, parada en un ángulo de la pieza,
tal que si hubiera emergido del aire. una masa
circular de carne. desde la cual. y brotándole de
una especie de cuencas enormes. con u n movi-
miento de flujo y reflujo, una estela de brasas
reíulgentes s e abalanzaba contra él. una y otra vez.
tratando de fulminarlo. Se desparalizó, al fin. dando
un brinco hacia atrás. y. atónito aún por el efecto
del espanto. abrió atropelladamente la puerta y
escapó: pero sólo para tropezar, ahí mismo. a la
salida, con el padre Sáez. el cual parecía ocupar.
entonces. todo el pasillo. "iOh. padre!", gritó. Este
le tiró las manos sobre los hombros, como
atajándolo. y lo volteó, hasta ponerlo de frente al
cuarto. introduciéndolo de nuevo e n él,
alropelladamente.
La visión había desaparecido. el crucifijo estaba
ensangrentadamente tranquilo y ahora sólo veía al
Padre Espiritual, sentado en la siila del escritorio.
con pose sosegada. hojeando u n grueso libro de
tapas negras. Gonzalo no s e atrevió a emitir
comentario alguno con relación a lo que había visto.
Si observó, y con mucho detenimiento, esa bola de
cráneo liso. que de alguna forma tenia semejanza
con el espectro que hacía unos instantes lo había
puesto a temblar.
-Aquí le dejo a Gonzalo, padre. quiere piaticar con
usted- dijo el Prefecto.
El Confesor se mostró agresivo, como siempre.
Gonzalo, por su parte, no hizo más que repetirle,
con voz temblorosa, lo mismo que le habii dicho al
LOS QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 31

Prefecto: y aunque el padre no entró en razones y


lo hostigó cruelmente. no le exigió, sin embargo.
presentarse a la Rectona. de lo que el muchacho
dedujo que al menos por el momento estaba a salvo
de la expulsión.

Desde las doce de la noche del segundo domingo


de enero de 1950, Santiago Alfonso de la Caridad
Bell se convirtió en un hombre triste para siempre.
A esa hora oyó golpes en la puerta y pensó que eran
amigos, en parranda, que andaban aún por la calle
celebrando la victoria del gallo. Buscó a tientas los
fósforos y encendió la lámpara. Una voz conocida lo
llamo. y, por su tono, tuvo un mal presentimiento.
Se tiró de la cama sobresaltado y, sin tomar
precauciones. abrió la puerta de trancas para
encontrarse con la noticia: su hijo. Cástulo Bell,
había sido hecho preso-y todo indicaba que mal
preso-por una patrulla del Ejército, hacía unos
quince minutos.
Resultaron vanas las innumerables diligencias
para dar con su paradero. Pasaban los meses, y sólo
un rumor aneblinado. cada vez más distante y
borroso. dejaba entrever que su apresamiento y
desaparición podía tener carácter político. Pero el
olfato del abuelo intuía otra causa, que no acababa
de descifrar.

"Aquel fue un amanecer tan claro, con un sol tan


tibio y una brisa tan nítida, que daban ganas de ser
poeta. Los gallos me esperaban con impaciencia
para que los pusiera al calientico del sol. Después
de que los saqué, alborotaban de contento. He
32 WRMTO SENCION

vivido. Antonio, sólo para recordar ese día. ¡Cuantas


veces he aiímentado la ilusión, la posibilidad
mágica de borrar el tiempo que vino después y
regresar a aquella hermosa mañana! Al rato estuvo
tu papá conmigo y yo le colé café. Nunca perdió la
costumbre de venir a tomar el cafecito a casa,
siempre muy temprano. con el primer canto de los
gallos. Lo siguió haciendo aún después de años de
casado. aún después que mi vieja se me murió y me
quedé solo en este rancho tan grande, donde
cabíamos todos. pero al que Cástulo nunca quiso
venir a vivir con s u familia. Era s u forma de ser y yo
se la respetaba. Siempre fue muy independiente.
Cuando tenía apenas tu edad, así como de nueve
años, me hizo construirle una casita en el fondo del
patio. un verdadero refugio de rosas, y allí se metia
a estudiar por las tardes".
'Ya tú tienes edad para saberlo todo, Antonio. Sé
que me lo has preguntado muchas veces, a t u
manera, y te he dado apenas respuestas vagas, y es
que no he querido contradecir a t u mam& ella dice
que tú y tu hermairita Aurimaria son muy niños para
entender ciertas cosas. Pero está equivocada, ¡la
pobre Alfonsina!. Quedó con tanto miedo luego de la
desaparición de Cástulo, que lo único que ha hecho
es tratar de amoararte ante todas las posibilidades
de peligro. Teme que crezcas conociendo la verdad
o que te la digan de una forma que te llenes de
rencor; pero yo pienso lo contrario, s e que t u
entendenas bien. y lo que decidas hacer cuando
grande será cuestión tuya, de tu propio criterio.
Estoy convencido de que, desde s u nacimiento. los
niños entienden: tienen s u forma de comprender;
creo que a los niños no hay que hablarles con el
lenguaje de s u edad para que entiendan. Yo conver-
saba con mi gallo Juanito y sé que me entendía. y
era un simple animal".
"Para la época de la desgracia de Cástulo. yo tenia
fervor por las riñas de gallos. Fue de las cosas que
le contagié a mi hijo. Me acuerdo que él tenía un
poliito pinto que era un lujo, y que aquel domingo
lo llevamos a la gallera para 'echarlo'. Dei encaste
de aquel hermoso pinto nacena Juanito. En la
gallera se encontraba aquel día un hombre vanidoso
y pendenciero que se llamaba Cocolo Cantera, al
que apodaban 'La culebra'. Paseaba. entre sus
manos. con arrogancia, a un canelo de buena espue-
la al cual todo el mundo rehuía. Yo, la verdad, sólo
para que no se creyera tan hombre, levanté al pinto
de Castulo y le dije: 'Aquí tengo este pollito para
usted, ¿qué le parece?'. 'La culebra' se rió a
carcajadas y muchos le hicieron coro. El hombre,
con una voz muy afectada, me contestó: '¿Y con
cuanto echa usted a esa criatura, don Santiago?'
Quien le respondió fue Cástulo: 'Va con doscientos
pesos, que es todo lo que tengo'. Era una buena
suma. Los amigos de Cástulo, que estaban
presentes, y yo. aumentamos la apuesta a trescien-
tos cincuenta. Para no cansarte el cuento. te diré
que el pinto desbarató al canelo de 'La culebra'.
Aquello se vino abajo. Fue una sorpresa. Nosotros
nos fuimos contentos, y Cocolo Cantera quedó hu-
millado. Aquello fue, sin embargo. el principio del
fin de mi hijo. Un año más tarde vine a darme
cuenta de la verdad".
'Ya te he contado muchas veces los detalles de la
pelea de mi gallo Juanito con el de aquel Cocolo
Cantera, y la razón por la cual se produjo el desafio.
Esto ocurrió exactamente un año después de la
desaparición de Cástulo. Te he dicho que el día a e
34 VIIUATO SENCION

la desgracia nació hermoso como una bendición.


pero que. ya. por la noche. el cielo se fue cerrando
de tan negro. que. allá arriba. no se veía ni u n
puntito. Como a la diez comenzó el aguacero, como
a esta hora más o menos; yo estaba ya en la cama,
tal como me ves ahora mismo. fumándome u n
cigarro. sintiendo los primeros goterones sobre el
zinc. y pensando en todas las cosas que habían
ocurrido ese día. Me sentía contento. sereno. y la
música de esa lluvia limpia que sonaba sobre el
techo. aumentaba mi sensación de bienestar. En
algún momento apague el cigarro y me puse a
buscar el sueño. Quizás dormí una hora, algo así ...
me desperté luego... nada extrafio sentí entonces.
ni tuve presentimientos. Ahí afuera seguía el
aguacero con más intensidad. Volví a fumar y a
pensar. Entonces, me acuerdo como ahora mismo,
me dio con pensar en la difunta. tu abuela. y me
parecia que estaba aquí conmigo: conversando
como siempre lo hacíamos antes de dormirnos.
Parecerá una coincidencia. ¿quién sabe? Lo cierto
es que estando ella aquí. fue cuando oí los golpes
en la puerta. Lo raro fue que la difunta no me diera
alguna señal. o me la dio y no la entendí. Por mi
mente no pasó nada malo. sino que eran los amigos
de Cástulo parrandeando con las ganancias de la
pelea. Debí pensar, sin embargo. en que con ese
tiempo nadie iba a andar por la calle en asuntos de
alegría. Me vine a dar cuenta o supuse que para
nada normal me llamaban. cuando reconocí la voz
de mi compadre Famón. Mi compadre era hombre
que se acostaba temprano, y no era verdad que me
iba a llamar sólo para conversar. ¡Algo malo está
pasando, carajo!, pensé. Pero nunca, ni de lejos,
podía imaginarme que se trataba de la desgracia de
mi hijo. Así fue; a mi compadre lo había despertado
LOS OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 35

un hijo suyo para darle la noticia del apresamiento


de Cástulo, y él venía a decírmelo. Lo que pasó a
partir de aquel momento ha sido una pesadilla
interminable".
"Así es la vida. mi hijo. en el momento que
menos uno lo espera le llega la mala. Bueno,
mañana te seguiré contando. Y, otra cosa, no le
hagas saber a tu mamá nada de lo que te he dicho;
si ella se entera no te va a dejar dormir en mi casa".
-No. abuelo. no le diré nada a mamá, te lo
prometo. Buenas noches. abuelo.
-Buenas noches. mi hijo.

El domingo 14 de enero de 1951. u n año después


del apresamiento de Cástulo. el abuelo se levantó
temprano para darle los últimos toques al gallo. Algo
le hacía presentir que ese iba a ser u n día
extraordinario. Desde hacía una semana tenia una
pelea casada con el afamado "Pata'e' criminal" de
Cocolo Cantera. alias "La culebra". Los más notorios
galleros del pueblo no estuvieron de acuerdo en que
se pactara esa pelea, debido a que inevi:ablemente
iban a perder uno de los dos ejemplares-los más
finos y fieros de que s e tenia conocimiento en la
historia de la comarca. Pero lo que empezó con unas
expresiones inocentes de Santiago Bell, que
rebotaron al otro lado del pueblo en los oídos
embriagados de Cocolo Cantera, se convirtió en u n
reto que nadie pudo detener. Santiago había dicho.
mientras acariciaba el lomo de s u animal en el patio
de s u casa y delante de algunas personas, que s u
pinto era invencible y que el Pata'e' criminal de
Cocolo Cantera no era más que un pata'e' puerco
36 VIRlATO SENCION

frente a s u gallo, agregando otras cosas de poca


importancia. Pero sus palabras, en el fondo. no iban
más allá de una pueril comparación o de una
intención alabanciosa. El hecho fue, que en menos
de media hora. a "La culebra" le dijeron lo que
Santiago había dicho. y también lo que no había
dicho. Y a Cocolo Cantera, cuyo poder de razona-
miento no iba más allá que el de s u propio galio, y
que, además, en el momento en que le fueron con el
chisme estaba metido en tragos. se le violentó su
naturaleza de antiguo manejador de presos en la
cárcel de Nigua, en s u época de Teniente [también
se habló de un viejo rencor hacia la familia Be11 por
asuntos de faldas, cuyo origen se remontaba hasta un
baile, de donde Cocolo fue sacado a pescozadas por
un primo de Santiago. en la tpoca en que todavía no
se había enganchado al Ejército) y se trasladó a la
otra punta del pueblo a pedirle cuentas a Santiago.
con un insolente vocabulario de guardia de presidio.
Le voceó. delante de una docena de curiosos, que o
ellos dos se mataban en un duelo o el próximo
domingo %,S gallos se batían en u n desafio con no
menos de quinientos pesos oro de apuesta. Santiago
Be11 le respondió con calma, sin quitarle los ojos de
encima: 'Yo no acepto el duelo. señor Cocolo
Cantera: primero. porque no uso armas, y segundo,
porque para u n duelo s e requiere de una pareja de
caballeros: además, creo que estamos muy viejos
para pendencias: por eso dejé el ron hace tiempo.
para que la bravura no se me suba a la cabeza ni por
ignorancia ni por mentiras. ¡Pero aquí está mi pinto,
cómo no. prepare s u gallo y nos vemos el domingo!".
A las cinco todo estaba listo para la pelea. Era la
atracción de la tarde. Había venido gente desde los
lugares más remotos del municipio, así como de
LOS QUE FALSIFiCARON LA FIRMA DE DICE 37

otras ciudades hasta donde habían llegado noticias


de la inminencia del desafio entre los dos
renombrados gallos. La muchedumbre. encaramada
en los lugares más inverosímiles, sellaba todo el
redondel hasta las últimas gradas. También el patio
estaba colmado. reventando en los portones, como
un absceso que s e derramaba por las calles
aledañas, en las que se concertaban apuestas
parejas: en las que se analizaban ese domingo, al
igual que se hizo la noche anterior: en los bancos
del parque, en los bares de putas. en todos los
lugares y también todos los días de esa semana, las
opiniones vertidas por los expertos.
A la hora en punto estalló el griteno. Se oyó por
los cuatro costados del pueblo. Santiago Be11 tenía
entre sus manos al pinto para lanzarlo a la arena. Lo
habíí preparado con la destreza de u n consumado
conocedor del oficio y con algo más: la dedicación
minuciosa con que s e moldea a una criatura
destinada a una misión del espíritu. Lo venia
haciendo desde mucho antes del reto de Cocolo
Cantera, como s i intuyera u n encuentro
trascendental. Se había pasado los últimos dos
meses traqueando al gallo diariamente, alistándolo
con esmero e n los detalles mas minuciosos del
cuerpo: pendiente de s u alimentación. de la
fortaleza de las patas y del pico. del lustre del
plumaje, de sus reflejos; pero iba mas lejos: le daba
cariño, lo instruía con palabras, le besaba la cresta
como s e besan las mejillas de u n niño, y acabó
poniéndole un nombre humano: Juanito.
Para lanzarlo al ruedo. Santiago Bell hizo un ritual
sacramental: le acarició el pico, las patas y las
espuelas; le alzó las alas y le sopló suavemente los
trémulos nlúsculos; después quedaron ambos
38 VIRIATO SENCION

mirándose a los ojos. y por último. delicadamente,


le desliz6 la mano desde la testa hasta la punta de
la cola, y, en el momento de soltarlo. le dijo:
"icarajo. Juanito, pierde si quieres!". Y con un gesto
pomposo le dio la espalda. como queriendo decir
que ya s u misión habia concluido, que el resto le
tocaba a él.
Pata 'e' criminal hizo uso inmediatamente de s u
arma más contundente, la que le hacia honor a s u
nombre. Empleaba las engarfiadas patas sin necesi-
dad de agarre, en el aire, rápido, repitiendo los
tiros: dos. tres. cuatro, sin posarse en el suelo. De
esa forma habia liquidado a veinticinco conten-
dientes. locales y nacionales. e n cuestión de
minutos. Pero, a la primera andanada, el pinto le
hizo u n esguince y s e retiró mientras que s u
contrario penetraba los espolones en el vacío.
yéndose de culo contra la arena. Volvía Pata 'e'
criminal a la carga y de nuevo Juanito esquivaba el
peligro.
Juanito h.5ía empleado los primeros minutos de
la contienda estudiando la forma de pelear de s u
adversario, sin tirar una sola patada, y este modo de
conducir la pelea, que rompía con las normas
tradicionales, causó confusión entre los especta-
dores. Fue después cuando el pinto dio inicio a u n
tren de pelea. que no sólo condujo al público a u n
estado de delirio (NMo J u a n de Dios confesaría que
se tragó. sin darse cuenta. u n tabacote encendido).
sino que lo llevó al convencimiento de que el
espíritu de u n hombre. poseído del animal. fue,
realmente. el que peleó esa tarde.
En efecto. cuando Juanito se decidió a pelear.
obró con la decisión y la astucia de un ser pensante.
Se pegó a la valla. y cuando Pata 'e' criminal soltó su
LOS OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 39

ráfaga de espuelazos, le dejó el espacio como una


luz. colocándosele al punto por detrás; y. en el
momento en que Pata 'e' criminal se volteaba. logró
agarrar contra la valla, con una magistral picada de
buche, todo aquel desorden de patas y de plumas.
Con rapidez asombrosa, le fue metiendo las agujas.
sin darle un segundo de respiro. neutralizando así
el manejo de las patas a s u contrincante. El pico
era el arma más poderosa de Juanito. Cuando
agarraba era muy dificil desprendérsele. salvo que
el adversario dejara en tributo una gran cantidad de
sangre. Pata 'e' criminal quedó mal herido desde la
primera embestida del pinto, pero era u n animal
de coraje, y a ú n alicaído y con los pellejos
arrastrándose por tierra, siguió buscando al pinto
con una rencorosa determinación de lucha. Pero
Juanito no s e exponía. y, por el contrario, inició
entonces u n recorrido circular. el cual parecía
traducir toda una expresión de burla, con-
tentándose solamente con mirar de soslayo a Pata
'e' criminal. que, aunque sangrante y débil. s e le
abalanzaba atropelladamente, mostrando todavía
fortaleza en el tiro de las patas. El pinto volvió a
pegarse a la valla, preparándose para repetir el
ataque anterior, y Pata 'e' criminal, en u n esfuerzo
de moribundo, se le encimó en un vuelo a ras de
tierra, acompañado con alaridos de Karateca. Pero
no fue más que la desesperación del último aliento,
pues era tal s u confusión, que Juanito pudo eludirlo
con facilidad y volverlo a pegar a la pared.
agarrándolo con una picada, que más que picada,
parecía u n anzuelo ensartado e n el buche; y,
minuciosamente, le fue clavando las espuelas por
todo el cuerpo. Ratos hacía ya que Pata 'e' criminal
estaba muerto, pero nadie s e daba cuenta. porque
aparentemente permanecía parado sobre s u s patas,
40 VIRIATO SENCION

cuando en realidad estaba levantado por el pico


vigoroso del pinto, de donde tuvo que desprenderlo
el juez de valla, cortando para ello los pellejos con
un cuchillo de carnicero.
Fue entonces cuando se produjo un acontecimien-
to tan misterioso y confuso. que todavía, al paso de los
años. sólo puede ser explicado a través de la
especulación y la fantasía de los que lo presenciaron.
El hecho iisico, material, ocurrió así: al término de la
pelea quedó Juanito empapado con la sangre de Pata
'e' criminal. y hay consenso entre los que
presenciaron el suceso. de que el pinto emitía por su
garganta un sonido gutural y cavernoso que parecía
venir de otro mundo, mientras se paseaba, intranqui-
lo. alrededor del gallo muerto. Sus ojos parecían dos
puntos de fuego y, como u n radar, buscaban
afanosamente a alguien. Cuando Cocolo Cantera se
tiró al ruedo a recoger los despojos de s u animal, una
furia de la naturaleza se apoderó del reñidero. y nadie
pudo evitar que el pinto, como u n poseído. se le
arrojara a "La culebra" y lo destrozara frente al entu-
mecimiento y el asombro de la multitud. Cuentan los
que estaban en la primera fila. que los espolones del
pinto se fueron agrandando como dagas, y que, con
una rapidez vertiginosa. los fue metiendo en el
corazón de Cocolo y después en los ojos y por toda la
cara. hasta dejarlo convertido en una máscara de
sangre. muertecito, en el centro del redondel.

-Abuelo... abuelo- susurra Antonio: unos ojos bien


despiertos y una cabecita en la que revolotean
pensamientos inquietos. que le ahuyentan el sueno.
-Sí, Antonio... dime- le responde el abuelo me-
dio dormido.
;OS QUE FAiSiFICARON LA FIRMA DE DIOS 41

-¿Qué fue lo que hizo papá para que s e lo


llevaran preso?
El abuelo se sienta en la cama, busca los fósforos,
y con la misma cerilla prende u n cigarro y la
lámpara; se pone de pie y abre la ventana: por el
espacio abierto s e ven, cerquitas, unas estrellas
grandes, las cuales parece que se pueden coger con
las manos. Calcula la hora y piensa que deben pasar
de las doce.
-Todos me aseguraron que nada. El tenia sus
ideas políticas. sus inconformidades, pero era muy
discreto; sólo conmigo se desahogaba. De la gallera
vinimos los dos juntos hasta casa; al gallo lo metimos
en el rejón y, después, nos fuimos a la cocina para
preparar algo de cenar. Ahí estuvimos hasta las ocho.
A esa hora él se paró para irse y yo lo acompañé hasta
la calle. Comenté: ''Va a llover". Miramos para el
cielo. y él dijo: "Sí, va a llover: ¡qué raro!. con lo lindo
que estuvo el día". Debí de acompañarlo a s u casa,
pero no lo hice: no sé qué me detuvo, casi siempre
me pasaba la noche con ustedes hasta cerca de las
diez, pero ese día no fui, quizás por el aguacero que
se acercaba... no sé. La verdad es que no fui. Estoy
seguro de que si yo hubiera ido, Cástulo no coge la
calle. De todas maneras fue muy extraño que lo
hiciera, ya que al otro día teníamos que estar.
tempranito. en el taller para terminar cuatro puertas
que debíamos entregar ese lunes; era un verdadero
compromiso, y él jamás se trasnochaba cuando al día
siguiente había trabajo por hacer. Parece que tenía
muchas ganas de reunirse con los amigos para
celebrar y comentar el triunfo de s u gallo; era la
locura de aquel domingo, de lo único que se hablaba
en el pueblo.
"Segun lo que me contaron, Cástulo llegó a u n
42 VIRIATO SENCION

bar. en el pueblo arriba; se sentó a la mesa de unos


amigos y de ahí en adelante todo fue alegría.
Después. mucho después, fue cuando se presentó
una patrulla, compuesta por tres guardias armados
de fusiles, y dos hombres de civil, que nadie había
visto nunca por aquí, con armas metidas por debajo
de las camisas. Fueron directamente donde estaba
Cástulo y se lo llevaron en el mismo carro en que
habían llegado. Eso fue lo que me contaron".
"Nunca volvió a aparecer... nunca más. Mi único
hijo. mi gran esperanza, la niña de mis ojos. A
veces siento remordimientos por no haberlo sacado
a tiempo de este hoyo. pero siempre quise tenerlo
a mi lado. Aprendió junto a mí la carpintería, se
hizo bueno en el oficio, aunque no era esa s u
verdadera vocación. Lo mismo me pasó a mí. que
seguí los pasos de mi padre porque no había otra
salida mejor. a u n cuando con el tiempo le fui
cogiendo cariño al olor de la madera. Cástulo no se
acostumbró nunca. tiraba hacia la ciudad. inclinado
siempre a la lectura. a esos libros que yo le dejé
sobre la mesa y que él los fue leyendo voluntaria-
mente. apegándose a ellos y haciéndose cada vez
más inconformista, pensando que del otro lado de
estos montes estaba s u futuro y el de s u familia.
Decía él que el tiempo aquí estaba como paralizado.
que permanentemente se respiraba el mismo aire
viciado, que era una sociedad estancada. donde el
valor del hombre se medía por la cantidad de tierra
que poseyera o por s u capacidad para matarse con
otro. Castulo pensaba en las universidades. en viajar
por un mundo que ya conocía a través de los libros.
Eran sueños, pero creo que hubiera liegado, por s u
inteligencia, a convertirlos en realidad. Pero cada
cual tiene s u destino y el de t u padre f ~ esa e
LOC QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE DIOS 43

muerte tan temprana y tan absurda. producto eila


del rencor de u n infame, e hija bastarda de la
barbarie de este país de mierda".

Las apretadas actividades del día lograron


amainarle un poco la extrema preocupación con la
que abandonó la capilla después de la misa. pero
ésta regresó por la noche. con renovada intensidad.
Arturo Gonzalo había vuelto a caer. el día anterior,
en el pecado de la carne. y ya no le quedaban
fuerzas para ir a confesarse con el Padre Espiritual.
No había comulgado esa maxiana y sabia que las
consecuencias de ese acto, de repetirse, podían
traducirse en s u despido inmediato. Otro tanto
ocurriría- no tenia la menor duda- de confesar.
por tercera vez, una masturbación. Por otro lado.
¿cómo podna seguir él resistiendo esas maliciosas
y aceradas miradas que le dirigían sus compaiieros,
en tanto que caminaban hacia el altar con las manos
en posición de arcángeles: cuando él. arrodillado
en el reclinatorio. s e echaba hacia atrás para
permitirles el paso. momento que aprovechaba
para agachar la cabeza, mientras que sentía como si
u n pájaro le estuviese devorando las entrañas?.
Seguramente s u s condiscípulos lo auscultaban con
morbosidad, desnudándolo e imaginándoselo con
el miembro en las manos, agitándolo, estrernecién-
dose ante una ilusión. ¿Qué otro motivo podía impe-
dirle a u n seminarista desaprovechar la ocasión de
recibir el Sagrado Cuerpo de Jesucristo mediante
el sacramento eucarístico? ¿Qué otro tipo de
pecado podía cometerse en u n mundo en el que
sólo había estudios. ritos. vigilancia y una larga
noche para dormir? Muy de cuando en cuando,
44 VINATO SENCION

algún que otro interno dejaba de recibir la


comunión. y entonces él pensaba lo mismo, se
formulaba las mismas interrogantes: mas eran solo
deducciones, pues jamás. en sus tres años en el
Seminario, pudo, hablando con algún compafíero,
desvanecer sus dudas. La confianza no llegaba hasta
ahí. Era un terreno vedado.
Las tinieblas de su dormitono le iban agigantando
el problema. Tendría. con la ya inminente llegada
del día, que enfrentar la realidad. No veía solución
al dilema. Ahora, de una cosa sí estaba seguro: bajo
ninguna circunstancia iría a donde el Padre
Espiritual. Lo mas logico seria presentarse a la
Prefectura o mejor a la Rectona, y decirle: "Padre,
no tengo vocación: me voy a casa hoy mismo". Así
se lo había exigido el Padre Espiritual, que hiciera
eso si volvía a masturbarse. El Rector no tratana de
retenerlo. Al contrario, le dina: "Haga su maleta y
salga por el lado del Seminario Mayor, a la hora de
clase, sin que nadie lo vea". Cogería la guagua hasta
el hotel La Fama y a las dos de la tarde se ina en un
carro para su pueblo. Y cuando llegara, ¿qué le
respondería entonces a su mamá, y peor, al padre
Santiago y a dona Casilda y a doña Josefa y a la
señorita Cristina y a las otras, cuando lo vieran
llegar a esta altura del año escolar y lo acosaran a
preguntas? Me botaron por pajotero. ¡El bueno de
Arturito, s u curita, el orgullo que ellas exhibían
frente al descarrilamiento de la juventud, expulsado
así del Seminario! ¡POR ESO!, lpor andar de
pajotero! ¡Dios mío! ¡ES que el mundo se está
acabando! Pero no... mejor les dina ... si. les diría ...
Pero Arturo Gonzalo no llegana a decirles nada:
en realidad. carecía de valor para presentarse en s u
pueblo con semejante fracaso: le causaba miedo el
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 45

sólo pensar en la cara de angustia del padre


Santiago, quien había confiado en él y que tan
buenos consejos le había prodigado: le infundía
terror pensar en la pena y la vergüenza que sufrina
su pobre madre. ¡Tantas ilusiones que ella había ido
guardando a lo largo de s u vida. habiéndoselas
entregado todas a él, el día que partió para el
Seminario! "Mi hijo, mi único deseo es que seas
sacerdote: y cuando yo esté a tu lado el día de tu
primera misa. en nuestro pueblo, seré la mujer
más dichosa de la tierra: entonces moriré en paz,
ya que de la vida sólo quiero eso, mi hijo".
No. de ninguna manera se ina para s u pueblo,
pero tampoco acudiría a donde el Padre Espiritual
a decirle, contrito: "Padre. quiero confesarle, con
u n gran dolor en el corazón. que he vuelto a
masturbarme": y a que éste, rojo por la cólera, le
dijera: "iváyase. salga inmediatamente de mi cuarto
y dígale al Rector que usted se va ahora mismo para
su casa!" Y no valdrian ruegos, ni promesas, las
cuales senirian solamente para humillarlo más.
para que se cebara en sus lágrimas. ¡NO! ¡NO! Y...
¿entonces?
Cuando a la cinco de la mañana el maestrillo sonó
la campanilla por el corredor, Arturo las confundió.
entre sueños, con las trompetas del Juicio Final.
Había tenido una noche de insomnio, interrumpida
a ratos por hilachas de sueños sobresaltados, que a
las cinco, cuando el estridente campanear lo hizo
saltar de la cama como u n resorte, apenas
comenzaban a ponerse e n reposo. Pero mucho
había logrado durante s u angustiante vigilia: había
definido una acción precisa y se había convencido
deque era la única y la mejor.
Se quedó sentado u n momento en el lecho,
46 VIRIATO SENCION

ordenando sus pensamientos. reflexionando sobre


los pasos que sabía iba a dar en la batalla inmediata.
y se incorporó con vigor, insuflándose el último
ánimo. Se dirigió al baño con una solemnidad de
tahúr: una carta en la manga y la determinación de
ganar la partida.-
Sintió que todo era distinto a s u alrededor: que
esa luz que comenzaba a inundar al mundo tenía un
color más transparente, un fluido vital que no
alcanzaba a esos compañeros que ahora iban y
venían presurosos con los cepillos dentales y las
jaboneras en las manos, con las toallas enrolladas
en los pescuezos. Al pensar en ellos los concibió
como niños acorralados: autómatas cuyas voluntades
estaban sirndo manejadas por cerebros entrenados
para la manipulación del espíritu.
Fue ejecutando cada acto de s u rutina diaria
como una extensión de sus cada vez más exagera-
dos pensamientos: se cepilló los dientes con brus-
quedad: no con el movimiento producido por la ira,
sino con el producido por la emanación de tensas
fuerzas interiores: y cuando fue al inodoro. evacuó
los excrementos con rabia: "Mierda, eso es lo que
son estos curas. mierda". Recurria, consciente o
inconscientemente. al consabido método de la
justificación de la conducta propia. Y no era para
menos. pues lo que s e proponía hacer dentro de
muy poco tiempo requena de mucha convicción y
de mucho valor: iba a meter en su alma un huracán
devastador para que le arrancara un principio
moral bajo el cual lo habían moldeado desde
infante: era un recurso liberador. que lo redimiría
de tres años de angustiante lucha interna y le
evitaría, al mismo tiempo. la desgracia de ser
expulsado del Seminario. Se esforzaba en separar
L05QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 47

las dudas y las garras de los temores de s u s


razonamientos. Principalmente de aquellos que in-
sistían en represalias incombatibles. apocalipticas,
apiicadas por fuerzas ciegas, instantáneas. Pero ya
nada lo detendría.
En completo control de s u propio ámbito,
fabricó un circulo a s u alrededor y lo revistió de
láminas de acero. Salió del dormitorio vistiendo su
mejor sotana; por el camino saludó, con inusual
cortesía. al maestrillo Ordóñez, quien observaba la
salida de los seminaristas del Pabellón Norte. Antes
de meterse en la fila formada para entrar en la
capilla, se dirigió al cuarto del Padre Espiritual, el
cual parecía estar esperándolo, y le dijo: "Padre,
quiero confesarme, o. mejor dicho. conversar con
usted, pues pienso que lo que me ha ocurrido no
amerita confesión". El Padre Espiritual dejó s u
cabeza donde la tenia. esto es: hacia abajo, y ni
siguiera hizo mover una sola arruga de s u sotana
mientras yacía sentado detrás de s u escritorio;
aunque si levantó. para mirar de arriba a abajo al
dueño de esa voz tan segura, unos enormes ojos
redondos, que salían como puños de s u s cuencas.
Pero no le contestó. Ante el silencio del cura,
Gonzalo retomó la palabra. y mirando directamente
a los ojos inquisidores del Confesor. habló de esta
suerte: "Padre. antenoche volvió a asaltarme la
tentación de la carne; sentí, por u n momento, que
flaqueaba, pero me sobrepuse al primer embate del
demonio y logré vencerlo mediante una oración
profunda y continua. Pero no me senti conforme.
Tenía que convencerme de que yo no iba a ser
víctima fácil de tan terrible tentación, y desde
aquel instante dediqué la mayor parte de mi
tiempo a meditar y a orar, hasta ahora que me
presento ante usted para decirle que por primera
48 WRIATO SENCION

vez en mi vida me siento u n hombre liberado. sin


dudas en mi espíritu, sin miedo y con una fuerza tal
que soy capaz de vencer los peores obstáculos que
se me presenten. Eso quena decirle, padre, que
me siento libre de pecado y con la conciencia más
tranquila que un niño recién bautizado".
El Padre Espiritual acabó oyéndolo de pie. Tan
asombrado como incrédulo. se dio a la busca de la
verdad en los ojos de Gonzalo. Este, faciiitándole la
inspección. los abrió con cierta desmesurada
candidez. pero en ellos sólo encontró la verdad de
Gonzalo. Había sido un planteamiento sin contra-
dicciones y e> él encajaban la lógica. la serenidad del
seminarista, los detalles: menos algo que parecía
estar más allá de las cosas concretas y que el cura
buscaba desesperadamente en los abismos imper-
turbables de Gonzalo. En vano hurgó los fondos, en
vano se afanó por inextricables recámaras del alma: y
al fin. con s u grado de reserva. no tuvo más remedio
que admitir la versión del seminarista.
- Reciba mis congratulaciones. Gonzalo- dijo.
finalmente-. Es usted muy valiente. Váyase ahora
tranquilo a oír la misa. y, ante cualquier incerti-
dumbre, no tema acudir a mí.
- Gracias. padre- respondió.

Cuando a Arturo le llegó el turno de recibir la


comunión durante la misa, ejecutó el acto con
firmeza y sin el menor remordimiento. Regresó a
su asiento. revitalizado, y con el poder que otorga la
posesión de u n extraordinario secreto. No pudo
evitar. mientras s e arrodillaba, mirar hacia el
pasillo y encontrarse con la mirada taladrante del
Padre Espiritual, quien lo observaba con mucho
detenimiento. Gonzalo metió la cabeza entre s u s
dos manos y recordó el día de s u s espantos en el
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 49

cuarto del Confesor: pensó. como lo habia pensado


tantas veces, que aquello no podia ser más que u n
macabro montaje del cura. Como reacción
compensatoria, mientras volvía a tirar la vista hacia
el pasilio, pensó: "Hoy no te valieron las brujerías.
jah!; hoy no te valieron".
¿Mediante qué razonamientos habia llegado
Gonzalo a la determinación de mentirle o, al
menos. de hablarle con ese lenguaje ambiguo al
Padre Espiritual. y luego comulgar con el pecado
irredimido de la masturbación?
Desde meses atrás pensaba mucho en sí mismo.
en s u conducta: se autoanalizaba, aunque nunca
tanto como lo hizo la noche tormentosa que
precedió a s u confesión. ¿Era ese deseo irrefrena-
ble de masturbarse que. de cuando en vez, lo
asaltaba. casi sin darse cuenta. como si el ansia
estuviera agazapada en algún rincón del cuerpo y de
pronto exigiera paso, reventando hacia afuera, u n
síntoma peligroso de aberración sexual? ¿Era él un
anormal? Reconia s u vida hasta donde podia forzar
la memoria y no hallaba en ella ingredientes de
mayor preocupación. Recordaba s u primera expe-
riencia erótica con la misma naturalidad con que
recordaba la primera vez que brincó los alambres
de púas para llenarse los bolsillos de granadas y
grosellas en una cerca vigilada por toros agresivos.
Aquello h a b í sido una agradable y sana aventura,
semejante al robo de mangos banilejos hecho con
una vara armada de navaja y jarro de hojalata en la
punta, en el patio amurallado de una señora. tan
celosa de s u s frutas, que antes de obscurecer
mandaba a las s i ~ e n t a as que. encaramadas en la
mata, las cortaran una por una. mientras ella
observaba desde el suelo. Todas estas cosas eran
parte de la rutina diaria. como el comer, ir a la
50 VIRIATO SENCION

escuela. ir a pescar al no. cazar con tirapiedras en


el monte. Y todas. como en muchos casos la
masturbación. eran actividades que se realizaban en
grupos. sin ningún tipo de reserva ni vergüenza. Y
unas y otras pasaban a ser anécdotas de niños que
se iban pareciendo a hombres, y que s e contaban
en los bancos del parque. en los charcos de los
nos. con orgullo, llenas las venas de ínfulas.
Si él era un anormal, entonces todos sus amigos
del pueblo eran unos degenerados de nacimiento.
comenzando por Leonel, de quien recordaba
muchos años atrás. cuando, erguido el pechito por
la vanidad. le dijo, en el patio de la escuela: "Mira...
esta mañana me la hice. y mira ... la boté espesa,
llega ... como hasta ahí". Y hacía movimientos hori-
zontales con los índices, pegándolos y des-
pegándolos. para indicar la extensión y la fortaleza
de esa substancia que él oía mencionar por primera
vez con el nombre de "miaja". Aquella tarde quiso
imitar a Leonel, quien le llevaba dos anos de edad,
pero no botó nada. sino que se le puso redondito y
colorado como un tomate. Pero le gustó la
sensación.
¿No eran estos deseos u n recurso de la
naturaleza humana, que se violentaba a través de los
sueños si no se le complacía en forma normal?
A~inquehabía una diferencia: las fantasías oniricas
no eran pecado, porque ocuman al margen de la
voluntad. Entonces. si llegaban por mandato
automático. como los latidos del corazón, ¿no
indicaba esto que eran parte inseparable de los
tejidos espirituales?
Con éstos y otros razonamientos, fue Arturo
Gonzalo agotando las interminables horas del
insomnio. Y aunque a veces se hundía en las
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 51

marismas de la confusión, lograba, al cabo, fuerzas


para salir a la superficie. nadando por entre las
rendijas de la telaraña.
Fueron muchas y muy variadas las vueltas que fue
dando por los escondrijos de su mente, y en cada
una de ellas tropezaba con unos enemigos concre-
tos, hechos de carne y hueso, que lo iban a triturar
ese día, sin contemplaciones: los hombres del
Seminario; seres específicos, tangibles, que no ad-
mitirían apelaciones. Tenía que vencer, sin pérdida
de tiempo, a los hombres. a los que ya tenían el
puíial en alto y lo bajarían con fuerza sobre s u pecho.
"Si no comulgo e n la misa de hoy, me van a
condenar a la expulsión: si me confieso para
comulgar, también me expulsarán: y si algo no
puedo permitir es eso. que me expulsen. ¿Y si
comulgo sin confesar? m, Dios! La ira de Dios y la
eternidad de los fuegos. ¿Fuego? ¿Infierno? No
alcanzo a comprender el concepto de lo Infinito. ni
el horror de los tormentos a fuego por u n a
eternidad. Una cosa si comprendo: la condena de
los hombres, que será. irremediablemente. hoy. La
condena de Dios será después. Pero además ... ¿cuál
es mi pecado? ¿Y si en realidad no estoy en
pecado? Por supuesto que no lo estoy ¿De qué
tengo que arrepentirme en la vida? ¿Y si fuera así,
como lógicamente debiera ser? ... Es más, como es.
¿cuál es mi conflicto con los asuntos de Dios?
Ninguno, pues ... Y si ninguno ... iAh!, fingiré una
confesión: porque eso si, debo ir a donde el Padre
Espiritual ... Tengo que ir... De otra manera, ¿cómo
justificar el no haber recibido la comunión ayer? Si
no lo hice era porque estaba fuera de gracia. Eso
es... Iré y me confesaré mintiendo: luego comulgo.
y luego..."
52 ViRL4'iU SENCION

A partir de ese día Arturo Gonzalo se sintió más


libre para estudiar y soñar. Habíí eliminado el acoso
de los hombres. Se posesionó de Laly Pradera y de
la vecina de pasos alados. que seguía viendo a las
cuatro de la tarde desde la sombra de los pinos. y
las hizo suyas sin remordimientos de conciencia,
contemplando desde s u ventana unos astros
diferentes. que moraban entre sonrisas. allá, en la
inmensidad del mundo.
Pasaron las semanas y apenas sintió las molestias
de Dios: pero pervivía en su mente. como una cosa
sin resolver, su presencia y la probable e
implacable condena de su ira. Era la única espinita
que. de tiempo en tiempo. se revolvía en algún
lugar de su espíritu. No dejaban de molestarlo, así
como si fueran una interferencia a su nuevo estado,
esos clavoncitos, que ¿quién sabría? podían
agrandarse inesperadamente.
En los primeros días de junio, poco antes de Las
vacaciones, con la cercana presencia de los besos
soliados de Laly Pradera. con la recurrente visión
de la naturaleza de su pueblo, cuyos nos se le
aparecían ahora mas limpios y apacibles. y las
montaíias más verdes y edénicas. y el laurel de la
plaza como un monumento erigido en un j a r d í de
amores. resolvió quitarse de un solo golpe su único
motivo de perturbación. y se preguntó: "¿Y si.
después de todo, Dios no existiera?" Acto seguido,
como si hubiera descubierto la Piedra Filosofal.
acabó confirmándolo: "Dios no existe".

"Esta es la época en que todo el pueblo parece un


jardí, parido de flores y de arcoíris; la tierra llena
de lluvia buena; y de casitas de lombrices los patios
LOS OUE FALSIFiCARON L A FIRMA DE DIOS 53

de la madrugada: las muchachas cantando s u


candidez en la iglesia y en la escuela. y suspirando
de amores. En mayo, el espíritu del pueblo,
henchido de aromas, s e mete suave hasta el
tuétano. Aquí, en el Seminario, mayo me trae esta
noche los efluvios del mundo: los que están cerca y
penetran por mis oídos y. también. los que están
lejos en mi recuerdo. Este año me tocó en suerte
dormir en el Pabellón Norte, en el tercer piso: es
más fresco y desde aquí puedo mirar los edificios
de la Feria y, un poco más allá, las espumas del Mar
Caribe, y escuchar s u rebote sobre los acantilados.
Es noche de sábado y los merengues de Ramón
Gallardo me llegan clantos desde el ripico Quis-
queyano. En las vacaciones de verano los mucha-
chos me hablaron con entusiasmo de s u música. Se
metían por trullas en casa a ensayar los Últimos
pasos, haciendo parejas entre ellos mismos. Llega-
ban por las tardes, bebían café recién colado y
fumaban de u n cigarrillo, pasándose el cabo uno al
otro, hasta consumirlo todo. Se iban después de
ronda. Yo. generalmente, me quedaba, porque no
podía andar en esos brincos de juventud demasiado
alegre. Andaban siempre en grupo, entusiasmados.
pero con los bolsillos sin u n céntimo. A veces
reunían algo con los "viejos" y entonces hacían u n
serrucho para comprar una botella de ron, y. al
primer trago, les brotaba la vena artística: tocaban
guitarra. cantaban y, por las noches, se animaban a
las ventanas, alumbradas de luna, a darles serenatas
a las muchachas. Las serenatas de guitarra se oyen
lindas en las noches de mi pueblo: tenía que
amarrarme a la cama para no levantarme. Eran
momentos e n que la imagen de Laly me
acompañaba hasta cuando salian los primeros hilos
de sol, royéndome el cerebro".
54 VIRIATO SENCION

"Deben ser las diez y media o las once: hace


m u a o rato que el maestrillo apagó las luces. Los
merengues de Ramón Gallardo me llegan envueltos
en un olor a pescado frito. Siento lo pasos del
maestrillo Ordóñez; s u s pasos gatunos son
inconfundibles: los del maestrillo Garmídez son un
poco alborotados: pero éstos no; son como un
humillo ligero que va penetrando hasta en el sueño
de los seminaristas. Me deslizo sobre la cama y me
hago el dormido. Lo imagino abriendo con sigilo las
cortinas que sirven de puerta a los dormitorios y
auscultando con s u linterna la cara de los
estudiantes. A mí, últimamente. me vigila con
frecuencia. pero nunca ha logrado sorprenderme.
Hace menos de u n mes cogió a Jacinto Coronado
-mi vecino- "haciéndosela". Estoy convencido de
que fue en eso que lo agarró. Esa noche el maestrillo
Ordóñez le cayó como una sombra; puse el oído
contra el tabique, y aunque al principio no logré
escuchar nada. yo estaba seguro de que algo estaba
pasando ahí al lado; luego me llegaron palabras
bajitas, que no podía descifrar. después, pisadas que
se alejaban; también sollozos quedos, como si se
ahogaran bajo una almohada. Por la mañana busqué a
Jacinto entre la fila y no lo encontré, tampoco lo
había v i s t ~en cl baño; no lo volví a ver por ninguna
parte. ni en la capilla. ni en el desayuno, ni en clase.
Por la tarde le oí decir a alguien que Coronado se
había ido. Apenas un susurro. Es el método. Cuando
las autoridades deciden expulsar a un estudiante. lo
hacen en el mayor de los silencios, sin que nadie se
entere; entonces pulverizan s u nombre y s u
recuerdo. Jamás s e le menciona. Me quedo en la
cama: cavilando, molesto por la ronda del fantasma.
Mis oídos han desarrollado tal destreza, que
conozco ya los pasos con los cuales se va para no
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 55

volver. Tengo ganas de "hacérmela". pero no me


atrevo, y aunque he ideado un sistema para que no
me agarre con las manos en la masa. temo que este
hombrecillo sea capaz hasta de "olfatearla". No dudo
de que a este mastín hasta e n eso lo hayan
entrenado los jesuitas. Además, s u presencia me
hace perder la concentración: a mi me gusta irme
en vuelos largos y descansados. Es raro, pero por
más que me esfuerzo. no logro cambiar, con
efectividad, a la amante de ilusión: me voy por
diferentes caminos. pero, atravesada, como una
diosa rnitológica. siempre está Laly Pradera, con s u s
pezoncitos acajuflados y s u grupa alzada y apetitosa.
Pienso que eso me ocurre porque son las únicas que
he visto, la única realidad que he percibido".

-¿Quién fue, abuelo? ¿Quién fue el culpable?


-No te desesperes. Antonio, que ya lo sabrás
todo. Te lo iré diciendo como corresponde. y
confio en que guardarás estas cosas. que las irás
escondiendo en tu mente. Será u n secreto entre
nosotros dos: después, cuando seas más grande,
sabrás qué hacer con él. Ya entonces estaré yo
muerto y tú serás Cástulo, resucitado. y que andará
por el mundo en busca de u n destino mejor. Te
juro. ini hijo, que si no me eché en la cama para
morirme de rabia, de indignación, de impotencia,
fue porque tú existías, porque tenía que esperar a
que crecieras u n poco para ir entregándote esto
que llevo adentro: lo cual no es ya mío sino tuyo. y
no podía dejártelo con otro.
"¿Culpable? Desde el primer momento tuve mis
sospechas, más bien una corazonada, pero ¿adónde
ir para pedir justicia?"
56 VIRIATO SENCION

"Aquella noche. la de la desgracia. tan pronto mi


compadre me dio la mala noticia, corrí. bajo la
lluvia, como un desesperado. y me presenté en el
cuartel de la guardia. Lo que encontré allí fue a dos
soldados que me gruñeron como cerdos: "Espere al
Capitán o al Teniente", me dijeron. Cuando logré
ver al Capitán y le pregunté por Cástulo Beil, me
respondió: "¿Cástulo qué? Ah, se lo llevaron para la
Capital; son asuntos de arriba, yo no s é nada".
"¿Cómo que no sabe nada? ¿Cómo que no sabe,
carajo?" Suerte que mi compadre Ramón me
acompañó. porque, si no. me hubieran matado allí
mismo. Me puse como loco y él me arrastró.
cogiéndome por la cintura con toda s u fuerza, y me
trajo hasta casa. 'Y no averigüe mucho si no quiere
que le pase lo mismo", oí que me voceó el Capitán.
Lo escuché cuando mi compadre me venía
arrastrando por la calle".
-¿Quién crees tu que fue, abuelo? ¿De quién
sospechas?
-Escucha bien lo que te voy a decir, Antonio.
PrCstale mucha atención y después olvídalo, hasta
qi.e sea conveniente recordarlo: el infeliz que
.nstrumentó la desgracia de t u padre fue Cocolo
Cantera. Por más que lo sospeché no lo vine a saber
hasta que Juanito lo mató en la gallera. Ahora
quiero que oigas esto otro: quien mató a Cocolo fue
Cástulo. Después que Juanito mató a Pata 'e'
criminal habló y sólo yo supe que era Cástulo quien
hablaba. Ya yo sabía lo que él buscaba. Después pasó
lo que tu sabes: e n medio del desorden y la
confusión. Juanito voló hacia donde yo estaba, lo
agarré en el aire y s e lo pasé a mi compadre
Ramón. que estaba a mi lado. para que lo metiera
en la misma funda en que lo habíamos llevado a la
gallera. Le dije a mi compadre que se lo llevara y lo
LOS QUE FALSIFiCARON LA FIRMA DE DI05 57

escondiera. Por supuesto no se acusó a nadie de la


muerte de "La culebra". Los comentarios lo que
hacían era aumentar el misterio. y con los días vino
la calma. Con el tiempo. traje a Juanito otra vez a
casa. Tú lo conociste bien, jugaste mucho con él, y
ya sabes el entierro que le hicimos cuando murió".

Llegó al Seminario procedente de Cuba. justo al


iniciarse el primer año de Antonio Bell. Venía a
realizar esa etapa del magisterio que en la carrera
educativa de los jesuitas se conoce como la de
maestrillo. Se llamaba Fabricio Paula y Céspedes.
Un habanero de veintitrés años. inconforme con la
disparidad entre la perfección del reino celestial y
las barbaridades de este mundo. Fue u n viaje
precipitado. Hubo que sacarlo de Cuba antes de que
el Dictador de aquel país se arrepintiera de haber
consentido, a puros ruegos, la salida al extranjero
de u n individuo al que se sindicaba de ser uno de
los cerebros tenebrosos del terrorismo e n La
Habana. Pero de mucho valió la posición económica
y social de la familia, no sólo para infiuenciar en el
ánimo del jefe de Gobierno, sino para que los
jesuitas optemperaran a u n acuerdo razonable sin
que por ello cayeran en desgracia frente al poder.
Fabricio había constituido siempre u n pequeño
dolor de cabeza para la Compañia, y, hasta cierto
punto, las autoridades de la Orden se sentían
frustradas ante la indocilidad del muchacho. Doce
años habían transcurrido desde que las puertas del
Seminario se le franquearan al niño sin ningún
inconveniente. De tez blanca, con la pater:te
incuestionable de la alcurnia de Miraflores, y con
una clara luz de inteligencia en los ojos. reunía, por
mucho, las condiciones indispensables para ser u n
58 VIRIATO SENCION

benjamín más de la Compañia de Jesús. Pero no


siempre estos Adonis tenían algodón en el espíritu.
y el de Fabricio era. al parecer. de u n material
inmoldeable. Pero esta no era razón para
preocuparse demasiado desde el principio: ya irían
ablandando el metal. con el tiempo. Lo importante
era el talento. Esa condición natural que a nadie s e
le puede meter en lo sesos. Los santurrones y
beatos. si carecían de talento, eran una verdadera
pérdida de tiempo. Igual eran también los afernina-
dos. Se necesitaba un ojo experto para captarlos
desde el primer momento. antes de que traspasa-
ran el umbral. Pero ellos, los avisados jesuitas.
dificilmente se equivocaban. Lo que requerían era
el diamante en bruto. genuino, para meterlo en s u s
laboratorios: al cabo iba a resplandecer una joya en
sus manos. En el exclusivo club de los hijos de San
Ignacio no podian ingresar. además de los sin
cerebro o amanerados, los burdos. negros, mulatos.
Estos podian meterse de Hermanos en una Orden
cualquiera. y hasta llegar a curas seglares, si la
inteligencia les daba para cursar doce años en u n
Seminario. Había cupo para todos, pero cada quien
en su lugar, y en éstos, en los privilegiados
cuarteles del General, muy bien cabía Fabricio Paula
y Céspedes. Sólo que después de doce años,
restándole ocho para ordenarse. el joven no había
incorporado, totalmente. s u voluntad al riguroso
uniforme de la congregación. Mantenía criterios
independientes, principalmente en materia social,
y los sostenía con terquedad. Pero a la Compañía le
sobraba el tiempo y tenia confianza e n s u
experiencia. cuatro veces centenaria, para hacer
resplandecer la piedra.
Fabricio Paula y Céspedes descubna a los policías
secretos con un simple golpe de vista. El instinto lo
LOS OUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIO!? 59

había desarrollado en La Habana. Puro olfato.


Cuando arribó al aeropuerto de Santo Domingo,
observó que. para reconocerlos. no era preciso
ningún esfuerzo. pues cada uno tenía s u letrero en
la frente. A la menor oportunidad los buscaba con la
mirada, con una especie de desafio en los ojos. con
u n desprecio no disimulado, como si quisiera
descargar en éstos el cúmulo de rencor que
guardaba a los de allá. Con semejante aire provoca-
tivo cruzó los trámites aduanales y migratorios,
como si fuera invulnerable al peligro. o como si
nada le importara. Dos sacerdotes, que lo
esperaban ya, lo condujeron sin el menor protocolo
hasta un carro. en el cual lo metieron para llevarlo
al Seminario. Durante el trayecto. Fabricio intuyó
que nuevos peligros le aguardaban en este país: en
esta trampa del Caribe.
Concluida s u reclusión en la casa espiritual de
Manresa, se integró al Seminario Menor como
profesor de Historia Universal. Ahora comenzaba
otra etapa de s u vida.
Franco, locuaz. de un lenguaje terrestre, penetró
rápidamente el corazón de los estudiantes. No
tenía reparos en relatar anécdotas mundanas.
Refería. con especial predilección. aquella de u n
tío materno. que después de trotar por todo el
globo terráqueo, se aparecía en La Habana igual que
los cometas y volvía a desaparecer hasta por u n
lustro, sin tenerse noticias de el. Era, contaba
Fabricio, u n solterón gracioso y pícaro; alto,
delgado y de ademanes aristocráticos, que llegaba
siempre relatando unas historias tremebundas. Así
lo estuvo haciendo hasta el día en que regresó de
uno de sus viajes con la intención de no volverse a
ir. Lindaba ya en el medio siglo. Decían que había
llegado loco. La familia, a instancia de u n cuñado, lo
60 ViRiATO SENCION

internh en u n sanatorio, con todas las de la ley. El


no puso objeción: aceptó el veredicto familiar con
la misma calma que hubiera aceptado ir a instalarse
en una quinta de Varadero. A la semana de estar en
el Centro. se había convertido en una especie de
REY del lugar. Se hizo consejero de los siquiatras,
amante de algunas enfermeras. asesor espiritual de
las monjitas y abastecedor de artículos de ilusión
para los orates. Contaba Fabncio que. teniendo él,
Fabricio, nueve anos de edad, le razonó a su madre
que el tío José era el hombre más cuerdo del
mundo. Había arribado a esa conclusión un domingo
en que fue a visitarlo con uno de sus primos, y se
halló con que el traje blanco de lino que le habia
llevado de regalo la semana anterior, lo habia
cambiado por dos cucharas de a veinte centavos
cada una a uno de los cocineros del manicomio. La
madre de Fabricio no aceptó el razonamiento de
éste, y, el domingo siguiente, al visitarlo. junto a s u
esposo y otros familiares. todos predispuestos al
reproche. quedóse asombrada cuando el tío José
les relató anécdotas de s u propia experiencia
vividas en el corazón de un desierto árabe,
mediante las cuales demostraba la relatividad del
valor de las cosas; sostuvo su tesis con argumentos
irrebatibles, y al término, con u n raciocinio digno
de las mentes más lucidas. les dijo: "Para qué
carajo necesito yo un traje de lino con estopilla en
este matadero de locos. Esta insignificantísima
cuchara vale mucho mas". La hermana. que por
primera vez lo oía emitir un juicio serio, dicho con
la gravedad de un abate, se lo llevó esa misma
tarde. contraviniendo con ello la opinión de s u
marido. sin llenar ningún trámite de salida, y lo
instaló. a cuerpo de príncipe, en una pieza de lo
alto de la casa, ansiosa de reparar una injusticia.
LLX QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 61

Fue a partir de entonces que el tío José adquirió


la costumbre de levantarse con los gallos: bajaba a la
cocina, y después de alborotar a las sirvientas,
manoteándoles el trasero. haciéndolas correr entre
chillidos de ratas. se instalaba en la mesa del
comedor: s e ponía sobre el pecho una enorme
s e ~ l l e t ablanca. bordada con el Escudo de Armas
de la familia. y s e hacía servir u n suculento
desayuno, sin desperdiciar oportunidades de tirar
las manos por sitios indebidos a la primera de
aquellas que se le acercaba. Mientras los demás
miembros de la familia dormían aun, el tío José s e
iba de la casa. vestido con ropa de campaña, y no
regresaba hasta muy entrada la tarde. Llegaba
envuelto en una neblina de detective inglés. s e
colaba por el patio, evitando las miradas indiscre-
tas, y desaparecía en el altillo, hasta que s e
deslodaba, con u n baño de rosas, para bajar luego al
comedor, con faz inocente, silbando canciones de
Lecuona. Como sus ausencias correspondían a s u
carácter y s u perorar no acusaba cambios preocu-
pantes. todos en la familia seguían tratándolo como
al tio José de los interniinables viajes oceánicos.
Transcuma de esta manera el tiempo, hasta que
u n martes del mes de junio. en medio de la cena,
una voz profunda sembró el pánico en el comedor.
Contaba Fabricio, que sus padres. que habían estado
sentados a los extremos de la mesa de caoba
centenaria y que s e disponían ya a retirarse,
quedáronse a medio levantar: en tanto que él y s u s
dos hermanitos, no menos asustados, se colocaban
de un brinco sobre s u s respectivas sillas. Todo esto
ocurrió en el momento e n que el tío José.
irguiendo hasta el tope s u figura carnavalesca, dio
inicio a un extraño y revelador discurso, en el cual
se iban confundiendo tres antiguos muertos
62 VIRIATO SENCION

españoles con una noche de luna, un río crujiente,


una misteriosa cdba sobre la lometa de un campito.
las voces de los difuntos. tapizados de blanco, como
la cal. acercándose, en cámara lenta, hacia la citada
ceiba: y él. José. petrificado. a los pies del árbol, y.
al final. él, José. depositario de una inmensa
fortuna: es decir. depositario de una encomienda:
desenterrar el tesoro que, desde hacía unos
doscientos años. yacía a muy pocos centímetros de
s u propio cuerpo. Poco faltó para que el cuñado,
con gruñidos de español vasco. s e lo llevara ahí
mismo para el sanatorio: liado, hecho un andullo,
en camisa de fuerza; no tanto por la alucinante
historia de la botija. sino por el susto que se llevó
cuando se disponía a levantar la mesa y oyo al tío
José, con la imprevista introducción de: "Señores...
Señores..." Fue una voz atronadora, pero a la vez
lejana. de espíritu de media noche. que salió
disparada. repentinamente. por la boca, y
teatralizada. con un movimiento de brazo huesudo:
el derecho. que se desplazó lentainente desde la
cintura hasta todo lo alto, como si estuviera sacando
una espada del cinto. para enhestarla.
Al día siguiente, los ánimos se apaciguaron y el
sentido del humor hizo presencia para dar cabida a
una historia que siguió siendo oída: primero por los
miembrcis de la casa y, luego. por los hermanos,
sobrinos y primos del clan familiar. y,
paulatinamente, no tanto, en realidad. por amigos
que se iban acercando, en puntillas. para hacer
repetir al tío José. así. como de relajo. la historia
de los millones. Era gente que tenia al tío José
como loco manso. de lucubraciones descabelladas.
pero que. al mismo tiempo mantenía. bien
guarecidas bajo el toldo de s u alma. una llamita de
hipócrita ambicion: unos más, otros menos, debido
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 63

a un relato que. bien escuchado. desbrozado de las


malezas alucinantes. acaso podía. ¿porque no?. ser
parte de la realidad de los tantas veces proclama-
dos escondites de morocotas de oro. de los viejos
tiempos. Cada quien s e preguntaba para sus aden-
tros, muy para sus adentros: ¿Y qué se pierde con
averiguar?, pero, concomitantemente. estallaban en
sonoras carcajadas de tertulia, mientras proclama-
ban con vanidad. su capacidad de descreimiento.
El tío José. mientras tanto, seguía bajando a la
cocina antes de que el sol se despertara, y sin des-
componer s u cuadre de vara y pendón. continuaba
s u manoteo de las ancas de la servidumbre
femenina. con disparos cada vez más certeros.
Eran una negra y dos mulatas de oriente, jóvenes y
sabrosonas, que le estaban cogiendo tanto gusto al
jueguito del furtivo cazador de nalgas. que ya.
cuando lo sentían venir, se hacían las entretenidas
y levantaban u n poco el motor para que él lo
pudiese agarrar con más precisión. Lo demás era
rutina: tomaba el desayuno. se iba y regresaba con
el crepúsculo. Siempre entraba por el portón del
patio, con sus botas sucias; pero no ya con pasos de
ganso, sino con movimientos despreocupados. Con
los días. dos cosas cambiaron en el comportarnien-
to del tio José: s u lenguaje se tomó lógico y parco.
y. además. dejó de escurrirse después de la cena a
la soledad de s u habitación, para, por el contrario,
hacerlo a las calles de la ciudad, sin que en la casa
se supiera adónde iba ni dar explicaciones acerca
de s u s salidas. Algo estaba tramando este lobo
corre- caminos.
Esas salidas- se vino a saber con el tiempo- eran
a propósito de unos encuentros secretos, (en una
plaza, en el callejón de una iglesia. en u n bar de
64 VIRlATO SENCION

pocas luces...) y. de manera individual con cada una


de las seis personas que. con más mordacidad. se
habían burlado de su historia de aparecidos y de s u
condición de recluso, e n u n manicomio. Una
séptima persona. el cuñado, fue abordado en la
misma casa. El tio José le fue demostrando a cada
uno, y por separado, la posibilidad, sólo la
posibilidad. de que en los terrenos que poseía por
los lados de Rincón, estuviese durmiendo bajo
tierra. en un sueño de doscientos años, una fortuna
incalculable. Desde luego, cada quien ignoraba que
el tío José contactaba. individualmente. a los
demás. El tío José les hacía ver que era una selec-
ción privilegiada. De esta manera. cada quien acep-
taba, con cierto orgullo. la razones que explicaba el
dueno del tesoro para haberlos escogido.
S u s recursos de convencimiento parecían
irrebatibles. Para ello se armó de u n pequeño libro,
editado en México, de unos sugestivos caracteres
de oro viejo en la portada. que versaba sobre la
mejor forma de rastrear tesoros bajo tierra. Estaba
ilustrado con grá-kas que parecían haber sido tra-
zadas por pulscs antiguos. Algo que llamaría
particularmente 1; atención, en la medida en que
se fueron conociendo los terrenos, era la
extraordinaria simi!itud entre las orientaciones del
libro: es decir. entre los lugares que. según el
manual. eran potencialmente rastreables y el lugar
señalado por los difuntos españoles como baúl de
una botija fabulosa. Las indicaciones del manual
precisaban que los sitios escogidos para esconder
morocotas u otros valores en oro obedecían a reglas
elementales que podían vencer el tiempo y los
trastornos de la naturaleza. Así. por ejemplo.
lugares apropiados eran: el pie de árboles longevos,
la cima de u n promontorio, que evitaría el arrastre
105QUE FALCIFICARON LA FiRMA DE DIOC 65

de la tierra. por efecto de las lluvias o ciclones. y


aa,además, lugar siempre avistable; la dirección,
en h e a recta. del recodo de un río. ya que éstos
nunca cambian de curso. Estas. entre otras indica-
ciones. eran l a s esenciales. Pero también
aconsejaba, y aquí hacía mucho hincapié, la inves-
tigación antropológica e histórica del área: quiénes
la habitaron en el pasado; la capacidad económica
de sus antiguos dueños y a qué se dedicaban; la
presencia de minas en el contorno. En fin, todos
los indicios que seMaran una buena pauta.
Cuando el tio Jose los fue llevando, uno por uno.
sin prestar atención a los recursos que empleaban
para evitar ser reconocidos (sombrero de alas sobre
la frente. bigotes postizos, gafas negras ...1 y
pudieron constatar, con sus propios ojos. que aquel
lugar parecía haber sido inventado para esconder
tesoros. se rompieron los bolsillos sin mezquindad
para que los trabajos de excavamiento se llevaran a
cabo a la mayor brevedad posible; sin olvidar. cosa
por demás sobreentendida, los mecanismos de
seguridad. imprescindibles en este tipo de tarea;
así como la discreción, punto sobre el que hacían
mayor énfasis. El tío Jose se dejaba asir por el
cueilo. mientras que el de turno le decía: "!Ni una
palabra a nadie! ¿Entiendes? iA nadie!". Cierta-
mente, no había brusquedad en el proceder: eran,
más bien, rogativas, órdenes suplicadas: él asentía
sumiso, con u n sollozo de emoción. cuando alguno
de ellos le ofrecía. bajo promesas sacramentales,
una vida de goces interminables, u n mundo
rendido a sus pies. Las sumas económicas aportadas
por unos y otros diferían, dependiendo del grado
de fe con que el proyecto había revi.ielto las cenizas
de sus ambiciones.
El cuñado, por su parte. cubría muy bien las
66 ViRiATO SENCION

apariencias. Le daba largas al asunto. Un día de


esos. montó al tío José en s u camioneta, antes de
que rompiera el alba, y se lo llevó a las tierras de
Rincón. Había oído mencionar ese campito (lo
único que el tío José no había puesto a navegar de
lo que le correspondió de la herencia familiar) y
tenía el deseo de conocerlo, y quizás considerar la
posibilidad de construir allí una quinta veraniega, si
lograba un buen precio con el tio José. De estas
cosas le fue hablando por el camino, pero como
respuesta sólo obtuvo silencio.
El cuñado estaba consciente de que nadie lo
conocía en el pueblo: pero a ú n así. y a pesar de
haber llegado con el sol despertando, tomó la in-
necesaria precaución de evitar s u s calles princi-
pales: bordeándolo por el lado del cementerio,
hasta situarse al otro lado. por donde un camino de
polvos los dejó, en cinco minutos, frente a los
alambres que cercaban las tierras. Era u n terrenito
bien cuidado (el tío José había dedicado los últimos
meses a hacerlo presentable), llano, que luego se
empinaba. como giba dromedaria, para declinar.
por el otro costado, hacia las orillas de un río. El
cuñado no se dejaba dirigir, y lo que no podía
recorrer con s u s botas lo recorría con la mirada
larga de ave de presa. Vio la abundancia de arboles
frutales, calculó mentalmente el tareaje; y así, como
quien no quiere las cosas, siempre escoltado por la
sombra del tío José. se acercó a u n rancho de
reciente construcción: al cual se quedó mirando,
sin formular preguntas. Subió luego hasta la cresta
de la colina y se pegó, agotado por el cansancio, a
un árbol, que de tan viejo, parecía haber nacido
cuando nacieron las primeras substancias de esas
tierras. Era la ceiba que ya conocía de memoria a
través de los relatos del tío José. Su vista se
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 67

extendió a lo largo del río que. allá abajo. s e


desplazaba ancho por la llanura. y observó cómo, de
no hacer el recodo, si las aguas hubiesen seguido
en línea recta. trepándose por la loma, hubieran
ido a chocar en s u mismo centro con la ceiba de la
fantasía. Todo aquello lo vio sin manifestar emoción
alguna. El tío José. por s u parte. sóio se concretaba
a observar a s u curiado, captando hasta sus mínimas
reacciones. calandolo hasta el fondo. Cuando
bajaron al llano, desandando los pasos, el tío José
se las arregló para conducir al cuñado (ahora más
dócil, aunque aparentando el mismo desinterés)
hasta u n bosque cercano. con el objeto de
mostrarle los cimientos de unas anchas paredes de
piedra. cubiertas de musgos y plantas rastreras.
Dichas paredes, que resistían el peso de los siglos.
eran. además, el vestigio fehaciente de que allí. en
algún tiempo, había vivido gente de fortuna.
-Este terreno reune todas las condiciones que
exige el libro-dijo el tío José. Y como si hablara
consigo mismo en voz alta agregó-: Más abajo
están las ruinas del ingenio: estas parecen ser las
de la casa de los dueños: personas principales. por
lo que se ve.
-Sí. parece b u e n a tierra y. a d e m á s ,
virgen- respondió el cuñado. desviándose del
comentario del tío José. Este cogió, con sólo elevar
un brazo, un mango. de una mata que estaba cerca.
-Tenga, cuñado- dijo-. son bajitos, de los que le
gustan a Martín Garata.
De regreso a la ciudad, el cuñado le preguntó al
tío José, en forma repentina:
-¿En cuánto vende esas tierras?
El tío José, entretanto que disfrutaba del paisaje
68 VIRIATO SENCION

a través de la ventanilla de la camioneta. respondió


con desgano:
-En cuanto saque el tesoro te las regalo.
Eso mismo le había dicho a los otros "socios".
Cuando negaron a la casa, el cuñado lo introdujo en
su oficina y le entregó. sin contarlo. un fajo de
billetes.
-Ahí va eso en adelanto. ¿Cuándo sacamos el
tesoro?
-Pronto. esta misma semana se comienza el
trabajo.
El tio José iba a estar unos dias fuera de la
ciudad. Advirtió a los "socios" de su ausencia. para
evitar suspicacias. Era lunes. y pensó que el
miércoles estaría ya de regreso. Se dirigió a la zona
de Morón. donde pensaba que podría encontrar a
un haitiano que reuniera las condiciones necesarias
para su cometido. Era tiempo de zafra y. por
consiguiente, abundaban los haitianos en las
denominadas "zonas cañeras"; pero los que se
presentaban eran de cuerpos tan ruinosos, que él,
pañuelo en las narices. los fue rechazando. uno por
uno, a medida que tenninaba su escrutinio. El Cabo
del Ejercito que le servía de guía logró ganarse bien
los cien pesos. cuando el miércoles. a prima noche.
se presentó al hotelito del pueblo con un negro
monumental. al que habii dado caza por los
cafetales de la sierra. El jueves. muy de madrugada.
entre balidos de ovejas y cacareos de aves que iban
encaramadas de cualquier modo sobre la parte de
arriba de la guagua de mil colores. se fue el tío José
con su mole para L a Habana. Ese mismo día siguió
con su negro para Rincón y, a las cinco de la tarde,
lo instaló en el rancho que habíí hecho construir
dias antes. Le dijo: "Aquí vivirás como amo y señor
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 69

de estas tierras y nunca te faltará nada. ya que


estarás cobijado bajo mi sombra". Caminaron por el
campo, conversaron, le dio confianza. Antes de
oscurecer salió hasta un cruce, donde esperó un
vehículo. Era tarde de la noche cuando logró llegar
a La Habana.
El nuevo inquilino de las tierras de los millones
no salía aún de su asombro, cuando al día siguiente
se presentó el tío José conduciendo un destartala-
do jeep de político en campana. repleto de
alimentos duraderos y de todas las cosas indispen-
sables para una casa de monte. El hombre se
agachó al salir por el boquete de la puerta y recibió
a s u patrón, mostrándole una hilera de dientes
blanquísimos. Parecía feliz en su nuevo estado. Ese
dia se lo pasó el tío José con s u hombre. dándole
instrucciones, amansándolo. Habia que cuidar los
árboles ya existentes y plantar nuevos; preparar un
vivero para sembrar un cuadro de naranjos, dedicar
un pedazo al cultivo de viandas, limpiar de malezas
las tierras, fortalecer la cerca.
El hombre era una especie de Hércules de
ébano. con u n movimiento lento como de buey.
pero preciso e incansable. Se enganchó un machete
al cinto, y, con sumisión canina, fue cumpliendo
con tanto esmero cada una de las instrucciones,
que ya al cuarto dia no sólo habia desbrozado de
extremo a extremo el terreno y apuntalado los
pilares de la alambrada, sino que, además. estaba
preparando el semillero para los naranjos.
Pero no era esa s u misión, en realidad; al menos la
inmediata. la fundamental; otra era la tarea que se le
tenía reservada. Esta comenzó a ponerse en práctica
un viernes. Ya el tío José habia preparado a s u
hombre: le habia dicho que unos individuos veian
70 WUATO SENCION

con ojos de codicia esas tierras y que era menester


darles u n escarmiento. Estas cosas se las dijo con
otras palabras. y no en u n día, sino en varios, y de
diversas formas. Quería que el negro actuara con
entusiasmo; seguro ya de que debía defender lo
suyo, lo que de hecho, de alguna forma, le
pertenecía. Empleó, efectivamente, el método de la
abundancia: comida sobró y el ron llegó con el sol
del viernes.
Otro sujeto entraría en acción ese día: u n ex
compafiero de manicomio, Venancio Alofuente. con
quien el tío José había seguido teniendo tratos
antes y después de que le dieron de alta. Venancio
era una figura alargada y triste, con color de vela de
esperma, y tan apropiado para la ocasión- por s u
inclinación histriónica-, que el tio José no vaciló
en recurrir a sus servicios para que representara el
papel del ahorcado. Además, como tenía facha de
español en desgracia, era un tipo que ni mandado a
hacer.
A las ocho de la maiiana del día señalado, se
inicia el primer acto del drama. A la hora citada da,
en el portón de la finquita, la bienvenida a uno de
s u s "socios". Este llega en ropa de faena y, como
siempre que ha venido a este lugar, trae sombrero
y gafas que le ocultan los ojos. Los cinco restantes,
según acuerdo concertado por separado con cada
uno, vendrán con intervalos de hora y media. De
manera que. así lo piensa el tio José, ya para las
cinco todo estará fuiiquitado.
Un pájaro carpintero, a clavo y martillo, labra
pacientemente u n hueco sobre la madera de u n
árbol: tac. tac. tac. Es de las pocas cosas que se
oyen en el bosque. También el eco del martillo que
se va dando tumbos por encima de los otros
LOS OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DI% 71

árboles. La luz se abre paso por entre el follaje,


formando, con el rocío, miríadas de arcoíris. Los
dos hombres entran en el rancho: al rato salen,
cargando picos y palas: también llevan sogas. una
linterna y un cubo. Habrán de concluir. sin testigos.
lo poco que resta por hoyar en la cavidad que el tío
José ha mandado a hacer a hombres pagados para
ello. y que ordenó detener, cuando, según la
medida de los difuntos dueños. apenas faltaba
medio metro para llegar al tesoro. Para eso le
habían dado suficiente dinero los "socios": para que
adelantara el hoyo. para que construyera el rancho.
para que adquiriera un medio de transportación.
Con sus herramientas a cuestas. los dos hombres
van caminando por la parte llana del terreno. por
entre los árboles, mojándose con las gotas que
caen de sus hojas cada vez que las tocan. Cuando
llegan a la falda del altozano y van a iniciar el
repecho, algo le pasa al tío José, que cae de
rodillas. y mira extasiado hacia arriba, con
dirección a la ceiba. cuya copa apenas se ve. Cierra
los ojos y emite palabras raras. como de rezo. El
"socio" le pregunta qué ocurre. y el tio José le dice
que cuando se disponían a subir recibió el roce de
los difuntos y que por eso rezó. para apaciguarlos.
El "socio" mira asustado para todos los lados y se
siembra; no quiere proseguir. Pero el tío José,
dándole ánimo lo empuja. Van cuesta arriba. y
están llegando ya a la cima, cuando un grito, de
bestia herida, desgarra el silencio de los montes. El
cuadro que se presenta a los ojos del "socio", quien
se ha paralizado de terror. es cosa del otro mundo.
Allí mismo. a pocos metros de distancia, está la
ceiba; al lado de ésta. una sepultura circular. y por
encima de una rama del árbol, deslizándose. cual si
culebra, una cuerda tensa: la cual termina en un
72 VlRL4TO SENCION

lazo corredizo, que rodea ahora el cuello de u n


hombre blanco; quien. con la lengua afuera y los
ojos desorbitados. se hunde en la fosa hasta los
hombros; mientras que. por el otro. se prolonga en
u n negro gigantón: de cráneo rapado y torso
desnudo, el mismo que cumple la siniestra tarea de
verdugo. El cuerpo del negro corresponde al de u n
humano. pero s u rostro es el de u n simio. El
estrambótico animal, mientras va rematando s u
obra funesta, emite rugidos de bestia furiosa. El
"socio" ve a s u lado al tío José que, clamando
piedad. en voz alta y desgarradora. señala. a s u vez,
con dedo tembloroso. hacia el ahorcado, en tanto
que dice y repite: "¡Ese es el esp&oll ... ¡Es uno de
eilos!... ¡ESu n difunto!... ¡Ay. Dios de los cielos... ! ¡Si.
es uno de ellos! ¡Ay! @y! lAy! ..." De repente, el
"socio" se desentumece. arroja de sí las herramien-
tas. se tira de bruces a tierra y recula. raneándose.
Se incorpora luego, da traspiés de borracho, y
termina lanzándose por la pendiente. huyendo
como alma que ha visto al diablo. Al rato. el tio José
oye el motor de la camioneta. y después ve cómo
por el camino. aliá abajo. s e levanta una nube de
polvo. El negro se ha quitado la máscara de simio,
el ahorcado se ha liberado de la soga del cuello y es
ayudado por el negro a subir de la plataforma sobre
la que ha estado parado dentro del hoyo; el tío José
se les une y todos revientan en explosiva carcajada.
Celebran con u n brindis de ron y esperan la
próxima función, que ha de repetirse, en s u teatro
de maravillas, cada hora y media, hasta las cinco de
la tarde. El tinglado s e montará de nuevo con una
última y única presentación. e n la madrugada del
día siguiente. en la que el cuñado será el otro
actor-espectador.
Bien temprano del lunes siguiente, el tío José s e
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 73

despidió. e n s u s respectivas habitaciones. de s u


hermana y sobrinos. Bajó después a la cocina a
hacerlo con s u s amigas. a las que les prodigó
dinero. besos y unos abrazos de oso que las dejaban
zapateando por los aires. Del cunado no pudo
despedirse. pues éste permanecía encerrado a cal y
canto en s u recámara particular desde la mañana
del sábado. Su esposa decía que habia llegado de no
sabía dónde. con la cara descompuesta y de u n
humor de mil demonios. El tío José s e embarcana
a las once de esa soleada maliana. con destino
desconocido. Llévaba en la billetera una pequeña
fortuna, habia dejado otra buena parte en una
cuenta de banco y le había dado al haitiano tres mil
pesos para que trabajara las tierras y se mantuviera
hasta cuando él regresara. Tendría como
compañero de viaje a Venancio Alofuente. a quien
una vez. en el manicomio. le había prometido
llevarlo algún día a conocer las maravilla- del
mundo. Todo ese dinero era el sobrante de lo que
había recibido de los "socios". a quienes desde el
viernes parecía habérselos tragado la tierra. así
como del cuñado. que había terminado creyendo
más que nadie en la botija fabulosa. pero que el
sábado habia regresado, de Rincón a La Habana,
prefiriendo morir antes que volver por aquellos
predios.

Historias como ésta las contaba Fabricio a s u s


alumnos, con gracia, con el pícaro humor cubano.
También las escribía. Tenia cuartillas y cuartillas de
cuentos. creados para su propio consumo. salvo
cuando las circunstancias le permitían el desahogo
ante terceros. Era muy popular entre los estu-
diantes y esta condición. que lo distinguía de los
74 VIRIATO SENCION

maestrillos españoles, lo eximía automáticamente


de la odiosa tarea de vigilante. Nunca le engancha-
ban el silbato al cuello. Pertenecer al cuerpo coerci-
tivo requería de una naturaleza menos sensible. Se
dedicaba a impartir sus clases de Historia Universal
en el Seminario Menor y empleaba muchas de sus
horas libres restaurando canchas de juego, con u n
pico, una pala, un pisón y una carretilla de mano,
en la que cargaba caliche y grava, desde la manigua.
Su entusiasmo fue contagiando a los estudiantes,
hasta que se hizo costumbre verlo organizando
brigadas alegres de trabajo. bajo los ardientes soles
del patio. Cuando todos los rincones quedaron
limpios, la tierra aplanada y los postes renovados:
organizó equipos de pelota, de volibol, de balonces-
to: insuflándole a cada estudiante el espíritu de la
competencia y el orgullo del triunfo.
Aunque las adustas costumbres del Rector, del
Prefecto y del Padre Espiritual vieran con cierta
suspicacia todo ese derroche de entusiasta vitalidad
en Fabricio: esos mundanos afanes con los que. si
bien se podía construir cuerpos sanos (Mens sana
in corpore sano). también se podía crear el nefasto
culto a la belleza fisica. una real inclinación a la
soberbia, no limitaron. sin embargo, s u s activi-
dades. Lo que si no pudieron tolerarle fue la osadía
de interpretar. a golpe de guitarra, en una noche
de fogata. que reunía a curas, maestrillos. herma-
nos y seminaristas en el campo de pelota. la
melodía chilena 'Yo vendo unos ojos negros".
"Usted no debe constituirse en piedra de escán-
dalo". lo amonestaron. Lo encararon sin contempla-
ciones. preguntándole si la misión evangélica de u n
sacerdote consideraba también, además de la
prédica viviente del buen ejemplo y del perma-
nente discurso cristiano. la transmisión voluptuosa
U6 OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 75

de las pasiones mundanas. Lo instaron a mante-


nerse en guardia frente a las tentaciones del
corazón y a que tuviera mucho cuidado con ese
demonio de la tecnología moderna que, sin
respetar el fuero íntimo de los hombres. mujeres e
inocentes, va lanzando por los aires. a través de la
radio y las pululantes velloneras, esos mensajes
dislocadores. de insolente sensualidad. Terminaron
recordándole que cada acto de u n jesuita debía
estar regido por la divisa redentora de "Ad majo-
rem Dei gloriam". A manera de rehabilitación. lo
enviaron a Manresa para u n retiro espiritual de dos
sernanas.
Al finalizar el retiro, Fabricio Paula y Céspedes
quedó más convencido de que este mundo estaba
definitivamente mal hecho. A su regreso al
Seminario. ahora hirviéndole en el cerebro ideas
de redención social, incluso más que en los
fervorosos días de corazón revuelto. en La Habana,
retoñándole esa pasión que momentáneamente
había permanecido en reposo, ese idealismo que
rebullía en sus entrañas como horno de volcán, se
puso a darle formas concretas a las abstracciones
conspirativas que le habían ocupado mucho de s u
tiempo en la soledad de Manresa.

Por el pensamiento de Antonio Bell no pasó el


diecisiete de abril ni siquiera u n lejano aviso
premonitorio de que el veinte de julio cumpliría
sus catorce años azotado por el látigo del verdugo.
En la mañana de aquel día de primavera. luego de
que Fabricio Paula predicara, con toda intención.
en la clase de historia. las hazañas de Aníbal,
enfatizando. magnificando cada hecho; ya, cuando
los alumnos se dirigían hacia afuera, con los libros
76 VIRIATO SENCION

debajo de los brazos, una voz seca detuvo a Antonio


Bell. Era la voz del profesor. quien le pedía que se
acercara a su escritorio. Con u n tono de clandesti-
nidad, le dijo: "Bell, quiero ensefiarte las estrategias
del ajedrez. te espero en el salón a las cuatro y
media, si no tienes inconveniente".
En el fondo del primer piso, hacia el ala sur.
estaba ubicada la sala del ajedrez. Había sido una
pieza destinada a la acumulación de muebles mal-
trechos o en desuso, y que Fabricio habíí consegui-
do se le permitiera limpiar y establecer alií, bajo su
responsabilidad. u n pequeño centro, para el
estudio y práctica del ajedrez. Fue visto por las
autoridades como u n proyecto inocente que
serviría al desarrollo del pensamiento lógico. Pero
otra era. en realidad. la intención de Fabricio: aquel
sena. más bien, el sitio apropiado para que dos o
más personas dialogaran, sin obstáculos y sin
despertar sospechas. durante horas. si fuera
necesario. ¡Un buen cubículo para conspirar1
Porque ¿con qué pretexto podía él hacer un aparte
prolongado y reiterado. a la hora de recreo, con
uno de esos muchachos que estaban siempre bajo
el ojo zahon de algún vigilante? Por otro lado. era
muy arriesgado llevarlos a s u habitación. En primer
lugar. no estaba permitido, y después, ¿quién iba a
detener los comentarios maledicentes que tal
hecho desencadenaría. en caso de ser descubierto
con alguno de ellos en s u recámara? Fue así que.
lograda la creación de la escuela de ajedrez. s e
dedicó a repasar en su mente la imagen. la actitud,
la propensión de cada uno de los estudiantes que
hasta entonces había tratado. Necesitaba de proséli-
tos. Pasaba la película una y otra vez por s u
imaginación, como u n torbellino. escogiendo. re-
chazando, rebuscando, tras el hilo de algún indicio
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 77

que le apuntara aunque fuese la menor pista de


rebeldía en este. en aquel, en el otro; y en esa
confusión de rostros y circunstancias. como en la
distorsión de los sueños, aparecían en escena: el
Rector, con su corona de buitre; Tirano, erguido
frente a u n reclinatorio de encajes de oro,
escuchando un Tedéum en la Catedral; el Arzobispo
Metropolitano, nombrando a Tirano. en el transcur-
so del sermón, con el cariñoso diminutivo de
"Rafaelito"; un panzudo cocinero del Seminario,
arrojándole desperdicios a unos cerdos: en fm. un
ir y venir de situaciones que al cabo lo colocaron en
el mismo punto de partida; y en ese punto se
encontró con el mismo nombre que, como una
obsesión, tenia desde tiempo atrás: Antonio Bell.
Era su mejor estudiante. también el que más se
había empeñado en ayudarle durante la
reconstrucción de los terrenos de juego; y aunque
entre ellos no había habido más que intentos de
conversación. Fabricio sabía que el muchacho
sentía hacia e1 una gran simpatía. Se lo demostraba
en silencio, buscando su sombra, lo que ocuma
cada vez que se encontraba con algún escollo en la
dilucidación de aspectos de la Historia, cosa que
Fabricio interpretaba, porque conocía su talento.
más como un deseo de acercársele, de platicar.
que de un real desconocimiento de la materia. Pero
lo que más le llamaba la atención. era ese incendio
mal disimulado que aparecía en sus ojos en las
competencias deportivas ante el roce brusco. ante
la sonrisa irónica o triunfalista del adversario, y, en
la clase, esa pasión desmesurada, casi enfermiza,
por los grandes rebeldes de la historia. Esto último,
es decir, la reacción que produjo en Antonio la
cátedra de ese día: esa especie de transformación
que, desarraigándolo del presente. lo trasladó a
78 VIRIATO SENCION

otro espacio y tiempo. en los cuales participaba


activamente en guerras que se libraban en los casi
ongenes de la Historia: transformación esta que
Fabricio captó e n la brasa de s u s ojos. fue.
finalmente. el detonante que impulsó al Profesor a
realizar otra obra de magisterio.
-Antonio, Lestanas en disposición de participar
en acciones que constribuyan al derrocamiento de
Tirano?
-Dígame, padre. qué es lo que tendría que
hacer. porque creo que eso es lo que he estado
esperando desde hace tiempo.
Aquéllo le preguntó el Profesor y ésto le contestó
el alumno. al segundo día de iniciadas las practicas
de ajedrez.
Antonio Bell. en s u desesperación por que
llegaran las cuatro y media, empujaba mentalmente
las manecillas del reloj. El mes anterior. en u n
momento de angustiosa reflexión. había deseado.
sin ningún remordimiento de conciencia. y desde
entonces lo había seguido deseando. que Fabricio
no fuera cura sino s u padre real. un hijo de s u
abuelo, el sustituto de s u padre muerto: y el.
Antonio. un muchacho corriendo en las sabanas de
su pueblo. jugando a niños con s u padre redivivo.
mimado de cuentos y de fantasías. y lleno el aire de
la risa vital del abuelo y arrullado por una madre
joven y sin lágrimas. unas lágrimas que de tanto
salirse la fueron dejando seca de alegría y
haciéndole vieja la piel y hosco el temperamento: y
él. Antonio, sin remordimientos de conciencia.
yéndose con Fabricio Paula del Seminario, huyendo
del Seminario. padre- hijo. a rescatar las cosas
perdidas, a resucitar los encantos que le habían
arrebatado. Así soñaba Antonio Bell: frente al atril.
en el salón de estudios: en la capilla: de rodillas
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 79

ante un cristo ensangrentado: en la soiitaria gruta


de la Virgen del Carmen: soñando para sus aden-
tros. como un no inverso que vierte la corriente de
sus aguas en su propia cabecera. como una lumbre
quemándose en su propio fuego.
A las cuatro y media se sentó a la mesa. frente al
maestro. a escuchar su primera lección: peón que
corre de frente y come cruzando el vértice, caballo
de ele voladora. alfil rápido y de movimientos
oblicuos, pesada torre. destructora dama y rey
guarecido de columnas. con su paso de elefante. Al
día siguiente, mientras colocaban las piezas en sus
casillas. Fabricio le pidió a Antonio que le rdriera
las circunstancias en que había discurrido su niñez.
El rey saltó de las manos de Antonio y rodó por el
piso; Fabricio lo recogió y lo puso sobre la casilla
negra. Peón cuatro rey. salió Antonio. sin contestar,
con la cabeza hundida en el tablero. Peón cuatro
rey. ripostó Fabricio. en silencio. a la espera de la
respuesta de Antonio. Caballo tres alfd rey. atacaron
las blancas. Peón tres dama, se defendió Fabricio.
Alfil cinco cabalio, prosiguió Antonio con la iniciati-
va. Las negras se defendían, las blancas atacaban, y
Fabricio Paula se maravillaba del dominio del juego
que ejercía Antonio. En realidad, no era un
aprendiz, aunque se lo había callado: el abuelo,
jugador experto, le había dado las primeras
lecciones cuando tenía ocho años y luego
competían parejos. Además, se instruyó con teonas
de libros que el abuelo puso a su alcance. Pero de
todo esto no dijo nada el día anterior cuando se
sentó a recibir las instrucciones abecedarias que le
impartiría su Profesor. La partida acabó en empate,
pero el sorprendido maestro sospechó que había
sido por condescendencia del alumno. Fue al final.
mediante una nueva pregunta, que Fabricio supo de
80 WRIATO SENCION

dónde provenían los conocimientos de ajedrez de


Antonio. y otras cosas más. Este le fue refiriendo la
historia por el lado más suave, pero en la medida
que la relataba iba cayendo de manera incontenible,
la:: names crispadas, rojas las pupilas, en u n campo
de espinas. Antonio le confesó que desde niño lo
único que había hecho era llorar la muerte de s u
padre. de quien apenas guardaba u n borroso
recuerdo; sufrir el desconsuelo de s u madre y la
destrucción paulatina de s u abuelo. Le contó
detalladamente lo referente a la muerte de s u
progenitor. tal como se lo habia oído a s u abuelo.
Fabricio oyó esa voz taladrada por u n dolor
incesante. vio el esfuerzo que hacia el muchacho
por esconder s u s ojos arrasados por las lágrimas y
comprendió que esa herida no iba a cicatrizarse en
un campo de oraciones, ni en los falsos consuelos.
Tendría que derramarse por otros cauces que le
dieran razón de ser: s e hacia necesario que el
recuerdo de esa muerte s e convirtiera en inspira-
ción, en algo que valiera como fuerza de conquista a
un logro superior; que la misma no habia ocurrido
en vano. Le dio ánimo. Y cuando, al fuial. Fabricio se
paró y lo abrazó con el calor con que se abrazan los
padres a los hijos, Antonio s e sintió más
fortalecido.
Fabricio Paula esperó dos dias para llevarlo a l
terreno de la conversación política. Le habló sobre
los acontecimientos en Cuba, donde la juventud s e
rebelaba en campos y ciudades para derrocar a u n
carnicero, insaciable de oro. tinto en sangre. Teo-
rizó sobre los derechos fundamentales del hombre:
la libertad. el derecho a la felicidad; abundó sobre
el concepto de igualdad que estremeció a la Francia
del siglo XVIII; hizo énfasis en la necesidad de
eliminar el oprobio de la miseria física y espiritual
L05 OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 81

en la que han vivido encharcados nuestros pueblos


por centurias, males contra los que se lucharía en
Cuba después de la revolución. Abordaba estos
temas en un discurso pausado. metiéndolos en el
cerebro de Antonio palabra por palabra. como si
estuviera cimentando varillas de acero a golpes
certeros de mandarria. Pasó luego. con mucho
tacto, a establecer comparaciones y coincidencias
entre el dictador de su país y Tirano; y cuando lo
hizo. quedó suspendido por unos segundos en el
aire en espera de la reacción de Antonio: "Tirano es
un criminal, padre, y no son menos malos los
ambiciosos y fariseos que ayudan a sostenerlo".
Habían transcurrido varias semanas desde que
organizd la escuela de ajedrez y aunque habia
logrado que unas dos decenas de seminaristas se
interesaran en aprenderlo, era grande, sin embargo
su desilusión al comprender que los estudiantes por
él contactados, los mejores según su criterio,
mostraban muy poco interés por el tema político;
peor aún, vivían ignorantes, al margen de las cosas
que estaban ocurriendo en el exterior de las
aprisionantes paredes del recinto. lo mismo que si
fueran mundos divergentes. Acaso, razonaba
Fabricio, eran caracoles acurrucados en su concha,
temerosos de asomar los ojos a la luz, o mentes. que
a fuerza de costumbre, habían perdido el ejercicio
del tráf~cofranco con el vecino: recelosos de toda
idea perturbadora, huidores de todo amago de
conmoción. Desde luego. habia manejado el asunto
con suma cautela, apenas tanteos no compromete-
dores. cuidándose de no verter confidencias que
cayeran en espiritus débiles. los cuales pudieran
juzgar pecaminoso determinado razonamiento y,
compelidos por algún espasmo de conciencia.
corrieran donde el Padre Espiritual a confesar, por
S2 VIRLATO SENCION

ejemplo. que mediante seducciones del padre


Paula, se habían visto tentados de participar en esto
o en aquello. Pero no todo estaba perdido; tenía a
Antonio Bell. que valía por muchos, y ya, en diversas
ocasiones, había logrado burlar la vigilancia para
instruirlo en lo que él llamaba "método moderno de
terrorismo blanco": arderían los edificios públicos,
los vehículos del Estado. toda empresa relacionaba
con Tirano y, concomitantemente, s e hana uso del
teléfono. en llamadas al azar, para reivindicar los
hechos como provenientes de u n organismo
poderoso en el que miles de cerebros avanzan
desafiantes hacia la toma del poder. Le había
enseñado. con minuciosidad de relojero. el uso del
fósforo, de la vela y la fórmula de las cápsulas
pirofóricas, para provocar incendios de tiempo. Lo
había adiestrado en el uso de recursos de
transformación fisica: cómo aparentar diez años más
viejo, cómo vestirse de mujer, de mendigo. de hijo
de burgués. Al terminar. como el Dios de la
creación, Fabricio observó su obra y la halló perfecta:
pero algo extraño pasó. pues inmediatamente u n
sentimiento se agitó en lo más profundo de s u ser.
Ese sincronizado elemento de guerra. que s u s
propias manos de artesano de la redención habían
fabricado, despertaba en él u n movimiento
incontenible de amor que, lo sabía, resultaba
incompatible con el tipo de acción que se había
propuesto. El padre sustituto que Antonio había
soñado en Fabricio, anhelo que se había acrecentado
con el trato, era un sentimiento que a s u vez se había
apoderado de Fabricio Paula. en quien una pasión
paterna le hacia concebir en Antonio al hijo que su
condicion de célibe religioso le negaba. Fue así
como. con la conclusión de s u obra, se iniciaba, al
mismo tiempo, s u arrepentimiento.
LOS OUE FALSIFICARON L A FIRMA DE DIOS 83

Antonio, sintiendo la soledad de s u misión, trató


de convencer a Fabricio para que hablara con s u
amigo Arturo Gonzalo, el que. le aseguraba. no s e
negaría a participar. Ya antes le había dicho lo
mismo, pero Fabricio no se había decidido a enro-
larlo, debido a que sólo había pensado hacerlo con
algunos alumnos del primero y del cuarto, con los
cuales tenía más roce. y sobre los que podía
influenciar con más facilidad: y este no era el caso
de Arturo Gonzalo. estudiante del tercero, al que
apenas conocía de vista. Además, ya el final del año
escolar estaba encima, muy pronto empezarían las
vacaciones. y. después de todo, era preferible
cancelar los planes o posponerlos para otra ocasión.
En este estado de ánimo se encontraba Fabricio: y
aunque nada le había comentado a Antonio. en
realidad ya no tenía valor para empujar a este
muchacho hacia un destino de riesgos. Las debili-
dades del corazón son el peor aliado de la acción
revolucionaria y de esta dolencia padecía ahora
Fabricio Paula. Cuando de una forma muy sutil trató
de convencer a Antonio de la conveniencia de
posponer para oportunidad más propicia los planes
del verano. ya era tarde; lo captó en la determina-
ción de su mirada, en ese particular incendio que
despedian s u s ojos y que tan familiar le era a
Fabricio. Comprendió que le iba a resultar imposi-
ble disuadirlo. por lo que terminó dándole autoriza-
ción para actuar, tal y como lo habían programado.
Había encendido la boca del volcán y nadie iba ya a
detener s u erupción.

Rostros exultantes se apresuran. con sus maletas


o bultos en las manos: suben. bajan. se van despi-
diendo con una comunicación facial que expresa
S4 WRiATO SENCION

alegria, como buenos amigos, hermanos: como


nunca se habían tratado Wrante el ano escolar.
semejante a conocidos de un mismo barrio que, sin
haberse jamás dirigido la palabra. un día se
encuentran en el extranjero y se abrazan. Son las
últimas horas del ario escolar y junio se abre para
ellos como un abanico de fuego, como una cita
tentadora a la que acuden. temerosos, con un
placer en el que se larvan deseos. emociones
lúbricas. Ante el Padre Espiritual y el Prefecto.
personifican la virtud. al despedirse, recibiendo de
paso los úitirnos consejos. Antonio y Fabricio se han
buscado. se encuentran por el pasillo y se dan un
fuerte apretón de manos. Se dicen adiós de una
manera parca. pero emotiva.
-No dejes de llamarme tan pronto regreses a la
Capital. ¿Cuándo piensas que podrás veni-.?- le dice
Fabricio.
-En julio. padre. En julio- le contesta, mirán-
dolo a los ojos, contrayendo los labios-. En
llegando lo ilamo. padre.
Fabricio lo ve subir por la escalera. Lo sigue con
la mirada hasta cuando se pierde, y sigue allí. hasta
cuando ya está bien seguro de que ni las pisadas se
le oyen. Trata de escapársele a un asalto
sentimental. pero no puede evadirlo. Piensa en ese
muchacho al que -quizás a destiempo- ya hizo
adulto para siempre. Decide irse a su habitación,
pero camino a ella se detiene. vacila, cambia de
idea y se dirige hacia los pinos del patio. Allá le
llegan los rumores del trajín de los carros que
entran y salen, de voces que pronto serán ecos en
el refectorio, en la capilla, en las aulas y en todos
los rincones de la inmensa cruz de cemento.
Antonio Beli ya está en la portería con su maleta, da
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 85

y recibe las despedidas: desconcentrado, inquieto,


mirando la hora en u n reloj de pared que corona
una imagen de la Virgen de la Altagracia. De
pronto, su ansiedad se trueca en alegría cuando ve
venir por el corredor a Arturo. Corre a s u
encuentro: y contiene el deseo de abrazarlo, pero
emplea. eufórico, la palabra amigo, en el momento
en que le dice: "Por que tardaste tanto en bajar,
amigo. te estaba esperando, no podía irme sin
decirte adiós". Regresan conversando hasta el
vestíbulo; Arturo pone la maleta en el piso y.
violando un reglamento que no ha sido escrito ni
proclamado, aprieta a Antonio contra s u pecho. Es
un momento estelar en el que los dos muchachos
sellan, con rúbrica instintiva, una amistad que
durante nueve meses no pudo manifestarse en
forma abierta, pero que ellos fueron desarrollando
amparados por el secreto lenguaje del corazón.
Todavía. en ese postrer instante, Antonio tiene que
amarrarse la lengua para cumplir con la orden de
Fabricio Paula y no decirle a Gonzalo lo que s e
propone hacer en las vacaciones: para no invitarlo a
que lo acompañe en la empresa. Se mete, al fin, en
el carro, que lo espera ya. Todavía seguía diciéndole
adiós con la mano a Gonzalo en el momento cuando
alcanza a ver: aniba, en la azotea, la figura del padre
Fabricio. levantando. serenamente. el brazo
derecho. El carro, entretanto, toma por la solitaria
Cordel1 Hull: hacia el Norte ...hacia el Norte ... Visto
desde la azotea. es ya solamente u n puntito negro
que se pierde... que se pierde.
...Tan magnífica, atrayente y translúcida sentía él
la piel de la gatita, acogida al calor de s u s brazos.
que le fue sedando los pelos cual si fueran vellos de
mujer, y así, el mimado animalito dejó caer los
párpados, hasta cerrarlos sobre sus grandes ojos.
atraído por el sueño hipnótico producido por esos
dedos suaves, dedos que ya ipür fin! comenzaban a
teclear la sinfonía orquestada en s u paciente
espíritu: sinfonía de tiempo largamente esperado
en el proceloso viaje, y que ahora daba señales
claras de tiempo por terminar (luz de candil,
avisorada en la perplejidad de la noche, cimbreada
de aureolas y de azares). Y. al mismo compás, fue él
también cerrando los párpados sobre s u s ojos
mansos hasta quedarse, enhiesto en s u sillón de
escritorio, durmiendo sueños de precipicios y de
esplendores en cimas de cumbres cercanas. Y la
secretaria ya no veía más la mueca en los labios del
doctor Mario Ramos. ahora se dibujaba en ellos una
sonrisa, aunque a ella le parecía que eran labios que
se estaban sonriendo en otro mundo.
El doctor Mario Ramos estaba consciente de que
se resquebrajaba el "pecho de acero" y de que "la
voluntad granitica" daba signos evidentes de
debilidad y de que "el artista de la política" acababa
88 VIRlATO SENCION

hoy de cometer s u primer error. Llegado era el


tiempo ¡por fin! de la suplantación. "Cargaré sus
cenizas ardientes sobre mis hombros y luego las
esparciré como talco volcánico por el aire para que
siempre se respire s u presencia letal. Al umbral
está mi Era (jsueño amamantado pacientemente
desde los días de mi nacimiento!). pero, joh.
César!, mi puñal de remate será invisible; como el
piadoso Eneas. penetraré a la ciudad de Dido.
envuelto en una cortina de niebla. y entonces
erigiré sobre mi reino fabulosos monumentos de
piedra y cemento y de toda aquella materia que se
perpetua en la memoria de los hombres".
Y la secretaria seguía maravillada al contemplar
esa cara feliz y lejana, que mantenía estática una
sonrisa que no era, definitivamente. de este
mundo.
"Qué tipo más extraño", seguía pensando Tirano,
sentado a ú n en s u poltrona de Generalísimo, al
tiempo que calculaba las consecuencias de esa
guerra que emprendía ahora contra la Iglesia. y en
la que Antonio Bell. por cierto. no era más que u n
pretexto muy oportuno.

El doctor Mario Ramos nunca estuvo a salvo de


las murmuraciones. Su pueblo, ei pueblo que estaba
señalado por el destino a servirle de plataforma a
sus ambiciones de poder. era, por demás, tosco, y
no admitía, sin sornas. s u s amaneramientos. Sus
manos. construidas de hostias tiernas, saludaban
con desgano y sin fuerza-dedos largos que s e
dejaban caer como al desgaire. Caminaba sin ritmo,
con paso de zapatón, y en sus ojos habitaban unas
pupilas inalterables, mudas. si acaso con u n
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 89

movimiento instantáneo. torvo. que acentuaba.


entonces, la triangulosidad de sus párpados. Desde
muy joven escondió s u cuerpo de monigote cansado
bajo el atuendo abrasador del saco y la corbata, y
aunque los de s u generación hacían burla de
semejante aliño, los mayores. superadas las
suspicacias, fueron acostumbrándose a verlo como
el mejor ejemplo de sabiduría y moderación que
había parido madre alguna en todo el contorno
conocido. Su voz, que en la conversación no era
más que u n chorrito de agua mansa que a duras
penas manaba por entre unos labios inmóviles. era.
sin embargo, rugiente e c la oratoria. Desde que
articuló sus primeras ambiciones. practicó el arte
de dirigirse al público: lo hacía montado sobre los
calcinantes promontorios que circundaban s u aldea
natal. Desde allí se dirigía a la Nada. a cosas
intangibles. colocadas en un tiempo indescifrable.
Cuando. con los años, s u fama de pico de oro
alcanzó niveles nacionales, la gente no dejaba de
cuestionarse cómo era posible que de ese tierno
pajarito. de ese frágil renuevo. pudiese brotar una
voz con la vitalidad del león.
Desde niño. en las veladas de la escuela.
mientras s u s compañeros apenas lograban recitar.
entre equivocaciones, los versos del "Martín
Garata" y "La rosa cayó en el agua, pero no se
deshojo, él declamaba poemas de s u propia
inspiración, que remataba siempre con una suerte
de sentencia premonitoria: "Ailá está la gloria". Al
decirla, s u faz adquiría u n semblante de Júpiter
Tonante. al tiempo que levantaba el índice para
señalar algo en la inasible distancia. Ante el
asombro que producía ese brazo en asta y, por
encima del pmo. ese dedo bíblico, muchas cabezas.
siguiendo la dirección del dedo, llegaron a
90 VIRLATW SENCZON

encontrarse con una araña cacata, pegada. y como


hipnotizada. a la más alta viga del techo. Ese
misterioso estribillo con que finalizaba sus poemas,
era el efecto- es un dato preciso de sus biógrafos
orales- del encuentro con una hermosa muchacha.
que atraída por s u poder de inspiración, se paró
del banco del parque d0nd.e s e encontraba
acompañada de su novio. se le acercó mientras él
caminaba por la acera, solitario como siempre, y se
puso a acariciarlo con caricias de hermana mayor.
Uno de los jóvenes alii presentes. burlándose del
novio de la muchacha, voceóle a éste: "Cuidala, que
te la van a quitar"!. Pero el aludido. sin
apresuramiento alguno, en tanto que sorbía,
deleitado. el humo de su cigarrillo. se la desquitó
con un: "No te preocupes. muchacho, que los
maricones no alcanzan la Gloria". Una mirada:
serena y penetrante, perforó el torbellino de
carcajadas que siguió a la grosera insinuación, en
tanto que él. impasible y enigmático como una
esfinge, seguía adelante con su paseo.
Nada. en apariencia, perturbaba s u comporta-
miento, aunque sí iba coleccionando con esmero
cada una de las fibras con las que construiría el
látigo de s u venganza.
A pesar de s u aura de sapiencia, durante una
larga época de s u vida fue un hombre subestimado,
tanto por los enclaves militares. como por los
políticos, quienes no lo consideraban obstáculo
para promover sus ambiciones. Por otro lado. nunca
despertó celos en otros por asuntos de mujeres:
supo agenciarse las faldas sin despertar en los
demás hombres el menor resquemor, de manera
que s e ahorró ese hervidero de pasiones.
De mozo, se iba por las noches a las orillas de s u
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DI05 91

villorrio natal y, con sigilo absoluto. lograba


capturar maripositas aisladas, anónimas, sin
distingos de condición ni color, a las que sabía
enternecer con s u lengüita de serpiente de
cascabel. hasta dejarlas exánimes. Con los anos
negó a convertirse en maestro consumado de la
conquista subrepticia. Ya en la Capital, y con un
prestigio social fuera de duda. soiíí posarse en las
plazas de meditadores nocturnos, y como si no
estuviera en este mundo, sino rezando letanías en
un limbo celeste. sabía combinar las citas más
inverosímiles con sirvientas en celo. Y cuando
cualquier observador creía que ese hombre solitario
se despedía de la noche para irse a acostar. éste.
caminando despacio y como en estado meditativc,.
se metía izas! en el cementerio de la avenida
Independencia. Y no piensen que los tiraba de
gallo. sino que las gozaba, enardecido. sobre u n
lecho de lirios silvestres. que, para los efectos.
había preparado debajo de una cobija de trinitarias.
Cuando. eventualmente, por causas de s u s
funciones llegó a serle imposible salir solo, había
conquistado tanto poder, que era entonces
Estanislao Elermoso, único confidente de s u vida
camal. el que -ahora en una forma mas selectiva, y
cada vez más jóvenes- se las colaba a altas horas de
la noche hasta el Tálamo Imperial.

Cuando Arturo Gonzalo regresó de las vacaciones


de verano y entrb por la portería con s u pequeña
maleta de cuero al hombro. no sintió la emoción de
la novedad que había sentido al ingresar en s u
primer año, ni el estremecimiento de verse él
mismo en otros que experimentó en el segundo, ni
92 ViiUATO SENCION

la nostalgia de la inocencia perdida y el


sentimiento de lástima a que lo movieron los
novicios en el tercer ano, sino un estado de
agotamiento, de total apatía. Era un ser ajeno,
indiferente, al cruzar por entre el barullo de feria
de sacristia que cada año presentaban los
ingresantes. con su cohorte de madres lacrimosas.
El carro en que vino habia salido del pueblo con
retraso y, según dijo el chofer. por puro
compromiso. pues el día no estaba para coger
carretera. Su madre, al despedirlo, sintió, como
cada año. un fuerte desgarramiento interior.
aunque en esta ocasión no tuvo la conformidad de
otras veces, en las que el dolor de la ausencia se
compensaba con el destino misionero del hijo.
Ahora estaba convencida de que el muchacho se
montaba en el carro sin voluntad, con una súplica
muda en los ojos. añorando comprensión: pero ella
no hizo esfuerzo alguno por retenerlo, con la
esperanza y la fe de que una vez de regreso al
Seminario, allá se obrara el milagro. Pero el Arturo
de este viaje era definitivamente otro y ella lo
olfateaba con el corazón infaiible de madre. Sufrió
por muchos días el temor de la probable
imposición del hilo. el rechazo a regresar, porque
se sabia sin fuerzas para imponerle lo contrario;
ahora que lo veia convirtiéndose en un hombre,
formándose en s u carácter, con los músculos
nuwos hinchándole la piel como un despertar de
serpientes. La vida le estaba saboteando la
oportunidad de ver coronado con éxito el deseo de
lograr una existencia inmaculada para su hilo.
después de tanto sufrimiento. de tantas lágrimas
frente a las borracheras del marido. ante el
abandono en que la dejó cuando se fue del pueblo,
al amparo de sus fuerzas de mujer, pedaleando y
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 93

pedaleando en una máquina donde iba dejando los


ojos en los laberintos del bordado. acosada en un
rincón ajeno. acumulando facturas de odios
secretos por aquellos que la consideraban
usurpadora de aposento, por mas parientes del
marido que fueran, por más huellas en los brazos
que le fueran dejando los anafes de la cocina, las
planchas de carbón, los jabones de cuaba...
Quería un hijo sacerdote, ajeno a los vicios,
colocado al otro extremo del marido borrachín y
pendenciero. como si deseara, oscuramente,
construir un arma de venganza contra la
desvergüenza del hombre, de todos los hombres.
Por eso se sintió tan triste cuando despidió al hijo
con un abrazo, con un beso. y comprendió que
regresaba al Seminario tan sólo por amor a ella.
para no matar sus ansias, sus sue13os: en realidad
postergando la agonía. porque el Arturo que !e dijo
adiós mama, hundiendo la cabeza en su pecho,
apretándola, me voy mamá, como para que ella le
dijera: no hijo, quédate conmigo, no te vayas. era
un alma desgarrada, con las lágrimas de aquel al
que le están destajando el corazón. Era un corazón
abierto en canales. regado con sangre de pasión de
macho. que ya había mordido los primeros labios
de mujer: "te quiero. a la luz de una luna redonda
que definía las cumbres del pueblo, Laly F'radera: te
vi cruzar por el jardín de verjas de tu casa grande y
me amparó la soledad de la calle... Laly Pradera... tu
mirada me volvió invisible, burlé los ojos de los
tabiques, y en el olor de los jazmines y en el
llamado a rosario de las campanas de bronce de la
iglesia llwaré tu piel, la dulzura de aquellos labios
temblorosos... Laly Pradera ... Ni el humo del
incensario ni el tupido manto de la mantilla
opacaban la luz de tu rostro. cuando por primera
94 VlRIAlD SENCION

vez coloqué la fuente de la comunión en t u


transparente garganta y conocí tu rosada lengüita
de diosa embelesada al extenderse, como con
ansias de mi. para recoger la hostia de los dedos
del padre... Laly Pradera ... cuando apenas eras un
sutil botón de mujer. y nos fuimos entregando
nuestros ojos en miradas de amor inocente, como
el pan de cada día que fue alimentando el tiempo.
hasta cuando el jardín me dio tus besos ... Laly
Pradera ... Laly Pradera." Y el eco de la voz de s u
pensamiento regresaba al pueblo. arrastrándose
por la carretera. desde el asiento donde iba Arturo
acurrucado. "Te quiero. con tu faldita de rayas
corriendo patines y los muchachos cantando a coro:
Reloj. no marques las horas, porque voy a
enloqueceeeer: después de la misa cantada te
esperé en el parque: Las muchachas de la Plaza
España son tan boniiiitas: caminabas con tus ojos
perdidos en mí, sonriendo sonrisas de Angel... Laly
Pradera ..."
Arturo no reparó en los inicios de la tormenta
mientras viajaba por las estribaciones de la
cordillera en esa máquina de paso de tortuga, y
cuando los árboles comenzaron a inquietarse, s u
pensamiento estaba bien lejos de allí. Todavía. en
los instantes en que aumentaron los silbos de lobo
de los vientos. sus compañeros de viaje lo creían
dormido; y así lo siguieron creyendo cuando
bajaron a la costa y vieron cómo las aguas del mar
amenazaban. con sus garras levantadas. Peor aún:
seguía todavía ensimismado. embebido por los
recuerdos. al momento de llegar al Seminario.
Tuvo. entonces. que salir del carro empujado por sí
mismo, y, al traspasar el umbral. volteó para mirar
las últimas vueltas de las ruedas, que regresanan, si
el tiempo era propicio, en la tarde o al otro día a
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 95

las calles de s u pueblo. Estaba aún en otro mundo


en el instante en que el maestrillo le entregó el
numero de s u habitación, y no fue motivo de alegría
el que le asignaran otra vez u n dormitorio en la
zona norte. El año anterior esta circunstancia lo
hizo feliz. ya que desde el tercer piso, con las
ventanas desplegadas a la noche. podía respirar el
aliento del pedazo de mundo que se ofrecía a s u s
ojos. Recibió del maestrillo la clave de s u timbre:
dos cortos y uno largo. y luego s e dirigió a s u
habitación: en silencio, saludando apenas. con
movimientos de cabeza o de mano. a los
compañeros que encontraba a s u paso. Tiró la
maleta sobre la cama desnuda y fue entonces, al
intentar abrir los cristales de la ventana. que volvió
en sí: u n latigazo de agua le había golpeado la cara.
En el patio estaba la avanzada del ciclón, tomando
posiciones de guerra, rugiendo por entre los
pinares.
Al rato bajó para buscar a Antonio. No tenia
noticias de él desde principios de julio, fecha en la
cual recibió s u última carta. Le había enviado dos en
agosto sin que se las contestara. Estaba dispuesto a
hablarle con franqueza, a desahogarse; a alguien
tenía que confiarle tantas cosas que le reventaban
en el pecho. Pudo haber bajado por la escalera
interior. penetrar al comedor y por allí dirigirse al
pasillo principal. pero no lo hizo; prefirió el camino
de la azotea, abierto a la lluvia. En las cartas de
agosto le decía algo sobre Laly. tibiamente; acaso
por eso no recibió respuesta, eran temas de
tentación que quizás su compañero evitaba; sí, por
eso Antonio no le volvió a escribir. por eso quizás
no lo escuche ahora. Enfiló hacia el salón donde el
maestrillo Ordóñez recibía a los estudiantes y
estuvo u n rato por allí. sin ver a s u amigo; fue
96 VIRIATO SENCION

después al salón de juego. donde tan sólo vio a unos


cuantos seminaristas mirando, a través de los
cristales. la agitación de los árboles. en el patio: de
regreso. pasó frente a la capilla: le echó u n vistazo.
pero no entró. En la portería se sentía movimiento.
pero los corredores estaban desiertos y reflejaban
la oscuridad de afuera, del ambiente aciclonado.
Era aún temprano. y Arturo pensaba que la tarde se
alargaría en u n desesperante ocio, si no encontraba
a Antonio. No quiso preguntarle a nadie por él,
temiendo le fueran a descifrar la intención. Fue de
acá para allá. subió y bajó escaleras. recorrió los
mismos lugares a los que ya había ido, hasta que.
por último. decidió meterse en s u cuarto. De allí lo
sacaron los campaniliazos que llamaban a reagrupa-
ción para la cena. No vio a Antonio en el comedor:
tampoco lo vio durante el acto e n el que
oficialmente se daba inicio al año escolar.
Entraba como a un mundo nuevo. Apenas. la
noche anterior, después del rosario, se despedía de
Laly en u n banco del parque, con alegría. con
inocentes y fugaces roces de mano. sin tener ni
siquiera la oportucidad de darle u n beso ligero. Laly
estaba acompañadri de su hermana menor y de una
vecina de su rnismz edad. a la que los muchachos le
decían "Ninomiren". Era una capitaleña de imagina-
ción nerviosa. que vacacionaba en el pueblo: dueña,
además, de u n estilo único para campanear: "Ni no
miren, ni no miren". Era s u forma de avisar cuando
veía venir a los padres de Laly. Eso fue la noche
anterior, en el parque del pueblo. mientras la gente
daba vueltas y más vueltas alrededor de la plaza:
haciéndose guiños. dándose medias sonrisas. al par
que escuchaban los melosos boleros de Lucho, en la
vellonera del cercano bar. Estas melodías se
mezclaban. desafortunadamente, con las piezas
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 97

clásicas, mal ejecutadas por los músicos minici-


pales, en s u tradicional y acostumbrada retreta de
los domingos por la noche. Pero esto le ocurrió a
Arturo en un tiempo remoto, en u n mundo distante
y fantástico, como de sueño, que no guardaba
relación alguna con este salón austero. solemne, de
luz cegadora. lleno de sotanas. al que ahora s e
enfrentaba.
Las palabras d e bienvenida estuvieron a cargo del
obispo, quien asistía por primera vez a este tipo de
acto. Lo flanqueaban, por el lado derecho. el
Rector. y por el izquierdo. el Prefecto de Disciplina
y el Padre Espiritual. Parados en las puertas y el
pasillo. estaban tres maestrillos, con caras de
policía, pitos y libretas de apuntes en bandolera. El
acto. aunque en sentido general parecía tener el
mismo objetivo de siempre: el de los consabidos
consejos de aliento. de disciplina, desprecio a las
vanidades del mundo, despego de los familiares,
rechazo tenaz de las tentaciones de la carne. .. esta
vez se le adicionó u n mensaje gráfico, directo,
conminatorio. Para eso habia comparecido.
precisamente. tan Alta Dignidad; no para decir
cosas que el Padre Espiritual sabia decirlas mejor,
con más teatro. con mayor elocuencia. sino para
dirigirse a la audiencia con todo el peso de s u
mitra, y exigirles, obligarlos a que. como parte
activa de la Iglesia que eran, acataran todos y cada
uno de s u s principios, incluido. entre éstos. el de la
lealtad absoluta y sin cortapisas al régimen de
Tirano, de quien tantos favores habían recibido. a
quien s e debía la construcción y el sustento del
Seminario. Hubo aplausos. vivas y, al final, una fila
larga que se acercaba mansamente a besarle el
anillo a Su Reverendisima.
Todas estas cosas estaban discurriendo
98 ViRIATO SENCION

fisicamente al lado de Arturo, pero en el torbellino


de su mente, ocurrían como atraídas por el influjo
de una pesadilla. pavorosamente distorsionadas.
Bien que durante el acto Arturo Gonzalo seguía
buscando a Antonio con la vista. sin encontrarlo. la
búsqueda disminuía en importancia a cada instante,
hasta llegar a convertirse en algo vago, sin sentido.
Esa primera noche en el Seminario. durmió sin
interrupciones. con una placidez de animal cansado
que se fuera perdiendo en la nada: pero muy de
madrugada despertó por si solo. antes de sonar la
campanilla y se asomó a la ventana a buscar los
estragos de la tempestad. Vio el patio empantana-
do. los árboles en s u mismo sitio y u n cielo gris y
espeso por el que no penetraba sol. Mientras
miraba por los cristales anublados, se entretuvo
tratando de hilvanar las imágenes de los sueños
que había tenido durante la noche. pero éstas le
llegaban fragmentadas y se le escapaban como
humo entre las manos. Se puso. entonces, a soñar
despierto: a s u lado estaba Laly Pradera. con s u
frente despejada y unos inmensos ojos iluminando
el universo. Pensó en s u madre, pero la apartó,
piadosamente. porque se puso triste. Que las
aflicciones llegaran con la realidad, con los hechos,
bien, pero no succionadas por el pensamiento. Por
eso prefirió seguir pensando en Laly. y siguió
pensando en ella, hasta cuando s e vio forzado a
pensar en Antonio; y aunque regresó a Laly y luego
a su madre. volvió el amigo al vórtice de s u mente.
En el mismo centro estaba. cuando, a las cinco de
la mañana. el mundo se estremeció de espanto: el
maestrillo Ordóñez anunciaba s u presencia demole-
dora. Muy pronto comenzaría el retiro.
Cuando divisó a Antonio (un puntito negro en el
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 99

largo rosario de serninaristas) ya estaban condena-


dos al silencio: iban entonces hacia la capilla y
pasarían días, antes de que los estudiantes
volvieran a hablar.

E s el primer domingo de octubre. El sol de la


tarde brilla con la misma intensidad de un día de
verano; el aire: limpio y seco, ulula entre los
pinares. Los almendros. dispuestos en una hilera
que forma el mismo ángulo recto del edificio, dejan
caer ya lentamente s u s hojas: grandes. acorazona-
das. con las cuales van construyendo una alfombra.
Arturo s e ha hecho el enfermo: para curarlo, en la
enfermería. le han dado unas pastillas con las que
detener s u supuesta diarrea; de ellas s e librará
echándolas por el excusado. Su fingida enfermedad
lo exonera. por el momento. de salir al paseo
vespertino; el cual recorre. inveteradamente. el
Malecón. la Feria y el campo de polo del hotel El
Embajador: y cuando no, va a parar directamente a
Manresa. Es el consabido paseo dominical: grupo
de muchachos silenciosos. con anteojeras, que irán
por las calles, bien dirigidos por los maestrillos.
Arturo los ve irse por la avenida Cordel1 Hull, y.
cuando bajan la pendiente sin girar a la derecha,
sabe ya que no irán al partido de polo. "No me
pierdo nada", piensa. "Es la tercera salida del año y
aun no van al polo". Ir a esta cancha es diferente:
allí se deja vagar el pensamiento por entre las patas
de colores de los caballos. y s e vigila menos la
mirada. Cuando regresan del polo. los seminaristas
vienen como perdidos. Casi siempre está Tirano,
quien asiste. porque es un enfermo con los caballos
y para ver jugar a s u hijo; también juega Porfirio
1O 0 VIRIATO SENCION

Rubirosa. y las chicas que van al evento. a &S de


lindas. están bien perfumadas. Al grupo se lo traga
el hondón de la cuesta y Arturo los pierde de vista.
Desde la ventana de s u dormitorio sólo ve ese
pedazo de ciudad. que conoce hasta en s u s
mínimos detalles. extenderse hasta el rebrillante
azul del mar.
Arturo se ha quedado apenas en compañia del
sonoro eco de s u s pisadas, cuyos retumbos se enre-
dan en los diminutos huecos de dormir. Deja atrás
el pabellón y siente. al bajar por la escalera. u n
cosquilleo de íntima felicidad que lo motiva a
cantar y a dar vueltas de cabrito en cada descanso.
Repentinamente se detiene y para la oreja, pero
solo oye el espectro del silencio. Ahora baja sin
producir ruidos: lo hace lentamente, con los
sentidos abiertos y algo arrepentido de su exalta-
ción anterior. "Ha sido u n riesgo innecesario". se
recrimina. Cuando se acerca a la puerta que da
salida al patio. por el extremo norte del Seminario,
percibe fugaces movimientos afuera. u n como
revuelo que va y vuelve. y que. luego, se paraliza. Al
salir. de pie ya sobre el rellano de la puerta,
comprende que la imaginación es una traidora:
algunas lagartijas alborotan entre las hojas secas de
los almendros. Más allá, una gallina solitaria
escarba y s e baña, luego. con tierra. Por aiií
comienzan los primeros brotes de la manigua.
Arturo se sienta sobre una peña, a la sombra de
los árboles. e, inquieto. deja pasar los minutos.
Desde donde está puede dominar todo el patio del
Seminario Menor, así como las diferentes puertas
de acceso ::; área. Una hoja cae, le roza u n hombro
y lo entretiene; la ve acolchonarse sobre las otras,
que forman ya u n manto amarillo, verdiiegmzco; el
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DI- 101

cual se confunde con el terreno pedregoso. Las


lagartijas parece que se han ido. Regresa la vista al
patio. a las puertas. A lo lejos. muy a lo lejos, como
un eco que surge del fondo del mundo, se oye la
voz de la ciudad: apagada. seductora, y que, por lo
demás, le es familiar. La h a sentido diez y mil veces
en estos últimos cuatro años; de noche o cuando el
silencio es tan grande como en esta tarde de
domingo. Pero el muchacho trata de no distraerse:
s u s ojos y s u pensamiento deben de estar
pendientes de un solo objetivo.
La espera lo va impacientando. Se ha levantado y
vuelto a sentar varias veces en la piedra. y aunque
h a tenido la intención de encaminarse a l otro
extremo del Seminario. por donde piensa que
puede estar Antonio. no s e h a decidido a hacerlo.
En realidad, teme cruzar el campo abierto, y
tampoco fue eso lo acordado. Seria. pues. una
imprudencia de s u parte. Quedó de esperarlo ahi.
debajo de los almendros de la zona norte, en
cuanto se marcharan de paseo los seminaristas, y
ahí lo esperaría. Pero transcurre. sin embargo. el
tiempo y Antonio no s e aparece. Y algo más grave
aún: ni la punta de una sotana siquiera ve él
moverse en todo el ambito. Comienza entonces a
sentir la presión de la soledad. A s u s espaldas está
la manigua: una maraña boscosa, en cuyos conflnes
se alcanzan a ver. como suspendidas del cielo.
montañas azules, que se desdibujan. remotamente.
entre la niebla: a l frente está el Seminario. que. a
pesar de s u realidad. por momentos se le trastrueca
en un ediicio abandonado. surgido, al parecer. de
otros siglos. Arturo siente grima.
Durante u n mes s e le h a hecho imposible
conversar con Antonio: es decir. comunicarse a
102 VIRIATO SENCION

profundidad con relación a los acontecimientos del


verano. Antonio está muy limitado en s u trato con
los estudiantes. Asiste. sí, como ellos. al salón de
estudios. va a clases. e igual que el resto, hace filas
para ir al comedor: pero, en cambio, le está vedada
toda plática con s u s compañeros: salvo la indis-
pensable y normal dentro de las actividades que les
son comunes. En los recreos. tiene que permane-
cer aislado del grupo- un contagio- : recogido en s u
dormitorio, rumiando en los alrededores o en la
capilla. El dia más llevadero es el domingo. Por la
mañana recibe la visita de s u madre y. aunque esto
es u n gran consuelo. por la tarde vuelven ya a
hervlr los caldos del infierno. A las dos se llevan a
los estudiantes de paseo. y entonces el Seminario
se convierte en u n insoportable laberinto de ecos
sepulcrales.
Arturo y Antonio h a n convenido verse este
domingo: entre las dos y media y las tres. El jueves.
cuando salían de la cena, hablaron, y Arturo sintió
que la voz de su amigo era u n quebranto atravesado
en la garganta.
Cuando terminó el retiro, a mediados de
septiembre. Arturo percibió u n estado de extrema
tensión en el Seminario: se cuchicheaba por todos
los rincones y la vigilancia s e habia duplicado.
Siempre había resultado dificil enterarse allí de los
acontecimientos, pero esta vez era imposible
ocultar que el centro de atención era Antonio Bell:
que si habíí caído preso por política. en el mes de
julio. que si lo habían sorprendido poniendo
bombas en edificios públicos, que no eran bombas,
sino que una madrugada quiso incendiar. a gasolina
y fósforo. todos los edificios de la Feria: que si habia
sido torturado en las cárceles de Tirano: la
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 103

Victoria. la Cuarenta. el mismo Palacio de


Gobierno: que s i estaba loco. Era u n rumor
soterrado, morboso: abejorro de misterio que se iba
transmitiendo con la lengua, con los gestos. con las
miradas. a punta de iápiz.
La comunicación entre los seminaristas era
siempre entorpecida por la cercanía de algún
maestrillo, y, por demás. una orden rigurosa prohibía
hablar de política. Todos estaban atemorizados.
Cuando Arturo decide fingirse el enfermo y
permanecer el domingo en el recinto, las cosas
estaban peores aún. Por eso, al hablar ese jueves
con Antonio. determinaron ambos que la mejor
forma de conversar era ocultándose en algún lugar
de la intrincada maleza. Fue una decisión rápida y
tan fugaz como los atolondrados segundos que s e
permitieron intercambiar.
Pasan de las cuatro, y de la garganta de la
ciudad. como si el alma de la tierra empezara a
levantarse, va surgiendo una remota confusión de
ruidos. Estos provienen del Malecón, de la Feria. y
se hacen cada vez más perceptibles: un sortilegio
que invade los espuitus y al que nadie, con los pies
sanos. puede resistir. Es u n llamado, que la
imaginación maNca. y al que Arturo, sumido en
la desesperanza, interpola con otro. que no
perciben s u s oídos: la animación del parque de s u
pueblo, allá, del otro lado de las montañas: a esa
hora en que los muchachos y muchachas,
engalanados y embriagados de ilusión, comienzan a
embrujar la tarde. Son pensamientos que lo
laceran. y aunque los mismos le han ahuyentado la
grima, le traen a cambio el enojo y la frustración
terrible de comprobar que Antonio no habrá de
venir. Tennina en tierra: la cabeza reclinada sobre
104 VIRIATO SENCION

un tronco de árbol y los ojos hacia arriba; perdida


la vista en la impecable lejanía.

El martes. acosados por la premura de siempre,


vuelven a comunicarse. Igual que la semana
anterior, logran la oportunidad mientras salen del
comedor. después de cena. Esta vez aprovechan u n
descuido del maestrlllo Garmídez, quien, acostum-
brado, como los nifios. a distraerse en cosas de
poca importancia. se pone a comparar su viejo reloj
de bolsillo con uno de pulsera. perteneciente a u n
estudiante de quinto. Con tan ardoroso afán
defiende las ventajas de s u pesado armatoste. que a
su alrededor se va formando u n anillo silencioso de
estudiantes. los cuales asienten a s u s reclamos con
movimientos de cabeza. El grupo termina viendo a
s u compañero palidecer de vergüenza ante la
embestida final del maestrillo: "Ese tipo de prenda
no es más que un instrumento de la vanidad. Era.
ciertamente. u n reloj con una pulsera de u n dorado
esplendoroso, muy llamativa. Regalo de una tía
residente en New York, el serninarista lo había
traído consigo al regreso de s u s vacaciones, y,
amparándose. al parecer. en la relativa libertad que
le otorgaba s u condición de estudiante de tennino,
no pudo resistir la tentación de usarlo. Pero hubo
de guardarlo después del berrinche del maestrillo
Garmidez; no tanto porque se lo prohibieran, sino
porque temía mas al recelo de s u s propios
compañeros que al mismo maestrilio.
-No pude bajar- murmura Antonio, aprovechan-
do el cerco que s e forma en tomo del vigilante-. A
esa hora me llevaron a la Rectoría; había venido el
doctor Mario Ramos.
LOS QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE DIOS 105

- ¡¿Quién?!- pregunta Arturo. sorprendido.


-El doctor Mario Ramos. ¿No lo has oído men-
cionar?
- ¡Claro que sí...! Pero...
-Después te lo explico-lo interrumpe Antonio,
alejándose. Arturo da un paso para seguirlo, pero
gira en redondo: ha visto al maestrillo Ordóñez
entrar en el area.

E l doctor Mario Ramos era un hombre para el


cual cada instante de su existencia tenía un valor
intransferible: acuñaba, meticulosamente. cada
partícula de tiempo. cual si fuera un organismo
viviente. y alimentaba cada célula. cada eslabón. con
el celo de u n avaro. con la rigidez de asceta. Con
nadie compartía u n trato íntimo. por nimio que
fuera: y así. iba abovedando las simientes en el
oscuro arcano de una vida que no conocía de
rubores, ni de estremecimientos. como un agigan-
tado vegetal hecho roca. Sus actos obedecían. ma-
quinalmente. a un rígido programa. cuyo propósito
solo él conocía.
A las dos de la tarde, el chofer le abrió la
portezuela del auto. El doctor Mario Ramos le dio.
cortésmente, las gracias. se apeó lentamente del
vehículo. haciendo acopio de esa s u calma de
bonzo. en estado de nirvana. y le tendió la mano
derecha al Rector. el cual lo esperaba ya. mientras
que con la izquierda asía un sombrero de fieltro
negro. La efusividad con la que el cura recogió
entre sus dos manos la del Doctor se congeló al
contactar el primero unos dedos exhaustos. que
apenas podían sostenerse: mano muerta. viscosa.
106 VIRIATO SENCION

- Buenas tardes. padre.- Una voz lastimera, de


ventrílocuo agónico.
Las palabras con las que el cura le contestó
salieron desarmadas. renqueando. Después. con
tono firme, y un tanto repuesto de la desagradable
impresión inicial, volvió a repetirlas dentro del
Seminario, mientras ascendían por el mármol de la
espaciosa escalera central:
-Buenas tardes, doctor Ramos. Sea usted bienve-
nido al Seminario Santo Tomás.
El cura. aplicando s u capacidad deductiva. coligió
que s u acompañante le había contestado "gracias".
En realidad. s u s oídos no habían captado una sola
sílaba. cuando el Doctor emitió ese murmullo
quejumbroso; y aunque el Rector fue muy rápido en
voltear la cabeza, a ver si descifraba. con la vista, el
vocablo. se encontró con los labios del Doctor
totalmente sellados.
En el despacho del Rector lo esperaban el obispo
y el Nuncio Apostólico. El preámbulo. algo tenso,
fue atenuado por unas palabras del doctor Ramos,
que esta vez sí se dejaron oír:
-En este sagrado lugar y en la agradable com-
pañia de S u s Reverendísimas, me siento, como
pocas veces. espiritualmente cómodo.
El acucioso Rector no perdió tiempo para fijar
Ios ojos en esos labios tiesos. por cuya milimétrica
abertura salíaa. como por s u cuenta, las guturales
articulaciones emitidas por el visitante. El cura
había observado antes, con detenida curiosidad, el
saludo de manos. y, para s u satisfacción personal.
vio que la del doctor Ramos era esa misma mano
declinante y flaccida que había conocido a la
entrada. "Es s u costumbre". pensó. De inmediato
procedió a conducirlo a uno de los sillones dispues-
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 107

tos frente al escritorio; pero el doctor Ramos. antes


de sentarse, dio unos pasos oblicuos, hasta
acercarse a los anaqueles de los libros. por donde
paseó la mirada, errando sobre los títulos. con una
postura beatifica. La oficina en la cual acababa de
ser introducido el doctor Ramos era de una sobria
elegancia: sobre el piso. una pequeña alfombra
circular servía de base a una mesa del mismo corte:
baja. fuerte y apoyada en s u s seis fornidas patas de
león. A u n lado, s e distinguía. por el lustre
espejeante de s u caoba, el escritorio. Ocultando los
ventanales que daban al jardm frontal y a la avenida
Cordell Hull. s e desplegaba la esplendidez de una
cortina de u n nítido blanco marfil y hecha de una
sola pieza. El resto del ornato de la oficina s e
descomponía de esta manera: cuatro sillones de
altos espaldares y mullidos asientos, unas cuantas
sillitas de madera colocadas en tomo a la pequeña
mesa y. arrimados a una de las paredes. los
estantes con s u s libros. Habíí. además. en la pared
opuesta. u n crucifijo, de medio tamaño, y
escoltado. a u n lado y al otro, por sendos cuadros
de Santo Tomás de Aquino y de San Ignacio de
Loyola. En u n rincón se veía una ánfora de porcela-
na de tipo colonial. En este marco se daba inicio a
la primera de una serie de reuniones entre el
doctor Mario Ramos y la alta cúpula de la Iglesia
Romana en Santo Domingo. Pasaban de las dos.
aquella soleada tarde del primer domingo de
octubre.
Tan pronto como s e sentaron. el Rector solicitó
consentimiento a los allí reunidos para abrir las
ventanas y correr la cortina. Una brisa de alivio
penetró a seguidas en el despacho. El Rector s e
acercó luego al ilustre visitante y le pidió el
sombrero, pero éste rechazó el gesto de cortesía.
108 VIRL4TO SENCION

agarrándolo con más fuerza, lo mismo que si se


tratara de un talismán.
-Gracias. padre. no se moleste- dijo. Lo puso
sobre sus piernas y se entretuvo acariciándolo con
las manos. por los costados de la copa.
-Doctor Ramos- dijo el Rector. que, a l fin, se
posaba sobre uno de los sillones-. en nombre de la
Santa Madre Iglesia y en el de esta casa de
formación sacerdotal. que usted honra con s u
presencia. le doy la más sincera bienvenida.
- Mucho gusto. padre- murmuró el doctor
Ramos. haciendo una lwe inclinación de cabeza.
Los curas suponían que el doctor Ramos iniciaría
el dialogo. pero éste ni siquiera los miraba:
entonces. con la cabeza vuelta hacia los anaqueles.
concentrado otra vez en los libros y dándole giros
al sombrero. apenas si les prestaba atención. El
padre Rector s e sonaba las narices con una
servilleta, como para romper el silencio, y a s u
mente acudían pensamientos poco dignos de s u
investidura: "Este es. o se hace. el pendejo". En un
momento en que el doctor Ramos pareció dirigir
su mirada al Rector. éste le hizo u n ademán con las
manos. sugiriéndole que hablara. pero el doctor
Ramos parecía no verlo: y entonces volvieron los
pensamientos al cura: "Este pendejo lo que s e está
haciendo es el chivo loco". El Doctor dirigió luego
su vista al Nuncio. quien parecía envolverlo en una
amplia mirada diplomática. y con u n movimiento
de cabeza dio a entender que interpretaba correc-
tamente sus gestos; pero aún así, s e quedó mirando
un buen rato hacia el techo. Al fin, abriendo un
poco las piernas. con el mentón echado haciz
adelante y dando la impresión de u n estado de
lejanía. les dijo:
LOS QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE D10C 109

-He venido a escucharlos a ustedes, Reve-


rendísimas. Involuntariamente, tengo que cumplir
la ingrata tarea de mediar en una querella tan
triste: díganme, padres. díganme ustedes. soy todo
oídos.
Fue el Nuncio: un hombre joven (parecia no
llegar a los treinta).de una elegancia y belleza casi
prosaica, quien, con marcado acento italiano, s e
dirigió al doctor Ramos.
-Doctor Ramos. al Santo Padre le preocupa la
posibilidad de que u n hecho aislado... u n acto
producto de la locura de un simple seminarista- al
decir esto. el cura hizo un mohín de desprecio-,
pueda derivar en el deterioro de las tradicionales
buenas relaciones entre el gobierno y la Iglesia.- Y
con énfasis, para que el mensaje llegara claro.
continuó-: Es una preocupacion que Su Santidad
me transmitió personalmente y que yo, en-
tregándome a s u bondad. doctor Ramos, quisiera
hacer llegar hasta Su Excelencia, el Generalísimo.
-Además de ingrata, es dificil la tarea que recae
sobre mis hombros. No sé. ciertamente. con qué
éxito, pero con mucho gusto seré portavoz. ante el
Generalísimo. de la justa preocupacion de S u
Santidad- seguía siendo esa voz débil, moribunda.
que el doctor Ramos empleaba en los diálogos-. ¿Y
qué le digo al Generalísimo con relación al estado
del seminarista Beli?- agregó, como si dejara caer
una gota de veneno.
Ahora fue el Rector quien reacciono
-De inmediato lo mandaré a buscar. doctor
Ramos. por si considera conveniente conversar con
él... hacerle alguna pregunta.- Y se encaminó hasta
el escritorio en donde accionó un timbre, señal
acordada para que el hefecto trajera a Bell, quien,
110 ViRIATO SENCION

desde hacia un buen rato, estaba retenido en la


Prefectura.
-No es necesario, padre. no es necesario; basta
con lo que ustedes me informen- se apresuró a
decir el doctor Ramos. Pero el Rector no canceló la
orden de que subieran al seminarista.
El obispo, por s u parte. permanecía callado.
asintiendo con s u cabeza redonda a lo que el de
turno dijera. Era un hombre sesentón. de carnes
flojas. ventrudo y de natural aquiescencia, lo que le
había permitido flotar y ascender, por años. dentro
de la curia. con s u placidez inalterable: ahora, sin
embargo. y casi de repente. se veía envuelto en esta
molesta controversia. Acostumbrado a pasear s u
oronda figura boteriana por los salones de la gran
sociedad y con ocasión de las liturgias mayores-
arrebatadas de salvas. deslumbrantes de uniformes,
amaridado el aroma del incienso con las fragancias
parisinas-. carecía ya de s u s antiguos olfatos
bucólicos y de la habilidad necesaria para manejar
situaciones contrastantes.
Los ánimos en la sala volvieron a ponerse tensos:
acaso por la intempestiva pregunta del doctor
Ramos. que no esperaban. al menos así. tan de
inmediato, y muy antes de que se trataran a fondo y
con reposado espíritu, cosas de más trascendencia.
Esa pregunta del Doctor les indicaba la irnpcrtancia
que le estaban dando, arriba. al asunto Bell: igual
que si todo estuviera girando alrededor de esa
espina colocada en u n costado de la Iglesia.
empeñados en remolinearla. con u n afan. harto
sospechoso. de avivar la ponzoña que había traído la
discordia. Unos toques en la puerta rompieron la
atmósfera de silencio: entraba el Prefecto. trayendo
por delante al serninarista Antonio Bell: una figurilla
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 11 1

estirada. lánguida. pero con u n movimiento certero


en los ojos y u n filo metálico en la mirada. En
realidad. no tenia sentido haber conducido al
seminarista a esa reunión. ya que s u presencia
provocaba urticaria a los curas. y porque. además.
la misma no era del interés del doctor Ramos. el
cual se sintió molesto. cuando, al voltear la cabeza,
hubo de confrontar a esa especie de reo. ¿Era él
acaso u n fiscal. que se acercaba a tan altas
dignidades en calidad de odioso y burdo investiga-
dor? De ninguna manera quería él proyectar esa
imagen. pero sí la de evidenciar el caso como un
hecho no marginal y que respondía a una realidad
insoslayable; la cual, de ningún modo, iba a
permitir que s e desvaneciera. ¡Pero él. el doctor
Mario Ramos! ¿Un interrogador de muchachos?
qué poco lo conocían estos curas! Estaba. sí,
satisfecho con la reacción inicial de los curas ante
la pregunta: era ese s u primer objetivo: que
recordaran que sobre s u s cuellos descansaba la
espada del demonio. Lo siguiente seria el
deshacerse de la imprevista presencia del
seminarista y luego proseguir con s u estrategia, en
esta reunión que. de antemano. sabía iba a
consumirle buena porción de la tarde.
-Por mi. pueden retirarlo- dijo el doctor
Ramos-. Considero que s u presencia n o
contribuye, positivamente. al buen desarrollo de
nuestra conversación. Les estaría muy agradecido
si... -Hizo u n movimiento lateral de cabeza, al
tiempo que abanicaba s u sombrero hacia el costado
derecho.
Más tardó el doctor Ramos e n solicitar
indirectamente la expulsión del seminarista Bell.
que el Rector e n hacerle una sena al Prefecto para
que lo sacara de la oficina. Fue entonces cuando,
112 VIRIA'TU SENCION

como si desearan refrescar el ambiente. tanto el


Embajador del Vaticano como el obispo, se
hicieron servir del Padre Rector, quien también le
sirvió al doctor Ramos, sin que éste lo solicitara.
del jugo de naranja que había estado sobre una
mesita. cerca del escritorio. Emulaba el Rector al
Nuncio bebiendo a sorbos pausados: apenas probaba
el doctor Ramos el suyo. mientras que el obispo.
con avidez de tierra sedienta. apuraba hasta el
fondo. uno y otro vaso: secándose, entre tanto. el
sudor de la frente, las mejillas y el cuello. con un
desmedido pañolón blanco: el cual se había traído
enrollado en u n bolsillo de la sotana. Lo hacia con
movimientos ajenos a s u habitual serenidad. cosa
que no pasó inadvertida al doctor Ramos. Y. bien
que poco a poco los corazones volvian a ponerse en
s u s sitios. y que un hálito de frescura renacía en el
rostro de cada quien. ninguno abría la boca para
reiniciar el dialogo: trunco desde la partida de
Antonio Bell. Tal pareciera que permanecerían
indefinidamente mudos, navegando cada cual entre
s u s mas íntimos pensamientos. cuando el doctor
Ramos. con un semblante que movía a compasión:
el sombrero apretujado entre s u s manos. el cuerpo
sentado en una rara postura de medio arco. se
dirigió a los presentes: no sólo, en realiddd, a los
presentes, ya que s u voz parecía buscar otros
auditorios. otros ecos intemporales.
-Observo. con profundo pesar. el dolor que
invade vuestros corazones. Acaso el sacrificio en el
Gólgota haya sido. entre otras cosas, la rueda infini-
ta. la inacabable inmolación del Justo, bajo cuya
fragua se ascenderá hasta la diestra del Señor:
redimidos de errores y de las infamias que las
circunstancias azarosas nos imponen a los hombres.
Debemos tener conciencia de las transitoriedades,
Ua QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 113

del flujo fugaz de las sombras, y evocar Lo Eterno,


para así conjugar nuestro hoy con el devenir y
lograr la sabiduna del conjunto. Quien les dirige la
palabra ha permanecido en tinieblas como u n ídolo
de muerte: como u n J o n á s multiplicado. h a
permanecido por cien y mil días, por cien y mil
noches, en las entraña? de la ballena, aherrojado s u
espíritu en u n monstruoso arcano, sin derecho a l
mínimo resplandor de luz e n este laberinto
tropical. Pero h a caminado sobre el cieno sin
mancharse. sobre las lanzas verticales sin herirse; y
joh Dios. prudente y magnánimo!, haz que de la
fetidez de los pantanos surjan las espigas
redentoras de la dicha. Yo no temo; no temáis,
vosotros cuya sagrada investidura proyecta la fe y la
razón salvadora: Príncipes de la Iglesia verdadera:
astro eterno del amor institucionalizado. Sobre
vuestras cabezas volarán las arpías como u n rebaño
de fuego. pero. por mano divina, brisa huracanada
vendrá que barrerá s u s tinosas alas. para conducir-
las a u n infierno de tiempo cercano. No temamos,
ya que los sinos nos son favorables: y yo estaré a
vuestro lado siempre. hecho conjunción espiritual:
descifrando, del oprobio. su fin.
Dicho esto, ovillóse el doctor Ramos en el asien-
to. como si escondiéndose de s u propio cuerpo, y a
la expectativa de recibir. con cierto recaudo. los
efectos de esa vaga erudición que había mantenido
iluminados los ojos del Nuncio, escéptico al jesuita
y en un revuelco de sangre. la cara del obispo.
Algo quiso decir el Rector que s e le convirtió en
una tos y luego en u n estornudo, recogido. con
habilidad de malabarista, en una servilleta. S e
excusó y retiróse hasta la ventana. desde donde vio
bandadas de palomas sobrevolando los árboles de la
avenida. Blancas y negras, las aves iban y venían.
114 VINATO SENCION

Pensó: "Mirad las aves del cielo... Vuestro Padre


Celestial las alimenta." Pensó:" ...Seré como el
hombre prudente. que edificó s u casa sobre la
roca". En estas cavilaciones bíblicas estaba, en el
momento en que oyó la voz del Nuncio:
-¿De quién es esta imagen y la inscripción? Dad
al César lo que es del César. y a Dios lo que es de
Dios.- Y, tomando entre sus manos el crucifijo que
colgaba sobre su pecho. agregó-: Deseo volverle a
rogar, doctor Ramos. abusando de s u proverbial
benevolencia. que haga llegar hasta el Generalísimo
nuestro respeto y la seguridad de que los templos
de la Iglesia no serán jamás centro de conspira-
ción. sino fuente de paz. de luz y de concordia para
este pueblo.
El doctor Mario Ramos asintió. con cierta moro-
sidad. a las palabras del Nuncio. Lo fundamental
estaba dicho, pero todavía dilataron por media hora
la despedida.
A las cuatro de la tarde acompañó el Rector al
doctor Mario Ramos hasta el frente del Seminario.
No le causó sorpresa. esta vez, la mano suave y sin
vida que volvió a extenderle. aunque si el hecho de
ver que en el asiento trasero del auto había una
gatita. que a todas luces parecía muy familiar al
doctor Ramos, por la forma en que éste la tomó y la
colocó sobre s u s piernas. Algo inesperado, además.
fue el ver al doctor Ramos. después de haberse
arrellanado en el vehículo. apearse parsimoniosa-
mente. acercársele y con un tono de misterio su-
surrarle: "Padre. me olvidaba decirle que el Gene-
ralísimo me preguntará sobre el estado mental del
seminarista. ¿Qué le digo?".
-Dígale que está loco. Doctor, que está loco.
bien loco.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 115

-Si, padre.
El cura. en una suerte de fascinación. se fue
acercando a la ventanilla. atraído por la gatita. que
de nuevo estaba sobre las piernas del Doctor,
hechizada entre unos dedos que hacían surcos en
los pelos negros de s u lomo. "¿Será brujo?". pensó
el cura, cuando las llantas brincaban sobre el badén
de la salida. al tiempo que dos estomudos corridos
lo hacían dar una voltereta de circo.

Por las ventanas del salón de estudio s e ven los


árboles del jardin, quietos. espejeantes s u s hojas
de tanto sol a esa hora temprana de la tarde. Por la
avenida s e oye el pregón abaritonado de u n
botellero: "Lleero... Lleeero... telleeero". Es la única
voz que hay en el mundo. nítidamente amplificada
por el hermético silencio. Debe de venir subiendo
desde por los lados de la Feria. del barrio de
Matahambre, y. con s u s sacos al hombro. compran-
do botellas, seguirá con s u melodía cortando la
ciudad, hasta muy lejos. muy lejos ... Muchos
estudiantes esconden s u s cabezas detrás de los
libros y se muerden la lengua. para no soltar las
carcajadas ante la hilarante voz que tan de repente
ha trastocado el orden habitual. El maestrillo, que
finge leer. sentado detrás del escritorio colocado
sobre una baja plataforma y de cara a los
estudiantes. se levanta y estira s u cuello de ave de
presa, al acecho del menor ruido. del más mínimo
movimiento. La voz se va perdiendo, pero aún. a
mucha distancia, se oye, como un quejido de otro
mundo. Algo ha visto el maestrillo. que baja de la
tarima y, erizadas las zarpas, se desliza hasta uno de
los estudiantes del fondo. el cual cabecea en esos
116 VlRL4TO SENCION

instantes sobre el atril; lo reprime en silencio.


metiéndole el garrote por entre la garganta, para
alzarlo. y luego hace apuntes en la libreta de
conducta. Regresa a su lugar con el mismo paso
felino. En la primera fila. frente por frente al
escritorio. ocupa asiento u n muchacho pálido.
desconcentrado. que es objeto de especial atención
del vigilante. E1 estudiante tiene los ojos del
maestrillo metidos entre s u s propios ojos. como u n
incendio. Este no le quita la mirada de encima: la
sostiene por minutos sin pestañear. tal un experto
en el poder de concentración. y no lo disimula. Es
un acoso metódico. Quien sufre semejante asedio es
el seminarista que estuvo en la cárcel el verano
anterior. acusado de atentar contra la seguridad del
Estado. Ahora Tirano se lo ha endosado a los curas.
con alguna maligna intención de fondo. y éstos lo
tienen como si brasa, brincándoles en unas manos
que buscan desesperadamente un estanque donde
lanzarla.
Antonio Bell, bastante d e s g r e ~ d ola
: cabeza baja,
la mano izquierda sobre las cejas, igual que la visera
de una gorra. tiene en la derecha u n lápiz con el
que traza signos en una hoja del cuaderno. propios
del que está viajando en su imaginación. Se cubre
lo más que puede. sobre el libro abierto que está
sobre el atril. pero los ojos que tiene al frente
parecen tener el poder de taladrar la materia:
están ahí presentes. revueltos en las letras del
libro, sobre la madera del pupitre ...
"Pierde si quieres... Mi abuelo. ¿Quién hará la caja
para enterrarlo? El mismo se habrá hecho s u
propio ataúd y lo tendrá por allí, por un rincón,
esperando su muerte ... Mi abuelo. ¿Quién mató a
papá, abuelo? "Cocolo Cantera lo infamó" ¿Infamó?.
LOS QUE FALSIFICARON LA FlRMA DE DIOS 117

Arturo volverá a quedarse... Quizás este domingo...


Nos meteremos en la manigua ... Quizás él sepa
dónde está el padre Paula. ¿Dónde está el padre
Paula, Arturo? ... Mamá. tráeme al abuelo: tráemelo.
por favor. mamá. Si yo fuera invisible y pudiera
volar, ahora mismo m e i n a por los cielos y
averiguaría dónde está el padre Paula ... El abuelo
debe de estar en el patio. Mamá me dijo que estaba
postrado "Está en cama, Antonio; no se levanta".
Cuando venga este domingo le diré: Mamá. ruégale
a abuelo que no se muera ... Enterró a "Juanito" en
el fondo del patio. dentro de una caja chiquitita.
hecha con esmero, como si fuera para un niño... Mi
abuelo. ¿Sabrá el doctor Ramos quién mató a papa?
¿Quién asesinó a mi papá. doctor Ramos? ¿El que
lo infamó? ¿El que le metió la bala o el puñal? ¿El
que ordenó que lo mandaran a matar? ¿Los que
saben de todos los asesinatos y duermen recostados
de los asesinos? ... Doctor Mario Ramos. Dicen que
no es malo ... A los trece años escribió un libro de
poesía ... Yo voy a cumplir quince y nunca he escrito
una poesía ... El padre Paula escribía cuentos. Me
gustaba que nos relatara el cuento del tesoro. las
cosas de s u tío. Me gustaría conocer al tio del padre
Paula. Tío Papo de seguro no quiere saber nada de
mí. Mamá no me lo ha dicho, pero ha de ser así.
Cuando ella viene a la Capital, él no quiere que la
visite. Debe de tener mucho miedo. Tengo que ir
por unos días a la Capital. mamá. "Vete a casa de
Papo" me dijo. "Allá estarás más cómodo que en
casa de Flonpe". Y así fue. Tio Papo me quería
mucho y se alegró de verme cuando vine, en julio.
¿Cómo fue posible que me agarraran? El padre
Paula me lo dijo ese día por la mañana: "Antonio.
regresa a tu pueblo, que tengo problemas en el
Seminario. Vete hoy mismo". Pero me quedé esa
118 WRIATO SENCION

noche y otra más en la ciudad. y ya no tuve tiempo


de regresar al pueblo. Tío Papo debe de tener
miedo ... y encono. ¿Qué pensará tío Papo? ¿Qué
pensana la noche en que ya no aparecí?".
Desde el medio del salón. próximo a las ventanas,
Arturo Gonzalo espía al maestrillo. Capta el rayo de
su mirada. la satánica voluntad de pulverizar a
Antonio Bell. Le desalienta esa cavidad que cada vez
se ahonda más en la nuca de s u amigo. Si por
alguna razón tuviera que dar testimonio de la ruina
en que se va convirtiendo. la primera imagen que
asomana a s u mente no sena la visión descarnada
de la cara. ni el altorrelieve de los huesos de los
brazos, sino el hoyo de la nuca. Es la imagen con la
que está más familiarizado. con la que cada día s e
encuentran sus ojos. durante horas. en el salón de
estudio. Le duele recordarlo sobre la cancha de
baloncesto. meses atrás: ágil. casi virulento en s u
fogoso jugar. Se crecía cuando el padre Paula estaba
cerca. Era como una inspiración. De la manera en
que no puede figurarse10 es en labores clandesti-
nas, en los actos terroristas de fuego contra la
noche, que le achacan. Piensa en lo dificil que es
conocer bien a alguien. Lo evoca en el recreo de las
cuatro: tímido, inocente: sólo en el juego dejaba
traslucir cierta heroica violencia: el drama estaba
oculto. abrigado en el fondo, como una úlcera
silenciosa. Siempre estaba limpio. s u s zapatos
relucientes. "A veces me prestaba el liquido y la
pasta, y me daba de cualquier cosa que le traía s u
mamá. Era el único con el que yo también com-
partía mis cosas. ¡Debe de tenerlos bien puestos!
Me muero de curiosidad por saber todo lo que
paso. Pensaba en él. como si el Antonio que estaba
a unos metros de s u s ojos, fuera diferente al Anto-
nio del curso anterior; como si aquél fuera una
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 119

figura de otras tiempos. "Parece enfermo jpobre-


cito!, se lo está comiendo el desgano". No había
duda. uno y otro eran seres distintos. Los curas se
habían propuesto desquiciarlo y habían avanzado en
su propósito. como si con ello se reafirmaran ante
Tirano. como si de esa forma reconfirmaran s u s
palabras: "¡ES un loco... Está loco... Loco!". "Pobre
Antonio, lo están jodiendo, y lo peor es que no veo
forma de evitarlo". Tan pronto suena el timbre.
indicando el fin de la sesión de estudio. Arturo
Gonzalo se adelante y espera a Antonio en la puerta,
con la intención de hablarle. pero apenas logra
saludarlo, tímidamente, ante la interferencia del
maestriilo. que le ordena retirarse. Gonzalo se va
para el salón de clase por entre el hormigueo del
pasillo. pero no pensando en el teorema de los
ángulos opuestos por el vértice que debe
demostrar. dentro de u n momento. en la clase de
geometría del padre Viejo. sino en la mirada
perdida de s u amigo Antonio Bell.

"Me cuenta tío Julio, que no hay peor soledad


que la de Nueva York pero yo no lo entiendo. Lo
dice de una manera triste. con esa cara tan rojiza
con la que viene de vacaciones todos los años. ''Te
metes a l apartamento y afuera está el frío o la
nieve, durante meses. Los vecinos ni te saludan.
siempre presurosos. afantasmados. Te metes en el
subway y una multitud hosca. enajenada o dur-
miente te sirve de compaíúa. ida y vuelta. ¿Hasta
dónde? ¡Hasta el vacío!. Mi tio habla lindo, como
recitando. y me encanta s u teatralidad cuando
dice: "¿Hasta dónde? Hasta el vacío". Pero sigo sin
creerme lo de esa llamada soledad de Nueva York.
cuando la comparo con la mía. No la de esta
120 VihTATO SENCION

ciudad. sino la mía. Allá debe estar Nueva York,


por debajo de aquel lucero. y ahora. principios de
diciembre. las calles amontonadas de nieve. Por
acá está mi pueblo. donde dentro de poco, en las
noches frescas. comenzarán los muchachos a
templar las cuerdas de las guitarras, a llegarles las
inspiraciones en sueños de auroras y atardeceres
de fuego: Blanco Castillo. Rafael, Timo. "Juse-
pelloro" (ahora Papito se ha puesto este nombre).
Claudio Ortiz. Blanco se embriagará. mientras va
buscando afanosamente la cara de la luna que
diseña las curvas de las montañas y que le saca
brillo al río:

De tanto amar. mi corazón un dia


dejó de amar:
Era tanto el amor que en él había
que llenó hasta los bordes sus cristales.
y no habiendo más miel en sus panales.
dejó su contenido derramar.

Y ahora que de acíbar


lleno esta hasta sus bordes
del jugo que ha extraido de s u fuente de hiel.
pienso si hastiado un día de probar amarguras
vuelva a llenar sus arcas con panales de miel.

"Claudio declamara s u poema "Juan y Amalia",


¡tan triste! jtan trágico!:

En un libro carcomido y sudo


que encontré abandonado en u n rinc6n.
a hojear me puse sus gastadas hojas
que trozaron mi débil corazón".
LOC QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DI05 121

'Y así, hasta el fmal, le irá cantando al malogrado


amor de dos jóvenes. haciéndote saltar las
lágrimas. Tan alegres que son estos muchachos.
tantas sonrisas en s u s labios y. sin embargo. tanta
angustia en su poesía, como si vivieran si-
multáneamente dos mundos. Bueno ... aquí estoy yo
también, librando mi guerra de dos mundos. Por
allá. por debajo de aquel lucero, estará palpitando
Nueva York: por este otro lado, por debajo de
aquella estrella. estarán durmiendo las calles de mi
pueblo ... Laly Pradera. Quiero a Laly como una
realidad. y también quiero a la muchacha de la casa
vecina que pasa por las tardes, como una ilusión.
Las quiero a las dos. Ayer nos miramos a los ojos
por primera vez y u n rayo luminoso arrobo mi
espíritu: hoy los escondió. que hora cruzará por
las mañanas? Si me quisiera, yo bajaría por las
noches. me arrastraría por entre las matas y
llegaría en silencio hasta las proximidades de s u
casa para besarla, agarrarla por el talle y estrecharla
entre mis brazos. Burlaría la vigilancia del
maestrillo, dejana u n simulacro sobre la cama...
¡ESO es! Antonio podna hacer lo mismo: preparar
u n simulacro. arroparlo bien y deslizarse por ...
Bueno ... a él se le haría más dificii, está muy lejos...
En todo caso, este domingo me haré el enfermo...
de lo que sea... El asunto es que de este domingo
no pasa. Es imprescindible, urgente hablar con
Antonio".

Para principios de diciembre, Arturo estaba con-


vencido de la urgencia de enfrentar una situación
que claramente estaba causando estragos en
122 VIRIATO SENCION

Antonio. Pensaba que s u deterioro fisico. el cual


había avanzado con evidente celeridad en el mes de
noviembre. no sólo podía deberse a un intenso
sufrimiento espiritual, sino a alguna enfermedad.
Noviembre había sido u n mes terrible para
Antonio Bell. Se pasaba la mayor parte del tiempo
escribiendo cartas para s u abuelo, luego las
enrollaba y las escondía en el hueco de una pata de
su cama de hierro. Los domingos. cuando su madre
llegaba. se las ponía sobre la falda. "Mamá. dile a
abuelo que me escriba". Su madre se hacía la fuerte.
le decía que pronto estarían todos juntos. pero que
para eso tenía él que alimentarse.
-¿Te estás tomando el tónico?
- Sí, maniá .
-Ven. mi hijo, come de estas galletas que te
traje y... mira ... ponle de este quesito y después te
tomas este jugo. Estás muy flaco. Te vas a morir si
no comes.
-Más tarde. mamá. te lo prometo.
-Pero come algo ahora ... ven, mi hijo, come,
mientras conversamos.
Antonio roía las galletas y s e tomaba el jugo,
tragando con dificultad. Su madre veía los rastros
de la muerte en esa cara demacrada. macilenta,
mientras Antonio hacía esfuerzos para tomar el
jugo.
-¿Pero qué te pasa. Antonio? ¿Qué te pasa?.- Y
lo sacudía. hamaqueándolo por los hombros,
reprimiendo las lágrimas.
Cuando se iba. ella vaciaba los ojos, pero junto a
él se hacía la animosa: "¿Te vas a dejar aniquilar,
carajo". Y miraba a todos lados, para cerciorarse de
no haber sido oída. En realidad. en aquel cuarto de
presos. adonde el Prefecto la conducía cada
LOC QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DICE 123

domingo. no entraba nadie. mientras durara la


visita. Allí permanecían hasta el mediodía. En esas
dos horas, el vestíbulo rebosaba de familiares de
estudiantes que aprovechaban bien el tiempo
conversando con sus hijos, con s u s sobrinos, con
sus hermanos: les traían navajitas de afeitar a los
que iban ya mostrando pelusas en el mentón y
bozos en sombra sobre el labio superior: jabones de
olor. desodorantes. golosinas para niños a los más
pequeños y esperanza y aliento a los que
comenzaban a flaquear, por motivos que no sabin
decir y que los parientes interpretaban de diversas
maneras, sin pensar nunca que flaquearan frente a
la indecisión de la carne.
Mientras la madre permanecía en el Seminario.
Antonio estaba tranquilo: por instantes parecía
sedarse, embrujado por la tierna mano que se tejía
con sus cabellos sudorosos. Era como u n regreso
supra hipnótico que lo llevaba por paisajes de
fugaces encantamientos, pero luego volvía con
brusquedad de alud a la prefiguración de una
pesadilla. a lo que volvena a ser dentro de un lapso
tan relativamente corto, que todo aliento de
disfrute se acerbaba ante la imantación de las alas
del fuego meridiano. Mientras le pasaba las manos,
su madre se quedaba contemplándolo. Sabía que no
estaba tranquilo. que no tenía serenidad de
espíritu. que esos momentos eran, más bien, una
sobresaltada tregua. En la medida e n que s e
acercaban las doce, le aumentaban a Antonio los
espasmos de la pesadilla, y en el momento del
adiós, volvía a repetirse, cada vez más creciente, el
insondable drama de la congoja. Ella regresaba al
pueblo con el corazón hecho añicos, cada día más
convencida de que s u hijo estaba bordeando los
límites de la demencia. pero dándole gracias a Dios
124 VIRIATO SENCION

porque al menos estaba vivo. amparado y a salvo de


las garras de Tirano por los padrecitos del
Seminario.
El Padre Prefecto la esperaba todos los domin-
gos. acechándole la llegada desde la ventana de su
despacho. Tan pronto veía a esa mujer triste, y
enlutada. apearse del carro. salía presuroso a
saludarla con deferencia. la ayudaba con el paquete
que traía para Antonio y la conducía hasta s u
escritorio, donde le platicaba acerca de s u hijo. de
todo el interés que estaban poniendo para que el
muchacho superara esos traumas que le habían
producido la cárcel y las torturas: de cómo. si fuera
necesario, ellos iban a recurrir a ayuda profesional
para que rebasara la crisis: y que no se preocupara,
ya que lo peor había pasado, y que a ú n cuando
Antonio manifestara aversión hacia ellos. los padres
del Seminario, y una conducta que ciertamente
perjudicaba el buen orden de la institución. ellos
nunca lo iban a desamparar. Los ojos de la madre
vertían lágrimas de agradecimiento, besaba. con
s u s húmedos labios, las manos del cura y le rogaba
de rodillas. por el amor de Dios. que hicieran todo
lo posible para evitar que s u hijo, de quien se había
desprendido. desgarrando s u alma de madre. para
entregarlo a la causa del Señor. volviera a caer en
las cárceles de Tirano. Doña Alfonsina se reunía
después con su hijo, no en el lugar común de ias
visitas. sino donde les estaba permitido: en u n
pequeño y solitario cuarto, cerrada la puerta, para
aislarlo de las miradas curiosas. Antonio trataba de
explicarle, muchas veces en forma incoherente, las
iniquidades a que estaba siendo sometido por los
curas. pero ella nunca le prestaba suficiente aten-
ción. considerando, preocupada, que esos decires
de su hijo no eran más que lucubraciones propias
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 125

de una mente en progresivo deterioro. ¿No había


ella tratado, durante años. a los padrecitos de s u
parroquia, que se desprendían hasta del único
bocado para darlo a los hambrientos? ¿Cómo podía
un sacerdote hablar mentiras o provocarle daño a
una criatura inocente? En s u s cuestionamientos
interiores aparecían, como traídas por el demonio,
chispas de duda, que ella rechazaba automá-
ticamente, ya que de retenerlas siquiera fuera sólo
por una fracción de tiempo. s e colocaba en
situación de pecado. Antonio le preguntaba por el
abuelo y ella mentía diciéndole que estaba enfermo,
achacoso, y que por eso no había venido a verlo.
También le mentía a s u suegro diciéndole que
Antonio estaba bien, que gracias a los padres había
logrado salvar la vida, que le mandaba saludos y le
pedía la bendición.

A fines de noviembre parecía que contra Antonio


conspiraban hasta las sombras: vivía a brincos,
tembloroso. esquivo. espantándose ante cada arista.
ante cada hueco de escalera. desde donde creía ver
saltar al Prefecto, al Padre Espiritual o a algún
maestrillo, como figuras de horror. Imaginaba que
lo amarraban. lo ahorcaban. le ponían una camisa
de fuerza y lo enviaban a las cárceles de Tirano: que
lo quemaban. como a impío. en una crepitante
hoguera. lo descuartizaban como a res y lo hervían
para alimento de fieras. Fue para esos días. en
medio de los espasmos del terror. cuando intentó
suicidarse, o cuando se vio suicidado. o cuando
pensó que lo asesinaban, o cuando sintió que una
confusión de asesinato y suicidio s e cernían sobre
su cabeza.
Ocurrió u n domingo por la tarde. Ese día no
126 WRIATO SENCION

salieron los serninaristas a pasear. debido a que se


había programado un partido de pelota entre el
Santo Tomás y el equipo de La Salle. ¿Bajo qué
impulso fue Antonio Be11 ascendiendo por la escale-
ra del primer piso, después por la del segundo y,
como un arrebatado, subir por los empinados
peldaños del saledizo caracol, hasta verse en la
azotea? Nunca habia estado allí, ni habia sentido
deseo de estarlo. pero una fuerza incontrolable lo
condujo esa tarde a observar el juego desde el
techo del edificio. Distraía s u s pensamientos viendo
el aterrizaje y despegue de los aviones en el
"General Andrews". y con inusitado interés fijaba
sus ojos en las ventanillas de los cuatrimotores que
se marchaban. Observaba. como poseído, esas
diminutas cabezas humanas, ubicadas en s u s es-
pecíficos universos. cuyos dueños. e n esos
instantes. estarían moviendo una mano. las miradas
puestas sobre algo, volteando s u s pensamientos o
considerando ilusiones en las que él. Antonio Bell,
significaba nada: es decir, no existía, como si no
hubiera nacido. En un momento dado. se puso a
observar detenidamente las palmas de s u s manos.
en un desciframiento mágico de s u incierto
destino: luego las volteó y miró los nudillos, las
articulaciones de los dedos. hasta deslizar la vista
por las uñas: le lucieron pálidas. Pensó que estaba
muy flaco y se palpó la cara, para comprobar. una
vez mas. lo que tantas veces le decía la imagen del
espejo. Se hallaba de pie, pegado al murito de
seguridad que le llegaba hasta por debajo de las
rodillas. Visto desde el campo de pelota, contra el
blanco resplandeciente del sol, se destacaba en una
silueta, estrecha y larga. suspendida en el aire, lo
mismo que una figura en levitacion. Captaba
Antonio. desde la altura, el movimiento general de
LOSQUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 127

los jugadores. sin precisar detalles: eran imágenes


difusas desplazándose en un vertiginoso escenario:
y las voces le llegaban duplicadas en débiles
resonancias. En u n i n s t a n t e de fugaz
concentración. como animal hipnotizado por
refulgente color. clavó los ojos en el muchacho que
abanicaba el bate frente al plato, y, en un estado de
éxtasis, sintió que sus manos eran las del jugador
que en ese instante se disponía a batear: que todo
él era el otro. convirtiéndose así. por obra de
transmutación, s u desdicha en felicidad. En tales
circunstancias un aura de ventura lo circundaba.
sólo que. al igual que en las plácidas sensaciones
experimentadas durante las visitas de s u madre, el
consciente estaba demasiado cerca mostrándole los
colmillos del tormento. Eran casos de felicidad
agónica. en los que. ante la imposibilidad del
desligue, todo ingrediente de placer estaba signado
con el macabro sello de lo pre-mortal. A pesar de
todo. logro razonar, volviendo a mirar sus manos,
perdidas en la niebla de sus pupilas, que dentro de
uno, dos, diez años. o en algún punto del tiempo
por venir, el. forzosamente. sena otra cosa, más o
menos desdichado. pero no ese preciso infeliz al
que ahora le asaltaba el deseo de lanzarse desde lo
alto y caer a la vista de todos. en unos segundos.
muerto para siempre, rescatándose de s u maldito
infortunio. Fue entonces cuando miró hacia abajo y
se vio tendido sobre el intenso verde de la grama.
destrozado. De repente. compelido por un golpe de
inspiración. volteó la cabeza. y s u s ojos s e
encontraron con los ojos del Prefecto, casi a boca
de jarro. Se le crisparon las carnes al enfrentarse a
esos ojos de basilisco y sentir que una fuerza que
emanaba de ellos lo empujaba hacia el vacío.
Antonio, como despertando de una horrible
128 ViRIA'i?J SENCION

pesadilla. dio u n salto lateral y se alejó del cura.


caminando de costado, trastabillando. Luego. des-
pavorido, se metió corriendo por el pabellón norte.
hasta lograr la escalera, por donde bajó al patio.
Gonzalo. que se había sorprendido al verlo en la
azotea, después lo volvió a ver, desde lejos. por
debajo de los almendros. pero luego s e le
desapareció.

Las prostitutas, borrachas, en u n jolgorio de


verduleras; desnudas. en u n desatino de alborotos
impúdicos, de senos al aire en u n patio de luz
lunar, danzaron las habaneras cantadas por s u
propio coro. de voces roncas, y luego desaparecie-
ron. cuando las ventanas del Seminario se estaban
llenando de ojos incrédulos. Tres días después
regresarían. acompafiadas de hombres. Se aparecie-
ron. escandalizando, tomando por asalto las grutas
de los santos y de las santas. Allí fornicaron, con
aullidos de gatas y voces desaforadas. Terminaron
pintándoles bigotes de brocha gorda a la Virgen del
Carmen y a la Virgen de los Dolores. y convirtiendo
al Santo nifio de Atocha en una especie de bandido
de película mexicana, de mostachos exagerados,
sombrero de paraguas y, al cinto. unos revólveres
de esos llamados "Mata siete". Por la m-na, los
curas inspeccionaron las huelias del vandaiismo,
encontrando un reguero de botellas de ron. vacías,
y unos mensajes espeluznantes: perros y gatos
muertos, colgando de los árboles. "Esto ya es el
colmo", protestaron exaltados. Cuando se quejaron
de semejante sacrilegio ante el doctor Mario
Ramos, este les contestó con una frase que con el
tiempo pasaría a formar parte de la más selecta
LOC QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOC 129

antología del folklore político del país: "iSon bestias


incontrolables que están fuera de mi alcance!".
Repitió el "están fuera de mi alcance", poniéndose
de pie. con un gesto dramático, que remató con un
puñetazo que hizo brincar las cosas del escritorio
del Rector. Y agrego: "No se si servirá de algo
elevar s u queja hasta el Generalísimo, pero lo
intentaré de todas maneras". iPobre del Dr. Mario
Ramos!. Como Sísifo. estana condenado de por vida
a subir. como a enormes peñas. las bestias salvajes
a su alrededor. En todo caso, las mujeres no
volvieron a aparecer por el resto del mes de
noviembre, aunque, en cambio. llegaron los
Volkswagen negros del Servicio de Seguridad.
Cuando el rumor de la brisa en los pinares hacía
aun más profundo el silencio de las madrugadas.
los ronquidos fúnebres de los "cepillos" s e
adentraban por las avenidas del patio, rondaban por
largo rato, agazapándose luego tras los árboles,
acechando. acosando.

Gonzalo cruzó los dedos en busca de suerte


cuando el viernes se presentó a la Prefectura a
pedir permiso para saiir el domingo a la ciudad. Las
salidas individuales se podían conseguir. con buena
estrella, dos o tres veces al ano. El pretexto, por lo
general, consistía en una visita a la familia: un tío,
una tia, o pasar la tarde con la madre, que había
venido a la ciudad por el fin de semana. Esto último
argumentó Arturo, y como era su primera licitud
del año, no tuvo mayor dificultad en lograr el pase.
Falso fue el pretexto y f d s o el destin~.Otra cosa
planeaba para la tarde del domingo seis de
130 ViRIAn> SENCZON

diciembre. Pero cuando la noche del sábado vio las


nubes negras cubriendo el cielo, temió que un día
feo se aproximara. Por la mañana había logrado
deslizarle una nota a Antonio, en la que le advertía
la necesidad de reunirse al día siguiente. a la hora y
en el lugar por ellos conocidos. Por la tarde. en el
comedor. Antonio le confirmó, con u n movimiento
de cabeza. que estaba de acuerdo. Pero esa bóveda
tan negra le preocupaba. Tuvo la esperanza de que
la precipitación llegara por la noche y que el día
viniera con sol. De lo contrario j n i pensarlo!. a
esperar otra vez. Si la lluvia caía el domingo, la
tierra se tornaría lodo colorado; se cancelaría el
paseo de los seminaristas y el no podría reunirse
con Antonio en la manigua. Ahora que ya había
elaborado planes concretos y tenia urgencia de
transmitírselos a Antonio. En s u sitio habitual,
frente a la ventana del cuarto. s u campo consciente
no tenía espacio para la música rumbosa de Ramón
Gallardo, ni para Laly Pradera, ni para nada que no
fuera esa nube infranqueable, que no admitía vetas,
arropando el firmamento. Desanimado, se tiró en la
cama a buscar el sueño, a hundirse en el olvido y a
esperar que el día le trajera la verdad. Llovió
durante la noche, y aunque el cielo estaba gris por
la madrugada. se iba despejando y parecía que no
iba a caer más agua. Lentamente fue llegando el sol.
En el recreo de las diez. el mundo era ya una sola
luz. Mientras el vestíbulo s e colmaba de vlsitantes.
Antonio se fue al patio. La tierra estaba blanda.
pegajosa. pero el sol era cada vez mas intenso.
Durante el almuerzo. no supo a qué atribuir ese
semblante de virtual feiicidad que mostraba
Antonio: quizás s u madre le habíia traído buenas
noticias. "Recuerda, a las dos y media". le dijo,
mientras salían del comedor.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 131

"Por aquí anduvo el mar h a r á milenios:


solamente dejó s u s huellas". Arturo trata de calcular
la distancia y no sabe si son dos, tres o cuatro
millas las que hay entre la costa y el lugar desde
donde, oteando el horizonte. reflexiona. metido en
la manigua. "¿Hasta dónde seria mar toda esta parte
de la isla?". Los farallones son largos y altos, y las
rocas semejan muelas fdosas. Ha oído decir que,
más arriba. hay una cueva enorme, tan grande
como el hotel El Embajador, y que está habitada
por culebrones. Las únicas culebras que conoce son
las verdes e inofensivas. pero le han dicho que las
otras son peligrosas y que comen gallinas y huevos.
"Pero por aquí no hay gallinas". razona. "pero
pueden arrastrarse a buscar alimento hasta el
Seminario". La tierra es arcillosa y la flora u n
amasijo de plantas bajas y abejucadas. No se explica
de dónde llegaron las semillas de esos árboles
grandes de mangos, mamones y tamarindos, que
ralean por el campo. Sin darse cuenta ha penetrado
mucho en el monte, y, cuando repara en ello, s e
asusta. No tiene reloj e intenta adivinar la hora por
la posición del sol. pero éste no le dice gran cosa,
salvo que ha pasado el meridiano. Analiza que ha
transcurrido una hora desde que bajó por la
escalera. Entonces eran las doce y media. de forma
que, en el peor de los casos, a u n tiene tiempo
suficiente para llegar hasta el lugar donde quedó de
verse con Antonio. Regresa apresurado, silbando,
como para ahuyentar los fantasmas que genera lo
demasiado silencioso. Cuando ha llegado a un punto
desde el que puede observar el patio del Seminario
y los almendros adonde ha de venir Antonio. s e
agazapa y espera. Al rato ve salir a alguien por la
132 WRiATO SENCION

puerta de la zona norte. Se le hace u n poco dificil


reconocer en el que sale a uno de los cocineros.
usualmente desgreíiado, sin rasurar y con ropa algo
mugrienta. pero que ahora está bien acicalado y
con camisa y pantalones impecables. Lo ha visto
otras veces cargar. sobre los hombros, latones de
desperdicios y llevarlos a unos cerdos que
alimenta, en algún lugar de la manigua. Lo ve
caminar por el patio ~ m b ao la avenida; parece
otro en su empaque bonito. "A lo mejor tiene novia
en la ciudad. piensa Gonzalo con envidia. La tarde
se ha tomado espléndida. con buen sol y una brisa
suave y agradable. Mientras espera. reflexiona sobre
el carácter de la naturaleza y no se explica por qué
cada día de la semana tiene s u particular signo
distintivo. "Será la mente humana la que forja las
diferencias, pero lo cierto es que un domingo no se
parece a ningún otro día. Fabricaré en mi cerebro
los colores de la abundancia, los colores de la
felicidad; fabricaré el amor". Sabe, por otra parte.
que a menudo vienen pordioseros al Seminario; por
el frente, por el patio, acosan como moscas. Los ha
visto de todas las trazas: hombres y mujeres
ancianos, jóvenes y niiios en pelotas. Las monjas de
la cocina los reúnen los lunes y los jueves debajo de
unos robles. e n un altito que hay en el Seminario
Mayor. y les dan de comer. Pero eso ocurre sólo los
lunes y los jueves. Por esa razón le extraña tanto
ver. hoy domingo, a u n anciano, avanzando
dolorosamente por el patio, con dirección a los
almendros de la zona norte. Viene apoyándose en
una especie de bastón, trae u n envoltorio en la
mano izquierda, tiene puesto u n sombrero raído y
arrastra u n cuerpo encorvado. Cuando llega a los
lindes de la manigua, lo ve esconderse detrás del
tronco de un árbol y mirar atrás primero y después
LOS OUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 133

a los lados, como en busca de algo. Sólo cuando se


quita el sombrero y endereza el espinazo. logra
Gonzalo sospechar que el anciano puede tratarse de
Antonio. Pero aun así, no se muwe de donde está y
aguarda hasta despejar toda duda. Entonces lo sisea
y le hace serias. levantando para ello u n brazo.
Antonio. que lo ha visto. corre por entre los
matojos y se le une.
- iJesusantisima!- se admira Gonzalo-. Ni tu
madre te hubiera reconocido.
-Son recuerdos del padre Paula- sonne con
tristeza Antonio.
Ambos penetran en la espesura. Gonzalo va
adelante, manoteando abrojos. hasta cuando llegan
a un clarito, que ya conoce. Tan cerca y tan lejos
del mundo. Remoto. muy remoto. llega hasta ellos
un hálito de ciudad. u n suspiro de multitud. Se
sientan donde pueden. a respirar el cansancio. y es
tan denso el silencio. que sus propios alientos son
un alboroto.
-¡Qué lindo se puso el día! Temí que lloviera-
dice Gonzalo, mirando el cielo-. Si tuviera u n
tirapiedras le tirara a aquella cigua- se lamenta,
señalando hacia un árbol en el que un pájaro mete
el pico en la pulpa de u n mamón-. Está linda la
tarde ¿verdad?.
-Sí...- le responde Antonio, colocándose las dos
manos en la cintura-. Estoy adolorido. Hace mucho
que no hago ejercicios.
-Ya tendrás tiempo. no te preocupes- otra cigua
se une a la primera: siguen destripando la fruta-.
"Me las llevaría a las dos de un solo tiro". piensa-.
Por h.. .
Antonio. dime qué es lo que te ha pasado.
¡Te estás muriendo. mi hermanol- s e alarma
Gonzalo.
134 VIRIATO SENCION

Antonio aprieta los labios, baja la cabeza y por


unos segundos la mantiene en movimientos de
confmción.
-Me estoy volviendo loco. Gonzalo. Ya no sé ni
que hacer.
-Olvídate de eso; ni lo estas, ni te estas
volviendo. Pero cuéntame... desde el principio.
¿Qué hay de cierto en todo esto?
-Antes de nada, dime, ¿qué ha sido del padre
Bula?- se inquieta Antonio.
- No está en el país. Se fue a Puerto Rico, dicen.
Bueno... eso era lo que se decía en el Seminario.
pero hace poco me enteré de que al padre Paula lo
sacaron de aquí rnás pronto que de carrera. ¿El fue
el que te entrenó? ¿Verdad?
-¿Quiénes lo sacaron? ¿Los padres? cuán do?-
se levanta, se agita Antonio.
-Sí... los padres. Cuando regresamos ya él no
estaba. Debió de haber sido en las vacaciones.
-¿Cómo te enteraste?- Antonio siente un alivio,
se reanima. Por momentos sus ojos vuelven a tener
el brillo de antes.
-Para eso quería hablar contigo. No te asustes.
pero es necesario que huyas del Seminario. Aquí
corres peligro. No, no te asustes. Si los curas no
logran volverte loco, te van a matar de cualquier
forma. hasta con una brujería. No me mires así. ¿Te
parece una exageración? ¿No lo crees? Pues oye lo
que te voy a decir: los curas son más duchos en
brujería de lo que cualquiera se imagina.
-Te creo: lo que me sorprende e s eso de que
tengo que huir del Seminario; ¿sabes t u lo que eso
significa? Pero todavía no me has dicho cómo
supiste lo del padre Paula.
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 135

-Me lo dijo Frank: Frank Bolaño. Pero eso es lo


de menos importancia. El asunto primordial es lo
tuyo; si no huyes. te vas a joder. Lo tengo todo casi
arreglado.- Hay destellos en el aire, en los árboles,
en la tierra.
- ¿Y quién es Frank Bolano?
-Un tipo algo extravagante, pero al que le he
cogieo confianza. Es de primer año; quizás lo has
visto: u n muchacho alto, de cara redonda y medio
gordito. Con él es que estoy planeando tu fuga.
-Por favor, Gonzalo, no relajes. ]Planeando mi
fuga con u n muchacho del primer ano! Háblame
claro, porque no entiendo nada. ¿Y cómo fue que te
enteraste con él de lo del padre Paula?
-No bromeo, Antonio. Es en serio. Todo esto te
parecerá raro, como a mi hace dos meses cuando
lo comencé a tratar. Yo estaba, en el recreo de las
cuatro, por lo pinos ... tú sabes... Era principios de
octubre. Frank estaba también por allí. Elegante el
muchacho y con ropita de rico. Fue él quien me
buscó conversación. De entrada, ya me lució muy
extraño que u n muchacho de s u edad ingresara a l
Seminario. Porque tengo para decirte que él tiene
diecisiete años, y tú sabes que esa no es edad para
entrar en el Seminario. Me dijo que era de aquí, de
la Capital. "iAh,un blanquito de la Capital!". me dije.
"Aguajero y vanidoso, como todos". Al principio me
cayó pesado, después no. Al día siguiente y al otro
volvió, y cada vez nos quedamos conversando u n
rato. Le advertí que no era prudente estar
platicando todos los dias y en un mismo sitio; que
eso no era bien visto por los padres. Acordamos
reunirnos cada dos o tres días. Asi lo hicimos. Nos
habíamos interesado mutuamente en los temas y la
forma de conversación. Parecía una maquina de
136 VIRIA'TU SENCZON

hacer preguntas. pero no contestaba con la misma


ligereza. Le di mis consejos, como a ti. cuando te
conocí. y él los aceptó con agrado: pero sentí que
me miraba como a un niño. Eso me pareció, al
menos. Nos contamos algo de nuestras propias
vidas y después le hablé de ti: de nuestra amistad y
de las cosas que te habían ocumdo y de las que te
estaban ocurriendo. En una le dije que pensaba que
si tú no huías del Seminario. te ibas a morir. Fue
como darle comida a un hambriento. Decirle eso y
comenzar a planificar tu fuga fue una sola y misma
cosa. Se cogió el caso para él. Es un genio: acucioso
e imaginativo en la investigación. Ha salido a la
ciudad tres veces. No sé de que se vale. pero los
curas no se meten mucho con él. Un seminarista
de la Capital me aseguro que Frank pertenece a una
familia rica de la ciudad. Esta semana Frank me
dijo que ya había coordinado con una tia la forma de
esconderte. Que no hay ningún problema. Es de
confianza y lo quiere mucho, me dijo. La mujer está
al tanto de muchas cosas que están ocurriendo en
el país. Sabia, incluso, que u n seminarista había
caído preso por política. El caso tuyo. por supuesto.
Y también lo del padre Paula. Ella s e interesó.
motivada por Frank. Parece que consiguió informa-
ción por vía de curas amigos. Imagínate. me dice
Frank que s u tía aporta las mensualidades de
algunos estudiantes del Seminario, sin conocerlos.
Es a lo que aquí. en el Seminario. le dicen
"madrina". Lo mismo hace en otros colegios
católicos. ¡Toda una gran señora! ¿Que te parece?-.
Ahora son cuatro o cinco las ciguas. Han acabado de
comer del mamón y están sobre una misma rama,
dando brinquitos.
-Te lo agradezco, Gonzalo: pero. en realidad, ya
no s é que es lo mejor: si morir, si quedarme. si
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 137

irme. Sinceramente. Gonzalo. lo que siento es u n


gran vacio, un no- saber-qué hacer. Es como si
hubiera perdido la voluntad. Parece mentira, pero
ni los latigazos de la "Cuarenta" me quebraron: no
me pudieron sacar una palabra. .. y ahora.. .
-Si... ahora te vas a volver una gallina con estos
curas. ¿verdad?. Te vas a dejar joder de estos
curas. ¿verdad?. .. No seas ingenuo. Antonio. ..- abre
los brazos Gonzalo.
-No es eso...
-Sí, es eso- Gonzalo endurece el tono-.
Decídete: o te dejas matar aquí sin tirar u n tiro o
mueres peleando como buen soldado. Bueno... es un
decir- Gonzalo se suaviza-. Lo que te quiero dejar
dicho es que hay que hacer la diligencia, tener fe,
no morirse la vispera. Debo repetirte aquello que tú
decías, recordando las palabras d e tu abuelo:
"Antonio, la vida siempre comienza hoy. El mañana
tendrá s u s hoy, y esos hoy diferentes del mañana
puedes vivirlos desde los hoy del presente- pasado.
actitud que te hará olvidar los estragos del pasado-
presente". ¿Recuerdas? Esas cosas me decías.
rebosante de elocuencia, memorizando la filosoíia
de tu abuelo. iUy, qué lío se me volvía eso al princi-
pio!
-Está bien, Gonzalo, tienes razón. ¿Para cuándo
debo estar listo?
-Ya te avisaré. mi hermano; primero tenía que
lograr tu consentimiento.- Gonzalo, con una piedra
en la mano. se queda mirando las ciguas: pero
termina arrojándola contra los farallones-. Bueno ...
regresemos; vete tú alante. Pero. dime. y ese
disfraz. ¿de donde lo sacaste?
-Nada... es fácil de hacer. Algún día te enseñaré.
Ahora, para entrar al patio. debo cambiarlo por la
138 VIRIATO SENCION

ropa normal- del atado saca ropa limpia. Cuando se


está cambiando. Gonzalo ve unos verdugones que le
cruzan la espalda. Es un mapa de dolor trazado
sobre ese cuerpo de huesos frágiles. huesos a u n
por crecer. El rostro de Gonzalo se transforma en
una máscara de coraje, piedad, espanto-. Después
te hablaré de estas cosas- Antonio s e aflige,
acciona. se multiplica. mientras se pone los panta-
lones. la camisa, se peina y. con un poco de agua
que trae en un pequeño pomo, se limpia las huellas
de anciano de la cara. restregándosela con u n
pañuelo. Unos minutos apenas, y ya es otro. Se
despide y Gonzalo lo ve esfumarse por entre la
maleza, luego arrastra la vista, localiza una buena
piedra. la recoge del suelo y con u n brazo rabioso la
lanza sobre las ciguas. que vuelan despavoridas.
"Mala puntería. coño". rezonga.

Frank Bolaño había llegado al Seminario en el


momento álgido de la guerra fria entre Tirano y la
Iglesia, gracias a una concesión del obispo a los
Bolaño. de buen tronco, de noble alcurnia. de rami-
ficaciones espléndidas. especialmente en cuanto se
refería a doña Amelia Bolaño. tia de Frank. viuda de
Arcomoz, mujer de ojos y corazón miel de abeja en
su mejor estado natural. amiga del prelado, al
punto que. solicitud que de s u s incomparables
labios viniera, era cosa concedida por s u Reveren-
dísima, con largueza, con u n deleite casi juguetón,
con luces de sonrisas y una voz, que de tan suave y
dulce. era como lluvia de suspiros. De ahí que. por
intervención de doña Amelia, el joven Frank Bolaño
Caprino hiciera el tránsito, en brinco directo. del
tumultuoso mundo. a las cuartelarias manos de los
jesuitas. Ya fuera por medida disciplinaria. ya por
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 139

precaución ante u n ambiente que cada día se


enrarecía más. o bien por temor a que el muchacho
siguiera con esa manía tan peligrosa de intervenir
teléfonos privados, actividad que le había traído a la
familia u n gran dolor de cabeza, los esposos
Bolaño- Caprino habían determinado meterlo tras
las paredes de un internado. La madre pensó e n el
uniforme y el padre prefirió la sotana.
-Se nos va a perder, si continua por ese
camino- le dijo doña Kiki Caprino a s u esposo-.
No te había querido comentar nada, pero me han
dicho que se pasa las noches donde las putas de la
calle Ocho. Hablaré con el general Cortalejos para
que lo acepten en la Academia Las Carreras.
-Ahí no- la cortó don Fortunato- , ¿quieres que
acabe siendo enemigo de s u s propios padres? No
quiero guardias en la familia. Prefiero que se meta a
cura, jcoño!
Sin pérdida de tiempo. ella le tomó la palabra.
-Que se meta a lo que sea. pero que se meta. Si
eso es lo que quieres, lo mejor sería hablar con
Amelia; habría que contar con ella. Iremos esta
misma noche a su casa.
Amelia se habíí casado a los dieciocho y, ahora, a
los veintidós era una viuda en pleno desarrollo de
s u cuerpo espléndido. Parecía una colegiala en su
desplazamiento deportivo. A pesar de ser la más
joven de cinco hermanos, constituía el centro
familiar. Todos acudían a ella a despojarse de los
malos humores. de las incertidumbres. de las
resacas de una rutina que. a fuerza de patinar en
círculos concéntricos, les agotaba los recursos de la
imaginación buscando más allá de la diez calles,
mil veces recorridas. de las lenguas de vecindario,
que no s e agotaban ni en los tiempos caniculares,
140 ViRL4TO SENCION

medios de felicidad más universales. Amelia les


proporcionaba expansión y un aire de libertad, que
casi era una guerra contra el canon gazmoxiero de
un reclusorio social con capacidad de exterminio.
Su marido murió de un aneurisma a la edad de 36
años. quizás por la presión de los excesivos gozos
que le daba una mujer de tan extraordinario poder
mágico. Dicen que se fue. aferrado a las manos de
Amelia. odiando desesperadamente cualquier más
allá. Su índole festiva y juvenil no fue alterada por el
matrimonio. ni por los ajetreos de la muerte del
esposo. En ambos casos se portó como si estuviera
entrando por las puertas del cielo. "Pobrecita". solía
decir. en vida. su padre, "odia la infelicidad". A la
muerte del marido. una junta de familia trató de
convencerla de que se fuera a vivir con su madre.
mujer sola. que ya comenzaba a extraviarse entre
las diez habitaciones de la vieja mansión solariega,
pero defendió su independencia con tal energía.
que. por esa insólita faz de fiera con que los en-
frentó. algunos temieron que se estuviera operando
un cambio de carácter en elia. Pero fue algo
pasajero. Siguió viviendo en su casa colonial, en las
riberas del no Ozama. Allí la fueron a visitar su
hermano don Fortunato y su cuñada doña Kiki. para
rogarle que hablara con el obispo. a 0x1 de que éste
le facilitara la admisión a Frank como estudiante
del Seminario.
-grank para cura? ~Jal- se sorprendió Amelia- .
meterse de cura Frank? Pero Fortunato... pero
Kiki ... ¿de dónde sacaron ustedes esa genial
ocurrencia?
Era su pariente preferido. Juntos. desde niños,
habían jugado a las escondidas y a toda clase de
travesuras en el caserón de los padres de Ameiia. El
corpachón de Frank lo hacía parecer mayor que
LOS QUE FALSIFM-ARON LA FIRMA DE DIOS 141

ella: delgada y de temperamento demasiado adoles-


cente. Fueron unas relaciones que nunca amaina-
ron, ni siquiera después del matrimonio: época en
la cual Amelia solía dejar al esposo en la casa para
irse con su sobrino al rnatinée y a las fiestecitas de
cinco, de sus antiguas compañeras de colegio, con
las que siempre mantuvo tratos de soltera.
-Ay, Amelia. tú no sabes ni del credo la mitad.
¿Sabes a lo que se dedica tu sobrino predilecto?
Intercepta teléfonos privados y se la pasa más
donde una famosa celestina de la parte alta que en
su propia casa. ¡Imagínate. Amelia. imagínate!-
Dom Küd se agarraba la cabeza con ambas manos.
-Interrogué a uno de sus compinches. u n tal
Renacer- gesticuló con la boca don Fortunato- y .
me contó que se suben a los postes con esos
ganchos de electricista y, sobre la lííea telefónica,
ponen no sé qué vaina para copiar las conversa-
ciones; y que también tiene conexiones con una
muchacha que trabaja en la compañía de teléfonos...
la cual le presta ayuda en esos asuntos de
grabaciones. Sabrá Dios qué clase de mujer será
cuando es capaz de hacer esas cosas. Pero eso no es
todo; hace tres días se presentó en casa don
Teodoro Barbosa en persona, jun señor tan respeta-
ble, tan decente!. a damos la queja de que Frank
estaba grabando las conversaciones que su familia
sostenía por teléfono. Yo no supe ni qué contes-
tarle. Estaba lleno de vergiienza.
- iUy, qué de cosas divertidísimas habrá oído
Frankl- soltó una carcajada Amelia.
-Tú lo coges todo a broma, Amelia- se quejó su
cuñada-. Es mejor precaver. - Y con voz casi
inaudib1e:- Terminará interceptando el teléfono de
Tirano. jEn qué lío nos meteríamos. Dios nos libre!
142 VIRlATO SENCZON

-¿Y qué les dice Frank de todo esto?- preguntó


Amelia.
-Que son chismes de la hija de don Teodoro...
Esa, tú sabes. la chiquita. que parece le ha puesto
el trompo carreta al pobre de Frank: me dicen que
lo tiene al brinco de la pulga ... Tú sabes como son
estas cosas... - dona Kiki se agarró el sexo con la
mano derecha.
-Se va a intoxicar, ese bacán: ya se lo he dicho-
Amelia sirvió café y galletitas-. Hablaré con el
obispo, ya el mes que viene comienzan las clases. el
día 15 de septiembre. creo.
Desde hacía unos meses Frank estaba sufriendo
mucho a causa de una de esas obsesiones amorosas
que trastornan el corazón de los hombres. Todo
empezó una noche, durante una velada en la parro-
quia San Antonio. de Gazcue. Se presentaba el
drama "Los inocentes", del padre Gutiérrez Santo-
venia. Puro muchacherío inexperto representaba
los personajes. en el salón de la casa curial.
Después danan el film "Nido de ratas". con Marlon
Brando. Frank hubiera preferido bajar al Malecón:
pero se dejó arrastrar hasta Gazcue por un grupo
de la Zona Colonial, atraído por la velada gratis. La
primera parte del programa no les interesaba.
querían ver la película. Llegaron tarde y el salón
estaba casi colmado, pero cada quien buscó s u
acomodo a tientas. El proyector hacía un ruido de
locomotora, los títulos apenas podían leerse y la
ropa se pegaba al cuerpo por la humedad. Ante una
situación tan incómoda. Frank estaba decidido a
marcharse. y para ello, a través de la niebla del
proyector. se esforzaba en reconocer a algún amigo
que lo acompanara. Fue entonces cuando comenzó
a sentir la araña sutil de unos dedos caminando por
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 143

encima de s u pierna. Tanto rato. y no había


reparado en la muchacha que le quedaba al lado, a
la que ahora reconocía con el rabillo del ojo: quieto.
temeroso de cualquier movimiento que pudiera
espantar esa mano. estacionada ahora en s u muslo.
Lentamente, su virilidad se fue estremeciendo, y la
mano avanzó hasta colocársele encima. Laboriosa-
mente. los dedos fueron destejiendo la bragueta.
hasta que abrieron las puertas del deleite para
quedar alii adentro, en un ejercicio acariciante y
sutil. sobre la tensa piel. sobre la erguida cabeza;
recogiendo la babita que emanaba de la boca y
asedando con ella la palma de la mano. para
pasearla, con menos aspereza, por el lomo del cada
vez más encabritado potro. Frank contenía deses-
peradamente los ayes del fuego de la exaltación;
cerraba los ojos y se apretaba contra sí mismo para
no estallar ante el paroxismo del placer. Pero la
muchacha le aplicaba artimañas de dilatación que lo
retrotraian al inicio, para luego ascenderlo hasta
una cima de ansias. de espasmos. que. al cabo, lo
hicieron vaciarse en volcánicas erupciones. Espu-
meante. cayó el miembro. rendido, en u n pesado
sopor. Frank no esperó el final de la película.
Empapado. pegajoso como estaba, s e fue errando
por las calles hasta s u casa, martilleándole la
imagen de Carmen Isabel Barboso. chica de apenzs
quince años de edad, respirándola en cada soplo de
brisa, sintiéndola en cada acto de s u vida: primero
con gozo. y ya después, con la rencorosa angustia
del hombre burlado. Era s u primera experiencia
juvenil, pero. a partir de aquel momento, pasó a ser
un alma hambrienta de sexo. del que le ofreciera
ella, porque en ninguna más podía pensar. La
noche siguiente, seguro de s u victoria, salió a
buscarla. Pasó por el frente de s u casa, situada
144 VIRIATO SENCION

detrás del teatro Olimpia. Allí vivía ella con s u s


padres y una hermana solterona. Carmen Isabel
había sido el fruto tardío de u n postrer afán de
fertilidad; creció consentida y alimentando s u
carácter voluntarioso con la debilidad de los otros.
Frank se paró en la esquina y al rato descorrió los
pasos. sin lograr verla. Eran menos de las siete.
Contrariado. se encaminó a la Zona Colonial, y
cuando iba ya a entrar a casa de s u tia Amelia, se
detuvo en los primeros escalones y regresó
después a la acera. pensativo. Deambuló por las
calles del barrio: no estaban los amigos en las
esquinas, todavía era demasiado temprano.
Maquinalmente. regresó a la calle de Carmen
Isabel, y esta vez sí la vio. por entre los árboles del
jardín. sentada en el balcón, junto a s u hermana.
Estaba seguro de que no había pasado inadvertido
para ella. Se puso a hacer tiempo, conversando en
la esquina con un paletero. VIO luego a dos
muchachas que entraban y que salían casi
inmediatamente, acampanadas de Carmen. Las
siguió a cierta distancia; las vio cruzar el parque In-
dependencia y enfilarse hacia el Malecón. Apresuró
el paso hasta que logró unirse al trío. Se conocían;
cualquiera de ellas podía sentirse halagada de u n
romance con Frank, muchacho de buena posición.
En el Malecón les brindó helados, caminaron
juntos, se sentaron en los muros del paseo, pero
ella no le permitió intimidades; lo trató como a
alguien con quien nunca hubiese tenido algún tipo
de manejo camal: tuvo más bien un comportamien-
to cínico. indiferente, burlón. Confundido, Frank
intentó pedirle una explicación, y ella lo contuvo
con un beso en la mejilla, despidiéndose:
-Chao, mi amor, nos vemos mailana.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 145

Menudita. coqueta. la vio alejarse por entre el


dédalo de carros que tortugueaban por la avenida.
Una bocina la hizo voltear la cabeza: desde el auto.
una mano se agitaba, llamándola. y ella levantó la
suya para saludar: pero prosiguió s u camino.
abanicando s u brazo mientras s e alejaba. Las
sombras del parque Ranfis se la fueron comiendo.
Un rugido sordo llenó el horizonte: procedía de
un enorme barco que s e acercaba al puerto. y más
allá del barco, hasta donde la vista s e perdía. un
cúmulo i n f i t o de negrura.
Durante varios dias, Frank permaneció flotando
en un limbo de incertidumbres; no sabia qué papel
estaba jugando en los inciertos laberintos de u n
drama que hoy abna las puertas secretas del placer
y mañana las tapiaba mágicamente. El crepúsculo
de cada tarde lo encontraba parado en u n lugar
cualquiera de la calle El Conde. pasarela obligada
de toda presunción. viendo. junto a sus amigos. el
desfile interminable de las muchachas de rango
social. atisbando el arribo de Carmen Isabel por
entre los últimos brillos de sol, por entre ese ir y
venir hacia ninguna parte de una multitud que
apretaba las aceras en un caminar lento. hasta
cuando la oscuridad las fuera despejando. Por la
noche. entonces era el Malecón. Desde las ocho
comenzaban los autos de a dos millas por hora.
ocupados hasta la capota por jóvenes ansiosos de
hacerse notar, de mostrar u n símbolo de poder que
resultaba más que u n hechizo para las chicas: las
cuales se disputaban las miradas. las sonrisas y los
piropos que. a lo largo del paseo, iban distribuyen-
do generosamente estos Casanovas tropicales.
Después. para él. vendría la hora de acostarse. una
dilatada noche de tormentos. porque hoy. ayer y
146 VlRIATO SENCION

anteayer supo, por alguien, que Carmen Isabel había


entrado a la tanda de las 7:45 del Olimpia.
acompañada de u n fulano de Ciudad Nueva, que la
habían visto. también. en el carro de u n tal Paquito.
por los lados del Pony ... Se iba a la cama,
revolcándose en la advertencia de s u tia Arnelia:
"No te fies, que esa avispita- bombón es más puta
que las perras". Pero él no quería oír consejos.
porque ella lo habia besado fogosamente el
domingo. en la cueva del zoológico; y aunque si
bien era cierto que. por más que la forzó, no pudo
arrancarle ninguna confesión seria de amor, no era
menos cierto que por esas mordidas de loba
hambrienta que ella le daba y por las que se dejaba
dar: en el pecho. en el vientre y en la cumbre
sedosa de sus muslos, y por toda esa ferocidad que
aplicaba a sus actos, algo tenía que palpitar en s u
corazón, algo. carajo. tenía ella que sentir por él.
Pero pronto se le desvanecían s u s ilusiones: el
domingo siguiente no le podía seguir el rastro, y
luego por la noche se enteraba que otro fulano la
habia tenido naufragando en las aguas tibias de Boca
Chica. Así las cosas, devinieron en él la exaspera-
ción y los arrebatos de celos: a tanto, que contrató,
por unos pesos, a un aprendiz de detective: u n tal
Tony Tomasa. alias "Pestañita", quien, en u n
escandaloso motorcito, se emboscaba en ciertas
bocacalles a vigilar los pasos de Carmen Isabel,
acelerando a fondo si la veía subir a cualquier
vehículo. Pero con ese método no obtuvo resultados
esclarecedores. Fue entonces cuando conoció a un
ingeniero en telecomunicaciones, quien lo adiestró
en el sistema de intervención telefónica, afición
que. con técnica cada vez más sofisticada. lo
acompañaría en todo el correr de su vida. Con el
concurso de u n muchachón, que le servia de
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 147

ayudante a u n electricista escalador de postes. puso


en práctica s u nuevo procedimiento investigativo.
Resultó tan eficaz, que a los tres días ya estaba
enterado, por vía propia. de cosas que. en realidad.
sabía. pero que no se resignaba a creer, que s e
resistía a aceptar. en u n intento insensato por
anublar el incandescente rostro del sol.
En conversaciones de medianoche. mientras que
en la casa dormían. Carmen Isabel s e entregaba.
con lenguaje sibarítico, a las más desordenadas
masturbaciones telefónicas. con muchachos. cuyos
nombres le eran familiares a Frank. Concertaban
citas y. recordando otras. batían hasta la licuación
los extravíos eróticos que las habían caracterizado.
Cada interlocutor trataba de superar al otro en un
juego de palabras. cada vez más excitante. en cuyo
manejo Carmen Isabel se llevaba las palmas por s u
endemoniada capacidad de provocar el aturdirnien-
to del contrario. Hasta Frank, cuando pegaba el
oído a la grabadora, se dejaba bajar los humos de la
furia. trepidado por el morbo. Ante tan abrumadora
realidad. descuidó s u alimentación. se tornó hosco.
y u n cierto complejo de inferioridad lo fue
cercando. No acababa de encontrar s u tara, por más
vueltas que le daba al asunto: su masculinidad era
sólida. agradable s u aliento, su físico aceptable.
aunque no fuera u n dandy, y s u posición social
envidiable. Arrollado por s u incapacidad de tenerla
para si solo (porque indiscutiblemente la tenía,
aunque bien compartida), creyó que podía subir s u s
bonos ante elia si adquiría u n auto deportivo. Uno
de esos días le rogó a s u padre que se lo comprara.
pero éste s e lo negó con una sola mirada.
Irrazonablemente. se puso a maquinar las peores
formas de venganza; pero s u estado de ira coma
parejo con el deseo de poseerla, y esto, de alguna
148 VIRlATO SENCION

forma. menguaba las posibilidades de un enfrenta-


miento con ella. Temia perderla. y por muchos días
prefirió el silencio a la creación de una situación
que provocara s u enojo. Una que otra vez la volvió a
tener entre s u s brazos: pero, por alguna razón ella
comenzó a evadir su compañia. y él, a precipitarse
en su búsqueda. Mientras más la asediaba. más
giraba en el circulo del ridículo: a tal extremo. que
llegó a convertirse en el hazmerreír de los corrillos
del Conde y del Malecón. Fue en este último lugar
donde. una noche, le dio curso a s u amargura: en
plena avenida, hizo escuchar a un grupo de amigos
las conversaciones grabadas. Fue una bomba.
Cuando los padres de Carmen Isabel se enteraron.
quisieron meterla en u n cepo. en el patio de la
casa. y Frank. por su parte, abandonó los lugares
habiluales para irse a rumiar s u desengaño al
prostíbulo de Herminia, sito en la parte alta de la
ciudad.
Era éste un centro exclusivo de mujeres tiernas.
que bailaban las guarachas de Daniel Santos y el
"Salome de Toña la Negra con movimientos de
serpientes de harén. Tenían en mucha estima s u
condición de clase y por sus predios no admitían el
chusmaje rumboso de Borojol. "Categoría y distan-
cia". instruía Kerminia a las mesalinas de su cuadra.
"De ramos pa'rriba, coño. que aquí nadie vino a
darlo por batata". Sumisas, se dejaban guiar por los
consejos de esa mujer castrense, de cara
almidonada. con un lunar ficticio sobre una mejilla.
a lo Marilyn Monroe. antebrazos laminados de
pulseras y un cuerpo bajo y macizo. metido ya en
las carnes intransferibles de los cincuenta. Una
primanoche. Herminia vio asomar las caras de dos
mozalbetes por la puerta del establecimiento. A
juzgar por la postura de éstos (los cuerpos
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 149

escondidos y los ojitos fisgando), los tomó como a


curiosos del barrio, y prosiguió limándose las uñas,
plácidamente, sentada, en uno de los taburetes, en
la penumbra de la barra. Estaba sola: a esa hora
temprana no se aparecían por el negocio ni los
pargos más empedernidos. Las mujeres estarían
bañándose, acicalándose, cenando, en la cuartería
del traspatio: preparándose para las horas de
movimiento. Volvió a mirar hacia la puerta y le
prestó más atención a una de las caras que ahora se
metía hasta el pescuezo y que luego se exhibía con
todo y cuerpo contra el trasluz del umbral. Por la
apariencia coligió que no era de los alrededores;
debía de ser u n blanquito que venía de lejos.
Cuando lo vio dar dos pasos al frente, seguido del
otro, quién parecía esconderse detrás del cuerpo
del que estaba delante, sin moverse de donde
estaba, les dijo:
- Entren, muchachos, que aquí no cenamos con
ninos crudos: nos los comemos, pero en fricasé-
hizo un gesto felino. mostrando unas uñas agavilana-
das, crispando los dedos amorcillados y rugiendo
con la boca exageradamente abierta.
En vista de que ellos permanecían parados allí, sin
animarse a avanzar y hablando a susurros. la celestina
se apeó de s u asiento y se les fue acercando con u n
paso de como- quien- no- quiere- las cosas, hasta
que los tomó de las manos y los condujo, navegando
en un encantador tra- la- la de lobo- capenicita, has-
ta la alberca común, donde se apelotaban: desnudas,
palmeando el agua, disputándose un espacio, las más
alegres y retozonas putas del universo.
- ¿Cuántos pesos tienen?- les preguntó Hermi-
nia a s u s potenciales clientes, quienes, re-
buscándose los bolsillos, se apresuraron a decirle:
150 VIRIATO SENCION

-Les alcanza para tirarlos de gallo. ¿Cuáles les


gustan?- dijo con voz categórica.
Tímidos. sorprendidos. no supieron qué respon-
derle, y la mujer terminó escogiéndolas por ellos.
Se retiró luego a la barra y allí los esperó. Cuando
regresaron, hizo que la acompañaran en una mesa y
les brindó un par de tragos.
-Estos van por la casa- les dijo-. Pueden volver
cuando lo deseen: antes de las ocho es la hora de
los menores. ¿Y tú, buenmozón. cómo te llamas?-
se dirigía al que estaba mejor vestido. al que por
encima de la ropa consideraba ella debía de ser de
r a d i a acomodada.
- Frank Bolaño.

-Buen nombre para llegar a General? ¿Y tú?- se


volteó al otro: tipo amulatado. de camisa bien plan-
chada y pantalones de tubito: pero que a los ojos de
buen cubero de esa zorra. no se le podía escapar su
pinta de orillero.
-Renacer. señora. Renacer Mateo, primo de
Joseito. para servirle, señora.
-Pareces buena gente. ven con el cuando
quieras.- Atrajo a Frank con la derecha y lo besó
dulcemente en la mejilla. Luego los despidió a
ambos, en la puerta, con voz amelcochada; echó
una mirada rápida a la calle. regresó a la barra,
miró la hora en su reloj de pulsera y pensó: "Buen
pavito. acabará trayendo hasta las joyas de s u
madre".
A los tres días volvieron con veinte pesos. y al
siguiente y al otro. L a novedad de los primeros días
le permitió a Frank cierto entusiasmo, pero ya
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 151

después. siguió yendo porque, en realidad, e n


ninguna otra parte se sentía bien. y porque donde
Herminia al menos recibía las dosis del letargo. de
un sumergirse y sumergirse en u n sin sentido, en
un fugaz ser alguien y no ser nadie. saturado de
carnes- ficciones- espejos- Carmen Isabel, de
mentiras y siempre el hastío recurrente, el asco
sexual y el volver a lo mismo, hasta la noche en que
se apareció don Fortunato, convertido en una
antorcha, con la guadaíla en alto, y lo sacó de aquel
fornicadero: impregnada toda s u piel con esencia
de Pachulí, el aliento como la caldera de un ingenio
en molienda. bordado s u cuello con rosetones
carmesíes: y. levantándolo por el pecho, lo llevó
por los aires hasta el carro.
- N i guardias, ni maricones, ni chulos, quiero en
mi casa. jcarajo!: prepárate, que te voy a meter a
cura.
Humildemente, aceptó la actitud de su padre
igual que si fuera una liberación. Esa misma noche
fue a visitar a s u tía Amelia. a la que no veía desde
hacía tres semanas, y cuando penetró en la Zona
Colonial, s e sintió extrafio, como si estuviera
regresando de un viaje nebuloso a u n mundo de
orden, donde cada cosa estaba bellamente puesta
en s u sitio preciso. Tenía la sensación de que ese
d í í habíí sido excarcelado, de que los últimos tres
meses habían sido u n horrible paréntesis en s u
vida. Eso creyó.

En el parque Colón. sentado a la sombra del brazo


implacable. siempre al oeste, de la estatua del
Descubridor, ojeaba Frank los titulares de "El
Caribe". que había comprado, antes de solicitar los
152 VIRL4TO SENCION

servicios de un limpiabotas. Resbalaba la vista con


desgano sobre las páginas. mientras sentía el calor
producido por el cepillo. frotando el calzado. Una
foto lo detuvo. En ella, el doctor Mario Ramos
departia junto a Tirano. durante una recepción en el
Palacio Nacional. Posaban también: el Nuncio
Apostólico. el obispo y otras personalidades de
incuestionable viso. Meses atrás, esta gráfica no le
hubiera llamado la atención. pero ahora le provocaba
repugnancia. cierto escozor. Recordaba, unos cuatro
años antes. a su abuela paterna tremolando la foto de
Su Santidad Pio XII rodeado de Tirano y del doctor
Mario Ramos. entre otros resplandecientes señores
de uniforme y levita, en uno de los salones de la
Santa Sede. Se acababa de firmar el Concordato. y
ella proclamaba. eufórica. el fin de todo mal para la
Isla. Por primera vez. entonces, oía Frank hablar del
doctor Mario Ramos. Después sena en el Seminario:
en la clase de literatura. en cuya disciplina era
tenido por una autoridad, y por las cosas que de este
señor le habia contado Arturo. según la versión de
Antonio. Oyó los golpes del cepillo sobre el cajón y
cambió de pie. Tiró el periódico en un cesto de
basura y contempló s u imagen duplicada en el
espejeante zapato recién lustrado. Los bronces de la
Catedral daban las ocho de la mañana y sobre las
copas de los árboles de la plaza s e confundían sus
majestuosos timbres con el suave ulular de la brisa
de diciembre. El otro golpeteo del cepillo,
indicándole que había concluido la lustración, lo
sacó de s u ensimismamiento. Se había quedado
pensando en Arturo. en Antonio y en Amelia. a la que
dentro de unos momentos visitaría.
Era sábado. Había salido del Seminario antes de
las siete. Su salida tenia el propósito de concluir.
con s u tia Amelia. los detalles de la fuga y escondite
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 153

de Antonio. Pero ese objetivo central, que debía


mantenerlo tenso por los peligros que implicaba.
no había ocupado mucho espacio en s u mente
desde que tomó la guagua de dos pisos en la Cordell
Hull. Encaramado en la parte destechada de arriba,
iba disfrutando del frescor propio de la estación,
del acariciante sol de la mañana y de la quietud de
la avenida Bolívar, que a esa hora a ú n dormía.
Cuando cruzó por el frente del Jardín Zoológico,
Frank no pudo desprenderse de las huellas de
Carmen Isabel ni evitar el deseo de que el tiempo
le deparara la ocasión propicia para la venganza.
Supo que no la habia olvidado. Siempre que pasaba
por allí se le removia por dentro ese sentimiento.
como algo inevitable, como si fuera ya una marca
del destino. Otras veces habia logrado restañar con
premura los puñales del recuerdo, pero ese dia no
estaba dispuesto a echarle tierra a la herida, sino a
cebarse en ella, revolverla. mortificarse en s u
memoria, como una llama a la que necesitara
mantener viva. Se apeó en la parada del parque
Independencia, y con toda intención se dedicó a
recorrer tranquilamente los lugares conocidos. Su
casa no quedaba lejos, pero no pensó en visitarla.
Se fue al Malecón y allí estuvo un buen rato, sentado
en el muro, de espaldas a la avenida, observando el
batir de las olas. Había bastante calma en la ciudad:
se oía por acá y por allá la voz de algún pregonero y
pocos carros s e desplazaban por la zona. Eran
sensaciones nuevas para él: nunca había estado tan
temprano del día por el Malecón. Cuando las calles
fueron cobrando vida, s e dirigió hacia el parq7.1e
Colón. y allí estaba. un poco alivianado ya de tanto
recuerdo, cuando el limpiabotas tendió la mano y
recibió, sorprendido, la apreciable suma de 50
centavos.
154 VIRIATO SENCION

Amelia lo estaba esperando. Cuando el día


anterior él la llamó por teléfono y le dijo voy para
allá mañana, ella se volvió loca de alegría. Fue por la
tarde a El Conde y le compró dos camisas catorce y
medio y algunos calcetines que le combinaran.
Aprovechó y cruzó hasta la avenida Mella. se metió
en el Mercado Modelo y compró los ingredientes
necesarios para prepararle su postre favorito: dulce
de coco con leche. De regreso, se quedó estaciona-
da frente a una vitrina, acariciando la idea de
comprarle un par de zapatos. pero luego desistió
de ello, pensando que era mejor que él mismo
fuera a medírselos. Siguió caminando por las calles
en el fresco atardecer. feliz, liviana, con u n paso
ligero de paloma y con los cabellos sueltos. bien
sueltos. que barrían sus hombros redondos y cuyas
puntas laterales terminaban sobre el pecho.
metiéndose por el insinuante escote de s u vestido
blanco. De regreso en la casa, tuvo que resistir la
tentación de violar la promesa que le había hecho a
Frank de no comunicarle a s u s padres s u salida,
pero era algo que. en el fondo. la complacía: sena
una visita exclusiva para ella. para ella sola. Y
además, ese secreto compartido con Frank. ese
vibrar en armonía con la aventura, ese agradarle y
verle feliz, era un regreso al fondo de s u vida. Allá,
en el trasfondo del tiempo. cuando jugaban a la
lubricidad infantil: ella. con sus gemas del color de
la aurora emergiendo por debajo de la blusa
transparente, cuando aún no había estallado la flor.
y él. dormitando, sobre s u s muslos desnudos,
después del cansancio: y luego por la noche y al
otro día. ambos olvidados en s u secreto único,
como si nada hubiera pasado: y después, otra vez,
acurrucados juntos. en la tarde lluviosa: él hacién-
dose el dormido y ella acariciándole sus partes con
LOS QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE DIOS 155

sus manos de seda; y ella haciéndose la dormida y


él con s u manita temblorosa sobre s u pubis tierno,
sobre s u pecho de carne hirviente; hasta que
crecieron y comenzaron a vivir s u s propios
mundos. encerrando en una bóveda de mil canda-
dos s u s estremecedores juegos infantiles, que,
como aquella vez, nunca compartieron de palabras,
nunca sellaron con promesas. sino como algo
sepultado en u n entresueño, y que así debía quedar.
durmiendo allá, en el trasfondo de sus vidas.

Ese sábado Arnelia se levantó con los gallos: tenía


muchas cosas que hacer. Vivía sola en un mundo
organizado a s u antojo. Nunca tuvo sirvientas,
porque consideraba degradante poner a vivir a
gente tan pobre dentro de un ambiente de
abundancia, de manera que todos los alimentos los
santificaba con sus propias manos. Su casa no estaba
ubicada e n el entorno social que a ella le
correspondía. Así lo había dispuesto cuando se casó
con u n hombre que casi le doblaba la edad. pero
que a ella le resultó más interesante que todos esos
jóvenes acezantes, vacíos. vanidosos. que s e le
arrojaban en bandadas, con sus picos corvos de
halcones ficticios, y cuyas conversaciones. carentes
de gracia e inteligencia. no dejaban más rastro que
la fantochería y el ridículo pedantismo. Bernardo
Arcornoz no gozaba del favor familiar. por la edad y
porque tenia pocas cosas materiales que ofrecerle,
pero a ella le tocó el corazón por s u virtuosismo en
el manejo del violín, mientras hacía sus interpreta-
ciones en la Sinfónica Nacional, por s u tempera-
mento sereno y por sus maneras decimonónicas de
tratarla. Resultó ser un hombre sincero. Había
llegado a la Isla procedente de España,
acompañando. en unas vacaciones de verano. al
156 ViRiATO SENCION

hermano de Amelia que estudiaba medicina en


aquel país. y ya no volvió a irse. Adquirió u n pisito
cerca de la Catedral. frecuentaba el circulo familiar
de Amelia. en la exclusiva zona de Gazcue. y allí fue
echando s u s raíces sentimentales. Todo fue bien
hasta que salieron a flote s u s pretensiones. Los
padres de Amelia creyeron que Bernardo no era
mas que u n aventurero español. u n cazador de
fortuna. cuando. en realidad, estaba. insospechada-
mente. cazando la muerte. Lo rechazaron de plano.
A pescar dotes s e dedicaba la mayoría de los
inmigrantes españoles en Santo Domingo. Pero en
este caso particular, estaban equivocados. Bernardo
Arcornoz no era más que un pájaro manso, cuyo
pensamiento estaba muy lejos de la aridez
mercurial. Así lo comprendió Amelia desde que
comenzó a tratarlo, y así acabó por demostrárselo a
sus padres. Se casaron. Con parte de su herencia.
ella compró un segundo piso. en la Zona Colonial.
de balcones corridos a la calle y una enorme terraza
en la parte posterior con vista al no. En ese barrio
de clase media s e sentía más cómoda con s u
esposo: s u vocación de felicidad no mermó nunca. y
ahora. mientras s e afanaba e n la cocina. pre-
parándole el dulce a Frank, venía a echar de
menos. como si fuera u n tiempo perdido, el verano
anterior, época que la pasó de luto. Durante sus
anos de matrimonio, esta era una de sus estaciones
favoritas: de Espafia venía de vacaciones s u herma-
no Claudio Alberto. estudiante de medicina en
Madrid, quien parecía tener menos vocación de
médico que de guitarrista flamenco, pues se pasaba
casi todo el tiempo canicular en la azotea de la
casa. vestido con sólo unas bermudas: bebiendo
vino. dando desplantes de torero y. guitarreando.
inspirado por los efluvios del río Ozama. En las
LQS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 157

noches calurosas de esos veranos, Amelia solia


organizar veladas. en su terraza de maravillas. en
las que cantaba, a duo con Bernardo. canciones de
nunca acabar, deleitándose al embrujo de la ceiba
en la que Colón amarró sus naos. cuando entró por
la boca del Ozarna, con la detenninación de fundar
la Primada.
Cuando el dulce estuvo en su punto, lo fue
sacando poco a poco con el cucharón y echándolo
en un envase de cristal. Lo puso sobre la mesa del
comedor y regresó a la cocina. Miró la hora en el
reloj de pared y le satisfizo saber que todavía no
eran las siete. Calculó que aún tenia suficiente
tiempo para prepararle otras cosas a Frank. Se
dispuso entonces a hacer bizcochitos Kirchis y
volteado de piiia. para que él escogiera a su gusto y
para que les llevara a s u s compañeros del
Seminario. Eran casi las ocho y media cuando.
estando desmoldando los bizcochítos. tocaron a la
puerta. Eran golpes escandalosos.
-Pero muchacho- dijo muerta de risa, cuando
abrió-. esos son golpes de chulo de Borojol, no de
estudiante de cura.
-No creas que esos jesuitas enseñan menos de
ahí.Arnelia- le replicó Frank.
Se abrazaron y se fueron brincando como niños
hasta la cocina: él, con la nariz levantada, halado por
la madeja de olores a ciruela. cherries, vainillas,
canela y mermelada que provocaban. tentadora-
mente. desde el horno, y ella, con una frescura de
doncella, con sus hermosos ojos abiertos como
flores de campana, asida a la cintura de Frank.
mirándolo. mirándolo... como si le faltaran ojos para
mirarlo: y. ya, en la cocina. ella, con un bizcochito
entre sus dedos. alejhdole el vapor ardiente con un
158 VIRIATO SENCION

soplo suave, hasta que probó s u tibieza con s u s


propios labios y luego lo llevó hasta los otros labios,
los labios de Frank, que se abrieron para recibir,
como una hostia, el pequeño manjar que le ofrecia
Amelia.
El semblante sonrosado por el calor del horno.
su pelo negro y lacio. recogido en la nuca con una
cinta púrpura que s e extendia hacia los lados como
alas de mariposa. las juveniles zapatillas. color del
oro y s u bata amarilla de nylon, que era casi s u
misma piel. la hacian singularmente atractiva. Era
su estado cotidiano, su forma de toda la vida, a la
que nunca s e acostumbraban los ojos de Frank:
imagen para la que él guardaba pasiones
sedimentadas. de donde, cuando ella lo abrazó en la
cocina, después de colocarle el bizcochito en la
boca, y lo estrechó contra s u pecho, aligerado de
tela. y él sintió los senos crecidos, redondos,
duros. sobre sus carnes. volvió a temblar como en
las tardes de apretados aguaceros de s u mundo
infantil.
A los trece años. Frank. bellamente vestido con
su traje blanco. asistió a la ceremonia religiosa del
matrimonio de Amelia, y nadie reparó en s u s ojos
empafiados de lágrimas. cuando el cura sellaba el
espontáneo consentimiento de los novios de ser
marido y mujer. hasta cuando la muerte los
separara; la gente estaba en la iglesia. poco pen-
diente de nadie en particular. para darse cuenta de
que ese nüio. de lazo violado en la garganta, estaba
sufriendo una despedida incomprendida para él
mismo. y que era algo asi como el desprendimiento
de una alegoría afantasmada. inasible: existencia de
la cual muchas veces había dudado; como tampoco
tenían que saber- lejos estaban todos del secreto-
LOS QUE FALCIFKARON LA FIRMA DE DIOS 159

que el beso que Amelia le daba en la mejilla. era un


ruego mudo. una tierna. tiernisima solicitud de
compresión. En ellos había quedado durmiendo.
por años, como un residuo de luz. el mito, hasta
que llegó la combustión nupcial a remover el viejo
rescoldo y, también, para recordarles que ellos
estaban condenados a llevar para siempre el lienzo
del misterio sobre sus corazones. Volvena después
la densa paz. los recuerdos callados, la mutua
confianza de contarse las experiencias que les iban
deparando los días: sin malicia, amparándose uno al
otro, igual que si se estuvieran preservando para el
juicio final. Y ahora- sena impropio decir que de
manera súbita- volvía a saltar la chispa, desde sus
recónditos refugios, y arder en aquellos cuerpos
inmóviles, abrazados, en la cocina. en mágica
comunicación.
Callados, se fueron al comedor, tomados de la
mano. y, por iniciativa de ella. se sentaron uno
frente al otro. teniendo la mesa por medio. Amelia
rompió el silencio, que s e eternizaba por segundos.
aferrado a sus miradas abismales.
-Toma- le dijo-, son para ti; te las compré
ayer.- Había desenvuelto el paquete que estaba
sobre la mesa, y tomando una a una las camisas por
las mangas, se las pasaba, abriéndolas a todo lo
ancho-. ¿Te gustan? Escogí esos colores; el
amarillo y el verde te sientan bien; a mí me
gustaron. ¿Qué te parece ésta de franjas verdes?
-Son lindas, Arnelia, muy lindas. Gracias.
-Y mira qué combinación- le dijo. entregándole
las medias-. Ahora espérame en ratito, sólo un
ratito, que voy a cambiarme de ropa; quiero que
vayamos a El Conde. ayer vi unos zapatos preciosos;
deseo que tú los veas y te los midas. ¡Pero Dios mío,
160 VIRLA'TQ SENCION

estoy loca! Primero tenemos que desayunar; debes


tener hambre. ¿Qué quieres que te prepare?
- Cualquier cosa. Arnelia- le contestó sonrien-
do- : tú todo lo haces bien.- Y entonces se sonrie-
ron' los dos.
-Te voy a preparar ... Déjame ver. .. Tortilla
española. Eso es. Ven, vamos para la cocina: después
del desayuno nos iremos a la tienda a comprar los
zapatos; hay tiempo de sobra.
Ya se habían apartado de los sentimientos
íntimos y estaban ahora en u n diálogo, sosegada-
mente afectuoso. amigable. como si lo ocurrido
momentos antes en la cocina hubiera sido una obra
impersonal. una reacción producida en otros:
desaparecidos y olvidados.
-Hablemos de tu amigo Antonio. Antonio Bell;
así se llama, ¿verdad? No creas que me he olvidado
de la misión que me encomendaste. Debes
apreciarlo mucho para hacer lo que haces- le dijo.
mientras mondaba las papas.
-Sí- le contestó Frank, a pesar de que sólo
conocía a Antonio de vista. y por el que, aunque
sentía una mezcla de admiración y pena, no
abrigaba u n verdadero sentimiento de amistad
como le había declarado a Amelia. a fin de moti-
varla mejor-. Sufre- agregó- y corre u n gran
peligro. Es preciso que escape del Seminario: de
lo contrario puede morir. y de la peor manera: en
un lenlo martirio.
-Son increíbles las cosas que me has contado;
pero, dime la verdad, Frank. ¿no te estás inventan-
do nada?.- Amelia se movía en la cocina de u n lado
para otro: buscaba la cebolla. batía los huevos.
calentaba el aceite en un caldero.
-No. Amelia. es la pura verdad. Cuando lo veas
LOC OUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOC 161

con tus propios ojos. entonces sabrás que no he ex-


agerado.
-Es increíble ... increíble- Ameiia se mordía los
labios. movía la cabeza en gesto negativo-.
iPobrecitoi ¿Me dijiste que sólo tiene quince años?
-Si... quince años y ya esta casi destruido.
Déjame hacerte una pregunta, Amelia ¿Tú conoces
al Dr. Mario Ramos?
-¿Y quién no? Es u n hombre de prestigio, una
gran persona. Dicen que no le interesa para nada el
dinero. sólo los libros y que no se mete nunca en
cosas malas. Personalmente no lo conozco, pero.
¿qué es lo que no se sabe en este país? ¿Por qué me
lo preguntas?
-No... por nada, Amelia. por nada ... Es que eso
era lo que tenia entendido. He oído a otros decir
eso mismo: incluso, en la clase de oratoria. es el
mejor ejemplo.
-¿Lo dudas?
-No, ya no tengo dudas: ni siquiera de que este
mundo s e jodió. Porque ese mismo Dr. Mario
Ramos es la persona encargada por Tirano de velar
por la salud de Antonio. ¿Me entendiste? Y a l
parecer cumple muy bien con s u misión.
-$e dónde sacas eso, Frank?
-Es la verdad, Amelia. El y los curas son los que
han coordinado el martirio de ese pobre muchacho.
Es un perfecto ejemplo de doble personalidad.
-O de una que se desdobla infinitamente. ¿quien
sabe? Bueno, pero vamos a lo que nos concierne
¿Cuándo y cómo piensas sacarlo del Seminario?
-Ahora todo depende de ti.
-Por eso no te preocupes, lo tengo todo
arreglado- le dijo, agarrandole un cachete.
162 VIRIATO SENCION

-¿Qué. ya pensaste dónde esconderlo?


-Por supuesto. mi amor: ¿dónde crees? Aquí en
mi casa. ¡Si señor! Aquí mismo. Dentro de un rato te
mostraré- y volvió a darle otro apretón en el
cachete-. Ahora. a desayunar como príncipe y
princesa.
Después de tomar el desayuno. Amelia se retiró a
cambiarse, y. antes de salir para El Conde, lo
condujo hasta la azotea. donde, como develando un
misterio, le mostró la nueva habitación que había
mandado a construir.
-Te estaba reservando esta sorpresa para el
final, verás que no he perdido tiempo. La próxima
semana estará ya lista; el jueves o el viernes, a más
tardar. ¿Qué te parece este nuevo mirador. eh?
Aquí podrá estar tu amigo todo el tiempo que sea
necesario.
-Magnífico, Arnelia. eres maravillosa. ¿Pero qué
va a ocurrir con tus amistades. con la familia. con
tanta gente que viene a visitarte?
-Ya he pensado en eso: buscaré un pretexto para
irme a dormir a casa de maxná. Diré que no soporto
dormir sola por las noches aquí. Fácil. me paso los
días aquí y las noches allá. Cancelaré. por un
tiempo. toda actividad social en mi casa. Bueno. por
lo menos no tenemos que preocuparnos hasta
junio. cuando liege Claudio Alberto. de España.
-Eres una mujer extraordinariamente inteligente.
Amelia- la halagó Frank- . Otra cosa. Amelia, quiero
que vayas el próximo domingo a visitarme al
Seminario.
-¿Cuándo. mañana?
-No... no, el otro domingo. Lo más probable es
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 163

que para entonces ya tengamos todo preparado, y


tendría que comunicártelo personalmente.
-Bien, mi comandante- le dijo Ameiia. haciendo
un gracioso saludo militar-. Ahora vámonos; que s e
nos hace tarde.

Arboles. maestrillos, seminaristas: sombras que


se mueven en el claroscuro del patio. La luz sale por
dos. por tres puertas y por las persianas del salón
de juego. pero se detiene enseguida. Dibuja los
huecos de las puertas sobre la tierra oscura, y, un
poco más allá, refleja. en unas cuantas rayas
luminosas, las formas de las persianas. La poca
claridad que llega de la avenida se arrastra
figurando troncos, ramas, cuerpos que caminan.
Por el Este. a lo lejos, la iluminacióil del centro de
la ciudad se eleva hasta un cielo sin estrellas.
Recostado contra el tronco de un pino, Arturo
aguarda inquieto la llegada de Frank éste le ade-
lantó algo sobre sus diligencias en la ciudad, antes
de entrar en el comedor; pero quiere detalles.
conversar a fondo, eliminar las incertidumbres,
estar seguro de que ya, al fin, esta empresa no
tendrá inconvenientes mayores. No le preocupa
mucho el hecho de que a kank le hayan ordenado
presentarse a la Prefectura después de cena; coda
en la habilidad del muchacho. Lo que verdadera-
mente lo había mantenido en constante desasosie-
go. especialmente a partir de las tres de la tarde.
había sido la tardanza de Frank en llegar de la
ciudad. Ya a la seis estaba preparado para lo peor.
Sabía de algunos que un día salieron para no volver;
que dejaron hasta las maletas abandonadas. Eso
hubiera sido grave; pero tan pronto vio a F'rank. a
164 VIIUATO SENCION

las siete. cuando se disponían para la fila. frente al


comedor. le regresó el corazón a su sitio. Lo demás
tiene poca importancia; es como cuando se da a
alguien por muerto y se sabe luego que está preso o
herido. simplemente. "Allá el padre Sáez con s u
amonestación; ya habrá pensado k a n k en una
buena excusa. Que se las averigüe el cura con la tía
Amelia. y no joda". Hay u n punto, sin embargo, en el
que no quiere pensar siquiera. aunque muy bien
encaja dentro de las posibilidades: el que a Frank lo
hubieran mandado a buscar para despedirlo. "No,
¡qué va!; es algo muy remoto". Si ocumera eso, sabe
que no lo volveria a ver. "iBah!. sólo pensamientos
sin sentido". Lo mismo que antes, cuando le
llegaban las tentaciones. cual abejas. y tenía que
quitárselas de encima a manotazos. "Aléjense de
mí. malos pensamientos".
L a noche. asombrosamente oscura para ser una
de diciembre tropical, le propone otra tentación:
propicia es la oscuridad para meterse en ella como
en un túnel profundo: a esconderse. ovillarse. pen-
sar. dejar volar los pensamientos. Pero Frank viene
ya. "Claro que tenía que venir". Frank se detiene un
instante, busca orientación. encandilado por tanta
luz que trae de adentro; acostumbra las pupilas a la
penumbra ael patio y prosigue con paso resuelto;
sabe a dónde va, y no se desvía. no duda.
"Avanza Frank, apura el paso, que en ti están
cifradas todas las esperanzas; despeja las apren-
siones, muchacho, que Antonio sabe que hoy has ido
a la ciudad a ultimar con tu tia Amelia la trama de
su fuga: y ahora, después de asegurarse de que esto
va en serio. se desespera, acosado por una prisa
tenaz; agoniza en el tiempo; m á s aún: me asegura
que se irá de cualquier manera, como si de repente
I115 OZlE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 165

repente se encontrara abrasado por un fuego de


libertad; y aqui está el peligro, caramba: en esta
desesperación, que puede conducirlo a la muerte,
porque eso temo. que esté buscando la muerte; y tú
y yo, Frank, o tú, con las noticias que traigas hoy.
eres el hilo que separa a Antonio de la muerte: o tu
tía, con s u buena disposición. parece ser la última
esperanza: aprisa, Frank, aprisa. que yo mismo
estoy agonizando la agonía de Antonio, jcoño!".
Frank vigila cada una de las palabras con las que
le cuenta a Arturo el resultado de s u s diligencias.
Sílaba a sílaba: queditas, queditas. le salen por la
boca, como si detrás de los arbustos o de los
árboles o de los nichos hubiera oídos escuchando.
Se asegura de que s u voz apagada, susurrante, no
traspase el limite de s u interlocutor.
-No entendí lo último que me dijiste- se quejó
Arturo.
-Que Antonio debe estar listo para cualquier día.
a partir del otro domingo.
-Está listo ya. ¿por qué esperar tanto?
-Hay que esperar sólo la próxima semana: ya te
expliqué.
-Otra cosa. Frank: quiero que entre los dos
pensemos en la solución de algo que preocupa a
Antonio. Es con relación a s u madre. Ella tiene que
saberlo.
-Si... pero después de la fuga. no antes. Y nunca
debe saber dónde estará escondido ni quiénes lo
han ayudado. Esto debe quedar muy claro.
-Eso s e sobreentiende: lo que debemos planifi-
car es cómo le hacemos llegar el mensaje. Antonio
está de acuerdo en que no debe ser por correo. Lo
interceptarían.
166 ViRiATO SENCION

- Creo saber cómo- dijo Frank- . Lo que faltaría


es quién y cuándo. Bueno, tampoco hay que pensar
mucho para saber que sólo contamos con nosotros
dos y con Amelia, y que no debe ser antes ni mucho
después de la fuga. Ahí está el problema: si espera-
mos tan sólo unas horas. se nos haría imposible
acercamos a su casa aiiá en Jarabacoa. Ya para en-
tonces estaría minada de agentes. A ti y a mí se nos
haría muy dificil semejante tarea, y por otro lado,
tenemos que contar con Amelia para la fuga. Eila no
lo sabe todavía: se lo diré el próximo domingo. De
forma que no es tan fácil: lo pensaré con más
calma.
-Oye, no me has dicho para qué te mandó a
buscar el Prefecto.
-Ese es otro problema. Se enojó conmigo
porque llegué tarde. y me prohibió la saiida por
tiempo indefinido. Imagínate, es como para que me
entren ganas de fugarme. igual que Antonio: pero
olvídate. eso yo lo arreglo.

Frank la reconoce, cree reconocerla, y después


que la mujer pasa, le secretea algo a Amelia, quien
la mira con disimulo, mientras el hefecto la guía.
siguiendo el pasillo. hasta su oficina. Sabe. nadie
tiene que decírselo, que esa cara triste, ese cuerpo
de paso cansado, es la madre de Antonio. 'Ya el
próximo domingo no podra verlo, buena senora.
pero no se preocupe. porque estará a saivo de las
garras invisibles de los curas". piensa. El vestíbulo.
hasta hace un rato tranquilo, se va convirtiendo
poco a poco en una especie de colmena.
-Recuerda bien todos los detalles, Amelia. Pero
LOC QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE DIOC 167

Óyeme... por favor. no te distraigas- le dice Frank,


quien no logra concentrar la atención de Amelia,
distraída por el incesante movimiento de las
visitas, por la comicidad de las acciones de una
abuela, besuqueando incansablemente a un semina-
rista. por la nueva forma critica con que ahora
observa a los curas; los cuales se pasean de acá para
allá, aparentando una lejanía que está muy lejos de
ser cierta-. Ven, vamos a salir. Salgamos. afuera
hablaremos con más tranquilidad.
Frank no tuvo más alternativa que reírse cuando
vio a Amelia tirar un brinquito de guardia raso frente
a un superior y desplegar hasta donde más no podía
las líneas naturales de sus ojos. instintivamente. ella
se agarró a una de las manos de él, pero la soltó
enseguida. Caminaron hasta los primeros escalones
de la entrada. y se vieron obligados a seguir hasta la
calle, para despegarse del abejero formado en el
pórtico y por los lados de la pequeña rotonda frontal.
La acera distaba unos quince metros del edificio.
Un muro bajo. construido de bloques y coronado
con arabescos de fierro. establecía los limites del
área. Declinaba desde la punta norte del Seminario,
donde un farallón hacía las veces de pared. hasta el
frente de la puerta principal, deteniéndose para
abrir un espacio como del ancho de dos carros;
seguía luego hasta el extremo sur del recinto.
donde formaba un ángulo recto. para extenderse,
ya un tanto más elevado, a todo lo largo del patio. y
llegar a la que los seminaristas seguían llamando la
"casa nueva", a pesar de tener más de un año de
fabricada; allí volvía a girar. formando el enorme
paredón que una vez tapó los ojos de Arturo.
-Vuélveme a decir... pero despacio, que hablas
como si fueras una carretilla- le dijo Arnelia.
168 VIRIA'íW SENCION

-Hemos preparado la fuga para el jueves a las


cuatro y cuarenlicinco de la tarde. Hace u n rato te
decía que tu tienes que venir a recogerlo, pero no
me prestaste atención. No es nada complicado: no
obstante. has de actuar con la precisión de u n reloj.
¿Ves ahí esa calle, la César Nicolás Penson? Bien.
En esa esquina debes coincidir con Antonio a la
hora serialada. Déjame explicarte mejor. No es que
vayas a esperarlo en la esquina, no: vas a venir
bajando en tu carro por la Cordel1 Huil. despacio. y
cuando vires a la izquierda. para entrar en la César
Nicolás Penson, tu reloj debe estar marcando las
cuatro y cuarenticinco. Antes de que se me olvide,
déjame sincronizar mi reloj con el tuyo: éste. el
mío. tengo que dárselo a Antonio para que no haya
errores. En el momento en que tú vengas, Antonio
estará cruzando la calle y coincidirá contigo en el
instante en que estés doblando. El no debe espe-
rarte. ni tú tampoco. Hoy. al salir de aquí. ensayas
lo que te he dicho. Calibra bien el tiempo y hazlo
varias veces. Y escucha esto otro. que es muy im-
portante: Antonio estará disfrazado. s u apariencia
sera la de un viejo: llevará bastón y un sombrero,
que al igual que s u ropa, estará sucio y roto. Ya tú
sabes. estará cruzando la calle a las cuatro y cuaren-
ticinco; lo reconocerás por las señas que te he
dado.
Amelia repitió punto por punto las instrucciones
de Frank. Sus ojos relampagueaban. entretanto, de
entusiasmo.
-¿Y por qué escogieron el jueves y esa hora; no
seria mas prudente hacerlo de noche?
-De noche es más dificil. Los jueves, a esa hora,
llegan pobres a buscar alimentos: las monjas de la
cocina los reunen en el patio del Seminario Mayor.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 169

Antonio pasará por uno de ellos sin despertar


sospechas: además. es la hora del recreo. No habrá
problemas. Ultimamente lo vigilan menos: conside-
ran que el muchacho está destruido. Lo más lejos
que tienen, es que esto pueda suceder. Lo que no
podemos prever es la reacción de los curas cuando
se enteren. Será un bonito regalo de navidad: a las
siete o a las ocho ya lo sabrán: para entonces Anto-
nio estará lejos. ¿Y qué? ¿Terminaste el cuarto?-
acabó preguntando Frank.
-Sí... quedó precioso. Allá estará bien. no te
preocupes.
-Ahora van a ser las once. ¿Tú crees que tendrías
tiempo de conseguirme u n estuchito de colorete?
Quizás haya alguna farmacia abierta ¿Qué crees?
-¿Colorete? ¿Para qué?- sonrió Amelia.
-Y un poco de bija, si te es posible. Antonio me
los pidió. Son materiales con los cuales prepara su
transformación. Tiene otros. que guarda muy bien.
pero me dijo que el colorete y la bija le hacen falta
para mejorar el trabajo. Tráeme. además, tres cajas
de fósforos, cuatro cigamilos cremas. un spray para
eliminar el olor a tabaco de la boca y una botella
llena de gasolina. Toma. ahí está todo apuntado en
este papelito.
-¿Que quieres, la tienda completa? Tendna que
irme ahora para poder tener tiempo.
Amelia regresó antes de las doce con el encargo
de Frank, y estuvieron otros diez minutos repasan-
do los detalles de la acción del próximo jueves. Al
despedirse extrajo de s u cartera dos relojes.
-Quizás te hagan falta- le dijo.
170 VIRIATO SENCION

Definitivamente han decidido no informar a la


madre de Antonio de la huida de éste: al menos por
ahora. Le han mentido. sin embargo. a Antonio. con
el fin de evitarle mortiicaciones innecesarias. Le
han dicho que ya, por la tarde, s u madre estará
enterada. Ha sido un razonamiento inteligente y frío
el de Frank, y que Arturo ha compartido con cierto
malestar. No quisiera que esa pobre mujer sufriera
una nueva confusión. la angustia de la incertidum-
bre. Ella tendría derecho a pensar lo peor, y nadie
sabría darle la respuesta adecuada. Podría pensar
que su hijo está muerto o que lo han regresado a la
cárcel. Pero el planteamiento de Frank no admite
objeciones. Se lo ha explicado bien el martes por la
noche. el miércoles al mediodía y todavía hoy
jueves. Después del almuerzo le ha repetido, con
lenguaje sereno y confiado, sugerente y definitivo.
que hacerle llegar esa carta que Antonio ha escrito
es colocarla en el umbral de la cárcel. Ha sido u n
juicio claro éste aunque, a la par. cruel. Le ha dicho
a Arluro que si la madre lee la carta de Antonio.
indudablemente. habrá cierta paz en s u etpíritu,
pero que esa misma serenidad podna ser interpre-
tada. en caso de u n interrogatorio del Servicio de
Inteligencia. tal se ha de esperar que suceda. como
un indicio claro de complicidad. Otra cosa muy
distinta sería si ella da muestras de dolor, desgarra-
miento, desesperación. Entonces la dejarían
tranquila. acasú vigilada pero nada más. Es una
forma de preservar el éxito de la fuga de Antonio y
la seguridad de todos. Ella. la madre. tendrá un
sufrimiento que a los pocos días s e r á
recompensado. A los pocos días; quizás a las dos
semanas.
Inquieto. Arturo espera el término de la clase. Lo
Le QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 171

-etean los pensamientos más disímiles. Pronto


smán las cuatro de la tarde: pronto seran las cuatro
r cuarenticinco. Tiene a ú n una tarea importante
que cumplir. A las cuatro y treinticinco. Exacta-
mente a las cuatro y treinticinco. Es parte de todo
ese andamiaje de relojero que ha montado Frank.
Piensa en esa mente minuciosa, abarcadora. que ha
dirigido esta empresa con una pasión desconcer-
tante. pero que a s u vez la h a programado y
ejecutado con una frigidez vegetal. No ha logrado
penetrar la sicologia de Frank, conocer s u s aden-
tros, sus motivaciones. Le admira saber que, aún sin
nunca haber intercambiado una sola palabra con
Antonio, actúe a favor de éste con el fervor de u n
hermano. Se alaba de s u suerte, por haberlo
conocido. De otra manera hubiera sido imposible
lograr la liberación de Antonio: más que la libera-
ción. salvar s u vida. No está seguro si él, Arturo.
correría riesgos por alguien a quien no le aten
afectos verdaderos. Por Antonio afrontana cualquier
peligro, no le cabe la menor duda. Está harto
convencido de las razones que lo motivan. Pero las
que motivan a Frank lo confunden. Este comenzó a
actuar desde el primer momento como si le
hubieran puesto u n rompecabezas en las manos y
con ello un desafio para montarlo: como si se estu-
viera poniendo a prueba s u inteligencia. Recuerda
cómo, cuando por primera vez le contó lo de
Antonio, una suerte de reto estremeció s u s tejidos
de lobo. Acaso ahí esté la explicación, en que posea
una naturaleza inclinada a la aventura; a cualquier
aventura: a sentir sensaciones intensas, a jugar con
los dados de la muerte. Eso aclarana las razones de
ese cambio que s e opera hasta en el timbre de s u
voz, cuando aborda el espinoso tema de la fuga de
Antonio, como s i s u yo profundo y complejo
172 VIRIATO SENCION

emergiera sediento a saciarse en el terreno de los


riesgos con la mayor complacencia.
En el patio. Frank estudia el ángulo más adecuado
desde donde podrá observar tanto la salida de Anto-
nio como el lugar donde Amelia habrá de recogerlo.
Después, sube por el corredor de pinos y gira hacia la
cancha de baloncesto, donde algunos estudiantes
tiran y recogen la pelota. Observa la hora en su reloj:
son las cuatro y veinte. Ahora no ve a Arturo, pero
sabe que se encuentra por la gruta de la Virgen del
Carmen, haciendo tiempo. esperando que pasen unos
minutos más para introducirse en la manigua a
pegarle fuego a la greña de ramas secas que desde
hace dos días tienen preparada.
A las cuatro y veinticinco Antonio sale de su
dormitorio. El corredor está desierto. El mido de sus
pisadas cubre todo el espacio. Lleva puesta, debajo de
su ropa cotidiana, aqiiella con la que ha de salir hacia
la calle. Baja por la última escalera de la zona Este,
por donde el Seminario Menor linda con el
Seminario Mayor. Entra al baño que está al 5nai del
pasillo del primer piso e inmediatamente se
introduce en el hueco de un excusado. Sobre la tapa
del inodoro acomoda el colorete. la bija. una pomada
cenicienta y áspera, un frasquito angosto, en el que
hay un líquido. un trapo blanco, un platillito de
aluminio, donde hace una mezcla que. al momento.
se toma dúctil, acomodadiza. Comprueba la hora en el
reloj que le ha dado Frank. Cuenta con unos doce
minutos para realizar su trabajo. Esto no le preocupa;
sabe que una vez comience. en menos de siete
minutos estará iisto. Saca del bolsillo un espejito, lo
lw nta con una mano. y con la otra principia a
maniobrar alrededor de los ojos, en las mejillas, por
el cuello, sobre los pómulos. en el mentón.
LOS QUE FALCIRCARON LA FIRMA DE DIOS 173

Amelia no ha querido correr riesgos. Hace media


hora liegó a la zona, y ahora espera dentro de s u
auto aparcado bajo una sombra, a dos minutos de la
César Nicolás Penson y Cordeli Huli, a que llegue el
momento de arrancar. Está tranquila, escuchando
una música suave en la radio del auto. mirando, a
través de sus gafas oscuras. el poco trajín de las
calles, la tarde que hoy le depara una acción
embriagadora.
Le ha llegado la hora de actuar a Arturo. Se
desliza, como u n gato. hacia el monte, y en unos
segundos está parado frente al montón de ramas
secas que pronto será una pira. Tose al encender el
cigarrillo, escupe. fuma torpemente, hasta que
logra ver cómo la punta adquiere u n rojo vivo: abre
un poco la caja de fósforos y saca las cabecitas de
unos cuantos palitos. Fija el cigarrillo encendido en
la parte superior de la caja. amarrándolo
suavemente con u n hilo. de manera que mantenga
el contacto con los ojitos rojos de los fósforos. El
cigarrillo se irá consumiendo, y cuando liegue hasta
los ojitos toda la caja saltará en llamas. Repara dos
más y luego recoge de entre las ramas una botella
que habían dejado escondida allí, la abre y riega,
con cuidado, s u contenido. Rápidamente s e retira.
Estará lejos cuando, dentro de cuatro o cinco
minutos, las lenguas de fuego se eleven por el aire.
Frank mira la hora cuando ve salir a Arturo de la
manigua: son las cuatro y treintiocho. Camina desde
la cancha hasta el lugar donde vigilará la salida de
Antonio.
Satisfecho con el resultado, Antonio envuelve el
espejito y 10s demás ingredientes en la camisa que
se ha quitado. Mete allí también el pantalón. y luego
174 WFUATO SENCION

hace un atado que asegura. amarrándolo bien con


las mangas. Se preocupa al escuchar pisadas de
alguien que entra al cuarto. pero se alivia cuando
las siente irse. De u n bolsillo de s u nueva
vestimenta saca un viejo sombrero de fieltro. lo
desdobla y se lo embute en la cabeza lo más que
puede. Por los rotos del sombrero salen algunos
mechones de pelo gris. Forman parte del disfraz.
Lo levanta un poco para colocarse sobre la frente un
paño, cuyos extremos anuda detrás de la cabeza. Así
parecerá un viejo jaquecoso. Se acomoda de nuevo
el sombrero. Vuelve a sentir pisadas y un corto
diálogo. susurrante. Tiene en la mano el reloj: las
cuatro y cuarentiuno. Espera hasta que oye alejarse
a las personas que habían entrado. Entonces sale
del excusado. Se asoma a la puerta que da al pasillo y
no ve un alma a lo largo del corredor: pero cuando
tira la vista hacia la derecha, ve al Prefecto
conversando con el maestrillo Garmidez. precisa-
mente por el lado por el que tiene que salir. Antonio
no se había dado cuenta de que el maestrillo lo había
visto. desde pasillo del segundo piso. al momento de
girar hacia las escaleras. El maestrilio no logró verlo
entrar al baño, y entonces buscó al Prefecto para
manifestarle s u preocupación. Ambos estaban ahora
buscándolo. Antonio ya está dispuesto a salir,
confiado en s u disfraz, cuando en eso oye gritos.
trajinar de pasos. El incendio- bien lo sabe- ha
comenzado. Espera todavía unos segundos y luego
sale. El Prefecto y el maestrillo están mirando hacia
el patio. atraídos por el alboroto; no le prestan
mucha atención al viejo que pasa por s u lado.
Arturo se reúne con Frank, quien sonríe con
satisfacción extraña cuando ve las llamas extenderse
más de lo previsto. Curas. maestrillos, estudiantes
LOS QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 175

del Menor, cocineros. corren. alarmados. afanán-


dose por sofocar el fuego. Llegan también estu-
diantes del Seminario Mayor. Se alargan mangueras
para llenar con agua cubos que son llevados
apresuradamente hacia el lugar del siniestro.
Antonio no se detiene a recoger el palo. el cual
debía de seMrle de supuesto bastón. y que ha
estado arrimado a u n arbusto del jardín desde el
día anterior; prefiere seguir. Cruza por la rotonda.
llega hasta la acera. Es u n verdadero anciano me-
nesteroso el que Arturo y Frank ven ahora cruzar la
calle y montarse en u n carro que se detiene por
unos segundos en la esquina. Frank mira s u reloj:
son las cuatro y cuarenticinco.

E l domingo. tres días después de la fuga de


Antonio. doña Aifonsina. ignorante del hecho, llega a
las puertas del Seminario. Espera afuera a que el
Prefecto salga a recibirla. Es la costumbre invariable
de todas las semanas. El Prefecto la ha visto bajarse
del auto. y ahora la ve, desde la ventana de s u
despacho. inquieta, con el bultico en las manos. Se
está armando ya el avispero de las visitas. Dona
Alfonsina espera durante un buen rato, y. en vista de
que el Prefecto no llega. avanza hasta la entroda
principal, cabeceando. buscando al cura, con unos
ojos ansiosos. Insegura. penetra, por entre el ajetreo
que se ha formado en la portena. hasta el pasillo,
desde donde ve abierta la puerta de la Prefectura. Se
aguanta todavía unos minutos hasta que decide
acercarse a la oficina. Camina con pasos lentos, como
si con cada uno de ellos estuviese quebrantando el
reglamento del Seminario. El Prefecto. de pie a ú n
frente a la ventana. observa a la mujer que, indecisa
176 VIRIATO SENCION

como aguardando por una orden. por u n saludo,


ocupa el vano de la puerta.
-¿Qué busca usted aquí?- grita el cura-. Será
mejor que vaya y busque a s u hijo y le diga que
regrese al Seminario, antes de que el SeMcio de
Inteligencia se entere de su fuga y lo encuentre y lo
mate. NO se haga la ignorante. Vaya y dígale eso.
para que no tenga que arrepentirse.
Los ojos del cura son más duros que s u voz.
La mujer: usualmente pacífica, obediente,
timorata, se convierte, repentinamente, en una
fiera. Le ha golpeado el peor de los presentimien-
tos. Como una película de vértigos le han llegado a
la memoria las advertencias. tantas veces repetidas,
de Antonio. Toda s u transformación ocurre en
segundos. y en segundos. como u n bólido de fuego,
salva la distancia entre la puerta y la ventana, al
fondo del despacho, donde s e encuentra el
Prefecto. y, agarrándolo con los garfios de s u s
manos. lo estruja y lo revienta contra los cristales,
que saltan en pedazos: después, con una fuerza de
poseída, lo arrastra por la estancia, desparramando
y destruyendo, al impacto del cuerpo del cura,
libros lámparas, muebles.
La puerta estaba sellada por cuerpos d e
estudiantes y sus familiares. que habían acudido al
escuchar el escándalo. Tan compacto era el racimo
humano, que a los maestrillos se les hacía imposi-
ble abrirse paso. La abigarrada multitud, apretada
en el hueco de la puerta, no penetró a la oficina
hasta que la mujer pareció haber terminado s u
tarea dwastadora. dejando el cuerpo ensotanado
como un derrengado pelele, boca a m b a , sobre el
piso. Los atónitos espectadores s e acercaron en-
tonces, silenciosamente, a contemplar al cura que
LOS QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 177

luchaba. con los ojos desorbitados. por levantarse,


agarrándose a los tobillos de los que lo rodeaban.
La mujer, entretanto, tumbada en un destrozado
sillón frailuno, repetía con voz cada vez mas débil:
"¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde está mi hijo?"
Mientras los maestriiios cargaban con urgencia al
Prefecto. para llevarlo a la enfermería. Frank y
Arturo, que habían estado observando la escena
desde la puerta, aprovecharon la confusión reinante
para sacar a la señora hasta la calie: pero en vista
de que la mujer seguía muy fuera de sí, ambos
prosiguieron caminando con elia hasta cerca de la
Feria. En el trayecto la iban conformando. con
palabras suaves: diciéndole que no se preocupara.
que Antonio estaba bien. que pronto recibiría carta
de él. que tuviera calma. que Antonio había huido
porque los curas iban a matarlo, pero que ahora
estaba tranquilo. en un sitio de gente buena. que
ellos. sus amigos, se lo garantizaban: que se fuera
para su pueblo y esperara aiiá la carta en la que su
hijo le explicana todo. Y elia se fue calmando con
las palabras de los muchachos. "y por favor. señora,
a nadie le diga que ha hablado de esto con
nosotros".
Se fue en paz doña Alfonsina. Dos semanas
después leía la carta de su hijo. Una carta, que
apareció misteriosamente por debajo de la puerta:
ide pufio y letra de Antonio!

Desde la montaña, en la terraza del hotel ubicado


en las afueras de Jarabacoa, observa Amelia la
imponente vista del Valle de la Vega Real. Apenas el
sol comienza a aclarar. Desde allí, toda la llanura es
una confusión neblinosa que poco a poco se va
destejiendo. Cuenta la historia. que en aquel cerro
que se alza allá, arropado de bruma azul. y que la
luz de la mañana empieza a develar. decenas de
miles de aborígenes fueron traspasados por el
acero español. Comentan que la "hazaña" fue
estimulada por la aparición de la Virgen de las
Mercedes. Quizás- piensa Amelia- fue. después de
la aparición, cuando las botas de vino chocaban
entre las manos ensangrentadas para celebrar tan
memorable acontecimiento, que el Almirante de la
Mar Océana pronunció aquella frase. que las
sucesivas generaciones siguieron repitiendo con
orgullo: "Es ésta la tierra más hermosa que ojos
humanos hayan visto". El cerro esta coronado por
un santuario de veneración a la Virgen aparecida. y
cerca del santuario está el hoyo donde se presentó
la imagen. Amelia sigue mirando hacia el "Santo
Cerro" y pensando en los centenares de miles de
creyentes que han acudido hasta allí en busca de
milagros para mitigar s u s angustias. Ella misma ha
ido muchas veces en peregrinación hasta aquel
"sagrado lugar".
Amelia ha pasado la noche en el hotel y ya está
presta a marcharse. Ella h a cumplido bien su
misión. En la madrugada había ido al pueblo y
deslizado por debajo de la puerta de la casa de
Alfonsina Reyes la carta de Antonio. Pronto. en ese
primer domingo del año. bajaría por la serpiente
escabrosa hasta el llano: para antes del mediodía
estaría en la Capital.

Dos años y un poco más de cinco meses trans-


currieron desde la fuga de Antonio hasta la muerte
de Tirano.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 179

A partir de aquel domingo azaroso en que dona


Alfonsina descargó s u ira contra el padre Prefecto,
las relaciones entre ella y el abuelo se estrecharon
mas que nunca. Aquella tarde. tan pronto llegó al
pueblo, buscó al viejo con un ansia de hija redimida y
s e le arrojó a los brazos para buscar refugio a s u
desconsuelo. Le contó las cosas que le había
ocultado, le pidió perdón por no haberle dicho los
temores. tantas veces repetidos, de Antonio; le
habló de la angustia de cada domingo. al contemplar,
impotente. a s u hijo. muriéndose en vida. Sólo
entonces le pareció a Alfonsina descubrir el mundo,
como si naciera a verdades de horror. La muerte de
s u marido, que tanto la desgarró, la había sufrido
como sufrían muchas mujeres por hechos similares,
en todo el país. Pero la verdad que h a b í descubierto
en el Seminario no cabía, sencillamente. en s u
imaginación. Un solo golpe. un súbito macetazo,
había p~lverizadola fe que estuvo entretejida desde
siempre a s u cuerpo espiritual. Ya tarde por la
noche. sin deseos de dormir y agotada de tantas
lágrimas. extrajo del fondo de un baúl el fajo de
cartas que Antonio le había estado enviando al abuelo
cada domingo. y que éste nunca recibió. Las puso
sobre las piernas del viejo, que se mecía pensativo
en una mecedora. El se incorporó y la abrazó con
ternura, y pasándole la mano por la cabeza. le dijo:
-Confiemos en que sea cierto- lo que te han
dicho los compañeros de Antonio. Ahora esperemos
tranquilos; por el momento no podemos hacer
nada. Y de aquí en adelante. apretémonos bien los
cinturones, porque se nos vienen encima tiempos
muy dificiles.
Así sena. La adversidad los venía acosando desde
el encarcelamiento de Antonio. El pueblo se fue ale-
180 VUUATO SENCION

jando de la familia Bell. como si ésta estuviera con-


tagiada con la peste: se fueron los clientes del
taller: los amigos de toda la vida voltearon la cara
para evitar el saludo: el novio de Aurimana desapa-
reció hacia rumbos desconocidos, y cuando el
ahorro doméstico se estiraba para lograr la postrera
libra de arroz. salió volando la última paloma que
todavia rondaba el patio. "Eran muchas- dijo el
abuelo cuando la vio aletear con cierta desespera-
ción por sobre las tejas de las casas vecinas- y
todas se fueron yendo una a una".
Por abril las cosas mejoraron. Cada cierto tiempo
comenzó a aparecer el sobre misterioso debajo de
la puerta. y, junto a la carta de Antonio. el dinero
necesario para su manutención.

La noticia de la muerte violenta de Tirano


sorprendió a Antonio estando todavia en la cama.
Jubilosa. pero prudente, Arnelia lo despeitó para
contarle lo ocurrido: bien temprano de la mañana,
alguien había pasado por s u casa a comunicarle la
tremenda novedad. A partir de entonces. iranscu-
meron. largas, las horas de espera. de aprensiones,
de temores, hasta que la ciudad se llenó de
rumores. Se abna pues. una interrogante que nadie
se sentía capaz de contestar. Había. sin embargo.
un hecho insoslayable: víctima de una encerrona,
tendida en las afueras de la Capital, el cuerpo de
Tirano había sido virtualmente cosido a balazos ...
Los dias por venir revelarían que los conjurados,
que los ejecutores del tiranicidio eran, en s u
rnayoria. viejos camaradas del JEFE.
Uno de los secretos mejor guardados refiere que
uno de los cabecillas se entrevistó en privado con
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 181

el doctor Mario Ramos. cuatro o cinco meses antes


de ejecutar s u plan. El conspirador puso al doctor
Ramos al tanto de los proyectos de asesinar a
Tirano y a s u vez le invitó a que, tan pronto se
concretara la eliminación, él se hiciera cargo de las
riendas del poder. El doctor Mario Ramos. dando
muestras de estupefacción, se llwó ambas manos a
los ojos. y con una expresión de angustia, le dijo:
"¿Por qué ha venido a decirme eso? ¿Con quién me
ha confundido usted? Por favor, váyase de mi casa y
hagan rápido lo que tengan que hacer". Cuando el
hombre se disponía a marcharse, el doctor Mario
Ramos s e incorporó del sofá donde estaba sentado
y se dirigió al visitante con firmeza: "A cambio de
mi silencio, le exijo que a nadie le diga que estuvo
aqui para hacerme tan descabellada proposición".
Acompañó al hombre hasta la puerta, y mientras lo
veía retirarse. pensó: "Cargaré las ardientes cenizas
de Tirano sobre mis hombros y luego las esparciré
como talco volcánico por el aire para que siempre
se respire s u presencia letal".
Mientras el cuerpo de Tirano yacía en el Palacio
de Gobierno, expuesto a las miradas incrédulas de
u n desfile interminable de personas, el doctor
Mano Ramos. que por encargo de Tirano ocupaba la
Presidencia de la República desde hacía un tiempo.
se afanaba en darle los últimos toques al panegírico
del gran difunto.
Los más pobres entre los pobres lloraban a
raudales la muerte de s u Amado Jefe. El pueblo. re-
pentinamente. se sentía huérfano de la mano
protectora de s u Amado Padre. Un enorme vacío se
abna en el, hasta entonces, compacto territorio
nacional.
-Ese es el pueblo- le dijo Amelia con cierta
182 VIRL4TO SENCION

tristeza a Antonio. cuando observaban por la panta-


lla del televisor el espectáculo inconsolable que
ofrecían las apretadas masas, con sus cintas negras
amarradas al brazo.
-Es la ignorancia y el miedo. Amelia- respondió
Antonio.
-Por las mismas razones por las que van en
manadas a peregrinar al "Santo Cerro".
Los funerales se celebraron por lo alto, con una
extraordinaria pompa religiosa. Los obispos s e
tocaron con sus mejores mitras, vistieron sus más
esplendorosas capas pluviales... y, en tonos reveren-
ciales. interpretaron. bellísimos. los cánticos del
oficio de cuerpo presente. Y fueron de gala los
generales. y de cerrado luto las damas de la alta
sociedad, y de cualquier manera la descalza
multitud arrebatada por el histerismo. de brazos
aspados hasta el infinito ... Después, en presencia
del "glorioso muerto", el doctor Mario Ramos
estremeció las naves del templo y tomó el duelo.
con su elocuencia de panegirista, en un prolongado
suspenso: sostenido por un discurso que parecía
haber sido elaborado con años de anticipación. Y.
finalmente, el transitorio reposo de los despojos en
la cripta de la iglesia. de donde serían sacados,
subrepticiamente. a los pocos meses. para ser
salvados de la furia de las mismas masas que
entonces lo honraran en u n contrito homenaje
póstumo.
Así se expresó el doctor Mario Ramos ante el
féretro de Tirano:

"He aquí. señores, tronchado por el soplo de


una ráfaga aleve, el roble poderoso que
durante más de treinta años, desafió todos los
LOS OUE FALSIFiCARON LA FIRMA DE DIOS 183

rayos y salió vencedor de todas las


tempestades. El hecho horrendo consterna
nuestro ánimo y estremece con fragoroso
estrépito de cattistrofe el alma nacionaL
Jamás la muerte de un hombre produjo tal
sentimiento de consternación en un pueblo ni
gravitó con mayor sensación de angustia sobre
la conciencia colectiva. Es que todos sabemos
que con este muerto glorioso perderemos al
mejor guardián de la paz pública y al mejor
defensor de la seguridad y el reposo de los
hogares dominicanos. El acontecimiento ha
sido de tal modo abrumador. que aún nos
resistimos a creerlo. jLa tierra vacila todavía
bajo nuestros pies y parece que el mundo se
ha desplomado sobre nuestras cabezas!.
;Quien nos hubiera dicho que el hombre
extraordinario a quien hace apenas dos días
vimos partir sonriente de su despacho del
Palacio Nacional iba a volver a él pocas horas
después cobardemente inmolado! Pero ahí
está la tremenda realidad con toda su elocuen-
cia aterradora Muda está ya lo boca d e donde
salieron tantas órdenes de mando. Inmóviles
se hallan sobre el pecho. donde el corazón ha
cesado de latir, las manos que sostuvieron la
espada que simbolizó durante cuarenta años
toda la fuerza fsica de la nación. Exánime y
vilmente atravesado por los proyectiles, yace
ahí el pecho heroico donde flameó
orgullosamente, como si flotara en su asta, el
lienzo tricolor. Las lágrimas que nublan
nuestros ojos y la emoción que empaña
nuestra voz, no nos permitirían cumplir, con
la ecuanimidad debida. esa tarea justiciera.
184 ViRiATO SENCION

Pero los grandes hombres entran verdadera-


mente en la historia cuando abandonan el
escenario de la vida con sus combates y sus
contradicciones.
Para el gran caudillo a quien ahora nos dispo-
nemos a entregar a la tierra para que eUa
reciba como una madre sus despojos mortales.
ha llegado fatalmente ese momento supremo.
Sea cual sea. sefiores. la actitud de la
posteridad ante su obra y ante su memoria
desde ahora podemos ajrmar que el nombre
está grabado para siempre en el material que
el tiempo respeta y que es capaz de
transformarse, pero no de perecer en la
sucesión de las generaciones. El legado que
nos deja es enorme e imperecedero. Sus obras
permanecerán mientras permanezca la
República y exista en ella un solo dominicano
consciente de lo que signiJca el tratado
fronterizo. la redención de la deuda pública, la
independencia financiera, las ejecutorias
cumplidas en el campo de las obras públicas.
de la agricultura de la salud y de todo el bien
que ha emanado durante tres décadas de una
larga paz que ha asegurado el progreso y traído
el bienestar y la tranquilidad a la familia
dominicana .
...Fue humano, demasiado humano m h a s
veces, pero sus mismos errores merecen
nuestro respecto, porque fueron hijos de su
pasión desvelada por el orden y el concepto
mesiánico que tuvo de su misibn como
hombre público y como conductor del Estado.
Su carácter recio y su voluntad rnonoliica. no
sufrieron menoscabo aiguno ni en los duros
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 185

conflictos a que se vio constantemente


sometido ni en el desgaste indispensable que
implicaron para él sus cuarenta d o s de vida
pública y su intensa participación en los
debates que dividieron en las tres últimas
décadas a sus conciudadanos.
Su fe religiosa, por ejemplo, permaneció
incólume a pesar de todas las apariencias. y el
último de los pensamientos que dejó escrito
de su pmo y letra y que entregó a uno de sus
secretarios particulares el mismo día de su
muerte para la preparación de un discurso que
se proponía pronunciar en la ceremonia
inaugural de un templo aduentista pone en
evidencia esa condición inseparable de
carhcter irretractablemente fiel a sus
sentimientos cardinales. Recuerdo que en una
ocasión inolvidable. me dijo con cierto timbre
de emoción en la voz: -Yo pienso siempre
mucho en los muertos.- Con el pensamiento
puesto en sus hijos. solía decir muchas veces:
-El trabajo es lo que más acerca al hombre a
Dios.
Su entusiasmo por las condecoraciones y su
afición a los titulos y a todo lo que es pompa
teatral en las implacables luchas del poder, no
respondió en el fondo a un simple sentimiento
de vanidad, como muchos creyeron, sino que
fue uno de los recursos de que se valió este
artista de la política, conocedor profundo de la
psicología de las masas. para sugestionar a las
multitudes y para inJuir sobre la imaginación
de los hombres con todo el prestigio de su
fuerte y desconcertante personalidad
...Bajo su pecho de acero latía un corazón
1S6 ViRíATO SENCION

inmensamente magnánimo. Sólo una voluntad


granítica como la suya pudo resistir, sin caer
en excesos imperdonables y en venganzas
inútiles, el cúmulo de asechanzas insólitas. de
delaciones infames y de insinuaciones
perversas que llegaban a diario, al traués de
algunos de sus colaboradores. hasta la mesa
agobiada de problemas de este dominador de
la fortuna Sobre sus hombros se han cargado
muchas deudas que él no contrqjo jamás y
cuya responsabilidad corresponde a los
maestros de la adulación y de la intriga que
especularon con su buena fe y con sus
naturales pasiones de hombre que amó
inrnensamente las sensualidades de la vida
...El momento es. pues. propicio para que
juremos sobre estas reliquias amadas que de-
fenderemos su memoria y que seremos Jteles a
sus consignas manteniendo la unidad y con-
Jundiéndonos con todos los dominicanos en
un abrazo de conciliación y de concordia
Querido Jefe: hasta luego. Tus hijos
espirituales. veteranos de las campañas que
libraste durante más de treinta años para
engrandecer la República y estabilizar el
Estado. miraremos hacia tu sepulcro como
hacia un símbolo enhiesto y no omitiremos
medios para impedir que se extinga la llama
que tú encendiste en los altares de la
República y en el alma de todos los
dominicanos".

Después de los funerales. una esperanza secreta


se fue adueñando del espíritu de las gentes. Antonio.
no pudo. sin embargo. ocultar su pesimismo por el
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 187

porvenir de la nación. Con u n tono firme y a s u vez


melancólico, emitió una frase que las circunstancias.
parecían descartar: "Entierran al demonio, pero. a
cambio. emergen de s u s tumbas los dioses falsifica-
dos".
El dictamen no fue bien recibido por don
Fortunato y doña Kiki, quienes no terminaban aún de
alabar el inextricable discurso que había pronuncia-
do el doctor Mario Ramos. ante el féretro de Tirano.
Antonio no varió s u jpicio, pero tampoco lo amplió,
obedeciendo a una seiial de Amelia. Optó por un
respetuoso silencio. Luego siguieron departiendo en
una conversación post mortem. en la que los esposos
Bolaño- Caprino no dejaban de argumentar sobre lo
saludable que sería para el país u n gobierno
presidido por el doctor Mario Ramos.
Atardecía sobre la vieja ciudad: el ojo rojo del sol
parpadeó un instante en el horizonte antes de irse
al otro lado del mundo. y una sensación de cirios
recién apagados, d e cascos resonantes entre
escombros de antiguas sepulturas, invadió el ánimo
de los hombres y mujeres del pueblo, que se
retiraban pausadcmente hacia la oquedad de sus
hogares.
En julio, Antonio cumpiiria dieciocho axios. Seguía
siendo el joven taciturno, ahora más estirado, de s u s
tiempos del Seminario. Aunque había logrado
superar bastante s u deterioro nervioso, todavía
acusaba síntomas de delirio de persecución. Las
primeras noches que siguieron a s u fuga. durmiendo
en el apartamento de Amelia, se convirtieron en u n
pavoroso campo de enfrentamiento contra los
ruidos indescifrables producidos e n el silencio:
volvían a estrangularlo las incesantes pesadillas
suíiidas en el Seminario. Le confió a Amelia sus an-
gustias nocturnas. y ésta no vaciló en dejar la casa
de su madre para instalarse de nuevo en la suya.
Amelia buscó u n médico que le suministró a
Antonio los auxilios necesarios en esa delicada
etapa inicial. Posteriormente, compartina el secre-
to con don Fortunato y doña Kiki,así como Claudio
Alberto. cuando éste regresó de España. De ahí en
adelante. el estado de Antonio mejoró notable-
mente. Vendría entonces ese afán por devorar
libros. por conocer la realidad del mundo, que lo
iría convirtiendo en un idealista patético. Pensaba
siempre en el padre Paula. como en un sueño
desdibujado por el tiempo. Había triunfado una
revolución en Cuba. y disfrutaba. en su imaginación.
la posibilidad de que s u antiguo maestro estuviese
feliz. logrando. allá. todos s u s propósitos.
Frank abandonó el Seminario el verano siguiente a
la fuga de Antonio y cursaba ahora, en la Universi-
dad. la carrera de odontología. A esas alturas había
enterrado aquellos viejos sentimientos hacia Car-
men Isabel. El hecho de haber sufrido alguna vez por
esa infeliz muchacha, que ahora le parecía estrujada
y hueca, con ese raro andar de ánade, y carente, por
demás, de buen gusto en el vestir, constituía para él
una vergüenza de la que no quería hacer memoria.
Se sentía muy por encima de eso que él llamaba
"sentimientos estúpidos de niño". Con Amelia seguía
teniendo el mismo trato cariñoso de siempre, pero
en ambos parecía haberse operado un desarraigo
total de la mutua inclinación erótica.
Frank era el revés de Antonio. Desdeñaba la
lectura que impiicara algún esfuerzo de concentra-
ción. y rehuía todo envolvimiento ideológico.
Prefena el mundo de las apariencias: la sastrería.
los autos. el restaurante de primera. que proyecta
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 189

imagen; y ahora, que comenzaba una nueva era en


el país, miraba hacia las alturas del poder con una
ambición enfermiza. Adquirió hábitos de gran
seíior, y, aunque seguía tratando a Antonio con
aprecio y con una actitud u n tanto paternalista. se
mantenía a cierta distancia de este muchacho
ficcionado por la redención social, imbuido de qui-
meras que a Frank ni le interesaban ni entendía. En
las ocasiones en que compartía con Antonio el tema
político, apoyaba sin reservas las agrias opiniones
de éste en cuanto se relacionaban con el doctor
Mario Ramos, para quien Frank aún guardaba una
suerte de repugnancia, si bien s e complacía en
ahondar curiosamente en los oscuros laberintos del
personaje, para cuyas mañas no podía ocultar una
cierta fascinación.
Años más tarde, sin embargo. Frank Bolaño sena
u n notorio espía al servicio exclusivo del presidente
Ramos. Seria identificado como uno de los hombres
más temidos del gobierno. Agotaría horas en la
recámara íntima del Presidente, arrobándolo al em-
brujo casi musical de las conversaciones telefónicas
recién grabadas. En tales circunstancias recordaría,
admirado de los juegos del destino, aquellos tiem-
pos cuando el solo nombre del doctor Ramos le
provocaba revuelcos estomacales.
Unos meses antes de la muerte de Tirano, Arturo
decidió abandonar el Seminario. Un martes de
marzo, sin consultarlo con nadie. en u n arranque
de desesperación, momentos después de la sesión
de estudios de las dos. cerró los ojos y se tiró a la
calle: primero con u n caminar apresurado. luego
con u n trotecito nervioso. y al fin, ya un poco lejos,
volteando la cabeza en una última mirada fugaz. se
echó a correr por la avenida, como un perseguido.
190 WRiATO SENCION

hasta parar en el parque Independencia. donde se


detuvo junto a u n banco, a poner en orden el
alborozo de s u libertad.
Fue luego a casa de los padres de Frank, pero
éste no estaba; entonces se encaminó hacia la de
Amelia. Tenia muchas ganas de juntarse con Anto-
nio. a quien no veía desde agosto. Eran como las
cuatro de la tarde cuando tocó el timbre, pero
nadie respondió. No quería irse para su pueblo sin
haber hablado antes con Antonio. Se puso a dar
vueltas sin rumbo fijo y a las seis regresó. Amelia lo
recibió con muestras de alegría. Arturo, compla-
ciendo los ruegos de Antonio, se quedó a dormir
esa noche y otra más en la casa. con la anuencia de
Amelia. quien exhibió toda la cortesía de que era
capaz. preparándoles una rica cena de camarones a
la mariposa. Frank se apareció como a las diez.
respondiendo a un mensaje que le había dejado
Amelia con doña Kiki. Celebraron con vino la
libertad de Arturo. chocando las copas y conversan-
do alegremente hasta el amanecer.
Cuando. a los dos días. Arturo apareció en su
pueblo. se encontró con una mala noticia: Laly tenia
otro novio. Simuló no darle importancia. pero el
golpe lo recibió en el corazón. Laly había crecido:
tenía la belleza sensual de la adolescente que se va
pareciendo a una mujer. Y, con el cambio. había
adquirido algo que a Arturo se le hacia incomprensi-
ble: conciencia del futuro: y, además, gravitaba sobre
ella el peso social de la famüia, cosa para la cual Laly
había sido indiferente en s u niñez. La madre de
Arturo. para sorpresa de él, lo recibió con manifesta-
ciones de gran regocijo: se operaba el regreso del
hombre a la casa. A lo demás le dio poca importan-
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 191

cia. Pasaron algunos días de reajuste. hasta que s e


incorporó a la rutina del pueblo.
Para los días de la fuga de Antonio, Arturo y
Frank no alcanzaron a darse cuenta del impacto
que tal suceso produjo en las autoridades del
Seminario. Estas postergaron por una semana
comunicar la noticia al doctor Mano Ramos. Acaso
aguardaban la posibilidad de u n retorno. sin
descartar el hecho, razonablemente factible. de un
secuestro o el asesinato del serninarista a manos de
los agentes del gobierno. A la luz de un análisis
sereno, tanto el secuestro como el asesinato fueron
desechados por el doctor Ramos, quien dio
muestras entonces de una astuta visión política no
exenta de riesgos: les propuso silenciar la desapari-
cion de Antonio Bell, como única opción para evitar
la represalia de m a n o . Se establecía de ese modo
una especie de alianza secreta entre él y la Iglesia.
obligación que facturana unos ados más tarde.
Muerto Tirano, tras fracasar en s u intento de
retener el poder: al cual s e había aferrado como
garrapata. y asediado. hasta en la intimidad de s u
hogar por la indignación del pueblo. el doctor
Mano Ramos brincó una noche la verja de su casa y
s e asiló en la Nunciatura Apostólica, mansión
contigua. donde fue recibido y amparado como a
Pnncipe de la curia.
SEGUNDA PARTE

Y diga el autor, escudándose en


Aristóteles. que no es offcio del poeta
lo digamos: del nouelistci) "el contar las
cosas como sucedieron, sino como
debieron haber sucedido".
Alejo Carpentier.
Librado Santos es u n poeta que, como J u a n Luis
Guerra. s e inspira en estrellitas y duendes; pero.
ahora, otra inspiración lo absesiona y ahoga. Es un
joven que no aspira a s u propia gloria. aunque si a la
gloria de otro, la cual ansia. manifiestamente. como
suya. Cree. Librado, llegado el momento estelar en
que el doctor Mario Ramos ha de consagrarse ante
la posteridad. Demasiadas horas. como si s e hubiera
propuesto una obstinación. ha empleado este joven
defendiendo gratuitamente la conducta pública de
un doctor Ramos que cada día borraba el espejismo
anterior con un espejismo mayor. Carente de argu-
mentos. siquiera medianamente válidos, con que
seguir defendiendo a s u ídolo. el poeta se aleja de
los cenáculos. a la espera de un miiagro rectüicativo.
Se sabe sin fe en las ejecutorias del doctor Ramos en
u n próximo período de gobiemo. Comprende que,
por más que lo desee, s u líder no podrá realizar el
gobiemo que dice haber soñado de niño; máxime
ahora. cuando el electorado le ha negado el favor de
los votos. aunque s u bien aceitada maquinaria
partidista ha sabido manejar las cosas de manera
que los cómputos le otorguen el triunfo, en un
fraude dificil de ocultar.
Tendido en una cama, en l a soledad de s u apo-
195
196 VIRLATO SENCION

sento. el joven piensa en s u orgullo personal, en


s u inteligencia. tantas veces puesta en entredicho
por aquellos ante quienes ha defendido la tesis de
que el hombre de la obra escrita, ese doctor
Ramos que a él subyugara mágicamente con s u
obra literaria. no podía ser distinto al doctor
Ramos del quehacer político. al de los avatares del
poder. Este y aquél debian constituir una pieza
inseparable: uno, el genio protector del otro. Con
los ojos pegados al techo. el joven no alcanza a
comprender de cuáles esguinces s e ha valido el
azar histórico para sabotearle al doctor Ramos la
posibilidad de tal conjunción. Sabe, mientras
espera el momento culminante, que el Presidente
no obtendrá gloria alguna a través de s u s
anteriores obras de gobierno. Pero piensa que
existe, como u n regalo último del destino, una
sola y final esperanza de consagración: el doctor
Mario Ramos renunciará al oscuro triunfo
electoral, y. en u n desprendimiento ajeno a la
historia nacional, se dirigirá al pueblo. en un
discurso como nunca se oyó en el pasado ni
habrán de oírlo las generaciones futuras. Después
de todo. ¿qué le queda a este hombre por vivir?
Doblegará la historia. s e hará invulnerable a la
sevicia enemiga. bajara hasta sus pies las constela-
ciones siderales. y a la sombra de s u solar. como
un mito viviente. tutelara. por el resto de sus días,
el alma de su pueblo. Este último milagro espera
el poeta, mientras dormita al lado de la radio
aguardando el instante supremo. Cierra los ojos,
acuna la cabeza en el hueco de s u mano, y. sumer-
giéndose en un mundo mágico, imagina o sueña
este hechizo oratorio:
"Sefior Presidente de la Asamblea Nacional:
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 197

señores miembros del Congreso; distinguidos dig-


natario~y representantes de gobiernos extranjeros:
pueblo dominicano:
Se me ha acusado injustamente muchas veces de
ser un enfermo del poder. Sobre mi persona han
llovido durante años los más calumniosos epítetos.
Permítanme ustedes reproducir hoy la esencia de
lo que ha mucho tiempo dije- casi como u n
desahogo. al que no estoy acostumbrado- a u n
reducido grupo de dignidades eclesiásticas. De esta
forma me dirigí a ellos: 'Durante más de treinta
años de tiranía h e permanecido e n las tinieblas.
accionando, con doloroso denuedo. un faro de luz,
que el hado misterioso del destino colocó e n mis
manos. A manera de un Jonás multiplicado. he
permanecido por cien y mil días, por cien y mil
noches. en las entrañas de la ballena, aherrojado mi
espíritu en tan sombno calabozo. Pero he caminado
sobre el cieno sin mancharme. sobre el filo de las
lanzas sin herirme'.
Han pasado treinta años desde aquella reunión y
hoy puedo repetir con orgullo la mismas patéticas
m=.
Lo que más deseé siempre en mi vida fue llegar
al término de ella disfrutando d e la paz y d e la
independencia necesarias para poder dedicar mis
ocios a las únicas cosas que me son verdadera-
mente gratas.
Siempre acaricié la idea d e sentarme en algún
lugar de la tierra "lejos del mundanal ruido". para
escribir y pensar a mis anchas. para viajar cuantas
veces pudiera y para ser, en fin, dueño d e mi
mismo.
Creo. señoras y señores, que hoy ha llegado ese
198 VlRIA'R3 SENCION

día. Espiritualmente inmaculado como una rosa


recién nacida en un jardín al cuidado celoso de las
dnades: mas erosionado mi cuerpo por la fatiga del
tiempo y del trabajo arduo, declaro ante ustedes y
ante el mundo que declino voluntariamente la
posesión del cargo que es principio y fin de toda
humana ambición: la rectona de la República.
Ustedes s e preguntarán por que he esperado
este día y esta solemne ocasión para hacer tan
dramático anuncio. He de responder que de
haberlo hecho antes. hubiera perdido todo el valor
que le he querido conferir, porque hubiera actuado
entonces bajo el acoso de lo que más odio: la
presión y la amenaza.
Nada me obstaculiza la ascensión al Solio
Presidencial por sexta vez. pero siento en mi
pecho la abrumadora carga de la duda sobre la
legitimidad de mi triunfo electoral: frente a eso. yo.
que no conozco de mezquindades. quiero descargar
mi conciencia e irme tranquilo a la paz de mi casa a
disfrutar del respeto de mi pueblo y a contribuir
con mi humilde experiencia, si así se estima. al
buen éxito de quien desde hoy ha de sucederme en
las azarosas faenas del poder".
El joven emergió de las brumas de la magia, y en
un arrebato de felicidad s e lanzo por las calles a
tratar de confirmar lo que para él era ya una cosa
cierta. Pero no encontró respuesta en la tristeza de
las gentes. Alarmado, se allegó hasta el Palacio del
Congreso y. confundiéndose con la multitud de las
gradas, se dispuso a presenciar el acto de la toma
de posesión del doctor Mario Ramos.
En vista de que el doctor Ramos era sordo ya del
oído izquierdo, del fianco derecho, donde le
quedaba el oído sano. s e colocaron el ayudante
LO3 OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 199

militar y el ayudante civil. y del otro. el Señor


Magistrado; el cual. mandado a buscar.
presurosamente, con una patrulla del Ejército.
estaba ahí para tomarle el juramento como
Presidente de la República.
Era ya de mucha edad el doctor Ramos y. además
de la sordera parcial, una implacable ceguera le
vedaba las maravillas de la creación. A pesar de
todo. parecía sostenido por u n espíritu
irreductible. Su rostro flemático y duro, como obra
vaciada en yeso. daba la impresión de un hombre
embalsamado en vida. La única manifestación
concreta de aliento seguía siendo el tono rugiente
de su voz, que conservaba con la misma energía de
aquellos tiempos de garganta encadenada. cuando,
desde la tribuna. hacía estremecer al público con
sus hiperbólicos laudatonos a Tirano.
-Métale la banda por donde sea- le susurró. con
voz apagada pero recia, el ayudante militar al señor
Magistrado. No tiene que ser necesariamente sobre
el pecho. tíresela sobre los hombros y ¡ya! ¡Por
Dios, señor juez. esto hay que terminarlo!
Allá. lejos del recinto. los hombres del pueblo,
acodados en las repisas de la ventanas, apoyaban
sus caras. de ceños fruncidos. sobre s u s puños
cerrados. puestos los ojos en algún lugar impreciso
del espacio.
-Yo no voy a venir hasta aquí a colocar el sagrado
lienzo tricolor como si fuera cualquier cosa. ¿qué se
ha creído usted, General?; ¿que esto es acaso u n
trapo de levantar ollas? iVamos. álcele el brazo! No
tanto, General. bájelo un poco para que yo pueda
pasar la banda por encima. Así ... así está mejor. Ya
ve. General, todo se puede arreglar en esta vida.
Ajenos a todo acontecer nacional, en las calles.
200 ViRiA'Nl SENCION

los niiios. desnudos. jugaban distraídamente con


palitos, revolviendo los manchones que formaban
sus orines sobre la tierra color de ceniza.
-Dígale ahora que levante el brazo derecho; voy a
proceder a tomarle juramento- murmuróle el juez
al General. extendiendo ambos los pescuezos por
encima de la cabeza del doctor Ramos.
En los traspatios. las mujeres. paradas o arrodilla-
das frente a s u s cántaros o bateas, esperaban
ansiosas a que cayera el aguacero milagroso que les
permitiera asear la ropa reseca de sudores. que las
ayudara a resolver necesidades perentorias. Sus
manos. garras amenazantes. coronas de una selva de
brazos, se crispaban desesperadamente a los cielos.
como en u n ritual mágico de Furias, en trance de
violencia; tratando de calar el vacío. de destripar el
vientre de una nube negra que s u s ojos veían.
impotentes. desplazarse hacia el noroeste. "Un
diluvio de churria es lo que nos debiera caer!",
vociferó. rabiosamente, una vieja desdentada. en el
colmo ya de la desesperación. mientras se retiraba
con su lata vacía, luego de haber esperado por horas
debajo del cano, cada día más seco. cada di más
oxidado por los excrementos de las sabandijas.
El señor Magistrado cambió de lugar con el
ayudante militar, para que el doctor Ramos pudiese
oír el rosario de compromisos a los que estaría
obligado como jefe de gobierno. so pena de desafiar
los embates de las iras divinas.
-Señor Presidente de la Asamblea Nacional.
¡Juro! ~Juro!¡Juro! ~Juro!~Jurol¡Juro! y seguiré
jurando por los siglos de los siglos...
-Excelencia, yo no soy el Presidente de la
Asamblea Nacional. yo soy el juez Celestino Collado,
su viejo amigo y condiscípulo. La Asamblea Nacional
LOC QUE FALSIFíCARON LA FIRMA DE DIOS 20 1

no logró ponerse de acuerdo para elegir bufete


directivo: por eso me mandaron a buscar y por eso
vine.
-Ah, ¿es usted el señor Magistrado? Bueno ...
pues da lo mismo.- Y procedió el doctor Ramos a
levantar de nuevo la mano derecha. con tanta
torpeza, que un par de veces dio s u pescozón al
micrófono: y ya, con la mano firme, dijo-: Rejuro
por las cenizas de Alfonso el Sabio; por las lágrimas
de Beatriz la Sin Ventura: juro por el pecho heroico
donde flameó orgullosamente el lienzo tricolor: por
el roído cerebro de Ruggieri: por el recuerdo
sagrado d e Pittini, el que fuera Arzobispo y
Primado; juro por.. .
- ¡Acabe de jurar ya. por favor, Excelencia!- lo
interrumpió el juez.
Las mujeres. sobrecogidas de espanto. temían y
anunciaban, con voces agoreras, la muerte del
pueblo. Avizoraban los pozos sépticos reventando
por los huecos de los sanitarios: veían. en zafarran-
cho de combate, los perros sarnosos y las ratas
famélicas posesionándose de la ciudad. dis-
putándose los desperdicios fermentados que. por
días. permanecían en basurales. por las esquinas; es-
taban horrorizadas por la pronta llegada de la noche,
que vendría a sumir en u n universo de tinieblas las
casas, las calles, y con ella las últimas esperanzas.
Las ancianas y ancianos de la ciudad sabían que
estos tiempos eran mucho, mucho más dificiles y
angustiosos que los de principios de siglo, que los
de fines del siglo anterior. Sabían que esta miseria
de hoy era más temible y menos llevadera que
cualquier miseria registrada en la memoria de los
hombres.
202 VIRlATO SENCION

- ¡Juro! ¡Juro! iJuio!...


El ayudante civil. un hombrecito de figura u n
tanto ridícula: narilargo y de brazos exagerada-
mente extendidos. movió u n dedo por encima de
s u oreja e inmediatamente s e levanto. a s u s
espaldas. un coro de vivas, que no sorprendía tanto
por el entusiasmo alborotado cuanto porque
procediera de gente que había estado allí todo el
tiempo en la m5s pasmosa quietud.
Los ecos del Palacio del Congreso se fueron
trastumbando sobre las calles polvorientas, sobre
los patios repetidos. cundidos de dolor; sobre las
ventanas. ocupadas por ceños arrugados, confun-
diéndose con los fétidos olores que parecían esta-
cionados para siempre en la atmósfera particular-
mente bochornosa de aquel mes de agosto.

El doctor Mano Ramos había perdido muy poco


de s u s hábitos. A los ochenta y tres años seguía
siendo ese hombre cronometrado por u n tiempo
exacto. cuyos pasos se podían seguir cada minuto
de las veinticuatro horas del día y de la noche. A
diferencia de SU cuerpo sometido a una rutina
invariable, perfectamente mensurable, su espíritu
flotaba en una nebulosa que sólo franqueaba la mas
atrevida especulación. De costumbres frugales y
abstemio. algún misterio- muchas veces mal
interpretado por la maledicencia de la gente- le
hizo escoger el estado de la soltería impenitente,
régimen éste que le permitía la libertad de
"apearse por cualquier lado de la cama". Aunque s u
apetito sexual se habíí reducido ahora a solemnes
amagos seniles. el doctor Ramos mantenía el vlejo
LOS O W FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 203

ritual de recibir los domingos. a las cinco de la


tarde, en la soledad de s u estancia, a s u amante
favorita. Como una forma compensatoria a s u
avanzada edad. en los últimos años habíí hecho uso
de la costumbre bíblica de arrimar s u s carnes
amojamadas a las palpitantes carnes de las
doncellas- temblorosas ante el embrujo de la
deidad del poder-, en cuyas inagotables fuentes
buscaba afanosamente el el& de la regeneración.
Para los efectos de reclutamiento de tan apetitosos
bocadillos juveniles, se valía del ojo avezado de un
antiguo guardia raso, después vistoso General,
pertrechado siempre de galones conquistados en
una encarnizada guerra celestina. de concierto con
el doctor Mario Ramos.
Sabíí prodigar los halagos más exquisitos a las
hembras de turno. siempre y cuando estuvieran
solos. Jamás un tercero lo oiría emitir un juicio de
alabanza. Nadie sería testigo d e una debiiidad de su
corazón. Las mujeres, por ejemplo, con el propósito
de granjearse favores, pese a que él nunca les
hubiera sugerido la más insignificante ventaja, bien
podrían jactarse después de alguna de las ternezas
que les habría prodigado en alguno de s u s
momentos de arrebato o de abandono. Hasta cierto
punto. muchas de aquellas ixujeres que habían
pasado por s u lecho movían a sentimientos de
lástima. especialmente las que le habían parido.
cuando el hombre era a ú n fecundo. De diferentes
edades, al amparo de madres desoladas. andaban de
despacho en despacho no menos de una docena de
varones y hembras, demostrando a los ministros y
jefes departamentales la autenticidad de s u s rasgos
heredados, en la presurosa búsqueda de algún
a m o oficial. Realmente. a pesar de que ninguno de
s u s hijos tenía paternidad reconocida. no era
204 VIRIATO SENCION

menester mucho esfuerzo para dar con su factura,


pues los funcionarios conocían la verdad de una
historia cuya única traza de incertidumbre era
cuántos otros habrían de surgir de entre las
sombras. Personas bien enteradas hablaban de
quince, otras de dieciocho y otras de veinte; y en
esa confusión no dejaban de aparecer decenas de
mujeres: gordas, agrietadas, que se autoproclama-
ban inspiración de uno de los poemas más
declamado del doctor Mario Ramos: Mencía.
Por extraxio que pueda parecer, estas amantes
ocasionales no mostraban rencor alguno hacia el
doctor Ramos. quien parecía haber conquistado
para siempre sus corazones. "Tendrá sus secretos
y. como otros muchos, se los llevará a la tumba".
había comentado alguien, con cierto dejo de
envidia. en una tertulia de análisis político de 4 s
que cotidianamente se celebraban en cada una de
las casas. en cada uno de los bares. en el ~alecóh,
en las esquinas y plazas de la ciudad. Tan compleja
era la personalidad de aquel señor, unos vericuetos
tan bifurcados se arrastraban por su alma que. al
término ya de su segundo periodo de gobierno. se
habi convertido en el arquetipo de lo indescifrable.
Para entonces habían surgido expertos en el
análisis de ciertas Areas de su comportamiento. A
estos peritos acudían personas importantes:
funcionarios. ex funcionarios que soiiaban ser rein-
tegrados; aspirantes a cargos públicos con
dislocamientos arteriales por la tan desesperante
espera: contratistas de obras públicas, militares de
todos los rangos y hasta políticos de la oposición.
con el propósito de dar con las claves del enigma:
qué quiso decir cuando dijo tal cosa en tal discurso
o en tal conversación; cómo se podía interpretar
LOS QUE FALSIFTCARON LA FIRMA DE DIOS 205

aquel saludo con la mano hacia a m b a o hacia abajo.


en la reunión de anoche; qué sentido darle a esas
palabras con que anteayer me despidió en s u casa...
Una de las actividades más prósperas durante el
reinado del doctor Mario Ramos lo constituía la
práctica de la brujería. Nunca antes se había
conocido tal grado de progreso en u n sector que
hasta entonces sólo había sido reclamado por la
desesperación de los menesterosos. Muchos brujos
y brujas adquirieron sobrado dinero e influencia con
una clientela ranqueada en las más altas esferas de
la política y la milicia. La gente acudía fervorosa-
mente a la hechicería tras la caza de u n a
interpretación de lo que estaba pasando y de lo que
iba a pasar ... Habían quedado atrás, sepultados por
una época que parecía planchada por los siglos, los
tiempos de ardorosos entusiasmos ideológicos. y
ahora, en este principio de la década de fin de siglo,
una grisácea pátina se acumulaba tenazmente en los
altos y bajos reliwes de los cuerpos de los hombres.
de las casas de los hombres, de las esperanzas de los
hombres. cuyos afanes de sobrevivencia reducían a
rescoldos muertos aquellos antiguos. antiquísimos
vestigios de luz.

Aquella morada oculta a los ojos comunes,


aquellos impenetrables escondrijos del doctor
Mario Ramos, aquel trasfondo lejano, fúnebre, de
ronquidos de fieras. fue indudablemente el cebo que
atrajo a Frank Bolaño. Temerariamente, saboreó. en
la distancia, el peligro y se fue acercando por el lado
mas borrascoso: el de la conspiración. Rencores.
aunque viejos y apagados, no le faltaban, pero él
206 ViRlATO SENCION

mismo se encargó de atizarlos para motivarse mejor.


La carrera de odontología. de la que se recibió con
honores, más por la fuerza del orgullo que de la
vocación. no se traducía en emoción alguna para s u
insaciable espíritu. Montó. sí. el mayor consultorio
del país. el mejor equipado y el más lujoso. Pero
otros harían el trabajo, u n tanto repugnante, de
bregar con babas. caries y muelas: aunque él no
desdeñara (tenia fama de manos de ángel) tratar
personalmente a ciertos clientes que, por s u s altas
posiciones, podían muy bien servirle para afianzar
sus garras en la médula social. Y como el que busca
encuentra- y el. Frank Bolaño. estaba. además, muy
bien preparado para actuar cuando encontrara-
ocurrió que un lunes de principios de junio, sólo días
después que el doctor Mario Ramos saliera
victorioso de la primera de s u s tantas reelecciones,
lo sorprendió en su oficina la llamada telefónica de
un hombre, solicitando servicios odontológicos.
Dudó, al principio, de si trabajar personalmente al
nuevo cliente. señor que, aunque de mucho nombre,
venía de sufrir una serie de reveses en s u vida militar
y política. y que parecía atrapado en u n pozo
profundo y sin salida. Pero mfis pudo la curiosidad
que el interés. y en la curiosidad quedó atrapado
Frank. atraído por el ex- General, a l azar de u n
complot. de cuyas particularidades poco ha llegado a
saber el público. salvo que fue u n fracaso y que el
militar fue condenado al destierro. luego de haber
sido juzgado sin contradicciones y ante las cámaras
de televisión (dicen que con el cañón de una pistola
mordiéndole la espina dorsal) por el mismo doctor
Mario Ramos. mientras Frank Bolaño, uno de los
hombres de confianza del conspirador, pasó a ser
uno de los hombres de con6anza del conspirado.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 207

A Frank Bolaño le gustaba navegar en aguas


profundas, s e tenía alta estima y odiaba el fracaso.
Aquel antiguo seminarista. en el que s e anunciara ya.
desde sus diecisiete años. una marcada inclinación a
manejar situaciones conflictivas. daba ahora s u
primer paso en h e como manipulador y hacedor
de voragines, terreno bastante intrincado. donde
ina abonando las simientes de lo que seria una
leyenda de terror sofisticado, cuyas víctimas, que
solían ser gente colocada en algún enclave del
poder, podrían. de repente, con el concurso mismo
de aquel que los acorralara, convertirse e n
victimarios. en ese infernal juego de complejos
vaivenes.
Había cumplido ya los veintiocho anos y una voraz
e implacable calvicie le iba trabajando sobre la
frente. Su forma de vestir era impecable. Usaba
trajes a la medida, de confección exquisita. y no le
era ajena cierta maestría protocolar para ponérselos
según la ocasión. Una de las cosas que más le dolió,
al cabo de once meses de andar conspirando con el
ex- General, fue que unos palurdos del Servicio
Secreto de la Policía lo sacaran de la cama, una
madrugada de mayo. sin permitirle vestirse. Se lo
llevaron a rastras, en pijamas, hasta la celular, y con
semejante empaque, lo introdujeron, a empellones,
al regio despacho del general Nataniel Piro
Cristóbal, temido jefe de Policía, que no dejaba las
cosas importantes a terceros y que indistintamente
usaba de la razón. la amenaza y la tortura, para hacer
hablar a sus detenidos.
- Uf, que mal educados son sus agentes. General,
ni siquiera dejaron que me vistiera- dijo Frank,
parado delante del escritorio. mientras se pasaba las
manos por los hombros y el pecho como si s e
208 VIRIATO SENCION

estuviera alisando las anugas de la camisa-. No luce


bien presentarse a un jefe con esta facha.
-Es usted dichoso de que lo hayan traído así, a
otros los traen en cueros. y no para mi despacho sino
para el calabozo- tronó el General. Y con voz más
suave. la vista hacia la espiral que formaba el humo
de su cigarrillo. agregó- : Supongo que usted sabe las
razones por las que lo he mandado a buscar,
¿verdad?- aqui subió el tono y se incorporó con la
mano derecha puesta sobre la cacha de la pistola-.
¿Verdad. verdad que lo sabe?.- Lo miraba ahora
directamente con ojos centelleantes.
-Excúseme usted. General, pero ignoro las
razones por las que estoy aqui. Si fuera usted tan
amable.. .
-Lo voy a colgar a usted por los cojones. si no me
confiesa todo ahora mismo- lo interrumpió el
General. colocando la pistola sobre el escritorio.
-No sé, sinceramente. de qué se trata. Generai.
Lo único que sé es que sus agentes me han faltado el
respeto- dijo Frank, con aire ofendido.
-Pues mire, doctorcito. le voy a comenzar con el
Padre Nuestro para que luego usted siga con el Ave
María. Sabemos que usted es parte de u n complot
para derrocar al gobierno legalmente ronstituido y si
se niega a confesar civiiizadamente lo que usted
sabe, me veré en la obligación de bajarlo al calabozo.
donde. le advierto, los muchachos tienen las manos
bien pesadas y no se andan con contemplaciones.
-Ah, de eso se trata. ¿Y por qué no comenzó por
ahí, General? Nos hubiéramos ahorrado tiempo-
dijo Frank. haciendo u n suave ademán con la mano
derecha y sonriendo beatíflcamente.
Bien sabía Frank de qué se trataba. Desde el
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 209

momento en que los agentes irrumpieron en su casa,


echando abajo la puerta principal. y después en su
habitación. levantándolo de la cama como a un
muñeco, supo que algo había fallado y que por el más
mínimo descuido sena hombre muerto. Acababa de
caer en manos del más selecto cuerpo de
criminales, y sólo un milagro de la inteligencia podía
salvarlo. Había previsto esas circunstancias y estaba
convencido de que los recursos de que disponía,
llegado el caso, senan poderosos, pero había que
manejarlos con sumo cuidado. No tenía tiempo ahora
para pensar dónde radicaba su error (jvaya si esto le
mortificaba!), sino que debía concentrar toda su
atención en esa bestia que tenía a dos palmos de sus
narices. en cuyo tufo, que ya le llegaba, se adivinaba
el olor de la sangre: igeneral Piro Cristóbal!.
- General- dijo kank. con voz lenta y sosegada-,
no tome a mal lo que voy a decirle. pero es una
realidad indiscutible que el doctor Mario Ramos está
pésimamente protegido. jmuy mal protegido,
General! ¿Sabe él, sabe usted, que están a punto de
derrocarlo?
-¿Qué quiere usted decir con eso?.- El General
había dado la vuelta al escritorio y ahora se situaba
cara a cara a F'rank.
-Que el complot ese que usted mencionó está
próximo a estallar, y que el Único que no va a
disparar u n tiro soy yo. Pero de todas formas.
permítame feiicitarlo, General, por el acierto que ha
tenido en detenerme. iHa sido, verdaderamente, un
acierto!
- ¿Y...?. - El General se impacientaba, prendía un
cigarrillo con la coma de otro.
- Que yo tengo ciertos detalles, algunas pruebas de
210 VIRIATO SENCION

la conspiración... Desde luego. como usted notara,


ahora las cosas han cambiado, mi papel s e ha
invertido... Ahora trabajaré para ustedes y deberé
investigar a los enemigos del gobierno.
-Bueno... bueno ... está bien, podna usted trabajar
conmigo. ~ C O no!. ~ O a mi servicio, ¡qué carajo! Pero
no es de eso de lo que se trata ahora.- Una luz briiió
en los ojos del General.
-Sí, ya sé. Es lo relativo al complot. Como le dije.
poseo pruebas del asunto. Si usted fuera tan amable y
me permitiera ir a mi casa las traena ... Puede usted
acompañarme si es su gusto. General.
El G e n e r ~ lregresó a s u sillón y tomó asiento.
deteniendo s u mirada cavilante sobre los ojos de
Frank Bolaño; quien, sin pedir permiso. s e había
sentado a s u vez. El General emitió entonces u n
rugido por el intercopiunicador e ipso f x t o s e
presentó en la sala u n oficial.
-AcompaAe a este hombre a s u casa; llwese a
cuatro agentes y no lo pierdan de vista ni por u n
segundo. Nada de iiarnadas telefónicas: acompáñenlo
hasta en el baño. ¿Entendido. oficial?.- Levantó el
brazo izquierdo y miró el reloj- : Van a ser las tres,
deben estar de regreso. a mas tardar, en una hora. -
Y en tono seco y amenazante. dirigiéndose a Frank
Bolaño- : Y a usted. más le vale estar aquí de vuelta
con las pruebas.
Antes de la hora estaba Fmnk Bolaño de regreso.
Llegó con un maletín de cuero en el que podían
leerse. en caracteres góticos, sus iniciales: F B C. Se
había vestido elegantemente con u n traje marrón
claro y una corbata roja de lunares blancos; en la
muñeca izquierda traía puesto u n resplandeciente
reloj de ancha pulsera de oro. En la casa de Frank.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 211

los agentes, aunque se habían mostrado celosos de


su custodia. fueron paulatinamente cambiindo sus
semblantes de gorilas furiosos por otros cada vez
menos violentos ante el trato fino, relajado y. sobre
todo. generoso que Frank les iba dispensando:
regalándoles a cada paso, ora una camisa de marca
todavía en su envoltura de tienda, ora un anillo
rebrillando en s u estuche, luego un traje con el
fresco olor a sastrería ... y así. aquí y allá. recogía
cosas de valor, con tanto porte y distinción en los
modales. que no reo sino monarca, distribuyendo las
sobras de un tesoro, parecía Frank Bolaño.
El General no pudo ocultar su ansiedad cuando \lo
regresar a Frank Bolaflo. Durante su ausencia había
permanecido impaciente. ávido, cifrando en su
acelerada imaginación el hailazgo de una caja de
misterios. Estaba en u q tris de dar un palo, un
verdadero palo tanto que lo necesitaba! Ahora que
su archienemigo, el general Pedro Prieto. estaba
fortaleciendo sus tentáculos en los Estados Mayores,
mientras el señor Presidente (¡Mira, coño, que no
acaba de entender que yo, el general Piro Cristóbal,
soy su mejor; no su mejor, sino su única garantía!) lo
sumergía a él en ese antro, sin prestigio militar,
reducido a cazador de rateros... Pero ahora, gracias a
su olfato (no siempre bien recompensado) de
consagrado profesional. estaba a minutos, a
segundos, de descubrir la más peligrosa de las
conspiraciones contra el gobierno (investigación
muy suya, de ninguna manera compartida con los
organismos de inteligencia del Estado), y cuyos
resultados, como una bomba desarticulada... así, en
pedacitos, se los llevaría. dentro de poco tiempo, al
señor Presidente de la República... Y el General se
friccionaba las yemas del pulgar y del índice, como
212 ViRIAn> SENCION

triturando el complot: relamiéndose el bigote, de


pelos ya demasiado crecidos. el cual. durante la
espera. no había tenido nervios para arreglar. pero
que muy pronto lo haría para presentarse como
manda la conciencia frente al doctor Mario Ramos.
lo que sucedena antes. mucho antes de que saliera el
sol de tan prodigioso día.
Frank había cogido ya el aire necesario para lidiar
con el General: jugar con s u impaciencia sena parte
de su estrategia. cuya conclusión preveía ahora sin
sospechas. Tomó asiento. colocó el maletíí sobre el
escritorio y procedió a abrirlo. demorándose
deliberadamente en la búsqueda de un pequeño
aparato magnetofónico que. por fin. apareció. Con tal
delicadeza lo puso sobre el cristal del mueble. que
mas que una grabadora parecía cáliz litúrgico.
sostenido por cura en trance de ofertorio.
-General. oiga esto dijo. introducen-
do, con parsimonia. un casete en el aparato.
El General s e lievó instintivamente la mano al
cinto. como para coger la pistola. cuando reconoció
su voz: intima y personal, fluyendo desde u n campo
enemigo, lo mismo que si la hubieran secuestrado.
-¡¿Qué vaina es esa?!- bramó el General.
-Escuche. General, no se impaciente.
La primera impresión, u n tanto sorprendente, dio
paso a un estado de sobrecogimiento. y el General
quedó. hipnotizado por s u propia voz. con la boca
abierta y el cigarrillo pendiendo del labio inferior.
Los papeles parecían haberse trocado: ahora era el
preso quien Juzgaba al policía.
-Pero bueno, ¿qué carajo tiene esto que ver con el
complot?
-Nada, General. nada. Sólo quena demostrarle
LOS QUE FALSIFICARON LA FlRMA DE DIOS 213

que la cinta que acaba de escuchar podria muy bien


comprometerlo a usted. Por ejemplo, recuerde ese
detalle, tan significativo, donde usted, refiriéndose
al estado caótico que reina en el país, dice: "Aquí lo
que hace falta es una mano dura. quien hace falta es
Tirano". ¿No se podria interpretar esa expresión
como que usted quiere sustituir al Presidente? Y que
el Presidente lo interprete asi es muy peligroso;
usted lo sabe mejor que yo. Esto se lo digo para que
se cuide, General; yo no le haría daño, pero q W s
otro actuaría de forma distinta. Usted tiene
enemigos muy poderosos: ¿que di& usted si esta
grabación cayera en manos del general Pedro
Meto? ¿Nó cree que haría uso de elia con muy mala
intención?
-Bueno, está bien ... está bien ... se lo agradezco-
dijo $1 General, con r o s t r ~apesadumbrado-, pero
vamos a lo que vinimos; hábleme usted del complot.
-Si, como le dije ya, tengo pruebas: y si comencé
por ponerle sus propias grabaciones. fue para
demostrarle que en mi papel de enemigo del
gobierno, mi trabajo era el de investigar a los altos
jerarcas gubernamentales, comenzando por usted.
como es lógico. Desde luego. como le expliqué antes.
todo ha cambiado: de aquí en adelante estaré al
servicio de ustedes y mi misión será la de investigar
a los enemigos del Honorable Presidente de la
República.
-De acuerdo... le dije ya que usted podríí trabajar
a mi servicio... pero vamos al grano.- La voz del
General salía como un débii hilillo.
-Sí, ya sé... a lo del complot, a eso voy. Oiga,
General: he de repetirle que tengo en mi poder
pruebas contundentes. pero solamente se las daré al
doctor Mario Ramos: las grabaciones que le
comprometen a usted. irnire!, ahí se las regalo: no
me interesan: y estas otras las dejo también e n s u
poder.- Frank había hurgado unos segundos en el
maletín y extraído dos casetes-. Son del general
Pedro Prieto y del licenciado Filiberto Alvarado.
quizás le interesen: en ellas s e oyen cosas muy
interesantes. A usted le prometo mi amistad. pero
lléveme donde el doctor Mario Ramos: debo ponerlo
al corriente de los pormenores. Usted estará
presente. por supuesto, y, de todas maneras, será
usted quien se lleve los lauros.
El general Piro Cristóbal sintió que no tenía otra
alternativa: el h o m b r ~que tenía al frente. de alguna
forma. le habíí ganado la partida
-Primero lo consirltaré con el serior Presidente ...
ya veremos... todo depende de lo que él considere;
mientras tanto--usted s e queda aquf, detenido: en
ese cuarto hay un catre, duerma si quiere: le daré
orden al Capitán para que le suministre lo que
usted necesite. Espero estar de regreso en unas
dos horas.

Discretamente. evitando que s u rostro reflejara


alguna manifestación del espíritu, frente a los
soldados que ahora se movían preparándose para el
relevo de puesto. el mayor Estanislao Elermoso daba
gradas a Dios por haberle permitido llegar a vivir en
un mundo donde (Lquién lo hubiera creído?) era la
envidia de oficiales de alta graduación que alguna v a
lo patearan y de muchos otros compañeros de armas:
gente de carrera que, pese a los méritos acumulados
y a la antigüedad requerida. no había logrado todavía
las rayas de Capitán. Sentado en un banco en el patio
de la casa del doctor Mario Ramos, s o r b í
U)5 QUE FALSlFiCARON LA FiRMA DE DIOS 215

lentamente el humeante café que recién le había


llevado una sirvienta. Todavía no eran las seis. La
mariana estaba ñ-esca y comenzaban apenas a salir los
primeros rayos de sol. Había colocado el kepis sobre
una silla que estaba a su lado, y no desperdiciaba ni
siquiera el momento en que, al llevarse la taza a los
labios. la neblina ardiente del café le nublaba los ojos.
para mirar de soslayo los ramos de mayor del
Ejército que se dibujaban en su gorra militar. Hacía
solamente tres semanas que lo habíín ascendido y
aún no se acostumbraba a su rango. Pensaba en sus
hijos, a los que indudablemente pondria, ahora que
las cosas estaban mejorando, en un mejor colegio. Al
mayor, que ya había cumplido los trece años, lo
enviaría. tan pronto arribara a la edad de
regiamento. a la academia militar: las tres hembritas
irían, a su tiempo, a una universidad privada.
Definitivamente. no se- como el, que apenas
aprendió a mal leer y qjcribir después de adulto,
aunque la vida le había enseñado que más
aprendizaje del que poseía no le habíí hecho falta.
Pero otros podrían ser los tiempos que se
avecinaban.
Era el ayudante militar y único servidor en los
secretos de la carne del presidente Ramos. Sus
deberes oficiales se circunscribían al ambiente
doméstico: se encargaba de concertar las citas que,
con mucha frecuencia, discurrían en la Casa de
Atrás. antes de que el Presidente saliera por la
mañana para el Palacio de Gobierno o. en la tarde.
después de la siesta, o por la noche, después de su
regreso. Era. además, dentro de los límites de la
vivienda, el responsable de la seguridad personal del
doctor Ramos. De figura baja y regordeta. carecía.
por tanto. del buen plante de los oficiales jóvenes de
los que gustaba rodearse. Por otro lado, servía, de
216 ViRL4TO SENCION

viejo. con sumisión canina, al doctor Ramos: el cual


cumplía ahora su segundo periodo constitucional de
gobierno y el tercero de su larga carrera política.
Seguía el Mayor regodeándose en el charco de su
buena estrella, cuando vio al general Piro Cristóbal
entrar por el portón. Colocó la taza con el café a
medio beber sobre la silla. se puso el kepis y se
dirigió al encuentro del jefe de Policía. Este ultimo:
alto. de tez aceitunada y de pelo corto y iacio. tenia
buen porte militar: y ahora. junto al mayor Elermoso,
se duplicaba su prestancia. Pero el general Piro
Cristóbal no se equivocaba: sabía que detrás de aquel
analfabeto de aspecto cocineril se ocultaba un poder.
Había que contar con su buena voluntad para tener
éxito en las diligencias que por las circunstancias
estaba obligado a hacer en la basa. Con su semblante
siempre tan sereno. tan iieno de cortesía, sabia
poner barreras infranqueables entre el Presidtnte y
el más poderoso de los funcionarios; y lo p e ú ~era
que lo hacía complaciendo casi al interesado.
Defendía el coto privado del doctor Mario Ramos
con dulzura, pero a la vez con celo y fortaleza: como
un tigre con zarpas de seda.
Al plantearle el General el motivo de su visita, a
esa hora. por demás. inusual. el Mayor mostró
sorpresa. suma preocupación, y dijo algunas palabras
de admiración. que alimentaron el ego del General:
pero no accedió a la petición de éste de que
despertara al sefior Presidente. Lo condujo, con
refinada cortesía, hasta la salita que precedia la
biblioteca particular del doctor Ramos y le habló de
la conveniencia de esperar hasta las siete. Y aunque
el General le rephnteó el caso con argumentos
poderosos. y hasta hubo un momento en que quiso
imponerle su condición de superior. el Mayor. casi
LOS QUE FALSIFICARON LA FlRMA DE DIOS 217

con reverencia. le rogó que tomara asiento y


aguardara por una taza de café que ordenaría para él.
-Espere un rato, General, no vaya a ser que el
señor Presidente se levante de mal humor. Cuando
no duerme las horas reglamentarias le ocurre eso-
le dijo impasible el Mayor, mientras se dirigía afuera.
El mayor Estanislao Elermoso no permitía que
nadie le impusiera las reglas en su propio terreno.
Sólo compartía el poder de su predio con dos de las
hermanas del doctor Mario Ramos. Estas, desde
hacía unos aiios, se habían quedado residiendo en la
Casa Graqde sin la compania de su único hermano,
pues éste había detenninado construir su propia
vivienda en el fondo del patio. Se ponía así a salvo de
las indiscreciones de una casa visitada desde las
pr-s horas del día has-ta las Ultimas de la noche,
por mujeres del mal decir, de chismes voceados por
pulmones a reventar. de jdaderas de greñas... cosas
que. si bien a él le entretenían. había considerado
prudente establecer cierta distancia entre aquel
ambiente, cada vez más intolerable, y el suyo que. no
había dudas, era ahora un remanso de quietud. Y,
desde luego, ahí estaba siempre el mayor Estanlslao
Elermoso. su perro fiel, para velar por s u paz. Una
paz que, parecía u n contrasentido, necesitaba
aiimentarse diariamente del rumor a multitud que le
llegaba del portón.
Incómodo. pero convencido de lo inútil de
cualquier protesta. esperó el General el momento en
que al Mayor le diera la gana de penetrar a la alcoba
del presidente Ramos.
-Ya pronto estará con usted. General- dijo
sumisamente cuando salió.
-Mayor, d e dijo usted el motivo de mi visita?.- La
218 ViRiATO SENCION

voz del General. aunque suave. llevaba prendida la


carga del reproche.
-Claro. General, claro- le contestó. sin darle
mucha importancia.
Pero todavía hubo de esperar bastante más de lo
imaginado. Finalmente. apareció el doctor Ramos.
envuelto en una espléndida bata escarlata.
acurrucando entre sus brazos a una gatita. con la
ternura de una madre que sostiene en su regazo a un
niño recién nacido.
- Buenos días. sefior Presidente- taconeo el
General. haciendo el saludo rápido-. Excúseme
usted, señor Presidente. que me presente a estas
horas en su casa, pero es que tengo urgencia de
hablarle de algo muy importante.
-¿Qué ocurre, General?- le preguntó el doctor
Ramos, con los ojos semicerrados y con una expre--
sión como de alguien que no quisiera oír tonterías.
-Desde las tres de la mañana tengo detenido en
mi despacho a alguien que está involucrado en una
conspiración para derrocar al gobierno. señor
Presidente. Se trata del doctor Frank Bolaño.
Presumo que es una pieza importante de la
combinación. pero. por más que lo he interrogado,
no le he podido sacar nada. Me confesó que conoce
los detalles del plan, pero que sólo se los informará a
usted personalmente. Este caso amerita urgencia,
señor Presidente: son cosas que no se pueden dejar
para luego.
-¿Quién me dijo usted. General?- le preguntó.
más curioso que intranquilo, el doctor Mario Ramos.
-El doctor Frank Boiaño, señor Presidente, un
joven dentista. Desde hace unos días lo vengo
investigando. Redbi informes coníidenciales de que
LOC QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE DICE 219

estaba metido en una trama contra el gobierno. y en


seguida pensé que p o d i tratarse del mismo complot
en el que sospechamos están involucrados rniiitares
activos y retirados. pero del que no tenemos nada en
concreto. Es importante sacarle a este doctor Bolaño
todo lo que sepa antes de que avance el día. Dentro
de poco estará la familia moviéndose. Irán a los
periódicos, a las emisoras, donde los curas, a todas
partes. y eso no conviene.
-¿Por qué no lo persuade usted, General? Yo no
sé bregar con esas cosas.
-Lo intentk, sefior Presidente. pero no me soltó
nada. Iqistía en que era con usted con quien quería
hablar. No pude llegar más lejos. sexior Presidente.
Este Doctor pertenece a la farniiia Bolaño- Caprino, y
usted sabe como son estos ricos. de cualquier cosa
a- un escándalo.
-Muy bien, General, &usted considera que no hay
otra alternativa, ttráigalol-

Frank Bolaño se quita el saco, la corbata y los


zapatos y se tiende en la peque% cama. El Capitán le
sirve una taza de café, que Frank le agradece con una
sonrisa. Es el mismo oficial que por la madrugada lo
había detenido y que luego lo había acompañado a su
casa. Ahora el militar lo trata con una prudente
complacencia.
Frank se ha quedado solo en un cuarto contiguo al
despacho del general Piro Cristóbal: boca arriba en el
catre, atento a los ruidos que le ilegan del pasillo y de
la explanada frontal. Su mente gira y gira, vibrando al
tono de esa nueva trama que le depara el destino.
Pasan una, dos, tres horas. Oye movimientos en la
220 VllUATO SENCION

oficina del General. voces que son órdenes. taconeos


de botas. que luego salen y entran. sabrá accedido
el doctor Mario Ramos a entrevistarse con él? ¿Lo
meterán en el calabozo del Palacio de la Policia? &a
torturarán? Sabe que estas cárceles de hoy día son
peores que las cárceles de la época de Tirano, que
aquellas donde martirizaron a Antonio Bell. Está
convencido de su incapacidad para resistir torturas.
Lo sabe desde antes de que Antonio le contara sus
tormentos en la "Cuarenta": la silla eléctrfca, los
cigarrillos apagándose lentamente sobre la piel. el
látigo de "giiebo de toro" silbando implacable sobre
las espaldas. Sabe que ahora las torturas son más
crueles. Se le pone la piel de gallina cuando piensa
en las agujas metidas entre la piel y las uñas de los
dedos de la mano. y en el metal de las agujbs. calen-
tado. al rojo vivo, por el pabilo de una vela. Ha oído
hablar de esta última modalidad. queno es menos
bárbara que oíras. ¿Quién o quiénes se dedicarán a
ese constante renovar de las formas de suplicio?
Serán mentes inventivas que irán donde el superior
y. llenos de orgullo. le dirán: ''Jefe, ¿qué le parece
esta última?" Y el jefe llamará a otros oficiales, y.
entre carcajadas, celebrarán la cruel ocurrencia del
subalterno. ~SoticoParedes? La fama de sicario de
éste es bien conocida. y Frank recuerda ahora
haberlo visto. esta madrugada, rondando. inquieto.
por el pasillo. como si fuera un tenebroso buitre.
Cuando Amelia lo llame por teléfono (do habrá
llamado ya?) y nadie conteste. sospechará que algo
malo puede estar pasando. Ella seguirá intentando.
pero luego irá a la casa. y por el estado de la puerta y
el desorden de la habitación caerá en situación de
alarma...bueno, algo se le ocurrirá pensar. Saldrá a la
calle como una loca a buscarme en casa de todo el
LO3 QUE FAWIFlCARON LA FRMA DE DIOS 22 1

mundo. Los viejos pegarán el grito al cielo. ¿Estarán


ya aquí, en la Policía, indagando por mi paradero?
Después de esto que le ha pasado. ¿llevará una vida
más formal? ¿Se integrará a s u profesión? Se
imagina casado y con hijos. pero termina riéndose
de esa posible situación. Cree que se le hana muy
diiicil sobrellevar la rutina del matrimonio. ¿Estará
esperándolo por ahi el teniente Leoncio de la Rosa,
alias "El cortito"? Le dicen así, porque tiene los
brazos muy cortos y gruesos. como pilones de majar
café. y unas ásperas manos de albañil. Dicen que con
la derecha da unos golpes secos y demoledores
sobre los oídos. que tumban y dejan sordos a los
torturados. ¿Y el coronel Rolando Pardo? Este, por
el contrario. tiene manos pequeñas, suaves y
delicadas de colegiala. pero pocos ignoran que es el
militar mks cruel y frío que hay en la Policia. Frank
ha oído decir que este hombre, de aspecto
afeminado, es el ángel cle la muerte en la institución.
Que Dios lo libre. ruega. de que el jefe de Policía lo
tire en manos de esos lobos sedientos de sangre.
- jPrepárese, que nos vamos!- vocea el general
Piro Cristóbal, desde la puerta, cortando brusca-
mente las cavilaciones de Frank.
Este se incorpora. se despereza y, lentamente. se
pone los zapatos; y, con la misma parsimonia,
camina hasta la percha para coger el saco y la
corbata. El General. sin apartarse del vano de la
puerta. observa detenidamente todos sus movimien-
tos.

Faltaba un cuarto para las nueve de la mañana


cuando el mayor Estanislao Elermoso condujo al
general Piro Cristóbal y al doctor Frank BolaAo hasta
el salón- biblioteca de la Casa de Atrás. El ayudante
militar s e quedó de pie frente a la puerta que
conducía a la recámara del presidente Ramos.
mientras el jefe de Policía y el doctor Bolaño
ocupaban cada uno los extremos de un mismo sofá.
Hubieron de esperar media hora hasta que el doctor
Ramos acabara de prepararse. Durante ese lapso los
tres ~ermanecieronen silencio: el mavor Elermoso.
repasando, incansable, u n prontuario, como si
estuviera descifrando las claves de la vida: el
General, los ojos fijos en la puerta por donde había
de salir el señor Presidente, y Frank, escudriñando.
con una mirada de radar, todos los detalles de la
habitación: amplia y bien decorada, en la que ciertos
v delicados detalles denunciaban. a las claras, la
presencia de una mano femenina. Como para
confirmarlo, colocadas y ordenadas, con exquisito
buen gusto. en u n florero de cristal. carmines y
azucenas reposaban encima de una mesa- escritorio.
a cuyo alrededor se ordenaban seis sillas. Sellando
las paredes. desde el piso hasta el techo, estaban los
estantes: hechos de buena madera y repletos de
gruesos tomos enciclopédicos. bellamente
encuadernados con cuero d e u n color marrón
oscuro. A u n lado. una frente a la otra, cuatro
mecedoras, como dispuestas para un diálogo. El
piso, ornamentado con rosetones violetas, era de
granito reluciente. Todo era simétrico, limpio.
ordenado: se respiraba decencia. quietud. ¿Se había
leido el doctor Maño Ramos todos aquellos libros?
Mil. dos mil. tres mil. ¿Quién le hará el trabajo de
limpieza al doctor Ramos? La escobilla de plumas de
ganso. destinada a quitar el polvo de los muebles y de
los libros. estaba en una esquina, bien colgada:
parecía una pieza más del decorado. Ciertamente,
aquel hombre solitario había sabido construirse u n
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 223

verdadero templo de nitidez. Tanta pulcritud,


pensaba Frank. @o estaba en contradicción con el
escritor, con el poeta. con el pensador, a quien
siempre se ha atribuido algo así como un aire de
abandono. de apego a la libertad que otorga cierto
grado de desorden? ¿Había armonía entre ese
orden. casi meticuloso. y el estado espiritual del
doctor Mario Ramos? Frank era acucioso. agudo. de
interrogaciones intranquilas. con mucha avidez por
las respuestas. Dentro de unos minutos conocena
personalmente al doctor Mario Ramos y ya estaba
urgido por descifrar hasta la última particula de sus
entrañas,.. Y venía ahora a combinar aquellos
pensamientos tan antiguos en su memoria, aunque
tan sólo databan de once años atrás, del papel jugado
por el doctor Ramos en el caso de Antonio BeU, con
otras tan vivos. tan recientes. que parecían estar
sentados a su lado: d& sangre derramada, de
crímenes atroces, y la -siempre indiferencia. la
duplicidad de ese doctor Ramos. coronado unas
veces con el aura de la mansedumbre, de un
semblante altagraciano y. otras, de repente, con el
iátigo de la muerte, en sus manos.
El General se cuadró rniiitarmente en cuanto vio
entrar al presidente Ramos: hizo automáticamente
el saludo militar y luego se quedó tieso, con los
brazos pegados al cuerpo. El mayor Estanislao
Elermoso, en cambio, no hizo saludo alguno, sino
que le abrió paso al doctor Ramos y se colocó
inmediatamente detrás. Frank, que se había
incorporado al mismo tiempo que el General,
permanecía, mientras. escudriñando la cara,
invariablemente mortecina del presidente Ramos: el
cual susurraba algo al oído de su ayudante militar. La
rigida postura del general Piro Cristóbal podía ser
una pose oficial, ordenada por las circunstancias en
presencia de un extraño; pero Frank estaba
convencido de que ese no era el caso. Sabía. por
minuciosas investigaciones que había hecho sobre
los hábitos del personaje, que tal actitud respondía a
la separación que el doctor Ramos establecía entre
él y todas las personas que le rodeaban. Aunque tal
comportamiento podía muy bien interpretarse como
un recurso politico para redituar respeto mediante
la distancia. Frank no tenia dudas de que no s e
trataba de un proceder táctico. sino de una forma de
ser. de unas miserias intrínsecas y misteriosas.
posadas en su espíritu como musgos venenosos.
Momentos antes. mientras aguardaba s u ilegada, le
vino a la memoria aquella anécdota relatada. años
atrás. por el padre Rompson T. a la tía Amelia.
Contaba el cura. que siendo 61 Subsecretario de
Educación y Bellas Artes y el doctor Mario Ramos
titular de la misma cartera en la epoca de Tirano, u n
día les tocó ir juntos desde la Capital hasta la ciudad
de San Juan de la Maguana. donde se celebraría una
asamblea regional de educadores. Cuando pasaban
por el caseno polvoriento de Las Charcas, el auto en
que viajaban irnpactó algo del que surgió un quejido
lastimero. El doctor Mario Ramos, quien desde que
salieron de la ciudad se había concentrado en los
apuntes del discurso que iba a pronunciar y en unas
lecturas de papeles escritos a máquina. ni siquiera
movió los párpados cuando sintió la sacudida del
vehiculo ante el golpe. Siguió con la cabeza baja.
inmutable. mientras el conductor daba marcha atrás
para hacer un viraje hacia la izquierda y proseguir s u
camino. Cuarenta minutos después, cuando tomaban
el cruce hacia la carretera de San Juan, como
emergiendo de otro mundo, le preguntó el doctor
Ramos al chofer: "Carrasco, ¿con eso que el carro
chocó por L a s Charcas fue con un chivo o con un
LOS QUE FALCIFICARON LA FiRMA DE DIOC 225

niño?". El hombre, sorprendido. le respondió: "No.


Doctor, no fue con un niño, fue con un chivito". "Ah,
dijo el Doctor. y volvio a bajar la cabeza: y así la
mantuvo hasta que llegaron al lugar de la asamblea.
Este pasaje, como otros tantos, lo relataba el padre
Rompson T., no sin cierto grado de rencor. con el
propósito de dibujar el carácter de un hombre
incapaz de sentir el mas minimo sentimiento de
piedad. "Tiene un corazón árido como un desierto",
decía.
El doctor Mario Ramos los saludó, alargándoles la
mano. con una fria cortesía, y los invitó a tomar
asiento en las mecedoras. En eso. Frank sintió un
movimiento en la alcoba del Presidente; después, la
puerta que se abría y una mujer que salía de prisa,
abandonando el salón por la otra puerta. que daba al
patio. Fue una visión de segundos, pero la grabó
magistralmente en su memoria: huesuda. pequeña,
humildemente vestida. de pelo cano y maltratado y
de una edad un tanto indescifrable. Terminada la
reunión, y mientras iba con el General, supo Frank
que se trataba de una de las hermanas del presidente
Ramos.
Luego de que los tres se sentaron, el doctor
Mario Ramos dirigió la mirada al jefe de Policía.
Era s u forma de ordenar el inicio de la
conversación, dandole la palabra al General. Este
conocía bien las costumbres de su jefe; tenían
muchos años juntos. El General procedió con
tacto. con elegancia, presentando al doctor Frank
Bolaño como un joven en la mejor disposición de
colaborar con Su Excelencia para preservar el
orden legalmente constituido. ofreciéndole para
ello los pormenores de un complot dirigido por
traidores a la patria.
226 WRLATO SENCION

Cuando el General terminó s u perorata. oyó Frank


el "mucho gusto. joven" salir sin aliento por la boca
del doctor Mario Ramos, quien en ese momento
bajaba u n brazo para coger la gatita; la cual había
estado desperezándose sobre el piso, estirando las
patitas traseras y arafmndo el ruedo del pantalón del
doctor Ramos.
La estudiada maestría con que Frank intervino.
dando pruebas de la conspiración, magnificando el
hecho. ofreciendo soluciones y mágicamente
diluyendo en sus manos las potenciales trampas del
futuro, fue el inicio de u n extraíio acercamiento al
doctor Mario Ramos, situación que lo nevaría a
manejar. por anos, los hilos secretos de las
temerarias investigaciones de'posibles actos de
traición en los más altos círculos del poder. tanto en
el orden civil como en el militar.
De esta forma se expresó Frank:
-Excelencia. le decía a mi amigo el general Biro
Cristóbal. quien tuvo la cortesía y la certeza de
invitarme a s u despacho, que tanto el Gobierno
Constitucional como la inapreciable vida de usted
corren peligro. En efecto, Excelencia; que el general
retirado Califa Adad esté a la cabeza de u n a
conspiración para derrocar s u gobierno, es ya de por
sí muy peiigroso. Usted sabrá. me imagino, que se
trata de un hombre ambicioso. y lo que es todavía más
grave, goza de prestigio y de seguidores fanatizados
dentro de u n sector de las Fuerzas Armadas y de la
vida civil. Hay mucha gente metida en esto: miiitares
activos y retirados. de alto y mediano rango, y civiles
de importancia economica y social. El asunto no es
tan sencillo. En este caso, es mi particular parecer,
debemos actuar con criterio profesional; ser rápidos
pero a la vez metódicos. Considero que no hacemos
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 227

nada con detenerlo a destiempo, podría accionar el


gatillo desde la cárcel. Es cierto que debemos
vigilarlo, cercarlo, pero lo que urge es desarticular
de raíz la conspiración. Pero todo es aún demasiado
confuso. Yo, que a partir de este momento estoy a su
servicio. Excelencia. pongo a su disposición los
instrumentos de que dispongo y las informaciones.
que no son tantas como lo serán dentro de muy pocos
días. pero que servirán para medir mi lealtad. la
lealtad que desde ahora le juro. Ahora le voy a poner.
Excelencia, si usted me lo permite. la cinta que el
ex-general Califa Adad tiene preparada para
dirigirse, al pueblo, en caso de que triunfe el golpe.
Esto le dará a usted la medida de la conspiración.
aunque*como le dije. esto no es lo más importante:
lo que ocurre es que las cosas me han tomado de
sopresa. Deme unos días: dos, tres o cuatro días. y
usted verá cómo le pon@¿.todo el cuerpo de la trama
en sus manos.. . ¡ensus propias manos!
Frank no esperó el consentimiento del doctor
Mario Ramos para accionar el aparato. en el que ya
tenía la cinta insertada. Inalterable, con los ojos
puestos sobre el rostro del doctor Mario Ramos, se
dedicó a estudiar sus reacciones ante el discurso del
ex-General. pero se sintió desarmado, cuando.
apenas un minuto después, el doctor Ramos:
indiferente, con una franja cínica en los labios,
ordenó apagar el aparato. "Es una torpeza de ese
pobre hombre; le falta inteiigencia a ese conspirador
consuetudinario", dijo. Acto seguido, casi al desgano.
le ordenó al General retener la cinta: "Guárdela
usted, General, y proceda pertinentemente: pero no
quiero exabruptos". Y agregó: "Deje marchar al
doctor Bolaño a su casa. su familia debe estar muy
preocupada".
228 VLWATO SENCION

Desparramadas por la acera. apelotonadas en el


portón, las gentes: unas. de mejor atavío. se abrían
paso a codazos hasta los guardianes, presentando las
credenciales que les facilitaran la entrada: otras, "los
de la puerta", como les llamaban las Hermanas.
compuestas de figuras desastradas- que habían
hecho, del acto diario de presentarse al frente, una
lotería de esperanzas-. colmaban la calzada de la
casa particular del Presidente de la República. A
pausas. reventaban en sonoros vivas, con notas tan
particularizadas. que ya, desde la Casa Grande. las
Hermanas distinguían con EuniliaridacP los timbres
del Tíguere Bimbím. por s u trueno ronco y alargado:
de Papeleta: jcuarenta años más, c ~ ñ o l .por s u
abaritonada y aguardentosa voz; de Puchula la gorda.
que voceaba alabanzas hasta para laEnana. s u antigua
compañera de la pueria, antes de que un día la
entraran para la Casa Grande. a vestirla de muñeca;
de Gorgorita, apodada "La melosa", porque
cordializaba rancheras mejicanas con tan altos
sentimientos. que no había acabado a ú n de cantar,
cuando ya los corros, a s u alrededor, le estaban
pidiendo otra. Era un circo espectacular. que lograba
su más alto grado de ebullición en el momento en
que la caravana presidencial disponía s u salida
vertiginosa, en s u s carros largos, de u n negro
reluciente, y en sus aparatosos jeeps sin capotas y
artillados, e n la parte trasera, con siniestras
ametralladoras.
Frank. que permanecía en la biblioteca con el
general Piro Cristóbal a la espera de que se despejara
el ambiente para poder salir, sin correr el riesgo de
ser reconocido por alguien, e n casa del doctor
Ramos, tan pronto como oyó el escándalo producido
LOC QUE FALSIFICARON LA F I w : D E DIOC 229

a los gritos de: "¡Viva Ramos... coño!" "¡Que vivaaa!", se


asomó a una de las persianas, pudiendo así alcanzar a
ver el último de los carros de la escolta, en el
momento en que éste abrasaba sus neumáticos en el
asfalto de la avenida.
Al alboroto siguió la calma. El general Piro
Cristóbal ordenó entonces que entraran s u carro
hasta el fondo del patio, despejado ya del Cadillac
presidencial y de los demás vehiculos de la escolta. y
se introdujo en él con el doctor Bolaño.
-General. ¿quién es esa mujer que salió d e la
habitación del doctor Ramos?- preguntó Frank,sin
poder contenerse, tan pronto como el mayor
Elermoso, con esmerada musicalidad. los despidió a
él y al General, pegado casi a la ventanilla del carro.
-La señorita Albricia Ramos, una de sus hermanas.
El General no tenía por qué interesarse en la
impresión que podía causar s u respuesta, mientras
giraban hacia la avenida Bolívar. Resultaba una
desagradable sorpresa para Frank el. que una
persona, que a todas luces ocupaba una posición tan
íntima en la vida del Presidente,,le fuera totalmente
exbaña. Apenas ahora, y por azar. se enteraba de s u
existencia. ¿Sería posible? ¡La señorita Albricia
Ramos! Una escobita maltrecha. u n esbozo de gente,
¿qué papel juega en el misterioso mundo del doctor
Mario Ramos? Ese día acababa Frank de comprobar
el poder del mayor Estanislao Elermoso e n el
ambiente doméstico. De éste sabía. por rumores
diflciles de comprobar. que era el ángel guardián de
las rosas, en el jardín de amores del doctor Ramos.
Un hombre cauteloso. sereno, discreto. de cara
morena y cuadrada, sobre la que parecía estar
sobrepuesta una máscara. Frank estaba muy bien
enterado de la vida de la otra hermana que residía en
230 VIRIATO SENCION

la casa: mujer educada. de pocas bullas. y de otra,


más o menos de las mismas características, que
habitaba. sin pena y sin gloria. en una hermosa
quinta del centro de la ciudad. Una cuarta hermana,
la cual vivía también fuera de la casa del Presidente.
Ana Altagracia Ramos. 'Tatica" para todo el mundo,
era la m5s conocida. De boca dura. impulsiva, hasta
ese momento la única hermana con actividad
política publica. se desplazaba. sable en bandolera,
por cada rincón de la ciudad. defendiendo al Partido
de su hermano. Frank había creído, hasta ese
momento. que ninguno de los parientes del doctor
Ramos se le había escapado a su archivo; ni este. ni
aquel. ni el otro; pero de esa neblinita de mujer. de
esa sombrita casi invisible que se había escurrido por
la biblioteca. jnadal hies bien. Aibncia Ramos estaría
en el primer punto de su agenda tan pronto
finiquitara el caso del ex- general Califa Adad.
Frank se apeó del carro del jefe de Policía a unas
tres cuadras de su casa: escogieron para elio un sitio
discreto. Desde allí caminó a su residencia. En el
vecindario, nadie parecía haberse dado cuenta de lo
ocurrido. Alguien lo habíí saludado en forma normai.
Hizo algunas llamadas telefónicas a lz familia y nadie
se había enterado de nada. Guardó silencio, pues.
hefena que este hecho pasara inadvertido.
En el resto del mes de mayo Frank empleó todas
sus energías en el asunto del ex- general Califa Adad.
No fue un caso dificil. Rutinariamente recogió datos,
ató cabos, grabó conversaciones telefónicas, cuyos
casetes, al igual que fotos que comprometían a
algunos militares de alto rango, adjuntó a un
detallado informe por escrito, que entregó
personalmente- en compañía del general Piro
Cristóbal- al doctor Mario Ramos. Uno de sus
LOC O W FALSiiKARON IA FlRMA DE DIOS 231

aportes más significativas consistió en exponerle de


viva voz al señor Presidente un cuadro psicológico
del jefe de la conspiración. En la exposición
demostraba la falta de arrestos del conjurado en
situaciones de mediano y alto riesgo. Tan
convincentemente planteó Frank su criterio, que el
doctor Mario Ramos, cuando. a principios de junio.
presentó al ex- general Califa Adad por los canales de
televisión para ser juzgado públicamente: después de
enrostrarle. de la peor manera. su participación en la
conjura y de acusarlo de "conspirador
consuetudinario". lo invitó. allí mismo, a que
respondiera ante el pueblo de los cargos que se le
formulqban. Pasaron unos segundos de suspenso
estelar. pero el hombre se quedó con la cabeza gacha.
humillado. ante el asombro de cinco millones de
televidentes. Fue una jugada maestra que prestigió al
d ~ t o Ramos
r y que le abriría. a su tiempo. al doctor
Frank Bolaxlo las inffanqueables puertas de la
intimidad del enigmátic~s a o r Presidente.
Sorpresivamente. dos dias más tarde. Frank
recibía en s u propia casa la visita del general Piro
Cristóbal. Le llevaba. en sus propias manos. el
decreto mediante el cual se le nombraba Ayudante
Civil del hesidente de la República.

Frank no poseía la experiencia política necesaria y


estaba aún muy lejos de conocer a fondo al doctor
Ramos. Al principio imaginó que los negocios del
poder le resultarían fáciles de penetrar. El primer
golpe de éxito y la retribución del nombramiento lo
engañaron. Llegaba a su término el año de 1971 y
apenas había logrado algunos acercamientos sin
importanda con el presidente Ramos.
232 ViRiATO SENCION

Fue para entonces que conoció a u n señor de


nacionalidad argentina, que a pesar de s u buena
posición económica, se desplazaba, intangible. en las
sombras del país, montado en un Volkswagen. "No
hay que herir la sensibilidad de la gente". le decía él
a Frank, para justificar s u humilde medio de
transportación y como u n concepto de la vida. fruto
de la experiencia. Como es de suponer, éste seria
uno de los consejos que Frank jamás aceptaría del
ex- ministro de Perón: el cual fungía ahora de asesor
de aposento del Presidente, en asuntos de cabildeos
económicos internacionales. "El doctor Mario
Ramos no ama, no agradece, y aunque es capaz de los
peores odios, éstos están lamados en s u alma como
una ponzoña al revés: no interfieren en sus objetivos
políticos. Si has de acercarte a el hazlo bajo el
estricto principio de la conveniencia: de l a
conveniencia para él, para el doctor Ramos. Sólo
podrás convencerlo de algo si t u planteamiento le es
útil. iUtil políticamente!. Lo demás, le es intrascen-
dente", solía decirle a Frank el ex-ministro. durante
las noches frescas de diciembre, mientras recoman
lentamente, una y otra vez, en el humilde
Voikswagen, el parque Mirador del Norte.
Mientras tanto. y en razón de que todavía para
los primeros dias del año siguiente no lograba
Frank sentar reales en la naturaleza harto esquiva
del doctor Ramos, optó por depredar los
alrededores. a la espera de mejor oportunidad para
cazar su presa.
Comenzó por la casa, es decir por los habitantes
de la Casa Grande, señono de las hermanas de mayor
iníluencia en el ámbito oficial, desde donde podía
velar. con más cercanía. los movimientos del señor
Presidente.
LOS QUE FAWHCARON LA FlRMA DE DIOS- 233

Los siguientes dias le reservaban a Frank dos


sorpresas: la primera, conocer a una nueva hermana
(Ljcuantas son, por Dios!?), que vivía en la casa.
escoltada siempre por una enanita: de la cual se
había antojado, después de haberla visto muchas
veces en el portón bailando merengues a golpes
cimbreantes de cintura. En sus momentos de mayor
lucidez, arrastraba a la enanita hasta una habitación.
para jugar ahí al Arení del matutí. a la Peregrina o al
Quitipón. y cuando no, se paraba cerca de la puerta a
observar con sus enormes y transparentes ojos
azules a las personas que entraban. Unas veces
criticaba, con un murmullo socarrón. bajando su
boca hasta las orejas de su dama de compañía, a los,
para ella, intrusos e intrusas. que desde las primeras
horas de la mañana iban en manada invadiendo el
hogar a la soiidtud de favores o en aprestos de
chismes. o con el solo propósito de ponerse
presentes. Otras veces voceaba. con lenguaje de loro
de Alibustero, palabrotas de insulto a funcionarios o a
simples visitantes que. sumisos. prudentes, vestidos
de la mejor manera. aguardaban la hora en que el
señor Presidente. en su diario ritual, viniera de la
Casa de Atrás y pasara por la sala de la Casa Grande,
antes de dirigirse ai Palacio de Gobierno, para
prestar atención a intrigas partidarias o a peticiones
personales. que casi nunca eran bien anotadas por el
mayor Estanislao Elennoso.
La otra sorpresa con que se hailó Frank, u n
domingo del mes de enero, fue el ver jseiioras y
señores1 a alguien en el que reconoció, tras un buen
rato. al mismísimo Artwo Gonzalo. Conversaba éste
privadamente con doña Cándida, la pulcra y culta
hermana del doctor Mario Ramos, en una zona de la
sala, reservada para las pláticas de importancia.
"iIncreíblel". se decía Frank, "jincreíblel". &os sin
ver a Arturo y encontrarlo así, de repente,
conversando nada menos que con doña Cándida y de
¡qué fonna!.
-Cosas veredes- decía el españolito que
acompañaba a Frank. al ver cómo el tiempo se
extendía y él, el españolito, con toda s u influencia,
no podía interrumpir (estaban de pie en la sala
común. a bastante distancia de donde s e
encontraban doña Cándida y Arturo) un diálogo que
parecía de nunca acabar.
-Es Arturo Gonzalo- le c o n f i ó el españolito a
Frank- . &o conoces?.- Arrugó los labios, con una
muestra de disgusto.
-Sí. pero hace mucho que no lo veía- le dijo
Frank, al tiempo que miraba, con los ojos
enmarcados por el asombro. hacia donde estaba
Arturo.
-Es el asesor de Cándida- siguió informando el
españolito- . Están formando la Cruzada de Paz; una
organización caritativa. Van a ayudar a los pobres. El
acto de inauguración está programado para el mes
que viene: ella sólo piensa en eso.
Carlos, el españolito, era la conexión estrella que
Frank había descubierto para acercarse a las
hermanas del Presidente. Dos de ellas eran las que
más le interesaban: Albricia. la más peliaguda de
penetrar. en la que radicaba el poder económico y,
por consiguiente. fuente de jugosos negocios. segun
la investigaciones que había hecho: y doña Cándida.
que evidentemente s e convertiría en u n poder
político, de acuerdo al ducho criterio del
ex- ministro de Perón. "No pasará un año sin que esa
mujer tenga a los funcionarios y a los generales a sus
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMADE DIOS 235

pies; se le arrodillarán como si a una diosa", le había


dicho el argentino, estableciendo un paralelismo,
"guardando la distancia. entre su bienamada Evita y
doña Cándida.
El españolito, icuántas historias!, tenía menos de
un año residiendo en el país. Los primeros seis
meses se los habíí pasado rumiando una ilusión de
millones de dólares, hasta que, todavía sin un
centavo. Frank se le acercó, a través de un amigo
común, un día del mes de agosto. y lo aconsejó
correctamente: 'Tienes que casarte. Ya. Si quieres
conseguir la plata". Para octubre contrajo
matrimonio con la sobrina del Presidente.
Había venido de la "madre patria" con todo y su
melena rubia, sus seis pies de estatura, su cara de
cupido y vistiendo de una forma extraña: pantalones
hasta el pecho y camisas muy ceñidas a su esqueleto,
atraído por la tentación de lograr las llaves de las
arcas que podía ofrecerle una sobrina de Presidente
de una isla del Caribe; la cual. mientras vacacionaba
por España, se había enamorado de su indiscutible
belleza de mancebo malagueño. Un día tomó un
avión, hizo uii viaje transoceánico y se apareció en la
casa de la muchacha. Su capital no alcanzaba los
cincuenta dólares, pero... bueno, clase... lo que se
dice clase..., sí tenía. La criolla, hija única y, a decir
verdad. de escasos encantos físicos, empezó a
babear. a hacer pucheritos y ita! ita! ita!, a dar
pataditas en el piso cuando sus padres dudaban y
dudaban tanto en decidir que hacer con ese tipo, así.
de pantalones con cinturones al pecho. y... ita! ita!
ita!. y... "Bueno. que carajo, Carolina". le dijo el
marido a su mujer, ' h o s a ver qué sale de aquí. que
sea lo que Dios quiera". Y así, por obra de tan
humanitarios sentimientos, amaneció el españolito
236 ViRL4TO SENCION

instalado a cuerpo de Don J u a n en una suite de un


hotel del Estado, con ~ h e v r o l kdel Estado a s u
senicio. con u n cabo del Ejercito como chofer. y
para que no le faltara nada, esa misma semana
comenzó a recibir u n sueldo sin necesidad de asistir
al trabajo. en una de las empresas del Estado. "¡Que
viva el Estado!", voceaba el españolito, remedo ahora
de Tarzán. en lo alto del trampolín de la piscina del
hotel. para luego clavarse en el agua y nadar. con
agilidad de delfin, hasta el otro lado. donde el Cabo
lo esperaba con el Martini en las manos; daba u n
chupetazo. volvía a encabritarse y... ichumbulún!: se
zambullía otra vez en el agua azul. clara, tibia, en cuyo
fondo se dibujaban. magníficas, las qndulantes barras
doradas de sus sueños. Pero s u naturaleza s e cansó
en muy corto tiempo de tan pasivo bienestar. y
entonces desesperaba en un loco afán por encontrar
las llaves de la fortuna, la c o n m t e y sonante. la que
pudiera contar en billetes con s u s hermosos dedos
untados de saliva. Ah... pues, al íin para eso había,
venido y no para aguantarle ñoñerías a esa Tía flaca y
con esa cara tan llena de espinillas. "Ay, si pudiera
conseguir los cinco millones sin necesidad de
casarme. sin tener que seguir soportando el fuerte y
desagradable olor a azufre que emana de las unturas
de sus barros".
-No- le aconsejó Frank. una tarde e n que el
espanolito le manifesió sus propósitos-. No te van a
soltar negocio hasta que te cases con elia
-Bueno... Pues, jhala!. al altar. que bien vale el
sacrificio.
Pacientemente, gozando para s u s adentros la
impaciencia del espaolito. esperaba Frank el fui del
interminable diálogo entre doña Cándida Ramos y s u
LOS QUE FALSIFICARON LA ERMA DE DIOS 237
.

antiguo compañero del Semifirio, a quienes veía ya


de pie, en función de cálida despedida, circunstan-
cia que aprovechó para irse acercando a la pareja y.
en un momento preciso. darle un proclamado saludo
a s u viejo amigo. "iVaya. mi hermano, qué gusto
verte!". le dvo. sin dejar de ver, con el rabillo del ojo,
la reacción de doña Cándida, que s e encontraba con
los suyos bien abiertos. curioseando el tan caluroso
encuentro.
Por la noche cenaron juntos: fueron para ello al
Vesubio. La luna, puesta en el confin del mar, apenas
se dejaba ver por entre las palmeras del Malecón.
Habíín convenidojuntarse a las ocho frente a la casa
del Presidente, para desde allí dirigirse a l
restaurante.
Arturo era todavía u n muchacho inocente, sin el
hígado de los políticos curtidos, cuando vio entrar al
restaurante al diputado de s u pueblo: un hombre
bajito. redondo. y de piel tersa y oscura; lo
acompañaba s u esposa, delgada, pálida, y más alta
que él.
-¿Ves ese que acaba de entrae.- Arturo indicó la
dirección con un movimiento de la vista-. Sí... ese
mismo. Es el diputado de mi pueblo, el mandamás
de toda la zona; le revienta que un advenedizo como
yo tenga mas influencia que él en la casa del
Presidente. No me ve con buenos ojos.
Frank s e pasó los dedos por la frente. y.
disimuladamente. volteó la cabeza para observar con
más detenimiento al hombre, que ya s e disponía a
ocupar una mesa a sus espaidas.
El hombre y Arturo se encontraron con la mirada y
se saludaron mecánicamente sin levantarse de s u s
asientos.
238 VüUATO SENCION

Frank accionó con elegancia un dedo y el mozo s e


acercó volando. Volvieron a pedir whisky. Retoma-
ron luego la conversación, la cual giraba en tomo a
los viejos recuerdos.
-¿Qué ha sido de la vida de Antonio?.- Era una
pregunta tardía. Ambos habían soslayado el tema.
que ahora Frank ponía sobre la mesa.
Por la mañana. cuando se encontraron en la casa
del Presidente. no habían tenido oportunidad de
hablar de los tiempos del Seminario: y en el
restaurante. aunque habían agotado la memoria con
la fuga de Antonio y otras minucias de la época, a
ninguno se le había ocurrido preguntar por el
Antonio Beil actual.
-No lo he vuelto a ver desde que me ausente del
país. hace cinco años. Para esa fecha Antonio
estudiaba abogacía en La Autónoma y era allí
dirigente estudiantil. No sé. en realidad, qué hace
ahora. Bueno. me imagino que se graduó y que aun es
militante de izquierda.
Cuando ordenaron la comida. FYank ojeó hacia la
mesa del diputado. Este parecía muy concentrado en
el plato, engullía con cierta prisa y, al hacerlo,
exhibía unos carrillos desproporcionados.
-Voy afuera por unos minutos- le dijo Frank a
Arturo.
Cuando regresó, le pidió que le presentara al
diputado: que lo hiciera en el momento en que éste
fuera a marcharse, atrayéndolo a la mesa.
-Te confieso que nunca supe que estuvieras fuera
del país. ¡Cinco años! ¿Cómo es posible? En realidad
tú nunca volviste a buscarme. Pensé que te habías
hecho humo por esos campos.- En los gestos de
Fmnk había muestras de reproches. que Arturo no
LOS OUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 239

sabía interpretar hacia quién estaban dirigidos-. Eso


que me dices de Antonio es lainentable. Frustración,
idealismo. Hermano, eso no va con los tiempos.
Alguna vez pensé que tu podís caer en lo mismo, ya
que eras un romántico. No te imaginas la sorpresa
que me llevé cuando te vi en casa del doctor Ramos;
si me lo hubieran dicho, no lo hubiera creído; tenía
que verlo con mis propios ojos para creerlo. Tengo
cominilla por saber cómo lo lograste.
-Hay una edad en que el hombre comienza a
buscar su destino, Frank. Cada uno de nosotros fue
buscando el suyo por diferentes vías. A mí me toco el
destierro, que es la fórmula más lamentable. Ahora
estoy aquí. más conservador. más viejo de espíritu,
circunstanciado por cosas que muchas veces no
entiendo, pero por las que me dejo llevar.
Arturo cortó su discurso cuando vio que el
diputado pagaba la cuenta y se disponía a levantarse.
El lo hizo a su vez. y se le acercó a saludarlo. Después
lo condujo hasta la mesa p m presentarle a Frank.
-Señor diputado. quiero que conozca a mi amigo.
el doctor Frank Bolaño, Ayudante Civil del Presi-
dente.
El diputado. un poco como en guardia, recibía con
cierta rigidez las distinguidas muestras de urbanidad
que el Ayudante Civil le imprimía a la presentacjón.
cuando en eso llegó el cabo Ignacio: el cual taconeó
y, en posición de f m e . dijo:
-Con todo respeto, Doctor. excúseme que lo
interrumpa: acabo de venir del Palacio y el señor
Secretario le manda a decir que usted y don Arturo
tienen entrevista con el señor Presidente esta
noche. a las ocho.
El cabo Ignacio permaneció como un poste,
esperando órdenes.
240 ViRIATO SENCION

- Gracias- le dijo Frank- . Puede retirarse.


El cabo Ignacio giró sobre los tacos de sus zapatos
y abandonó el salón con pasos elásticos y con energia
marcadamente militar. Era un mulato de veintidós
años. alto y atlético, que desde que estaba al servicio
de Frank vestía al estilo de los oficiales: zapatos bajos
y de marca reconocida. ropa de gabardina y pistola
45. La gorra reposaba casi siempre inserta por
debajo de la hombrera derecha. Su generoso patrón
le proveía la elegancia.
-¿Que entrevista es ésa?- le preguntó Arturo a
Frank. cuando el diputado se hubo marchado.
-Ninguna, hermano, ninguna: es parte de u n
teatro que h a s de aprender a montar. Ya el
diputadito ese es tuyo. En el peor de los casos. queda
la duda. que no tiene cómo comprobar. Recuerda
que en este país nadie cae en ganchos. y menos estos
campesinos.
Arturo miraba a Frank. pensativo. mientras agitaba
con el removedor el hielo dentro del vaso de whisky.
-¿Y el cabo Ignacio... cómo carajo...?- Arturo
achicó los ojos. hizo un movimiento con los hombros
y abrió la mano derecha en ademán interrogativo.
Parsirnoniosamente. Frank extendió ambos brazos
hacia los lados y, sin mover la cabeza, giró las órbitas
de sus ojos hacia el techo. La manera de gesticular de
Frank s e trasladó a la imaginación de Arturo,
traducida entonces en la viva imagen de S a n
Ambrosio, en s u mejor pose de estampilla.
- Lo tengo entrenado para estas ocasiones. Cuando
salí. le explique lo que quería; después él se encargó
del resto. Improvisa bien. A veces se le ocurren las
cosas a él mismo. y hasta ahora no tengo quejas. Ha
habido casos en que ni yo mismo he sabido si lo que
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 24 1

está diciendo es verdad o mentira. Pronto deberás


agenciarte tu Cabo, Arturo; es una buena prenda de
poder, muchos lo tienen; pero más importante que
tenerlo es saber hacer buen uso de él.
Mientras escuchaba en silencio a un Frank
expresivo, ceremonioso, que en mucho le simpatiza-
ba. Arturo estaba convencido de que jamás tendría su
Cabo. Su innegociable pedazo de soledad. su
discurrir sencillo y sin aspavientos. no serían nunca
entorpecidos por Cabo o guardia alguno. Sospechaba
sí, que se estaba poco a poco sumergiendo en un
océano borrascoso y atrayente, cuyos vertiginosos
espejismos tenían la eficacia de suspender la
realidad. como si un velo mágico estuviera danzando
permanentemente frente a los ojos. Pero, en todo
caso. era un juego que le divertía y que. a su tiempo,
tenía la intención de abandonar. ~Ilusol@S que acaso
basta la sola intención para sustraerse de un mundo
en el que paulatinamente se van embriagando los
sentidos. en una borrachera de poder. que alcanza el
nivel de vértigo que sea capaz de generar cada
particular imaginación? Aquellos años de su primera
juventud en el Seminario, pensaba. nunca más
volverían a repetirse, aunque. como una atracción
fatal. se viera ahora envuelto de nuevo en las
telararias del simulacro. Era el círculo, jugando
siniestramente con el destino.
Pasaban ya de las once cuando abandonaron el
lugar. Habían ido al restaurante en el carro de Frank:
un Continental Mark TV, uno de los autos más lujosos
y mejor equipados que rodaban por la ciudad. El de
Arturo habíí quedado estacionado frente a la casa del
Presidente. Hacia allá se dirigieron. Arturo sacó su
vehículo, y en el espacio que éste ocupaba antes,
metió el cabo Ignacio el Mark N. Frank se montó en
242 WRiA'iW SENCION

el carro de Arturo y le pidió que lo llevara a su casa,


Tomaron por el Malecón y siguieron despacio hasta
mas allá del lugar donde mataron a Tirano: por allí
viraron. y. con la misma lentitud. descorrieron la
:,venida. Mientras realizaban su paseo. al cual servía
de fondo un paisaje inigualable. con su luna entera.
metida ahora en mitad del cielo. Frank, usando de un
discurso sereno. trataba de convencer a s u
acompañante de las conveniencias de una alianza
entre ellos dos. Habia muchos peligros que enfrentar,
le había dicho en algún momento, y trabajar en
equipo. bien acoplado, seria la mejor defensa contra
los zarpazos de los que ya estaban o muy pronto
estarían limando la u m s de la intriga. "Debemos estar
preparados para librar muchas pequeñas guerras", le
advertía Frank. Detuvieron el carro por los lados del
Capri. se apearon. ocuparon una de las mesitas
localizadas en la acera y pidieron helados. Ya se h a b í í
olvidado de irse para sus casas. La heladería y todo ese
pedazo de Malecón, eran lugares llenos de recuerdos
para Frank. Cómo habían cambiado los tiempos. Los
espacios estaban atiborrados de guardias
estrujándose con chopas: habían desaparecido ya del
lugar los alardes inocentes de otra época. "Están
todos los sitios públicos invadidos por estas gentes",
se lamentaba en voz alta Frank. como hablando
consigo mismo. Se salpicaban del agua del mar. que
se rompía en los acantilados, y se salpicaban de
estrellas y de luna. en un Malecón que ahora a Frank
no le pinchaba sus adentros y que, sin embargo.
Arturo descubría con cierto éxtasis. Un éxtasis que
combinaba el paisaje con esa vida extraña e intensa
que ahora comenzaba y que Frank le había ido
descubriendo durante la noche.
A las doce y media se marcharon, y Frank le pidió
QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 243

que pasaran por el frente de la casa del mesidente.


Alcanzaron a ver allí al cabo Ignacio, dormitando en
su asiento de chofer. Fue entonces cuando Frank le
explicó la maniobra:
-Los que pasen por la avenida creerán que estoy
con el Residente o, al menos, con alguna de las
hermanas. No tendrán forma de averiguar bien las
cosas, y, ante las dudas, es siempre más saludable
creer. Antes de la una estará el cabo Ignacio de
regreso a la marquesina. Bueno, espero que hayas
aprendido bien las primeras lecciones, Arturo; tu.
que dentro de poco estarás manejando a una de las
personas más poderosas del país.
Muy entrada la madrugada, todavía estaba Arturo
sentado en la galena de su casa. Su esposa dormía
tranquilamente en su habitación, mientras éi, sin
pizca de sueño, volvía a beber del café que hacía rato
él mismo había colado. Contemplaba el cielo
constelado de estrellas, con la misma intensidad que
lo contemplara en los años del Seminario desde la
ventana de su cuarto, en la zona norte; ahora
fumando cigarrillo tras cigarrillo y sintiendo, como
en aquella época, el ronquido profundo y
parsimonioso de la ciudad. Uno de los pensamientos
que más se le retorcía en la mente. era el recordar a
esa jovencita arrubiada, de rostro cándido, siempre
tan risueña e incauta, de la que Frank le había dicho
formaba parte de su equipo. Le asombraba imaginarla
en su papel de orejas de Frank en la casa del
Presidente. Era la enfermera de la madre del doctor
Mario Ramos, su permanente compañera, en el
comedor. en el baño; vestida de blanco, siempre al
lado de esa señora nonagenaria que permanecía
sentada en la mecedora hasta que su hijo llegara del
Palacio y fuera a reposar la cena junto a ella. a darle el
244 VIRLATO SENCION

postrer mimo del día. ocasión que el Presidente


aprovechaba para atender una o dos entrevistas, con
personas a las que sólo las hermanas tenían el
derecho de colocar en las mecedoras contiguas.
"Ella me cuenta todo lo que oye en las entrevistas", le
había dicho Frank sin el menor escrúpulo. Había
escuchado a Frank decirle cosas tan delicadas, que
despues de meditar sobre ellas durante la noche,
ahora. con la llegada de la manana, era cuando
adquinan su verdadera densidad. Arduo. y no sabía
por qué irreversible. imaginaba el camino que había
decidido tomar. Aceptana, pues. con las debidas
reservas. la alianza con el amigo.

Pistón estaba acuclillado sobre la tierra volcánica,


a u n costado de la placita: lo rodeaban diez o doce
niños desnudos. ávidos éstos de que él los
hipnotizara con s u s historias. Pero el muchacho no
estaba en ánimo de hablar. Sostenía en s u s manos
una sarta de rolones muertos, calientes aún, que
había ido a recoger en las trampas que tenía
diseminadas por la sabana. Las criaturas, resignadas,
esperaban tranquilas a que Pistón s e desatara la
lengua: pero éste seguía silencioso. mirando hacia
donde estaba Arturo. que, contrario a s u costumbre.
desde que había comenzado el proyecto en ese
olvidado paraje. permanecía solitario. sentado en
una de las escalinatas del viejo monumento. Era éste
un rústico obelisco de cemento, levantado en aquel
desolado sitio. en conmemoración de una de esas
tantas y confusas batallas escenificadas contra el
invasor haitiano, e n cuyo transcurso l a s
herramientas de combate empleadas. por uno y otro
LOS QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 245

bando. fueron. por lo común. el qma blanca y los


--
miles de miiarros del río. Ahi cerca estaban los
escenarios de aquellos fragores de hombres
descalzos: la colina. el llano ~edret[oso.el no, aue se
tiñó de sangre. Pistón. a1 ig;al que m;chos
lugarenos, suplía, con su imaginación, la carencia de
escuela, y entonces las noches de aquel lugar se
poblaban de espeluznantes gritos de fantasmas
heridos, de aladas sábanas blancas. en el cruce de los
caminos: y así, por tradición. seguía recreando
aquellas antiguas batallas, con los agregados con que
el tiempo y la fantasía de los hombres son capaces de
enriquecer los hechos de la Historia.
Pistón, aunque de imaginación muy despierta. era
dueño de una mente muy simple para entender que
Arturo, al igual que el común de los mortales, podía
padecer de tristeza. de desánimo, de los malos
humores que le atribuía desde el día anterior. Esa
forma de comportarse del hombre a quien
consideraba poderoso. el que. durante tres meses,
había estado yendo con regularidad a ese cagadero
de chivos, confundiéndose con la pobreza de tantos
pobres. para orientarlos, resolverles problemas,
siempre con una sonrisa en los labios, distribuyendo
palabras de aliento, lo tenia confundido y afligido.
Por eso Pistón espantaba a los cada vez más
numerosos niños que se le acercaban. Lo mismo que
Arturo. él no quena hablar con nadie. Tenía trece
años, pero aparentaba menos. Delgado. muy
reducido para su edad, poseía unos ojitos avispados,
que resplandecían en su piel de carbón. Su cabello
de alambre estaba recortado al rape. Su padre le
hacía el trabajo para ahorrarse tiempo y
escamotearle al figaro itinerante los centavos del
corte. Desde que Arturo llegó al lugar hizo de Pistón
246 VLQM7W SENCIOK

s u preferido. Esto y s u capacidad para fantasear le


ganaron influencias con los otros muchachos. Antes
vendía los rolones. parado a un lado de la quemante
carretera. abanicando los pájaros frente a los
vehículos que iban o venían del Sur. pero. desde que
llegó Arturo. éste s e los remataba, buscaba arroz,
habichuelas. aceite y sal, y lo llevaba todo a doña
Matilde, la madre de Pistón, que preparaba una
sabrosa comida. Arturo se sentaba en una de las tres
sillas de paja que habia en el bohío y compartía el
manjar con la familia. El padre, la madre, Pistón y
sus otros cuatro hermanitos eran felices. Con Artwo
no carecían de las cosas elementales.
El muchacho acertaba en s u s reflexiones. al
considerar la tristeza de Arturo, no así en cuanto al
mal humor, que no era tal sino preocupación. Pero
de todas maneras: tristeza, mal humor o
preocupación correspondían, en el razonamiento de
Pistón, al caudal de los pobres. no de los ricos. Y
Arturo sabía que ese cristal. a través del cual era
mirado. no podía- tampoco era ésta su pretensión-
ser esclarecido con palabras. Era preferible que los
demás lo siguieran considerando rico. feliz y
poderoso, y no hombre entrampado.
El muchacho, e n algún momento, le habia
manifestado el deseo de que, cuando se fuera, se lo
llevara con él a la Capital. Esto le habia recordado a
Arturo la capacidad de ilusión de la gente de las
pequeñas poblaciones del interior. Una vez -siendo
él pequeño- se presentó un domingo por la tarde
en el bar del pueblo un señor desconocido. con cano
y de apariencia distinguida. se sentó a una mesa,
pidió whisky. y, al cabo de unos tíagos. s e emocionó
de tal forma cuando oyó que alguien desde el fondo
del establecimiento soltaba. con voz firme y
melodiosa. un conocido bolero. que'de inmediato se
acercó al intérprete y le hizo repetir, hasta la
medianoche, esa y otras canciones. Fue pródigo en el
pago de la cuenta a los contertulios y cargó luego con
el cantante para la Capital bajo promesa de
conducirlo a la fama. De oficio humilde, con mujer y
cuatro niños pequeños, la familia del cantante
arrastraba una vida de privaciones, pero para los dias
en que el desconocido operó la magia de la
desaparición. la casa se llenó de abundantes viandas
y el fogón dejó de hervir las consabidas tres piedras
de la vergüenza para hervir la yuca, el plátano y
cocinar el arroz. los frijoles, y hasta hubo logro de
aromas de carnes. Se estaba produciendo el milagro
de la esperanza. Los amigos. los vecinos. los
conocidos, velaban por el bienestar de la familia del
cantante. mientras que por las tardes esperaban,
aglomerados en el parque. el arribo del carro de Pa'
Ramón, ansiosos de noticias de la suerte del
ruiseñor, y que, a decir verdad, no se explicaban que
por los pocos radios del pueblo aún a los cinco días
no se hubiera hecho mención del nombre ni se oyera
la voz del. sin lugar a dudas, muy pronto ilustre
compueblano. El caso fue que a las dos semanas
exactas, desde la noche luminosa en que se llevaron
al "cantor de la montaiia" (tal era el lííco epíteto con
que ahora se le nombrada en los corrillos del
parque). se apareció éste montado menesterosa-
mente en la cama del camión de Liberato, triste y sin
buenas explicaciones que dar a las incesantes
preguntas que le formulaban. Había sido víctima de
un rapto emocional de parte de un forastero que
había creído oír voces de ángeles una noche
embrujada de estrellas y que a la luz de otras
circunstancias ya no eran tales, mientras las gentes
del pueblo, confundidas por el entusiasmo, jugaban
248 VIRJiiTO SENCION

al billete de la fama, contribuyendo con s u ración de


vianda al logro de su inclusión en el globo de la
siempre veleidosa fortuna. Volvió el pobre cantante a
tararear sus melopeas en el patio de s u casa y a oír de
nuevo el rebullir del agua en la olla cargada de
piedras, pulidas por el tanto millaje de horas
hirvientes.
Arturo pensaba pernoctar en la aldea: cenana
rolones en casa de dona Matilde y dormiría en una
de las veinte casitas de bloques y madera, a medio
construir todavía, y que. en hileras de cinco,
enmarmban el yerbajo que fungía de plaza alrededor
del obelisco. Hacia una esquina estaba el solar vacío.
destinado a la construcción de la iglesia. Esta era una
de las peticiones más fervientes de las mujeres de la
aldea. y que Arturo habia dejado para el final.
F'rimero se construirían las casas. el acueducto y el
campo de pelota, y, si había suerte. se podía traer el
tendido eléctrico. Inicialmente le había planteado a
doña Cándida Ramos. Presidente de la Cruzada de
Paz, un proyecto modesto de diez viviendas, que ella
aceptó complacida, principalmente porque iban a
ser financiadas por don Piro Taranzo, un constructor
de obras, medio en desgracia política, y que así. con
el aporte de quince mil pesos, se abría una de las
principales puertas de entrada a la casa del
Presidente. Luego, al paso de los días y en contagio
con tanta humana miseria, fue Arturo empujando
hacia ese purgatorio más viviendas. u n acueducto,
diversión para los jóvenes y ya, a los tres meses.
estaba a punto de conseguir la electrificación. Pero
faltaban tantas necesidades por cubrir. Se le habia
hecho muy difícil escoger. entre las ciento
treintiocho familias del lugar, las veinte destinadas a
ocupar las viviendas. Ciento treinta de ellas vivían en
el cuadro de la desesperación más extrema.
LOS QUETALSIFICARON LA FIRMA DEDIOS 249

Finalmente, escogió las m&snutridas de críos. y,


todavía así, hubo de realizar un sorteo. porque más
eran las cabezas que los sombreros. Para los no
beneficiados hubo promesas que Arturo sabía no iban
a ser cumplidas. Con ellas vino la conformidad.
Menos ardua fue la tarea de convencerlos para que se
organizaran en brigadas de trabajo voluntario.
Preparó efectivos convites, en los que a las mujeres
les tocó cocinar. en enormes calderos, arroz y
habichuelas. para los trahjadores. De la Capital trajo
arquitectos, que diseñaban: ingenieros, que dirigían:
zapadores de la policía, que construían, y comida
cruda. que se almacenaba con celo. El solitario y
ardiente caseno se había convertido en una activa
feria de esperanzas.
La cosa marchaba: pero Arturo estaba triste y
preocupado, y Pistón no podía comprender por qué
su especie de Dios se había sentado ahí, en las
escaiinatas del obelisco, sin querer hablar con nadie.
Iban a ser las cinco de la tarde y el sol estaba bastante
encendido todavía. Por acá y por aiiá se oía acarreo
de materiales. ruidos de martillos y de planas. la
canción de u n albañil. Pistón vio a Arturo
incorporarse y encaminarse. pausadamente, por un
senderito, hacia el campo. Lo siguió a distancia,
como u n tímido animalito, y lo vio sentarse a la
sombra de un algarrobo por donde se preparaba el
terreno de pelota. Estuvo merodeando un rato sin
dejarse ver de Arturo y luego regresó a la casa y
entregó los rolones a su madre, con el fin de que ésta
dispusiera de ellos para la cena.
El día anterior, a esa misma hora del crepúsculo.
cuando el Sur parece estar resudando, en baños de
María. la resaca de los calores diurnos acumulados
en la tierra, se fue Pistón a zancajear a Arturo, hasta
encontrarlo en uno de los retirados bohíos que
lindaban con la sabana. Un hombre blanco, que habia
llegado en una camioneta, preguntaba por él. Pistón
los vio saludarse con afecto y apartarse luego para
conversar a solas. Media hora después. el hombre se
despedía. Fue a partir de aquel instante cuando el
muchacho notó el cambio en Arturo. Este no esperó
la cena que ya estaban preparando y al rato s e
marchó en s u carro. No regresó hasta bien entrado el
día siguiente. Terminaba el mes de abril. Habia
transcurrido un año, dos meses y trece días desde
que s e fundara la Cruzada de Paz, el catorce de
febrero del año anterior. Al principio, Arturo tuvo la
ilusión de que la entidad tomaría el camino í?anco de
la redención social que. nominalmente. había
motivado s u origen. pero ésta s e había ido
convirtiendo, poco a poco. en una magna empresa
económica y política, en cuyo centro estaba doña
Cándida Ramos, mareada cada día más por el opio
del poder. Aquella otrora mujer senciila, que Arturo
despertara del bochorno cotidiano. alentándola a
levantarse de la pasiva mecedora donde discuman
sus tardes para que jugara un papel estelar en favor
de los menesterosos. s e habia ido convirtiendo en
u n a diestra manejadora de complejidades
económicas y, como si lo arrastrara en s u sangre.
poseía igual que el hermano la habilidad de
desdoblarse infinitamente en un juego de gélidas
incertidumbres. La mujer se había incapacitado para
dar afectos, y la casa era y. a esas alturas. un infierno
de intrigas, de las que ella era recipiente fervorosa,
igual que si fueran el pan de su espíritu.
Lo que tanto temiera, le estaba ocurriendo de
nuevo. Igual que en el Seminario, Arturo se
entregaba a fabricar s u mundo secreto. Se escapaba
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DI@ 251

de la ciudad hacia el campo tardaba semanas en


regresar a la casa del Presidente. Ya sentía aversión
por ese centro en que el rito de la genuflexión era
uno de los hábitos naturales. Salía a errar por el
mundo y distraía el dinero con los pretextos más
baladíes. Alguna vez persiguió el candor y la
inocencia refugiandose en el corazon de una
muchacha campesina. tan espléndida como la luna
que se multiplicaba en las ondas del arroyo que
corna junto al conuco, pero poco tardó en darse
cuenta de que la n i h tenia uñas de ciudad grande. "A
esas déjalas en el monte, porque si las sacas a la
ciudad se voltean como las gatas". le habia
aconsejado un amigo. el día que lo encontró con la
muchacha en un lujoso restaurante de la Capital.
Cansado. volvía al calor rutinario de su matrimonio.
donde encontraba, en el lúcido orden de su esposa,
el verdadero candor y la más sutil inocencia: pero
volvía luego a ser acosado por el acicate de las
intensidades. como si la vida fuera un tumultuoso
escenario de guerra y paz. ambas en una constante
refriega, a la búsqueda de la síntesis del equiiibrio.
Ahora estaba triste y preocupado, y Pistón lo sabia,
aunque éste estaba muy lejos de conocer la causas.
Quien habia venido la víspera a procurarlo era el padre
Rey, cura párroco de su pueblo: eran amigos desde
que Arturo era un niño y el cura un muchachón recién
ordenado. llegado del extranjero. y que trabajaba
entonces de ayudante del padre Santiago. Dinámico,
sociable, le atraía más el drama del hombre que las
complejidades teológicas. El y Arturo hacían buena
liga, a pesar de hallarse en campos políticos
diferentes. Tendría el padre Rey unos cuarenticinco
años de edad. Su hablar pausado y casi triste no
reflejaba la intensidad de su espíritu. Con esa voz
adolorida s e había presentado donde Arturo a
contarle s u problema v a solicitarle ayuda. Dos
dirigentes poiíticos del Pueblo eran buscidos minu-
ciosamente por el Eiército v la Policía, acusados de ser
coordinadoies del-reciente desembarco guerrillero
en la zona. Desde hacía diez dias el padre los tenia
escondidos en el cielo raso del hospicio para ancianos
y temía que en cualquier momento pudieran dar con
su paradero. El padre Rey tenía buenas razones para
pensar que el destino de esos muchachos sena la
muerte en caso de ser apresados y el de él, con la
mejor de las suertes, ser echado del país.
Con los nervios destrozados. meando y defecando
en aquel cubículo de ratas, los perseguidos apenas
podían ya tragar alimento, y el padre Rey le había
pedido a Arturo que lo ayudara a sacarlos de s u
escondite y trasladarlos a la Capital.
Misión difícil y peiigrosa ésta, pero él la aceptó
agradecido: necesitaba del riesgo noble como
compensación a los vacíos de s u aima. En las
montañas de s u pueblo estaba el jefe guerrillero
peleando una causa perdida, mientras que muchos
de los viejos y ahora distanciados amigos de
Arturo, atizados por u n vanidoso fanatismo de
izquierda, se esperanzaban en una causa imposible
y él. Arturo, atrapado entre el vago heroísmo y la
realidad incesante de la vida; entre misiones
cosméticas de solución social y el vasto oprobio de
los pobres: entre s u íntima e inalcanzable
decencia y el horror de esa olla de fuego que eran
la casa del Presidente y la Cruzada de Paz y todo
el vicio y la lujuria que le circundaba. Y. tal y le
ocurrio en el Seminario, volvia a no encontrar la
salida del laberinto. Parecíale que todo en la vida
estaba equivocado.
LOS QUE FALCIHCARON LA FIRMA DE DIOS 253

La luz del día se habíí ido, cuando Arturo, usando


del mismo paso lento y meditativo. regresó a la casa
de Pistón. Era martes y tenía programado realizar el
rescate a las nueve de la noche del viernes siguiente.
Aplicana el método de precisión de reloj que Frank
le había ensexiado cuando la fuga de Antonio.
El pueblo quedaba a unos treinta kilómetros del
lugar de la costa donde Arturo estaba desarrollando el
proyecto comunitario. Ubicado hacia el centro
montañoso de la isla, era de dificil acceso viajando
por una antigua y estrecha carretera, labrada a pico y
pala, que bordeaba picachos, desde donde se
miraban, con vértigos, las honduras de las simas. Mas
aliá,en lasazulosas crestas de las montañas. operaba
la guerrilla. Miles y miles de soldados ocupaban,
literalmente. toda la parte sur de la República. Entre
el pueblo y la Capital habíí cinco agitados puestos de
vigilancia, artiilados con ametralladoras nerviosas el
manos de guardias autorizados a matar, y que
s u p e ~ g i l a b a ncelosamente todo tránsito.
Pistón s e puso contento cuando vio a Arturo
regresar y sentarse en el bohío a cenar con la familia.
Parecía otro, ahora más sereno y conversador.
Arturo sacó u n billete de cinco pesos y lo introdujo
en u n bolsillo de la camisa de Fistón, luego lo atrajo a
su lado. El muchacho estaba de pie, feliz, mientras
Arturo le pasaba la mano por las agujitas del cráneo.
Después de comer, Arturo desapareció de la aldea.
El embustero de Pistón, rodeado de chiquillos, se
quedó esperand010, en la oscuridad del obelisco.
hasta más allá de las ocho. diseñando, entre tanto,
lunas llenas en el cielo y aullidos de lobos en los
bayahondales del Sur. A las diez oyó el rugir del
motor y vio, por entre las rendijas del cuartucho
donde domiía, las luces del carro. Arturo regresaba.
254 YIRIATO SENCION

Como la noche anterior. habíí ido a s u pueblo a


estudiar el trayecto y la forma de actuar de los
soldados, a partir de las nueve. en los lugares de
cateo. Esta vez sufrió menos la agresividad en los
tres puestos que había entre el pueblo y El Cruce.
lugar éste donde la carretera declina para tomar
hacia el sur fronterizo o hacia la Capital; la noche
antes. s u carro habia sido sometido a severas
inspecciones, a pesar de él haberse presentado
como funcionario gubernamental y dirigente de la
Cruzada de Paz. interesado, además, en conocer
personalmente el curso de los acontecimientos. De
todas maneras había aprovechado ambos recorridos
para realizar una labor de acercamiento: habló con
los mandos y soldados. les regaló cigarrillos y ron. y
los estimulo a seguir cumpliendo con s u deber. cosa
de la que se haria eco ante el Señor Presidente de la
República y su hermana doxia Cándida Ramos: de la
cual era ayudante y hombre de contianza.
El miércoles hizo lo mismo, y el jueves estaba
convencido de que s e había ganado la confianza
necesaria de los soldados como para poder pasar. sin
ser registrado. Buscando mayor seguridad, el viernes
por la mañana s e agenció una placa oficial y
convenció a doña Cándida de que le extendiera una
tarjeta de apoyo. so pretexto de que la zona del
proyecto estaba peligrosamente militarizada. Los
Últimos dos puestos de cateo- uno en la ciudad de
Bani y el otro en S a n Cristóbal- habían sido
trabajados por él. si bien con menos rigurosidad que
los tres entre el pueblo y El Cruce, debido.
naturalmente, al menor peligro que representaban.
El viernes, a las tres de la tarde. salió de la Capital:
recorrería los ciento quince kilómetros hasta s u
pueblo, en un carro con nueva tablilla y con todos los
LOS QUE FALSlRIGQON LA FRMA DE DIOS 255

tomillos escrupulosamente ajustados. La cerradura


del maletero había sido cambiada por completo. y
quedó conforme, después de probarla, tirando el
carro sobre terrenos accidentados.
Se detuvo en San Cristóbal y Baní, donde pasó un
buen rato departiendo con los guardias de puesto: y.
así. como si fueran las estaciones de la pasión, lo hizo
con el resto de los puestos. deteniéndose en cada
uno de ellos. hasta llegar al pueblo, a las siete de la
noche.
El plan que se había ideado era el siguiente: el
primer puesto de cateo estaba a la salida del pueblo.
Cien metros más aüá.al borde de la carretera, estaba
el hospicio para ancianos. Arturo le habii sugerido al
padre Rey que desde el mismo lunes, día en que éste
lo fue a ver al proyecto. hasta el viernes, día
programado para el rescate. saliera hacia la
carretera, un poco antes de las nueve de la noche.
manejando el camión de volteo perteneciente a la
Organización para el Desarrollo que dirigía la
parroquia. penetrara al patio del hospicio y. media
hora después, regresara al pueblo: de manera que los
militares hicieran de esas salidas y entradas una
rutina visual. El viernes. en cambio. después de subir
a los refugiados a la cama del camión y de cubrirlos
con una lona. hana una llamada telefónica desde el
hospicio a la casa curial, en la cual le informaría al
padre auxiliar- única persona al tanto de la
maniobra- que ya estaba listo para salir. Este le
avisaría en seguida a Arturo. quien estaría esperando
dentro del carro estacionado frente a la casa curial.
Inmediatamente. y mientras el padre Rey tomaba el
rumbo de la carretera. Arturo arrancaría con la mis-
ma dirección. para- dos kilómetros mas adelante. y
en un sitio previamente escogido- hacer el traslado
del camión al carro: entonces el padre Rey
regresaria al pueblo. como normalmente lo había
hecho los días precedentes. De ahí en adelante la
responsabiiidad correría por cuenta de Arturo.
Indistintamente, Arturo mira la hora en su reloj de
pulsera y hacia la ventana abierta de la casa curial,
donde una luz ha de encenderse como señal de que ya
el padre Rey salió con su carga de fugitivos. Faltan dos
minutos para las nueve cuando recibe el aviso. Afianca
hacia la salida y piensa que, en ocho o diez minutos,
habrá emparejado al padre: sin embargo. algo
imprevisto ha ocurrido, ya que en el puesto de salida
hay la orden de que ningiin vehículo puede abandonar
el pueblo después de las nuwe, si no tiene un pase del
comandante policial. Esto lo ha cogido de sorpresa, y
aunque presenta todas sus credenciales. le dicen,
con mucha cortesía. que es imprescindible el pase de
salida. Tratando de perder el mínimo de tiempo. vira
y se dirige de inmediato a la estación de Policía.
donde espera encontrar al Capitán. Cruza a toda
velocidad una y otra esquina. pero. inverosímilmente.
las calles se le alargan como si estuvieran
multiplicadas por un espejo. Piensa en el padre Rey,
confundido. y en plena carretera, con esa dinamita
debajo de la lona del camión; piensa en la terrible
posibilidad de no encontrar al Capitán en el
destacamento y tener entonces que esperar hasta
cuando se presente. Vuela. No quiere seguir
pensando en nada más, sino en acabar de llegar. Y. al
fin, llega. El corazón le vuelve a su lugar cuando el
Cabo le señala al Capitán. que juega dominós en el
patio il-do de una casa vecina.
El oficial detiene la partida ante su solicitud y se
encamina al destacamento. donde escribe un pase a
maquinilla y luego lo Grma. Arturo mira su reloj: son
ya las nueve y quince. Se va. entrega la tarjeta en el
puesto de saiida y coge la carretera, la cual se
presenta, asombrosamente oscura. Ha recorrido dos
kilómetros cuando observa las luces de un vehículo,
que viene en dirección contraria a la de é1; aminora
la marcha y. cuando se acerca, se da cuenta de que se
trata del camión del padre. Ambos se detienen, y.
desde la cabina. en cuestión de segundos, el padre le
dice que mis adelante. en la cuesta de la Vuelta de la
Paloma. ha tenido que dejar a los dos hombres; le
indica. asimismo, que tan pronto como vaya llegando
al lugar dé tres cambios de luces, señal a la cual
obedecerán de una vez los perseguidos: ocultos en el
monte contiguo. El padre Rey le desea buena suerte
y Arturo se dispara. Unos minutos después llega al
lugar indicado, opera la señal convenida y comienza
a ascender lentamente por la cuesta.
El carro negro parece una fiera metiendo
cautelosamente las zarpas en la empinada loma,
mientras que él observa, con ojos minuciosos, hacia
los yerbajos que cubren el drenaje, hasta un campito
que dibujan los faroles: pendiente de cualquier cosa
que salte, pendiente de cualquier cosa que se
parezca a dos hombres que. !coño!, están por allí y no
acaban de sa&. Trepa hasta la cima de la Vuelta de la
Paloma y por ningún lado siente señai de vida. A su
izquierda se eleva una interminable pared de tierra.
que de día es ocre y ahora sólo un telón negro.
borrado por la noche a su derecha un abismo. en
cuyo fondo, sabe de viejo M u r o que discurre un río:
el cual nace muy lejos. allá en la montaña; el mismo
que cruza por el pueblo. el mismo que, según
versiones de la gente del proyecto, se tiñó más de
una v a de sangre con ocasión de las encarnizadas
batallas entre haitianos y dominicanos. Por un
segundo piensa en seguir adelante, consciente de
que cualquier movimiento extraño en esos lugares
puede llamar la atención de alguna de esas patrullas
que se encuentran rondando por el monte. pero
sabe también que dejar esos muchachos
desamparados es ponerles el sello de la muerte. Tan
estrecha es la carretera que Arturo tarda y tarda en
lograr dar el viraje. Ahora está de frente. en el punto
mismo donde comienza a descender la Vuelta de la
Paloma. Ailá lejos, como reposando sobre un lienzo
oscuro, se ven los cirios del pueblo. Regresa, con el
mismo correr de una tortuga. al lugar en donde el
padre le había dicho que estaban escondidos los
fugitivos. Todavía, de frente hacia el pueblo. vuelve a
dar los tres cambios de luces y. entonces. ve, por h.
cómo dos hombres saltan desde la maleza, s e
acercan esquivos al carro y, obedeciendo a una orden
de Arturo, entran. resueltamente, en éste. Gira: la
fiera mete de nuwo las garras sobre la cuesta. hasta
que llega arriba; s e desentumece y arremete
abiertamente contra la brisa en el peligroso trillo
montafloso. Desgreñados. sucios, apestosos. los dos
hombres parecen tener los nervios destruidos.
Se excusan ante Arturo por el inconveniente que
pudieron haberle causado a l no saür a tiempo de s u
escondite. pero le explican que tuvieron duda al ver
la placa oficial. Esa fue una de las condiciones que
Arturo le había exigido al padre Rey: que no les dijera
quién los iba a recoger ni en qué carro lo haría. Unos
ocho kilómetros más adelante Arturo s e detiene. s e
apea. les pide que bajen y s e metan en el maleterp.
pero ellos se niegan, discuten, tienen miedo. Artwo
les razona que un poco más adelante hay un riguroso
puesto de cateo. que las fotos de ellos están en esos
destacamentos y que, además, cada soldado las lleva
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 2 59

grabadas en s u mente. Pero ellos no quieren


entender razones y plantean la solución de irse por
entre las cañadas para evitar el puesto de vigilancia y
esperar al carro al otro lado del puesto. Es una
tontena que a Arturo se le hace dificil entender que
se hayan atrevido a exponerla. Uno de los hombres
dice que el baúl de ese carro negro más bien parece
una caja de muerto. donde se sepultarían vivos.
Arturo los amenaza con marcharse y abandonarlos a
s u suerte en esas desolaciones. Al fin, aceptan a
disgusto y Amvo los encierra.
Si algo desea Arturo en estos momentos es que s e
destape el cielo con u n buen aguacero. Esto. en
realidad, no cambiaría en nada la situación;
dificultaría más bien el tránsito y. por otra parte, no
cree que la vigilancia fuera, substancialmente,
diferente; pero lo desea como si la lluvia viniera a
constituirse en una compañera o en un manto bajo el
cual se pudiera ocultar. Las nubes están cargadas, y
aunque a prima noche hubo amago de lluvia. en el
pueblo. la misma se dispersó hacia las montañas del
norte. Entonces. como ahora, la deseó, sin una
explicación lógica.
Mientras se va acercando al lugar de cateo, el
segundo de cuatro que ha de salvar. piensa en la
capacidad que tienen las personas para fabricar
fantasmas. En los últimos cuatro días en que recorrió
esta misma carretera. más o menos a esta misma
hora, no observó el paso de un solo vehículo militar
ni vio patrulla de a pie haciendo ronda por el
camino, y sin embargo ahora cree que s e va a
encontrar con ellas. que en cualquier momento
puede ser detenido por guardias, con los que
previamente no h a tenido contactos. y que.
lógicamente, pueden proceder a realizar u n registro
a fondo. En un caso así, él correría más peligro que
los mismos fugitivos. Piensa en esa nueva orden con
la que se encontró a la saiida del pueblo y la razón
que pudo haberla producido precisamente hoy.
Analiza que si en el puesto siguiente no hay
dificultades, tampoco debe de haberlas en los
demás. porque toda orden militar funciona en
cadena.
Llega, rutinariamente detiene el carro frente a los
cinco guardias armados de fusiles que bloquean el
camino. se apea, los saluda. aguza los oídos y la vista y
no tiene dudas de que la reacción de los militares es
la misma de los últimos días. Con el lenguaje
acostumbrado conversa un rato con ellos y. al
despedirse. siente que los soldados esperan algo
más que unas buenas noches; del asiento de atrás
coge botellas de ron y una bolsa en la que hay queso.
pan y salchichón, y llena, con una generosa provisión
de éstos, las manos alargadas del Sargento; quien, de
manera socarrona. los engarfia al instante. como si
fueran piezas de un botín. Similar operación se
produce en el Cruce. salvo que tiene que detenerse
por mas tiempo del indicado, ya que el sargento de
Policía del destacamento y Yuyú, el dueño del
popular restaurante del lugar, le presentan ese tipo
de conversación en la que se hace dificil dejarle al
otro la palabra en la boca.
Son las diez y media de la noche cuando ennunba
hacia Baní. Si todo sale bien, estará entrando en la
Capital dentro de hora y media. Ha dejado atrás la
sierra, con sus despefhderos y otros riesgos, y corre
ahora sobre tierra firme, aliviado, como si hubiera
descendido del cielo. Baní se presenta desierto a esa
hora de la noche. pero al otro extremo de la ciudad,
antes de llegar a la fortaleza, le sorprende una fila de
LOS QUE FALSIFICARON LA M DE DIOS 26 1

vehículos que. a su turno, son afanosamente


inspeccionados. Cuenta quince en total. en su
mayoría pequellas camionetas con sus cargas
agrícolas. Arturo observa. preocupado, la saña con
que un grupo de guardias se empecinan en
desmantelar cada vehículo. Parecen gallinazos,
colmados de hambre desMpando carroña. Cuando le
toca el turno a una ambulancia, Arturo siente. por
primera vez esa noche. el hielo del terror meterse
en su cuerpo. Ve cómo. bajo las protestas del chofer
y los llantos de una acompañante, un enfermo es
sacado en su camilla hasta el pavimento y auscultado,
meticulosamente. a la luz de un potente foco de
pilas. En ese momento. Arturo decide que bajo
ninguna circunstancia.se M a dejar chequear.
Espera tener el espacio suficiente para salirse de
la flla y, en cuanto lo logra, avanza atropelladamente.
y. sin detenerse, vocea: "Misión especial de la
Presidencia". No oye respuesta, desaparece.
No piensa ya en nada más: se come, simplemente.
la carretera. No hay alternativa: San Cristóbal es el
último paso. y si en Baní sospecharon algo y han dado
aviso de alanna. es hombre perdido. Con esa
impaciencia llega al puesto decisivo; suavemente
cruza el "policía acostado". un guardia se va
acercando. se arrima al carro y mete el hocico por la
ventanilla: Arturo presenta sus credenciales con
Ermeza y el guardia le da la señal de que siga.
Cuando definitivamente ha dejado lejos la última
luz de la ciudad. detiene el carro en una curva de la
carretera- que también es una pequeña cuesta-. se
desmonta y se pone a orinar. al tiempo que con
calma ojea para todos lados. Cuando termina, mete la
iiave en la cerradura del baúl y. como si estuviera
descubriendo la sábana de un muerto. para
reconocerlo. levanta suavemente la tapa. Allí están
los dos hombres. acurrucados uno contra el otro; los
ayuda a salir. los aiienta y en seguida enfilan hacia la
Capital.
Durante el trayecto, Arturo deja hablar a los
hombres, que. ahora, más calmados, necesitan
desahogarse. El que parece tener más autoridad
emplea un tono y un lenguaje que a Arturo se le
antoja demasiado suficiente. Lo deja decir: algo se
puede interpretar de sus palabras, que indica que
Arturo debe sentirse orgulloso y hasta agradecido de
haber realizado un trabajo que lo elevará en la
opinión de los que pronto le arrancarán el poder al
doctor Mario Ramos. Hay pueriles ofrecimientos y
hasta sutiles insinuaciones de que siga colaborando
con la causa. Arturo. más que rabia, siente pena por
ese hombre. que es incapaz de interpretar
correctamente la acción de esta noche. Observa que
ahora hay un arrebato de gestos heroicos en ese
hombre que. hace apenas dos horas, temblaba como
hoja mecida por el viento. Pero no le contesta: los
lleva, en cambio. a su casa, y pide a su esposa que
prepare el baño y ropa interior nueva para esos
amigos. En la madrugada los despierta, les da dinero
y los lleva a un lugar de la ciudad que &os le indican.
Los despide con estas palabras: "Lo que he hecho por
ustedes no debe ser interpretado como un acto de
solidaridad partidista ni ideológica, sino tan sólo
como un acto de humanidad; dénle las gracias al
padre Rey. mantengan la boca cerrada y olvídense de
mi".
Arturo regresa a su casa, abrumado por el triste
pensamiento de que estos hombres no son más que
el pobre duplicado de esos falsos héroes políticos
del mpdio que, como los papas medievales. viven
LO5 QUE FALCIFICARON LA FIRMA DE DIOS 263

vendiendo las bulas de la salvación. con cuyo tráfico


alcanzan una doble vida: imagen de dioses vernáculos
y hartos logros económicos con qué llevar u n
envidiable nivel de vida de dispendioso ocio.

Al frente está la enorme casa de hormigón


armado. de elevado pedestal. con rejas y jardín. en
cuyo bosque fragante. una noche encendida de
estrellas y de luna, me estremecieran los labios
tiernos de Laly Pradera. Invariablemente, ahí
permanecen las cosas que fueran cotidianas en mi
vida, las que busqué siempre con ojos afanosos,
porque, en cada espacio, estaban las huellas
perfumadas de Laly: los escalones amplios de suave
ascensión, el balcón rectangular, la majestad de la
alta palma, al final del patio; las rosas multicolores,
el eco lejano de una guitarra, las campanas de bronce
de la iglesia. que ahora vuelven a timbrar, en reclamo
de feligreses para el rosario. Antes, al mediar la
tarde, después de la lluvia. me fui con el sol tibio y
radiante a recorrer el pueblo, a llenarme de
evocaciones. ¡Tantos años para volver a sentir sus
garras en la médula de mis huesos! Los paseos del
parque. alfombrados con las florecitas blancas de los
robles; la ausencia del tablero de ajedrez de los
bancos. donde ya no disputaban ni Giol ni Claudio ni
Fremio ni Pilico ni Negro ni nadie; la calle Colón,
donde ya no estaban ni Patricia ni aquel conjunto de
muchachas que una vez la embellecieran (porque
casi todos nos habíamos ido huyendo del pueblo. y
me daba coraje ver esas casas donde alguna vez hubo
algo sagrado para mí, profanadas por gente
desconocida); Chile. con vista al no, ahora un dedal
264 VIRiAn> SENCION

de agua, desde cuyo mirador los amigos dibujaran


sus versos en el confin del mundo: Dolores Peralta,
ya anciana. sentada en la poltrona de s u palacio de
Magante. a la espera de que se animara la noche
para que llegaran los pargos a consiunir las carnes de
los cueros de su establecimiento; el bar Tres Rosas.
donde Chavo, íngrimo y rebelde. seguía borracho de
aguardiente, como en toda s u vida, porque se resistía
a ver el mundo con otros ojos que no fueran los
anublados de la irreaiidad: el Pueblo Abajo y el
Cementerio. donde una vez Maceo descubrió la
Marimanta.
Pero todas estas cosas irrecuperables. de las que
sólo puedo adivinar s u h a t o de sombras aposentarse
sobre el hueco de este pueblo. percibirlas a través de
mis nostalgias. no hacen más que lastimar mi
espíritu, revolcarlo en un ayer que. por lo demás, no
fue como yo quiero imaginarlo. ya que en él hubo, lo
se. más lágrimas y más tristezas que alegrías, y sin
embargo me empecino e n u n a falsificación
retrospectiva. e n hilvanar las pitas del látigo
deshecho. como si con ello recompusiera la
espontaneidad de mis años juveniles, el tiempo en
que cada gota de dolor era u n espasmo de
intensidad, ahora que poseo tantas cosas aparentes
que no caben en una uña de mi corazón, ahora que
pienso y pienso, mientras aguardo al volante de mi
carro. en esta esquina. la hora en la que ha de
comenzar la reunión de los dirigentes políticos del
partido de gobierno, en el pueblo, y en la que se han
de trazar estrategias de campaxia electoral...todo una
jodida mentira, un cuadro de arrogancia, de vacío.
Pero antes de acudir a esa reunión que se ha de
celebrar en u n ambiente de intimidad, e n el
domicilio de un señor de abolengo. ubicado al frente
Ua QUE FALSIFíCAüCN LA FIRMA DE DIOS . 265

de la que fuera casa de los padres de Laly, por cuya


puerta ya veo entrar a dos de los políticos
principales. y en vista de que aún estoy dopado por
tantos viejos recuerdos. me viene a la memoria la
historia de la Marimanta, cuya relación ha de ser
más interesante que esa aburrida reunión, en la cual.
si bien me muerde la curiosidad por ver la reacción
de estos encopetados. cuando me aparezca
acompañado de Cundito el Cojo. s u antiguo
limpiabotas y mandadero. más allá de ahí, no tiene
atractivo alguno. ni creo que ocurra otra cosa digna
de mención.

(El pueblo vio pasar el funeral de Maceo desde los


patios, puertas y ventanas: hosco y malhumorado. El
padre Simón. tres monaguillos y una docena de
familiares y amigos del difunto formaban el cortejo
que despedía para siempre a ese hombre
intransigente. insobornable. Se fue casi solo. él, que
fue toda una leyenda. Muchos años después me
enteré de que. desde un elevado balcón, una
hermosa mujer, bañada por las lágrimas. observó. en
siiencio, el paso del entierro. La tarde aquella yo no
quise irme a cazar ciguas con Leonel Castillo. a pesar
de su insistencia. Algo de mí se iba en ese tosco
féretro que yo seguía. desde el callejón de mi casa.
con acuosos y confundidos ojos de niilo. Han pasado
los años y creo que ha llegado el momento de
rescatar a Maceo del malentendido y la
maledicencia.
Crecí queriendo a Maceo con una especie de
sentimiento filial, en el que se mezclaban la
admiración con la magia inescrutable del héroe.
266 ViRIATO SENCION

Recuerdo s u mirada penetrante, limpia y noble,


como león que ampara s u s cachorros, en los
momentos en que yo jugaba con s u s hijos, en los
alrededores de s u vivienda. Aquella mirada la
sentiría mucho más allá de s u muerte.
Inocencia. s u mujer. que llegó a ser mi madrina.
habría de confiarme los detalles de aquel nebuloso
acontecimiento de la Marimanta, y ya después no he
podido estar tranquilo. Fue entonces cuando
comprendí cabalmente por qué Maceo se sembró en
el silencio para no descubrir el secreto de lo
acaecido aquella azarosa noche. Su mutismo hirió de
tal manera la malsana curiosidad del pueblo, que
aún. y a pesar de sus años de muerto, no llega la hora
de ser perdonado Maceo.
Dos días antes del sucedido. Maceo había
cumplido cincuenta y dos años de edad. Seria el
último día festivo de s u vida. caracterizada por una
cadena de aventuras singulares, marcadas por la
temeridad. Aunque es de suponer que la inventiva
popular las acrecentaba, porque si bien era cierta
aquella e n la que. al filo de la medianoche,
acompañado de s u compadre Bolo, se dirigió a uno
de los cerros de los alrededores del pueblo. con el
propósito de sacar una botija: habría que dudar, por
lo inverosirnil, de las circunstancias con que la rodeó
el espíritu imaginativo del pueblo: las cuales, desde
luego, partían de la primera versión del hecho.
ofrecida por sus actores. Entre las muchas cosas que
se decían al respecto, la más socorrida era la de
que estando Maceo y su compadre Bolo en plena
faena de desentierro, les cruzó a ambos por entre
l a s piernas u n perrito, que s e perdió
inmediatamente en el fondo de la más renegrida
oscuridad. No s e asustaron de ello los dos
U3C OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 267

compadres. tampoco los a r e d r ó el coro de


gruñidos que acompañaba a cada uno de sus
picazos. ni la lumbre siniestra de los tizones de dos
ojos que se paseaban. amenazadores, en el bosque
contiguo. Imprecando al Pájaro Malo y rogando al
mismo tiempo a las ánimas. los dos hombres
picaban y picaban la tierra. Dieron. al fin. con una
vasija de barro, llena de morocotas. Cargaron de
inmediato con la pesada botija y, dando tumbos, la
acarrearon hasta el pueblo. Llegados los
desenterradores de botiJas a las primeras callejas
del pueblo, cuando cruzaban por debajo de una
mata de jabilla fueron atacados, súbita y
furiosamente, por un perro similar al que les había
pasado. allá en el cerro. por entre las piernas, sólo
que un poco más grande. Defendieron la botija con
igual o más furia que el animal. Ni siquiera sentían
correr la sangre ni el dolor que debía producirles
las heridas inferídales por la bestia: seguían
impertérritos. calles adelante, cargando el
rescatado tesoro. Creyeron haber sorteado ya el
peligro, pero cuando arribaron a la casa de Maceo,
se encontraron con que ésta estaba bloqueada por
el mismísimo perro de antes: esta vez mucho más
grande y con un aspecto aterrador de lobo babeante
y furioso. Haciendo acopio de valor, Maceo atacó de
inmediato al perro. matándolo. !Sorprendente1 Al
día siguiente. los vecinos de los alrededores de
Maceo se vieron obligados a secar los charcos y a
lavar la sangre esparcida por todas partes, mientras
que todavía los cerdos de la vecina cañada seguían
disputándose los restos de la extraña y agresiva
bestia.
Cierto o no. el caso es que estas cosas se decían,
se repetían y se creían; y que el mito. como es
lógico suponer. se tornaba montaiia alrededor de
Maceo.
Maceo- pienso. que como todos los humanos.
aunque no lo admitan- estaba formado a la medida
de las contradicciones. Mientras proclamaba que
no habia vida más aliá de la muerte. era capaz de
guiarse por voces descarnadas de difuntos que lo
conducían hasta misteriosas botijas. como la que
fue a desenterrar con s u compadre Bolo. Mientras
consideraba a la Iglesia Católica u n "anacronismo
protervo" (el juicio lo habia hecho suyo desde que
lo encontró impreso en unas hojas anónimas, en las
que despotricaban contra la Tiranía), de indecibles
maldades históricas. y a los curas unos peleles.
obligados al comportamiento hipócrita, n o
prohibía. por el contrario. estimulaba. bien que
discretamente. a s u mujer y a s u s tres hijas.
señoritas ya, a asistir a los ritos reiigiosos. No hacía
lo mismo con los varones. A éstos los instruía en lo
que él llamaba "cosas de hombres".
Arrubiado, alto y flaco. llega al difumino de mi
memoria. mezclado con unas botas de fuertes
hebillas por encima de los tobillos, pájaros. olor a
pólvora. ropa de campaña y cadencia de soldado. al
caminar. Tenia. a pesar de s u edad. unas piernas
fuertes y ágiles. las que ejercitaba en la cacería de
rolones y palomas. armado de una escopeta de
pistón. Amaba dos cosas con las que siempre fue
consecuente: s u familia y la aldea que lo vio nacer y
crecer. De ésta acentuaba, aumentándolas, s u s
virtudes y belleza. El tañir de las campanas de la
iglesia. el rosario de la aurora, al que asistía medio
pueblo. en las temporadas misioneras de los
jesuitas; las procesiones de Semana Santa y las del
mes de mayo. con s u abundancia de flores y de
LOS QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 269

cánticos a la Virgen, eran actividades que lo atraían


con pasión. no por su contenido religioso, sino por
la sanidad folklórica y las vibraciones de unidad
general que se respiraban en los aires inocentes
del poblado.
No creyente. más por intuición que por
razonamiento, Maceo respetaba insatisfecho, lo que
a s u juicio era "el estado cándido de la comunidad".
"Esta es una sociedad infantil y buena- sermoneaba
en el estrecho círculo de sus íntimos- y. al igual
que a los niños, s e la debe dejar evolucionar dentro
de s u bondad. Que sigan siendo quiméricos, si eso
los hace felices: no seré yo quien cargue con el
peso de conciencia de predicarles las crudezas de
la vida". De ahí que. por el gran valor que le
concedía a la integración social. respetara y hasta
ayudara al padre Simón en diferentes obras de bien
comunitario. El padre conocía la forma de pensar
de Maceo y. más de una vez. abordaron el tema
religioso con agudas disensiones. No s e tenían
afecto, pero coexistían en u n espacio de mutua
consideración.
El pueblo de Maceo era. uno relativamente feliz,
donde las bajas pasiones y los escándalos.
prácticamente no existían, o, al menos. no salían a
flote. El último y trágico suceso del que se tenía
noticias había ocurrido muchos aiios atrás. El
mismo fue provocado por un médico. forastero él,
que al sentirse tan enamorado como despreciado
por una rica y hermosa muchacha de la villa. una
noche de diciembre la emprendió a tiros contra la
familia de ésta, en el momento en que dicha familia
se hallaba reunida en la sala de s u residencia. Los
allí reunidos escaparon de la muerte escondiéndose
o huyendo, despavoridos. hacia la calle. Por s u
270 VEUA'IU SENCION

parte. y tras buscar. revólver en mano, a su amada,


por todos los rincones de la mansión; al no
encontrarla: frustrado y deshecho, el despechado
médico acabó pegándose un tiro. el cual le destrozó
la cabeza. Todavía puede leerse. en una cruz del
cementerio local. una frase que se ha eternizado en
la conciencia de todos: "Aquí yacen los restos del
doctor Castaños. quien murió por amor". Vendría
después lo de la Marimanta. que fue una mezcla de
escándalo y misterio: el cual, al no ser
completamente esclarecido, provocó histeria y
desató murmuraciones, la cual más disímil. Y ésta
es la historia real que quiero contarles.
El Maniel era una comunidad que marchaba en paz.
hasta que, de repente. se plagó de nerviosismo: en
diferentes lugares del poblado comenzó a aparecer. a
altas horas de la noche. un ser extraÍlo que, cubierto
con una desmedida manta blanca y la cabeza tocada
con un pañolón encarnado, que le caía en punta sobre
la frente. se desplazaba, como una especie de celaje.
por las calles, callejones y recovecos de la villa. A más
de las prendas citadas, las manos del engendro
aquél- se decía-. remataban en unas uíias moradas y
gruesas. tan corvas como el pico de una cotorra. Lo de
la aparición era cierto, y también algunas de las
características que se le atribuían; pero no voy a
detenerme a referir las cien y mil exageraciones que
la superstición popular le fue agregando, a medida
que pasaban los días.
El pueblo ha cambiado bastante desde entonces,
pero por aquella época producía pánico transitar
por sus calles después de las diez de la noche: a esa
hora se apagaba la planta que lo empobrecía de
luces. y, en las noches sin luna, lo cegaba una
oscuridad de misterios.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 27 1

Los primeros en dar la alarma fueron unos


borrachos que regresaban de los prostíbulos de
Magante. ubicados en la parte aniba del pueblo. Al
día siguiente, en medio de la glorieta del parque,
explotó la bomba. Yo era para esa fecha un
pequenín de unos siete años y. por tanto, fui de los
primeros en dejarme arrastrar por el barullo que se
armó. Alli estuve. entre los más atentos del gentío.
Ha pasado tanto tiempo y, sin embargo, recuerdo
como ahora el vozarrón de Chavo: quien, llevando la
voz cantante. gesticulaba de tal manera, que
provocaba la risa general de cuantos lo oíamos.
-Senan las once o las once y media cuando
decidimos salir de Magante- hablaba a voces. para
que todos lo oyeran-. Eramos cuatro: lmirenlos allí.
que no me dejan mentir1 Con dos botellas de ron y
una guitarra. nos dirigíamos al Pueblo Abajo con la
intención de dar unas cuantas serenatas. Desde la
tarde anterior le habíamos echado el ojo a un pato.
y a esa hora de la noche nos iba a ser fácil
recogerlo y llevárnoslo con nosotros. !La parranda
iba a ser completa, mi gente!- *o, manoteándose
ásperamente el boscoso bigote, con una expresión
de disgusto-. Habíamos cruzado ya la gallera
-siguió diciendo- y, para ganar tiempo. nos
metimos por el tendar de Dionisio. Nos relamíamos
por anticipado con el tremendo guiso que íbamos a
preparar y comer. cuando alcanzamos a ver una
cosa que se movía por entre los matojos que
pueblan el solar de frente a la iglesia. Parecía un
pájaro gigante. el cual soltaba un ruido raro. similar
al de una gata en calor, o como el berrido de un
chivo: algo así, y tenía además. alas parecidas a las
de los murciélagos. flotando entonces en el aire:
sólo que éstas eran blancas y se movían y movían
272 VIRIATV SENCION

sin cesar. Nos escondimos de inmediato detrás de


la empaliza de don Perico. pero aquello. con s u
cabeza brillante y más colora que el infierno, se
nos echó encima y ¡pie pa' qué te tengo! Se nos
quitó al momento el jumo y la parranda proyectada
se fue al carajo. Esta es la hora en que todavía no
hemos podido pegar los ojos. Yo creo que estamos
vivos pa' algún fin.
Chavo contestó algunas preguntas, y los chistes y
carcajadas que s e sucedieron no s e hicieron
esperar. Alli estaba Maceo; alguien esperó u n
comentario de él. pero éste optó por retirarse en
silencio. Sólo en el transcurso de los días dio el
pueblo crédito a la novedad. Hechos similares
seguían ocurriendo y con cada uno, mil y una
conjeturas. Yo recuerdo haber sentido miedo:
podría agregar que mucho miedo; pero terror, lo
que se dice terror, creo que no. Por encima de
todo. deseaba íntimamente que nunca se terminara
el episodio que nos reunía todos los días. llenos de
expectativas. junto a los bancos del parque y que,
por las noches. nos hacía dormir en grupos. La vida
del pueblo discurría entre el tedio y la rutina.
Creo- esto me lo trae a la memoria el tamiz del
tiempo- que los adultos sentían entonces lo que
nosotros los niños: esto es: que aumentaban s u
miedo hasta llegar al pánico: pero que, en el fondo,
experimentaban la misma alegría morbosa. Todo lo
novedoso era para la gente del Maniel una fiesta,
inclusive la tragedia.
Fue así como el asunto de la Marimanta vino a
resultar en una especie de fiesta patronal. El azar,
que es un misterio. quiso que fuera Maceo quien
diera con la clave.
Era un miércoles de agosto. Pasaba de la
LOC QUñFALSIRCARON LA FIRMA DE DIOS 273

medianoche. pero no se sefitía aún el frescor


propio de la hora. El calor. que venía siendo
tenible desde junio, no amenguaba todavía. Maceo.
insomne, se tiró de la cama, que lo abrasaba. y se
fue con su cigarro: primero al patio, después a la
calle 16 de Agosto. Sus reflejos de lince le hicieron
percibir un tenue movimiento por la esquina del
Correo. el cual no hubiera llamado tanto su
atención. de no haber sido porque al mismo lo
acompañó el incendio de unos ojos de fiera.
Cualquiera que observara ese instante, podía prever
el comienzo de una batalla entre animales salvajes.
Como por encanto. el puñal apareció en la diestra
de Maceo que. sin más esperar, se pegó al seto de
la casa del Correo y, despacio, sereno: mas
silencioso que la noche, se deslizó con dirección al
lugar donde habia percibido el movimiento.
Contiguo al citado edificio quedaba un amplio solar.
sembrado entonces de maíz, amén de otros y
variados árboles, cuyas hojas ni se movían: telón de
fondo de sombras muertas. Pegado a las tablas. en
cauteloso acecho, Maceo vigilaba el área toda del
sembno.
Repentinamente. sus ojos. por los que andaría un
antepasado felino, adquirieron un brillo penetrante:
algo habían descubierto. Tensos los músculos, el
puño amarrado al acero. tomó la postura del
hombre que se dispone a brincar. "!La Marimanta.
es la Marimanta!". dijo. con voz ahogada. Esta habia
surgido del fondo del maizal, acompañada de un
sonido tan extraño como pavoroso. Saltó hasta la
orilla y elevó. sacándolo de su pecho, el brazo
derecho, cuya mano. garfio metálico. espejeo,
siniestramente. en la noche. Su figura: mortaja
coronada por un rostro de cadáver, a través de
cuyas cuencas brotaban dos ojos de fuego.
274 W T O SENCION

Corriendo el calculado riesgo de que el espectrd


más que atacar. se proponía asustar, Maceo saltó
como un poseído. Su puñal parecía penetrar ya las
pupilas incendiadas. cuando la Marimanta.
haciendo galas de una agilidad gatuna, esquivo el
lance, al tiempo que se esfumaba, corriendo por
entre el sembrado. Maceo. que por haber tropezado
y caído. había perdido unos preciosos segundos.
penetró. a su vez. en el maizal. Se iniciaba así la
cacena. Inquisidor. peinó todos los rincones del
área del solar, sin lograr dar con el paradero de la
Marimanta. Algo. que él no alcanzaba a explicarse.
estaba ocurriendo en esos instantes. El calor.
mientras tanto, amainaba. Una brisa: ligera y
agradable. comenzaba a soplar desde la Loma de El
Rancho. Maceo, que orillaba el sembrado por el
lado que daba al parque, miró hacia el campanario
de la iglesia, y sintió grima. Sombras apretadas
bailaban, a ritmos lentos. entre el copioso bosque
de la contigua plaza. La imagen de un Cristo
gigante. colgando de su cruz. dominaba, desde la
parte superior del frontispicio del templo, todo el
panorama. Maceo ojeó a su alrededor y se creyó
observado. Mucho de Argos existía en aquel
puebiito: tranquilo y asaz misterioso. Pasó un rato,
que a Maceo se le antojó eterno, y, desilusionado
ya. optaba casi por retirarse, cuando. za una de
esas miradas imprecisas que se da al terreno que
se abandona, captó, en uno de los jardines del
parque. lo que le pareció un bulto, de
características extrañas: lo que llamó
poderosamente su atención. Decidido a todo. fija la
vista, dirigió hacia allí sus pasos. El supuesto bulto
inició u n movimiento de retirada: lento. al
principio, mas, cuando se enderezó, corrió en
sentido contrario al que llevaba él. Uno corre
uñ QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 275

detrás del otro. y. en el ámbito, ecos que


retumban, taladrando la espesa mudez de la negra
madrugada. La Marimanta es ligera. el hombre
obstinado: éste la persigue sin una idea exacta de
por qué lo hace: la primera. antes agresiva. huye
ahora despavorecida, levantando, en s u
apresuramiento. las piedras de la calle.
La Marimanta, que ha dejado atrás el parque.
corre ahora por el centro mismo de la calle
Altagracia. Vuela.. . va rumbo al cementerio.
Entretanto Maceo, que ha ido desarrollando, en el
curso de la carrera. una fuerza inexplicable, avanza
hasta casi tocarla con sus manos. Quizás con el
inconfesado propósito de darse valor, vocea y vocea
al esperpento todo cuanto se le ocurre. Cuando
arriban al punto en que la calle se convierte en un
campo de pelota, la Marimanta lleva ganado algún
terreno: no mucho, pero si lo suficiente como para
que. segundos después, sin antes ser aprehendida.
brinque la cerca del cementerio. Maceo no se
detiene: salta igualmente la verja, dispuesto a llevar
la empresa hasta el último término. Allá adentro,
entre un remolino de tumbas tan silenciosas como
indefensas. logra echar mano de la Marimanta,
desgarrarle a seguidas la máscara con que cubría su
rostro, dejándola de esta manera descubierta a los
ojos oscuros de la noche. de los de él, y de las
titilantes y remotas estrellas del vasto firmamento.
El pueblo, que esa noche había seguido la carrera
entre Maceo y la Marimanta, a través de las
rendijas de sus casas, supo solamente lo que sus
ojos habían visto. Para éste, la historia terminó en
el momento en que Maceo. regresando del
cementerio, les cruzó por el frente de sus casas,
caminando. lento, cabizbajo y como acompañado de
un aire de congoja. Al otro día. cuando se acercaron
a preguntarle. respondió a todos diciéndoles que
perdieran el miedo. que en lo adelante no habría ya
más Marimanta. Su simple y breve respuesta. más
que aclarar el asunto, lo que hizo fue enredarlo.
Maceo. obstinado como era, se negó a dar
explicaciones. A toda nueva pregunta dio la callada
por respuesta. Así. en esta bruma de silencio. se
mantuvo hasta el día de su muerte. ocurrida cuatro
años y siete meses más tarde.
Maceo tuvo el coraje de resistir el denuesto y el
dicho malicioso. La imaginación perniciosa y
desaforada del pueblo tejió las más desatinadas
suposiciones acerca de lo ocurrido la noche aquella.
El Maniel entero condenaba a Maceo por su
intransigente silencio: algún terrible misterio
encubría... Murió fisicamente devastado, pero algo
de infinita satisfacción se lograba entrever a través
del laberinto de su cuarteado rostro.
Pasados unos años. mi madrina se animó un día
a revelarme el secreto de la Marimanta; pero eso
sí: lo hizo después de exigirme que le jurara y
rejurara que jamás divulgaría el nombre de la
mujer que la representaba. Con el resto del
secreto. es decir. con los detalles, quedaba yo en
libertad de hacerlo, pero a condición de que fuera
después de que ella, mi madrina, muriera.
Madrina falleció hace unos ocho meses y es ahora,
no obstante. cuando me decido a hablar de aquel
remoto hecho. En su cama de moribunda- lo
recuerdo-, de la que no me separé en los días
previos a su muerte. solía ella picarme un ojo y
luego sonreír.
La ley del celibato que rige a los sacerdotes es
más dura que la naturaleza de los hombres. El
padre Simón y una bella y distinguida dama del
LOC QUE FALSIFiCARON LA FiRMA DE DIOS 277

pueblo se llegaron a amar apasionadamente; s e


envolvieron. desgraciadamente. en una erótica
vehemencia sin destino. Disfrazada, para evitar ser
reconocida, solía visitarlo ella por las noches; y así.
al amparo de las sombras, agotaban el ritual de los
deseos. Maceo, ante quien la hermosa mujer de
cabellos de oro descubre s u corazón. al ser
identificada en el cementerio, comprendió. en toda
s u magnitud, el drama de esa tormentosa pasión, y
se calló: s e calló, porque con s u silencio amparaba
la candidez de s u pueblo y la buena fama de dos
personas sin pecado).

Arturo: apartado, invisible en la penumbra de s u


carro, vio entrar al último de los convidados a la
reunión, y sólo entonces decidió ir a recoger a
Cundito el Cojo al hotel del pueblo: Cundito, su
hermano del alma. Este lo esperaba ya: bañado,
afeitado, camisa blanca mangas largas: linda y nueva;
pantalón azul-marino de casimir inglés.
embalsamada s u brea con perfume de Vetiver. Eran
amigos de infancia. desde cuando el muchacho, un
negrito alegre, lustraba zapatos debajo del laurel de
la plaza. Hacía trece años que se habían ido juntos
para la Capital. y no importaba en qué lugar
estuviera uno o el otro. s u amistad permanecía
invariable en el tiempo. Tanto cariño y apego le
tenia Arturo a Cundito, que cuando el primero logró
penetrar el cerrado círculo de la casa del
Presidente. no dudó en hacerse acompañar de su
viejo amigo, hasta lograr imponerlo en el margen
de confianza de doña Cándida Ramos. Tenia las
desventajas que se derivan del color de la piel, de la
278 VlRlATO SENCION

carencia de recursos económicos y de una innata


cojera, pero s u inteligencia natural. s u espíritu
ambicioso y s u sentido del humor, le permitían
lidiar. con relativo éxito. en el complejo ambiente
de la Cruzada de Paz. La Capital lo acogía con menos
lastimaduras que el riguroso club social de s u
pueblo, donde a ú n permanecían frescas en la
memoria su condición de limpiabotas y cobrador de
cuotas del Centro Recreativo de la alta sociedad.
Pero el destino, dios travieso y jugador, emplea
muchas veces sus tiempos de ocio e n hacer
picardías, y parece que en esas estaba cuando
Cundito el Cojo, ufano. regresaba al lugar de s u
nacimiento. acompañando a s u inseparable camal
Arturo. hombre respetado, y jefe. ahora, en el
Maniel, de la campaña reeleccionista del doctor
Mario Ramos.
Con bastante dificultad y riesgo habia Arturo
logrado desplazar al mandamás que. por años.
dirigiera los asuntos políticos del doctor Ramos en
la localidad: sujeto peligroso, batalla campal. Se
había propuesto. como una obsesión. limpiar a s u
pueblo de intrigas, y ya estaba en buen camino de
conseguirlo. Sobre todo, tenía al padre Rey en s u
mente. El cura sufría persecuciones instigadas por
autoridades locales. y en mas de una ocasión el
arzobispo metropolitano. en connivencia con el
gobierno, habia intentado trasladarlo del lugar para
evitar la influencia que el sacerdote ejercía sobre
los mas desposeídos de la zona. Con ello quena
evitarse que el púlpito de la iglesia se estremeciera
todos los domingos con el sermón del Cristo de la
Justicia. Agitador, comunista, impío. que ni
siquiera cobraba por los bautismos. por los
entierros- éstos siempre de tercera y sin paradas
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOC 279

en las esquinas-, vivía más en el campo que en la


Casa de Dios, olvidado de las cosas divinas, de la
grey. atendiendo asuntos terrenales: que si el
hambre de los pobres. que si aquello. que si lo otro.
siempre de civil, arremangada la camisa y en plan
de acción y... bueno. para que seguir contando.
Empero, testarudo, ahí seguía el padre Rey,
resistiendo el peso de las presiones. acorazado por
los desvalidos del Maniel. Y ahora, después de tanto
batallar. Arturo había logrado inscribir. como
candidatos a diputado y a alcalde. a dos hombres
con criterio independiente y respetuosos de la obra
social del padre. y que, además. se comprometían
ante él a defender al cura de las peligrosas insidias
de los dirigentes ramosistas y de la alwosa bala
militar.
Arturo llegaba con más de media hora de retraso
a la reunión en que diez notabilisimos de la
comunidad, expeliendo presunciones de aldea, lo
esperaban con impaciencia y con cierta callada
indignación. La señora de la casa le abrió
personalmente la puerta. Mujer educada.
certificada en u n colegio de monjas: el Santa
Teresita. Indudablemente que quería distinguirlo.
Le extendió la mano con amabilidad y luego miró al
acompañante con asombro, a quien no le dio el
gusto de saludarlo ni de dirigirle la palabra
mientras los conducía al comedor de lujo donde
departian los hombres, sentados alrededor de la
mesa. Una botella de vino, descorchada ya, y unas
copas, llenas y a medio llenar. estimulaban el
ambiente. Todos miraron perplejos a Arturo, quien.
además de tener la desconsideración de llegar
tarde, se aparecía acompañado de un intruso que.
al entender de ellos. no tenía vela en ese entierro.
280 VIRIATO SENCION

Así se lo hizo saber a Arturo el anfitrión. en un mal


disimulado aparte. Este invitó a aquél a ocupar la
única silla disponible, mientras la fina señora le
solicitaba al otro a que aguardara. hasta el término
de la reunión. sentado en una apartada antesala.
Arturo esbozó un sonrisa- una raya en los labios-.
le tiró el brazo por los hombros a Cundito y lo ilwó
hasta la silla, donde lo obligó a sentarse. El. de su
parte. dio inicio a la reunión, puesto de pie. Lo
primero que sacó de un bolsfflo fue el cheque de
campaña que ese día había ido a recoger al Palacio
de Gobierno: lo abanicó por el aire, suma
importante, símbolo de poder. La señora se
apresuró entonces a traerle un asiento.
la reunión, aunque tensa, pudo haber discurrido
sin mayores tropiezos de no haber sido porque
Arturo, en un momento dado, dispuso que Cundito
tomara la palabra para explicar. de forma amplia y
detallada. las instrucciones de campaña, de
conformidad con la voluntad del mismo doctor
Ramos. Cundito estaba preparado para tal
eventualidad, y no sólo expuso, inteligentemente.
las estrategias electorales, de acuerdo al criterio
del líder, sino que. del suyo propio, externó
consejos (que más bien parecían órdenes) para el
buen éxito de la reelección del Señor Presidente
de la República. Los señores oyeron al exponente
moliendo sus nalgas sobre los asientos y agitando
sus cuerpos como si estuvieran siendo picados por
chinches. Arturo corroboraba y abundaba sobre las
ideas vertidas por Cundito y no perdí oportunidad
para señalar que su amigo gozaba de la estima y la
confianza del doctor Ramos y de su apreciada y ya
afamada hermana. doña Cándida: de la cual era un
cercano colaborador. Apiicaba. para impresionar, el
consabido método de Frank Bolalio. Pero los
seiiores. en este caso particular. no entendían ni
les interesaba entender jergas de influencias. Por
eso. cuando Cundito. dirigiéndose al tesorero, un
caballero de carácter agrio y de ademanes bruscos,
soltó que esa tarde h a b í comprado un mulo por
cien pesos para regalárselo a un fulano que podía
ayudar en la campaña. en el sector del pueblo
arriba. y que lo había adquirido al fiado, a cuenta de
los fondos del Partido: el tesorero, que desde hacía
rato estaba por reventar, dio un salto, estremeció la
mesa. provocando con ello el derramamiento del
vino sobre el mantel blanco: y, encarándose al
advenedizo. le dijo:
-Señor Cundito. ¿de cuándo a dónde tiene usted
que estar donando mulos a nombre del Partido, ni
estar escogiendo gente que sirva o no sirva para tal
o cual cosa?.- Agresivos. soberbios. menos los dos
candidatos, que le debían agradecimientos a
Arturo, los demás se pusieron de pie para apoyar.
con gestos. ademanes, confusiones de voces, al
correligionario. que seguía elevando la voz por
encima de la tormenta-. Si le hemos consentido,
por decencia, que se siente con nosotros, no le
vamos a permitir que nos venga a dictar órdenes ni
a decirnos qué es lo que hay que hacer o no hacer;
!oh pero qué es esto1 Perdone usted Arturo, pero
ya esto pasa de castano a oscuro. iválgame Dios!
El pobre de Cundito se consumía más y más en
el cojín; se sabíí menos que ese gmpo de hombres,
en su mayoría maduros, gente de canas. aire de
blancos definidos, cojonudos de un pueblo en el
que se habían quedado legislando a su antojo: solos,
sin competencia. y que si bien aceptaban la
intromisión de Arturo Gonzalo en los asuntos
282 VlRIATO SENCION

políticos de s u coto, lo hacían porque lo


consideraban pasajero, ave fugaz, nido de otra
parte; y porque- no tenían dudas- estaba pegado
el maldito; bien pegado arriba. como lo había
demostrado al imponer candidatos y sacar del
pueblo a Máximo Figura; bien sacado por cierto,
agradecidos todos de ello. puesto que ya el Máximo
ese: excomulgado. vicioso y degenerado. estaba
irrespetando a las mujeres y a las hijas de los bien
nacidos ... Y ahí seguía Cundito el Cojo, el Cojito:
derritiéndose, igual que chocolate puesto al fuego,
al calor de ese infierno de voces y de manos
agitadas; a la quemazón de los relámpagos de esos
ojos ... Atenaceando con la angustia de la vista a s u
amigo Arturo. quien lo había metido e n aquel
embrollo y que debió y haber asumido s u defensa,
no estarse ahí: parado. los brazos cruzados;
riéndose casi; en tanto que a él se lo comían como
si fuera un huérfano. ¡Curtida sarta de arrogantes...!
Resabios de campesinos. gente respirando por la
herida; no había que hacerles caso; Arturo Gonzalo.
jefe de campaña. seguía allí: impasible. aceptando
complaciente esos desahogos. Estertores de
moribundo, no tendrían más poderes políticos en
el pueblo. desquitándose con el más débil; dando
muestras. a s u vez, de manifiesta debilidad;
sangrantes ahora y Cundito el Cojo, s u mandadero
de antaño. el puñal que los hena, el jefe que los
jefeaba; con s u poco de miedo todavía; pero no
importa: ya s e acostumbraria a ello. ya s e
acostumbraría a narigonearlos. Después de todo.
Cundito el Cojo no era u n cobarde.
Dos meses después terminó la campaña. El
doctor Mario Ramos. curtido truchimán, político
con cemento de zapatero en los glúteos, se quedó
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE,JJIOC 283

pegado en la Silla. Durante la campaña, incansable


trajinante del aire, fue dejando los cueros de las
retinas en el fiio de las nubes. Se quedó otra vez el
doctor Ramos, jay!. amparado en secreto por el
gran Dodó Sal. ogún internacional, armado de San
Miguel Arcángel, siempre fiel y efectivo. y de la
Virgencita de la Altagracia. manto de luz y de
salvación en los accidentes de helicópteros.
Se fue del pueblo Arturo. y se fue Cundito. Atrás.
en el sosiego de una paz bien concertada, quedó el
padre Rey. Los notables aceptaron. finalmente, la
presencia de Cundito el Cojo. el Cojito; no hubo
contagios. pero el tesorero no aceptó pagar los cien
pesos del mulo, principal preocupación de Cundito,
el dinero. su único motivo de insomnio. Arturo
cargó con la cuenta, Cundito respiró feliz.

Más que la aparición del cabo Ignacio en su


pequeña oficina de la Azucarera. le sorprendieron
sus palabras. Parecía como si hubiera llegado con la
orden de conducirlo preso.
-Don Arturo, con el mayor respeto, el Doctor
quiere verlo inmediatamente. Me ordenó que no
regresara a la casa sin usted.
Hacía tiempo que no veía a Frank. Desde la
compaña del 74, tres años antes, Arturo iba poco a
la casa del Presidente y casi no participaba en las
actividades de la Cruzada de Paz, ambiente ya para
él irrespirable, donde Luisa "la lengua más
venenosa que había engendrado la caverna política
de la Capital" y Aníbal Llanero. mago increíble en
los negocios turbios. socio indeleble de doña
Cándida Ramos. comandaban, con el cuchillo
284 VlRIATO SENCION

siempre atravesado en la boca. las nerviosas


huestes de la Casa Grande. Entre aquella turba de
aduladores se paseaba doña Cándida, maleada.
erguida como la diosa del orgullo. Patita la Gorda,
lesbiana de alto vuelo. billetera repleta. su Cabo de
chofer. "maipiola" de generales y generalas, "de
ramos pa'rriba. coño": nadie como ella apagaba el
fuego de una hembra. Florencia la Jaba, Teresita
Comprés y Belluca del Sur. cuadriles insaciables.
aparcelada trilogia de combate, expertas en las
artes de la ofensa y la defensa, cada una con su
funcionario a rastras, sabrosas sobre el colchón.
Camilo Compres. hermano de Teresita, joven,
moreno y corpulento, virtuoso de la intriga,
formaba equipo con el profesor Chago Benavides,
unos años mayor que el socio: delgado. mulato. de
taimado proceder, ambos. sujetos peiigrosos,
guarecidos bajo el ala del coronel Demetrio. jefe de
escolta de doña Cándida. Estos asesoraban al
Coronel en las complejidades de la política. táctica
y estrategia para lograr el rango de General. pasión
última del negro analfabeto, manera de
comportarse. etiqueta y protocolo. extirpar esa
verruga que afea la nariz y desdice del rango.
cirugía menor sin mayores riesgos, buena dicción.
poner esas eses donde van y quitarlas de donde no
van: pulir y repulir al guardia tosco para que fuera
digno del ascenso, que con toda la plata que tenía
no bastaba ... Y el coronel Demetrio se embebía en
las charlas de sus geniales asesores. pensando que
pronto podría rivalizar con el general Elermoso,
jefe absoluto de la Casa de Atrás, poder y dinero a
más no caber. Otro. más discreto. ya recuperado de
la quiebra económica. el constructor de obras don
Piro Taranzo. aquel que con s u menguada bolsa
financiara anos atrás las bases Gel proyecto de
LOC QUE FALCIRCARON LA FRMA DE DICE 285
-
viviendas que dirigiera Arturo. se movía en otra
área de la Casa Grande: dominaba las estancias de
Albricia. la misteriosa hermana del presidente
Ramos.
Había que ser un artista del equilibrio para
permanecer ileso en aquel campo minado.
-Eso. don Arturo, más no sé... Sólo que lo Uevara
a la casa; el Doctor lo está esperando.- El cabo
Ignacio no se movía. firme. dentro de su ropa
elegante de oficial.
Ya no era el muchachón de atlética figura que
había conocido cinco años atrás: ahora el cabo
Ignacio. ¿qué edad tendría? ~ 2 ...
7 287, estaba muy
grueso, la cara de pastel. Era extraño que aún
siguiera con su mismo rango. podía haber sido
oficial, Teniente al menos.
Cuando el Cabo comenzó a conducirle el carro a
Frank, éste aún no tenía fuerzas para empujarlo.
pero luego. hasta que los generales lo cogieron
preso y lo deportaron del país, había estado muy
cerca del presidente Ramos, una porción de
gobierno en sus manos.
Fueron años en los que Frank pudo satisfacer al
máximo todas sus pasiones de espía. Llegaba a eso
de las diez y media de la noche a la casa del
Presidente. penetraba con entera libertad por el
portón de la calle. cruzaba por la sala de la Casa
Grande, saludando. altivo. a los que todavía
permanecían allí en cherchas de cocina o sentados,
calladitos. a la espera de que doña Cándida se
dignara prestarles atención. salía por la puerta que
daba al último patio de baldosas y cuadrángulos de
tierra y árboles y sombras que ocultaban otras
sombras. armadas de fusiles. y se instalaba en uno
de los bancos. hasta que el general Elermoso lo
buscaba para conducirlo a los cuartos privados del
presidente Ramos. Cuando penetraba por la sala
iluminada de la Casa Grande y mientras esperaba en
la semioscuridad del patio, Frank no ocultaba el
pequeño bulto que llevaba en las manos: se
abanicaba con él. Todos sabían que allí dentro
estaba la grabadora .... Y Frank medio le sonreía al
constructor de obras, que pronto s e intemana en
la recámara de Albncia a sacar cuentas en dólares y
a rendir cuentas de amor; medio le sonreía al
funcionario que esperaba. intranquilo, u n a
entrevista de alta noche con el Presidente; medio
les sonreía a todos. apuntándoles con el filo de la
oculta cinta. donde ¿quién sabía? podía estar la voz
indiscreta de cualquiera de ellos.
Era un arma tenebrosa. y Frank la sobaba entre
sus manos como un juguete siniestro.
No había logrado s u elevada condición de gran
espía de la noche a la mañana. Dos años largos,
larguísimos. pasaron desde cuando el general Piro
Cristóbal le llevara el decreto en el que se le nom-
braba Ayudante Civil, hasta que Frank se asentara
con pies firmes en el aposento del presidente
Ramos. En sus inicios merodeó alrededor de doña
Cándida. pero entonces la Cruzada de Paz no era
más que un grupo de mujeres desvalidas, a las que
el presidente Ramos les hacía poco caso: no
visualizaba s u contribución política. Tampoco Frank
tuvo fe en aquel peregrinar, de pueblo en pueblo,
de la jefa de la Cruzada con Arturo y s u reducida
escolta de mujeres. predicando ideales redentores
para los pobres. Una que otra vez acompañó la
escasa caravana. pero pronto se alejó, cansado de
los infructuosos polvos de los caminos, para
rastrear otras perspectivas más claras de poder. Se
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DI@ 287

había alejado también del españolito. sujeto egoísta,


todo para él, que, cansado de buscar el golpe de los
millones. se dedicaba entonces a esconder todo
pesito que lograra, timando a sus asociados, en
pequeñas operaciones comerciales, generoso solo
con las mulatas criollas, a las que cubría con
fogosidad de marinero. y con una italianita cabellos
de aurora, clase aparte. a la que le había montado
casa por los alrededores de la playa de Boca Chica.
Esto último, al ser descubierto. le trajo la desgracia
de la deportación. El pobre españolito rogó. lloró,
pero tanto la esposa como los padres de ésta fueron
implacables: lo tiraron cual si un bulto en el
aeropuerto y lo botaron del país sin un céntimo en
los bolsillos.
Eran tiempos excitantes. Se abrían horizontes y
lo mismo se tapiaban como sellados por una yerba
mala. Arturo recoma los caminos de la quimera;
kank. más prActico, más osado, permanecía en la
Capital, al acecho de una buena oportunidad. el
cuchillo tremolando en sus manos.
Aquel planteamiento para formar equipo que Fnink
le hiciera a Arturo en el Malecón, el día que se
reencontraron en la casa del Presidente, no cuajó. Al
menos en la medida en que Frank hubiera deseado. Y
era que ambos respondían a dos concepciones
diferentes de la vida. kank buscaba a Arturo para
compartir con éste una existencia costosa, rodeada
de reinas de belleza. hoteles y restaurantes de lujo.
todo por arriba; pero dos razones tenía Arturo para
apenas, de v a en cuando. aceptar las invitaciones de
su amigo: no contaba con la plata suficiente para
dividir equitativamente los gastos, a pesar de que
Frank ni siquiera pensara en ello, y, por otro lado, le
resultaba vacia aqueila vida en que la apariencia y el
teatro eran normas cotidianas. "Salir del escenario de
la Cruzada de Paz, para entonces trasladarse al
escenario de las reinas de belleza. es como ilevar una
vida flotando en c~oroformo".pensaba. Eso. y sobre
todo lo que ocurrió después, cuando Frank se dedicó
a vivir con una bomba de tiempo en el bolsillo,
espiando. para el presidente Ramos. a un sector de
los más peligrosos generales. acabó por poner una
prudente distancia entre los dos amigos. Mantenían
el contacto. pero Arturo prefería marginarse a otro
tipo de intensidades. No le interesaba aquel pleito de
lobos, donde las cosas. no tenia dudas. acabarían mal.
-Siéntate, Ignacio, que pronto estaré listo.
Tengo que organizar algunas cosas- dijo Arturo
sonriéndole al Cabo.
No sabia por qué, pero le complacía aqueila ines-
perada visita del cabo Ignacio. Frank nunca le había
dado sorpresas desagradables. En todo caso podía
tratarse de la solicitud de algún favor. habida cuenta
de la influencia que él. Arturo, ejercía sobre dona
Cándida. quien, a pesar de los frecuentes alejarnien-
tos de Arturo de la casa. lo mandaba a buscar y lo
recibía siempre como al hijo pródigo. Aunque, mejor
pensado. esto podía descartarse. Nunca antes hab'í
tenido Frank tante poder como ahora. ¿Qué favor
podía necesitar? seis meses tenía de haber regresa-
do del exilio y ya poseía, redoblada, la influencia que
precedió a su cautiverio y posterior desterramiento.
Había logrado regresar del extranjero, donde
permaneció unos cinco meses, porque los militares
que le habían hecho el dano ya no estaban en sus
mandos. Aquel asunto con los generales ocurrió de
una forma bastante extra-: no tanto para el que
conociera los procedimientos del doctor Ramos;
pero sorprendente, aun así.
LOS QUE FALSlFlCARON LA FIRMA DE DfOC 289

En s u s comienzos, Frank había agotado muchos


intentos tratando de colarse hasta la intimidad del
presidente Ramos. Procuró hacerlo a través de
doña Cándida, pero terminó descartándola, porque
en las inicios de la Cruzada la seilora tenia poco
crédito político ante el hermano. Buscó entonces
acercarse a la señorita Albricia, mujer arisca como
una cabra. Fiustrado, parecía descartarla también
por lo dificil de penetrar, cuando. en u n a
conversación con el constructor don P r o Taranzo.
le bosquejó a éste u n plan. Arturo. parte esencial
del mismo. no se negaría a colaborar. Frank estaba
al comente de algunas debilidades de Albricia. La
rubia enfermera, a la que daba excitantes. aunque
poco ortodoxas satisfacciones sexuales. lo nutria de
informaciones.
-Ganas de hembra vieja no le faltan, lo que pasa
es que nadie se atreve, ¿quién más que yo lo
sabe?.- La enfermera hablaba convencida.
Don Piro Taranzo, ni mandado a hacer. El se
atrevería.
Frank y don Piro establecieron una alianza. El
primero s e comprometía a mover todos s u s
contactos hasta meterlo en l a casa. Una vez
adentro, el constructor sabria como ganarse la
confianza de Albricia. débil por los dólares, por las
muñecas japonesas: deseosa,' en s u recato. de no
irse al otro mundo sin constatar con su propia piel
la verdad de un hombre; buena para lograr jugosas
contratas con el hermano- las más grandes-, diez
por ciento en moneda americana, contante y
sonante, en el más secreto contubernio con el
Presidente. Ella era el oculto mecanismo utiliíado
por el doctor Ramos para amasar s u fortuna. Nadie
en el mundo podría decir que hizo algun tipo de
negocio con el presidente Ramos. Era el hombre
más exigente y minucioso defendiendo el
patrimonio nacional, a la hora de discutir con los
contratistas -que liegábanle via Albricia- los
términos de u n a obra. En s u existencia:
desapercibida y oscura, esta extraña mujer fue
llenando baúles de dólares.
Arturo cumplió con s u parte, y Frank le estuvo
muy agradecido. Quince mil pesos- lotería de
riesgos calculados- y una buena presentación,
bastaron para que doña Cándida le diera las llaves
del portón a don Piro Taranzo. Con ese dinero dio
Arturo comienzo al proyecto de viviendas. Un mes
más tarde, el constructor tomaba el café con
Albricia en la cocina. acariciaba los perros Coliies -
otra de las debilidades de la mujer-, y poco a poco
le ganaba el corazón y le alborotaba los deseos, con
estimulantes sutilezas de lobo rejugado. Pero, en la
medida que tendía s u s redes en la trinchera de la
poderosa mujer, en esa misma medida se alejaba de
Frank. No cumplió con lo pactado. Albricia, en
realidad. tuvo mucho que ver en esto. "No debemos
tener muy cerca a l hombre de las antenas", le
aconsejó a don Piro. Fue lo suficiente para que éste.
que ya veía abrirse el abanico de u n Potosí,
esquivara permanentemente a Frank. El hombre
resultó ser u n tipo más listo del que aparentaba; s e
rehizo económicamente, se a h c ó en el escenario
político y fabricó u n bunker impenetrable en los
abismos crepusculares de Albricia
Para Frank, fueron energías perdidas, que
aunque le dejaron un sabor amargo. no le
quebraron la voluntad de experimentar otra
variante. Se acercó al recién ascendido general
Elermoso: sin mayores preámbulos le colocó una
LOS OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 291

buena suma de dinero en las manos y lo convenció


de la importancia de que el Presidente escuchara
unas grabaciones que demostraban que u n sector
de los militares aliados al general Pedro Prieto s e
hacía cada día más fuerte, contrariando los
dictados del Comandante en Jefe. Esta vez fue
efectiva la diligencia. Una media noche fue recibido
por el doctor Ramos. y de ahí en adelante s u
presencia se hizo costumbre a la hora en que la
Casa Grande s e convertía en u n moscardoneo de
gentes inquietas. que permanecían allí. hasta dejar
en s u s camas: unos a dona Cándida. otros a l
Presidente. los menos a la señorita Albricia, para
entonces irse a s u s casas, tranquilos. seguros de
que el amanecer no los sorprendería con la sierra
de la intriga en el cuello. "El que le da las buenas
noches al jefe en el umbral de s u cuarto, el día lo
coge libre de pecados". decían.
Pero desde que Frank comenzó a abanicar s u
grabadora de medianoche, ya nadie en el gobierno
estaba libre de un amanecer desagradable. Pronto
hizo fama de s u capacidad de exterminio. Principal-
mente en las figuras relevantes. Llegó u n momento
en que el general Pedro Prieto. Jefe del Ejército. y
los demás jefes de Estado Mayor, estaban en el
canasto del intimo espía del presidente Ramos.
Uno de los aspectos que más explotaba el espia.
en s u s frecuentes veladas con el presidente Ramos.
eran las debilidades de este con relación a los
chismes de comadre que. con tanta vehemencia,
discuman por las cintas; pero sobre todo, aquellas
conversaciones de sexo, de las más variadas
intensidades, que s e captaban e n algunas
grabaciones. Frank observada, relamiéndose en s u
éxito, cómo el doctor Ramos convulsionábase de
292 ViRIA'iW SENCION

arriba abajo, luchando por controlar s u s estertores.


siempre en absoluto silencio. cuando el erotismo
hacia presencia en el aparato. Entonces Frank
repetía. sin que el Presidente se lo ordenara, una y
otra vez. los fragmentos más enloquecedores. El
mayor logro de Frank, en ese sentido, consistió en
haber grabado u n a serie d e excitantes
conversaciones. que iban desde el enamoramiento
hasta la conquista. entre la esposa de u n alto
funcionario de gobierno y una hermosa diputada al
Congreso. Aquello fue de locura.
La cinta que el espía nunca le puso al presidente
Ramos fue la de éste con una de s u s novias. Era la
de u n hombre sublimado poetizando con s u
criatura.
Frank Bolaño s e constituyó en el hombre más
temido por los funcionarios del gobierno y por los
militares del bando del general Pedro Prieto. El
general Piro Cristóbal y s u s adeptos, entonces sin
mandos importantes, le prestaban u n apoyo táctico.
Observaban. complacidos, el implacable acoso a que
el espía sometía a sus enemigos. F'ronto saltarían de
los Estados Mayores.
Pero quien primero saltó fue Frank Bolaño.
Una madrugada (los guardias acostumbran dar
estos golpes de madrugada) llegaron las tropas a la
casa de Frank, maniataron a los siete militares que
el presidente Ramos había ordenado le sirvieran de
custodia a s u ayudante, los cuales habían sido
escogidos por el general Elermoso, y cargaron con
el espía rumbo a la Secretaría de las Fuerzas
Armadas. Lo desnudaron, lo abofetearon. le dieron
una pela con u n chucho de "güebo de toro".
hicieron mofa de s u deplorable condición y
después lo confinaron en una solitaria.
LQS QUE FALSIFICARON LA FIRMA ~ I O S 293

Frank se sorprendería de su propia violencia y de


la dignidad con que enfrentó a "esos gorilas
bastardos". mientras lo golpeaban e interrogaban.
Había amanecido cuando aún los altos mandos
discutían la conveniencia o no de eliminarlo. Al
final.optaron por una ejecución inmediata: y ya se
disponían a dar la orden, cuando llegó una llamada
del señor Presidente:
-General Prieto- una voz moribunda y afeminada
se arrastraba hasta el auricular-, he sido notificado
de que el doctor Bolano está detenido en la
Secretaria de las Fuerzas Armadas: creo que lo más
conveniente es que ese pobre loco sea sacado del
país. Escojan ustedes el lugar a donde debe ser
enviado y ia fecha de su salida.
Esta oportuna intervención le salvaba la vida.
La enfermera de la casa del Presidente. que
aquella noche calentaba la cama de su amante,
había logrado esconderse cuando los guardias
irrumpieron en la casa de Frank, y tuvo
oportunidad de advertirle al general Elermoso de
lo ocurrido, quien a su vez se lo comunicó al
Presidente.
Momentáneamente. los generales se habían
salido con la suya. Al menos habían puesto fuera de
circulación a su peor enemigo y el Presidente había
aceptado sumiso s u s deseos. Unos meses más
tarde, el presidente Ramos, en una de s u s
sorprendentes maniobras, los sustituía de s u s
mandos.
- ¡Hola, hermano!- le dijo Frank con entusiasmo
a Arturo. Este se encontraba sentado en la sala,
cuando vio venir a Frank. con los brazos abiertos,
tras una demora de algunos minutos en salir de su
oficina. Ambos tenían la misma edad. 34 años. pero
294 ViRiATO SENCION

Frank parecía más viejo. pelado casi todo el


cráneo-. Con problemas en tu nuevo cargo en la
Azucarera y no me llamas ... no me dices qué te
pasa- se quejó Frank.
Era cierto. ¿Cómo se había enterado Frank?
Arturo había llegado a la Azucarera por
recomendación de un amigo. Aceptó el puesto con
agrado. Era una nueva experiencia, que además lo
alejaba de la Cruzada de Paz. Vetusto Santaro,
Director Ejecutivo de la empresa del gobierno.
complacía así la solicitud hecha por un señor de
claro futuro presidenciable dentro de las esferas
oficiales y, por otro lado, ganaba de empleado a una
persona vinculada a doña Cándida Ramos.
Teóricamente, la posición de Arturo contemplaba
la coordinación de las dependencias de la empresa
en el territorio nacional, con el propósito de
organizar toda esa poderosa maquinaria oficial para
la campaña electoral del 78,que ya se avecinaba.
Pero. ya fuera porque el señor Santaro. hombre
soberbio, viejo mandamás del Partido, se sintiera
molesto ante un subalterno que se movía con cierto
aire de independencia, acostumbrado como estaba
el Director a la sumisión total de sus colaboradores,
o. y esto parecía ser lo más probable. porque le
llegaran amargas quejas de los administradores de
las plantaciones acerca de la intromisión de ese
advenedizo en sus respectivos predios. ordenando
lo que se d e b í o no hacer en materia política y
social. cosas que elios, hechos a las desolaciones
cañeras. estaban acostumbrados a manejar a su
mejor entender, lo cierto fue que a los pocos días
estaba Arturo maniatado en una pequena oficina,
desencantado y listo para largarse.
No pensó en soiicitar ayuda de nadie que le
UJS OUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 295

permitiera domar a esa bandada de patanes, hasta


que Frank le planteó una salida en la que lo más
atractivo era el juego de intensidades envuelto en la
propuesta.
Acomodados en la oficina de la casa. dos vasos de
buen whisky. elegancia y clase por todas partes.
Frank gesticulaba, se pasaba las manos por la calva.
sonreía... Y en su sonrisa se dibujaban las garras del
poder y el disfrute anticipado de la derrota del
enemigo. Extrajo de una gaveta del escritorio un
folder que nombró, con un gesto de autosuficiencia,
"el dossier de Vetusto Santaro".
-Aquí pongo en tus manos- le dijo Frank.
extremando la solemnidad- la vara magica con la
que vas a poner de rodillas al corrupto y orgulloso
de Santaro.- Frank se arrastró en su silla hasta
colocarse al lado de Arturo y comenzó a mostrarle
documentos y fotos: las cuales le fue pasando, muy
despacio, al tiempo que le explicaba su contenido.
Cuando terminó. le echó el brazo izquierdo por el
hombro y le dijo que concertara una cita con
Vetusto Santaro, en la casa de éste, para esa misma
noche. Le fue explicando todo lo que debía hacer y.
al final. le recalcó la importancia de que la
entrevista fuera en la casa-. Debe transcurrir en
completa privacidad; mientras más tarde de la
noche. mejor: debe irse a la cama llevándose el
espanto.
Arturo acepto la proposición: primero. con
callado entusiasmo, al final. con aprensión y dudas.
- Frank. ¿tú estás seguro de que dé resultado?
Frank, histriónico como siempre, elevó los
brazos. miró hacia el techo y, como poniendo de
testigo a Dios. le contestó con una frase, muy de
moda entonces:
-No conozco a nadie que rehúse esa oferta.
Pero a ú n así. Arturo no quedó del todo
convencido. Sabia que Vetusto Santaro era hombre
de iníiuencia y. sobre todo. soberbio y de proceder
poco civilizado. Se hablaba. por lo bajo. de que tenia
su cementerio apatte. Rondaba los setenta años de
edad y buena parte de ellos los habi pasado en su
hacienda bregando con vacas y con la bastedad del
peonaje. Acostumbrado a mandar. era, no obstante.
sumiso con los militares. para los que sentía una
suerte de fascinación. Vestía y actuaba como ellos.
como si arrastrara el oficio en la sangre. Blanco y
de facciones finas, hablaba con orgullo de la patria
de sus antepasados, Alemania, de la que poco sabía.
Otra de sus vanaglorias era la amistad que. según él,
tenia con el doctor Mario Ramos, desde la época de
Tirano. Había participado y colaborado
económicamente en la fundación del Partido que
llevó al doctor Ramos al poder en el 66. Como otros
cientos. proclamaba en s u s conversaciones las
oportunas ayudas en efectivo que le hizo llegar a s u
líder, cuando éste se encontraba desterrado y
pasando hambre en Puerto Rico y Nueva York No
se quejaba, sin embargo, como muchos. de la
ingratitud del doctor Ramos para aquellos que le
tendieron la mano en momentos tan dificiles. Por
fin, al término de s u segundo periodo de gobierno
constitucional, el Presidente lo recompensaba con
el importante cargo de Director Ejecutivo de La
Azucarera. Su prestigio crecía en el litoral atlántico
del país. de donde era oriundo. Allí tenía s u base
económica y política, y s u voz era obedecida y
temida.
Son las diez y media de la noche. Arturo, con el
maletín sobre las piernas. espera, sentado en una
LC6 QUE FALSlFiCARON LA FiRMA DE DIOS 297

cómoda mecedora. en el balcón de la residencia de


Vetusto Santaro. hasta cuando éste termine de
atender a uno de los dirigentes del Partido que,
como otros. acostumbra acercarse al funcionario e n
solicitud de favores. Sabe que no es un "maíz" el
hombre con el cual va a enfrentarse dentro de unos
momentos: pero ya. a esa altura de la noche. tiene
pleno dominio de s u s nervios y confianza en el
método que durante buena parte de esa tarde tuvo
la oportunidad de practicar y de memorizar. hasta
en sus más insignificantes detalles. en la intimidad
de su casa.
No le fue dificil concertar la cita con el señor
Santaro. A las cinco de la tarde había ido a la oficina
del Director, y después de esperar un buen rato en
la antesala, el señor Santaro ordenó a la secretaria
que le permitiera entrar. Había otras personas en el
despacho, las cuales ni siquiera se apartaron de los
alrededores del escritorio cuando el Director lo
invitó a sentarse y a que expusiera el motivo de s u
visita. Artwo le dijo que lo que deseaba plantearle
era u n asunto confidencial y el Director accedió a
u n aparte, en u n pequeño sanitario, contiguo al
despacho.
Una vez ailí. Arturo le dijo:
-Debo comunicarle, señor Director, algo muy
íntimo e importante. que tiene que ver con s u
persona y sus funciones de Director Ejecutivo de la
Azucarera: pero no debe ser aquí. donde siempre
hay personas escuchando. Prefiero, si es posible.
que sea esta noche en su casa.
-¿De qué se trata?- casi exigió Vetusto Santaro.
poniéndose repentinamente en guardia.
-Es u n poco largo. señor Director, y es más
298 VIRIATO SENCION

conveniente que nos sentemos. cómodos y a solas.


para contárselo todo de una vez.
-Muy bien. vaya esta noche por casa.- En la
mirada de Santaro había suspicacia y cierta
irritación.
-¿A qué hora considera usted. senor Director.
que nadie nos interrumpiría?- dijo en tono
humilde Arturo.
-Vaya después de las diez.- Su voz era un
mandato.
La noche es fresca, y el cielo de noviembre está
como para dar serenatas con música de Los
Panchos. La reunión de los dos hombres no
termina, y Arturo se incorpora y camina hasta las
escalinatas que dan al jardín. Se detiene y mira
hacia arriba. La bóveda infuiita es algo que siempre
le ha llamado la atención. Asocia las estrellas y la
luna con el rasgueo de una guitarra y una mujer
dormida. a la que hay que despertar. lenta y
suavemente. con el embeleso de una canción
lejana, que se va acercando, en puntillas. a su
almohada. Se extasía, y. en la cara de un lucero,
recupera la cara de Verenicia: el amor más intenso
y generoso de su vida adulta. Piensa en la
madrugada de esta noche, propicia para
anonimarse y hacerle llegar las canciones comunes;
a eila. la qae las normas del mundo hicieron
imposible, la que no ha de volver a ser. Una voz lo
saca de su ensuefio: una voz ronca y vieja que se
acerca al balcón a despedir a la visita. Por unos
segundos, Arturo piensa en escabullirse de aquel
lugar. irse y no volver a saber de Vetusto Santaro ni
de Cándida Ramos ni de Frank Bolaño ni de nadie
que simbolice la aridez y la maquinación, la vanidad
y los mentideros de este mundo. Irse a rescatar a
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 299

Verenicia de las zonas imposibles. Ser él. desnudo


y franco, en la caricia inocente de la vida.
Pero allí está la arrogante presencia de Vetusto
Santaro: alto y voluminoso, ocupando el vano de la
puerta. Su sola presencia vuelve a meter al tigre en
el espíritu de Arturo; recobra las garras. juega con
el maletín entre sus manos y penetra. precedido
por el Director Ejecutivo. hasta el fondo de la
enorme mansión. La semioscura salita de estar es
acogedora. y hay silencio absoluto dentro de la caca.
Si alguien la habita, además de Santaro, y Arturo
supone que sí. al menos la esposa y dos hijas, según
ha oído decir, ninguna ha asomado desde que llegó:
quizás y se han retirado a dormir. Desde un árbol
del patio. sin embargo, llega un barullo de ciguas
haitianas, de las llamadas Madame Saga. que le
recuerdan a Nelson González y aquel viejo proyecto
de instalar un restaurante que llevam el nombre de
la exótica ave, cuyo plato principal fuera "sopa de
Madame Saga. restauradora de las potencias
masculinas". Son recuerdos de épocas elementales,
de sueños y planes simples: tiempos iineales en los
que nada se complicaba, donde los amigos aún no
se habían "enfermado". Ve regresar a Santaro del
sanitario: meador impenitente, la próstatz crecida,
y vuelve a sentir su viejo y recurrente asco de la
farsa. de sí mismo y de su incapacidad de crear el
mundo deseado.
-Usted apenas me conoce, senor Director-
Santaro se dispone a sentarse en el instante en que
Arturo comienza a hablar-. pero le aseguro que
estoy para servirle y que, además. deseo serle útil
en el desempeño de sus funciones como Director
Ejecutivo de la Azucarera. Usted sabe... siempre hay
problemas. escollos, a veces insalvab1es.- Arturo
siente que el hombre no ha prestado atención a sus
palabras. y recomienza s u discurso:
-Le decía, señor Director...
- Prosiga.. . prosiga- lo interrrumpe Santaro.
-Existen en el gobiemo. señor Director. diversos
cuerpos de inteligencia. Usted los conoce; en
realidad. todos los conocemos: el DNi. una especie
de supraorganismo. cuya función abarca todo lo que
tenga que ver con la seguridad del Estado: el 52. el
G2. etc. Pero hay u n aspecto muy sensible que
ninguna de estas entidades oficiales cubre correcta-
mente: la de mantener informado al Presidente de
muchos detalles que no están al margen de la
seguridad del gobierno y, sobre todo, de la
seguridad del mismo Presidente. El 52. esto es sólo
un ejemplo, que es la inteligencia del Ejército,
emplea más su tiempo en rastrear los pasos de los
enemigos personales del titular de las Fuerzas
Armadas y en las preocupaciones del gobierno
americano. que en las cosas que conciernen a la
seguridad del Presidente y s u gobiemo. Lo mismo
ocurre con los demás cuerpos de inteligencia.
Usted sabe. todos estos generales están divididos.
cada uno con s u grupo. velándose entre sí. El DNi
baila de u n lado para otro, dependiendo de dónde
estén los mandos. Ocurre también que cuando u n
General es destituido de s u cargo, el nuevo titular
elimina las cabezas y coloca gente de s u confianza. y
entonces el desplazado arrastra con los suyos para
donde lo manden. como con u n a propiedad
personal. Son gente que, por s u s múltiples
contradicciones y por s u s intereses personales,
mantienen desinformado al Presidente. Entonces.
cabe preguntarse, ¿qué mecanismo de defensa
utiliza el Presidente? Esto. señor Director, se lo voy
U)C QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DIOS 30 1

a explicar ahora mismo: para esto hie que le solicité


la entrevista, y. mas que todo. para ofrecerle mi
desinteresada ayuda. con miras a procurarle el que
jamás confronte problemas en el ejercicio de su tan
delicado como ambicionado cargo.
Santaro. que había estado escuchando con
aparente desinterés la disertación de su subalterno,
al oír esto último. siente como si le hubiera picado
una avispa. frena con los pies el balanceo de la
mecedora. yergue la cabeza y clava sus ojos en los
de Arturo. Este espera unos segundos para estudiar
su reacción. La boca del viejo balbucea algo
incomprendible, la cierra, se levanta con cierta
dificultad de la mecedora y se dirige al sanitario.
sin pronunciar palabra. Camina con las piernas
bastante abiertas. es evidente la molestia que le
produce la próstata hinchada. Arturo lo observa.
convencido de que ya, a esa altura de su exposición,
Santaro no se atreverá a desdeñar la parte final.
Sabe que a estos viejos zorros no les gusta correr
riesgos. Su soberbia le abrirá paso a la curiosidad.
Santaro regresa de mear. En la penumbra del
trayecto parece un gigantón cansado, luchando
torpemente con la bragueta. Arturo lo mira casi con
pena: sabe que ha metido al viejo en la trampa.
Este, la cara muy seria, se sienta de nuevo a
escuchar.
-Al margen de esos cuerpos de inteligencia que
le he mencionado, existe otro grupo muy reducido.
una éiite, personas superentrenadas y de absoluta
confianza. que trabajan exclusivamente para el
Presidente. Casi nadie las conoce: mejor dicho, no
las identifican con su misión. Es una especie de
cuerpo invisible. Están por encima de todo el
mundo. cuando de investigación s e trata.
302 VIR[ATO SENCION

Constituyen la coraza del Presidente, a l que


mantienen informado de todo lo que ocurre en el
país; hasta del más mínimo detalle, si las
circunstancias lo exigen. Porque en labores de
investigación. no se desprecian detalles; a veces
conducen a notables esclarecirnientos.
"Bien. señor. Director. he hablado y hablado,
pero. sin lo hasta ahora dicho, no podría usted
entender lo que. a continuación, voy a plantearle; lo
cual es. en resumidas cuentas, lo más importante.
Como le dije antes. usted apenas me conoce; pero
yo tengo muy buenas relaciones. gente que me
debe favores, que me agradece. y este es el caso de
alguien que es miembro importante del grupo de
inteligencia del Presidente. Este amigo no iba a
despreciar la oportunidad de hacerme un servicio.
Al saber de mi cargo en la Azucarera. me llamó y
me ofreció s u intervención para que usted no
tuviera inconvenientes en s u puesto de Director
Ejecutivo. Me dijo, señor Director. que sobre usted
se está tejiendo una devastadora intriga, y que la
misma debe ser parada a tiempo".
Fue entonces cuando Arturo abrió el maletín, que
lo había tenido todo el tiempo sobre s u s piernas,
sacó el legajo, bien ordenado. de papeles sueltos,
expedientes grapados y fotos, y con absoluta
serenidad se dirigió al Director:
-Mi amigo me entregó esto para que s e lo
mostrara. Lo hizo por dos razones: una, para que
usted no dudara de que la oferta de ayuda que le
hago es verdadera y. la otra. para que usted viera
con s u s propios ojos h a s t a dónde ciertos
comportamientos suyos podrían comprometerlo
ante el Presidente y ante la opinión pública.
De pronto. la mirada de Santaro s e quedó
LOS QUE FALSIFICARON LA RRMA DE DIOS 303

navegando en el vacío: era casi la media noche. y la


casa se había convertido en una tumba. en un tenso
y misterioso silencio de tumba. No se oía ya ni la
algazara de las Madame Sagá.
-Mire señor Director- dijo Arturo. con voz
acongojada. extendiéndole un documento- : ¡Léalo
usted mismo!
Santaro echó la cabeza atrás y colocó el papel a
buena distancia de los ojos: pero no pudo leer. Se
levantó a duras penas de la mecedora y se
encaminó al comedor: encendió la luz, dejó el
documento sobre la mesa y se dirigió de nuwo al
sanitario. Parecía un muerto en movimiento.
Cuando regresó. tenía unos espejuelos en las
manos. Sentóse a la mesa. pero temblorosas las
manos, no pudo concentrarse en el texto. Arturo
acudió en su ayuda, se puso a su lado y se lo fue
leyendo y explicando.
El primero de los textos se trataba de la -copia
de un documento dirigido al Presidente: era de
fecha reciente y el nombre del responsable
aparecía borrado. En el mismo se denunciaba, en
forma pormenorizada, el trasiego de unas docenas
de novillas del Departamento de Ganadería de la
Azucarera a la finca de Santaro. El autor se detenía
a puntualizar fechas y circunstancias. Hacía alusión
también al hecho de que muchos de los animales
de dicho departamento estaban yendo a parar a las
haciendas de ciertos militares (aquí omitía los
nombres) y sugería al señor Presidente una
minuciosa investigación del caso.
Había, además, en la copia del documento citado,
cartas del propio Santaro. dirigidas al Presidente,
en las que se denunciaba a compañeros del Partido
(las fechas coman a través de diez años). Figuraba
304 VJRIATO SENCION

una, escrita con deplorable ortografm, en la que se


denunciaba u n contrabando de grecas y de géneros.
cuyo responsable era el mismo individuo que unas
horas antes había estado conversando con él. en s u
propia casa.
-Los m á s comprometedores d e e s t o s
expedientes no han llegado todavía a manos del
Presidente: deben pasar antes por el cedazo del
cuerpo de inteligencia y después de cernidos es
cuando s e determina. d e acuerdo con s u
importancia. cuales deben o no ser de s u
conocimiento. !Imagínese usted. señor Director, qué
seria del Presidente si tuviera que conocer toda la
montaña de expedientes acusatorios que a diario
llegan al Palacio! Estos que le he traído no van a
llegar a manos del Presidente: eso se lo prometo. Y
le prometo. además, mi amigo así me lo dijo, que s e
interferirá cualquiera otro que contra usted llegue al
Palacio. Por otro lado. y esto es muy importante. se
le dará buen curso a la comunicación oficial enire s u
dependencia y el Presidente. Usted ignora, por
ejemplo. que la solicitud que hiciera hace un mes al
Presidente. por u n millón de pesos. con vistas a la
urgente roturación de tierras, fue interferida y
engavetada. Asi son las cosas; es algo complejo.
diíicil de entender. Pero con mi ayuda, es decir, con
la de mi amigo. estas cosas no volverán a suceder.
En completo silencio, Arturo fue recogiendo los
papeles e introduciéndolos en el maletín. Cuando
terminó. s e puso de pie y observó que el rostro
pálido de Santaro reflejaba un cansancio de siglos.
Estuvo allí parado u n momento, a la espera de la
última reacción de s u jefe, y como tardaba en
producirse. se adelantó:
-Buenas noches. señor Director; ya es tarde y
LOS QUE FAWFICARON LA FlRMA DE DIOS 305

debo marcharme. Espero que usted haya


comprendido mis buenas intenciones.
-Sí... sí- dijo Santaro, incorporándose con la
ayuda de Arturo- . Déjame acompañarte. Muchas
gracias por todo: te lo agradezco.

Sena más de la una de la noche cuando Arturo.


lleno de un lógico y razonable optimismo. salió de
la casa de Santaro. Los asuntos habían discurrido
según lo programado. Sin un propósito definido,
montó en s u auto y s e dirigió al Malecón. Las calles
por donde iba estaban desiertas. Pensó irse al
Maunaloa, a ver el último show; después al
"Casinito", contiguo al night club. Estana por allí
hasta las cuatro: divirtiéndose, distrayendo las
horas. Poco a poco, y mientras avanzaba por la
avenida Tiradentes. se le fue revelando una tensión.
Había hecho bien s u papel. no cabía duda: u n rato
atrás habia celebrado. con intimo regocijo. la
derrota de Santaro, y sólo ahora, que ya todo había
pasado. venía a sentirse nervioso. Como s e le
atropellaban entonces los pensamientos, tuvo
urgencia de comunicarse con Frank. Tan pronto
como llegó al área de La Feria, lo llamó a s u casa
desde un teléfono público. pero nadie contestó.
Entró en el Maunaloa y preguntó al de la barra por
Frank: el hombre no lo habia visto esa noche. El
lugar estaba animado: Arturo, indeciso, terminó por
sentarse en uno de los taburetes y pidió algo de
beber. Un cantante del patio, relleno de entre
shows, tecleaba y se retorcía sobre el piano: parecía
transportarse, con cada nota de s u balada. a otro
mundo. Por la puerta del fondo. cuantas veces la
abrian. se escuchaba el bullicio de los apostadores y
de los obenques. en el casino de juegos. Pronto
comenzaría el show: una mejicana. de pechos
exagerados y armada de u n violín, aguardaba tras
bastidores para hacer s u entrada en el escenario.
Pero Arturo había decidido ya no esperar el
espectáculo. Se dirigió al "Casinito" caminando por
entre las mesas para entrar en él por la puerta
interior. Por allí s e encontró con u n amigo. que lo
hizo entrar e n el camerino de la violinista:
semidesnuda. ojos inocentes; parecía la Santísima
en persona. puesta en trance de vedette. Se metió
luego en la algarabía de ruletas y black jack: s e
acercó a u n conocido que. frente a u n montón de
fichas. las iba distribuyendo con ambas manos sobre
el paño de la mesa de ruleta con una maestría de
acróbata. Le preguntó si había visto a Frank, pero el
hombre, abstraído por el vértigo del juego, no le
prestó atención. Salió de allí y volvió a telefonear a
Frank. sin ningún resultado. Se montó en s u auto y
se fue a recorrer las cailes, sin rumbo fijo. La figura
de Santaro le daba vueltas y más vueltas en el
cerebro. Pensaba en la posibilidad de que ese
hombre soberbio. con dinero y poder, al levantarse
por la maíiana, reaccionara en forma diferente de
como terminó haciéndolo esta noche; que frío,
sereno, determinara averiguar a fondo la verdad de
ese supuesto cuerpo de inteligencia. ¿Cómo? ¿Con
quién? Santaro podía ir a donde s u gran amigo, el
general Pedro Prieto, y contarle con pelos y señales
lo que le había ocurrido. En realidad. razonaba
Arturo, ese sería el camino menos peligroso: el
general Prieto, por más criminal que fuera, estaba
en estos momentos en desgracia; y, por otra parte.
los militares rehuían inmiscuirse en los casos que
envolvían complejidades políticas dentro de las
LOS QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 307

esferas oficiales. Todos estabafi conscientes de que


cualquier cosa podia ocurrir en el hermético
mundo del presidente Ramos. Pero el mismo
Santaro, sin ayuda de nadie. b a s t a qué extremos
podia llegar?. Arturo no tenía forma de evitar la
magnificación de sus lucubraciones. Estaba otra vez
de regreso en La Feria y pensó meterse en el
"Casinito",pero no lo hizo. Se fue, en cambio. por la
avenida Winston Churchill. con dirección a su casa;
y. en el camino. no resistió la tentación de doblar
por la Desiderio Arias. para pasar por la casa de
Frank. Tenía la esperanza de que hubiera llegado.
El carro no estaba en la marquesina: uno de los
guardianes de Frank armado de ametralladora, era
el único ser viviente que rondaba en el contorno
avistable. Arturo prefirió seguir. La calle estaba muy
oscura. Faltaban pocos minutos para las tres cuando
llegó a su casa. Tenía que apearse, abrir el portón,
meter el carro, volver a cerrar el portón. pero no
hizo nada de lo que tenía que hacer: dejó el carro
en la calle. brincó la verjita del jardíí y se coló lo
más rápido que pudo dentro de la vivienda. Nunca
como entonces sintió Arturo la necesidad de que el
sol alumbrara de nuevo el mundo.
Todo ocurriría tal y como lo había predicho Frank.
En las primeras horas de la rnaÍiana, Arturo fue a casa
de su amigo y lo oyó repetir, con la confianza
acostumbrada, su teona de que nadie en el gobierno
era capaz de investigar a fondo ciertas dudas. Le dijo,
además. que aún en el caso extremo de que Santaro
tuviera la osadía de ir a donde el mismo Presidente,
en busca de la verdad, éste se sentiría muy satisfecho
.íe ver al funcionario temblando ante un fantasma: y
que. enigmáticamente, terminaría el presidente
Ramos confundiéndolo más.
308 VIRlATO SENCION

Frank no se equivocó: el orgulloso de Santaro no


hizo ni una cosa ni la otra: acabó por semeterse a la
voluntad de Arturo.

Lejos, resonancia en los abismos del tiempo,


quedaba timbrando la inocencia, siempre frustrada.
de los ruidosos días de la epifanía. Debajo de la
cama: el atado de yerbas dentro del vaso de agua,
las mentas. los cigarrillos y las esperanzas:
reposando limpiamente sobre el papel con s u lista
de deseos: y luego el temprano amanecer con s u
carga de nada: siempre ese vacío interrogado con el
que fueron creciendo los niños del pueblo. S u s
manos largas. infinitas; s u s ojos dilatados,
extendiéndose en el apropio del juguete anhelado
en manos de aquél. del otro: escogidos por los
Santos Reyes [que para los niños del pueblo eran
dioses) para dibujarles sonrisasy dichas en s u s
caras sin hambre. Pero. diferentes son los tiempos
ahora. y diferente. el oprobio. Sobre la acera de la
casa del presidente Ramos, y más allá. más ailá,
hasta donde s e pierde la vista: una fila de
desgraciados espera impaciente. Se apretujan. se
insultan. se golpean. Han pasado la noche en vela.
defendiendo sus sitios, con arrojo. Ha llegado el día
de Reyes de 1978, año de elecciones. Con las
primeras luces se definen los andrajos. el horror de
los críos, con s u s cuerpecitos estrujados en los
brazos de mujeres y hombres, quienes los h a n
llevado como estandartes de s u miseria. El sol sube,
los guardias hacen s u guerra de palos para imponer
el orden, y antes del mediodía, se oye u n rugido
bestial: la multitud aclama la llegada de doña
U)C QUE FALSIFICARON LA RRhM DE DIOS 309

Cándida Ramos, jefa de la Cruzada de Paz. la nueva


encarnación de los Reyes Magos. La rodean Patita la
Gorda, "nadie como ella apaga el fuego de una
hembra"; doña Clementina y doña Soledad: vistosas
en sus ajuares, elaborados peinados de alto salón. El
general Demeirio, recién ascendido. limpia ya la
nariz de s u vieja verruga; Aníbal Llanero.
calculadora mental, hábil comprador de juguetes
en los mercados Orientales, negocio redondo, dos
para mí, uno para ti: doña Cándida acepta. de todas
maneras es cuantiosa la tajada; además, están éste,
aquélla, la otra. Las fotos vendrán pronto, la prensa
destacará tan alto grado de altruismo. También,
aunque fuera de la tribuna. hace acto de presencia
Arturo Gonzalo. Está al margen. observando cada
detalle. Doña Cándida bendice el juguete,
señalándolo con un dedo, un guardia lo toma y lo
pasa a la mujer, que lo coge con su mano libre; en
la otra lleva al niño: liviano como pluma de
barrancolí; pesado. como sólo saben pesar los
tormentos. La madre clama, vocea pedidos que
medio se ahogan antes de llegar a la tribuna: doña
Cándida le responde con una sonrisa. con un brazo
balanceado ntmicamente. La mujer es sacada del
escenario por unos guardias que le abren paso a
otra madre; aquélla se va. es un rostro como
millones de rostros. seguirá por ahí, arrastrándose
en el desierto de su vida. Doña Cándida sigue
balanceando s u brazo, esta bella, es
verdaderamente una diosa. Pasan una. dos horas;
los de atrás se arremolinan. se empujan: piensan
que no estarán a tiempo para recibir el regalo. El
general Demetrio da una orden: una patrulla se va
hasta el fondo y lucha con la multitud; se oyen
gritos. quejas y también vivas al doctor Ramos y a
doña Cándida. Arturo centra s u mirada en un
310 ViRiATO SENCION

anciano. que no trae niño. pero si un gallo de pelea.


El animal luce inquieto en las manos del viejo, y
éste trata de apaciguarlo acariciándole el lomo.
Arturo lo ve entonces salirse de la fila, acercarse a
la verja de la casa del doctor Ramos y allí hacer un
ritual: le acaricia el pico, las patas y las espuelas: le
alza las alas y le sopla suavemente los trémulos
músculos: después quedan ambos mirándose a los
ojos: y por último. delicadamente, le desliza la
mano desde la testa hasta la punta de la cola. Arturo
está un poco retirado y no puede oír que el anciano
le dice al gallo. en el momento de soltarlo: "!Carajo.
Juanito. pierde si quieres!". Pero si ve, sobrecogido
por el asombro. cómo el hombre. con u n gesto
pomposo, le da la espalda al gallo. Acababa,
entonces. de descifrar la escena y de identificar al
autor. El gallo vuela hacia el jardm y se encarama
en un árbol: Arturo lo pierde de vista cuando h a
volado hacia el último patio. El anciano no está ya
en la fila, camina caüe arriba: Arturo lo busca. s e le
acerca. ambos se miran. se reconocen y se saludan
con una sonrisa: es. ciertamente. Antonio Bell.
Arturo lo sigue con la vista, s e pierde e n la
distancia, lleva un disfraz perfecto.

L a niña s e baña en el patio con el primer


aguacero de mayo. La madre, guarecida de la lluvia
debajo del alero que se extiende fuera de la cocina,
recoge el agua curativa en u n cántaro y disfruta y
cuida con la mirada a s u criatura de cinco años.
Dentro de la casa. Arturo. de pie, arrimado a las
persianas del comedor. ve a la nilia correr y
brincar: la ve tirarle besos con sus manitas: la oye
uñ QUE FALSIFICARON LA FiRMA DE DIOS 311

decirle papitito: es una avecilla gozando en el


Paraiso.
Faltan nuwe dias para las elecciones. Arturo sabe
que el doctor Ramos las perderá, y se alegra de
ello. Sabe también que esa derrota lo dejará a él sin
trabajo; que pronto volverá a recorrer los inciertos
caminos de la aventura: su propia vida desconida
infinitas veces. Es su obsesión por el cero. y luego
las cifras dobles y triples, después. la nada: un
tejerse y destejerse en un desprograma. El azar es
su alimento y, ansioso. lo espera: con un oscuro
gozo en el corazón. Por otra parte. consciente del
futuro, hay algo que lo entristece y culpa: el destino
de su mujer y de su hija. Ambas ignoran que dentro
de poco tiempo comenzarán los trotes de la vida.
Supo, desde aquel Día de Reyes, que una
maldición había caído sobre la casa del presidente
Ramos. Más bien tuvo una intuición: el
convencimiento le llegaría para fines de abril:
cuando se enteró de que Antonio había sido
asesinado. hacía unos nuwe años, por los sicarios
del gobierno del presidente Ramos, antes de que
él, Arturo, regresara al país. Frank le juró que
desconocía el hecho. Aquello lo destrozó y
sumergió en un abismo de confusiones.
A partir del seis de enero. un impulso
incontrolable lo hacía acudir con cierta frecuencia a
la casa del hesidente. Afanosamente. buscaba al
gallo por entre las hojas de los árboles del patio y
del jardín, por sobre el techo de la casa. por las
enredaderas de los cercados, sin poder
encontrarlo. Con mucha discreción preguntó por el
animal a dos de las mujeres de la servidumbre y a
uno de los guardias de la ronda nocturna. Aunque
no lo habían visto, sí le respondieron que por las
noches, a horas en que se supone que ningún gallo
debe cantar. se oía un canto que ciertamente
procedía de un galio. pero que a la vez era como un
lamento humano. Desde mediados de mano, la
insistencia de esa voz nocturna fue llamando cada
día más la atención. La novedad se susurraba de
oído a oído entre los militares. entre los miembros
del servicio doméstico y, ya, después, pasó de éstos
a los visitantes habituales de la casa. Cuando a
principios de abril. el general Elermoso le
comunicó la inquietud al presidente Ramos, éste le
contestó con un rictus diseñado sobre un rostro de
momia, que pasmó al militar. Doña Cándida y la
señorita Albricia, por s u parte, ordenáronle al
general Demetrio una prudente investigación del
caso. advirtiéndole que el Presidente no debía
enterarse de la disposición. Se instalaron potentes
focos, cuya luz. pasada la media noche, penetraba
limpiamente el follaje de la arboleda; los guardias
se subían en enormes escaleras y revisaban, hasta el
cansancio. cada rama, cada hueco, cada posible
refugio del animal. Toda búsqueda resultó inútil.
Sólo Arturo conocía el misterio. Aquella historia,
tantas veces repetida por Antonio. de la venganza
obrada por "Juanito" en la gallera de s u pueblo, s e
le iba convirtiendo en una patética realidad. Le
faltaba llegar al fondo del procedimiento de esta
otra vindicta. Para fines de enero había oído decir
(murmullo desbocado) que el doctor Ramos s e
estaba quedando ciego. La gente acudía a la casa en
puntillas para comprobar tal conjetura: la forma de
caminar del Presidente. con qué certeza extendía
s u mano para saludar a los que, diariamente, a las
diez de la mañana, formaban fila en solicitud de
favores, como se introducía al coche presidencial ...
Pero ni siquiera este secreto se le podía adivinar al
LOS QUE FALSlFiCARON LA FiRMA DE DI@ 313

doctor Ramos. Era increíble. Se desplazaba como


guiado por un radar de murciélago. Sólo un buen
observador podría notar a ese ayudante silencioso
que. siempre a su lado. lo dirigía como un lazarillo
invisible. Para entonces, Arturo estaba ya
convencido de que el gallo (¿sería el mismo
"Juanito" redivivo?) había comenzado a trabajar en
los ojos del doctor Ramos. En tal caso, la venganza
sería lenta y terrible. Durante los siguientes tres
meses, Arturo estuvo zancajeando el paradero de
Antonio, hasta que, por fin, supo la noticia de s u
muerte: una anciana. la madre de Antonio. a quien
fue a buscar al pueblo de Jarabacoa, le dio la triste
información. Por ella se enteró también de que el
abuelo había muerto hacía años, y de que su último
gesto fue levantarse de su cama de moribundo.
caminar al patio, coger un hermoso gallo pinto de
un rejón y entregárselo a Antonio, con el mismo
ritual pomposo con que una vez había tirado a
''Juanito" al ruedo de la gallera. A los pocos minutos
murió. Arturo bajó de la sierra convencido de que.
además de la vista, el doctor Ramos perdería otra
cosa infinitamente más dolorosa: el PODER, s u
única razón de vivir. Eso pensaba. En realidad no
podía saber hasta qué extremos llegaría la ira del
fantasma de Antonio.
La lluvia es fuerte. de gotas gruesas y verticales.
Hay un poco de claridad en el cielo y un hilo de sol
se dibuja en el horizonte. La madre recoge a la
niña. la envuelve en una toalla, le seca la cabecita y
la lleva entre sus brazos al comedor. Arturo las
observa con tristeza: desconocen que pronto otros
serán los caminos a recorrer en la vida.
Efectivamente. el doctor Ramos perdió las
elecciones. Aun así, el Partido vencedor tuvo que
314 ViRlATO SENCION

hacer uso de todos los recursos disponibles,


nacional e internacionalmente, para poder des-
prenderlo de la Casa de Gobierno. Dieciocho meses
después. Arturo saldría del país. Semejante a aquel
lejano día en que el Presidente. perseguido por las
masas, tuvo que brincar la verja de su casa para
asilarse en la Nunciatura, el pueblo creyó que el
doctor Ramos estaba definitivamente hecho polvo.
Pero algo incomprensible ocurriría ocho años más
tarde: remozado, con más vitalidad que nunca. el
hombre regresaba al poder. Disminuida, a u n grado
celular, la garrapata se había pasado esos años
aferrada pacientemente al gigantesco animal de la
ambición. y allí. escondida, fue nutriéndose y
creciendo hasta lograr desarrollar de nuevo toda la
capacidad de succionar el Palacio. Instalado y en la
Silla, era un tiburón feliz; navegaba en sus aguas.
Arturo. desilusionado. perdió la fe en la venganza
instrumentada por Antonio y "Juanito". Desconocía
que estaban obrando a largo plazo. Fue entonces
cuando decidió desahogar sus angustias en una
novela, que le costana la vida poco tiempo después
de ser publicada.

Nota: Afirma doña Mufiinga, famosa vidente de Santiago de los


Caballeros. que el doctor M d o Ramos tiene pacto con el
Demonio; que basta verlo en fotografia o por televisión
para darse cuenta de eUo. Dice ademas la señora, que el
revitalizamiento constante del doctor Ramos tiene sus
causas en la transferencia de energías que él obtiene en los
ritos mágico-eróticos de las adolescentes que con
regularidad le son suministradas por el mismo Satán.
LOS QUE FALSIFICARON LA FIRMA DE DLOC 315

Día finisecular. Dentro de pocas horas las


campanas .de todas las iglesias sonarán, orquestadas
a u n solo ritmo de bronces. Desde la prima noche
de ese domingo. las multitudes s e desbordan y
ocupan los templos, las plazas. las calles de la
Capital y d e los pueblos del interior. Los
campesinos s e han desprendido de las lomas; han
bajado con tiempo: desde ayer. desde anteayer.
Muchos han traído a s u s enfermos en iitera y se
acomodan donde pueden, al mejor amparo de Dios.
Todo sacrificio es válido: el nuevo siglo llegará
preriado de milagros. El cielo nacional se nublará
con artificios de fuego, y. en ese supremo minuto,
todos habrán nacido de nuevo. libres de llagas.
redimidos de miserias. Es firme y convincente la
voz del predicante. El clamor crece, s e eleva, s e
pierde en el infinito.
Librado Santos, diez años más viejo que cuando
soñara aquel discurso de toma de posesión del
doctor Ramos. deambula por las calles de la Capital.
Rumia años de desencanto. viste el uniforme de
poeta: barba, cabellos despeinados, la ropa
desordenada. Aumenta s u embriaguez en cada
esquina con el nuevo ron de propaganda: "Siglo 21".
Librado Santos, el poeta, hace tiempo que busca la
muerte: desde cuando dejó de sentir la poesía.
Frank Bolaño, cerca ya de los sesenta años de
edad, conserva s u elegancia en el vestir y s u s viejos
hábitos de gran señor. Tiene esposa y tres hijos. y.
con buen humor, proclama s u juventud, porque a ú n
no es abuelo. E n la terraza de s u hermosa
residencia, espera la llegada del nuevo siglo, con
finas bebidas y mejor mesa. Los invitados pueden
observar desde ailí parte de la ciudad y u n cielo de
estrellas y de luna. Amelia. s u tia, es la más bella
entre las mujeres presentes. Viuda por segunda
vez. el tiempo parece haberle cogido miedo a su
eterno espíritu festivo. Sin hijos, le ha dado s u
carino a los de Frank. Además del cercano
acontecimiento. el grupo tiene otro motivo para
festejar: "Las memorias de Frank Bolaño". Ha sido
un éxito de librería. Al igual que la novela atribuida
a Arturo Gonzalo "Los que falsificaron la fLrma de
Dios". publicada hacia el 1992. las memorias de
Frank le fueron dictadas a un amigo escritor. En el
sonado libro, Frank omite unas cosas y amplía
otras. que fueron señaladas ya en la novela de su
amigo. Deja la página 113 en blanco. Al pie de la
misma. escribe lo siguiente: "Inserto esta página en
blanco en memoria de Antonio Bell, asesinado en
octubre de 1968. Estoy a punto de lograr los
detalles del crimen y juro que la verdad no quedará
sepultada en la fria losa del olvido. Estoy seguro que
en la próxima edición destaparé su tumba". La
pagina 114 es de un sólido negro. y en la siguiente
se lee una estremecedora revelación: "El luto con
que visto esta página es un tributo póstumo a
Arturo Gonzalo, en cuya persona se cometió. el 31
de marzo de 1993. el único crimen ordenado. clara
y directamente, por boca del doctor Mario Ramos.
A continuación. dwelaré el secreto. en sus más
pormenorizados detalles. para que su voz acusadora
persiga al infame hasta los últimos resquicios de su
vida". Dedica las siguientes seis páginas a reseñar
las causas y circunstancias de la muerte de Arturo.
Entre otras cosas. hace hincapié (lo amplía en otro
capitulo) en el estilo empleado por el doctor
Ramos para ordenar muchos de los crímenes
perpetrados en su régimen. Refiriéndose a esto.
afirma: "Salvo en el caso especifico de Arturo
Gonzalo, nadie. ni civil ni militar. podría verificar
U)C QUE: FAiSIFiCARON LA FIRMA DE DIOS 317

que el doctor Ramos ordenó alguna vez la ejecución


de un adversario. Para deshacerse de un enemigo.
obraba muchas veces de una manera increíble-
mente humana. En u n momento oportuno.
aprovechaba la presencia circunstancial en s u
despacho de uno de los jefes militares entrenado
para estos casos y, con voz conmovedora. se dirigía
a él en estos o parecidos términos: "Fulano de tal es
un joven muy talentoso y, a pesar de sus
desagradables exageraciones con relación a mi
persona y al gobierno que presido, debo confesar
que me sentiría muy a gusto si lograra tenerlo
entre nosotros. colaborando al bienestar del país.
Quiero decirle. General. que debemos ser
comprensivos con los jóvenes descarriados. pues
no me gustaría que un exabrupto de las fuenas del
orden haga recaer el oprobio de la sangre sobre
mis hombros". Algunas veces el lenguaje empleado
por el doctor Ramos no era interpretado
apropiadamente por el jefe militar de turno y
entonces el fulano permanecía vivo o quizás iba a la
cárcel. En cualquiera de estos casos. el Presidente
no volvía a insistir en su propósito criminal. Ahora.
si la persona era asesinada, el doctor Ramos
convocaba a su despacho a los altos mandos
militares y los recriminaba de mala manera;
formaba comisiones de investigación, echaba
enérgicas lágrimas por televisión: al final nada se
resolvía, y luego, calladamente, mediante u n
tercero, premiaba al ejecutor. Todo lo contrario
ocurrió con Arturo Gonzalo, de quien se sabíí que
se había valido de un oscuro escritor de la ciudad
de New York- al cual, incluso, le permitió la
autona del libro-, para desahogar una historia
novelesca en la que se desnudaba la Bgura-
siempre intachable- del entonces presidente
318 W T O SENCION

Ramos. Este no vaciló en ordenar s u muerte, de


una forma inequívoca".
Frank, que desde hacía años no era centro de
atención en los círculos políticos del país, buscaba
quizás ly lo consiguió). con la publicación de s u s
memorias. la notoriedad perdida. A lo mejor
buscaba también rendir tributo a los dos amigos
asesinados, a quienes tal vez quiso mucho.
Al mediar la tarde de ese día Bnisecular, el
doctor Ramos había hecho. como en los jueves del
poder. su ritual de amores con las chicas que. una a
una, el general Elennoso fue introduciendo al
despacho de la Casa de Atrás. Las sentaba sobre sus
piernas, tomábales las manos, olíales el perfume
por la zona del cuello. y a s í como el ciego
mendicante palpa el valor de la moneda con la
yema de los dedos, él. con los suyos, conocía la
edad de las muchachas con tan sólo deslizarlos por
los músculos de sus caras: s e incorporaba luego.
improvisaba versos. las apretaba contra s u pecho,
para sentir la fuerza de los senos, y permanecía así
un buen rato pasmado por el encanto; finalmente.
con palabras paternales, entregábales el cheque de
cien pesos y, dulcemente. las despedí.
El general Elermoso se las introdujo ese día, con
el mismo celo con que lo había hecho regularmente
desde cuando el doctor Ramos perdió el poder,
años atrás; con la misma abnegación con que lo
complació, todos los jueves de s u s innumerables
años de gobierno. Ahora, como entonces, al General
no le era dificil conseguir las mozuelas de por las
tardes ni la mujer de por las noches ni la más
exquisita de entre todas para que le agotara el
morbo de los domingos.
Por la mañana de ese domingo. el doctor Ramos
KS QUE FAl5iFiCARON LA FIRMA DE DIOS 319

había ido a "Palacion, despachado, dado órdenes.


Regresó de allá pasado el medio día y no voMó a saiir.
-Ojalá todos los días del año fueran domingo,
General- suspiró el doctor Ramos. La Última de las
muchachas se habíí retirado a las seis y todavía a
las diez seguía el doctor Ramos repitiendo s u
rosario de angustias.
-No se preocupe por eso, Excelencia, a partir de
mañana todos los días serán domingo; he impartido
la orden.- El doctor Ramos sonrió.
Se había quedado viviendo en la Casa de Atrás,
tapizada de gatos. Los felinos dormían
plácidamente las siestas del desayuno, del
almuerzo y de la cena, metidos entre los huecos de
los libreros, sobre las mesas, las sillas, la cama, los
sofás. Sus figuras hieráticas se disputaban los
hombros del doctor Ramos. Este los liamaba: "Misu,
misun, y al instante se prendían de s u cuerpo,
arropándolo completamente. El general Elermoso
no intervenía hasta que el Presidente dejaba de
emitir las carcajadas de la felicidad. Sólo entonces
se los quitaba de encima, utilizando para ello la
arbitraria punta de un ba&h de mando. En la Casa
Grande estaban los perros Collies. Igual que los
gatos de la Casa de Atrás, constituían ahora familla
numerosa. Vivían sin normas, ayuntándose y
pariendo sus cachorros sobre las camas de las
difuntas. Unos y otros eran los únicos animales que
habían fecundado, con descendencia reconocida,
dentro de los predios de ambas casas. Los canes
convivían con La Enana, siempre vestida de muñeca
en esa Corte de los Milagros; con Papeleta:
m cuarenta años más, cofio!", con Puchula la Gorda,
con Gorgorita la Melosa, capaz de arrancarles
1Agrimas a las piedras con la angustia de sus
rancheras. y con otros antiguos cofrades de la
puerta. Todos habían pasado a vivir a la Casa Grande
al otro día del velorio de la última de las hermanas
del doctor Ramos y formaban ahora el cuadro de
ministros del Presidente.
Papeleta había tenido mucho trabajo ese día.
Después de despachar con el señor Presidente. a la
una de la tarde se había ido para Los Guandules, La
Ciéna&ay Lengua Azul. a reclutar por esos a n d a e s
el cuerpo diplomático, cuyos componentes le
presentarían sus respetos al Presidente con ocasión
de la llegada del Nuevo Siglo. A las siete de la noche
se apareció con dieciocho hombres. No necesitaba
más. En el patio los desnudó y los bailó con el chorro
de agua de una manguera de alta presión. Puchula los
obligó a estrujarse la piel con pastas de jabón de
cuaba y esponjas de musú. y, por respeto al olfato de-
sarroilado del doctor Ramos, los hizo utilizar jabón de
olor. A las nueve los subieron a la segunda planta, los
regaron con colonia francesa: y luego cada uno de
eiios buscó los zapatos, la camisa y el traje de su
medida. de entre los tantos que para esas ocasiones
estaban dispuestos en los dilatados closets.
Son las once y media. Vestido con su uniforme
de gala. el general Elermoso lo maquilla. lo peina.
le arregla el nudo de la corbata. Afuera, canta un
gallo.
-Ha vuelto- se queja el doctor Ramos- : p e
que se habíí ido para siempre.
-Desde ayer está por ahí: lo oí cantar en la
madmgada- reacciona el General.
-No me di cuenta- responde el doctor Ramos.
mientras se frota el oído sano-. ¿Volverán las
muchachas esta noche. General?
LOC QUE FALSIFICARON LA FIRMA M DIOS 321

-Sí, Excelencia. después de las doce.


A las doce menos diez estin listos. El general
Elennoso lo saca al patio. lo mete en la limosiga
presidencial, arranca, y unos metros más adelante
se detiene frente al "Palacio de Gobierno".
-Cada día son más cómodas las escalinatas.
General. ¿Sabe usted si prendieron ya la cruz del
Faro?
-Sí, Excelencia: y Pedrito Guzmán le va a sacar
un buen retrato.
Los repiques de campanas. el estruendo de los
cohetes, los gritos de la multitud. ahogan los
ladridos de los Collies.
-Salve, señor Presidente, un nuwo siglo s e
postra a sus pies- lo felicita el que funge de
Embajador del Vaticano.
-Salve, Excelencia. La Casa del Arzobispado me
queda ya pequeña, se han multiplicado los
monaguillos. ¿Podría el gobierno invertir
dosdentos millones de pesos para ampliarla hasta
El Malecón?- se queja un residente de Lengua
Azul, vestido de Cardenal.
- 1Un siglo más, coño!- vocea Papeleta, ataviado
con un uniforme de Coronel.
lSalve! lsalvef ~salve!.
Excelencia- miente con un susurro el general
Elermoso-. el pueblo pide que usted lo salude
desde el balcón. quieren verlo.
-Ya voy, pero antes, dígame, General, La qué
hora vienen las muchachas?.
-Ya las mandé a buscar. Excelencia. Sólo
esperamos a que se vayan los invitados.
- Entonces despídalos, General.
Puchula se apareció sola como a las dos de la
madrugada. No habíí podido dar con el paradero de
las muchachas: las cuales permanecían escondidas
por entre los arrecifes del Malecón. satisfaciendo
los incesantes apremios de los turistas americanos.
A esa hora, el ron "Siglo 2 1" habíí logrado producir
sus mhdmos efectos: las multitudes. borrachas. se
s u b í a los campanarios para seguir expandiendo
las melodías de bronce. tocadas con sus propias
manos. En las calles. en las plazas públicas. sobre
las azoteas. se atornillaban las parejas en un
paraxismo sexual: animadas. cada vez más, por el
ritmo volcánico, en constante crecimiento. que
procedía de las cúpulas de los templos.
-General. detenga el canto de ese gallo: parece
como si estuviera aquí en el cuarto.- El doctor
Ramos se lleva ambas manos a los oídos-. AYqué es
eso que se oye aliá afuera, General?- agrega.
-Son las campanas de las iglesias: estar-
tocando durante toda la noche- responde el
General.
-No. General. no me refiero a las campanas: lo
que oigo son voces extrañas. como de muertos.
Salga e investigue si hay gente escondida en el
patio. Y otra cosa. General; aproveche de una vez
para eliminar al gallo. no lo puedo resistir más.
Hacia una media hora que el General había salido
al patio. y. en vista de que aún no regresaba. el
doctor Ramos, intranquilo. comenzó a llamarlo. Su
desesperación creció al oír. afuera, un aleteo
acompañado de gritos desgarradores. A tientas.
caminó hasta la puerta de salida y. desde alií, siguió
dolo:
-General...General..
LE¡ QUE FALSIMCARCN LA rmMA DE DIOS 323

Quien le respondió fue el gallo. Su canto parecía


venir, multiplicado. desde todos los ángulos. El
doctor Mari0 Ramos extendió los brazos y se puso a
girar sobre sí mismo. No podía ver. a un metro de
sus pies. el cuerpo tendido del general Elermoso:
tampoco las sombras de los muertos. las cuales
penetraban al jardín desde la calle. Ailá. como en
otro mundo, las campanas de bronce seguían
tocando: llegaban como un eco lejano, fúnebre.
Amanecía. El Siglo XXI estrenaba sus primeros
rayos de sol.
Cuanda" abrimos las paginas d e L ~ S,que falsificaron
la f i r d de Dios, primer,a novela del" a u t o r ocoefio
o Sencibn, e n c o n t r a m o s al adoiescente Antonio
-impresionable seminarista ded s u y a experiencia
é n un convento se o c u p a . la p r i m e r a , p a r t e del texto
-compareciendo espantado.i a n t e la temible f i g u r a d e
Tirano. El imberbe, antes .aspirarat a servir
en la casa d e Dios, conspiración que tejen
contra su pequeña existenlia 19s ministros d e la. santa
m a d r e iglesia y el a i e r r a d g r sátrapa antillano. 81'estado
y el clero hakr dcordado reducir el destino de Aqtqnio a
la &nesta alternativa de: l$ locura o 12 muerte. ; ; <
$ ..
Al llegar al cierre de . l a novela, a s i s t i m o ~a!-.ieeaso ~
espeluznante del Dr. Mario Ramos,
como espina dorsal de la:' t r a m a , al
e n la oscuridad, le asedian voces pro-venientes' d e un
pasado repleto d e deudaq espirituales.. @o% una vida
longeva p l e n a m e n t e d e d i c a d a a , l a b ú s q u e d a y al
manteqimiento del pc&er: político,. s i n haber
e s c a t j p a d o uso p a r a ello ,de .los ..más 'oscuros recursos
d e l dolo, el Dr. Ramos, h e r e d e r 6 polític'o' d e Tirano y
p r e s i d e n t e del país p o r sexta ' vez, < + n o.'obstan;e su
s o r d e r a p a r c i a l ' y . ceguera fotal, recibe aF; fiq,aIh la
+

t e n e b r o s a visita de los f~;múLtipTes fa'ntashas -.k~e" Su


frío cinismo y ' Su inmuntücia interior - h a n i&n
.?.
li r&@.
De principio ' a fin, b novel( nos pevel? *na t r a m a
apasionante. y nos pone f r e n t e a ser@ rhiSteriosos,
tales como' Antonio, ~ i r a h o , Arturo Gonzalo y F r a n k
Bolaño, que, a despecho d e su urticante parecido con
personas conocidas e inQividuos clz3e- d e la política
dominicana %coñtempóranea, alcanzan indiscutible
e s t a t u r a l i t e r a r i a y se. j u s t i f i C a n Wc~a m o p e r s o n a j e s
salidos d e la más a u d a z , imaginabidn. 1L

Por su prosa Bgil, m i d u r a , s e g w n d e ..si. &s9pa. ? s i


como p o r la sobria co+plejidad del relata,;,~$s- "que.
falsificaron la firma de Dios es un libro.- que*eqnv*+e.
Los recursos estilísticos, q u e lo sostienen, desdé los
m á s tradicionales h a s t a . los más novedosos: 'pt%$cen
dictados únicaniente p o r la lógica i-nterna del"'&xto,
puesto que conforman artísticamen.fe uva
construcción arniónica, Con esta entrega Sención 'ha
c o n t r i b u i d o n o t a b l e m e n t e a la n a r r a t i v a c o n t e m -
poránea, brindándonos una d e w \ -l a s novelas
dominicanas más importanfes de los ú l t b o s tiempos.

- ; % Silvio Torres-Saillant

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