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ECONOMIA POLITICA Y MARCO CONCEPTUAL

Adolfo Canitrot entiende a la dictadura cívico militar como un proyecto donde el mercado
funciona como disciplinador de la sociedad, donde la ideología dominante es el liberalismo y
lo económico predomina sobre lo político. En principio, el gobierno de facto buscó no
aumentar la desocupación aunque si hubo una baja significativa de salarios. El Ministro de
Economía José Alfredo Martínez de Hoz abre el mercado para generar competencia y obligar
a los empresarios a bajar los precios. Otra de las medidas que adoptó fue el desmantelamiento
de todas las medidas que protegían a la industria, a la vez que eliminó los impuestos al sector
agropecuario.1
En 1977 la dictadura de Jorge Rafael Videla aplica una reforma financiera donde se liberaliza
completamente el flujo de capitales y la tasa de interés que antes eran regulados por el Estado
y ahora pasan a ser regulados por el mercado. De este modo surge un actor nuevo muy
relevante: el sector financiero. En este sentido, Mónica Peralta Ramos destaca que esta
reforma genera una fenomenal transferencia de ingresos de la sociedad y los sectores
productivos hacia el sector financiero.
Según Canitrot, para neutralizar la inflación, la dictadura implementó una serie de medidas
que fueron fracasando sucesivamente. Primero congeló los salarios y como ya se dijo abrió
los mercados. Luego, a partir de 1977 probó con reducir la oferta monetaria y de 1979 a 1981
implementó la “tablita cambiaria” donde se estipulaba una tabla de valores del tipo cambiario
a futuro. Ninguna de estas medidas funcionó, el impacto fue altamente negativo para la
industria nacional, quebró el sistema productivo y subió la deuda externa, pasando de 7 mil
millones de dólares en 1976 a 46 mil millones de dólares en 1983.
Con respecto al período 1991 – 1999, en principio hay que mencionar que en 1991 se dicta la
Ley de Convertibilidad donde se establece una paridad cambiaria fija, es decir que un peso
vale un dólar. Eduardo Basualdo señala que en dicha década hubo un marcado aumento de la
extranjerización de la economía, es decir que la propiedad del capital de todos los sectores
pasa a manos extranjeras y este rasgo estructural continuará en el tiempo. Para explicar el
período, Basualdo identifica dos etapas, en la primera (1990-1993), “la etapa de oro”, entran
capitales extranjeros producto de las privatizaciones. Aquí se conforma una comunidad de
negocios integrada por la empresa extranjera operadora del servicio, los bancos que aportan el
financiamiento (lo cual fue beneficioso para los consorcios porque el Estado permitió el uso
de bonos de deuda) y el tercer socio son los grupos económicos locales que ofrecen su lobby
con el Estado. En la segunda etapa (1994-1997), se disuelve la comunidad de negocios antes
mencionada y los grupos económicos venden su participación en los consorcios, que quedan
en manos extranjeras. Ese dinero, en lugar de invertirlo en Argentina lo fugan hacia el
exterior, saliendo de la actividad productiva y valorizando financieramente su capital.
Además, las reformas en el mercado laboral y en el sistema jubilatorio generaron un
desfinanciamiento del Estado que acentuó el déficit fiscal.
Según Basualdo, en 1998 empieza la crisis que estallará en 2001. Previendo esto, de los
grupos económicos surgen dos propuestas. Los capitales extranjeros proponen profundizar el
programa neoliberal dolarizando la economía mientras que los grupos económicos locales
proponen la devaluación de la moneda local, es decir, salir de la convertibilidad. Gana esta
segunda propuesta, apoyada por la oligarquía argentina. Ninguna de las dos propuestas era
buena para la mayoría de la población argentina.
Comparando a la última dictadura cívico militar con el gobierno de Carlos Menem en
principio hay que destacar que los contextos históricos son distintos y que no es lo mismo una
dictadura impuesta mediante un golpe de Estado con un régimen de gobierno autoritario que
un gobierno elegido democráticamente con un esquema de gobierno democrático. Otra
diferencia es el tipo de cambio libre vigente en la dictadura y el tipo de cambio fijo con
paridad cambiaria que estableció la Ley de Convertibilidad dictada por Menem.
Entre los factores que diferencian ambos períodos también hay que señalar que la dictadura
estatizó la deuda privada mediante un seguro de cambio otorgado por el Estado y durante el
menemismo se concretaron las privatizaciones de importantes empresas estatales de servicios
básicos.
Pasando ahora a las similitudes, podemos esgrimir, siguiendo a Basualdo y Canitrot, que en
ambos períodos se privilegió a la valorización financiera por sobre la producción concreta.
Encontramos también como factor común una tendencia a la desindustrialización y un
aumento del endeudamiento externo. Además, algunos personajes se repiten, como Domingo
Cavallo, presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en 1982 y Ministro
de Economía desde 1991 a 1996. Para Roberto Frenkel en ambas experiencias se produjeron
errores debido a una integración financiera perversa donde el acceso al financiamiento
internacional generó una crisis importante en lugar de ser la solución que proponían sus
mentores.
Quizás el vínculo más importante entre la dictadura y la gestión menemista sea la correlación
entre ambos programas económicos ya que el programa neoliberal gestado en la dictadura se
actualiza, consolida y ejecuta en el gobierno de Menem, ahora con el sustento institucional
local (democracia) e internacional (Consenso de Washington y Fondo Monetario
Internacional).2

Según José Antonio Ocampo a comienzos del siglo XX la producción argentina estaba en
manos de la burguesía local donde la oligarquía está aliada con el poder militar. Gran Bretaña,
socio principal de Argentina, empieza a perder su hegemonía, lo cual se cristaliza en 1914 con
el estallido de la Primera Guerra Mundial. Junto a la declinación del patrón oro aparece en
escena EEUU quien paulatinamente irá desplazando a Gran Bretaña en el comercio con
Argentina pero solo como proveedor de manufacturas y financiamiento y no como comprador
de las materias primas locales.3 Es el final del “milagro” argentino.
La dinámica del modelo agroexportador genera un desarrollo incipiente, con un modelo
urbano alrededor de los campos productivos, generando encadenamientos con molinos,
panaderías y textiles pero no hay autonomía económica porque la economía se basa en
recursos naturales. Si bien hubo crecimiento económico en este período, la burguesía no
invierte en innovación tecnológica y los gobiernos radicales no modifican en su estructura la
distribución desigual del ingreso.
Con la crisis de 1930 (en 1929 cae la bolsa en EEUU) llega a su fin el modelo agroexportador.
El patrón oro deja de ser la referencia y comienza una participación más activa del Estado,
aunque esto es relativo ya que en Argentina el Estado ya había intervenido fuerte en el sector
educativo (ley 1420) y en los tendidos eléctricos.
En la etapa de industrialización por sustitución de importaciones4 Ocampo identifica en cuatro
fases. La primera es un subproducto del aumento de las exportaciones. La segunda es la fase
empírica donde las industrias se desarrollan a partir de la guerra. La tercera fase es de
industrialización “clásica” (1940-1960) donde hay acceso al crédito subsidiado, se protege la
industria con aranceles y donde se incorpora masivamente a las masas trabajadoras. La última
etapa, según Ocampo, es la “madura”, donde a partir de 1960 se agota la etapa anterior,
aplicándose una política de liberalización.
Volviendo a la crisis de 1930, siguiendo a Arturo O’Connell podemos decir que la falta de
autonomía y la apertura de la economía argentina la volvió muy vulnerable a la situación de
Gran Bretaña y de la economía mundial. Sin embargo, antes de esta crisis en Argentina ya
había señales de agotamiento del sector agroexportador porque nuestro país ya no es el único
gran productor de alimentos, sino que hay competidores como EEUU, Australia y Canadá.
Además, en Argentina se había agotado el crecimiento de la producción agropecuaria por la
vía extensiva. Aun así, Argentina intenta mantener la relación bilateral con Gran Bretaña
mediante el Pacto Roca – Runciman firmado en 1933, que establecía exportaciones de carne
en condiciones altamente desfavorables para Argentina. Algunas medidas para paliar la crisis
fueron la creación del Banco Central y de la junta reguladora de granos.
Con la llegada del peronismo al poder (1946), según Mónica Peralta Ramos se consolida el
movimiento obrero. Articulados en los sindicatos (principalmente en la CGT),5 los
trabajadores ejercen su derecho a oponerse a las políticas económicas que los perjudiquen.
Según Pablo Gerchunoff y Lucas Llach Perón pone el acento de su política en el desarrollo de
la industria y generando empleo. Para financiar esto extrae recursos del sector agropecuario,
lo cual terminará generando una crisis que empieza en 1949 con un estancamiento económico.
Como agravante por esos años se da una importante sequía en el campo. Esto obliga a
implementar un plan de austeridad en 1952 con el objetivo de bajar la inflación. Ahora el
sector rural recupera protagonismo y recibe créditos y subsidios.
Sin desconocer la crisis por restricción externa, en nuestra opinión, la nacionalización de
servicios y promoción industrial de este ciclo es notable. En ese mismo sentido, la
distribución del ingreso fue significativamente más equitativa que en otros periodos.
Finalmente, los sectores reaccionarios aprovechan la crisis económica y los conflictos
políticos para pergeñar el golpe de Estado de 1955.
Siguiendo a Mónica Peralta Ramos, podemos decir que después del período desarrollista del
presidente Arturo Frondizi (asume en 1958 y finaliza en 1962) los grupos económicos se
consolidan y pasan a ser un actor con poder de veto. En efecto, gracias a la quita de impuestos
y la promoción del Estado, entre 1966 y 1976 se cristaliza una poderosa burguesía industrial.
Según la autora, el fracaso del Pacto Social para controlar la inflación que propuso el tercer
gobierno peronista y la oposición del sector comercial y de las entidades agropecuarias
sumado al fallecimiento de Juan Domingo Perón en 1974 generan importantes tensiones
institucionales y sociales. En este punto se podría afirmar que luego de idas y vueltas se frena
el proceso de crecimiento y comienza a retroceder la distribución del ingreso. Lo cual se
agravará con el golpe de Estado de 1976.
En los ’80, según Ricardo Ortiz y Martín Schorr, Raúl Alfonsín inicialmente intenta mejorar
la situación de los trabajadores, pero el plan no funciona y el Ministro de Economía Bernardo
Grinspun es reemplazado por Juan Vital Sourrouille, que intenta empezar con un plan de
privatizaciones y desregulación de los mercados, lo cual tampoco funciona. Alfonsín ve
frustrado su intento de cambiar las relaciones de fuerza al chocar contra los grupos
económicos que habían acumulado un inmenso poder y vetaron su intento de redistribución.
Lo paradójico fue que dichos grupos económicos engrosaron el déficit fiscal producto de los
subsidios que recibieron del gobierno de Alfonsín, mientras que los sectores populares son los
perdedores en este período.
Para concluir, siguiendo a Jorge Sábato y Jorge Schvarzer, podemos decir que la característica
particular de la gran burguesía argentina que viene desde el modelo agroexportador es su
comportamiento rentista con ganancias a corto plazo y liquidez grande, con poca inversión e
innovación. Esta característica luego se reproduce y fortalece en el tiempo donde su objetivo
no será la actividad industrial sino, como bien señala Basualdo, la valorización financiera. Por
lo tanto, el interés de la gran burguesía nacional no es el crecimiento sino conservar la
hegemonía y captar renta a corto plazo, con lo cual los únicos que siempre ganan son los
sectores concentrados6.

En los puntos anteriores hemos ejemplificado cómo funciona el mecanismo de fuga de


capitales, donde su punto álgido se ubica en la última dictadura cívico militar y en el gobierno
de Carlos Menem con la Convertibilidad. Peralta Ramos destaca los resultados nocivos para
el país que produce la especulación financiera de corto plazo y según Canitrot con la última
dictadura cívico militar la lógica de acumulación de capital que antes era productiva,
industrial, agropecuaria o comercial ahora queda subordinada a una lógica financiera, siendo
justamente el sector financiero el que posibilita y consolida la fuga de capitales.
En cierta etapa de la Convertibilidad (1995-1997) Basualdo señala que hubo un aumento de la
fuga de capitales y los altos intereses que cobraban las AFJP al Estado funcionaron en la
práctica como un subsidio que luego estas empresas fugaron al exterior. Siguiendo a este
mismo autor, incluso durante el kirchnerismo, a partir del 2008, hubo fuga de capitales con un
acumulado de 136 mil millones de dólares, lo cual provocó una crisis en la balanza de pagos.
Cuando las grandes empresas giran sus utilidades al exterior, con una escasa inversión local,
es difícil que haya crecimiento económico. Hemos visto que la adopción de recetas escritas en
el exterior y aplicadas mecánicamente más allá del contexto, la cultura, el país y el momento
no dan buenos resultados. Los efectos que provocan la fuga de capitales no son otros que
desocupación, destrucción de la industria local y primarización de la economía. Como una
versión moderna y sofisticada del viejo colonialismo, la fuga de capitales no deja beneficios
sobre la población del país del cual se fugan. Claramente dicha fuga no es posible sin la
colaboración de un empresariado local y de regulaciones laxas del gobierno local.
Con respecto a los efectos de la fuga de capitales sobre la política argentina, al igual que en el
aspecto económico, las consecuencias tampoco son buenas porque ningún gobierno, ni
siquiera con represión, puede mantenerse en el tiempo en un contexto de desocupación, baja
de salarios, aumento de pobreza y destrucción de la economía local.

Según Matías Kulfas, con el kirchnerismo la política económica vuelve al ámbito político en
desmedro de la tecnocracia. El interés por el desarrollo industrial reaparece como prioridad de
Estado, se incrementa el trabajo formal y hay expansión del consumo interno. En el gobierno
de Néstor Kirchner (2003 – 2007)7 la prioridad en consolidar el crecimiento económico
mediante un régimen heterodoxo con aumento de salarios reales. Luego, en el primer mandato
de Cristina Fernández hay una expansión de la política fiscal con inclusión e intervención
social, como por ejemplo la implementación de la Asignación Universal por Hijo. Aquí
Fernández deberá sortear la oposición de las entidades agropecuarias y maniobrar en una
crisis internacional (2008 – 2009). El ciclo se completa con la reelección de Fernández (2011
– 2015) caracterizándose por un aumento del déficit y las restricciones externas, con una
fuerte desaceleración productiva y un crecimiento nulo.
Para Kulfas, las limitaciones pasan por haber adoptado una estrategia cortoplacista y acciones
no articuladas sin un estilo de desarrollo a largo plazo. Por ejemplo: se fomentó la venta de
autos como consumo individual en lugar de invertir más en el transporte público, que es un
bien público de consumo colectivo. En este sentido hubo un cambio en la política ferroviaria
pero en forma tardía y a raíz del accidente de la línea Sarmiento en Once en 2012. Por lo
tanto, faltó una planificación a largo plazo que promoviera cambios estructurales.
Por otra parte, según este mismo autor, la política fiscal sobreestimuló el crecimiento
económico con un sesgo hacia el mercado interno lo cual desembocó en una pérdida de
competitividad con tensiones inflacionarias. En paralelo, la política de desendeudamiento, que
en principio no es una mala herramienta, se usó en exceso y en forma rígida con lo cual no fue
del todo beneficiosa.
Desde una perspectiva política similar a Kulfas, Basualdo señala la cuestión energética como
una de las limitaciones del kirchnerismo, más allá de que las empresas privadas no invirtieron
ni aumentaron la producción. Otro factor importante para este autor fue que la industria
automotriz tenía una baja integración local y la industria electrónica de la provincia de Tierra
del Fuego era exclusivamente ensambladora, todo lo cual hizo crecer el déficit.
Para Basualdo, la mejora en la distribución de ingresos durante el kirchnerismo no fue
acompañada por cambios en la estructura productiva. Es más, hubo una deficiente integración
entre las ramas industriales y energéticas con la economía nacional. Si a esto sumamos que las
entidades agrarias demoraron la liquidación de sus granos, tenemos un faltante de ingreso de
dólares que acentuó la restricción externa.
Como agravante, según Pablo Gerchunoff y Osvaldo Kacef, en los últimos años de este
período hubo una imposibilidad de financiamiento externo por el no acuerdo con los
acreedores externos, lo cual complicó aún más la restricción externa.
Todas estas limitaciones quizás ayuden a explicar por qué ganó, con escaso margen, Mauricio
Macri en las elecciones de 2015. El haber tocado los intereses de algunos grupos
concentrados, la subestimación o la conciencia tardía de la influencia de los grandes medios
de comunicación y el “cepo” al dólar, entre otras cosas, quizás también hayan influido en la
derrota del kirchnerismo. Mención aparte merece el destrato de un sector del kirchnerismo
hacia su propio candidato, Daniel Scioli.

Algunas reflexiones finales


Como conclusión provisional podemos afirmar que la gran burguesía nacional se rige por
criterios exclusivamente rentísticos de corto plazo donde no importan la innovación
tecnológica, los puestos de trabajo generados y el desarrollo del país. En este sentido son
interesantes las reflexiones de Marcelo Diamand cuando explica la desorientación conceptual
y analítica del empresariado industrial argentino que lo lleva a apoyar políticas en contra de
sus propios intereses. En esa misma dirección creemos que se explaya Canitrot.
El cambio en nuestro país quizás se dé cuando amplios sectores de la población dejen de creer
que cuando les va bien es pura y exclusivamente por su esfuerzo individual y que cuando les
va mal es por culpa del gobierno de turno.

Notas
1- Mónica Peralta Ramos llama a esto “armonía entre fracciones del capital”.

2- El Consenso de Washington plasmado por John Williamson, propone un decálogo que


consiste en la retirada del Estado de todas las funciones en que había estado presente en la
sustitución de importaciones (de 1930 a 1970) y que subsistían en los años ’80. Esto se
traduce en un énfasis en la macroeconomía, la estabilidad económica, la liberalización
económica y la expansión del mercado. Los países que querían acceder al financiamiento
debían adoptar las reformas de concepción neoliberal prescriptas. En cuanto al Fondo
Monetario Internacional (FMI), Joseph Stiglitz menciona a Argentina como ejemplo de país
que a pesar de ser el “mejor alumno” del FMI, colapsó en 2001 siguiendo justamente las
recetas del FMI que implicaron entre otras medidas la baja en salarios estatales y baja en
jubilaciones.

3- La irrupción de EEUU y su relación asimétrica con Argentina en el nuevo mundo


proteccionista que emergerá en los años ’30 conforma junto a Gran Bretaña lo que Jorge G.
Fodor y Arturo A. O’Connell llaman el triángulo financiero.
4- Ocampo prefiere llamar a esta etapa “Industrialización dirigida por el Estado” en lugar de
“Industrialización por sustitución de importaciones”.
5- La Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT) había sido creada
en 1930, es decir antes de la asunción de Perón. Sin embargo es con el peronismo que dicha
organización toma relevancia y se convierte en un actor de peso. Para ser fieles al rigor
histórico no podemos olvidar que antes de la CGT existió la Federación Obrera Argentina,
creada en 1901.

6- Por ejemplo: Según Ricardo Ortiz y Martín Schorr el grupo Macri (ex FIAT) pasa de
controlar 7 empresas en 1973 a controlar 47 en 1983 y luego 60 en 1990 (cuadro 4, pag 11).

7- Pablo Gerchunoff y Osvaldo Kacef denominan a esta etapa como Desarrollismo Popular.

Bibliografía
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Canitrot, A. (1983); “Orden Social y Monetarismo” Estudios CEDES.

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http://biblioteca.hegoa.efaber.net/registro/ebook/13327/Globalizacion_y_Crisis_Financieras_e
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Basualdo, E. et. al. (2017); “Endeudar y fugar. Un análisis de la historia económica argentina,
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Otras fuentes consultadas:


Wikipedia.org

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