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L
eonardo Da Vinci. Il Cenacolo. (Refectorio de Santa María delle Grazie, Milán. 1494-1498)
Tal vez su intención era únicamente que quedara razonablemente bien para que le dieran
otro encargo. O quizá su intención era la de crear la pintura más sublimes sobre un
momento crucial en la vida de Jesucristo. Pero, ¿Y si su intención era, simplemente, llevarse
un bocado a la boca? ¿Acaso el desconocer la intención devalúa a La Última Cena?
Por desgracia es materialmente imposible conocer todos los matices de la intención de un
autor.
Intención e interpretación: La Novena Sinfonía
Pongamos por ejemplo la música. Hay una aplicación de iPad muy interesante en la que
puedes escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven en cuatro versiones distintas. Una es
tocada con instrumentos de época y se supone que es lo más parecido a lo que Beethoven
tenía como intención al componerla. Cuando uno escucha esta versión suena rarísima:
demasiado rápida, el timbre de los instrumentos cambia…
Herbert von Karajan en 1976. Foto © Bettmann/Corbis
Pero cuando uno pasa a una interpretación de Leonard Bernstein o de Herbert von Karajan
la cosa cambia poderosamente y la Novena se oye mucho mejor. ¿O es que acaso siempre
hemos aprendido a escucharla mal? ¿Cada vez que alguien compra la versión de Karajan a
la Deutsche Grammophon el Gigante de Bonn se revuelve en su tumba? ¡Pobre Beethoven
entonces, se la debe pasar fatal!
Eugène Atget hacía registros visuales que servían a otros artistas como referencias.
En otro artículo explicaba que Eugène Atget hacía fotos como referencia para que otros
artistas tomaran ejemplos visuales. Así, construyó un enorme catálogo del París antiguo,
del arte y las modas de su tiempo, etc. Él mismo no se consideraba artista. De hecho sus
tarjetas de visita decían “documentador para artistas”.
Sin embargo Berenice Abbott (entonces asistente de Man Ray) conoció la obra de Atget y
le pareció un trabajo artístico maravilloso.
Eugène Atget
Cuando Atget murió al poco tiempo, Abbott vendió todo lo que tenía e incluso convenció
a Julien Levy, un importante galerista de Nueva York, para comprar todo el acervo del
francés.
Berenice Abbot
Luego John Szarkowski, curador del Museum of Modern Art de Nueva York, organizó una
gran exposición con las fotografías de Atget. De modo que los humildes documentos para
artistas que hacía el francés fueron puestos en la catedral del arte moderno. ¿A los
asistentes a esta exposición les afectó la verdadera intención original de Atget y la opinión
(o propósito) que tenía de no hacer arte?
Si como fotógrafos nos aferramos, inflexibles, a nuestra intención artística sufriremos, y
mucho, porque jamás lograremos tener el control absoluto sobre la recepción de nuestra
obra simplemente porque no podemos mandar en la cultura, mente y prejuicios del
observador.
Nikki S. Lee
Ahora bien, tomemos el ejemplo de Cindy Sherman: Aún teniendo las “llaves” del
significado, cuando una pieza es del calado y complejidad como su serie Untitled Film Stills,
las posibilidades interpretativas son inimaginables. ¿Qué es mejor? ¿Que Sherman nos
entregue sus Untitled Film Stills con un manual de instrucciones o que cada uno de
nosotros, desde su subjetividad pueda ir descubriendo significados y sentidos?
Cindy Sherman. Untitled Film Stills. 1977
Si una foto está en un museo y la ven cinco mil personas, habrán cinco mil posibilidades de
lectura. Habrán, evidentemente, muchos códigos culturales, espacio-temporales, etc. son
compartidos y que harán que la gente tienda a ver ciertos significados comunes (de otro
modo sería imposible comunicarnos en un mismo idioma). Pero ¿Qué pasa cuando alguien
observe esa misma pieza en otro país, en otro contexto?
El Santo vs la Intención del Fotógrafo
Le confesaré al lector: Cuando niño me impactó la película Santo vs. las Mujeres
Vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962). Desde entonces y gracias a nuestro entorno cultural
en mi país, la lucha libre, las máscaras y todo lo que rodea a la lucha libre mexicana tienen
muchos sentidos para mí.
Fotografama de la película Santo vs. las Mujeres Vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962)
Una vez, durante un curso en el International Center of Photography de Nueva York hice
una foto en la que me ponía una tela y luego una máscara de Santo, el luchador profesional
más importante en la historia mexicana.
Ó
scar Colorado Nates. Arena México, mayo de 2015
El otro día hice unas fotos en la Arena México invitado por Ulises Castellanos. Detrás de mí
estaban unos estadounidenses.
Lo que gritaban sonaba rarísimo, totalmente fuera de lugar porque se comportaba como si
estuvieran en una justa de wrestling americano y eso, simplemente, no es lucha libre. Al
menos no como la entendemos en México. Esos mismos estadounidenses jamás
entenderían las implicaciones de un clásico Barça vs. Real Madrid o una mexicanísimo
América vs. Chivas.
La vida artística es un crecimiento continuo. Decía Heráclito que uno nunca se baña dos
veces en el mismo río: todo cambia. Nuestras intenciones de hoy, esas que a veces
defendemos a capa y espada, pueden cambiar. Es más, seguramente cambiarán.
Hubo alguna vez en mi vida académica y artística en la también me intrigó el tema de la
intención y llegué a pensar que donde hay intención hay arte. Esta afirmación podría ser
considerada válida, pero hay tantas posibilidades sobre el tema que habría que matizar: el
maniqueísmo aquí no cabe.
Yo, personalmente, creo que cuando el fotógrafo muestra una fotografía, deja de ser suya.
Hoy estoy convencido de que lo mejor del arte es dejarlo abierto a toda la abundancia,
calado y complejidad que pueda otorgarle el observador. Si nos empeñamos en que
solamente nuestra intención valga, podemos caer en la neurosis por el control. Tal vez el
aceptar la posibilidad de la opinión ajena (subjetiva, desinformada, silvestre si uno quiere)
implica más riqueza que aferrarse a la propia visión del mundo. Decía Carlos Llano, filósofo
y académico, que no debía verse el mundo “a través de una pajilla”. Cuando nos aferramos
a nuestras intenciones, vemos el mundo por una pajilla, nuestra pajilla.