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En Italia, el futurismo se acercó a la estética musical en transformación desde un ángulo diferente. Una
idea de la filosofía futurista era la de valorar el "ruido", así como dotar de valor artístico y expresivo a
ciertos sonidos que anteriormente no habían sido considerados como musicales. El Manifiesto Técnico de
la Música Futurista de Balilla Pratella, publicado en 1911, establece que su credo es: «Presentar el alma
musical de las masas, de las grandes fábricas, de los trenes, de los cruceros transatlánticos, de los
acorazados, de los automóviles y aeroplanos. Añadir a los grandes temas centrales del poema musical el
dominio de la máquina y el victorioso reinado de la electricidad».
El 11 de marzo de 1913, el futurista Luigi Russolo publicó su manifiesto El arte de los ruidos (original en
italiano, L'arte dei Rumori). En 1914, organizó el primer concierto del "arte de los ruidos" en Milán. Para
ello utilizó su Intonarumori, descrito por Russolo como "instrumentos acústico ruidistas, cuyos sonidos
(aullidos, bramidos, arrastramientos, gorgoteos, etc.) eran manualmente activados y proyectados mediante
vientos y megáfonos". En junio se organizaron conciertos similares en París.
Desde aproximadamente el año 1900 se utilizaba el magnetófono de alambre magnético de baja fidelidad,
y a comienzos de 1930 la industria cinematográfica comenzó a convertirse a los nuevos sistemas de
grabación de sonido ópticos basados en células fotoeléctricas.4 En esta época la empresa alemana de
electrónica AEG desarrolla el primer magnetófono de cinta práctico, el Magnetophon K-1, revelado en
el Berlin Radio Show en agosto de 1935.5
Durante la Segunda Guerra Mundial, Walter Weber redescubrió y aplicó la técnica AC Bias, que
incrementó drásticamente la fidelidad de las grabaciones magnéticas al añadir una alta frecuencia
inaudible. Extendió en 1941 la curva de frecuencia del Magnetophon K4 hasta 10 kHz y mejoró
la relación señal/ruido hasta 60 dB, sobrepasando cualquier sistema de grabación conocido en aquel
tiempo.
En 1942, AEG ya estaba realizando pruebas de grabación en estéreo.6 No obstante, estos dispositivos y
técnicas fueron un secreto fuera de Alemania hasta el final de la guerra, cuando varios de estos aparatos
fueron requisados y llevados a Estados Unidos por Jack Mullin. Estos sirvieron de base para los primeros
grabadores de cinta profesionales que fueron comercializados en Estados Unidos, entre ellos el Model
200 producido por la empresa Ampex.
La cinta de audio magnética abrió un gran campo de posibilidades sonoras para músicos, compositores,
productores e ingenieros. Esta era relativamente barata y su fidelidad en la reproducción era mejor que
cualquier otro medio de audio conocido hasta la fecha. Cabe señalar que, a diferencia de los discos,
ofrecía la misma plasticidad que la película: puede ser ralentizada, acelerada o incluso reproducirse al
revés. Puede editarse también físicamente e incluso pueden unirse diferentes trozos de cinta en loops
infinitos, que reproducen continuamente determinados patrones de material pregrabado. La amplificación
de audio y el equipo de mezcla expandieron aún más allá las posibilidades de la cinta como medio de
producción, permitiendo que múltiples grabaciones fueran grabadas a la vez en otra cinta diferente. Otra
posibilidad de la cinta era su capacidad de ser modificada fácilmente para convertirse en máquinas de eco,
produciendo así de modo complejo, controlable y con gran calidad, efectos de eco y reverberación, lo que
es prácticamente imposible de conseguir por medios mecánicos.
Pronto los músicos comenzaron a utilizar el grabador de cinta o magnetófono para desarrollar una nueva
técnica de composición llamada música concreta. Esta técnica consiste en la edición de fragmentos de
sonidos de la naturaleza o de procesos industriales grabados conjuntamente. Las primeras piezas de esta
música fueron creadas por Pierre Schaeffer, con la colaboración de Pierre Henry. En 1950, Schaeffer dio
el primer concierto de música concreta en la École Normale de Musique de Paris. Posteriormente, Pierre
Henry colaboró con Schaeffer en la Symphonie pour un homme seul (1950), la primera obra importante
de música concreta. Un año más tarde, RTF creó el primer estudio para la producción de música
electrónica, lo que se convertiría en una tendencia global. También en 1951, Schaeffer y Henry
produjeron una ópera, Orpheus, para sonidos y voces concretos.