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“A Cristo vivo responda Que nadie sufra solo

la Iglesia viva”
Pablo VI

Paz y Bien

CURSO PARA LOS EQUIPOS PARROQUIALES


DE PASTORAL DE LA SALUD Y LA VIDA

INTRODUCCIÓN

I Misión de la Parroquia en el Mundo de los Enfermos.

Enfermos:

a) La parroquia y los enfermos


b) Misión de la parroquia: curar a los enfermos
c) Acciones de la parroquia

• Educar para afrontar la enfermedad


• Acompañar a los enfermos
• Celebrar los sacramentos de los enfermos
• Atender a los enfermos más necesitados
• Ayudar a las familias de los enfermos
• Integrar a los enfermos a la vida parroquial
• Implicar a toda la parroquia
• Trabajar para que la parroquia sea fuente de salud

d) Textos del Magisterio


e) Sugerencias para trabajar el tema

II Educar para vivir la Salud, la Enfermedad y la Muerte

a) Educar para vivir la Salud

• Jesús y la salud
• La Iglesia y la salud
• Acciones de la parroquia

b) Educar para vivir la enfermedad

• Jesús, maestro también en el sufrimiento


• Acciones de la parroquia
c) Educar para vivir la muerte

• Jesús y la muerte
• El cristiano y la muerte
• Acciones de la parroquia

d) Causas para educar


e) Sugerencias para trabajar el tema

III Acompañar al enfermo en el Proceso de su Enfermedad

a) Viaje al mundo del enfermo


b) Claves para ayudar al enfermo en Su enfermedad como experiencia de Gracia.
Relación de “ayuda”

• Acercarse al enfermo
• Acompañarlo en su camino
• Escuchar al enfermo
• Comprender y acoger
• Fomentar en él actitudes y comportamientos sanos
• Pedagogía para asumir el dolor
• Encontrar sentido
• Ayudar a purificar la relación con Dios
• Implicar a la comunidad

c) Textos del magisterio


d) Sugerencias para trabajar el tema
e) Elementos de la Relación de Ayuda del Voluntariado “María, Madre de la Vida”
• La visita al enfermo
• Pasos en la Visita Pastoral
• Pautas de escucha
• Escuchar
• Situación de crisis y expectativa del ayudado
• Obstáculo para la escucha

IV Celebrar los Sacramentos con los Enfermos

a) Los Sacramentos

• Acción sanadora de Jesús


• La Iglesia. Sacramento de Cristo
• Los Sacramentos de la Iglesia

b) Los Sacramentos en la Enfermedad

• La Reconciliación
• Unción de los Enfermos
• Comunidad fraterna

c) Caminos para renovar la celebración de los Sacramentos


1. Integrar los sacramentos en el proceso de la asistencia y el
acompañamiento al enfermo.
2. Recuperar la unción, sacramento específico de la enfermedad
3. Recuperar la fuerza sanante de la reconciliación
4. Revitalizar la comunión de enfermos
5. Recuperar el viático, sacramento del tránsito de la vida
6. Fomentar el protagonismo del enfermo en la celebración del
sacramento
7. Cuidar la dimensión eclesial y comunitaria de los sacramentos.

d) Textos del Magisterio


e) Sugerencias para trabajar el tema.

V Atender a los Enfermos más necesitados

a) ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Qué necesitan?


b) Jesús y los enfermos más necesitados
c) La Parroquia y los más necesitados

• Descubrir quiénes son en la parroquia, estudiar su situación y


. necesidad
• Promover acciones prácticas y eficaces para atenderlos
• Defender a los enfermos más abandonados
• Preocuparse también por las provincias más pobres
• Implicar a toda la parroquia

d) Textos del Magisterio


e) Sugerencias para trabajar el tema

VI Ayudar a la Familia del Enfermo

a) La enfermedad, crisis en la familia.


b) Papel de la familia
c) La atención a la familia

• La familia necesita apoyo y ayuda


• Jesús y la familia del enfermo
• La parroquia y la familia

d) Textos del Magisterio


e) Sugerencia para trabajar el tema

VII Integrar a los Enfermos como miembros Activos y Plenos

a) La Misión evangelizadora del enfermo


b) Integración de los Enfermos en la parroquia como miembros activos y plenos

• Pistas para integrar al enfermo en la parroquia

c) Integración de los enfermos en la sociedad


d) Textos de l Magisterio
e) Sugerencias para trabajar el tema
VIII Implicar a toda la parroquia en la Atención de los Enfermos

a) Todos responsables
b) Misión de los Miembros

• El obispo
• El presbítero
• El religioso/a
• El profesional sanitario cristiano
• El voluntario: domiciliario y hospitalitario
• El enfermo

c) Acciones para implicar a toda la comunidad parroquial


d) Sugerencias para trabajar el tema

IX El Equipo Parroquial de Pastoral de la Salud

a) Razón de ser del equipo pastoral de la salud


b) Creación del equipo
c) Rasgos y características de los miembros del equipo
d) Riesgos que hay que evitar
e) Tareas del equipo

• Conocer a los enfermos


• Acercarse a los enfermos
• Servir a los enfermos
• Ayudar a las familias
• Sensibilizar a la comunidad parroquial
• Coordinar la Pastoral de la Salud

f) Sugerencias para trabajar el tema

X La Vida del Equipo de Pastoral de la Salud

a) Un estilo de vida evangelizador


b) La formación
c) La oración comunitaria, como encuentro en común con el Señor
d) La asistencia habitual a las reuniones del equipo
e) El apoyo fraterno
f) La distribución de tareas
g) Las crisis
h) La conciencia de pertenencia a la comunidad parroquial y diocesana
i) Textos del Nuevo Testamento

G. in D.
Paz y Bien

EQUIPO DE PASTORAL DE LA SALUD


PARROQUIALES

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“Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento. Ni siquiera a explicarlo. Ha venido a


llenarlo de su presencia” (Paul Claudel).

El motivo de estos encuentros, es tratar de que nadie sufra solo.

Introducción:

Pastoral de conjunto

Es una expresión del “espíritu de comunión” del que nos hablo Juan Pablo II (N. M. I
43; Rom. 15,4-9).
Más que hablar de estructuras debemos hablar de la naturaleza y misión de la
Iglesia; porque las estructuras no valen, sino tan sólo como servidoras de la acción; pero
no sirven sino dan respuesta auténtica a la acción.
Debemos buscar los caminos de una presencia más real, más eficaz y a la vez más
fiel de la Iglesia en este momento que nos toca responder a los que sufren.
Pío XII les decía a los párrocos de Roma (10-III-1955): “Cuando se observa por una
parte, el entusiasmo de muchas iniciativas en las que tantos trabajan (...); y por otra se
constata la pequeñez de los resultados obtenidos en comparación con lo que se
esperaba con el empleo de tanta energía y sacrificios, uno se llega a preguntar si tal vez
no estaríamos combatiendo solos, aislados y desunidos.
Tal vez, carísimos hijos, seria bueno realizar un examen de nuestro trabajo
apostólico, sirviéndonos de los principios que rigen toda justa colaboración.
Según nuestro modo de ser, de aquí debe surgir una de las exigencias más
importantes para la actividad apostólica del clero y de los laicos.
El individualismo apostólico más que una falta de docilidad o un error táctico es un
error doctrinal”.
La Pastoral de conjunto exige una gran renovación del individuo y de la comunidad
(cf. L. G. II, 12).
La Pastoral de conjunto supone una profunda reforma pastoral, lo que expresa el
Concilio Vaticano II, y que no mira en primera instancia las reformas de las estructuras
sino del cambio de mentalidad y del corazón; así ya lo afirmaba Santa Catalina de Siena:
“Dejemos en paz las estructuras; son importantes, sin duda, pero esta hora es la de la
reforma interior, lo de las lágrimas que acompañan al crecimiento”.
Es claro que la problemática a la que debemos responder, no es de cosas
individuales; se trata de un estilo de trabajo que no sirve para encarar una evangelización
nueva en sus métodos, expresión y ardor.
En definitiva y resumiendo, entendemos por Pastoral de Conjunto, la acción
pastoral de una comunidad eclesial madura que actúa precisamente como comunidad.
Nuestra realidad pastoral se presenta muchas veces como piezas desarticuladas, y
una creciente atomización de las instituciones y de las parroquias.
El remedio para este problema es trabajar para lograr una sabia ordenación de las
fuerzas, evitando sobre todo el individualismo.
“...cuanto más urgen los peligros, tanto más alta y ardua es la meta hacia lo que
conviene tender -decía Juan XXIII-, tanto más necesario es ajustar solidariamente las filas
para alcanzar el común y difícil fin. Toca entonces a quienes tienen la responsabilidad del
éxito de la empresa -pastoral- procurar la cohesión y coordinación de las fuerzas, a fin de
evitar toda pérdida y sea posible obtener, unidas las fuerzas, los resultados que la
voluntariosa pero disgregada generosidad de los individuos jamás lograrían conseguir”.
La médula de nuestro problema es la no recepción del Concilio Vaticano II, que nos
invita a asumir la reforma pastoral de la Iglesia, y esto implica emprender un camino de
conversión del corazón y de la mente ya que el espíritu del Concilio es un nuevo fervor
infundido en el pueblo de Dios que nos ha dado una nueva mentalidad. “En esta línea
-dice Pablo VI- se debe desarrollar la nueva sicología de la Iglesia” (18-XI-1965).
Este es un objetivo de todo el pueblo de Dios, pues “la calidad de la comunidad depende
de todos” (S. Juan Crisóstomo). “Clero y fieles tendrán que desarrollar una magnífica labor
espiritual para la renovación de la vida y de las acciones según Cristo el Señor; y a esta
labor invitamos a nuestros hermanos y a nuestros hijos: aquellos que aman a Cristo y a la
Iglesia…” (id).
Retomando y aplicando lo dicho a nuestro tema, nuestra hora que debe ser una
“hora nueva” (Montini -Milán- 1955), nos exige creatividad, pues “esta es la hora -nos decía
Juan Pablo II- de una nueva imaginación de la caridad”, para que los pobres se sientan en
su casa en cada comunidad cristiana (N. M. I 50), ya que “la Iglesia quiere ser de todos,
especialmente de los pobres” (Juan XXIII).
Hoy más que nunca la Pastoral de la salud y de la vida debe ser prioritaria pues “la
organización y promoción continua de la Pastoral de la salud merece prioridad en el
corazón y la vida de un obispo” (PG 71).
Sólo “a partir de esta comunión intra-eclesial, la caridad se abre por su naturaleza
al servicio universal, proyectándonos hacia la práctica de un amor activo y concreto con
cada ser humano” (N. M. I 49).
Hace un tiempo nos propusimos un lema: “Que nadie sufra solo”; es exigente y
comprometedor, por eso se nos pide, a todos los que se sienten convocados por el
Espíritu de Dios a esta tarea, dedicación y entrega a los hermanos que, en su
enfermedad, con su sufrimiento y su dolor, hacen presente a Cristo Jesús, el Hermano
Mayor, “Varón de dolores”, entre nosotros y en el mundo.
Como hemos dicho, si nos movemos en comunidad y vivimos juntos la
preocupación, la entrega y el servicio, nuestras parroquias evangelizan y son
evangelizadas. Hasta respirar en ellas la civilización del amor que, paso a paso, ha de
envolvernos a todos.

I - Misión de la Parroquia en el Mundo de los Enfermos


La misión de la parroquia es la misión de la Iglesia; la parroquia es el rostro
inmediato de la Iglesia que el hombre ve y por él debe descubrir el “rostro” de Dios.
La Iglesia debe reconocer su misión en las palabras del profeta Isaías que el Señor
aplica a sí mismo:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me
envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, para vendar los corazones
quebrantados, a anunciar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, a dar
la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc. 4, 14-21).
Por la parroquia el consuelo de Dios se hace cercano a los hombres.
Retomando nuestro tema, podemos constatar que muchas veces los enfermos no
ocupan el lugar que les corresponde en la parroquia, el que tuvieron en la vida de Jesús,
en las primeras comunidades y en otras etapas de la vida de la Iglesia. En muchos casos,
la atención de los enfermos se reduce a la administración de los Sacramentos, olvidando
la misión de curar, de ”vendar los corazones quebrantados”, que tiene la comunidad. Con
frecuencia a los enfermos no se los integra como miembros activos de la propia
comunidad, perdiendo esta la riqueza de la oración del hermano enfermo.
Las comunidades cristianas han de asumir su compromiso evangelizador en el
mundo de la salud, han de ser comunidades que curan. No teman preguntarse: ¿qué
podemos hacer nosotros?

a) La Parroquia y los enfermos

Con el Evangelio en la mano y en el Espíritu del Señor debemos revisar la situación


de la Pastoral de la Salud en la parroquia.

b) Misión de la Parroquia: curar a los enfermos

La acción de la parroquia con los enfermos ha de inspirarse en el primer


evangelizador, en Cristo, que pasó curando y evangelizó curando: “Recorría ciudades y
aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas
las enfermedades y dolencias” (Mt. 9,35).
Al compartir de manera eficaz los sentimientos de los enfermos y de los pecadores,
mientras proclama la salvación y sana enfermos, Jesús revela así el verdadero rostro del
Padre, amigo del hombre y amigo de la vida; es Jesús el consuelo de Dios.
Jesús ha querido tener necesidad de nosotros para continuar su misión
compartiéndola con sus discípulos a quienes mandó evangelizar y curar: “En la ciudad en
que entréis y os reciban….curad los enfermos que haya en ella, y decidles: El Reino de
Dios está cerca de vosotros” (Lc. 10,8-9).
Esta es nuestra tarea: entrar en la ciudad, en la sociedad de nuestros días, curar a
los enfermos que haya en ella y los que a nosotros vengan y desde esa acción curadora
proclamar al hombre de hoy la cercanía de Dios y el cumplimiento actual de las señales
que liberan: “Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los
cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis, mirad a vuestro Dios que trae el desquite,
viene en persona, os resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos de los ciegos, los
oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo hablará” (Is.
35, 3-6).
La parroquia continúa la obra de Jesús y, como Él y sus primeros discípulos, se
inclina ante la humanidad dolorida para consolarla, levantarla y hacerla caminar en
nombre de Jesús, el Señor (cf. Hech. 3, 5-6).
La parroquia debe responder al mandato que Dios da al profeta Isaías: “Consolad,
consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios” (Is. 41, 1).

c) Acciones de la Parroquia

La Parroquia continúa la misión de curar propia de Jesús. Su fidelidad a Él y su


fidelidad al hombre de hoy le llevan a concretar aquellas acciones que hacen real su
misión de curar a los enfermos.

Señalamos las más significativas:

• Educar para afrontar la enfermedad


Educar a los miembros de la parroquia para afrontar de forma madura la enfermedad,
el sufrimiento, el deterioro físico o psíquico y la misma muerte, ayudándoles a tomar
conciencia de que todo ello forma parte de su condición humana, a descubrir su sentido
profundo, a vivir los valores que la enfermedad pone en crisis y los que facilitan la vivencia
de los mismos, o hacer de la enfermedad una ocasión de aprendizaje y enriquecimiento.
No debemos olvidar que estamos en una cultura que no nos prepara para el
sufrimiento sino para el placer y el éxito; y cuando estos no se dan el hombre se quiebra.
Para desarrollar esta labor educativa, debemos poner los medios a nuestro alcance:
predicación, catequesis, cursillos, reuniones de matrimonios, celebraciones comunitarias
con enfermos, publicaciones parroquiales.

• Acompañar a los enfermos

El sufrimiento y la enfermedad han constituido uno de los más grandes problemas que
perturban el espíritu humano.
El sufrimiento humano es una presencia permanente en la historia de la humanidad.
“Lo que expresamos como sufrimiento parece ser particularmente esencial a la
naturaleza humana (…). De una o de otra forma el sufrimiento parece ser, y lo es,
casi inseparable de la existencia terrena del hombre” (S D 2-3).
Si tal es la condición humana y concientes que es la que el Hijo de Dios asumió
haciéndose solidario con todos los humanos; la Iglesia continúa esta solidaridad por lo
que el Concilio Vaticano II afirmó:
“Los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de la época
actual, sobre todo de los pobres y afligidos de toda clase, son también los gozos y
las esperanzas, las tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (G. S. 1).
También asume que para la Iglesia “nada hay auténticamente humano que no halle
eco en su corazón (…). Por esto la Iglesia se siente en verdad íntimamente unida con la
humanidad y con su historia” (id).
Si esta es la misión que Jesús dio a Su Iglesia, es nuestro compromiso y deber
cuidar la presencia evangelizadora de la parroquia junto a los enfermos para ser solidarios
con ellos y ayudarles a afrontar la enfermedad con realismo y a asumirla con paz.
La parroquia ha de ofrecerles atención, cercanía, presencia, escucha, participación
y ayuda concreta para con el hombre en los momentos de la enfermedad y el sufrimiento.
La parroquia ha de acercarse también a los enfermos alejados y a los no creyentes.
.
• Celebrar los Sacramentos de los Enfermos

Los sacramentos son los gestos en los que la parroquia ofrece al enfermo, de
manera culminante, la gracia salvadora y sanadora de Cristo. De ahí la necesidad de
renovar la celebración digna de los “Sacramentos de los enfermos” buscando el momento
adecuado, suscitando la participación activa del enfermo, la familia y la parroquia,
cuidando la riqueza expresiva de cada sacramento, fomentando en lo posible la
celebración comunitaria.
- Un momento crítico en la vida humana, como es la enfermedad, puede ser ocasión
propicia para oír la llamada de Dios a la conversión y al perdón y celebrarlo en el
sacramento de la reconciliación.
- Una manera de hacer palpable la fraterna solidaridad de la parroquia con los enfermos
es llevarles la comunión de modo que puedan participar de la Eucaristía.
- La unción de los Enfermos es el sacramento de la enfermedad y no de la muerte. Es la
celebración del encuentro con Cristo, que también hoy -y de muchas maneras- pasa
curando.

• Atender a los enfermos más necesitados


Una parroquia fiel al espíritu de Jesús ha de hacer un esfuerzo por llegar a estos
enfermos a los que nadie llega y atender a los que nadie atiende. El acercamiento
preferente a los “últimos”, el estilo de atenderlos y defenderlos es lo que da su sentido
más transparente y evangélico a todo lo que la parroquia está haciendo en este campo.

• Ayudar a la Familia de los Enfermos

La enfermedad afecta también a la familia, a veces profundamente. Cambia sus


planes y trastorna su ritmo de vida. Es fuente de inquietud y dolor, de conflicto y
desequilibrio emocionales y pone a prueba los valores sobre los que se asienta. La
enfermedad constituye también para la familia una experiencia dolorosa y dura. Por otra
parte el papel de la familia del enfermo es fundamental e insustituible. El enfermo necesita
su cariño y sus cuidados para sentirse seguro, su comprensión y paciencia para no verse
como una carga y un estorbo, y necesita su compañía y apoyo para poder afrontar con
realismo y asumir con paz la enfermedad y la muerte.

• Integrar a los enfermos en la vida de la Parroquia

Recuperar el verdadero lugar del enfermo en la parroquia “no simplemente como


término del amor y del servicio de la Iglesia, sino más bien como sujeto activo y
responsable de la evangelización” (Ch. L, 54). Una parroquia en la que no se cuenta con los
enfermos, es una parroquia enferma. La parroquia ha de conocer a los enfermos,
reconocerles su sitio y su función dentro de la misma y hacerle partícipes de su vida y
servicios.

• Implicar a toda la Parroquia

Jesús ha confiado a su Iglesia la misión de asistir y cuidar a los enfermos. Todos


los miembros de la Iglesia participan de su misión, si bien cada uno ha de realizarla en
función del carisma y del ministerio que la Iglesia le ha encomendado, pero siempre
corresponsablemente con los demás para así hacer transparente el verdadero ser de la
Iglesia. “Para dar una mayor eficacia a la pastoral entre los enfermos lo necesario es que
toda la comunidad se sienta llamada a colaborar en la tarea” (Juan Pablo II a los enfermos.
Zaragoza, 1982). Toda la parroquia está llamada a participar en el amor a los enfermos que
cura y ayuda.
Es preciso sensibilizar a toda la parroquia acerca de su responsabilidad. Habrá que
atender, formar, cuidar y coordinar a los miembros de la parroquia que se dedican de
modo especial a los enfermos. Será muy conveniente contar con la valiosa colaboración
de los profesionales sanitarios que hay en la parroquia.

• Trabajar para que la Parroquia sea fuente de Salud

Trabajar para que la parroquia sea una comunidad sana y fuerte de salud para los
enfermos, ofreciéndoles la Palabra de Dios que sana, haciéndoles experimentar que son
aceptados y queridos por Dios como tales y liberándolos de las consecuencias más
dolorosas de la enfermedad, como son el verse solos y aislados, inútiles y un estorbo para
los demás.

d) Textos del Magisterio

“La tarea fundamental de la comunidad cristiana es evangelizar. Para realizarla ha


de inspirarse en Jesús, el primer evangelizador. Jesús evangeliza curando. Los enfermos
son el campo privilegiado de su actuación y su primera prioridad. Está cerca de ellos, los
acoge, escucha y comprende. Les infunde aliento y esperanza. Los ayuda a descubrir que
no están solos y abandonados de Dios. Jesús les ofrece en la curación corporal la
sanación de toda su persona, liberándolos de la culpa, reconciliándolos con Dios y
devolviéndoles la paz y la salvación total. Jesús los reintegra en la comunidad y les
encomienda una misión. A partir y en el interior de esa acción curadora Jesús anuncia el
Reino y revela el verdadero rostro del Padre amigo del hombre y amigo de la vida.
Jesús confía a la comunidad cristiana llevar a cabo esa misión de evangelizar y
curar. El gesto de curar a los enfermos es uno de los signos privilegiados que Jesús ha
encomendado a su Iglesia para manifestar la llegada del Reino. La tarea de curar de la
comunidad cristiana no se sitúa al nivel de los esfuerzos de carácter científico, técnico u
organizativo que la sociedad realiza, ni está ligada a intereses ideológicos, políticos o
económicos. Es una participación misteriosa pero real en el acontecimiento salvador de
Cristo, muerto y resucitado, fuente de vida y salud total para el hombre, porque le ayuda a
descubrir un sentido nuevo a su vida, a reconciliarse consigo, con la vida y con Dios y a
vivir «sanamente» la salud, la enfermedad, la curación y la misma muerte”.
(Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud. Día del Enfermo 1990 - España).

e) Sugerencias para Trabajar el Tema

Chequeo a la pastoral de enfermos en nuestra parroquia.

• ¿Se visita a los enfermos? ¿Quiénes lo hacen?


• ¿Se lleva la comunión a los enfermos? ¿Quién la lleva?
• ¿Se celebra la unción de los enfermos? ¿Con qué preparación?
• ¿Se educa a la parroquia sobre el dolor y la enfermedad?
• ¿Cómo está organizada la pastoral de enfermos?
• ¿Qué participación y responsabilidad tienen los laicos en esta pastoral?
• ¿Están integrados los enfermos en la vida de la comunidad? ¿Cómo?

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