Está en la página 1de 8

Aunque Immanuel Kant (1724-1804) se dedicó principalmente a la disciplina de la filosofía, no hay

duda de que su pensamiento ha ejercido una influencia poderosa sobre la teología continental
contemporánea. De hecho, si pasamos por alto a su paisano Georg Hegel (1770-1831), no hay ningún
otro pensador que sea tan prominente como Kant.
La esencia de su filosofía teológica se puede resumir en los siguientes diez puntos:

1. La razón por encima de la revelación


La religión dentro de los límites de la mera razón (1793) demuestra claramente cómo Kant quería
reinterpretar el cristianismo a través de un prisma racionalista. Todas las afirmaciones teológicas tenían
que ser juzgadas conforme a la razón y moralidad ilustradas. Si hay un conflicto entre la razón y la
revelación, tiene que prevalecer la razón. Por lo tanto, el prusiano eliminó todos los elementos
milagrosos de las Escrituras a lo largo de su distinguida carrera académica, y puso en tela de juicio
doctrinas fundamentales tales como la Trinidad, la unión hipostática, la obra expiatoria de Cristo en la
cruz, su resurrección, y el pecado original.

2. Una división entre lo fenomenal y lo noumenal


Tal vez el legado más importante de Kant ha sido su división radical entre los mundos visible e
invisible. Según el análisis de Harvie Conn, “Kant sistematizó la confianza del hombre moderno en la
capacidad de la razón para tratar todo lo material y su incapacidad para ocuparse de lo que va más
allá”.1

Kant llamó el mundo físico el “mundo de los fenómenos” o el “mundo fenomenal”, mientras que la
esfera incognoscible de Dios, el alma, y las esencias pertenecen a la esfera del “mundo noumenal”.
Esto no quiere decir que Kant negara la existencia de Dios, o el alma, o las esencias, simplemente quiso
enseñar que no se puede saber nada acerca de dichas entidades. Con este dualismo metafísico, Dios se
quedó relegado a la esfera de lo noumenal, y la naturaleza llegó a ser “absolutamente autónoma”
(Schaeffer).2 Es decir, el camino estuvo preparado para la distinción occidental entre lo sagrado y lo
secular, y la separación neokantiana entre historie (historia literal) y geschichte (historia existencial)
que caracterizó una gran parte de la teología protestante continental del siglo XX (representada por
Barth, Bultmann, Bonhoeffer, y Tillich).

3. Una religión moralista


La fe, según Kant, no es nada más que una certidumbre moral sobre Dios. La fe y la dimensión moral
del hombre andan juntas. Como bien observa Xabier Pikaza: “Kant supone que moral y religión son en
el fondo lo mismo. […] La moral funda la tarea de la vida y de la acción de los hombres sobre la
esencia de la voluntad, y así la presenta como una expresión del ser humano que se va haciendo a sí
mismo, de un modo universal (valioso para todos). La religión expone esa misma ley moral como un
mandato positivo de Dios”.3
En vez de aferrarse al evangelio de Cristo como la fuente de ética cristiana, Kant basó su sistema moral
sobre el impersonal “imperativo categórico”, a saber, que debes obrar de tal modo que puedas desear
que la máxima de tu acción se convierta en ley universal. En términos sencillos, si no quieres que nadie
te robe los zapatos entonces no lo hagas tú tampoco. Es algo parecido a la famosa regla de oro de
Cristo: “Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos,
porque ésta es la Ley y los Profetas” (Mt. 7:12).
Mientras que en la ética cristiana la actitud moral surge a partir de la gratitud hacia Dios por la
salvación realizada en Cristo, en el sistema moralista de Kant, falta este elemento evangélico vital. De
hecho en el pensamiento neopelagiano de Kant, las obras humanas toman el lugar de la obra salvífica
del Hijo de Dios. Somos salvos por nuestras obras; no por las de Cristo. En el último análisis, la
religión solo se trata del cumplimiento del deber.

4. Dios no interviene en el mundo


Dado que Kant relega a Dios a la esfera noumenal, desaparece el Soberano de las Escrituras. Para citar
a Conn de nuevo: “El efecto de todo esto fue y continúa siendo devastador. Kant aprisiona a Dios con
un muro de contención a prueba de sonido; su única vinculación con el mundo fenomenal es por medio
del cordón umbilical (que Kant propone), el cual es la necesidad que tiene el hombre de la idea de Dios
para su mundo ético”.4

No es difícil percibir la profunda diferencia entre la deidad filosófica de Kant y el Dios de la Reforma
protestante. Son dos entes diametralmente opuestos. Donde el Todopoderoso de Lutero y Calvino
“sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder” (Heb. 1:3), el dios kantiano es un ser “impotente,
frágil, que no inspira respeto a nadie que tenga dos dedos de frente” (Pink).5 El dios kantiano no actúa
desde afuera del mundo de una manera sobrenatural; simplemente obra a través de la conciencia moral
del hombre. La revelación de Dios, según el prusiano, se identifica únicamente con los principios
racionales y los valores morales de la vida humana.

5. Cristo, el maestro moral


La revolución antropocéntrica de Kant convirtió a Jesús en un simple maestro moral religioso. Es
impensable creer que Jesucristo sea el unigénito Hijo de Dios engendrado (no creado) desde antes de la
fundación del mundo. Jesús es importante en la medida en que sea un modelo de la ética humana, un
símbolo de la moralidad ilustrada. Pero Jesús no es divino en el sentido ontológico de la palabra.
La importancia de Jesús, según Kant, reside enteramente en su cumplimiento del imperativo categórico.
No importan su personalidad divina ni sus milagros mesiánicos ni sus profecías escatológicas, ya que
son simples símbolos teológicos. Lo que cuenta es el ejemplo de Jesús como el hombre que anda en
obediencia a los principios racionales y morales de su conciencia. Tal Jesús, claro está, no tiene nada en
común con el Cristo de la fe cristiana.
6. La Biblia, un libro simbólico
Si Kant somete a Dios y a Cristo a las categorías racionalistas y éticas de la Ilustración, ¿qué pasa con
la Biblia? Las Escrituras testifican de un Dios todopoderoso sobre todas las esferas de la vida (no
solamente lo noumenal), y de un Cristo divino, hacedor de milagros. Entonces aquí hay una clara
discrepancia entre Kant y la Biblia.
Kant contestó diciendo que la Biblia es un libro simbólico, centrado en el orden racional del universo.
A diferencia de la filosofía –la cual se limita a explicar los principios éticos conceptualmente— la
Biblia enseña dichos principios mediante ejemplos e historias simbólicas. Esto quiere decir que cuando
ocurre un milagro en la Biblia, no hace falta creer en el milagro. Lo que hay que hacer es encontrar el
mensaje raciono-moral que el milagro en cuestión procura transmitir. Esta metodología kantiana
llegaría a ser un precursor de la desmitologización de Bultmann en el siglo XX.

7. Iglesia, comunidad ética


En vez de definir la Iglesia como la congregación de los llamados por el Espíritu de Dios, Kant creía
que la esfera eclesiológica existía para promover el bienestar moral de la nación. El prusiano definió a
la Iglesia como una comunidad ética o un estado ético-civil.
La Iglesia sirve su propósito cuando estimula a los hombres a seguir su conciencia moral. Por lo tanto,
Kant se opuso a las ceremonias religiosas y a las disciplinas religiosas, como la oración. La verdadera
oración no ocurre, en su estimación, cuando alguien le pide algo al Señor, sino cuando ese alguien
cumple con sus deberes éticos. Conviene resaltar que Kant tuvo una relación tensa con la iglesia
evangélica de Konigsberg (su pueblo natal) y fue censurado por los luteranos por causa de sus escritos.

8. Una fe subjetivista
En vista del hecho de que Kant empieza la teología desde la ética y la racionalidad humana, su teología
es subjetivista y antropocéntrica. En ese sentido, Kant es un teólogo propiamente moderno porque su
punto de partida es el hombre y no la revelación de Dios.
La máxima autoridad entonces en la teología no es la Palabra de Dios (como en la Reforma) sino la
razón humana ilustrada. La Ilustración, escribe Kant, es la salida del hombre de su autoimpuesta
minoría de edad. ¿Qué es esta minoría de edad? “Estriba en la incapacidad de servirse del propio
entendimiento, sin la dirección de otro”.6 Tanto la filosofía como la teología llegan a ser autónomas,
independientes de la autoridad del Dios de Lutero y Calvino. En otras palabras, Kant es un teólogo
liberal. La suprema norma de fe y práctica ya no es la Escritura, sino las convicciones subjetivistas del
ser humano. Schleiermacher, el llamado padre de la teología moderna/liberal, enseñaría exactamente lo
mismo.

9. El Reino de Dios es una realidad moral


Kant integró el mensaje escatológico del cristianismo en la historia humana. Las creencias ilustradas de
Kant, animadas por la Revolución francesa, le llevaron a identificar el Reino de Dios con el progreso
moral de la humanidad. “El Reino de Dios llega, pero no será resultado de una revolución apocalíptica
organizada por Dios, sino que llegará por medio del desarrollo humano de la razón y de la moralidad”.7

Kant, con su optimismo posmilenialista, creía que se llegaría a crear un estado cívico que abarcaría el
mundo entero en el nombre de la paz y la unidad mundial. En sus palabras: “Si alguien preguntara
ahora qué periodo de toda la historia de la Iglesia conocida hasta ahora es el mejor, yo no tengo
dificultad alguna en afirmar: el mejor es el periodo actual, y lo es porque la semilla de la verdadera fe
religiosa, tal como ahora se siembra públicamente, aunque solo sea por algunos, puede ir
desarrollándose más y más sin impedimentos, a fin de realizar una continuada aproximación a aquella
Iglesia que unifique para siempre a todos los seres humanos, una Iglesia que constituya la
representación visible de un reino invisible de Dios en la tierra”.8

A pesar de que la escatología de Kant se preocupa por la esfera moral humana, en ningún momento
medita en las implicaciones para el resto de la creación.

10. Hacia una teología pragmática


En última instancia, se puede resumir el proyecto teológico de Kant en términos de lo pragmático o lo
práctico. El alemán no tenía ningún interés en la veracidad de las afirmaciones de las Escrituras, sino
en su valor práctico.
En un pasaje famoso, Kant escribe: “De la doctrina de la Trinidad, tomada literalmente, no se saca nada
para la práctica, aunque se creía entenderla, pero menos todavía, cuando se convence de que supera
todos nuestros conceptos en absoluto. Pues por dogmas no se entiende lo que se debe creer […] sino lo
que, siendo posible y conveniente aceptarlo con intencionalidad práctica (moral), aunque no se puede
precisamente probar, solo puede, por ende, ser creído […]. De modo que tal fe no pertenece en absoluto
a la religión, porque ni puede hacer a un hombre mejor, ni puede probarla”.9

Kant inaugura la fascinación moderna con la indiferencia doctrinal. Lo que cuenta no es la sana
doctrina sino lo pragmático. ¿Qué funciona? ¿Qué tiene éxito visible? El prusiano sacrifica el evangelio
en el altar de lo práctico. Tristemente, en algunos círculos evangélicos actuales, la misma mentalidad
pagana predomina.

Hacia una evaluación evangélica


Con todo, la teología de Kant no tiene nada que ver con el cristianismo del Nuevo Testamento. Kant
estima la razón como superior a la revelación divina; asevera que Dios no interviene en el mundo real
de carne y hueso; promueve una religiosidad moralista según la cual el hombre procura la salvación por
medio de sus obras; denigra la divinidad y señorío de Cristo; descarta la Biblia; reinterpreta el papel de
la iglesia; fomenta una fe subjetivista y antropocéntrica; ofrece una visión defectuosa del Reino de
Dios; y lo hace todo en el nombre del pragmatismo.
En términos bíblicos, Kant sería considerado un anticristo. Su pensamiento es una clara negación de
todo lo que nuestro Dios trino enseña en las Escrituras. En resumen, es la filosofía de la serpiente del
Edén.
En los últimos dos siglos, la amenaza más grande contra el cristianismo bíblico no ha surgido desde las
otras religiones mundiales más destacadas tales como el islam, el budismo, sino dentro de la misma
Iglesia. Es el peligro de la teología liberal, la cual, haciéndose pasar por cristiana, niega prácticamente
todo lo que enseña la Palabra de Dios.
La teología liberal vació una gran parte de las iglesias protestantes de Europa a lo largo de los siglos
XIX y XX y ahora está haciendo exactamente lo mismo en países como los Estados Unidos. Si los
pastores no estamos preparados ni arraigados en las grandes verdades de las Escrituras, estamos en
peligro de permitir que esta teología pervierta y desvíe lo que el Señor está haciendo en nuestra
generación, sobre todo en el mundo hispano.
Entonces, aquí hay 10 características de la teología liberal y de los teólogos liberales para que
podamos entender mejor este peligro y cómo protegernos de él.

1. La teología liberal no cree en la infalibilidad bíblica.


El punto de partida para la teología liberal no es la voz del Señor tal cual se revela en las Escrituras,
sino la razón humana. Por esta razón, los liberales sacrifican cualquier enseñanza que no cuadre con su
forma de razonar. Esta observación explica la razón por la que el alemán Rudolf Bultmann (1884-1976)
propuso su método de ‘desmitologización’, mediante el cual negó todos los milagros registrados en la
Biblia en el nombre de la racionalidad moderna. En palabras de Bultmann, “No se puede utilizar la luz
eléctrica y la radio, usar medicamentos y medios clínicos modernos en casos de enfermedad, y al
mismo tiempo creer en el mundo de espíritus y de los milagros del Nuevo Testamento”. Para el liberal,
en primer lugar está la razón y luego la revelación de Dios. El evangélico, sin embargo, invierte este
orden, es decir, primero la revelación, luego la razón.

2. La teología liberal no hace hincapié en la doctrina.


La teología liberal critica el uso de credos, confesiones de fe y catecismos, ya que dichos documentos
dan por sentado la importancia de la doctrina. La meta del liberal es tener “una mente abierta” y por lo
tanto ataca cualquier sistema que atenta contra su libertad intelectual. Puesto que la verdad no se puede
transmitir mediante palabras, el liberal razona que puede creer lo que bien le da la gana. La doctrina,
dicen, es para los “fundamentalistas” o “los que pertenecen a la Edad de Piedra”. A los liberales no les
gustan para nada las declaraciones doctrinales empleadas en las Escrituras (1 Co. 15:3-5; 1 Tim. 3:16,
etc.)

3. La teología liberal se enfoca en la experiencia.


Ya que la doctrina no importa, los liberales priorizan la “experiencia” de Dios. El padre de la teología
liberal, Friedrich Schleiermacher (1768-1834), definió la teología como el sentimiento de nuestra
“absoluta dependencia de Dios”. A nivel práctico, quiere decir que en vez de empezar con la revelación
de Dios según las Escrituras, Schleiermacher arrancó con la subjetividad de la experiencia humana. Lo
más importante en la teología entonces no es hablar sobre Dios sino más bien nuestra experiencia de Él
(o de Ella). Las consecuencias de tal sistema liberal fueron desastrosas. Schleiermacher negó
prácticamente todas las doctrinas cardinales del cristianismo (la Trinidad, la doble naturaleza de Cristo,
la obra expiatoria del Hijo de Dios, la condenación eterna para los impíos, etc.) y al fin y al cabo,
convirtió la teología en antropología. En vez de someter sus experiencias a las Escrituras, sujetó las
Escrituras a su experiencia. Con razón algunos han llamado a Schleiermacher el ‘Judas Iscariote’ de los
siglos XVIII y XIX.

4. La teología liberal solo cree en un Dios de amor.


El único atributo de Dios que los liberales mencionan desde el púlpito y en sus círculos académicos es
el amor de Dios. No se habla sobre Su santidad, Su justicia y Su ira contra los impíos. Han creado a
otro dios conforme a su imagen y semejanza. Por esta razón los liberales nunca predican sobre el
pecado ni el peligro de la condenación eterna. Dicen que todos somos buenos. Todos somos hijos de
Dios. Todos vamos al Cielo. ¿Por qué? Porque Dios es amor, amor, amor.

5. La teología liberal no predica el evangelio apostólico.


Si Dios es amor y todos vamos al Cielo, entonces ¿qué necesidad hay de predicar el evangelio? Según
el liberal, el evangelio no tiene nada que ver con la vida eterna ni con el perdón de los pecados sino
más bien con la liberación socio-política o el progreso económico. Dios no está airado contra los
pecadores; por lo tanto, el evangelio apostólico que se centra en la sangre del Cordero de Dios
derramada para redimir y hacer propiciación por el pueblo de Dios es abiertamente negado (Ro. 3:24-
26). Este mensaje, según el liberalismo, es “arcaico” y ya pasado de moda. Dado el hecho de que no se
predica el evangelio bíblico desde los púlpitos liberales, sus ministros se limitan a hablar sobre la ética
y la moralidad. “Hay que ser una buena persona”, “Hay que ayudar a los necesitados”, “Hay que ser
amigo de todos”, “Hay que tolerarlo todo”. Es una teología humanista no fundamentada en la gracia
salvadora del Dios trino.

6. La teología liberal convierte a Jesús en un mero hombre.


Los liberales no creen en la divinidad de Jesús. Argumentan que era un hombre inspirado e iluminado
por Dios; pero de ninguna forma era Dios manifestado en carne (Jn. 1:14). Consiguientemente, los
liberales por un lado niegan que la crucifixión del Hijo de Dios fue una obra expiatoria en el sentido de
que Cristo dio Su vida por nuestros pecados; y por el otro, niegan que Jesús resucitó literalmente al
tercer día. Según los teólogos liberales, Jesús resucitó en los corazones de los discípulos; pero no
resucitó corporal ni históricamente. Esto contradice expresamente la declaración apostólica: “Si Cristo
no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Co. 15:14). En cuanto
al tema de la expiación, el liberalismo estipula que Jesús murió para darnos un ejemplo ético a seguir.
No estaba efectuando la salvación de los escogidos del Padre en la cruz. ¿Por qué no? Porque era un
mero hombre: nada más, nada menos.

7. La teología liberal promueve el movimiento ecuménico.


En nuestros días muchos liberales están atacando a los evangélicos conservadores porque no se juntan
con el movimiento ecuménico. El ecumenismo está centrado en la unidad eclesiástica a todo costo.
Para formar parte de la corriente, todo lo que hace falta es confesar algún tipo de “experiencia
religiosa”. No obstante, la fe evangélica —como explicó el amado príncipe de los predicadores Charles
Spurgeon (1834-92)— cree en la unidad basada en la doctrina del Evangelio de Cristo. Una unidad no
fundamentada en la Palabra de Dios es falsa. “Unidad en el error…”, dijo el predicador inglés, “…es
unidad en la perdición”. El momento que alguien se adhiere al movimiento ecuménico, lo primero que
tiene que hacer es olvidarse de todas sus convicciones bíblicas y prostituirse por amor a una unidad
falsificada, anti-escritural, y no evangélica.

8. La teología liberal elogia las demás religiones.


Puesto que la base de la teología liberal es el ser humano juntamente con su razón, su experiencia y su
afán por el ecumenismo, en las últimas décadas el liberalismo se ha abierto al diálogo interreligioso,
alabando las virtudes de las religiones mundiales. ¡Incluso han llegado a participar en la adoración
interreligiosa! Hace un par de semanas el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, y los
líderes de las religiones musulmana, judía y budista, junto con representantes de diferentes confesiones
cristianas, oraron por la paz en el mundo y la convivencia en un acto interreligioso en la Facultad de
Teología de Valencia. Dijo el cardenal, “Las religiones no dividen sino que unen y esta tarde lo hemos
podido no solamente experimentar, sino gozar”. En cierto sentido, el cardenal lleva la razón. Las
religiones liberales centradas en la autonomía del hombre sí unen. Pero el evangelio de Jesucristo no
trae paz, sino separación. Proclama el Salvador: “No piensen que vine a traer paz a la tierra; no vine a
traer paz, sino espada. Porque vine a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la
nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su misma casa” (Mt. 10:34-36). No
puede haber paz verdadera entre la fe evangélica y la teología liberal.

9. La teología liberal no cree en la exclusividad de salvación en Jesucristo.


La razón teológica por la que los liberales se abren al movimiento ecuménico y a la adoración
interreligiosa es porque ya no creen en la exclusividad de salvación en Jesucristo. De acuerdo a su
sistema filosófico, el apóstol Pedro se equivocó cuando predicó: “En ningún otro hay salvación, porque
no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hch. 4:12). Si
Dios es únicamente un Dios de amor, entonces la doctrina del castigo eterno necesariamente tiene que
ser falsa. Por consiguiente, los liberales —al no estar satisfechos con la impecable obra de Jesucristo
realizada según el evangelio— van buscando cosas loables en las demás religiones que, en última
instancia, esclavizan al ser humano. Al no creer que solo Cristo salva, los teólogos liberales inventan su
propia religión. En palabras de Pablo, “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer
la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios” (Ro. 10:3).

10. La teología liberal no cree en nada ofensivo para el hombre natural.


En sus exposiciones sobre el Sermón del monte, Martyn Lloyd-Jones (1899-1981) tomó tiempo para
instruir a su congregación en Londres sobre el peligro de los falsos profetas. Basándose en Mateo 7:15
– “Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces”— el predicador destacó que la primera característica del falso ministro es que no tiene
“puerta estrecha” en él. Con esto quiso decir que en el teólogo liberal, no hay nada que ofenda al
hombre natural. Es el tipo de mensajero que agrada a todos por ende todos hablan bien de él. No tiene
enemigos. Nadie le persigue por sus sermones. Sabe comportarse en cualquier contexto y “se hace todo
a todos”. Es carismático, dinámico, popular, agradable a la vista y al oído. En suma, “Muy consolador,
muy tranquilizante; siempre es así el falso profeta, en su vestido de oveja; siempre inofensivo y
agradable, siempre invariablemente atractivo”.

También podría gustarte