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duda de que su pensamiento ha ejercido una influencia poderosa sobre la teología continental
contemporánea. De hecho, si pasamos por alto a su paisano Georg Hegel (1770-1831), no hay ningún
otro pensador que sea tan prominente como Kant.
La esencia de su filosofía teológica se puede resumir en los siguientes diez puntos:
Kant llamó el mundo físico el “mundo de los fenómenos” o el “mundo fenomenal”, mientras que la
esfera incognoscible de Dios, el alma, y las esencias pertenecen a la esfera del “mundo noumenal”.
Esto no quiere decir que Kant negara la existencia de Dios, o el alma, o las esencias, simplemente quiso
enseñar que no se puede saber nada acerca de dichas entidades. Con este dualismo metafísico, Dios se
quedó relegado a la esfera de lo noumenal, y la naturaleza llegó a ser “absolutamente autónoma”
(Schaeffer).2 Es decir, el camino estuvo preparado para la distinción occidental entre lo sagrado y lo
secular, y la separación neokantiana entre historie (historia literal) y geschichte (historia existencial)
que caracterizó una gran parte de la teología protestante continental del siglo XX (representada por
Barth, Bultmann, Bonhoeffer, y Tillich).
No es difícil percibir la profunda diferencia entre la deidad filosófica de Kant y el Dios de la Reforma
protestante. Son dos entes diametralmente opuestos. Donde el Todopoderoso de Lutero y Calvino
“sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder” (Heb. 1:3), el dios kantiano es un ser “impotente,
frágil, que no inspira respeto a nadie que tenga dos dedos de frente” (Pink).5 El dios kantiano no actúa
desde afuera del mundo de una manera sobrenatural; simplemente obra a través de la conciencia moral
del hombre. La revelación de Dios, según el prusiano, se identifica únicamente con los principios
racionales y los valores morales de la vida humana.
8. Una fe subjetivista
En vista del hecho de que Kant empieza la teología desde la ética y la racionalidad humana, su teología
es subjetivista y antropocéntrica. En ese sentido, Kant es un teólogo propiamente moderno porque su
punto de partida es el hombre y no la revelación de Dios.
La máxima autoridad entonces en la teología no es la Palabra de Dios (como en la Reforma) sino la
razón humana ilustrada. La Ilustración, escribe Kant, es la salida del hombre de su autoimpuesta
minoría de edad. ¿Qué es esta minoría de edad? “Estriba en la incapacidad de servirse del propio
entendimiento, sin la dirección de otro”.6 Tanto la filosofía como la teología llegan a ser autónomas,
independientes de la autoridad del Dios de Lutero y Calvino. En otras palabras, Kant es un teólogo
liberal. La suprema norma de fe y práctica ya no es la Escritura, sino las convicciones subjetivistas del
ser humano. Schleiermacher, el llamado padre de la teología moderna/liberal, enseñaría exactamente lo
mismo.
Kant, con su optimismo posmilenialista, creía que se llegaría a crear un estado cívico que abarcaría el
mundo entero en el nombre de la paz y la unidad mundial. En sus palabras: “Si alguien preguntara
ahora qué periodo de toda la historia de la Iglesia conocida hasta ahora es el mejor, yo no tengo
dificultad alguna en afirmar: el mejor es el periodo actual, y lo es porque la semilla de la verdadera fe
religiosa, tal como ahora se siembra públicamente, aunque solo sea por algunos, puede ir
desarrollándose más y más sin impedimentos, a fin de realizar una continuada aproximación a aquella
Iglesia que unifique para siempre a todos los seres humanos, una Iglesia que constituya la
representación visible de un reino invisible de Dios en la tierra”.8
A pesar de que la escatología de Kant se preocupa por la esfera moral humana, en ningún momento
medita en las implicaciones para el resto de la creación.
Kant inaugura la fascinación moderna con la indiferencia doctrinal. Lo que cuenta no es la sana
doctrina sino lo pragmático. ¿Qué funciona? ¿Qué tiene éxito visible? El prusiano sacrifica el evangelio
en el altar de lo práctico. Tristemente, en algunos círculos evangélicos actuales, la misma mentalidad
pagana predomina.