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Un mundo idealizado que consume grandes cantidades de energía cada minuto

que pasa, es un objetivo a alcanzar para las grandes sociedades ricas y sobre todo
para aquellas pobres, pues, pareciera que entre más energía consuman, estarían
entonces más cerca de su ideal de sociedad industrial y económicamente avanzada,
por lo que, el consumismo y el derroche son síntomas de que hay abundancia. Sin
embargo, esto está lejos de la verdad, el derroche y el consumo desmedido de energía
sólo traen consigo el empobrecimiento y el deterioro del mundo natural. De tal modo
que, una sociedad que pretenda desarrollarse en todas las áreas, tendría que cambiar
desde luego su concepto de desarrollo, que conlleve a vivir en un planeta saludable.
Como dice Ivan Illich (filósofo vienés, nacido en 1926), una sociedad que
pretenda ser socialista, exige consumir un mínimo de energía para lograr sus
propósitos, sin embargo, lo que estaría en contradicho es precisamente la inequidad
que se observa en la distribución de los beneficios producidos por la sociedad
industrializada. Por otro lado, también está el hecho de que la energía consumida por
una sociedad que pretenda el socialismo como modelo económico y social, no debe
excederse más de lo necesario, porque ello implica el abuso sobre los recursos
naturales, con sus posteriores efectos negativos al ambiente claro está.
“Creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los
males, representa un error de juicio político. Es imaginar que la equidad en la
participación del poder y el consumo de energía pueden crecer juntos. Víctimas de esta
ilusión, los hombres industrializados no ponen el menor límite al crecimiento en el
consumo de energía, y este crecimiento continúa con el único fin de proveer cada vez
a más gente de más productos de una industria controlada cada vez por menos gente.
Prevalece la ilusión de que una revolución política, al suprimir los errores técnicos de
las industrias presentes, crearía la posibilidad de distribuir equitativamente el disfrute
del bien producido, a la par que el poder de control sobre lo que se produce. Es mi
tarea analizar esta ilusión. Mi tesis sostiene que no es posible alcanzar un estado
social basado en la noción de equidad y simultáneamente aumentar la energía
mecánica disponible, a no ser bajo la condición de que el consumo de energía por
cabeza se mantenga dentro de límites. En otras palabras: sin electrificación no puede
haber socialismo, pero inevitablemente esta electrificación se transforma en
justificación para la demagogia cuando los vatios per capita exceden cierta cifra. El
socialismo exige, para la realización de sus ideales, un cierto nivel en el uso de la
energía: no puede venir a pie, ni puede venir en coche, sino solamente a velocidad de
bicicleta.”117

117
ILLICH, Ivan (1985). Energía y equidad. Desempleo creador. Editorial Joaquín Mortiz/Grupo Editorial Planeta,
México, D.F., pp. 15-16

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