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Desires of The Dead-Kimberly Derting PDF
Desires of The Dead-Kimberly Derting PDF
r0r0_05
Moderadora: Sheilita Belikov
Flochi sooi.luuli
Traductoras: Susanauribe
Akanet xhessii
alide *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*
annelm
carol93
clo Pimienta
cYeLy DiviNNa MarzeDoyle
Emii_Gregori Majo2340
Flochi Tibari
ilimari cipriano Esme Lovett
josez57 Nella07
karla pierce Vapino
Kuami masi
Little Rose
LizC
Malu Cullen Tibari
masi Majo2340
Mery St. Clair masi
Nadia
Niii
Paaau.
Paovalera
Paovalera
Pimienta
L
os muertos perdidos llaman a Violet. Ellos quieren ser encontrados.
Violet puede sentir los ecos de aquellos que han sido asesinados —y la
impresión correspondiente que se aferra a sus asesinos—. Sólo los más
cercanos a ella saben de lo que es capaz, pero cuando descubre el cuerpo de
un joven ella también atrae la atención del FBI, amenazando su entero
modo de vida.
Mientras Violet trabaja para mantener su habilidad mórbida en secreto, sin quererlo se
convierte en el objeto de una obsesión peligrosa. Normalmente recurriría a su mejor
amigo, Jay, excepto que ahora que son oficialmente una pareja, las reglas parecen
haber cambiado. Y con Jay pasando más y más tiempo con su amigo Mike, Violet
queda con demasiado tiempo sobre sus manos en tanto se pregunta dónde salieron mal
las cosas. Pero cuando llena el vacío revolviendo en la trágica historia familiar de
Mike, se tropieza con una verdad oscura que podría ponerlos a todos en peligro.
V
iolet se apoyó hacia delante en sus manos y rodillas sobre el paisaje congelado.
Dentro de sus botas, sus dedos se sentían como si los fragmentos de hielo
hurgaran bajo su piel y se deslizaran en sus venas. Sus dedos estaban
probablemente muy congelados dentro de sus guantes.
El rayo de luz de la linterna se redujo a través del velo de oscuridad que había caído
sobre el bosque invernal, creando un centro de luz donde Violet había estado tratando
de desterrar la tierra debajo de la suave capa de nieve.
Pero sus pensamientos eran intimidantes, y ella luchó por cada uno, abriéndolos
encima de las profundidades pantanosas de su mente confusa.
Él le habló, sin saber que su cerebro filtraba sus palabras, mezclándolas y haciendo de
ellas algo menos coherente. Ella trató de concentrarse en las tranquilizantes
sensaciones sangrando a través de ella, amortiguando sus sentidos.
Pero era lo suficiente consciente para tener miedo, incluso terror, de este hombre. Ella
podía entender bastante de lo que él estaba diciendo para saber que estaba perturbado.
Y era peligroso.
—De verdad lamento que la encontraras —explicó con tristeza—. No quería que nadie
más muriera.
C
helsea se inclinó hacia Violet como si estuviera contándole un secreto, algo
que no quería que nadie más escuchara.
Violet estaba bastante segura de que todos en la cafetería habían escuchado a su amiga.
Como siempre, el filtro interno de Chelsea parecía estar apagado.
Ahora que lo pensaba, Violet no podía recordar a Chelsea alguna vez bajando el tono
de sus palabras.
El chico al que Chelsea se estaba refiriendo pasó caminando justo delante de ella, y
como todos los demás, él también la había escuchado —tendría que haber sido sordo
para no hacerlo— y levantó su mirada justo a tiempo para atrapar a Violet mirando en
su dirección. Chelsea se volvió hacia Jules y Claire, fingiendo reírse de algo gracioso
que ellas habían dicho, dando la impresión de que Violet había sido quien había hecho
ese comentario vergonzoso.
Mientras lo miraba, una chica se le unió. Violet podría haber adivinado por el
parecido, la similitud de color entre ellos dos, que debían ser parientes, excepto que
Violet no tuvo que adivinar; ya sabía que la chica era su hermana menor.
Tenían un nuevo estudiante cada cierto tiempo en la Escuela Secundaria White River,
pero en una ciudad tan pequeña como Buckley, Washington, el hecho de que haya dos
nuevos estudiantes el mismo día era causa del mayor chisme. Incluso si ellos eran
hermanos.
Violet siguió mirando a ambos hasta que encontraron una mesa en el fondo de la
cafetería, lejos de la actividad y las mesas más ocupadas en el centro del gran y ruidoso
espacio, y entonces se giró hacia Chelsea.
—Muchas gracias, Chels. Estoy segura de que no fue en absoluto muy vergonzoso
para él. —Violet bajó la vista y examinó el contenido de su bandeja de plástico. La
pizza parecía grasosa y chirla, el puré de manzana tenía un tono ligeramente grisáceo.
La comida le hizo perder el apetito por completo.
Chelsea le sonrió.
—No hay problema, Vi. Me conoces: soy una persona generosa. Sólo quise hacerlo
sentir bienvenido. —Empujó una cucharada del puré de aspecto deprimente en su
boca, sonriendo alrededor del utensilio de plástico endeble. Miró sobre el hombro de
Violet a donde los dos nuevos estudiantes se sentaron por si solos—. Si no quería que
las personas hablaran de él, probablemente no debería parecer tan apetitoso. —
Todavía los miraba anonadada cuando su rostro se arrugó y sacó la cuchara de su
boca—. ¿Qué está haciendo tu novio allí?
Violet se removió en su asiento para poder ver de lo que Chelsea estaba hablando en el
momento justo en el que Jay se unía a los dos chicos nuevos en su mesa. Se sentó al
lado de la chica, pero ya le estaba hablando a su hermano como si fueran viejos
amigos. Y entonces se dio la vuelta y señaló en dirección a Violet, directo a ella, en
realidad, sonrió cuando vio que ella lo estaba mirando. La saludó al mismo tiempo que
el chico nuevo alzaba la vista para verla estudiándolos.
Violet trató de sonreír, pero no llegaba a su boca la sonrisa. Pensó en fingir que no los
había visto pero se dio cuenta que era muy tarde, así que antes de darse la vuelta lo
saludó de manera poco entusiasta. Esperaba que el chico nuevo no le estuviera
contando a Jay que ella lo acaba de llamar ―bombonazo‖… en especial debido a que
no lo había hecho. Jay había sido su mejor amigo mucho tiempo antes de que fuera su
novio, por lo que esperaba que él supiera que no había sido ella quien lo había dicho.
—Estupendo —murmuró Violet en voz baja. No se molestó en darse la vuelta esta vez;
en vez de eso miró fijamente a Chelsea.
—¿Qué? ¿No quieres que el ―Chico Nuevo‖ se siente con nosotras? A Claire y Jules no
les importa, ¿no?
Chelsea continuó:
—Eres una chica afortunada, Violet. Ese novio tuyo tiene un corazón de oro.
Simplemente está tratando de hacer sentir al chico nuevo como en casa. —Y después
agregó—. Sin embargo, cuando yo lo hago, te vuelves loca y me lanzas miradas
desagradables. Deberías tratar de ser un poco más como Jay y yo. Trata de abrir tu
corazón… sólo un poquito.
Violet le lanzó una mirada de advertencia a Chelsea, mientras Jay se sentaba junto a
ella. Deslizó su mano debajo de la parte posterior de su camiseta, su pulgar trazando el
interior de su espalda. Era tan familiar, su toque, sin embargo, la desarmaba al mismo
tiempo. Violet se inclinó hacia él y la besó en la frente. Sus labios fueron suaves pero
dejaron su piel hormigueando. Apenas podía creer que su estómago todavía daba
volteretas siempre que él está cerca.
—¿De qué están hablando chicas? —preguntó Jay, y Violet se preguntó si imaginó la
implicación que escuchó en sus palabras.
1
Machona: marimacho, machetona, poco femenina.
—Estábamos curiosas sobre tus nuevos amigos de allá. Bueno… más sobre él, que de
ella.
Chelsea Morrison era una chica linda. Tenía la piel suave, un cuerpo delgado y
atlético; y un cabello brillante de color castaño. No era hasta que abría la boca que su
casi perfección de feminidad era destrozada. Afortunadamente para Chelsea, le
importaba poco lo que la gente pensara de ella… de una manera u otra. Chelsea se
negaba a cumplir con lo que los demás esperaban de ella.
—¡No fui yo… fue ella! —Violet casi asfixiándose por el pedazo de pizza que había
tratado de tragar, señaló a Chelsea.
Chelsea rió, e incluso Jules dejó de comer tan deprisa para sonreír apreciativamente.
Claire fue la única que permaneció imperturbable, sobre todo porque no parecía estar
escuchando. Sus dedos trabajaban brutalmente sobre las teclas de su celular; estaba
absorta en una larga serie de mensajes de texto… probablemente para alguien sentado
sólo unas cuantas mesas de distancia.
—Lo sé —admitió Jay—. Chelsea es la única chica en la escuela que tendría el coraje
para decir algo como eso justo en frente de alguien.
Chelsea puso sus ojos en blanco nuevamente, esta vez para que Claire no pudiera
verla, mientras visiblemente contenía su irritación.
Violet miró a Jay, sonriendo sobre la capacidad innata de Claire para molestar a
Chelsea sin repercusiones.
Violet envidiaba a Claire por eso, pero sabía que la única razón para que Chelsea no
volviera su ira hacia Claire era debido a que, más que nada en el mundo, Chelsea
odiaba disculparse. Así que de alguna manera, con una fuerza de voluntad que era
incapaz de encontrar cuando se trataba de alguien más, Chelsea lograba refrenar su
temperamento cuando se trataba de los sentimientos sensibles de Claire.
Pero Jay estaba sonriéndole a Violet por una razón completamente diferente. Se
inclinó hacia ella, y chispas de anticipación crujieron a través de su cuerpo. Sus labios
rozaron los suyos, en el centro de la cafetería atestada, sólo el susurro de un beso. Sin
embargo, Violet fue impotente en detenerlo.
Incluso si lo hubiera querido, su cuerpo nunca parecía seguir la más simple instrucción
cuando se trataba de Jay. Era como su Kryptonita.
—¿Van a dejarlo? Creo que acabo de vomitar un poco. —Se encogió de hombros
exageradamente—. Si no pueden esperar a estar solos, voy a tener que pedirles que
encuentren otro lugar para sentarse. —Y entonces, su corto período de atención la
venció, y señaló con la cabeza en dirección de Mike y su hermana—. Entonces, ¿cuál
es su historia?
—No tengo idea; acabo de conocerlo hoy. Está en mi primer período de clases. Su
familia acaba de mudarse aquí. Eso es todo lo que sé.
—¿Por qué aquí? —preguntó Jules, y Violet tuvo que admitir que se estaba
preguntando exactamente lo mismo.
No era como si Buckley fuera la primera opción para una ciudad. Y no tenía
particularmente un fácil acceso a ningún lugar importante. Era más bien una ciudad de
paso en un pequeño tramo de carretera que se dirigía a ningún lugar específico.
—Eso es raro. Deberías averiguarlo —ordenó Chelsea—. ¿Qué hay de ella? ¿Tiene
nombre? No es que me importe, pero sería descortés llamarla ―chica nueva‖ una vez
que Mike y yo estemos saliendo.
—Tengo una idea —sugirió Jay, inclinándose hacia Chelsea desde el otro lado de la
mesa—. ¿Por qué no haces una lista de preguntas, en orden de importancia, y lo hago
llenar las respuestas? Como una especie de tarea de chico-nuevo. —Sonrió
inocentemente—. No tienes que hacerlo ahora, por supuesto; sólo trata de tenerlo
antes que termine el día.
—Ja-ja. —Chelsea hizo una mueca—. Eres malditamente gracioso, Jay. —Y entonces
se volvió hacia Violet—. Esa debe ser la razón para que te guste tanto. Porque aparte
de eso, no consigo entenderlo.
—No, él también es lindo. —Y cuando Jules empezó a reír, agregó—. ¡Bueno, lo es!
Chelsea era impasible ante la declaración de Claire y, como siempre, tenía que tener la
última palabra.
—Sin ofender, Violet, pero nadie es así de lindo. Eso es todo lo que tengo que decir al
respecto. —Y entonces, en la manera habitual de Chelsea, cambió de tema antes de
que Jay tuviera la oportunidad de recordarle a todas que él estaba sentado allí
mismo—. Oye, no te olvides, tenemos una cita el sábado.
—No me olvidé —le aseguró Violet—. Tomaré cualquier excusa que pueda para ir a la
ciudad.
Además, Chelsea podría ser insoportable, pero sabía que se divertirían. Además, era
una oportunidad para salir de Buckley por un día… No iba a rechazar una
oportunidad así.
***
Con el sonido de la voz de su Tío llegando desde la puerta de atrás, Jay quitó a Violet
de su regazo. Violet soltó risitas mientras golpeaba los cojines del sofá.
Jay se sentó.
—Lo sé, pero desde el Baile de Bienvenida, siento como si siempre estuviera
vigilándonos. Sólo no quiero que él piense que estamos haciendo algo que no
deberíamos.
El Baile de Bienvenida. Habían pasado casi tres meses desde ésa noche, pero los
recuerdos todavía hacían temblar a Violet.
No pasaba un día sin que estuviera agradecida de que Jay todavía estuviera vivo.
Agradecida de que la bala de la pistola del asesino sólo hubiera rozado su hombro, a
pesar del hecho que ése hombre —uno de los oficiales de su Tío— había apuntado
directamente al corazón de Jay.
Si su Tío no hubiera ido al baile cuando lo hizo, disparando la bala mortal que llevó al
asesino al suelo, ni ella ni Jay hubieran salido de ahí vivos.
A Jay siempre le había agradado su Tío, pero ahora era más cercano al culto. Y
aunque Jay nunca lo admitiría en voz alta, Violet sospechaba que se sentía en deuda
con su Tío por salvar su vida… una deuda que él sabía que nunca sería capaz de pagar.
Una deuda que él nunca hubiera debido si no fuera por Violet. Era la culpa de ella que
él se encontrara en ésa situación en primer lugar. Por Violet y su… habilidad.
Todo porque ella era diferente. En más maneras que la mayoría de la gente podría, o
nunca llegaría a entender.
Usaba ecos que sólo ella podía sentir, jalándola hacia adelante, dirigiéndola hacia su
localización. Estos ecos venían en muchas maneras. Olores, sonidos, algunas veces
con un color inexplicable. Cualquier cosa.
Sin embargo, no todos los muertos tenían ecos, sólo aquellos que murieron
prematuramente, sus vidas cortadas por las acciones de otros. Y no sólo era la muerte
la que se destacaba para Violet, si no también aquellos que habían matado. Ellos
también tenían una marca: una impresión idéntica al eco de su víctima.
La impresión tal vez se borrara, sí, pero sólo con el tiempo. Y sólo un poco. Podría
permanecer con ellos para siempre, de alguna manera, un recordatorio sin
Y Violet era la única que sabía que estaban ahí. Era la única que podía ver, sentir, o
probar, lo que ellos habían hecho.
—¿Qué están haciendo ustedes dos? —La voz burlona de su Tío entró en la habitación
antes que él. Pero su voz fue el segundo aviso de que no estaban solos, desde que
Violet había sentido su presencia antes de que él llegara a su casa.
Desde que la salvó a ella y a Jay en el Baile de Bienvenida, su Tío llevaba su propia
impresión. El sabor amargo de dientes de león todavía ardía en la lengua de Violet
cuando él estaba cerca. Un sabor que Violet tenía que aceptar. E incluso, en algún
grado, apreciar.
—Sólo estamos haciéndolo, así que si puedes hacer esto rápido, en verdad lo
agradeceríamos.
Su Tío Stephen se detuvo dónde estaban y los miró a ambos cuidadosamente. Violet
podía jurar que sintió a Jay retorcerse, incluso cuando cada músculo de su cuerpo
estaba congelado en su lugar. Violet le sonrió a su Tío, poniendo su mejor mirada de
culpable-de-lo-que-se-acusa.
Finalmente alzó sus cejas, tan desconfiado como podía ser un Oficial de Policía.
Su Tío miró a la pila de libros olvidados en la mesa de en frente del sofá. Ninguno de
ellos estaba abierto. Miró todo escéptico a Violet pero no dijo palabra alguna.
—Tal vez nos distrajimos un poco —respondió, y otra vez vio a Jay ponerse nervioso.
Después de varias advertencias, y la promesa de Violet de que ella cerraría con seguro
las puertas luego de que se fuera, el Tío Stephen se fue para dejarlos solos otra vez.
Jay estaba mirando a Violet cuando ella lo miraba lo más inocentemente que podía.
—¿Por qué te importa lo que él piense que estamos haciendo? —Violet había estado
intentando conseguir que Jay admitiera su nuevo culto al héroe de su tío desde hace
meses, pero era demasiado testarudo —o tal vez sinceramente él no se daba cuenta—
para confesárselo a ella.
—¿Por qué, Violet? —dijo peligrosamente, dando un paso amenazador hacia ella. Pero
su regaño fue arruinado por la mirada juguetona de sus ojos—. Porque él es tu tío, y
porque es el Jefe de Policía. ¿Por qué me empujas hacia el oso?
Violet dio un paso atrás, para alejarse de él, y él coincidió con ella, moviéndose hacia
delante. Ahora la estaba siguiendo alrededor de la mesa y Violet no podía dejar de
reírse mientras se retiraba.
Pero era demasiado tarde para retirarse. Jay era más rápido que ella, y sus brazos la
atraparon antes de que ella tuviera una oportunidad. Y no es que en realidad lo haya
intentado.
La arrastró al sofá, los dos pesadamente cayeron sobre los cojines, y esta vez la sujetó
debajo de él.
—No sé —respondió dudosamente—, creo que mereces ser castigada. —Su respiración
era tibia contra su mejilla, y se dio cuenta de que se estaba acercando más a él—. Creo
que deberíamos estar haciendo más tarea.
―Tarea‖ había sido su palabra clave antes de que se dieran cuenta que ellos no estaban
engañando a nadie.
Pero Jay era fiel a su palabra, especialmente a su palabra clave, y sus labios se posaron
sobre los de ella. A Violet de repente se le olvidó que intentaba liberarse de su agarre.
Su frágil resolución se derrumbó. Lo alcanzó, enrollando sus brazos alrededor de su
cuello, y lo acercó más a ella.
—Bien, es la tarea…
Él la acercó más, hasta que estuvieron acostados cara a cara, extendidos a través de la
longitud del sofá. No pasó mucho antes de que ella estuviera inquieta, sus manos se
movían impacientemente, explorándolo. Se estremeció cuando sintió que sus dedos se
deslizaban debajo de su blusa y acariciaban su piel desnuda. Acarició su estómago y
más arriba, la piel de sus manos era áspera contra su suavidad. Su pulgar rozó la base
de su caja torácica, haciendo que su respiración se quedara atrapada.
Él no dijo una sola palabra; no tenía que hacerlo. Violet entendía perfectamente.
Habían ido demasiado lejos. Otra vez. Pero Violet estaba frustrada, y cada vez era más
y más difícil ignorar su coraje. Sabía que no podía jugar este juego insatisfactorio para
siempre.
—¿Así que mañana te vas a Seattle? —preguntó para llenar el vacío que había entre
ellos, pero su voz tembló y Violet estaba feliz de que él no estuviera del todo inmune.
Ella no era tan rápida para pretender que todo estaba bien, especialmente cuando lo
que verdaderamente quería hacer era arrancarse su blusa y desabotonar sus jeans.
Pero habían hablado de esto. Y, una y otra vez, decidían que necesitaban estar seguros.
Cien por cien. Porque una vez que hubieran cruzado la línea…
Ella y Jay habían sido mejores amigos desde primer grado, y hasta el otoño pasado era
todo lo que eran. Ahora que ella estaba enamorada de él, no podía imaginarse perderlo
sólo porque habían tomado una decisión incorrecta.
Decidió que permitiría que Jay tuviera su pequeña charla. Por ahora.
—Sí, Chelsea quiere ir al manantial y tal vez ir de compras. Es más fácil estar junto a
ella cuando estamos solamente nosotras dos. Ya sabes, cuando ella no está siempre…
adelante.
—Exactamente.
La frente de Jay estaba surcada, y por un momento Violet se preguntaba qué estaba
pensando. Luego le sonrió mientras metía la mano detrás de su cabeza, poniéndose
cómodo. Sus ojos brillaron maliciosamente, recordándole a Violet que todavía eran los
mejores amigos.
Violet rió, levantándose. Era demasiado ridículo para creerlo. Pero era Chelsea, así
que por supuesto era cierto.
—¿Y qué hiciste con ella? No se las darás, ¿o sí? —preguntó Violet, sus ojos se abrieron
por la impresión. Jay también se sentó y sonrió, y Violet estuvo segura de que lo hizo.
Y luego sacudió su cabeza.
—No. Le dije a ella que si de verdad quería saber las respuestas, tenía que dárselo ella
misma.
—¿Y lo hizo?
—No lo sé. Nunca se sabe con Chelsea. —Se inclinó hacia delante, mirando a Violet
muy cerca mientras recorría su pulgar por su mejilla—. De cualquier manera —dijo,
cambiando de tema—, salgo mañana a las seis del trabajo; así que tal vez nos podamos
ver luego. —Se acercó, sonriendo—. Y me puedes decir cuánto me extrañaste.
Violet quería decir algo sarcástico e ingenioso para aligerar el ambiente, pero con Jay
mirándola así, cualquier esperanza de encontrar algo inteligente que decir estaba
perdida. Podía incluso sentirse desaparecer en las profundidades de su mirada incierta.
Ignoró el sentido común que la prevenía que no se inclinara por otro beso. Prefería
ceder ésa parte de ella. La parte que quería más, la parte que le decía: ―No te
detengas‖.
Y cuando Jay tampoco se alejó, se dio cuenta que no era la única que no tenía en
cuenta la lógica ésa noche.
Su corazón latía, aleteando con locura, cuando sus labios finalmente se tocaron.
V
iolet estaba sentada en la mesa de la cocina cuando su padre bajó, ya vestido
para el trabajo. Según el reloj, sólo eran las cinco y cuarto. De un sábado.
—Hice café —Violet mantuvo su voz baja, aun cuando no había una
oportunidad en el infierno de que despertaran a su madre a esa hora.
—¿Qué pasa, Vi? ¿No pudiste dormir? —Él frunció el entrecejo, luciendo aún más
serio de lo normal—. ¿Fue el sueño de nuevo?
Violet apretó los dientes. Por supuesto que había sido el sueño. Siempre era el sueño —
un hombre sin rostro persiguiéndola—, despertándola noche tras noche, un grito
acunado dolorosamente, silenciosamente, contra la cavidad de su garganta.
—La tercera noche esta semana, —suspiró—. Al menos casi llegué hasta la mañana
esta vez.
Su padre apretó una mano sobre la suya. Era un gesto gentil, tranquilizador.
—Estás segura, bebé. Nadie puede lastimarte ahora. —Él apretó más fuerte, tratando
de convencerla—. Tú y Jay, ambos están seguros.
—Sé que es sólo un sueño. —Ella se encogió de hombros, alejando su mano. Tomó
otro poco de su cereal, sonriendo débilmente y pretendiendo creer sus propias
palabras.
Pero ella sabía que él tenía razón; era sólo una pesadilla, nada más. No significaba
nada.
Además, no era como si ella fuera psíquica. Los psíquicos tenían habilidades que eran
realmente útiles; ellos podían predecir el futuro, ver cosas antes de que pasaran.
La habilidad de Violet era algo completamente diferente: ella sólo podía ubicar a los
muertos. Y sólo después de que ellos habían sido asesinados.
Era una habilidad dolorosa de tener —una que había sido capaz de usar una vez
cuando un par de asesinos seriales habían cazado chicas en el área—. Pero, por
supuesto, no había sido capaz de salvar a las víctimas. Ella sólo había ayudado a
ubicar a los asesinos, a detenerlos antes de que vuelvan a matar.
Sí, quizás era especial, pero si se hubiera salido con la suya, hubiera elegido ser
psíquica. O, mejor aún, completamente normal.
Chelsea se había retrasado sólo media hora. Nada mal para los standards de Chelsea.
Ella tocó la bocina desde la entrada, un estruendo largo, desconsiderado. Aún el auto
de Chelsea era odioso.
Violet hizo una cara de disculpas a su mamá antes de salir por la puerta.
Chelsea tocó la bocina una segunda vez mientras Violet saltaba de los escalones del
porche.
—Bien, Chels. ¿Qué pasaría si mis padres aún estuvieran durmiendo? —Violet acusó
mientras se deslizaba dentro del tibio interior del auto.
Violet sonrió.
Violet podía recordar viajar en los ferris con sus padres cuando era pequeña.
Compraban cocoa caliente del puesto de comidas y después se apretujaban contra la
baranda y miraban las agitadas olas negras de Puget Sound.
Chelsea saltó hacia arriba y hacia abajo, el entusiasmo en su rostro haciéndola lucir
más joven, menos hastiada.
Violet rió. Esto era por lo que le gustaba pasar el tiempo sola con Chelsea; era una
persona diferente cuando nadie estaba mirando.
Según el horario, había una salida a las islas prevista en poco más de una hora.
Compraron sus tickets y vagabundearon por los muelles hasta que fuera tiempo de
abordar.
Una vez que estuvieron afuera, justo comenzó a lloviznar, y Violet tironeó la capucha
de su abrigo sobre su cabeza.
El sonido que la perseguía las vibraciones, llegando hasta ella al final, estaba
claramente fuera de lugar a lo largo del borde de las duras aguas invernales de Puget
Sound.
En el verano podría haber encontrado un lugar anónimo entre los artistas callejeros
que se ubicaban a lo largo de los muelles para atraer a los turistas. Pero ahora, en lo
más tranquilo del invierno, el sonido instrumental de un arpa, como el que Violet
imaginaba que los ángeles tocaban, estaba en contradicción con sus alrededores.
Hubiera sido relajante —los suspiros acústicos— si no fuera por el hecho de que
señalaba la presencia de un cuerpo... humano o de otro tipo.
Violet no se había dado cuenta de que había estado caminando lejos de los negocios
del puerto. Hizo una pausa, levantando su cabeza.
Algunas veces cuando estaba cerca de un cuerpo, ella se sentía atraída hacia él,
obligada a encontrarlo.
Si resultaba ser una persona, en cambio, era una historia completamente diferente.
Una vez que el eco la llamaba, y antes de que el cuerpo estuviera adecuadamente
sepultado, sin importar cuán largo o corto el espacio de tiempo pudiera ser, Violet
continuaba intranquila. No era hasta que se le daba al cuerpo un lugar propio para
descansar que el eco se desvanecía, desapareciendo en el fondo de su consciencia,
nunca desapareciendo del todo pero debilitándose, convirtiéndose en algo
menos...atormentador.
En lugar de intentar resistir el llamado que sentía ahora, se oyó a sí misma diciendo:
Le tomó a Violet un momento encontrar la dirección una vez más, mientras el sonido
la alejaba de los muelles.
Fue más rápido de lo que había esperado, y estaba sólo moderadamente consciente de
que el escenario a su alrededor estaba cambiado drásticamente. Bajo su piel, el arpa
continuó sonando.
En el otro lado de la calle, frente a las aguas de Puget Sound, caminó dejando atrás
encantadores negocios de antigüedades y desgastadas fachadas de ladrillo del viejo
Seattle. Se movió hacia los muelles de navegación más adelante. Altas cercas con
alambre de púas aparecieron, en completo contraste con las veredas de adoquines y
maderas gastadas de las dársenas que había dejado atrás. Grandes grietas partían el
concreto desparejo por el que ella caminaba.
Detrás del alambre, enormes contenedores de acero estaban apilados uno arriba del
otro, lado a lado, creando impenetrables fortificaciones, escudando de la vista pilas de
bandejas de carga industriales y una armada de elevadores. Enormes grúas de acero
rojo se paraban en lo alto sobre los contenedores. Varios barcos de carga flotaban en
las aguas más allá.
Gaviotas, algunas de un vivo blanco y otras del color del agua sucia, aterrizando
intermitentemente en el piso, limpiando los desechos de comida.
Era sábado, y los astilleros estaban prácticamente desiertos, con unos pocos autos
aparcados en los estacionamientos exteriores. Pero la larga puerta central permanecía
abierta.
Violet se deslizó dentro sin ser vista. Estaba demasiado preocupada para importarle si
alguien la notaba. El gentil sonido de arpas creció más fuerte hasta que las vibraciones
estaban dolorosamente cerca y se descubrió a si misma apretando sus dientes. Era
absorbente, este eco… esta muerte. Y Violet estaba demasiado cerca.
Se movió alrededor de una fila altísima de contenedores de carga que estaban pintados
de tonos aburridos, de rojo, azul, y gris acero.
El salobre olor de agua salada vigorizaba el aire, y se preguntó cómo no había sido
notado por ella antes de ahora. Ahora parecía muy importante. El agua salada y el
arpa. Y el cuerpo.
Uno…dos…
Antes de que alcanzara el tres, sintió que alguien cogió su brazo, agarrándola con
fuerza.
—Chels, ¿qué demonios? ¡Pensé haberte dicho que esperaras! —siseó Violet, arrastrado
a Chelsea cerca de los contenedores, donde nadie sería capaz de verlas.
Violet elevó un dedo hacia sus labios, advirtiendo a Chelsea que se mantuviera en
silencio mientras se movía frente a ella, concentrándose una vez más en el sonido del
arpa. Ella podía escuchar la respiración pesada de Chelsea directamente detrás suyo, y
se preguntó si la otra chica estaba asustada… se sentía como si estuviera. Pero Violet
no se detuvo para averiguarlo.
Estaba confundida. Estaba en el lugar correcto; el sonido prácticamente estaba con ella
ahora en la misma forma que el eco reverberante estaba, pulsando suavemente las
cuerdas desde el interior de su pecho y extendiéndose hacia su cabeza…sus dedos…
sus pies.
Miró hacia arriba, al contenedor de carga rojo frente a ella; sus paredes de acero
corrugado eran infranqueables.
Se movió a su alrededor, acercando su mano para pasar sus dedos a través de la dura
superficie, examinando las uniones impecables y sintiendo el sonido debajo de su
cuero cabelludo. Su piel hormigueaba. Finalmente encontró la puerta del buque de
transporte, pero aparentemente no estaba abierto para que Violet pudiera entrar.
Estaba sellado fuertemente, por un largo, oxidado candado colgando con seguridad de
una gruesa asa de metal.
Está ahí, pensó Violet silenciosamente. Lo que fuera, estaba llamándola desde el
interior del masivo contenedor.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Chelsea otra vez, y Violet pudo escuchar
la alarma trazando la voz de su amiga.
Violet miró hacia arriba, olvidando por un momento el cuerpo atrapado dentro de la
tumba de acero.
¿Qué podía decirle Violet? No le iba a contar a Chelsea lo que podía hacer. Jay era la
única persona fuera de su familia que era consciente de su extraña habilidad para
descubrir a la muerte… al asesinato. Y Violet planeaba mantenerlo de esa forma.
Miró hacia el contenedor una última vez, sintiéndose derrotada por esta masiva,
impenetrable superficie. Miró a su alrededor y trató de empujar lejos el zumbido
dentro de su cabeza, tratando de ignorar los sonidos, el único que sólo ella podía oír,
viniendo desde el interior de la caja de acero.
Violet finalmente se rindió. ¿Qué opción tenía? No era lo mismo que encontrar un
cuerpo en la suave tierra del bosque alrededor de su casa. Este cuerpo estaba sellado,
inalcanzable. Y ni siquiera sabía que era.
¿Podía ser impresa una ofensa, una muerte causada por error?
Tenía que ser, pensó Violet mientras seguía a Chelsea fuera de los astilleros.
***
El viaje en ferri fue más divertido de lo que Violet había esperado, especialmente a la
luz de su descubrimiento en los astilleros.
Solo permanecieron en la isla cerca de una hora, caminando desde el muelle hasta una
tienda de helados, el tipo de tienda que hacía helados reales antiguos y los servía en
calientes conos de galleta hechos a mano. Ordenaron el más descomunal, un cono de
dos-bolas y de alguna forma lograron comérselo hasta el último bocado.
Chelsea habló de Mike, —el chico nuevo otra vez— y Violet escuchó la mayoría. No
es que Chelsea se obsesionara sobre un chico, y Violet lo encontraba ciertamente
hilarante escucharla ir y seguir diciendo cosas sobre él. No era que hubiera mucho para
seguir continuando. Ellas aún no sabían nada sobre él excepto que el nombre de su
hermana era Megan, y su apellido era Russo. En los tres cortos días que había estado
en su escuela, él y su hermana se las habían arreglado para estar juntos.
Dejando de lado a Jay, Violet apenas había visto a Mike hablando con alguien.
Entonces Chelsea era forzada a repetir las pocas cosas que sabía sobre él y preguntarse
el resto en voz alta.
Durante su viaje de vuelta, Violet luchó contra la persistente molestia proveniente del
eco en los astilleros. Y aun pensando que ya no podía sentirlo jalándola físicamente, o
incluso escuchar los sonidos del arpa aquí fuera en aguas abiertas, no significaba que la
hubiese dejado en paz.
La familiar sensación ya se había asentado sobre ella, la inquietud que iba creciendo a
la que estaba acostumbrada cuando un cuerpo estaba desesperado por estar tendido
para descansar.
La muerte no siempre quería ser olvidada. Y necesitaba ser descubierta, podía ser tan
poderosa que un solo pensamiento venía hacia Violet, su único propósito, hasta que
pudiera localizar los restos, y si fuera posible sepultarlos apropiadamente, les daría a
ambos, la víctima y a ella misma una sensación de conclusión.
Clausura era una buena palabra para el alivio que sentía cuando un cuerpo era
sepultado a salvo. Tranquilidad era otra. Aún mejor, pensó Violet, era paz.
Hizo lo mejor por ignorar el tirón que la arrastraba tan pronto como tocaron puerto
otra vez en la ciudad, tan cerca del cuerpo una vez más. Y el viaje a casa no fue mejor.
Justo como en el ferri, ahí estaba siempre presente ese sentimiento de descontento que
se negaba a liberarla.
Chelsea dejó a Violet en casa, tocando la bocina una última vez por un largo rato
mientras Violet salía del auto.
Violet rió, tal vez un poquito demasiado fuerte, mientras trataba de alejar la tensión
que se asentaba sobre ella cada vez más con cada minuto que pasaba.
Para el momento en que Jay llamó, Violet estaba de muy mal humor. Pensó en
contárselo, contarle sobre qué había pasado en Seattle, pero todo lo que realmente
quería hacer era acurrucarse como una pelota e ignorarlo, hacer de cuenta de que
siquiera había pasado. Si podía pasarlo todo por alto, eso haría.
Incluso si Jay trataba de hacerla cambiar de parecer, él lo sabía mejor como para
presionarla demasiado. Violet necesitaba algo de espacio.
L
a oscuridad era sofocante, agobiante. Ella tenía miedo de que fuera a asfixiarla.
Pero era el frío lo que era insoportable. Buscó a su alrededor una vez más, tal y
como había hecho en cada momento en las horas o días que había estado
atrapada en el interior. El tiempo había dejado de tener un significado tangible cuando
los segundos que se extendieron hasta minutos, se extendieron hasta horas. Se
extendieron a días.
Era inútil, sus esfuerzos eran inútiles. No había escapatoria, ya lo sabía, pero su
disminuido instinto de supervivencia se negó a permitir que ella se entregara… a
aceptar su destino.
Pero buscó de todas formas, porque no podía darse por vencida, sintiendo con los
dedos a lo largo de todas las superficies que pudo encontrar… el suelo… las paredes…
las esquinas. Todos estaban muy familiarizados con ella ahora, y su piel en carne viva
sondeando el metal inflexible y castigador. El pánico se apoderó de nuevo de ella, y
gritó, golpeando con los puños las paredes que la limitaban. La voz que salió de su
boca era extraña, incluso para sus propios oídos. Era débil y pequeña. Sonaba como
alguien que había sido concedido ya a la muerte.
La sofocante oscuridad.
Era como si hubiera sido enterrada viva. Sepultada en la oscuridad total sin salida.
Violet fue sacudida por la pesadilla, aunque como ella misma aseguró era sólo eso, un
mal sueño. Pero esta vez no lo podía creer, no estaba comprándolo en absoluto. Esto
era más que un sueño. Y sabía por qué. Era la voz. No había sido su voz. Era pequeña.
Frágil. Y pertenecía a otra persona.
Cerró los ojos, tratando de darle significado a la inquietante imagen. ¿Por qué había
soñado que era otra persona, atrapada y sola en la oscuridad? ¿Y por qué lo había sentido tan
real?
Pero ella sabía la respuesta. Por supuesto que lo sabía. Lo había sabido incluso en su
sueño, en lo más profundo de los vacíos del sueño. Y ahora, mientras bailaba entre
saber y no querer admitir la verdad, se fracturó el control provisional en su propio
bienestar.
Se sentía real, porque era real. Alguien estaba allí. Aislado y con miedo.
Parpadeó, tratando de hacer que la idea se fuera, pero se negó a ceder. No era una
persona dentro de ese recipiente de acero.
Negó con la cabeza, a pesar de que no había nadie para verla. Sin embargo, la voz
dentro de su cabeza se negó a ser silenciada.
Pero decir las palabras en voz alta no hizo que fuera realidad, ni siquiera lo sabía. Las
lágrimas volvieron, pero esta vez eran de ella y para ella sola. Porque a pesar de que
sabía que su sueño le estaba diciendo que había una persona allí, una persona muerta,
ella también sabía que tenía que volver a estar segura.
El cielo era como la sombra del ébano pulido, cuando Violet salió de su casa, dejando
sólo una breve y vaga nota para que sus padres no se alarmaran cuando se levantaran y
descubrieran que se había ido. Contuvo el aliento, escuchando el crujir de la grava bajo
sus neumáticos mientras dirigía su coche fuera de la calzada con las luces todavía
apagadas. Cuando llegó a la carretera, verificaron por segunda vez su bolsillo para
asegurarse de que su teléfono celular estaba allí, y encendió las luces, que emitían un
resplandor natural a través de la niebla que había caído sobre la carretera desierta
alrededor de su casa.
El aire era ligero, y puesto que Violet no se había tomado el tiempo para dejar su coche
en actividad antes de salir, preocupada porque sus padres escucharan el ruido del
motor, el interior estaba helado. Podía ver su propia respiración en frente de su cara
mientras conducía hacia la carretera principal fuera de la ciudad.
Era temprano o tarde, dependiendo de cómo se mirara, y las carreteras estaban vacías
a esa hora. Violet se sentía como la única sobreviviente en una especie de película post
apocalíptica, sola en el depósito abandonado de un pueblo. La ilusión se hizo añicos
cuando vio un coche que venía hacia ella en el lado opuesto de la estrecha carretera. Se
preguntó brevemente si trataba de llegar a casa o salir temprano como ella.
No había dormido mucho, por lo que estaba cansada. Fatigada se parecía más. Y la
oscuridad tuvo un efecto adormecedor sobre sus sentidos mientras el coche se movía
por el pavimento, meciéndose suavemente. Se detuvo en un pequeño auto servicio
expreso que estaba abierto toda la noche para recoger un café con leche con doble
vainilla, con la esperanza de sacudir algo de la fatiga de su sistema para el largo viaje a
Seattle.
manera de que sólo pudiera ignorar eso. El eco que nunca la dejaría sola. Se detuvo,
estacionando su auto justo fuera de la alta valla que protegía el perímetro de los
astilleros. Incluso desde donde estaba sentada, era obvio: la puerta no se abriría
definitivamente esta mañana.
Ayer sólo había unas pocas personas dando vueltas, pero esta mañana no había nadie.
El silencio era casi total, excepto por una cosa: las trémulas vibraciones del arpa. Sólo
se agregó a la calma misteriosa que derivaba como la niebla por los terrenos baldíos.
Su corazón latía con imprudencia temeraria cuando llegó a la puerta cerrada. Parte de
su esperanza era que estuviera abierta, probablemente había sido su esperanza durante
todo el viaje. Y ahora, ese deseo casi eclipsaba la pesadilla que le había traído aquí en
primer lugar. La cobarde en sus pensamientos quería irse, sólo dar la vuelta y regresar.
Pero sabía que no podía. Esto no era algo que sólo se iría por su cuenta. Sabía que era
mucho con certeza.
Pasar por la puerta resultó ser simple. No había un bloqueo, por lo menos no como el
candado que había visto en el embalaje. Extendió la mano para tocar la aparentemente
simple, valla que separaba el jardín en forma de U. Sus dedos se estrecharon y la
levantó. Se abrió con facilidad.
Miró a su alrededor para ver si alguien estaba mirando, pero no había nadie a la vista.
Cada fibra de su cuerpo estaba en estado de alerta, contuvo el aliento y empujó la
puerta. Ella la abrió. Era alta y más pesada de lo que parecía, y Violet tuvo que
apoyarse en ella una segunda vez, con el hombro para empujar lo suficiente para que
pudiera pasar a través de ella.
Pero no se trataba de ninguna película, Violet se recordó, que estaba aquí para
encontrar un cuerpo.
había sentido durante su sueño. El terror, reconoció, de estar atrapada dentro de las
paredes de acero sólido. Le temblaba todo el cuerpo, su cuerpo imitando las
vibraciones que la estremecían a través de sus corrientes eléctricas. Quería estar más
cerca, pero sus pies se sentían pesados y luchaba con el peso de ellos.
Cuando llegó el musical eco que ayer parecía extrañamente armónico ahora se sentía
amenazante. Arrancó a través de sus sentidos como si fuera la cadena de control de
una sierra causando estragos en ella.
Tentativamente se acercó a tocar las paredes de acero, con miedo de quemarse. Pero al
igual que ayer, su mano rozó el helado frío metal y resultó ilesa. Desde su pesadilla,
sabía exactamente lo que se siente desde el interior, y el recuerdo se quedó con ella
mientras acariciaba el exterior. Las vibraciones fueron discordantes, el eco del arpa fue
invasivo y doloroso.
Él, o ella, estaba allí. Y aunque ya era demasiado tarde para salvar a la persona, el
cuerpo todavía quería ser encontrado.
No estaba segura de qué hacer ahora. ¿A quién habría de llamar? ¿Qué podía decir?
No a su tío Stephen. Incluso dejando de lado el hecho de que Seattle esta fuera de su
jurisdicción como policía, seguía siendo su tío, y eso significaba, sin duda, que se
sentiría obligado a decirle a sus padres que había venido aquí, sola y prácticamente en
la mitad de la noche —en busca de un cuerpo muerto—. Ellos nunca la dejarían salir
fuera de casa.
Y, por casi las mismas razones, no podía decirle a Jay tampoco. Pero tenía que hacer
algo. Nunca dormiría de nuevo si no ayudaba a quien estaba allí. Tocó el teléfono
celular dentro de su bolsillo. Podía llamar a las autoridades locales… de forma
anónima. Se podría hacer de una excusa para que vinieran aquí y buscaran el cuerpo y
luego se fueran sin darles su nombre. Pero incluso ella sabía que no podía usar su
teléfono celular, sería demasiado fácil rastrear la llamada, la pista derecho de nuevo
hacía ella. Y entonces querría saber cómo sabía dónde encontrar el cuerpo. Una
pregunta que no quería contestar.
Ella se movió con rapidez ahora, dando marcha atrás a través de los astilleros. Ella
corrió a través de la apertura de la entrada y corrió hacia la acera, buscando en el
camino un teléfono público. No pasó mucho tiempo para encontrar uno, había dos, de
hecho, que podía ver desde donde estaba. Uno de ellos estaba justo en el borde del
estacionamiento de la playa del astillero.
Corrió a través del corto espacio y levantó el auricular. El teléfono estaba frío y sucio,
pero Violet apenas lo notó. Estudió la cara plateada del teléfono para marcar las
instrucciones. No tenía cambio, así que esperaba que este fuera a funcionar.
Hubo un suave clic, y a continuación… la voz fría de una mujer habló desde el otro
extremo.
Violet hizo una pausa. Esto es un error, pensó, debo colgar. Su pulgar se cernía sobre la
gran palanca en el teléfono.
—Yo… creo haber oído algo… alguien… —Violet comenzó, todavía no estando
segura. Sus manos temblaban, y así también su voz—. Venía desde el interior de uno
de los contenedores en el puerto.
—Está cerca de las terminales del ferry. En el Muelle Cincuenta y dos. Hay un letrero
que dice Astilleros Puget Sound.
Estaba nerviosa acerca de hacer la llamada. Tal vez había cometido un error. Miró a su
alrededor con incertidumbre, de repente pensando en qué tipo de persona puede poner
a alguien dentro de uno de los contenedores. ¿Qué pasa si esa persona estuviera
todavía aquí? ¿Y si la miraba? ¿Y si él la había seguido?
Dio un paso a distancia, y la mano que sostenía el auricular cayó a su lado mientras
ella se esforzaba para escuchar los sonidos a su alrededor, buscando cualquier señal de
que no estaba sola. El cable de metal que conectaba el receptor al teléfono público
Necesitaba salir de allí, pero su necesidad fue superada por el deseo de hacer que
alguien viniera… para encontrar al que estaba atrapado dentro de la caja de acero.
Levantó el auricular de nuevo a su oído, lista para el soltarlo de un momento a otro.
—Eso es todo lo que puedo decir. Hay alguien ahí, una persona… encerrado en uno de
los contenedores. Un contenedor de carga de color rojo. Por favor… envié ayuda… —
Ella hablaba en voz baja ahora, temerosa de que alguien, además de la operadora
podría estar escuchándola.
—¿Cuál es su nombre…?
Corrió tan rápido como pudo a su coche. Una vez que estuvo dentro con las puertas
cerradas, inclinó la cabeza hacia atrás y luchó por recuperar el aliento. Encendió el
motor y escuchó su ronroneo en bruto mientras esperaba a que el calor la pusiera al día
y que su corazón redujera la velocidad.
T
odavía era temprano cuando Violet dio la vuelta hacia su casa, pero siguió
conduciendo. No estaba lista para volver a casa, no estaba lista aún para
enfrentar las preguntas acerca de dónde había ido tan temprano un domingo a
la mañana. Su nota simplemente decía que se iba y volvería pronto. Violet sabía que
era una mentira, aunque fuera por omisión. Sin embargo, para sus padres, una mentira
era una mentira; sin importar la diferencia. Sólo esperaba que no le hicieran
demasiadas preguntas.
En vez de eso, condujo hacia la calle de Jay y aparcó junto a su brillante Acura negro.
Había comprado ese auto en el otoño pasado, justo antes del Baile de Bienvenida.
Violet ni siquiera recordaba haberlo visto alguna vez sin pulir a un estado súper
brillante, lo que no era fácil en un clima donde llovía más a menudo que cuando no.
Jay pasaba mucho tiempo en el auto-lavado, que Violet temía que pudiera sacarle todo
el brillo a la capa superior de pintura. Pero hasta ahora se las arreglaba para que
brillara incluso en los días más penumbrosos de invierno, y el auto de Violet se veía tan
triste y aburrido junto al de él.
A pesar de que era un domingo por la mañana, la mamá de Jay abrió la puerta, lista
para trabajar. Era enfermera en el hospital de la ciudad más cercana, por lo que su
horario era irregular en lo mejor de los casos, pero las horas flexibles eran perfectas
para una madre soltera. Luego de que el papá de Jay se fuera, Ann Heaton se había
mudado a Buckley, la ciudad donde ella había crecido, para criar a Jay por su cuenta.
—Hola Violet, te levantaste temprano —dijo Ann, dejando entrar a Violet—. Jay está
arriba en el cuarto, todavía durmiendo.
—Oh, cariño, aunque no tuviera el cambio de turno a la mañana este mes, no soy de
los que holgazanean en la cama todo el día. Incluso los fines de semana.
—No estoy segura de que se cuente como holgazanear cuando son solamente las siete
treinta de la mañana —bromeó Violet. Sus ojos lloraban mientras siguió a la madre de
Jay al interior, y parpadeó contra el familiar escozor que siempre le causaba Ann
Heaton, la madre de Jay llevaba su propia huella.
Violet solo había confiado en su propia madre para hablar sobre la huella de Ann;
nunca se lo había dicho a nadie más. Su madre le había explicado las dificultades que a
veces las enfermeras enfrentan cuando ven a sus pacientes terminales sufrir muertes
agonizantemente lentas. Violet había decidido no contarle a Jay que su madre había
matado a alguien, incluso por misericordia.
Ahora, años más tarde, el olor humeante a madera quemada que Anne llevaba se
había amortiguado, y el ardor que golpeaba los ojos de Violet, como el humo de una
fogata, había disminuido. Aunque no mucho.
—Sabes lo que quiero decir, jovencita. —Ann golpeó a Violet desde atrás, de la misma
manera en que ella le hacía a Jay cuando él la hacía pasar un mal trago. Y después le
guiñó un ojo—. Puedes ir arriba, querida. Estoy segura que no le molestará si lo
despiertas. —Ann agarró su bolso y las llaves del auto de la mesa junto a la puerta—.
Por favor, ¿le dirás que volveré a casa después de la hora de la cena, para que coma
solo? —Sin esperar una respuesta, Ann le dio a Violet un beso rápido en la mejilla, y el
olor a humo flotó alrededor de ambas… sólo que Ann no podía olerlo—. Tengo que
correr o llegaré tarde. Nos vemos más tarde, cariño.
Violet la vio irse. Le gustaba Ann, la quería incluso. Era divertida y extravagante, y
nunca la hacía sentir que no era bienvenida. Su hogar era un lugar que era tan cómodo
para Violet como suyo propio.
Tiró su abrigo sobre el respaldo de una silla y subió sigilosamente al cuarto de Jay.
Hizo lo mejor para no despertarlo mientras cerraba la puerta detrás de ella. Lo miró
dormir, tendido sobre su espalda, sintiéndose volver a la vida frente a su presencia.
Violet se sobresaltó, como si hubiera sido atrapada haciendo algo que no debía. Como
cuando eran pequeños y se peleaban por mirar una revista sucia que uno de los otros
chicos había llevado a la escuela. Jay rodó sobre su costado y abrió un ojo para ver a
Violet, sonriendo.
Violet se quitó los zapatos y se subió junto a él. La envolvió con su brazo alrededor de
la espalda, acercándola. Su aliento era cálido, su cuerpo más cálido aún, y se sintió a si
misma derretirse por primera vez desde que había salido del astillero esa mañana.
Incluso las ráfagas de calor en el interior de su auto en dirección a casa no la habían
ayudado. Escondió sus pies entre las piernas de él.
—¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? —su voz estaba ronca por el sueño pero
sonó como suave terciopelo. Acarició su espalda perezosamente—. ¿Te sientes mejor
el día de hoy?
Tampoco esa pregunta necesitaba respuesta; era solo la manera de Jay de dejarle saber
que se había preocupado por ella.
—No quise despertarte —susurró mientras se permitía ponerse cómoda contra él.
Había estado fría y cansada, ahora que estaba cálida nuevamente pensó que podría ser
capaz de conciliar el sueño en sus brazos.
Violet suspiró. Se sentía tan bien aquí. Era la primera vez que se sentía cómoda desde
que había ido a Seattle el día de ayer con Chelsea. Jay la hacía hacer sentir a salvo,
entre otras cosas, y ahora mismo necesitaba eso.
Cerró los ojos; los sentía arenosos y doloridos por la falta de sueño. Respiró
profundamente, inhalándolo y relajándose mientras se hundía más en él… y más
debajo de su cabeza. Se quedó dormida de esa manera, envuelta en calor.
Envuelta en Jay.
Estaba en la cama de Jay, y aunque ya se había ido, podía olerlo aún en las mantas a
su alrededor. Se desperezó a lo largo y a lo ancho, esperando que la sangre empezara a
fluir para poder encontrar la fuerza para levantarse. Rodó sobre su espalda y alzó la
vista a las familiares grietas en el yeso desvaído sobre su cabeza. La luz brillante se
forzaba a través de las cortinas cerradas. Violet se desperezó una vez más, y entonces a
regañadientes lanzó hacia atrás las cobijas.
—Hola, Bella Durmiente —dijo, alzando la vista desde la destartalada laptop que
estaba funcionando sobre la mesa de la cocina.
reacias a moverse al siglo veintiuno y abrazar todas las cosas modernas. Ella era la
única adulta que Violet conocía que no tenía su propio teléfono celular y se rehusaba a
doblegarse bajo la presión de pagar buen dinero por internet de alta velocidad, por lo
que Jay estaba obligado a conectar su portátil de segunda mano en la línea de teléfono
y usar marcación. No porque no pudieran permitirse esos lujos, sino porque Ann
Heaton no iba a rendirse sin pelear.
—No me despertaste. Tu mamá llamó antes que llegaras para ver si sabía dónde
estabas.
Violet se encogió mientras miraba el reloj. Estaba sorprendida de ver que ya era pasado
el almuerzo.
—¡Oh, mierda! Mejor llamo y la dejo saber que estoy viva. ¡Probablemente se está
volviendo loca!
—Seattle.
Por la mirada de su rostro, era lo último que había esperado que dijera.
—Entonces, ¿hiciste todo el recorrido hacia la ciudad y volviste antes de las ocho?
¿Qué hora era cuando te fuiste de todos modos?
—Un poco después de las siete y treinta —confesó, mordiendo su mejilla otra vez.
—¿En serio, Vi? —pasó su mano por entre sus cabellos desordenados, una señal segura
de que había pasado de lo confundido a lo irritado—. ¿Por qué? ¿Te olvidaste algo ayer
que tenías que recuperar?
—Algo así. —Se dio la vuelta así no tendría que mirarlo de frente. Agarró la tetera de
la estufa y la llenó de agua.
—Sentí algo, Jay. Hacia bajo por la terminal de ferris, cuando Chelsea y yo estábamos
allí ayer. Es por eso que no quise salir anoche. —Suspiró—. Creo que habré dejado
helada a Chelsea. Ella no tenía idea de lo que ocurría.
Él le frunció el ceño.
Ella frotó sus sienes con el pulgar y el dedo anular de una mano, cubriendo sus ojos
para no tener que ver la preocupación en su cara. Incluso con una buena dosis de
sueño, ella todavía se sentía inquieta… agitada. Y sabía que no iba a sentirse para nada
mejor hasta que encontraran quienquiera que estuviera dentro de esa caja de acero, y él
o ella, fuera puesto a descansar—. Tuve un sueño y necesitaba volver y descubrir de
verdad si algo, alguien, estaba ahí.
Cuando ella levantó la vista, Violet vio que los músculos en su mandíbula se doblaron.
—¿Y? —preguntó entre los dientes apretados—. ¿Pudiste? Encontrar algo, quiero
decir.
—Eso significa que hay alguien encerrado adentro de uno de esos gigantescos
contenedores de barcos abajo sobre el puerto. Pero no pude meterme dentro, así que
sigo sin saber con certeza. Quiero decir, no en alguna forma que pueda probarlo.
—¿Me estás diciendo que bajaste a los astilleros aún antes de que se largaran? ¿En
medio de la noche? ¿Estando sola?
Violet sonrió. No quiso hacerlo, pero no pudo aguantarse; sintió las comisuras de sus
labios tirando hacia arriba antes de que pudiera detenerlas. Nunca iba a acostumbrarse
a esto, su preocupación por ella.
—Sí —lo desafió, tomando un paso hacia él—. Algo así. —Ella caminó hacia donde él
estaba parado, casi conteniendo su frustración.
No intentó ocultar su sonrisa. Puso las palmas de sus manos contra su pecho y pudo
sentir el latir de su corazón como loco.
—¿Piensas que vas a estar bien? ¿Necesitas sentarte? ¿Quieres que te traiga una taza de
té o algo?
—Demonios, Violet, no es gracioso. Juro por Dios que estás buscando problemas
cuando haces cosas como esas.
—¿Cosas como esas, Jay? ¿Cosas como cuáles? Nunca hago cosas como esas. Y no es
como si hubiera querido ir; tenía que ir. —No estaba sonriendo más.
—Deberías haberme llamado. Hubiera ido contigo. Sabes que lo hubiera hecho.
—Lo sé —ella admitió—. Pero también les habrías contado a mis padres. O a mi tío. Y
no quería que lo supieran. Por favor no les cuentes, Jay. —El vapor silbó a través del
pitorro de la tetera y Violet dio la vuelta para deslizarla del calentador.
Antes del baile y antes de que fueran pareja, no habría nada en lo que pensar; él nunca
la habría delatado. Ellos guardarían los secretos del otro. No importaba qué. Pero
ahora todo, todo, había cambiado, y Violet estaba sorprendida a veces de cuán lejos él
podía llegar para mantenerla fuera del camino del daño. Ella sabía que, para él de
cualquier manera, significaba revelar sus secretos si con eso ella estaba a salvo al final.
Ella encontró sus ojos, dudando de la mirada que vio en su cara. La inusual mezcla de
ternura y miedo estaban en desacuerdo, pero la hicieron sentir a Violet cálida y dulce
por dentro. Él extendió su mano hacia la de ella, y la tomó, dejando que la atrajera
hacia él. Se colocó en su regazo mientras él envolvía sus brazos alrededor de ella. Él
arrimó su cuello, inhalando profundamente como si su perfume fuera de alguna
manera tranquilizador.
—La próxima vez… —él insistió en una voz más tranquila que la anterior—, me
llamas.
Ella asintió, satisfecha de que pudiera mantener a salvo sus… secretos y todo. Era
completamente sorprendente para ella, incluso después de todos estos meses de estar
enamorada de su mejor amigo.
Más tarde esa tarde, una vez más sola en su habitación, Violet encendió la TV y limpió
las noticias locales por reportes de un cuerpo que había sido encontrado en los muelles.
Cuando no halló nada en las noticias, chequeó el internet. Tenía miedo de que
estuviera ahí, de que sus más oscuros miedos se confirmaran finalmente, de que
alguien había sido asesinado y olvidado para que lo encontrara.
Ella se las arregló para arrastrarse fuera de la cama, sintiéndose fatigada y sin
entusiasmo. La ducha ayudó un poco. Pero el desayuno sólo le revolvió el estómago.
Su teléfono vibró justo antes de que caminara hacia la puerta; tenía un nuevo mensaje
de texto:
Era de Jay.
Parada, Violet agarró el control remoto y hojeó los canales de TV locales. No le tomó
mucho encontrar lo que Jay quería que viera; estaba en todas las estaciones. Un niño
de cuatro años había sido encontrado en el muelle de Seattle la noche anterior. Dentro
de un contenedor de carga. Ellos pasaron fugazmente una foto del pequeño niño de
pelo rubio y cara angelical.
Violet reconoció la foto; ella había visto su cara antes en las noticias, una historia que
había ignorado fácilmente. Una Alerta Dorada había sido publicada cuando él
desapareció varias semanas antes, después de haberse perdido de su hogar en Utah. E
incluso entonces, se recordó pensando vagamente detrás en su mente, que el nene de la
pantalla le hacía recordar a su pequeño primo Joshua.
Violet se sintió enferma. Se tuvo que sentar en la punta de la mesa de café para calmar
su repentino cambiante equilibrio. Sintió como si todo el aire se hubiera aspirado de
sus pulmones. Pero al final entendió su sueño de la noche del sábado.
Si tan sólo hubiera estado equivocada, si sólo el contenedor hubiera contenido no más
que un animal muerto, entonces todo sería diferente ahora. Pero como lo fue, sabiendo
que ella no había estado equivocada, que había sabido de alguna manera lo que, o
mejor dicho, quien había estado ahí, se sintió aplastada por la carga.
V
iolet se quedó fuera de la cafetería, deseando que Jay se apresurara. Lo
necesitaba para mantenerse fuerte, para hacerla sentir segura.
Ella sabía, por supuesto, porque era esto, pero saberlo no lo hacía más soportable.
Violet escuchó su nombre otra vez, y levantó la mirada. Reconoció a Lissie Adams y a
su amiga, a pesar que no pudo recordar inmediatamente el nombre de su amiga, su
cerebro estaba también difuso, sus pensamientos demasiados borrosos. Pero eso no la
detuvo de tratar de interpretar la mirada en el rostro de Lissie.
Aparentemente, Chelsea y Jules, quienes habían estado esperando con Violet, lo veían
también.
—Vete, Lissie —dijo Chelsea, de pie en frente de Violet—. ¿No deberías estar
alimentando a las de tu propia especie?
—Mantente fuera de mi camino, Morrison. Esto no tiene nada que ver contigo. Sólo
estoy tratando de hablar con Violet.
Chelsea dio un paso adelante hasta estar prácticamente nariz a nariz con Lissie.
—Sí, bueno, Violet no está interesada en escuchar cualquier basura que digas.
Además, todos sabemos que sólo estas furiosa porque a Jay no le gustan las zorras
como tú.
Los labios de Lissie se apretaron, pero su rostro palideció. Fue un golpe bajo, Violet
sabía mucho de eso, incluso detrás de la cortina de humo que la protegía en el mundo
real.
No podía verlo, pero únicamente por que le era demasiado difícil concentrarse. Se dio
la vuelta; sus amigos podrían manejarlo; ellos podrían hacerse cargo de ella hasta que
Jay llegara. Junto a ella, una chica desconocida estaba en silencio, esperando, sin decir
ninguna palabra. Violet tenía el claro presentimiento de que la chica formaba parte del
grupo, eso podía notarlo, pero nuevamente, la confusión que plagaba en ella la hacía
sentir incierta.
La chica sonrió, una sonrisa agradable, pero Violet se giró, mirando fijamente el suelo,
tratando de no escuchar todo lo que la rodeaba. Era más fácil de esta manera, no
pensando, ni notando nada.
Sintió la mano de Jay apretando la suya. Era cálida. La hacía sentir segura y apegada
al mundo.
E
staba parada frente a su casillero, sólo fingiendo leer a través de sus libros, cuando en
realidad mantenía toda su concentración en los apresurados estudiantes que pasaban
el abarrotado pasillo detrás de ella, no quería perderlo después de la escuela. Sabía que
no podía esperar mucho tiempo, o perdería su aventón. No es que eso la asustara. Podía caminar
a casa si eso significara poder tener un par de minutos extras —incluso por sólo verlo pasar— con
él.
Solo pensar en él hacía que su corazón revoloteara dentro de las paredes de su pecho.
Casualmente se agachó para ajustar los cordones de su zapato y así tener una mejor vista. Y fue
entonces cuando miró a quien estaba esperando.
Jay Heaton.
Su corazón latía a un fuerte ritmo que amenazaba con explotar. Tuvo que dejar de sonreír;
Estaba sola y no quería parecer una loca.
Lo que quería era que Jay finalmente la notara. Deseaba que le diera una mirada, se detuviera
frente a ella, pero él siguió caminando, sus ojos buscando a alguien entre la multitud. Lo que no
daría por ser esa persona, sólo por una vez.
Y luego la expresión en su cara cambió, y una sonrisa tan dulce que la hizo olvidar respirar llegó
hasta sus ojos. Él había visto a la persona que estaba esperando, y su flor de la esperanza se
marchito.
La envidia echó raíces, extendiéndose como una enfermedad. Todo el mundo le había dicho cuan
hermosa era ella, pero ¿las lindas lo conseguían todo? No importaba cuan duro lo intentaba, no
podía obtener una mirada de Jay como la miraba a ella.
Su mandíbula se apretó mientras juntaba sus dientes, tratando de imaginar lo que Jay podría ver
en esa chica común, porque él estaba siempre decidido en llamar a Violet como su “novia” en
primer lugar. Ella parecía un zombie, como un muerto andante. Su piel era gris y pálida, su
expresión… bueno, no era nada. Violet estaba vacía.
Pero él no parecía notarlo. Él paso la mochila de Violet por su hombro y curvó su brazo alrededor
de ella, guiándola protectoramente a través de los pasillos mientras la conducía hacia afuera.
Los siguió a una distancia razonable, detrás de los otros hacia el estacionamiento, tratando de
parecer tranquila, como si fuera otra estudiante. Había tantas personas a su alrededor que era
fácil mezclarse, fácil pasar desapercibida.
Cuando llegaron a auto de Jay, ella desaceleró, manteniendo su distancia para poder ver como
abría su puerta y ayudaba a Violet a entrar. Su estómago se revolvió cuando él se inclinó y
presionó un amable beso en la frente de Violet. Ella levantó la mano y toco su propia frente en el
momento exacto cuando, una vez más, trató de imaginar lo que sería estar en el lugar de Violet…
E
xactamente seis días desde que Violet hubiera hecho su llamada anónima, el
chico fue llevado a su casa y enterrado por su familia.
Seis días.
Ella casi podía precisar el momento en que ocurrió, el momento en que él se sintió en
libertad y que su carga se levantó.
Salvo que en su cuento de hadas sombrío, el beso fue el funeral de un niño de cuatro
años.
Sólo tres días después, estaba de vuelta entre los vivos de nuevo, sentada en la cafetería
con sus amigos como la chica normal que ella deseaba poder ser siempre. Sin embargo,
no podía dejar de notar la ausencia de su novio.
Al parecer, Jay y Mike habían sido prácticamente inseparables desde que habían
empezado a salir, justo después de que Violet hubiera descubierto el cuerpo del niño en
el astillero. Inseparable fue probablemente una palabra demasiado fuerte, pero Violet
lo sentía condenadamente cerca.
Ella no estaba muy segura de por qué le molestaba tanto. Jay le permitió tener otros
amigos, ¿por qué él no? Y no era como si a Violet no le gustaba Mike; parecía un tipo
bastante agradable. Simplemente no lo conocía.
Además, a Chelsea le gustaba. Había dicho algo de él… incluso si sólo era que estaba
absurdamente caliente.
Y tal vez fue eso, tal vez se sentía excluida. Mientras todos los demás habían conocido
a Mike, enamorándose de él durante las últimas semanas o algo así, Violet había sido
más o menos... desatendida.
Pero no fue por sus otros amigos que estaba preocupada. Era por Jay. Lo echaba de
menos.
Parecía que dondequiera que Jay estaba, Mike estaba. Y dondequiera que Mike estaba,
Chelsea quería estar.
Así que se había creado un grupo de cuatro extraños, y Violet se sentía abrumada.
Como si estuviera desplazada del grupo, porque era la única que no estaba loca por
Mike.
Era algo que nunca había hecho antes... y no tenía la intención de empezar ahora.
Se encontró con la secreta esperanza de enganchar a Mike y Chelsea, sólo para darle a
Jay un respiro.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Jay a la vez que se dejó caer a su lado.
—No parece ser nada, —Jules interrumpió desde el otro lado de la mesa.
Violet vaciló, de repente sintió vergüenza sobre su nueva inseguridad. Sin embargo,
dentro de su cabeza, con amargura se refirió a Mike como "el novio de Jay".
Irónicamente, fue Mike quién salvó a Violet de tener que confesar los pensamientos,
cuando se deslizó en un espacio abierto en el otro lado de la mesa.
—¿Qué me perdí? —su sonrisa perezosa hizo todo el camino a los ojos de color rojizo,
e incluso el hoyuelo en la mejilla hizo una fugaz aparición.
Entonces, ¿cuál era la excusa de Jay? Ella esperaba en tono de broma que no fuera el
hoyuelo adorable también.
—Nada. Nos estábamos preguntando por qué te tomabas tu tiempo. —Ella le sonrió a
Mike.
Mike se detuvo, sin saber qué hacer con su comentario, y luego lanzó una media
sonrisa en la dirección de Jay.
—Bueno, supongo que debe ser una buena cosa que mostraré cuando la haga.
Chelsea se rió, un sonido extraño y agudo que casi causó que Violet se atragantase con
la comida.
¿Qué demonios está pasando con ella? Violet pensó, mirando con recelo a Chelsea. ¡Alguien
tiene que comprobar sus medicamentos!
—De todos modos, —anunció Chelsea, como si hubiera sido interrumpido por la
llegada de Mike, y no abatido por su ausencia—, ¿qué piensan ustedes sobre que
nosotros nos reunamos esta noche? ¿Tal vez ir al cine o algo así?
El corazón de Violet se hundió; una noche con "todos" definitivamente no era lo que
había estado esperando. Bajo sus hombros y suspiró.
Pero fue Jay que cortó a Chelsea antes de que pudiera concretar su cita de juego.
—En realidad, Violet y yo tenemos planes. Vamos a hacer algo por nosotros mismos
esta noche. —Él le dio un golpe a Violet con la rodilla por debajo de la mesa. Y para
suavizar el golpe con Chelsea, añadió—. Tal vez todos podemos salir este fin de
semana en su lugar.
Su uso apenas sutil de la palabra tarea no escapo de notificarle que algo no estaba bien.
Violet estaba sentada en el asiento del pasajero del coche de Jay después de la escuela
cuando la primera llamada entró, era un código de área de Seattle, pero no reconoció
el número, y no estaba de humor para averiguar quién era, así que no hizo caso de su
teléfono.
Jay la dejó en casa, la besó dulcemente con la promesa de que estaría de vuelta tan
pronto como terminara la lista de tareas de su mamá y lo dejaría todo por la tarde. En
general la lista consistió en recoger toda la casa y sacar la basura, pero Jay fue como el
hombre de la casa, y en ocasiones su mamá estiró un trabajo personal de
mantenimiento para dos.
Como se puso de pie delante de su puerta principal, Violet miró hacia la calle y
observó el coche de Jay desaparecer. Trató de hacer caso omiso de la persistente
sensación de que había sido su plaga durante la semana pasada o algo así. Ella había
sido consciente de que aun cuando había estado perdida entre bruma, a la espera del
entierro del niño. Fue la sensación inquietante de que no estaba sola, que alguien la
estaba siguiendo... observándola.
Recorrió su camino una vez más antes de agacharse en el interior de su casa y arrojar
su mochila junto a la puerta. Su madre estaba todavía en su estudio-arte, una antigua
nave en su patio trasero-trabajo.
Al parecer, alguien quería hablar con ella, pero Violet no reconocía el nombre que
había escrito su madre debajo.
Ella guardó la nota, tomó una lata de refresco y vagó hasta su habitación para
averiguar quién estaba tan desesperado por llegar a ella.
Se sentó con las piernas cruzadas en la cama mientras desplaza hacia ella las llamadas
perdidas y pulsó ―Enter‖.
El teléfono sonó dos veces antes de que una voz de mujer respondiera en el otro
extremo.
Violet tiró el teléfono lejos de la oreja, como si este hubiese sido tomado por el fuego.
Colgó y lo lanzó contra la almohada.
¿Qué demonios fue eso? ¿Por qué alguien del FBI la llamaría?
—Sara Priest.
Violet se sintió momentáneamente asombrada. Pensó en todas las personas del orden
público con las que había tenido contacto con respecto al año pasado.
Después del tiroteo en el baile, ella había dado declaraciones a la policía, repitiendo
sus palabras una y otra vez a más oficiales y detectives de lo que podía contar.
Se había hablado incluso a los fiscales que estaban a cargo del caso contra el asesino en
serie, el socio que había sido capturado vivo.
Entonces, ¿qué había sucedido para cambiar todo eso? ¿Si hubieran descubierto más
víctimas? ¿Más niños desaparecidos, enterrados y olvidados?
Rápidamente se corrió a través de las razones por las que debería ser imposible.
De forma anónima.
Se inclinó hacia delante y estiró el teléfono hacia ella con un dedo, como si se tratara
de algo repulsivo… algo que temer.
Ella pensaba en una breve respuesta, para averiguar de una vez por todas. Pero no se
atrevía a hacerlo, y, en cambio, empujó el teléfono lejos. Decidió que, por ahora, la
ignorancia era realmente la felicidad.
P
ara cuando Jay finalmente apareció, Violet no podía esperar para salir de su
casa. Era un manojo de nervios tras esperar toda la tarde, temerosa de que el
FBI llamara de nuevo. Y si bien había silenciado su teléfono móvil, no había
nada que pudiera hacer al respecto con su teléfono fijo.
Sólo sonó dos veces, pero en cada ocasión ella prácticamente saltó de su piel,
preocupada por quién podría estar en el otro extremo.
Afortunadamente ninguna era la misteriosa llamada del FBI. Una vez fue su padre
para decirle que llegaría tarde a casa después del trabajo. Típico. Y la otra fue Jay, ya
que no podía llamar a su móvil, diciéndole a Violet que la recogería a las seis.
Violet se sorprendió de que fueran a salir, sobre todo porque ella había asumido que se
quedarían en su casa a "hacer los deberes", entre otras cosas. Pero al parecer, Jay tenía
otros planes.
Ella estaba esperando fuera cuando él se detuvo. Saltó de su coche y abrió la puerta del
lado del pasajero para ella. Violet lo miró con desconfianza, él estaba actuando muy
extraño.
Él sonrió, tratando de parecer tranquilo pero un poco demasiado ansioso como para
venderse.
—¿En serio? ¿Qué es? —Ya podía sentir la tensión elevándose. Jay era una gran
distracción.
Violet odiaba las sorpresas. Las Navidades y los cumpleaños habían sido como una
tortura cuando era una niña. Ella lanzaba una indirecta y después indicios sobre lo que
quería, hacía listas largas para sus padres, por lo general en orden numérico. Y después
de entregarla, ella recurría a rogar, halagando y buscando lo que fuera que ellos
hubieran cogido para ella. Había pasado horas de la infancia registrando los armarios y
debajo de las camas para fregar en busca de sus escondites secretos, sólo para
decepcionarse de que sus padres la hubieran burlado una vez más.
Una parte de ella —aunque sea una muy, muy pequeña parte— había aprendido a
temer la llegada de las fiestas. Estaba segura de que era algún tipo de respuesta
Pavlovian que la enfermaba en la temporada de Navidad, a sabiendas de que ella, una
vez más, sería afectada por su incapacidad agobiante de esperar pacientemente,
mientras contaba los días hasta que el hombre gordo vestido de rojo hiciera su
aparición anual.
Pero esta noche era diferente. Esta noche estaba con Jay, y casi todo, incluso una
sorpresa, era tolerable cuando estaban juntos.
—Todavía serías una muy linda e increíble maldita, Violet. —Él levantó su mano,
presionando ligeramente sus labios.
Violet sintió que se ruborizaba. Sabía cómo manejar sus bromas, pero todavía no se
había acostumbrado a este lado más suave y más dulce de él.
—Eres como una niña —le reprendió, pero de alguna manera las palabras salieron
demasiado suaves... demasiado tiernas, y acabó sonando como un cumplido.
Jay se rió.
—Entonces, ¿tú de qué haces, del chico? —le apretó la mano aún más fuerte,
enterrándola en la suya—. ¿O algún tipo de lesbiana? —bromeó, levantando una ceja.
—Agradable, Violet. ¿Besas a tu madre con esa boca? —Sus ojos brillaban mientras la
miraba.
—Cuidado, Vi, o podría tirarme encima tuyo en este momento y nunca vamos a llegar
allí.
—¿Llegar a dónde?
Condujo el resto del camino en silencio, fingiendo ignorarla, aunque sabía que había
llegado a él. Y entonces se encendió su luz intermitente y se volvió otra vez, parando
en el estacionamiento desierto de un parque frente al lago. Era un lugar extraño para
esta época del año, era desconocido por la oscuridad que envolvía la noche fresca.
—Esta es tu sorpresa. —Sacó un grueso abrigo de invierno fuera del asiento trasero—.
Es posible que quieras ponerte esto —le recomendó mientras saltó y abrió el maletero.
—¿Un picnic? —preguntó Violet mirándolo como si hubiera perdido el juicio—. ¿No
hace un poco de frío? ¿Y la oscuridad?
Ella tomó la manta y él deslizó su brazo por los hombros tirando de ella contra él.
Él la condujo hacia el parque y cuando ella le robó una mirada sobre la hierba en la
dirección del lago se congeló en seco, incapaz de moverse.
—Está bien Vi. —Él se inclinó, con la nariz haciéndole cosquillas al oído—. Yo lo veo
también. Lo hice. Es para ti.
Jay tiró de ella hacia delante y mientras lo hizo pudo ver el esplendor de lo que había
hecho. Sólo por ella.
Esta vez, cuando le cortó la respiración en la garganta, fue por una razón totalmente
diferente.
A sus pies un camino luminoso iluminaba el recorrido a través del campo de hierba.
Fue hecho totalmente de antorchas, cada una de las luces radiantes había sido
cuidadosamente enterrada en el suelo a intervalos perfectos, trazando un camino curvo
que brillaba en la oscuridad.
Cerca de la orilla del agua al final de la vía iridiscente, y debajo de un grupo de árboles,
Jay había creado algo más que un Picnic. Había creado un refugio, un oasis para los
dos.
Violet negó con la cabeza, incapaz de encontrar las palabras para hablar.
Jay había colgado varios de las luminiscentes antorchas de las ramas bajas, por lo que
colgaba por encima. Se movían y se balanceaban por la brisa que soplaba desde el lago.
Bajo el dosel natural de las extremidades él había establecido dos sillas plegables y las
cubrió con almohadas y mantas.
—Había planeado utilizar velas pero el viento las hubiese soplado así que tuve que
improvisar.
—¿En serio Jay? Esto es increíble. —Violet se sintió sobrecogida. No podía imaginar el
tiempo que debe haber llevado.
Él la llevó a una de las sillas y la atrajo hacia abajo hasta que ella estuvo sentada antes
de comenzar a sacar todo de la nevera.
Esperó medio expectante a que sacara un frasco de caviar Beluga, algunos quesos
franceses de lujo y el champán Dom Pérignon. Tal vez incluso un racimo de uvas para
comer con ella... uno a la vez. Así que cuando empezó a preparar su picnic Violet se
echó a reír.
En lugar de huevas de peces caros y quesos apestosos, Jay había preparado Doritos y
tacos de pollo blando… los favoritos de Violet. Y en vez de uvas trajo Oreos.
Violet sonrió mientras sacaba dos vasos de plástico y una botella de sidra espumosa.
Ella se rió.
—No hay un pensamiento que pueda arruinar mi estado de ánimo. —Levantó su copa
y chocó… o más bien golpeó contra la de ella—. Salud. —Él la miró de cerca mientras
tomaba un sorbo.
Por unos momentos se quedaron en silencio. Las luces se balanceaban por encima de
ellos creando sombras que bailaban sobre ellos. El parque estaba pacífico, dormido
mientras las aguas del lago llegaban hasta la orilla. Frente a ellos las luces de las casas
a lo largo de la orilla del agua emitían reflejos ondulados sobre la superficie
estremeciéndose. Todas estas cosas transformaron el parque común en una cita
romántica de invierno.
Violet llegó a uno de los tacos sorprendida de que todavía estuviera caliente.
Él gimió y la atrajo más cerca, dejando espacio para un beso más profundo.
Ella quería tomar el control, pero había perdido demasiado rápido su ventaja. Su
respiración se hizo irregular, y ella se apretó contra él, retorciéndose para acercarse. El
calor entre ellos se difundía como fiebre, dejándola inquieta e impaciente.
Él la detuvo entonces, antes de que no hubiera vuelta atrás, colocando su cara lejos
para crear una microscópica fisura entre ello.
—Sabes a tacos.
—¿Qué? —parpadeó, tratando de ordenar sus pensamientos—. ¿De veras, Jay? ¿Es eso
una queja o algo así?
—Bien. Porque esto es así: Odio cuando te detienes de esta forma. —Ella se apartó de
él y se sentó, cruzando los brazos.
—Vamos, Violet, no es lo que quise decir. —La mirada aturdida en sus ojos sólo hizo
a Violet sentirse un poco mejor. Se alegró de que por lo menos él también estuviera un
poco molesto—. Es sólo que quería hablar contigo... ya sabes, antes de que nos
distraigamos.
—Dios, yo soy el verdadero hombre. —Ella frunció el ceño, pero dejó caer los
hombros.
Él la arrastro hacia él, pasando lentamente sus brazos por los de ella.
—Basta. Tú no eres el hombre. —Él le dio un beso en la boca, pasando por alto el
hecho de que ella no estaba devolviendo el beso. Pero tan molesta como estaba, era
difícil estar enfadada. Especialmente aquí... ahora. Era realmente mágico.
Así que cuando sacó unas Oreos y las colocó enfrente de ella, como una ofrenda de
paz, ella negó con la cabeza y suspiró.
—Eres imposible. —Pero no había pelea real en sus palabras, y ella no podía dejar de
crispar los labios mientras él le sonreía.
Violet tomó una galleta y la retorció separándola, para comer primero una mitad y
luego la otra, la forma en que siempre la había comido desde que era una niña.
—Sé que realmente no te gusta hablar de estas cosas, pero quiero asegurarme de que
estás bien. Desde ese día en Seattle con Chelsea, has estado pasando por algo. No te he
preguntado sobre eso, porque sabía que necesitabas un poco de tiempo para resolver
las cosas, pero ahora… Acabo de pensar… ya sabes, que tal vez te gustaría hablar de
ello. Tal vez hablarme del niño.
Violet se congeló. El silencio que siguió podría haberla tragado; parecía agravarse con
cada segundo que pasaba. Quería decir algo, sólo para que el silencio entre ellos
desapareciera, para reemplazarlo con algo. Cualquier cosa. Pero no pudo. Su voz se
había ido, las palabras se le escapaban, sus pensamientos se habían extraviado.
Había pasado tanto tiempo tratando de borrarlo de su memoria, tanto tiempo tratando
de desterrarlo, que no estaba dispuesta a volver a abrir esa puerta, incluso a petición de
Jay.
Ella no sabía por qué él podía quererla. Por qué tenía que pedirle eso.
Violet alzó la cabeza hacia atrás, luchando por las palabras correctas para hablar, pero
no encontró nada. Finalmente, se limitó a sacudir la cabeza.
—No puedo.
Pensó que él diría algo para tratar de convencerla. Pero no lo hizo. Por supuesto que
no. Era Jay, y Jay no la presionaría en algo así. Tendría que haberlo sabido.
—De acuerdo —contestó él, presionando con un susurro y un suave beso en la frente.
Sus manos se extendieron por sus caderas, sus dedos suaves, tranquilizadoramente.
Y, a pesar de que odiaba ser quien le pusiera fin a su noche, sabía que alguien tenía
que hacerlo.
—A menos que tengas una idea mejor... —dijo dando a entender sugestivamente, sólo
la mitad en broma.
Pero sabía que Jay no mordería el anzuelo, tanto como ella quería. En su lugar,
recogieron las sobras, mientras que Violet doblaba las mantas y lo ayudó a llevar todo
a su coche.
—¿Te importa si nos detenemos en la casa de Mike de regreso? Él me ayudó con unos
encargos por la tarde, y se dejó la cartera en el coche. Solo necesito devolvérsela. —Él
deslizó la nevera en el maletero.
Violet suspiró, deseando que pudieran tener una noche sin nadie más. No parecía
mucho pedir.
—Como sea —murmuró en voz baja Violet. Ella no golpeó la puerta, pero hubiera
querido.
Odiaba sentirse así, y lo odiaba aún más porque definitivamente no tenía que actuar
así... poner mala cara por una parada rápida en su camino a casa de la cita perfecta.
¿Qué diablos le pasaba de todos modos?
Sabía que estaba siendo irracional, pero no podía evitarlo. Cruzó los brazos sobre el
pecho cuando se detuvieron en lo que sólo podría asumir que era la casa de Mike, y
cuando Jay prometió que volvería rápido, se negó a mirarlo. Sin idea de la ira que
mentalmente le arrojaba, Jay la dejó allí, saltando por los escalones del porche para
tocar en la puerta principal. Cuando esta se abrió, él desapareció en el interior.
Una vez que Violet estuvo sola le prestó atención a su entorno, a la casa en ruinas
donde vivía el nuevo amigo de Jay. Había un pequeño claro en el bosque, con un largo
camino de entrada, la suciedad de un solo carril que les brindaba total privacidad. Y
era de noche, con sólo la luz del porche para romper la oscuridad que se asentaba con
tristeza sobre la propiedad. Los árboles altos invadían toda la casa de aspecto cansado.
La pintura se había desvanecido y pelado, y había pantallas oxidadas en las ventanas
apoyadas junto a los escalones desvencijados. Había algo en el lugar aislado, la
espeluznante casa, y la oscuridad absoluta le pusieron a Violet los pelos de punta.
Pero tal como había prometido, Jay volvió en cuestión de minutos, y Violet se sintió
aliviada al verlo, a pesar de que estaba decidida a mantener su juramento de silencio
hacia él.
Fue entonces, cuando Violet sintió el susurro inesperado de los celos disparar a través
de ella. La hermana de Mike, Megan —no Mike— asomó la cabeza por la puerta
principal, despidiendo a Jay. Dijo algo que Violet no pudo oír, pero el tono de su voz,
que Violet oía incluso a través de las ventanas cerradas, era algo que Violet habría
reconocido en cualquier lugar.
Era la misma voz que había escuchado muchas veces antes, por las chicas que estaban
coqueteando con Jay. Su despedida era un poco ansiosa, demasiado practicada, como
si hubiera planeado sus movimientos antes de que Jay llegara.
Violet notó también que la hermana de Mike era linda, casi al mismo tiempo se dio
cuenta de que la otra chica no tenía idea de que Violet estaba sentada allí, en la
oscuridad, observándola mientras esperaba a Jay.
La chica se inclinó un pie detrás de ella. No era un gesto obvio, pero Violet sabía lo
que estaba destinado a parecer: tímida y entrañable.
Y entonces vio el gesto de la niña torciendo un mechón de pelo con su dedo, mientras
volvía a hablar, tratando de captar el interés de Jay.
Jay estaba abriendo la puerta del coche mientras se daba la vuelta para responderle.
Fue entonces cuando la luz interior parpadeó, y Violet de repente fue consciente de
que ella ya no estaba envuelta por la oscuridad.
Jay sonrió a Violet, ajeno a los coqueteos de Megan, quien entró y cerró la puerta.
Violet se sentía mejor, dándose cuenta de que Jay no parecía darse cuenta de la otra
chica. Aunque Jay no se libraría tan fácilmente, aún estaba enojada con él.
Ahora, no sólo tenía un nuevo amigo, al parecer, tenía una nueva admiradora
también.
Tan pronto como llegaron a la calzada, Violet sintió la punzada repentina de un dolor
de cabeza a punto de llegar. Se frotó los dedos sobre sus sienes, y luego en la base de su
cuello, tratando de frotar lejos de la tensión.
Un par de faros los encontraron en el cruce de la carretera, y al mismo tiempo que Jay
giró, una camioneta destartalada color rojo pasó junto a ellos empujándolos por el
camino. Apenas les dio tiempo suficiente para salir de la avenida.
Mientras se dirigían en silencio a casa, Violet trató de decirse a sí misma que estaba
siendo un bebé. Que Jay la quería. Y sólo a ella. No a Mike, ni a la hermana de Mike
tampoco.
Y ella lo creía. Pero aún estaba enojada porque su cita había sido empañada por el
desvío.
Sintió el dolor hundiéndose en su cabeza, disminuyendo un poco más con cada giro de
los neumáticos, hasta que no era más que un incómodo recuerdo.
Jay se detuvo enfrente de su casa, y ella lo dejó darle un beso de despedida. Fue un
buen beso. Y en segundos, ella estaba demasiado preocupada como para recordar que
estaba tratando de estar enojada con él, demasiado distraída de su rencor, el cual él
seguía sin conocer.
Puede que incluso haya levantado el pie modestamente como solía hacer.
V
iolet estaba abriendo su coche cuando apareció la mujer del almidonado
traje blanco.
Pero Violet no tenía ni idea de quién era ella, lo único que sabía era que la mujer
estaba definitivamente fuera de lugar en medio de los estudiantes de la preparatoria
White River, y que se veía mucho menos como alguien que perteneciera a la facultad.
Además, Violet estaba segura de que recordaría a esta mujer si la hubiera visto en los
alrededores de la escuela. Y mientras el chico que la seguía lucía apenas mayor que
Violet, él también parecía extrañamente fuera de lugar, en su descolorida camiseta
negra y jeans rotos. Cabello liso, casi negro azabache y demasiado largo y descuidado,
le caía a ambos lados de los ojos, lo que añadía la impresión de que estaría mejor en
casa, en un parque de skate, que en el estacionamiento de una escuela pueblerina con
música country sonando de fondo.
Él mantenía las manos en los bolsillos y miraba el asfalto debajo, sin echar ni un
vistazo al camino de Violet.
—¿Podemos hablar? —preguntó Sara FBI cuando era evidente que Violet no tenía
nada que decir.
—Supongo —admitió Violet, echando un vistazo a su alrededor para ver si alguien los
estaba mirando a los tres. Intentó pensar en algún pretexto —alguna razón— para no
tener esta conversación justo ahora.
De pronto, estuvo irritada con Jay por tener que trabajar hoy, cabreada por haber
conducido ella misma a la escuela.
Así que ahora aquí estaba. Completamente sola. Con Sara FBI Priest.
¡Mierda!
Por desgracia, Lissie Adams estaba parada justo detrás de él, y también vio a Violet.
Lissie era todo lo que Violet no era: rubia, a la moda, y locamente popular, y la
carcomía que Jay hubiera elegido como su cita a Violet por encima de ella para el baile
de Bienvenida. Ella salía al ataque cada vez que él no estaba cerca.
Y ocurría que éste era uno de esos momentos. Lissie levantó su dedo medio, estilo
manicura, y la mandó a pasear.
Violet cerró los ojos, estaba tan harta de aguantar la mierda de Lissie.
Violet suspiró.
—No es mi amiga.
La mujer sonrió.
—Nada. ¿Por qué preguntas? —preguntó Violet esperanzada—. ¿Es por eso que estás
aquí? ¿Para hablar de Mike? —De repente, conversar acerca de Mike Russo no parecía
una idea tan mala.
—No, en absoluto. Estoy aquí para hablar de usted, Señorita Ambrose. ¿Podemos? —
Ella señaló el coche de Violet—. ¿Para poder hablar en privado?
Así que, en vez de marcharse, se inclinó sobre el lado del pasajero y abrió la puerta,
mientras hacía un análisis apresurado del asiento para asegurarse de que no hubiera
nada que pudiera provocar una gran y repugnante mancha. Tenía miedo de que el traje
de la mujer estuviera en peligro de ser corrompido por el óxido de su móvil
destartalado.
Extraño, pensó Violet mientras ponía en marcha el coche para encender la calefacción.
Esperaba que lo que fuere que la mujer había venido a decirle, hubiera terminado antes
de que el coche tuviera realmente la oportunidad de calentarse.
—Así que supongo que quieres saber por qué estoy aquí.
Esto podría ir en uno de dos caminos. Uno, ella podría manejarlo. El otro era malo.
Muy, muy malo.
Tal vez habían encontrado el cuerpo de otra niña desaparecida en algún lugar del
bosque.
El sonido de golpes provenientes de la ventana del lado del conductor se sentían como
una explosión para los nervios ya a flor de piel de Violet. Se sobresaltó fuertemente y
estuvo de inmediato avergonzada ante su reacción al girarse para ver quién estaba allí.
La nariz de Chelsea estaba presionada contra el cristal, haciendo que su rostro, por lo
general bonito, luciera distorsionado y horrible. Violet casi podía ver los senos de la
chica desde su punto de vista, era más de lo que hubiera necesitado presenciar alguna
vez.
Violet bajó la ventanilla con la antigua manivela, y Chelsea saltó hacia atrás antes de
que su rostro bajara con el vidrio.
Chelsea suspiró.
Violet sonrió burlonamente mientras un autobús escolar grande y amarillo salía del
estacionamiento.
—Siento eso —le murmuró Violet a la mujer, una vez que Chelsea se había ido.
—Sólo tengo un par de preguntas para ti —continuó Sara FBI como si su conversación
no hubiera sido interrumpida en absoluto.
Las vías respiratorias de Violet se estrecharon dolorosamente. Aquí va, pensó Violet,
esperando contra toda posibilidad el cuestionario familiar que ya había respondido un
centenar de veces antes.
Violet pensó en el primer cuerpo que había encontrado el año pasado, descartado e
hinchado en las aguas poco profundas del lago. Cerró los ojos, intentando por enésima
vez purgar la imagen de su mente. Pero era demasiado vívida, grabada para siempre en
su memoria.
—Lo vi —murmuró, con la esperanza de que ése fuera el cuerpo del que estaba
hablando la mujer.
—¿Lo viste a él? —preguntó, mirando con sospecha a Violet—. ¿Qué quieres decir,
con que lo viste?
Y eso fue todo. Esa única palabra clarificadora, y Violet no se lo pudo seguir negando
a sí misma.
Él, ella había dicho él. Violet había estado equivocada. Con precauciones o sin ellas,
no había sido lo suficientemente cuidadosa. Todos los cuerpos que había encontrado
Violet el año pasado habían sido de chicas desaparecidas.
Ellos lo sabían. El FBI lo sabía. Pero, ¿cómo diablos era eso posible?
Miró a la mujer, tratando de transmitirle que todo esto era un error. Era su única
oportunidad.
—Creo… creo que está confundida. Tal vez busca a la persona equivocada.
—¿Violet Ambrose? Esa eres tú. Hiciste una llamada de emergencia desde un teléfono
público hace casi dos semanas. —Ella miraba a Violet con cautela; estrechando los
ojos lo suficiente como para verse dudosa—. En ella, le dijiste al operador que oíste
algo. No dijiste nada acerca de ver al chico.
Cerró los ojos, intentando lograr que su cabeza dejara de girar para poder aferrar sus
pensamientos fuera de control.
Sabía que no debería haber llamado al 911. ¿En qué había estado pensando?
Pero había usado un teléfono público. Ella no debería estar teniendo esta
conversación.
—No sé de lo que está hablando —negó, pero su voz sonaba metálica y hueca, una
mentira obvia. Pensó que iba a vomitar. Esta era una especie de pesadilla, casi tan
mala como su sueño sobre el chico mismo.
Hubo un silencio, y Violet luchó para mantenerse entera. Tenía que encontrar una
manera de salir de esto, fuera de su propio coche, si eso era lo que se necesitaba. Y
lejos de esta mujer que había logrado rastrearla.
—Ambas sabemos que eso no es cierto. Tengo la grabación de esa llamada, por si
desea escucharla. —Ella sacó una pequeña grabadora del bolsillo de su chaqueta.
—No creo que sea así. —Ella volvió a meter la grabadora en su bolsillo—. Ya sabemos
que usted no tuvo nada que ver con la desaparición del chico. O su muerte. Como he
dicho, cámaras. Además, tenemos pruebas de ADN que la descartan.
—Así que aquí está el trato. Quiero hacer esto fácil para usted. Todo lo que necesito
hacer es realizarle algunas preguntas. No ahora, pero pronto. Será rápido y sucio, sólo
los hechos de cómo llegó a —sus labios se fruncieron de nuevo— escuchar al chico.
Pero para lo que valga —y esto es sólo una corazonada de mi parte— creo que hay
más. Creo que no lo oíste a él en absoluto.
Violet parpadeó una vez, intentando aclarar sus pensamientos mientras observaba con
aprensión a la mujer en su coche. Se negaba a darle la más mínima idea de lo que
estaba pasando dentro de su cabeza.
—De hecho, sé que no lo oíste porque llamaste el domingo. El forense dice que el
chico que encontramos había estado muerto durante por lo menos dos días cuando
recuperamos su cuerpo.
Vomitar se convirtió en una posibilidad muy real en ese momento en que Violet sentía
que los ácidos de su estómago crecían peligrosamente en la parte posterior de su
garganta. El sudor le escocía la frente y a lo largo de la nuca como púas de hielo.
Aun así, se negaba a hablar. No tanto como negarse, en realidad, ya que ahora se
sentía como si fuera físicamente imposible.
—Y a pesar de que creemos que no tuviste nada que ver con la muerte del chico, aún
estuviste allí. Supiste dónde encontrarlo. Así que vas a tener que responder algunas
preguntas, te guste o no.
Algo acerca de la mirada en el rostro de Violet debió haberle dado algún indicio,
porque Sara FBI por fin dejó de hablar. Escudriñó a la chica a su lado.
—Estoy bien —comenzó a decir, pero se cortó a sí misma mientras se ahogaba con sus
palabras. De repente, la expresión favorita de Chelsea, acerca de vomitar en su propia
boca, cayó un poco demasiada cerca de casa para Violet. Apretó la boca cerrada de
nuevo.
—Vas a tener que hablar conmigo tarde o temprano. Llama mañana al número en la
tarjeta para concertar una cita.
Entonces, se bajó del coche, y se dirigió resueltamente hacia la SUV negra, con el
chico siguiéndola justo detrás.
Violet miró la simple tarjeta de visita, pasando el pulgar distraídamente sobre el sello
en relieve color oro y plata.
Odiaba la sensación que pendía sobre ella, el inminente temor que profetizaba que algo
terrible estaba a punto de suceder. Esperaba que fuera sólo la preocupación por haber
sido descubierta y obligada a dar testimonio sobre algo que nunca debería haber visto
en primer lugar. Algo que ninguna persona normal hubiera sabido nunca.
Pero sabía que no era eso. Había más en ello que sólo una declaración formal. Había
algo en la forma en que Sara FBI había vocalizado todo, que tenía preocupada a
Violet.
Cualquiera que fuera la pregunta que Sara planeaba hacerle, Violet tenía la extraña
sensación de que, si ella contestaba con la verdad, Sara podría creer realmente lo que
revelara acerca de su capacidad.
Pero Violet no podía confesarle a Sara Priest de lo que era capaz. No tenía intención
de convertirse en alguna especie de rata de laboratorio para el FBI.
V
iolet se dio la vuelta, agarrando su almohada estrechamente y deseando que lo
que fuese que la había hecho despertarse se desvaneciese de nuevo, como un
susurro sin respuesta. Pero desafortunadamente el abismo entre esperanza y
realidad era imposible de navegar.
Se maldijo a sí misma. ¿Cuándo llegó a ser la durmiente con el sueño más ligero del
mundo?
Un flash de luz pasó a través de la ventana. Vino de fuera, emitiendo un brillo acuoso
alrededor de su oscura habitación, y luego se fue tan rápido como había venido.
Gimió, pateando sus piernas con frustración y arrojando sus cobertores al mismo
tiempo. Eso era ridículo. ¡Necesitaba dormir!
La luz vino otra vez, y esta vez, con sus ojos ampliamente abiertos, tuvo que
entrecerrar los ojos contra el deslumbramiento.
Se puso la sudadera que había lanzado al final de la cama, cerrando el cierre todo el
camino hasta la barbilla. No se preocupó en mirar hacia fuera de su ventana; tenía
demasiada prisa. Necesitaba parar eso antes de que despertara a sus padres también.
Se precipitó escaleras abajo y abrió la puerta, mirando hacia fuera en la fría noche.
Forzó sus ojos, buscando por la procedencia de la luz, pero estaba vacío.
Dio un paso fuera, dentro de los congelados tableros del porche en frente de su puerta,
queriendo llamar a quien fuese que estaba señalándola. Pero algo la retuvo, y esperó
dentro, conteniendo la respiración. La tela de su pijama de franela de botones, que
había parecido tan cálida dentro, ahora se sentía imposiblemente delgada. Una ráfaga
de aire helado corrió arriba de sus piernas. Se estremeció, metiendo sus manos
desnudas dentro de sus mangas, y deseando que hubiese tenido algo más que un par de
calcetines de algodón en sus pies. El silencio alrededor de ella era ensordecedor.
Y después vino. Otra vez. El flash de intensa luz que estaba tan fuera de lugar en las
sombras de media noche que quemó sus ojos antes de desvanecerse una vez más.
Violet parpadeó y se inclinó hacia atrás, sus manos buscando por el pomo de la puerta
detrás de ella. Solo para estar segura de que estaba aún allí. Se aferró a él, intentando
figurarse desde dónde había venido la luz.
Otra vez ella intentó gritar, pero su voz se había ido también, como el sentimiento de
explosión de luz blanca.
Violet era demasiado curiosa, sin embargo, para dejarlo ir. Además de que, si ella no
podía encontrar la fuente de la luz intermitente y pararla de quemar, otra vez y otra
vez, estaba obligada a mantenerse toda la noche despierta, o por lo menos durante el
tiempo que continuara.
Ella no tuvo que esperar demasiado. El resplandor fue como una explosión visual.
Agrediendo sus ojos mientras se forzaba a si misma a parpadear a través de él.
Era todo lo que necesitó. Y ahora estaba segura de que había visto de dónde venía la
luz.
Enfiló hacia delante, vacilante liberó su agarre sobre el pomo de frío acero de la puerta
mientras facilitó su camino hacia la luz intermitente. Cautelosamente paseó fuera del
porche y miró alrededor, tranquilizándose de que era la única allí.
Venía de una caja. Una simple caja marrón de cartón situada a un lado de la puerta del
conductor. Las aletas superiores colgaban abiertas inertes.
Estaba confusa mientras se quedó mirándola. ¿Por qué estaba parpadeando la caja? ¿Y
quién podía haberla puesto ahí, al lado de su coche?
Miró hacia los árboles que rodeaban su casa, preguntándose —sólo fugazmente— si
estaba sola.
Y luego ella enfrentó la caja otra vez, yendo un paso más cerca, sus pies congelándose
en la helada superficie de la grava de la calle, demasiado entumecida para notar las
afiladas rocas bajo ellos. Se inclinó sobre la parte de arriba de la caja, asustada de lo
que fuese que estuviese dentro pudiese destellar otra vez mientras echaba un vistazo
dentro.
No lo hizo. Pero ella deseó que lo hubiese hecho. Deseó haber estado ciega por la
aguda luz, así ella no hubiese visto que era.
Esa caja había sido dejada allí deliberadamente para que la encontrase ella.
Pero explicaba por qué sólo ella había sido despertada. Y porque se había sentido
obligada a localizarla.
Miró con atención al diminuto gato negro tumbado en el fondo de la caja. La cabeza
caída repugnantemente —antinaturalmente— a un lado. Sus verdes ojos sin vida la
miraban en blanco.
No es Carl, Violet. Soltó un soplo de agradecimiento ya que ese no era su propio gato.
Y luego la vergüenza la inundó por entretenerla ese insensible pensamiento.
El fogonazo de luz vino otra vez, abrasando sus retinas, y tuvo que parpadear varias
veces para limpiar los puntos rojos que llenaban su visión.
Ella ya no estaba más asustada de que alguien pudiese estar alrededor. Su rabia fue
mucho más allá para cuidar su propia seguridad ahora. Deseó que él estuviese allí
quien fuese el responsable de… de eso. Ella quería que se mostrase a sí mismo.
Retarlo.
La furia llenó sus heladas venas, descongelando su incertidumbre. Ella sabía lo que
tenía que hacer. Y cuanto antes mejor.
Cerró las tapas, cuidando de no alterar el cuerpo sin vida más de lo que fuese
necesario. La pobre cosa ya había sido alterada lo suficiente.
Violet susurró por debajo de su respiración, demasiado silenciosamente para que nadie
la pudiese oír, incluso si no hubiese estado sola. Sólo el aire frío alrededor de su boca
pareció notarlo, y ella podía ver la ráfaga de niebla expulsada desde de sus labios.
—Ahora me acuesto a dormir… —Era la misma oración que había dicho para todos
los animales que había enterrado alguna vez.
—…le pido al Señor que cuide mi alma… —Era la única oración que sabía.
Un rayo de luz explotó desde debajo de las tapas de la ondulada caja que acunaba,
pequeñas astillas brillante se filtraban entre la brecha.
Un familiar ruido blanco, la estática de muchísimos animales muertos quienes una vez
habían llamado a Violet para que los encontrase, fundidos juntos en una resonancia
pacífica después de que sus cuerpos fuesen sepultados.
Ella caminó dentro de la cerca del gallinero puesta para mantener fuera a los
carroñeros quienes se atrevían a alterar sus pérdidas almas. Se arrodilló en la suciedad,
al lado de un espacio que acababa de ser excavado, una tumba poco profunda
esperando para ser llenada. Había siempre un lugar preparado en el cementerio de
Violet.
Inclinó la caja, dejando al pequeño, rígido cadáver caer suavemente en la tierra blanda
en el fondo de la tumba. Mordió su labio, intentado no imaginar la muerte del pobre
animal. Intentado no llorar mientras otro rayo blanco dividía la noche.
2
Shady Acres: Hectáreas con sombras
Se arrodilló, alcanzando una montaña de tierra que esperaba junto al superficial hoyo
en la tierra, y la recogió con sus manos, amontonándola sobre el gato sin vida.
Cuando terminó, se recostó sobre sus talones. Podía sentir el sentimiento de paz
moviéndose sobre ella ya.
Violet recogió la caja y se apresuró hacia la casa sin mirar alrededor otra vez. Dejó la
caja vacía fuera mientras cerraba la puerta detrás de ella, haciendo su camino de vuelta
a su habitación.
L
a chica estaba ahí, oculta entre los árboles, mirando a Violet. Estaba contenta ahora que
vestía de negro —el pesado abrigo negro, la máscara de esquí que cubría su rostro, los
guantes oscuros— no sólo para el calor sino para ocultarla de su vista.
Realmente no había esperado esconderse dentro de la cubierta natural que proveían los gruesos
arbustos y los árboles circundantes que rodeaban la casa de Violet; simplemente había esperado
entrar y salir.
Pero Violet la había sorprendido llegando a mitad de la noche. Y cuando ella lo hizo, la chica se
quedó paralizada en el lugar, incapaz de moverse… o incluso de pensar claramente.
Había temido que Violet pudiera verla allí. Pero no lo había hecho.
En vez de eso, Violet se estaba fijando en algo más, dándole tiempo para reaccionar, para
escaparse en la profundidad del refugio del bosque, donde ella podría observar sin temor de ser
descubierta.
Antes de la aparición de Violet, se había preocupado de que estuviera yendo demasiado lejos. Que
el mensaje fuera demasiado duro. Pero viendo a Violet, observándola, enojándola de nuevo. La
ira que sintió estaba más allá de la razón… más allá de la explicación… más allá del control.
No estaba segura de cómo Violet había sabido dónde mirar, pero de alguna manera ella había
encontrado la caja. Y cuando Violet había mirado en su dirección, buscando en los árboles, la
chica había caído al suelo, haciéndose una bola, abrazándose a sí misma apretadamente mientras
esperaba ser atrapada.
Y, mientras ella levantaba la cabeza nuevamente, se dio cuenta que ninguna de las reacciones de
Violet era lo que había esperado. O previsto. En vez de miedo, vio enojo. En vez de repulsión por
el animal mutilado, Violet parecía… calma.
Mientras miraba a Violet llevar la caja a la parte posterior de su casa, pensó que vio moverse los
labios de Violet bajo la difusa luz emitida por la luna muy por encima de ellas. Pero, ¿a quién le
estaría hablando? ¿A si misma? ¿Al gato muerto?
La chica permaneció allí, en los árboles, preguntándose lo que Violet podría estar haciendo.
Preguntándose si esta era su oportunidad de escapar, demasiado curiosa para ver lo que Violet
haría a continuación. Y demasiado enojada para irse todavía.
Cuando Violet volvió, todavía estaba llevando la caja, pero ahora estaba vacía. Pudo decirlo por
la manera en que Violet la llevaba, ya no la abrazaba contra su pecho sino que la dejaba colgando
vagamente en su costado mientras caminaba.
¿A dónde se había ido el gato? ¿Violet lo había depositado en alguna parte? ¿Tirado?
¿Enterrado?
Cuando Violet atravesó apurada el patio hacia su casa, ni siquiera miró a su alrededor.
En ese momento, la chica pensó en hacer su presencia notoria. Pensó en lo que sería lastimar a
Violet sólo por la satisfacción de ver las expresiones que tanto anhelaba ver.
Se imaginó sorprendiendo a Violet con las manos desnudas. Arañando sus ojos. Arrancándole el
pelo de su cuero cabelludo.
Miedo. Terror.
Rogando. Suplicando.
Rendida.
Y después, Violet cerró la puerta de su casa, dejándola con nada más que sus fantasías.
Violet ya sabía quién era ―él‖ sin la necesidad de que Chelsea repitiera su primer
nombre… o su apellido. Mike era todo de lo que Chelsea quería hablar últimamente,
pero hoy día, de todos los días, a Violet no le molestaba. Evitaba que pensara en…
otras cosas.
Violet no le había contado a nadie sobre el gato. No a Jay, ni a sus padres. A nadie.
De alguna forma, se había sentido cambiada por eso. Se había convertido en su sucio
pequeño secreto.
Cada vez que recordaba el estar parada allí, temblando por el frío y buscando la caja en
la que estaba enterrado el gato muerto, Violet se daba cuenta que su habilidad para
encontrar a los muertos había sido utilizada contra ella otra vez. Y que probablemente
la persona que lo había hecho ni siquiera se había dado cuenta.
Quien fuera que hubiera dejado a ese gato no podría haber sabido que despertaría a
Violet. Ni tampoco podría saber que el eco emitido por el gato estaría imprimado sobre
él, una marca que cargaría por siempre. Eso significaba que Violet sabría quién habría
hecho esto, que no serían capaces de ocultarse de ella.
Y asumía que quien quiera que hubiera hecho esto era alguien a quien conocía. ¿Por
qué alguien colocaría un gato muerto al lado de su auto? Ella estaba obligada a
descubrir quién había sido tarde o temprano.
El problema era, que ni siquiera estaba segura de querer saber realmente quién lo había
dejado. O por qué. Algunas veces la ignorancia era mejor. Más fácil. E incluso más
segura.
Pero si alguien podía matar a un animal inocente para entregar un mensaje, o una
advertencia, entonces ¿qué tan lejos serían capaces de llegar para expresar sus
verdaderos sentimientos?
Sabía que debía de temer por sí misma. Pero estaba preocupada de muchas más cosas
que sólo su persona.
Para el momento en que la Sra. Hertzog las alcanzó, Chelsea estaba pretendiendo estar
interesada en su tarea, llenando los datos su hoja como si fuera la tarea más fascinante
del mundo. A pesar de que Violet estaba casi segura de que la Guerra de 1812 no había
ocurrido en 1776.
—Señorita Morrison, ¿necesito recordarle que se supone que debería estar trabajando?
Su profesor la envió aquí a estudiar, no a socializar. —Ella miró dulcemente a Violet.
La mirada de Chelsea se estrechó mientras observaba, primero a Violet y luego a la
Sra. Hertzog. Pero, sabiamente, mantuvo su boca cerrada—. Si necesita material de
referencia —ofreció la Sra. Hertzog, mirando por encima las respuestas en la hoja de
Chelsea—, estaría encantada de señalarle la dirección correcta…
Chelsea tragó, y Violet sospechó que acababa de tragarse su goma de mascar, ya que
era una de las prohibiciones de la biblioteca, antes de contestar: —No, gracias. Creo
que tengo todo cubierto. —Sonrió, tratando de parecer dulce, pero acercándose más a
verse agria—. ¿A menos que tenga información sobre la familia Russo?
—¿Qué familia Russo? —la retó la bibliotecaria, como si fuera altamente improbable
que Chelsea estuviera realmente interesada en la ―investigación‖.
Violet pensó en su reunión con la señora del FBI, y se preguntó qué habría estado
buscando Sara Priest. Violet no podía evitar pensar que su interés en Mike no había
sido simplemente al azar.
Hay que reconocerle, la Sra. Hertzog no reaccionó ante la falta de respeto de Chelsea.
En lugar de eso, emitió una advertencia velada: —Muy bien, pero si cambias de idea
estaré justo allí.
—¿Para qué? ¿La gran expulsión? ¿Estabas planeando pelear con ella? Además, le
gusto. ¿Por qué debería ponerme en una mala situación con ella sólo porque tú lo
estás?
—Tanto tiempo como ustedes estén unidas, ¿verdad, Violet? —Arrastró las palabras
Chelsea—. Ahora, en serio, necesito descubrir una forma de que Mike Russo se fije en
mí.
—Sabes a lo que me refiero —resopló Chelsea—. Por cierto, ¿qué hay con lo de la
mujer estirada y el chico caliente que estaban en tu coche ayer? Y por ―caliente‖ me
refiero a oscuro y peligroso, por supuesto. Por favor dime que son alguna especie de
parientes lejanos que vinieron a decirte que habías heredado una fortuna familiar o
algo. Realmente me servirían algunas buenas noticias. —Chelsea cruzó sus brazos
sobre su pecho, observando a Violet detenidamente.
Violet sintió tensarse su estómago. Era lo suficientemente extraño que Sara Priest le
hubiera preguntado sobre Mike. Si no lo hubiera sabido mejor, hubiera pensado que
Chelsea acababa de leer su mente. ¿Por qué otra cosa le estaría preguntando a Violet
sobre Sara y el chico justo ahora?
82 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
Sin saber por qué, Violet no quería hablar sobre su pequeña charla con el FBI.
Chelsea se animó, inclinándose hacia adelante al oír la palabra mágica: Mike. —Nada
útil. Tiene una hermana, cuál-sea-su-nombre en décimo grado.
La Sra. Hertzog avanzó dos pasos en su dirección, sus cejas levantadas en advertencia
a Chelsea.
Chelsea gesticuló un, Está Bien, con su boca, y despidió a la mujer con su mano otra
vez.
—No exactamente espiando. —Chelsea aclaró su garganta—. Pero puede que le haya
echado un vistazo a sus registros escolares. Andrew Lauthner ha estado trabajando en
la oficina durante las horas de estudio por algunos créditos extra. Tuvo unos
momentos bastante difíciles diciéndome que no.
Ese era un eufemismo; Andrew Lauthner era el único miembro del fan club personal
de Chelsea. Había estado esperando que Chelsea lo notara desde tercer grado.
Violet sacudió su cabeza mientras volvía a trabajar en su tarea. —No sé qué decirte; ya
sabes mucho más de lo que yo sé.
hablar con tu novio para que no desbarate mis planes otra vez? Realmente necesito
esta cita.
—Haré lo que pueda, Chels —ofreció Violet de mala gana—. Pero no prometo nada.
Sin embargo, de forma silenciosa, Violet estuvo de acuerdo con Chelsea, y esperaba
tanto como ella que Jay no monopolizara el tiempo de Mike este fin de semana.
Chelsea era algo más. Como una imparable fuerza de la naturaleza. Similar a un
huracán o un tornado. O a un pit bull.
Y, en esta instancia, Chelsea había probado ser nada menos que formidable.
Así que cuando Jay había mencionado más temprano esa semana que tal vez serían
capaces de ir al cine el fin de semana, Chelsea lo hizo comprometerse a ello. La hora y
el lugar fueron escogidos. Y se corrió la voz.
Aún quería los planes del sábado en la noche; sólo que no quería que una multitud
estuviera con ellos. Había decidido que debería ser algo más como una ―doble cita‖.
Con Mike.
Para el momento en que el timbre de la campana sonó al final del almuerzo del
viernes, todos habían acordado reunirse alrededor de las siete de la noche siguiente.
Pero cuando se separaron para ir a sus clases, Chelsea puso su plan en acción.
Comenzó a separar a los otros del grupo, y uno por uno, todos cayeron.
Por la mirada en su rostro, no había oído nada, aparte de que Chelsea ¬—su
Chelsea— estaba hablando con él. De la nada. Violet necesitaba llegar a su clase, pero
se moría por ver lo que Chelsea tenía bajo la manga, así que se mantuvo en su lugar.
—¿Qué? —Parecía que su enorme sonrisa congelada hubiera sido pegada y secada ahí
durante la noche.
La expresión de Chelsea era de disculpas, algo que puede haber sido de representar
para ella. —Lo del cine ha sido cancelado. Todos los planes. —Ella sacó el labio
inferior en un mohín de decepción.
—Lo sé. —Chelsea logró sonar tan sorprendida como él—. Pero ya sabes cómo es Jay,
siempre hablando con su trasero. Se olvidó mencionar que tiene que trabajar mañana
en la noche y no podrá ir. —Miró a Violet y dijo, otra vez en un tono de disculpas—:
Lamento que tuvieras que oír eso, Vi.
Violet sólo se quedó de pie allí boquiabierta y pensando si debería negar lo que Chelsea
estaba diciendo, pero ni siquiera estaba segura de por dónde comenzar. Sabía que Jules
lo hubiera hecho. ¿Dónde estaba Jules cuando la necesitaba?
—¿Qué hay sobre todos los demás? —preguntó Andrew, todavía aferrándose a las
esperanzas.
—Sí. Claro. Por supuesto —dijo Chelsea sobre su hombro, ya arrastrando a Violet
lejos de la dolorosa escena.
—Jesús, Chels, sólo rompe su corazón, ¿no crees? ¿Por qué no sólo le dijiste que tienes
una rara enfermedad o algo así? —Violet le hizo una cara a su amiga—. No fue nada
agradable.
Para el sábado a la noche, eran sólo los cuatro de ellos… Violet, Jay, Chelsea, y, por
supuesto, Mike. Era todo lo que Chelsea había soñado, todo para lo que había
trabajado.
Decidieron irse juntos… en el auto de Jay, por supuesto. Cuando se detuvieron para
recoger a Mike, Violet comenzó a salir para subir al asiento trasero con Chelsea,
dejándole a las largas piernas de Mike el asiento delantero, pero Jay alargó su mano y
capturó su muñeca.
—¿Qué estás haciendo? Quiero que te sientes conmigo. —Sus dedos se movieron hasta
entrelazarse con los de ella mientras la atraía de regreso hacia el interior—. Mike se
puede sentar atrás.
Mike salió de su casa y bajó el porche de un salto sin siquiera tocar los escalones.
Detrás de las oscuras cortinas, la televisión parpadeó.
—¡Aquí viene! —chilló Chelsea, sonando como una niña pequeña mientras rebotaba
de arriba abajo en el asiento trasero, sacudiendo todo el auto. Chocó sus manos con
entusiasmo.
Violet empujó su asiento tan adelante como fue capaz para darle a Mike algo de
espacio extra. Lo necesitaría si iba a estar confinado ahí atrás con Chelsea.
—Hooooolaaaa, Mike. —Chelsea logró arrastrar las dos palabras en varias sílabas
largas mientras Mike se deslizaba al interior del auto. Lo infantil de eso sonaba tan
ridículamente extraño viniendo de la boca de Chelsea.
—Así que supongo que sólo somos nosotros cuatro esta noche —susurró ella.
—¿En serio? Creí que nos íbamos a reunir con un montón de personas.
Pero Violet lo sabía mejor. Y se dio de cuenta por la mirada que Jay le dirigió, que él
sabía también.
Mike, por otro lado, era demasiado nuevo para entender el perturbador modo en que
funcionaba la mente de Chelsea. Hubo una breve pausa, y luego Violet juró que podía
oír una sonrisa en su voz cuando él respondió: —Eso es genial.
Tal vez él reconsideraría eso más tarde, pensó Violet, cuando Chelsea deje de
contenerse y decida asaltarlo justo en medio de una concurrida sala de cine. A menos
que a él le gusten esa clase de cosas. Se sonrió maliciosamente a sí misma.
Eso esperaba.
E
l verdadero espectáculo de la noche ocurrió cuando se detuvieron en Java Hut
para matar algo de tiempo antes de que empezara la película.
Java Hut había sido el primer Ciber-café en abrir sus puertas antes de que
llegaran las computadoras a cada casa. Pero como el concepto quedo obsoleto, Java
Hut consiguió permanecer abierto, al convertirse en el lugar concurrido perfecto para
después de clases y los fines de semana. Ahora, en vez de solo café, servían
hamburguesas, papa fritas y helados, y junto a las computadoras, también había salas
de juegos. Y esa noche, como la mayoría de las noches de los sábados, estaba atestado
y ruidoso.
Y las mujeres parecían forzadas a abandonar todo el buen juicio con tal de conseguir
que las notara por lo menos un momento, aunque fuera puramente utilitarista.
Jay era ajeno a ello, aun cuando Violet le señalaba lo obvio. Pensaba que sólo estaban
―siendo amistosas‖ o ―haciendo su trabajo‖. Pero Violet nunca consiguió un postre
gratis o un pase libre para vagar por la escuela durante el período de clases.
Por lo que no era una completa sorpresa que Jay hiciera voltear unas cuantas cabezas
mientras estaban fuera esta noche. Sólo que no había anticipado el poder de dos de
ellos juntos. Dos chicos bien parecidos duplicaban la atención que atraían. Incluso
entre las personas que conocían en Java Hut, esa noche, Violet y Chelsea se hicieron
invisibles al instante.
Las chicas no sólo habían notado al par de chicos sino que también reían tontamente
detrás de sus manos ahuecadas y los saludaban. O bien Jay era inconsciente de ello, o
elegía ignorarlas. Mike, por otra parte, no lo hacía. Y no lo hizo. No sólo notó el
interés que atraía, parecía disfrutarlo.
Violet lo reconoció inmediatamente por lo que era: Mike llamaba muchísimo más la
atención que Chelsea.
Violet dejó que Jay la arrastrara a través de la multitud que se congestionaba cerca de
la entrada. Le gustaba saber que le pertenecía solamente a ella mientras todos esos ojos
envidiosos miraban.
Jay volvió la vista hacia donde Chelsea estaba parada en la periferia de tres chicas de la
escuela que charlaban animadamente con Mike.
—Pensé que lo tendría comiendo de la mano para este momento. —Violet arrugó la
nariz, preocupándose por su amiga.
Chelsea los atrapó espiando y Violet le mostró una sonrisa de disculpas. Chelsea puso
los ojos en blanco como respuesta. Estaba enfurruñada mientras se dirigía hacia ellos.
—¿Renunciando tan pronto? —le preguntó Jay a Chelsea, después que la chica detrás
del mostrador tomó su orden.
—¡Ahí lo tienes! —exclamó Violet, empujando a Jay—. ¿Lo viste? ¡De eso es de lo que
estoy hablando! —señaló a la chica dándole las papas, obviamente no se había dado
cuenta que eran para Chelsea—. Sólo ordenaste uno pequeño, y te está dando uno
grande. Probablemente ni siquiera te lo va a cobrar.
—Se habrá confundido, eso es todo. Si te hace sentir mejor, me aseguraré de pagar por
el grande.
—¡Ugh! me rindo. ¡Ese ni siquiera es el punto! Lo está haciendo porque piensa que
eres caliente.
—Estás loca. —Jay se rió de Violet, y la chica detrás del mostrador rió junto con él
mientras depositaba la cesta desbordada de papas fritas. No había forma de que
hubiera escuchado de lo que estaban hablando.
—¿Puedo darle algo más? —ladeó la cabeza a un costado. Parecía como si fuera una
porrista, muy enérgica.
Al menos, no estaba abierta sugerentemente. Alegre y coqueta, Violet podía lidiar con
ello.
—Entonces, ¿te está siguiendo o qué? —preguntó Chelsea, empujando varias papas a
la vez en su boca.
Pero Jay no estaba escuchando. De hecho, Jay ya no estaba más ahí; estaban solo ella
y Chelsea. Jay se había ido con Mike, para poder encontrar una mesa.
—¿Quién?
Y ahí estaba sentado, devolviéndole la mirada a Violet. Podía sentir sus ojos azul
oscuro cortando a través de ella, diseccionándola. Sintió como si se estuviera
desmoronando debajo del peso de su penetrante mirada.
Violet no estaba segura de qué hacer, no estaba segura de cómo se sentía. ¿Era posible
estar quemándose y congelándose al mismo tiempo? ¿O era sólo parálisis?
El chico mirándola no se movió, no hizo nada. Apenas admitía que Violet lo había
descubierto. La tensión más mínima en la esquina de sus ojos revelaba ese momento
de reconocimiento.
Violet miró a Jay y Mike, quienes estaban volviendo, dirigiéndose hacia ella. El temor
le apretó la garganta, y se estremeció.
No le había contado a Jay lo del FBI. O a sus padres. O quizás todavía se sentía
culpable por todo lo que había pasado el año pasado… todo por ella.
Pero Chelsea no notó su mirada de súplica. Mike había regresado, y Chelsea estaba de
nuevo en carrera. Sonriendo, flirteando, encantadora.
La verdadera Chelsea se había ido. Y esas fueron buenas noticias para Violet; su amiga
estaría tan preocupada con Mike para soltar algo sobre el otro día.
—¿Están listos chicos para irnos? —Violet preguntó mientras agarraba el brazo de Jay,
dirigiéndolo hacia la salida.
—Violet, la película no empieza por lo menos hasta dentro de una hora. Encontremos
un lugar para sentarnos para poder terminar de comer.
Violet parpadeó, tratando de pensar en una razón para irse, pero no pudo. Y antes de
que pudiera protestar, Jay, Mike, y Chelsea ya se dirigían a una mesa vacía.
Sus piernas se sintieron inestables mientras se rendía y los seguía. Se detuvo una vez,
para mirar sobre su hombro. Pero el chico ya no estaba sentado en el frente del café.
El corazón de Violet saltó hasta su garganta mientras sus ojos escudriñaban el cuarto.
Había pensado que era paralizante tenerlo sentado allí, mirándola. Pero este
sentimiento era peor: no saber a dónde se había ido, pero sabiendo que aún podría
estar cerca.
Esperaba que hubiera decidió dejarla sola. Pero de algún modo, dudaba de ello.
Violet estaba sentada silenciosamente en la pequeña mesa redonda mientras los otros
comían, hablaban y reían. Afortunadamente el entumecimiento, esa sensación
moribunda que la había tomado cuando miró al oficial de FBI amigo de Sara sentado
allí, se había ido. Había sido reemplazado por algo más, algo más cercano a la
indignación. Violet se sentía como si su espacio personal hubiera sido invadido, su
privacidad violada.
Se sentía más clara ahora. Muy clara, como si un fuerte sentido de consciencia se
hubiese infiltrado en su mente. Su cabeza se deslizaba con preguntas y teorías, dudas y
sospechas. Se preocupaba mientras miraba a los otros clientes, mientras escaneaba
Se sintió mejor cuando estuvo afuera, como si pudiese respirar de nuevo. Ya estaban
en el auto de Jay cuando Mike y Chelsea los alcanzaron. Chelsea dejo de sonreírle a
Mike para fruncirle el ceño a Jay.
Pero fue en ese breve instante, mientras Chelsea no lo estaba mirando, cuando Violet
vio la mirada fugaz en el rostro de Mike cuando observaba a Chelsea. Fue tan rápido
que al menos que alguien lo estuviera mirando directamente, como lo hacía Violet, se
lo habrían perdido. Pero definitivamente estuvo allí.
La esquina de su boca se había doblado hacia arriba, sus ojos brillando ligeramente
mientras la miraba. Y Violet lo supo: A Mike le gustaba Chelsea.
Tan pronto como la mirada de Chelsea volvió hacia él, las mejillas de Mike se
tornaron rosadas y miró hacia otro lado como si ella no existiera. Ni Jay ni Chelsea lo
notaron.
La absurdidad del asunto rompió el humor aprensivo de Violet, no podía dejar de reír
dentro de sí. Chelsea no dejaba de intentar tener la atención de Mike, sin nunca darse
cuenta de que ya la tenía.
Para el momento en que llegaron al teatro, Violet se sentía mucho más como ella
misma. Incluso bromeó con Jay por ser muy selectivo con el sitio donde estacionaria
su precioso auto y se las arregló para encontrar su apetito de nuevo… por palomitas de
maíz y regaliz al menos. Encargó de las dos cosas en el puesto de comida.
—Toma. —Le pasó el pote de palomitas de maíz a Jay—. ¿Por qué no me das mi
boleto y nos encontramos dentro? Necesito usar el baño.
Sabía que no tenía sentido decirle a Chelsea que fuera con ella, porque no tenía
intenciones de apartarse de Mike, ni por unos cortos minutos. En lugar de eso, Jay le
pasó su boleto a Violet y desapareció en el baño.
Dentro, estaba completamente sola, lo que siempre molestaba a Violet. Como siempre,
se preguntaba si gritara, ¿alguien la escucharía sobre el estruendo de los bajos de las
salas de cine? Algún día debía intentarlo, solo para estar segura.
Trató de no pensar en cosas que la harían gritar mientras se apresuraba usando el baño
y lavándose las manos. Y cuando terminó, se apresuró por la puerta, casi golpeando a
una persona esperando en el pasillo.
Violet saltó, y miró fijamente. Y luego reconoció, que gritar se volvía una posibilidad
muy real.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Violet al chico frente a ella, levantando su
barbilla—. ¿Me estás siguiendo o algo? Y no me digas que es una coincidencia que los
dos estemos aquí al mismo tiempo. Te vi en Java Hut.
Parpadeó.
—¿Así que ella te envió? —Violet enderezó sus hombros. No dejaría que notara cuanto
le afectaba la mención de Sara Priest.
—No exactamente. Pero estaba esperando que quizás tú estuvieras más dispuesta a
hablar si yo venía en su lugar. Tienes que devolverle las llamadas eventualmente.
El coraje de Violet disminuyó. Por varios días había estado ignorando los mensajes de
Sara Priest, cada uno de ellos recordándole a Violet que era un asunto urgente.
—Vamos, Violet, esto es serio. —Escuchar su nombre en sus labios la hizo pausar, y
de repente, tenía su atención—. No puedes sólo ignorar esto y esperar a que se vaya.
Sara tiene un trabajo que hacer, y esta seria en cuanto al asunto. Y te guste o no, te
incluye a ti.
—No estoy segura de que puedo decirle que ella ya no sepa, —mintió Violet, dando un
paso hacia atrás. Había mucho que Sara no sabía sobre ella, y que Violet no tenía
intenciones de confesar.
—La cosa es, que no estás en posición de decidir, —su cara se suavizó, solo un poco—
. Te prometo que se vuelve fácil. —Se movió más cerca de ella—. Sólo tienes que
aprender a confiar en alguien.
Una puerta cercana se abrió suavemente, como un susurro, pero Violet no miró. ¿Qué
estaba tratando de decirle? Que él sabía lo que significaba ser… ¿diferente? ¿O qué
debía confiar en él?
El chico frunció el ceño mientras se quitaba el cabello de los ojos, y luego le pasó a
Violet otra de las tarjetas de negocios de Sara mientras la estudiaba.
—Solo llámala Violet. Por favor. Nunca sabes, quizás si ayudas a Sara, te podría
ayudar a ti. —Luego le pasó algo más, un trozo de papel con un número de teléfono y
un nombre ―Rafe‖ escrito en bolígrafo—. Si estás más cómoda hablando conmigo,
llámame en su lugar. —Explicó, sus ojos buscando los de ella—. Créeme, se cuán
espeluznante puede ser esto.
Así que cuando él se volteó para irse, Violet se quedó dónde estaba, en la oscuridad del
pasillo, y lo vio partir.
Cerró sus ojos, preguntándose exactamente qué era lo que él pensaba que podía hacer
Sara para ayudarla. Muchos segundos pasaron antes de abrirlos de nuevo, sólo para
asegurarse que realmente se había ido.
No estaba sola.
Violet se quedó sin palabras ante su mirada acusatoria, y se preguntó si era real o era
su propia culpa la que estaba sintiendo.
Finalmente, cuando Violet perdió la pista de cuánto tiempo habían estado parados allí,
él volteo y regresó sin esperarla.
Se escapó al baño una vez más para lavarse el rostro —y lavar algo de la culpa que
sentía por ocultarle cosas a Jay—.
¿Por qué no podía hablar con él? ¿Por qué se estaba guardando tantos secretos?
Violet dio un paso hacia las sombras del cine y busco a sus amigos. Cuando los
encontró, se hizo camino hasta donde estaban sentados, evitando algunos pies y
rodillas, y tratando de no patear potes de palomitas y bebidas.
Jay no miró cuando pasó frente a él y se sentó en un puesto libre. Pero estaba aliviada
y sorprendida cuando sintió su brazo sobre sus hombros. Sabía que estaba molesto con
ella —lo había visto en su rostro cuando estaban en el corredor— así que su toque fue
confortante, afirmante. Era muy Jay.
—No puedes seguir ocultando cosas para siempre. Eventualmente tendrás que decirme
que está sucediendo.
Violet alejó las lágrimas y asintió contra sus labios cálidos. Él se recostó de nuevo en el
asiento y continuó mirando la película.
V
iolet se acercó vacilante a la comisaría de policía. Había estado allí decenas,
quizá cientos de veces antes. Su tío Stephen era el jefe de la policía en Buckley,
por lo que habría sido un lugar difícil para ella evitar. Sin embargo, sus pasos
eran lentos.
Caminó a través de la puerta principal, esperando que el lugar estuviera vacío en una
tarde de domingo. O con la esperanza, de que lo estuviera de todos modos.
En cambio, había casi tanta actividad en un fin de semana, como durante la semana.
Se encontró con varias caras conocidas y algunas también poco identificables, el tipo
de visitas que la aplicación de la ley llevaba a cabo a veces. Entre ellos, el gusto picante
de los dientes de león le indicó de inmediato que pertenecía a su tío.
—Hola, tío Stephen —dijo Violet, cuando lo vio—. Tía Kat me dijo que estabas aquí.
Espero que este bien que pasara por aquí.
—Muy bien, ¿qué pasa? Odias a venir aquí. —Se sentó detrás del escritorio.
—Yo no lo odio…
La detuvo.
—No me digas eso. Lo odias, y lo sabes. ¿Entonces por qué estás aquí?
Quería decirle, que para hablar con él acerca de todo lo que había sucedido… el chico
en el paseo marítimo, el gato muerto que había encontrado en su jardín, las visitas de
Sara Priest y Rafe. Esas eran las razones por las que había venido. Necesitaba su
ayuda, su consejo. Pero ahora que estaba sentada frente a él, mirándolo a los ojos, no
podía hacerlo.
Él era el sheriff, sí, pero también era hermano de su padre. Y gracias a ella, ahora lleva
la impronta del asesinato, justificado o no.
—Quería ver si podía recoger algunas de las insignias de etiquetas que les das a los
niños. Me gustaría darle a Jay un momento difícil con tu pequeño hombre aplastante
en ti.
—Eres terrible, Vi. Actúas más como tu tía Kat todos los días. ¿Te ha estado dando
clases? —Pero ya estaba alcanzando el cajón de su escritorio y sacó un montón de
pegatinas de papel de aluminio. Las dejo caer encima de la mesa—. ¿Cómo es que
nunca va a dejar de estar tan nervioso alrededor de mí si no dejas de burlarte de él?
—Dale tiempo, tío Stephen, va a relajarse. No está más que agradecido, eso es todo. —
Deslizó las pegatinas en su bolsillo de la chaqueta, sintiéndose como una cobarde.
No se molestó en decirle a su tío, de nuevo, que estaba tan agradecida como Jay,
porque él ya lo sabía. Nunca podría pagarle.
—Bueno, gracias por estas. —Señalo a su bolsillo, tratando de pensar en algo más que
decir, algo que le impidiera sentirse tan incómoda—. Creo que voy a dejar que vuelvas
a trabajar.
Violet lo miró, sabiendo que sospechaba que había venido para algo más que las
pegatinas. Y tenía el mal presentimiento de que no había sido capaz de confiar en él.
Después de dos rings, la llamada fue contestada, y Violet habló, su voz sonaba débil,
pero resignada.
—Está es Violet Ambrose —dijo a la persona en el otro extremo—. Creo que tenemos
que hablar.
Violet estaba fuera de su cementerio privado, las primeras estrellas atravesaban el cielo
negro. Las maderas más allá se habían convertido en una colección de sombras, un
collage de carbones y grises. Se estremeció, pero no del frío. Su abrigo era lo bastante
caliente, sus dudas eran las que la atormentaban ahora.
Estudió los marcadores hechos a mano, lápidas que cubrían el suelo ante ella. ¿Por qué
algunos cuerpos, como éstos, al igual que la chica del año pasado y el chico del paseo
marítimo. ¿La llamarón a ella por sobre otros como ella? ¿Por qué algunos cuerpos
necesitan ser descubiertos en tan mal estado que le causaban un dolor físico?
Violet tenía sus sospechas, especulaciones en realidad, que tenían algo que ver con la
brutalidad de sus muertes. Sobre la vida sin terminar. Y al parecer, hasta ahora de
todos modos, los cuerpos humanos la golpeaban más que los animales.
Pero no tenía manera de saber a ciencia cierta, no parece haber ningunas reglas fuertes
y rápidas. Hasta ahora todo lo que tenía eran conjeturas y teorías.
Todavía estaba enojada porque no había tenido el coraje de hablar con su tío en la
actualidad. Debería haberle contado todo, odiaba mantener tantos secretos. Pero
odiaría más si su familia, y Jay, tenían que preocuparse por ella de la manera que lo
hacían antes, cuando un asesino la había cazado. No podría soportar causar de nuevo
ese tipo de dolor.
No, decidió. Se ocuparía de esto por su cuenta, al menos mientras aún era manejable.
El cuerpo del chico había sido recuperado, no había nada más que pudiera hacer por
él.
El gato muerto era inquietante y amenazador, pero hasta el momento era el único
mensaje que había recibido. Tal vez era sólo una travesura trenzada.
Y Sara Priest era una mujer del FBI que quería hablar con Violet. Hablar. Podía
hacerlo sin sus padres, sosteniendo su mano, ¿verdad?
Entonces, ¿por qué se sentía tan culpable por no decirles? ¿Por qué sus secretos se
sentían más como mentiras?
Luego estaba Rafe. Sabía que Jay estaba molesto todavía con ella por no explicar
quién era después de que había aparecido en el teatro la noche anterior, ¿por qué otra
cosa no la había llamado mientras estaba en el trabajo hoy? Él siempre la llama.
Sopló sobre sus dedos congelados mientras se alejaba de su cementerio, con los pies en
la hierba haciendo crujir el hielo en escarcha.
Esperaba que, pasado mañana, tuviera algunas de las respuestas que estaba buscando.
E
l estómago de Violet se retorció en un nudo cuando entró en el ascensor del
garaje del estacionamiento. Este era el tipo de lugar que podría dar a una chica
pesadillas. Por lo menos, al tipo de chica que podía sentir las huellas de los que
habían matado alguna vez. Esta era exactamente la clase de lugar que Violet
normalmente evitaba; los hospitales, morgues y comisarías de policía. Incluso las
tiendas específicamente para cazadores.
Y las oficinas del FBI estaban sobre el terreno. No es que ella tuviera muchas opciones
sobre esto. Violet tenía la impresión de que el FBI Sara no tenía la intención de dejarlo.
Hasta ahora, todo bien, pensó Violet, cuando sus sentidos se mantuvieron intactos. Los
guardias de seguridad, obviamente, nunca había tenido que abatir a nadie. Por lo
menos nadie que hubiera muerto. Violet se burlaba de sí misma en secreto por ser un
bebé. Con un poco de suerte, estaría dentro y fuera de aquí en poco tiempo. Ella podía
hacer esto.
El edificio del centro era básicamente lo que Violet se había imaginado. Había visto
bastantes películas de acción para tener una idea en mente, y este lugar cumplía más o
menos con los requisitos. Tal vez un poco más estéril de lo que había esperado, y un
poco más moderado y pacífico, pero por lo demás, era muy gubernamental.
Desafortunadamente ninguna de estas observaciones hacía a Violet sentir mejor. Una
vez que mostró su identificación y pasó a través de la seguridad, uno de los guardias
llamó a Sara Priest para hacerle saber que Violet había llegado.
—Me alegro de que hayas podido venir. —Y omitió charla alguna mientras Sara
llevaba a Violet en silencio por uno de los pasillos últimos de las oficinas y cubículos.
Las oficinas que habían sido como los de cualquier otro edificio, tranquilo y aburrido,
eso era lo que Violet ponía en su cabeza para estar allí.
—¿Puedo ofrecerte algo de beber? —preguntó Sara, sugiriendo con su voz que estaba
haciendo un esfuerzo, al menos, por ser cortés.
Pero Violet estaba enojada por haber sido intimidada para ir y había decidido tomar un
enfoque diferente. Algo menos de civil. Negó con la cabeza, obstinadamente cruzando
los brazos delante de ella.
Sara ocupó el asiento al otro lado de Violet. Cuando se sentó, la chaqueta se abrió y
alcanzó a ver su arma, enfundada en una correa de cuero que llevaba. Al ver el arma,
Violet resolvió.
Esto no era juego, el arma se lo recordó, hacer pucheros no iba a hacer esto más fácil.
Violet descruzó los brazos.
—De hecho, su declaración es sólo una formalidad que probablemente será archivada
y olvidada. —Ella se inclinó hacia adelante y luego, entrecerró los ojos mientras
miraba a Violet de cerca—. A mí, sin embargo, me fascina.
—¿En serio? —Violet aclaró su garganta, haciendo todo lo posible para sonar
indiferente.
Sara asintió con la cabeza y se echó hacia atrás, cruzando los brazos casualmente.
El corazón de Violet se estrelló contra su caja torácica. ¿Qué era exactamente lo que se
cree que sabía? ¿Cómo iba a saber nada en absoluto?
¿Por qué esta frase comenzaba a sonar tan familiar? Sentía como cada vez que estaba
con esta mujer, estaba repitiendo las mismas palabras exactas.
Violet apretó los puños con fuerza por debajo de la mesa se inclinó hacia delante.
Tratando de parecer confusa. Deseaba que hubiera premios en la vida real en calidad
actuaciones, porque pensaba que estaba haciendo un buen trabajo.
—¿Cómo qué? —suspiró ella, tratando de imitar las expresiones en blanco que había
visto en el rostro de Claire tantas veces antes. Sólo que en Claire era de verdad.
Sara hizo una pausa, y hubo un momento incómodo en el que Violet pensó que la
mujer podría ser la segunda en sacar las mismas conclusiones que ella. A continuación,
Violet, vio como la incertidumbre cambiaba a otra cosa. Una nueva táctica.
—Muy bien. Veo que no estás del todo cómoda hablando de esto. —La voz de Sara
era repentinamente suave, demasiado suave, lo que provocó que Violet se hiciera
incluso más cauta—. Está claro que hemos empezado con mal pie.
Violet interrumpió con un sonido que era mitad risa, mitad gruñido.
Sara se detuvo y miró a Violet. Después, la esquina de su labio se marcó con una
sonrisa. Una sonrisa real. Sara suspiró mientras tiraba de su chaqueta, arrojándola al
respaldo de la silla. Ella negó con la cabeza, mirando de nuevo a Violet.
—¿Qué tal si empezamos de nuevo? ¿Por qué no te digo un poco acerca de mí? —Su
tono estaba más cerca de ser auténtico, cercano a la sinceridad—. ¿Seguro que no
quieres un poco de agua o algo así?
—Estoy bien —respondió Violet nuevo. A pesar de que se sentía tranquila, sólo quería
acabar con esto.
—Soy una ex agente del FBI que ahora actúa como consultora para ellos. De vez en
cuando, junto con otros organismos también. Soy lo que llaman un generador de
perfiles, un psicólogo forense. Lo que básicamente significa que trato de entrar en la
mente del chico malo. En este caso particular, me llamaron casi de inmediato para
ayudar a localizar al secuestrador, el hombre que había tomado el niño que tú…
descubriste. —Ella cruzó la palabra de forma rápida y siguió hablando—. Es mi
trabajo averiguar qué clase de persona haría algo como esto y por qué. Y, con suerte,
evitar que vuelva a suceder.
Violet estaba confundida. Ella entendía las palabras, pero había algo que ella no
entendía, algo importante. Y no pensaba que fuera algo que podía pasar por alto.
—No siempre. En este momento lo hago, al menos por el momento. Pero a veces es el
DP de Seattle o en otro departamento de policía. En raras ocasiones, incluso trabajo de
investigadora privada o fiscal. Pero sobre todo es el FBI.
Violet no estaba segura de lo que esto significaba, pero de alguna manera parecía
importante. Sara Priest no era una agente del FBI. Eso cambiaba todo, ¿verdad?
—¿Así es que por qué no pediste permiso a mis padres para interrogarme?¿Significa
eso que no tenía que venir en primer lugar?
Violet todavía no estaba segura, pero ya estaba allí, y una parte de ella quería saber
dónde había resbalado, que había hecho para despertar sospechas sobre su capacidad.
—Claro.
—¿Por qué preguntaste por mi amigo Mike Russo ese día en el estacionamiento?
Sara no dudó, y ella no tenía necesidad de recordárselo, ella sabía de lo que Violet
estaba hablando.
—Pensé que lo conocía de un caso en el que trabajé hace unos dos años, mientras yo
seguía con la Bureau.3 Yo… tuve que consultarlo cuando volví, pero yo estaba en lo
cierto. Era él.
—¿Qué caso?
—¿Y nunca la encontró? —Violet estaba segura de que ya sabía la respuesta. Recordó
a Chelsea diciendo que Mike y Megan vivían con su padre, ella nunca mencionó a su
madre.
—No. Hubo una breve investigación, pero el esposo siempre creyó que sólo se fue. Él
dijo que estaba bajo mucha presión y que no creía que pudiese seguir haciendo frente.
Yo nunca estuve completamente convencida, sin embargo. Había un abusivo ex-
marido que aún estaba en imagen, apareciendo en su trabajo, tratando de recuperarla,
aunque hubieran pasado años después de su divorcio. Nunca pude obtener una buena
lectura de él, pero al final no había pruebas suficientes, por lo que nunca pude
acusarlo.
3
Oficina Federal de Investigación, la principal agencia del orden público interno en los Estados
Unidos.
—Nada, que yo sepa. Eran unos niños, nunca hubo una razón para que participaran,
sobre todo porque la investigación sobre el ex no iba a ninguna parte. Les pregunté
brevemente, pero dudo que alguna vez supieran que se sospechaba que fue un crimen.
—Miró a Violet—. Sin embargo, me gustaría saberlo a ciencia cierta.
Esa sensación desagradable estaba de vuelta, la sensación de que Sara estaba pidiendo
algún tipo de admisión de Violet, y ella se retiraba, alejándose. No estaba preparada
para eso. Aún no, de todos modos. Sara debió de darse cuenta, y rápidamente cambió
de tema.
—Como decía antes, a veces, como parte de mi trabajo, me encuentro con personas
llamando dando un soplo, por diversas razones. Por lo general, no van a ninguna
parte, la gente ve lo que quiere ver. Sobre todo, lo que quieren es ser útiles, pero en el
proceso una gran cantidad de mano de obra se pierde. Pero algunos soplos demuestran
ser muy valiosos. —Sara asintió con la cabeza a Violet—. Gracias, por cierto. A veces
el no saber es la parte más difícil para las familias. Se le dio a la familia de ese
muchacho el cierre que se merecían.
—Sé que no confías en mí, y eso está bien. No he dado ninguna razón para que lo
hagas, y me disculpo por eso. Pero mis motivaciones para realizar el seguimiento, para
tratar de hablar contigo, son buenas. —Se inclinó de nuevo hacia delante, sus ojos de
águila eran fuertes ahora, y ella tenía a Violet en la mira.
—Yo trabajo con ciertas personas, Violet. Personas con talentos… inusuales, se podría
decir. Aptitudes no convencionales que pueden considerarse por algunos como
extremos, tal vez incluso peculiares. Algunos de mis colegas piensan que es un montón
de mierda, pero he visto que funciona. He visto a estas personas en acción. —Esperó
un momento antes de continuar—. Yo podría entender que alguien, con una forma
alternativa de ver el mundo, quiera mantenerlo para sí misma, por cualquier razón.
Razones, tal vez, que sólo ella entiende.
El suave clic de la puerta las interrumpió, y Violet estaba agradecida por la intrusión.
Sus puños se apretaron con fuerza en su regazo, haciendo sudar las palmas. Ella no
sabía por qué, pero se sorprendió cuando vio quien estaba allí.
Rafe metió la cabeza dentro, mientras hablaba en voz baja con Sara.
Si Violet pensó que parecía fuera de lugar en el campus de su escuela, que no era nada
comparado con lo extraño que parecía en el mundo almidonado de las oficinas locales
del FBI.
—Danos un minuto —respondió Sara, y una mirada en silencio pasó entre ellos,
dejando a Violet con la impresión de que se entendían con facilidad, con muy pocas
palabras. Él ni siquiera miró a Violet antes de cerrar la puerta.
Violet asintió con la cabeza. Ella entendía perfectamente, tanto lo dicho como las
consecuencias no declaradas. Sara le decía que sabía que Violet era especial. Que ella
sabía que Violet había encontrado de alguna manera a ese chico, de una manera que
nadie más podía haberlo encontrarlo. O al menos, después de lo que Sara había
insinuado, que sólo muy pocos más podrían haber hecho.
Pero Violet sólo estaba dispuesta a reconocer la importancia superficial de las palabras
de Sara. Violet sentía como si estuviera de pie sobre un precipicio estrecho, en tenue
equilibrio al borde de la admisión. Y ella se negaba a dar ese salto.
Violet siguió los pasos mientras Sara sostenía la puerta abierta. Ella tenía sus reservas
acerca de ir al pasillo de nuevo, donde la saturación de las huellas parecía ser la más
fuerte. Afortunadamente no tuvieron que ir muy lejos y se deslizaron a través de otra
puerta a pocos pasos de distancia. Rafe ya estaba allí, esperando. Sus ojos azules
encontraron brevemente los de Violet, investigándola, haciendo que su inquietud
saliera de nuevo.
Se preguntó qué era lo que ella veía en su expresión. ¿Preocupación? O tal vez era
curiosidad. Tal vez ella era una rareza para ser examinada. Violet desvió la mirada
antes de que ella tuviera la oportunidad de interpretarlo, aislándose a sí misma de la
incomodidad que su breve mirada le causó. Y a continuación, Rafe se trasladó
discretamente a la esquina de la sala, haciéndose lo más discreto posible. Parecía
cómodo allí, observando sin hacer ruido, y con todo lo que estaba sucediendo, Violet
se encontró a sí misma olvidando su presencia oscura casi de inmediato.
Esta habitación era diferente de la que ellas acababan de estar, aunque ella la
reconoció de inmediato. No por experiencia personal, sino por la televisión y las
películas. Era una sala de inspección. El tipo de habitación con vidrio en un solo
sentido en la cual la policía utilizaba para los carteles. El espacio donde ellos estaban
parados era pequeño. Más pequeño de lo que ella habría esperado. Y era oscuro. La
habitación al otro lado del cristal, que ella podía ver claramente, era más grande y bien
iluminada.
La cabeza de Violet comenzó a palpitar de nuevo, esta vez por la anticipación. Tenía
miedo de lo que esto significaba, su presencia aquí en esta sala. No creía que ella
estuviera lista para lo que Sara tenía en mente. Su pecho se apretó y su respiración se
volvió superficial.
—Intenta relajarte, Violet —suplicó ella con una voz que era mucho más suave
ahora—. Esto sólo llevará un segundo. Tenemos una persona de interés en el asesinato
del niño en el paseo marítimo. Basta con mirarle. Dinos si notas... algo sobre él.
Violet no podía. Ella no lo haría. Ella negó con la cabeza, pero ella no podía poner en
palabras su negativa.
Cuando Violet no se opuso, o mejor dicho, no pudo objetar, Sara asintió con la cabeza
sin decir palabra hacia Rafe. Él salió de la habitación, y en cuestión de segundos, cinco
hombres fueron escoltados hacia el espacio iluminado del otro lado del cristal.
Violet se estremeció.
Violet se congeló, sus ojos pasando a través de los rostros de los desconocidos. Varios
de los hombres llevaban huellas, algunos más que uno sola. Ella podía ver las llamas
acariciando la piel de un hombre, el calor brillando por encima de él. El sabor de
monedas de cobre llenaba su boca, justo como otra cosa, algo amargo que no podía
identificar. E incluso a través del cristal, podía oír varios sonidos entrelazándose: las
alas de un pájaro batiéndose frenéticamente, el motor ahogado de un camión grande,
un niño llorando.
Los estímulos eran demasiados, y Violet no podía distinguir una cara de la siguiente.
Finalmente no pudo filtrar una huella de otra. Todos ellas estaban distorsionadas,
hechas un lío.
—¿Puedes decirme algo? —Sara sonaba muy lejos ahora, como si estuviera al final de
un túnel. Violet esperaba que ella no estuviera a punto de desmayarse.
Ella negó con la cabeza. Se sentía como si fuera a separarse de la presión creciente
detrás de su cráneo frágil. Sus ojos miraban nerviosamente de una cara a la siguiente.
Sara agarró los hombros de Violet. El toque fue como una sacudida para Violet,
haciéndola salir de las borrosas huellas que la asaltaban e incluso los rostros borrosos a
los que se enfrentaba. Ella se permitió ser alejada del cristal.
—Sé lo que te pasó el año pasado —la consoló Sara—. Y sé que estás asustada. Pero
no tienes que estarlo, Violet, te lo prometo. Estás completamente segura aquí. Ellos no
pueden verte.
—Sólo dime esto... —rogó Sara, la derrota evidente en sus palabras—. ¿Está él ahí
dentro?
Violet miró hacia atrás, realmente sin mirar. Ella estaba tratando de encontrar algo a
través de la colección entremezclada de sensaciones. Ella trató de buscar un sonido
único y solitario, de entre los demás.
No estaba allí.
Violet se quedó en el cuarto de baño por más tiempo de lo que ella necesitaba.
El interior era fresco, y dentro de sus paredes aisladas se sentía más segura. Más
tranquila. Ella estaba agradecida de que lo hubiera hecho a tiempo, antes de que ella
realmente lo hubiera planteado. Sara le había dejado sola, y aunque hubo varios
puestos, nunca fue molestada por nadie más.
Violet se inclinó sobre el fregadero y mantuvo agua fría en su boca, haciendo gárgaras
y luego escupió en el cuenco de porcelana. Ella se salpicó más agua en la cara,
¿Qué hay de malo en mí?, se preguntó. ¿Por qué estoy tan aliviada de que él no estuviera allí,
en el cartel?
Ella sabía por qué. Ella no estaba lista para enfrentarse a él. No quería saber quién era.
O lo que era.
Esperó durante tanto tiempo como pudo, más allá del momento en que era extraño
que ella todavía estuviera allí, antes de forzarse a sí misma a salir de nuevo. Rafe la
estaba esperando, parecía aliviado, y Violet tenía la sensación de que había estado de
pie allí, custodiando la puerta, todo el tiempo.
Violet miró a los alrededores del pasillo, preguntándose por qué estaban solos ahora.
—Sara tenía que irse —respondió Rafe antes de que Violet pudiera preguntar. Y luego
le entregó a Violet dos carpetas manila de archivos antes de llevarla a los ascensores.
—Ella me pidió que te los diera para que pensaras en lo que ella dijo.
Pero Rafe los sostuvo en alto hasta que finalmente los cogió.
—No tienes que hacerlo de inmediato, Violet. Sólo tienes que echarles un vistazo
cuando te sientas bien para hacerlo.
Sus ojos oscuros sostuvieron los suyos, y Violet sintió la misma sensación persistente
que la había incomodado cuando ella había estado a solas con él en el teatro... la
sensación de que había algún secreto compartido entre ellos. Un secreto que ninguno
de los dos estaba dispuesto a reconocer.
Un hombre con un traje pasó junto a ellos en el pasillo y Violet lo vio alejarse. Ella lo
conocía de alguna parte, pero no pudo ubicarlo. Ella ignoró el sentido efímero de déjà
vu, demasiado fatigada por todo lo que había sucedido para darle más que un
pensamiento pasajero.
Las palabras habría sido poco interesantes para Violet si ellas no hubieran estado
rodeadas por algo más: las impresiones inequívocas que se cernían en torno a sus
palabras, en torno a sus voces... alrededor de ellos.
Huellas.
Ella miró a su alrededor, a sus rostros, mientras les pasaba; recordándose a sí misma
mantenerse firme sobre sus pies, tratando de concentrarse en sus pasos para no
tropezar. Sus trajes estaban fuera de lugar para ella. Ella los volvió a vestir en su
cabeza. Chaquetas de franela. Camisetas. Vaqueros azules desteñidos. En su mente,
añadió al hombre del pasillo, el único que se había alejado de su camino.
Eran ellos. Los hombres del cartel. Agentes del FBI. Todos ellos.
Entonces, ¿había sido todo una broma? ¿Un truco? ¿Una prueba? Se preguntó si la
reconocían. Si sabían quién era ella.
Ella miró hacia ellos una vez más mientras alcanzaba su coche. Ellos no parecían
notarla. Sus manos temblaban mientras ella entraba y se abrochaba el cinturón de
seguridad. Puso en marcha su coche y condujo desde el edificio sin prestar atención de
adónde se dirigía. Todas las calles del centro se veían igual para ella.
¿La había provocado Sara para ver si ella, realmente, podía hacer lo que ella sospecha?
¿Había pasado Violet la prueba? ¿La suspendió? Violet apretó sus dientes, sintiéndose
enojada y traicionada, pero sin comprender realmente por qué. A ella no debería
importarle lo que Sara pensara que ella podía o no podía hacer. Y ella estaba
malditamente segura de que no era un conejillo de indias con el que experimentar.
“Pérdida de tiempo.”
Mierda. Es una mierda, pensó ella con furia. Por lo menos ellos no creían nada de eso.
Tal vez Sara tampoco. Violet se incorporó y se limpió la boca con su manga,
escupiendo una vez más para tratar de deshacerse del mal sabor que se aferraba a su
lengua.
A menos que...
V
iolet rebuscó en el refrigerador buscando algo para comer mientras trataba de
olvidar lo que había pasado en las oficinas del FBI esa tarde. Trataba de no
pensar en las cosas que había dicho y las que no. Ella forcejeó para ignorar lo
que había sentido y oído en el estacionamiento. Pero lo más importante de todo, ella
hacía lo mejor tratando de ignorar las ideas que Sara había plantado en su cabeza.
Su mamá interrumpió su intento de hurgar para hacer una comida cuando apareció
detrás de Violet, tratando de ver por encima de su hombro. Ella no mencionó la hora o
que Violet no había llamado para decir donde estaba o cuando estaría en casa, algo
que Violet apreciaba más de lo que posiblemente pudiera expresar.
Violet esperó a ver que estaba sucediendo. Su madre no era exactamente… doméstica.
Y cocinar calificaba cercanamente al final de sus débiles habilidades del hogar. Pero
ella sorprendió a Violet, emergiendo del refrigerador con huevos y tocino.
Desayuno para la comida había sido una de sus comidas preferidas desde que era una
niña pequeña. Pancakes, huevos, tostadas francesas… a veces el cereal sabía mejor
cuando era servido en el opuesto del día.
Su madre la echó, igual que cuando era chiquita y siempre por debajo de los pies.
Eso es una modestia, pensó Violet mientras jalaba una silla, poniendo una mano en su
barbilla.
—En verdad, mamá, podría serlo. Sigo viviendo aquí, ¿lo sabías?
Su mamá le tiró una tolla de mano y luego empezó a buscar en los gabinetes, luciendo
perdida en su propia cocina. Violet miró, sonriendo para sí misma mientras su mamá
lucía más y más frustrada, buscando en otra y vez en los gabinetes. Finalmente Violet
decidió ayudarla.
Su madre paró de buscar en los gabinetes y dejo caer sus manos a sus costados
derrotada.
Violet no era creativa, al menos no en la forma en que su mamá lo era. Ella tenía una
habilidad diferente. Una que, al parecer, el FBI había usado… o al menos un
consultante del FBI la había usado.
Ella guió sus pensamientos lejos cuando su madre puso el inmenso plato de huevos
revueltos, tocino y tostadas en frente de ella. Era gracioso como algo tan simple como
su comida de infancia podía hacer sentir todo… tan bien otra vez.
Ella comió con prisa, no porque tuviera que ir a alguna parte sino porque cada
mordida hacía sentir su estómago más estable. Durante su manejada de vuelta a casa,
las náuseas habían sido reemplazadas por la incómoda sensación de vacío. Como si
hubiera un vacío en el lugar donde debía estar su estómago.
Violet no se había dado cuenta de cuánto se había perdido en sus pensamientos hasta
que oyó la voz de su mamá y se dio cuenta de que ella estaba sentada a su lado.
—No hay problema, pero eso es no lo que quería decir. Quiero decir, ¿está todo bien?
¿Tú estás bien? Pareces molesta. —Su mamá levantó una mano y tocó una mecha de
pelo de Violet, enredando un rizo en su dedo y luego soltándolo. Su mirada era de
comprensión, invitándola. Había pasado mucho tiempo desde que Violet se había
abierto a alguien.
Pero, ¿qué esperaba ella? Ella debió haber sabido que su mamá podía ver a través de
ella. Su mamá siempre parecía saber cuando algo la estaba molestando. Violet suspiró,
pensando que si se encogería de hombros, sus preocupaciones se enterrarían, pero en
vez de eso ella se escuchó preguntando.
—¿Por qué siempre ha sido un secreto? —Ella no estaba segura de que su pregunta
tuviera sentido, ella explicó—: ¿Tú sabes… la cosa… que yo hago con los cuerpos?
¿Por qué papá y tú siempre lo han hecho tan secreto?
—¿En serio?
—En serio. Estoy sorprendida que no lo hubieras preguntado antes. Pensé que el año
pasado, cuando todo pasó, querrías hablar de eso. Pero nunca lo hiciste. Siempre has
sido tan fuerte, tratando de guardar los sentimientos para ti. —Ella sonrió
pensativamente hacia su hija—. Me alegro de que quieras hablar ahora.
Violet pensó sobre eso. No era exactamente lo que ella esperaba oír. Por alguna razón,
ella siempre había pensado que se suponía que se guardaría el secreto para ella.
—¿La abuela le dijo a alguien? —Estaba repentinamente curiosa por como los otro que
habían estado antes de ella manejaban esta heredada habilidad. Ella sabía que su
abuela, al menos, había compartido el mismo talento.
—Tu abuela le contó a todos lo que oían y algunos que no. Una vez me contó que
cuanto era pequeña su profesora la mandó a su casa por contar historias sobre
encontrar animales muertos. Por supuesto, tu abuela nunca encontró un cuerpo
humano. —Extendió su mano y apretó la mejilla de su hija.
—Lo que sea. —Dijo entre dientes Violet, mofándose de la idea de que de alguna
manera ella había sido bendecida por la buena fortuna de localizar la presa descartada
por otros. Pero luego pensó en la bizarra tarde en las oficinas del FBI—. Así que, ¿le
dirías a alguien, si fueras yo?
—Yo pensaría porque lo estaba haciendo, si hubiera algún propósito en que alguien
más lo supiera y luego haría lo que me corazón me dijera que es correcto. —Su mamá
respondió mientras dejaba los platos en el fregadero. Ella guiñó en dirección a Violet—
. Sé una cosa, cariño. Sé, sin duda alguna, que tomarás la decisión correcta, cualquiera
que sea lo que decidas hacer.
Y luego salió de la cocina, dejando a Violet con más preguntas que antes. De algún
modo, ella esperaba que su madre confirmara lo que siempre había creído: que era un
secreto. Y eso debería permanecer así. En cambio su cabeza se tambaleaba con las
nuevas posibilidades. Acerca de decirle a alguien nuevo. Sobre ayudar al FBI. Acerca
de ayudar a rastrear a los asesinos a propósito. Eso era mucho para una niña
considerar. Y por ahora, al menos, era una tarea de la cual estaba física y
emocionalmente agotada para preocuparse por eso. Apagó las luces y se dirigió a su
dormitorio.
Sabía lo que Sara esperaba, por supuesto, lo que pensaba que Violet podía hacer con
una pila de fotografías y reportes policiales. Ella pensaba que Violet era una clase de
116 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
psíquica. Sara pensaba que Violet podía ser capaz de resolver los misterios con solo
pasar sus manos por encima de la evidencia que ellos habían reunido.
Violet agarró uno de los dos archivos, el del caso del niño pequeño. Ella miró una
fotografía de su cara. Ella pasó sus huellas por la imagen, trazando las líneas de su
pequeña boca, preguntándose cómo alguien podía hacerle daño a un niño. Violet sintió
una oscura puñalada de dolor en su pecho. Él era tan pequeño, tan inocente.
Dentro había una foto de una mujer. De acuerdo con el archivo, su nombre era Serena
Russo, la mamá de Mike. La fotografía no era actual; incluso había sido fechada dos
años atrás, como si hubiera sido sacada de un marco que estaba en la casa de la
familia. Estaba descolorida y la ropa estaba pasada de moda pero ella estaba
sonriendo. Ella estaba feliz cuando la foto fue tomada. Había otras dos fotos en la
carpeta, ambas de crímenes más viejos que la desaparición de Selena Russo. Ambas
habían sido tomadas después de que su primer marido abusara de ella. En ellas, su
cara estaba amoreteada, sus ojos hinchados, sus labios sangrando. Violet dejó las fotos
de la señora herida, incapaz de mirar por mucho tiempo.
Sus pelos se erizaron mientras veía miraba la foto policial del hombre responsable. Ella
miró el nombre: Roger Hartman. Miró casualmente la dirección y se sobresaltó al ver
que era a solo media hora de donde ella vivía. Violet pudo entender porque Sara creía
que este hombre podía ser el responsable de la desaparición de la mujer, y se preguntó
qué era lo que Sara realmente sospechaba. ¿Ella pensaba que la mamá de Mike estaba
muerta? ¿Qué había sido asesinada por su ex marido? Parecía injusto que él estuviera
por ahí como si nada hubiera cambiado, cuando la familia Russo había sido
desgarrada.
De repente, Violet se sentía mal por no poder ayudar, mal porque no podía hacer nada
para llenar el vacío que Mike y su hermana debían sentir en el despertar de la ausencia
de su madre. Para aligerar la carga que su padre debe cargar sin su esposa. El no saber,
como Sara lo había descrito. Ella cerró el archivo y luego los metió en su mochila.
Violet deseó poder ayudar, deseó que pudiera hacer algo para darle a familia de Mike
un poco de cierre de su cuenta.
E
lla odiaba el sonido tintineante de una botella. Nunca era un buen sonido, especialmente
en la oscuridad de la noche.
Sola, en la oscuridad de su cuarto, quiso gritar. Sintió como si pudiera ahogarse en la voz que
sostuvo dentro mientras su garganta dolía por liberarse.
Escuchaba mientras sus pesadas botas se arrastraban por el piso de la sala de estar, preguntándose
por millonésima vez porque tenía que haber sido su madre quien se fue en vez de él. ¿Por qué no
podría haber sido él quien abandono a su familia?
Casi peor que el sonido de la botella, sin embargo, era el temor que aumentaba en su interior
durante esos momentos antes de que él viniera a casa del trabajo cada noche, mientras ella
esperaba que hombre sería, cuál padre caminaría a través de la puerta al final del día. Porque ella
estaba convencida ahora de que no había uno y el mismo, su viejo padre y este nuevo hombre que
llenaba un lugar en su casa. Su verdadero padre se había ido —junto con su madre— dejándola
a ella con este nuevo hombre, quién solo en apariencia se parecía al padre que una vez fue.
Sin embargo siempre estaba ese instante fugaz, sin importar cuan fuerte ella resistiera, en el que
esperaba que no fuera él. Que, en cambio, su verdadero padre caminara por la puerta. Que al fin
llegara a casa.
Su verdadero padre se había ido. Y en su lugar dejo a alguien establecido y amargo. Y muy rara
vez sobrio.
Ella estaba sola en formas en las que nadie nunca llegaría a entender.
Se forzó a oír, apretando las mantas cerca mientras se enroscaba en una bola y esperó para que los
sonidos en el otro cuarto se establecieran una vez más.
Odiaba a la mujer que le había dado la vida y luego la había dejado atrás, abandonando a su
hija cuando ella más la necesitaba.
Había otros a los que también odiaba, otros que tenían lo que ella no, otros que tenían las cosas
que ella más quería en el mundo. Pero más se odiaba a ella misma por no ser capaz de salvarse.
No aún.
Pero algún día lo sería. Ella no estaría aquí por siempre; la convicción de esos pensamientos
silenciosos la enriquecieron.
V
iolet no estaba segura de qué hacía ahí afuera; sólo sabía que no quería estar en
casa, sola con sus pensamientos.
Había estado conduciendo alrededor del pueblo durante una hora, tratando de
que la noche la tragara, perdiéndose en ella. Era su momento favorito para conducir,
cuando las calles estaban casi abandonadas.
La lluvia estallaba contra su parabrisas, difuminando las luces de los focos reflectores
del exterior, aumentando su sentimiento de soledad.
Llevó su coche hasta pararse ante la luz roja intermitente de una intersección de cuatro
vías, a pesar de que no había otros coches esperando. Parecía que aun cuando nadie
estaba mirando, ella siempre seguía las reglas, siempre tratando de hacer lo correcto.
Le gustaría saber qué era lo correcto para ella ahora, qué debería hacer con la
propuesta de Sara de usar su don para ayudar a otros. Violet ni siquiera estaba segura
si era una oferta oficial o sólo una expedición de pesca por un observador curioso. El
hecho de que Sara le hubiese dado sus archivos para mirarlos significaba que
probablemente era serio.
Pero había otras opciones que considerar; ella había oído a los agentes en el
aparcamiento:
Violet no lo sabía. Había pasado tanto tiempo ocultando lo que podía hacer que la idea
de exponerlo ante alguien que no fuera Jay o su familia, iba contra todo lo que ella
alguna vez había creído.
La frustración nublaba su juicio. Se dio cuenta que aún estaba sentada, parada ante la
luz roja, esperando que algo pasara.
Ella no quería seguir conduciendo sin rumbo; necesitaba ir a algún lugar… incluso si
ese lugar era, simplemente, su casa.
Su coche se quejó de forma habitual, tranquilizándola de que aún estaba vivo mientras
hacía un giro ilegal de tres puntos en el medio del espacio desierto de la carretera.
Como le gustaba hacer algo que se suponía que no debía hacer, incluso si sólo era una
infracción de tráfico. La hacía sentir como si estuviese rompiendo las reglas por
ninguna razón buena en absoluto.
Giró hacia la entrada de Jay, apagando las luces mientras lo hacía. No las necesitaba,
podía haber navegado su camino con ambos ojos cerrados.
No por primera vez esta noche, se preguntó qué estaba haciendo. No estaba segura de
por qué había decidido venir aquí, pero sabía algo: Necesitaba ver a Jay.
—Ve a la puerta. Te dejaré entrar. —Su voz era calmada y aún baja por el sueño.
Él no discutió.
Violet vio como las cortinas volvían a su lugar. La luz de dentro nunca se encendió,
pero en pocos segundos él estaba escalando fuera de su ventana. Le sonrió cuando sus
pies golpearon el suelo firme.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Envolvió sus brazos alrededor de ella como si él
pudiera, de alguna manera, protegerla de la lluvia cayendo sobre ellos. Él no se quejó
del clima.
Ella lo soltó lo necesario para mirarlo. Verlo hacia que el resto de las cosas fueran
menos… importantes. Menos preocupantes.
Jay no la apresuró.
—¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te conté de los animales que encontraba?
—Violet, tenía 7 años. Creí que era genial. Creo que incluso estaba celoso.
—Sí, —agregó él con entusiasmo— por eso estaba tan celoso. Yo quería ser el que
encontrara cuerpos muertos. Eras como un detective de animales o algo así. Sólo eras
rara porque eras una chica —sonrió—. Pero aprendí a pasarlo por alto ya que siempre
me llevabas a aventuras geniales.
Violet soltó un suspiro, sonriendo. Sabía que él le estaba diciendo la verdad, lo que lo
hacía más gracioso al oírlo decir las palabras en voz alta. Por supuesto, ¿qué niño no
quiere ir buscando objetos por el bosque y cavando en la tierra?
Él levantó la mano de ella hacia su boca y frotó sus nudillos con su labio inferior, su
mirada trabada en la de ella.
—No —prometió—. Juré que no lo diría, ni siquiera a ella. Creo que sabe algo, o que
al menos cree que tienes mala suerte, ya que encontraste todas esas chicas muertas —
bajó su voz—. Ella estaba realmente preocupada por ti después del tiroteo del año
pasado. Eres como una hija para ella —se acercó—. Por supuesto, eso es un poco
horripilante cuando hago cosas como esta.
La besó. Era íntimo. No suave o tierno esta vez, era profundo y apasionado, robando
el aliento de Violet. Ella dejó su mano sobre su pecho, saboreando la sensación de sus
latidos contra su palma, y luego trazó las puntas de sus dedos arriba por su cuello,
hacia su cabello.
Él la paso sobre la consola que los separaba, arrastrándola hasta su regazo. Pasó sus
manos por la espalda de ella incesantemente, atrayéndola lo más cerca que pudo.
—Espera —insistió sin aliento—. Por favor, espera. —Tenía sus manos contra sus
hombros, luchando más contra sí misma que contra él.
—Creí que yo era el que se suponía que tenía que decir que no. Soy la chica, ¿verdad?
—Lo siento, es sólo que… tengo muchas… —se encogió de hombros contra él. Su
camisa húmeda estaba caliente y prácticamente delgada como un papel, tentándola a
tocarlo. Ella corrió su dedo contra la longitud de su estómago. Sabía que no era justo
molestarlo, pero no podía ayudarse a sí misma. Él era demasiado atractivo—… Tengo
algunas cosas en las que necesito trabajar. —Era lo mejor que ella podía darle como
explicación.
—Estoy tratando de ser paciente, Violet. De verdad que sí. Si hay algo que quieras
decirme… Bueno, sólo deseo que confíes en mí.
—Llegaré ahí —explicó—. Lo descubriré todo. Sólo estoy un poco confundida ahora.
Él dejo salir un suspiro tembloroso y luego beso la parte superior de su cabeza, aún sin
liberar su mano.
Ella asintió contra él. Creyó que debería seguir hablando; aún tenía muchas dudas
acerca de lo que debería, y no debería hacer.
―¡Por favor, conduces igual que mi abuela! No creo que hayas roto los límites de
velocidad.
―Sólo porque tu madre dijo que podías. ¿Dijiste que tenías diarrea crónica?
―Deberías haber dicho diarrea. O por lo menos dolores menstruales, así podrías
saltarte Educación Física. Es como un dos por uno.
Chelsea le dio un codazo luego, llevando su atención a Mike, que se dirigía justo hacia
ellas.
Violet entrecerró los ojos para ver mejor. Chelsea tenía razón; había una mancha
oscura de vello facial surgiendo justo por encima de su labio superior.
―¿Por qué? ―preguntó Violet, tratando de no fuera demasiado obvio que lo estaba
mirando.
―Porque le dije que me gustaban. Quería ver si podía hacer que lo hiciera.
Él sonrió a Chelsea mientras se acercaba, apenas dándose cuenta de que Violet estaba
de pie allí.
Llamarlo un ―bigote‖ era una exageración, en todos los sentidos. Definitivamente era
notable, pero era una mancha como mucho, y las ramitas de pelo grumoso parecían
extrañamente fuera de lugar en su hermoso rostro. Violet estaba sorprendida de que en
menos de una semana desde su enganche en la noche del cine, Chelsea ya le tenía
saltando a través de aros. Ella era de otro mundo.
―Hola, bebe ―dijo Chelsea en una voz que rayaba en lenguaje para bebés mientras
Mike se inclinó hacia abajo para darle un rápido beso―. ¿Me extrañaste?
―He pensado en ti todo el período ―contestó él, con voz ronca―. ¿Recibiste la nota
que dejé en tu mochila?
Violet no pudo contenerse por más tiempo; puso los ojos en blanco. Ninguno de ellos
se dio cuenta.
―Lo hice. Eres tan dulce. ―El canturreo rayaba en enfermizo―. ¿Alguien te ha dicho
algo acerca de tu bigote?
Mike hizo una mueca, como si de repente se acordara del parche de vellos en su labio
superior.
―Un par de personas ―respondió de mala gana, y Violet sospechó que ya había
tenido su equitativa participación en las bromas sobre el mismo.
―Vi y yo tenemos que correr o llegaremos tarde. ―Se estiró hasta darle un beso y
luego frotó su pulgar a través de los pelos por encima de sus labios como si tratara de
mimarlo―. Nos vemos después de clase.
126 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
Chelsea tiró de Violet, que seguía mirando el feo bigote. Era como ver un accidente de
coche... difícil apartar la mirada.
―Entonces, ¿no? ¿Te gusta, quiero decir? ―Violet le preguntó mientras estaba siendo
arrastrada por el pasillo.
―¿El bigote? ―Chelsea hizo una mueca―. Dios, no. Es horrible para él.
―Te lo dije, para ver si realmente lo iba hacer. No te preocupes. Voy a hacer que lo
afeite este fin de semana.
Chelsea era Chelsea. Tratar de convencerla de que lo que había hecho estaba mal sería
como golpearse la cabeza contra una pared de ladrillos. Sería doloroso para ti, pero no
lograría nada.
Jay se sentó frente a Chelsea y se cogió sus dos manos entre las suyas. El comedor de
gran tamaño estaba lleno de actividad, y prácticamente tuvo que gritar para ser
escuchado.
―Chelsea, por el amor de todo lo bueno y santo, por favor... por favor deja de arruinar
a mi amigo.
Violet mordió sus labios para impedirse reír de ellos dos. Sabía de lo que estaba
hablando antes de que incluso se explicara. Era sobre el nuevo bigote. Chelsea soltó las
manos de las suyas.
―Oh, relájate, reina del drama. No está tan mal. Además, lo voy a arreglarlo este fin
de semana.
―Me gustaría que lo hicieras antes. El pobre está realmente recibiendo una buena
ración de mierda por esa cosa.
Jay no lo estaba comprando, pero dejó el tema cuando Mike se acercó por detrás de
Chelsea y le plantó un apasionado beso en la mejilla. Obviamente, Mike no estaba
sufriendo demasiado por el pequeño experimento de Chelsea.
Chelsea se frotó el lugar donde sus labios la habían tocado y puso una cara que sólo él
podía ver.
―¡Ahí está mi hombre! ―dijo―. Jay me estaba contando que no le gusta tu bigote,
bebe. Pero le dije que está loco. Creo que es excitante.
Mike parecía avergonzado de que estuvieran hablando de ello otra vez. Violet se dio
cuenta de que era un tema delicado y se preguntó qué había hecho Chelsea para
hacerlo tan ansioso para complacerla.
Pero antes de que pudiera especular, algo extrañamente familiar llamó la atención de
Violet, sólo por el rabillo de su ojo.
Era tan débil, y se había ido tan rápido, que ni siquiera estaba segura de que lo había
visto. Un parpadeo. Un débil destello.
Podría haber sido una cámara. O el movimiento de una linterna, a pesar de que
parecía extrañamente fuera de lugar en la escuela... durante el día.
Pero no fue así. Un ritmo suave zumbaba a través de sus venas. Ella sabía que era otra
cosa.
―Ahora regreso ―le dijo a nadie en particular mientras escaneaba la zona, tratando
de localizar el transparente parpadeo una vez más. No podía estar segura de dónde,
exactamente, había venido, pero se dirigió hacia los abarrotados pasillos. Reconoció a
todos, pero a nadie en particular.
Sentía que estaba persiguiendo fantasmas mientras buscaba cada rostro, en busca de
algo que podría distinguir a un individuo de los demás.
Era la luz, la pulsante luz que la había despertado la noche que habían dejado el gato
muerto fuera de su casa. Con todo lo demás que pasaba, casi se había olvidado sobre el
gato... y su asesino. Y ahora aquí estaba, la estela de su muerte.
A pesar de que se había desvanecido, casi completamente esfumado por la luz del día,
estaba segura de que era lo que era.
Dedos helados se apoderaron de su corazón ante la idea de que fuera uno de sus
compañeros, alguien que ella conocía, alguien que estaba tan cerca todos los días,
hubiera hecho algo tan horrible. Y luego lo dejara ahí para que Violet lo encontrara.
Ella trató de buscar el parpadeo de nuevo, trató de identificar entre los rostros a su
alrededor. Cuando no pudo verlo, comenzó a pensar que tal vez se había ido. O,
posiblemente, sólo se lo había imaginado.
Y luego vino otra vez, sólo la pista de esa difusa y brillante chispa. Se había ido tan
rápido como había llegado. Pero ahora más lejos de lo que había estado antes.
Paso entre la multitud, a través las puertas dobles cerca de la oficina, y hacia la luz del
día. No vio a la persona que llevaba la estela del gato muerto.
Ella desaceleró, moviéndose con cuidado, tratando de darse cuenta de todo. Pero
cuanto más lo buscaba, más se daba cuenta de que era demasiado tarde. Quien sea
había detectado se había ido.
Pero estaba cansada, se recordó. Ella apenas había dormido, y no sólo la noche
anterior, sino durante mucho, mucho tiempo. Demasiado tiempo. Tal vez su mente
había pasado de la fatiga normal a algo mucho más peligroso, mucho más cerca del
tipo de agotamiento y hacia que sus pensamientos ya no pudieran ser de confianza.
No estaba loca. Había visto algo. Había estado definitivamente allí, y aunque no había
sido una estela, había sido real.
Esta noche, decidió con determinación. Esta noche tengo que dormir.
F
ue la cosa más extraña, ver a Violet levantarse de su mesa del almuerzo y caminar hacia
ella. Era como si Violet hubiera sabido que estaba siendo observada.
Sólo tuvo la intención de espiar por un momento, para adormecerse un poco. Y cuando vio a
Violet dirigiéndose directo hacia ella, con esa extraña mirada de reconocimiento en su rostro, se
había alejado antes de que Violet pudiera descubrirla… escondiéndose allí, dando un vistazo a la
vida que nunca podría tener.
Salió del edificio antes de que Violet pudiera alcanzarla, desapareciendo por la esquina. Se detuvo
por un momento congelada, atrapada, mientras esperaba a su padre para subirse en su
camioneta. Odiaba que él hubiera insistido en entrar para registrarla, resentía que la hubiera
hecho retrasarse en primer lugar cuando estuvo despierta la mitad de la noche, esperando por él
para salir.
Cuando él arrancó, rodeó el edificio, en busca de otra forma de entrar, y se preguntó qué pasaría si
dejara que Violet la atrapara. Jugó con la idea de abrirse con Violet, y la idea era extrañamente
atractiva.
¿Y si pudiera decirle a alguien la verdad? ¿Y si pudiera compartir sus cargas? ¿Y qué diría? ¿Que
su madre había huido? ¿Qué su padre era un borracho? ¿A quién estaba engañando? No le iba a
decir a nadie. No había nadie en quien pudiera confiar… nadie que se preocupara por su patética
existencia.
Llegó a una puerta abierta y respiró aliviada. Entró en el flujo de estudiantes corriendo en los
pasillos antes de su próxima clase. Se movió entre ellos, asegurándose de que era indetectable de
nuevo. Justo de la manera que le gustaba.
C
uando Violet y Jay caminaron juntos al estacional, Violet no pudo evitar
inspeccionar a cada uno alrededor de ella. Estudiándolos. Buscándolos.
Violet se rió de él por oler la nota, luego le dio la vuelta en sus manos.
Su nombre había sido escrito con un marcador de punta de fieltro color púrpura en
letras claramente femeninas. Ella lo olió con aprensión; olía a uva. Una pegatina de
corazón con encaje lo mantenía cerrado.
―Eso es raro —agarró la esquina de la etiqueta, parpadeando hacia Jay con una
mirada astuta—. Tal vez tengo un admirador secreto.
Las palabras estaban escritas en el interior de la misma letra femenina como su nombre
en el exterior. Las leyó de nuevo, pensando que había cometido algún tipo de error la
primera vez.
No era así.
Volvió a doblar el papel, esta vez a toda prisa, tratando de ignorar la sensación
inquietante de que alguien la estaba observando. La metió en su mochila y luego tiró la
suya hacia atrás con la de Jay.
—¿Y entonces? ¿De quién era la nota de amor? —preguntó distraídamente mientras
ella se acomodaba en el asiento del pasajero.
Violet, meneó la cabeza, tratando de encontrar palabras, pero no había. Se sentía como
si estuviera atrapada en su sueño de nuevo, la pesadilla en la que estaba atrapada,
enterrada, en la oscuridad asfixiante. Sin poder salvarse.
—¿Violet?
Ella parpadeó.
Parecía preocupado.
Ella asintió.
Aceptó eso, sobre todo porque sabía, probablemente mejor que nadie, que era verdad.
Y así había sido.
Jay tuvo que trabajar esa tarde, por lo que Violet había planeado ir a casa a tomar una
merecida siesta. Pero cuando llegó allí, su padre estaba todavía en el trabajo y su
mamá se había ido por la tarde y se dio cuenta de que no había manera de que fuera
capaz de dormir. Todavía no. No mientras su casa estaba vacía.
Deambuló alrededor, tratando de encontrar una manera de ponerse cómoda. Era una
locura que tuviese miedo, de todos los lugares. Violet nunca había tenido miedo en su
propia casa, ni siquiera cuando era una niña.
Y, sin embargo, allí estaba, aterrorizada en el lugar que ella debía sentir como el más
seguro.
Violet es azul
No puedes verme…
Desde que era una niña, había oído esa canción de cuna en un centenar de diferentes
maneras con su nombre. Pero nunca se había sentido tan mortal, tan ominosa. Violet
entendió el significado implícito detrás de las palabras.
Era otro mensaje de la persona que había dejado el gato. La misma persona que la
había seguido hoy hasta su propia escuela.
Él, Orshe, Violet se corrigió mientras analizaba la letra de niña, se burlaba de Violet.
Acosándola, abiertamente poniéndola como cebo.
Violet metió la nota en el fondo de su mochila y cerró todas las persianas en la sala de
estar, sentada en el sofá en la oscuridad, tratando de engañarse para sentirse aislada,
segura. Quería estar cansada de nuevo, lo suficiente para poder conciliar el sueño, por
lo que se sentiría mejor y podría pensar con más claridad. Pero cuanto más se quedaba
sentaba ahí tratando de relajarse, más se daba cuenta que era imposible.
Finalmente decidió que necesitaba salir de su casa. Por lo menos por un tiempo. Por lo
menos hasta que sus padres llegaron a casa. Pero tenía que hacer una cosa antes de
irse.
Se puso sus zapatos y su chaqueta y verificó que Carl estaba a salvo en el interior antes
de deslizarse a través de la puerta de la cocina en la parte trasera de la casa y
apresurarse por el césped hasta el estudio de arte de su madre. En el interior revolvió
los tableros sucios hasta que encontró un pequeño trozo de madera. Era plano y liso, el
tamaño perfecto para lo que necesitaba. Ella esperaba que su mamá no lo estuviera
guardando para algo especial.
Abrió un pequeño recipiente de pintura acrílica y cogió un pincel fino. El color que
había elegido era un tono muy rosado.
Se deslizó en silencio alrededor del cobertizo, hacia el borde del bosque a donde su
pequeño cementerio rodeaba la parte de atrás de su propiedad. Caminó alrededor de
las lápidas hechas a mano, cuidando su paso, hasta que encontró el sitio que buscaba.
Entonces se arrodilló delante de la tumba fresca y puso la pequeña placa pintada con el
nombre del gatito en él:
ROSIE
Violet tenía planeado ir hacia el autoservicio y tomar una taza de té, un poco de algo
para mantenerse para el resto de la noche. Algo para mantenerse alerta.
Pero cuando llegó a Java Hut y vio el coche del Chelsea en el estacionamiento, cambió
de parecer. No era como si hubiera otro lugar mejor para ir.
Mientras cerraba su coche, Violet no podía dejar de preguntarse si la persona que había
escrito la nota también se pasaba el rato en Java Hut. El pensamiento le hizo sospechar
de todo el mundo que pasaba.
Violet pidió una taza de té en el mostrador y se lo llevó de vuelta a donde sus amigas
estaban sentadas. Ella se sorprendió de que Claire no estaba con ellos, ya que Claire
odiaba ser dejada de lado.
Esa era la manera que Chelsea tenía de decirle a Violet que debía solicitar un batido de
leche para que Chelsea pudiese "compartir" sin llegar a pagar.
Violet negó con la cabeza, haciendo caso omiso de la sugerencia de no tan sutil.
—No, estoy bien. —Ella sacó la parte superior de plástico de la taza y revolvió un
paquete de miel.
—Aww. ¿Ves? Jules me entiende. —La respuesta del Chelsea se entendió como un
comentario sobre el desaire intencional de Violet.
—Yo te dije que lo compartiríamos. Así que suelta los verdes, hermana.
—Pensé que te gustaba de fresa —dijo Violet cuando Jules se había ido.
—Así es. Es psicología inversa. Ella traerá fresa. —Aun cuando sus declaraciones eran
escandalosas, Chelsea siempre sonaba tan segura de sí misma.
Violet se rió.
Ella tomó un sorbo de té, que era perfecto, cálido y dulce. Sólo la sacudida de cafeína
necesaria para que Violet evitara el agotamiento un poco más.
La pregunta fue inesperada, y desde tan lejos de la nada que Violet pensó que
finalmente sucumbió a la falta de sueño.
—Oh sí, es cierto, te fuiste durante el almuerzo de hoy. Oye, ¿a dónde fuiste, de todos
modos?
Violet no estaba a punto de decirle a Chelsea que había estado persiguiendo luces
invisibles a través de la escuela.
—Tenía que encargarme de algo antes de la clase comenzara. Entonces, ¿qué cabaña?
—La familia de Mike tiene una cabaña de caza en las montañas. Algunos de nosotros
estábamos pensando en un viaje de noche hasta allí en un par de semanas para jugar
en la nieve y pasar el rato. Ya sabes, acurrucarse junto al fuego y todas esas cosas
buenas. —Los ojos de Chelsea le brillaban con entusiasmo.
—Dudo mucho que mis padres vayan a dejar que me quedé de noche en una cabaña
remota con un grupo de muchachos.
—Oh, por favor, Blanca Nieves, el papá de Mike estará allí. En realidad es un poco
divertido... sabes, es una especie de papá extraño. No te preocupes, tu pureza se
mantendrá intacta. Palabra de Scout. —Ella hizo una especie de gesto con los dedos
que Violet suponía que era un juramento, pero ya que Chelsea nunca había sido
realmente una Chica Scout, terminó luciendo más como un signo de la paz. O algo así.
—Vamos, creo que Jay está tratando de ver si puede obtener tiempo libre del trabajo.
Lo mínimo que puedes hacer es preguntarles a tus padres. Si dicen que no, entonces no
hay daño, no hay castigo ¿no? Si dicen que sí, entonces pasaremos un momento de
lujo. Vamos a ir de excursión en la nieve y pasar el rato delante de la chimenea por la
noche. Vamos a dormir en sacos y tal vez incluso algunos malvaviscos asados. Será
como si estuviéramos de campamento. —Ella sonrió con una sonrisa falsa a Violet y
juntó las manos como si estuviera pidiendo limosna—. Hazlo por mí. Poor faavor.
Jules regresó con su batido de leche. Era fresa, y Chelsea le dio a Violet una sonrisa de
―te lo dije‖
Violet terminó su té, reflexionando sobre la idea de pasar el fin de semana en una
cabaña de nieve con Jay y Chelsea. Lejos de la ciudad. Lejos de quien le dejaba
animales muertos y notas espeluznantes.
E
l agotamiento finalmente la había alcanzado, y esa noche Violet durmió como
los muertos. Por primera vez en semanas, se sentía completamente y
totalmente descansada. Y por la mañana, se sintió sana de nuevo. Limpia.
Se levantó temprano. Bueno, tal vez no muy temprano, pero tampoco tan tarde, y a
tiempo para realmente comer algo antes de que tuviera que irse a la escuela. Nada mal.
—¿Hola? —Ella echó un vistazo fuera de la ventana para asegurarse de que Jay no
estuviera allí para recogerla aún.
Hubo un momento en el cual pensó que la persona en el otro extremo podría decir
algo, de una larga y vacía pausa, pero nada pasó. Finalmente, Violet separó el teléfono
de su oído.
4
Hoodie: Es una sudadera con capucha más comúnmente utilizados por los hombres.
Ahora estaba molesta. Se secó las manos con una toalla y tiró de nuevo su teléfono.
Era la misma cosa: ―Llamada Desconocida‖.
—¿Hola? —Intentó de nuevo, esta vez tratando de no sonar tan fuerte. Chequeó el
teléfono para asegurarse de que la llamada estuviera todavía conectada. Lo estaba.
Nada.
Y luego, algo. ¿Qué era? ¿Una respiración? ¿Un susurro? Violet oyó algo desde el otro
extremo.
Si la persona en el otro extremo pensaba que ellos iban a asustar a Violet con poemas
estúpidos y colgando llamadas, estaban jugando con la chica equivocada. Incluso la
cosa de muerte-animal estaba directamente en su callejón.
Y habían fracasado.
***
Todavía estaba un poco aturdida, ya que era, después de todo, una fiesta de pijamas
chico-chica. Que sonaba como una fiesta de pijamas para niños, pero a los padres de
los adolescentes por lo general se evocan imágenes de sexo ilícito y consumo de
alcohol ilegal.
Violet esperaba sus padres tuvieran problemas similares. Pero al parecer, confiaban en
ella.
Desde luego hubo varias cadenas juntas. Los padres de Violet insistieron en conocer al
padre de Mike antes del viaje, ya que él iba de acompañante. Y querían saber los
nombres, los nombres de los padres, y los números de teléfono de todos los que iban a
pasar la noche en la pijamada del sábado. También querían la dirección de la cabina.
Y, por supuesto, una garantía rigurosa de Jay que iba a mantener un ojo en Violet.
Aquella promesa había sido bastante fácil de asegurar. Era curioso lo rápido que Jay
asumió el papel de protector de Violet, una vez que ellos habían comenzado a salir. De
hecho antes de esa fecha, incluso.
Más gracioso aún cuánta fe de sus padres estaba puesta en él, teniendo en cuenta el
hecho de que Jay oficialmente sería menor que Violet en menos de una semana.
Violet estaba a punto de cumplir diecisiete años, mientras que Jay seguiría teniendo
dieciséis durante casi dos meses.
A Jay le gustaba eso, toda la cosa de la chica mayor. También le gustaba bromear
sobre el hecho de que Violet pronto estaría saliendo con un chico más joven.
Una noche, cuando los padres de Violet habían salido, él bromeó sobre eso,
murmurando contra su garganta:
—Probablemente debería de salir con chicas de mi edad, ahora que tú estarás sobre-la-
colina. —Jay estaba tirado en la cama de Violet mientras ella se acurrucaba contra él.
Jay se puso rígido, y Violet se dio cuenta de que había tocado un nervio sensible.
—¿Qué pasa?
Él sacudió su cabeza, y Violet pensó que podría decir, ―nada‖, así que cuando él
respondió, sus palabras la atraparon con la guardia baja:
Violet frunció el ceño, confundida por los celos desconocidos que vio en su rostro. Ella
se preguntó qué era lo que quería decir en el mundo mientras se agachó y se alisó un
mechón de cabello de la frente.
Violet cerró sus ojos. Ella no estaba lista todavía. No quería hablarle sobre el FBI,
sobre Sara y Rafa, o lo que había aprendido sobre la madre de Mike. Se preguntó
brevemente si él sabía sobre la mamá de Mike —si su amigo había confiado alguna vez
en él. Pero de alguna manera ella lo dudaba. Jay no era como ella, él no guardaba
secretos.
—¿Cómo así, Vi? ¿Qué está pasando? Algo te ha estado molestando últimamente. ¿Por
qué no puedes decirme?
—No sé cómo explicarlo, pero siento que todo ha cambiado entre nosotros.
—Solía pasar que nunca guardaba secretos de ti. Eras mi mejor amigo. Pero ahora que
estamos saliendo, es sólo… diferente. Siento que tengo que observar lo que digo, o
terminas todo preocupado. A veces sólo quiero que seas el viejo Jay de nuevo, de
manera que pueda hablar contigo. —Violet se deslizó detrás de él, envolviendo sus
brazos alrededor de su cintura y apoyando su mejilla contra su espalda.
No era exactamente una confesión pero estaba en progreso, ella decidió. Y pronto,
muy pronto, ella esperó sentirme lo suficientemente cómoda para abrirse por
completo.
—¿Es eso de lo que se trata todo esto? ¿Sientes como si no pudieras dirigirte a mí
nunca más? No hemos cambiado, seguimos siendo los mismos.
Ella deslizó sus manos bajo el frente de su camisa, lentamente corriendo sus dedos
sobre su pecho y regresando de nuevo a su cintura. Él se dio la vuelta en sus brazos y le
sonrió, pero su sonrisa estaba llena de una sospecha burlona.
—Creo que eres más inteligente de lo que luces —bromeó ella mientras él la empujó
hacia atrás de modo que ambos cayeron en la cama.
—Y tú no eres tan divertida cómo crees que eres. —Su boca se cernió sobre la suya,
con sus brazos fuertes, aplastándola contra él. Violet se rió y trató de librarse, pero Jay
no se lo permitió. La besó en la garganta, con sus labios haciéndola reír hasta que no
era su apretón el que hizo que Violet respirara con dificultad.
—Ah, y Violet —le susurró al oído, su aliento haciendo cosquillas en su mejilla—, sigo
siendo tu mejor amigo. Nunca lo olvides. —Sus palabras fueron fervientes y
conmovedoras.
Violet trató de pensar en una respuesta que tuviera sentido, algo apropiado, pero lo
único que pudo conseguir fue:
Al parecer eso fue suficiente para satisfacer a Jay, y él la besó posesivamente. A fondo.
Profundamente.
Él aflojó su espalda hasta que ella estaba recostada contra las almohadas, y ella esperó
a que se detuviera, diciéndole que se había ido lo suficientemente lejos esta noche.
Pero ella no lo deseó. Ella quería seguir adelante. Quería que le tocara, que le besara,
que le explorara. Su cuerpo dolía por ello. Ella llegó a él, aferrándose con tanta fuerza
que le dolían los dedos. Todo dentro de ella dolía.
Jay se apoderó de ella, cubriéndola con su cuerpo, reaccionando. Violet envolvió sus
piernas alrededor de él, tirando de sus caderas más cerca, diciéndole que con cada
movimiento ella lo quería, que quería esto. Ahora.
—¿Está segura? —preguntó en el cálido aliento entre ellos, apenas levantando su boca
de ella.
Ella asintió, pero cuando trató de hablar, su voz tembló. Ella esperaba que él no lo
leyera mal.
Él sonrió contra su boca, aun besándola, y ella se fundió en él, incapaz de detener a su
corazón de tronar.
Violet sonrió. Había estado esperando por momento durante mucho tiempo para no
estar preparada, pero estaba feliz de saber que él lo había estado considerando
seriamente también.
—Yo también —le dijo ella, buscando en el cajón de su mesilla de noche y sacó un
puñado de ellos—. Sabía que ibas a ceder.
Violet pensó que era hermoso. Él era el adecuado para ella; siempre lo había sido.
***
Nada había cambiado en ese momento cuando Violet y Jay había decidido por fin a
tener relaciones sexuales. Nada y todo.
El dolor había sido más intenso de lo que podía haber imaginado, y ella había hecho
su mejor esfuerzo por no gritar. Pero, por supuesto, Jay se había dado cuenta de que su
cuerpo se había tensado, y entonces ella se estremeció. Las lágrimas humedecieron sus
pestañas, sin embargo, ella se había negado a dejar caer.
—¿Qué tiene de malo? No lo sientes, ¿verdad? —La ternura de sus palabras hizo torcer
su corazón.
—No sé por qué. —Acarició con la punta de los dedos su brazo, memorizando la
sensación de su pelo grueso, su piel, los músculos debajo de su ropa—. Es sólo que…
es mucho. ¿Sabes cómo?
—Sí. —Se echó hacia atrás y la jaló hacia él, remetiéndola contra su hombro—. Es
mucho. Bastante bueno.
Cuando Jay finalmente se levantó para irse, Violet se inclinó en su codo y vio cómo se
abrochaba los pantalones. Deseaba que él se pudiera quedar así, juntos. Para siempre.
Se puso su sudadera sobre su pecho desnudo, y luego se inclinó para besarla por última
vez. Sus labios eran persistentes.
Y después se fue.
Y, una vez más, Violet dormía muy profundamente envuelta en la camiseta de Jay.
Era el remedio perfecto para todas sus preocupaciones.
Jay tenía que trabajar al día siguiente, pero llamaba frecuentemente. Checando para
asegurarse que Violet estuviera bien, que no había cambiado de opinión acerca de su
decisión, y también para saber que lo echaba de menos. Violet lo llamó solo para oír el
sonido de su voz. Y para hacer comentarios injustamente sugestivos, burlándose de él
a través del teléfono. Amaba este nuevo juego. Jay gemía incomodo desde el otro
extremo, pero nunca le cortó.
Violet continuó ignorando todas las llamadas que no fueran de Jay. No solo las
anónimas, sino también las de Sara Priest.
Sara había dejado otro correo de voz para Violet, y aunque ya no llamaba desde las
oficinas del FBI, no se sentía menos amenazada en el asunto. No estaba lista para
hacer frente a esa parte de su vida, especialmente cuando aún se estaba acostumbrando
a este nuevo giro en su relación con Jay.
Pero por la tarde Violet estaba sola y aburrida. Sentada en su habitación, tratando de
concentrarse en su tarea, pero las memorias de su noche juntos continuamente la
distraían. Podía prácticamente sentir la piel de Jay contra ella, sus labios lanzándose
sobre su cuerpo en zonas previamente desconocidas. Solo pensar en ello la hacía
sentirse sonrojada y mareada.
No pudo detenerse para echar un vistazo afuera de su ventana. El viento soplaba, más
fuerte que antes, y los arboles alrededor de su casa se estremecían, azotándose con las
fuertes ráfagas. Violet amaba el viento.
En poco tiempo, había cambiado y estaba haciendo su camino por el mismo sendero
que había recorrido ya cientos de veces. Salteó en su IPod favoreciendo a los sonidos
del viento corriendo junto a ella, azotando mechones de su propio cabello contra su
cara, hojas sueltas y los deshechos a lo largo del terreno.
Por primera vez en semanas, permitió que su mente se vaciara mientras corría en el
total abandono. El aire que soplaba alrededor de ella era fresco; podía oler el frio, y lo
inhalaba profundamente. Pero al igual que la distancia que recorría, se iba calentando.
Solo la piel expuesta de las mejillas hormigueaba por los cristalitos de hielo.
En lo más alto, ramas crujían en protesta, ya que se inclinaban demasiado por las
fuertes ráfagas. Violet miró hacia arriba y vio las copas de los árboles meciéndose
violentamente por encima de ella. Los vientos era cada vez más fuerte como el sol
moviéndose más abajo en el cielo. Continuó corriendo, apreciando el poder de la
tormenta de aire.
En algún lugar cercano, una rama se quebró, y Violet frenó, dándose cuenta de lo
fuerte que el viento soplaba. El cielo se puso oscuro mientras el crepúsculo descendía,
proyectando una tonalidad oscura en el bosque parecido a los árboles encima de ella
estremeciéndose y agitándose.
Ya no estaba muy segura de estar completamente a salvo bajo el dosel de los árboles de
perenne. No podía competir contra la pura fuerza del viento en aumento.
Sabía que a donde fuera, y sabía que la salida más rápida del bosque era trasladarse
fuera del bosque por el sendero con la cabeza hacia la carretera.
Dio un paso entre la maleza, moviéndose tan rápido como podía. Pasó troncos
podridos y se subió por encima de los árboles caídos. No estaba lejos, y siempre y
cuando aún hubiera luz, podría encontrar su camino fácilmente.
Mientras se inclinaba para liberar la pierna vio parpadear algo. Era extraño que se
hubiera dado cuenta, y giró su cabeza hacia ello, entrecerrando los ojos. Después de un
momento, la misma luz blanca parecía venir de la nada. Un parpadeo.
Fuera lo que fuera, tenía la atención de Violet y ella avanzó en esa dirección, lejos de
la carretera principal. Podía ver de dónde venía, centellando de entre los árboles, y al
caer la noche, se hizo más clara, fácil de localizar. Pero a medida que se acercaba, se
preguntaba qué era lo que había visto.
Delante de ella, Violet se acercó a la parte trasera de una casa. Caminó lentamente,
alerta, hasta que estuvo prácticamente parada en el patio trasero.
La noche parecía caer de repente, limpiando toda la luz que quedaba hasta que sintió
como si estuviera dentro de un vacío, mirando hacia afuera. La casa era sombría y de
aspecto viejo, incluso desde detrás, y se dio cuenta, después de un momento de
estudiarla, que había visto esa casa desde antes.
Dentro las luces estaban apagadas, pero detrás del vidrio, de entre las cortinas de la
única ventana, el destello parpadeante continuaba, enviando fragmentos rotos de luz
en la oscuridad que rodeaba a Violet. Parpadeo, reconociendo lo que la luz titilante le
recordaba, y se preguntó si no sería un televisor dentro de la casa.
Después Violet se dio cuenta porque no podía ser la luz de un televisor lo que estaba
presenciando.
Escaneó la propiedad, mirando más allá de la calle al otro lado. Había más oscuridad
de la podía ver. No semáforos, sin señales en la distancia. Nada.
Violet supo que era. Lo reconoció por la noche en que se había despertado en su casa.
En la oscuridad era inconfundible. Fue la impresión que coincidía con el gato muerto.
Se tambaleo hacia atrás, tratando de crear alguna distancia, hizo su camino hacia la
carretera… y lejos de la casa de Mike.
Mientras Violet llegaba a su casa, tuvo tiempo para pensar. Mucho más tiempo del que
necesitaba.
Había sido prudente a lo largo de las calles oscuras, donde el aire no se podía filtrar,
donde no estaba protegida por las copas de árboles y por los arbustos, y algunas de las
ráfagas casi la habían tirado. Los arboles pequeños y las ramas llenaban las carreteras
como en una carrera de obstáculos, y habían ido disminuyendo mientras se abría paso
camino a su casa. La luz no regresó en todo el camino a casa, y la obscuridad era
posesiva. Un obstáculo más la forzó a poner más cuidado en cada paso que daba.
Sin embargo, ella no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver. Las pequeñas
explosiones de luz en medio de un lienzo de sombras, el parpadeo de la ventana y el
recordad de Violet que alguien había estado asechándola. Dejándole mensajes… o
peor.
Lo había sabido inmediatamente, sin lugar a dudas, no era Mike. Lo había visto
demasiadas veces desde que el gato se había ido; habría reconocido su huella
fácilmente. Y nunca podría olvidar la letra femenina en la nota, el papel rosa y la
pluma con aroma.
Podía recordar a la hermanita pequeña de Mike coqueteando con Jay, la única vez que
había estado en la casa de Mike, cuando Megan no se había dado cuenta que Violet la
veía en el carro. Los veía.
El solo pensamiento de que la hermosa niña podría haber matado al pobre gato hizo
erizar la piel de Violet.
No podía pensar que tipo de persona podía entrelazar sus dedos alrededor del cuello
del gato y ahorcarlo, sin ninguna razón… y mucho menos el envió de mensajes
psicópatas.
¿Y qué se suponía que era el mensaje? ¿Qué había hecho Violet para que la niña la
odiara tanto? ¿Por qué Violet debía ser despreciada?
Violet sabía que era tiempo de dejar de tener secretos. Tenía que decirle a Jay.
de llamar a la Guardia Nacional. —La apretó con fuerza mientras conducía hacia las
escaleras.
—Vamos, ahí fuego en la estufa de leña, y estoy seguro que podrías decirle a tu mamá
que te hiciera un poco de chocolate caliente.
Estaba en lo cierto, por supuesto. Su mamá se sintió tan aliviada que olvidó regañar a
Violet por salir en medio de la tormenta de aire. Violet se sentó lo más cerca que pudo
de la estufa de leña sin quemarse, hasta que el calor empezó a encontrar su camino en
la punta de los dedos de sus pies entumecidos, el frío se fue.
El viento aullaba, continuaba golpeando la casa, y el sonido de las ramas y las copas
de los arboles crujiendo estuvieron de manera intermitente toda la noche. En el
interior, se encendieron las velas y las linternas para desplazarse.
Violet quería llamar a Jay, decirle lo que había descubierto, contarle todo, pero no con
sus padres tan cerca. Tenían que reunirse, estar cerca del fuego para mantenerse
calientes mientras que la temperatura afuera siguiera cayendo en picada.
—Gracias —susurró.
Su mamá se sentó en el piso enseguida de ella cruzando las piernas. Acarició la pierna
de Violet.
—Sé que no quieres hacer de esto una gran cosa —empezó—. Pero invité al tío
Stephen y a la tía Kat y a los niños para tu cumpleaños. —Antes de que Violet pudiera
protestar, levantó su mano—. No será una fiesta. Solo será una cena. Y un pastel. —
Parecía complacida de sí misma mientras agregaba—. Y regalos.
Su madre sonrió.
—Vamos. Solo queremos desearte feliz cumpleaños. Jay y su mamá también vendrán.
Será divertido.
Violet rodó sus ojos. Sabía que no había punto de discusión; ya había perdido esta
batalla particularmente. Se había dado cuenta, incluso antes de iniciar la conversación
como su mamá iba a organizar una fiesta, independientemente de lo que quisiera.
—O globos.
C
uando Violet despertó, la energía había vuelto. Todos los interruptores
debieron haber estado encendidos, porque donde una vez todo había estado
oscuro, ahora la luz irradiaba en cada esquina, cada grieta. Estaba segura de
que eso había sido lo que la despertó.
Ella y su madre se habían quedado dormidas en extremos opuestos del mismo sofá, y
sus piernas estaban metidas debajo de la pesada manta que compartían. Afuera, Violet
todavía podía escuchar el viento silbando bajo y profundo como bailando alrededor de
la casa, pero estaba mucho más tranquilo que los incesantes golpes que la habían
hecho quedarse dormida.
Apagó las luces del techo, y Violet se sentó para tratar de ver a su padre.
Miró su reloj.
—Pasada la medianoche. La energía volvió, por lo que la casa debería estar más cálida
en unos cuantos minutos, si quieres ir a la cama.
Violet se extendió para poder desenredar sus piernas de las de su mamá; su cuello dolía
de apoyarse torcida contra el reposabrazos. Su padre se fue a cerrar la casa,
comprobando puertas y ventanas y apagando las luces.
Violet fue a su dormitorio, dándole vueltas a su cuello a lo largo del camino. Pero
mientras dejaba la calidez del horno de leños detrás, se dio cuenta que su padre tenía
razón acerca del calor. Todavía estaba congelando, aunque ahora podría la vieja
caldera trabajar, y supo que el calor iniciaría pronto.
Se puso una sudadera y se metió debajo de las mantas, cubriendo su cabeza antes de
marcar el número de Jay en su teléfono celular.
—Sólo lleva cerca de unos diez minutos. —Y entonces, su voz tomó un timbre
completamente diferente—. Estaba esperando que necesitaras a alguien para
mantenerte caliente.
Violet sonrió, haciéndose un ovillo para combatir el frío y dejar que el calor de sus
palabras se metiera en ella.
—Ya quisieras. Sabes, eso es en todo lo que pareces pensar últimamente —se burló. Lo
escuchó reír, y ella sonrió, disfrutando el momento. Y después suspiró, arruinándolo—
. Jay, tenemos que hablar.
—Suena serio. —Su tono todavía travieso. Violet deseó poder cooperar.
—Lo es.
—No. —Dudó Violet. Parecía mucho más difícil ahora. Lo había estado pensando
toda la tarde, reproduciendo las palabras en su cabeza, en conversación tras
conversación. Y en cada una, se sentía tan segura, tan confidente. Ahora, no tanto.
Suspiró nuevamente.
—Vi algo esta noche. —Una vez más se sintió insegura. ¡Mierda! ¿Por qué era tan
difícil?—. Fui a correr antes de que estuviera demasiado ventoso, y mientras estaba
afuera vi un eco. Una impronta, en realidad, de un eco que había visto antes.
Él todavía no lo entendía.
—Sabes que no he sido completamente honesta últimamente, que hay algo que me ha
estado molestando. —Estaba sentada ahora, sin más frío. Dejó escapar un suspiro—.
Ni siquiera sé por dónde empezar.
—La verdad sería buena. —No hubo nada travieso en su tono ahora, pero no había
marcha atrás.
—Hace un par de semanas alguien dejó el cuerpo de un gato muerto en mi casa. Fue
en la mitad de la noche, pero supe que era para mí, porque quien lo puso allí, dejó la
caja junto a mi auto.
—Jesús, Violet, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no dirías algo así? —Prácticamente
pudo escuchar su mano remover su cabello, tal u como lo hacía siempre que estaba
estresado.
Y esa era exactamente la razón por la que no le había dicho nada. Y sus siguientes
palabras sin ambigüedades.
No supo cómo responder. Sabía que disgustaría a Jay cuando la escuchara responder.
Se preparó a sí misma.
—¿Por qué escondiste esto? ¿Y si hay alguien detrás tuyo otra vez? ¿Y si quien haya
hecho esto decide que un gato muerto no es amenaza suficiente? ¿Y si fue ese chico de
las películas de la semana pasada? —Sonaba sin aliento, y supo que él estaba
caminando—. Voy a ir —insistió—. Tenemos que decirle a tu tío.
—Espera, Jay. Por favor, sólo… espera —Violet lo interrumpió—. Déjame terminar.
No fue el chico de la semana pasada.
Lo escuché exhalar.
Al principio, Violet pensó que la línea pudo haberse quedado muerta; Jay no
respondió.
Su voz, cuando hablo de nuevo, fue como un susurro seco, apenas un respiro.
—¿Hola?
—Aquí estoy. —Pero había un filo ahora que Violet no había escuchado antes, uno
que no tenía nada que ver con las preocupaciones por su seguridad—. ¿Qué estás
diciendo, Vi? ¿Crees que Mike dejó el gato muerto? ¿Piensas que Mike hizo eso?
—No, para nada. —Se inclinó hacia adelante, necesitando que él entendiera—. Hay
otras cosas que sucedieron. Una nota, la que había sido dejada sobre tu auto; no era de
Chelsea. No sabía quién la puso ahí, pero era de una chica. Y hubo algunas llamadas
que luego cuelgan. —Su corazón estaba martillando a medida que se acercaba,
pasando cerca del umbral de su acusación, y cuando finalmente lo hizo, su voz salió
aguda y débil—. Creo que fue la hermana de Mike.
—No lo sé, Jay. Pero creo que es seguro decir que ella lo fastidió. —La frustración
explotó, dejando sus mejillas ardiendo. Violet recordó que la chica había coqueteado
con Jay la noche en que se habían detenido en su casa para dejar la cartera de Mike—.
Tal vez, le gustas. Quizás no le gusta que estemos juntos, y desea ser tu novia.
Pero eso fue todo lo que tomó. Violet se erizó, su espalda entumeciéndose como
motivo del resentimiento opacado.
Violet esperó. Quería que él dijera algo, lo que sea, para dejarle saber que entendía.
Apretó un manojo de su colcha en su puño, apretándolo con fuerza y luego
liberándolo mientras esperaba su respuesta.
—Han pasado por tanto este año. La mamá de Mike no está cerca, y su papá apenas
les presta atención. La hermana de Mike es prácticamente todo lo que le queda.
Lo último que quería ahora mismo era sentir pena por Megan.
—Quizás estabas confundida. Estaba oscuro, tal vez no fue un eco en absoluto. Ambos
sabemos que te has equivocado antes. ¿Recuerdas a la Sra. Webber?
Pero Violet no necesitaba que Jay le recordara a su maestra de primer grado. Eso fue
completamente diferente, Violet había tenido solamente seis años cuando su maestra
llegó a la escuela portando un aura oscura que no había tenido el día anterior. El aire
oscuro que se aferraba a su piel como un pesado humo oscuro había aterrado a Violet,
y había salido corriendo del aula, obligando a la enfermera de la escuela a que llamara
a sus padres.
Para el momento en que su madre había venido del trabajo a recoger a Violet de la
clase de la Sra. Webber, la maestra le había confiado que había atropellado a un
mapache de camino a la escuela esa mañana.
Pero esta vez no estaba confundida. Sentía el escozor detrás de sus párpados mientras
parpadeaba furiosamente para alejar las lágrimas.
¿Jay no le había asegurado que todavía era su mejor amigo? ¿No acababan de pasar la
noche en los brazos del otro, haciendo promesas y compromisos susurrados? ¿No se
había dado a si misma completamente? ¿Cómo pudo preguntarle eso? En especial
ahora. Sobre esto.
—No estoy equivocada —insistió en voz baja. La enfadó que su voz la traicionara,
haciéndola sonar débil en vez de determinada—. Estás equivocado, Jay. Esta vez, estás
equivocado.
Colgó el teléfono, sin luchar más contra las lágrimas. Se recostó, curvándose alrededor
de la almohada y sollozando, usándola para amortiguar sus frustrados gritos. No
intentó detenerse, no intentó decirse a sí misma que todo estaría bien; simplemente
dejó que las lágrimas llegaran. Se permitió sentir todo.
Por primera vez en meses, se permitió sentirse enojada, traicionada, temerosa, sola.
Todo lo que había escondido cuidadosamente.
Lloró hasta que sus ojos estuvieron rojos y su rostro hinchado. Se sintió consumida y
vacía. Hueca. Se sentía bien, la nada. Y cuando finalmente no sintió nada por fin, se
durmió.
Sus ojos se sentían como si hubieran sido raspados con lana de acero. Trató de frotar la
arenosidad, pero fue difícil ver a través de la neblina acuosa. La pantalla LED brillaba
en la oscuridad.
Aclaró su garganta.
Como antes, no hubo nada desde el otro extremo. Violet se forzó por escuchar,
escuchar algo, lo que fuera que confirmara la identidad de la chica. Ahuecó su mano
sobre su otra oreja.
Y allí estaba.
Esta vez lo escuchó. Sin dudas, algo —alguien— en el otro extremo. Ahora estaba
segura de que la chica estaba escuchando. Violet tenía toda su atención.
—Sé lo que hiciste —dijo Violet tan calmada como pudo. Su corazón estaba tratando
de salir palpitando de su pecho, estrellándose violentamente contra sus costillas
adoloridas—. Sé que mataste a ese gato.
—Sé que eres tú, Megan. —Su voz cayó incluso más baja, si eso incluso fue posible,
hasta que apenas pudo escucharse ella misma—. Y también lo sabe Jay.
En el otro extremo, hubo un sonido apenas audible. Violet pensó que podría haber sido
un aliento, un suspiro, o quizás el susurro de un quejido. No pudo estar segura. Pero
después de ese momento, después de ese breve lapso, no hubo nada más que un
silencio ensordecedor.
Nada.
V
iolet se examinó al espejo y comprendió por qué su mamá no le había hecho
problema por quedarse en casa en lugar de ir a la escuela. Parecía un accidente
de tren. Su piel estaba pálida y enfermiza, sus ojos rojos e hinchados. Hizo una
mueca mientras se limpiaba la nariz, que estaba en carne viva y adolorida.
Culpó a Jay por la deprimente imagen que le devolvió su mirada. Y a Megan, por
supuesto.
Violet caminó de regreso a la cama. Había estado cansada antes, pero nunca así. Se
sentía derrotada, despojada de todo pensamiento racional. Estaba segura de que sería
incapaz de aguantar una clase, y mucho menos un día entero.
Trató de no pensar en Jay. Cada vez que lo hacía, sentía su corazón colapsando dentro
de sí misma.
Se dijo a si misma que debería estar preocupada por Megan, una chica que había sido
capaz de algunas cosas bastante aterradoras, pero no podía hacer que su mente se
centrara allí. La negativa de Jay a quedarse con ella cuando lo necesitaba era más de lo
que Violet podía soportar. Cerró los ojos, alejando el pensamiento.
Estaba demasiado cansada para jugar este juego de nuevo. Pero ya era demasiado
tarde; él ya había encontrado su camino de regreso, y ella podía sentir las lágrimas, a
pesar de sus mejores esfuerzos para detenerlas.
Odiaba esto. Odiaba sentirse tan frágil, tan miserable. Debería estar enojada, o
asustada, pero al contrario aquí estaba ella, acostada en su cama, incapaz de actuar.
Todo por culpa de Jay.
¿Y qué significa todo esto? ¿Que él estaba escogiendo a Megan sobre ella? ¿O que él
simplemente era incapaz de aceptar que Megan fuera capaz de ese tipo de violencia?
¿Qué importaba? De cualquier manera, Jay no la había apoyado.
No quiero verte.
Se cubrió la boca con la palma de su mano, atrayendo sus rodillas hasta su pecho
mientras se ahogaba en sollozos. Pero el peor dolor provenía de un lugar al que
físicamente no podía llegar. Su corazón se sentía como si hubiera sido aplastado estaba
sola y miserable. Violet se preocupó por ello. Se preguntó si podía confiar en que
siguiera latiendo.
Sintió como si su corazón se hubiera dado por vencido. Tenía ganas de darse por
vencida.
Trató de decirse a sí misma que debía dejar de ser tan dramática, pero no se sentía
dramática.
Había perdido a Jay. Y más que perder a la persona de la que se había enamorado
completamente, la persona a la que se había entregado por completo, también acababa
de perder a su mejor amigo en el mundo entero.
No sabía cuánto tiempo estuvo allí, entre dormida y despierta. Era un lugar delicado
para que Violet estuviera, con su subconsciente autorizado para contribuir con las
imágenes que se reunían allí.
En algún momento, Violet encendió su iPod, para bloquear sus pensamientos, para
bloquear todo, pero nada podía detener los malos sueños que persistían cada vez que
se dormía, o la angustia que la atacaba cuando se despertaba. Así que dio vueltas,
tratando de no pensar y no sentir.
Era casi de noche cuando sintió el lado de su cama hundirse, y abrió los ojos. Chelsea
la miraba.
Violet quería decirle a su amiga que estaba bien, que estaba enferma y que por eso no
había estado en la escuela, pero negó con su cabeza. Su voz era ronca.
—Oh Mierda, Vi. —Chelsea tomó la mano de Violet y la apretó—. Estarás bien. Estoy
segura de que es sólo una pelea. Son Jay y tú. Todo estará bien, sé que lo estará.
¿Quieres que hablé con él?
Chelsea subió a la cama al lado de Violet. Se acostó sobre su espalda por lo que las dos
estaban mirando al techo.
—Bueno, si él es tan estúpido como para dejarte ir, entonces no te merece, —Chelsea
chasqueó, tranquilizando a Violet a su manera, empujándola bajo las mantas—.
Además, siempre me tendrás, y yo soy mucho más divertida de lo que Jay nunca
podría ser.
Violet logró una risa líquida a través de sus lágrimas. No sabía cómo decirle a Chelsea
lo agradecida que estaba de que hubiera venido esta noche sin que sonara cursi, como
una cursi tarjeta de felicitación. Pero no podía imaginar nada mejor que tener a su
amiga a su lado, animándola cuando caía la noche.
Violet sabía que su madre había venido a verla después de que Chelsea se había ido,
porque había sentido su fría mano rozando su mejilla y posándose contra su frente.
Dudaba que su madre realmente pensara que estaba enferma, pero nunca dijo una
palabra. Ella sólo se deslizó en silencio para asegurarse de que Violet estaba bien y
salió de nuevo. Para que, al menos, Violet estuviera agradecida.
161 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
Durante esa interminable noche Violet llegó a una conclusión: Ella fue lastimada,
claro, pero era más fuerte que eso. No se había roto. Iba a sobrevivir a esto. Tenía que
hacerlo. Y no quería que Jay supiera que tanto la había lastimado. Ella lo quería, pero
no lo necesitaba.
Cerró los ojos, sin sentir una paz real. Lo mejor que podía esperar en este momento era
que un poco de adormecimiento la alcanzara al fin, y calmará el dolor en su corazón.
La nota sobre el mostrador decía que su mamá había salido a hacer algunas
diligencias, lo que Violet interpreto como ir de compras para la no cena de
cumpleaños que había planeado para Violet. Sólo de pensar en ello, acerca de pasar toda
una noche con su familia —sus padres y su tía y su tío— celebrando su cumpleaños, le
hizo retorcer su estómago en nudos dolorosos. El hecho de que Jay no estaría allí lo
hizo casi insoportable.
Se apuró, con la esperanza de estar fuera de allí antes de que su madre llegara a casa.
Se puso unos jeans y una camiseta y recogió su cabello en una cola de caballo que no
se parecía en nada a la que le había visto a la perfecta Sara Priest. El cabello de Violet
era salvaje y rebelde, incluso en un buen día.
Decidió que probablemente era mejor no mirar el espejo por mucho tiempo.
Escribió una nota rápida, dejando que sus padres supieran que volvería a tiempo para
la cena, y salió corriendo por la puerta, sintiéndose mejor en el momento en que el
motor de su carro cobro vida.
Fue entonces cuando sacó su teléfono celular para arreglar una reunión que no hubiera
previsto en un millón de años. Con la última persona que ella hubiera esperado
llamar.
Rafe ya estaba dentro, pareciendo cómodo por primera vez desde que Violet lo había
conocido. Lo vio antes de que él se fijara en ella, y lo observó a través del cristal, con
su pelo negro cayendo frente a su cara. Él estaba reclinado en la silla bistró de
apariencia tambaleante, con los brazos cruzados sobre el pecho y la barbilla caída. Era
alguien que estaba acostumbrado a pasar desapercibido. Parecía preferirlo así.
Como ella.
Violet atravesó la puerta, los tablones de madera sonaron huecamente bajo sus pies. El
olor a café era fuerte y abundante.
—Hola —dijo ella, de repente nerviosa mientras retiraba la silla frente a él.
—Tú eres el que me dio su número. —Lo desafió con la mirada, pero no estaba segura
de qué más decir. Ahora que estaba sentada aquí, se sentía muy... incómoda—. Sólo
esperaba que pudiéramos hablar... tal vez podrías, no sé, contestar algunas preguntas
para mí.
Él miró hacia abajo, como si estuviera teniendo problemas para sostenerle la mirada.
Violet negó con la cabeza pero no pudo encontrar las palabras para discutir. Ella casi
podía ver las paredes que él había levantado, las defensas que no tenía intención de
dejar bajar.
—Si quieres, puedo llamar a Sara y arreglar algo entre ustedes dos, pero simplemente
no creo poder hacer… —señaló de ella a él, encogiéndose de hombros, con cara de
disculpa—… esto.
Violet no respondió, de pronto se sentía como una imbécil por pensar que ella podría
ser capaz de hablar con Rafe, en primer lugar. ¿Qué he estado fumando? Se reprendió
a sí misma. Sus ojos ardían, escociendo, y parpadeó con fuerza. No podía creer que
había sido tan tonta como para pensar que podría haber algún tipo de conexión. Pero
después de todo lo que había pasado, las lágrimas estaban todavía demasiado cerca de
la superficie, y temía que si empezaba a llorar ahora, delante de él, realmente podría
morir de humillación.
Pero Rafe extendió su mano hacia ella, agarrando su muñeca y deteniéndola antes de
que pudiera darle la espalda.
—Lo siento, —murmuró él, viéndose tan confundido por la extraña energía como ella.
Cerró y abrió su puño, y Violet pudo ver que sus uñas habían sido cubiertas con
Sharpie5. Su mirada se levantó a la suya—. Mira, Violet, no quise herir tus
sentimientos. Por favor... no te vayas. Todavía no.
Vaciló, tratando de decidir, pero no podía ignorar la sinceridad que oyó en su voz.
Finalmente arrastró la silla de vuelta a la mesa y se sentó. Pero ahora era la única con
la mirada desconfiada en los ojos.
Violet hizo una mueca, aún no estaba lista para dejarlo libre de responsabilidad.
Violet exhaló ruidosamente cuando apoyó los codos sobre la mesa y trató de explicar.
—En realidad no sé por qué te llamé. Simplemente... ya no quería estar sola. Y eso no
significa que crea que tenemos que ser amigos ni nada. —Le hizo un gesto—. Es sólo
que eres el único que sabe sobre Sara Priest. Y que encontré a ese niño. Por lo menos,
la única persona con la que puedo hablar. —Ella pensó en Jay, en cómo debería haber
sido capaz de decírselo.
¿Por qué no lo había hecho? ¿Por qué no le había contado sobre su reunión con el FBI?
—Supongo que simplemente no sé qué hacer, y pareces tener algunas de las respuestas.
—Bueno, tú y Sara.
—Y tú no quieres hablar con ella. —Esta vez no era una pregunta. Rafe se reclinó
mientras cruzaba sus pies perezosamente en los tobillos, pero no estaba engañando a
Violet; sabía que tenía su atención.
5
Sharpie: marca de marcadores.
También sabía que tendría que andar con cuidado; Rafe no parecía del tipo que les
gusta compartir.
Pero tenían algo en común, estuviera alguno de los dos dispuesto a admitirlo o no.
Sara Priest era prueba de ello.
—Eso es un montón de mierda —insistió Violet, entrecerrando los ojos hacia él—.
Sabes mucho más de lo que dices. Como: ¿por qué Sara está tan interesada en mí?
¿Qué es lo que piensa que sabe?
Violet apretó los labios, inquietándose y mordiéndolos hasta que probó su propia
sangre. Consideró lo que le estaba diciendo, y reconoció el rincón en el que lo dejó
volver a meterla. Él la tenía. Por supuesto, lo sabía. Violet no iba a revelar lo que podía
hacer... al decirle de su talento para buscar cuerpos. Y él condenadamente seguro que
no estaba dispuesto a confiar en ella.
Exhaló, liberando el aire que había estado conteniendo mientras esperaba que él
revelara algo... cualquier cosa.
—¿Así que trabajas para ella? ¿Es ese el acuerdo entre ustedes dos?
Rafe se rió. Era la primera vez que Violet lo había oído reír. El sonido era suave y bajo,
al igual que su voz.
—Trabajo con ella. Hay una gran diferencia. —Extendió su mano a su bolsillo y le
entregó otra tarjeta de presentación, como las demás—. Si tienes alguna otra pregunta
sobre Sara, creo que necesitas llamarla a ella.
Violet lo miró ferozmente, pero sabía lo suficiente para darse cuenta de que habían
llegado a un callejón sin salida.
—Compré esto para ti. Latte de vainilla doble. Pero es probable que ya se haya
enfriado.
Él se encogió de hombros.
Violet lo miró con recelo. Esa era por mucho la lógica más defectuosa que alguna vez
había oído. A la mayoría de las chicas les gustaba un montón de cosas diferentes:
chocolate, caramelo, leche desnatada, leche entera, crema batida, cafés helados... las
opciones eran infinitas. ¿Cómo era posible que la hubiera vinculado al tipo de chica de
latte de vainilla?
Imaginó que suerte, supuso mientras tomaba un sorbo. Se levantó para irse, dándose
cuenta de que la conversación había terminado.
Pero Rafe extendió una mano para detenerla, esta vez cuidadoso de tocar su chaqueta
en lugar de su piel.
C
uando Violet entró por la puerta principal, la casa estaba llena con olores de
comida. Comida real, el tipo que no tiene nada que ver con la sección de
congelados de la tienda de comestibles. Eso podía significar solo una cosa…
que alguien además de su mamá había preparado su cena de cumpleaños.
A Violet no le importaba el quién; era lo que tenía hecha agua su boca mientras
cerraba la puerta detrás de ella.
Escuchó la risa viniendo de la cocina, y supo que ya era tarde para su propia fiesta. Por
suerte fue capaz de deslizarse silenciosamente escaleras arriba para cambiarse y
refrescarse. Se sentía como la mierda después de conducir todo el camino a la ciudad y
de regreso, intentando conseguir información de Rafe. Y sabía que probablemente lo
parecía.
Pellizcó sus mejillas, para dar la ilusión de que aún había sangre bombeando en alguna
parte dentro de su cuerpo, y rápidamente cepilló sus dientes.
Cuando decidió que era lo mejor que podía hacer en poco tiempo, se dirigió escaleras
abajo, donde su mamá estaba esperando en la parte inferior de la escalera.
—¡Feliz cumpleaños, Vi! —agarró a Violet, envolviendo sus brazos alrededor de ella.
—Mamá, ¿has estado bebiendo? —la regañó, medio bromeando mientras forcejeaba
por liberarse. Ella podía escuchar a los otros en la cocina, sillas chirriando y voces que
llegaban a saludarla.
Ella no preguntó siquiera, más que todo porque no quería saber las respuestas.
Violet le sonrió.
Su tío y tía estaban allí también, junto con sus dos pequeños primos, Joshua y Cassidy.
Cassidy levantó sus brazos hacia Violet, y levantó a la pequeña chica de pelo rubio,
comentando acerca de cuán pesada se había vuelto, a pesar de que era tan ligera como
una pluma.
—¿Así que ahora tienes —se burló Violet moviéndola en sus brazos—, como doce,
trece años?
—¡No! —se rió Cassidy, pero esa fue toda la respuesta que dio.
Joshua, quien él solo apenas tenía cinco años, era ya serio como el padre de Violet, un
pequeño contador en la fábrica. Ella tenía que forzarse a no notar las similitudes entre
él y la imagen del pequeño chico del muelle.
—¡Joshy! ¡Eso es grosero! —Su tía Kat le echó un vistazo a Violet excusándose—.
Discúlpate ahora mismo. —Violet depositó a la pequeña en el piso. La pequeña chica
agarró la pierna de Violet y la mantuvo con fuerza.
El incómodo silencio estuvo de vuelta. Y Violet era consciente de que todos sabían, o
al menos tenían sus sospechas, sobre lo que estaba mal con ella. Probablemente que
ella y Jay se habían peleado, tal vez incluso roto.
Estuvo contenta cuando su padre enlazó su brazo tras ella y la llevó hacia la cocina.
Violet no tuvo que ser consultada dos veces. Comida, al menos, era algo en lo que
podía estar de acuerdo. Y él estaba en lo correcto: Había más que suficiente.
Su padre terminó de preparar la cena, y el pollo fue servido con puré de papas con ajo
y una ensalada César. Afortunadamente la conversación no tuvo nada que ver con
Violet —al menos donde a Jay se refería— y había muy pocas ocasiones. Y aunque
incluso era su cumpleaños, apenas era exigida a participar.
Se encontró charlando con los niños —sus primos— más frecuente que nunca, sobre
todo porque ellos no necesitaban nada real, nada profundo de ella a cambio. Ellos
estaban libres de riesgo, y lo prefería de esa forma. Su madre había pasado por alto la
regla de no-globos-o-serpentinas por un detalle. Obviamente, Violet no había sido lo
suficiente clara, y se dio cuenta de que debería haber sido una declaración más exacta,
haciéndola en su lugar una norma sin-decoraciones. Pero desde que no tenía, y desde
que su madre le había tomado su palabra, la mesa —y la habitación— estaba
desbordante con flores y velas.
El resultado era dramático. E incluso aunque Violet quería protestar, reclamar que sus
deseos habían sido ignorados, que el espíritu —si no el mensaje— de su pedido había
sido violado, no podía.
Tal vez solo era por los efectos de la primera comida real que había comido en días, o
tal vez era la falta de descanso, pero incluso tenía que admitir que era hermoso. Hacía
a Violet sentirse mejor al estar rodeada por eso, y por su familia, en su cumpleaños.
—Gracias —dijo ella, casi para sí misma, mientras mantenía sus ojos abajo,
concentrándose en su plato.
La única certeza que sabía que la habían escuchado después de todo era la breve calma
en la conversación.
170 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
—De nada.
La conversación continuó. Había torta y regalos. Violet hizo lo mejor para quedarse en
el momento, para permanecer centrada en el aquí y ahora, en lugar de dejar a su mente
vagar por otros lugares.
Pero era duro, y se encontró a si misma distraída lejos muy frecuente, lo cual era lo
que lo hacía mucho peor cuando escucharon golpear la puerta principal.
El estómago de Violet se tensó ansiosamente. No había nadie al que quería ver ahora,
por lo menos nadie que no estaba ya en su casa.
Ella sabía. Ya sabía que era él. Estaba asustada de verlo, asustada de lo que podría
hacerle a su frágil propósito.
Pero cuando su tío regresó a la cocina, estaba solo. Y tal vez solo ella lo notó, pero
sintió hundirse en la silla. Se ahogó en la amarga decepción de que había estado
equivocada y estaba frustrada consigo misma por sentirse de esa manera.
El aire se sentía negro y grasoso, sofocándola mientras se sentaba allí. Nadie hablaba
mientras todos ellos todavía permanecían, mirándola.
Ella frunció el ceño mientras miraba a su tío suplicante y agitó su cabeza, incapaz de
darle una respuesta en voz alta.
Cuando él abandonó la cocina, su mamá y su tía tuvieron una cortés y pequeña charla
más bien para pretender que no estaban escuchando, intentando escuchar qué era lo
que estaba pasando en la puerta principal.
Pero Violet no podía sentarse allí y pretender por más tiempo. Tan pronto como
escuchó la puerta principal cerrarse, se excusó sin explicación.
Nadie intentó detenerla o preguntarle si estaba bien. Sus padres le dirían a su tía y tío
adiós por ella, y más tarde —mucho más tarde— cuando se sintiera más como ella
misma de vuelta, se disculparía.
Pero ahora mismo no estaba en ella ser cortés o agradable con los miembros de la
familia bien intencionados. Por ahora, solo quería estar sola.
***
Violet esperó hasta que la casa estuvo en silencio antes de ir escaleras abajo otra vez.
Así que en su lugar ella quería torta. Tal vez una buena dosis de azúcar podía sacar
ventaja.
Se deslizó silenciosamente hacia la cocina, y cuando llegó allí, sonrió. Su padre debe
de haber sabido que ella estaría de vuelta abajo.
Violet sintió una oleada de emoción, pero en el buen sentido. En el mejor sentido.
Al lado del plato estaba una pequeña bolsa de regalo rosa con bonito papel tissúe.
Violet ignoró la bolsa, solo brevemente mirándola antes de irse al refrigerador para
agarrar la leche.
Solo cuando se sentó de vuelta frente al plato y desenvolvió la torta hizo que se
preguntase sobre el regalo apoyado junto a ella.
Ella pensó que ya había abierto todos sus regalos, los únicos de parte de sus padres y
de su tía y su tío, pero debe de haber dejado la fiesta antes de que hubieran tenido la
oportunidad de darle este.
Levantó un pie descalzo sobre el taburete y apoyó su barbilla contra su rodilla mientras
agarraba un trozo de la torta. Era perfecto, exactamente lo que ella necesitaba ahora
mismo. ¿Cómo era posible que algo tan simple como una rebanada de torta de
cumpleaños la hiciera sentir mucho mejor?
Superficial, no. Pero ella aún era una chica, después de todo.
Ella dejó que el papel se deslizara de sus dedos el tiempo suficiente para tomar un
sorbo de leche fría, digiriendo el rico glaseado sólo para que pudiera comenzar de
nuevo. No estaba apurada. No tenía ningún mejor lugar para estar por el momento.
Después de que tragó, tomó otro trozo, lamiendo el glaseado de los dientes de su
tenedor antes de que finalmente lo depositase en el plato. Ella tiró de la bolsa y miró
dentro.
Lo que sea que era lo de allí estaba envuelto en el mismo bonito tissue de papel.
Sacó algo pequeño pero sólido. La puso en la palma de su mano. Sacó el papel
brillante, desenvolviéndolo, y adentro estaba un marco de fotos plegable.
Era de Jay.
El regalo. Las fotos. Él debía de haber dejado el regalo con su tío cuando se había
detenido más temprano.
Las imágenes dentro eran de segundo grado, cada una de sus fotos de ese año. Esa
imagen particular de Jay siempre había sido una de las favoritas de Violet, sobre todo
porque ella había sido la responsable de su pelo.
Fue el año en que el fotógrafo había pasado esos pequeños peines negros a todos los
chicos mientras estaban en la fila, y Violet había decidido ―arreglar‖ el pelo de Jay. Lo
había llevado hasta la fuente de agua y mojado su pelo y luego peinado alrededor de la
parte curvada y alocada que ella había hecho con el peine descartable. Había pensado
que él se veía perfecto.
Y ahora, mirando la imagen, con su disparatado pelo y sus flamantes dientes de gran
tamaño adulto delante de su boca, vio lo que él hacía.
Era el peor regalo que él le podría haber dado en un momento como este. Y era
exactamente el tipo de final que Violet debería haber esperado del peor cumpleaños de
su vida.
Metió el marco y el tissue de vuelta dentro de la bolsa, y lo dejó, junto con el resto de
su torta no comida, en la mesada mientras caminaba rígidamente de vuelta escaleras
arriba.
Justo cuando estaba comenzando a sentirse un poco mejor, él tenía que venir y
arruinarlo otra vez.
E
l silencio se aglomeraba, anunciando su momento favorito de la noche.
El salón de estar estaba abarrotado con platos sucios, y periódicos estaban desparramados en casi
cada superficie. Ropa —limpia y sucia— llenaba los pisos, y botellas cubrían la mesa frente a la
televisión.
Trabajó rápidamente, reuniendo los periódicos. Llevó los platos y botellas vacías a la cocina,
recogiendo la basura y doblando la ropa. Trató no respirar el olor agrio a whiskey barato que se
mezclaba enfermizamente con el olor de los cigarrillos que se aferraba a todo lo que su padre
tocaba —su ropa, su piel—, su aliento. Se estremeció ante la idea de esos olores —sus olores—
tocándola.
Se dijo a si misma que los ignorara; cuanto antes terminara, más pronto podría volver a la cama.
Pasos amortiguados sobre las tablas de madera, obviamente sin tanto cuidado como ella había
hecho, y se estremeció con cada crujido que escuchó.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró su hermano, con ojos lagañosos, y ella al final pudo
encontrar su aliento—. Puedes hacer esto en la mañana.
Sacudió la cabeza. No quería decirle la verdad, que ella preferiría hacer sus tareas cuando su
padre no estaba cerca. Que en la mañana existía una oportunidad de que él estuviera allí. De que
podría tener que verlo, hablarle.
—Al menos, déjame ayudarte —ofreció, limpiando las encimeras y llevando el resto de los platos
al fregadero.
Pensó acerca de abrirse a su hermano, en preguntarle cómo podía soportar esta versión inútil de
su padre. Cómo podía soportar algo de eso.
Pero supo cómo: él era más fuerte que ella; siempre lo había sido. Aún de niños, ella era quien
tropezaba y caía, quien necesitaba que la levantaran y acariciaran. La que había necesitado a su
madre.
Él siempre había sido tan independiente, tan determinado en hacer las cosas por sí mismo. Era
inteligente, sociable, fuerte. Todo lo que ella no era.
A veces se preguntaba si él había notado que su madre se había ido. Que su padre ya no era el
mismo hombre. Y que ella estaba dañada… rota.
Quiso hablarle, pero no lo haría, porque no quería que viera cuan débil era ella.
—Vete a dormir. —Su sonrisa fue genuina, y a la vez incluso dulce—. Terminaré y apagaré las
luces.
Ella no discutió; simplemente asintió, regresando al pasillo, mirando cada paso que daba,
calculando cuidadosamente donde debería caer su pie para no despertar a su padre.
V
iolet volvió a la escuela el día siguiente, en su mayor parte porque sabía que
quedarse en casa otra vez no haría su regreso más fácil. Tenía que superarlo
eventualmente. Pero estar allí, bajo el mismo techo que Jay, era algo parecido
a un baile cuidadosamente coreografiado. Y no era solo a Jay a quien necesitaba
evitar.
Jay, sin embargo, era una historia diferente. Habría sido imposible evitarlo, en especial
debido a que compartían algunas de las mismas clases. Pero Violet hizo todo lo que
estaba en su poder para permanecer alejada de él mientras pudiera.
Pero incluso con esas precauciones, Violet todavía se sentía incómoda. Podía sentir los
ojos de Jay sobre ella, suplicándole que mirara en su dirección, desafiándola a
ignorarlo.
Y era difícil. Violet quería mirar, mirar a hurtadillas en su dirección, solo para verlo un
momento. Pero no podía correr el riesgo. Sabía que él estaría esperando, viéndola
ceder.
Entre clases fue más difícil, y después del cuarto período Jay la estaba esperando en el
pasillo. Era difícil verlo ahí, cara a cara, difícil permanecer distanciada cuando él
parecía tan serio, tan sincero. Sus ojos estaban cansados y rojos, y parecía derrotado
incluso antes de hablar.
Trató de pasarlo, pero la detuvo, agarrando su mano y tirando de ella. Su toque era
como fuego líquido contra su piel, y Violet se estremeció ante el hormigueo de
consciencia que sintió cuando sus dedos la abrasaron.
Pero si verlo había sido difícil, escuchar su voz fue peor. Estaba áspera y llena de
emoción. Sonaba tan…tan miserable.
Pero ella no podía dejar que le hiciera esto. Tenía que ser más fuerte.
—Jay, no. No quiero hablar contigo. Déjame sola. —Quiso decirle por favor, rogarle
que caminara lejos en caso de que ella no fuera capaz, pero tenía miedo de esas
palabras. Era demasiado suave, y le preocupaba que pudiera revelar demasiado de lo
que sentía en ese momento, viéndolo en persona.
Tiró su mano de su agarre. Y nuevamente, se enojó con él por dejarla ir, a pesar de sus
palabras y sus acciones. Ella no se volvió, sólo lo dejó ahí de pie. Pero supo que él
estaba mirándola de la misma manera que sabía que quería darse la vuelta y desdecirse
de todo.
En el almuerzo, Violet se sentó sola en su auto para no correr el riesgo de toparse con
Jay de nuevo.
Revisó su teléfono por milésima vez, para ver si Sara Priest había llamado, y se dio
cuenta que estaba decepcionada cuando no hubo ningún mensaje.
Hubo una parte de ella, y ya no estaba muy segura de cuan pequeña era esa parte, que
esperaba que Sara no se hubiera dado por vencida aún.
Recientemente, Violet había tenido tiempo para pensar en todo lo que había sucedido,
incluyendo como Sara Priest había entrado en su vida… a través del descubrimiento
del chico. Y repentinamente, las cosas parecían un poco más claras, lo que debería
haberla aterrado, inquietado incluso, considerando que el resto de su vida era un
desastre. En vez de eso, tenía perfecto sentido para Violet.
La manera en que había reaccionado los pasados meses: apartada, manteniendo a Jay
—y a todos a su alrededor— a distancia, con miedo de dejarlos acercarse demasiado.
Pero ahora lo sabía; ahora entendía que no era su culpa. Nada lo era. No podía evitar
lo que hacía, de lo que era capaz, ya que no había nacido sin la capacidad de encontrar
a los muertos. Era una parte de ella.
Y Violet ya no quería ignorar más esa parte. No había nada equivocado con ello… con
ella. De hecho, incluso podía llegar a ser útil. Había sido útil.
Y recordó cómo se sintió antes, cuando había buscado un asesino serial. Como si
tuviera un propósito.
Quiso eso de nuevo. Quiso buscar una manera de recapturar esos sentimientos, tener
una razón para su ―don‖.
No quería esconder nada más o tener secretos, al menos no a aquellos en los que
confiaba.
Quizás Rafe tenía razón; tal vez Sara Priest podía ser esa solución.
A menos que Sara ya no estuviera interesada en Violet. A menos que Sara se haya
cansado de esperar que se decidiera.
Pero Violet no se preocupaba por eso aún. Tenía otras cosas que descubrir primero.
Violet esperó en su última clase tanto tiempo como pudo antes de aventurarse en los
pasillos casi desiertos, y entonces afuera, hacia el estacionamiento. Los terrenos
estaban tranquilos —tan inquietantemente— pero Violet lo prefirió de esa manera.
La idea de toparse con Megan, o verla pasar, hizo que la piel se le erizara.
Por lo que cuando Violet escuchó una voz llamándola, una voz de chica, sus piernas se
sintieron súbitamente débiles. Hasta que reconoció el tono brusco.
Sin girarse, sonrió para sí misma mientras esperaba que Chelsea la alcanzara.
—Hey, ¿no me escuchaste? Dios, ¿dónde está el maldito fuego? —Chelsea se quejó con
dificultades para respirar exageradas. E inmediatamente se olvidó que estaba
deprimida—. Oye, no te importa si me llevas, ¿no? Vine con Jules esta mañana, pero
ella se va a quedar con Claire para trabajar en sus ensayos de ciencias, y en serio no
quiero pasar el tiempo con ellas en la biblioteca. Además, sabes que la Sra. Hertzog me
odia. Se pasará todo el tiempo haciéndome callar.
—Lo sé, ¿verdad? Está loca. —Metió las manos en sus bolsillos, encogiéndose de
hombros indiferentemente mientras mantenía el paso de Violet—. Oh, casi lo olvido.
—Sacó un pedazo de papel doblado de su bolsillo derecho. Se lo entregó a Violet—.
Jay me pidió que te diera esto.
Violet vio su nombre escrito del puño y letra de Jay en el exterior de la nota, y su
corazón se estrujó. No quiso tomarlo, pero ignorarlo, dejarlo en la mano de Chelsea,
no era una opción tampoco. La agarró y la metió en su bolsillo.
—Si te hace sentir mejor, él también ha tenido esa expresión de muñeca triste
últimamente.
—Jay. Estoy hablando de Jay, Vi. Pensé que podrías querer saber que no eres la única
que está lastimada. Ha estado deprimido por toda la escuela, haciendo difícil mirarlo.
Está desastrosamente… mal. —Igual que la otra vez en el cuarto de Violet, algo
cercano a… comprensión cruzó por el rostro de Chelsea.
—Lo juro, cada vez que lo veo, estoy dividida entre tener miedo de que empiece a
llorar como una chica o pedir prestado un tampón o algo así. En serio, Violet, es
asqueroso. En serio. Solo tú puedes hacer que se detenga. Por favor, haz que se
detenga.
Violet no quería, pero no pudo evitar sonreír ante la absurda imagen que Chelsea pintó
de Jay. Y aunque sabía que no era muy maduro sentirse presumida en un momento
como este, en especial sobre la imagen delirante inventada por su amiga mentalmente
loca, no pudo evitarlo; rió de todos modos.
Aun así, no quiso hablar sobre ello con Chelsea. Ni siquiera a la más amable y sensible
Chelsea.
—Todo lo que digo es que… estoy aquí si quieres contarme acerca de… —Dejó la
oferta colgando allí.
Y Violet se sintió culpable por no aceptar su oferta. Deseó poder hablar sobre lo que
había pasado. Deseó poder contarle a Chelsea todo, explicarle sobre que ella y Jay
estaban peleados, contarle acerca de Megan, y lo que había visto en la casa de Mike
esa noche. pero no pudo. Era demasiado enredado junto con su habilidad.
Cuando Chelsea se dio cuenta de que no iba a conseguir nada con Violet, cambió de
tema, pero Violet encontró el nuevo tema más doloroso que la discusión sobre Jay.
—Tengo la chaqueta más linda para llevar a la cabaña el próximo fin de semana —
exageró Chelsea—. Sabes, caliente pero no demasiado caliente, por lo que quizás Mike
deba usar algo de calor corporal para evitar que me de hipotermia.
Pero Violet había dejado de escuchar. Todo lo que podía oír era el torrente de sangre
fluyendo por sus orejas.
Sus amigas todavía planeaban ir a la cabaña. Por supuesto que lo hacían. ¿Cómo
Violet podía esperar otra cosa?
Los dedos de Violet hormiguearon mientras agarraba el volante. Luchó por recordar
que se suponía que se hacía después de eso, y luego lo recordó. Envolvió sus dedos
alrededor de la llave y la giró. Su coche rugió a la vida.
seguía parloteando, y las palabras zumbaron en el aire hasta que llegaron a la casa de
Chelsea.
No fue hasta que Chelsea se detuvo en la puerta de su casa y ella le dio una extraña
mirada a Violet cuando se dio cuenta de que estaba simplemente sentada, sin mirar
nada.
Violet parpadeó, recordando que tenía que irse. Puso el coche en marcha y se alejó, sin
despedirse.
Violet se detuvo en el Java Hut camino a casa, desesperada por no ser ella misma en
ése momento.
Sabía que no podía entrar sin Chelsea, a quien apenas había dejado en casa. O sin
Jules o Claire, quienes todavía estaban en la escuela trabajando en su proyecto de
ciencias. O sin Jay.
No lo sabía, pero ahora que estaba ahí, viendo a sus compañeros ir y venir del café
lleno de gente, era el último lugar del mundo donde quería estar. El problema era, que
no podía hacer nada al respecto. Así que simplemente se sentó y los vio irse con sus
vidas.
No sabía cuánto tiempo había pasado, o por cuánto tiempo había estado sentada en la
entrada, pero reconoció el momento en que su corazón empezó a latir de nuevo. Fue
en el instante en que vio a la chica caminar por la puerta principal del Java Hut.
Megan era bonita. Se veía pequeña y frágil, y por una fracción de segundo, sólo por el
más breve de los momentos, Violet pudo entender por qué Jay tuvo un tiempo difícil
en creer que esa delicada brizna de niña nunca podría ser capaz de hacer de todas las
cosas de las que Violet la había acusado.
Ella salió del café, seguida de sus dos amigas, quienes, por compasión, hacían que
Megan pareciera un hada. Ese contraste hacía que los movimientos de Megan se miran
de manera extraña fuera de lugar. Daba la impresión de que se movía con gracia, con
fluidez, como una bailarina, como si lo hiciera con precaución y cuidado. Se mantuvo
con la cabeza baja, los brazos apretados con fuerza, protectoramente, a su alrededor.
Parecía asustada. Como un animal cazado.
Pero no fue eso lo que le quitó la respiración a Violet, y que se inclinara hacia delante
para tener una mejor vista.
Y no fue la repentina aparición de una luz blanca parpadeante que se adhería a la piel
de Megan. Era porque no estaba ahí. La luz. La impronta.
No estaba ahí.
Violet parpadeó, pensando que se había equivocado. Estaba cansada, exhausta, y tal
vez sus ojos le estaban jugando una broma. Pero no lo hacían.
No era Megan.
Sin importar cuantas veces Violet parpadeara, o que tan fuerte tratara de decirse que
ella sabía que ella estuvo esa noche en el bosque, no podía arreglárselas para verlo
ahora —aquí— si no existía.
Trató de darle sentido, de qué pudo haber pasado. ¿Pudo haber estado alguien más en
la casa de Megan la noche que la luz se había ido?
¿Alguien había sido responsable de la muerte del gato? O quizás Jay tuvo razón todo el
tiempo. Tal vez no había visto un eco, tal vez había sido algo más. Una linterna. El
parpadeo de una vela.
Megan no había matado al gato. No cargaba la impronta con ella. Violet se había
equivocado. La verdad había salido a la luz. Sabía que había acusado a ésta chica de
algo tan atroz. Y había peleado por eso con Jay…
Jay.
Violet miraba aturdida como Megan iba al carro con sus amigas, y se dio cuenta que
ella debía detenerla de irse. Tal vez no había sido Megan la culpable de todo —el gato,
las llamadas de teléfono, la nota— pero Violet la había acusado, y ahora necesitaba
disculparse.
Su cara se arrugó, y el discurso que había practicado estaba perdido con un gemido en
el momento en que vio que se apuraba hacia el mostrador para alcanzarla. No dijo
nada, solo se reunieron en un abrazo, apretándola hacia él. Esta era la manera de
decirle que estaba aliviado de que hubiera ido.
—Dios, Violet, lo siento mucho, lo siento mucho, mucho… —Él presionó su cara
contra la cima de su cabeza, y se dio cuenta que él la necesitaba tanto como ella lo
necesitaba.
Los brazos de él se apretaron como si supiera lo que ella estaba pensando, y ella podía
sentir los latidos de su corazón golpeando sobre su piel, trayéndola de nuevo a la vida.
Intentó decirle, explicarle, pero su voz la traicionó, saliendo con un suspiro ahogado.
Jay debió entender mal el sonido, y su agarre se apretó, fijándola contra él.
—No, Violet. Por favor, escúchame. No puedo soportarlo más. Tú ganas. Estaba
equivocado, nunca debí dudar de ti. Confío en ti. Te amo, y no puedo hacer esto más.
No quiero estar… —Encogió los hombros para buscar la palabra correcta—, sin ti.
Y finalmente sus brazos se aflojaron, liberándola, dándole de nuevo a elegir. Sintió sus
hombros hundirse, mientras su corazón temblaba.
—Por favor…
Violet no quería que él se disculpara, pero todavía no podía hablar. Ella sacudió su
cabeza, frotando su mejilla contra su pecho, tratando de hacerse entender. Movió sus
brazos alrededor de él, debajo de su chaqueta, y agarró su camisa con las manos,
negándose a dejarlo ir.
Éste era todo el estímulo que necesitaba, sus manos se pusieron sobre ella, tocando,
alcanzando. La levantó. Le besó la punta de la cabeza. Y sus mejillas.
—Soy yo la que lo siente, Jay —insistió finalmente Violet, y esta vez su voz no
flaqueó—. Estaba equivocada… sobre todo. No debí brincar demasiado rápido a las
conclusiones, o forzarte a ti para admitir que tenía razón. No debí alejarte. —Ella
tembló, y Jay la jaló hacia él, enviándole su calma.
—No, déjame terminar. —Se aclaró la garganta, inclinando su cabeza hacia atrás para
poderlo ver.
Se sintió mal por lo que vio. Sus ojos estaban rojos, Chelsea tenía razón: Él se veía
acabado. Al igual que Violet se sentía.
Pero entonces le sonrió, todo asimétrico y dulce, haciéndola sentir mejor. Él era
guapo. Y era suyo. Aun así, necesitaba que él entendiera.
—Jay, no fue Megan. —Las palabras se sintieron calientes contra su garganta, como
veneno.
—No fue Megan la que mató al gato. Tampoco fue la que vi en la casa ésa noche, o no
era una impronta lo que vi. La miré hoy. No mató nada. Estaba equivocada. Lo siento
—le suplicó, esperando que entendiera.
Él no dijo nada en seguida, pero Violet sabía que algo estaba mal. Lo podía sentir. Su
cuerpo cambió, y lo sintió alejarse de ella, un poco —apenas— pero suficiente. La
brecha se sentía enorme.
Tal vez no lo había dicho bien. Tal vez su explicación había sido demasiado corta y él
no la entendió. Necesitaba intentarlo otra vez.
—Por favor, tampoco puedo estar sin ti. No quiero que nos alejemos. Estaba
intentando decirte que estaba equivocada…
Pero no pudo terminar, porque Jay la volvió a coger, apretándola contra él, esta vez no
dejó espacio. Él se inclinó sobre ella, y su cuerpo, alrededor del de ella, y lo podía
sentir sacudiendo su cabeza.
Ella forcejeó para moverse, y para respirar, debajo de él, y cuando ella escuchó sus
palabras, ella entendió.
—No, estaba equivocado. No estaba pensándolo bien. Hubiera sido mejor si fue
Megan. Es peor ahora. Eso quiere decir que no estás a salvo, porque alguien dejó ése
gato. —Soltó su agarre un poco, para que Violet pudiera respirar—. ¡Maldición!
¡Maldición! Vi, alguien te dejó un gato muerto. Alguien que todavía está allá afuera.
Tienes que decirles a tus padres. Y a tu tío. Necesitamos encontrar a éste chico.
Violet pensó acerca de la nota que recibió, el papel rosa con la letra cursiva y el poema
inquietante que tenía adentro.
Ella movió para atrás su cabeza de nuevo y miró a Jay, siendo consciente de que tenía
razón.
V
iolet no se lo dijo a sus padres, ni siquiera a su tío, enseguida. De hecho, no
planeaba contarles nada en absoluto. En cambio, Violet propuso una solución
diferente. Una alternativa.
Pero Violet fue inflexible, insistiendo en que mantuvieran a su familia fuera de eso esta
vez. No quería preocuparlos. Y egoístamente, no quería que la rodearan, ahogándola
con preocupación. Justificada o no.
Lo que significaba que estaba poniendo su plan a merced del reloj. Si su solución
propuesta no funcionaba dentro de la semana, él iba a cancelarla y a acudir a su
familia, él mismo. Quería que Violet estuviera segura, sin importar qué.
Violet aceptó sus términos a regañadientes, creyendo que su manera era mejor y que
funcionaría. Hasta el punto de ejecución.
Ahora que estaba sentada en su auto llevándola a cabo, tenía sus dudas. Serias.
Miró hacia abajo nerviosamente al pedacito de papel en su mano y luego arriba a los
edificios de apariencia dilapidada de nuevo. Era la dirección correcta. Chequeó el
cartel de la calle en la esquina una vez más —quizás lo había leído mal y estaba en la
cuadra equivocada—.
Intentó ignorar las reservas hormigueantes acerca de estar allí sola después de que
había oscurecido mientras se frotaba el pelo en la nuca para que parara de cosquillear
Violet le había contado a Jay todo acerca de Sara y como ella podría ser capaz de
ayudar, pero había esperado que pasara un día o dos antes de que realmente pudiera
conseguir una cita. Se sorprendió, entonces, cuando Sara había accedido a encontrarse
con ella esa noche. Y aún más sorprendida de que se iban a encontrar en ese nuevo
lugar.
Llamó a Jay al trabajo, sabiendo que él quería ir con ella, pero le explicó que las cosas
se estaban moviendo rápidamente y que necesitaba ir. Él se ofreció a dejar el trabajo,
pero ambos sabían que la oferta era vacía; él nunca dejaría la tienda sin atención.
Violet metió el pedazo de papel en su bolso, cambiándolo por la pequeña de lata de gas
pimienta mientras empujaba la puerta del auto hasta abrirla. Posicionó su dedo en el
gatillo de la lata. Sólo por si acaso.
El hecho de que no había nadie alrededor debería haber hecho que Violet se sintiera
más segura, pero no lo hizo. La hizo sentir como carnada.
Joven, indefensa carnada armada con una pequeña lata de gas pimienta.
Apuró sus pasos hacia la puerta iluminada y presionó el botón astillado. Lo oyó
zumbar desde algún lugar dentro. Su dedo se mantuvo listo en posición en el gatillo en
su mano.
—¿Puedo ayudarte?
—Estoy aquí para ver a Sara Priest —dijo tan suavemente como podía y esperó que
aún pudiera ser oída.
Hubo un click en el otro lado, como el de una maquina apagándose. Y luego nada.
¡Maldición! Violet insultó silenciosamente. Quizás ella había anotado mal la dirección
después de todo. Quizás estaba en el lugar equivocado.
Violet no se dio cuenta de que se había apretado tan fuertemente contra la puerta hasta
que ésta se abrió desde adentro y ella se tropezó hacia atrás.
Su espalda chocó contra algo sólido. O en realidad, alguien. Y desde atrás, ella sintió
fuertes, ocultos brazos atraparla antes de que golpeara el suelo. Pero estaba demasiado
sorprendida para reaccionar enseguida.
—¿Te parece que ya puedo dejarte ir? —Una voz baja rió en su oído.
Violet estaba mortificada mientras miraba torpemente sobre su hombro para ver quién
la había salvado de caer.
—¡Rafe! —jadeó, cuando se dio cuenta que estaba cara a cara con sus profundos ojos
azules. Saltó, sintiéndose inesperadamente mareada mientras se salía de su asidero. Sin
pensar, y con su nombre aun ardiendo en sus labios, ella agregó:
Aturdida, se inclinó, intentando evitar sus ojos mientras agarraba el gas pimienta que
se había escapado de sus dedos. Se insultó a sí misma por ser tan torpe y se preguntó
por qué se preocupaba que hubiera sido él quien la atajara. O por qué le importaba que
él estuviera ahí en lo absoluto.
Se paró para enfrentarlo, sintiéndose más compuesta una vez más, y rápidamente
escondió la evidencia de su paranoia —la pequeña lata— en su bolso. Esperó que él no
la hubiera notado.
Él la miró silenciosamente, y vio el indicio de una sonrisa tirando de sus labios. Violet
esperó que él dijera algo o se moviera a un lado para dejarla entrar.
La mirada de él le quitó todas las defensas, haciéndola sentir aún más expuesta que
cuando había estado parada sola en la calle vacía.
Se dijo a sí misma que era sólo el horno, sin embargo, y que no tenía nada que ver con
su humillación por la caída. O con la presencia del pensativo chico de pelo oscuro.
Cuando alcanzaron el final del largo vestíbulo, Rafe sacó una ancha tarjeta plástica de
su bolsillo trasero. Mientras la sostenía frente a la almohadilla negra montada en el
muro al lado de la puerta, una pequeña luz roja brilló intermitentemente de rojo a
verde y la puerta hizo un clic. Él la empujó y guió el camino.
Seguridad, pensó Violet. Lo que sea que ellos hagan aquí, necesitan seguridad.
Violet miró hacia arriba y vio una pequeña cámara montada en la esquina sobre la
puerta. Si ella fuera Chelsea, le hubiera hecho el signo de la paz —o peor— a
cualquiera que estuviera mirando del otro lado.
Pero ella era Violet, así que en cambio se apuró tras Rafe antes que la puerta se cerrara
y ella se quedara afuera.
El cuarto al que ella entró no era nada como ella había esperado, especialmente
después del breve tour del poco interesante vestíbulo. Más allá de la puerta de
seguridad y la cámara, había un espacio gigantesco, probablemente de tres pisos de
alto. Muy probablemente un depósito que había sido transformado. Pero convertido en
una gran manera.
En lugar de ser particionado en áreas de trabajo separadas, el cuarto era un único gran,
abierto plano, lleno con estaciones para computadoras esparcidas por las largas mesas.
Había escritorios individuales, mesas de conferencia, y áreas para sentarse. Había
inclusive una gran zona de descanso, completa con lo que parecía ser una cocina bien
provista y máquinas expendedoras.
Lo único que no había era ventanas; sólo había unas pocas claraboyas en el techo para
permitir luz natural.
No tuvo mucho tiempo para absorber todo cuando vio a Sara, la agente-que-no-era-
realmente-agente, apresurándose hacia ellos en un traje almidonado.
Violet intentó juntar algún entusiasmo. Se recordó a sí misma que ella fue la que había
pedido esa reunión.
―Es bien volver a verte otra vez, Violet. Me alegro que hayas decidió venir. ¿Quieres
hacer algo?
Violet estaba preocupada de que no hubiera sido una buena idea venir, que Sara no
habría entendido la razón para estar allí. Ella negó con la cabeza.
―Por supuesto. ―Y entonces ella inclinó su cabeza hacia Rafe, que seguía junto a
ellas. Él tomó la indirecta, excusándose sin decir ni una palabra.
Violet le vio ir a la cocina y coger una lata de Coca-Cola antes de dejarse caer en uno
de los sofás. Él prácticamente desapareció entre los cojines cuando se encorvó hacia
abajo.
Cogió el mando a distancia y se dedicó a pasar a través de los canales de algunos de los
varios televisores de pantalla plana montados en las paredes. Violet se sorprendió
cuando él se detuvo en los canales de noticias nacionales, navegando a través de CNN,
MSNBC, FOX News. Había esperado algo menos... serio, ella supuso. Apoyó sus
zapatillas de deporte sobre la mesa, haciendo lo mismo que en casa
La voz de Sara captó la atención de Violet, y Violet se dio cuenta de que había estado
mirando a Rafe. Avergonzada, desvió la mirada, fingiendo estudiar el almacén
rehabilitado en su lugar.
Violet había visto sólo a otra persona en el edificio, chica no muy más mayor que ella y
Rafe, que trabajaba en silencio en uno de los ordenadores. Nunca levantó la mirada,
como si la presencia de Violet fuera algo usual. La mujer, la que tenía la voz
demasiada alta en el altavoz exterior, no estaba a la vista.
De alguna manera ella había esperado algo más como la diminuta oficina de un
Técnico en Contabilidad, un lugar dónde Sara podría hacer su inusual trabajo en
relativa clandestinidad. Ella no había esperado este tipo de oasis, sobre todo no aquí,
en medio de la sección industrial de la ciudad.
―No tenemos que mucho ―explicó Sara, parece menos formal ahora―. Es más fácil
ir y venir aquí sin ser notado. Y es importante que tratemos de llamar la atención lo
menos posible. Así es como nuestros clientes lo prefieren. Discreción, completa y total
discreción. ―Ella llevó a Violet lejos de Rafe y la chica, a donde no pudieran ser
escuchadas―. Toma asiento.
Violet se sentó en un sofá e hizo todo lo posible para no hundirse demasiado profundo.
Los cojines eran gruesos y blandos, y Violet se esforzó en inclinarse hacia adelante
para que pudiera ser tomada en serio.
Sara sentó en el borde de una silla al lado, de alguna manera pareciendo tan rígida y
formal como siempre, incluso en un ambiente informal.
―Sabes, nosotros hacemos algunas cosas increíbles aquí, Violet. Mi equipo es uno de
los mejores. Muchos de ellos sienten un sentido de responsabilidad al utilizar sus
talentos para ayudar a los demás. ―Ella seguía sonriendo, toda persuasiva, y Violet se
sintió incómoda de nuevo―. Lo que nos lleva a la pregunta, ¿tuviste la oportunidad de
mirar por encima, los archivos que te di?
Violet sintió que sus palmas empezaban a sudar. Había mirado los archivos, sí, pero
eso era todo cuanto podía hacer. Ella asintió con la cabeza.
Sara esperó por algo más y después rellenó ella misma los espacios en blanco.
―Así, ¿nada?
Violet medio se encogió de hombros, medio asintió con la cabeza, sin estar segura de
manera correcta de responder. Se dio cuenta de que estaba peligrosamente cerca de
cruzar esa línea, y admitir más de lo que quería, pero ella también necesitaba ayuda. Y
Sara era su mejor opción en este momento.
―Eso está bien. Quiero que sepa que puede confiar en mí, Violet. Cualquier cosa que
hayas venido a discutir se queda aquí entre nosotras dos.
―Tengo un problema. En casa. Bueno, no realmente en casa. Pero con alguien que al
parecer no le gusto, supongo que se podría decir así. ―Las palabras parecían
inadecuadas de repente―. Alguien ha estado dejándome mensajes. Y colgando las
llamadas. ―Hizo una pausa brevemente antes de confesar la última parte―. Y un gato
muerto.
―¿Está segura que te lo dejaron para ti? ¿Cómo sabes que simplemente no pasó
cuando tú cruzaste?
―Lo dejaron en una caja, al lado de mi automóvil. Quienquiera que lo puso allí lo
hizo en medio de la noche, para que yo lo encontrara por la mañana. Violet metió la
mano en su bolso y sacó el papel rosa doblado―. Y más tarde, dejaron una nota para
mí en la escuela.
―Es definitivamente una advertencia. Y tú crees que Rosie supuso que era tu gato,
¿no?
Violet decidió ser imprecisa; la última cosa que ella quería hacer era arrastrar el
nombre de Megan en esto. Ella ya había pasado suficiente. Simplemente lo sé. No era
ella.
Sara sopesó las palabras de Violet mientras la escrutó, no con recelo, sino con
curiosidad. Violet se sentía como si estuviera siendo interrogada sin decir ni una sola
palabra.
―¿Así que crees qué era una chica, entonces? ―preguntó Sara finalmente―. O, más
bien, ¿tú pensaste que era una chica?
―Bueno, sí. La nota. Y la letra… ―No parecía un montón de pruebas. Pero entonces
por otra parte sus sospechas, la huella que pensaba que había visto, se había
demostrado que era errónea. Realmente no había sido Megan. Suponía que un chico
podría haber falsificado la nota.
Sara se inclinó hacia delante, con los codos sobre las rodillas.
―Por supuesto que lo haré, Violet. Voy a hacer todo lo posible para averiguar quién
haría esto. ¿Tienes otras pistas o sospechas sobre quién podría ser? ¿Ha hecho algún
enemigo recientemente?
Violet había revisado esto una y otra vez. Ella no podría pensar en nadie obvio.
Ella negó con la cabeza pero entonces se detuvo. Había alguien que la odiaba, alguien
que se había empeñado en asegurarse de que Violet supiera lo mucho que le molestaba.
Violet intentó recordar la última vez que había visto a Lissie en la escuela. Ella no lo
pudo recordar con exactitud, pero podría haber sido antes de que el gato hubiera salido
en su casa.
195 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
Sara garabateó el nombre de Lissie en un bloc de notas que había sacado de su bolsillo.
¿Puedo hacerte una más pregunta, antes de que te vayas?
V
iolet había conducido hasta su casa en total silencio, sin ni siquiera la radio
para reemplazar el zumbido que llenaba su cabeza. Prefirió la tranquilidad; le
daba la oportunidad de descifrar lo qué había acabado de suceder. ¿Cómo Sara
se las había arreglado para que ella admitiera que tenía un secreto?
Odiaba la manera en que había dejado las cosas después del momento en que ella
asintiera con un simple movimiento de cabeza. Casi de inmediato se sintió mareada,
con el arrepentimiento apaleándola. Quería eliminar ese momento… esa leve, casi
imperceptible inclinación de su barbilla. Pero ya era muy tarde. Ya estaba hecho. Y
Sara lo había visto.
Demasiado tarde.
Violet le había dicho a Sara que se tenía que ir. Permitió que la mujer la acompañara
hasta afuera, pero solo porque le daba mucho miedo estar otra vez allá afuera sola
entre los oscurecidos almacenes. Pero se dio cuenta en algún momento durante el
camino a casa que, a pesar de estar angustiada por su confesión, algo también había
cambiado. Algo que ella no había anticipado. Se sentía como si le hubieran sacado un
peso de encima. Estaba segura de que lo estaba imaginando. Probablemente algún tipo
de locura latente finalmente asomando su fea cabeza. Eso sonaba casi cierto. Estaba
loca. Eso de verdad lo explicaba todo. Los ecos, los gatos muertos y los asesinos en
serie. Todo eso gritaba demencia. Pero no estaba en ánimos de cuestionarlo porque sea
lo que fuere —su confesión a Sara o el darse cuenta que Megan no fue quién la estaba
persiguiendo o besuqueándose con Jay— se sentía mejor y eso era mejor que como
había estado antes auto-compadeciéndose y llena de miedo.
No iba a cuestionarlo. Demencia podría no ser tan mala después de todo. Además,
había dormido profundamente esa noche y en la mañana, cuando Jay llegó para
llevarla a la escuela, se sintió viva otra vez y feliz. Desafortunadamente, Jay no
compartía su optimista punto de vista sobre la demencia.
197 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
—Buenos días —dijo Violet alegremente mientras Jay entraba a toda prisa a la cocina
sin tocar a la puerta.
La cabeza le daba vueltas y su corazón se sentía completo. Pero aun así, ella sabía que
había algo que quería decirle. Algo importante y después de un rato recordó qué era.
Echó la cabeza para atrás y sonrió ante la frustración de él. Juguetonamente ella plantó
un último beso en los labio de él.
Jay se veía confuso, pero luego su expresión se aclaró y el ceño fruncido regresó.
—No te tienes que preocupar por nada. Fue una buena conversación. Le expliqué todo
y le di la carta. —Violet ladeó la cabeza y sonrió—. Ella dijo que se encargaría de ello.
Observó como la mandíbula de él se relajaba y supo que esto era difícil para él, el que
ella resolviera las cosas a su manera, pero luego él suspiró y aunque sonó más como si
se estuviera ahogando, Violet estaba segura de que se estaba ejercitando un nivel de
compostura que era prácticamente doloroso para él. Eso la hizo reír. Ella estaba segura
de que debía ser otro síntoma de su recién llegada demencia, pero se las ingenió para
no reír. En lugar de ello, ladeó la cabeza y de alguna manera mantuvo el rostro serio.
Cuando él no dijo nada, en realidad ni siquiera se movió, Violet alzó una ceja
inquisitivamente.
198 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
—¿Estamos bien? —Ella casi pierde la compostura cuando escuchó su propia voz y se
dio cuenta de que sonaba como una maestra de escuela regañando a un niño travieso.
Jay seguía con el entrecejo fruncido como si estuviera intentando decidir y Violet
aprovechó ese momento para suavizar su postura.
Ella recogió su mochila del suelo y con su otra mano entrelazó su brazo con el de él.
—Dale. Vámonos ahora a la escuela para no tener que ir a la oficina y explicar por qué
estamos tarde. —Le dio un apretón para tranquilizarlo—. Todo va a estar bien, —
susurró—. Confía en mí.
—¡Ahhh! Jules, mira, ellos se están besando. ¿No es esa la cosa más tierna que hayas
visto? —Se burló Chelsea mientras dejaba caer en la mesa su bandeja de almuerzo.
Pero incluso con la voz llena de sarcasmo, le guiñó a Violet cuando creyó que Jay no
estaba mirando.
Chelsea fue interrumpida cuando Mike vino por detrás de ella y puso sus manos sobre
los ojos de ella. Gracias a dios, su intento de bigote se había ido y su labio se veía terso
y recién afeitado.
—¿Quién es? —preguntó y Violet sonrió. Si Chelsea sorprendía a Jay jugando un juego
tan infantil con Violet, ella lo hubiera crucificado verbalmente por ser tan lerdo. Pero
con Mike, le siguió el juego.
—No lo sé, pero espero que mi novio no nos vea juntos. —Esta vez su voz era dulce
como la miel no estaba llena de arsénico y ya se estaban besando antes de que Mike se
hubiera sentado al lado de ella. Era casi vergonzoso el verlos, pero no fue por eso que
Violet se sintió avergonzada. Se preguntó qué hubiese pensado Mike si supiera las
cosas que ella le dijo sobre su hermana. Tenía que recordarse constantemente que él no
sabía. La única persona que sabía era Jay y él nunca lo diría.
Violet miró nerviosamente hacia Mike, quién acababa de darse cuenta de que ella
estaba sentada allí.
—Hey hola, bienvenida de vuelta —dijo—. Chelsea me había dicho que estabas
enferma.
Chelsea guiñó a Violet otra vez, esta vez sin ningún disimulo. Violet le sonrió.
—Qué bien —declaró Chelsea alegremente—. Así no nos podrás dejar plantados este
fin de semana.
Él sonrió de vuelta.
—Por supuesto.
¡Este fin de semana! Dios, ¿ya tan rápido? Eso es como… ¿dentro de dos días?
—No sé… —titubeó—. No creo que deba. —Seguía pensando en Mike y su familia.
Sobre pasar un fin de semana allí, en una pequeña cabaña en la montaña, aislada en la
nieve con ellos.
Con Megan.
—Quizá Violet tenga razón. Ella acaba de mejorarse. Probablemente debería descansar
este fin de semana.
—Yo voy a ir —interrumpió Claire, en caso de que Chelsea estuviera tomando cuenta
de quién iría y quién no.
—Está bien, sí, pero ven. Esto es importante. —Ella estaba lloriqueando ahora,
suplicándole a Violet. Y luego se dirigió a Jay—. Tú no estarás pensando en dejarnos
también ¿verdad? —lo fulminó con la mirada.
—¡Tío, no! —Mike prácticamente gritó, finalmente dándose cuenta las implicaciones
de que Violet se quedara en la casa. Significaba que también iba a perder a Jay en el fin
de semana—. Ustedes tienen que ir. Mi papá apenas estará, así que básicamente
tendremos el lugar para nosotros.
Jay dijo que no con la cabeza y aunque ella sabía que él había estado planeando ir al
viaje, Violet lo escuchó decir:
—Lo siento, viejo, no quiero que ella se vuelva a enfermar. —Apretó la mano de ella
por debajo de la mesa.
Quién no hizo nada, se recordó nuevamente Violet. Y quién no sabía nada sobre lo
que Violet sospechaba.
En realidad no había ninguna buena razón para no ir. Ella ladeó la cabeza hacia Jay,
ignorando las miradas asesinas de Chelsea y probablemente de Mike.
—¿Tú quieres ir, verdad? —alzó sus cejas, sabiendo que los otros podían oír.
Jay le sonrió de oreja a oreja, inclinándose para estar más cerca, pero sin molestarse en
mantener la voz baja.
—No quiero hacer nada si aún no estás lista, Vi. Haré lo que quieras que haga. No
dejes que Chels te domine.
Ella le sonrió de vuelta. ¿Cómo es que tuvo tanta suerte? En el fondo, ella escuchaba a
Chelsea regodeándose.
S
e detuvo cerca del final de la cafetería, escondiéndose. Observando. Odiaba la manera en
que Mike y sus amigos reían. La manera en que él parecía encajar sin problemas en el
grupo.
Pensó que quizá aquí sería diferente. Que este pueblo, esta escuela, iba a ser especial. Que esta vez
tendría amigos de verdad.
Era tonto, lo supo. Un sueño de niños y ya no era una niña. Había dejado de serlo hacía mucho
tiempo.
Sostuvo el pase en su mano, frotando el papel entre su pulgar e índice, deseando que le diera la
fuerza que parecía no poseer. Quería acercarse a alguien, pedir ayuda. Pero aparentemente no era
lo suficientemente valiente.
¿Cuántas veces iba a pedir un pase a la oficina, solo para luego cambiar de idea antes de llegar?
¿Cuántas veces una persona se podía decepcionar de sí mismo?
Él miró a dónde estaba ella y Megan se echó para atrás, escondiéndose completamente tras la
columna para que él no la pudiera ver allí escondida. Su mano se tensó en un puño alrededor del
pedazo de papel.
Los latidos de su corazón se aceleraban mientras esperaba. No quería que él la viera; no quería
tener que lidiar con él sintiéndose así.
La desesperación la infectaba.
Ella también tenía amigos. Quizá no eran la clase de amigos con los que siempre había soñado,
pero era gente con la que ella andaba para no parecer un fenómeno.
Pero no se supone que las cosas fueran así. Aquí las cosas iban a ser diferente. En ese primer día,
tuvo esperanzas. Iba a intentarlo; iba a permitirse acercarse a alguien y lo hizo, más que nunca,
cuando lo conoció a él…
Jay.
Él era todo lo que había podido desear; él dejó lo que estaba haciendo para hacerles —hacerle a
ella— sentir bienvenida. Ella sonrió cuando él se presentó y de verdad sintió algo. Él le estaba
diciendo con esa sonrisa que él sería su amigo y quizá, algún día, algo más.
Pero ella también recordó aquel otro momento; podía saborearlo como la amarga bilis. Fue el
momento cuando se dio cuenta que él ya tenía una amiga. Una novia.
Solo que eso no era completamente cierto porque Jay no dejó de sonreírle. Él no dejó de invitarla a
unírseles e incluso llegó a usar a su hermano como excusa para estar cerca de ella. Así que,
obviamente, la chica —su chica— después de todo no significaba mucho para él.
Megan golpeó con su puño el sólido concreto de la columna y miró una vez más a donde estaban
ellos. Presionó su mejilla contra la fría superficie mientras observaba a la mesa en donde se
encontraba su hermano.
¿Por qué Jay no podía ver que Violet en realidad era un obstáculo? ¿Por qué él no podía echarla a
un lado para que —finalmente— él pudiera estar con Megan?
Las lágrimas la cegaron y pestañeó con furia, frotándose la nariz con la parte trasera de su mano.
Resultó ser más fantasías infantiles de su parte. Más sueños tontos. Tenía que parar de todas
maneras. Violet ya sospechaba de ella. Aquella noche en el teléfono, Violet había dicho su
nombre.
Por supuesto, no había manera de que Violet de verdad supiera que había sido Megan. Ella solo
estaba suponiendo. Pero no valía la pena arriesgarse. Megan no la iba a llamar más. Ya no
habrían más “mensajes”. Megan alisó el arrugado pase y lo leyó una vez más antes de tirarlo a la
basura mientras caminaba de regreso a su clase.
De todas maneras, ¿a quién engañaba? Ella nunca iría a la oficina del orientador. Nunca iba a
admitir que su padre era un alcohólico. Que se sentía sola, asustada y enojada.
D
espués de la escuela, Violet hojeó los archivos que Rafe le había dado cuando
fue a las oficinas del FBI. Bueno, sólo uno realmente… el archivo de Serena
Russo.
Violet había tomado una decisión después de ver a Mike en el almuerzo esa tarde. Ella
necesitaba hacer algo por él—y por su hermana—para tratar de compensar todo lo que
ella pensó y por las cosas horribles que acuso de Megan de hacer.
Tenía esta habilidad. Este don. ¿Por qué no usarlo como Sara le sugirió? ¿Por qué no
tratar de ayudar a alguien?
Violet sonrió mientras escuchó la respuesta del otro extremo y luego repitió la
dirección del ex marido de Serena Russo, quien vivía a menos de una hora de ella.
Esperaba estar allí antes de oscurecer, pero en el momento en que Violet hizo su
camino por la I-5, atravesó la hora de más tráfico, la única hora se extendió a dos. El
sol ya estaba desapareciendo del cielo.
Ella salió de las carreteras principales mientras seguía las direcciones que imprimió de
su ordenador. No había esperado que la llevaran tan lejos de las afueras de la ciudad,
la ubicación era tan… aislada. ¿Por qué no podía alguien, sólo una vez, vivir en un
vecindario un poco agradable? ¿Un pacifico—poblado—vecindario?
Ralentizó su auto, observando los buzones a lo largo del lado del camino, tratando de
encontrar la dirección que ella estaba buscando. Cuando finalmente lo encontró, su
pulso se aceleró a otro nivel. Tomó una respiración profunda mientras salía del
camino, su auto rebotó sobre una superficie desigual. Ella exhaló ruidosamente.
Ahí no había otros autos a la vista, lo cual probablemente significaba que había llegado
antes de la persona con la que pensaba reunirse. Pensó en esperar, pero decidió en
contra de ello; no tenía idea de cuánto tiempo tendría que hacerlo.
—Esto es —se dijo a ella misma, su versión de una plática—. Es ahora o nunca.
Aparcar su auto en su camino de entrada pudo haber sido una probabilidad de morir.
Esperó que su impresión—si él tenía una—pudiera sentirla desde una gran distancia y
no ser algo que requiriera que ella estuviera cerca, como la impresión de la mamá de
Jay lo era. Violet sólo podía sentir el humo de la fogata si estaba de pie a su lado, o
tocando, en el caso de Ann Heaton.
Ella no quería tocar a Roger Hartman para averiguar si él asesinó a Serena Russo.
Ella navegó cautelosamente entre la opresiva oscuridad, tropezando varias veces sobre
las rosas y cayendo hacia el suelo. Se movió lentamente, cuidadosamente, escuchando
cualquier cosa que pudiera indicarle que no estaba sola. Pero todo lo que ella podía
escuchar eran los sonidos de sus propios pasos y el bosque a su alrededor.
206 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
Violet se detuvo, su mente corriendo a mil por hora, tratando de decidir si podía hacer
lo que seguía. No era el plan ideal, ella supuso, sólo que ahora consideraba que
realmente estaba allí… en su propiedad, totalmente solo mientras la oscuridad caía.
En el mejor de los casos, él no llevaría una impresión del todo, y él no sería el asesino.
No había ningún movimiento desde el interior del remolque. Sin sonidos. Sin nada.
Sólo la luz, solitaria y firme. No había autos en la calle, y Violet se comenzaba a
preguntar si Roger Hartman estuviera en casa, o si ella había llegado durante su
ausencia.
Escuchó la noche, prestando especial atención a los sonidos que podrían provenir
desde la dirección del remolque.
Gotas de lluvia.
Ella levantó la mirada, esperando por las primeras gotas húmedas la encontraran. Pero
sabía que no vendrían.
Ella miró alrededor en la enorme oscuridad, preguntándose qué debería hacer mientras
cerraba el cuello de su chaqueta con ambas manos apretadas, apretándolas como si
pudiera formar un escudo contra el sonido, de la oscuridad, del peligro.
Pero no era el eco lo que temía, no este eco. Sabía que el cuerpo estaba haciéndole
señas, buscándola, extendiendo su mano hacia ella y gentilmente tirando de ella. Sin
embargo, era diferente de alguna forma.
Este cuerpo había sido enterrado. Este cuerpo fue colocado ya en paz. Como los que
estaban en el cementerio de Violet, o aquellos en el cementerio que ella visitó mientras
buscaba pistas para atrapar a un asesino en serie. Violet podía sentir el eco, pero no la
demanda para ser encontrado.
Dio un paso hacia adelante otra vez, lejos de los árboles y sus ramas que la cubrían
mientras seguía el ruido.
El chisporroteo de las gotas de lluvia, —el eco—no provenía desde arriba, como la
lluvia lo hubiera hecho, pero se dirigía hacia Violet. Era el sonido de muchas gotas
gruesas cayendo contras las grandes hojas de otoño. Violet tenía que seguir
recordándose a sí misma que esto era una ilusión, una lluvia imaginaria que sólo ella
podía sentir, mientras agachaba su cabeza, instintivamente alejándose de la ducha.
Miró con cautela en dirección hacia el remolque mientras lo pasó, preocupada de que
en cualquier momento Roger Hartman viniera a abrir la puerta.
Ella sabía cuando estaba cerca, porque el sonido era más fuerte, cada vez más
constante, aunque solo fueran para sus propios oídos. Un frío húmedo se apoderó de
ella, arrastrándose debajo de su piel y dentro de sus huesos, haciendo doler sus
articulaciones.
Era más difícil con estos tipos de ecos, los que no eran claramente visuales, para
determinar una ubicación exacta. Así que, mientras Violet se acercaba, tuvo que medir
la intensidad de la acústica, tenía que juzgar el descenso en la temperatura de causaba
en ella el temblor.
Rodeó en círculo la parte de atrás, detrás del remolque, cerca de la base de un árbol de
pino de extraña apariencia. Dentro de las sombres en la oscuridad, el viejo pino hacia
de guardia sobre la tumba que Violet creía que había debajo de sus ramas espinosas.
Ella volvió a mirar la luz que se filtraba de la estructura antes de caer de rodillas. El
sonido de la lluvia la envolvía, y el frío tacto del agua la penetraba.
Era aquí.
El suelo estaba negro, y Violet se pasó una mano por la cara, intentando decidir
adónde comenzar a cavar. Había una parte de ella que quería detenerse, que le decía
que era suficiente, que debía llamar a Sara Priest y dejarla manejarlo desde allí. Pero
sabía que no lo haría. Ni siquiera estaba segura de qué había seguido hasta allí. Podría
simplemente haber sido una ardilla o algún ratón muerto.
En el momento que sus dedos se metieron en la capa de tierra suela, tan diferente de la
tierra compacta que había alrededor, Violet supo que había encontrado el lugar de
entierro que estaba buscando.
Tomó un puñado de la tierra blanda, todavía temblando por el frío que la rodeaba.
Usó sus dedos para localizar un borde, y lo siguió con las manos, removiendo por
todos lados el suelo. Cuando notó cuán larga la tumba era, comenzó a temblar.
No estaba segura de por qué volvió a acercarse, por qué siguió moviendo la tierra con
sus dedos, clavándolos. Debería detenerse, se dijo más de una vez, y no lo hizo. Y
mientras tanto, la lluvia despiadada seguía cayendo. El frío que traía era más que real
para Violet.
Cuando su mano chocó con algo suave, algo que se metió entre sus dedos, Violet se
congeló. Lo que sea que hubiera sentido era innatural, hecho por el hombre.
Volvió a pinchar, escuchando el ruido sintético mientras su dedo tocaba algo más duro
arriba, algo grotescamente familiar.
Era un cuerpo.
Envuelto en lona.
Violet se puso de pie enseguida, inhalando fuertemente mientras se llevaba los dedos al
pecho.
Cuando sintió a alguien tomándola de atrás, unos dedos fuertes apretándole los
hombros, saltó, quedándose sin respiración. Su corazón latía violentamente. ¿Cómo
pudo ser tan tonta? ¿Por qué no había esperado?
—Shhh… —Sintió una respiración cálida en su mejilla—. Está bien, soy yo.
¡Rafe!
Ella se dio la vuelta rápidamente, pasando sus brazos por el cuello de él aliviada y
agradecida y con un millón de emociones más.
—¡Gracias a Dios eres tú! Estoy tan feliz de que vinieras. —Se presionó contra él. Ya
no estaba sola; estaba a salvo.
Sus dedos acariciaron la piel expuesta del cuello de él, justo debajo de su cabello, y esa
chispa de estática, la que había sentido antes, cuando se tocaron en el café, volvió a
—Lo siento —insistió, con los ojos abiertos de par en par. Estaba desesperada por
olvidar estos momentos. La cortina de lluvia continuó golpeando a su alrededor y ella
miró la tumba—. No sé quién es, pero definitivamente es un cuerpo.
Cuando llegaron al final del camino, Violet se limpió las manos en los pantalones y
sintió las llaves en los bolsillos. Sus manos temblaban.
Violet vio la gran SUV negra estacionada detrás de su auto, y supo que Rafe se había
llevado el auto de Sara para buscarla.
Ella asintió.
—Estoy bien. —Era una mentira. Estaba segura de que podría conducir, pero no
estaba ‗bien‘.
—Hay una gasolinera bajando la calle, en la esquina. Sígueme. Nos detendremos ahí y
podremos llamar a Sara.
Violet inspiró temblorosamente mientras encendía el auto, esperando que Rafe saliera
enfrente a ella. Trabajó para mantener sus destrozados nervios bajo control.
Rafe golpeó la ventana del lado del pasajero, y Violet la abrió. Él asintió mientras
entraba.
Violet miró sus manos, la mugre que tenía en las uñas, y luego su chaqueta, que estaba
llena de tierra. Sus dedos aún temblaban, pero ignoró su preocupación.
Violet estaba agradecida de sólo tener que escuchar. La conversación fue rápida, y otra
vez Violet sintió que ellos dos necesitaban muy pocas palabras.
—Encontró un cuerpo en Hartman; está ahí, bajo un árbol. —Se detuvo a escuchar—
.Lo verás; estaba sacándolo cuando yo llegué. —Otra pausa corta, y luego Rafe le
lanzó una mirada, como buscando una confirmación—. Sí, dice que está bien. —
Después de eso escuchó un par de segundos, colgó, sin despedirse, ni nada para
finalizar. Y luego la miró a Violet, realmente la observó esta vez—. Es en serio.
¿Realmente vas a estar bien yendo a tu casa sola? Es un largo viaje.
Rafe la estudió un largo rato, y luego pareció satisfecho con su bienestar. Pero antes de
que se fuera, Violet lo detuvo.
Él sonrió tímidamente y se bajó del auto. Como con Sara, no le dio otra respuesta.
Supuso que no era muy hablador.
Una vez estuvo sola otra vez, tuvo tiempo de pensar. Estaba nerviosa por lo que—o
mejor dicho, a quien—encontraría Sara cuando llegara. Temía que fuera la mamá de
Mike, Serena Russo. Y que Violet podría ser la razón por la que esa familia
descubriera que ella en realidad no había huido hace años, sino que estaba muerta,
enterrada bajo un pino.
Pero había otra parte de ella, una que se sentía bien por lo que acababa de hacer.
Incluso satisfecha, por primera vez en mucho tiempo. Esa parte sentía que había
ayudado.
Necesitaba llegar a casa. Esperar la llamada de Sara, que le dijera si sus sospechas eran
ciertas.
Y necesitaba luchar con el hecho de que quizás Sara había estado en lo cierto después
de todo, que quizás Violet le podría dar a la gente las respuestas que
buscaban…incluso si no eran las que querían escuchar.
V
iolet se sirvió una taza de café mientras esperaba que Jay la recogiera para
la escuela.
Afortunadamente, este cuerpo, por cualquier razón, estaba tranquilo y en paz, y Violet
no fue afectada por las molestias persistentes que normalmente sentía cuando salía
detrás de un cuerpo. Ella estaba empezando a preguntarse si alguna vez podría
entender completamente su extraña habilidad.
—Bueno, te alegrará saber que el padre de tu amigo vendrá hoy con toda la
información del contacto de la cabina —Su madre le ofreció cereales.
Violet saludó el cuadro a distancia ya que su estómago se hundió. Con todo lo que
había sucedido ayer, había pasado por alto el hecho de que se suponía que saldrían
mañana.
Es demasiado ese plan, pensó con amargura. Después de lo que había descubierto en la
casa de Roger Hartman, lo último que la familia de Mike y Megan podrían necesitar
serian unas vacaciones.
Por encima de todo lo demás, la culpa ahora la sobrecargaba. Pero hasta escucharlo de
Sara, decidió que sería mejor pretender que todo iba como estaba previsto.
Ella esbozó una sonrisa débil, la mejor de las falsas, bebió el resto de su café. —Creo
que he oído a Jay —mintió ella, dando a su mamá un beso rápido en la mejilla y
recogió su mochila—. Nos vemos después de la escuela.
Violet se apresuró hacia la puerta y esperó los últimos minutos en la calzada, dejando
que el aire fresco del invierno llenara sus pulmones y adormeciera sus pensamientos.
En algún momento durante su clase del tercer periodo, Violet sintió que su teléfono
vibraba en el bolsillo. Cuando lo comprobó, vio que había perdido sólo una llamada de
Sara. Le dijo a la maestra que no se sentía bien y recibió un pase para la oficina de la
enfermera mientras se deslizó en el silencio del pasillo.
Ella esperó nerviosamente para oír a Sara en el otro extremo, cuando lo hizo, Sara fue
directamente al punto. —Lo siento, Violet, no era lo que pensábamos. Era sólo un
perro.
Y con esas palabras, el frío eco estaba de vuelta. Violet no estaba segura de qué decir.
—¿Qu… qué quiere usted decir que era un perro?
—Me llevé a un equipo al lugar de Hartman, y nos encontramos con el cuerpo dentro
de la lona. Era un perro, un pastor alemán. No hemos sido capaces de llegar a Roger
Hartman todavía, pero supongo que tenía algo que ver con eso.
La cabeza de Violet daba vueltas, ella se quedó sin habla. ¿Era un perro enterrado bajo
el árbol?
No Serena Russo…
Oh Dios, Violet gimió internamente. Había enviado a Sara, y a muchas otras personas,
fuera de la casa de Roger Hartman en busca de un cuerpo… el cuerpo de un perro. La
humillación se precipitó sobre ella. Todas sus buenas intenciones se fueron en un
instante, todas sus esperanzas de hacer algo positivo se destrozaron.
Violet respiró hondo. —¿Por qué crees que él tiene algo que ver con eso?
Sara no dudó en responder. —El perro no murió de causas naturales. Su cuello estaba
roto.
Violet tenía su espalda apoyada contra la pared, y se inclinó hacia delante, con una
mano en la rodilla, la otra sujetando el teléfono en su oreja. Necesitaba un momento
para recobrar el aliento, para reunir sus pensamientos.
En su cabeza, Violet vio la foto del gatito negro guardado en la caja al lado de su
coche, su cuello pequeño roto.
Ella se oyó a sí misma diciendo adiós, su voz sonaba individual, como si perteneciera a
otra persona. Esperó allí, sola, en el silencio del pasillo, hasta que sintió que pasó el
mareo, hasta que se sintió lo suficientemente estable como para caminar.
Violet entendió ahora por qué el cuerpo que había sido descubierto no la había
llamado a ella, insistiendo en ser encontrado. Alguien, tal vez Roger Hartman, había
enterrado el perro.
Se dio cuenta también que a pesar de su vergüenza sobre enviar a Sara y los otros en
una búsqueda inútil, había un lado positivo a todo esto.
Tal vez ella acababa de huir. Eso sería mucho mejor ¿no? ¿Para ellos? ¿Todavía había
una posibilidad de que pudiesen volver a reunirse?
Violet colocó su teléfono lejos, ya que se suponía que debía estar en la enfermería y no
haciendo llamadas telefónicas, antes de dirigirse de nuevo a la clase.
Tal vez su madre tenía razón esta mañana. Tal vez realmente le hacía falta una
escapada después de todo.
L
a mañana siguiente no tardó en llegar, y como de costumbre, Chelsea tenía
razón.
A pesar de que todavía tenía dudas, más allá de su decisión, las ruedas ya
estaban en marcha y Jay pasaría pronto a recogerla junto con Chelsea, Mike y Claire.
Jules había decidido excluirse de este viaje en particular, declarando que preferiría
saltar en una piscina infectada de tiburones llevando sólo sujeto un bikini de carne ,que
pasar el fin de semana mirando a Chelsea borbotear sobre Mike. Eso, y que a Jules no
le gustaba la nieve. . . a menos que hubiera una tabla atada a sus pies y ella fuera a
toda velocidad por una montaña a una velocidad máxima.
Para la gran bola de nieve que había planeado. El padre de Mike, Ed Russo, se había
detenido, mientras que Violet estaba en la escuela el viernes para presentarse y dar toda
la información necesaria a su madre, incluido el número de teléfono de la tienda que
estaba a pocos kilómetros de distancia, ya que no había cobertura de teléfono o de los
servicios de celular donde se hospedaba. Y aunque el número era en realidad un
teléfono público, había explicado que había un panel de corcho donde los propietarios
pasaban los mensajes, le aseguró a su madre que iba a hacer escalas regulares en la
tienda, por si acaso. Sus padres estaban muy bien con el arreglo, que era por sólo una
noche, después de todo algo, Violet siguió recordándoselo una y otra vez.
—Entonces, ¿qué es lo que ustedes quieren hacer primero? —preguntó Claire con
entusiasmo desde el asiento trasero.
216 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
—Claire. Oh, Dios mío. No sé, pero tal vez deberías preguntar de nuevo en cinco
minutos. No hemos tenido tiempo suficiente para pensar en ello desde la última vez
que lo preguntaste.
El estado de ánimo del Chelsea, había ido bajando rápidamente durante el viaje en
coche a la montaña, y ella había perdido la paciencia para todos, incluyendo a Claire,
que por lo general estaba a salvo de su temperamento.
Los labios de Claire se juntaron con fuerza mientras se cruzó de brazos frente a ella.
Fue lo más cerca de maldecirla que Claire jamás estuvo.
Claire debía estar realmente cansada del tono insolente del Chelsea.
Chelsea no se disculpó, sino que ella cerró los ojos y volvió a respirar profundo,
apoyando su cabeza contra el asiento.
—¿Quieres que pare otra vez? —preguntó Jay, mirando con ansiedad a Chelsea en su
espejo retrovisor. Él lanzó una mirada nerviosa a Violet, y ella sabía exactamente lo
que estaba pensando.
—¿Por qué, Jay? ¿Así puedo caminar en el frío otra vez, hablando de cómo mierda me
siento? Sí, es cierto, Claire, te dije porquerías. ¿Me siento enferma? No, gracias. Sólo
mantén la conducción. Cuanto antes lleguemos, antes saldré de este infierno.
—No hay ofensa, ¿cierto, Jay? —Mike se rió, golpeando a Jay en el apoya cabeza
juguetonamente. Al parecer, pensó que estaba a salvo de comentarios agresivos de
Chelsea.
Él no lo estaba.
—Eso está muy mal —disparó Chelsea de vuelta sin abrir los ojos—. Tal vez alguien
debería sentirse ofendido. Tal vez no es el coche que me enferma, tal vez es el
conductor.
Violet se echó a reír, pero se contuvo apenas, a tiempo para detener el sonido de la
realidad que escapaba de sus labios. Ella se cubrió la boca con su mano de modo que
sólo aquellos con los ojos abiertos la veían.
Ja, ja, en la boca de Jay, cuando ella miró hacia los lados en su dirección, lo hizo aún
más difícil de contenerse.
—Lo siento —le dijo de nuevo a él, cuando por fin parecía que no tenía suficiente
control de la risa.
Violet pensó que Chelsea podría sentirse mejor si fuera a sentarse en la delantera, pero
no se ofreció a cambiar de lugar con su amiga de nuevo. Ella ya lo había intentado,
cuando había dejado a Chelsea tomar un poco de aire, y Chelsea había castañeado en
que ella estaba bien, que no era necesario cambiar de asiento.
Violet estaba convencida de que Chelsea se había negado sólo porque no quería perder
su asiento al lado de Mike, pero después de haberle masticado la cabeza una vez,
Violet no estaba a punto de hacerle la propuesta de nuevo. Así que esa vez se sentó en
silencio, fingiendo que no era en absoluto incómodo, ya que trató de cumplir con la
pared imaginaria de Chelsea en silencio.
Una ola cálida de aire fragante se apoderó de Violet, traía consigo el dulce aroma de
paletas de verano, filtro solar pegajoso y cloro que llenaba el interior del coche. La
temperatura se disparó inesperadamente a su alrededor.
—¿Puedes bajar el calor? —Violet le susurró a Jay, a la vez que se arrancó el sombrero
de su cabeza y tiró de su bufanda.
Violet y Jay solían jugar a ese juego cuando eran pequeños. Mientras que otros niños
jugaban a adivinar las placas estatales o a buscar las letras del alfabeto en las señales de
tráfico, Violet recuerda los animales muertos a los lados de la carretera. A veces
visibles y otras no. Algunos perceptibles sólo por los ecos que habían dejado atrás.
Ella podía percibirlos a veces y a varios cientos de metros, y ella podía describir ese eco
a Jay en tanto detalle como sea posible Podía al mismo tiempo que tratará de
identificar el cadáver que había quedado atrás.
Que era enfermo, sí, pero no eran más que niños… con una fascinación morbosa por
todas las cosas muertas. Y ella era una chica que podía buscarlos. Ahora sentía el eco
intrusivo, y la calmante presencia de Jay.
—Nos estamos acercando —anunció Mike de la parte posterior—. Más adelante está
la tienda donde podemos parar para conseguir algunos bocadillos y todo lo que
necesitan. La última parada. Si necesitan hacer una llamada telefónica, ahora es el
momento de hacerlo —añadió.
Violet sacó su teléfono del bolso y revisó para ver si tenía servicio. Mike tenía razón,
no había ninguna señal aquí.
—Oh, gracias a Dios. Violet, ¿me traes unas galletas? ¿Y ves si tienen 7UP o Sprite?
Me siento como una mierda.
Violet se dio la vuelta para mirar a Chelsea, que todavía tenía la cabeza hacia atrás y se
negaba a abrir los ojos, pero fue Jay quien respondió.
—¿Están seguros que no quieren salir y tal vez estirar las piernas un poco?
Violet vio a Mike inclinarse y susurrarle algo al oído a Chelsea, con el rostro lleno de
preocupación. Chelsea hizo una mueca y volvió su cabeza de él. Ni siquiera hizo un
esfuerzo por ser cortés al respecto.
Ella realmente debe estar enferma, pensó Violet, para tratar a Mike de esa manera.
El exterior de la cómoda tienda era rústico y acogedor, las paredes exteriores eran
toscos troncos, dando la ilusión de ser una autentica tienda de Country Store. El
interior estaba desordenado y desorganizado. Los propietarios, probablemente por
necesidad y en un esfuerzo para almacenar tantos elementos como fuera posible, para
llenar cada pulgada de la plataforma, el piso y cubierta. Incluso las paredes estaban
repletas de artículos para la venta. Y donde no había mercancías reales, había carteles
con los productos que se podían ordenar.
Era casi tan frío dentro de la tienda, como si estuviera fuera. Violet se alegró de que se
había puesto las botas de nieve y su pesado abrigo de invierno en el viaje, y que se
había puesto su sombrero y la bufanda de nuevo antes de salir del coche.
Era fácil llenar los pedidos de Chelsea, y entonces, sólo se tomó unos minutos más
para el resto, para abastecerse de chips, gaseosas, carne cecina, y un surtido de
aperitivos, incluyendo el paquete de galletas Oreo que Jay había comprado para Violet.
Violet pensó brevemente en llamar a sus padres, sólo para hacerles saber que habían
llegado a la montaña con seguridad. Ella había visto el teléfono público puesto en un
espacio abierto entre el enfriador de hielo y una estantería repleta de aceite de motor y
los tanques de propano.
Justo por encima del teléfono, había un pequeño corcho lleno de notas adhesivas de
colores y pedazos de papel. Pero ella rechazó la idea casi de inmediato. Sus padres no
estaban esperando su llamada a menos que hubiera un problema, y Violet estaba
tratando de ser más independiente, para probarles que podían confiar en ella para estar
segura de ella misma. Llamar para comprobarlo iba en contra de ese propósito.
Así que pasó por el teléfono sin mirarlo una segunda vez, se dirigió a la caja.
Dirigido a ella.
Así que se vieron obligados a llevar sus cosas de la colina a la cabaña. No habría sido
tan difícil si no hubiera sido por los casi dos metros de nieve a través de los que
tuvieron que vadear. Afortunadamente, fueron capaces de caminar en las huellas de
camión del padre de Mike.
—Wow —inspiró Jay su aprecio, y Violet reconoció de inmediato que era su rústico
tipo de lugar.
Mike se encogió de hombros, dejando caer su bolsa de lona en el suelo, y Violet podría
haber jurado que vio una nube de polvo que se levantaba a su alrededor.
—Creo que pertenecía a mis abuelos, y cuando murieron, mis padres lo tuvieron.
—¿Y dónde está tu mamá? Nunca hablas de ella. ¿Ella viene también? —Preguntó
Claire cuando ella remilgadamente pasó la mano en el asiento de una silla del comedor
de madera antes de poner su maleta en él.
Deja a Claire a llevar una bolsa de diseñador en el bosque. Chelsea fulminó con una
mirada de desaprobación a Claire, respondiendo por Mike.
—Está bien. Se fue hace un tiempo y no sabemos nada de ella. —Y entonces él puso su
dedo hacia arriba—. Espera un segundo. —Él miró hacia el corto pasillo en la esquina
de la sala de estar grande—. ¿Megan? —gritó.
Le tomó un momento, pero una puerta que se había cerrado quebradamente fue
finalmente abierta. La pequeña voz en el otro lado sonó molesta.
—¿Qué?
—Sólo quería hacerte saber que estamos aquí. ¿Papá te dijo a qué hora iba a volver?
6
Octava: último de los ochos días en que la Iglesia católica celebra una fiesta.
Después de varios segundos, miró por encima de Violet para ver si la puerta se podría
haber cerrado de nuevo. Pensó que tal vez su hermana había decidido ignorar la
cuestión, pero luego, sonando como antes molesta , ella le contestó al fin.
E
l aliento de Violet quedó atrapado en su garganta mientras sentía como era
arrastrada por la espalda y levantada en el aire. Ella supo de inmediato que se
trataba de Jay, porque escucho el sonido grave de su risa que se mezclaba con
el calor de su aliento en su oreja, mientras ellos aterrizaban de costado a la deriva sobre
la nieve blanda. Le oyó jadear cuando su hombro se estrelló contra él mientras caían al
suelo. Sin embargo, él estaba sonriendo cuando ella lo miro.
—¿Estás bien? —le preguntó ella, riéndose del gesto en su rostro. Se preguntó si alguna
vez se cansaría de esa mirada estúpida, con exceso de confianza. Esperaba que no.
—Ven acá y te mostraré. —Él le hizo señas, agitando un copo de nieve perezoso lejos
de las pestañas de Violet con la punta de sus dedos enguantados.
Había empezado a nevar ligeramente en el momento en que habían conseguido por fin
descargar todas sus cosas, y decidieron salir. Mike había invitado a su hermana a venir
con ellos, pero había ignorado la petición, ni siquiera se tomó la molestia de contestar.
Así que ellos se habían abrigado y se aventuraron a explorar ellos cinco.
A pesar de las dudas de Violet acerca de la estructura real del edificio, la ubicación de
la cabaña era espectacular. Era aislada, asentada en lo alto de las montañas en medio
de un telón de fondo dado por los árboles, junto con las capas brillantes de nieve, era
nada menos que impresionante. Habían estado en el bosque durante más de una hora,
sin embargo, nadie se quejó de la temperatura. Era demasiado hermoso, y la nieve era
tan cautivante, como para quejarse por el frío.
Claire había tratado de organizar equipos para una pelea de bolas de nieve, las niñas
contra los chicos, pero rápidamente se convirtió en un país libre para todos, y en poco
tiempo Jay defendía a Violet de Chelsea, y Chelsea estaba protegiendo a Mike de Jay.
Claire se convirtió en neutral, como Suiza, tratando de hacer las reglas para controlar
la guerra a gran escala a punto de hacer erupción. Pero con el tiempo se dio por
vencida y encontró un lugar tranquilo fuera del camino, donde ella podría hacer
ángeles de nieve.
Al final Chelsea y Violet se sumaron a ella, habían decidido por unanimidad que los
"ángeles" de Chelsea en realidad no eran ángeles del todo y tuvieron que cambiarles de
nombre. Por lo tanto, nacieron "los demonios de nieve". Hasta les hicieron pequeños
cuernos, para completar el efecto.
Pero ahora que era ella y Jay, habían robado unos minutos para sí mismos, Violet
estaba feliz de presenciar la tranquilidad del bosque cubierto de hielo que les rodeaba.
Los labios de ella tocaron los de Jay. Fue como encender un fuego.
Violet cerró los ojos y se perdió en el calor que emanaba dentro de su estómago,
mientras su boca se apoderaba de ella. Ella se irguió en su contra, tratando de
acercarse por debajo de las gruesas capas de ropa.
Violet escucho a Chelsea y Claire peleando en la distancia acerca del muñeco de nieve
que estaban haciendo. Ella se recostó allí, de espaldas, mirando las ramas cubiertas de
nieve que cruzaban encima de ella, filtrando la nieve que caía y difundiendo la luz ya
tenue que trataba de penetrar en el espeso cielo gris. Todavía no era el crepúsculo, y la
oscuridad ya estaba descendiendo mientras la cubierta de nubes bajas se profundizaba,
amenazando con la máscara restante de la luz del día.
Violet parpadeó mientras copos de nieve frágil maltrataban su cara, y respiraba el aire
frío, que crujía profundamente. Ella escuchó a lo lejos a Jay y Mike atacándose unos a
otros con bolas de nieve, sus risas en pleno auge en voz alta contra la calma del día.
Casi habría sido fácil pasar por alto el tirón que sintió que venía en dirección opuesta.
Y lo intentó, cerrando los ojos y fingir por un momento que ella no lo había notado en
absoluto. Pero era visceral, la atracción, la búsqueda de su camino estaba debajo de su
piel y deslizándose allí hasta que picaba, hasta que ya no podía ignorar su atracción
enigmática.
Y la estaba llamando.
Ella se relajó lentamente, todavía tratando de decidir, como si hubiera tenido alguna
vez una opción sobre eso, y se sacudió la nieve de su espalda mientras se levantaba.
Ella miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la estaba mirando. Ella no
quería que nadie la viera deslizarse entre los árboles, en el bosque, a buscar lo que
quería, no, lo que necesitaba ser encontrado. Sentía el brillo del dolor frío cayendo por
su cuello, y se estremeció contra él, poniendo los hombros hacia adelante, tratando de
calentarse a sí misma.
Estaba más oscuro allí, debajo de la sombra de las ramas, lejos del campo abierto,
donde había jugado con sus amigos, y le preocupaba brevemente perder su camino
mientras se movía más y más por debajo de la cubierta. Estos no eran sus bosques, no
era su tierra por la que navegaba. Aquí, si se perdería, nadie sabría dónde encontrarla,
podía vagar sin rumbo durante horas y horas, y no habría señales familiares para guiar
de regreso.
Y mientras las ramas continuaran atrapando los copos al caer, sus pisadas la llevarían
de vuelta una vez más. Ella se aferró a esa esperanza ya que abandonó toda la razón en
la búsqueda de un deseo fundamental. Para encontrar el eco en el bosque. Era difícil,
caminar a través la espesa nieve que se había acumulado, incluso bajo el abrigo de las
hojas. Las capas blancas pesadas hacían difícil avanzar, tirando de sus botas y
haciendo que sus piernas quemaran. Y en poco tiempo, incluso a Violet le dolía la
cabeza por el esfuerzo.
La piel alrededor de sus mejillas sentía vacía y seco, y sus ojos se encendieron contra el
aire frío que parecía más frío aquí, de alguna manera era más denso y más difícil de
respirar. Violet se esforzó por mantenerse en movimiento, y con cada paso, el dolor se
hizo más y más intenso. Sin embargo, debajo de su cráneo, podía sentir las vibraciones
del eco tirando de ella hacia adelante.
Ella parpadeó mucho, entrecerrando los ojos contra las cuchillas imaginarias que
cortaban a través de su cuero cabelludo, la frente, sus ojos.
Eso era el eco, se dio cuenta, el dolor insoportable era devastador, casi la cegaba a la
vez que se vio obligada a buscarlo. Y ella era incapaz de dejar de buscarlo. La manera
de pensar de Violet era la definición misma de la locura. Pero no había nada que
pudiera hacer al respecto ahora. Lo que estuviera era necesario que ella viniera.
Y ella lo haría.
Ella trabajó con diligencia, eficacia, y el esfuerzo la calentó, distrayéndola del dolor de
cabeza persistente que zumbaba en el fondo de su cerebro, nublando sus pensamientos,
manteniéndolos en algo en totalmente lúcido. Se sentía como si estuviera drogada.
Drogada por el propio eco. La desorientación, la sensación narcótica la mantuvo
enfocada en su tarea mientras seguía cavando.
Cuando sus manos enguantadas alcanzaron tierra firme, Violet tardíamente se dio
cuenta de que todo había sido un esfuerzo inútil. La tierra no era suave, el suelo no lo
suficientemente flojo como para cavar. Y no era sólo difícil, sino que había una barrera
de hielo congelado. Sólido.
Así fue como la encontró Jay, de rodillas en la nieve, tratando de pensar qué debía
hacer a continuación a través de la bruma de su mente nublada. Tratando de decidir
cómo resolver este rompecabezas.
—Mierda, Violet. ¿No nos escuchaste gritarte? Nos asustaste como el infierno. —Jay la
regañó al mismo tiempo que extendía su mano para ella.
Violet lo miró, momentáneamente confundida por el gesto. ¿Qué quiere el que haga?,
se preguntó en sueños.
—¿Te quieres levantar? —Él preguntó, inclinándose en ese momento y agarrando sus
dos manos entre las suyas. Él la atrajo hacia sus pies, guiándola hasta que ella estaba
de pie.
Jay miró a su alrededor a los pies de Violet, mirando con asombro los montones de
nieve en el suelo y de vuelta a su cara otra vez. Comprendiéndolo finalmente forzó las
cejas juntas.
Violet asintió con la cabeza. Todo eso lo sabía. Eso estaba claro para ella aún.
—No podemos quedarnos aquí, Vi. Todo el mundo viene. Ellos están buscándote, y lo
hiciste bastante fácil una vez que encontramos tu rastro. Están justo detrás de mí. —
Jay envolvió su brazo protector alrededor de ella, atrayéndola hacia él. Le dio una
patada a los montones de nieve, extendiéndolos hacia fuera—. Vamos, vamos a
empezar de nuevo. Guiémoslos fuera antes de que lleguen aquí y empiecen a hacer
preguntas.
Ella se dejó conducir, a pesar de que el dolor aumentaba a medida que se alejaba de la
ubicación del cuerpo.
Se sentía como si estuviera sufriendo de algún tipo de retirada de la bruma drogada del
eco que había descubierto, y cuanto más caminaba, más fuerte se apoderaba de ella.
—¡Oh Dios, la encontraste! —Claire exclamó cuando llegó a Violet y Jay, escogiendo
cuidadosamente su camino a través del camino de huellas—. ¿Dónde estabas? —Le
preguntó a Violet.
Violet apoyo su cabeza en el hombro de Jay, tratando en vano de bloquear los dolores
del latido del eco, que pedían que volviera otra vez.
Claire frunció la nariz mientras Jay la pasaba, medio cargando a Violet ahora.
Sudor frío se erizaba contra la parte superior de sus labios. Los escalofríos que se
apoderaron de ella no tenían nada que ver con el clima. Sombras tiraban en la periferia
de su visión y entonces lentamente, la apretaban más y más fuerte, hasta que ella
estuvo nadando en un vórtice de oscuridad. Se sintió caer, y pareció una eternidad
antes de que ella finalmente se detuviera… aterrizando contra algo sólido… y cálido…
C
uando Violet abrió los ojos, estaba dentro de la cabina. Cuatro ansiosas caras
estaban mirándola fijamente.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Jay. Arrodillándose delante de ella para que pudieran
estar cara a cara.
Violet pasó sus dedos tentativamente por la parte de atrás de su cuello y luego
cautelosamente tocó su sien con las puntas de sus dedos. No había dolor. Se había ido
ahora. Todo él.
Todo lo que recodaba era el persistente empuje para volver a los bosques.
—Te conseguiré algo de chocolate caliente —ofreció Chelsea, y Violet se dio cuenta de
que Chelsea debía haber estado genuinamente preocupada. Sintió como si ella hubiese
estado viendo esa parte de Chelsea últimamente.
Claire fue con Chelsea a la cocina, donde deambularon intentando encender la estufa,
hasta que Megan, que había bajado silenciosamente a la parte de abajo, fue a
ayudarlas. La chica más joven se movió expertamente por el pequeño espacio de la
cocina, encendiendo el fuego y localizando una sartén para ellas, y, a la larga, Claire y
Chelsea caminaron fuera. Megan parecía cómoda con el arreglo.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Violet a Jay, cuando Mike fue a unirse con las chicas a la
cocina, dándoles un momento a solas enfrente del fuego.
—Claire realmente gritó —añadió Chelsea, reuniéndose a ellos. Se sentó en una silla
de madera frente a Violet—. No puedo creer que no la oyeses. Estoy con el
pensamiento de que Jay fue bastante espantoso. Tienes suerte de que te cogiese antes
de que golpeases el suelo
—¿Tú me cogiste?
Él asintió y podía decir por la mirada en su cara que esta parte le estaba divirtiendo.
Mucho.
Ella lo miró otra vez y rodó sus ojos, negándose tercamente a agradecerle después de
que acababa de palmearse tan claramente a sí mismo la espalda.
Megan volvió dentro, con una taza de chocolate caliente en la mano y Claire caminaba
detrás de ella.
Violet la miró atentamente mientras la taza cambiaba de mano. Cerró los ojos.
—Gracias —Imprimió tanto significado como pudo en esa simple palabra y esperó que
el gesto fuese suficiente, aunque sólo fuese para ella misma. Se sintió mal por las cosas
malas que había pensado sobre Megan, por las odiosas cosas que había sospechado
que ella había hecho.
—Así que ella te da una taza de chocolate y le das las gracias. Yo te salvo la vida y no
me das nada. Eso no es bueno —se quejó Jay.
Violet le sonrió sobre la parte de arriba de la taza de chocolate caliente. —Lo suyo sabe
mejor —se burló, soplando en el humeante líquido luego cogiendo un sorbo—.
Además, creo que te lo acabas de agradecer a ti mismo.
Violet sacudió su cabeza, intentando unir juntos esos momentos después de que Jay la
encontrase en los bosques, después había descubierto la localización de un eco. Ella
recordó el intenso dolor que había seguido, la llama del cuerpo, y la alteración de la
mente, la sensación de estar drogada una vez lo había localizado. Y luego Jay
arrastrándola lejos, y el dolor volviendo otra vez, seguido por su visión de túnel. Y
luego…
—Sólo me mareé, supongo —contestó finalmente, sabiendo que era una débil escusa—
. Estoy bien, sin embargo —repitió, esta vez tratando de sonar más convencida.
Se lo creyeron o no, nadie más preguntó más preguntas: parecieron aceptar su historia.
Violet aún se sentía distraída por el eco, a pesar de la distancia que ahora la separaba
de él. Por ahora, sin embargo, todo lo que ella podía hacer era ignorarlo.
Cuando decidieron que era hora de poner la cena juntos, Mike y Jay fueron fuera, a
una pequeña nave de almacenamiento en la parte de atrás, a conseguir más madera
para el fuego.
—¿Va a estar tu papá aquí para cenar? —preguntó Claire a Megan, que estaba
haciendo su mejor esfuerzo para seguir apenas visible en el abierto espacio de la
cabaña. Megan simplemente sacudió su cabeza en respuesta, apenas haciendo contacto
visual mientras contestaba.
—¿Sabes dónde está? —curioseó, a pesar de que era evidente de que la chica estaba
incómoda.
Violet reconoció el malestar de Megan. Parecía radiar fuera de ella. Ella no quería que
reparar en ella, pero tampoco quería ser incluida. Ella flotaba, sin decir palabra, sin
hacer ruido, en la periferia, existiendo en la tranquilidad de la soledad.
Ella estaba tan triste… Pensó Violet. Triste y Sola. Violet se preguntaba si había estado
siempre de esa forma.
Mike llegó entonces, rompiendo el silencio inconscientemente que había caído sobre
las chicas. Jay seguía directamente detrás; cada uno de ellos tenía sus brazos repletos
de troncos. Había otra carretilla con más troncos asentados detrás de la puerta trasera,
y Violet y Chelsea saltaron para ayudarlos, amontonando la madera cerca de la
chimenea. Era una conveniente diversión después de la torpeza causada por la honesta
contestación de Megan.
Así que, ¿Qué significaba exactamente aquello sobre su padre? ¿Qué era un bebedor?
¿Un alcohólico? ¿Por qué los niños eran dejados frecuentemente solos para defenderse
por ellos mismos?
La cena fe simple: sándwiches de queso a la parrilla y patatas fritas. Por supuesto, fue
Megan quien encendió la estufa. Y Megan, otra vez, fue la que dirigió los sándwiches a
la parrilla sin quemarlos. El intento de Chelsea no terminó tan expertamente, y su
sándwiches estaba más carbonizado que asado a la parrilla. El de Violet fue incluso
menos admirable. A Jay le fue mejor, haciendo algo que al final era comestible. Pero
Megan demostró ser algo como un genio culinario. O al menos un genio de
sándwiches de queso a la parrilla.
Así que Jay ayudó a Megan en la estufa, y esa fue la única vez que Violet vio a Megan
salir de su forma para interactuar con alguno de ellos. Le preguntó tranquilas
preguntas mientras trabajaban y ella sonrió vacilantemente cuando respondió a las
bromas juguetonas de él.
Esto recordó a Violet el por qué ella había sospechado de Megan de acecharla en
primer lugar. Además de todas sus otras sospechas, era obvio que Megan estaba algo
enamorada de Jay. Quizás más que uno pequeño. Y Violet se sintió inmediatamente
culpable por incluso entretenerse con el pensamiento otra vez.
232 | P á g i n a Traducido en Purple Rose
The Body Finder
Violet y Claire pusieron la mesa mientras Jay y Megan hacían la cena. Mike y Chelsea
se tendieron al fuego, lo que resulto ser lo equivalente a hacer los deberes, así que
cuando fueron llamados para conseguir sus platos, estaban con los ojos vidriosos y
distritos.
Después de cenar, Mike y Chelsea fueron asignados para limpiar el lío, lo que
realmente significaba limpiar el lío, desde que ellos no habían hecho nada para ayudar
con la preparación. Todos los demás de sentaron frente al fuego.
Violet se siguió sintiendo empujada por aquello que fuese que había descubierto debajo
de la cubierta de los árboles, enterrado debajo de las heladas capas de hielo y nieve. Se
preguntó brevemente cómo iba a resolver ese apuro… era un animal al que no podía
llegar, uno al que no podía enterrar. Aún no entendía por qué la atracción de encontrar
algo era mucho más fuerte que con otros, por qué algunas criaturas, como el ciervo de
la carretera, podían dejarla pasar mientras que otros querían tan gravemente ser
encontrados que seguían atrayéndola, mucho después de que ella hubiese dejado su
radio de alcance.
Habían reordenado los muebles y habían extendido sus sacos de dormir cuando se
sentaron alrededor del suelo enfrente del fuego. Había una habitación, en la que Violet
supuso que Megan dormía, porque era donde se había escondido más temprano, y un
pequeño loft, y supuso que estaría allí el padre de Mike. Cuando estaba allí.
Pero a pesar de que tenían una habitación, Megan no se retiró otra vez. Permaneció
con el grupo, persistentemente en la periferia, sentada sin hacer ningún sonido sentada
en una silla todo lo lejos que ella podía conseguirse desde ellos, todavía se consideraba
en la misma habitación.
Tan frecuente mente como podía, Violet incluía a Megan en sus conversaciones. Pero
Megan era renuente, contestando con el menor número de palabras como fuese posible
y luego cayendo en silencio otra vez, tercamente evadiendo los intentos de Violet de
ser su amiga.
Cuando se hizo tarde, uno por uno empezaron a meterse dentro de sus sacos de
dormir. Violet se metió en el suyo, al lado de Jay, y eventualmente Megan se fue por el
corto pasillo a su habitación.
La lluvia despertó a Violet, pero fue el dolor agudo que le impidió volverse a dormir.
Subió por su cuello, tomando la base de su cráneo con sus dedos.
Y con eso, algo más captó su atención. Una luz atravesó la noche. Le saturó la vista,
sin importar con cuánta fuerza cerrara los ojos. Pero no era la luz lo que la sorprendía
tanto.
Hay una explicación, intentó distraerse. Se repetía esas palabras una y otra vez. Tenía
que haber una explicación lógica.
Y a pesar de que el dolor de cabeza era menos intenso que antes, lo reconoció
inmediatamente. Era claro, inconfundible.
Violet separó lentamente, muy lentamente los párpados. Su pulso corría como loco
mientras intentaba mantener la farsa de que seguía dormida.
Cada movimiento la hizo sentirse obvia y sobre actuada y temía que quien fuera que
estuviera ahí la notara. Estaba acostada con los ojos abiertos, intentando ver algo.
Con los ojos finalmente abiertos, vio a un hombre. O al menos vio una figura alta y
delgada, vio su espalda, aún con una chaqueta pesada negra y roja. Se balanceaba
silenciosamente, a pesar de estar de pie quieto, con la mano apoyada en la mesada. Y
desde donde estaba recostada, Violet podía oler el aroma a tabaco y cerveza que
despedía.
Entonces él se dio vuelta, chirriando con sus botas y Violet intentó hacerse lo más
pequeña posible, esperando unos segundos para asegurarse de que no la vio ahí, y
cuando volvió a mirar, vio una cara que reconoció al instante.
O cómo se imaginaba ella que se vería Mike como un hombre de mediana edad
empapado. Era su padre. Ed Russo.
Y la luz que su piel despedía era innaturalmente intensa, dolorosamente brillante. Aún
así, podría haber sido soportable, de no haber sabido Violet la razón de ello. Recordó
la primera noche que se despertó ante ese brillo, y se preguntó cómo un hombre, cómo
este hombre podría ser la muerte de un pequeño gatito callejero.
¿Y por qué?
¿Y ahora qué? Ahora estaban ahí, en este remoto lugar, ¿juntos? ¿Cómo podía ser eso
una coincidencia?
Ella no sabía qué hacer ahora. Se sentía atrapada por las circunstancias: el clima, la
localización, la proximidad al asesino. No tenía forma de llegar al exterior, ni llegar al
pueblo a pedir ayuda, y no creía que fuera sabio enfrentarlo sola.
¿Qué opciones había? ¿Despertar a Jay? ¿Decirles a todos que el papá de Mike había
matado a un gato y lo había dejado ahí para que ella lo encontrara?
¿Y cómo podría explicar eso? ¿Habría hecho él tal cosa en primer lugar? ¿Y por qué
Violet? Por lo que sabía, era la primera vez que se veían.
Y estaba la nota. Y las llamadas telefónicas. ¿Ella también creía que este hombre, el
papá de Mike, era responsable de todo eso?
En el momento que fue despertada, en el momento en que este hombre había entrado
al cuarto con ella, Violet había sentido la necesidad urgente de volver al bosque.
De volver al eco.
Violet se quedó quieta hasta después de que el silencio volvió, después de que el papá
de Mike subiera y Violet lo oyera prepararse.
Y luego se quedó aún más tiempo, sólo para estar segura, antes de que lenta,
cuidadosamente se levantó de la bolsa de dormir, intentando no molestar a los otros.
No quería despertar a Jay; sabía que intentaría detenerla.
Todo su cuerpo temblaba con la necesidad mientras del dolor de cabeza era olvidado
ante la necesidad absoluta y agotadora de volver al eco. Incluso las luces que venían
desde el piso de arriba eran fáciles de ignorar ante el inminente deseo de encontrar lo
que estaba enterrado en la nieve.
El fuego seguía ardiendo y Violet notó que alguien, probablemente Mike o Jay, había
añadido más leña durante la noche. Aún así, a pesar del fuego, Violet temblaba. Y la
idea de salir al frío casi ártico era inquietante, pero no la detenía ante el anhelo
primitivo que Violet no podía negar.
El aire helado de la noche le perforó los pulmones al primer respiro. Un frío helado la
recubrió en un espasmo, y el calor que mantenía desapareció a través del grueso
abrigo, siendo reemplazado por la nieve.
Se bajó las puntas de su gorro tanto como pudo y se cubrió la cara con la bufanda,
respirando ahí para templarla.
Hizo su camino por el sendero, sin saber qué esperaba encontrar, pero esperando que
fuera algo, lo que fuera, que ella pudiera cavar con lo que llevaba puesto.
El sendero descendente estaba oscuro, y los árboles antiguos olían a rancio incluso en
el frío.
Había leña apilada contra una pared que llegaba del piso hasta casi tocar el techo.
Contra las otras paredes, había cajas viejas, apiladas, varios tipos de herramientas, la
mayoría de las cuales no logró identificar: una pala de nieve que dudaba fuera muy
útil, latas vacías de pintura, una escoba vieja, y una escalera de madera destartalada.
Quería una pala de verdad, algo con una punta afilada que fuera capaz de penetrar el
suelo sólido, pero no había nada así.
Sin embargo, sí vio algo que podía servir. Un hacha inclinada contra la pila de leña,
con una hoja que, afilada o no, al menos podría romper el hielo para dejar la capa
interior al descubierto.
Violet la tomó con una mano enguantada antes de apagar la linterna y dejar la casita
detrás. Luego caminó, con las botas crujiendo en la nieve congelada, tanto como podía
con el brillo que despedían las ventanas de la cabina. No quería encender la linterna
hasta que fuera necesario. No quería llamar la atención, a pesar de que todos adentro
estaban dormidos.
Pero no había luna que le iluminara el camino, y estaba oscuro gracias a las gruesas
nueves. Y eventualmente, cuando estuvo bien lejos de la casa, tuvo que usarla de todas
formas.
El rayo levantaba una luz tenue desde el piso, como algo místico. En cualquier otro
momento lo habría encontrado hermoso. Ahora, sin embargo, estaba demasiado
metida en su propósito para apreciar el espectáculo.
Hubo sólo un momento de alivio para Violet, después de que estuvo libre del olor de la
cabaña que el papá de Mike había llevado. Sabía que sólo era temporal, que la
reclamaría a medida que se acercaba a los árboles, donde el cuerpo estaba escondido.
Aún así fue incapaz de detener su marcha.
No necesitó un camino para saber por dónde dirigirse en el bosque, el eco la guiaba.
La llamaba.
Mágico, pensó Violet, los deseos de los muertos. Y mientras el miedo la invadía, era
consciente de que la naturaleza de su habilidad no era mágica.
Pensó en el pequeño gatito de la caja y se preguntó, por primera vez, qué habría debajo
de ella, enterrado bajo tierra y hielo.
Mike había dicho que su padre era un cazador, y Violet había asumido que era uno de
talla grande, venados o cosas así, en lugar de conejos.
V
iolet sintió un sobresalto cuando el hacha golpeó el suelo congelado, haciendo
subir una sensación de hormigueo por sus brazos. El hacha se sentía
demasiado pesada en sus manos, el peso demasiado sólido para la tarea.
Había colocado la linterna en la nieve para que iluminara sobre el lugar donde estaba
tratando de cavar.
Pero ya estaba aquí, en respuesta a su llamamiento; ¿Por qué se volvería más fuerte
ahora? A menos que...
No estaba segura de cómo él había logrado acercarse sigilosamente a ella, si fue la falta
de claridad que plagaba su cerebro o si fue el dolor persistente filtrándose alrededor de
los bordes. O simplemente que estaba demasiado absorta en tratar de encontrar la
manera de llegar debajo de la superficie del suelo congelado para notar que algo había
cambiado en su entorno.
era; cuando lo vio parado allí, las ráfagas intermitentes de luz que emanaban de debajo
de la capucha de su chaqueta le dieron esa respuesta. Se dio cuenta que estaba
lloviendo otra vez, que podía oír las mismas gotas pesadas que la habían despertado.
No, entendió tardíamente. No está lloviendo; Hace demasiado frío como para llover. Era sólo
el sonido que escuchó.
Bajó la mirada hacia sus manos enguantadas, al hacha que sostenía allí. No estaba
segura de qué decir. El terror bloqueaba su garganta, estrangulándola.
Él habló de nuevo, esta vez más tranquilo, su voz devastada por algo que sonaba como
tristeza. Tal vez incluso arrepentimiento. —¿Cómo la encontraste?
¿La? Violet trató de recordar lo que sabía, que no era mucho, acerca de la caza, sobre
las leyes que los cazadores tenían obligación de respetar. ¿No se supone que cacen sólo
machos? ¿No es ilegal matar hembras?
Él se tambaleó cuando dio otro paso hacia ella, y Violet pudo ver sus ojos enrojecidos
detrás de la luz parpadeante, y los círculos oscuros debajo de ellos. Desde tan cerca,
parecía mucho más viejo. Y mucho más cansado.
Ella pensó en alejarse de él, del eco bajo sus pies, en un esfuerzo por reunir su ingenio.
Pero la perspectiva de hacer frente a ese dolor otra vez, amplificado por la presencia
del hombre que llevaba la impronta correspondiente, era insoportable. Prefirió
permanecer drogada.
Su voz, cuando habló de nuevo, estaba llena de angustia. —Yo la amaba. Y hace
mucho, mucho tiempo, ella también me amo. Yo no quería hacerlo.
Violet estaba perdiendo la batalla por entender lo que estaba diciendo. Sus palabras se
sentían como nada más que pedazos de un enigma sin solución para su mente turbada.
Abrió la boca para preguntarle qué quería decir, pero no parecía poder formular los
pensamientos en palabras, y en su lugar se quedó allí, inactivamente pasmada.
—Prometió que me amaría siempre. Hizo una promesa... —Su voz se volvió
rencorosa, airada. La saliva se acumuló en las comisuras de su boca, y Violet se dio
cuenta de que ya no estaba hablando con ella. Miraba fijamente por encima de su
cabeza, perdido en sus recuerdos —Pero mintió. Y luego me dijo que ya no me amaba.
Me dijo... —Su voz se quebró—... dijo que lo quería. Él arruinó mi vida. —Apretó la
mandíbula.
Los ojos de Violet bajaron a su mano, que colgaba sin fuerzas a su costado. Vio la
escopeta apoyada contra él, apretada en su palma.
Violet no podía apartar sus ojos del arma, y su corazón latía dolorosamente,
zumbando violentamente. Ruidosamente.
—No fue mi intención hacerle daño —Admitió él, su mirada encontrando a Violet,
tratando de convencerla, suplicándole que entendiera.
—No podía dejar que apartara a mis hijos de mí. No podía permitir que comenzara
una nueva familia con él. —Sus ojos se volvieron febriles mientras explicaba —Ellos
me aman, ¿sabes? Y traté de explicárselo, para decirle que estaba equivocada, que yo
podía cambiar. Pero ella ya había decidido. Dijo que era demasiado tarde. Dijo que
nunca volvería a verlos. —Hizo una pausa, luciendo confundido, preguntándole a
Violet —¿Nunca volver a verlos? ¿Cómo podía hacerme eso?
Agarró el mango de la escopeta con tal fuerza que sus dedos se pusieron blancos
cuando miró a Violet. —Lamento mucho que la encontraras —Explicó con tristeza —
No quería que nadie más muriera.
Jay se volvió en su saco de dormir y estiró el brazo hacia Violet. Cuando su mano
recorrió la superficie fría de la almohada, abrió los ojos.
En el resplandor de las brasas de la chimenea, pudo ver que ella no estaba allí, que ella
ya no estaba acostada a su lado.
Debe haber ido al baño, pensó con pereza, cambió en el suelo y esperó a que ella
volviera.
No estaba seguro de cuánto tiempo se quedó allí, de cuánto tiempo había pasado, pero
finalmente se dio cuenta de que era demasiado, y se levantó para ver lo que le estaba
tomando tanto tiempo.
Cuando miró por el pasillo y vio la puerta abierta del cuarto de baño oscuro, su
estómago se hundió.
Vaciló brevemente fuera de la puerta cerrada del dormitorio de Megan pensando que
tal vez… tal vez Violet se había deslizado allí para hablar con la hermana pequeña de
Mike. No lo sabía. Pero tenía que averiguarlo.
Golpeó tan suavemente como pudo, tratando de no despertar a los demás. No hubo
respuesta.
Se apresuró a regresar donde sus amigos que estaban dormidos, y esta vez agarró el
brazo de Mike, inclinándose para despertarlo.
—Se han ido. Megan y Violet, no están aquí —Le susurró en voz fuerte.
—¿Qué? —Tenía el brazo delante de sus ojos, como si la luz difusa del fuego
persistente fuera demasiado para él —¿De qué estás hablando? —Graznó.
—Jay, ¿Dónde está Violet? —Preguntó Chelsea cuando se sentó, frotándose la cara.
—No lo sé —Respondió Jay, su voz cada vez más elevada —Ella no estaba aquí
cuando me desperté, y comprobé en la habitación de tu hermana —Le dijo a Mike.
Pero él estaba ya en la parte delantera de la cabina para verlo por si mismo. Volvió y
verificó la habitación de su hermana antes de subir rápidamente por las escaleras al
desván.
—Bueno, su camioneta está aquí, pero él no está —Dijo Mike, totalmente alerta ahora.
—Tú y Claire quédense aquí —Dijo Jay a Chelsea —Pon un poco de leña en el fuego,
y si Megan y Violet regresan, sólo tienen que quedarse aquí. Mike y yo estaremos de
vuelta tan pronto como nos sea posible.
Cuando los dos salieron por la puerta trasera, el frío castigaba la noche, había tres
huellas claras y evidentemente separadas, frescas en la nieve.
Incluso ante el misterioso resplandor de la linterna tendida en la nieve, Violet podía ver
las lágrimas que corrían por la cara de Megan mientras la otra chica luchaba por
entender lo que estaba sucediendo. Ella miraba a su padre con incredulidad, rechazo y
dolor evidente en su rostro. —¿Estás diciendo que ella está... —dijo, y señaló a la
tierra, donde Violet había estado cavando—... aquí? —La última palabra era vacía,
ausente de cualquier sonido real, pero Violet todavía la oyó y sintió el dolor de la
chica.
—Megan, por favor trata de entender. Ella quería llevaros de niños lejos de mí. Ella
quería separarnos, pero yo no podía dejar que ella hiciera eso. No podía dejar que te
llevara... no con Roger. Era escoria. Solía golpear a tu madre, y yo no podía
arriesgarme a que te hiciera daño también. No sé por qué él tuvo que volver y
arruinarlo todo... —Él dio un paso, cerrando la distancia entre ellos. Trató de
alcanzarla con la mano libre, pero ella se apartó, alejándose de su contacto, como si su
mano estuviera contaminada—. Te quiero…
Violet usó la oportunidad de ponerse sobre sus pies. Se sentía débil, temblorosa por el
efecto narcotizante del eco. Por el momento, sin embargo, estaba lo suficientemente
despejada para pensar, el miedo mantenía sus pensamientos de alguna forma
enfocados, pero no estaba segura de cuánto tiempo iba a durar, cuánto tiempo la
adrenalina podría apartar la sensaciones que trataban de imponerse.
—¡No nos quieres! —gritó Megan, finalmente encontrando su voz—. ¿Cómo pudiste
hacerle daño? No eres mejor que él. ¡Eres peor! ¡Ella era nuestra madre! —Las
lágrimas corrían por sus mejillas—. ¡Ella no lo habría dejado hacernos daño! ¿Cómo
pudiste? —gritó—. ¿Cómo pudiste?
—¡Lo hago! ¡Te amo! Tú eres mi princesa. ¡No podría vivir sin ti! —Intentó tocarla de
nuevo, su mano acariciando su mejilla.
Megan se retiró bruscamente, cayendo hacia atrás y aterrizando en la nieve a los pies
de Violet mientras trataba de escapar de su propio padre. Fue entonces cuando él notó
a Violet otra vez, y su rostro se retorció, retorciéndose de odio. —Esto es tu culpa —
siseó—. ¡Esto es todo por tu culpa! ¡Si no hubieras venido, nosotros habríamos estado
bien!
Megan sollozó. —No estuvimos bien. Nunca hemos estado bien. ¡Mataste a mi madre!
Los ojos de Violet estaban muy abiertos, su corazón palpitando fuertemente dentro de
su pecho. Quería explicar que todo esto era un error, un malentendido, cualquier cosa
que pudiera hacer que él se alejara, pero él ya estaba levantando la escopeta a su
hombro, apuntándola directamente.
—¿Qué cojones? ¿Qué estás haciendo? —El sonido distorsionado de la voz de Mike
pasó junto a ella como un viento violento. Oyó el ruido sordo de un cuerpo chocando
contra otro cuerpo cuando Mike se lanzó contra su padre, empujándolo contra el
tronco de un árbol cercano.
Megan se puso de pie. —Ella no nos dejó. Ella no huyó. Él la mató —sollozó ella,
señalando a su padre.
Su padre simplemente cerró sus ojos, y aunque no negó la acusación, su respuesta era
evidente.
Y a continuación, Violet sintió a Jay cuando llegó solamente segundos por detrás de
Mike. Él la llevó a sus brazos, tranquilizándose a sí mismo de que ella estaba a salvo
antes de empujarla tras su espalda como su escudo.
Mike arrancó la escopeta de las manos de su padre. El anciano ni siquiera luchó por
ello, sino que simplemente lo dejó ir, como si se estuviera dando por vencido. Como si
ya estuviera derrotado.
Mike dio un paso atrás, liberando el apretón del cuello de su padre con un tirón brutal,
haciendo que la cabeza de su padre colisionara contra el árbol. El sonido les sacudió.
—¿Cómo pudiste hacerle daño? ¿Cómo pudiste hacernos eso a nosotros? —Pero
incluso mientras hablaba, Violet, observaba como Mike, expertamente, descargaba el
mango de la escopeta, comprobando si había proyectiles en su interior.
Desde donde estaba, Violet vio lo mismo que él, y ella supo que el arma estaba
cargada.
Ella medio esperaba que Megan dijera algo, oponerse a lo que esto iba a dirigirse. La
mirada en el rostro de Mike, mientras se enfrentaba con el hombre que acababa de
admitir asesinar a su madre, era escalofriante. El hecho de que estaba armado era algo
que se mostraba más oscuro que inexpresable.
Mientras Mike apuntaba el arma a la cabeza inclinada de su padre, sus manos estaban
temblando visiblemente.
—Mike. —Violet oyó a Jay decir mientras él daba un paso adelante. Violet quería
detenerlo, pero era demasiado tarde—. No hagas nada estúpido —le rogó a su amigo.
Ella se preguntaba cómo Jay podía sonar tan tranquilo, tan racional, cuando ella
dudaba de que siquiera pudiera hablar en ese momento. Los nebulosos sentimientos
del eco la invadían de nuevo mientras luchaba contra ellos, rechazándolos.
La mirada de Mike se movió a Jay, sus ojos brillando de forma extraña, con locura.
Por un instante, fue como si hubiera olvidado que él no estaba solo... que no estaban
sólo él y su padre. Él frunció el ceño hacia Jay, desconcertado.
Jay puso las manos en alto delante de él mientras se acercaba más todavía.
En su cabeza, Violet le gritaba a Jay que volviera con ella, para protegerla, mantenerla
alejada de la situación volátil.
Jay dio otro paso más, comprendiendo el significado detrás de las palabras de Mike. —
Ya lo sé. Pero piensa en tu hermana. —Jay miró hacia donde Megan estaba parada
tranquilamente, lágrimas silenciosas resbalando por sus mejillas—. Ella te necesita,
Mike. Si haces algo a tu padre, ellos te llevarán lejos de ella, y entonces ¿a quién
tendrá?
Algo desesperado parpadeó en los ojos de Megan. Miedo, tal vez. Y necesidad.
Mike se quedó mirando y la vio, realmente la vio allí de pie, destrozada. Él vaciló, sus
hombros cayeron ligeramente a medida que la rabia en su rostro se fragmentaba en
algo más suave.
Cuando Mike volvió a mirar a Jay, asintió con la cabeza. —Lleva a las chicas de
vuelta a la cabaña y luego ve a la ciudad en busca de ayuda. Yo me quedo aquí y te
esperaré.
—¿No vas a hacer nada con él? —preguntó Jay, queriendo algún tipo de garantía de
que Mike no mataría a su padre.
Mike le devolvió la mirada a Jay. Con seriedad y con decisión, contestó: —Te lo
prometo.
No era la intención de Violet, pero una vez más se encontró apoyándose contra Jay
mientras las tortuosas retracciones del eco se ahuecaban hacia fuera del interior de su
cráneo. Lo que fue sorprendente para Violet, sin embargo, fue la reacción de Megan.
La chica más joven se negó a dejar a Violet, aferrándose a su otra mano mientras que
Jay las mantenía en movimiento a través de la nieve, a un ritmo constante. Violet no
sabía si el agarre estaba destinado como ayuda, o para sostenerse ella misma. Lo único
que sabía era que Megan se agarraba con fuerza.
Y después de todo lo que la chica había pasado, Violet no tenía ninguna intención de
dejarlo ir. Por el camino, mientras que el dolor era casi insoportable, Violet juró que
había escuchado a Megan susurrándola algo, algo tan silencioso que sólo Violet estaba
destinada a escucharlo.
A medida que se alejaban de los árboles, atajando por un camino para salir a la luz, el
dolor comenzó a menguar, sólo un poco al principio, y luego con cada paso, Violet
podía sentir como el alivio florecía dentro de ella como una flor. Respiró
profundamente, saboreando la libertad.
Por delante de ellos, el cielo nocturno alrededor de la cabaña estaba quebrantado por
unas explosiones incandescentes extrañas. Pero estas luces eran diferentes de las
improntas que irradiaban de la piel del padre de Megan. Estas eran el tipo de luces que
todos podían ver. Flases rojos y azules que iluminaban el paisaje cristalino con
tonalidades de añil y púrpura.
Y supieron, los tres, que toda la belleza de la noche nevada había sido sólo una ilusión
helada.
La cabaña ante ellos de repente rompió en un frenesí de actividad. Donde había estado
tranquila momentos antes había un flujo repentino, mientras gente se precipitaban
hacia ellos, saliendo a través de la puerta de atrás como un enjambre agitado. Las
linternas rebotaban en el suelo, encontrándoles donde se encontraban parados,
congelados en la noche.
En el bullicio, Violet reconoció uniformes entre la multitud. Ella vio a su tío y a sus
padres, que estaban corriendo por la nieve para alcanzarla.
Y, en algún lugar, en medio de los rostros en movimiento les tragaron a los tres, a ella,
a Jay y a Megan, ella vio a Sara Priest.
Para Violet, el resto de la noche había sido como un sueño e inconexa. Tanto que ya había
pasado, y ella aun tenía muchas preguntas.
Sus padres le habían explicado de las llamadas que habían recibido de Sara Priest, quien les
había dado la impresión incorrecta—igual que cuando había conocido a Violet—de que ella
estaba con el FBI.
Primero, aparentemente, Sara sólo había dejado un mensaje a Violet para que la llamara, un
mensaje que ellos habían relatado a los propietarios de la tienda de conveniencia, ya que no
podían contactarse con el celular de Violet. Y, luego, la llamada más apremiante—la
urgente, la que fue en medio de la noche—diciéndoles que Violet estaba en problemas, que
necesitaba ayuda. Sara también había sugerido que llamaran al tío de Violet, y que los tres
se reunieran con ella, junto con las autoridades locales que ella había estado contactando,
arriba en la cabina de mando a distancia.
Ellos no conocían a Sara, o cual era su relación con Violet, pero en ese momento,
escuchando que su hija quizás estaba en peligro, no se habían detenido para interrogarla.
Era suficiente saber que quizás Violet los necesitaba.
Estuvieron aliviados de encontrar a su hija a salvo y viva. Y horrorizados de que Sara haya
tenido razón, que Violet había estado en peligro, y que quizás alguien mas había muerto ahí
esa noche.
Sostuvieron a Violet tan fuerte que sintió como si fuera a romperse. Nunca había sido tan
bueno verlos.
Chelsea y Claire estaban aliviadas, ambas llorando cuando se dieron cuenta de que Violet,
Megan y Jay estaban ilesos.
Ninguno sabía con certeza que le había pasado a Mike. Aun estaba ahí afuera.
Pero para el momento en que los oficiales fueron en su busca, el estaba emergiendo del
bosque congelado.
Sobrevino el caos.
Violet se tenso para verlo, para obtener un vistazo de él, mientras escuchaba la conmoción
que su aparición repentina había creado. Oyó voces gritando, exigiendo que mostrara sus
manos y que las mantuviera en alto.
Mike obedeció sin ganas, y Violet notó que sus ojos ahora estaban tan vacíos como los de
su hermana. Sus manos extendidas estaban vacías.
Ella no detecto absolutamente nada de él. Ningún olor curioso, no colores o luces
anormales, no sonidos anómalos.
Ninguna huella.
Violet se alejó fácilmente de sus padres y se acerco hacia donde Mike había sido esposado.
Quería acercarse a él. Necesitaba saber que había pasado ahí afuera. Lo busco,
estudiándolo. Lo recorrió hasta las profundidades de su habilidad y no encontró nada.
—No creo que lo haya hecho —hubo pausa y luego miro a Sara, recordando algo que
necesitaba ser dicho—. Hay un cuerpo ahí, otro además de su papá. Creo que Serena Russo
ha estado enterrada ahí por mucho tiempo.
Sara pestañeó, y Violet pudo ver la pregunta ahí, la que Violet sabía que ella podía
responder ahora. Cuando todo esto terminara, le diría todo a Sara.
Violet llevo a Sara hacia el bosque, de vuelta al eco que la había llevado ahí en primer
lugar.
El papá de Mike estaba ahí, en el mismo lugar en el que había estado cuando Jay se llevó
lejos a Megan y a Violet. Todavía llevaba las huellas de las vidas que había tomado antes
de su muerte.
Y Violet sintió la nueva huella también, vibrante y fresca. Rodeando su cuerpo sin vida,
cubriéndolo en grupos fantasmales y revoloteando sobre él con alas espectrales y
vaporosas, eran mariposas. Cientos y cientos de hermosas, mariposas sobrenaturales.
El cuerpo de Violet zumbaba con cada golpe de sus puras y delicadas alas.
Violet sabía que Mike no le había disparado a su padre. Habría visto la huella en él… y no
había estado ahí. En cambio, su padre tenía ambos huella y eco de su propio suicidio.
Sara extendió la mano para tocar el brazo de Violet, entendiendo mal la expresión de dolor
en la cara de ella.
Pero Violet no lo estaba mirando a él. Era el otro eco el que causaba que temblara con
dolor.
—Ella está ahí —Violet apuntó hacia el lugar cercano—. La mató y la enterró ahí.
Sara asintió, y Violet se dio cuenta de que pronto todo terminaría. El dolor, el malestar, la
sensación de inestabilidad de un cuerpo deseando paz.
Una vez que Serena Russo fue enterrada de forma adecuada—por fin—Violet sería
liberada.
—Era él, ¿sabes? —explicó Sara mientras se giraban para irse—, Ed Russo fue el
responsable de matar al perro de Roger Hartman.
Violet trató de responder, pero el dolor era insoportable. Sara no tenía como saber.
—Finalmente alcanzamos a Hartman, y nos dijo que Ed Russo lo había estado acosando
desde que se mudo al área, parando en su trabajo y en su casa, haciendo llamadas
telefónicas amenazadoras. Hartman nos dejo escuchar algunos de los mensajes. —Sara no
pareció sorprendida cuando Violet la alcanzó, sosteniendo su brazo como soporte, y Violet
sentía mucho dolor para preocuparse por las apariencias. Sara continuó, sin perderse un
latido.
Pero Violet ya lo sabía. Ella había sido testigo del eco—el fantasma de lluvia—de primera
mano.
—¿Cómo sabías que necesitaba ayuda? —le preguntó a Sara—, ¿Qué te hizo venir aquí en
medio de la noche?
Miró más allá de ella, donde los árboles se volvían un campo abierto de nuevo. Había algo
extraño en sus ojos cuando vio a la persona para ahí, algo que Violet no pudo interpretar.
Un secreto de ella, quizás.
Violet siguió la mirada de Sara y vio a Rafe ahí, esperándolas en la nieve con sus manos en
sus bolsillos. Era la primera vez que Violet se daba cuenta que él estaba ahí. Sus serios ojos
azules las miraban con precaución, con cautela.
Cuando Sara le respondió a Violet, su voz era baja, sus palabras enigmáticas y cargadas de
significado.
Violet estaba de pie en el otro lado del cristal y estudiaba a los hombres ante ella.
Una vez más, no podían verla. Y de nuevo, fue golpeada por varias sensaciones a la
vez. Se acercó más, hasta que podía ver su aliento contra la barrera que la separaba de
ellos, y apretó la palma de la mano contra la superficie fría, cerrando sus ojos. Para
concentrarse.
Sólo había una sensación que ella estaba buscando en medio de todas las demás.
Era él, el hombre que había robado el niño pequeño de su familia en Utah y lo había
dejado morir dentro de la caja de embalaje en el paseo marítimo.
Violet sonrió.
Ella dio un paso apartándose del cristal, cuando los hombres eran conducidos desde la
otra habitación.
Sara no respondió. Ella no tenía por qué. Violet lo sabía, aunque Sara se negara a
admitirlo.
Violet había esperado sentir el alivio; había sabido que al desahogarse, por lo menos a
Sara, la haría sentir mejor. Pero con lo que no había contado era que ella se sentiría
así... viva.
Todavía seguía sin entender exactamente qué era lo que equipo de Sara hacía, ni cómo
funcionaban, pero después de ver a Sara en acción esa noche en la cabaña, Violet sabía
que Sara tenía definitivamente influencia con las autoridades. Había sido testigo de
cómo daba órdenes a la oficina del sheriff local y la había visto interaccionando con los
agentes del FBI que habían llegado tarde a la escena.
Incluso si ella en realidad no trabajaba para el FBI, Sara Priest había demostrado que
era una fuerza a tener en cuenta.
Y, más importante aún, Violet sabía que podía contar con Sara, podría confiar en ella.
Eso era mucho para Violet.
En cuanto a Mike y a Megan, que ya se habían ido. Se había mudado a Oregón para
vivir con una tía que se había ofrecido a alojarlos.
Megan había admitido todo. Había admitido que ella había odiado a Violet al
principio, que tenía celos, y había querido asustarla. Confesó que dejó su gato muerto
en la casa de Violet como mensaje. También confesó la nota y las llamadas telefónicas.
Megan necesitaría mucha terapia para deshacer el daño que su padre le había hecho, y
Sara le aseguró a Violet que ellos harían todo que pudieran para darle la ayuda que
necesitara.
Y aunque nadie podía negar su historia, que aunque su padre había luchado por
arrebatar el arma de las manos para quitarse la vida, Violet sospechaba algo más, algo
más inquietante. Ella no podía dejar de recordar la manera en la que el padre de Mike
le había pedido al chico que acabara con su vida, que lo dejara morir, y ella se
preguntaba si Mike no había estado de acuerdo simplemente ofreciéndole una
alternativa a su padre a la cárcel.
Honestamente no lo sabía…
Cuando Violet recogió sus cosas, Sara le pidió que llamara más tarde.
Violet asintió con la cabeza, por primera vez de acuerdo, y se preguntó de nuevo cómo
iba a encajar en su grupo.
Él le tendió la mano, y en ella vio la nota doblada rosa que ella le había dado a Sara
cuando había pedido su ayuda. Le miró con curiosidad.
―Aquí. ―Él habló con la voz tranquila a la que ella se había acostumbrado. Parecía
adaptarse a su carácter melancólico―. No necesito esto ya.
Su mano rozó la suya y, no por primera vez, sintió el temblor de algo pasar a través de
ella, algo eléctrico.
Él apartó su mano rápidamente pero miró hacia ella, encontrándose con su mirada.
―¡Eh! quiero darte las gracias. Ya sabes, por traer ayuda anoche. Te debo una. ―Ella
no dijo nada más, y no esperó una respuesta. Pero cuando empezó a alejarse,
dejándole allí de pie en el pasillo, por el rabillo del ojo, vio una sonrisa de complicidad.
Violet no necesitaba una explicación de cómo había sabido que estaba en problemas, al
igual que ella no quería ir a los demás explicando lo que podía hacer.
Era suficiente con saber que formaba parte de otra cosa ahora.
Juntos.
―Bien, porque creo que vamos a llegar tarde ―respondió, mirando el reloj en el
salpicadero.
Violet suspiró.
Jay se acercó y deslizó la mano alrededor de la parte posterior del cuello de Violet,
tirando de ella hacia él. Podía oler el chicle de menta que había estado masticando
mientras se apoyaba en él.
―Vamos. Ninguno de ellos tiene que celebrar tu cumpleaños contigo. ―Él la besó una
vez, suavemente y dulcemente en la mejilla―. Déjales que ellos tengan su pequeña
fiesta; no durará mucho. ―Él besó su otra mejilla y luego la barbilla, y Violet sintió el
problema deslizarse.
―No estaremos allí por mucho tiempo. ―Sus labios rozaron su frente, sus ojos ardían
cuando él la miró―. Y luego después… ―encontró sus labios, burlándose
ligeramente―… podemos tener nuestra propia fiesta.
Kimberly Derting
Traducido, Corregido y
Diseñado en
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