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Historia
Universidad Complutense de Madrid (UCM)
41 pag.
INDICE
1. Construcción del estado liberal
2. El liberalismo español hasta la Restauración.
3. La Restauración
4. La Crisis de la Restauración
5. La Dictadura de Primo de Rivera
6. La II República
7. La Guerra Civil
8. Franquismo
9. La transición a la España democrática.
El siglo XVIII fue también una época de transición entre el Antiguo Régimen y las
revoluciones liberales que, a partir de finales del siglo y durante gran parte de la siguiente,
transformaron Europa. El elemento esencial para este cambio fue el surgimiento y difusión
del pensamiento ilustrado, que nutrió de ideas y programas a los grupos sociales que se
enfrentaron al Antiguo Régimen.
La Guerra de Sucesión
En 1700, el ultimo monarca de la casa Austria, Carlos II, murió sin descendencia directa. Los
principales candidatos a ocupar el trono, por sus vínculos familiares, eran Felipe de Anjou, nieto
Centralización y uniformidad.
Los primeros Borbones españoles, Felipe V (1700-1746) y Fernando VI (1746-1759), asumieron
la tarea de unificar y reorganizar los diferentes reinos peninsulares. Felipe V, mediante los llamados
Decretos de Nueva Planta (Valencia 1707, Aragón 1707-1711, Mallorca 1715 y Cataluña 1716),
impuso la organización político-administrativa de Castilla a los territorios de la Corona de Aragón,
que perdieron su soberanía y se integraron en un modelo uniformador y centralista. Así, con la
excepción de Navarra y País Vasco, los territorios de Castilla y Aragón constituyeron una única
estructura de carácter uniforme. La nueva planta abolió las Cortes de los diferentes reinos,
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Por encima de cualquier institución estaba el poder del monarca, que intervenía y decidía en todos
los asuntos de Estado. Su labor era auxiliada por las Secretarias, parecidas a los actuales
ministerios, a cuyo frente se situaban los secretarios de despacho. En 1714 se crearon las de
Estado, Asuntos extranjeros, Justicia y Guerra y Marina, y en 1754, la de Hacienda. Los secretarios
eran nombrados y destituidos por el rey, y solo rendían cuentas a él. Para realizar sus tareas eran
auxiliados por funcionarios, encargados de ejecutar las órdenes del rey y de controlar la
administración. Los borbones también reorganizaron el territorio: eliminaron los antiguos
virreinatos (menos el de navarra y los americanos) y crearon demarcaciones provinciales,
gobernadas por capitanes generales, con atribuciones militares, administrativas y judiciales, ya que
presidian las Reales Audiencias, que se implantaron en todos los territorios.
La aportación más relevante del nuevo modelo administrativo fue la introducción del cargo de
intendente, de inspiración francesa. Estos funcionarios dependían directamente del rey, gozaban
de amplios poderes y tenían como misión la recaudación de impuestos y la dinamización
económica del país: controlar a las autoridades locales, impulsar el desarrollo de la agricultura, la
ganadería y la industria, levantar mapas, realizar censos, etc.
Política Exterior.
El reinado de los Borbones se inició con una importante pérdida de poder e influencia de la
Corona española en el contexto internacional. (Tratado de Utrecht y Rastadt), que permitió liberar
a la monarquía de la pesada carga militar y financiera que había supuesto el mantenimiento de las
numerosas posesiones europeas en los siglos XVI y XVII. De este modo, los Borbones
concentraron sus energías en mejorar la situación en el interior del país.
El siglo XVIII fue una centuria de relativa paz, aunque España se vio implicada en algunos
acontecimientos bélicos. Los principales enfrentamientos se produjeron a causa del empeño de
Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, en defender el acceso al trono de Nápoles de su
hijo mayor, Carlos, y al trono de Parma y Módena, de su otro hijo, Felipe. Los intereses españoles
en Italia comportaron el enfrentamiento con algunas potencias europeas, esencialmente con
Austria. En busca de aliados, Felipe V y, posteriormente, Carlos III firmaron una serie de pactos
con Francia (Pactos de Familia).
El tercer estamento, el más heterogéneo, estaba compuesto por el resto de los habitantes del reino
(campesinos, burguesía y sectores populares de la ciudad). Soportaba la mayor parte de las cargas
económicas del Estado y se hallaba marginado de las decisiones políticas. Los campesinos, la
inmensa mayoría de la población continuaban sometidos a un régimen señorial que les obligaba a
entregar la mayor parte de sus rentas agrarias, manteniéndoles así en el límite de la supervivencia,
cuando no del hambre crónica. El poder de la nobleza y el clero durante los siglos XVI y XVII
había impedido el desarrollo de la burguesía comercial e industrial. Pero la mejora de la actividad
económica, sobre todo el desarrollo del comercio, permitió su crecimiento lo largo del siglo XVIII,
aunque su peso e importancia no sobrepasaban el ámbito de algunas ciudades dedicadas al
comercio, especialmente colonial (Cádiz, Barcelona…)
Aunque existían agricultores propietarios de sus tierras, sobre todo en Cantabria, Asturias, el País
vasco y el norte de Castilla, la mayor parte del campesinado era arrendatario o jornalero.
La condición de estos campesinos variaba según las zonas y el tipo de contrato al que estaban
sujetos. En Cataluña, la mayoría de las tierras era de señorío laico o eclesiástico, de medianas
proporciones y cultivada por campesinos con contratos enfitéuticos (Sentencia Arbitral de
Guadalupe), es decir, estables y a perpetuidad. Por ello, no estaban sometidos a aumentos de renta
y se beneficiaban del crecimiento de los rendimientos agrarios. En Galicia y Asturias, los
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La ilustración española.
La introducción y difusión de las nuevas ideas ilustradas en España fue lenta y difícil. La ausencia
de amplios grupos burgueses, el anquilosamiento y conservadurismo de los medios intelectuales
universitarios y el enorme peso de la iglesia obstaculizaron la difusión de la nueva corriente de
pensamiento hasta la segunda mitad del siglo.
Por ello hicieron de la educación un objetivo prioritario, el eje sobre el que debería sustentarse el
cambio social. Para conseguirlo se enfrentaron a órdenes religiosas y a los estamentos privilegiados
y defendieron la necesidad de imponer una enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los
primeros niveles, común a los sexos.
La segunda preocupación básica de los ilustrados españoles era la cuestión económica. Todos ellos
eran conscientes de que el atraso del país provenía de la gran cantidad de tierras amortizadas en
manos de la nobleza y el clero, el excesivo control de las actividades económicas y del
desconocimiento de las nuevas técnicas e inventos.
Se esforzaron en estudiar la situación real del país y en proponer una serie de reformas, que
contribuyeran al crecimiento económico.
La legislación reformadora.
En el ámbito religioso se puso énfasis en reformar el papel, el poder y la influencia de la iglesia.
Los ilustrados eran decididamente regalistas, es decir, defensores de la autoridad y las
prerrogativas del rey frente a la Iglesia. Carlos III reclamó el derecho al nombramiento de los
cargos eclesiásticos, al control de la inquisición y a la fundación de monasterios y combatió
tenazmente el intento de la iglesia de construir un poder dentro del estado. En 1766 se expulsó a
los jesuitas.
En la cuestión social, en educación se inició una reforma de los estudios universitarios y de las
enseñanzas medias (estudios de San Isidro de Madrid), y se impulsó la obligatoriedad de la
educación pública. Además, se promovió la fundación de Academias dedicadas a las letras y las
ciencias.
En el terreno económico para intentar acabar con las trabas que inmovilizaban la propiedad,
entorpecían la libre circulación y amordazaban los mercados, se establecieron las siguientes
medidas:
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La ejecución del monarca francés, Luis XVI, impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia,
en coalición con otras monarquías absolutas (1793-1795). La derrota de las tropas españolas fue
inapelable y la Paz de Basilea (1795) subordinó a España a los intereses franceses. A partir de ese
momento, la política española vacilo entre el temor a Francia y el intento de pactar con ella para
evitar enfrentamiento con el poderoso ejército napoleónico. Las alianzas con Francia derivaron en
conflicto con Gran Bretaña, celosa de su dominio marítimo. Las hostilidades se desarrollaron en
dos fases y la Batalla de Trafalgar (1805) constituyó el hito más relevante. La armada franco-
española fue destrozada, lo que supuso la pérdida de casi toda la flota de Carlos IV.
El desastre naval acentuó la crisis de Hacienda, se redujeron los ingreses por el descenso del
comercio colonial. Godoy recurrió al endeudamiento y al aumento de las contribuciones y planteó
reformas como la desamortización de tierras eclesiásticas, con el fin de conseguir recursos para el
Estado. Fueron medidas ineficaces que crearon una amplia oposición. La nobleza y la iglesia se
mostraron contrarias. Adema, su poder aumento el rechazo de su hijo, Fernando, que temía verse
desplazado por el rey.
Además, los impuestos sobre el campesinado, ya los señoriales, ya los del estado, provocaron
descontentos, acompañados de epidemias, hambrunas y muchas muertes. La incapacidad para
resolver esta situación alimento motines y revueltas, que responsabilizaban a Godoy de la grave
situación de crisis.
El motín de Aranjuez.
El 2 de mayo de 1808 los españoles se levantaron contra los franceses dando inicio a la Guerra de
la Independencia Española.
La población se alzó contra la invasión francesa y surgieron Juntas de armamento y defensa ante el
vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona. Las juntas fueron primero locales y estaban
formadas, sobre todo, por personalidades partidarias de Fernando VII (clérigos, militares, nobles…
), que pretendían canalizar la agitación popular.
La convocatoria de Cortes.
La Junta Suprema Central se había mostrado incapaz de dirigir la guerra y decidió disolverse en
1810, no sin antes iniciar un proceso de convocatoria de Cortes para que los representantes de la
nación decidieran sobre su organización y su destino. Mientras se reunían las Cortes se mantenía
una regencia formulada por cinco miembros y asimismo, se organizó una “consulta al país” a
través de las Juntas provinciales o de los ayuntamientos, sobre las reformas a realizar por las
Cortes.
Predominaba la idea de que la desastrosa acción de los gobiernos de Carlos IV había provocado la
ruina de España, por lo que se pedían garantías contra el poder absoluto del monarca.
El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles dado el estado
de guerra, y en muchos casos se optó por elegir sustitutos entre las personas presentes en Cádiz. El
ambiente liberal de la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas
ideas. Las Cortes de abrieron en septiembre de 1810 y el sector liberal consiguió su primer triunfo
al forzar la formación estamental. Asimismo, en su primera sesión aprobaron el principio de
soberanía nacional, es decir, el reconocimiento de que el poder reside en el conjunto de los
ciudadanos, representados en las cortes.
La Constitución de 1812.
Una comisión de las Cortes preparó el proyecto de Constitución desde marzo de 1811. Empezó a
debatirse en agosto y se promulgó el 19 de marzo de 1812, día de San José por los que se la
denominó popularmente “la Pepa”. Era un texto largo de 384 artículos, y su tramitación se vio
afectada por las vicisitudes bélicas y por las diferencias entre absolutistas y liberales.
La estructura del Estado correspondía a una monarquía limitada, basada en la división de poderes
y no en el derecho divino. El poder legislativo, las Cortes unicamerales, representaban la voluntad
nacional y poseían amplios poderes: elaboración de leyes, aprobación de los presupuestos y de los
tratados internacionales, mando sobre el ejército, etc. El mandato duraba dos años y eran
inviolables en el ejercicio de sus funciones. El sufragio era universal masculino e indirecto.
Se votó la abolición de la Inquisición, con una fuerte oposición de los absolutistas y del clero, y la
libertad de imprenta. Finalmente, cabe señalar, la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y
la unificación del mercado. Este primer liberalismo marcó las líneas básicas de lo que debía ser la
modernización de España.
La obra de Cádiz no tuvo una gran práctica. La situación de guerra impidió la efectiva aplicación
de lo legislado y, al final de la guerra, la vuelta de Fernando VII frustró la experiencia liberal y
condujo al retorno del absolutismo.
La monarquía procedió a la restauración de todas las antiguas instituciones del régimen señorial y
de la Inquisición. Era una vuelta al Antiguo Régimen en un contexto internacional determinado
por la derrota de Napoleón y el restablecimiento del viejo orden en Europa, mediante el Congreso
de Viena y creación de la Santa Alianza, que garantizaba la defensa del absolutismo y el derecho de
intervención en cualquier país para frenar el avance del liberalismo.
A partir de 1815, Fernando VII y su gobierno intentaron un objetivo imposible: rehacer un país
destrozado por la guerra, con la agricultura deshecha, el comercio paralizado, las finanzas en
bancarrota y todas las colonias luchando por su independencia, y todo ello a partir de la
restauración del Antiguo Régimen. Sus gobiernos fracasaron uno tras otro. Por un lado, las
elevadas pérdidas humanas y materiales arruinaron al campesinado y significaron la paralización
del comercio y de la producción manufacturera. Por otro lado, la Hacienda real entro en bancarrota
por la falta de recursos económicos, muy especialmente debido a que la guerra en las colonias
americanas exigió enormes gestos militares y además impidió la llegada de nuevos ingresos
(impuestos, metales, productos…)
A estos problemas hay que añadir que los acontecimientos sucedidos entre 1808 y 1814 habían
cambiado la mentalidad de muchos grupos sociales. Los campesinos habían dejado de pagar las
rentas señoriales y las protestas se sucedían ante la pretensión de volver a imponer los viejos
tributos.
Fernando VII no se avino a estas peticiones y de nuevo se produjo como en 1814, una feroz
represión contra los liberales, muchos de los cueles marcharon hacia el exilio para escapar de la
muerte o de la cárcel. Durante toda la década se persiguió a los partidarios de las ideas liberales. El
ajusticiamiento de Mariana Pineda en 1831 por el delito de bordar una bandera liberal fue un caso
emblemático de la represión fernandina.
El conflicto dinástico.
En 1830, el nacimiento de una hija del rey, Isabel, pareció garantizar la continuidad borbónica.
Pero este hecho dio un grave conflicto en la sucesión al trono. La Ley Sálica, de origen francés e
implantada por Felipe V en España, impedía el acceso al trono a las mujeres, pero Fernando VII,
influido por su mujer María Cristina, derogó la ley mediante la Pragmática Sanción, que abrió el
camino al trono a su hija y heredera.
El sector más ultraconservador de los absolutistas, los llamados carlistas, se negaron a aceptar la
nueva situación.
En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija, de 3 años, como heredera, y
nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de Isabel. El mismo día, don
Carlos se proclamó rey, iniciándose un levantamiento absolutista en el norte de España y, poco
después, en Cataluña. Comenzaba así la primera guerra carlista.
El período empezó con una dilatada guerra civil entre carlistas (absolutistas) e isabelinos
(liberales) debido al conflicto dinástico sobre la sucesión al trono definitivo a la muerte de
Fernando VII.
El triunfo de los liberales hizo posible la transformación del antiguo monarquía absoluta en
una monarquía constitucional parlamentaria; la conversión de la propiedad señoría en
propiedad privada y el asentamiento de la libertad de contratación, de Industria y Comercio.
Una nueva clase dirigente, la burguesía agraria, surgido de la alianza entre la antigua
nobleza terrateniente y a la burguesía, cuanto el sistema político mediante sufragio censitario
Y estableció uno de jurídico y económico que permitió el desarrollo del capitalismo.
Pronto se hizo evidente que estas reformas eran insuficientes para buena parte del liberalismo. La
división entre los liberales doceañistas (moderados) y los exaltados (progresistas), que ya se habían
iniciado en el Trienio Liberal, formó las dos grandes tendencias que dominarían la vida política
española en los siguientes decenios.
La corona y los antiguos privilegiados apoyaron a los moderados y maniobraron para mantenerles
en el poder a pesar de los sucesivos cambios de gobierno (Toreno, Istúriz…). Pero la necesidad de
conseguir apoyos sociales firmes y recursos financieros contra el carlismo forzó a la monarquía a
vencer sus reticencias y aceptar un gobierno progresista que iniciase un profundo proceso de
reformas liberales.
La Constitución de 1837.
El gobierno progresista como con unas cortes extraordinarias para redactar un texto constitucional
que adaptarse es de 1812 a los nuevos tiempos. El documento, aprobado junio de 1837, era verde
y dejaban hacer una serie de cuestiones que se regularía posteriormente por leyes orgánicas con el
objetivo de fijar un texto estable que pudiera ser aceptado por progresistas moderados.
Te dije la Constitución de 1837 proclamada alguno de los principios básicos del progresismo: la
soberanía nacional, una declaración de derechos ciudadanos (libertad de prensa, de opinión, de
asociación…), la división de poderes y la aconfesionalidad del estado.
También recogía algunos elementos moderados: establecía dos Cámaras colegisladoras, el
Congreso y el Senado -esta última no electiva y designado directamente por el rey-, Y concedía
amplios poderes a la corona (veto de leyes, disolución del parlamento, facultad para nombrar y
destituir a los ministros…).
Cómo la desamortización y la supresión del diezmo habían dejado al clero sin su patrimonio y sin
sus fuentes de recursos tradicionales, la Constitución recogió el compromiso de financiación del
culto católico.
Otras leyes como: la ley de imprenta (1836) hizo desaparecer la censura previa y la ley electoral
(1837) fijo un sistema de sufragio censitario y extraordinariamente restringido, derecho al voto los
españoles varones mayores de 25 años que pagasen un mínimo de 200 reales de contribución
directa.
• La Constitución de 1845.
El gobierno preparó una reforma de la Constitución progresista de 1837 y aprobó una nueva
Constitución de 1845, que recogió las ideas básicas del moderantismo.
La nueva constitución mantenía gran parte del articulado de la Constitución de 1837, sobre
todo en lo referente a la declaración de derechos, pero su regulación se remitía a las leyes
posteriores que fueron enormemente restrictivas con las libertades.
Un decreto en 1845 reguló la libertad de imprenta y suprimió el jurado que sancionaba los
delitos de opinión, lo que significaba el control gubernamental sobre la prensa y la restricción
de una de las libertades básicas de la revolución liberal. Al año siguiente, la Ley Electoral de
1846 planteó un sufragio censitario muy restringido que no superaba el 1% de la población.
Solo los mayores contribuyentes y personalidades destacadas.
La presidencia recayó de nuevo en Espartero, y O’Donnell fue nombrado ministro de la vida. Las
elecciones fueron convocadas según la legislación de mil ochocientos treinta y siete que presentar
un censo electoral masa, lo que permite una mayoría progresista Y la aparición por primera vez en
el parlamento de algunos diputados demócratas. El nuevo gobierno intentó restaurar los principios
del progresismo inmediatamente restauró la Milicia y la Ley municipal que permitiera la elección
directa de los alcaldes.
También preparo una nueva constitución (1856), que no llego a ser promulgada, pero que
introducir importantes novedades como la libertad de culto y la elección del Senado, que adquiría
iguales poderes y responsabilidades que el congreso.
La actuación de mayor trascendencia para el futuro, emprendida por gobierno el bienio, fue un
ambicioso plan de reformas económicas en defensa de los intereses de la burguesía urbana Y de las
clases medias, con el objetivo de impulsar el desarrollo económico y la industrialización del país.
La legislación económica
Las líneas de acción más importantes del gobierno progresista fueron la reanudación de la obra
desamortizadora y la extensión de la red ferroviaria. La nueva ley desamortizadora de 1855, a
cargo del ministro Madoz, afectó a los bienes del Estado, de la Iglesia, de las órdenes militares, de
las instituciones benéficas y sobre todo de los ayuntamientos (bienes de propios y comunales).
La construcción de las líneas de ferrocarril se inició en 1855 con la ley General de ferrocarriles,
que regulaba su ejecución yo ofrecía antes incentivos a las empresas intervinieran en ella, de lo que
se beneficiaron especialmente los capitales extranjeros, que acudieron en abundancia el mercado
español. La preocupación de las cortes por fomentar el desarrollo económico de España se reflejó
también en una licitación para favorecer la reforestación, poner en marcha el sistema de telégrafo,
amplia la red de carreteras, fomentar el crecimiento de las sociedades por acciones y de la banca y
desarrollar la minería. Todo ello propició un marco legal que comportó una etapa de expansión
económica hasta 1866.
El gobierno acabo presentando la ley de trabajo, que introducía algunas mejoras y permitía la
asociación de obreros, pero la situación había provocado una grave crisis. La creciente
conflictividad social, que significó la y reducción del movimiento obrero en la escena política del
país, retrajo y atemorizó a las clases conservadoras. Además, las discrepancias dentro de la
coalición gubernamental entre el progresismo más moderado, que acabaría en la unión liberal, y el
más radical, te daría el Partido Demócrata, se agudizaron. Espartero dimitió y la reina confío el
gobierno a O`Donnell, que reprimió duramente las protestas. Es significativo el hecho de que el
propio O`Donnell, en 1856, ayudase a derribar al gobierno laña colocada en el poder dos años
antes.
De este modo se consiguió una relativa estabilidad política interior, que estuvo acompañada por
una etapa de prosperidad económica debido a la fiebre especuladora de las acciones ferroviarias en
la bolsa. Se intentó revitalizar el parlamentarismo, aunque siempre bajo la antena del estado, y es
decir una política más tolerante con oposición. Aunque las elecciones en la mañana desde el
ministerio de la gobernación para asegurar la mayoría parlamentaria, también fijaban una minoría
opositora en el Congreso para evitar una marginación quieres avocarse hacia prácticas
insurreccionales.
El moderantismo impuso de nuevo la forma autoritaria del gobierno, al margen de las cortes y de
todos los grupos políticos, y ejerció una fuerte represión sobre los opositores. Los progresistas
acusaron a la corona de entorpecer funcionamiento de las instituciones y promover formas de
gobiernos dictatoriales. De este modo, ante la insistente marginación política, los progresistas
pasaron de nuevo a la insurrección con el apoyo de los demócratas, cuya influencia entre las clases
populares aumentaba.
En 1866 tuvo lugar la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil, que tanto con la
adhesión progresista si demócratas y te comportó un levantamiento popular en Madrid. La
insurrección acabo con 66 fusilamientos y más de 1000 prisioneros. Una buena parte de la señorita
se pusieron en contra del gobierno y se acercaron a las posiciones de los progresistas, mientras el
propio O`Donnell se exiliaba a Gran Bretaña.
La situación del gobierno, pero a raíz de la crisis de subsistencia iniciada en 1866, te provocó el
aumento de los precios y el descontento popular. A partir de este momento, ante sectores de la
sociedad coincidieron en la necesidad de promover un pronunciamiento que dice un giro radical a
la situación.
Causas de la revolución.
En el último periodo del reinado de Isabel II, entre 1000 863.868, se produjeron una serie de
crisis económicas y políticas demostraban, por una parte, las deficiencias del sistema liberal
y, por otra, la debilidad de la economía capitalista España.
La crisis económica.
El último periodo de reinado de Isabel II (1843-1868) se caracterizó por una fase de expansión
económica que afectó a toda Europa. Pero a mediados de la década de 1860, la situación empezó a
cambiar, y en 1866 se hizo patente el inicio de una crisis económica. La reacción se manifestó a un
nivel financiero e industrial, y constituyo la primera gran crisis del sistema capitalista a nivel
internacional. Pero también coincidió con una crisis de subsistencias que afecto sobre todo a las
clases populares.
La crisis financiera provocada por la bajada del valor de las acciones en Bolsa, se originó a raíz de
la crisis de los ferrocarriles. Tras la construcción de estos, al empezar la explotación de las líneas,
su rendimiento económico fue menor del esperado.
La crisis industrial, sobre todo en Cataluña. La industria textil se abastecía en gran parte con
algodón de Estados Unidos, pero la Guerra de Secesión (1861-1865) encareció la importación y
provoco un periodo de “hambre de algodón”. Muchas pequeñas industrias del sector algodonero no
pudieron afrontar el alza de precios en un momento en el que descendía la demanda de productos
textiles por la crisis económica.
La crisis de subsistencia se inició en 1866 y la causó una serie de malas cosechas que dieron como
resultado una escasez de trigo, alimento básico de la población española. Inmediatamente, los
precios empezaron a subir, pasaron a ser más del doble.
El deterioro político.
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Ante la imposibilidad de acceder al poder, el Partido Progresista, dirigido por Prim, practicó una
política de retraimiento: se negó a participar en las elecciones y defendió la conspiración como
único medio para poder gobernar. En la misma situación se encontraba el Partido Demócrata, de
modo que ambos partidos firmaron el pacto de Ostende en 1867 con la voluntad de unificar sus
actuaciones para acabar con el moderantismo en el poder. El compromiso proponía el fin de la
monarquía isabelina y la decisión de monarquía o república estaba en manos de unas Cortes
constituyentes, que serían elegidas por sufragio universal.
A dicho pacto se adhirieron los unionistas en noviembre de 1867, tras la muerte de O’Donnell. Esta
adhesión fue fundamental para el triunfo de la revolución y para definir su carácter. Por un lado,
los unionistas (Serrano) aportaron una buena cúspide del ejército, y por otro el carácter
conservador y opuesto a todo cambio social de los unionistas contrarrestó el peso de los
demócratas y redujo el levantamiento de 1868 a un simple pronunciamiento militar, por mucho que
las proclamas y los manifestantes hablaran de revolución y utilizaran las reivindicaciones de
libertad y justicia social.
El gobierno de la reina Isabel II se apresto a defender el trono con las armas. Envió desde Madrid
un ejército para enfrentarse con los sublevados, que se reagrupaban en Andalucía al mando del
general Serrano. Ambas fuerzas se encontraron por Córdoba y se libró una batalla que dio victoria
a las fuerzas afines a la revolución. El gobierno no vio más salida que dimitir y la reina no tuvo
más remedio que exiliarse a Francia donde fue acogida por el emperador Napoleón III.
Tuvieron gran protagonismo las fuerzas populares, sobre todo urbanas, dirigidas por un sector de
los progresistas, los demócratas y los republicanos. En muchas ciudades españolas se constituyeron
Juntas revolucionarias, que organizaron el levantamiento y lanzaron llamamientos al pueblo.
Las consignas: libertas, soberanía, separación de la iglesia y el Estado, supresión de las quintas,
sufragio universal, abolición de impuestos de consumo…
Proclamada la Constitución y con el trono vacante, las Cortes establecieron una regencia, que
recayó en el general Serrano, mientras Prim era designado jefe de gobierno.
Los republicanos mostraban su descontento con la nueva situación, los carlistas volvían a la
actividad insurreccional, la situación económica era grave y, además, había que encontrar un
monarca para la Corona española. Sin embargo, el nuevo gobierno fue recibido con simpatía por
gran parte de los países europeos.
Pero el problema más grave era el caótico estado de la Hacienda española. La deuda pública era
altísima y con grandes intereses... además, la grave crisis de los ferrocarriles solo parecía tener
solución utilizando recursos públicos para subvencionar a las compañías ferroviarias. Todo ello se
pretendió solucionar mediante la Ley de Minas de 1871 (venta o concesión de yacimientos mineros
a distintas compañías, esencialmente extranjeras), medida coherente que ofrecía generosas
facilidades a la entrada de capitales exteriores. Son los ingresos obtenidos de la llamada
desamortización del subsuelo, se hizo frente a la devolución de los préstamos.
La última gran acción sobre la economía fue la liberalización de los intercambios exteriores,
aprobada en julio de 1869 mediante la Ley de Bases Arancelarias, que ponía fin a la secular
La forma de gobierno monárquica disgustó a los que aspiraban establecer un régimen republicano;
el mantenimiento del culto y del clero aprobado por la constitución desagradaba a amplios sectores
radicales; y la persistencia de las desigualdades sociales no gustaba a campesinos, jornaleros y
trabajadores de fábricas. Que no veían mejorar su situación.
Durante el periodo de la regencia (1869-1870) hubo una fuerte conflictividad social, que se
mantuvo a lo largo de todo el sexenio. El campesinado, demandaba un mejor reparto de las tierras;
mientras las revueltas urbanas protestaban contra los consumos, las quintas y el aumento de los
precios. De igual modo, el incipiente movimiento obrero sufrió un proceso de radicalización en
demanda de la mejora de las condiciones salariales y de trabajo.
En un primer momento los republicanos encarnaron gran parte de ese descontento, pero el fracaso
de sus insurrecciones (1869) y la imposibilidad de conseguir por la vía parlamentaria y política los
objetivos populares, condujeron a que la mayoría de estos sectores se inclinaran hacia posiciones
más radicales y apolíticas (Internacionalismo).
Estas ideas internacionalistas llegaron a España en 1868, gracias a la ampliación de las libertades
públicas otorgadas por el Gobierno provisional, como la apertura de fronteras, reconocimiento al
derecho de asociación y de libertad de imprenta. La expansión de las ideas vinculadas al
anarquismo y socialismo abrió una nueva etapa que condujo a la organización del proletariado y
del campesinado alrededor de las nuevas organizaciones de clase, alejadas de los partidos clásicos.
Una vez establecido el sufragio universal y las libertades políticas, el nuevo monarca pretendió
consolidar un régimen plenamente democrático. Pero dos años del reinado de Amadeo de Saboya
se vieron marcados por dificultades constantes. Los problemas económicos del Estado siguen
siendo acuciantes y hubo que recurrir a la emisión de más deuda pública. Además, hubo una lucha
constante entre los poderes políticos Y así como una revitalización el conflicto carlista, la guerra en
Cuba y las insurrecciones republicanas.
Los carlistas, se habían reorganizado como fuerza política. La llegada de Amadeo dio argumentos
para una insurrección armada Y, en 1872 se sublevaron para sentar en el trono a Carlos VII. La
rebelión se empezó en el País vasco y se extendió a Navarra y zonas de Cataluña, aunque no
constituyó un verdadero peligro. Mientras otra facción del carlismo se fue consolidando como una
fuerza política de orientación ultracatólica y opuesta a la nueva monarquía.
Amadeo I tampoco contaba con el respaldo de los sectores republicanos ni de los grupos populares
que les daban apoyo y que aspiraban a un cambio de sistema social. En 1872 se produjeron nuevas
insurrecciones de carácter federalista, que combinaba la acción de los republicanos con las ideas
internacionalistas, especialmente de carácter anarquista.
Asimismo, en 1868, se inició, con el llamado el “grito de Yara”, un conflicto en la isla de Cuba
(Guerra de los 10 años). La insurrección de los criollos, conto con el apoyo popular al prometer el
fin de la esclavitud. Aunque el gobierno impulso este proyecto, los intereses de los sectores
económicos frustraron esta vía de solución pacífica y convirtió la guerra en un grave problema.
La proclamación de la República
La proclamación de la primera República española fue la salida más fácil ante la renuncia de
Amadeo de Saboya. Las cortes, depositarias de la soberanía nacional decidieron la proclamación
de una República, fue aprobada el 11 de febrero de 1873 de 1873 por una amplia mayoría para
decir al gobierno fue elegido el republicano federal Estanislao Figueras, que contó para gobernar
con los miembros de su partido y con algunos republicanos unitarios.
Estos datos no reflejan un apoyo real de la nueva forma de gobierno. Gran parte la cámara era
monárquica, y su voto republicano fue una estrategia para ganar tiempo y organizar el retorno de
los Borbones. La república nació con escasas posibilidades de éxito, lo que se evedenció en el
aislamiento internacional del nuevo sistema. Salvo Estados Unidos y Suiza, ninguna potencia
reconoció la República española, para quería como un régimen revolucionario que podría poner en
peligro la estabilidad en Europa mayoritariamente burgués y conservadora.
Fue recibida con entusiasmo por las clases populares, que creyeron que había llegado el momento
de cumplir sus aspiraciones de cambio social. Los federales constituyeron juntas revolucionarias
para desplazar de la administración a los antiguos cargos monárquicos. En Andalucía se produjo un
movimiento insurreccional por el reparto de tierras Y las protestas hicieron frecuentes. En las
ciudades también había antes movilizaciones populares; entre el movimiento obrero, se
generalizaron las reivindicaciones a favor de la reducción de la jornada laboral, del de aumento de
salarios y de la implantación inmediata del estado federal.
Los federales o tuvieron 1:30 pero esta victoria electoral de los republicanos era, sin embargo,
engañosa, ya que más del 60% electorado se abstuvo.
Pero los pocos meses con una experiencia republicana no permitieron el desarrollo de esa
legislación reformista.
El aspecto más novedoso de esta estructura del Estado. Se establecía que la Nación
española estaba compuesta por 17 estados, entre ellos Cuba, el poder de mañana de tres
niveles: municipios, estados regionales y estado federal. Los estados regionales del dinero
para mí económica, administrativa y política, Y elaborar y a sus propios constituciones,
también compatibles con la del estado federal. El proyecto de constitución planteaba, por
primera vez en el liberalismo español, un estado no centralista, y recogía tradiciones
regionalistas está bien el origen de las futuras propuestas nacionalistas.
La sublevación cantonal
La sublevación cantonal fue el conflicto más grave que se produjo en el primer periodo
republicano llegue programas de situación de crisis para gobierno.
El cantonalismo era un fenómeno complejo en el que se mezclaban las aspiraciones autonomistas
propiciada por los republicanos federales intransigentes con las aspiraciones de revolución social
inspiradas en las nuevas ideas internacionalista.
La proclamación de cantones independientes, con sus gobiernos autónomos y su propia legislación,
fue la consecuencia de aplicar de forma radical y directa la estructura federal desde abajo,
impulsada, al mismo tiempo, por el precio de avanzar en la reforma sociales.
En las zonas con fuerte implantación republicana, la población, radicalizada por las aspiraciones
revolucionarias expandidas por los núcleos anarquistas del internacional, se alzaron en cantones
independientes. Los protagonistas de los levantamientos cantonalistas eran un conglomerado
compuesto por artesanos, pequeños comerciantes y asalariados, decepcionados por el rumbo de los
acontecimientos de la nueva República.
El presidente de Pi i Margall usa sofocar las revueltas por las armas y dimitió, siendo sustituido por
Nicolás Salmerón, que inició una acción militar contra el movimiento cantonal vista. Excepto en
Cartagena, la intervención militar acabó rápidamente con insurrección, pero dio un inmenso poder
a los generales que asumieron la represión y volvió a colocar al ejército en el papel de único
garante del orden y Barrera contra la revolución social
Salmerón dimitió a sentirse moralmente incapaz de firmar las penas de muerte impuestas por la
autoridad militar contra activistas cantonalistas. La residencia recayó entonces en Emilio
Castelar, dirigente del Repúblicanismo unitario, mucho más conservador. La República inició
partir de este momento un progresivo desplazamiento la derecha.
1
El día 3 de enero de 1874 se abrieron las Cortes y el gobierno de Castelar fue derrotado por 120
votos contra 100. Era inminente la formación de un gobierno de izquierda, pero al conocer este
hecho, el capitán general de Castilla la Nueva, Manuel Pavía, exigió la disolución de las Cortes
republicanas. Los diputados se resistieron, pero, ante la invasión del hemiciclo por pavía con
fuerzas de la guardia civil, abandonaron la Cámara. Era el día 4 de enero de 1874. Apenas hubo
resistencia, ni política ni popular, lo que muestra la debilidad de la República.
El poder pasó en los meses siguientes a manos de una coalición Dianita sinopsis encabezada por el
General Serrano, que intentó estabilizar un régimen republicano de carácter conservador. Pero la
base social te podía apoyar un proyecto de este tipo ya había estado por la solución Alfonsina, esto
es, la vuelta del hijo Isabel II, Alfonso XII.
Con el paso del tiempo, los dos partidos hegemónicos se fueron descomponiendo y no fueron
capaces de dar entrada las nuevas fuerzas emergentes, como el obrerismo y el
republicanismo, para ensanchar la base social del régimen, y darle estabilidad. En 1898, la
pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, subía la restauración en una gran
crisis política y moral, conocida como el desastre, que resquebrajó los fundamentos del
sistema y planteó la necesidad de iniciar un proceso de reformas que modernizase en la vida
social y política del país (regeneracionismo)
• La Constitución de 1876.
La constitución elaborada en 1876 es una clara muestra del liberalismo doctrinario,
caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las cortes del rey.
La Constitución fue de carácter conservador inspirada en los valores históricos
tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad.
La constitución consideraba a la monarquía como institución superior, incuestionable,
permanente y al margen de cualquier decisión política. Constituida un poder moderador te
debía ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la
alternancia entre los partidos políticos. Se concedía amplios poderes al monarca: derecho
1
La alternancia regular en el poder entre estas dos grandes opciones dinásticas tenía como objetivo
asegurar la estabilidad institucional. De este modo, cuando el partido en el gobierno sufría un
proceso de desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del
partido de la oposición a formar gobierno.
La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, que se logró
mediante el restablecimiento de sufragios censitario. El tiempo del partido que convocaba las
elecciones porque había sido requerido para formar gobierno era convenido previamente, y se
conseguía gracias al falseamiento los resultados.
Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios
quedaban trabajo jornaleros y que tenían gran influencia en la vida local. También podría ser
abogados, profesionales de prestigio o funcionario de la administración, que contrario a los
ayuntamientos, hacen informes y certificados personales…
Con su influencia, los caciques abierta banda dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” de
fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.
Los caciques manipularon las lecciones continuamente de acuerdo con las autoridades,
especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales se
conoce como pucherazo. Para conseguir la elección del candidato cuerna mental, no se dudaban
falsificar el censo con incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a vivas.
Bajo la regencia, el Partido Liberal bueno más tiempo que el conservador. Durante el llamado
gobierno largo de Sagasta, que se extendió entre 1885 y 1890, los liberales impulsaron una
En la última década del siglo se mantuvo el turno pacífico de partidos: en 1990, los conservadores
volvieron al poder, y en 1892 regresaron los liberales, y en 1895, Cánovas asumió la presidencia
del gobierno hasta 1897, fecha de su asesinato. Sin embargo, el personalismo del sistema deterioro
a los partidos, que dependían excesivamente de la personalidad de sus líderes, Provocando
disidencias internas y la descomposición veamos partidos. En el Partido Liberal surgieron
personajes como Gema Gamazo y Antonio Maura, que provocaron la aparición de facciones y la
esta desorganización del partido. En cuánto los conservadores, destacó la disidencia de los
reformistas de Francisco Silvela, te consiguió aglutinar a las diferentes facciones tras la muerte de
Cánovas.
El anarquismo apolítico.
En 1881, la sección española de la Internacional (FRE), de tendencia bakunista, cambió su nombre
por el de Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), debido a la necesidad de
adaptarse a la nueva legalidad, que prohibía las organizaciones de carácter internacional dirigidas
desde el extranjero. Tenía mayor implantación entre los jornaleros de Andalucía y los obreros de
Cataluña, aumento su número de afiliados y desarrollo una acción sindical de carácter
reivindicativo. Los desacuerdos dentro de la organización y la constante represión hicieron que el
movimiento optara por la acción directa y organizara grupos autónomos revolucionarios cuyo
objetivo era atentar contra los pilares del capitalismo: el Estado, la burguesía y la Iglesia.
Durante la etapa 1893-1897 se produjeron los actos más destacados de violencia social: atentados
contra personajes clave de la vida política (Cánovas y Martínez Campos): bombas en el Liceo de
Barcelona, entidad representativa de la sociedad burguesa, o contra la procesión del Corpus. El
anarquismo fue acusado de estar detrás de la Mano Negra, una asociación clandestina que actuó
en Andalucía a finales del siglo XIX y a la que se le atribuyeron asesinatos, incendios de cosechas
y edificios. Los atentados o las revueltas anarquistas fueron seguidos de una gran represión,
muchas veces indiscriminada, y provocaron una espiral de violencia basada en una dinámica de
acción/represión/acción. El momento clave de esta espiral fueron los procesos de Montjuït,
celebrados en 1897 en Barcelona, en los que resultaron condenados y asesinados 5 anarquistas.
La proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de continuar
con la acción directa y los que propugnaban una acción de masas. Viejos anarquistas y amplios
grupos de obreros, especialmente en Cataluña, se mostraron contrarios al terrorismo. En
El socialismo obrero.
La nueva federación madrileña de la AIT, creada por los obreros de tendencia marxista tuvo una
vida efímera. En 1976, tras la desaparición de la Internacional, sus miembros decidieron constituir
un partido político. Un grupo de obreros madrileños, entre los que se encontraba Pablo Iglesias,
fundaron el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879.
El partido socialista se definía como marxista, era de orientación netamente obrerista y partidario
de la revolución social. Presentaba también un programa de reformas que incluían el derecho de
asociación, reunión u manifestación, el sufragio universal, la reducción de las horas de trabajo, la
prohibición del trabajo infantil y otras medidas de carácter social. El partido creció lentamente y a
finales de siglo ya existían agrupaciones socialistas en muchos ligares; tuvo difícil desarrollo en
lugares dominados por el anarcosindicalismo, como Cataluña, t tampoco penetro en el mundo
agrario hasta muy avanzado el siglo XX. En 1889, año de la fundación de la Segunda Internacional
(socialista), se afilió a esta organización y contribuyó a introducir en España la Fiesta del
Trabajo, instituida el 1 de mayo a partir de 1890.
En 1888, el partido celebro du primer congreso en Barcelona, y el mismo año se fundó la Unión
General de Trabajadores (UGT), que no se declaró marxista, sino que dejo libertad de militancia
política a sus afiliados. La coincidencia de sus líderes con el partido socialista hizo que se fuese
introduciendo cada vez más en el ámbito del marxismo. La UGT se organizó en sindicatos de
oficio en cada localidad y siempre practico una política muy prudente en sus reivindicaciones,
recurriendo a la huelga solo como última posibilidad, al contrario que el anarcosindicalismo.
El nacionalismo catalán.
A lo largo del siglo XIX había tenido lugar un crecimiento económico superior al de cualquier otra
región española. La industrialización había hecho en Barcelona y en su entorno la primera zona
industrial de España y había propiciado el nacimiento de una influyente burguesía de empresarios
industriales. Este nuevo grupo social sentía que sus intereses económicos estaban poco
representados en los diferentes gobiernos e hizo de la defensa del proteccionismo un elemento
aglutinador.
El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidió con un notable renacimiento de la cultura
catalana y una expansión del uso de su lengua vernácula, el catalán. En este contexto, y a mediados
del siglo XIX, nació un movimiento conocido como la Renaixença, cuyo objetivo era la
recuperación de la lengua y de las señas de identidad catalanas. De este modo, el catalanismo
surgió de la conjunción del progreso económico y del renacimiento cultural, “la unión del arancel
y la poesía”.
Por otro lado, en la década de 1880 se desarrolló el catalanismo político, que tuvo varias
corrientes. Una de ellas estuvo basada en el tradicionalismo y tuvo en el obispo Torras y Bages su
máximo representante. Otra era de carácter progresista, base popular y principios federalistas y
Un paso muy importante en la consolidación del catalanismo político fue la elaboración de las
Bases de Manresa en 1882, un documento producido por la Unió Catalanista, que proponía la
consecución de un poder catalán como resultado de un pacto con la corona y, la consideración de
Cataluña como una entidad autónoma dentro de España. El regionalismo paso entonces a
convertirse en verdadero nacionalismo.
El nacionalismo vasco.
El nacionalismo vasco surgió en la década de 1890. En sus orígenes hay que considerar la reacción
ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros tras la derrota del carlismo; pero también el
desarrollo de una corriente cultural en defensa de la lengua vasca, el euskera, que dio lugar a la
creación del movimiento de los euskaros, con importante componente religioso y de defensa de las
tradiciones.
Su gran propulsor fue Sabino Arana, que sentía una gran pasión por la cultura autóctona de
Euskalerria. Arana creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la llegada
de inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona minera e industrial de Bilbao.
Pensaba que esta población de maketos ponía en peligro el euskera, las tradiciones y la etnia
vasca.
Las propuestas de Arana prendieron en diversos sectores, sobre todo en la pequeña burguesía, y en
1895 se creó el Partido Nacionalista Vasco en Bilbao. Arana popularizó un nuevo nombre para su
patria, Euskadi, una bandera propia y propuso un lema para el partido “Dios y ley antigua”. El
movimiento estaba impregnado de un sentimiento católico y de defensa de la tradición, pretendía
impulsar la lengua y las costumbres vascas y defendía la pureza racial del pueblo vasco.
En un principio, el PNV se declaró de inmediato independentista con respecto a España, pero esta
posición fue evolucionando hacia el autonomismo. Aunque a la muerte de Arana aparecieron
disensiones dentro del nacionalismo vasco.
La guerra en Ultramar.
En 1895 estallo en Cuba una nueva insurrección, a la que se sumó más adelante la rebelión de
las islas Filipinas. Después de una corta guerra con Estados Unidos, en 1898, España perdió
sus últimos territorios coloniales y quedó inmersa en una grave crisis política y moral.
Cuba.
Tras la Paz de Zanjón (1878), los naturales de Cuba esperaban de la Administración española una
serie de reformas que les otorgasen los mismos derechos de representación política en las Cortes
que los españoles de la Península, la participación en el gobierno de la isla, la libertad de comercio
y la abolición de la esclavitud, que aún se practicaba con los negros que trabajaban en los ingenios
o fábricas de azúcar. Ninguna de estas peticiones había sido tomada en consideración por la
La gran insurrección.
En menos de 179 se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de los españoles
en la isla, que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. La subrevación de los mambises –nombre
con el que se conocía a los insurrectos cubanos- fue derrotada en el siguiente por la falta de
apoyos, la escasez de armamento y la superioridad del ejército español. Pocos años después, el
Grito de Baire del 24 de febrero de 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado. La rebelión
se extendió rápidamente Y el jefe de gobierno español, Cánovas del Castillo, envió una cenita el
mando del General Martínez Campos. Martínez Campos, no consiguió controlar militarmente la
rebelión, por lo que fue sustituido por el General Valeriano Weyler, que propuso cambiar
completamente los métodos de lucha e iniciar una férrea represión.
Weyler trato duramente a los rebeldes, la guerra no era favorable para los españoles y el mal
aprovisionamiento, la falta de pertrechos y las enfermedades tropicales causaron gran mortandad
entre las tropas, haciendo de la victoria final un objetivo cada vez más difícil alcanzar.
En mi 897, tras el asesinato de Cánovas Y conscientes de la casa de la vida prevista propiciada por
Weyler, el nuevo gobierno liberal lo destituyo del cargo y encargo el mando al General Blanco.
Inicio una estrategia de conciliación, para ello decretó la autonomía de Cuba, el sufragio
universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía
arancelaria. Pero las reformas llegaron demasiado tarde: los independentistas, te contaba con la
cuide estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades, que fue unilateralmente
declarado por gobierno español.
Paralelamente conflicto cubano, en 1896 se produjo la rebelión de las Islas Filipinas. La colonia
del pacífico haya recibido nuestras amigas españolas y contará con una débil presencia militar.
De este modo, la crisis de 1898 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó
un importante impacto psicológico la población. La derrota subir a la sociedad de la clase política
española amonestada desencante frustración porque significaba la destrucción de mito del imperio
español, en un momento en el que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios
coloniales en África y Asia.
El regeneracionismo.
El fracaso de la revolución de 1868 haya dejado una muy importante los intelectuales progresistas,
que consideraban que se había perdido gran ocasión para modernizar el país. Este era sentimiento
del grupo de intelectuales reunidos en el Instituto Libre de Enseñanza, creado en 1876, cuando
muchos catedráticos abandonaron la universidad al no permitírseles la libertad de cátedra. La
institución, que tenía en sus filas a intelectuales de la talla de Francisco Giner de los Ríos y estaba
profundamente influida por el krausismo, fue una gran impulsadora de la reforma de la educación
en España.
Algunos intelectuales formados en la Institución Libre Enseñanza consideraban que la sociedad y
la política española, en exceso influidas por la doctrina católica, no favoreciendo ni la
modernización de la cultura ni el desarrollo de la ciencia. Esta corriente, que hablaba con
insistencia de la regeneración de España, acabó conociéndose como regeneracionismo. Su
mayor exponente fue el aragonés Joaquín Costa.
La crisis de 1898 agudizó la crítica regeneracionista, muy negativa hacia la historia de España,
que denunciaba los defectos de la psicología colectiva española, sostenía que existía una especie de
“degeneración” de lo español y que era precisa la regeneración del país, enterrando las glorias
pasadas. Lo regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y
de elevar el nivel educativo y cultural del país, como refleja el lema “escuela y despensa”. En la
década de 1890 comenzó a introducirse también una renovación de la ciencia española con la
introducción del positivismo, los adelantos de la medicina, la ciencia experimental y la sociología.
Asimismo, un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron
analizar el “problema de España” en un sentido muy crítico y en tono pesimista. Pensaban que tras
la pérdida de los últimos restos del Imperio español había llegado el momento de una regeneración
moral, social y cultural del país.
Frente al antimilitarismo creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares
se inclinó hacia posturas más autoritarios e intransigentes, atribuyendo la derrota a la ineficiencia
corrupción los políticos. En el seno del ejercito fue tomando cuerpo sentimiento corporativo y de
convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida
política del país. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y
culminó en el golpe de Estado de Primo de Rivera, en 1923, que inauguró una dictadura de 7 años.