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Interpelando la interculturalidad
José María Arguedas, además de ser un insigne novelista y literato peruano, fue
también un brillante etnólogo1 y logró una producción cuantiosa de escritos
antropológicos que tenían como principal locación de estudio las múltiples
realidades sociales en la extensa sierra peruana. Muchos de estos escritos son
poco conocidos y mantienen una riqueza etnográfica y analítica que consideramos
pertinente exponerla, pues creemos que traen a colación preguntas,
cuestionamientos y nuevas miradas a debates actuales fundamentales respecto a
la compresión de procesos políticos y culturales del Perú: como el reconocimiento
de derechos especiales a los pueblos indígenas y la propuesta política de la
interculturalidad.
Para llegar a esta problemática, será necesario exponer el particular aporte que
realiza Arguedas en materia conceptual y analítica para comprender lo que es el
indio2, así como la definición del mestizo (que implica una diferenciación interna
según el grado de mestizaje) y del misti (“señor” o “principal”). Esta tarea la hemos
realizado en base a una selección de pequeños escritos etnográficos que
ubicamos en 3 principales compilaciones (Arguedas 1986, 1987b, 1989), 2
artículos (Arguedas 1956, 1957) y su único libro antropológico publicado en el que
compara comunidades zamoranas con las comunidades andinas (Arguedas,
1987a).
Lo indio
1 Véase, por ejemplo, Las comunidades de España y el Perú, en el cual brinda su trabajo más
acabado en términos de exposición etnográfica y de reflexión analítica sobre una zona particular:
las localidades zamoranas de Bermillo y Muga de Sayago, en España.
2 Respecto a la definición de indio desde Arguedas, la exposición de Guillermo Rochabrún en la
Ahora bien, afirmar que el indio puede ser comprendido como un ser (con una
cultura) particular, pero que al mismo tiempo ha sido fruto de la constante
incorporación de elementos ajenos a su cultura, requiere establecer límites claros
para diferenciar cuando un indio deja de ser indio, producto de la incorporación de
estos elementos ajenos. Teniendo esta problemática en mente, Arguedas opta por
una estrategia analítica sumamente sugerente. Primero, señala que la
Finalmente, realiza una diferenciación analítica clave que nos permitirá definir
particularmente al indio, aún cuando este haya incorporado elementos culturales
de otras culturas tan disímiles a la de él. Creemos que citar extensamente el
siguiente pasaje es imprescindible para evidenciar su sugerente propuesta:
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Incluso, a través de ciertos mediadores, recurre a ellos para que lo ayuden a sanar de una
enfermedad.
6 Rochabrún (en la citada mesa redonda en que expuso a propósito del centenario del natalicio de
Arguedas) denominó a este tipo de religiosidad como propiciatoria, pues a través de ciertos ritos
propicia la fecundidad o la fertilidad.
nivel en que esta religión u otros cambios logran desplazar a la religión
india y toda la concepción del mundo que esta implica7. Lo anterior,
implica que los elementos que son incorporados son reinterpretados y
modificados sin resquebrajar la base de tales creencias indias (así, véase
cómo en su estudio sobre Puquio, los indígenas distinguen claramente las
diferentes concepciones de los dioses locales –que son propios, sólo de
ellos- y el dios católico –que es más general y de origen ajeno-,
estableciendo, incluso, relaciones de asimetría entre estas creencias).
Este primer fundamento o criterio es fundamental para que el propio
Arguedas establezca diferencias entre el indio y el campesino del Valle del
Mantaro o de las comunidades zamoranas de Españas que el mismo
estudió.
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Respecto a esta conceptualización, es ilustrativo lo que el propio Arguedas señala: “…el indio no
alcanzó a comprender suficientemente el catolicismo ni participó realmente de la fe católica; la
acató, se sometió socialmente a sus ordenanzas, permitió que todo el status social estuviera regido
pero en lo que refiere a la fe propiamente dicha, el indio siguió creyendo en sus dioses locales,
fortalecidos por la destrucción del Imperio, y siguió observando los ritos y ceremonias a ellos
debidos desde la antigüedad, y fue y sigue siendo ésa su verdadera religión.” (Arguedas, 1989:
167)
8 La importancia de esta tierra común, podría encontrarse en la propia auto-identificación de los
indios: comunmi kani, común runa kani, manan vecinichu (“ciertamente, soy común, gente común,
no vecino”).
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Ver, por ejemplo, la referencia que Arguedas hace respecto a algunas Comunidades del Valle del
Mantaro: “El proceso de integración comenzó en el Mantaro a fines del siglo pasado y comienzos
del presente. Se produjeron entonces los primeros casos de reparto de las tierras comunales y el
ingreso de los mestizos en la administración comunal; hecho que más tarde fue concluido con la
condiciones de la comunidad en la que viven, mediante la parcelación
total de sus tierras y la desaparición de las tierras del común, el indio va
dejando de ser indio, ya habría comenzado a asumir una serie de
objetivos culturales distintos: se extiende el minifundio y el individualismo
se acrecienta, pues todos buscan un camino individual para la
consecución de cierta prosperidad y acumulación individual (“el afán de
lucro y enriquecimiento sería el móvil principal que alentaría a los
hombres”10). Luego, estos cambios irían unidos al debilitamiento de la
cooperación para el trabajo agrícola, de otras actividades importantes
(como la faena de techa-casa) y probablemente de las propias faenas
comunales (salvo que fueran de utilidad pública y no estrictamente
relacionadas con la tierra o ceremonias de religiosidad india, “como las
que eran necesarias para la construcción de escuelas”).
Aún así, la interrelación entre estos dos fundamente nos parece sumamente
necesaria. Pues, muy probablemente el primer fundamento cultural y religioso, no
podría sostenerse en el tiempo sin la existencia del segundo fundamento, referido
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Ahora, si bien la jerarquía del primer fundamento, le permite al propio autor identificar como
indios a personas con creencias indias que viven tempranamente en ciudades importantes (y, por
lo tanto, fuera de la comunidad y del fundamento económico que la sostiene tal comunidad);
también nos indica que fuera del lugar en que tiene contacto con tales dioses locales y en cuanto
se puede reconocer menos dependiente de ellos (vive en una lógica más citadina y menos
vinculada con la naturaleza), estos indios podrían estar en un proceso de des-indianización (o
mestizaje) según el tipo de vida que vaya llevando en la ciudad. Al respecto, lo afirmado por
Arguedas resulta, al menos, sugerente: “Los indios de ciudades y los indomestizos [mestizo con
predominio del indio] son en nuestro tiempo, los yanakuna de los incas, ‘desertores de la
comunidad, desarraigados del terruño, fuera del cobijo y protección del grupo, de la gran familia’.
(Arguedas 1989: 3)
orientada hacia el adiestramiento para alcanzar mejor este
objetivo. Todo el complejo religioso está siendo sacudido por
este movimiento que cuenta con la alianza de la clase de los
mestizos comerciantes: con espíritu de empresa. El
debilitamiento de las antiguas creencias y culto (oficial y local)
remueve las bases de la vida comunal, que se muestra aún
firme, pero duramente combatida por los agentes que hemos
señalado.” (Arguedas 1956: 231)
Retomaremos esta reflexión en la sección final, pero por ahora, nos bastará
señalar a modo de resumen que estas reflexiones nos plantean líneas de
investigación e hipótesis respecto a los procesos de cambio por los que han ido (y
están) pasando ciertas comunidades campesinas actuales.
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Por ejemplo, Arguedas anota que: “La aparición del mestizo estuvo condicionada, además, y
fundamentalmente, por causas de orden económico. El indio que aprendía el idioma castellano, en
razón de la urgencia que el colonizador tenía de formar un grupo de hombres nativos que le
caracteres distintos y ha logrado una exposición demográfica sobresaliente 13. Una
vez más, Arguedas habla en términos culturales y no físicos:
“Durante siglos, las culturas europeas e india han convivido en un
mismo territorio en incesante reacción mutua…; en estos siglos, no
sólo una ha intervenido sobre la otra, sino que como resultado de la
incesante reacción mutua ha aparecido un personaje, un producto
humano que está desplegando una actividad poderosísima, cada vez
más importante: el mestizo. Hablamos en términos de cultura; no
tenemos en cuenta para nada el concepto de raza. Quienquiera
puede ver en el Perú indios de raza blanca y sujetos de piel cobriza,
occidentales por su conducta.” (Arguedas, 1989: 2)
A toda vista, el propio lector advertirá que esta definición es mucho más vaga y
ambigua que la del indio. Esto se debe, en particular, a que Arguedas comprende
que hay una variedad de grados y tipos de mestizaje que están formándose (sin
dejar de ser procesos conflictivos y ambivalentes) al mismo momento que él
escribe sus líneas, así como la muy escasa literatura en ese entonces respecto al
mestizo (a pesar de su creciente importancia social y demográfica):
Habiendo abierto esta gran trocha de investigación respecto a los sujetos socio-
culturales y económicos que dejan de ser indios en sus fundamentos, Arguedas no
se detiene a detallarnos sus impresiones respecto a los diferentes grados de
mestizaje que él ha podido identificar. Aún así, algunas escasas, pero decisivas
líneas, nos permiten realizar diferenciaciones internas dentro del gran grupo de
mestizos. De este modo, a aquellos mestizos que aún mantienen muchos rasgos
indios y que viven en ciudades, lejos de la comunidad en la que se formaron y
criaron, Arguedas los denomina como indomestizos, es decir, como mestizos con
predominio del indio (Arguedas 1989: 3). Quedaría como pregunta abierta, el
cómo este meztizo mantiene tales elementos culturales indios, habiendo dejado de
creer fundamentalmente en los dioses locales y habiendo dejado de ser la
comunidad y la propiedad colectiva su referente de desarrollo individual y
colectivo.
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Tal reflexión es sugerida por Ángel Rama, pues refiriéndose a Arguedas, indica lo siguiente: “Vio
claramente que las comunidades económicamente fuertes (que es lo mismo que decir: aquellas
que ya tenían cumplido un proceso de mestización, incorporando elementos de la estructura
económica occidental) eran capaces de defenderse con posibilidades de éxito, remplazando sus
viejas instituciones indias por otras más modernas sin que eso acarreara pérdida de identidad, y
aun permitiendo que forjaran soluciones originales. En cambio las comunidades pobres, o sea las
que no habían accedido a ningún grado de mestización, de desintegraban velozmente.”(Arguedas
1989: XXI).
los mestizos que comienzan a residir en ciudades importantes, encuentran otros
modos de recreación y de auto-identificación: estas son las colonias de
provincianos (hijos de las provincias y distritos serranos), en la cual:
Por último, no podemos dejar de señalar, que Arguedas era totalmente consciente
de que la aparición de esta variedad de personajes en la sierra marcaba una serie
de cambios en la dinámica política, económica y cultural de la configuración
territorial en la que iba apareciendo y preponderando (por ejemplo, en el Valle del
Mantaro, Puquio, zonas alto-andinas, en capitales de distrito o al interior de una
comunidad). Así, al igual que al indio, resulta trascendental ubicar al mestizo
estudiado en el contexto y escala en que se encuentra (ciudad, capital serrana de
provincia o de distrito, o al interior de una comunidad), y luego la estructura de
poder en la cual está inmerso: con quién se relaciona y de qué modo, en qué
medida depende o no de otra clase o grupo de poder, y a quiénes domina, con
qué recursos económicos, culturales y políticos cuenta, etc.
Señores o “mistis”
Debido a esto, nos reduciremos a señalar una definición básica respecto al “señor”
o misti peruano: el misti no labra la tierra, es dueño de extensas tierras que son
trabajadas por indios bajo el modo de relaciones serviles o semi-serviles.
Podríamos decir, que su poder se basa en la propiedad de la tierra y en el modo
en que ha naturalizado las diferencias de poder económico, cultural y político que
su grupo de identificación (señores o “principales”) y la de otros grupos como el
indio y mestizos. Esta naturalización se basa en la creencia de la natural
(biológica) inferioridad del indio respecto del señor; es decir, del racismo (véase
Arguedas 1987: 164,175; 1989: 33).
Una vez más, este personaje necesita ponerse en un contexto y escala, así como
en la estructura de poder en la cual se inserta. El siguiente pasaje nos ilustra,
cómo se reubicó social y económicamente la clase señorial de Puquio, luego de la
construcción de la carretera a Nazca que permitió a un gran grupo de indios
“insolentarse” (a lo cual, hay que considerar que tal proceso se llevó a cabo en
comunidades en las que el indio tenía una independencia económica más
sólida15):
Creemos que el planteamiento conceptual desde las ciencias sociales respecto al otro
cultural y el modo en que lo enmarca en una red de relaciones sociales y vinculado a
procesos de cambio, nos permite dilucidar cómo los sujetos van re-ubicándose en su
situación económica, política, pero también cultural. Aprehender la realidad de esta forma,
es una tarea que va mucho más allá de la discusión respecto a la identidad (o a la auto-
15
Este factor es clave, pues permite diferenciar el potencial económico de los indios y, por tanto,
sus posibilidades de mestizaje afirmativo, antes que de una migración forzada por la miseria
económica: “Las comunidades indígenas que pudieron conservar cierto grado de independencia
económica y no cayeron, por tanto, a depender íntegramente de la economía de las otras clases o
castas, han evolucionado de manera distinta que aquellas que fueron despojadas de sus
propiedades o fueron empobrecidas al extremo de tener que compensar su economía con la
prestación ineludible de trabajo personal. En este caso, los integrantes de las comunidades
emigran temporal o definitivamente a las ciudades o a otros centros de trabajo, como haciendas,
minas y carreteras. (Arguedas 1989: 28).
identificación), pues sitúa al sujeto de enunciación para comprender, por ejemplo, si es un
mestizo (definido en base a elementos culturales y económicos) quien ahora se identifica
como indígena (lo cual viene a ser un proceso subjetivo de auto-reconocimiento que recoge
ciertos elementos culturales con el objetivo establecer los límites de un nosotros y los otros,
pero no indica de por sí que este sujeto comparta similares elementos culturales centrales
con el indígena, más que el propio hecho de reconocerse como tal). Es decir, las ciencias
sociales no pueden asumir la auto-identificación como punto de partida y de llegada del
análisis, más bien necesitamos tomar la identificación como un proceso subjetivo que
requiere se explicado, y encontramos distintos personajes que por distintas condiciones
socio-culturales y variadas motivaciones toman la opción (sincera o no) de auto-
identificarse bajo la categoría de indígenas.
Bibliografía
1956 “Puquio, una cultura en proceso de cambio” en Revista del Museo Nacional, Tomo XXV, pp.
184-232.
1957 “Evolución de las comunidades indígenas: el valle del Mantaro y la ciudad de Huancayo, un
caso de fusión de culturas no comprometida por la acción de las instituciones de origen
colonial” en Revista del Museo Nacional, Tomo XXVI, pp. 78-151.
1986 Nosotros los maestros (selección de Wilfredo Kapsoli). Horizonte, Lima.
1987a [1968] Las comunidades de España y del Perú. Instituto de Cooperación Americana, Madrid.
1987b Indios, mestizos y señores (2a ed., selección de Sibyla Arredondo de Arguedas). Editorial
Horizonte, Lima.
1989 Formación de una cultura nacional indoamericana (5a ed., selección y prólogo de Ángel
Rama). Siglo Veintiuno, México.